FF ILEMMA - TERCERLIBRO Willianny

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𝐍𝐮𝐞𝐯𝐨 𝐟𝐚𝐧𝐟𝐢𝐜.

Te𝐫𝐜𝐞𝐫 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐨.

𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈.

𝑬𝒎𝒎𝒂 𝑱𝒂𝒎𝒆𝒔.

Mis pasos son largos en busca de la oficina, luego de salir del ascensor el pasillo se me hace eterno
y me apresuro a tomar la perilla que giro, anonada con lo que acabo de presenciar. Pateo la silla
ofuscada pensando en la persona que me acaba de ignorar. «Hijo de perra».

Quiere otro hijo.

Mi mente divaga en un estado en el que ni yo misma sé que pensar. Ilenko siempre va dos pasos
por delante. Siempre. Veo el desastre que ha dejado, la ruleta en la que colgaba los papeles. Paso
saliva, miro al techo, las manos me tiemblan cuando releo los seis papeles. Miles de escenarios me
golpean la cabeza. ¿Para qué quiere otro hijo?

Si es por lo que estoy pensando...

𝐒𝐞𝐦𝐚𝐧𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬.

La zozobra por aquella ruleta no me deja dormir y me despierto a las cuatro de la madrugada a
ejercitarme. El sol de la ciudad cala en mi rostro y dirijo a arreglarme optando por pantalones pitillos
y un blazer, complemento con botines y me hago una trenza holandesa, la cual me llega hasta la
mitad de la espalda.

Domi llega pasadas las ocho y la mañana trascurre en calma. Ilenko se ha mantenido alejado de mí
lo más posible, y quiero que siga así.́ Solo nos vemos cuando busca a su hija en el ático. A veces se
queda con la excusa de dormir con Amelie. Siempre aseguro mi puerta ya que quiero evitarme
ciertos roces. No tengo tiempo para saborear más decepciones del ruso donador de esperma, en lo
único que tengo que estar concentrada es en mi hija, en mi trabajo, en mí y en lo que me interesa.
Ilenko como Boss es una pesadilla, en todos los aspectos lo es, pero más cuando se trata de jugar y
mentir. Lo del hijo es tan solo una maniobra para desviar a sus clanes enemigos de Amelie y que yo
le dé otro reduce las posibilidades de amenazas a un 50/50. Como no me di cuenta, por mi cabeza
rondaron miles de razones, pero esta es la más obvia. Entre él y yo ya no hay más secretos por
contar, solo una hija que debemos proteger.

Los primeros días en el centro deportivo han sido estresantes, más los entrenamientos con Dago
que no cesan. Hago lo que tengo que hacer en las calderas tres veces a la semana. Me he enfocado
en la elección de los estudiantes, reviso su historial clínico, niveles mentales y físicos, así ́ también
como los aspirantes de bajos recursos. También hay psicólogos del deporte que realizan el
expediente de cada uno luego de aplicarles pruebas proyectivas para determinar su personalidad.

—Lamento interrumpirte —entra mi asistente—Pero necesito que revises los documentos.

Hay mas estudiantes que desean ser admitidos y la tarea es doble.

Aarón deja un sobre blanco sobre el escritorio.

––¿Qué es esto?

––Llegó esta mañana, es una invitación al spa que está al frente. Te regalaron una estadía por ser
quien eres. Ya sabes, seguro quieren publicidad y nos conviene.

––Más de la que tenemos, lo dudo, pero gracias igual. ––no me vendría nada mal desestresarme.

––¿Qué hay de la niña alemana? ¿vas a darle la beca? –me pregunta Domi.

––Ya te dije que sí. Solo necesito la aprobación de su madre.

––Sabes que después de esto vendrán mas personas a solicitar becas y no tendremos más espacios.
Así ́ que piénsalo bien. —dice mi asistente.
—Lo sé y ya pensé́ lo que tenía que pensar—le confirmo y alza las manos a la defensiva.

––Pues aquí ́ la tienes, Queen.

Marco Bobrog me entrega unos documentos y sonriente los leo. Ahora tengo que leer cada párrafo
que vea, la paranoia con el ruso no me deja tranquila. Veo el número telefónico de la madre que
estaba inactivo, las posibilidades de contactarla eran bajas y frunzo las cejas.

––¿Cómo lo has conseguido? ––le pregunto.

––No sé, solo llegó a la oficina de registros y lo enviaron acá.́

Sonrío con la idea de que volveré́ a ver a la niña de la pista de Berlín. El lunes se me va en la tarea,
en la planeación y organización de la fiesta de inauguración, la cual, con ayuda de los encargados de
publicidad y con las campañas en redes sociales tenemos un gran público registrado.

Con ayuda de mis Boyevikis instalé nuevos sistemas de seguridad para ese día ahora que recibí ́ la
amenaza latente de Antoni. Siete días donde mi pecho se estremece al hacer lo que siempre quise,
donde mi ritmo cardíaco no pierde estabilidad. Tomo nota mental para ocuparme de todo el
itinerario. No le debo nada a Ilenko, si quiere que le pida a sus sumisas, que bien desesperadas están
por parirle. Domi regresa a despedirse, me pone al tanto de lo que averiguó y se marcha a resolver
unos asuntos.

Chip sigue cuidando de mi aspecto físico mientras que mi mánager sigue instruyéndome en los
tiempos libres a manejarme frente a las personas importantes, el público y el personal.

La tarde cae, y tengo la espalda entumecida de tanta fuerza. Lo de las armas, los estudios y los
entrenamientos me han dejado un poco adolorida. Necesito un respiro y por ello tomo el sobre lista
para salir. Koldum está con Ilenko, en lo que pienso en la falta que me hace mi león.

Entro al centro y me sorprendo con la decoración. De verdad que esto es la zona cara de Moscú́.
Todo está genial con la vista de la ciudad, muebles de lujo y las pantallas gigantes con modelos
famosas.
––Buenos días, soy Emma James.

La recepcionista se quita sus anteojos para verme bien y se levanta rápidamente. Sonrío porque así ́
me ponía cuando veía en la tele a Surya Bonaly patinar.

––¡Por Dios, Queen! Que honor tenerte aquí.́

––Gracias, no es nada.

