Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 41
176 II, Problemas de Ia autoconciencia del ser humano (1940-1950) sas realizadas en diversos dmbitos puede apreciarse con mayor clatidad que las eategorias, los modelos mentales que se emplean habitualmente cuando se reflexiona en torno a estas cuestiones hhan dejado de ser sulicientes, Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 1 fenemos diferentes términos que nos sirven para designer se- paradamente lo que atafic a los seres humanos particulares y "To que atafie a los seres humanos como grupo. En el primer caso " decimos que es individual; en el segundo, que es social. Actual- ‘mente estos dos términos, «individual» y «social», poseen un ccn- ‘enido implicito que despierta la sensacién de que con ellos no s¢ slude s6lo a una diferencia, sino también a una oposicién. Como muchos otros términos de rafz latina, los términos «in- dividual» y «social» tienen equivalentes en todos los idiomas euro- "Peos, Esto remite a su origen comiin a partir de sociedades me- -dievales en las que existfa una amplia capa de clérigos més 0 me- os eruditos que hablaban y escribian un latin propio, distinto “al clésico. Hoy en dia los términos «individual» y «social» son "Palabras que estén siempre en boca de quienes emplean esos idio- ‘mas. Normalmente, no hay motivos para reflexionar en torno al “hecho de que esos términos no siempre formaron parte del voca- bulario de la sociedad a la que uno pertenece —y, sin duda, de "toda sociedad—, ni suele haber motivo para preguntarse qué pro- qué particularidades cstructurales de Ja sociedad a la que 9 pertenece llevaron a Ia formulaciGn y al empleo de estos tér- minos como medios evidentes de la comunicacién humana. Esté iO que estos términos cumplen tna funcién determinada en las iedades en las que se utilizan como algo evidente. Como otros érminos, poseen un cardcter instrumental y, por tanto, pueden [Servir como testimonio de dcterminadas pariicularidedes estructy- tales de esas sociedades. Pero se requiere un gran esfuerzo de autodistanciamiento para comprender que exisien sociedades y ieron niveles de evolucién de Ja sociedad propia en los que ‘Ro habia téminos como «individual» y «social» con el significa- 180 TIT, Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) do que poseen ahora, y para preguntarse qué tipo de desarrollo social condujo a que se adoptara y se mantuviera el empleo de estos términos. Si se sigue este rastro, se comprueba que en mu- cchos casos estos términos se formaron de manera bastante curio- sa a partir de los medios lingtisticos disponibles en una sociedad, ‘Como ya indica el titulo de este libro, si no se esté en condi- cciones de pensar més all de Ia oposicién de los términos «indi- viduo» y «sociedad», y se considera ésta simplemente evidente, se cae en un error. La costumbre lingtifstica que lleva a conside- rar los mencionados términos en este sentido es un hecho relati- vamente reciente, No puede ser perjudicial cuestionar un tanto esta costumbre lingifstica y poner de manifiesto, con ayuda de un par de ejemplos arbitrarios, que esos términos no son en abso- uto tan evidentes. Podemos esbozar muy brevemente una imagen de c6mo surgieron esos términos, de las circunstancias bajo las cuales empezaron a ser empleados. ‘Tomemos como ejemplo la familia de conceptos en cuyo cen- tro se encuentra el término «individuo. El término «individuo» tiene hoy en dia, sobre todo, la funcién de expresar que cada ser humano del universo es o debe ser una criatura autGnoma, gober- nada por s{ misma, y, al mismo tiempo, que cada ser humano ¢s, © quizd también debe ser, distinto a todos los demés en determi- nados aspectos. Lo real y lo postulado se confunden fécilmente cn el empleo de este término. Es caracteristico de Ia estructura de las sociedades més desarrolladas de nuestros dias que el ser humano particular conceda més valor a aquello que le diferencia de otros, a su identidad como yo, que a aquello que tiene en ¢o- min con otros, a su identidad como nosotros. Pero este tipo de equilibrio entre el yo y el nosotros, su decidida inclinacién en favor del yo, es cualquier cosa menos evidente. En anteriores ni- vyeles de desarrollo a identidad como nosotros muchas veces ha predominado sobre la identidad como yo. La naturalided con que hhoy puede esperarse que el término «individuo» sea cntendido en la conversacién como expresi6n de la primacia de la identidad ‘como yo induce quizs a suponer que esta acentuacién es Ja mis- ma en las sociedades de todos los niveles de desarrollo, y que siempre ha habido y hay términos equivalentes en todos los idio- mas del mundo. Pero no es ast. “II. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 181 Piénsese, por ejemplo, en las lenguas clisicas de Ios griegos “y romanos. A diferencia de lo ocurrido durante el desarrollo més “eeiente de Europa, durante el desarrollo de las sociedades que ‘acufiaron esas Ienguas, de los Estados ateniense y romano, no fhubo movimientos de capas creadoras de lenguaje que se diigie- “ran contra el Estado como tal. Movimientos sociales de este tipo ‘han desempefiado un papel considerable en el desarrollo del sen- “tido que se da actualmente tanto a la palabra «individuo» como a la palabra «sociedad». El significado actual de ambos términos " no contiene s6lo Ia idea de una oposicién radical y manifiesta en- “fre individuo y sociedad, sino también una oposicién comin, aun- ‘que menos manifiesta, al Estado. El antiguo Estado romano repu- blicano es un ejemplo clésico de un nivel de desarrollo en el que “1a pertenencia a las familias, las tribus 0 el Estado, esto es, la identidad como nosotros de las personas particulares, posefa un “peso mucho mayor que el que posee ahora en el equilibrio entre “el yo y el nosotros, La identidad como nosotros era, por tanto, ‘absolutamente inseparable de la concepcién que en las capas acu- fiadoras de lenguaje se tenia de una persona. En la praxis social “de la Antigiledad clésica estaba atin fuera de los limites de lo imaginable Ia concepeién de un individuo sin grupo, de un ser ‘humano tal como es cuando se le despoja de toda referencia al " nosotros, cuando se concede al individuo, a la persona aislada, un valor tan elevado que a sti lado toda referencia al nosotros, toda -pertenencia a clanes, tribus o Estados, parece menos importante. Por consiguiente, en las lenguas de la Antigiiedad clisica no ‘existia término alguno que equivaliera a «individuo». Tanto en ‘el nivel de desarrollo del Estado ateniense como en el de Ia Re- “publica romana, la pertenencia a clanes, o también a tribus 0 al “Estado, desempefiaba un papel fundamental en la concepcién de los seres humanos. Sobre todo en la Repiiblica romana puede ob- servarse una competencia a menudo muy intensa entre