Geografic Nationa

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NATIONAL GEOGRAFIC

Rusia es la nación más grande de la tierra, un verdadero continente


Su territorio se extiende desde el centro de Europa hasta el extremo de Asia.
Durante buena parte del siglo XX,
Rusia existió dentro de un estado aún más grande que se llamó la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
después de la Revolución de 1917, el Imperio de los zares de Rusia se deshizo y un
número importante de países surgieron de sus cenizas: Polonia, Estonia, Letonia o
Lituania,
pero también otros como Ucrania y Georgia y, por supuesto, la república de Rusia.
Rusia se convirtió en el primer Estado socialista del mundo.
Destruyeron así la primera democracia parlamentaria que se había creado en Rusia.
Cuando la Rusia bolchevique se consolidó, comenzaron a atacar a los países que la
rodeaban.
En unos pocos años, Rusia invadió y recuperó muchos de los territorios que había
perdido y los incorporó a la URSS.

LA RUS DE KIEV

Cuando, en el siglo XVIII, Rusia se convirtió en un imperio, casi toda Ucrania


quedó en sus manos.
Las políticas de los bolcheviques llevaron al país a una gran hambruna, llamada
Holodomor, en la que murieron millones de ucranianos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis invadieron la URSS y provocaron una
enorme destrucción en Ucrania,
asesinando a millones de personas, incluyendo a casi toda la población judía.
Ucrania fue uno de los escenarios del Holocausto.
Una parte de los ucranianos colaboró con los nazis para lograr su independencia,
cometiendo muchos crímenes. Otra parte luchó contra los invasores nazis y consiguió
expulsarlos del país,
junto con el ejército de la URSS. Con el tiempo, Ucrania dentro de la URSS se
recuperó y llegó a ser uno de los territorios más importantes de la Unión.
Cuando en 1991, tras muchas tensiones, la URSS se disolvió, los países que la
componían se hicieron independientes.
Ucrania también votó, en un referéndum masivo, a favor de su consolidación como
Estado propio.

RUSIA EN EL SIGLO XXI

Ucrania es un país muy grande, donde casi la mitad de la población tiene como
lengua materna el ruso y se sienten vinculados a Rusia.
Aprovechando una crisis política en Ucrania en 2014, con manifestaciones y
violencia callejera,
Vladimir Putin ordenó a sus tropas invadir de forma anónima la península de Crimea,
que formaba parte de Ucrania.
También impulsó levantamientos en dos provincias fronterizas con Rusia , que
convirtieron esa parte del país en una zona de guerra durante muchos años.
Rusia acusó al gobierno ucraniano de ser ilegal y de apoyarse en la ultraderecha.
Con el tiempo, Rusia incrementó la presión y llevó a sus ejércitos a la frontera
con Ucrania. Para muchos rusos, Ucrania sigue siendo un territorio muy ligado a
ellos,
algo que también piensan muchos ucranianos.
Pero los rusos también consideran a Ucrania un «hermano menor». Para ellos,
representa una humillación que Ucrania siga su propio camino en la política
internacional.
NODAL

