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LAS TRAMPAS DE LOS PERIODISTAS, 5 2. LOS DESPROPOSITOS DE LA CLASIFICACION DE LOS GENEROS PERIOD{ISTICOS «Gon una pizca de habilidad resulta facil imputar a otro una opinién contratia a la que el interesado qu a expresar en realidad, sin dejar por ello de basarse exclusivamente cn citas “auténticas” como Gnica prueba» La tengua.y el hombre Bertil Malmberg, 1966 «Si hay alin juieio u opinin en la noticia, tiene que estar aribuida a alguien: enton- ces ¢ convierte en un “hecho” que Se comunica informativamente, no en una opinién pro- pia del comunicador.» El rio media Lorenzo Gomis, 1987 guen enmascarar y ocultar hasta tal extremo su condicién ori- ginal de artificio conceptual que Hega un dia que parecen la cosa mas natural del mundo, con una apariencia de universal 0 de abso- luto tan acreditada como engafiosa. Esto es mas 0 menos lo que ha ocu- rtido, a mi entender, con los lamados géneros periodisticos —informa- cién, interpretacién, opinién— que curiosamente sobreviven uno tras otro a todas las reformas de los planes de estudio con la misma facilidad con que lo hace un fancionario, Con su apariencia objetiva apenas dis- cutida, la clasificacién de los géneros periodisticos ha fomentado una cadena de equivocos que de forma indirecta justifican todos los vicios de la retérica de la objetividad y sustentan la estrategia de la credibilidad informativa, De hecho, la clasificacién de los géneros no hace mas que desplegar y consagrar el principio editorial, supuestamente deontolégi- co, de separacién de la informacién y la opinién. Bueno, no sabria decir si los géneros son fruto del principio de sepa- racién o si el principio es consecuencia de la aparicién hist6rica de los géneros que la mayoria de los manuales documentan de forma calcada.! Sin embargo, diversos estudiosos acreditan que el principio de separa- cién es anterior, y que en concreto fue formulado en 1836 por Emile | | ay nociones que a fuerza de nombrarlas y de repetirlas consi- 1, Véase, por ejemplo, entre otros, GOMIS (1987: 63-86); BENITO (1973: 65-79). 26 HRANGESC BURGUET ARDIAGA, Girardin, director y propictario de La Press, diario de Paris, cuando con notable intuicién, empresarial més que editorial, «va decidir separar el diari en dues seccions: una per donar informacié, és a dir, basicament per donar noticies, i Paltra per publicar comentaris, per incloure opi- nions» (Gomis, 1990: 11), lo cual conlleva, aunque no es exactamente lo mismo, «separar las noticias de los comentarios, las informaciones de las. opiniones» (Gomis, 1991: 54). Lo que quiero decir es que, aparte de atri- buirle la propuesta inédita, intencionada, de separar las noticias y los comentarios, Girardin veia el principio de separacién mas como una estrategia comercial, de hacer un periddico aceptable por un publico més amplio, y por tanto politicamente mas heterogéneo, que no como tuna estrategia de fiabilidad informativa y de enmascaramiento ideol6- gico. Dicho esto, tanto da saber qué fue primero, porque el principio de separacién y la clasificacién de los géneros se alimentan de manera reci- proca, y de manera igualmente reciproca cicrran el circulo estratégico de la credibilidad informativa, Vedmoslo. En primer lugar, notemos que clasificar significa ordenar o dividir un conjunto de elementos en categorias 0 clases, y que cada clase resultado de la clasificacion— agrupa ciertas cosas que tienen un mismo valor 0 caracteristicas comunes, que a la vez marcan de forma especifica la diferencia entre las clases de una misma clasificacién. Simple: si clasificamos las setas, por ejempio, en tres categorias, comes- tibles, indigestas y venenosas, suponemos que las especies reunidas en una misma categoria comparten en mayor 0 menor grado la misma propiedad diferencial, que puede excluir o incluir todas o