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Unidad 1 - Intervencion Psicopedagogica en Trastornos Del Desarrollosq
Unidad 1 - Intervencion Psicopedagogica en Trastornos Del Desarrollosq
Unidad 1 - Intervencion Psicopedagogica en Trastornos Del Desarrollosq
PSICOPEDAGÓGICA
EN LOS TRASTORNOS
DEL DESARROLLO
Coordinador
JESÚS NICASIO GARCÍA SÁNCHEZ
PROFESOR DE PSICOLOGÍA EVOLUTIVA Y DE LA EDUCACIÓN
DE LA UNIVERSIDAD DE LEÓN
1 NTERVENCION
PSICOPEDAGÓGICA
EN LOS TRASTORNOS
DEL DESARROLLO
EDICIONES PIRAMIDE
COLECCIÓN «PSICOLOGÍA»
Sección: Pedagogía
Director:
Ángel Riviere
Catedrático de Psicología Cognitiva
de la Universidad Autónoma de Madrid
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Indice
Agradecimientos .................................................................................................................... 21
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10 / Índice
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Índice I 11
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12 / Índice
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Índice / 13
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14 / Índice
12. Retraso mental. Historia y caracterización (Luis Martín-Caro y Pilar Otero). 241
1. Introducción................................................................................................................. 241
2. Breve historia sobre la concepción de retraso mental............................................... 242
2.1. Antecedentes...................................................................................................... 242
2.2. La educación en clases especiales .................................................................... 242
2.3. La era de la normalización................................................................................ 243
3. Referencia a la historia de la educación especial en España.................................... 244
3.1. El Plan Nacional de Educación Especial ......................................................... 245
3.2. La concepción de necesidades educativas especiales ...................................... 245
4. Cociente intelectual (CI) y clasificación del retraso mental..................................... 246
4.1. El problema de las clasificaciones.................................................................... 247
5. La conducta adaptativa como determinante del retraso mental................................ 248
6. Definición actual de la Asociación Americana de Retraso Mental.......................... 249
7. Apoyos educativos y comunitarios............................................................................. 251
Bibliografía......................................................................................................................... 254
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Índice 1 15
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16 1 Índice
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Índice 1 17
l. Introducción................................................................................................................. 376
2. La deficiencia auditiva: un concepto audiológico ..................................................... 377
2.1. Algunos conceptos previos................................................................................ 377
2.2. Tipos de deficiencia auditiva............................................................................ 378
2.3. La detección y la evaluación de la pérdida auditiva....................................... 380
2.3.1. Métodos objetivos................................................................................. 380
2.3.2. Métodos subjetivos o comportamentales ............................................. 381
3. Las personas sordas: un concepto sociológico.......................................................... 383
3.1. Las personas sordas en su vida adulta............................................................. 384
3.1.1. Relaciones familiares ........................................ .............. ................ ...... 384
3.1.2. Asociaciones de sordos......................................................................... 385
3.1.3. Comunicación........................................................................................ 386
3.1.4. Intérpretes de lenguaje de signos......................................................... 386
3.1.5. La importancia de la lengua de signos................................................ 387
4. A modo de conclusión................................................................................................ 387
Bibliografía......................................................................................................................... 388
l. Introducción................................................................................................................. 390
2. Desarrollo de las funciones comunicativas................................................................ 391
3. Adquisición y desarrollo de la lengua oral................................................................ 391
3.1. Desarrollo fonológico y características del habla............................................ 392
3.2. Vocabulario........................................................................................................ 393
3.3. Morfosintaxis ..................................................................................................... 393
3.4. Sistemas complementarios y desarrollo de la lengua oral............................... 394
4. Adquisición y desarrollo de la lengua de signos....................................................... 395
4.1. Interacciones maternas....................................................................................... 395
4.2. Desarrollo fonológico........................................................................................ 396
4.3. Adquisición del léxico....................................................................................... 396
4.4. Morfosintaxis .. .... ... ............................ ...... ....... ..... ....... ............................ ..... ...... 397
5. La comunicación escrita............................................................................................. 399
5.1. ¿A qué se deben las dificultades lectoras en los niños sordos?...................... 399
5.2. Enseñanza bilingüe y lengua escrita................................................................. 400
Bibliografía......................................................................................................................... 401
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18 1 Índice
l. Definición.................................................................................................................... 417
2. Caracterización .......... ...................................... ............ ................................................ 417
3. Etiología....................................................................................................................... 418
4. Prevalencia................................................................................................................... 420
5. Evaluación y diagnóstico............................................................................................ 422
5.1. El examen oftalmológico................................................................................... 422
5.2. La evaluación de la visión funcional................................................................ 426
Bibliografía......................................................................................................................... 429
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Índice 1 19
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20 1 Índice
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Agradecimientos
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Prólogo
De quien prologa un libro científico no se pide o se espera, por fortuna, que conoz-
ca la materia mejor que el autor o los autores del mismo. Puede esperarse en cambio
que aporte un visión o al menos una mirada diferente de la del especialista o expertos
que lo han escrito: una mirada justamente no especializada, pero que ayude en algo a
estimular el interés del lector y quizá a suministrarle claves complementarias de lectura.
La mirada de este prologuista, no experto desde luego en el tema de la obra, es la
de un profesor interesado en la psicología de la personalidad y, dentro de ella, en el
perfil, condiciones y desarrollo de la madurez personal. Es por ahí por donde se sien-
te autorizado, y no sólo honrado, ante la oportunidad de este comentario prologal.
Lo que va a comentarse es muy simple, aunque polémico, y se resume en una te-
sis, una reivindicación: la de una ciencia de lo posible y deseable, y no sólo de lo real.
Hay que reivindicarla en contra del imperante positivismo y empirismo chato de los
puros «datos», de los desnudos «hechos». Claro que a éstos no es posible darles la es-
palda. Pero ¿qué es un dato o un hecho?, ¿y qué es la «realidad»? Contra la unidi-
mensionalidad de una ciencia tan miopemente realista que no se pregunta si las cosas
podrían suceder de otra manera, hay que argüir que la ciencia, y precisamente para
serlo, no puede contentarse con describir cómo son y suceden las cosas, y ha de pre-
guntarse si lo son así por fuerza o podrían llegar a darse y acontecer de muy otro
modo. En tal perspectiva también una ciencia empírica como la psicología puede y
debe examinar no sólo cómo de hecho las personas crecen y se desarrollan, sino
cómo es posible y deseable que crezcan y se desarrollen. Porque además también en
lo deseable reside una objetividad: es más apetecible ser feliz que desgraciado, más
deseable ser inteligente que deficiente, ser competente que incompetente. ¿O no?
¿O son preferencias tan sólo subjetivas?
Difícilmente cabe pensar en una «objetividad» más compacta que la de una sub-
jetividad humana generalizada, universal. De modo que ahí también tiene que faenar
una ciencia objetiva y una investigación empírica. Y, de otra parte, si las ciencias hu-
manas no contribuyen a conocer las condiciones del desarrollo, de la felicidad, la
competencia, el logro, ¿se dejará todo eso en manos de la literatura, la poesía, la filo-
sofía o acaso el sentido común?
A la teoría y las ciencias de la educación no es preciso aleccionarlas sobre ello.
La educación es, de entrada, intervención deliberada para unos fines deseables, es de-
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24 1 Prólogo
cir, para que la realidad humana sea de otra manera. El empirismo en pedagogía, en
didáctica, está siempre bajo la vigilancia crítica de criterios que no son especulativos,
pero que obedecen a otra «empiria», otra positilidad: la de una realidad acaso rara e
infrecuente pero realizable; la de los hechos preferibles a la vez que posibles.
Es preciso reivindicar también para la psicología una mirada --de ciencia, de in-
vestigación, se entiende- semejante. Hay que hacerlo en particular para una psico-
logía del desarrollo y del ciclo vital. En ésta no cabe contentarse con estudiar cómo
los hombres y mujeres crecen, maduran, envejecen. Es necesario escudriñar también
cómo pueden crecer, madurar y envejecer mejor, con calidad de vida, óptimamente.
En eso le corresponde a ella investigar y presentar no ya cómo es la vida de los niños
en edad escolar o la de los ancianos nonagenarios, sino también cómo pueden llegar
a ser tales vidas. La psicología tiene que ofertar una explicación plausible para el pre-
coz Mozart a los 7 años y para el nunca anciano Picasso a los 90, una explicación
además no ya tanto para su genio -sin duda no generalizable-, sino para su vitali-
dad y desarrollo vital -eso, sí, generalizables-, que, de suyo, y encima, son proba-
blemente bastante independientes de la genialidad.
Una mirada así sobre lo posible y deseable en pocas materias llega a ser tan nece-
saria y a aparecer tan clara como a propósito de trastornos del desarrollo. Es contro-
vertido y no pacífico qué es eso de «trastorno», por contraposición a lo «normal» o
«sano». Pese al debate acerca de ello, e incluso pese a la opinión de que el debate tal
vez carezca de sentido, el caso es, sin embargo, que ni la medicina y la pedagogía, ni
tampoco la psicología, pueden prescindir de las categorías de la salud y el trastorno,
de la función y la disfunción, de lo deseable y lo indeseable. Abordar «trastornos»
desde un enfoque psicopedagógico es un modo valiente de afrontar un reto, el de un
conocimiento no unidimensional, el de una ciencia que trata de articular conjunta-
mente lo real y lo posible.
También es valiente que lo del «desarrollo» no se ciña sólo, según es frecuente, a
los aprendizajes convencionales, a la inteligencia o las aptitudes, y que se recoja en
su integridad, asimismo en aquellas otras dimensiones del comportamiento que caen
más bien bajo la noción de personalidad. En eso esta obra colectiva sobre interven-
ción psicopedagógica en trastornos del desarrollo responde plenamente a una noción
--científica y no, o no sólo, ética- de la personalidad como realidad comportamen-
tal en desarrollo, entendiendo además por desarrollo no cualquier devenir o desenvol-
vimiento, sino sólo aquel que se produce en la dirección de una madurez que es sus-
ceptible de ser definida de manera empírica.
No era necesario en este prólogo anticipar los contenidos de los capítulos. Tam-
poco procedía convertir el prólogo en una reseña crítica incorporada al volumen, aca-
so elogiadora --como por otra parte lo merece- de los capítulos, de los autores, de
la concepción general que lo preside. Ya ha confesado el prologuista carecer de com-
petencia para juzgarlo desde arriba, desde una competencia superior, mejor que la
de quienes lo han escrito. Sólo puede afirmar, esto sin duda, que el coordinador del
libro ha reunido aquí a los mejores especialistas españoles sobre los diferentes temas
-o a quienes están entre los mejores, tampoco hay que ningunear a ausentes- y que
él mismo ha asumido con dignidad científica la responsabilidad de coordinación y la
de autoría en una buena parte de la obra.
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Prólogo 1 25
Así que el prologuista ejerce esta vez no de primer autor en la secuencia de las
páginas, sino de primer lector, de privilegiado lector que ha tenido la oportunidad de
conocer el libro antes que otros y a quien se le ha concedido el privilegio de decir en
pocas palabras qué es lo que ha leído en él y así contribuir a un sesgo de lectura. ¿Es
bueno introducir un sesgo prologal?; ¿no sería mejor una lectura y estudio limpios de
interferencias ajenas? A estas alturas del prólogo, si es que no era bueno haberlo in-
troducido, el mal está hecho ya. Pero seguramente, y aunque sea un prejuicio, no es
un mal prejuicio. No es mala clave de lectura abordar este libro como una contribu-
ción, ante todo, a una ciencia básica de lo posible, de la deseable madurez en el de-
sarrollo de las personas, a la vez que, y no en segundo lugar, a la vertiente práctica y
profesional de esa ciencia, a una tecnología para la intervención en trastornos de ese
desarrollo.
Octubre de 1999.
ALFREDO FIERRO BARDAJÍ
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28 1 Intervención psicopedagógíca en los trastornos del desarrollo
turales (García, 1990a; 1998a) en los años setenta, supuso un cambio de perspecti-
va o de paradigma respecto a la forma de intervención con estas personas. Se pasó de
un modelo médico y psiquiátrico a un modelo educativo. Todas las personas con tras-
tomos del desarrollo pueden aprender, pueden adaptarse, y es preciso crear y desarro-
llar programas educativos que den respuesta a sus necesidades educativas especiales.
Desde este momento se ha incluido dentro de este término de «trastomos 2 del
desarrollo» una tipología variada de problemas que tienen su origen en la infancia,
la niñez o la adolescencia, aunque puedan perdurar durante toda la vida de las per-
sonas. El concepto de trastorno del desarrollo es un concepto que surge, tal y como
lo concebimos hoy, al final de los años setenta, en que se alza como alternativa al
modelo médico predominante para el tratamiento de las personas con problemas
graves en el desarrollo, en torno a un modelo educativo: la forma de intervenir y tra-
tar a estas personas habrá de ser educativa principalmente. Puesto que no podemos
«curar» a una persona con ceguera o sordera o con autismo o con retraso mental, lo
que sí podemos hacer es enseñarles habilidades, actitudes, conocimientos, procedi-
mientos, etc. En último extremo, a ser personas.
El Acta de Trastornos del Desarrollo de 1977 (Developmental Disabilities Act)
define los trastornos del desarrollo « ... como crónicos, severos y atribuibles al retra-
so mental, parálisis cerebral, epilepsia o autismo, porque tales condiciones consisten
en alteraciones similares del funcionamiento intelectual general y de la conducta
adaptativa y requieren servicios y tratamientos similares a los requeridos para tales
personas» (Schopler, 1983, pág. 120).
inespecífico. pues puede aplicarse a cualquier trastorno que surja a lo largo de la vida de las personas
y que produzca efectos más o menos incapacitantes, como por ejemplo una persona mayor que presen-
ta una demencia o una ceguera o tras un accidente una persona que presenta deficiencias motoras.
3 El modelo educativo español de la LOGSE y los DCB se sitúa en la línea de las necesidades edu-
cativas especiales (Marchesi y MMtín, 1990), y su reflejo a nivel internacional se recoge de forma me-
ridiana en la Declaración de Salamanca de 1994 de la Conferencia Mundial sobre <<Necesidades Educa-
tivas Especiales: Acceso y Calidad>> organizada por la UNESCO y por el MEC de España (cfr. García,
1998b, capítulo 6).
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Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo 1 29
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30 1 Intervención psicopedagógíca en los trastornos del desarrollo
El primer eje recoge los trastornos clínicos y otros problemas objeto de aten-
ción clínica. Para el caso que nos ocupa se incluirían como trastornos clínicos.
Los trastornos del aprendizaje (cfr. García, 1997; 1998b; en prensa) o los tras-
tomos de las habilidades motoras con el trastorno del desarrollo de la coordina-
ción (cfr. Ruiz, 1997) podrían incluirse dentro de las dificultades de aprendizaje,
aunque hoy por hoy no suelen incluirse. Los trastornos de la comunicación pue-
den ser (cfr. Belinchón, 1997; García, 1998b) trastorno del lenguaje expresivo,
trastorno mixto del lenguaje receptivo-expresivo, trastorno fonológico, tartamu-
deo y trastorno de la comunicación no especificado. Los trastornos generalizados
del desarrollo incluyen el trastorno autista, el trastorno de Rett, el trastorno de-
sintegrativo infantil, el trastorno de Asperger y el trastorno generalizado del de-
sarrollo no especificado. Los trastornos por déficit de atención y comportamien-
to perturbador, con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad de tipo
combinado, de tipo con predominio del déficit de atención y del tipo con predo-
minio hiperactivo-impulsivo, el trastorno por déficit de atención con hiperactivi-
dad no especificado, el trastorno disocia], sea de inicio infantil o adolescente, el
trastorno negativista desafiante y el trastorno de comportamiento perturbador no
especificado (cfr. Miranda y Presentación, 1997). Los trastornos de la ingestión
y de la conducta alimentaria de la infancia o la niñez, como la pica, el trastorno
de rumiación y el trastorno de la ingesta alimentaria de la infancia o la niñez. Los
trastornos de tics incluyen el trastorno de la Tourette, el trastorno de tics moto-
res o vocales crónicos, el trastorno de tics transitorios, sea de episodio único o re-
cidivante,. y el trastorno de tics no especificado. Los trastornos de la eliminación,
como la encopresis o la enuresis. Estos últimos trastornos no serán considerados
en el libro, al tener un tratamiento fundamentalmente clínico más que educativo,
aunque es importante su consideración en el ámbito educativo también. La idea
es incluir los trastornos en este libro con contenidos netamente psicopedagógicos
y respecto de los cuales hay un consenso en considerarlos como «trastornos del
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Intervención psicopedagógica en Jos trastornos del desarrollo 1 31
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32 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
Uta Firth (1 995; Morton y Frith, 1995) desarrolla un modelo causal para la
comprensión de los trastornos del desarrollo de un gran interés teórico que permite
reinterpretar y comprender los diferentes problemas que presentan las personas con
trastornos del desarrollo, pennitiendo ubicar dichos problemas en el nivel adecuado,
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34 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
co. La interacción con el entorno a cada uno de Jos niveles puede agudizar o sua-
vizar los problemas y dar como resultado en los casos más favorables ausencia de
manifestaciones conductuales, como es el caso de ausencia de problemas acadé-
micos en casos de trastornos de atención e hiperactividad. Las manifestaciones
conductuales primarias serían originadas directamente por los problemas nuclea-
res hipotetizados, por ejemplo el problema de control de impulsos, como son las
dificultades de adaptación, o de forma indirecta, como el caso de las dificultades
académicas originadas por Jos problemas atencionales. Si el entorno incide posi-
tivamente, mediante la intervención psicopedagógica en el segundo nivel desarro-
llando estrategias autorreguladoras o de control atencional eficaces puede que al
nivel conductual no se den manifestaciones secundarias como las dificultades de
aprendizaje o primarias, como las dificultades de adaptación conductual.
