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= ena eae : } CORPUS HISPANORUM DE PACE ‘| comentario ‘| resolutono a Cambios CORPUS HISPANORUM DE PACE Se inicié en la Espafia del siglo xvi un verdadero pensamiento sobre la conviven- cia humana, que se fue forjando lentamen- te en medio de Ja oposicion ideolégica y de la lucha politica. El concepto de paz constituye la sintesis dinamica que da uni- dad y sentido a todo aquel sistema de con- vivencia. Y por haberse empefiado en po- Jarizar esta doctrina en un sentido juridico © politico Gnicamente, se ha mutilado, no pocas veces, su riqueza humana y se ha minimizado también su proyeccién hist6- rica, Con esta doble responsabilidad de ser- vicio a a ciencia y a la paz, el Consejo Superior de Investigaciones Cientificas aco- mete la empresa de publicar estas fuentes fundamentales de manera sistematica y or- ganica en un Corpus Hispanorum de Pace. Recoge este cuarto volumen el Comenta- rio resoluforio de cambios, de Martin de Azpilcueta, que, publics en Salamanca en 1596. Su teoria del dinero quiere ser la base de una regulacién moral de las rela- ciones econémicas entre ciudadanos de un mismo pais y dé distintas maciones. El as- pecto econémico de la convivencia huma- na constituyé una de sus grandes preocu- paciones. El profesor Perefia prepara Ja ediciéa critica a base del texto original, incorpo- rando ademés las aportaciones de las nueve ediciones castellanas, las traducciones Ia! nas, portuguesas, italianas y francesas, las sintesis elaboradas por el mismo autor 5 los informes pedidos por reyes y comercian- tes sobre problemas econémicos, El profe- sor Pérez Prendes traduce y anota la car- ta apologética en la que Azpilcueta traza su propia personalidad clentifica y define su posicién humana ante la convivencia in- temacional. Y el profesor Ullastres realiza magistralmente el estudio teérico vaciando en sintesis apretada la doctrina del doctor Navarro y su aportacién a las modernas teorias econémicas. Una nueva perspectiva del pensamiento espafiol que ha pasado casi totalmente inadvertida. Precio: 210 pesetas COMENTARIO RESOLUTORIO DE CAMBIOS CORPUS HISPANORUM DE PACE EDITADO BAJO LA DIRECCION DE LUCIANO PERENA Votumen IV MARTIN DE AZPILCUETA COMENTARIO RESOLUTORIO DE CAMBIOS INTRODUCCION Y¥ TEXTO CRITICO POR ALBERTO ULLASTRES JOSE M. PEREZ PRENDES y LUCIANO PERENA CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS MADRID, 1965 ‘Dep6stro Leeat: M. 14,197-1965 Nwaceno DE REGISTRO: 7.250/65 ‘Onésime Redondo, 28. MADRID. ‘SUOESORES Dx RIVADENEYE: PRESENTACION s 4 “he eT oo aS 2 = “ete a Oo ml - Por su doctrina y su influencia Martin de Azpilcueta signi- fica un maestro clave para la doctrina espaftola de la paz. En 1528 pronuncié, en presencia del emperador Carlos V y gran parte de la nobleza espanola, la primera releccién sobre el poder politico. En ella perfild la verdadera constitucién de la Iglesia contra conciliaristas y galicanos; defendié el origen democrdtico del poder politico, su naturaleza y subsistencia, la soberania popular y la funcion ministerial de la monarquia. La releccién que promuncié en 1548 ante la Universidad en pleno de Coimbra seftala uno de los momentos mds importantes en la elaboracion de la doctrina espafiola de la paz. Sociedad y persona humana, formas de asociacién, principe y ciudadano, el poder del Papado y del Imperio, Iglesia y Estado, nacién y comunidad in- ternacional son el esquema de Francisco de Vitoria que Martin de Azpilcueta completa y actualiza, Concibié el Papado como el poder moderador de la comunidad cristiana por consentimiento de los reyes ¥ los emporadores; define el arbitraje internacional y descubre la posibilidad de una confe~ deracién europea para salvar la unidad espiritual de Europa dentro de la variedad politica. Llegd ast a la concepcién democratica de la autoridad internacional. Comentando la Bulla Coenae incorporé los principios de Vitoria sobre la guerra justa e interpretd la empresa espanola en América. Inicia la doctrina del contrabando de guerra y sefala las relaciones que pueden existir entre el mundo cristiano y el imperio turco al eriticar los tratados de alianza entre Francisco I y Soliman el Magnifico. Su patriotismo, que, no cabe duda, fue leal, y los argwmentos expuestos en su «cara apologétican son convincentes, se basaba no x PRESENTACION sobre la xenofobia, sino sobre el respeto al extranjero y el amor a todos los hombres. Mds que su docerina, su conducta humana cons- tituye el mejor testimonio de convivencia. Todos estos documentos serdn incorporados en el CORPUS HISPANORUM DE PACE. Este primer volumen dedicado a Martin de Azpilcueta recoge el Comentario Resoluiorio de Cambios. El aspecto econémico de la convivencia humana constituyé para Azpileueta una de sus grandes preocupaciones, aunque hasta ahora haya pasado casi totalmente inadvertido. Expresamente se ocupé de lo econémico en varias ‘ocasiones. Y su teorla del dinero, como base para una regulacion moral de las relaciones econémicas entre ciudadanos de un mismo pais y de distineas naciones, quedé plasmada de manera concreta ‘en si Comentario Resolutorio de Cambios. Fue publicado en Salamanca a finales de 1556 y dedicado a don Carlos, Principe de Castilla e hijo de Felipe II. El texto critico ha sido fijado a base de la edicidn principe de Salamanca (1556), teniendo en cuenta las nueve ediciones castellanas posteriores, -y las traducciones portuguesas, italianas y francesas. En la introduccion se recoge 1a «carta apologétican que el mismo Martin de Azpilcueta escribié al duque de Alburquerque, goberna- dor de Mildn, en defensa de si mismo contra los que le atacaban de antiespafiol. Escrita en latin ha sido puesta on castellano y ano- tada por el profesor José Manuel Pérez Prendes. Es un documento de excepcional importancia no sélo porque traza magnificamente su propia personalidad cientifica, sino muy principalmente porque es una justificacién de su postura humana ante los problemas interna- cionales. En una coleccién sobre la paz no se puede desconocer este documento. El profesor Alberto Ullastres ha realizado el estudio tedrico vaciando en sintesis la doctrina del doctor Navarro y demuestra la aportacién de Azpilcueta a las modernas teorias econdmicas. Pero sobre todo hay que resaltar que encontramos en ella una base sélida a las relaciones humanas. A todos los que han contribuido a la elaboracién de este volumen nuestro agradecimiento mds sincero. INDICE Paginas IntRopuccidn: I. El Comentario de cambios. RV IL. Carta apologética ‘XXIX III. Las ideas econémicas de ‘Martin de Azpilcueta ‘LvIt TEXTO cRfTICO: I. Interpretacién del texto...... 5 II. Concepto y clases de cambios. . 17 III. Origen y funciones del dinero. 21 IV. Cambio justo y licito 25 V. Cambio por oficio 29 VI. Cambio por menudo. 35 VII. Cambio por letras. 39 VIII. Cambio por traspaso. 49 IX. Cambio por interesse 533 X. Cambio por guarda. st XI. Cambio por compra, trueco o contrato. 63 XII. El valor del dinero. B XIII. Dinero presente y dinero ausente. 87 XIV. Créditos y cambios internacionales. 93 APENDICES: I. De usura circa cambia.. 109 II. De los pecados de usura. 129 III. Consilia circa cambia..... 135 Inpices: I. Fuentes... 159 II. Autores y materias . 163 INTRODUCCION I EL COMENTARIO DE CAMBIOS Por Luctano Persfia Martin de Azpilcueta, llamado vulgarmente el «doctor nava- Tro», por su patria de origen, Ilené todo un siglo (1492-1586) 1, Compaiicro en Ia catedra del ilustre dominico Francisco de Vi- toria, se consideré siempre su discipulo: “Nos halaga, decia, ha- ber ofdo esta misma doctrina de Francisco de Vitoria, varén per- fectisimo y doctor el més ilustre que més que ninguno de sus predecesores, ilustré a Espafia con aquella su verdadera erudicién teoldgica, especialmente sacramental y moral»®. Recordaba tam- bién siempre con orgullo «al doctisimo y muy sabio discipulo de Salamanca», Diego de Covarrubias*, Su magisterio universitario fue decisive. Por su doctrina y por su influencia significa con Vi- toria y Covarrubias un maestro clave para la doctrina espafiola de la paz. En la Universidad de Alcald estudié Filosofia y Teologia (1503-1510). Continud Derecho en la Universidad de Tolosa, que era el centro de estudios jurfdicos més célebre que tenia Francia, En ella y en la de Cahor ensefié los primeros afios de Derecho civil y canénico, Sus conferencias ptiblicas de 1520 extendieron su * Mariano Artorra x Lasa: El doctor Navarro, Don Martin de Azpil- cueta y sus obras. Pamplona, 1895, * Enchiridion, cap. I, n. 36. * De sponsalibus, part. I, cap. I, n. 18, RVI INTRODUCCION fama por toda Francia y se le ofrecié el cargo de consejero en el Parlamento de Paris. A la cétedra de Salamanca evé en 1524 toda la sabiduria juridica que desperté sus ambiciones en Francia, Empez6 como profesor suplente del doctor Tapia en la citedra de Prima de la Facultad de Derecho canénico y explica después una