algunas de las otras en funcién de Ja naturaleza gradual de la clasificacion. En el caso del ejemplo, las setas de la clase comestibles son a la vez no indi- gestas y naturalmente no venenosas; las indigestas, no son comestibles pero tampoco venenosas; mientras que las venenosas son no comesti- bles pero sf indigestas, 0 mejor dicho, mas que indigestas. A menudo Ja clasificacion va asociada a la idea de (de)gradacion de la cualidad o propiedad clasificatoria, y esto es lo que ocurre en el caso de los géne- 10s periodisticos. Cuando clasificamos los géneros en informativos, interpretativos y de opini6n, entendemos que los géneros informativos contienen +infor- macién, —interpretacién, - opinion; que los interpretativos suponen informacion, +interpretacién, pero —opinién; y que los de opinion contienen © pueden contener +informacién, +interpretacién y, claro est, topinién. No podria ser de ninguna otra manera si tenemos que dar crédito a la clasificacién, ;verdad? Si se asegura que hay un género LAS TRAMPAS DE LOS PERIODISTAS 2 informativo claramente diferenciado de los interpretativos y de opinién, sélo puede ser porque el primero no contiene interpretacion y todavia menos opinién. Porque, claro, si la informacién contiene interpretacion o, atin peor, incluye opinién, entonces a ver quién es el listo que nos explica como identificar el género informativo, es decir, gcual seria, entonces, la diferencia entre la informacién y la interpretacion o la opi nién? Qué sentido tendria, pues, la clasificacién de los géneros? De este modo harto rudimentario pero tan eficiente, la clasifica- cién de los géneros periodisticos funda, fija y vindica el secular princi- pio de separacién de la informacién y la opinién: quiero decir que la clasificacion se estructura mediante un eje definido por dos polos opuestos: informacién y opinién. Y ademas, de un modo mas sobre- entendido que declarade, la clasificacién de los géneros despliega un segundo ¢je paralelo que contrapone subjetividad y objetividad, inten- cionalidad y no-intencionalidad, parcialidad ¢ imparcialidad, eteétera. Y si resulta que el polo de la opinién es, sin discusién alguna, el terri- torio propio de la subjetividad, entonces el otro lado, el polo de la informacién, tiene que ser necesariamente el terreno natural de la objetividad. Todo parece bien encajado. Pero la conclusién se apoya en una premisa falsa y en un antagonismo sin sentido (subjetivo versus objetivo) que han dado pabulo a una espiral de equivocos toxicos y por esto mismo eficaces: que s6lo la opinién es subjetiva, intencional ¢ intencionada, como si detras de la informacién no hubiera un sujeto intencional igualmente cargado de intenciones. Que objetividad y subje- tividad son términos opuestos, frontalmente opuestos, equivalentes a no- intencionalidad e intencionalidad. Que en este sentido se da por entendido que la clasificacién de los géneros corresponde a una (de)gradacin de estas dos propiedades, que se manifiestan de forma pura cada una en un extremo. Que objetividad y subjetividad como cualidades opuestas se definen por exclusion, sobre todo en una direccién, que la objetivi- dad consiste en disimular cualquier rastro de subjetividad, es decir, que la supresion de cualquier indicio objetivo de subjetividad —cl llama- do estilo informativo: impersonal, descriptivo— permite certificar una supuesta objetividad de la informacién, transformada por arte de magia barata en una cualidad y una garantia éticas que consisten sobre todo en enmascarar el sujeto de la informacién. Y sino hay suje- to, entonces tampoco hay intencidn, 0 sea, no hay mala intencién alguna, que por lo visto es un cdncer que s6lo afecta a la opinién, 0 peor dicho, un virus que contagia el sujeto subjetivo de la opinion, pero no el sujeto objetivo de la informacion. En fin, una trampa y un 28 PRANCESC BURGUET