los repre- “sentantes de las familias para acceder a cargos péblicos o para Ccoupar los puestos vacantes, Actualmente todo ser humano es un individuo, independientemente de su posicién dentro del Estado. [Las connotaciones negativas del término griego idiotes nos dan “una idea de 1o que los griegos de la época clésica pensaban de alguien que se mantenia ajeno a los asuntos del Estado. En el aba- 182 TIT, Cambios en el equilibrio entro el yo y el nosotros (1987) nico de significados de este término encontramos algunos que se aproximen a nuestros términos «persona particular» 0 «lego» y también otros que podrian corresponderse con ehurafion, «incu. to» o «loco». El término latino persona podria parecer equiva. Tente del moderno «individuo». Pero este témino latino no po- sefa en absoluto el grado de generalizacién y de sintesis que po- seen los actuales términos «persona» ¢ «individuo», El término latino persona remitia ain a algo muy especifico y concreto. En un primer momento hacfa referencia a las mascaras a través de Jas cuales los actores recitaban sus parlamentos. Algunos estudio- s08 se inelinan a pensar que la palabra persona deriva del verbo ersonare, que viene a significar algo asi como eresonar>. Esto es posible, pero no es mds que una suposici6n. A partir de la ‘base concreta de la méscara, se desartollaron luego matices del significado de la palabra persona, como, por ejemplo, el de papel desempefiado por un actor o el de carécter del personaje repre. sentado por éste. Sin embargo, en la Antigiiedad cldsica el térmi- no persona mantuvo este grado relativamente elevado de particu- laridad, mantuvo, comparado con el concepto actual de person: tun grado relativamente bajo de generalizacién. La palabra indi- viduum era desconocida en el latin clésico. Naturalmente, los an- tiguos romanos sabfan también, como es de suponer que saben todos Ios demas seres humanos, que cada persona posee sus pe- culiaridades. Sabfan que Bruto era diferente de César, que Oct- vio era diferente de Antonio, y sin duda también sabfan en qué eran diferentes. Pero por lo visto entre las capas creadoras de enguaje de su sociedad, y especialmente entre quienes manejaban el lenguaje escrito, no existfa ninguna necesided de formular un ‘término universal que indicara que todo ser humano, sin impor- tar a que grupo perteneciera, es una persona auténoma, tinica, distinta 2 todas las demés, y que, al mismo tiempo, diera expre- sin a la elevada valoracién de tal singularidad. En Ia praxis so- cial de a Antigiicdad clésica la identidad grupal del ser humano particular, su identidad como nosotros, vosotros y ellos, todavia desempefiaba, comparada con Ia identidad como yo, un papel de masiado importante para que pudiera surgir la necesidad de un ‘érmino universal que representara al ser humano particular como @ una criatura casi desprovista de un grupo social. “III. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 183 | Aqut nos topamos directamente con algunas nuevas herra- " mientas te6ricas de la sociologis. Es posible que ahora se advier- ‘ta con mayor claridad el cardcter instrumental de los conceptos y de su desarrollo. Desde Ia perspectiva de una sociologia de pro- * ces0s, el desarrollo de los conceptos, considerado como un aspec- © 40 del desarrollo social, posce también una funcién explicativa. Puesto que en este libro se habla mucho de los conceptos «indi- “viduo» y «sociedad», puede servir de ayuda poner de manifiesto " qxién poco natural es que en las sociedades mas desarrolladas de | tmuestros dias —y cada vez més también en tas menos desarrolla ~ das— se manejen sin ningdn esfuerzo conceptos de un elevado nivel de sintesis. Probablemente antes se habria hablado aqui de conceptos de aun alto nivel de abstraccién». Pero la expresién «abstraccién» "es confusa. El concepto de abstraccién proviene de una etapa del “do, puede ser comprendido como productor, y, por tanto, como “ ereador y principio absoluto, de un concepto. En esa fase parecia | evidente que un ser humeno particular podie transformar un caso especifico en un concepio general despojéndolo de sus particulari- dades, abstrayéndolo. Desde una teorfa que considere procesos ‘esto se ve de otra manera. El concepto de persona no se desarro- | te a partir del término teatral romano persona debido a Ia abs- " traccién individual hecha por un ser humano particular. Estaba ‘en funcionamiento un largo proceso social, y lo que resulté de ste no fue sélo algo negativo, no fue s6lo Ia exclusién de las par- “ticularidades de casos especificos y la extraccién de lo que era ge- | eral o comén a todos ellos; lo que trajo este proceso fue una | visién de conjunto de muchos puntos en comtin, haciendo ase- quible a Ia comprensién y a la comunicacién algo nuevo, desco- | nocido hasta entonces. El concepto de persona —comparado con su antecesor, el término latino persona— no representa tinica- | mente ‘una abstraccién, sino también una visién de conjunto des- “de una perspectiva nueva y més elevada. | El ser humano particular siempre elabora conceptos a partir “de wn caudal lingiistico y conceptual preexistente que ha apren- | dido de otros seres fnumanos. De no ser asf, una persona no podria 184 III, Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) espetar que las demés la comprendieran en caso de que realizara algtin cambio en un lenguaje preexistente o también en conceptos preexistentes. El trabajo individual en el desarrollo de concep- tos seria, pucs, instil. Pero cuando se aprende a percibir el mundo, la sociedad y el lenguaje como procesos sin principio, esto es, cuando deja de entenderse al sujeto de la formulacién de concep- tos como a un ser humano particular casi desprovisto de todo grupo social, que captura nuevos conceptos, por asi decirlo, de la nada, y se vuelve la mirada hacia el proceso de desarrollo de una sociedad a menudo organizada como una unidad de superviven- cia, como, digamos, una tribu o un Estado, entonces se advierte con mayor facilidad que la transicién desde conceptos mas espe- cifieos 0, como se decia antes, més «coneretos» (pero, 2pueden Tos conceptos ser xconcretos»?) hasta conceptos més globales o més generales tiene lugar, sobre todo, mediante la adopcién de ‘una més amplia visién de conjunto, de un nivel de sintesis mis elevado. Aqui puede tomarse en consideracién Ia cuestién de cud les son las condiciones sociales que hacen necesaria y posible esta adopcién de una nueva perspectiva. Sin embargo, basta con sefia- Jar que todos los conceptos que poseen un cardcter més general, que son propios de un nivel de sintesis més elevado, provienen de conceptos poseedores de un significado mucho més espectfico, esto es, de conceptos mucho més particulares, propios de un nivel de sintesis mucho més bajo. Probablemente