––¿Podrías? ––me ofrece lo que tiene en la mano y me fijo en sus mejillas ruborizadas.

––Oh, claro. ––dejo mi firma y vuelve a su lugar.

––He recibido una invitación para el tratamiento que yo quiera. ¿es cierto?

La chica estuvo a punto de abrir la boca cuando...

––¡Queen! ¡Viniste!

Volteo encontrándome con un hombre de tez olivácea y cabellos negros. Se acerca con rapidez y
me fijo en los vaqueros que se ciñen demasiado a sus piernas, la camisa rosada y la bufanda que
cubre su cuello.

––Bienvenida, soy Aurel y es un placer el tenerte en nuestro spa.

Respondo cuando la cabeza me duele del hambre y el tal Aurel me guía por las instalaciones. Mis
ojos recorren el lugar, hay tinas de hidromasajes, saunas, jacuzzis, piscinas, vestidores, zonas para
hacer yoga y aerobics. El tipo me sigue hablando, pero yo estoy en shock con la estructura.

––Ofrecemos tratamientos de belleza tanto faciales, como corporales, como también, diferentes
terapias alternativas.
––Que heavy.

Aurel me deja en un vestidor y me desvisto para tomar un albornoz con mi nombre tejido. Que
crazy. Lo sigo hasta dejarme una zona para terapias corporales. Es un cuarto lleno de velas donde
me espera una cama para masajes, me vendan los ojos y coloco la cara en el círculo de la camilla.

––Siéntete cómoda y relájate.

Relajo los brazos. Young and Beautiful inunda la atmósfera con su música y el olor a fresas del
ambientador avasalla mi nariz mientras el aceite caliente cae sobre mi espalda. Unas manos grandes
acarician mi espalda a la vez que siento como mis músculos se destensan. El bálsamo tibio que cae
hidrata mi piel marfileña y la sensación es deliciosa cuando un respingo se me escapa cuando me
masajean las costillas. Necesitaba esto.

Los dolores se me disipan, la carga estresante de la semana, todo queda en el olvido con el tacto
que se mueve en esos puntos donde estoy tensa; mi columna, mi cuello, mis hombros. Mi sexo
cosquillea con las yemas que se mueven circularmente en mi nuca, erizándome por completo. Mis
pezones se erectan de tal manera que me duelen. «Dios».

––No te detengas, masajeador. ––digo extasiada con los dedos que se sienten firmes. Sacudo mi
cabeza, como que tanta falta de sexo me tiene la mente sucia, que me imagino abierta mientras me
estimulan en mi zona sensible.

Siento mi canal derretirse cuando magrean mis nalgas y las manos se mueven a mis piernas echando
más aceite caliente mientras me doy cuenta de lo húmeda que estoy. Los dolores de mis muslos
desaparecen con el tacto en la cara interna, que no sé qué me pasa que inconscientemente separo
mis piernas sintiendo el aire acariciar mi entrepierna que no deja de derretirse.

¡Emma, por favor! Es solo un masaje, eres una mujer seria y madura, no tienes porqué imaginar una
lengua lamiéndote la pochola. Mi boca no para de soltar jadeos desesperados cuando el tacto
tortuoso me empapa.

Quiero...
Me contoneo con los dedos que se pasean por mis glúteos y alzo un poco la pelvis queriendo más.
El individuo parece que nota lo que quiero y suelta una pequeña risa, y no la escucho bien, ya que
estoy concentrada en como me toca y cantando la melodía. «Quiero masajes gratis».

El aceite avasalla mi sexo cuando abren mi trasero dejando caer más. Mis piernas más gruesas se
separan mientras los dedos expertos se pasean por mi zona sensible antes de introducirse
masturbándome con una mano mientras la otra se mantiene sobre mi espalda masajeándome
también.

––Lo haces muy bien, señor masajeador.

Los dedos frotan mi clítoris hinchado y mis paredes se untan con los jugos que suelto excesivamente.
Me siento sensible, pequeña e inexperta bajo esas manos prácticas que se mueven de maravilla.
Mete y saca sus dedos de mi canal y el sonido me contrae excitándome más. Mi mente está en no
sé donde, mis poros se abren y mi sexo lanza un hilo de líquido caliente sobre la camilla cuando me
corro. El hombre me sorprende cuando azota mis nalgas de tal manera que...

Levanto la cabeza antes de quitarme la venda, pero no encuentro a nadie en el cuarto. Estoy
adormecida y con la mente en blanco, mi pecho sube y baja cuando la mente me juega sucio. Sacudo
mis pensamientos y me meto en el jacuzzi enorme con función relación muscular.

Los tratamientos corporales y de belleza me toman toda la tarde, en verdad necesitaba esto,
desestresarme y no pensar en...

—Señora. ––un Boyeviki me abre la puerta de la camioneta. El trayecto es largo cuando me dirijo al
ático. No me han dicho exactamente nada de lo que les encargué así ́ que pido mi reporte cuando
me bajo.

––Nada nuevo, señora.

––Bien. Ya saben lo que tienen que hacer y el que no me obedezca lo encierro una semana con el
león.

—¡Mami! —me saluda Amelie cuando abro la puerta de la habitación y coacciono agachándome de
inmediato para recibirla cuando corre a mi sitio.
––Hola amor. ––Veo a Rita a un costado de la sala y recorro en busca de vistas inesperadas. Rick se
encuentra en visitando a los mellizos y me siento con Amelie mientras me llena la cara de besos
contándome lo que hizo el papá.

Le hago la cena y le sirvo la niñera que se niega al principio, pero termina sentándose con nosotras.

––¿Cómo está Koldum?

––Chispas está muy grande y no deja de comer tripas. ––sacudo la cabeza con las ocurrencias de mi
hija. Amelie se acerca y deja un beso largo sobre mi mejilla.

––¿Y eso?

––Mi papi te mandó un beso conmigo.

Lo que dice me quita las ganas de seguir tragando y detallo los ojos de mi hija dejando de lado lo
que no debo pensar. Duermo como un bebé al lado de Amelie y me levanto temprano. Le doy un
beso en la frente y las indicaciones a Rita antes de salir.

He empezado la universidad, las clases impartidas las tomo en dos veces en la noche luego de cenar
con Amelie.

