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CABO, Angel y VIGIL, Marcelo. Condicionamientos geogrdficos. Edad antigua. Alianza. Madrid, 1990 apitulo 2 CONTRAPUESTOS ESTIMULOS DE CENTRALISMO Y DE REGIONALIZACION EN EL RELIEVE Paralela a la contraposicién que hemos sefialado entre los rasgos propicios al ais- lamiento y los que inclinan a la relaciGn, existe otra de centralismo y de regiona- lizacién 0, si se prefiere, de unidad y de disociacién, que origina disparidades poli- ticas y, en ocasiones, ha provocado enfrentamientos internos. Los correspondientes estimulos se hallan sobre todo en uno de los rasgos fisicos: el morfoldgico. Es de gran complejidad porque el edificio hispano —el peninsular y el insular— no se ha construido de un solo golpe por los paroxismos que modelan la corteza terres- tre. Por el contrario: se ha llegado a la configuracién actual después de una dra- matica evolucién geoldgica. A través de los distintos episodios de ésta se fueron soldando elementes a la anterior arquitectura. Las mismas fuerzas posteriores afectaron a las partes ya levantadas. En unos casos y otros se utilizaron diversos materiales constructivos que, por su distinta naturaleza y por el tiempo desigual que han estado expuestos a la erosién, dan como consecuencia un conjunto de com- plejas particularidades. 1. La compleja formacién del edificio Dos grupos de empujes tangenciales a la superficie terrestre-y muy separados en el tiempo fueron fundamentales en la formacién del edificio hispano: los her- cinicos o hercinianos y los alpinos. Aquellos se produjeron en la segunda mitad de la era primaria o paleozoica, principalmente en el periodo carbonifero. Los alpi- nos que afectaron a nuestra construccién abarcan los cuatro periodos en los que se parcela la era terciaria, esto es, eoceno, oligoceno, mioceno y plioceno. Los prin- cipales fueron aqui los que se sucedieron desde la llamada fase pirenaica, de fina- les del eoceno, hasta la roddnica, en los tiltimos momentos del mioceno y primeros del plioceno. Construyeron sobre las ruinas y con los materiales preexistentes. 15 Primera parte: Condicionamientos geograficos. 1.1. Una edificacién con viejos materiales En la primera parte de la era primaria y sobre el espacio que ahora ocupa la Peninsula ya existian algunas emergencias terrestres cuyos exactos limites toda- via no se han podido precisar bien. El resto del actual espacio peninsular estaba ocupado por un mar profundo, es decir, era un gran sinclinal en el que fueron depositdndose los finos materiales propios de las grandes profundidades. En ocasiones, este fondo marino no estaba tan profundo y, desde las préximas emergencias 0 desde las restantes europeas, Ilegaban, y aqui se depositaron enton- ces, sedimentos de menor finura, Las capas alternantes de unos y otros fueron comprimidas por los empujes caledonianos, en el perfodo silirico de la era pri- maria, Los hercinianos, que se produjeron después, los comprimieron de nuevo. Como consecuencia, terminaron por emerger y quedar muy por encima del nivel de las aguas del mar, que se retiraron a ambos lados. La principal masa de tierras ya levantadas a finales de la era paleozoica —de formacién herciniana en unas partes, anterior en ottas— se extendia por el centro y oeste de la actual Peninsula. Cruzaba este espacio con trazado NO-SE. (direccién armoricana), desde el actual Angulo gallego o del NO. hasta lo que ahora es Sierra Morena. Desde el O., en que se hallaban sus m4ximas alturas, se inclinaba hacia el E. Ademds de este gran macizo centrooccidental existia otro, de completa for- macién anterior, al que llamamos del Ebro porque se extendia por la actual de- presi6n del mismo nombre. Con él se relacionaba el catalanobalear que desde el NE. de la Peninsula se adentraba por el Mediterraneo y otro, finalmente, afec- taba a lo que ahora es Cordillera Penibética, en el S. peninsular, Los mismos empujes hercinianos provocaron la surgencia de rocas eruptivas. Sus presiones hacia arriba endurecieron més y ocasionaron el metamorfismo en esas formaciones paleozoicas. Durante la era secundaria no hubo importantes movimientos tangenciales que produjeran nuevas compresiones y plegamientos de depdsitos. Si, en cambio, movi- mientos en el sentido de la vertical, esto es, movimientos epirogénicos. Segiin fue- ran de sumersidn o de emersidn, dieron lugar a transgresiones y regresiones ma- tinas. Durante las transgresiones, la costa NE. y E. del gran macizo paleozoico centrooccidental retrocedid, y en estos bordes se depositaron calizas junto a las areniscas que la erosién arrancaba al macizo. Lo mismo estaba ocurriendo en torno al viejo macizo del Ebro, Exteriormente, 0 sea, en los mares que contornea- ban esas emergencias paleozoicas o sus zonas periféticas de transgresiones, domind el depdsito calcdreo, Los posteriores empujes alpinos agrandaron y transformaron las tierras ya existentes. Se rompid el nticleo meridional para dar lugar al mar de Alboran —en- tre la costa penibética y la marroqui— y al estrecho de Gibraltar. La zona sep- tentrional del mismo fue de nuevo levantada juntamente con los depésitos calcé- reos que habia