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Buenos días a todas las personas aquí presentes, sin distinción de clase: desde las

personas que han adecentado el espacio para que podamos estar hoy aquí hasta el
alumnado que con esfuerzo ha llegado a este evento.

Cuando pregunté a las personas encargadas del protocolo para conocer qué se
pretendía en este discurso me invitaron a reflexionar sobre mi paso por una Universidad
pública, pero no he venido solo a eso.

En primer lugar, desconociendo si en este salón hay personas con la misma experiencia,
me gustaría señalar que mi éxito académico ha sido consecuencia de mi experiencia
personal y familiar la cual no he conseguido encajar en los formularios ministeriales de
solicitud de beca para los estudios, por lo que decidí pagarme la carrera a base de
matrículas de honor, 19 en concreto. Entiendan ustedes que me cueste agradecerle a
cualquier institución por haber sido premiada, puesto que siento que el apoyo ha venido
de mis círculos afines, de aquellas personas docentes que han confiado en mí, pero
fundamentalmente de mis amigas, donde también ubico a mi hermana. Este sobre
esfuerzo que me supondría agradecer lo más mínimo a una institución también surge
del estigma en el que se me coloca por llevar este peinado, o esta vestimenta, también
por ser mujer en resistencia. Aprovechando este espacio he de contaros, que el día que
recogí el premio de la Real Maestranza de Caballería, que todavía no comprendo qué
tiene que hacer una institución privada en los estudios públicos además de maquillar su
imagen, tuve un encuentro con la policía por mero prejuicio. Y ahí iba yo con mi cheque,
la medalla y el pergamino, sin matrículas de honor que me libraran de ese estigma.
Ustedes pensarán que algo estaría haciendo mal, porque claro, con estas pintas, ¿qué
menos? He de reconocer que esos pensamientos no me quitan el sueño, ni mucho
menos. Ahora les voy a sintetizar y cuestionar lo que verdaderamente me quita el sueño.

En Andalucía tenemos la oportunidad de contar con unos costes bajos para los estudios,
lo cual no exime de que haya personas que no tengan acceso a los mismos. Pero no
solo ocurre con los estudios, sino con otros muchos recursos que confirman, como diría
Frantz Fanon, que existe una zona del ser y una zona del no-ser. Ya de por sí, esta
comunidad autónoma es zona sur de un norte global, por mucho que las instituciones
se empeñen en limpiar esta imagen, por ejemplo, apostando por las subvenciones del
“Programa Experiencias Turismo en España” que cuenta con el doble de financiación
de lo que a nivel estatal se invierte en ayuda humanitaria. ¿No les resuena nada?

Yo hoy estoy aquí no solo como Julia Rivas González, sino como reflejo de una sociedad
injusta: ¿acaso todo el mundo aquí conoce lo que está ocurriendo en Su Eminencia con
los cortes de luz, que ya tiene como consecuencia la muerte de uno de los vecinos?
¿Quién es verdaderamente consciente de la situación de calle por la que transitan
menores y jóvenes migrantes? Que, por cierto, no vienen a quitarnos el trabajo, por si
sigue teniendo cabida la duda. ¿Saben lo que está ocurriendo en el paralelo 35º50º del
Mare Nostrum? ¿No se les despierta el miedo al pensar que los megaproyectos mineros
que la Junta de Andalucía está aprobando pueden dejar sin agua potable a Huelva,
entre otras ciudades? Esto lo dice también la WWF, cuestionando el imaginario de “más
mina, mejor” tan impregnado en la faja pirítica andaluza. ¿Se han acercado ustedes a
la violencia que practican los menores desde edad temprana? Les aseguro que,
habiendo sido directora del programa ministerial de Aulas de Naturaleza, da pavor. ¿Han
estado alguna vez en un centro penitenciario y han tomado conciencia de su escasez
de recursos y su falacia de reinserción? ¿Conocen la situación de Alfredo Cóspito? Todo
tan paliativo como los recursos destinados a la salud mental, atendiendo al efecto y no
a la causa. Y permítanme decirlo, pero la causa es una sociedad enferma y unas
instituciones que contribuyen a esa enfermedad.

El planeta tierra y sus personas están rugiendo, como ruge una leona cuando se ve en
peligro, pero los cazadores furtivos están atentos, aniquilando todo intento de resistencia
y creatividad, invisibilizando a todas aquellas personas que “ensucian” la imagen de
bienestar de un estado de derecho que, por cierto, los otorga a quien pertenecen a esa
zona del ser, como he mencionado antes.

¿Saben? Mi vocación educadora, me ha llevado a hacer una analogía de la Educación


y el crecimiento de un árbol: cuando el árbol es todavía semilla, hasta que germina y
crece considerablemente, la atención es fundamental, el cuidado ya ni les digo, para
conseguir que crezca fuerte y sano. Hagan esta analogía con todo, les aseguro que irán
a la cama con la conciencia tranquila de que, a pesar de las atrocidades que se cometen,
ustedes están cuidando esa semilla para un día, poder comer unos frutos que les
alimenten el alma.

Y aunque me hayan visto subir aquí y se hayan inundado de prejuicios, decirles con
amor que les entiendo, nos adoctrinan para ello.

Mis mayores deseos de salud y libertad.

Gracias.

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