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El arbol de papafritas Martin Cristal SD Cosa Matin bane Anpmacine 3 Ninemie | Reiman, Kerik ain Hina am © Letom Pema de Pats S.A. 2015 Adios! Panna a fate SA team pace Set Capes Mar Aida Bien Grigataste Hb at teal, pncmeae Oht raweew Meek, Angee te Heterme sew purrtesepaion corn at ‘Canela ene shepsinet ape apenas Lary 11 TER. om le Aageoting ! Punoed in Angra SS Nan mt pesmete a otras pial roel, of aleiacemamareiny of wpa, la minnern tie ol ramon de wae ies an realipeer team ope raakyaaes mda ew oko Amacimece, madarer fraocopaas, Agrialcesie y otra aves, en al parm pests y remit det act Sus whence sn penal por tna yrs 11 TS y 3 08 Libros para leer en buena Lora jQué placer, leer! jQué placer, leer un libro, interesante, ocurrente, emocionante! jQué placer serio, ir pasando las paginas de un cwento de misterio! jQué diversién, desewbrir cémo bailan las palabras de una adivinanza y dejar que vengan los chisporro- teos de los trabalenguas! Hora de Lectura es una coleccién para leer en buena hora. Para que disfrutes de autores argentinos contem- poraneos y descubras el universo literario. Para que salgan los libros de los rincones polvo- rientos y olvidados, y s¢ vuelvan protagonistas de un placer compartido. Los libros de la coleceién Hora de Lectura estin estructurados en jugosas secciones que posibilitan un mejor acceso a la literatura. La obra presenta cventos, porsias, colmos, adivi- nanzas y trabalenguas, que conforman el multifacé- tico rostro de La literarura para los chicos de hoy. Las ilustraciones colaboran con la comstrucciém del sen- tido de los textos y refuerzan el valor estétioo de la palabra. En Apunten... jjuego!, encontrames consignas de comprensién, produccién y narracién oral que nos permiten generar un espacio de placer compartido en el aula y hacer de la lecrura y de la escritura activida- des comunitarias. En la secciém Aqui me pongo a contar, los auto- res hablan acerca de su vida y de su trabajo, en res- pucsta a una entrevista que muestra los entretelones y la cocina del oficio de escribir. En Las mill y una hojas, te brindamos datos cu- tiosos vinculados con los textos. Para que abras asi algunas de las tantas puertas al mundo que la litera- tura ofece, jSean todos bienvenidos a esta propuesta para dis- frutar de la buena literatura en una profunda y crea- tiva Hora de Lectura! El arbol de papafritas Martin Cristal Capitulo | Al oeste de un Arbol enorme, se fundé un pueblito muy pero muy chiquito, tan chiquito que la gente de la zona, no muy imaginativa, lo lamaba El Chiquito. H pueblo no era demasiado interesante, pero en cam- bio su drbel si lo era. Era un drbol de papafritas, El arbol de papafritas era un drbol gigantesco, con un [fonco grueso y rugoso que invitaba a los chicos atreparlo. Para arriba continuaba con ramas que se extendian fwertes, alentando a que los chicos si- guieran sin peligro aim mas alto, casi hasta tocar el cielo. Era un drbol formidable, un encanto de Arbol. Como ya se habrin dado cuenta, lo extraordinario del arbol eran sus frutos, que no eran peras mi cirue- las, sino papafritas. En verano las puntas de las ramas del arbol esta- ban cargadas de papafritas comunes, con forma de bastén; en otefo el drbol daba papas rejilla, Henas de agujeritos; en invierno, descansaba (porque ya no daba mas, el pobre). En la primavera el arbol tampo- co daba frutos, pero eso era asi ponque en esa época estaba ocupado dando flores, Claro que esto de dar flores no cra su especialidad, porque la flor del arbol consistia apenas en dos pétalos amarillentos unidos aun puntito negro, Era sin duda una flor muy tonta, tan tonta que cuando la gente del pueblo queria re- ferirse a una persona tonta decian- “Ese si que es un flor de papafrita™. Las madres de El Chiquito cocinaban solamente las milanesas 0 el pollo; y, mientras lo hacian, mandaban a log chicos al Arbol a buscar papafritas frescas. De- cian “frescas” queriendo decir reciém cortadas del ar- bol, pero era justamente al revés porque las papafritas del arbol no estaban frescas, sino mas bien calientes, sobre todo al mediodia_ Esa cra buena hora para bus- carlas. A la noche también se podia, pero entonces las papafritas estaban frias y podian caer mal, Por eso a la noche casi todes comian las milanesas con ensala- da