alrededor. Tanto fueron levantados éstos que Ilegaron a enlazar en superficie con el borde SE. del macizo paleozoico centrooccidental, FE) del Ebro se hundid, pero, antes de hacerlo, sirvié de tope para comprimir contra el pire- 16 2. Contrapuestos estimulos de centralismo y de regionalizacién naico, de un lado, y contra aquel centrooccidental, de otro, los sedimentos secun- darios que, igualmente, terminaron con su elevacién la solucién de continuidad que entre ellos existia. Se hundid en parte también el catalanobalear, pero se pro- long6 en superficie con otras calizas plegadas, constituyendo las Montafas Cata- lanas, que se alzan entre la depresién del Ebro y el Mediterraneo, y quedaron como archipiélago balear otros més pequefios resaltes. El macizo paleozoico centrooccidental también se vio afectado por la con- vulsion alpina. Mas lejos de las rafces del empuje, y muy endurecido ya, no pudo plegarse de nuevo; se abombé en lo que vino a ser centro de la Peninsula y se resquebraj6 por todas partes, en muchos casos segtin lineas de fractura que ya habian marcado los ultimos plegamientos hercinianos. Como consecuencia, que- do un abombamiento central, al que Ilamamos precisamente Sistema Central mon- tanoso, y, a ambos lados de él, dos amplias concavidades. Los depésitos levantados en el borde septentrional del macizo constituyeron la Cordillera Cantdbrica y los del E. el Sistema Ibérico. El borde meridional, flexionado o fracturado, dio lugar a Sierra Morena. Los materiales primitivos y los secundarios se comportaron de distinta manera ante la orogenia alpina. Los secundarios, mds plasticos, pudieron plegarse con faci- lidad. En el centro del borde montafioso septentrional de la Peninsula, con plie- gues suaves y simétricos propios del llamado estilo jurdsico. En otros lugares, los pliegues adoptaron una disposicién de escamas similar a las que presentan las tejas de un tejado, esto es, con ligero cabalgamiento o superposicién; son pliegues imbricados, y se llama a la suya tecténica pirenaica por la abundancia con que aparecen en esta cordillera. Al S. de la Peninsula, los plegamientos alpinos presio- naron las calizas contra el arrasado nticleo paleozoico meridional y dieron lugar a mantos de corrimiento. Es lo tipico del estilo propiamente alpino. Frente a estos estilos tecténicos, que genéricamente se engloban con la deno- minaciOn de alpinos, se hallan los que los mismos empujes produjeron en las zonas gue ya estaban formadas y bien consolidadas. Hemos dicho que las encontré muy endurecidas, no pudo plegarlas de nuevo y se limit6 a marcar en ellas abomba- mientos de gran radio y fracturas, o a destacar mds las tardihercinicas. Los blo- ques asi diferenciados se levantaron o se hundieron. Se formé un conjunto de horsts —bloques levantados— y de fosas, como si se tratara del teclado de un gigantesco piano. Es el estilo germdnico, dominante en el NO. y en el centro, es decir, donde emergen todavia las rafces del principal macizo paleozoico. La orogenia alpina dio lugar igualmente a un estilo tecténico intermedio entre los alpinos y el germanico; es el sajénico. Afecta también al actual borde monta- hoso septentrional de la Peninsula —Cordillera Cantdbrica— y al Sistema Ibé- rico, que es el oriental del macizo paleozoico centrooccidental; es decir, a las zonas en las que los empujes terciarios fracturaron el basamento paleozoico y, ala vez, plegaron la cobertura de los depdsitos secundarios que habfan dejado en tales sitios las transgresiones marinas de la era secundaria. En definitiva: el edificio construido a través de las distintas etapas geoldgicas qued6 como un conjunto de piezas de caracteres tecténicos distintos: germanico en el NO. y en el centro; sajénico en los bordes septentrional y oriental de esta 17 Primera parte: Condicionamientos geograficos zona central; alpinos en el istmo pirenaico y tras el flanco occidental de €1 —Mon- tafias Vascas—, en parte del borde montafioso del NE. peninsular —-Montanas Catalanas— y en el S. de la Peninsula —Sistema Bético. 1.2. La acomodacidn de las piezas y la tendencia niveladora Los nuevos relieves alpinos fueron inmediatamente atacados por la erosién. Los materiales arrancados rellenaron las concavidades del centro de la Peninsula, la correspondiente al viejo macizo del Ebro, la que habia quedado entre el limite S. del.centrooccidental y los relieves alpinos meridionales, el borde occidental o portugués del central y las fosas intetiores de este central. Se acumularon también en los bordes orientales de los nuevos relieves, alejando algo més la linea costera en este sentido. Los horsts o bloques levantados y los anticlinales o convexidades de los pliegues, esto es, todos los resaltes, al disminuir de peso por el ataque de la erosién, volvieron a levantarse. Por el contrario, las fosas o depresiones y los sin- clinales o concavidades de los pliegues se hundieron debido al peso de los mate- riales que en ellos se acumularon. Se produjo asi la definitiva acomodacién de las distintas piezas. Estos movimientos, que restitufan de nuevo la irregularidad de las formas, se prolongaron por la era cuaternaria. Se sucedieron