antes se habria dicho gue todos los términos més «abstractos» provienen de téminos mas «concretos». Pero no tiene sentido pensar en «conceptos con- cretos». Todos los conceptos, sea cual sea el plano de sintesis que representen, poseen el carécter de simbolos del habla o la escri- ture, Para cumplir su funcién como medios de comunicacién y otientacién deben ser inteligibles no slo para un individuo, sino para una comunidad lingiistica, para un grupo humano especi- fico? 1. Quiads alguna vez se entendié como ley el que conceptos congruen tes con la realidad de un plano de sintesis superior proceden de concoptos anteriores, que representan un plano de sfatesis inferior (aunque ya en los Tengusjes de grupos de un nivel inicil de desarrollo hay términos mégicos de un plano de sintesis muy elevado). Pero aqui esto tiene tinicamente el arécter de una regularidad observable de los procesos de formulacién de IIL, Combios en el equilibrio entre el yo y el nosottos (1987) 185 Muchos medios lingtifsticos que poseemos actualmente, y en- tre ellos también la familia de conceptos agrupados en torno al ssustantivo «individuos, son hechos relativamente recientes. En el atin medieval palabras como individualis o individuus tuvieron durante mucho tiempo un significado propio del nivel de sintesis "més bajo. Sc utilizaban cuando se hablaba de algo indivisible, in- separable. Asf, por ejemplo, todavia en el siglo xvi podfa hablar se de Ia distintos grupos de hom‘nidos, mareé muy profundamente a marcha de! desarrollo y Ja estructura del ser humano particular. Muchas sefiales no aprendidas que un rostro humano puede trans- mitir a ottos seres humanos poseen un significado especifico s6lo “comprensible para los seres humanos, significado que los otros seres vivos no pueden interpretar 0 interpretan erréneamente. El sintoma més claro de la fuerte tendencia hacia la vida en grupo de la estructura orgénica de un individuo humano es la predis- | posicién biol6gica de todo nifio a aprender un tipo de comunica- idn que no lo uniré con toda la especie, sino probablemente sélo fon un grupo parcial. Esta predisposicién biolégica, la predis- posicidn a aprender un lenguaje que s6lo sirve como medio de Comunicacién en el seno de uns dinica sociedad humana, y que gencralmente fucra de esta sociedad no puede ser comprendido pot | otros seres humanos, es una cteacién singular de la eyolucién biolSgica. En ef mejor de fos casos, sdlo tiene incipientes paralelos fn In estructura de otros seres vivos. Esta estructura biolégica del ser humano, su predisposicién para el aprendizaje de un medio "de comunicacién que limita la comprensién a un determinado gru- [po parcial de la especie, y la propagacién entre los seres humanos de este medio de comunicacién limitado respecto al conjunto de Ia especie, muestran con claridad Ia enorme y vital importancia que durante el largo perfodo de formacién de iz humanidad debis 198 III. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) de adquirir la comunicacién precisa entre los miembros de un ‘grupo determinado. 4 Lo dicho debe bastar aquf como ejemplo de la elemental. pre- disposicién de la estructura de un ser humano hacia otros seres ‘humanos y, por tanto, hacia Ia vida en grupo. Més adelante volveré a incidir en esto. De momento, nos puede haber servido para com- prender que Ia discusién en torno a la relacién entre individuo y sociedad es inevitablemente parcial y estéril si se queda varada en [a situacién actual —y, por consiguiente, también en los cucs- tionamientos ¢ ideales actuales. En lugar de esto, es necesario aproximarse al problema desde una sociologia que considere los procesos, aproximacién que requiere, y no en tiltimo término, la emancipacién del planteamiento de los problemas de les ciencias sociales del de las ciencias naturales? En el marco de la fisica, y también en el de Ia tradicién filo- s6fica que considera que las ciencias de la naturaleza son las siencias paradigméticas, puede prescindirse en gran medida de Ja autorreferencia y las limitaciones del presente. En el émbito de la fisica resulta muy adecuado a Ja realidad presentar resul- tados de investigaciones relacionadas con observaciones puntuales y pretender que esos resultados poseen un carécter universal. También es licito esperar que experimentos realizedos en el presente habrian dado o darfan los mismos resultados hace o den- ‘tro de 2.000, 20.000 o 200.000 afios y en cualquier lugar del uni- verso. En todo caso, éste es el presupuesto segdn el cual observa- 3. Cuando vuelvo la mirada hacia una etapa anterior de la discusién del problema del individuo y la sociedad, tal como aparece en la primera parte de este libro, encuentro que allf la aproximacion desde una sociologia de procesos todavia no aparecfa con la suficiente claridad. En ese viejo texto descubro rasttos de la antigua tradicién sociolégiea en cuyo marco tos problemas de Jos sees hunanos ain eran planeado, en deteminados aspectos, como si se tratara de problemas fisicos. La emancipacién del modo de plantear problemas propios de las ciencias sociales ya habia co- ‘menzedo, pero atin no estaba acompafiado de aquella decisién con que ¢3 posible plantear los problemas en el nivel actual. III. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 199 ciones actuales y locales son convertidas bien en leyes generales, bien en criterios para probar tales leyes, Pero este supuesto y este procedimiento no se limitan a la bisqueda de regularidades y a todo el modo de formular concep- tos en el Ambito del estudio cientffico del conjunto de fenémenos naturales inertes. Muchas veces sirven también como paradigma del procedimiento y Ia formulacién de conceptos de investigadores que, como fildsofos y socilogos, tienen como tarea el estudio de | os seres humanos y de sts espectos y manifestaciones particu- ares. Sin embargo, en este Ambito ya no son correctos los su- ‘puestos basicos que subyacen a una formulacién de conceptos de un método de investigacién como los de Ia fisica. En los estu- dios sobre el ser humano estos supuestos no son congruentes con Ja realidad. La telacién entre individuo y sociedad que se observa | en los grandes Estados nacionales industrializados del siglo xx, ‘compuestos por més de un millén y algunos por més de cfen millo- nes de seres humanos, las estructuras de la personalidad y toda la formacién de grupos de este nivel no pueden en modo alguno ser “ utilizados como modelo experimental con cuya ayuda, aunque sea s6lo de modo tentativo, se puedan formular o someter a prucha afirmaciones universales sobre las estructuras de Ia perso- natidad humanas, sobre formas sociales 0 sobre la relacién entre individuo y sociedad. Durante los muchos miles de afios en que Jos seres humanos vivieron por lo general en grupos de menos de cien individuos, en que los seres humanos atin no sebfan, y de | hecho no podfan saber, que, y c6mo, podian emplearse materiales naturales para construir viviendas protectoras, y dependfan del descubrimiento de refugios y viviendas naturales, la relacién entre el individuo y su grupo era en determinados aspectos muy dis- tinta a Ja que existe en las muy pobladas unidades de superviven- cia de nuestros diss. Si hay algo universal en esa relacién, y qué s ese algo, son preguntas a las que sélo es posible responder teniendo presente un modelo del desarrollo verificado a Jo largo de unos 10,000 afios, desde los niveles més bajos de Ja especie humana hasta su nivel de desarrollo actual. Incluso en las ciencias fisicas es cada vez mayor la necesidad de contar con un modelo evolutivo del universo como marco de 200 III. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) referencia para observaciones y experimentos realizados en un ugar y en un momento determinados. Pero en el plano de los fenémenos naturales inertes esia referencia a un modelo de la evolucién eésmica no es tan apremiante, puesto que el ritmo de Ia evoluciGn fisica es extraordinariamente lento comparado con el del desarrollo de las sociedades humanas. Se pueden considerar con éxito regularidades generales como medio de orientacién y ol- vidar que quizés éstas no son igualmente correctas para todas las etapas de Ia evolucién del universo. Pero no ocurre lo mismo cuando se estudian hechos humanos, La velocidad con que cam- bian Ios grupos humanos, esto es, las relaciones entre seres hu- ‘manos, ¢s comparativamente muy grande. Si se busca hacer afir- maciones universales sobre los seres humanos, no es posible prescindir de los cambios de los grupos humanos ni de los co- Frespondientes cambios de la estructura de la personalidad de los individuos. Para esto es necesario introducir en el estudio, como ‘marco de referencia, una imagen del desarrollo de las estructuras sociales y de In personalidad, La aproximacién desde una sociologfa que considere los pro- cesos se fundamenta en Ja comprensién de que en el pleno de la existencia de los grupos humanos, es decir, en el plano de las relaciones entre seres humanos, no cabe emplear como medio de orientacién conceptos y modos de formular conceptos del mismo tipo que los utilizados en el plano de los étomos o las moléculas y sus interrelaciones, 0 sca, no cabe emplear un modo clisico de formular conceptos que dé a éstos cardcter de ley, esto es, que resuponga que las regularidades de las relaciones que se observan en cl presente son también observables de manera idéntica en todo lugar y en todo momento, pasado, presente o futuro. La forma clésica de las leyes y los conceptos con cardcter de ley es un reflejo de la uniformidad de la materia inerte que compone cl universo. Lo mismo cs vélido también para los planos de inte- gracién del universo representados por Ia estructura biol6gica del ser humano, Es cierto que en éstos el marco de referencia ya no ¢s cl universo fisico en continuo desarrollo. Hasta donde sabemos, los seres humenos aparecen en un momento determinado y en un lugar determinado, Pero cualesquicra que sean el mo- mento y lugar de su aparicién, los seres humanos son siempre II]. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 201 idénticos unos a otros en lo que se refiere a su estructura y dind. | mica. Todos ellos tienen en comtin la circulacién sanguinea y la “estructura cerebral, el nacimiento y la muerie. Pero esto ya no sirve para la estructura y In dinémica de los grupos que forman Jos setes humanos, y, por ende, tampoco, por ejemplo, para su | Tenguaje. Estos grupos pueden cambiar muy répidamente. En dis- | ntos momentos y lugares aparecen grupos humanos distintos. Para | otienterse en este plano de integracién del universo no sirve de mucho tener en consideracién leyes 0 conceptos con carécter de ky aplicables del mismo modo en todas las épocas y en todos los "lugares del universo humano. La tarea que tiene ante st quien " Dusque orientarse en este plano de integracién es el descubrimien- fo del orden del cambio en el transeurso del tiempo, es decir, el | orden de sucesién, y la bésqueda ce conceptos con cuya ayuda “tos individuos humanos puedan comunicarse entre si sobre aspec- | tos sislados de este orden. El calendario es un buen ejemplo de vun medio de orientaci6n que remite al orden de la sucesién en “¢l cambio de sociedades humanas. La estructura de las sociedades humanas que existieron 9.000 affos a. de C. era distinta, en deter- TMinados aspectos, de la estructura de las sociedades que pre- " dominaban en Europa 10.000 afios después, y la de las sociedades ‘turopeas del siglo xix diferta en determinados aspectos de la es- ‘tructura de esas mismas sociedades en el siglo xx. Pero esta tiltima ‘tuvo como condicién indispensable para su surgimiento la existen- fia de la primera; no tuyo que surgir necesariamente a partir de Ja primera, pero le primera fue una condicién necesatia para su “surgimiento. Y lo mismo puede decirse de la relacién entre indi- viduo y sociedad en cada una do estas sociedades. Soy consciente de que fa pretensién de dirigir la atencién al ‘orden de la sucesién, a la sucesién de etapas en el desarrollo de “grupos humanos, conlleva particulares dificultades de comunica- Por un estigma que se remonta a Ia concepeién de este desarrollo "ue predominaba en los siglos xvimt y xix. Cuando vuelve a reco- erse este término a finales del siglo xx y ya a las puertas del si- fo xxt, es decir, en un giro més elevado de la espiral, se expone Tnyoluntariamente a despreciar aquellas generaciones que cre- Sieron con el gran y traumético derrumbe del viejo concepto de 202 IIT. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) desarrollo —del concepto de desarrollo que prometia un continuo progreso de Ja humanidad, un ascenso en linea recta hacia un destino feliz. Marcados por el estigma de la desilusién, térmi- znos como «progreso» y «desarrollo» se hicieron, al parecer, inser- vibles para Ja investigacién4 El desencanto colectivo debido al ostensible fracaso del credo y la imagen ideal que en épocas pase- das se asociaban con los términos «progreso» y «desarrollo so- cial» y que atin pesan sobre su significado, condujo de hecho a que no se advirtiera que esos términos no remitfan exclusivamente a ideales anticuados y devaluados, sino también a circunstancias simples y manifiestas. As{, por ejemplo, es dificil negar que el conocimiento de los fenémenos naturales ha hecho grandes pro- gresos a lo largo de los milenios y, no en cltimo término, a lo largo de este siglo, Pero apenas se pronuncia Ia palabra «pro- greson surge, por lo general, una reaccién de rechazo. Puede ser “responde alguien—, pero, gacaso el hombre es més feliz por