citedra menor en Cénones: en 1532 gané por oposicién la cétedra de Decreto, y pasa en 1537 @ la catedra de Prima. Martin de Azpilcueta introdujo un nuevo método de ense- fianza, simultaneando ¢l Derecho civil con Ja ley eclesidstica in- formada por la teologia moral, El mismo ha dejado consignado el plan de todas sus explicaciones en la Universidad de Salamanca, que calificaba Omnium Orbis Christian’ cum paucis principem *. El nuevo método de ensefianza y su erudicién pasmosa atrajo la atencidn de alumnos y catedraticos que pugnaban por ofr sus lec- ciones, asistiendo ordinariamente un auditorio de mil personas. Para completar la formacién de sus discipulos daba publicamente lecciones extraordinarias sobre principios de filosofia juridica. En 1528 pronuncié, en presencia del Emperador y gran parte de la nobleza espafiola, la primera releccién que se tuvo en Ja ilus- tre academia. Don Pedro Pacheco, visitador y reformador enton- ces de la Universidad, le designé la tesis: «El reino no es del rey, sino de la comunidad, y la misma potestad, por derecho natural, es de la comunidad y no del rey; por esta causa no puede la co- munidad abdicar totalmente de su poder». Arguyeron don Fran- cisco de Navarra, prior de Roncesvalles; don Francisco de Mendo- za y Bobadilla, prefecto de la Universidad y después obispo de Coria, cardenal y arzobispo de Burgos; don Diego de Alva, cate- Grético de Derecho canénico y més tarde obispo de Astorga y Oviedo. Con el aplauso de profesores y alumnos, perfilé en aquel momento histérico la verdadera constitucién de la Iglesia contra conciliaristas y galicanos; defendid el origen democritico del po- der politico, su naturaleza y subsistencia, Ia soberanfa popular, Ja funcién ministerial de la monarquia °. Catorce afios duré aquel 4 Prefatio comment. in VII distinct. De Peenitentia. & Relectio cap. novit de Tudiciis, notabile tertium, n. 101. COMENTARIO DE CAMBIOS xvIt magisterio que todos sus discfpulos hicieron siempre resaltar con orgullo y que Je gané el titulo de Communis Hispaniae Ma- gister. A peticién de Juan ITT de Portugal, le envid Carlos V en 1538 para ocupar la cétedra de Prima en la Facultad de Derecho ca- n6nico de la Universidad de Coimbra, que entonces renacia. Asi empezé a contribuir Salamanca en la formacién del pensamiento ibérico, prestindole el més ilustre de sus canonistas. En los dieci- siete afios de magisterio en la cdtedra de Prima logré implantar el nuevo pensamiento que él entroncaba explicitamente en sus conferencias y comentarios con Francisco de Vitoria. La relec- cién que pronuncié en 1548 ante la Universidad en pleno de Coim- bra sefiala uno de los momentos mis importantes en la elabora- cién de Ia doctrina espafiola de la paz. Su tesis significa la defensa mas decidida del renacimiento juridico de Salamanca. Sociedad y persona humana, formas de asociacién, principe y ciudadano, el poder del Papado y del Im- perio, Iglesia y Estado, nacién y comunidad internacional son el esquema de Francisco de Vitoria, que Martin de Azpilcucta com- pleta y actualiza. Concibié el Papado como el poder moderador de la comunidad cristiana por consentimiento de los reyes y los emperadores; define el arbitraje internacional y descubre la posi- bilidad de una confederacién europea para salvar la unidad espi- ritual de Europa dentro de la variedad politica, Llegé asi a una concepcién democritica de la autoridad internacional. Esta releccién significa el comentario juridico més completo que jamais se haya escrito sobre las relaciones entre inficles y cris- tianos. Toda la ciencia del derecho medieval se encuentra en aque- las paginas maravillosas. Autores que se comentan, que se dis- Cuten, se critican; més de dieciocho canonistas son analizados con toda minuciosidad; se citan textos completos, es sistematizada su doctrina, se investiga la paternidad de las teorias y, hasta con sen- tido practico moderno, se pretende matizar la doctrina de los maestros del Derecho. La teologia se entrafia vitalmente, y las ediciones que se suceden constantemente se van enriqueciendo Con nuevos textos y nuevas lecturas, Comentando Ja Bulla Coenae incorporé los Pptincipios de Vi- 2 xvaI INTRODUCCION toria sobre la guerra justa ¢ interpreté la empresa espafiola en ‘América, Inicia la doctrina del contrabando de guerra y sefiala Jas relaciones que pueden existir entre el mundo cristiano y el imperio turco al criticar los tratados de alianza de Francisco I con Solimén el Magnifico. Azpilcueta recordaba siempre que Alcal4 le habia educado, Salamanca le habia hecho hombre y Coimbra Je habia engrande- cido. A si mismo se consideraba un hombre universal. Habia estudiado en Francia y Espafia, ensefié en Cahor, Salamanca y Coimbra, fue consultado por 1a corte de Paris, Madrid y Lisboa. En sus ultimos afios fue consultor permanente de ja curia romana. ¥ habia recorrido otros paises curopeos. Este dato influyé extraor- dinariamente en el equilibradisimo sentido humano ante muchos problemas europeos. Cuando dolosamente fue acusado de anti- espafiolismo por sus relaciones con los franceses, dio entonces la norma suprema de convivencia humana. Permitaseme reproducir unicamente un texto: «He visto en- tre espafioles y franceses que muchos varones, aun erudites y pro- fundamente piadosos, sienten tal pasién por su pueblo y sus jefes, que no dudan en favor de ellos dar lo falso por verdadero y lo in- justo por justo, y afirman lo dudoso por cierto; y se llenan de ira contra aquellos que les contradicen. Veo también, oh dolor, veo que hombres de una monarquia y pueblo odian y Waman con nombres infames a los stibditos de otras monarquias y otros pueblos por el sélo hecho de que pertenecen a éste 0 aquél pais». Después de vincular Ja anarqufa europea a estos pecados y odios entre cristianos, conclufa: «Pero si lo ponemos 2 considera~ cién, veremos que muchos de nuestros compatriotas son peores que ‘algunos hombres de otros pueblos; y algunos stibditos de otras naciones aventajan a los nuestros. Por lo tanto, nadie debe set odiado y condenado por el sélo hecho de que pertenece a otros paises, Persuddanse de que los enemigos no deben set aniquilados ni sus ciudades incendiadas o destruidas. Procuren més bien arre- pentirse y restituir lo que ha sido mal cogido, dar satisfacciones por Jas injurias inferidas y hacer una paz verdadera con buenas condi- ciones. Veriza también una misma caridad a los que unié un COMENTARIO DE CAMBIOS Ix mismo bautismo, una misma fe y una misma esperanza en una misma Iglesian & Su patriotismo, que, no cabe duda, fue siempre leal, y los ar- gumentos expuestos en su «carta apologética» son convincentes, se basaba no sobre la xenofobia sino sobre el respeto al extranjero y el amor a todos los hombres. En 1555 volvis a Espafia y vivié doce afios en la corte, intervi- niendo activamente en la politica de Felipe IT. Escribié la consulta que, por orden del monarca, se ditigié a los principales sabios de Espafia sobre la guerra contra Paulo IV. Mas de una vez rechaz6 la propuesta de formar parte del Consejo de Castilla, Fue a Roma (1567) para defender la causa de Carranza, y en la capital del orbe fue consejero de San Pio V, Gregorio XIII y Sixto V. Consultado por todo el mundo, fue tenido por el cano- nista més importante de su época. En 1570 escribié un memorial condenando el tratado de Carlos IX con los hugonotes de Francia en la paz de Saint Germain; expuso entonces los principios que deben informar los tratados y las relaciones entre principes cris- tianos 7. ane El aspecto econémico de la convivencia humana constituyé para Azpilcueta una de sus grandes preocupaciones, aunque hasta ahora haya pasado casi totalmente inadvertido. Expresamente se ocupé de lo econémico en repetidas ocasiones. Y su teorfa del di- nero, como base para una regulacién moral de las relaciones eco- némicas entre ciudadanos de un mismo pais y de distintas nacio- nes, quedé plasmada de manera concreta en su Comentario Reso- lutorio de Cambios. Fue publicado en Salamanca a finales de 1556 y dedicado a don Carlos, principe de Castilla e hijo de Felipe II. El mévil pragmatico de este tratado era «acabar de desterrar de sus reinos los remolinos de las usuras. Y lo ofrece al principe con «los propésitos fortisimos de abrir sus entrafias a la defensién * De Iudais, t. 1, n. 102-103. 