El viernes llega con ansías, ya que hoy es la fiesta de inauguración. Estoy muy nerviosa. Me como un
par de tostadas antes de encaminarme al estacionamiento donde está la camioneta en donde me
esperan mis Boyevikis. Llegamos al complejo y desde ya se pueden ver el abarrote de personas en
la orilla de la calle. Marco me está esperando con mi café́ en la acera fuera del centro, en donde la
prensa aparece tomándome fotos, hay personas con pancartas y regalos.

––¡Queen!

Quisiera detenerme, pero mi asistente me lleva a la pista principal para apreciar la decoración. Le
doy un sorbo a mi bebida antes de quedarme sin aliento ante lo que veo.
Fotos mías en un enorme proyector que muestra los videos de mi trayectoria artística. Una gran
vitrina con mis premios y medallas.

Los ojos se me escuecen cada que vengo al complejo, repaso el gimnasio en el cual entreno junto
con algunos estudiantes y doy talleres de flexibilidad y equilibrio. Cuando se practica un deporte, el
ejercicio tiene un papel fundamental en tu vida y yo no lo he dejado de lado, aquí ́ también entreno,
practico con los alumnos que requieren de mis trucos para las rutinas que se presentaran en el
próximo mes. Subo a mi oficina y el corazón se me contrae cada vez con las fotos mías, de mis fans,
las estanterías repletas de chocolates y flores. Dentro me esperan Camille, Domi y los demás
miembros importantes. La mañana nos toma organizando los últimos detalles y...

––Emma, los alumnos y profesores quieren que la apertura de la fiesta sea una de tus coreografías.
- dice Domi.

––¿Qué? Eso no estaba en el organigrama.

––Si, anda, Emma. ––Camille me suplica con la mirada al igual que todos.

––No voy a rogarte porque sé que terminarás haciéndolo. ––me dice Domi antes de salir.

Las personas se mueven de aquí para allá, Camille no deja de desearme suerte mientras los maestros
y coordinadores dirigen. Veo el auditorio desde arriba, cuando el nerviosismo me carcome como la
primera vez. Pero ahora es diferente. Es mi pista, mi centro, mi lugar. Durante el día los estudiantes
me saludan entusiasmados y el público empieza a llegar. Domi llega como siempre, haciendo
escándalos y exagerando todo. Veo todo con el corazón galopando, las ropas en perchas,
maquillistas, gente disfrazada, jefes de obra, gente perfeccionando la escenografía.

––¡Tenemos el tiempo encima!

Me lleva con Chip a mi vestidor personal que cuenta con todos los lujos que pueden existir. Tengo
miles de cremas encima mientras hablo con mi padre por el móvil. Me sientan en una silla donde
me secan el cabello, maquillan y dejan mi pelo semi recogido que cae en hondas rizadas hasta mi
espalda, ya que mi cabello esta más largo. Entro en un vestido dorado como el logo del complejo,
es ceñido dejando mis senos juntos y respingones, la parte superior tiene pedrería incrustada. No
quiero creer lo que no es.

––No me digas que es...

––Oro puro, mi reina.

––¿Cómo conseguiste algo así?

––Una vez te dije todo se te dará porque te lo mereces y no me creíste.

Domi se marcha a hacer unas llamadas, tiene un traje de gala luciendo elegante al igual que Chip.
Detallo mi silueta en el espejo. Parece irreal. Los hilos se cruzan en mi espalda, el escote es atrevido,
en forma de corazón y las terminaciones parecen hechas a mano. Veo en el mostrador mis patines,
los cuales me han acompañado en mis triunfos y caídas. Me los coloco sintiendo mi interior añicos
cuando cierta imagen aparece en mi cabeza. El conteo regresivo me indica que tengo que bajar,
ambos me acompañan y las manos sudorosas no dejan de temblarme. La emoción que me recorre
es mayor, no es una competencia, es la apertura de lo que siempre desee. No fue un capricho. Es
mi sueño.

Bajamos al primer nivel, y me estremezco viendo todo oscuro y silencioso. Temo lo peor. El pecho
me golpea acelerado.

––Muéstrales de nuevo quien es la Reina. —dice Domi antes de dejarme sola.

Las puertas dobles se abren dándome paso en la enorme pista de hielo. Me deslizo en suelo y la
boca se me seca con la cantidad de personas que hay. El público vocifera y mi seudónimo y se siente
como la primera vez. Los estudiantes que mostrarán sus destrezas se encuentran en una esquina
del escenario posados elegantemente y siento como los ojos me arden. El número de personas es
impresionante, varios vinieron con carteles, otros con instrumentos musicales, los gritos son
ensordecedores clamando mi nombre. La Federación de Patinaje se encuentra en una mesa de
invitados.
Mi cabeza da vueltas en un espiral de emociones cuando miro la tarima, las luces, la pantalla que
enfoca mi rostro, y le mando un beso a una personita en especial. Empiezo a amar este nuevo
comienzo donde me siento como una estrella.

Las luces del escenario se oscurecen y el foco se enciende iluminando mi figura en la pista. El corazón
lo siento pequeño y tomo una bocanada de aire antes de deslizarme con la melodía. Elegí esta
canción porque simboliza nuevos comienzos y segundas oportunidades. Pequeños destellos de
brillantinas doradas caen a mi alrededor cuando realizo un tripe Axel levantando los aplausos y
alaridos, seguido de una pirueta extrema que al mismo tiempo realizo un Split aéreo. El suelo es
elegante, majestuoso y realizo un giro mientras flexiono mi espalda hacia atrás y me muevo como
una criatura delicada. El proyector retrata mi rostro y las flexiones.

Con la respiración inestable giro en el centro de la pista, el humo no impide que los diamantes
brillen, hago dos revoluciones y realizando un aterrizaje limpio. Toe loop es el siguiente salto que
realizo y así me mantengo mientras canto a medida que patino, pero nadie se espera lo que haré a
continuación. «Esto es lo mío». Como mi nombre es Emma James, la reina del hielo, avanzo girando
a la orilla de la pista a una velocidad que Domi consideraría peligrosa. Las cuchillas se deslizan
mientras elevo mis brazos y me impulso al aire logrando una altura extrema, las piernas se flexionan
y mi semi coleta gira a igual que mi cabeza, las luces me enfocan en la cima hasta que caigo logrando
un aterrizaje magnifico. Los gritos de los espectadores me dejan sorda y quedo en la posición final.