El ejemplo de la dislexia es también de interés al respecto. A nivel conduc-
tual se observan problemas de aprendizaje de la lectura y puede que otros pro-
blemas asociados de desadaptación social. El origen primario de las dificultades
de aprendizaje de la lectura está en el nivel cognitivo-emocional, pues fallan los
procesos fonológicos (P), y está ocasionado por problemas biológicos no bien
conocidos, como los factores genéticos. La interacción positiva con el entorno
(intervención psicopedagógica) puede incidir en el nivel biológico de forma pre-
ventiva o con el segundo nivel desarrollando las habilidades fonológicas y las
previas, como la conciencia fonológica y lingüística, incluso antes del inicio di-
recto de la instrucción del código. Esta intervención eficaz en preescolar puede
dar origen a la ausencia de dificultades de aprendizaje a nivel conductual. Si los
problemas nucleares de la dislexia, o procesos fonológicos, a nivel cognitivo-
emocional persisten, darán lugar a dificultades de aprendizaje de forma primaria,
a nivel conductual, y de forma secundaria por la reacción emocional y social del
fracaso, los problemas adaptativos.
Este modelo causal es muy interesante pues ubica a cada trastorno en su justa
medida. Habría que decir que, como norma general, los trastornos del desarrollo
tienen un origen causal de tipo biológico, con lo que supone de asunción de que se
trata de problemas serios todos ellos y que no dependen, básicamente, de los padres
o del entorno. La naturaleza o el núcleo del problema variarán según el tipo de tras-
torno. Por ejemplo, en el caso del retraso mental, la naturaleza o núcleo del proble-
ma es de tipo intelectual, al segundo nivel o cognitivo-emocional, y produce mani-
festaciones observables de dificultades a nivel conductual, como por ejemplo las
adaptativas, las académicas, las relacionadas con la vida diaria, etc. Puede que haya
trastornos que se sitúan a un nivel claramente biológico, como la ceguera, la sorde-
ra o las deficiencias motrices, y que sin tener problemas nucleares a nivel cogniti-
vo-emocional presenten manifestaciones conductuales de dificultades de todo tipo,
adaptativo, académico, etc. O puede que se observen situaciones excepcionales en
que las manifestaciones conductuales sean producto de las interacciones negativas
con el entorno, como en el caso de las dificultades de origen social. Estas manifes-
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Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo 1 35
3. INTERVENCIÓN PSICOPEDAGÓGICA
Hablar de intenención hace referencia a la intervención más o menos especiali-
zada pero siempre fundamentada científicamente en base a modelos teóricos y que
supone en general una implementación tecnológica. Partiendo de modelos teóricos
más o menos amplios, se llega a desarrollos tecnológicos o aplicados, de forma ri-
gurosa y controlada. La intervención, por tanto, es de carácter intencional y planifi-
cado, exigiendo un nivel de estructuración y de formalización. Cuando la interven-
ción se hace a través de otros, como en el caso de la intervención familiar temprana
para el lenguaje (Clemente y Linero, 1997), las características de la misma son dife-
rentes a las de la que realiza un profesional. La actuación eficaz del profesional con-
sistiría en monitorizar el proceso de forma que se ajuste a las características natura-
les e informales de la interacción madre/padre niño/a observada en el desarrollo
normal. Del mismo modo, la intervención que realiza el profesional a través de los
profesores o maestros o a través del manejo de la institución educativa o familiar o
comunitaria tendría estas características de naturalidad y de ser indirecta. La inter-
vención es facilitadora, establece puentes (bridging) y ayudas andamiadas (scaffold-
ing) que han de ser progresivamente retiradas para facilitar la autonomía. La inter-
vención se situará a lo largo de un continuo de gradación en alguna de estas
características: podrá ser directa o indirecta, especializada o no, formal o informal,
intencional o incidental, planificada o espontánea, global o específica, sistémica o
parcial. Aunque estas características pueden presentar ciertos solapamientos cuando
llevamos a cabo las intervenciones concretas, y no siempre es fácil su diferenciación,
dan una idea de la complejidad ante la que nos situamos. Una cuestión de importan-
cia es que la intervención no sólo sigue los principios de modelos teóricos y por tan-
to de aplicación tecnológica, sino que está guiada por principios y valores filosóficos
importantes, como es el caso del «principio de la normalización» u otros principios
deducidos del anterior y determinados por las administraciones públicas, como el de
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Necesidades
espedahlcs
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Intervención psicopedagógica e, 1 los trastornos del desarrollo 1 41
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con los mismos trastornos del desarrollo y sus familias, lo que perjudica a los afec-
tados, pues se sabe que este tipo de grupos fomenta una disminución de la ansiedad
y fortalece a sus miembros ante las dificultades comunes. El principio de normali-
zación es así una filosofía del laissez-faire al asumir que si uno trata a las personas
como si fueran normales acabarán siéndolo. El concepto de valor, asumible desde el
enfoque sociohistórico-cultural, puede servir para revisar las contradicciones e in-
convenientes del principio de normalización: las personas con trastornos del de-
sarrollo tienen valores personales, humanos, sociales y culturales diferentes, y pre-
cisan de respuestas administrativas, sociales y profesionales diversificadas y que
respeten su propia valía, que fomenten y promuevan su capacidad de decisión, su
inclusión en plano de igualdad, aunque para ello se exijan recursos extraordinarios
e incluso «medidas de desigualdad positivas».
El concepto de necesidades educativas especiales (Marchesi y Martín, 1990;
Warnock, 1987; García, 1998b) parece más pertinente que el de normalización, pues
considera las características de las personas con trastornos del desarrollo en relación
con lo que el entorno es capaz de responder. Por ejemplo, si el entorno educativo
ordinario puede dar respuesta a todas las necesidades que presentan estas personas,
no estaríamos ante necesidades educativas especiales. En cambio, si la persona no
es capaz por sí misma de acudir a apoyos -especialistas, asesores, etc.-, vehícu-
los --currículum adaptado, estrategias diversas-, instrumentos de mediación -re-
mediación, sistemas alternativos de comunicación, etc.-, las necesidades educativas
sí serían especiales. El problema es que subsume en el concepto de necesidades
educativas especiales todo tipo de trastornos del desarrollo, y esto muchas veces es
una simplificación que no responde a la realidad. Por ejemplo, las personas con
trastornos del desarrollo no sólo tienen necesidades educativas especiales; pueden
presentar necesidades médicas especiales (Dupont, 1993) que es preciso tratar o ne-
cesidades familiares especiales que es posible abordar desde un enfoque contextua)
del conflicto social (Farrington y Chertok, 1993), necesidades de guía y consejo sea
para los maestros ordinarios, para los de educación especial, para los padres o para
los otros iguales (Gysbers, 1994), necesidades sociales especiales en las personas
con trastornos del desarrollo y en sus familias, necesidades de afrontamiento espe-
ciales (Knoblock y Lehr, 1986), necesidades de desarrollo del staff (Kontos y File,
1993), e incluso necesidades especiales en el hogar y en la comunidad (Maaskant
et al., 1993). Parece deseable la búsqueda de alternativas que articulen los diversos
niveles de forma integrada y que permitan superar esta sensación de atención par-
cializada y difusa. Enfoques coherentes e integrales, como postula el sociohistórico-
cultural, pueden aquí ser eficaces, tal y como hemos propuesto para el caso de las
personas con dificultades de aprendizaje (García, 1998a).
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En relación con las propias personas con autismo, surgen los problemas de la
clasificación y de la evaluación y de las propias características de los alumnos.
En la evaluación y clasificación es preciso considerar que hay diferentes propósi-
tos -administrativos, científicos, intervención- y ha de considerar la heteroge-
neidad de las personas con trastornos. La multidimensionalidad es una caracterís-
tica ineludible de las personas con trastornos del desarrollo.
La escuela también es un lugar donde surgen problemas e impedimentos, sea
a nivel administrativo o escolar. A nivel administrativo se dan dificultades de fi-
nanciación alegando los responsables políticos que el costo es muy alto, además
de exigir unos ratios muy altos de profesores por alumno. En el plano puramente
escolar, confluyen las actitudes de los directores, de los maestros, de los otros pa-
dres, la situación del aula, que exige condiciones muy especiales, como la presen-
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cia de un servicio dentro del aula, o la propia estructura de apoyo que precisa,
que es compleja, además de dificultades por el aislamiento al que pueden estar
sometidos tanto el aula de personas con autismo como sus maestros del resto del
centro educativo.
Con la comunidad también surgen complicaciones. La gente tiene percepcio-
nes y actitudes determinadas que son decisivas. A la par, la coordinación y rela-
ciones del sistema escolar y del sistema de salud mental son complejas y conflic-
tivas, echándose mutuamente la culpa de los fracasos, con desconocimiento
mutuo, conflictos y el «peloteo» de la persona con trastorno sin darle soluciones.
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- Los maestros son las figuras centrales; de ahí el que se dedique una aten-
ción especial en la selección, preparación y apoyo continuos. Igualmente,
participan grandemente en el proceso de decisión, como la selección de
personal auxiliar, el emplazamiento de los alumnos, el papel del personal
de apoyo o la planificación curricular. Es, asimismo, el coordinador res-
ponsable del niño. Se hacen consultas de seguimiento, reuniones entre los
maestros de personas con autismo. Su misión, además, implica el contac-
tar con otros maestros ordinarios, el monitorizar los contactos de las per-
sonas con autismo con sus compañeros sin autismo.
- Los padres son objeto de intervención, incluyéndose su papel en el pro-
grama de educación individualizado en donde se reconozcan sus necesi-
dades y prioridades para casa y comunidad y para la escuela.
- Con la comunidad se vehiculiza la cooperación con el sistema escolar,
con los programas especiales, con el sistema de salud mental, etc. Ello
implica un espectro de atención desde los años preescolares hasta los 21
años de edad. Por lo tanto, los últimos años se desarrollan programas de
transición a la comunidad con la participación de los servicios de salud
mental, servicios sociales, agencias de rehabilitación vocacional, etc.
El lazo entre todos estos niveles los establece el programa TEACCH. El pro-
grama se convierte en catalizador, integrador y promotor de una atención compre-
hensiva de múltiples fuentes y de consenso y punto de referencia y garantía de ac-
tuaciones. Una ilustración del uso de instrumentos de mediación es el desarrollo de
habilidades sociales mediante el vehfculo de la integración inversa, en donde los ni-
ños con autismo son acompañados en su aula por compañeros no autistas (Wooden
y Mesibov, 1986). La alternativa al principio de normalización se materializa, ade-
más, desarrollando habilidades de afrontamiento en los compañeros, maestros y pa-
dres, potenciando un mejor autoconcepto, interacción social, aceptación y actitudes
hacia las personas con autismo por sus compañeros, por los maestros y por la co-
munidad. Puesto que las personas autistas tienen dificultades especiales en los cam-
bios de rutina, en los ambientes ruidosos, complejos e impredecibles y precisan am-
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mo, atribuyéndose gran importancia al análisis del modo en que se afrontan los con-
flictos transaccionales. Es asimismo esencial la idea de que los diferentes aspectos
en que las personas y el entorno se relacionan pueden organizarse evolutivamente.
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Una ilustración está en (Maaskant et al., 1993, pág. 72) las escalas de inte-
gración social interna (/SI), con 4 ítems: l. Interés en los acontecimientos del ho-
gar residencial: otros residentes, responsables del grupo, cambios en el interior. 2.
Tener un amigo en el hogar residencial. 3. Activo con iniciativas propias. 4. Par-
ticipa en actividades del hogar residencial.
Y las escalas de integración social externa (ES/), con 9 ítems: 1) Participa-
ción en actividades fuera del hogar residencial: clubs, viajes supervisados por los
responsables del grupo. 2) Visitas a la familia. 3) Visitas a otras personas. 4) Par-
ticipación en actividades fuera del grupo del hogar residencial, sólo o con otros
residentes: cine, viajes, clubs. 5) Tener un amigo con quien salir. 6) Usar el trans-
porte público. 7) Afrontar el tráfico. 8) Leer periódicos y conseguir información.
9) Salir de compras.
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sea de los maestros (Schumm y Vaughn, 1992) o de otros niveles implicados, como
padres, personal, otros niños, directores, etc. Una ilustración del uso de instrumen-
tos de mediación es el desarrollo de habilidades sociales mediante el vehículo de la
integración inversa, en donde los niños con autismo son acompañados en su aula
por compañeros no autistas (Wooten y Mesibov, 1986). La alternativa al principio
de normalización se materializa, además, desarrollando habilidades de afrontamien-
to en los iguales, maestros y padres, potenciando un mejor autoconcepto, interac-
ción social, aceptación y actitudes hacia las personas autistas y con trastornos del
desarrollo por sus iguales, por los maestros y por la comunidad. Otra ilustración del
uso de un instrumento de mediación es el entrenamiento en habilidades de teoría de
la mente con autistas de alto nivel mediante el desarrollo de habilidades y modifi-
caciones del entorno para acomodar los déficits (Mesibov, 1992). Se produce un en-
trenamiento en cambios de perspectivas, en el establecimiento de rapport y desarro-
llo del sentido de confianza, en el análisis y organización de su pensamiento, en el
énfasis en las relaciones entre sucesos y en el afrontamiento con problemas coti-
dianos. Ello mediante el consejo individual, además del entrenamiento grupal en
habilidades sociales y de interacción. Ello permite la construcción conjunta del co-
nocimiento y la creación de zonas de posibilidades mutuas (Lacas a, 1994). Los faci-
litadores de aprendizaje (del Río, 1994) no sólo lo serán los otros niños, sino tam-
bién los maestros especiales y ordinarios, la dirección del centro, además de los
padres y los diversos agentes comunitarios que participan y permiten construir y su-
perar el gran déficit sociohistórico cultural que presentan las personas autistas. El
caso del instrumento de mediación de la comunicación facilitada es más discutible,
puesto que a través del ordenador se guía completamente la respuesta del niño de
forma externa y la dificultad está en el paso de una ayuda externa a la apropiación
interiorizada del instrumento por parte del niño. Si «se comunican por él», si «ne-
cesitan por él», si «se expresan por él» a través de teclear las respuestas en un or-
denador, puede que, si no se basa en la zona de desarrollo próximo o esta zona está
excesivamente distante y no se ha partido de zonas de posibilidades mutuas, se tra-
te más bien de algo externo a él, de un vehículo y no de un instrumento de media-
ción, y que no acabe de hacer el tránsito desde lo social a la apropiación interiori-
zada. En este caso las limitaciones biológicas por su escaso desarrollo han de ser
tenidas en cuenta para producir desarrollo. La zona de desarrollo próximo parte del
propio desarrollo del niño y lo genera. La comunicación facilitada, aunque en algún
sentido parece que contribuye a una mejor comunicación al basarse en situaciones
repetidas a modo de formatos, con el adulto está lejos de producir los efectos que
pregonan (Eberlin et al., 1993). Sin embargo, existen algunas sugerencias que pue-
den contribuir a mejorar la eficacia relativa de tal comunicación, como el desarrollo
en un entorno natural, el servir de agenda para otras acciones mediadas, el ser faci-
litador de la comunicación, el que se vaya progresivamente eliminando la guía y el
que se consiga una comunicación independiente (Simon et al., 1994). Igualmente,
en el microentorno laboral, las personas con trastornos del desarrollo han de poder
participar. No se puede partir de si son o no capaces de participar, sino de cuánto
apoyo es preciso introducir para que sea posible (Smith, 1992). La completa parti-
cipación de las personas con autismo en los diversos microentornos exige planificar
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Normalización y alternativas de intervención psicopedagógica 1 61
los vehículos precisos, con los instrumentos de mediación que se requieran -por
ejemplo desarrollo de habilidades laborales-, incluso proporcionándoles y ayudán-
doles a construir una caja de herramientas propia, de forma orquestada y a través
del diálogo entre las personas que participan en los diversos microentornos y de co-
laboración, interactuando en los diversos niveles. Desde esta perspectiva, el princi-
pio de normalización, cuando menos, aparece como simplista, insuficiente y que no
responde ya al reto de las demandas de nuestro tiempo en relación con las personas
autistas y otros trastornos del desarrollo. El enfoque sociohistórico-cultural permite
hacer una relectura mucho más completa y proporcional de una alternativa real. Los
instrumentos de mediación serían evaluables, verificables y contrastables para la
unidad del individuo incluyendo el contexto, la cultura, los aspectos biológicos, psi-
cológicos y computacionales (Rosa, 1994b). Una ilustración de esto podría ser el
vehículo de la integración inversa y el instrumento de mediación de habilidades so-
ciales. O para el caso de los autistas de alto nivel, el instrumento de mediación de
habilidades metarrepresentacionales o de teoría de la mente. Las dimensiones socia-
les han de integrarse con las cognitivas (Wolferg y Schuler, 1993), por lo que ins-
trumentos de mediación como el juego han de utilizar vehículos apropiados que
fomenten ambos aspectos en las personas autistas. Las soluciones unitarias, com-
prehensivas, sistémicas, ecológicas y totalizadoras han de cotizar más fuertemente
en el mercado epistémico (Rosa, 1994a) de la intervención. Las personas con autis-
mo y otros trastornos del desarrollo, precisan una respuesta compleja. Por ejemplo,
ante la integración en una escuela ordinaria, hay que plantearse si ésta puede dar
respuesta a este sistema de necesidades que presentan los niños con trastornos del
desarrollo y sus familias, si es posible crear todo un entramado de vehículos y de-
sarrollar instrumentos de mediación pertinentes. La normalización, concretada en la
inclusión total, ha de prolongarse en dar respuesta precisa, suficiente, satisfactoria
para los diversos niveles, creando todo el entramado de vehículos, en microentornos
diversos, en donde se implementen instrumentos de mediación que puedan ser apro-
piados por las personas con trastornos del desarrollo, por lo que se precisa la parti-
cipación de la escuela, los padres, la comunidad, los ámbitos médicos, de hogares
protegidos, de programas laborales, de centros de actividades de día, en un sistema
operando de forma dialéctica a lo largo de todo el ciclo vital.