7 Marta Luisa LARRAMENDI DE OLARRA: Miscelinea de noticias romanas acerca de D. Martin Azpilcweta, Madrid, 1943, pags. 218-223. Xxx INTRODUCCION de sus fidelisimos stibditos, y de sus honras y haciendas». Mas que te6rico tiene un caracter practico y casuistico. La ciencia y la experiencia confluyen en la génesis del tratado. Serfa absurdo exagerar su originalidad, pero no se puede desconocer Ia influen- cia practica que tuvo durante todo el siglo xvr. Consta por su propio testimonio que en 1530, durante las lec- ciones extraordinarias tenidas en la Universidad de Salamanca, «leyé, repitié y apostillén diversos titulos del Decreto y las Decre- tales sobre cambios y usuras. En la Universidad de Coimbra re- petidas veces hizo referencia a temas econédmicos. El magiste- tio universitario sobre la doctrina de los cambios. fue recogido en el capitulo diecisiete del Manual de Confesores.Fue publicado por primera vez en portugués (1552), a peticién del cardenal En- rique. Una segunda edicién en castellano aparecié en Coimbra (1553), que fraudulentamente es reeditada en Toledo (1554), Me- dina del Campo (1554 y 1555) y Zaragoza (1$55). Dirigida esta ‘obra a los confesores para direccién de conciencias, exigfa una revisién constante al ritmo de las circunstancias. Su experiencia sobre los problemas econémicos iba a completar aquel primer germen de un tratado de cambios. Al volver a Espafia (1555) se dedica a la publicacién de sus obras. Y es entonces cuando en su retiro de Salamanca, en la misma celda en que el afio anterior Gregorio Lépez habia concluido su edicién de las Partidas —recuerda con satisfaccién el mismo Azpilcueta— se decide a revisar y uaducir por si mismo el Manual por encargo del Consejo de Castilla. Una razén muy importante le obligaba a esta revisién: su ex- periencia y su contacto con los problemas econémicos, y mds concretamente las consultas sobre cambios que le hizo en Lisboa (1554) el cardenal Enrique: «Porque aquel Illustrissimo Cardenal muy excelente Infante don Henrrique, e incomparable Inquisidor Mayor, de los Reynos del Rey nuestro Sefior, su hermano, nos mandé en Lisboa (mas ha de un aiio), que diessemos nuestro parecer sobre ciertos articulos de cambios; y tomado plazo para cuando alcanzassemos ocio, nunca se nos ha offrecido hasta esta pascua de Natal, entrante el afio 1556, que comencé a reveer el manual, més por la necesi- COMENTARIO DE CAMBIOS xXI dad que dicen que ay de su impression que por lo suftir mis negocios» *, Desde su estancia en Francia comenzé Azpilcueta a ponerse en contacto con las operaciones crediticias y la vida econémica real. Todavia recordaba que «en el tiempo en que nos estudiamos y leymos en Tolosa de Francia el Rey della levanto mucho los precios de sus ducados de Sol y de los ducados de Espafian (ntim. 44); y son muchos los datos que aduce sobre los cambios de mo- neda en Flandes y Lyon. La proximidad de Salamanca le oblig6 a seguir muy de cerca las transacciones que se realizaban en las ferias de Medina del Campo. Las consultas que le hacian desde Lisboa reforzé esta preocupacién. Este contacto continuo con la realidad le obligé a cambiar al- gunos aspectos de su teoria «transformando su criterio restrictivo inicial en otro de mayor comprensién que procura ensanchar el campo licito de operaciones» *. Como un siglo antes San Anto- nino de Florencia, representa el espiritu conciliador de las exi- gencias morales y la vida real. Fue este contacto con la realidad econémica lo que principalmente le decide a escribir su tratado de cambios. ‘Ya no podia quedar reducido a una glosa del capitulo del Ma- nual. La importancia del tema exigfa una dedicacién m4s con- creta, Quedé desconectado del esquema mis general del xenchi- ridion» y formé un tratado propio, aunque tipogrificamente si- guid apareciendo a manera de apéndice, a veces hasta con fecha de impresién distinta. Decfa textualmente en el capitulo 17 del Manual de Ia edicién de Salamanca (nim, 206); «Y visto que para mas firmes rayzes de Ja decisién de los dichos articulos convenia decir algo mas de Jo que aqui estava dicho de las usuras (lo qual no cupiera bien €n este lugar) hemos acordado de poner su diffinicién con algunas ilaciones (de las quales ser4 1a de los cambios) en una breve re- Piticién de un capitulo, que al cabo de este Manual con el se im- ® Manual, cap. 17, n, 206. ° AvseRTo ULLASTRES CaLvo: Martin de Azpilcueta y su comentario resolutorio de Cambios. Anales de Economia, vol. II, n. 75 19425 P. 377. XXII INTRODUCCION primira y aquf solamente se pondrén las preguntas necesarias remitidas alld». La redaccién del tratado hay que localizarla dentro de los pri- meros meses de 1556. Se inicia después de la Pascua de Navidad, al entrar el afio nuevo. En cuaresma de ese afio dice al principe don Carlos que hacia las adiciones. En el colofén del tratado estampa Ja fecha en que fue terminado: Salamanticae VIII Idus Tulias Anno a partu eiusdem Virginis matris 1556. A finales de 1556 aparece publicado en Salamanca como se- gundo apéndice de los cinco que se afiadian a esta tercera edicién del Manual: COMENTARIO resolutorio de usuras, cobre el cap. primero de la question. iij de la xiiij causa, compuesto por el Doctor Martin de Azpilcueta Navarro. Dirigido a una con otros quatro sobre el principio del. Capitulo final. De usuris. Y el Capitulo final: De Simonia. Y el Capitulo: Non inferenda. xxiij. Quaest. Y el capitulo final xiiij. p. final. Al muy alto, y muy poderoso Sefior Don Carlos Principe de Castilla, y de otros muchos y muy grandes Reynos nuestro [Sefior Pata mayor declaracién de Jo que ha tratado en su Manual de Confessores. Impresso en Salamanca, en casa de Andrea de Portonarijs, [Impresor de su Magestad 1556 Tan a finales debid hacerse esta edicién, que algunos de sus ejemplares estampan en la portada la fecha de 1557. El tratado es muy breve y condensado. Sigue al pequefio tratado de usuras y comprende desde la pagina 48 a 104. Estd dividido en capitulos muy desiguales. La numeracién de pérrafos es continuada desde el Principio hasta el fin; y a cada capftulo precede siempre un breve COMENTARIO DE CAMBIOS ‘XXIII sumario de materias. El texto esté en castellano con ortografia dificil y a veces incomprensible. Para descongestionar el texto y facilitar su lectura son recogidas las notas en el margen y siempre en latin, con abundantes abreviaturas y siglas. Es indudable que la edicién principe es la de Salamanca de finales de 1556 y principios de 1557. Hemos utilizado la que existe en la Biblioteca Nacional de Madrid (R/18063), que esté firmada por Miguel Azpilcueta (heredero del doctor Navarro), a quien pasé toda su biblioteca particular. Lo cual hace sospechar que este ejemplar pertenecié al mismo autor. La estructura interna del tratado es muy sencilla. Después de una larga introduccién (capitulo I) en que interpreta y analiza los distintos sentidos que admite el texto de las decretales de Gregorio IX, se pueden distinguir tres partes perfectamente dife- renciadas. La primera estudia el concepto y las clases de cambios: 2Qué normas regulan su justicia y su moralidad? (cap. 2,4-11). La segunda parte se refiere al valor del dinero: las funciones del dinero y el cambio de Ja moneda (cap. 3, 12 y 13). La tercera parte aborda el estudio de los créditos y los cambios de una na- cién a otra. Pesa constantemente la realidad econémica de la época: la practica de cambios en los grandes centros comerciales de Espafia, Francia, Portugal, Italia y Flandes. Se tienen en cuenta las leyes y las costumbres de cada pais. Pero como se trata de dar normas morales es constante la invocacién al derecho candnico. Su inter- pretacién se apoya en los grandes glosadores medievales y en los tedlogos juristas modernos. Se aproximan a las mil las referencias bibliogréficas. Se incorpora asi la tradicién canénica para inter- pretar y orientar el fendémeno econdémico iniciado por el capitalis- mo que aparece y por el impacto en Europa del oro que venia de América, Esta sintesis es la aportacién més original de Azpil- cueta. Los autores que més influyen son Domingo de Soto y Juan de Medina entre los espafioles; Santo Tomds, Duns Scoto y San Antonino de Florencia entre los tedlogos medievales; el cardenal Cayetano y Silvestre Prierias entre los modernos. Influencia muy destacada tienen los canonistas Enrique de Segusio, Nicolés Tu- XxIV INTRODUCCION: deschis, Giovanni d’Agnani y Lorenzo de Rodulfo; los juristas Baldo de Ubaldis, Bartolo de Sassoferrato y Juan y Gaspar Cal- derino, Le interesé mucho el criterio de Charles du Moulin, Todos los demas autores tienen una importancia muy secundaria y algu- nas referencias estan tomadas de segunda mano. El comentario de cambios consiguié una répida difusién a tra vés de varias ediciones. Ya en el mes de agosto de 1557 el mismo editor de Salamanca hacfa una segunda edicién. No se puede dudar que es una edicién distinta. La presentacién es mds perfecta. Deshace algunas abreviaturas y simplifica otras; corrige algunas palabras (parecié por parescié) y la puntuacién se hace mas racional, El colofén se simplifica: Amen. Fin del comentario de los cambios; suprimiendo fechas y lugar de elaboracién. El mismo afio 1557 se hace una tercera edicién en Amberes y una cuarta en Medina del Campo. En 1565 aparece la quinta edi- cién en Estella y la sexta en Valladolid, La séptima, que publica Francisco Fernindez de Cérdoba en Valladolid, es distinta de la anterior, a decir de Mariano Arigita. Conviene sefialar la octava edicién de