ARDIACA disparate, porque siempre habra sujeto y siempre habra intenci6n. Ctra cosa es que el sujeto y sobre todo la intencién estén ocultos, y de alguien que se esconde mejor ser no fiarse. En definitiva, la clasificacién de los géneros periodisticos ha instau- rado, 0 por lo menos ha consolidado, el tridngulo retérico de la credi- bilidad informativa formado por dos catetos digamos ingenuos pero engaiiosos y una hipotenusa fraudulenta, a saber: que en buena medi- da y de manera estratégica la objetividad consiste sobre todo en disi- mular cualquier sefial de subjetividad; que hay una informacién pura? exenta de interpretaci6n y también de opinién, porque asi lo dispone la clasificacién de los géneros; que la informacion es, por sino ha queda- do claro, de naturaleza objetiva, y sobre todo no subjetiva, sin intencién, © sea que tranquila, que es de fiar, que no la queremos engafiar, sefio- ra, etcétera. Pues no, no hay ni una informacién objetiva ni tampoco una no-subjetiva y no-intencional: lo que se supone que hay o tiene que haber son datos objetivos, por supuesto, pero esto es otra cosa (véanse capitulos IV y V). La informacién presupone datos objetivos, ciertos, claro, porque si no sean falsos, 0 peor, erréneos. Pero que los datos sean fables, acreditados, verificados, documentados, que es algo que se pre- supone y constituye el grado cero de la deontologia informativa, no supone para nada que la informacién sea ya no diré objetiva, que entendida como garantia ética es un sinsentido, sino ni tan siquiera veraz, Los datos si que pueden ser objetivos —néunero de muertos o de detenidos, precio del barril de petréleo, caudal del Ebro, declaraciones del presidente—, pero los hechos, la informacién de hechos, munca, Asi pues, que los clatos de la informacién sean objetivos, ciertos (grado cero deontolégico), no garantiza que la informacion sea veraz, 0 dicho de oto modo, no impide que la informacién no pueda engaiiar. Proclamamos, pues, la ubicuidad de la interpretacién, la valoracién y la opinién en el proceso informativo y, en consecuencia, no s6lo resti- twimos la condicién subjetiva a la informacién de actualidad, sino que 2, En un libro no tan viejo de CAMPS Y PAZOS (1996: 130), se afirma con una naturalidad que espanta que «la crénica es el relato de un hecho mediante la informa- cin pura, sin interpretacion ni opinion». Y en un libro ain reciente de BASTENIER (2001), después de renegar de la objetividad (24-29) y de asegurar que «no hay nada cestablecido de manera irrefutable en cuanto a géneros; ni cules deben ser, ni cudntos, ni para qué, aunque la variedad de aproximaciones al problema es infinita; de ahi que se derive una gran confusién» (31), hace su aportacién particular al lio y propone esta- Diecer «tres géneros troncales, que denominamos por orden de aparicin en escena: @) seco 0 informativo puro; 8) crénica; ¢)reportaje» (32). LAS TRAMPAS DE LOS PERIODISTAS 29 la reivindicamos. El proceso de la informacion es, de principio a fin, una labor de interpretacién y valoracién, una cadena de decisiones que, si pretenden rehuir la arbitrariedad, la negligencia o la irresponsabilidad, se han de fundamentar en criterios, es decir, en valores y razones: deci- dir qué es noticia y, por tanto, qué no lo es 0 lo es pero no tanto; decidir qué informacién ocupard cuatro columnas y cual liquidaremos con un breve; qué noticia destacaremos en portada y qué conviene esconder en um rincén de seccidn; decidir qué datos son capitales y cuiles son irrele- vantes; decidir de qué hablamos en primer lugar, qué relegamos a la periferia y sobre todo qué callamos; decidir qué palabras usaremos, si hablamos de insurgentes o de terroristas, de agentes de bolsa o de espe culadores, si decimos que Telefonica ha cafdo un 4% o que ha perdido tres mil millones, si titulamos que han detenido por estafa a un