entonces varios ciclos climéticos. En los de clima frio —periodos glaciares o glaciaciones— las zonas levantinas y meridionales tuvieron un régimen de acusada pluviosidad; el resto de la Peninsula, sin el suavizador factor del Mediterraneo o el de la baja latitud, tuvo alternancias estacionales de hielo y de deshielo, y fue clima glaciar en las alturas. En los periodos intermedios, con temperaturas mas suaves, la zona célida del E. y S. tuvo marcada aridez, mientras que el resto peninsular recibid abun- dantes Iluvias, a excepcién de las altas cumbres, que entonces quedaron sometidas a las alternancias de hielo y de deshielo, segtin las estaciones. Tradicionalmente se estima que hubo cuatro glaciaciones separadas entre por periodos interglaciares o de clima suave. Cabe asi hablar de sistemas morf genéticos correspondientes. Segtin las zonas, son, alternativamente, pluvial y ari periglaciar y pluvial, glaciar y periglaciar. La resultante final es que los bloques y anticlinales levantados quedaron a rrados por la accién de la gelivavién y el paso de los glaciares. En zonas de men altura y frio fueron los mantos de arroyada los agentes modeladores. Se forma: rampas de erosién en las laderas montafiosas y en los bordes de las cuencas, ¥, con los materiales arrancados, se completd el relleno de fosas y depresiones. Durante el clima frio, gran parte del agua que en forma de nubes Ilegé de: el mar hasta las montafias se quedé en éstas convertida en hielo; el mar desp' visto de este aporte, descendié de nivel, es decir, sufrié un movimiento eustati de signo negativo. Al descender el nivel de base, se rejuvenecieron los rios en tltimo trecho; debido a la mayor potencia erosiva, se encajaron. En el ciclo st guiente se producia el deshielo, subia el nivel del mar y el nivel de base de | rios,.que habian de depositar a ambos lados los materiales que portaban. Con es terrazas de nivel de base se completaron las llanuras litorales. 18 2, Contrapuestos estimulos de centralismo y de regionalizacién 1.3. La variedad litolégica Tres grandes y. diferenciadas regiones litoldgicas resultan de esa evolucién geoldgica: la silicea, de formacién herciniana, la caliza y la arcillosocalcérea: La silicea estd compuesta principalmente de pizarras, cuarcitas, granito y gheis. También de algunas duras calizas paleozoicas. Las pizatras y cuarcitas son lapi- dificacién de los primitivos depdsitos arcillosos y arenosos. El granito surgid en o después de los empujes hercinianos, La presién que ejercié al abrirse paso entre las rocas ya existentes en las capas superficiales hizo que él] mismo se transfor- mara en gneis en todos los bordes de las surgencias. Y la misma presién produjo el metamorfismo de las pizarras y determiné la formacién de las cuarcitas a costa de las viejas arenas. Todas estas rocas siliceas son las dominantes en la zona occi- dental de la Peninsula y en los nticleos pirenaico, del noroeste y meridional, de igual formacién paleozoica. Frente a esta Iberia silicea se halla la caliza, que es la integrada por los depé- sitos secundarios que los plegamientos alpinos presionaron y levantaron. Sobre el mapa peninsular marca una banda ancha que arranca de los Prepirineos o alinea- ciones meridionales pirenaicas y se prolonga en la misma direccién de ellds hacia el Oeste para englobar las Montafias Vascas y gran parte de la Cordillera Cantdbrica. Desde aguf cruza diagonalmente hacia el SE. por el Sistema Ibérico, hasta el litoral levantino. Al llegar a éste se abre en dos distintas direcciones: una que continua por el mismo litoral hacia el N., hasta entrar en contacto con los restos del nucleo paleozoico del NE., en las Montafias Catalanas; otra que se inflexiona hasta el SO., a través del Sistema Bético, para terminar en el vértice meridional de la Peninsula. Entre la Iberia silicica y la Iberia caliza se extiende la que se ha llamado arci- llosa, y a la que corresponde mejor la denominacién de arcillosocalcdrea. Es la for- mada con los depdsitos de materiales arrancados por la erosién a aquellas dos pri- meras. Son gruesos, conglomerados y areniscas, en los bordes, y finos, arcillosos, en el centro de las cuencas. En la parte mas préxima a la Iberia caliza domina el cemento calcdreo; en estos sitios, por tal circunstancia, las areniscas son molasas, las arcillas pasan a ser margas, y en superficie queda una débil costra calcdrea. Unos y otros son los materiales que rellenan las concavidades centrales, la depre- sién del Ebro y la Bética o del Guadalquivir, que es la que quedd entre el borde meridional del macizo centrooccidental paleozoico y los resaltes calcdreos del Sis- tema Bético. Las tres distintas litologias condicionan los rasgos edaficos y los vegetales e implican distinta vocacién agraria. Diferentes a aquellos materiales son los que constituyen el archipiélago cana- rio, como corresponde a la formacién de él, también diferente y mds en relacién con la del continente africano. Los plegamientos alpinos que levantaron lags cordi- leras que se alzan al N. de ese continente fracturaron el fondo ocednico préximo ¥ provocaron emisiones volednicas a lo largo de las lineas de fracturacién. Las Sucesivas acumulaciones de materiales volcdnicos a partir del fondo submarino for- maron las islas principales, a las que se sumd después, durante la era cuaternaria, 19 Primera parte: Condicionamientos geograficos Ja del Hierro, cuando continuaban las emisiones en las otras, Los materiales proce- dentes de todas las emisiones constituyen, asi, el armazén de las islas. 