Barcelona (1567) y otra novena de Amberes (1568). La ultima edicién (10) que se hace en castellano es de 1569 y fue publicada por el editor de Valladolid. Excepto las ediciones de Valladolid (1565, 1566, 1569), que siguen Ia edicién de 1557 de Salamanca, todas las demas reproducen exactamente la edicién principe. Por encargo de la Universidad de Coimbra, Joan de Barreyra publica en 1560 la primera traduccién portuguesa (Comentario resolutorio de onzenas). En 1568 fray Cola di Guglinisi publica en Venecia la primera edicién italiana, que se repite en 1572, 1578, 1584 y 1592. Consta que en 1569 se hizo la primera edicion latina del comentario de cambios por un autor desconocido, a decir del mismo Azpilcueta (illud idem in sermonem latinum a viro etiam ignoto mihi traductum, excusumque Venetiis); y es reeditado en 1594 y 1616. Las ediciones francesas (Paris, 1601; Dovai, 1601; Rouen, 1616 y 1621) son traduciones del texto incluido en el Ma- nual abreviado. Precisamente estas traducciones y las peticiones reiteradas de tedlogos y cardenales obligan a Azpilcueta a acometer por si COMENTARIO DE CAMBIOS XXV mismo la traduccién latina del Manual de confesores (1573). En ella desautoriza la traduccién latina de 1569 y la considera como apécrifa por «contener muchas cosas contrarias a mi pare- cer. Sin embargo, no hace una traduccién literal del comentario de cambios, sino que realiza una sintesis a base siempre de los nuime- tos de la edicién castellana, a la que se remite constantemente. En algunos aspectos, muy secundarios, corrige y completa o pone al dia incorporando alguna cita 0 documento nuevo, El texto asi resumido es incorporado al capitulo diecisiete del manual, introducido con estas palabras: «Dicturus de peccato usurae circa mutua, huic loco ad id opportuno, iuxta promissio- nem in praefactione facta, inseram summan corum, quae in com- mentario de usuris scripseram ad scrutandum fundamenta, qui- bus solverentur dubia quacdam, quae anno 1554 solvere iusserat mihi Ulissipone Serenissimus ille maximus Cardinalis...» Si el texto ha perdido en extensién, muchas veces ha ganado en preci- sidn y exactitud. Es la primera interpretacién autorizada del texto original de 1556. Esta primera edicién del texto latino (Roma, 1573) es corre- gida muy ligeramente por el mismo autor en 1579. ¥ se constituye desde este momento en el cauce mds importante de la doctrina sobre los cambios. No vuelve a aparecer el texto castellano, mien- tras la edicién latina se reproduce infinidad de veces. Hemos po- dido identificar treinta y ocho ediciones hasta 1626, que aparecen en los principales centros editoriales de toda Europa. Martin de Azpilcueta volvié a introducir una tercera reforma sobre el tratado de cambios al resumir el texto latino y publicarlo en castellano (1586) para hacer mas manejable el manual, Puede ‘tener cierto interés para la interpretacién de algunos términos del texto original y por algtin nuevo dato que afiade. Este seria el valor de «Consiliorum sive responsorum libri quinque», que como. obra péstuma publica Martin de Arraya (1583), donde de manera sistematica son recogidas las consultas que se hicieron al doctor Navarro, Hay que subrayar cinco consultas que se refieren expre- samente al problema de los cambios. Contamos ya con todos los elementos necesarios para hacer XVI INTRODUCCION una edicién critica. El tratado mds completo es el texto original castellano de 1556. A base de él se hacen todas las reelaboracio- nes posteriores. La edicién principe es la de Salamanca y las nueve ediciones castellanas restantes son reproduccién exacta con ligerfsimas variantes, mds bien tipogrdficas, introducidas por el editor. Debe ser el texto basico para una edicién critica. El texto latino de 1568, con todas sus reproducciones, ningtin valor cien- tifico tiene como fuente, ya que fue desautorizada por el autor y no matiza exactamente su pensamiento. Lo mismo habria que decir de las ediciones portuguesas, italianas y francesas. La sintesis latina realizada por el mismo autor y refundida en el texto general del manual tiene valor de fuente para la in- terpretacién del texto original. La segunda edicién de esta sin- tesis (1579), revisada por el mismo autor es recogida en forma de apéndice. El mismo valor tiene la segunda sintesis, pero ya en castellano, que aparece en 1579. De gran valor por su cardcter practico y aplicacién concreta de la teoria tienen las cinco consul- tas y respuestas que son recogidas en apéndice. EI texto, por lo tanto, ha sido fijado a base de la edicién principe de Salamanca (1556). Conservando en principio su divi- sién en capitulos, se afiaden los titulos mas apropiados, pero sa- cados siempre del sumario que precede y que se conserva integra- mente. La ortografia absurda ¢ ininteligible en el original esta modernizada, pero sélo en Ja forma indispensable para compren- der el sentido. Las notas marginales se ponen al pie de pagina debidamente compulsadas, completadas y rectificadas En la introduccién se recoge primero la carta apologética que el mismo Azpilcueta escribié al duque de Alburquerque, goberna- dor de Milén, en defensa de s{ mismo contra los que le atacaban de antiespafiol. Escrita en latin, ha sido puesta en castellano por José Manuel Pérez Prendes. Es un documento de excepcional importancia no slo porque traza magnfficamente su propia per- sonalidad cientifica,sino muy principalmente porque es una jus- tificacién de su postura humana ante los problemas internacio- nales. En una coleccién sobre la paz no se puede desconocer este documento. Don Alberto Ullastres ha realizado el estudio teorico vaciando COMENTARIO DE CAMBIOS XXVIL en sintesis la doctrina del doctor Navarro, tanto en lo que se refiere al problema de cambios como a la teoria del dinero, y demostrando de manera clara y definitiva la aportacién de Martin de Azpilcueta a las modernas ideas econémicas. Pero sobre todo hay que resaltar que encontramos en ellas una base sdlida a las relaciones humanas. IL CARTA APOLOGETICA Traduccién y notas Por José MANUEL PéREZ PRENDES Martin de Azpilcueta tradujo al latin (1573) su Tratado de las ventas de los beneficios que habfa publicado por primera vez en Valladolid (1566), dedicandolo al Sumo Pontifice Pio V. Al poco tiempo aparece en Espafia y llega a Roma con el mismo titulo De reditibus ecclesiastics, dedicado también a Pio V, otra nueva obra que se deshace en duras criticas contra el doctor Na- varro. Su autor era Francisco Sarmiento, su antiguo alumno de Salamanca, auditor de la Rota Romana y que fue después obispo de Jaén. No sélo impugnaba con toda minuciosidad la doctrina, sino que atacaba también Ia persona del gran canonista, Pponiendo en tela de juicio su patriotismo. Acosado por sus amigos y la gravedad de las imputaciones que se le hacian, salié 1 mismo en su defensa y escribis la Apologia, que en forma de carta dirigi6 al duque de Aiburquerque, goberna_ dor de Milin. Se dio as{ lugar a una dspera polémica, que culmina en la Antipologia de Sarmiento, No interesa seguir de cerca el curso de la disputa que tanto interesé a Pio V y Gregorio XIII. De ella salié la figura de Azpil- cueta més realzada. Aumenta la fama de su doctrina y su espafio- lismo quedé reconocido. Esta carta apologética, que succsivamente fue incorporada a Jas nuevas ediciones del tratado, constituye un documento precioso no s6lo para perfilar con exactitud su personalidad y su obra, sino XS INTRODUCCION que se convierte en un pequefio tratado sobre el universalismo cristiano. El patriotismo no esté fundado sobre el desprecio o el odio al extranjero, sino sobre el respeto y amor a todos los hombres. Son las causas que obligan a incluir este documento en su traduc- cién castellana. MARTIN DE AZPILCUETA, DOCTOR NAVARRO, SALUDA A DON GABRIEL DE LA CUEVA, DUQUE DE ALBURQUERQUE, GOBERNADOR DE MILAN, ETC. [Justisimo y Piadosis'mo Princ'pe:]* Después de muchas y detenidas reflexiones, Principe eminente, he decidido por fin refugiarme en tu excelente benignidad, ver- daderamente cristiana, para que por tu piedad en Cristo y caridad hacia mi me libres, en la medida en que honestamente puedas, de los labios inicuos y 1a lengua traicionera, especialmente ante nuestro Santisimo Sefior el Sumo Pontifice Pio V, y ante el mayor de los monarcas, nuestro sefior Felipe II. En mi opinién nadie podria hacer mejor todo esto. De un Jado porque ningun magnate de tu rango es considerado como mas fiel ni grato a ambos. De otro, ya que tampoco ninguno 1 N, del T. Cada una de las notas al texto se compone, total o parcial- mente, segtin los casos, de dos materiales distintos. Primero, las referencias hechas por Azpilcueta a diversas fuentes (biblicas, patristicas, juridico-ca- nénicas o obras propias) en apoyo de la tesis que defiende y a las que, para dar mayor fluidez a la lectura, nos ha parecido oportuno desgloser del cuerpo de la Carta, Segundo, las indicaciones hechas por nosotros para localizar dichos fragmentos. A fin de facilitar la distincién entre ambos elementos, nuestras observaciones van siempre entre corchetes, cuando se intercalan con el original de Azpileueta o se indican caso por caso, cuando scn indepen- dientes. Advertimos ademds que las obras de éste se citardn, salvo que se sefiale lo contrario, conforme a la edicién siguiente: Martini Azpilcuetae Doctoris Navarri Turisconsultorum, nostre cetatis clarissimi et perspicacisimi, sacroriwn Canomum et utriusque iuris et facti queestionum interpretis solertissimi Opera. Colonia 1616. 