de zanahoria. A excepcién del invierno y la primavera, el resto del aito el Arbol daba suficientes papafritas como para que el pueblo entero comiera y repitiera (los poblado- res de El Chiquito tenian un estémago a toda prue- ba). El cientifico del pueblo explicaba el fenémeno a quien quisiera ofrlo, diciendo que, en su opinidn, alguien lo habia regado (al drbol, no a él) com aceite, cuando era Muy povEencite; ¥ que, come aquel terreno originalmente habia sido un sembradio de papas, el dirbol habia aprendido a dar papafritas, Hay que acla- rar que el cientifico del pueblo no era mis que el elec- tricista del pueblo, asi que su teoria no era mas que una opinién como la de cualquicr otra persona. En realidad, en El Chiquito nadie tenia ni la menor idea de por qué el arbol daba papafritas, ya que el arbol era mus viejo que el pueblo, Pero todos le agradecian y le colgaban guirnaldas y lo querian, especialmente los chicos. Capitulo II En El Chiquito se festejaba, una vez al ano, el Fes- tival Chiquitense de la Papafrita. Era la fiesta mis importante del pucblo, y gencralmente se hacia a co- mienzos del verano, cuando el Arbol daba la primera papafrita de la temporada, En esta fiesta habia juegos en el rio, picnics en el campo, conciertos al aire libre y felicidad por todas partes, También se elegia a la Reina de la Papafrita de cada aio. Para poder ser la Reina de la Papafrita, el jurado decia que habia que ser bonita, mteligente, coqueta, graciosa, simpatica, amable, decidida y educada (era un jurado muy exigente). En el pueblo habia solo dos nifias que reunian todas estas caracteristicas: una se llamaba Selena y la otra, Celina. Eran muy parecidas. Cada aio ganaba una de las dos, um afio Selena y al si- guiente Celina, con lo cual una siempre era la Reina W Marta Crit de La Papafrita y la otra la Ex Reina de la Papafrita. Se vivian pasando la corona, la una a la otra, aio tras alo. Un verano, se encontraban todos festejando y pa- sindola bien cuando llegé una furgoneta roja y de ella se bajé un cocinero. {Un cocinera! {Un cocinero de Paris! (Un cocinero de Paris con una sartén brillante! jUn cocinero de Paris con una sartén brillante, que queria evarse todas las papafritas del drbol para su restaurante de la gran ciudad! H sibel de popatiites 3 Un cocinero, en fin, que cuando vio el arbol dijo: —jAja! ZAsi que este es el famoso drbol de papa- fritas? Selena, la nueva Reina de la Papafrita, andaba por ahi cerca, cumpliendo ya sus funciones (que bisi- camente consistian en sonreir siempre y saludar a todo mundo como si estuviera despidiéndose desde la cubierta de un bareo). Cuando Selena oyé lo que decia el cocinero, sin dejar de sonreir ni saludar, le contestd: —Si, este es el arbol de papafritas. Yo acabo de co- merme la primera papafrita del afio. ¥ estaba muy rica, si sefior, —jOh! 2¥ da muchas papafritas este arbol? —pre- gunté el cocinero entrecerrande bos ojos. Estaba in- teresadisima. —jMuchisimas! —exclamdé la Reina de Le Papafri- ta mientras se iba a saludar por ahi, sin saber cuales eran las verdaderas intenciones del cocinero. —Muy bien: es0 es todo lo que necesitaba saber. jMuchachos! —grité el cocinero. De la Furgoneta sa- lieron sus ayudantes, que eran tres flacuchos con al- tos sambreros blancos de cocina. —jCorten ese arbol! —ordendé el cocinero—. jNos lo Hewaremos a Paris! jAsi no tendremos que cocinar papafritas nunca mas! Los ayudantes del cocinero sacaron una caja muy grande de la furgoneta roja. Entre los tres apenas po- dian cargarla; es que adentro de la caja traian wna sie- fia gigante. jEran tan tontes que pensaban que cortando el dr- bol podrian llewirselo a la ciudad! gNo sabian aca- so que un irbol no puede Mlevarse de un lado al otro come si fuera un perro o un gato? No, no lo sabian: el cocinero era un flor de papafrita, y sus ayudantes H sibel de popatiites 15 también. Ninguno sabia nada de nada: solo algo de cocina, pero nada mis. Los ayudantes del cocinero Hevaron la gran caja hasta el drbol y se prepararon para sacar la sierra... Pero habia alguien que estaba viendo toda la esce- na desde lejos: era Celina, la Ex Reina de la Papafrita, que estaba algo triste porque habia perdido su reina- do y le habia tenido que dar su corona a Selena. Aun- que por la distancia a la que se encontraba no podia escuchar nada, Celina se dio cuenta de lo que estaba pasando porque cra muy inteligente, ademas de bo- nita, coqueta, graciosa, simpdtica, amable, educada y decidida, Era tan decidids que se acered al cocinero y Io sa- luck asi: —jComo esta usted, sehor cocinero! El cocinero, asombrado por esa amabilidad tan colorida, por un momento creyé estar en Paris, y se agaché para saludarla con toda cortesia; pero lucgo recordé que no estaba en Paris, sino en El Chiqui- to. Entonces volvid a fruncir el cefio y le pregunté a Celina; — Qué quiere, sefiorita? —Quicro mostrarle una cosa —contesté Celina 1% Marta Crit sonriendo—. 