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66 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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Creación y participación en redes de apoyo: conceptualización 1 67
funcionales del apoyo social puede ser cubierta en forma de ayuda o auxilio de dos
tipos: a) ayuda socioemocional o b) ayuda instrumental (Ryan y Austin, 1989).
Igualmente, podría entenderse el apoyo social como las estructuras disponibles en el
sistema social que cumplen las siguientes funciones según Brandt y Weinert (Ryan,
1996): 1) mostrar la propia valía, 2) pertenencia a un grupo, 3) provisión de apego
o intimidad, 4) oportunidad de cuidados, 5) disponibilidad de información, 6) dis-
ponibilidad de emoción, 7) disponibilidad de ayuda material. El apoyo social haría
referencia a la función que cumplen las relaciones, en terminología de Cohen y
Syme (Ryan y Austin, 1989). Cuando se intenta operacionalizar este constructo para
el desarrollo de escalas o instrumentos, surgen complicaciones metodológicas refe-
rentes a 1) las bases conceptuales, 2) la claridad conceptual, 3) la conceptualización
multidimensional, 4) la discriminabilidad, 5) la fiabilidad y 6) la validez.
Una conceptualización multidimensional es el desarrollo del modelo de Weiss
en cinco dimensiones de apoyo o de recursos (Ryan y Austin, 1989): 1) intimidad,
2) integración social, 3) valioso, 4) crianza, 5) ayuda y asistencia. Y ello se evalúa
en cuanto a 1) la fuerza total, 2) las dimensiones, 3) las características y 4) la satis-
facción o insatisfacción de los sistemas de apoyo. Otra conceptualización multidi-
mensional, de Norbeck et al., incluye tres componentes de las transacciones de apo-
yo: 1) el afecto, 2) la afirmación y 3) la ayuda. Según Dean (1986) existen tres
elementos básicos en las interacciones sociales que son nucleares para la concep-
tualización de apoyo social: 1) distinción entre interacciones actuales u objetivas
frente a percibidas o subjetivas, 2) la diferenciación de tres capas de relaciones: las
basadas en la comunidad, en la red social o en la intimidad y 3) el cumplir funcio-
nes instrumentales y/o expresivas. Esta conceptualización persigue ser una síntesis
de múltiples visiones, y, junto con una interpretación teórica que concibe el apoyo
social como recursos sociales, se daría una perspectiva amplia del tema (Lin, 1986).
Lin (1986) utiliza una definición sintética de diferentes conceptualizaciones de apo-
yo social a partir del análisis de los dos componentes: el apoyo y el social. « ... Apo-
yo social es la ayuda efectiva o percibida, expresiva y/o instrumental proporciona-
da por la comunidad, las redes sociales y las personas íntimas» (Lin, 1986, pág. 18).
Una línea de trabajo muy productiva e interesante es la que enfatiza el análisis
de las habilidades de apoyo social como foco de entrenamiento, tal y como realizan
Richey, Lovell et al. (Richey, 1994; Lovell y Richey, 1991; Lovell, Reid y Richey,
1992; Richey, Hodges, Siewert y Petitt, 1996; Richey, Lovell y Reid, 1991; Lovell y
Richey, 1997), quienes conciben el apoyo social como un concepto multifacético y
complejo, con diversos matices y significados, en donde se incluyen 1) la integración
de la persona en una telaraña de conexiones con un grupo de individuos, 2) los re-
cursos o apoyos que recibe de los otros, 3) las percepciones de necesidad de apoyo,
4) las percepciones de disponibilidad de apoyo y 5) la satisfacción con el apoyo que
recibe. En general, este apoyo social incluye diferentes formas de ayuda que la fa-
milia, los amigos, los colegas o los vecinos proporcionan a personas afligidas o an-
gustiadas por alguna razón, como puede ser el caso de tener un miembro en la fa-
milia con un trastorno del desarrollo. El apoyo que es así ofrecido o proporcionado
recibe el nombre de apoyo informal o autoayuda o ayuda mutua para distinguirlo del
que proporcionan los profesionales a través de los servicios sociales o apoyo formal.
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68 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
l. Cuanto más íntima sea la relación, mayor impacto tendrá en la persona (en
su yo). Cuanto más significativa sea la relación, más eficaz será el apoyo
social y mayor el efecto en el bienestar de la persona.
2. Las redes sociales proporcionan posibilidades en donde pueden emerger re-
laciones más íntimas y próximas, por lo que pueden afectar positivamente
en el bienestar de la persona.
3. La comunidad es en general, de los tres niveles, el que menor significado y
efecto tiene en el bienestar de la persona. Pero es en esta comunidad en
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Creación y participación en redes de apoyo: conceptualización 1 69
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nían amplias redes de apoyo informales. La información recibida era muy útil para
los que cuidaban a los afectados si vivían solos con ellos. Las funciones afectivas e
informativas estaban presentes. El uso de redes de apoyo a través de Internet, del te-
léfono, a través del «amigo anónimo», etc., puede cumplir funciones de apoyo más
o menos formal o informal, de apoyo instrumental (por ejemplo red de «canguros»
preparados como estudiantes de educación especial, psicopedagogía, etc., por teléfo-
no) o de apoyo expresivo («amigo anónimo») o informativo (conocimientos sobre la
evolución o efectos futuros de un trastorno, etc.).
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72 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
nas, verbales y no verbales, como las expresiones faciales, el contacto ocular, las
cualidades vocales, el contenido del habla. Este concepto se relaciona con otros pró-
ximos como la competencia social o la ejecución social en que las conductas socia-
les habilidosas están dirigidas a metas precisas. La intervención en habilidades so-
ciales se dirige a ayudar a la gente a 1) desarrollar, 2) fortalecer y 3) producir
conductas sociales en situaciones determinadas para la consecución exitosa de lo-
gros personales y sociales inmediatos o diferidos. Se trata de un medio para conse-
guir un fin; es, pues, de carácter instrumental. La construcción de competencias so-
ciales concretas capacitará a las personas para desenvolverse con más eficacia y
éxito en diferentes ámbitos de su vida. Por ejemplo, al ser más competente ínter-
personalmente puede ajustarse uno mejor ante situaciones traumáticas como tener
un hijo discapacitado, mejorar la comunicación y satisfacción entre los componen-
tes de las redes de apoyo, reducir ciertos problemas psicológicos reactivos como la
depresión, la mejora de la competencia social en la resolución de problemas verba-
les en los discapacitados, desarrollo de una vida más independiente, potenciación de
las habilidades de afrontamiento ante el estrés, el incremento de las interacciones
prosociales, aumento de la resistencia ante la presión social insana, mejora de las
habilidades de negociación y de afrontamiento ante los servicios sociales por parte
de las familias, facilita las conductas parentales efectivas. Parece pertinente su uso
dentro del continuo prevención-rehabilitación como medio de intervención de los
profesionales. Su aplicación al apoyo social es relativamente nueva a este campo en
que se ha operado la «revolución pacífica» en el ámbito de los servicios sociales en
expresión de Whittaker y Gabarino (cfr. Richey, 1994).
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Creación y participación en rede~ de apoyo: conceptualización 1 73
gran intimidad de las relaciones (lazos fuertes) o poca intimidad (lazos débiles), ac-
cesibilidad, satisfacción, etc.
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74 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
que retrasa las soluciones desde los servicios de atención formales. O la ocultación
de los graves y violentos conflictos familiares en una pareja por los familiares y la
presión para mantener «unida» a la familia. Incluso recibir consejos, información o
feedback de estructuras alteradas o desviadas o disfuncionales puede ser pernicioso,
como el caso de los padres que maltratan o abusan de los hijos, los contactos con la
propia familia con historia de abusos puede ser muy negativo pues potencian y man-
tienen modelos disfuncionales. Los propios padres abusivos perciben a la propia fa-
milia, también abusiva, como algo intrusivo, crítico, coercitivo en vez de un apoyo.
Crear y potenciar una red amplia de apoyo lleva esfuerzo, tiempo y la puesta en
marcha de los recursos disponibles. En algunos casos, los problemas no necesaria-
mente han de ser resueltos por la potenciación de una red social, pues el costo psi-
cológico por mantener relaciones familiares íntimas múltiples puede exceder a los
beneficios del apoyo de los familiares. El uso de soluciones y recursos personales
diferentes: la religión, unas vacaciones, el tomarse un respiro, el uso de mecanismos
como ver cine o leer novelas, el uso de hobbies y actividades personales placenteras
y muy agradables puede tener un efecto más beneficioso en la reducción del estrés
o de la soledad, etc.
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Creación y participación en redes de apoyo: conceptualización 1 75
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Evaluación del apoyo social
Funciones de apoyo Niveles sociales Recursos psicológicos Trastorno o discapacidad Sucesos vitales (+/–)
Creación y participación en redes de apoyo: conceptualización 1 77
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78 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
vértices del octógono se sitúan: 1) las personas con los trastornos; 2) los pediatras;
3) otros suministradores de servicios de salud; 4) los recursos comunitarios (por
ejemplo, la iglesia); 5) médicos generalistas, de familias, internistas; 6) la familia y
los amigos; 7) los suministradores de salud mental; y 8) Los cuidadores prenatales.
El modelo se refiere a los servicios en cuanto a la depresión posparto pero se pue-
de adaptar y es aplicable perfectamente a la atención a las personas con trastornos
del desarrollo. Entre cada uno de estos vértices se van estableciendo líneas en don-
de se ubican los servicios y los apoyos. Por ejemplo, entre el vértice de la familia y
amigos y el de los recursos comunitarios se hallan la intervención temprana y a con-
tinuación la unidad de atención psiquiátrica a la madre, etc. O entre el vértice del
médico generalista, de familia e internista y el vértice de los cuidados prenatales se
hallan de abajo arriba los programas de apoyo familiar, los cuidados humanos en el
nacimiento y el apoyo laboral y por fin los programas psicoeducativos. El aspecto
del octógono, en que se cruzan líneas a lo largo de las cuales se van ubicando los
servicios existentes, da una idea compleja de la realidad de la persona receptora o
que interactúa con estos nódulos en forma de servicios de apoyo. Modelos de este
tipo pueden ser establecidos para cada alumno con trastornos del desarrollo, lo que
puede facilitar la toma de decisiones para la intervención, por ejemplo potenciando
determinado vértice o nódulo intermedio de conexión entre ellos. Pueden marcarse
en colores según la fuerza del apoyo y la eficacia del mismo y puede irse compa-
rando la situación tras la intervención en el nódulo oportuno. El estudio de Fried,
Johnson, Starrett, Calloway y Morrissey (1998) sobre una evaluación empírica de
una comunidad rural de redes de apoyo para personas con graves trastornos menta-
les es también de interés el relatarlo brevemente. El primer paso es la evaluación de
la composición de las redes de apoyo comunitario inventariando todo el conjunto de
organizaciones y servicios que utiliza la persona con trastornos en todo el condado.
A continuación se hace un estudio de dos características de las redes de apoyo en
torno a tres elementos: 1) el intercambio de información, 2) la derivación de pa-
cientes y 3) el intercambio de recursos. Estas características son la densidad de la
red de apoyo comunitaria o las conexiones fuertes dentro de la red y la centraliza-
ción de la red o nivel de jerarquización en su funcionamiento en que una o algunas
organizaciones desempeñan un papel dominante en las conexiones dentro de la red.
De esta evaluación concluyen que 1) los sistemas de salud mental rurales no se ca-
racterizan por tener una configuración organizativa única; 2) la riqueza de los re-
cursos y los factores contextuales influyen en la estructura del sistema; y 3) el «lo-
cus» de la actividad del sistema ocurre más bien al nivel del «condado» que al de
«área local». Es evidente que análisis de este tipo son deseables que se realicen en
nuestro país, por ejemplo en la Comunidad Autónoma de Castilla y León, sirviendo
de base para la toma de decisiones en la creación y potenciación de servicios socia-
les, de salud mental, de tipo educativo y comunitario.
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Creación y participación en redes de apoyo: conceptualización 1 79
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4
82 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
apoyo según en donde se ponga el foco: 1) la diversificada, en donde se incluye una gran variedad
de apoyo potencial, 2) la centrada en amigos y vecinos, 3) la centrada en la familia nuclear, 4) la red
de apoyo atenuado, 5) la centrada en la familia religiosa y 6) la centrada en la familia extensa tradicio-
nal. Estos tipos de redes dependen de variables como 1) el género, 2) la edad, 3) el nivel educativo,
4) los años de residencia en el país y 5) el estatus de salud de los <<mayores focales>> de la red.
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Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 83
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84 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
como estrés y burnout. Algo similar ocurre a los padres que tienen que enfrentarse
al problema muchas veces en solitario. Se han desarrollado diferentes estrategias de
intervención útiles 4 . Beaton, Murphy, Pike y Comeil (1997) estudian las relaciones
entre la percepción de los cont1ictos en las redes sociales de apoyo en el trabajo y
fuera del trabajo y la percepción de estresores en el trabajo, la satisfacción en el tra-
bajo y el pronóstico de salud, encontrando que el apoyo social percibido y los con-
flictos de red en el trabajo se relacionan de forma muy significativa con la satisfac-
ción y la moral en el trabajo. Igualmente, los estresores laborales matizan las
influencias de las redes en la insatisfacción laboral y en la presencia de síntomas de
salud. Dado que los profesionales que trabajan en el campo de la discapacidad es-
tán sometidos a una gran tensión, este tipo de datos puede proporcionar luces sobre
el tema. La salud laboral, considerada como variable independiente, puede estudiar-
se en relación con una serie de variables dependientes como (1) la cohesión fami-
liar, que es el factor que mejor predice la salud laboral, (2) el orgullo familiar, (3)
la orientación de rol sexual no tradicional de las madres, (4) la autoeficacia general,
(5) ellocus de control de salud interna, (6) la red de apoyo, (7) el apoyo comunita-
rio o (8) los ingresos familiares (Ford-Gilboe, 1997).
La intervención habría de enfocarse en la promoción de conductas de salud y en
la potenciación de la cohesión familiar. Un tipo de profesionales sometidos a facto-
res de estrés grandes son los profesores y maestros de educación especial. Luckner
(1996) propone seis tipos de acciones coordinadas y complementarias: (1) la nece-
sidad de conseguir un estilo de vida equilibrado, (2) la necesidad de potenciar la
planificación para el éxito, (3) la necesidad de expandir y profundizar su red de apo-
yo, (4) la necesidad de crear un sistema de creencias positivo, (5) la necesidad de
aprender a establecer prioridades vitales a largo plazo y (6) la necesidad de apren-
der a afrontar la complejidad y los retos.
Es evidente que las demandas de los diferentes trastornos del desarrollo no son
iguales, y los focos de actuación no tienen por qué recibir el mismo peso. Sería de-
seable estudiar y desarrollar programas de intervención consecuentes, las necesida-
des que plantean los diferentes trastornos del desarrollo a los maestros y profesores
de educación especial, según el nivel educativo, y según otras características y di-
mensiones de interés. Y entre estas dimensiones de interés estaría la conexión con
la familia y con las redes de apoyo en que se halla inmerso el alumno con trastor-
no del desarrollo.
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Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 85
Una ilustración en el campo de las personas con discapacidad son los programas
que vienen desarrollando en el Reino Unido Guy y Banim (1998), como el Proyec-
to Pcer Action en torno al trabajo con jóvenes capacitados y su salud sexual y el
Proyecto Befriending o proyecto amistad. En este último se utiliza el apoyo a los
padres tras el diagnóstico inicial, mediante una red de amigos o patrocinadores (pa-
dres), mediante el apoyo «cara a cara», continuando en el apoyo ante diversas crisis
según va creciendo el hijo discapacitado y promoviendo la independencia5 • Una de
las críticas y del surgimiento de diferentes redes de apoyos es el que los servicios
sociales se centran en los hijos discapacitados y no en los padres. Lo que se propo-
ne ahora es que son los padres el foco de la intervención prioritaria. Puede incluso
que los padres se sientan apoyados y que estos beneficios no repercutan en los dis-
capacitados. Pero se trata de dar respuesta a las necesidades específicas de los pro-
5 En este sentido es similar a la red que desarrollan los padres de ASPACE en León, denominado
<<padre a padre», en donde los padres informan a los nuevos padres ante los nuevos diagnósticos de hi-
jos con discapacidad física. Y cumple funciones variadas de información y de apoyo al modo de la red
de ayuda on-line a través de Internet que viene desarrollando el centro Nuevo Horizonte para personas
autistas y sus familias.
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86 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
pios padres, que son los que llevan el peso del problema y aliviar su tensión física
y psíquica. El fomento y facilitación de la amistad como foco de interés para la in-
tegración escolar se ha realizado en relación con diferentes discapacidades, como el
síndrome de Down, a través de redes de apoyo que fomenten las interacciones so-
ciales. Del mismo modo que se han desarrollado redes de apoyo de madres amish
de niños con discapacidad.