2. Centralidad y parcelacién La resultante actual de aquellos movimientos crogénicos y epirogénicos que se sucedieron y de la posterior y continuada accién de los fenédmenos de erosién y de sedimentacién es un complejo conjunto de cadenas montafiosas y, entre ellas o a su vera, de mesetas y llanuras intramontanas y litorales. Sin embargo, tal complejidad parece ordenada, dentro de la Peninsula, en torno a una ancha y alta plataforma central a la que se adosan otros dos nticleos —los del Ebro y el Gua- dalquivir—- con sus respectivos cinturones montafiosos. Los mas exteriores circu- los concéntricos son las Ianuras litorales y los dos archipiélagos, aunque el cana- rio, mas alejado y sin vinculacién orografica con todo lo demas. En aquella plata- forma central, de un lado, y en las restantes partes, de otro, cabe apoyar la exis- tencia de los dos contrapuestos estimulos, centripeto y centrifugo, que han actuado en distintos momentos histéricos. 2.1. La Meseta, amplia pieza central de ensambiaje El centro de la Peninsula constituye la mds extensa regién. Es una plataforma de mas de 211.000 kilémetros cuadrados que, por estas dimensiones y por su gran altitud media, destaca sobre aquellas depresiones periféricas que con ella com- pletan el ambito peninsular y da a éste su mayor peculiaridad. El espacio en que ahora se desarrolla estuvo ocupado por el macizo paleozoico centrocccidental, descendente entonces hacia el E. Al empezar la era secundaria, el macizo estaba ya arrasado. Las transgresiones marinas secundarias pudieron facil- mente penetrar y dejar abundantes depdsitos en sus bordes del N. y del E. Los ple- gamientos alpinos ondularon el desgastado y endurecido conjunto con ondas de amplia curvatura, plegaron aquellos depdsitos secundarios, flexionaron o fractu- raton el borde meridional, rompieron y desnivelaron igualmente todo ¢] basamento, en muchos casos segtin lineas que ya habian marcado los tltimos empujes herci- nianos, y dejaron el conjunto con general descenso al Atlantico, es decir, opuesto al inicial, La erosidn atacd los nuevos relieves que, libres de peso, volvieron a levantarse. A la vez, los bloques hundidos, sobrecargados, marcaron més su hundimiento. La convexidad de la amplia ondulacién es el Sistema Central. Se extiende de E. a O. por el centro de la Meseta y la divide en dos submesetas o altas y extensas planicies. Las compactas rocas siliceas del sistema, de formacién paleozoica, ade- mas de formar la convexidad, se fracturaron ante los empujes alpinos, dando lugar asf a numerosas piezas que forman alineaciones paralelas de horsts y de fosas, diferenciadas por otras menores transversales. Los bloques levantados rebasan los 2.500 metros en el mas elevado y central, que es Gredos. La accién erosiva mordié 20 2, Contrapuestos estimulos de centralismo y de regionalizacién los bloques por el N. y por el S. hasta convertir sus bordes en pedimentos o rigidas planicies. Paralela a esta alineacién central de horsts se alza al S., rompiendo la continui- dad topografica de la submeseta meridional, otra alineacién menor: la de los Montes de Toledo. La. fosa que las separa, por donde se orienta el rio Tajo, los destaca relativamente, sin que por esto resulten tan elevados como el Sistema Central. Sobre su correspondiente pedimento, cuya uniformidad rompen los resaltes producidos por erosién diferencial —los montes islas—, se acumulan los cantos cuarcitosos en amplios depésitos llamados raiias. La discontinuidad a que dan lugar los Montes de Toledo en la submeseta S. diferencia esta mitad mesetefia de la subtentrional, que no tiene divisidn monta- hosa y, ademés, se halla a 800 metros de altura media, 200 mas que la meridional. Coinciden las dos, en cambio, en la distribucién de caracteres geolégicos y zonas litolégicas. Los restos del macizo paleozoico aparecen al aire libre al O. de ambas, aunque con més extensién en la del S. Son los mismos que forman la con- vexidad o Sistema Central y los Montes de Toledo. Las pizarras, las cuarcitas, el gneis y el granito de la Espafia silicea son las rocas dominantes en ese sector occi- dental. Se trata del basamento 0 zécalo de la general penillanura a que quedéd reducido el viejo macizo. Entre esta amplia y artasada emergencia paleozoica occidental y los bordes montafiosos de la submeseta N. y de la submeseta S. se extienden en ambas uni- dades sendas cuencas geolégicas. Corresponden a las oquedades de la amplia ondu- laci6n que produjeron los plegamientos alpinos en el viejo macizo. Los relieves circundantes aportaron materiales de relleno. Primero fueron areniscas y arcillas procedentes del mismo zécalo paleozoico. Cuando los plegamientos alpinos levan- taron las calizas de la era secundaria depositadas en el borde oriental, y todo el conjunto qued6 inclinado hacia el Atldntico, los depdsitos fueron calcéreos. Los tios han barrido la costra calcdrea en la zona mas proxima a la surgencia occiden- tal del zécalo hasta llegar al nivel de las arcillas, sobre las que depositan sus aluvio- nes en terrazas escalonadas. En la zona oriental su accién es m4s violenta y da lugar a valles mas cerrados. En cada submeseta hay, pues, que distinguir de O. a E. tres zonas: silicea, arcillosa y arcillosocalcdrea, esta ultima, dividida en mesas o p4ramos a los que se pasa desde la planicie arcillosa mediante una cuesta rota en barrancos o cdéreavas por las aguas descendentes del pdramo. 