Todo dentro de mí tiembla mientras los ojos me arden y miro a la multitud que me elogia, me
aplaude dejándome años atrás en mi primera presentación. La pista vibra con la ovación y con la
adrenalina que emana de ellos. Lo único que siento es orgullo de mí misma mientras el llanto me
toma.

—¡Ella es nuestra reina del hielo! —aviva Domi— ¡La mejor patinadora del mundo!

El ruido de las personas en compas de mi pecho que no deja de galopar provoca una de las mejores
sensaciones que he sentido.

––¡Ahora démosle paso a la apertura oficial del Centro Deportivo Queen!

Los aplausos no cesan y avanzo con la respiración acelerada a la tarima para cortar la cinta de
inauguración. Al hacerlo siento como una parte de mi vida se siente realizada. Veo a Domi que me
hace una seña indicándome que el momento ha llegado. Su mirada de orgullo me dice que puedo
lograr lo que yo quiera. Alguien me pasa un micrófono y me acerco al podio en donde respiro hondo.
––Parece que fue que una chica sencilla de Phoenix estuviese el rostro cubierto de lágrimas de
felicidad por haber ganado su primera competencia. Su primera medalla y su primer trofeo. La vida
me ha enseñado a nunca dejar de soñar. Nunca permitas que digan que tus sueños son estúpidos o
que son solo un capricho. El destino me pegó fuerte encontrándome con personas que en el camino
dudaron de mí, pero agradezco tener la dicha de encontrar el apoyo en aquellos que jamás esperé
conocer. Agradezco a las dos personas a las cuales les he dedicado todas mis coreografías, mis
anhelos y la realidad de haberlos hecho realidad.

Mis ojos se empañan, mi nariz arde, mi barbilla tiembla y los aplausos explotan a mi alrededor
mientras veo a todos los presentes que seguro están observándome en la pantalla. Estudiantes a
los cuales soy una inspiración, maestros y dirigentes que me miran con admiración, y la imagen de
Luciana se asoma sacándome una lágrima.

––Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, porque solo tú sabes el potencial y la
fuerza interna que tienes. Lo que sueñas, tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces
de hacer algo, te dirán que tú tampoco puedes. Vivimos un mundo donde muchas veces te hacen
sentir como basura, como un desecho, que tus sueños no valen o que solo seremos simples
números, pero aquí, en este lugar, las cosas serán diferentes, la posibilidad de soñar es de muchos,
pero triunfar es de pocos, depende de ti. Gracias.

Todos enloquecen cuando termino de hablar, los flashes de la prensa por poco me dejan ciega y
capto en un rápido movimiento como Domi se limpia una lágrima. Desvía la mirada fingiendo que
no la estoy viendo y me volteo para alejarme de la tarima al asiento que tengo y...

—¡Queen! —la voz Amelie me sorprende cuando se acerca a la tarima y desato el llanto cuando me
arrodillo ante mi hija que me coloca una corona que no sé cómo la lleva, que pesa como si fueran
quilates de... ––Eres la reina del patinaje, mami Queen.

Coacciono agachándome de inmediato para recibirla y abre sus bracitos envolviéndome mientras
me aferro al cuerpo de mi hija sin dejar de llorar. El shampoo con olor a fresas es uno de mis olores
favoritos en el mundo, y le beso las mejillas agradeciendo tenerla conmigo.

––Te amo mucho, cariño.


––Yo más, mami. ––Amelie me limpia las lagrimas de las mejillas y me da un beso en la frente
mientras todo el mundo nos ve. Hay algunos Boyevikis rodeándola. ––Ahora seremos poderosas las
dos como nuestro amor.

La vuelvo a abrazar con fuerza a la vez que siento una punzada en el pecho y no sé qué me recorre
con el hombre que veo sonriéndome a metros y apoyado en una pared, «Ilenko».

▪▪▪

Nota: Sé que esto no es nada para lo que nuestra reina Eva escribe, pero quiero recalcar que les subo
estos fanfics con la intensión de entretenernos y disfrutar, no con robar lo que le pertenece a la
autora de Dominio, o las posibles ideas que tendrá́. Me encanta escribir sobre Emma e Ilenko en lo
que esperamos el siguiente libro. Las amo y gracias por tomar su tiempito para leer mis fanfics y los
de mis compañeras.

Nota 2: Como somos un grupo unido me gustaría que comentaran y me den ideas sobre la siguiente
parte. Lo que nos gustaría que pasara en un tercer libro e imaginárnoslo.

Nota 3: No me olvido de los fanfics anteriores y pendientes, solo que me gusta subirlos variados, no
una sola temática seguida. Sino que, un día otro, al otro día de otra temática y así sucesivamente,
ja.

Nota 4: Ya no hay más notas, ja.


Parte II.

𝑬𝒎𝒎𝒂 𝑱𝒂𝒎𝒆𝒔.

Un corrientazo me recorre cuando el hombre que se encuentra recostado de una pared y con las
manos metidas en los bolsillos me sonríe.

Abrazo más fuerte a mi hija con las lágrimas deslizándose por mi cara empapada y me vuelvo a
concentrar en ella que es lo más importante. No sé que busca o que quiere el padre, que no deja de
observarme, ya que cuando me recompongo siento mi piel calcinarse con el peso de sus ojos.

“Es la maldición del Boss” “La peor de todas”

Aquellas palabras que tantos meses traté de borrar despiertan la rabia que me corroe internamente,
a la vez que me enerva la manera en la que mi cuerpo reacciona cada que lo veo.

Verlo de nuevo me golpea y tomo la mano de mi hija para que nos guíen a los asientos delanteros
que han reservado para nosotras y...

––¡Queen! ––giro la cabeza antes de bajar de la tarima, pero un fotógrafo seguido de otros me
enfoca junto con Amelie. ––¡Una foto para la portada de este mes!

Antes de que me acomode, una mano grande sujeta mi cintura.

No tengo que voltearme para saber de quien se trata. Sostengo a mi hija en lo que su padre me pega
a su cuerpo mientras los flashes de las cámaras me enceguecen. Intento no flaquear con el cuerpo
duro que está a mi espalda y pienso en otra cosa que no sea lo que siento sobre mi trasero.