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Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 87
factores que favorecen o impiden el cambio como 1) la rigidez organizativa -problema que presenta la
educación en nuestro país de forma generalizada-, 2) la penuria de tiempo, 3) el apoyo administrativo,
4) la comunicación administrativa, 5) las redes de apoyo, 6) el nivel de apoyo.
7 Las actividades incluyen la orientación de otoño, la participación en acontecimientos sociales una
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88 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 89
ción con la actividad educativa, y ello se relaciona también con la propia eficacia de
los maestros (Swick, 1996; Swick y Broadway, 1997). El caso de los alumnos con
trastornos del desarrollo requiere mucho más si cabe este tipo de actuaciones.
9
1) La construcción del autoconcepto, 2) la construcción de sistemas de apoyo, 3) el aprendizaje
de cómo acceder a los cuidados disponibles, a los servicios de transporte y a otros servicios de apoyo
que se requieren para la supervivencia, 4) el aprendizaje de cómo conjuntar los roles combinados del
trabajo y de la familia, 5) el aprendizaje de cómo dar y recibir apoyo emocional, 6) el trabajo en redes
relacionado con las oportunidades y conexiones de trabajo y 7) la promoción de relaciones y comuni-
cación interpersonales.
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90 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
jos con discapacidad o con existencia previa de hijos con discapacidad, la angus-
tia y la necesidad del fomento del apoyo a la familia son más necesarios si cabe.
O el uso de redes ante los problemas con la alimentación, como el que desa-
rrolla el equipo de dificultades de aprendizaje para la comunidad de Glasgow
(Kennedy, McCombie, Dawes, McConnell y Dunnigan, 1997) en relación con
personas con discapacidades psíquicas.
O ante los graves problemas en las conductas parentales, mediante el uso de
grupos de tratamiento madre-hijo (Franzen y Gerlinghoff, 1997) en donde se con-
sideran la naturaleza y gravedad del trastorno de alimentación, las conductas pa-
rentales de separación, de abandono, de sobreprotección y la calidad de las rela-
ciones maritales. El uso de guías de información para personas con discapacidad
representa otro instrumento muy valioso al servicio de los padres y de los posi-
bles usuarios. Parece pertinente el que se expliquen, de forma sencilla y accesi-
ble, ideas prácticas y consejos para la atención en casa, cómo obtener apoyo, qué
se puede esperar de estos apoyos o servicios, el manejo del cuidado, cómo rela-
cionarse y trabajar con los servicios de atención correspondientes y apropiados, la
participación en las decisiones y en las diversas redes, etc.
El uso de vídeos, CD-roms, páginas Webs por trastornos del desarrollo, bole-
tines, impresos de contactos con instituciones, etc., cumple alguna de estas fun-
ciones de apoyo, necesarias para las familias de personas con discapacidad. En
esta línea estarían el uso de bibliotecas especializadas, como la de la ONCE o la
del SIIS, en nuestro país.
Las «redes de mayores» y el uso de programas entre generaciones pueden
ofrecer posibilidades enormes aún por explorar en el campo de los trastornos del
desarrollo, como el caso de Edwards (1998) con la red de apoyo escolar de abue-
los (Grandfamily School Support Network) para facilitar el ajuste psicológico y
el desarrollo de chicos con problemas académicos y de conducta graves.
El uso de Jos abuelos de la familia (Woods, 1996) o el uso de personas ma-
yores es una vía cada vez más utilizada, dado el aumento de la esperanza de vida
y de la mejora de las condiciones de salud de los mayores.
Las redes específicas como la computarizada para problemas médicos, por
ejemplo el cáncer, producen un efecto muy beneficioso al permitir un conoci-
miento más profundo del trastorno, sus efectos en la familia, además de recibir
apoyo emocional (Fernsler y Manchester, 1997).
Las redes de apoyo para directores de centros y de programas de interven-
ción. Redes de apoyo para dirigentes de asociaciones y de redes de apoyo. Las
redes de apoyo para maestros, profesionales, etc. Éstos son algunos ejemplos de
redes existentes en EE.UU. y que pueden ser implementadas en nuestro país. Los
foros, jornadas, congresos, simposios, con participación de padres y profesiona-
les, pueden entenderse también como redes de apoyo. Se reciben ánimos, apoyo,
feedbacks, que potencian y favorecen el cambio (García, 1998b).
La formación básica en el apoyo social desde el punto de vista de la familia
ha de ser también fomentado, enfatizando el conocimiento y manejo de todas es-
tas variables que estamos recogiendo en estos dos capítulos (Pierce, Sarason y
Sarason, 1996).
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Creacíón y partícípacíón en redes de apoyo: programas 1 91
Hay que tener en cuenta que entre las dimensiones de apoyo no sólo está la can-
tidad de apoyo dado, sino la evaluación subjetiva de la utilidad del apoyo, por lo
que la eficacia de las redes específicas es variable.
10
Richey, 1994; Lovell y Richey, 1991 ; Lovell, Reid y Richey, 1992; Richey, Hodges, Siewert y
Petitt, 1996; Richey, Lovell y Reid, 1991 ; Lovell y Richey, 1997.
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92 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 93
poner límites al número, tamaño, etc., de las redes. Igualmente, es preciso incluir no
sólo a las personas con las que nos unen lazos fuertes, sino también débiles, como
por ejemplo un colega o un profesional que nos informa acerca de posibilidades de
trabajo, que puede ser más eficaz que un próximo en darnos ayuda (por ejemplo,
trabajo). Puede incluso que una persona sea a la vez fuente de apoyo y de estrés.
Los elementos más importantes que se consiguen con el análisis de redes son 1) la
evaluación del tamaño total de la red, 2) la distribución de los miembros de la red
en los diversos ámbitos o áreas y 3) la telaraña de interconexiones entre los miem-
bros de la red.
Se refiere a los aspectos cualitativos o subjetivos del apoyo social. Aunque exis-
ten diferentes instrumentos estandarizados, algunos de los más interesantes al res-
pecto son (Richey, 1994; Lovell y Richey, 199t Lovell, Reid y Richey, 1992; Ri-
chey, Hodges, Siewert y Petitt, 1996; Richey, Lovell y Reid, 1991; Lovell y Richey,
1997):
- La Escala Revisada de Soledad de la UCLA, que consta de 20 enunciados
tipo Likert en forma escalar de 1 a 4, evalúa la percepción de la cantidad y
calidad de compañía, la satisfacción personal con las relaciones sociales, y
la experiencia de soledad. Ejemplo de enunciado: «Nadie me conoce bien».
- Las Escalas de Apoyo Social Percibido de la Familia y de los Amigos cons-
tan de 20 enunciados cada una y evalúan la percepción de que 1) las necesi-
dades de apoyo emocional, 2) las necesidades de apoyo informativo y 3) las
necesidades de feedback, son cubiertas o no por la familia y/o amigos. Las
dimensiones estudiadas son a) la provisión de apoyo (ejemplo: «mis amigos
acuden a mí en busca de apoyo emocional») y b) la recepción de apoyo
(ejemplo: «mi familia me da buenas ideas sobre cómo hacer las cosas»).
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Tipos de apoyo Satisfación con el apoyo social Satisfación con el apoyo social
de la familia de los amigos
Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 95
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96 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
de personalidad, son factores que hay que descartar o considerar. Las actitudes hacia
la búsqueda de apoyo se evalúan mediante la Escala de Orientación de Red, y se re-
fiere a si percibimos a los otros significativos como dignos de confianza o de que
ofrecen buenos consejos o no. Cuando existen muchos problemas (por ejemplo, ma-
dres con problemas múltiples) la intervención en entrenamiento de habilidades socia-
les no cambia la mezcolanza de creencias ambivalentes (se puede confiar y desconfiar
en la ayuda a la vez). El estilo atribucional interno, por ejemplo enfatizando estrate-
gias de afrontamiento y de solución de problemas de aislamiento o de prescindir de
la necesidad de ayuda o de apoyo de los otros, iría en esta línea, con lo que el apoyo
social se utilizaría poco no por ninguna deficiencia sino porque se prefieren las alter-
nativas de afrontamiento independientes. Por ejemplo, ante un problema como tener
un hijo con discapacidad se pueden buscar estrategias para reducir el estrés, del tipo
tomarse un respiro o vacaciones, escuchar música, rezar, implicarse en actividades de
forma compulsiva ... La evaluación de las estrategias de afrontamiento puede hacerse
ante dimensiones y problemas específicos. Por ejemplo, ante la soledad, tal y como
desarrollan Rokch y Brock ( 1998) en un cuestionario de 86 enunciados de tipo sí/no,
en tomo a los seis factores antes comentados. Trastornos del tipo evitativo de perso-
nalidad, donde se da un gran aislamiento social, baja autoestima, exacerbada suscep-
tibilidad ante cualquier crítica, junto con timidez extrema, aislamiento social y pobre
calidad en la interacción personal y social, pueden dar cuenta del bajo apoyo social.
Factores fisiológicos. Factores como las limitaciones físicas o sensoriales, como
el caso de los discapacitados visuales, auditivos o motores, o el abuso de alcohol y
drogas o el exceso de nivel de arousal o de ansiedad pueden ser factores determi-
nantes. Por ejemplo, el caso de la ansiedad dirigida al entorno social en forma de
miedo o temor generalizado a cualquier situación social, caso de la fobia social, o
más matizado en forma de temor a estar fuera de casa o con mucha gente, caso de
la agorafobia, limitan el uso y la satisfacción con los apoyos sociales.
l.Conocimiento básico acerca de las relaciones: ¿Cuáles son? ¿Porqué son im-
portantes? ¿Cómo se desarrollan? Normas sociales sobre qué conductas son
más apropiadas en diferentes situaciones.
2. Habilidades perceptivas: Habilidad para identificar el significado comunicado
por otros. Habilidad para interpretar el significado comunicado por otros.
Verbal /no verbal.
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Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 97
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Orden Área de habilidad Frecuencia Ejemplo
Sesiones Contenido
100 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
En general son diversos los objetivos a conseguir en una terapia de redes y que
pueden delinearse al hilo del modelo de apoyo social que se tenga y que explicamos
en este capítulo. A continuación se recogen algunos objetivos seguidos en la inter-
vención tan ejemplar, impactante y emotiva en un caso de trastorno penetrante del
desarrollo en el CAU por Rodríguez Abellán (1993).
Objetivos de la terapia de redes (adaptado a partir de Rodríguez Abellán [1995,
págs. 261-262]): 1) Dar salida a problemas familiares o personales graves ante el
fracaso o insuficiencia de otras alternativas anteriores. 2) Potenciar la comunicación
en las redes de apoyo (familia, comunidad, servicios sociales). 3) Coordinación ins-
titucional. 4) Catalizar soluciones de crisis agudas o crónicas con necesidades de
apoyo comunitario y de servicios sociales. 5) Ofrecer alternativas asistenciales a la
institucionalización. 6) Trabajo en el contínuum prevención-rehabilitación: etapas
familiares conflictivas en familias de personas con discapacidad. 7) Potenciación de
la eficacia de recursos de intervención en los ámbitos educativo, clínico, asistencial.
8) Controlar disfunciones entre instituciones. 9) Desarrollo de programas de salud
mental en poblaciones de alto riesgo focalizados en las familias o en los discapaci-
tados en instituciones. 10) Extensión y generalización de conquistas tras la inter-
vención a ámbitos comunitarios, familiares, etc.
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Creación y participación en redes de apoyo: programas 1 103
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Trastornes penetrantes del desarrollo 1 105
hipótesis del continuo puede incluirse hasta una proporción tres veces mayor de ni-
ños con alteraciones a lo largo del espectro de conductas, aunque el núcleo de las
alteraciones específicas coincida con esos datos. Pero esto se refiere a los autistas,
no al resto de los trastornos, aunque es probable que no se diferenciaran y estuvie-
ran incluidos.
El hecho de hablar de trastornos penetrantes hace referencia a la profundidad e
impacto terrible que estos trastornos producen en el desarrollo. La traducción de ge-
neralizados a la palabra inglesa pervasive quizá es demasiado «suave» para la pro-
blemática que representan en realidad. La palabra «penetrante» quizá refleja mejor
la naturaleza de los problemas ante los que estamos.
ahora que cada caso merece, y espero que reciba, una consideración deta-
llada de sus peculiaridades fascinantes (Kanner, 1943, pág. 217).
Los once niños (ocho chicos y tres chicas) cuyas historias han sido
presentadas sumariamente ofrecen, como era de esperar, diferencias indivi-
duales en el grado de su alteración, en la manifestación de rasgos específi-
cos, en la constelación familiar y en las etapas de su desarrollo a lo largo
de los años. Pero incluso un vistazo rápido del material resalta de forma
inevitable un número de características comunes esenciales. Estas caracte-
rísticas forman un «síndrome único», nunca informado antes, que parece
ser bastante raro, aunque es probable que más frecuente que lo que indica
la escasez de casos observados. Es bastante probable que algunos de tales
niños hayan sido vistos como imbéciles o esquizofrénicos. De hecho, mu-
chos niños de nuestro grupo fueron presentados como idiotas o imbéciles,
uno aún reside en un centro estatal para imbéciles y dos habían sido con-
siderados previamente como esquizofrénicos. El trastorno fundamental y
sobresaliente, «patognomónica», es la «inhabilidad de los niños para rela-
cionarse» de forma ordinaria con las personas y situaciones desde los ini-
cios de la vida. [... ] Se da desde el principio una «soledad autística extre-
ma» ... » (Kanner, 1943, págs. 241-242) [cursiva mía].
«Por haber vivido muchos años con niños autistas, unos muy salvajes,
otros extremadamente retirados, pienso que desde hace bastante tiempo los
llamados «niños ferales» no han sido otra cosa que niños con la forma más
grave de autismo infantil, independientemente de que algunos fuesen débi-
les mentales, como Pinel creyó del Niño Salvaje de Aveyron» (pág. 431 ).
© Ediciones Pirámide
Trastornos penetrantes del desarrollo 1 107
que es difícil establecer límites con otros trastornos, como el trastorno por déficit semántico pragmático
de Rapin y Allen (Rapin, 1996), o con otros trastornos del aprendizaje, por ejemplo los denominados
<<no verbales>> de Rourke (García, 1998). pero es posible identificar una serie de características.
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108 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
rea. El libro editado por Uta Frith en 1991 es una muestra de este nuevo interés y
de los importantes debates de delimitación entre el trastorno autista y el de Asper-
ger. El hecho de que entre los autistas de alto nivel hay algunos que resuelven ta-
reas de teoría de la mente o de mentalización es un dato de interés añadido para su
diferenciación (Happé, 1998).
Se habían venido observando casos que se clasificaban dentro del grupo de au-
tistas o al menos dentro de los trastornos generalizados o penetrantes del desarrollo
y que justificaban la aseveración reiterada de que cuando el trastorno autista se daba
en niñas iba acompañado de un retraso mental grave o profundo. O se afirmaba que
cuando el autismo se producía en niñas, estaban mucho más afectadas. En realidad,
en algunos casos, se trataba de otro síndrome diferente o de otro trastorno diferente.
Este trastorno diferente fue identificado por primera vez por Andreas Rett en 1966
(van Acker, 1991). Sólo se ha descrito en niñas hasta este momento. Se caracteriza
por una pérdida progresiva de habilidades motoras y cognitivas y el desarrollo de
movimientos estereotipados de manos, y que aparece tras un período de 6 a 18 me-
ses de desarrollo normal. La identificación de este trastorno no es generalizada,
puesto que hay un desconocimiento del mismo. Con la última clasificación de la
DSM (DSM-IV) queda incorporado como un trastorno penetrante del desarrollo.
2. CONCEPTUALIZACIÓN Y CARACTERIZACIÓN
Loma Wing (1988) plantea la hipótesis de que el síndrome de Leo Kanner for-
ma parte de un continuo o espectro de trastornos autistas apoyándose en dos tipos
de datos: por una parte los estudios epidemiológicos de Camberwell y los estudios
de seguimiento de estos casos junto con otros estudios de personas adultas con re-
traso mental o en diferentes instituciones de Camberwell. Y, por otra parte, diferen-
tes estudios experimentales y clínicos de otros investigadores.
El síndrome nuclear de Kanner no es sino un grupo entre un amplio rango de
niños que presentan alteraciones en la tríada: 1) interacción social, 2) comunicación
y 3) imaginación. Muchos de estos niños con alteraciones en la tríada manifiestan
© Ediciones Pirámide
Trastornos penetrantes del desarrollo 1 109
también retraso mental severo. Se trataría de estudiar las alteraciones del lenguaje,
sociales y cognitivas de las personas con trastornos en la tríada.
La propuesta de Loma Wing considera que en cada función psicológica las al-
teraciones forman un continuo de severidad que cambia con la edad y el entorno.
Es bastante verosímil el que este continuo pueda aplicarse, en sus alteraciones
necesarias y suficientes específicas y en otras alteraciones que le acompañan, y que
están por investigar, a los diferentes trastornos penetrantes del desarrollo e incluso
al resto de los trastornos del desarrollo. Asumir que se trata de un continuo de gra-
vedad en vez de situaciones de todo o nada parece bastante creíble para todos los
trastornos del desarrollo. Ello se evidencia con claridad meridiana cuando se enfo-
can los trastornos desde un enfoque del desarrollo, que lo es de grados diferentes,
de naturaleza cualitativa y de naturaleza cuantitativa probablemente.
Los componentes del continuo autista según Loma Wing son (García, 1992c):
l. Las alteraciones de la interacción social que en esencia constituyen la «tría-
da de alteraciones».
2. Los patrones repetitivos de actividad, que suelen acompañar a la tríada.
3. Alteraciones en otras funciones psicológicas que no forman parte de la
tríada.