3 vols. CARTA APOLOGETICA RXXI de los préceres que representan a nuestro indicado monarca desde los Alpes hasta aqu{, conoce tan bien como tu excelencia a mi familia y a mi, puesto que registe durante mucho tiempo como Virrey a Navarra, con tanta caridad, prudencia, humanidad y fiel vigilancia como ningiin otro en nuestra época, y tan grandes fueron las alabanzas de los stibditos del reino y undnime su pesar cuando fuiste enviado ahi desde alli, como con nadie de los que antes fueron trasladados, aun cuando habian gobernado otros muchos destacadisimos en virtudes, dignidad y riqueza, entre ellos tu padre, en verdad grande por su juicio, experiencia, edad, proezas y otros titulos. El asunto que me obliga a recurrir a tu excelencia es el si- guiente. Desde hace ya dos afios comenzé a esparcitse en el vulgo el rumor (ignoro y no quiero saber por quién ni con qué intenciones) de que el mencionado monarca estd irritado contra m{ y me quiere mal. Mas atin, recientemente se asegurd, ya con certeza, al deliberarse aqui para conferir ciertas grandes dignidades en estos ultimos dias y de ello se dedujo que no convenia que nuestro Santisimo Sefior el Papa ni los padres pur- purados dieran ninguna muestra de amor especial hacia mi. Se dice que intentan apoyar su afirmacién en cuatro argu- mentos. Primero, haber escrito en mis obras que el citado rey ocupa injustamente Navarra. Segundo, que en el librito en latin sobre las rentas eclesidsticas® yo admito (y lo reitero en la nueva edicién) que no me ha sido dado cargo ninguno en la corte del rey, lo cual entienden no podria ocurrir sino es porque me abo- rrece el soberano, puesto que la opinién comtin me tiene por digno de alguno de csos cargos. En tercer lugar, el que yo sea nayarro, oriundo por ambas lineas, paterna y materna, de dos palacios cuyos sefiores, juntamente con su jefe el mariscal Pedro de Navarra, pariente de tu excelencia, acompafiaron hace ya tiempo al rey Juan de Albret cuando se fue una vez perdida 2 N, del T. Tractatus de reditibus beneficiorum eclesiasticorum, quo do- cetuar quibus usibus sunt impediendi, et quibus personis dandi aut reliquendi, super cap. Quoniam quicquid (Decretum Gratiani, II, 16, 1, 68; Friedberg I, 784). En el vol. I de las Opera. XXXIT INTRODUCCION Navarra y yo les ensalzo con frecuencia por tal rasgo. En iltimo término, que he estudiado y ensefiado durante mucho tiempo en Francia derecho canénico y civil, que hablo francés y estimo y tengo afecto a este pais. Yo lamento atin més hondamente esa acusacién y los argumen- tos en que la apoyan, por no poder rebatirlos sino es ensalzindome ami y a los mios, contra aquello de los proverbios 27 [2], «alé- bete el ajeno y no tu boca» y porque lo han tramado todo personas que no tienen ningun otro motivo para detestarme, que yo sepa, que el haber defencido al Ilustrisimo Arzobispo de Toledo, © ser mds querido de los que a ellos Jes placeria por los italianos, especialmente los romanos y entre estos por el Sumo Pontifice, los Cardenales y atin todo el mundo; 0 porque han queridoa dular al sefialado monarca por Ja via ilfcita de calumniar al projimo. Considere, pues, tu Excelencia, con su fina prudencia, cian ne- cesaria me es la ayuda divina para soportar esta situacién con dnimo sereno, teniendo en cuenta que me encuentro anciano y eXtranjero en una ciudad tan grande que ha venido a ser el escenario de todo el orbe. Y si hace poco por la gracia de Dios era yo ensalzado de todos, humildes y poderosos, muy por encima de mis mere- cimientos, me veo ahora tan injustamente difamado junto con los mios y no por individuos cualesquiera, sino precisamente por compatriotas segtin parece deducirse. No obstante, hubiera dejado todo unicamente al juicio de Dios Supremo y Maximo Sefior, si no hubiese sido porque algunos piadosos y sabios varo- nes entendieron que si bien yo, por lo que a mi personalmente concernia, podia no sdlo soportar todo esto, sino incluso ale- grarme de ello, ya segin las palabras de San Gregorio %; ya por no convenir a una edad avanzada cargarse de honores, sefiala~ damente aquellos que se estiman superiores a sus fuerzas 4; ya ® C. Inter verba [Decretum Gratiani II, 11, 3, 553 Friedberg I, I, 658]. «Inter verba Jaudantium sive vituperantium ad mentem semper recurrendum est [...] et si in ea non innenitur malum, quod de nobis homines loquuntur in magnam debemus letitiam proslires, asi como otras muchas cosas que ar- gilimos en su comentario. 4 Segin el final del capitulo Non est putanda [Decretum Gratiani II, ARTA APOLOGETICA ‘XXXII por perjudicar tinicamente a mis propésitos particulares y pri- vados y servir slo para que se leyesen mis escritos con més interés. Mas como también se lesionaban Ja republica, mis fami- liares y mis escritos, no podfa desentenderme, careciendo de causa grave, sin pecar ® porque mi mala conceptuacién escanda- lizaria a muchos dado lo representativo y ptiblico de mi persona, siendo inconcedible que tuviese tamafia indignacién contra mf un rey tan poderoso y benigno sin mediar alguna culpa muy grave. Ademés se derrumbaria mi autoridad y la de mis obritas, resultarian dafiados mis parientes e incluso toda Navarra, 0 quizé disminuyese en cierta medida la real magnificencia ante aquellos que me valoran como digno del afecto regio y no del odio de Su Magestad. Asi que obligado por la necesidad rebatiré primero los ar- gumentos resefiados. Después afiadiré otros nuevos que, junto con los manifestados en la rectificacién, demostrardn cémo desde hhace casi cincuenta afios he prestado, tanto a la Majestad del rey, como a aquellos méximos emperadores padre y madre suyos, servicios no s6lo ordinarios, sino destacadisimos y por ello es de suponer que ni me ser hostil ni me querrd mal, antes al contrario bien. nae Al primer argumento debo responder que se ha dicho des- vergonzadamente y es un falsisimo testimonio, que yo haya es- crito en ninguna de mis obras que la ocupacién de Navarra por el sefialado rey fue injusta. Es falso por ser evidente y notorio que nunca he tratado ni he hecho la més minima mencién en ellas sobre este tema. 1, I, 275 Friedberg I, 369] tomado del mismo Gregorio sobre el cual Ja glosa cita las palabras de Horacio «Sumite materiam vestris, qui scribitis equam viribus...r. § Tal como dice el Eclesiéstico 4r [12] «Curam habe de bono nominey ¥ como segiin San Agustin se recoge en el capitulo Non Sunt audiendi [De- cretum Gratiani I, 11, 3, 56; Friedberg I, 659] «Crudelis est qui faman suam negligiv. 3 XXXIV INTRODUCCION Es falso porque también se sabe que todos mis lib.os antes de ser publicados fueron examinados por cl Supremo Consejo de la Real Majestad de Castilla, el cual concedié el privilegio para su impresién y hubiera sido claramente propio de hombre necio y sin luces, el escribir tal cosa dentro de los dominios de tan poderoso monarca, en perjuicio del autor y los suyos, sin estar obligado a ello por el derecho divino ni el humano, ni esperar utilidad alguna de semejante conducta y por la gracia de Dios, Supremo y Maximo Sefior, yo no estoy tan enajenado ni falto de seso. Es falso porque muchos que leyeron detenidamente mi «Manual de Confesores y Penitentes» ® afirmaron que yo sos- tengo en él que los Catélicos Reyes se hallan en injusta posesién de Navarra, lo cual deducian de que yo escrib{ en tal obra «la restitucién de las cosas ajenas no se ha de hacer cuando de ello se sigan gravisimos males publicos, y por esto no debian ser condenados con ligereza los soberanos que tienen algunas cosas de otros, aun cuando supiesen que no son suyas, siempre que creyesen, con probabilidad de acierto, que de verificar esa res- titucién vendrian gravisimos inconvenientes a sus reinos» ?, y de esta proposicién unida a otra que senté repetidas veces, a saber, que algunos espafioles muy expertos en materia militar opinaban que de restituir el reino navarro quedaria abierto el camino por los montes Pirineos para ocasionar los mayores dafios a otros territorios de Espafia, inducen que yo he proclamado que Sus ® N, del T, La version latina se encuentra en el vol. IIL de las Opera: Enchiridium sive Manuale Confessariorum et Poenitentium. La castellana es Ja siguiente: Manual de Confesores y penitentes, que clara y brevemente con- tiene la universal y particular decisiOn de quasi todas las dudas, que en las con- fessiones suelen ocurrir de los pecados, absoluciones, restituciones, censuras, € irregularidades. Salamanca 1556. 