––¿Qué haces aquí Ilenko? ––pregunto a la vez que intento concentrarme en el público, pero su
aroma se cuela en mis fosas nasales, jugando con mi cordura de nuevo. ––¿No tienes gatas que estar
alimentando con tu grandeza?
Hablo solo para nosotros y oculto el enfado con la risa que suelta, al mismo tiempo que la piel se
me eriza cuando su aliento me calienta.

––Estoy apoyando a mi mujer. ––responde disimuladamente sobre mi oído y odio lo que me


produce este ruso de mierda. ––¿No puedo?

Me suelto de su agarre cuando las fotografías cesan y lo encaro cuando bajamos.

––Sea lo que sea que estés tramando, ten claro que conmigo no volverá a funcionar. ––le digo
sintiendo la misma comezón en mi entrepierna cuando repaso el atuendo. ––Hace mucho que dejé
de ser tu marioneta y mucho menos seguiré con el papel de ser la esposa que desechas o que
humillas.

Rita toma a Amelie y la lleva a donde le indico.

Camino forzándole una sonrisa a los fotógrafos y me dirijo a la línea de asientos en donde me
paralizo cuando el hombre más hijo de perra de todos tiene a la hija sentada sobre sus piernas.

Observo a Domi, quien desvía la mirada cuando la veo y me acomodo de malhumor en la silla sin
dejar de sentir los ojos de Ilenko sobre mí.

El vistazo que me da nunca cambia y tomo a Amelie sentándola sobre mis piernas y empieza a
halagarme y llenarme la cara de besos. La emoción es notable en su rostro cuando habla de lo mucho
que le gustó mi coreografía y veo de reojo al padre, cosa de la cual me arrepiento porque me sigue
observando con algo indescifrable en su mirada. Trago grueso con el atisbo que hago hacia la mano
tatuada que sobresale del traje negro que lleva puesto y el cabello suelto que nunca deja de verse
cuidado y lustroso. A veces me lo imagino como un modelo de Pantene o algo así.

La fiesta de inauguración inicia dándole paso a la presentación de todo mi equipo de trabajo.


Patinadores, modelos, bailarines, diseñadores, cantantes, actores, maestros, entrenadores físicos,
y...

Trato de concentrarme con la persona que está a mi lado, y no sé qué me pasa que lo miro, a la vez
que su mirada se conecta con la mía. El ruso se fija en mi boca y se pasa la mano por la entrepierna
como si estuviera acomodando algo. No quiero pensar en lo que no es.
No sé como las personas de aquí no se aterran con el porte peligroso de él, quien, aunque esté
sentado nunca deja destilar ese aire dominante, y poderoso. La camisa blanca está perfectamente
lisa, y se ciñe a sus pectorales e ignoro el hormigueo que me recorre cuando siento su vista sobre
mis piernas.

El show comienza y el corazón me da brinquitos cuando los alumnos que harán su coreografía me
dedican unas palabras de admiración. No me importa que me vean, derramo lágrimas espesas
cuando los estudiantes empiezan a realizan cada una de mis coreografías. Cada una de ellas, que
me costaron sudor y lágrimas. Comienzan a interpretar artísticamente cada una de las canciones
con las cuales me inspiré, pero...

––‘’The second someone mentioned you were all alone. I could feel the trouble coursing through
your veins. Now I know, it's got a hold. Just a phone call left unanswered had me sparking up. These
cigarettes won't stop me wondering where you are. Don't let go, keep a hold...’’

Las notas de la última coreografía que había realizado con Chip en la final del Quinquenio me
avasallan de tal forma que me muerdo los labios para contener el llanto que me produce las
sensaciones de ese día.

––¿Por qué lloras, mami? ––mi hija toma mis mejillas y las limpia.

––Es que estoy muy feliz, amor.

Abre su boca como si descubriese algo nuevo y se vuelve a enfocar en los jóvenes que están
patinando. Las notas musicales siguen internándose en mis oídos, llevándome a un estado en que
me siento vulnerable.

––Mi coreografía favorita. ––susurra y el repiqueteo en mi entrepierna comienza a incomodarme


con el acento pesado. Lo miro fingiendo que es una persona cualquiera y que no es el Boss que está
actuando como si no tuviera una reputación que mantener. —Estás hermosa, bebé.

––Es gracioso. ––le hablo en el mismo tono mientras el espectáculo sigue por la mitad, empezando
con el discurso de varios miembros.
––¿Qué? ––acorta el espacio entre nosotros aún estando sentado.

––Lo mucho que debes estar esforzándote estando aquí. ––se relame los labios haciendo que desvíe
la mirada cuando observa los míos. ––¿Qué buscas, Ilenko? No sé por qué pierdes el tiempo y no te
vas a preñar a una de tus putas.

––Quiero preñar a mi esposa no a otras.

Lo que dijo me remueve cuando le sale como si en verdad lo deseara, y rompo con el jueguito
poniéndome de pie con mi hija cuando el espectáculo termina. Agarro a Amelie y ambas aplaudimos
a los bailarines que se han esforzado. Sé que esperan mi reacción y no me molesta mostrar mi
orgullo por quienes se esmeran en hacer lo que les apasiona.

Me encamino estando rodeada de algunos Boyevikis y la niñera que merodea el perímetro. El gentío
es impresionante, me detengo a firmar unos carteles, a tomarme fotos con mi hija y el público ya
que Amelie también hace parte de mis logros y elogios. Siento la mirada acechadora y no me
molesto en voltear, sé que me está siguiendo, puedo sentirlo. Pero de un momento a otro no lo veo,
y no sé para que me pongo así, que lo busco. El afán del público merma, lo encuentro hablando en
un rincón por el móvil sin dejar de mirarme con el semblante siniestro y leo lo que me dice desde
lejos antes de que desaparezca del lugar.

El ruso manda a decirle algo a la hija con Rita y ella asiente antes d encaminarnos al lujoso
restaurante del complejo. Con Amelie disfruto de una de las mejores noches de mi vida en donde
ella celebra conmigo. Domi es otra que se mantuvo a mi lado durante la celebración mientras mi
hija y yo cantamos, bailamos y sudamos hasta llegar cansadas al ático en donde me volví un ovillo
en la cama.