2.2, El alto cinturdn envolvente El borde NO. de la Meseta lo forma el Macizo Galaico-Leonés. Es la continua- cidn en esa direccién de la formacién paleozoica, arrasada y luego rota y desni- velada en piezas. Las que marcan el transito a la Meseta, los Montes de Leén, alcanzan 2.000 metros de altitud. El Macizo es una continuidad tecténica de la Meseta, y en parte también litolégica, pero esas bruscas separaciones lo aislan de ella y acusan mds su personalidad. 21 Primera parte: Condicionamientos geograficos. El borde septentrional es la Cordillera Cantébrica, un alto murallén que separa la Meseta del litoral. La zona occidental esté formada por el mismo basamenta paleozoico, levantado primero por los empujes alpinos, después por la indicada acomodacién que experimentan las distintas piezas al aligerarse unas de peso y sobrecargarse otras. En el centro se encuentran los llamados Picos de Europa cuyas cumbres rebasan los 2.500 metros de altura. Son de duras calizas paleozoi- cas; a la erosién glaciar se une la carstica o cdrsica, propia de este tipo de rocas, que da lugar a violentas formas, a agudas cresterias y profundas hoces, congostos © encajamientos de los rios. Esta especial erosidn afecta igualmente al sector oriental, formado también por calizas, aunque en este caso de origen secundario. En esta direccidn se van sucediendo los distintos estilos tecténicos: primero ger- manico; después, sajénico o de transicién, porque ha sido roto el basamento paleo- zoico y plegada la cobertura; finalmente, el jurdsico o de pliegues tipicamente alpinos producidos con materiales plasticos. Las Montafias Vascas establecen la transicién entre esa Cordillera Cantébrica y los Pirineos. Ocupan lo que fue una depresidn o canal marino, en cuyo fondo se depositaron calizas y areniscas durante la era secundaria y los comienzos de la terciaria. Los mismos empujes alpinos los presionaron y levantaron formando tres cordales montafiosos que en parte son prolongacién occidental de los Prepi- rineos franceses y espafioles, pero en ningtin caso alcanzan grandes altitudes. Se alinean en el sentido de los paralelos, como el litoral cantdbrico frontal, y cie- rran asi de la influencia marina tanto la Meseta como la inmediata depresidn del Ebro, En el borde oriental hacia el que descend{a el macizo centrooccidental paleo- zoico se acumularon los materiales procedentes de la erosidn de éste y los pro- pios de las transgresiones. Los empujes alpinos rompieron también el basamento costero y plegaron esa cobertura, Hay asi bloques paleozoicos levantados —sierras de la Demanda y Urbién—, que rebasan también los 2.000 metros, y otras hun- didos —depresién de Calatayud-Teruel—, y en torno a unos y otros se alzan los anticlinales de los pliegues que los mismos empujes alpinos dibujaron con la co- bertera secundaria. La proximidad y relacién con la depresién del Ebro es la razén de que a este conjunto montafioso lo denominemos Sistema Ibérico. El borde meridional de Ila Meseta es Sierra Morena. Esta ligeramente levan- tado sobre las zonas inmediatas de la Meseta; sdlo aparece mds destacado en relacién con la exterior depresidn del Guadalquivir. Esta es mas baja que aquélla, y los rios que descienden a ella desde la Sierra tienen acusados perfiles que han contribuido mds con su erosién remontante a accidentar el borde meridional de lo que en principio seria el frente de una general falla de direccién E-O. o de una flexién. La cobertura secundaria ha sido barrida de este borde y quedan al aire libre las pizartas que dan el tono oscuro en que se apoya su nombre. La configuracién general de la Meseta ha provocado para ella la imagen de un gigantesco castillo en el que los patios de armas serian las amplias planicies centrales a las que separa, como la torre del homenaje, el Sistema Central, y las sierras periféricas actuarfan como altas y almenadas murallas de cierre. Dado que al exterior de éstas se extienden mds bajas zonas litorales y las depresiones del 22 2. Contrapuestos estimulos de centralismo y de regionalizacin Ebro'y del Guadalquivir, unas y otras completan la imagen de la fortaleza como si fueran los fosos naturales de ella. 2.3. Los pasillos de comunicacién interna y de salida Las mismas fuerzas orogénicas que construyeron la supuesta fortaleza la dota- ron de pasillos en la torre central para la comunicacién entre ambos patios de armas, y de rondines, puertas y portillos en las murallas para salir al exterior. Asi, el Sistema Central dispone de varias depresiones