7 Capitulo XVIT, n. 63 [«Lo VIII que no se ha de hazer luego la resti- tucién que ansi hecha redundaria en gran dafio a la repiblica; pues su bien se prefiere al particular. Por lo cual nadie deue facilmente condenar a los Reyes que tienen algunas cosas agenas, por probablemente parecerles, que si Jas restituyesen a cuyos son, sus reynos padezerian guerras injustasy. Ed castellana cit. sup. nota 8]. CARTA APOLOGETICA ‘XXXV Catélicas Majestades no estaban obligadas a reintegrar Navarra aun cuando supiesen que no era suya. Mas, en verdad, yo no pronuncié palabra alguna acerca de Navarra, ni de otros domi- nios que son piedra de discordia entre ciertos soberanos, ni si en estos casos debe o no Ilegarse a la restitucién. Es falso porque frecuente y muy constantemente sostuve de palabra tanto en Francia como en Espajia, que los Catdlicos Reyes nunca dejarian por propia voluntad el citado reino a los que le reclamaban como suyo. Es falso en fin, porque cuando nuestra Sefiora Dofia Isabel de Ja Paz vino a Espafia y descansé un dia en mi casa solariega, siendo tu Virrey de Navarra, contesté de idéntico modo a muchos sefiores principales de su séquito, espafioles y franceses, los cuales afirmaban que el citado reino de Navarra serfa pronto devuelto al Duque de Vendéme [Antonio de Borbén] que habia formado parte de su escolta hasta Roncesvalles. Y al erudito Licenciado Ainciondo, consejero del citado Vendéme, conocido tuyo (si no me equivoco) y amigo mio (porque es uno de los principales enfiteutas de mi Orden en Roncesvalles) cuando me escribié poco después del paso de la reina diciéndome que pronto se alojaria con su rey en mi mencionada casa camino de la corte real, porque ya contaban con permiso oficial o salvoconducto y preparaban el viaje para recibir dicha restitucién, a éste, que asi me escribia, contesté que daba asombro su imprudencia y falta de reflexién y Ia de todos los franceses y muchos espafioles, incluso magnates que crefan se harfa semejante cosa. ¥ al reiterarme que la Real Majestad de nuestro Rey (de quién yo suelo afirmar que nunca miente) habia prometido a su suegro Enrique IE que se le devolveria a aquella que él llamaba su reina, si le demostraba que no podia retener Navarra sin Pecar mortalmente y que ella facilmente le convencerfa, le repli- qué dos cosas, La primera, que aquel monarca era tan cristiano que restituirfa no sdlo el reino de Navarra sino incluso el de Toledo y aun toda Castilla si alguien le persuadiese de que no podia conservarlos a menos de condenarse. Pues muy bien sabfa que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si al fin pierde su alma, RXXVI INTRODUCCION La segunda, que no era posible en modo alguno que ella le demostrase tal cosa, porque aun cuando probase que no era suyo el reino navarro, no podia deducir y menos convencer de que lo retena sin justicia, puesto que como comprobaria facil- mente, se manifiesta juridicamente en mi citado «Manual» que no es necesario restituir lo ajeno cuando de ello han de originarse Jos mds graves dafios a la reptiblica. Y como era un hecho que la undnime ciencia militar espafiola estimaba que restituyendo el reino de Navarra habian de producirse con toda probabilidad serios peligros a los restantes reinos de Espafia, aconséjase a su rey para que no se fatigaran con tantos gastos y esfuerzos, molestando initilmente a la Majestad del Rey Catélico, sino que, (si lo crefa conveniente) buscase compensaciones por otras vias. Y el efecto de esta mi respuesta fue que el de Vendéme, en lo demas esforzado militar, abandoné su infundada esperanza y no hizo uso de Ja autorizacién 0 salvoconducto que la Real Majestad le hab‘a dado para llegar a su Corte y negociar sobre tan engo- troso asunto. Por esta sola mediacién podia haber pedido un premio a las dos partes, ya que siendo ambas amigas entonces, fue prestado sin demérito de ninguna. Pero preferi esperarle del mismo Dios, testigo e inspirador de este consejo. De todo esto se advierte claramente lo deshonesto de la primera acusacién. Afiado que al querer imprudentemente dudar al rey en realidad le desairan porque facilmente comprenden los muchos que me conocen que si soy muy ponderado en enjuiciar, aun de palabras y en temas tocantes a cuestiones espirituales, mucho més habria de serlo en escribir en obra impresa semejantes cosas contra monarca tan poderoso, y menos aun en Espafia, salvo si la fuerza de la verdad me coaccionase, pues sélo en ese caso lo hubiera declarado. Y con esto es suficiente para rechazar Ja primera censura. Sobre la segunda, contesto que debieran tener reparo en pre- tender hacer creer, en Roma y ante romanos, que la Real Ma- ARTA APOLOGETICA ‘xxxvit jestad Hispana me aborrece en Espafia por haber yo declarado que no me habia sido dado ningiin cargo en su corte. Lo primero por deformar arteramente (para proporcionar una prueba de ese odio del gran rey hacia mi) lo que yo adverti con toda naturalidad con el fin de que se me creyese mejor cuando hube de hablar en elogio suyo. En segundo lugar, porque con tal argumentacién se Ilegarian a probar cosas como que Su Majestad (pese a ser muy benigna con todos, incluso los extranjeros) detesta a todos aquellos que conoce cuando no les adjudica cargos en su corte y el vulgo los estima dignos de su generosidad. O més atin, que el gran Tomés de Aquino fue objeto de la inquina de la Majestad. Apostélica y el Rey de Francia, pues aun residiendo en sus do- minios no recibié cargos en ningtina de ambas cortes; y no se alegue que fue religioso, pues yo también lo soy desde 1576, si bien débil y pecador, siendo él muy santo y perfecto. Nadie dejaria de advertir lo absurdo de esas conclusiones, cuando es frecuente que tal cosa acaezca por causas ajenas al odio; piénsese, ya por no ser necesarios, 0 no desearlos ellos o no pedirlo, o no aceptarlo por no serle conveniente; ya porque sdlo el divino poder alcanza a recompensar sus méritos. Que por alguna de esas causas se haya procedido conmigo en la forma indicada, es cosa que yo mismo afirmo, precisamente en el pasaje que mis detrac- tores alegan, con las siguientes palabras: «més satisfecho y hon- rado de lo que merezco con la dignidad y retribucién de las cuatro Universidades mencionadas, que son muy famosas, nunca he ambicionado, solicitado ni aceptado cargo alguno en la corte del reyn®, Sin embargo me fueron ofrecidos, aun cuando no los acepté. Dios sabe, e invoco su testimonio, que hace treinta y cinco afios antes de profesar ninguna de las cdtedras mayores de Salamanca fui llamado para un cargo en el Consejo Real del Reino de Na- * N. del T. Cfr. op. cit, en la nota? sup. «ec eius Curiam numquam ingressus fueram, quippe qui contentus ac supra merita ornatus, honore ac honorariis quatuor prafaturum qua celcberrima sunt academiarum, numquam Regie Curie munera in nunc usque ad diem ambivi, nec petii, nec accepiit, py 15 sum. 373 n. I. ‘XXVIII INTRODUCCION: varra, con residencia en Pamplona, junto con una canongia en aquella iglesia Catedral. Dios sabe también que me prometieron y gestionaron cosas aun mayores, el Cardenal y tres veces gran Gobernador, Juan de Tavera, y el obispo de Badajoz, Sudrez, quien alcanzaba entonces, no sin motivo, mucha influencia ante el Emperador y aquel Cardenal. Obtuve después la catedra de Decretos en Salamanca, y antes y después de que, por mandato del Emperador marchase a la lusitana Coimbra una vez nombrado catedratico de Prima, me pidicron que regresara a Castilla. Pero en mi opinién, lo estimé acertadamente en menos que mi dedicacién entusiasta al estudio y a las clases. También conoce el Sefior que cuando me jubilé (como dicen) de la cétedra de Coimbra (hace unos quince afios) y regresaba a mi patria, Navarra, por Valladolid, donde estaba la Corte, el Reverendisimo Arzobispo de Sevilla, Don Fernando de Valdés que en gloria esté, me acogié muy benigno y procuré con ahinco que yo ingresase en el supremo Consejo de la Inquisicién del cual era Presidente, o retenerme en la Corte imperial creando algtin puesto nuevo acomodado a mis condiciones, pues sostenfa publicamente que ello seria beneficioso para la repiblica. Reconoci que todo esto era superior a mis méritos, mas lo rehusé también, pues apenas tuve autorizacién de aquellos glo- riosisimos reyes de Portugal, Sefiores Nuestros, suegros del citado monarca (por nadie superados en piedad, sabiduria y artes de paz y guerra contra infieles) decidi firmemente, desentendiéndome de todo, incluso un obispado vacante para el que querian presen- tarme, retirarme hasta hoy con nombre supuesto a una impor- tante ciudad extranjera, sdlo de ellos conocida, y durante varios afios revisar las obritas que tenfa publicadas y perfilar, afiadir, terminar, dar el toque final y publicar las que atin estaban en preparacién. La gloriosa, por tantos tftulos, Princesa