Lo último que quiero es toparme con Ilenko, después de lo que me dijo antes anoche mucho menos.
No puedo cerrar los ojos con el ardor que he mantenido oculto todos estos meses en Groenlandia.
He subido la guardia desde que vine a Moscú, me enfocado solo en mi hija y en mí. Me paso las
manos por la cara con la frustración que irrumpe mi cerebro con los recuerdos que son como una
tortura.

La mañana siguiente me despierto con el ánimo por los suelos. Tengo el móvil sonando con llamadas
que Rick y no tengo fuerzas para responder. No puedo olvidar lo que tengo planeado desde hace
noches, por eso me voy al despacho encendiendo la laptop que coloco sobre mi escritorio mirando
la pantalla que me muestra en vivo a la persona que quiero ver y que no sabe la próxima jugada que
haré. Recuesto la espalda en el asiento de cuero y giro la silla ideando la manera de obtener lo que
tengo en la mira, cosa que no debo dejar para mañana. Como de costumbre, son las cuatro de la
madrugada. Tomo una ducha optando por unos leggins, una playera y unas suelas deportivas. A Rita
le dejo una nota en la meseta de la cocina y me dejo un beso en la cabeza de Amelie.

––Adelántense. ––Le indico a mis hombres que iré trotando hacia la caldera, no la del Boss, la mía.
Desde el último encuentro en mi oficina he tenido una lista de cosas pendientes que debo hacer, no
solo por mí, sino por la seguridad de Amelie, y eso significa igualarme a Ilenko lo haré. El sudor se
desliza por mi cuerpo mientras me ejército, la música de los audífonos avasalla mis oídos y me los
quito cuando me sumerjo en la parte subterránea del complejo.

Dago me espera con los brazos cruzados y me sigue a la fábrica.

––¡¿Qué te pasa?! ––me quejo cuando no pierde la costumbre de mandarme cuchillazos cerca de la
cara.

Por poco y me desfigura el rostro.

––Tratar de matarte. ––responde sarcásticamente y finjo una sonrisa. ––Y no te veo haciendo nada
para evitarlo.

Me pongo unos sparrings en las manos y sujeto la coleta cuando veo al hermano de Domi jugar con
unos cuchillos. Las primeras horas transcurren con el entrenamiento pesado. La parte baja de mi
atuendo se vuelve incómoda con el sudor y alzo las manos vendadas a la defensiva cuando atesta
contra mí en un movimiento rápido. Me muevo esquivando las puntas afiladas y le doy un codazo
en la mandíbula que desata una carcajada cuando se queja. Se vuelve contra mi descuido y caigo en
el suelo luchando con la fuerza de su mano que mantiene el cuchillo a centímetros de mi rostro y
siendo yo la que ahora se va contra él arremetiendo con todo, dándole una patada en el estómago
que lo hace soltar lo que tiene en las manos, estaba a punto de golpearlo, pero me esquiva yéndose
por un lado y cuando me volteo me atropella llevando mi espalda a la pared y no sabía que tenía
una de las navajas, así que la llevo hacia su garganta.

––Suficiente. ––sentencia Dago cuando se aleja sudado igual que yo. ––Has mejorado.

Escucho antes de salir del sótano y me encamino hacia lo único que me interesa, caminando
kilómetros en donde más adelante está la escalera subterránea en la que me sumerjo. Uno de los
hombres tatuados no me mira, solo me pasa una botella de agua que me atiborro con el cansancio
que no me molesta, sino que me impulsa a sacar más energía para lo que voy a hacer. Será una
jugada de vida o muerte, pero antes de eso, repaso a los sujetos con el torso desnudo que trabajan
sin parar cuando me adentro en la caldera. Es más pequeña que la de Ilenko, pero aquí se mueven
más rápido. No he subido a mi despacho, así que le doy mis cosas a uno de los Boyevikis para que
las suba.

Las voces y gritos de los machos tatuados empiezan a aparecer cuando trabajan forjando las
estructuras de armería y con ello las gigantescas maquinarias, estoy en la zona de los hornos, la
argolla de matrimonio centella en medio del fuego cuando me enfoco en trabajar. Es forzoso, pero
no me importa. Todo lo que aprendí en la de Moscú se ve reflejado aquí, que giro sin problemas la
palanca que funde el acero que se moldea en las placas de mis armas.

Es un proceso largo, es calor es agobiante y pasada las nueve de la mañana ya estoy bañada en
sudor escuchando al de la caldera que me explica a detalle los nuevos tanques con nuevo arsenal.
Repaso los containers, los cuales tienen mi marca, las cajas de metal que sirven como estuche de
ametralladoras, las cuales Ilenko diseñó, pero que les cambie algunos detalles dándole mi toque y
me voy al enorme almacén en donde las horas me toman armando, ensamblando y empacando
granadas, mini detonadores, y mis últimas creaciones, explosivos guiados por láser. Siento la mirada
de Dago, de los Boyevikis y demás hombres que ven todo lo que hago.

Las últimas semanas he amanecido aquí y he aumentado el número de bombas y armas. Me inclino
más por la primera, pero cuando se trata de lo que voy a hacer, es indispensable estar al mismo
nivel. Me limpio la cara sudada, la parte delantera de la lycra la siento húmeda con el empape de
estar colgada y tirando de fuertes palancas industriales. Subo a mi despacho sacando la laptop y
acomodo mis cosas en la mesa. Las luces no las enciendo, solo la lámpara que medio ilumina el sitio.
Trasladé mi foto con Amelie, cuaderno de apuntes, la USB que no dejo de mirar y me levanto
tomando la caja que mandé a traer.

Pesa mucho, rápidamente la dejo caer sobre el escritorio y aprovecho para quitarme la sudadera,
quedándome solo con la ombliguera deportiva que muestra mi abdomen, y...

Veo el empaque con la inicial mayúscula de mi nombre en la mafia rusa. Estaba a punto de abrirla,
pero me detengo con el aura dominante que me eriza la piel, el corazón me late con fuerza y mis
pies dejan de moverse cuando me veo a solas con...

––¿Cuánto llevas escondido ahí? ––le pregunto al hombre que está sentado un mueble.
Me vuelvo hacia él a la vez que el enojo empieza a invadirme y me recorre con los ojos cuando se
acerca.