El 24 de febrero de 2022, fecha del inicio de la guerra en Ucrania, marca la


entrada del mundo en una nueva edad geopolítica.
Hubo intervenciones públicas frecuentes del líder ruso en conferencias de prensa,
encuentros con mandatarios extranjeros y discursos televisados,
reiterando las demandas de Rusia, que en realidad eran muy sencillas. Por eso Putin
reclamó con insistencia, a Washington, Londres, Bruselas y París,
que se le garantizara a Moscú que Ucrania no se integraría a la Organización del
Tratado del Atlántico Norte .
No se trataba por lo tanto de evitar la «occidentalización» de Ucrania, ni siquiera
su adhesión a la Unión Europea,
sino de prevenir su incorporación a una alianza militar formada, como se sabe, en
1949, con el objetivo de enfrentar a la antigua Unión Soviética y,
desde 1991, a la propia Rusia.
Esto implicaba que Estados Unidos y sus aliados militares europeos no instalasen en
el territorio de Ucrania,
país fronterizo con Rusia, armas nucleares, misiles u otro tipo de armamento
agresivo que pudiera poner en peligro la seguridad de Moscú.
Pero eso, obviamente, amenazaba la seguridad de Rusia. Simplemente,
se trataba de firmar un documento en el que la OTAN se comprometiera a no
extenderse a Ucrania y,
repito, a no instalar en territorio ucranio sistemas de armas que pudieran amenazar
la seguridad de Rusia.
La otra demanda rusa, también muy atendible, era que, como quedó establecido en
2014 y 2015 en los acuerdos de Minsk,
las poblaciones rusohablantes de las dos «repúblicas populares» de la región
ucrania del Donbás, Donetsk y Lugansk,
recibieran protección y no quedasen a la merced de constantes ataques de odio como
desde hacía casi ocho años.
En los acuerdos de Minsk, firmados por Rusia y Ucrania con participación de dos
países europeos,
Alemania y Francia, y que ahora varios analistas de la prensa occidental reprochan
a Putin haber dinamitado,
estaba estipulado que, en el marco de una nueva Constitución de Ucrania,
se les concedería una amplia autonomía a las dos repúblicas autoproclamadas que
recientemente han sido reconocidas por Moscú como «Estados soberanos».
Por todas estas razones, existía un ánimo de justificada exasperación en el seno de
las autoridades rusas,
que los líderes de la OTAN no lograron o no quisieron entender
Pero las cosas se precipitaron e ingresamos en este detestable escenario de guerra
y de peligrosas tensiones internacionales.
Desde el punto de vista de la armadura legal,
el discurso de Putin en la madrugada del día en que las Fuerzas Armadas rusas
iniciaron la guerra en Ucrania trató de apoyarse en el derecho internacional para
justificar
su «operación militar especial». Aunque Putin sostiene que no habrá una ocupación
permanente de Ucrania.
Es probable que Moscú trate de instalar en Kiev un gobierno que no sea hostil a sus
intereses y que le garantice que Ucrania no ingresará en la OTAN,
además de reconocer la soberanía de las «repúblicas» del Donbás en la totalidad de
su extensión territorial,
porque cuando empezó el ataque ruso, Kiev controlaba todavía una parte importante
de esos territorios
Si no se produce una escalada internacional , y teniendo en cuenta la gran
diferencia de poderío militar entre Rusia y Ucrania,
lo más probable es que el vencedor militar de esta guerra sea Moscú.
La batería de rotundas sanciones que Estados Unidos, la Unión Europea y otras
potencias le están imponiendo a Moscú son aniquiladoras,
inéditas, y pueden dificultar, por decenios, el desarrollo económico de Rusia, que
desde este punto de vista es una potencia media y cuya situación económica
es ya particularmente delicada. Por otro lado, si es rápida y contundente,
una victoria militar en esta guerra le podría dar a Rusia, a sus Fuerzas Armadas y
a sus armamentos un indiscutible prestigio.
Moscú podría consolidarse, en varios teatros de conflictos mundiales, en particular
en Oriente Próximo y en el África saheliana,
como un aliado indispensable para algunos gobiernos locales, como principal
proveedor de instructores militares y, sobre todo, como principal vendedor de
armas.
Todo esto hace más difícil entender por qué Estados Unidos no hizo más para evitar
este conflicto en Ucrania.
Para Biden, esta guerra puede aportar una distracción mediática respecto de sus
objetivos estratégicos.
La posición de Washington resulta tanto más sorprendente cuanto que su gran rival
estratégico, en este siglo XXI, no es Rusia, sino China.
Por eso este conflicto está envuelto, en cierto modo, en un aire pasado de moda, un
resabio de la Guerra Fría .
Quizá uno de los objetivos de Washington sea alejar a Rusia de China implicando a
Moscú en un conflicto duradero en Europa,
con la intención de que China no pueda apoyarse en Rusia mientras Estados Unidos y
sus aliados de la ASEAN y de la AUKUS aprovechan para acosar a Pekín en el mar de
China Meridional.
Pekín no desea ofrecer un pretexto a otras potencias para que ellas reconozcan, a
su vez, la independencia de Taiwán.
La posición de la Unión Europea ha sido débil. Emmanuel Macron, que actualmente es
el presidente pro tempore de la Unión Europea,
no consiguió nada con sus gestiones de último momento.
En vísperas de la guerra, la idea sobre la que se movilizaron tanto los líderes
políticos como los medios de comunicación occidentales fue decirle a Putin que no
hiciera nada,
que no diera un paso más, cuando lo razonable hubiera sido, repito, analizar sus
demandas y sentarse a negociar para garantizarle a Rusia, de alguna manera, que la
OTAN no iba a ubicar armas nucleares en sus fronteras. Desde el comienzo, se mostró
favorable a que se estudiasen las demandas de Putin. Pero, en cuanto comenzó la
guerra,
la postura de Berlín cambió radicalmente.
Por eso seguimos preguntándonos por qué Estados Unidos y las potencias occidentales
no aceptaron dialogar con Putin y responder a sus reclamos,
sobre todo sabiendo que no podrían intervenir en caso de conflicto militar.
Recuérdese que, en varias ocasiones, y muy particularmente en su mensaje de anuncio
del inicio de la guerra,
Vladímir Putin envió una advertencia clara a las grandes potencias de la OTAN,
sobre todo a las tres que cuentan con armamento nuclear –Estados Unidos, Reino
Unido y Francia–,
recordándoles que Rusia «tiene ciertas ventajas en la línea de las armas de última
generación» y que atacarla «tendría consecuencias devastadoras para un potencial
agresor».
Moscú ha logrado, en los últimos años, al igual que China, una ventaja tecnológica
decisiva sobre Estados Unidos en materia de misiles hipersónicos.
Esto hace que, en caso de un ataque occidental contra Moscú, la respuesta rusa
pudiera ser efectivamente devastadora.
Los misiles hipersónicos van a una velocidad veinte veces superior a la velocidad
del sonido, o sea a Mach 20, a diferencia de un misil balístico convencional,
cuya velocidad es de Mach 1.
los misiles hipersónicos rusos, calculando la trayectoria, pueden interceptar los
misiles convencionales y destruirlos antes de que alcancen su objetivo,
lo que permite a Rusia crear un escudo invulnerable para protegerse. En nuestro
mundo globalizado e interconectado,
un conflicto de esta envergadura tiene obviamente consecuencias planetarias.
Pero que, en los demás frentes -político, económico, financiero, monetario,
comercial, mediático, digital, cultural, deportivo, espacial, etc.- se ha
transformado en una guerra total.
Latinoamérica no es un actor relevante en el escenario donde se desarrollan las
principales tensiones geopolíticas ligadas al conflicto Rusia-Ucrania.Ç
Excepto en sus relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua,
Moscú no posee, ni de lejos, en la región, la influencia que siempre ha tenido
Washington y que últimamente ha adquirido Pekín.