es0? La cuestiGn real pierde importancia ante cl desencento que evoca el concepto de progreso. ‘También los sociélogos elevan su voz con el coro de desilusio- nados. Salvo algunos intentos vacilantes, los socislogos, en luger de intentar esbozar una teoria del desarrollo social ajustada a la realidad, ajena a ideales y esperanzas defraudadas, simplemente excluyen de sus teorias de ta sociedad cl desarrollo de las socio dades humans. Se refugian en teorfas estéticas de a sociedad, que, en el fondo, descansan sobre la suposicién implicita de que mediante la observacién de la sociedad a la que uno pertenece, tal como ésta es aqui y ahora, pueden extraerse teorias universales sobre fa sociedad humana en general. En lugar de teorias fundadas cen procesos, adecuadas a su dmbito de estudio, centran su trabajo fen teorias y modos de formular conceptos con cardcter de leyes, privéndose ast de una herramienta conceptual imprescindible para tl estudio de las sociedades humanas, y no sélo las del pasado, sino también las del presente. Pues, a diferencia de las sociedades 4, Asi, por ejemplo, se habla de pafses en vias de desarrollo para no tener que hablar de sociedades subdesarrolladas. Y muchos soci6logos em plean a palabra eevoluciéns para no tener que usar el estigmatizado con- Eepto de edeserrollon, con lo cual dejan ceulta Ia diferencia entre la evolu- ‘cin biolégica y of desarrollo social, “etapa el set humano particular estaba ligado a su socied: "manera muy estrecha e inevitable. Un ser humano por si mismo, | un ser humano sin grupo, no tenfa muchas posibilidades de sobre- IIT, Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 205, animales, que son especificas de cada especie y que, exceptuando ‘pequefias variaciones, sélo cambian cuando se modifica Ia estruc- tura genética de sus miembros, las sociedades humanss estén en constante movimiento; estén expuestas a constantes transformacio- nes en una u otra diceccién. ‘También Ia relacién entre individuo y sociedad es cualquier cosa menos estética. Cambia a lo largo del desarrollo de la huma- nidad, y este cambio no es s6lo del tipo que ya conocemos bien Por el trabajo de los historiadores. La transformacién de la que aqui se habla cs un cambio estructurado en una de dos direcciones ‘opuestas. Es, precisamente, lo que se intenta expresar mediante el empleo, orientado a la realidad, del té:mino «desarrollo social», La cuestién de si este cambio hace que los seres humanos scan mis felices o no esté aqu{ fuera de discusi6n. De lo que se trate es de comprender este cambio en sf mismo, su direccién y quizé, _ més adelante, también sus causas. 5 Como actualmente no disponemos de un modelo del desarrolle de la humanidad que sea al mismo tiempo ajustedo a la realidad ¥ susceptible de ser sometido @ examen, he recurrido antes a un hipotético modelo préctico de tna etapa inicial del desarrollo de la humanidad. Freud hablaba a veces de la chorda primitivay. Quizé odria hablarse de la etapa de los cazadores cavernicolas. En esa de vivir en ese mundo salvaje. Esto no quiere decir que la vida en grupo fuera en aquel entonces més pacffica y menos conflictiva gue hoy porque la dependencia del individuo respecto a su socic- dad fuera mucho més evidente. Lo dicho solo significa que dni Gamente consegufan sobrevivir durante generaciones aquellos gra- | pos cuyo modus vivendi alcanzaba un cierto equilibrio entre con- flictos y colaboracién. Pero no hace falta recurrir a modelos hipotéticos de fases de esarrollo cuyos representantes, hasta donde sabemos, se han 20 IIT. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) cextinguido por completo, para encontrar ejemplos de eémo difiere de una etapa de desarrollo a otra la relaci6n entre el ser humano particular y su sociedad. Podemos encontrar esta diferencia en nuestra propia época comparando Ia relacién entre individuo y sociedad en las sociedades més desarrolladas con la que se da en Jas menos desarrolladas. El escaso conocimiento de este tipo de diferenciacién es un considerable obstéculo que estorba el ascenso de pafses menos desarvollados al nivel de los pafses més desatroliados. La necesi- ded de cste ascenso —necesidad que parece cada vez més eviden- te— suele ser resumida actualmente mediante t6picos como «mo- demizaciény. La atenciin se dirige por lo general al desarrollo en el sentido de progreso técnico 0 econdmico, es decir, a la in- troduccién de méquinas 0 a modificaciones de la organizacién eco- ‘ndmica, que prometen un incremento del producto social. Menos atencién sucle prestarse al hecho de que junto con semejante proceso de desarrollo se transforma también toda Ta posicién del individuo dentro de su sociedad y, por consiguiente, la estructura de la personalidad de las personas particulares y sus relaciones mu- tuas. Es posible que también aqut se busque eludir el problema de! desarrollo social, pues éste toca puntos muy sensibles de la vida social de nuestros dias —puntos sensibles sobre cuya discusién pi- blica pesa un tabi social. Asi, por ejemplo, se evita hablar de pai- ses «subdesarrollados» para no herir a quienes pertenecen a ellos, y ‘en su lugar se tutilizan términos vagos y encubridores como «paf- ses en vias de desarrollo» —como si los paises mas desarrollados no estuvieran sumidos en procesos de desarrollo y no fueran tam- ign, por tanto, paises en vias de desarrollo. Pero eliminar de Ja discusién las estructuras caracteristicas de los paises menos desartollados y, con éstas, los problemas que acarrea la transicién de un nivel a otro, no ayuda en modo alguno al desarrollo de esos pafses, Durante semejante proceso de desarrollo se producen mo- dificaciones de la estructura de la personalidad y cambios de la posicién del individuo en el seno de su sociedad que plantean problemas que se cuentan entre los més arduos de tales transfor- maciones sociales. Sin embargo, estos problemas apenas son dis- cutidos —en cualquier caso, lo son menos que los problemas conocidos como «econémicos» 0 «politicos». En este contexto, TI. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 205, donde estos problemas ‘inicamente han de servir como ejemplo del cardcter evolutivo de la relacién entre individuo y sociedad, s6lo puedo referirme a ellos muy brevemente. La relacién de la persona particular con su familia, comunidad y Estado que se da en los paises comparativamente menos desa- trollados suele diferir de un modo especifico de la que se da en ppa(ses més desarrollados. En los primeros el ser humano particu- Jar normalmente est més ligado que en los segundos su familia (que en estos casos suele ser muy extensa) y a su pueblo o ciudad natal. En muchos paises menos desarrollados, aunque desde Itego no en todos, el Estado constituye un plano de integracién relativa- mente nuevo. La familia y el lugar de nacimiento son los focos més antiguos de la identidad como nosotros que posee el ser hu- mano particular. Si se considera la relacién entre Ia identidad como yo y la identidad como nosotros, bien podria decirse que en todos ios pafses, tanto en los mas como en los menos desarro- Iados, existen ambos tipos de identidad, pero que en los primeros Ja intensidad de la identidad como yo es comparativamente ma- yor y, por consiguiente, en los pafses menos desarrollados es més intensa la identidad preestatal como nosotros, 1o mismo si ésta remite a la familia, al lugar de nacimiento 0 incluso a la tribu. En las generaciones mayores de Estados que han conseguido su independencia hace poco tiempo 1a identidad como nosotros que remite al Estado no suele ir acompafiada de muchos sentimientos positives. Esto cambia en las generaciones més j6venes, pero mu- has veces sin que por esto desaparezcan los fuertes lazos emo- ‘ionales que las unen a la familia, clan, lugar de nacimiento 0 tribu. En el desarrollo de Japén, y quizé también de otros paises asiéticos en vias de modernizacién, se plantea una cuestién muy particular. Alli el cambio del equilibrio entre el yo y el nosotros en favor de la identidad como yo es menos intenso que en los pafses oceidentales, lo que otorga considerables ventajas a su capa- cidad para competir. El cambio de la identidad como nosotros que se verifica du- rante la transici6n de un nivel de desarrollo a otro también puede ser ilustrado como un conflicto de lealtades. La tradicional for- macién de la conciencia, el tradicional ethos de la adhesién a la unidad de supervivencia tradicional que es la familia, el clan 206 IIT. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) —en suma: el grupo de parentesco, més reducido o mas amplio—, exigen que un miembro del grupo més rico o mejor situado aporte alguna ayuda a sus parientes, aunque sean lejanos, cuando éstos la soliciten, Asi, para los altos funcionarios de un nuevo Estado inde- pendiente es extremadamente dificil no apoyar a sus parientes si éstos intentan hacerse con un cargo pablico codiciado. Visto desde el ethos y Ja formacién de Ja conciencia propios de los Estados més desarrollados, el favoritismo de que hace gala un funcionario elevado cuando concede un cargo piiblico a algiin pariente es una forma de corrupeién, Desde la formacién de la conciencia preeste- tal, esto es un deber y, en tanto que todos hacen lo mismo, es decir, en tanto que forma parte habitual de las luchas por el poder y el status de los clanes, es también una necesidad. Asi, ues, en la transicidn hacia un nuevo nivel de integracién se producen conflictos de fealtad y de conciencia que son al mismo tiempo conflictos de identidad. Una aproximacién desde una sociologia de los procesos que dirija su atencién hacia cuestiones humanas requiere, como puede verse, la transici6n hacia un nuevo nivel de distanciamiento, tanto respecto del objeto de estudio como respecto del investigador, esto es, de uno mismo. El compromiso personal, en el sentido de iden- tificacién con Ja formacién de la conciencia propia, hace que aquellos investigadores para quienes les costumbres del Estado all que pertenecen se han convertido en una segunda naturaleza se acerquen a un modo de observacién en el cual la forma y el desa- rrollo de su propio Estado se toman como modelo y medida de Ja configuracién estatal de todos Ios otros paises. El modelo so- cial del Estado desatrollado, la praxis social vigente en él y, de Ja mano de esto, también Ja estructura de Ia personalidad y Ia formacién de Ja conciencia del individuo se consideran evidentes. Con bastante frecuencia suele considerarse un mandato de la ra- z6n eterna el que en los paises més desartollados el otorgamiento de cargos piiblicos a parientes ceda ef paso al otorgamiento de ‘cargos pablicos fundamentado en las aptitudes individuales de los solicitantes. Pero esto, que es realista, posible, necesario y, en este sentido, racional, puede no ser tal en otras etapas del proce- 80 de desarrollo social. ‘Aqui tenemos un ejemplo de eémo en un determinado nivel TIL. Cambios en et equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 207 del proceso de formacién de un Estado se fomenta la individus- lizacién, la mayor acentuaciGn de la identidad como yo del ser ‘humano particular y el apartamiento de éste de las agrupaciones tradicionales. Mientras se bloquee el acceso a la stcesién de tapas del desarrollo social, no serd posible explicar la corrupeién existente en los «pafses en vias de desarrollo». Mientras esto sea as{, no se podré hacer sino levantar la voz. al unfsono con aque- Tos que, abierta o veladamente, se quejan de la repetida apati- ci6n de esas formas de favoritismo y nepotismo en los Estados més recientes. La frecuente imputacién de que hablar de paises «sub- desarrollados» implica desprecio es completamente errénea. Ocurre més bien lo contrario. Lo que implica desprecio es precisamente no llamar a esos paises «subdesarrollados», pues asf se les cierra al acceso a la estructura de Ia transformacién que esos grupos ‘humanos atraviesan, en tanto sociedad y en tanto individuos, durante la trensicién de un nivel de desarrollo a otro. También pata la praxis social es importante tener en cuenta, més alld de los problemas meramente técnicos 0 econémicos de esta reestructure- i6n, los problemas del plano de los procesos sociolégicos, y, con éstos, los problemas humanos, Si se emplea un procedimiento comparativo —y todo estudio de procesos de desarrollo requiere tal procedimiento— se ponen de manifiesto no solamente las estructuras de equello que desde Ia perspectiva del observador podrfan ser fases anteriores, sino también las estructuras sociales de 1a etapa de desarrollo del propio observador. No carece de importancia para la autocom- prensién de quienes conviven bajo la forma de organizacién de un Estado més desarrollado el que los hébitos socteles de los indi- viduos reunidos bajo esa forma de orgenizacién pierdan parte del cardcter evidente que poseen para es0s individuos. Advertir la importancia que posee para el carécter de cada individuo el hecho de que se haya criado como ciudadano de un Estado industril:- zado més desarrollado puede contribuir mucho a arrebater a este cerdcter su pretendida evidencia y a hacer de él algo sobre Jo gue sea posible reflexionar y que se pueda cuestionar. Las com- Paraciones ayudan. Como ya se ha visto, en etapas anteriores del desarrollo sociel el set humano estaba mucho més ligado y, en general, con mucha 208 TIT. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) més firmeza, a las agrupaciones en cuyo seno nacia. Ya por este hecho, los seres humanos estaban vinculados de por vida o, en todo caso, con mucha firmeza, a unidades sociales preestatales, como, sobre todo, el clan familiar, el ugar de nacimiento o la tribu, puesto que era de estas agrupaciones de donde podian es- perar ayuda y proteccién en circumstancias extremas. En las socie- dades més desarrolladas —y esto también quiere decir: en les sociedades que son mas ricas como tales, y sobre todo ricas en capital social— el plano de integracién estatal ha asumido cada vez en mayor medida esta funcién de dltimo refugio en caso de necesidad extrema. No obstante, el Estado ejerce ante el ciuda- ‘dano particular una peculiar doble funcién, que a primera vista puede parecer contradictoria. Por una parte, cl Estado elimina las diferencias entre los individuos. En los registros puiblicos, Io mismo que en las oficinas estatales, el individuo es despojado de su identidad diferenciadora. Es un nombre y un ndmero, un contribuyente 0, segin el caso, tal vez una persona que busca ayuda y proteccién, a quien las attotidades estatales deben con- ceder 0 pueden negar esa ayuda y proteccién. Pero, si bien el aparato estatal sume de esta manera a las personas particulares en una red de regulaciones que es absolutamente idéntiea para todos los citidadanos, la organizecién de un Estado moderno no contempla Ios derechos y los deberes citidadanos de los. in viduos en tanto éstos son hermanas o tfos, miembros de una agru- pacién familiar 0 de alguna otra forma de integracién preesta tal, sino en tanto que son personas singulares, en tanto que indi- viduos. En la hasta ahora altima etapa del desarrollo, el proceso de formacin de Estados conduce hacia una individualizaci6n de las masas. Pero las dimensiones y la forma de esta individualizacién varfan considerablemente segiin sea la estructura del Estado, y, en especial, el reparto de poder entre gobernantes y gobernados, entre el aparato estatal y los ciudadanos. En los Estados dictatoriales del Este, como en todos los Estados dictatoriales, la red de regula- cciones estatales se cierra tanto en tomo al ciudadano, es tan escasa la reciprocidad del control entre gobernantes. y gobernados, que ‘el margen de decisién que posce el ciudadano es relativamente imitado y, con él, también las posibilidades de individualizacién. IIE, Cambios en el equilibtio entre el yo y el nosotros (1987) 209 Es sobre todo en la vida piblica donde 1a regulacién externa se impone sobre le autorregulacién, de modo que ésta muchas veces se ve relegada a la esfera privada. E incluso en esta esfera son _reducidas las posibilidades de individualizacién debido al mono- "polio estatal de la transmisién de conocimientos, de la educacién, del derecho de reunién y asociacién, etc. El margen de autorregu. Tacién, el margen de decisién personal que un determinado tipo de sociedad estatal oftece a sus miembros es un buen indice del grado de individuelizacién. Una de les caracteristicas de un régi- "men dictatorial es el desarrollo de una actitud social especifica "entre Jas personas que viven bajo ese régimen. Estas personas _ esiin, en tanto que individuos, determinadas en gran medida por regulaciones externas y suclen sentirse desorientadas cuando estas egulaciones se debilitan o desaparecen, Puesto que la iniciativa Personal, esto es, la capacidad de decision individual, es poco ‘apreciada en un Estado de este tipo, y quizds es incluso desapro- "Dada o castigada, muchas veces estos regimenes tienden a perpe- ftuarse. Las petsonas que conviven en este tipo de sociedades suelen sentirse més 0 menos inseguras, suelen caer en un con- flicto con su propia conciencia, cuando, de una u otra manera, se les exige un mayor grado de autorregulacién. Su actitud social Jes impulsa involuntariamente a buscar reponer la coezcién exter- na a la que estin acostumbrados, a reponer un gobierno fuerte, por ejemplo. Tal vez sea recomendable hacer aqui un breve excurso sobre el problema de la actitud. La consideracién de los seres humanos desde una sociologia de procesos abre en este caso, como en otros, ilidades de aproximarse de manera cientifica al problema; po- Sibilidades que son bastante conocidas desde cl nivel precien- tifico del conocimiento, pero para cuyo aprovechamiento hay tod via una gran carencia de conceptos cientifices. Términos como estructura social de 1a personalidad» o nivel y forma de la autorregulaci6n individual» podrfan ser de utilidad, Sobte todo €l concepto de «actitud social», que yo mismo introduje hace ya agin tiempo, ocupa una posicién clave en este contexto. Junto Gon el concepto de individualizacién creciente o decreciente, ef “concepto de actitud social incrementa las posibilidades de escapar de la disyuntiva que tan a menudo aparece en les discusiones sobre « 210 TIT, Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) a relacién entre individuo y sociedad, Cuando se comprende, y se puede manejar, este concept, lo mismo que el concepto de estructura social de la personalidad, muy parecido # aquél, se entiende también con mayor claridad por qué conduce a un error fa vieja costumbre de emplear los términos «individuo y «socie- dad» como si se tratara de dos objetos que existen por separado, Se deja de cerrar los ojos ante el hecho, bastante conocido por un saber precientifico, de que cada ser humano particular, distinto como es de todos los demi, lleva en sf mismo una impronta espe- cffica que comparte con otros miembros de su sociedad. Esta im- pronta, la actitud social del individuo, constituyc, por est decitlo, el terreno del que brotan los rasgos personales por los cuales un set humano se diferencia de los otros miembros de su sociedad. sf, por ejemplo, del idioma comin que un individuo comparte con otros y que, sin duda, es componente fundamental de su acti- tud social, brota un estilo més o menos individual, asf como del Ienguaje escrito coméin a Ia sociedad brota una caligrafia indivi- dual inconfundible. El concepto de actitud social permite atraer al Ambito del estudio cientifico hechos humanos que hasta ahora hhabfan escapado a éste, Piénsese, por ejemplo, en el problema que desde fuera de la ciencia se emuncia mediante la expresién «cardcter nacional» —un problema de actitud social por ex- celencia. ‘Aiin puede especificarse algo més la idea de que cada persona leva en si la actitud de un grupo, y de que esta actitud social es lo que individualiza en mayor o menor medida a esa persona. La aetitud social puede haber poseido una sola capa en soviedades poco diferenciadas, como los grupos de cazadotes y recoleciores, de la Edad de Piedra. En sociedades més complejas esté formada por muchas capas. Ast, por ejemplo, alguien puede Hevar en si mismo caracteristicas de un europeo inglés de Liverpool o de un europeo alemén de la Selva Negra. Bl ntimero de capas que se centretejen en la actitud social de una persona depende del néme- ro de planos de integracién que se yuxtaponen en su sociedad. ‘Normalmente, una de estas capas ocupa un lugar especialmente destacado; es 1a capa que caracteriza Ja pertenencia de un set kumano a una determinada unidad social de supervivencia, por ejemplo, a una tribu o un Estado, Los miembros de una sociedad IIT. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 211 "en la fase de desarrollo de un Estado moderno sc refieren a esta capa con la expresién «cardcter nacional». En Jos miembros sociedades que se encuentran en camino de convertirse en un Este do moderno muchas veces pueden distinguirse atin caracteres bales; asf, por ejemplo, en Nigeria todavia puede distinguirse la actitud social del ibo o del yoruba. De momento en Nigeria esta titud social de cardcter tribal se manifiesta con mayor intensidad que Jo que tienen en comtin todos los nigerianos, mientras que en Ja Republica Federal de Alemania, en Holenda o en Francia, y | pesar de fuertes movimientos en contra, la creciente cohesiéa — gue las diferencias regionales empatidezcan ante las nacio- nales, 6 La identidad como yo y como nosotros de la que hablébamos antes es un componente fundamental de la actitud social de ua set humano y, como tal, es susceptible de individualizaci6n, Esta identidad constituye 1a respuesta a la pregunta o «mi mente». No siempre se dice con bastante claridad que estos conceptos presentan dos perspectivas istintas de 1a propia persona como si se tratara de dos obje- tos distintos y, bastante a menudo, como si pudieran existir por separado. Ya el simple empleo de Ia expresién «mi cuerpo» da Ia ‘impresin de que yo fuera una persona que existe fuera de mi ‘cuerpo y que sélo complementariamente he adquirido un cuerpo, como se adguiere un traje. Debido a esta artaigada tradicién dualista, si alguien dice «yo 111, Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 217 soy mi cuerpo» puede ser mal interpretado, Puede ser mal intet- pretado porque el término «cuerpo» es ambiguo en ese contexto. Puede decirse que una pirémide es un cuerpo, 0 que una estrella © una molécula es un cuerpo. La ambigiiedad de la afirmacién de que yo soy mi cuerpo radica en que le expresién «cuerpo» puede remitir tanto a un trozo de materia inerte y relativamente poco organizada, como a unidades bioldgicas de elevado nivel de organizacién, esto es, a los organismos més complejas, Por con- siguiente, el enunciado «yo soy mi cuerpo», 0 «yo soy idéntico a mi cuerpo», puede ser entendido con el significado: «Yo no soy ms que tn trozo de materia desorganizada.» Y, de hecho, en las escuclas filoséficas de nuestros dias desempedia un papel nada desdefiable la idea de que el organismo humeno vivo, que, mientras continda en funclonamiento —o sea, antes de morir—, Se encuentra en un constante fluir, en un desarrollo, en un proce- s0, podria ser reducido, en dltimo término, a formas de materia inerte. Ast, para prevenir In reduccién materialista tal vez sea necesario insistir en que cuando se hable de la propia persona y del propio cuerpo no se trata de dos existencias distintas, sino ‘inicamente de dos perspectivas distintas. En este contexto podemos recordar un hecho que muy a me- nudo escapa a la observacién. Cuando se habla del cuerpo huma- no suele pasarse por alto que la cabeza de una persona, y en articular su rostro, es una parte fundamental de ese cuerpo. Cuando se toma conciencia de esto se comprende mejor la natu. raleza de la identidad del yo humano; pues el rostro de una per- sona que atraviesa un desarrollo individual, especttico de esa persona, desempefia un papel muy importante, quizés el més im- portante, para Ia identidad de esa persona determinada. Si bion es cierto que la forma particular de las otras partes del cuerpo es relevante para identificar a un ser humano como tal persona individual, tanto para ta conciencia de los demés como para la propia coneiencia, ninguna parte del cuerpo es tan importante para la identidad del yo como la cara. ¥ el rostro es también Jo que muestra con mayor claridad en qué medida est4 ligada la iden- tidad del yo con la continuidad del desarrollo desde 1 hasta Ia vejez. De hecho,.el proceso de desarrollo que atra 218 III, Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) humano desde la infancia hasta la vejez puede servir de paradig- ma de un determinado tipo de estos procesos. El rostro cambia, pero a partir de una edad determinada adquiere caracteristicas que hacen posible, a pesar de los cambios producidos por cl en- yejecimiento, identificar a un rostro siempre eomo el mismo rostro, identificar a una persona siempre como la misma persona. Es po- sible que Ia vieja I6gica despierte 1a expectativa de que algo abso- Jutamente invariable constituye el nicleo fijo de todas las trans- formaciones, el micleo inmutable, no sujeto en si mismo a desa- rrollos, de todo desarrollo, El ejemplo del desarrollo de un set humano, y en particular de su rostro, nos acerca quizés a la comprensién de que no es necesario que exista algo que perma- nezca estitico, absolutamente inmutable, a fo largo de tal proceso de desarrollo, La identidad del ser humano inmerso en un proce- so de desarrollo radica sobre todo en que cada fase posterior pro- cede, a través de un decurrir ininterrumpido, de una fase respec- tivamente anterior. La direccién genética, que dirige el curso de ‘un proceso, estd ella misma inmersa en ese proceso. Y lo mismo puede decirse de los recuerdos, tanto conscientes como inconscien- tes. Si bien los recuerdos son hasta cierto punto fijos y constituyen, ‘asf, un elemento que interviene en la formacién del cardcter y Ja configuraci‘n del rostro, también se transforman de un modo especifico en el transurso de la madurez, el envejecimiento y Ia vejez. a, Ciertamente, los seres humanos comparten con muchos otros seres vivos su naturaleza de proceso de un tipo determinado. Lo que los diferencia de otros seres vivos, sean éstos hormigas 0 simios, es su capacidad, ya descrita, de verse a si mismos como en un espejo, Pueden, por asi decirlo, salir de sf mismos, ponerse ante s{ mismos y verse como reflejados en el espejo de su concien- cia. Un ser humano es para si mismo yo y, al mismo tiempo, un td, un él, un ella. Un ser humano no podria ser por sf mismo un yo si no pudiera ser simulténeamente tna persona capaz de verse 4 sf misma como un td, un é1 0 un ella. Por lo general los bidlogos s6lo estudien las caracteristicas que los seres humanos tienen en IIL. Cambios en el equilibrio entre el yo y el nosotros (1987) 219 ‘comin con fos antropoides 0 quiza con Ins ratas. Asf, las carac teristicas singulares con que 1a dindmica de Ie evotucién ha dotado a los seres humanos y que les diferencien de todos los ottos seres yivos pueden ser dejadas de lado. Y, de hecho, términos como

You might also like