4. Alteraciones en el lenguaje.
5. Alteraciones en la coordinación motriz.
6. Alteraciones en la respuesta a los estímulos sensoriales.
7. Alteraciones en las habilidades cognitivas.
8. Alteraciones en otros aspectos.
Las alteraciones de la interacción social se refieren a los elementos necesarios
y suficientes en el continuo autista. Habría que considerar las 1) alteraciones del re-
conocimiento social, 2) las alteraciones de la comunicación social y 3) las altera-
ciones de la comprensión e imaginación social. Las alteraciones del reconocimiento
social incluyen manifestaciones desde el aislamiento e indiferencia hacia otras per-
sonas o ausencia de contacto espontáneo, pero aceptan las aproximaciones o reali-
zan aproximaciones sociales pero de forma extraña y desviada a formas sutiles de
alteración. Las alteraciones de la comunicación social que se refieren a manifesta-
ciones desde la ausencia de comunicación con otros o la existencia de expresiones
de necesidad exclusivamente o habla irrelevante o al margen de la interacción social
a un habla desarrollada pero no conversacional ni comunicativa. Las alteraciones de
la comprensión e imaginación social con manifestaciones desde la ausencia com-
pleta de imitación y de juego simbólico o de simulación, pasando por la imitación
de acciones de otros pero sin comprensión del propósito en forma de ecomimia o
imitación en eco, o actuación en forma de roles pero de forma estereotipada, repe-
titiva y sin variación ni empatía, o la presencia de cierto reconocimiento de que algo
ocurre en la mente del otro pero sin captar cómo descubrirlo o estimar su naturale-
za, hasta una comprensión de sentimientos del otro pero de forma intelectual y sin
compartir empáticamente las emociones.
Suelen ocurrir conjuntamente con la tríada de alteraciones, pero sin formar par-
© Ediciones Pirámide
11 O 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
te del continuo autista, puesto que a veces se observa en niños de desarrollo normal
o en niños gravemente retrasados, los patrones repetitivos de actividad. Aunque ni
en niños de desarrollo normal ni en niños gravemente retrasados los patrones repe-
titivos de actividad dominan completamente la actividad espontánea, como sí ocurre
con los niños de la «tríada». Las manifestaciones de estas alteraciones pueden ir
desde ninguna actividad espontánea y fuerte resistencia a la misma, pasando por es-
tereotipias corporales simples o movimientos corporales más complejos, como el
ensimismamiento en estímulos complejos como los musicales o un fuerte apego a
algún objeto, o la realización de manera repetitiva de un conjunto de acciones o ri-
tuales del tipo de pasar por el mismo sitio, vestirse de la misma manera, a manifes-
taciones en forma verbal o intelectual como leer siempre el mismo libro o párrafo,
escuchar siempre la misma parte de una pieza musical...
Según Loma Wing (1988), la tríada de alteraciones, además de asociarse habitual
y conjuntamente con los patrones repetitivos de actividad, lo suele hacer con otras
funciones que estarían afectadas por la tríada, como el lenguaje, la coordinación mo-
triz, la respuesta a los estímulos sensoriales, las habilidades cognitivas u otras.
Las alteraciones del lenguaje típicas están en relación con aspectos como:
El uso del lenguaje en contexto o aspectos pragmáticos del lenguaje o la
comprensión y uso del lenguaje en el contexto social, con alteraciones siste-
máticas en los trastornos del continuo autista.
La mecánica del lenguaje, en donde estarían aspectos del vocabulario, la sin-
taxis y la semántica, que aparece retrasada o desviada en la mayoría de las
personas con trastorno autista con manifestaciones de alteración en la com-
prensión y uso del lenguaje, ecolalia inmediata y demorada, uso idiosincrá-
tico de palabras y frases, confusión de pronombres y proposiciones; cuando
hay vocabulario y sintaxis evolucionada, aparece un habla repetitiva y ex-
presiones idiomáticas, alteraciones prosódicas, habla afectada.
En algunos casos de autistas mudos aparecen habilidades de escritura o con
máquina de escribir o con algún aparato e incluso muchos aprenden algún
sistema de signos manuales, aunque de carácter repetitivo y sin empatía
social.
Alteraciones del juego, que implica empatía social, como el juego simbólico
y de simulación con objetos, que es bastante infrecuente en los niños de la
tríada.
Alteración de las características no verbales acompañantes del habla, como
la expresión facial, el contacto ocular, la postura corporal, el gesto o la
mímica.
Se ha observado también cierta asociación con la tríada de ciertas peculiarida-
des de coordinación motriz implicando la postura, el modo de andar y a las habili-
dades complejas de movimientos, apareciendo una mezcolanza de habilidades mo-
trices y deficiencias motrices.
En los autistas jóvenes y en los gravemente afectados aparecen alteraciones en
las respuestas a los estímulos sensoriales del tipo de no respuesta, de fascinación o
alteración ante la estimulación de alguna modalidad sensorial, ignorando los soni-
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Trastornos penetrantes del desarrollo 1 111
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112 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
que les levanten o cojan o abracen; ausencia de demanda para que los cojan pues no
levantan los brazos; dificultades para acoplarse al ser cogidos o cuando los mueven
cogidos; aparecen conductas autoestimulatorias; fascinación por las luces, objetos
brillantes o parpadeantes; ausencia de interés por el entorno; no exigen atención de
las personas del entorno. Junto a estas manifestaciones, hay desarrollos que son
normales, como la dentición, los hitos del desarrollo motor del tipo de sentarse, ga-
tear, andar, pero no los utilizan para explorar el entorno. A veces, aparecen dificul-
tades en desarrollos específicos cuando se dan trastornos asociados. La mirada es
difícil de establecer. Apenas si hay inicios o interés en los contactos o intercambios
sociales o por la voz humana. Conductas de excesivos miedos o reacciones de an-
siedad excesiva fuera de toda lógica.
Los criterios diagnósticos típicos suelen establecerse en el momento posterior
del desarrollo, que es cuando el cuadro es más florido y evidente.
Suele coincidir con los criterios diagnósticos consensuados. Para los padres es
el peor momento. Se enfrentan al diagnóstico terrible de trastorno autista, al pro-
nóstico y a la elaboración de un plan de vida diferente al previsto. Tienen un hijo
que les ignora, que no devuelve en reciprocidad afecto, contactos, intercambios. Han
de buscar una intervención especializada, no siempre disponible cerca del domicilio.
Esta situación es más desesperante si cabe al no observar estigmas físicos en sus hi-
jos y tratarse de niños físicamente sanos e incluso atractivos. Desde luego, si antes
de los 18 meses es muy difícil realizar un diagnóstico de trastorno autista, en este
momento todos han sido diagnosticados. Puede comenzar un peregrinaje por diver-
sos especialistas para confirmar el diagnóstico, y la sensibilidad ante las falsas es-
peranzas pueden calar en algunos. Por fortuna, los profesionales -psicólogos, psi-
copedagogos, psiquiatras infantiles, etc.- de nuestro país tienen, en general, una
buena formación en este tema, lo que garantiza una respuesta profesional seria y ho-
nesta ante los padres que les enfrentan con tiento ante la realidad.
Además de las conductas observadas en el período anterior, pueden ser llamati-
vas la indiferencia o alejamiento del entorno, el que no fijan la mirada en otros, el
predominio de la conducta focalizada en objetos especiales, el predominio de mani-
festaciones de rigidez extrema ante el cambio del entorno, de los objetos o de las ru-
tinas. Aparecen con claridad el resto de las conductas típicas del trastorno autista uni-
das en muchos casos a retraso y alteraciones comunicativas y del lenguaje, de las
habilidades adaptativas y de autonomía personal, etc. La intervención sistémica y pla-
nificada basada en las necesidades individuales, más allá de los inconvenientes de la
normalización y la inclusión total (Mesibov, 1990; Mesibov y Shea, 1996; Wooten y
Mesibov, 1986), de forma permanente es esencial para la adquisición de conductas y
aprendizajes como los adaptativos, las habilidades de la vida diaria del tipo de con-
trol de esfínteres, aseo, vestido, higiene, alimentación y conductas comunicativas mí-
nimas, en un contexto complejo en donde la intervención ha de serlo a varios nive-
les. El apoyo a las familias (Wapner, 1993), padres y hermanos de los niños con
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Trastornos penetrantes del desarrollo 1 113
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114 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
bía un 5% con empleo regular remunerado, lo que entre los controles no psicóticos
subía al 33%. Sólo un 17% de los casos presentaba buen ajuste o era independien-
te, con el 19% con ajuste aceptable o relativamente independientes y un significati-
vo 64% no independientes. Las relaciones sociales seguían siendo deficitarias, a pe-
sar de cierta mejoría en algunos. Algún caso aislado manifestaba la «intención de
hacer amigos» pero tenían una gran deficiencia para conseguirlo. Un 50% eran no
verbales. La adaptación había mejorado, aunque seguían los fenómenos ritualistas y
la resistencia al cambio. Con la adolescencia, apenas si hubo cambios notables, aun-
que algunos se volvieron más difíciles, otros manifestaron deterioro intelectual y en
algunos aparecieron alteraciones neurológicas --en un 33%-. Los factores relacio-
nados con el pronóstico muestran que el mejor pronóstico es alguna medida de in-
teligencia obtenida en la primera infancia, aunque se recogieron sólo algunos sub-
tests. Otro factor pronóstico de gran interés es la ausencia de lenguaje a los cinco
años y la no reacción a los sonidos durante la primera infancia, que relacionaba con
un pronóstico pesimista. Había otros aspectos de la conducta no relacionados con el
pronóstico, aunque había una tendencia positiva entre los sujetos con un cuadro de
conductas menos graves. Igualmente, los factores escolar y el aprendizaje de destre-
zas afectaban positivamente con el pronóstico. Por tanto, el CI en la primera infan-
cia, la ausencia de lenguaje a los 5 años, la gravedad de las conductas y el factor
educativo eran los factores relacionados con el pronóstico.
Otros estudios iban en la misma línea. DeMyer, Barton, DeMyer, Norton, Allen
y Steele (1973) estudiaron a 120 niños desde los 5 años y medio de media de edad
en el inicio y durante seis años después, a través de entrevistas a dos tercios de los
niños y cuestionarios a los padres e informes de profesionales cuando los había, con
resultados similares aunque más pesimistas si cabe que los de Rutter et al. DeMyer
et al., encontraron: epilepsia en el 14% -Rutter encontró el 33%, explicable por la
edad superior de los sujetos-. Los factores pronósticos eran el Cl, la adquisición
de un lenguaje útil a los 5 años, la cantidad de atención escolar recibida y la grave-
dad de la conducta autista --coincidente con Rutter-. Un índice de disfunción ce-
rebral también tenía cierto valor pronóstico, aunque menor. La afectividad y consis-
tencia y suficiencia comunicativa de los padres no estaban relacionadas con el
pronóstico. Su conclusión clara, hoy asumida de forma mayoritaria, era que el tras-
torno autista se debía a factores biológicos.
La realidad parecía fuera de toda duda: la mayoría habrían de ser dependientes
de otros durante toda su vida.
Cuando se separa a las personas con trastornos autistas en función de diferentes
variables cognitivas del tipo del CI, del lenguaje, del juego o del rendimiento esco-
lar (1984) las predicciones pronósticas se hacen más ajustadas. Por ejemplo, si divi-
dimos los casos en función del CI bajo -CI no verbal menor de 50- con un mal
pronóstico y los de CI no verbal normal -CI de 70 o más-, tienen buen pronósti-
co. En general, los de CI no verbal normal progresan educativamente, utilizan len-
guaje, pueden llegar a conseguir empleos remunerados --en el 50%- y sólo una
minoría sufrió accesos epilépticos.
En general, el pronóstico con problemas leves (Rutter, 1984) cuando se analizan
los factores por separado, el pronóstico de la adquisición del lenguaje hablado no
© Ediciones Pirámide
Trastornos penetrantes del desarrollo 1 115
se puede realizar sólo desde el CI no verbal, los factores clave es probable que se
encuentren en 1) el nivel de juego puesto de manifiesto (García, 1992a), 2) el nivel
de imitación (García, 1992a), 3) el nivel de comprensión del lenguaje evaluado con
el Reynell Developmental Scales y 4) la presencia de balbuceo con cadencias de ha-
bla e intención comunicativa (García, 1992b). El pronóstico social estaba relaciona-
do con la conquista de un lenguaje hablado útil. El habla no puede considerarse una
explicación suficiente al observarse en los niños con trastornos del desarrollo del
lenguaje o en las deficiencias auditivas una adaptación social adecuada. Los proble-
mas de las personas con autismo son generalizados y penetrantes de comunicación
y de pensamiento. Los déficits visoespaciales parecen actuar como un factor pro-
nóstico positivo, pues hay una indicación de que estos déficits están asociados a la
adquisición del lenguaje y del ajuste social. Alguien ha sugerido que se trataría de
dificultades con componente «disfásico» (Bartak, Rutter y Cox, 1975) y por tanto
no afectarían tanto al lenguaje indicando mejores posibilidades de adquisición o re-
cuperación del lenguaje.
El pronóstico, cuando se trata del trastorno autista de funcionamiento alto
(Szatmari, Bartolucci, Bremner, Bond y Rich (1989), como es el caso de las perso-
nas con trastorno de Asperger (Szatmari, Bartolucci y Bremner, 1989), es mucho
más optimista. Analizan las variables relacionadas con el pronóstico hasta la edad
adulta en personas con trastorno autista de inteligencia no verbal normal. Encuen-
tran un 25% de los estudiados de alto nivel con una «recuperación» completa. En
general, la gravedad de las alteraciones autistas no predecía el éxito posterior. Las
tareas neuropsicológicas de solución de problemas no verbales guardaron una gran
relación con el resultado. El grupo como un todo seguía presentando un pobre fun-
cionamiento en términos de éxito social y ocupacional y de síntomas psiquiátricos,
a pesar de que el 50% de la muestra había superado algún grado universitario.
3. UN INTENTO DE EXPLICACIÓN
No es posible hacer un análisis pormenorizado de las diferentes explicaciones
que se han ido proponiendo para explicar los trastornos penetrantes del desarrollo.
Para una revisión en torno al trastorno autista pero que puede referirse a los dife-
rentes trastornos penetrantes del desarrollo pueden verse los capítulos 4 y 5 de Gar-
cía (1992c). Habría que diferenciar entre factores etiológicos, que hoy se asume es
de naturaleza biológica aunque sólo se conozcan los datos certeros en una minoría.
Por ejemplo, el hecho de que se hayan encontrado datos en apoyo de que la edad
del padre, además de la de la madre, inciden en la aparición del autismo, lo mismo
que ocurre con el síndrome de Down, o el hecho de que haya factores genéticos evi-
dentes, o la constatación de ciertas enfermedades en ciertos casos como la fenilce-
tonuria o la rubéola en la madre durante el primer mes de gestación, son una ilus-
tración de que la causa es de origen biológico. Esto habría que situarlo en el primer
nivel causal de Uta Frith (Morton y Frith, 1995). El tercer nivel ya ha quedado ex-
plicitado a lo largo de toda la exposición: se refiere al nivel conductual, y según
Laura Schreibman (1988) era del que había que partir, lo que de forma magistral ha-
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116 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
bía realizado Leo Kanner y también Hans Asperger o antes Sancta de Sanctis o
Theodor Heller y más recientemente Andreas Rett. El segundo nivel ofrece un gran
interés en este momento; se trata del nivel cognitivo emocional.
Desde este segundo nivel, o la búsqueda de la naturaleza psicológica del pro-
blema -aunque también el tercer nivel es psicológico-, hay dos formas de res-
puesta básicamente y que guardan muchos puntos de coincidencia, o bien el énfasis
en lo emocional, y tenemos la ilustración del libro de Peter Hobson ( 1995), y por
otra parte el énfasis en lo cognitivo, con el reciente libro de Francesca Happé (1998)
o el anterior de Uta Frith (l989a). El libro de Happé (1998) tiene la virtud de ana-
lizar el problema del autismo, también del trastorno de Asperger o el trastorno se-
mántico pragmático o el trastorno de aprendizaje no verbal u otros trastornos próxi-
mos, aplicando el triple nivel de análisis de Uta Frith, con lo que se obtiene una
síntesis de gran interés.
Desde la perspectiva emocional se enfatiza la dificultad de comprender o de
percibir las emociones de otros, la dificultad de establecer procesos empáticos y por
tanto la dificultad en establecer un mundo de significados compartidos que en sín-
tesis es la gran tarea que realiza el niño cuando se introduce en la cultura y en la
sociedad.
Desde la perspectiva cognitiva, las aportaciones y descubrimientos de Loma Wing
acerca de la tríada de alteraciones podrían considerarse el antecedente inmediato para
la elaboración de la explicación predominante: problema en la mentalización, proble-
ma en la necesidad de establecimiento de una coherencia central de Uta Frith, pro-
blema en las habilidades metarrepresentacionales de Alan Leslie o a partir de lo que
se había observado en primate no humano por David Premack y aplicado al autismo
por Baron-Cohen, Leslie y Frith en 1985, problemas en la teoría de la mente y que
en este momento es la expresión más popularizada (Gómez y Núñez, 1998).