empre- sario catalan 0 a un empresario a secas, si destacamos que la victima era rabe 0 que lo cra el agresor.. En tal situacién, parece un disparate negar que «les conditions de Pherméneutique se déploient dans les trois ordres principaux de activité journalistique: observation des faits, leur interprétation au sens restreint des opinions ct leur narration sous forme de récits» (Cornu, 1994: 371). Y esta condicién subjetiva de la informa- cién no se ha de ver como una tara 0 deficiencia, por otro lado inevita- ble, sino todo lo contrario, porque «une éthique de Vinformation pre- nant appui sur Paflirmation du sujet comme interpréte fonde une per- ception plurielle de la réalité et une interprétation pluraliste de la notion méme de remarquable» (Cornu, 1994: 371). Contra lo que afirman o dan a entender la mayoria de cédigos deontoldgicos, libros de estilo y estatutos de radio y televisién, sepa- rar la informacién de la opinién es en un sentido estricto, riguroso, una ilusién, un malentendido, o directamente una estafa. La estrate- gia de la credibilidad 0 fiabilidad informativa esta viciada por el mismo principio falaz de la separacién. La clasificacién de los géne- ros que consagra la retérica de la objetividad ha promovido una serie de equivocos que, si de un lado sacralizan la informacién, del otro y al mismo tiempo satanizan la opinién, sin darse cuenta —o si que lo advertian y por eso mismo lo ocultaban— de que: [...] la distincién entre texto informativo, texto interpretativo y texto ima «los datos de opinién no es de naturaleza ética como lo es la ms son sagrados y las opiniones son libres»; esto significa que no se puede esperar que la diferencia entre texto informativo 9 texto de opinién consista en que del primero se excluyan las opiniones y del segundo los datos ni que la garantia 30 FRANGESG BURGUET ARDIACA de que la informacién esté segregada de la opinion dependa de pro- piedades estilisticas 0 estructurales del texto, Como hemos dicho antes, todo texto ¢s intencional, La intencién que anima al redactor 0 al informador cs una propiedad que subyace al estilo y a las propie~ dades sintacticas 0 estructurales del texto. Se puede ser tan subjetoo, secta~ rio caprichoso con una redaccién impersonal y una mera referencia de datos como con un comentario de opinién (Nuviiez, Ladevéze, 1991: 49). Distinguir entre informacion, interpretacién y opinién solo puede aceptarse como una clasificacién de orden textual, es decir, nos limi- tamos a considerar si en la superficie del texto informativo se expresan abiertamente o no interpretaciones y opiniones. Y si se exponen de manera manifiesta en el texto, entonces es que son evidentes. En este sentido, pues, la clasificacién tradicional de los géneros tiene como tal clasificacién un interés escaso o casi nulo: la obviedad de sus catego- rias resulta tautolégica.? Quiero decir que si la opinién es explicita, si la opinién se presenta abiertamente como tal opinién en el texto, entonces més que una clasificacién es una constatacién, Pero no se puede admitir de ningtin modo que la clasificacién de los géneros represente algo mas que una relacién de las propiedades explicitas del texto, es decir —y de abi surge el equivoco—, més all de las catego- rias textuales, las tres géneros presuponen sin remedia, por accién 0 por omisién, un gercicio de interpretacin y de opinién implictas. Y si esto parece poco pre- ocupante en el caso de un texto de opinién, en el que se supone que a opinién explicita y la implicita van en una misma direccién, en cam- bio, resulta mucho més inquietante en un texto informativo, en el que se supone que no hay ni rastro de opinién, ni siquiera de interpreta- cién, y se afirma abiertamente que sélo hay informacién. En este sentido, pues, la clasificacién de los géneros es una buena fuente de errores y malentendidos, la coartada