de Portugal Nuestra Sefiora Juana de Austria hermana carnal del rey, que era en- tonces Gobernadora de sus reinos y a quien yo habia dedicado el «Manual de Confesores», recordard cian fuertemente me re- tuvo en aquel tiempo para que no me separase de su Corte, dando muestras de honrarme con ello. Y para disuadirme del CARTA APOLOGETICA XXXIX citado propésito, me envié sin tirubeos a realizar la visita de dos ilustres monasterios de canénigos regulares, investido de su misma potestad para tomar las medidas necesarias; encargo que Ilevé a cabo. Unicamente me permitié trasladarme a Navarra cuando tuvo Ia certidumbre de que era necesaria mi marcha para dar estado a tres sobrinas, hijas de mis hermanos fallecidos. Incluso después, cuando ya en Navarra estuve casi moribundo en cama con fractura cuddruple en una pierna, por haberne caido de la mula, me ordené regresar a su Corte, (por medio de un correo que me Ilegé al cuarto dfa del accidente) a fin de re- cibir un gran honor, pero hube de responder que no podia acudir a su Ilamada, por estar emplazado ante més alto Tri- bunai. Asimismo Dios sabe que el predilecto del rey Don Juan de Benavides, Marqués de Cortés, (quien como él nunca mentia), me dijo, cuando regresé a Navarra desde Flandes, que Eraso (el allegado al monarca) le habia pedido me preguntase si queria y podia servir a Su Majestad en el Supremo Consejo de Cas- till. A lo cual respondi que, como era justo, estaba dispuesto a servir al rey en cualquier lugar del mundo, pero que entonees la sefialada causa me impedia hacerlo como era debido. @Podré explicar ahora alguno de mis detractores por qué presté obediencia al rey cuando me ordené ser abogado del Ilustrisimo Arzobispo de Toledo siendo ese cometido de mucha menor importancia que los que antes habfa rehusado? Yo respondo a esto que Su Majestad sabe cémo, al recibir el primer mandato, le expuse las razones de mi negativa y Je supliqué cuanto pude. Pero me fue reiterada su orden por medio de carta del eminente Cardenal Arzobispo de Santiago, que ahora lo es de Sevilla, y entonces era Juez del de Toledo, Gaspar de Ziitiga y Avellaneda, para que prescindiendo de toda clase de impedimentos, salvo la muerte, acudiese inmediatamente a Valladolid donde se tramitaba la causa. De otro lado, nueva carta del indicado Marqués me advertia que el monarca habia Hevado muy a mal mis excusas y debia guardarme mucho de repetirlas. Asi que me presenté inmediatamente sin tener aun curadas las fracturas de la pierna, para acatar al rey que por x INTRODUCCION segunda vez me lo imponfa, y tenfa tan fijo su corazén en este asunto. También tu Excelencia era de idéntico parecer y asi me lo manifestaste cuando te pedi consejo. Acudi creyendo que el Proceso terminaria en siete u ocho meses a lo sumo y lo mismo pensaban los jueces subdelegados [consejeros Valtodano y Si mancas]. Ciertamente no me impulsé a comparecer mi deseo, sino la voluntad de aquel que me convocaba en nombre del rey y la obe- diencia de mi superior de Roncesvalles, Francisco de Navarra. ‘Tampoco fui porque conociese, ni aun de vista, al Reverendi- simo Arzobispo de Toledo, sino por considerarle inocente, pues facilmente se advertia que el rey le apreciaba sobremanera cuando ponfa tanto ahinco en facilitarle defensa y un soberano tan catélico no haria tal, a menos de haber perdido la fe. Por eso, Je adverti claramente, incluso delante de los jueces y él mismo Jo escuché complacido, que me encargaba de su defensa con la condicién de que si yo Iegaba a convencerme de que él era hereje, me desembarazaria de ella sin cortapisas. Por mi parte jamés le encontré heterodoxo (quizis me equivoqué); ni él ni sus defensores hicieron nada para acelerar el proceso y asi no pude yo tampoco desentenderme. Mas todavia, para evitar la falsa deduccién de que yo crefa en su culpabilidad, (como le dije a su Real Majestad) hube de viajar hasta aqui desde el ultimo confin de Espafia, es decir Lisboa, pues allf cerca me alcanzaron las cartas del rey y ello a pesar de mi edad y la debilidad causada por la grave dolencia que poco antes me aquejaba. Con todo esto queda desbaratada, mas que suficientemente, la segunda acusacién de mis calumniadores, segtin la cual no me han sido dados cargos en la Corte, por estar el rey airado conmigo. En cuanto al tercer argumento, confieso y me alegro de ser navarro y cntabro, de aquel histrico pueblo tan guardador de la fidelidad prometida, especialmente a los reyes, pues como ARTA APOLOGETICA xr ®testigua Platina ® los cdntabros y astures si bien habian sido los ultimos en someterse a Roma, fucron también los postreros en desligarse de ella, Y jamds he lefdo en historia alguna que hasta hoy ni uno solo de los navarros haya renegado de la fe que le transmitié San Saturnino, discfpulo del Apéstol San Pedro, ni se adscribiese a la impia secta de judios, sarracenos, turcos 0 luteranos, ya mediasen el cautiverio, la seduccién de las dadivas, 9 la violencia de las torturas. Confieso también y me glorio de descender de los dos citados palacios de Azpilcueta y de Jaureguizar, Baztin por otro nombre (de allf toman su origen los nobles Bazanes de Castilla) empla- zados en las cumbres pirenaicas, donde se separan los vascones celtas de los celtiberos. No son ricos, pero se erigieron mucho antes de Carlomagno y gracias a Dios, hasta hoy no han mezclado su sangre con la secta reprobada por Dios. De entre los dos destaca uno, solamente por haber sido de aquellos doce que fueron elegidos para gobernar el naciente reino. Quizd por ser tan conocida esa circunstancia, mis enemigos no han podido oponer tacha contra la limpieza de cristianos viejos de mi familia y cuna, Manifiesto igualmente y es titulo de honor, que los sefiores de los suprascritos palacios, junto con su caudillo el Ilustrisimo Mariscal de Navarra (pariente de tu Excelencia) abandonando sus casas siguieron a Juan de Albret su rey entonces, a quien habjan jurado ser fieles. Y alabo a quienes supieron cumplir la palabra empefiada ante Dios, aun cuando no condene a quienes obraron de otro modo impulsados por motivos que ellos cono- cerian. También el gran Fernando, abuelo del soberano, (el pri- mero que fute conocido con el titulo de Rey Catélico), lejos de censurar esa conducta, Ia ensalzé, pues era similar a la de sus antepasados que habfan apoyado a su padre el rey de Navarra y Aragén contra su propio hijo y Principe cuando se sublevé contra él; de otro lado esperaba que aquellos mismos no le serfan nunca desertores una vez que les prestasen juramento. * En la vida de Juan VI [Historia B. Platince de debitis Pontificum Romanorum. Colonie 1590. Pég. 105]. xu ENTRODUCCION Su esperanza no seria defraudada. Bien pueden atestiguarlo nuestro mismo rey y su padre el Emperador, quienes encargaron sucesivamente al mencionado Mariscal el gobierno de Toledo, Sevilla, Galicia (préximo a Francia), le nombraron Presidente del Supremo Consejo de las tres Ordenes, Consejero del Estado y Guerra y fallecié cuando acababa de ser designado Presidente del Supremo Consejo. Su hermano Don Francisco de Navarra, de quien yo fui guia y compajiero, (primero durante catorce afios en Francia y luego estudiando ambos Derechos en Salamanca) fue elevado ‘a dos sedes episcopales y por wiltimo al Arzobispado de Va- lencia. No subrayaré Ia Iealtad de aquel Tustrisimo Marqués de Falces a quien el rey confié un mundo nuevo. Ni las de sus hermanos Jos Peralta, eminentes militares, quienes al frente de los ejércitos reales, unos en unas partes y otros en otras, tanto combaticron en tierra como en mar y o bien hallaron muerte heroica, 0 prosiguen sus servicios como ahora uno de ellos a las érdenes de tu Excelencia. Mis antepasados fueron siempre muy adictos a su mando. No pondré especial énfasis tampoco sobre el fuerte y sabio Dionisio de Eza (una hermana suya casé con uno de mis tios) cuya fidelidad, reciedumbre u obras destacaron contra aquellos castellanos que se dieron el nombre de comuneros cuando se alisté bajo Jas banderas reales después de ser licenciado por el rey Juan de Albret. A Carlos de Eza, el mayor de sus tres hijos, la real Majestad no sdlo le confié Plumbino, sino que durante algun tiempo fue Vice-alcaide del alcdzar de Milin siendo cus- todio de buena parte de él. Los otros dos fueron distinguidos por la Real Majestad hace tres afios y atin militan valerosamente al servicio del rey, uno en Frandes y otro en Espafia. No destacaré la fidelidad de los ilustres Eraso y Castillo, Secretarios del Soberano, y cuyos antepasados observaron igual conducta que los mios. Paso en silencio, en fin, a otros muchos, para dejar advertido algo que es mds que sabido y tiene la evi- dencia del hecho permanente. Los Sefiores de los expresados palacios de mis abuelos, favorecidos desde hace tres afios por CARTA APOLOGETICA xunr la Real Majestad con rentas perpetuas y otras mercedes, residen ahora en los valles pirenaicos alerta