En realidad, tanto las explicaciones con énfasis en lo emocional como en lo
cognitivo, y dentro de éstos los diversos matices, no son sino aspectos esenciales del
problema nuclear que presentan este tipo de personas con trastornos penetrantes del
desarrollo. La imagen de Uta Frith (1989 a) de percibir a las personas con autismo
como «ciegos mentales» es muy ilustrativa al respecto. Las personas con ceguera no
pueden ver el mundo de colores, de matices, no pueden establecer contacto a dis-
tancia con el mundo físico y social si no es a través del sonido o la voz. Estas per-
sonas es probable que sean ciegas durante toda su vida, por lo que no ha lugar el
preguntarse si se curan. Pero nadie duda del enorme potencial de aprendizaje y de
adquisición de habilidades, de integración social, personal y comunitaria incluso en
nuestro país, con su capacidad y esfuerzo, han creado una de las mayores empresas
que ayuda a los discapacitados con una red de servicios admirable. El autismo, y
probablemente los diferentes trastornos penetrantes del desarrollo, son como los cie-
gos, por lo que no cabe preguntarse si se curan, cabe preguntarse si pueden apren-
der, y ello depende de su capacidad intelectual, su desarrollo del lenguaje, su gra-
vedad y la disponibilidad de oportunidades educativas y de otro tipo. Pero no es una
ceguera física, es una «ceguera mental». No captan ni perciben los sentimientos de
los otros -con lo que se integra la interpretación de Peter Hobson-, ni sus inten-
ciones o deseos, ni sus creencias, con lo que no pueden atribuir estados mentales o
© Ediciones Pirámide
Trastornos penetrantes del desarrollo 1 117
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TABLA 6.1
Criterios del trastorno autista según La DSM-IV
A) Un total de 6 (o más) ítems de (1), (2) y (3), con por lo menos dos de (1 ) y uno de
(2) y de (3):
l . Alteración cualitativa de la interacción social, manifestada al menos por dos de
las siguientes características:
a) Alteración importante del uso de múltiples comportamientos no verbales,
como son el contacto ocular, la expresión facial, posturas corporales y ges-
tos reguladores de la interacción social.
b) Incapacidad para desarrollar relaciones con compañeros adecuadas al nivel
de desarrollo.
e) Ausencia de la tendencia espontánea para compartir con otras personas dis-
frutes, intereses y objetivos (por ejemplo no mostrar, traer o señalar objetos
de interés).
d) Falta de reciprocidad social o emocional.
2. Alteración cualitativa de la comunicación manifestada al menos por dos de las
siguientes características:
a) Retraso o ausencia total del desarrollo del lenguaje oral (no acompañado de
intentos para compensarlo mediante modos alternati vos de comunicación,
tales como gestos o mímica).
b) En sujetos con un habla adecuada, alteración importante de la capacidad
para iniciar o mantener una conversación con otros.
e) Utilización estereotipada y repetitiva del lenguaje o lenguaje idiosincrásico.
d) Ausencia de juego realista espontáneo, variado o de juego imitativo social
propio del nivel de desarrollo.
3. Patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y
estereotipados, manifestados por lo menos mediante una de las siguientes carac-
terísticas:
a) Preocupación absorbente por uno o más patrones estereotipados y restricti-
vos de interés que resulta anormal, sea en su intensidad, sea en su objetivo.
b) Adhesión aparentemente inflexible a rutinas o rituales específicos, no fun-
cionales. ·
e) Manierismos motores estereotipados y repetitivos (por ejemplo sacudir o gi-
rar las manos o dedos o movimientos complejos de todo el cuerpo).
d) Preocupación persistente por partes de objetos.
B) Retraso o funcionamiento anormal en por lo menos una de las siguientes áreas, que
aparece antes de Jos 3 años de edad: 1) interacción social, 2) lenguaje utilizado en la
comunicación social o 3) juego simbólico o imaginativo.
C) El trastorno no se explica mejor por la presencia de un trastorno de Rett o de un
trastorno desintegrativo infantil.
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126 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
DSM-IV (APA, 1994) incluye seis criterios, algunos de los cuales al establecerse de
forma negativa presentan problemas y que en las próximas ediciones se irán mati-
zando. En primer lugar, la alteración cualitativa de la interacción social, con dos ma-
nifestaciones al menos, como alteración importante de múltiples comportamientos no
verbales, sean contacto ocular, expresión facial, posturas corporales o gestos que re-
gulan la interacción social; o incapacidad para el desarrollo de relaciones con los
iguales; o incapacidad para compartir intereses, placeres, objetivos, con otros; o au-
sencia de reciprocidad social o emocional. En segundo lugar, la presencia de patro-
nes de comportamiento, intereses y actividades restrictivos, repetitivos y estereotipa-
dos, con al menos una manifestación del tipo preocupación absorbente por uno o
más patrones de interés restrictivos y estereotipados; adhesión inflexible a rutinas y
rituales; manierismos motores estereotipados y repetitivos; preocupación absorbente
en aspectos o partes de objetos. Los dos primeros criterios son coincidentes con el
autismo, como se puede comprobar. El tercer criterio es común a todos los trastor-
nos del desarrollo, que es el causar un deterioro importante de la actividad laboral,
social o académica. El cuarto y quinto criterios son negativos: la no presencia de re-
traso general del lenguaje; ni del desarrollo cognoscitivo ni del comportamiento
adaptativo o de las habilidades de autoayuda. El sexto criterio es de exclusión, al no
poder cumplir los criterios de otro trastorno penetrante del desarrollo ni de esquizo-
frenia. Como puede verse, los criterios de los Gillberg sobre problemas de lenguaje
y habla y sobre la torpeza motora no se incluyen en estos criterios consensuados de
la DSM-IV. Criterios que han de ser asumidos como los más operativos y útiles has-
ta la llegada de una nueva clasificación internacional de la APA.
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Trastornos penetrantes del desarrollo. Diagnóstico y evaluación 1 127
retraso del crecimiento, pies pequeños hipertróficos. Los criterios excluyentes se re-
fieren a la evidencia de retraso del crecimiento intrauterino, la organomegalia, la
retinopatía o atrofia óptica, la microcefalia en el nacimiento, la evidencia de daño
cerebral adquirido perinatalmente, la presencia de trastornos metabólicos o neuroló-
gicos progresivos o la existencia de trastorno neurológico adquirido de tipo traumá-
tico o infeccioso. Son diversos los criterios que lo diferencian del autismo, como el
que éste presente desarrollo físico normal, la no presencia de bricomanía -rechinar
los dientes-, hiperventilación y detenciones de la respiración en los autistas en
general, la no presencia de distonía ni de corea en general en los autistas, variedad
de CI en los autistas y no sólo retraso mental severo como en el de Rett, no se da
típicamente una regresión de conductas previamente adquiridas, etc. Los criterios
con mayor consenso son los de la DSM-IV (APA, 1994) e incluyen dos tipos de
criterios: de normalidad previa y de pérdida de la misma. En primer lugar han
de estar presentes todas estas características, cuales son el desarrollo prenatal y
perinatal normales -aparentemente-, el desarrollo psicomotor desde el nacimien-
to hasta los 5 meses normal -aparentemente- y la normalidad en el crecimiento
craneal en el nacimiento. En segundo lugar, tras el desarrollo normal se da una
desaceleración del crecimiento craneal entre los 5 y los 48 meses de edad; pérdi-
da de las habilidades manuales propositivas previamente adquiridas, entre los 5 y
los 30 meses, y la aparición posterior de estereotipias manuales del tipo de «lavarse
las manos» o de «escribir»; pérdida de desarrollo social inicial aunque puede me-
jorar después; coordinación de la marcha o de los movimientos del tronco torpes;
grave alteración del desarrollo del lenguaje receptivo y expresivo y grave retraso
psicomotor.
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128 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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Trastornos penetrantes del desarrollo. Diagnóstico y evaluación 1 129
4. EVALUACIÓN COMPREHENSIVA
La evaluación de las personas con trastornos penetrantes del desarrollo no es di-
ferente de la que se realiza a otras personas con diferentes tipos de necesidades es-
peciales. El punto de referencia habrán de ser estas necesidades que presentan las
personas y que son mayores que las que puede cubrir el sistema familiar, educativo,
social o laboral o comunitario de forma ordinaria, por lo que exige respuestas espe-
cíficas y especializadas y que estos sistemas con sus propios recursos no pueden cu-
brir adecuadamente. En este sentido, analizando las áreas con haberes y con déficits
se pueden establecer las bases para la intervención. No olvidemos que el objetivo de
la evaluación es el diseño de programas, pautas y estrategias de intervención a dife-
rentes niveles. Una evaluación comprehensiva de las personas con trastornos pene-
trantes del desarrollo podría incluir la evaluación del desarrollo intelectual, de las
habilidades adaptativas, como las actividades de la vida diaria, el desarrollo del len-
guaje y la comunicación, el uso y juego de objetos, sea funcional o simbólico, el de-
sarrollo cognitivo-sensoriomotor, los aspectos psicoeducacionales, los contextos fa-
miliar, comunitario, etc., así como los aspectos específicos de cada uno de los
trastornos, tanto los nucleares como los asociados. Aunque no es nuestra intención,
dada la limitación de espacio, el hacer un análisis pormenorizado de estas áreas y
ámbitos de evaluación, haremos un breve repaso. A lo largo del libro se muestra
también la evaluación en relación con los diferentes trastornos del desarrollo. En
tanto en cuanto se refieran a cuestiones específicas, como las relativas a las redes de
apoyo o al lenguaje o la atención, etc., podrían ser aplicables a la evaluación de los
trastornos penetrantes del desarrollo. La evaluación no puede separarse de la inter-
vención, que es la que le da sentido y coherencia y la que la valida, al menos so-
cialmente, en última instancia.
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130 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
Puesto que en muchas personas con trastornos penetrantes del desarrollo se aso-
cia un retraso mental más o menos grave, y sobre todo cuando evaluamos a niños
pequeños, es de gran interés proceder con una metodología piagetiana, que propor-
ciona una comprensión del desarrollo inicial o de niveles de funcionamiento meno-
res de dos años. Dado que la mayoría de las pruebas estandarizadas de inteligencia
tienen un techo a partir de los dos años y medio, como por ejemplo el McCarthy o
el Termina y Cerril, y no digamos nada del WISC-R, que empieza cerca de los cin-
co años de nivel de desarrollo intelectual, lo apropiado es utilizar otras vías de eva-
luación alternativa, como la de orientación piagetiana o neopiagetiana. El hecho de
que Piaget proporcione una teoría muy coherente del desarrollo, y aunque tengamos
que matizarla en diferentes aspectos, parece ser una vía de interés, y esto unido a
las alteraciones que se observan a este nivel (García, 1994), este tipo de evaluación
es obligada. Una adaptación muy sistematizada de este enfoque es el que imple-
mentaron Uzgiris y Hunt (1975) en torno a las escalas de permanencia del objeto, la
de medios-fines, la de imitación vocal y gestual, la de causalidad operacional, la de
relaciones del objeto en el espacio o la de esquemas para relacionar objetos (García,
1993, cfr. anexo del capítulo 4).
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Trastornos penetrantes del desarrollo. Diagnóstico y evaluación 1 131
penetrantes del desarrollo. Este mecanismo está presente desde el nacimiento, como
se ha mostrado reiteradamente desde que Meltzoff y Moore lo demostraran experi-
mentalmente en 1977 (García, 1992a). La imitación diferida es también muy precoz,
observándose ya desde los tres meses de vida, y la imitación simbólica se inicia jun-
to con el desarrollo de la simbolización cerca del primer año de vida, en que tam-
bién aparecen las primeras palabras y el desarrollo comunicativo. El juego simbóli-
co, en relación con el uso de objetos, seguiría el mismo patrón, puesto que es
posible a partir del momento en que se da alguna manifestación de la función sim-
bólica en la que Piaget había incluido el lenguaje, la imitación diferida, el juego
simbólico, el grafismo, la pantomima. Todos estos aspectos se alteran en mayor o
menor medida entre las personas con trastornos generalizados del desarrollo y su
evaluación parece obligada. La evaluación de la imitación, la imitación diferida y la
imitación simbólica puede hacerse con tareas específicas (García, 1986; 1992a) o
mediante la observación directa (García, 1998c ). En esta última investigación desa-
rrollamos un sistema de categorías de imitación clasificándose en imitación de actos
reales frente a imitación de actos simbólicos, y cada uno de ellos podía ser con ob-
jetos o sin objetos, como por ejemplo la imitación verbal o gestual, mucho más
dificultosa entre las personas con trastornos penetrantes del desarrollo. La evalua-
ción del juego simbólico puede hacerse mediante tareas, mediante algún instrumen-
to implementado al respecto, como el clásico de Lowe y Costello, alguna adaptación
del desarrollo piagetiano u otros sistemas de categorías (García, 1986; 1992a) o
puede serlo con metodología observacional, que ofrece un gran interés. En una in-
vestigación reciente (García, 1998c) se utilizó un sistema de categorías en cuatro
niveles: juego sensoriomotor, juego ordenado, juego funcional y juego simbólico, y
dentro de cada una de ellas si lo era por iniciativa del niño o lo era estimulado por
el adulto.
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132 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
5.4. Inteligencia
5.5. Mentalización
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134 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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Foco de Perspectiva Perspectiva de las técnicas/ Perspectiva
intervención de las necesidades estrategias o modelos a lo largo
psicopedagógica especiales de intervención del ciclo vital
Foco de Perspectiva Perspectiva de las técnicas/ Perspectiva
intervención de las necesidades estrategias o modelos a lo largo
psicopedagógica especiales de intervención del ciclo vital
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142 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
El debate sobre la inclusión total con estas personas es complejo y precisa ma-
tizaciones diversas (cfr. capítulo 2 o Mesibov y Shea, 1996), puesto que aunque se
puedan asumir las metas y valores de la inclusión total, no se ha proporcionado apo-
yo empírico que sea alternativo a la necesidad de entornos de aprendizaje altamen-
te estructurados y reducidos, con ratios de entre tres y cinco alumnos con trastornos
penetrantes del desarrollo por maestro o educador. Las necesidades de individuali-
zación con intervenciones muy especializadas, como por ejemplo para el caso del
trastorno de Rett, que exige la intervención a través de terapeuta ocupacional o fi-
sioterapeutas (van Acker, 1991) para el control de la apraxia y ataxia, la espastici-
dad, control de ataques epilépticos, movimientos estereotipados, actividades de la
vida diaria o control conductual, ponen en duda que la inclusión total sea la mejor
solución para estos casos. Las aulas específicas en centros ordinarios o específicos
son una solución más adecuada. La intervención educativa también ha de ser muy
específica, lenta e individualizada para estas personas con trastorno de Rett (Van
Acker, 1991).
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de centros de actividades de día, del tipo de centros protegidos de empleo junto con
otras personas con discapacidad, habrá de incluir acciones educativas muy funcio-
nales y de mantenimiento de las habilidades instrumentales escolares, del tipo de
mantenimiento y potenciación de habilidades de independencia, de habilidades so-
ciales, de habilidades de mentalización, de comprensión emocional, de habilidades
de supervivencia.
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Trastornos penetrantes del desarrollo. Intervención psicopedagógica 1 147
los diferentes procesos; 2) escuchar y respetar las prioridades y valores de las fami-
lias; 3) apoyar a la familia y a los alumnos en sus esfuerzos por participar en acti-
vidades extracurriculares; 4) facilitar la comunicación profesionales-familia; 5) mode-
lar la importancia de la familia como parte del equipo de intervención; 6) com-
prometer a los padres; 7) conectar a los padres con otros padres; 8) conectar a los
padres con las organizaciones educativas y comunitarias; 9) asegurarse de que el
aula y otros ámbitos de intervención incluyen a los padres.
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así, y los conflictos originados por el trastorno del hijo pueden haberse instalado en
la inactividad.
A medida que crece el niño, va a plantear problemas nuevos y la familia ha de
enfrentarse a los mismos. Con la adolescencia puede que algunos desarrollen ataques
epilépticos, con lo que implica de uso de medicación. Aparecen situaciones nuevas
en relación con la conducta social y sexual que la familia ha de saber afrontar, por lo
que precisa de orientación y apoyo. Al igual que la cuestión de qué hacer después de
la escuela o del centro específico. La participación en programas de diversificación
curricular, de preparación laboral y vocacional, la ubicación en un centro de activi-
dades de día, son informaciones que los padres deben conocer. Puede que sean los
propios padres los que tengan que crear estos programas o servicios demandando
ayuda de las administraciones públicas. El asesoramiento a las familias en este tipo
de actuaciones es una vía de intervención psicopedagógica de sumo interés.
Con la llegada a la edad adulta y con la previsible vejez, los padres comienzan
a pensar en el futuro de su hijo con discapacidad. ¿Qué será de nuestro hijo cuando
nosotros faltemos? La orientación e información sobre las posibles soluciones, como
los hogares protegidos y su participación en centros de actividades de día o en cen-
tros de trabajo más o menos protegidos, pueden ser soluciones que los padres han
de conocer. Puede que los propios padres hayan de crearlos con ayuda de las admi-
nistraciones públicas. La intervención psicopedagógica familiar en estos momentos
puede tener que volver a centrarse en los profesionales «sustitutos familiares», en
los propios afectados, en el desarrollo de programas comunitarios de integración.
Las familias han de tener la tranquilidad de que cuando ellos falten hay soluciones
de calidad y humanas para sus hijos con discapacidad.
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3. OTRAS PERSPECTIVAS
Las otras tres perspectivas de las necesidades, de las técnicas, estrategias o mo-
delos de intervención y del desarrollo a lo largo del ciclo vital, o incluso la quinta
del trastorno, proporcionan visiones matizadas del cuadro complejo que supone la
intervención psicopedagógica con los trastornos penetrantes del desarrollo, pero que
en lo esencial acaban coincidiendo en los temas fundamentales desarrollados antes
respecto de la primera perspectiva. De ahí que no desarrollemos estas perspectivas
de forma extensa.