longitudinales, que son fosas tecténicas de formacién alpina, y de otras transversales que ponen en rela- cién Jas dos planicies. Entre aquéllas destacan el valle del Lozoya, en el sector de Guadarrama, y los de Amblés y Corneja entre las sierras de Avila. La mas amplia de las transversales es la que se hunde al O. de Gredos y en la que el rio Alagon labra parte de su cuenca y [leva aguas de la provincia de Salamanca hasta el Tajo, en la submeseta meridional. Otra de similar direccién es la del Jerte, que por cl puerto de Tornavacas permite el acceso de esa submeseta hasta el alto Tormes, camino de la capital salmantina. Hacia la capital abulense da acceso desde la cuenca del Tajo el puerto del Pico, pasillo transversal en el conjunto de Gredos, y otros pasos més orientales son los de Guadarrama, Navacerrada y Somosierra, preferidos por las principales comunicaciones actuales. La transicién entre la submeseta septentrional y Galicia se produce por la leonesa fosa tecténica del Bierzo y por la penillanura de Sanabria, a las que abren, respectivamente, los puertos montafiosos de Piedrafita y de Padornelo y La Canda. Por aquella fosa se fue trazando el camino de Santiago y por ella y por Sanabria se establecen ahora las principales comunicaciones con el interior y el litoral ga- llego. El conjunto montafioso cantabrico estd formado por dos ramales paralelos a la costa que tienen su enlace al O. en la Iamada rodilla asturiana. Es una cadena de ramas convergentes. Entre ellas se extiende la depresién prelitoral, por la que discurren diversos rios antes de conseguir romper la montafiosa alineacién litoral en busca del mar. Varios puertos de montafia, principalmente el de Pajares, relacionan la submeseta septentrional o meseta castellano-leonesa con esa depresién longitudinal interior de Asturias, y la comunicacién més destacada con Cantabria y su capital se realiza remontando el valle del Pisuerga para buscar con ello, traspuesto el eje montafioso, el del Besaya, de opuesta direccidn. El Sistema Ibérico esté partido en dos por la fosa tecténica del Jalén, hasta la que se accede desde la submeseta o meseta meridional remontando el valle del Henares, en la cuenca del Tajo. Al NO. se alzan las montaiias ibérico-sorianas; al SE. lo hacen las ibérico-levantinas. Unas y otras disponen también de dos ramales y, entre ellos, de un corredor longitudinal formado, en el primer caso, por los valles de Lara y de Numancia, este tltimo albergue del alto Duero; y a conti- nuacién, por la fosa de Calatayud-Teruel, desde la que el Guadalaviar o alto Turia ileva hasta la Ianura litoral valenciana. Los puertos para bajar desde la alta meseta superior a la depresién del Ebro son dificiles, pero facilita la relacién 23 Primera parte: Condicionamientos geograficos el corredor de la Bureba, separacién entre la Cordillera Cantabrica y el ramal ibérico-soriano. Sélo Sierra Morena, cierre meridional de la Meseta, carece de tan marcados corredores longitudinales, aunque no de pasillos transversales que permitan el des- censo a la depresiGn bética. El] mds importante es Despefiaperros. En sus proximi- dades se dieron la batalla de Las Navas de Tolosa y, siglos después, la de Bailén. La gran extensién de la Meseta hace que compartan limites con ella Portugal y la mayor parte de las comunidades auténomas de la Espafia peninsular. En su amplitud y en su cardcter de alta plataforma cabe apoyar el estimulo que tuvo el reino castellano para alzarse con la direccién politica. Desde el mas alto de los dos escalones mesetefios reconquisté en la Edad Media el meridional, y por éste salid para extender su dominio por Murcia y Andalucia, arranque esta iiltima a su vez de las siguientes empresas ultramarinas. La organizacién concéntrica del relieve en torno a la Meseta explica en parte su politica centralizadora pasada; y no faltaron ocasiones —la de Numancia, en la Edad Antigua, por ejemplo— en las que el cierre montafioso retardé la penetracién desde el exterior y su conquista. Pero, aunque encastillada en ese cinturén montafioso, los pasillos que en él se abren también favorecieron e] descenso a tierras circundantes. 3. Los conjuntos exteriores a la Meseta A ese aliciente centralizador se opone otro de signo contrario, también rela- cionado a la vez con la misma organizacién general del relieve. Al exterior de la Meseta se extienden dos grandes depresiones —la de] Ebro al E. y la Bética o del Guadalquivir al S.— también circundadas por cadenas montafiosas que invitan a la separacion. Al exterior de los tres conjuntos se extienden las llanuras litorales y forman el ultimo anillo los dos archipiélagos. 3.1. El conjunto del Ebro La depresién del Ebro es una prefosa alpina. Los empujes alpinos formaron un pliegue; su convexidad esté en los Pirineos, en la depresién del Ebro la concavi- dad. La depresién tiene forma triangular. Su lado septentrional lo constituyen la Cordillera Pirenaica y las ya mencionadas Montafias Vascas; el oriental, la Cor- dillera Catalana; el tercer lado es el Sistema Ibérico, el saliente y dificil enlace con la Meseta. La depresién se corresponde con la cuenca de su principal colector fluvial, el Ebro. Se ha modelado sobre el macizo existente desde principios de la era paleo- zoica y hundido por los empujes alpinos. Antes de su definitivo hundimiento, la erosion arrancé de él materiales que se acumularon en los profundos canales cit- cundantes juntamente con las calizas. Los plegamientos alpinos comprimieron entre el mismo macizo y el eje pirenaico tales depdésitos y formaron con ellos los Prepirineos; hicieron lo mismo con los sedimentos del O. y del S. hasta dar lugar al Sistema Ibérico. 