contra los luteranos. Uno, el Sefior de Azpilcueta, que es Vizconde de la Colina, al frente del Roncal (gentes que por su naturaleza son las més fuertes de todos los celtiberos) en el territorio que media entre Navarra y el Bearn, El otro, sefior de Jaureguizar 0 Baztdn, siempre listo para la guerra con los vasallos de su casa, en Ja ya citada zona que separa los vascones celtas de los celtiberos. Con todo lo dicho queda claramente satisfecho el tercer argumento esgrimido por mis adversarios, eee Al cuarto, he de responder lo siguiente: Blasono y me alegro muchisimo de ello, de haber estudiado y ensefiado Derecho canénico y civil durante largo tiempo en Francia, Alcancé con ello tanto renombre que varones prestigiosos me invitaron, y aun rogaron, que aceptase ejercer de consejero en el Supremo Parlamento parisino, gestionando ellos el cargo, a su costa ¢ iniciativa, ya que entonces semejantes destinos se vendian a quienes habian adquirido fama de peritos en derecho. Digo, pues, que Jo admito. Pero admitan ellos también que antes de mi marcha a Francia, estudié en Navarra y en la renombrada Uni- versidad de Alcalé (que esta en Castilla la Nueva) Filosofia y Teologfa escoldstica. Y también que al regresar de Francia a Espafia ensefié Derecho candnico alrededor de treinta afios, a saber, en Salamanca catorce, y dieciséis en Coimbra a donde fui por orden (cinco veces reiterada) de los padres de Su Majestad, Nadie niega que yo traje desde Tolosa, en Francia, a la Uni- versidad de Salamanca (la més antigua de Castilla la Vieja y la principal entre todas las del mundo cristiano) una ciencia sdlida y util del Derecho Canénico. Del mismo modo, un afio después, Fray Francisco de Vitoria, tan sabio como piadoso, introdujo una claborada Teologia, estudiada en la Universidad de Paris. A su vez y antes que nosotros dos, aquél integérrimo Siliceo, que el César escogerfa para preceptor del rey y luego seria elevado a la sede Arzobispal de Toledo, junto con otros xLIV INTRODUCCION varios educados en Paris, también Francia, acrecentaron mucho en ella el caudal de estudios filosdficos y de las artes liberales. Ahora bien, si todos esos no son censurados sino alabados, y algunos permanecieron estudiando y enscfiando en Francia atin més tiempo que yo, ¢por qué se me reprueba a mi? ¢Por haber defendido con justicia al Reverendisimo Arzobispo de Toledo, obedeciendo los mandatos reales? zQuizA porque el Sumo Pon- tifice Pio V, los Padres purpurados y toda Roma me aprecian mas de lo que algunos quisieran? Yo confieso que hablo un poco el francés, pero acepten esos tales que los sabios citados lo usaron a la perfeccién y aquel Emperador tres veces grande, padre del rey, con la mdxima ele- gancia. Confieso ademds que suelo alabar a Francia y sus domi- nios, de la cual forman parte Flandes y otros once territorios segtin creo. Pero es que aquel que la desprecie, ni la visité,ni conoce su geografia ni ha entendido cosa alguna de su historia. No niego tener, dentro del limite justo, amor a Francia. La amo por estar sujeta en gran parte a su Majestad Catdlica. La amo porque alli aprendi, a Dios gracias, lo que por obra suya habja de ensefiar después fielmente entre nosotros. La amo porque cuando alli residi eran sus hijos dados a la religién, fieles a sus monarcas, atentos, sencillos y corteses entre ellos, con trato suave y modesto, ajeno a la vanidad y la soberbia tan frecuentes en otras partes. La amo, porque son prdjimos nues- tros, y por el mandato de Cristo estoy obligado a amarles y ya desde nifio discrepo de quienes odian a otros por el unico mo- tivo de que pertenezcan a una u otra nacién o partido. Por este motivo muy frecuentemente he censurado en la misma Navarra a aquellos navarros que detestaban a otros nada mds por estar vinculados a grupo distinto; en la misma Francia a los franceses que aborrecian a los castellanos sdlo porque estos lo fuesen, (no ocurria lo mismo con los navarros y cata~ lanes que abundaban en Tolosa, aunque no eran conocidos de todos como espajioles); en la misma Castilla a los castellanos que tenian adversién a los franceses por la exclusiva razén de que eran tales franceses, o despreciaban y ponfan en ridiculo fa- cilmente a los portugueses tanto con razén como sin ella, En CARTA APOLOGETICA xLv el mismo Portugal, en fin, a los portugueses que, justificada 0 injustificadamente, execraban r4pidamente a los castellanos. Ahora aprecio profundamente a los romanos que nos tratan con humanidad a todos nosotros, sea cualquiera la nacién a la que pertenezcamos. Si algunos son dignos de respeto, los acogen y ensalzan, y apenas se ocupan de los que no lo merecen, y nunca los injurian si estos no se adelantan a ofenderles. Esa conducta es la propia de los cristianos, pues segin la doctrina de Cristo es grato a Dios y debe ser amado quien obre rectamente, en cual- quier nacién o partido. Y a 1a inversa, en todo pais y grupo aquel que actiie inicuamente es discfpulo del demonio y a quien tal sea debe detestarsele. Por otra parte en todo pais y nacién, encontramos buenos, mejores y excelentes; malos, peores y pésimos. A todos sin ex- cepcién estamos obligados a amar, al menos por Dios, y a re- chazarlos en Ia medida en que scan malos, asi como aceptarlos por la parte que tengan de buenos. Es justo también que ame a Francia porque, hace ya tiempo hacia 1520, pronuncié una preleccién cuaresmal en Tolosa (de las Iamadas repeticiones) con énimo prudente y pacificador en contraste con las sediciosas y emponzofiadas que eran entonces habituales, para glosar el proemio de las Decretales 19: «El Rey pacifico con piadosa misericordia quiso para si, subditos vi twosos, pacificos y humildes». Concurrieron muchos a escu- charla, atraidos por la novedad y, entre otras cosas, logré con- vencer a muchos que s6lo hay dos naciones en el mundo cristiano; una que combate por Cristo, otra que defiende a Satands. Con- secuentemente deduje que aquellos franceses que quisiesen ser considerados como amantes de la virtud y de las letras, deberian estimar y amar a los espafioles, vascos, bretones y otros de diversas naciones que deseaban consagrarse en Tolosa a la virtud y al estudio. Paralelamente, nosotros los espafioles y los de otros paises, que tratébamos de ser tenidos por amantes del trabajo y la conducta honrada, tenfamos que reverenciar y apreciar a los franceses que aspirasen a idénticos ideales. Con todo ello 19 N, del T. Friedberg IL, 1, 2. XLVI INTRODUCCION se logré que creciese la cordialidad entre las personas honradas y disminuyese hacia las que no lo eran, y todo sin discriminacién de naciones. Es justo en fin mi amor a otros paises, porque si bien todos los cristianos deben reputarse transetintes y extranjeros! y no hacer asiento definitivo en este mundo, sino buscar el venidero 1%, yo debo hacerlo el primero, pues Navarra me engendré, Castilla la Nueva me educé en Alcalé, Francia me hizo hombre, Castilla la Vieja me ensalzé en Salamanca, Portugal me honré, esclarecié y aun me habria exaltado muy por encima de mis merecimientos, si no (como he dicho) me hubiera guiado a otra parte el buen espfritu (asi crefa yo) y aun ahora, tinicamente gracias a Lusi- tania, vivo decorosamente con la amplia y perpetua renta de mi cdtedra. Cuando retorné de alli, ambas Castillas y Navarra me aco- gieron y trataron muy benignamente, usando gratuitamente alrededor de doce afios de mis consejos y trabajos, uno de los cuales fue (y lo tengo a gran honor) ser el confesor durante algtin tiempo de la citada hermana carnal del Rey, nuestra Sefiora la incomparable princesa de Portugal y de sus sobrinos, los principes de Bohemia, hijos de su hermana, eminentisimos no sélo por los titulos heredados de su abuelo, sino también por sus propias cualidades de fortaleza de animo y cuerpo. Final- mente, a través de las multiples incidencias y situaciones de la vida vine a Italia la mds escogida tierra del mundo entero, y resido en la madre y maestra del orbe, Roma, hace ya unos tres afios, frisando mi edad en los 78 afios. Luego si yo debo considerarme extranjero, y en mayor grado todavia que otro de mi condicién, gcémo no he de imitar a aquel que hecho extranjero por nosotros, ama a todos los hombres de todos los paises, no discrimina entre personas, sélo ensalza 1 Segiin la sentencia de San Pedro [J, 2, 11 «Charissimi, obsecro vos tamquam advenas et peregrinos abstinere vos a carnalibus desideriis que: militant adversus animams]. 42 Sogin 1a sentencia de San Pablo [Hebreos 13, 14 «Non enim habemu hic manentem civitatem sed futuram inguirimust). CARTA APOLOGETICA XLVI a los que profesan fe, esperanza, caridad y demas virtudes, y s6lo recrimina a aquellos que le presentan impiedad y toda suerte de pecados? ¢Porqué, a su ejemplo, y al menos en su nombre, no he de amar a todos los hombres de cualesquiera paises, y a los honrados por su misma rectitud?

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