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156 1 Intervención psicopedagógica en Jos trastornos del desarrollo
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Trastornos penetrantes del desarrollo. Intervención psicopedagógica 1 157
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160 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
teórico, bien comprendido y dominado por el que evalúa, y las tareas que se utilizan
no serían sino medios para acceder a la comprensión de los componentes, módulos o
procesos cognitivos que participan en el lenguaje, la lectura y la escritura. Desde esta
segunda perspectiva, lo que parece pertinente es la descripción minuciosa del mode-
lo o modelos de referencia que justifican y dan sentido a la evaluación y permiten su
interpretación de forma coherente. Aunque comentaremos algo sobre diferentes tests
e instrumentos de evaluación del lenguaje, la lectura y la escritura (primera perspec-
tiva), nos centraremos predominantemente en la segunda perspectiva, procedente de
la psicología cognitiva, intentando delinear un marco teórico amplio en donde poda-
mos integrar modelos concretos y específicos. Los énfasis en modos de abordar la
evaluación, más acordes con la naturaleza de las funciones verbales, como la deno-
minada «evaluación interactiva y dinámica» (Haywood y Tzuriel, 1992), son compa-
tibles con la perspectiva adoptada en este capítulo.
La intervención en las funciones verbales habría de seguir, consecuentemente,
los mismos derroteros. Tiene que darse coherencia entre la evaluación, basada en ta-
reas, de los procesos cognitivos implicados en el lenguaje, la lectura y la escritura,
y la intervención en esos mismos procesos. En función del proceso o procesos alte-
rados, así habría que proceder en la intervención, además de considerar otros aspec-
tos de una manera global en que se considere a toda la persona que sufre algún tras-
torno en relación con las funciones verbales, sus características, su nivel de
desarrollo comunicativo y lingüístico en específico, etc. 6 .
La evaluación e intervención habrá de considerar, sin ninguna duda, el tipo de
trastorno de las funciones verbales y su etiología (Donaldson, 1995) y los diferen-
tes componentes (Bishop, 1997), sea el fonológico (Ingram, 1983), el morfosintácti-
co (Crystal, 1979; Crystal, Fletcher y Garman, 1978; McDonald, 1997), el pragmá-
tico (Beveridge, Conti-Ramsden y Leudar, 1997; García, 1992 a), ellexical (Shore,
1995) u otros (Crystal, 1983). La evaluación e intervención en la comprensión se-
guiría la misma lógica (Miller y Paul, 1995). Igualmente, aspectos que se alteran en
relación o como consecuencia de las alteraciones del lenguaje oral y escrito, como
las habilidades sociales (Ruskin y Kuhr, 1994), también habrían de ser objeto de
evaluación e intervención. La consideración desde modelos clasificatorios de las al-
teraciones de las funciones verbales puede proporcionar alguna luz, como por ejem-
plo la tan extendida de la DSM-[V (APA, 1995), aunque presenta limitaciones evi-
dentes al no considerar los modelos teóricos del lenguaje sino recoger enfoques
descriptivos eclécticos con criterios diagnóstico-clasificatorios más que de evalua-
ción e intervención.
Seguidamente, abordaremos la evaluación e intervención en el lenguaje.
6 Cantwell y Baker, 1987; Kaiser, Alpert y Warren. 1988; McDonald, 1997; Warren y Reichle,
1992.
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Evaluación e intervención de las funciones verbales: el lenguaje 1 161
cepción modular, según Fodor en su libro de 1983 sobre la Mente modular, implica
una serie de características aplicables a los módulos (Bishop, 1997): 1) dominio es-
pecífico, 2) proceso necesario, 3) acceso central limitado a las representaciones in-
termediarias, 4) velocidad alta, 5) información encapsulada, 6) output a nivel poco
profundo, 7) arquitectura neural establecida, 8) patrones de alteración característicos,
9) pasos y secuencias característicos en el desarrollo. Si se asume un modelo especí-
fico, estas características parecen ajustarse a un enfoque modular. Si se asume un
marco teórico amplio, ya no está tan claro. Comoquiera que las funciones verbales se
integran en el resto de las funciones psicológicas y son influidas por ellas, parece
pertinente el que se asuma un modelo amplio a la hora de considerar la evaluación e
intervención, pero incluyendo los modelos modulares que proporcionan claridad in-
terpretativa aunque sin olvidar que la intervención ha de considerar elementos diver-
sos que serán clarificados desde una perspectiva más amplia. La consideración por
separado del lenguaje receptivo frente al expresivo es muy discutible y muy discuti-
da, aunque clásicamente ha tenido interés clínico (Crystal, 1983; Belinchón, 1997).
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162 1 Intervención psícopedagógíca en los trastornos del desarrollo
ticulares y a las clases de objetos. Las relaciones entre objetos incluyen las reflexi-
vas, intraclases e interclases. Y las relaciones entre eventos o sucesos pueden ser de
tipo interevento y de tipo intraevento.
2.1.3.1. El discurso
Una cuestión clave dentro de este componente es el de la consideración del dis-
curso (Belinchón, Riviere e lgoa, 1992). El discurso, como vemos, es una parte
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Evaluación e intervención de las funciones verbales: el lenguaje 1 163
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164 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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Evaluación e intervención de las funciones verbales: el lenguaje 1 165
1992a). Junto con esta evaluación, habría que añadir una evaluación en el entorno
del lenguaje, como qué tipo de expresiones son elicitadas por los familiares, qué ti-
pos de modelos de lenguaje se presentan, qué tipo de consecuencias se presentan
ante el uso del lenguaje, qué tipo de oportunidades existen para el uso del lenguaje
y qué características presenta el entorno no verbal que puedan influir en la com-
prensión y uso del lenguaje y la comunicación. El uso de sistemas de categorías de-
sarrollados ad hoc para este fin es el instrumento por excelencia de la metodología
observacional, en este caso aplicada al lenguaje y la comunicación y que detecta los
cambios que se operen en la intervención (García, 1995; 1998 b).
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166 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
Secuencia de fonemas
Secuencia de palabras
Estructura de la frase
Representación proporcional
paso que hace a las diferentes funciones y componentes de la comprensión del len-
guaje. Por ejemplo, incluye el análisis de estructuras sintácticas en tareas de mani-
pulación de objetos, tareas de juicio gramatical para evaluar la comprensión de fra-
ses en pasivo, el reconocimiento de estilos de habla apropiados, evaluación critetial
de cláusulas de relativo, la comprensión de vocabulario espacial, temporal y de tér-
minos conectivos y de seguimiento de instrucciones, etc.
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Evaluación e intervención de las funciones verbales: el lenguaje 1 167
<<Instrumento de Evaluación de Jos Procesos Cognitivos de la Escritura>>. Durante este año 1999 hemos
desarrollado un estudio en l. 700 alumnos con y sin dificultades de aprendizaje de los procesos de pla-
nificación y otros factores psicológicos, como las actitudes, la autoeficacia, la metacognición o la refle-
xividad-impulsividad hacia la escritura en una investigación financiada por la Junta de Castilla y León,
desde 3." de Educación Primaria hasta 4. 0 de la Educación Secundaria Obligatoria.
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168 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
situación de salud del sujeto, etc., que den cuenta del proceso o procesos alterados
y que permitan mediante las ayudas precisas implementar las estrategias pertinentes
para su superación (García, 1997; 1998a; 1999a, b, e).
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Variables o modalidad
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Evaluación e intervención de las funciones verbales: el lenguaje 1 171
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Evaluación e intervención de las funciones verbales: el lenguaje 1 173
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174 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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176 1 Intervención psícopedagógíca en los trastornos del desarrollo
eferentes capaces de comunicarse con el sistema muscular para coordinar los movi-
mientos precisos a realizar, por ejemplo, en el acto de la fonación, de la resonancia y
de la articulación de las palabras habladas o, más complicado aún, cuando se trata de
escribirlas, ya que, además de la articulación, se exige el movimiento de la mano.
Una vez realizada la actividad, un observador podrá analizar el producto para
estudiar si pertenece o no a una norma lingüística determinada, castellano, inglés,
catalán ... Analizando la conducta en su interacción con el lenguaje, tanto del propio
sujeto como las de los que reciben tal producto, este mismo observador podrá saber
si se cumplen o no las funciones descritas por los psicolingüistas.
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Figura 9.1.-Modelo relacional de comportamiento lingüístico (adaptado de V. Pelechano, 1973,
y reproducido de A. Aguilar, 1991).
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Trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 177
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178 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
será preciso colocar unos electrodos para percibir los cambios de potencial en los
músculos de la fonación, de la resonancia o de la articulación. El proceso normal-
mente se realiza sin mayor problema, pero los niños que llegan al aprendizaje de la
lectura sin haber alcanzado esta actividad del pensamiento verbal han de adquirirla
simultáneamente con la lectura interior. Sin embargo en muchos niños la apoyatura
periférica sigue siendo muy fuerte, así como en los adultos que presenten alguna pa-
tología, de forma que algunos llegan a hablar en voz alta cuando creen pensar.
Con la pubertad, vendrá la crisis de la identidad sexual y la necesidad de la co-
municación en la búsqueda de pareja. El lenguaje rítmico bien establecido juega
normalmente un importante papel de cara al éxito de tales comportamientos comu-
nicativos. Si en estas edades persisten problemas verbales, de fluencia del habla o
de la lectura o de la escritura, la situación conflictiva podrá tener un efecto de inte-
racción o de adición con la personalidad, afectará al sistema motivacional y a la
propia conducta y se producirá o consolidará el fracaso lingüístico, si antes no se
lleva a cabo una intervención profesional.
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Trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 179
2.2.2. Personalidad
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Variables dependientes
Variables independientes Actividad Producto Función
Com. Ex. PV. L. E. Cantidad y Cualidad Regul. Soc. Cognos.
Trastornos del desarrollo de/lenguaje y la comunicación 1 181
tal. En el resto se da retraso en la aparición del lenguaje, voz mal controlada, con
entonación variable y un ritmo raro, cambiante; a veces farfulleo, canturreo, una jer-
ga sin significado, estereotipado y obsesiva, frecuentemente reducida a una ecolalia.
Utilización del pronombre «Se» o «él» para referirse a sí mismo. Lo común en to-
dos Jos casos es el repliegue de la personalidad, lo que hace considerar al trastorno
dentro del grupo de las psicosis. Estados prepsicóticos. Nos referimos a las disar-
monías evolutivas, parapsicosis o al trastorno profundo de desarrollo de inicio
infantil de otros autores, que tiene su aparición entre los 30 meses y los 2 años.
Serían casos border line o fronterizos, con algunos rasgos de tipo psicótico o prees-
quizofrénico.
B) Sector cognoscitivo: deficiencias en la capacidad para el procesamiento
cognoscitivo. a) Deficiencia mental: nivel lingüístico según el C.I. El niño con C.I.
menor a 20-25 se guía por los indicios, las señales o los retratos de las cosas para
representarlas; no comprende ni utiliza símbolos ni los signos del lenguaje. Con un
C.l. entre 20 y 50 alcanza las posibilidades de la representación simbólica y el uso
del signo lingüístico, con lo que obtiene un nivel de habla y de comprensión rudi-
mentario. Con un C.l. entre 50 y 70 el sujeto puede alcanzar en algún grado la lec-
tura y la escritura mediante la educación especial. b) Deficiencias perceptivas del
oído: 1) Hipoacusia. Pérdida media entre 25 y 40 db que no impide el desarrollo del
lenguaje pero que suele producir un habla con dislalias. Éstas pueden manifestarse
en la lecto-escritura, si no se da educación especial preventiva. 2) Sordera prelocu-
tiva. Impide o dificulta gravemente el desarrollo del lenguaje. La consecuencia pue-
de ser la sordomudez. Si la pérdida media se da entre 41 y 55 db (deficiencia audi-
tiva media), hay dificultad para oír la palabra de intensidad normal. El niño necesita
prótesis auditiva para el aprendizaje del habla. Si la pérdida está entre 56 y 70 db
(def. aud. moderadamente severa) se da dificultad para oír incluso la voz fuerte;
para aprender a hablar, el niño precisará de amplificación y además de una educa-
ción especial. Cuando la pérdida está entre 71 y 91 db (deficiencia auditiva severa)
hay dificultad para oír incluso la voz gritada; el niño que no ha tenido experiencia
prelingüística tendrá un déficit lingüístico sustancial, y para la adquisición del len-
guaje necesitará un sistema de compensación y educación especial. Cuando la pér-
dida es mayor de 91 db (deficiencia auditiva profunda), hay dificultad incluso para
comprender la voz amplificada. Se da un importante déficit lingüístico y el retraso
pedagógico es sustancial. Además aparecen problemas psicosociales importantes.
Desde luego hay necesidad de educación especial. Si hay ausencia total de audición
(pérdida auditiva total), el déficit lingüístico aún es mayor y se encontrarán proble-
mas psicológicos, sociales y pedagógicos serios, que hacen indispensable la educa-
ción especial y la ayuda psicológica para la adaptación escolar y social. 3) Sordera
postlingüística: el habla persiste y facilita en gran medida el aprendizaje del resto de
las actividades, aunque generalmente se dan problemas en el mantenimiento del
tono y la intensidad de la voz. Las dificultades de comprensión exigen aprender a
leer en los labios del hablante. e) Deficiencias perceptivas de la vista: 1) Dificulta-
des de lectura del ambliope: necesidad de prótesis o cirugía. 2) Problemas en la ad-
quisición de la lectura y escritura en el invidente. Necesidad de aprender a leer y es-
cribir por el sistema Braille. d) Plurideficiencias sensoriales. Si la pérdida de la
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182 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
audición y de la vista son totales, se precisa del tacto para el aprendizaje del len-
guaje mediante educación especial.
C) Sector afectivo: a) Trastornos ocasionales por ansiedad y errores del habla,
de la lectura y de la escritura. b) Trastornos afectivo-emocionales y nivel de activa-
ción cortical superior al óptimo: tartamudeo, farfulleo, taquilalia, habla precipitada,
errores ocasionales en la lectura y escritura. e) Crisis emocionales agudas: bloqueo
del procesamiento con posible pérdida o grave dificultad de comunicación y del len-
guaje, acompañado de las respuestas vegetativas del trastorno transitorio.
D) Sector constitucional: trastornos del lenguaje por inmadurez, lesiones y
malformaciones de los órganos periféricos y centrales que le sirven de base. a) In-
madurez general y retraso general de los procesos evolutivos: síndromes hiper e hi-
poquinéticos ... : desarrollo más lento de las dimensiones del lenguaje actividad, pro-
ducto y funciones, aunque finalmente se alcance la madurez, especialmente si se da
una intervención precoz. b) Trastornos orgánicos periféricos. 1) Trastornos de la voz
en las etapas evolutivas por agentes endógenos (por ejemplo hormonales) y exóge-
nos (traumatismos e ingesta de abrasivos). El problema de la muda de la voz. Hiper-
función vocal y laringitis. 2) Disglosias por malformaciones y lesiones: labio lepo-
rino, velo y/o paladar hendido, otras malformaciones y lesiones de los órganos de la
fonación, resonancia y articulación del habla (carencias de órganos, trastornos de la
resonancia: rinolalias abiertas (trastornos del velo del paladar) y cerradas (glándulas
adenoides hipertrofiadas ... ). 3) Enfermedades que afectan a los pulmones o al siste-
ma muscular asociado a la respiración (trastornos del ritmo del habla, etc.). e) Le-
siones que afectan al sistema nervioso periférico. 1) Disartrias en la parálisis cere-
bral: trastorno motriz de la articulación del habla debido a lesiones (parálisis flácida,
espástica, atáxica, la hipoquinética e hiperquinética). d) Lesiones del sistema ner-
vioso central. a) Antes de la adquisición del lenguaje: afasia congénita, secuelas de
encefalitis, meningitis y otras enfermedades que dificultan gravemente la adquisi-
ción del lenguaje. b) Después de adquirido el lenguaje: l) Apraxia del habla: tras-
torno como consecuencia del fallo en la organización voluntaria de los programas
de los movimientos musculares, laríngeos y orales, precisos para la producción vo-
litiva de fonemas, mientras que los involuntarios permanecen intactos. La dispraxia
sería el mismo trastorno, pero de menor intensidad. 2) Afasia infantil adquirida. El
concepto hace referencia a un trastorno como consecuencia de una lesión o enfer-
medad cerebral cuando el niño ya había adquirido el lenguaje, aproximadamente en-
tre los 3 y 1O años de edad cronológica. A diferencia de la afasia de los adultos,
tanto las lesiones focales del hemisferio izquierdo como las del derecho pueden ori-
ginar el trastorno. El comienzo es generalmente brusco, después de un período de
coma, ya que en la mayor parte de los casos se trata de traumatismos craneales.
