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Milenarismo y Mesianismo
Milenarismo y Mesianismo
MILENARISMO – MESIANISMO
En la segunda mitad del siglo XIX y en el siglo XX, estos movimientos coinciden con
los cambios operados en las estructuras económicas mundiales, dada la difusión de la
forma capitalista de producción que es la que predomina a escala mundial. De esta
manera, no hay lugar del mundo en que no se afirmen los movimientos modificadores
de las estructuras religiosas. Tanto en Asia como en Europa, África, Oceanía o
América, este replanteamiento conmueve el mismo fundamento de las formaciones
sociales.
En consecuencia, los que trabajaban eran los nativos y la situación debería ser
cambiada para poder restablecer la justicia de la producción. En los cultos del cargo,
hay algunos que idealizan a la antigua cultura, mientras que los movimientos
posteriores la rechazan. Unos años más tarde, aparece en los Estados Unidos la
primera ghost dance. Se inicia en 1889 entre los siux de Dakota. Los etnólogos
americanos subrayan que se trataba de un momento de decaimiento provocado por la
pérdida de las tierras, por el hambre y las epidemias. Nos encontramos con uno de los
temas fundamentales en la mayoría de estos movimientos: el de la tierra o, mejor
dicho, el de la carencia de tierras, que puede deberse al aumento demográfico de los
grupos o a la ocupación realizada por un grupo dominante procedente del exterior.
A otro nivel, debemos señalar que las predicaciones de Wovoka (jefe de este primer
movimiento) eran radicalmente contrarias a los blancos, ya que, además del regreso
de los antepasados (tema también común a otros muchos movimientos), recomendaba
el amor y la fraternidad cristianas aun con relación a los blancos. Pero el cambio fue
muy rápido ya que, en mayo de 1890, una batalla que enfrentó a los siux y a los
blancos originó la matanza de un gran número de creyentes.
En África
Las Iglesias separatistas y los movimientos etíopes, que incorporan la nueva Iglesia
negra a la Etiopía de la Biblia y a su tradición cristiana se iniciaron en 1892. Según
Maurice Leenhardt, proponían “a los indígenas un cristianismo africano”, con lo que
suprimían “su temor a la posibilidad de que se convirtiesen en un peligroso objeto de
importación”. Los motivos se imputan a las leyes restrictivas del código indígena
inglés, a la malevolencia de los blancos y a la rigidez de la mayoría de los misioneros.
La participación de las Iglesias etíopes en algunas revueltas (la última data de 1906)
caracteriza esta primera fase del etiopismo, que se opone radicalmente a los blancos y
trata de restablecer los valores tradicionales, tanto públicos como religiosos, aun con
cobertura sincrética.
En Asia
Islam
Según observa Helen Carrére d'Encausse, el Islam ha seguido otros caminos que, sin
embargo, no han impedido la aparición de movimientos profundamente mesiánicos. Ya
en 1846, en Marruecos, Bu Maza, el “dueño de la hora”, es decir, el precursor del
Juicio Final, provocó varias revueltas en las tribus cabileñas animándoles a resistir
contra los franceses. En 1881-1885, en el Sudán interviene un madhi, es decir, una
persona “guiada por Dios en el buen camino” y cuya actividad sucede a la del
marroquí: se trata de Mohammed-Ahmed, que dirige a la tribu de los bassara
sudaneses, quienes le consideran como el madhi esperado para liberar su territorio de
la reciente conquista anglo-egipcia.
En Indonesia
Aquí también, dos movimientos mesiánicos aparecen durante este primer periodo. En
un principio, el movimiento majari, extendido en las Célebes entre 1902 y 1908,
preconiza el abandono del trabajo agrícola y del ganado, considerado como inútil. Otro
movimiento, el de manobo, entre 1908 y 1910, recoge este mismo tema insistiendo en
el abandono del cultivo, lo que representa una respuesta dinámica, aunque limitada, a
las exigencias de los colonizadores holandeses. El movimiento indio del Birsa-
Baghoan, el nombre de su profeta, demuestra simultáneamente el carácter limitado de
todo mesianismo y su inserción en un cuadro que supera a la continuidad.