––Hola, Ved’ma. ––Cierro los ojos por un par de segundos conteniendo las ganas de abofetearlo. Se
pone en pie y echo los hombros atrás cuando se avanza hacia mí despacio, antes hubiera
retrocedido, pero quedarme en el mismo lugar es demostrarle que no tiene dominio sobre mí.

––¿No tienes nada más importante que hacer que no sea acosarme, Ilenko? ––lo manoteo cuando
acorta el espacio entre ambos. ––¿O tengo la dicha de saber que te tengo a mi merced? ––suelta a
reír con frescura sobre mis labios, tomando mi cara, en tanto los ojos verdes avellanas me calcinan,
obligándome a que lo mire.

––Vengo a ajustar cuentas contigo, Emma. ––susurra alivianando mi saliva con el contacto de su
cuerpo. Se acerca más y miro al ventanal evitando el contacto visual, pero sostiene mi nuca
manejándome para que lo mire y junto los muslos con el toque de su entrepierna sobre mi abdomen
descubierto. No deja de mirarme, me detalla la cara sudada y el pecho casi expuesto, y lo empujo
cuando busca mi boca. ––Déjate de juegos, bebé y dame lo que me debes.

––¡Basta! ––le reclamo al ruso que se ríe de mi aspecto y salgo de su agarre. ––¡Aléjate de mí que
no soy tu maldito juguete!

––Eres mi mujer y no te voy a soltar ––intenta tomarme, pero me niego a su contacto. ––Ve
haciéndote la idea de que de mí no te librarás nunca, Emma. Deja de hacerte ideas absurdas en esa
cabeza que yo no...

––¡Nada! –– le reclamo. ––Conmigo puedes dártela de muy hombre y machote, pero no sabes ni
eres capaz de tener una mujer. ¿Qué pretendes? ¿tenerme para siempre en tu jaula de oro para
que juegues conmigo cuando te plazca?

––Escucha...

––No. ––hace un nuevo intento por tomarme, pero no me dejo, retrocediendo.


––Entre más lo pospongas, peor será. ––se impone tomando mi mandíbula y detiene la mirada en
mis ojos. Mi cerebro se nubla con la mano tatuada que me está tocando y su aliento mentolado es
otro suplicio.

––Vete, que seguro te andan esperando las mujeres que sí son dignas de ti. ––suelto manteniendo
la calma con las manos que descienden por mi cuello. Acorta la distancia, su perfume llega a mi nariz
y desliza la mano por mi pecho con lentitud hasta que queda sobre mi corazón. La deja sobre mi
tórax sin dejar de mirarlo, los pálpitos se vuelven desenfrenados con su toque y su otro agarre juega
con el borde de mi sujetador deportivo, como si estuviera conteniéndose por quitarlo.

––Solo le sumas peso a mis ganas de...

Estaba a punto de decir algo y agradezco que uno de sus hombres lo interrumpa con su maletín en
donde saca el móvil que no deja de sonar y no tengo que ver el nombre para saber de quién se trata,
simplemente me largo tomando mis cosas.

––Emma...

Lo ignoro, estoy hastiada de tanta mierda y me subo en mi camioneta llegando al ático en donde
me encierro. Aseguro la puerta principal antes de meterme en la ducha. Me lavo debido a la
suciedad de los hornos, tengo carbón en las manos y en los brazos. Llamo a Amelie en donde pasada
las seis de la tarde me enseña por la pantalla los vestidos nuevos que le ha hecho la abuela.

No puedo estar tranquila con lo que voy a hacer. De por sí es un martirio su altivez, peor será esto.
Tendré que tragarme las cosas que encontraré, pero es indispensable atraerlo y que vea que yo
también se moverme en el tablero. Toco el dije que le pertenece antes de colocarme una camisa
blanca suya y unos vaqueros. Nadie me puede reconocer, me abrigo los pies con unas botas de nieve
y dejo mi cara al natural, por la temperatura helada de la ciudad me cubro con un gorro de felpa.
Empaco todo lo que necesito en una mochila negra, la memoria que tengo la echo en un sobre
transparente, el mapa y la cadena que antes llevaba. Debo hacer una parada antes y por ello me
concentro en la pantalla de mi laptop siguiendo sus movimientos.

––Al que me siga le entierro dos balazos en la frente. ––demando antes de subirme en la motocicleta
que le encargué a Death. Es blanca al igual que mi camioneta y con la K que me distingue en la
Bratva.
Me acomodo los lentes oscuros cuando estoy en la autopista. El trayecto no largo, y conduzco a
solas por la carretera solitaria siguiendo las indicaciones que escucho a través de los audífonos. Veo
lo que quiero estacionado en una esquina de lo que parece ser un edificio alto. Me escondo
acomodándome el cabello dentro de la capucha del abrigo. Es una zona de bares pomposos, rings
de boxeos y paredes sucias. Es un barrio peligroso en donde se juntan las más peligrosas pandillas
de Moscú, pero eso no es lo que me interesa. Me muevo rápido y me estaciono detrás del último
auto que me está ocultando. Con la marca no funcionó, pues hay que darle una cuchara de su propio
veneno a este mafioso de mierda.

Dejo la mochila bajo la motocicleta. Subo el cierre del abrigo y me encamino cautelosamente a la
parte trasera del edificio. Me detengo con la persona que se adentra en el ascensor mientras discute
por el celular. El hormigueo de verlo así me hace juntar las piernas, y el malhumor incrementa con
las sumisas que lo siguen. No sé a qué diablos viene aquí

––Tranquila Emma, tú puedes. ––musito mientras asomo la cabeza desde el pasillo oscuro en el que
estoy. Rachel me había dicho de este lugar y lo peligroso es. Pero me atraganto los nervios que me
carcomen y camino subiendo unas escaleras sucias. La música es alta, al igual que los gritos de los
hombres en cada nivel. Me detengo captando a través de una de las persianas a varios miembros
de la Bratva bebiendo licor alrededor de una mesa redonda en lo que parece ser un casino y a varias
sumisas desnudas.

Hay de todo, desde hombres adinerados y prostitutas bailando. La persona me indica que lo que
busco se dirige hacia la azotea, y escalo llegando a los siguientes niveles. Vigilo el perímetro
fijándome en las cámaras apagadas de cada pasillo.