Sólo excepcionalmente el trastorno sería progresivo, por ejemplo en alguna enfer-
medad degenerativa. En principio puede darse una casi total mudez y, cuando apa-
rece el habla. se puede observar la desintegración fonética. 3) Alexia: la perturba-
ción de la actividad de la lectura por lesiones focales del sistema nervioso se da
frecuentemente junto a la afasia, aunque no siempre. 4) Agrafia: acostumbra a dar-
se junto a la afasia por las lesiones focales del sistema nervioso central. 5) Epilep-
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Trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 183
sia. El petit mal o pequeño mal puede manifestarse por una simple «ausencia» o
pérdida brusca de la conciencia por algunos segundos; otras formas son las «mio-
clonias» epilépticas o contracciones musculares involuntarias, generalmente bilatera-
les y simétricas, pero sin pérdida de conciencia. En la «astasia» se da una caída
brusca, como consecuencia de la pérdida del control postura!. Obviamente, mientras
duran tales pérdidas de conciencia, desaparecen las actividades lingüísticas. 6) Sín-
drome de Landau-Kleffner: implica que el niño antes de la enfermedad ha tenido un
desarrollo normal, pero en un momento dado, de forma súbita e imprevista o bien
en el transcurso de algunas semanas o meses, manifiesta trastornos de la actividad
comprensiva, sin aparente merma de las capacidades cognoscitivas restantes; además
se manifiestan cambios conductuales, generalmente hiperactividad y signos electro-
encefalográficos evidentes de sufrimiento cerebral; se dan fallos de comprensión, a
los que se unen los de la actividad expresiva, pero manteniéndose en gran medida
las restantes actividades cognoscitivas. 7) Síndrome de Gerstmann. La característica
más conocida es la agnosia digital o incapacidad del sujeto para reconocer o identi-
ficar sus propios dedos o los del examinador; pero además se señalan trastornos de
orientación espacial, desorientación izquierda derecha y la posibilidad de que se den
apraxias constructivas, lo que incidiría en la escritura o en la copia de figuras geo-
métricas. Además el síndrome se acompaña de trastornos generales del aprendizaje
y acalculia. La comprensión, tanto en el habla como en la lectura, puede estar afec-
tada, ya que el sujeto, aun comprendiendo el significado aislado de las palabras, tie-
ne dificultades para la integración total de la frase, especialmente si se trata de un
lenguaje poco conocido o de estructuras gramaticales complejas. En cuanto a la es-
critura, las perturbaciones pueden variar desde la absoluta ininteligibilidad del pro-
ducto hasta la simple presencia de errores característicos (rotaciones, inversiones,
contaminaciones ... ); sin embargo esto no implica pérdida del lenguaje ni de la lec-
tura. 8) Enfermedades que causan degradación del lenguaje: demencia infantil.
E) Relación entre distintos sectores de personalidad: a) Deficiencias cognosciti-
vas y constitucionales: trastornos mixtos (deficiencia mental y disglosias [trastorno pe-
riférico] y/o disartrias, etc.). b) Deficiencias constitucionales y cognoscitivas: trastor-
nos mixtos (lesiones del S.N., parálisis cerebral, encefalitis ... seguidas de deficiencia
mental... y viceversa). e) Deficiencias constitucionales y del sector conativo: trastornos
mixtos (afasia y depresión infantil; sordera y psicosis infantil, deficiencia mental se-
guida de psicosis (autismo ), psicosis (autismo) seguida de deficiencia mental, etc.
2.2.3. Motivación
Trastornos del lenguaje como efecto de las condiciones motivacionales (energé-
ticas y direccionales):
Desórdenes motivacionales: 1) Energéticos: a) Nivel de impulso excesivamente
bajo; laxitud (carencia de necesidad para el habla, la lectura o la escritura; errores
ocasionales del habla, la lectura y la escritura). b) Nivel de impulso excesivamente
alto (comprensión simulada; errores ocasionales del habla, la lectura y la escritura).
2) Direccionales: a) Carencia de dirección (intoxicación etílica o por otras sustan-
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Trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 185
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3. EVALUACIÓN
3.1. Plan de intervención
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Trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 187
meros informes y la entrevista inicial, siendo, por lo general, una tarea pluridiscipli-
nar (pediatra, psicólogo clínico, psicopedagogo, otorrinolaringólogo, cirujano, psico-
patólogo del lenguaje, audiólogo, audioprotesista, logopeda, asistente social, etc.). La
intervención individual ha de ser seguida de una valoración de la evaluación y el tra-
tamiento, pero cada cierto tiempo ésta ha de hacerse de forma sistemática para de-
terminar el beneficio obtenido, la adherencia del sujeto al programa, etc.
En el nivel social (función clínica social) el programa ha de contar con el mo-
mento en que el niño, por ley, debe integrarse nuevamente en su ambiente y practi-
que en él su nueva o antigua habilidad, con las posibles novedades que presente (el
uso de prótesis, deficiencias de la articulación, etc.) lo cual frecuentemente es oca-
sión de nuevas recaídas y trastornos emocionales y de adaptación. Por este motivo
es preferible que, a ser posible, dicha integración se realice ya desde el primer mo-
mento.
En el nivel social (función social) la acción de la intervención se dirige funda-
mentalmente a la sociedad general, para que, promoviendo la investigación y su di-
fusión, así como el dictado de leyes y la creación de las instituciones adecuadas, se
facilite el cumplimiento de los objetivos sociales referidos anteriormente. Un apar-
tado especial consiste en el diseño e investigación de programas de acción sobre los
centros escolares para procurar la integración posterior de los niños que lo requie-
ran. Así, por ejemplo, en la Universidad de la Laguna se están realizado trabajos
para la recepción de niños invidentes o con otras deficiencias. Este nivel comienza
con la valoración de la integración social y enlaza con la valoración de la acción so-
cial, que ha de revertir nuevamente sobre la acción del nivel individual en circuito
de retroalimentación.
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3.2.2. Personalidad
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Trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 189
3.2.3. Motivación
Se trata de conocer a través de la observación en situaciones ordinarias las ne-
cesidades, preferencias, expectativass, valores, etc., para lo cual ya existen informes
e inventarios.
3.2.4. Situación
Obviamente se trata de observar el comportamiento del sujeto en las distintas si-
tuaciones de su vida escolar, familiar y social, con referencia fundamental al rendi-
miento lingüístico, para medir el efecto situacional y el de interacción. Para ello se
categorizan las situaciones, fundamentalmente aquellas más relacionadas con el ren-
dimiento comunicativo y lingüístico; por ejemplo interesan las relacionadas con la
ansiedad: peligro físico, ambigüedad, relaciones interpersonales y evaluación, espe-
cialmente las dos últimas, aunque también otras del conjunto de las sociales. Exis-
ten, además, pruebas en castellano, como el Inventario de Situaciones y Respuestas
de Ansiedad (ISRA de Tobal y Cano y el IDDA-EA de Tous y Andrés ... ).
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190 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
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Trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 191
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TABLA 10.1
Fases del proceso de intervención/evaluación
(adaptado de Campbell et al., 1985)
Evaluación
l. Obtener información de los padres/profesores relativa al funcionamiento lin-
güístico y comunicativo en el ambiente natural.
2. Programar la evaluación directa del niño.
3. Administrar pruebas normativas.
4. Recoger datos de observación.
5. Elaborar un informe o síntesis sobre los datos recogidos que incluya implica-
ciones diagnósticas o pronósticas y proporcione orientaciones específicas para
la elaboración de un programa educativo individual.
Programa educativo individual
l. Definición de objetivos a largo plazo, que incluyen las expectativas finales
de cambio.
2. Desarrollar objetivos a corto plazo directamente relacionados con los objeti-
vos a largo plazo.
3. Jerarquizar (con los padres/profesores) los objetivos a corto plazo.
4. Determinar las actividades y procedimientos para la enseñanza.
5. Llevar a cabo la enseñanza.
6. Facilitar la generalización a contextos naturales.
7. Llevar registros de ejecución.
8. Evaluar el progreso.
9. Llevar a cabo las modificaciones pertinentes en el programa.
10. Supervisar a los padres en la ejecución de programas en casa.
11. Informar sobre el progreso del niño a los padres según un calendario específico.
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198 1 Intervención psícopedagógica en los trastornos del desarrollo
De esta definición se deduce que pueden existir alteraciones que impliquen pro-
cesos de comprensión y/o producción que puedan requerir una intervención diferen-
cial más centrada en unos componentes que en otros y alteraciones que pueden o no
estar circunscritas al empleo de la modalidad oral u otras modalidades (signos, etc.),
en cuyo caso el empleo de determinados Sistemas Alternativos o Aumentativos de
la Comunicación (SACC) puede estar indicado.
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Este modelo (Conant et al., 1986) desarrolla juegos para la enseñanza de len-
guaje especialmente diseñados por el profesor. Estos juegos tienen una serie de ca-
racterísticas:
a) Especificidad de la modalidad de respuesta: los juegos crean situaciones en
las cuales sólo determinadas modalidades de respuesta (por ejemplo, habla
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Intervención en los trastornos del desarrollo dGI lenguaje y la comunicación 1 201
o signos frente a gestos) son efectivas. Para ello, por ejemplo, si la modali-
dad a emplear va a ser habla, se limita o impide el uso de gestos emplean-
do pantallas, colocando los objetos a distancia, etc. Para fomentar el empleo
del lenguaje el niño tendrá un acceso parcial a los objetos (tendrá que ver-
balizar previamente lo que quiere hacer o qué objetos necesita) y necesitará
emplear lenguaje para regular a otros (dirigir verbalmente a otros para rea-
lizar determinadas acciones, informar a otros, etc.).
b) Especificidad del contenido: en principio cada juego debe estar previamen-
te diseñado para elicitar determinados contenidos (léxico; estructuras sintác-
ticas, etc.) específicos. Por ejemplo, un juego de garaje con coches de dife-
rentes colores, rampas y surtidores con claves de diferentes colores va a
crear la necesidad de emplear colores. La cantidad de objetivos que incor-
poraremos a una determinada situación de juego dependerá de la compleji-
dad de los mismos, capacidades del alumno, etc.
e) Transmisión de información: los juegos de lenguaje están diseñados para
que los participantes empleen lenguaje por una necesidad o interés genuino
por comunicarse, por transmitir información, etc., y no sólo por obligación,
conformidad o afán de colaboración con el adulto. Es frecuente que los ni-
ños preescolares o niños mayores con trastornos que afectan el desarrollo
social (por ejemplo, niños con autismo) no compartan actitudes con el pro-
fesor acerca de lo necesario que es el aprendizaje del lenguaje o no mues-
tren especial interés por complacer al adulto. La diferencia entre una meto-
dología de enseñanza que fomenta el uso comunicativo del lenguaje y otra
que no lo hace se puede evidenciar en el siguiente ejemplo: un profesor
quiere enseñar a sus alumnos la palabra «fanta» durante la hora del recreo.
Para ello se acerca hacia ellos con una botella de fanta. El profesor sabe que
los niños quieren y esperan la fanta. Los niños saben que el profesor tiene
fanta. En un esfuerzo de introducir una necesidad para hablar en esta situa-
ción, el profesor frecuentemente hace que el niño pida la fanta antes de que
se le dé. Algunas veces se pide que el niño diga «fanta» y otras veces que
diga «quiero fanta», etc. Aunque el objetivo aquí es conseguir que el niño
emplee el lenguaje comunicativamente, la producción del niño de «quiero
fanta» es, en este contexto, no informativa, redundante. El niño no dice al
profesor nada que el profesor no sepa ya. Consideremos un segundo ejem-
plo. El profesor muestra al niño dos botellas de bebida: una de fanta y otra
de coca-cola. En esta situación el niño tiene información para comunicarse
que el profesor no tiene. En esta situación el método y objetivo son co-
municativos. En la primera situación el profesor no daba la fanta al niño
a menos que éste la pidiera. En este segundo ejemplo el profesor no sabe
qué bebida dar a menos que el niño comunique su elección. En un
juego de lenguaje hay información que transmitir. El hablante tiene infor-
mación no disponible para el oyente que el oyente necesita. Es la situación
del juego y no el profesor lo que crea una demanda para el empleo del len-
guaje.
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Intervención en los trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación 1 203
Habla acerca de uno mismo y habla paralela: en el caso del habla acerca de uno
mismo describimos nuestras propias acciones cuando estamos realizando juego para-
lelo con el niño. Por ejemplo, si el niño se está construyendo una torre de cubos, co-
piamos su torre con nuestros propios cubos al tiempo que decimos «Y ahora estoy
haciendo una torre; estoy haciendo una torre con cubos, ¿ves mis cubos?». Copian-
do las acciones del niño y realizando verbalizaciones sobre las mismas le estamos
proporcionando modelos que él podría emplear para describir sus propias acciones.
En el caso del habla paralela el esquema es muy similar, pero en este caso describi-
mos las acciones del niño como si estuviéramos «retransmitiendo» lo que hace.
Imitar lo que el niño dice: este procedimiento puede incrementar la frecuencia
de habla del niño. En el caso en que tenga problemas de articulación, al imitar lo
que dice pero con una articulación correcta le proporcionamos además un modelo
correcto de su emisión. Este sistema es mucho más efectivo que la realización de
correcciones explícitas («no se dice así, está mal dicho, se dice ... »), cuyo uso no es
aconsejable ya que por lo general disminuyen la frecuencia de habla e incrementan
la percepción de fracaso en el niño sin proporcionarle ayudas reales para corregir
sus errores.
Expansión: la expansión repite la totalidad de la emisión expresada por el niño
pero le incorpora nuevos elementos gramaticales. Por ejemplo, el niño dice «duer-
me» y el adulto responde «sí, el bebé duerme».
Ampliación: en el caso de las ampliaciones el adulto hace un comentario con-
tingente a la emisión del niño que proporciona información nueva. En el ejemplo
anterior el niño dice «duerme» y el adulto responde «SÍ, está muy cansado».
Composición y descomposición de estructuras: el adulto expande la emisión del
niño y después la descompone, simplificándola, volviéndola a expandir de nuevo.
Por ejemplo, el niño dice «bebé duerme» y el adulto responde «SÍ, el bebé duerme»,
«duerme en la cuna», «en la cuna», «el bebé está durmiendo en la cuna»
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204 1 Intervención psicopedagógica en los trastornos del desarrollo
gurar con una foto). A continuación el grupo se reúne en corro grande en el suelo
para proceder a «planear» la actividad. Hay que pensar qué cosas necesitamos para
realizar esa actividad (podemos escogerlas de un grupo de fotos) y mandar recados
para que las vayan trayendo. Un guiñol puede explicar cómo hay que evitar mezclar
los colores en el pincel... Sobre la base del guión-base de la actividad podemos in-
cluir una variedad de objetivos (aprender nombres de colores, pedir materiales a
otro compañero, pedir ayuda, etc.). La ventaja de las rutinas es que proporcionan un
marco natural para la enseñanza de objetivos funcionales. Además, son contextos
motivantes de trabajo, ya que, al margen del valor motivante que pueda tener la pro-
pia actividad a realizar, el hecho mismo de seguir un guión dado (con posteriores
variaciones) puede tener un valor motivante para, por ejemplo, niños en edad prees-
colar o personas con determinadas alteraciones (por ejemplo, autismo). Aunque la
enseñanza tiene lugar con las mismas rutinas con las que se produce el aprendizaje
normal, se requieren algunas modificaciones técnicas para asegurarse que los niños
con déficits lingüísticos participen y aprendan de esas interacciones, ya que su mera
exposición a situaciones rutinizadas no les ha permitido hasta ahora beneficiarse to-
talmente de las mismas (Warren y Rogers-Warren, 1985). Debemos definir guiones
de actividad, objetivos específicos de trabajo (vocabulario, estructuras sintácticas,
funciones pragmáticas, etc.), ayudas que se van a proporcionar, etc. De forma com-
plementaria podemos definir una serie de estrategias para provocar situaciones de
comunicación en las que trabajar objetivos de lenguaje (Constable, 1986; Hunt y
Goetz, 1988, entre otros):
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¿Son las actividades naturales mejores que las menos naturales? Fey (1986) indi-
ca que las actividades naturales son mejores si generan aprendizajes iguales o mejo-
res que las no naturales. Si dos actividades son igualmente efectivas a la hora de con-
seguir que un niño aprenda una forma, función o contenido que anteriormente no
producía y una es más natural que la otra, será necesario escoger la más natural. Está
claro que la enseñanza empleando actividades más naturales genera mayores progre-
sos en la mejora del nivel adaptativo y de la integración social; minimiza la necesi-
dad de generalizar las habilidades aprendidas más allá del contexto de enseñanza; in-
crementa la motivación para aprender; pero el solo hecho de que una actividad se
sitúe más alto en el continuum de naturalidad no la convierte automáticamente en la
más adecuada. De una forma u otra este esquema puede servir de ayuda para deter-
minar el grado óptimo de naturalidad para un aprendizaje concreto o para graduar de
forma adecuada la intervención hacia situaciones progresivamente más naturales.
5. CONCLUSIONES
La intervención para el desarrollo del lenguaje y de la comunicación se debe fun-
damentar de forma prioritaria en la mejora de las habilidades lingüísticas y comuni-
cativas del niño, frente a otras áreas de intervención como la perceptivo-motora y en
relación a la información que poseemos sobre el desarrollo del lenguaje en niños nor-
males con el objetivo último de mejorar su adaptación social. Existe una variedad de
actividades y procedimientos de intervención, desde el empleo de ejercicios de prác-
tica a la enseñanza del lenguaje en actividades de la vida diaria, que varían en el gra-
do de estructuración e inserción en situaciones significativas. Debemos ajustar el tipo
de actividad y el contexto físico y social donde se realiza a las necesidades de cada
caso concreto, de forma que optimicemos la adquisición de una competencia lingüís-
tica. Para concluir, vamos a citar un texto de Siegel y Spradlin (1978) que creemos
podríamos compartir en relación a la actitud que debe tener un terapeuta:
«El terapeuta debe asumir un papel activo en la tarea de evaluar un
modelo o aproximación para la intervención, examinar sus limitaciones y
modificarlo de cara a adaptarlo a poblaciones concretas. A medida que se
produzcan innovaciones en la comprensión de la naturaleza del lenguaje y
la comunicación. el terapeuta debe ser capaz de seleccionar de los viejos
programas aquellos componentes que son válidos e integrarlos con las nue-
vas aportaciones procedentes de una lectura de la literatura del momento»
(pág. 394).
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