24 ee ae 2, Contrapuestos estimulos de centralismo y de regionalizacién Al levantarse también e¢1 borde oriental —Montafias Catalanas—, entre todas estas elevaciones periféricas se formé un régimen lacustre de aguas salobres; segtin fue evaporaéndose el agua, se depositaron yesos y sales y, sobre ellos, los materiales procedentes del cingulo montafioso: conglomerados y areniscas en los bordes, calizas y margas mas hacia el centro. Los tiltimos empujes alpinos afectan a unos y otros. Las sales, mas plasticas, rompen hacia arriba, dando lugar a pliegues dia- Piricos o eczemas entre las margas. Los restantes materiales presentan suaves plie- gues. Pero lo que mas domina es un modelado tabular o en gradas, con mesas de calizas o areniscas y cuestas labradas en las margas. El escalonamiento queda en suave inclinacién general hasta enlazar con las terrazas o depdsitos cuaterna- rios del colector general. Resulta asi una cuenca geoldgica, pero no morfoldgica, pues sobre aquélla se ha producido esta colmatacién. Sélo en sentido geoldgico o en relacién con sus elevados bordes puede llamarse depresién. Zaragoza, la més importante ciudad, que se alza a orillas del Ebro, tiene 200 metros de altitud sobre el nivel del mar, Fl eje pirenaico desarrolla sus cimas centrales por encima de los 2.000 metros e incluso, en algunos puntos, de los 3.000. El sector oriental es en general menos elevado, pero también sus sierras alcanzan los dos millares de metros; sélo en la proximidad del Mediterraneo pierden altura de manera brusca. Es menos acusado el occidental. El cardcter de agudas cresterias y bruscas gargantas que tipifican los paisajes alpinos son notas dominantes en el eje. El glaciarismo cuaternario fue intenso y ha dejado numerosos lagos en las abruptas paredes de las zonas central y oriental. El mismo carécter abrupto tienen las dos alineaciones prepirenaicas que se desarrollan paralelas entre si y a la zona axil, al S. de ésta. Las dos rebasan tam- bién los 2.000 metros en distintos sitios, El eje pirenaico pierde altura y termina por desaparecer en superficie dentro del Pais Vasco, al O. Al N. y S. de este incompleto eje se levantan con igual direccién paralela las alineaciones vascongadas de calizas y areniscas plegadas, come continuacién hacia el QO. de los Prepirineos franceses, por un lado, y de los espafioles, por otro. Forman el enlace montafioso con la Cordillera Cantdbrica. Se trata, al igual que en los Prepirineos, de materiales de la era secundaria y principios de la terciaria, acumulados en un profundo canal marino primero, después presionados y levantados por los mismos empujes alpinos. Aunque su maxima altitud se limita sélo a rondar los 1.500 metros, resultan también un valla- dar multiple levantado de E. a O. que pone dificultades para la comunicacién desde el Ebro y desde el centro peninsular hasta la costa o hacia Francia. Las Montafias Catalanas estan separadas de los Pirineos por la depresién del Ampurdan. Son dos alineaciones de direccién general NE-SO., paralelas entre si y ala costa mediterrdnea. Tienen alturas tan moderadas como las Vascas, sobre todo la mas exterior o costera. La mitad nordoriental de ambas corresponde al viejo nticleo paleozoico; la suroccidental, a los sedimentos calcdreos del secundario levantados por los plegamientos alpinos contra aquél o contra el desapatecido macizo del Ebro, 25 Primera parte: Condicionamientos geograficos 3.2. El conjunto meridional La depresién del Guadalquivir es también una prefosa alpina de forma trian- gular, aunque de opuesta direccién o inclinacién que la del Ebro. La soldadura con la Meseta se realiza mediante Sierra Morena, que es el lado septentrional. El Sistema Bético la aisla por el E. y por el S. del Mediterraneo. Difiere también de la del Ebro en que su tercer lado no es montafioso, sino un litoral bajo —el arco de amplia curvatura del SO. peninsular—, por el que se abre al Océano, Tiene menor altitud que la del Ebro y general y suave inclinacién hacia esa aper- tura atlantica. En esta apertura estriba su mayor diferenciacién con la otra de- presién. Tras los empujes hercinianos quedé. como plataforma marina de escasa pro- fundidad. Los plegamientos alpinos la hundieron, es decir, hicieron aqui la pre- fosa alpina a la vez que levantaban el Sistema Bético. Sobre aquélla se depositaron calizas, molasas, margas y arcillas. En la zona final o mas préxima al Atlantico, la de las Marismas, contintia la colmataci6n. Las montafias que cierran el E. y S. de la depresién forman en realidad dos diferentes alineaciones Por esto, es mejor emplear la denominacién en plural: Sistemas Béticos. Uno, el Penibético, es