oportuna de tantas trampas y engafios, una perversion. Y si tantas sospechas suscita la opinién, pues con mas desconfianza deberiamos mirar una opinion disfrazada de informacion, porque esto, y no otra cosa, es a fin de cuentas cualquier informacién: un ejercicio de interpretacion y opi- nién o valoracién implicito, a menudo disimulado, a veces encubierto, oculto, y siempre intencionado, que gobierna de principio a fin la 3. Otra cosa son los aspectos técnicos y ret6ricos propios de cada género periodis- tico, que se supone que cualquier profesional conoce y domina, LAS TRAMPAS DE LOS PERIODISTAS 31 labor informativa, desde la etapa pretextual hasta la textual y la supra- textual. Interpretaci6n y opinién implicitas que, sin embargo, se pue- den detectar en el mismo texto informativo. De hecho, éste es nuestro iltimo objetivo: identificar, describir y sistematizar las formulas o mecanismos a través de los cuales se expresa la interpretaci6n y la opi- nin implicitas en la informacién de actualidad, y de manera especial en Ios titulares, por su papel de representacién de la noticia. Quede constancia, sin embargo, que el cjercicio de opinién més brutal, més determinante de todo el proceso informativo es decidir qué es noticia ¥, por tanto, qué no lo es o no lo es tanto. Porque en contra de lo que muchos piensan, aquellos que quieren influir en el piiblico no preten- den el pillpito de la seccién de opinién, que sirve para presumir y poco més, sino el control de la informacién, que es un poder muy superior, medio divino: no puede crear el mundo, pero puede inventar su ima- gen, que no es lo mismo pero casi. En una determinada dimension ética, seria facil establecer un para- Jelismo curioso entre informacién y opinién de un lado, ¢ informacién y publicidad del otro, en el sentido de que, en relacién con la informa- cién, la opinién y la publicidad suscitan desconfianzas similares. Pero asi como los cddigos deontolégicos, los libros de estilo y la Administracion pasan de puntillas sobre la opinion implicita o encubierta en la infor- macién, sorprende comprobar en cambio que se pronuncien abierta- mente en contra de la publicidad implicita: encubierta o subliminal. En otras palabras, la razonable prevencién profesional, ética y penal contra la publicidad disimulada u oculta, no se ha sabido o no se ha querido trasladar al terreno de la interpretacién y la opinién implicitas en la informacién, aunque el paralelismo no parece discutible, Basta citar, por ejemplo, que la directiva del Consejo de Europa sobre coordinacién de disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los estados miembros relativas al ejercicio de actividades de difusin televisiva, en el capitulo dedicado a la publicidad por televisién, advierte que «la publi- cidad tendré que ser facilmente identificable y diferenciarse claramente del resto del programa mediante recursos épticos y/o actisticos», lo que resulta muy parecido al principio de separacién entre opinién ¢ infor- maci6n, pero a renglén seguido afiade, como quien sefiala los pecados capitales, que «a publicidad no utilizaré técnicas subliminales» y, del mismo modo, «se prohibe la publicidad encubierta».t Con el mismo 4. Directiva del Consejo de Europa 89/552/CEE de 3 de octubre de 1989 (Diario argumento, diré que no se trata de alimentar una desconfianza especial ante la opinién declarada y formal, sino de denunciar el peligro de la opinién encubierta, implicita, oculta en la informacién, bajo la mascara de la objetividad. En este sentido, suscribo plenamente la denuncia que el escritor Francisco Ayala formulaba el 25 de noviembre de 1984 en su discurso de entrada en la Real Academia Espafiola de la Lengua: En un periddico, tal vez no sea la parte mas importante ni la mas caracteristica el articulo de supuesta o efectiva base doctrinal que sos- tiene y se