2Vio la letra ese y la letra ce de mas arriba? Estan en el renglén en que lo saludé... —Claro que las veo. Laese es azul y estd on la pa- labra serior; la ce es roja, y esta en medio de la pala- bra covinere. —jSi, muy bien! Tiene usted buena vista. —Muy buena —se agrandd el cocinero. —Claro que si, sin duda —dijo Celina—. Pero lo que yo queria preguntarle era otra cosa... Usted que es cocinero debe saber bastante de mezclas, jno? gSabe usted qué es lo que pasa si a uno se le mezcla la ese con la ce? Ei cocinero no lo sabia, porque hacia tiempo que se habia olvidado de todas las recetas, pero era muy or- guiloso y no quiso quedar come un tonto frente a la Ex Reina de la Papafrita. Por eso, en lugar de admitir que no lo sabia, exclamé: — Por supuesto que lo sé! 51 uno confunde una ese con una ce... jno pasa nada! |Da exactamente igual! —gaAh, sf? —dijo Celina—. 2Y qué le parece si cambiamos la ese de la palabra sienna por una ce, para ver qué pasa? —jHaga lo que quiera! jLe digo que no pasa nadat jEstoy seguro de que no hay ninguna diferencia! H sibel de popatrites "7 =insisti6 el cocinero, testarudo. No queria acmitir que no sabia. Y ese fue su error. Porque, por orgulloso, dejé que Celina se acercara a la sierra, que los ayudantes del cocinero ya casi habian logrado sacar de la caja, y le cambiara la ese por wna ce. Cuando Celina hizo esto, la caja se cerré de inmediato, tan rapide que los ayudantes apenas tuvieron tiempo de sacar los dedos para que la tapa no se los aplastara. Asombrados, los ayudantes quisieron absir la caja otra vez, pero la tapa solita se wolvid a cerrar. Y asi sucedié muchas veces... —No entiendo nada —dijo el mas alto de los ayu- dantes del cocinero—. (Cada vez que queremos sacar la sierra, la caja se cierra... ‘Claro que no entendian, porque no sabian que aunque suene parecido, no es lo mismo escribir sie~ fra, COM CSc, Que cern, com ce. —No podemos usar la sierra porque la caja se cie~ Fra —se quejaban, perplejos. Durante el resto del dia el cocinero y sus ayudan- tes intentaron abrir la caja, pero no lo lograron: cada vez que iban a sacar la sierra, la caja se cerraba, Al atardecer se rindieron, El cocinero subi a su furgo- neta roja y se volvid enfurrunado a Paris junto con sus ayudantes. ‘Celina, la Ex Reina de la Papafrita, habia salvado el drbol del pueblo. Estaba tan pero tan contenta que mientras Volvia a su casa, ya de noche, s¢ sentia como si todavia fuera la nica y verdadera Reina de la Papafrita Capitulo Hl En otofio las hojas de todos los irboles de la re- gidn se ponian marrones o amarillentas. Luego, poco a poco sc iban cayendo. Esto pasaba con todas ex- cepto con las del Arbol de papafritas, que se queda- ban en su lugar come si nada, aunque abandonaban el verde para ponerse de color violeta. Esto puede sonar extrafio, pero la gente de El Chiquito estaba acostumbrada: conocian al arbel desde hacia tanto tiempo que ya no les parecia curioso que un Arbol que daba papafntas tuvicra también otras costum- bres raras. Ademas de tener las hojas de color violeta, ¢l dr- bol dejaba de dar papas bastén y se ponia a dar papas rejilla, Al mediodia, la gente hacia una fila frente al tronco del arbol para treparse de uno en uno y llevar- se a casa su racién de papas calientes, H sibel de popatiites n De noche el arbol quedaba solitario bajo la luz de la luna. En el pueblo todos dormian y nadie lo visitaba. Noves que por las noches no lo quisieran, pero el cario es asi necesita de ciertas pausas para renovarse, Poco a poco se iban apagando las luces de las casas, poco a poco se iban apagando bos sonidos y las vooes, y al fi- nal todo quedaba silencioso en El Chiquito. Una noche de esas, llegé al pueblo un auto viejo y destartalado. No tenia techo, y