Los elementos más dinámicos aparecen en la costa occidental africana, que hasta
entonces desconocía estas manifestaciones. En primer lugar, la predicación del
liberiano William Harris (predicador que entre 1913 y 1915 conmovió a todo el litoral de
la Costa de Marfil predicando la destrucción de los objetos religiosos. Fue expulsado,
pero su doctrina, el harrismo, continuó propagándose), que introduce en la Costa de
Marfil lo que más tarde se conocerá con el nombre de harrismo, anunciando la nueva
época en la que “los perseguidos y los oprimidos levantarán la cabeza, mientras que
los perseguidores serán castigados”.
Esta actitud caracterizó a otros grupos, sobre todo a los africanos de expresión
portuguesa reunidos en Lisboa como Liga Africana (1922). Es indicio de un cambio
que se vuelve a encontrar en Oceanía.
Oceaní
En esta zona, durante el tercer periodo, se extienden los movimientos fieles a los
temas tradicionales, pero cuyo radicalismo va en aumento. El movimiento de los Black
Kings en 1930-1931 se articula en cuatro profetas que anuncian la marcha inminente
de los europeos. El culto assisi, basado en la espera de Cristo y del “cargo”, insiste en
el abandono del trabajo, ya que los negros van a convertirse en blancos para dirigir a
sus antiguos dueños, que, a su vez, se convertirán en negros.
La caída del precio de la copra, base de gran parte de las economías locales,
exacerba la oposición vigorizando el empuje mesiánico y fomentando su aceptación
por parte de la población. En este climax de recusación de los blancos y de su
administración, no es de extrañar que la invasión japonesa actúe como un elemento
que confirma la exactitud de las profecías, ya que los blancos son eliminados por
hombres de color. Pero la población pronto se dio cuenta de su error, ya que los
japoneses, para instalar una economía rentable, persiguen implacablemente a los
creyentes. Los grupos que esperaban la confirmación de la óptica étnica se
encuentran con una represión idéntica a la anterior, dándose cuenta que el
denominador se define no por el color de la piel, sino por las estructuras económicas y
las relaciones de fuerza.
Destacaremos los movimientos africanos de este cuarto período que empieza con la
liquidación de las potencias colonizadoras por los alemanes y que refuerza la
desconfianza con relación a los blancos. En 1939, en el Congo ex belga, aparece el
rhakismo o mpadismo o misión de los negros, movimiento sincrético, profético, que
opone los valores africanos a los europeos: “No escucharás las plegarias de los
blancos”. En 1946, el lassysmo aparece en Pointe-Noire (Congo Brazzaville), como
movimiento excepcional, ya que es uno de los pocos que se basan en la Iglesia
católica.
En 1942, en la Costa de Marfil, el culto deida, entre los bere y los dida, sublima en
cierto sentido, la lucha de las jóvenes élites administrativas contra la tradicional
gerontocracia africana, apoyada por la brujería como elemento integrante de lo que
debe considerarse como la ecología local. Después de 1945, todas las
manifestaciones proféticas y mesiánicas tratan de imprimir una cierta autonomía a los
grupos. Pero, después de la intervención de las organizaciones políticas o sindicales,
son cada vez menos numerosas y sobre todo menos virulentas. Estos movimientos
encuentran todavía cierta audiencia en los países de escasa actividad política, y están
en pleno decaimiento en las formaciones sociales donde los problemas políticos
predominan sobre los problemas religiosos.
En el Congo
Los primeros emanan de campesinos que han sido expulsados de sus tierras o de
campesinos que han conseguido conservarlas. En ambos casos, la reivindicación es
local y casi siempre étnica. Para los movimientos urbanos, aunque el problema de la
tierra sigue siendo importante, queda relegada por las reivindicaciones referentes a la
instrucción, a los oficios, a las condiciones laborales y a los salarios. Estos
movimientos se orientan hacia la reivindicación política y anuncian reestructuración de
la recusación. El kirabanguismo oscila entre los dos, al igual que la Iglesia tokoísta.
La situación en África del Sur parece aunar los dos supuestos, ya que, según
Jacqueline Ebberhardt, las Iglesias separatistas, que en 1948 eran 880, en 1954
aumentan a 1,286. Este aumento pone de manifiesto la pulverización de la unidad
teológica, y por tanto política, en gran número de comunidades: el profeta deja de
tener un eco amplio, ya que es una expresión de la comunidad a la que pertenece. No
hay un decaimiento del sistema, sino más bien una reducción debida al hecho de que
el único combate posible no es mesiánico ni milenarista, sino esencialmente político.
Al mismo tiempo, esta pulverización indica que la situación sólo podrá ser asumida por
organizaciones políticas. ICHZ