propone propagar una opinién, sino la informacién, cuyas inconscientes intenciones tendenciosas son implicitas, ocultas, y quiz: por parte de quien la transmite, [.] Siel articulo editorial o el artfculo argumentativo, firmado o no, se propone atraer la atencién del lector, fijarla, retenerla y conducirla hacia la conclusién deseada, no es otro, a final de cuentas, el objetivo que el periédico persigue mediante la informacién general que pro- porciona al piblico. A través de ésta procura el periédico persuadir, arrimando el ascua a su sardina ideol6gica; y en tal sentido cabria afirmar que la informacion periodistica es siempre tendenciosa, y tanto més cuanto mejor o disimule (Ayala, 1985: 52, 55-56), Desconfio de la clasificacion de los géneros, sobre todo por el uso estratégico que se le ha dado, es decir, porque ha bendecido una serie de equivocos ilusorios, engafiosos, y por encima de todo porque ha brindado una coartada de objetividad 0 de imparcialidad a la dolosa manipulacién informativa que latia, por ejemplo, tras la letania diari de Ernesto Saenz de Burnaga: «Asi han sido las cosas, y asi se las hemos contado», Sélo le faltaba levitan, De todos modos, entiendo que detris de la clasificacién de los géneros hay, no diré una justificacion, pero si dos explicaciones. La primera surge de la historia misma del periodis- mo, que los entendidos en general dividen en tres etapas mas 0 menos definidas pero también imprecisas: periodismo ideologico o de opinion, periodismo informativo y periodismo de explicacién o interpretativo. Una primera etapa, pues, de prensa ideolégica 0, mejor dicho, prensa de opinién, porque ideol6gica a mi entender lo es siempre, que se alar~ ga hasta el final de la T Guerra Mundial, y que «es un periodismo emi- Oficial de las Comunidacles Europeas, mim, L, 298/23-30, 17 de octubre de 1989, arti= caulo 10, puntos 1, 3 y 4 respectivamente). LAS TRAMPAS DE LOS PERIODISTAS 33 nentemente doctrinal, politico [...] con animo proselitista al servicio de ideales politicos, religiosos, sociales [...] que responde a una etapa his- torica de partidismos politicos y huchas ideologicas» (Benito, 1973: 71). ‘Tras la guerra, vino una etapa de prensa informativa que «se impone en todo el mundo occidental a partir de 1920 [y que] es basicamente un periodismo de hechos, no de comentarios» (Martinez Albertos, 1983: 274). Y si durante la etapa llamada informativa, que domina todo el periodo de entreguerras, «el principio de la noticia estricta- mente objetiva seguia siendo un dogma inamovible [y] la prensa diaria seguia reacia a cultivar el comentario», sin embargo, «la Segunda Gue- ra Mundial y la guerra civil espafiola hicieron cambiar muchas opi- niones al respecto. No se podia entender lo que ocunia en Europa si no se suministraba una informacién mas en profundidad. Los corresponsa- les empezaron a enviar noticias con datos supletorios que ayudaban a su interpretacién» (Fontcuberta, 1981: 26, 27). Asi arrancaba la etapa del periodismo llamado de explicacién o de interpretaci La cita anterior apunta una reflexién que entiendo capital, y por eso mismo la subrayo —«No se podia entender lo que ocurria»—, porque es una forma de admitir la insuficiencia informativa de la llamada informacion objetiva y una manera de denunciar la escasa fiabilidad del objetivismo, susceptible de servir a todo tipo de inte- reses ideol6gicos, despreciables, mezquinos o legitimos, da igual, y casi siempre desde la amputacién o Ia subversin del sentido. Por esto afirmo que la informacién pura y dura, objetiva, es imposible, ni siquiera por aproximacion, y que si fuera posible, entonces seria indeseable, por defectuosa, 0 peor, por tramposa, No haré falta ni demostrarlo, sera suficiente con mostrarlo: se puede hacer una informacién con una impeccable apariencia de objetividad que, sin necesidad de mentir, s6lo a