parte del viejo nticleo paleozoico meridio- nal que fue de nueve arrastrado hacia arriba por los empujes alpinos. Tanto, que sus mas destacadas cimas rebasan los 3.000 metros de altitud y una de ellas, el Mulhacén, de 3.478, resulta la mas elevada de Ia Peninsula. Pero estas cimas se han modelado sobre las blandas y arrasadas pizarras paleo- zoicas que dan lugar a un suave paisaje alomado: a la cumbre del Veleta, de 3.392 metros, llega una carretera, y seria posible otra hasta la cispide del Mulhacén. Calizas secundarias flanquean esta formacién paleozoica. Bajo ellas hay mar- gas yesiferas que favorecieron el desplazamiento de aquéllas y la formacién, asi, de mantos de corrimiento, por efecto de los laterales empujes alpinos. Estos mis- mos produjeron mas al S. una gran fosa por la que se realiza la comunicacién maritima entre el Mediterréneo' y el Atléntico; también marcaron la depresién penibética que delimita longitudinalmente el conjunto penibético por el N. Dis-— locaciones menores transversales producidas en el basamento paleozoico relacionan esa depresidn con el borde meridional o litoral mediterréneo, que esta formado por las rafces de los mantos caledreos. Ademds de esas grandes unidades morfoldgicas del Ebro y del Guadalquivir con sus delimitaciones montafiosas exteriores, la Peninsula tiene otra depresién periférica: la del Tajo-Sado, en Portugal. Delimita la Meseta por el centro de su costado occidental y es la Gnica que no se suelda a ella mediante cordilleras. 3.3. Pasillos internos de relacién en los conjuntos exteriores Los mismos plegamientos alpinos creadores de esas dos grandes unidades motr- foldgicas exteriores a la Meseta produjeron en los bordes de ellas, al igual que en los de ésta, fosas o depresiones longitudinales y puertos transversales. Las Mon- tafias Vascas, cierre tanto de la Meseta como de la depresién ibérica, son tres 26 2. Contrapuestos estimulos de centralismo y de regionalizacién. alineaciones. Entre la septentrional y la central se extiende un corredor longitudinal formado por la cuenca de Vitoria y, al E. de ella, por la Burunda, que enlaza con la cuenca de Pamplona, en la que discurre e] Atga. Este pasillo se contintia hacia el E., entre los Prepirineos interiores y los exteriores, por el Canal denominado de Berdtin, en el que labra su cauce el rio Aragén; por la cuenca de Tremp, y, final- mente, por el Ampurdan, que se relaciona con la depresién del Ebro a través de la Plana de Vich. Las dos alineaciones de las Montafias Catalanas, una litoral y otra interior, dejan entre ellas una depresién prelitoral que el tio Llobregat comunica con la costera y, mas al SO., esta tltima est4 cortada de través por la misma linea de costa. De igual manera, los Sistemas Béticos tienen en su interior una alineacién de fosas: de O. a E., las de Antequera, Loja, Granada, Guadix y Baza. Desde la costa penibética remonta su curso hasta ese corredor intrabético el rio Guadalhorce o se establece la relacién mediante algtin valle transversal, como el de Lecrin, en la provincia de Granada; y desde el Guadalquivir lo hace el Genil. Asi, tanto en el conjunto morfoldgico del Ebro como en el Bético, las depresio- nes © fosas longitudinales y los valles transversales que modelan los rios conse- cuentes al relieve forman una red ortogonal de pasillos que en determinados mo- mentos histéricos facilits en cada caso el establecimiento de una unidad politica no vinculada a la Meseta. En el conjunto bético, esa unidad se fragud desde Cér- doba, en el centro de la depresién, con el emirato y el califato; y en el ibérico se realizé desde otro respectivo lugar central, Zaragoza, bien remontando el rio o, en direccidn opuesta, hasta el litoral mediterréneo. Otras veces pesé més la dife- renciacién y la parcelacién que establece el relieve y en ellas se apoyaron las nacientes formaciones medievales de la reconquista cristiana. Y lo hizo el tltimo reducto musulmdn para sostenerse encastillado en las montafias penibéticas y en el litoral meridional que ellas defienden, 4. El relieve y la division en comunidades auténomas Con esa parcelacién orografica se relacionan los contrastes climaticos y los que de unos y otros se derivan. Todo ello fue configurando la personalidad de los pueblos asentados en cada pieza del complejo mosaico hispano. La actual divisién administrativa se basa en general en esas diferencias. No tanto la provincial, para la que en buena parte se tuvo en cuenta cierta complementariedad econémica interna, pero si mas la actual organizacién autonémica. En algunas de Jas provincias actuales existen enclaves territoriales de otra: el burgalés condado de Trevino dentro de Vizcaya, el valenciano rincén de Ade- muz en la provincia de Teruel... Mas particular es el de Llivia, que es gironés y se halia dentro de los limites de Francia. De igual manera, hay también muni- cipios con enclaves en otros préximos. Las separaciones respecto al niicleo prin- cipal responden a herencias histdéricas que la divisién administrativa de 1833 no consiguié borrar por completo, aunque si en lineas generales. La pretensién 27

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