WASHINGTON POST

« La guerra ya no es algo que afecta a las poblaciones empobrecidas y remotas. » Un


político francés dijo que los refugiados ucranianos representaban una «inmigración
de alta calidad». El primer ministro búlgaro dijo que los refugiados ucranianos son
«inteligentes, están educados... Esta no es la ola de refugiados a la que estamos
acostumbrados, con personas de las que no estábamos seguros de su identidad, con
pasados inciertos, que podrían haber sido incluso terroristas». El tuit fue
borrado, del mismo modo que las experiencias de muchos que han documentado en las
últimas décadas los horrores de la guerra en las redes sociales y más allá.
Las fuerzas militares de Putin también intervinieron de forma feroz en Siria, en
respaldo a un régimen asesino. Esa guerra desató un nivel de muerte, sufrimiento,
destrucción y desplazamientos masivos que aún no se ve en Ucrania, pero la
respuesta de Occidente fue mucho menos empática. Aunque se hable mucho de
«valores», por lo general lo que motiva las decisiones es el pragmatismo calculado.
Pero también es cierto que nuestros «intereses» están notablemente fundamentados
por nuestros valores.
Y cuando nuestros valores estipulan que existe una escala civilizadora, en la que
una población está en un extremo y todas los demás están muy por debajo, entonces
perdemos la autoridad moral. La solidaridad con el valiente pueblo de Ucrania nos
ha recordado a todos lo que es posible cuando realmente se siente empatía.

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