base de citas literales y datos incontes- tables, induciré al engafio: es la tampa de la informacién, La segunda explicacién que anunciaba, més que considerar los géneros como clases definidas, los entiende como una funci6én progre- siva y complementaria del periodismo, en el sentido de que para valo- rar 0 juzgar cualquier hecho —opinién—, antes sera necesario cono- cer sus datos basicos, que como tales serdn de naturaleza objetiva, fia- bles, acreditados —informacion— que de inmediato tendran que ser significativamente contextualizados, ¢s deci, haré falta buscar y pro- poner un sentido —explicacién—, que no es més que un ejercicio imprescindible y a la vez ineludible de interpretacion: una labor sub- jetiva, y en consecuencia relativa, variable por naturaleza, contradic- mn. ” FRANCESC BURGUET ARDIACA, toria a veces, y por eso mismo discutible, conflictiva, pero en ningdn caso ni arbitraria ni gratuita. Y cuando afirmo que Ia interpretacién (de la informacién) es un ejercicio que la periodista no puede eludir bajo ningiin concepto, quiero decir que la no-interpretacion, ya sea por negligencia, ya sea con toda la intencién, es también por defecto uomisién un modo de interpretacién, tanto o mas poderosa y eficaz que la interpretacién activa. Asimismo, la supuesta neutralidad es también una forma de accién por omisién, en la que ademas se dis- fraza de virtud y gesto ejemplar lo que en el mejor de los casos es sim- ple ingenuidad, pero que a veces sélo esconde una actitud egoista 0 irresponsable 0 cobarde o incluso cinica. En este sentido, bastara con recordar la vergonzante neutralidad de Francia y la Gran Bretafia ante el Jevantamiento militar de Franco contra la II Republica. Y por analogfa, el silencio, el silencio intencionado se entiende, también puede ser un texto por omisién, y sobre todo por exclusion. En cualquier caso, la condicion subjetiva, intencional e intenciona- da de la interpretacién propia de la informacion —porque si no es sub- jetiva, intencional, intencionada, ga ver qué carajo es?— no hipoteca, ni tampoco deja de hipotecar, claro, aquello que en sustitucién de la absurda objetividad informativa, unos Ilaman imparcialidad de la informacién y otros honestidad® del periodista. Un grado w otro de parcia- lidad es siempre inevitable, pero ademas es legitima, deseable, inexcusable, si no se quiere caer en la més mezquina indifeencia, Advirtamos, firralmente, que solo se puede ser subjetivamente parcial o imparcial, subjetivamente hones- to 0 deshonesto, o dicho en otras palabras, la imparcialidad, la hones- tidad y todos los demas sucedaneos de la objetividad son cualidades que atafien a la intenci6n, a la actitud y, en definitiva, a la voluntad del sujeto. Del sujeto competente, se entiende, porque sin competencia ~contextual y textual— la voluntad, la intenci6n, la actitud y, en defini- tiva, la ética de la periodista desfallecen, canceladas por la ignorancia, sin otro destino que la irresponsabilidad, el ridiculo y el desatino. 5. Ante el descréito de la objetividad, algunos acaclémicos y profesionales han despla- zado definitivamente el criterio deontolégico hacia el terrtorio del sujeto, y eso a pesar de estar tradicionalmente bajo sospecha; y asf, mientras que unos se encomiendan a la veraci- dad informativa, otros se referen directamente a la honestidad del periodista. Por ejemplo, el periodista de Le Monde Alain Woodrow explica que Hubert Beuve-Méry, fandador (1944) y director durante afios del prestigioso vespertino de Parts, se iritaba siempre que alguien le hablaba de objetividad: «Lobjectvité n'existe pas, grommelaitil. Uhonnéteté, uit», citaelo por WOODROW (1990: 165). Por cierto, la Gran Enciclopiia Catalana (1977, X, 187) dice que Ze Monde adestaca per la eva informaci rica i que tend a ésser objective.

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