En los siguientes pisos hay gimnasios, en los siguientes hay hombres haciendo lo mismo. Continuo
con el trayecto y avanzo, hasta chocar con un cuerpo duro.

––Lo siento. ––corro cuando el hombre empieza a seguirme antes de que pronuncie una demanda
en ruso por el intercomunicador. Avanzo lo más rápido posible, pero me alcanza tirándome del pelo
que se me sale de la capucha y lucho contra él. Es mil veces más fuerte que yo, pero atesto con un
puñetazo que le hace sangrar la nariz. La veo tocar la sangre y me pega bruscamente de la pared
golpeándome el cráneo con la estructura y arremeto contra su sien con el haladie que saqué de las
botas. Veo el cuerpo desangrarse en el suelo y salgo de ahí cuando se acercan unas voces
masculinas. Llego al vestíbulo del piso de la azotea y no puedo recoger el pelo con la capucha
despedazada. Saco mi móvil viendo la foto que me indica el lugar que busco y la repaso antes de
examinar el panorama medio iluminado en donde hombres poderosos se adentran.
Llego al vestíbulo del piso de la azotea y no puedo recoger el pelo con la capucha despedazada. Saco
mi móvil viendo la foto que me indica el lugar que busco y la repaso antes de examinar el panorama
medio iluminado en donde hombres poderosos se adentran.

Hay hombres semi vestidos sentados en muebles bebiendo licor. Hay otros rodeados de bailarinas,
Boris celebrando con los demás miembros y llego a la zona de jacuzzis donde hay mujeres desnudas
brindado masajes.

Veo a la figura que entra por una puerta de madera, «Ilenko».

Hace calor y siento el ardor de mis mejillas recorrerme con el hombre que solo lleva puesta una
toalla sobre su cintura. Veo el bulto que se forma bajo la tela y ya estoy desconcentrándome de mi
objetivo. El ruso donador de esperma nunca deja de verse bien, mostrando el abdomen esculpido y
bien trabajo que amenaza con que suelte todo esto me encierre con él en uno de esas saunas. Trato
de mirar a otro sitio, pero no puedo cuando estira su cuello y sus hombros como si estuviese
estresado, y más cuando se recoge el cabello en una coleta.

––Ya está todo preparado, mi amo. ––la voz de Minina me enardece cuando se ofrece al ruso sin
dejar de acomodarse el sostén. Las orejas me arden cuando Ilenko la mira haciendo que baje la
mirada y la ignora avanzando hacia las cabinas de saunas.

Me mantengo en mi puesto. Estoy tras unos muebles desocupados esperando y me mantengo unos
minutos viendo como teclea en el móvil y la rabia se me sube cuando la mulata se le acerca
provocando mis ganas de meterle un gato por el culo.

––La Séptima llegó, señor. ––capto la voz de uno de los Boyevikis. ––Lo está esperando dentro.

Sujeto mis dedos sintiéndome una estúpida y desvío el rostro con el enojo desmesurado que me
corroe con aquella mención. No tengo por qué molestarme, no dejaré que me afecte por eso me
incorporo poniéndome a cuatro patas. El ruso le entrega su móvil a uno de sus escoltas, quien lleva
el aparato hacia la mesa de cristal en donde está el maletín. Minina intenta entrar con él, pero la
intimida haciéndola retroceder. Solo le falta lamerle los pies para que se quede sin dignidad.

El día se me arruinó con su presencia y me arrastro en el suelo cuando desaparece del vestíbulo.
Suspiro, aliviada cuando veo lo que quiero. Si me descubren estaré́ muerta, y con rapidez gateo
hacia el juego de muebles en donde hay varios hombres embriagados. La mesa se encuentra a un
costado de la entrada del vestidor y me acerco rápidamente, pero retrocedo cuando escucho la voz
de Boris, quien llega con su típica cara de desconfianza.

––Como que está raro el ambiente ¿no crees? ––le pregunta a uno de los asesinos que se encoge
de hombros. Maldigo internamente esperando a que se mueva ya que se queda dándole la espalda
a la mesa y me quedo en el suelo durante unos minutos hasta que por fin se va con el otro Krysha.
Los Boyevikis merodean la entrada y no me quiero imaginar lo que estará́ haciendo el ruso dentro.
Oculto las lágrimas de rabia que amenazan con desatarse y me paso la mano por la cara.

Aprovecho que la sumisa no está y me pego a la pared se me separa solo unos metros de lo que
estoy buscando. El lobby está medio iluminado con luces rojas y agradezco que los demás estén
ebrios para acercarme agachada fingiendo que bailo. Siento una fuerte mano que me azota el culo
y hago de cuenta que no pasó. «No importa, Emma». Me paralizo cuando siento los ojos de uno de
los Boyevikis sobre mi espalda y me contoneo en el piso como ramera barata. Temo a que me
descubra y me dispare, pero se adentra en el pasillo de masajes y agilizo tomando lo que vine a
buscar.

No lo cuelgo sobre mi brazo, lo meto entre el abrigo y emprendo la huida de la misma manera en
que vine. Sonrió victoriosa y busco la salida, me acerco entrando lo que tengo en mi mochila. Inicio
el trayecto que tarda unas horas deteniéndome en la punta de la mini colina que visité muchas veces
después de saber su interesante secreto y es que sé que ninguna de las armas se compara con las
de Ilenko hasta ahora, hay unas que se asemejan, pero todavía no llegan a superarlo.

O eso creía hasta hace unos meses.

Entro al túnel que me dirige a la bodega en donde me instalo. Me quedo sentada esperando Koldum
que llega con mi dije, el cual lleva unas escrituras dentro. Lo abro afirmando la palabra clave que
desbloquea lo que tengo en la mano.

El móvil de Ilenko.

▪▪▪

Nota: Estén atentas, el miércoles subiré la siguiente parte que estará hot. Solo les digo que se pongan
pañales para lo que hará Daddy Ilenko y mes aseguro que no es para personas sensibles.

Nota 2: Sé que la mayoría quiere que Ilenko le diga lo que siente, pero también hay que ver a Emma
poniéndosela difícil y ver su crecimiento en lo hace. Tranquilas, habrá más partes.

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