el motor hacia jpuft jpul! todo el tiempo, tan fuerte que parecia que ibaa despertar a todos los chiquitenses. Pero ninguno se des- perté (los chiquitenses eran de suefio pesado y no se despertaban ni dindoles una campanada en plena oreja). El auto fremé al lado del Arbol. El motor dejé de hacer ruido. La puerta se abrié y de él bajé un sefior muy distinguido, con un gran bigote. Era un fabri- cante de fésforos, jUm fabricante de fosforos! (Un fabricante de fésforos con una maza pesadisi- ma en la mano! jUn fabricante de fosforos com una maza pesa- distma en la mano, que queria convertir el arbol en astillas para hacer con ellas un montén de cajas de fésforos, con 222 fosforos en cada unal PP Marta Crit En resumen, un fabricante de fésforos, que se bajé de su auto, se acercé al drbol cuyas hojas violetas bri- aban por la luz de la luna, y dijo: —jPero qué tronco mas grueso! [Si lo convierto en astillas tendré palitos para hacer fésforos durante los préximos 222 afos! Por algdin oscuro motivo, al fabricante de fasforos le encantaba el nimero doscientos veintidds, Lo usa- ba para todo. Ya estaba a punto de darle el primer mazazo al r- bol, cuando el fabricante de fasforos escuché que al- guien grité a sus espaldas- —jNo! |No lo haga! Era la voz de Ezequiel, el hijo del duetio de la pin- turesia de El Chiquito. Era el inico habitante del pue- blo que sufria de insomnio. Ezequiel se aburria de tanto estar en su cama sin dormir, mirando y miran- do el techo; cuando no daba mas del aburrimiento, salia a dar largos paseos nocturnos por cl campo, Al llegar al ria, se sentaba en la orilla y se ponia a hacer las dos cosas que mis le gustaban: comer galletitas y tocar la arménica, aunque la verdad es que mo toca- ba muy bien, porque es dificil soplar con la boca lle- na de migas. Harbed de popatrtes 24 Marta Crit El fabricante de fésforos mird a Ezequiel, bajé su maza, que era como un enorme martillo gris, se re- torcié la punta del bigote y pregunté: —jPor qué no? jAcaso-el drbol es tuyo? —E!l drbol es nuestro —respondid Ezequicl—, Quiero decir, es de todo el puchlo. El fabricante pensé un momento. —Cémo voy a creerte? Aqui no hay ningdn car- tel que diga eso. Ezequiel tuvo entonces una idea brillante. No es nada raro que alguien que sufre de insomnio sea de noche una persona muy despierta. —Es que de noche guardamos el cartel en el puc- blo, para que el rocfo de la manana no lo arruine —inventé Ezequiel—. Pero si quiere se lo traigo para que usted lo vea. —Bueno, pero ripido —contesté el fabricante—., Soy una persona ocupada. No tengo tiempo que perder. En el pucblo no habia ningun cartel, pero Ezequiel ya tenia todo planeado. Fue corriendo hasta la pin- tureria de su papa, que tenia una ventana rota. Preci- samente de la ventana rota, Ezequiel sacé una tabla que estaba medio colgando y con pintura amanilla es- cribié-en ella bo siguiente: Hl arbel de popatetes a ARBOL DE PAPAFRITAS PROPIEDAD DE LOS HABITANTES DE EL CHIQUITO ‘Con el cartel recién pintado, Ezequiel volvié co- rriendo hasta el arbol, donde el fabricante de fésforas lo esperaba. Todavia agitado por la carrera, Ezequiel le mostré el cartel: —Mire. Aqui puede verlo escrito. El arbol es nuestro. 4 fabricante de fdsforos tenia un gran respeto por todo lo que estuvicra escrito, porque él no sabia es- cribir bien. Nunca creia en lo que la gente le contaba, ni aunque se lo repitieran 222 veces, pero cuando lo veia escrito jahi si! se lo creia todo. Sin embargo, esta vez dudé. Sacé de sw bolsillo una caja de 222 fosforos y prendié uno para ver me- jor. Se acereé al cartel y pasé um dedo por las letras amarillas. La yema de su dedo quedé amarilla como la yema de un huevo. —jEsta fresco! —grité—., Este cartel esta recién he- cho. jEs falso! Y le dio wna rabieta tan grande que se olvidé que es- taba con el fésforo prendido en la otra mano. El fasfo- ro se consumid hasta quemarie la punta de bos dedos. a6 Marta Crit Esto lo puso mas Furioso todavia. Levanté su maza otra vez, —jA un lado! | Voy a golpear este arbol con mi maza hasta convertirlo en astillas! —jNo! —grité Ezequiel, desesperado—. jDeje a nuestro drbol en paz, senor! Ei fabricante de fésforos se sorprendié mucho al escuchar a Ezequiel. — {Por qué me hablis asi? —jAsi cémo? —preguntd Ezequiel. —

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