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se yolumen reine ensayos, atieulos.cronicas, bits textos reflexivos escritos por na LuciaP fargo de dos décadas, textos heterogéneos, aunque se adviertaen ellos cierta unidad, que ppubligaciones dispersas dentro y recopilacion exhavstiva, sito wpen ion aadentrarse en esa otra faccia hmienos coniocida que sti strativa, aunque rio menos valiosiy donde Ta autora offece con la dgudeza y el sentido del humor quernareantodasiseseriturs ynamirada asumundo...o cms entrelgjidasde con frewvena indiscemibles, en gue Oaiire li an venido apareciendo en do Guba. No es una wwobraliteraria, parsleley ‘eq mejor decir asus mundos, aesas dimension fivcion y realidad ha Luc Portela (La Habana, 19 En 1997 mereci6 cl Premio UNEAC de Novela not BY payarot pihicely lita ching (UNION, 1998) y el Premio Juaty Rulfode Guento conivocado por Radio Francia Intemacional. En) 2002 obiuvo ef Premio Jaen de Novela, que otorgs ta Fandacion Espariola Caja de Granada, y en 2003 el/Prix [itéraire Deux. (Qcéans- Grinzane Cavour, que concede la crtiea francesa, pon Gien fotellas en una pared (UNION, 2003), 11a publicado, Adeinés las colevsiones de cuentos Una extrava enire I piedras (Letras Cubanas, 1999)y El vio, elasesino yay) 0108 jentos (Stockceto, 2009), asi como lasnoveles Lasombradel inle ((TNION, 2001), ¥ Djuna v Daniel (UNION, 2007) conel que obtivoel Premio de 1a Critica cubana, Su obrahasido publicada en nueve idiomasyy en mis deveinte paises naradora y ensavist - vIn UNION C on hambre. y Sim dinero o Aun asi dertibamos algunos templos /7 Agradecimientos / 15 La ciudad inventada / 23 Bad painting 0 la “inocencia” del sujeto / 28 Con el juego de la inmundicia, con las palabras descarnadas / 35 Otto joven novelista / 41 Nadie me injurié impunemente / 55 Bagatelas flos6ficas / 81 Con hambre y sin dinero / 86 Ab, qué bello! / 123 Hablando como los locos / 129 Entre lo prohibido y lo obligatorio / 142 Edicién: Daniel Diaz Mantilla Disetio de cubierta: Gipsy Dugue-Bstrada Imagen de cublert: Leonor Menee Diagramactén: Lisandra Fernindes Tosca © na Lucia Portela, 2017 Sobre la presente edieéns Ediciones UNION, 2017 ISBN: 978-959.308-267-9 Lielones UNION ‘Union de fisctores y Anisas de Cubs 1740: 9840/ Gy HU Vad, Cla eka Yabna AUN ASi DERRIBAMOS ALGUNOS TEMPLOS, Homos vvido en waa isla, quizi no como quisimos, pero como pudimos. ‘Aun as{ dersibamss algunos templos, ylevantamos otros que tal vez perduren ‘0 sean asu tiempo dersibados. Vinctso Pista Autora de novelas y cuentos que han impresionado a los lectores més exigentes dentro y fuera de Cuba, con una obra traducida ya a varios idiomas y publicada por editoriales de reconocido prestigio en América y Europa, Ena Lucfa Portela (La Habana, 1972) es con- siderada por muchos, creo que con razéi, uno de los narradores cubanos mas notables de las tltimas déca- das, Hay en su voz una explosiva mezcla de humor e insolencia, y detris ce su voz, en su peculiar manera de observar y pensar las “realidades” que describe esos ambientes un tanto oscuros en que se mueven sus personajes, seres hilarantes y tremebundos, lcidos y enrevesados més alld de cualquier estereotipo—, hay una inteligencia que nos sorprende: tna inteligencia nada comiin, incisiva, égil, por momentos despiadada, que convierte sus relatos en mucho més que seducto- rasyyentretenidas diversiones literarias. Son textos que sacuden, que provocan, que erizan, atizan y atenazan al lector... textos que ponen de cabeza algunas de sus certezas mis Inconcusas, que derriban algunos de sus templos més sagrados y que, no obstante, lo Aivjerten, lo hacen reir, Jo inducen habilmentea conti- uar leyendo hasta la tiltima palabra, Pocos narzadores ‘en Ia Cuba ce hoy tienen esa hebilidad, Bantretener, despertar el interés de los lectores des- de las primeras frases y alimentar su curiosidad para levatlos a través de cientos de paginas, atentos al de- sarzollo de una azarosa historia, pendientes del incierto devenir de un pufiado de fantasmas que cobtan vida ante sus ojos, construir una ficcién verosimil, mas 0 rnienos cercana a su propio contexto pero siempre cau- tivante, no es tarea facil, Sobre todo cuando imbricado en esa ficct6n hay un propésito que podriamos llamar "didiéctico" o “subversivo”, aunque tales calificatives, de tan abusados, resulten hoy bastante sospechosos. ¥ es que en cada ficeién de Ena Lucfa, sea un cuento o una Rovela, enconttamos siempre ese propésito oculto: mas que complacer al lector, retarlo y, de un modo sutil, irse ganando su complicidad en una aventura que terminaré por poner en crisis ciertos mitos, ciertas creencias que se tienen por axiomas. Porque la buena literatura —y nuestra autora fo sabe— no se contenta con ser simple distraccién, aunque distraiga, sino que ademds se afana por sacudir el polvo que adocena nuestras mentes, por socavar el rutinario imperio de las costumbres y los dogmas que enmohecen la existencia para dejarnos, tras la lectura, un poco mis desnucos frente al espejo, con menos mscaras y acaso también con mis preguntas, con més dudas, con un vigor intelectual renovado, Uno de los sellos que distinguen su escritura y—en ‘mi opinién— uno de sus rasgos mas atractivos, es jus- tamente ese afin cuestionaclor, esa voluntad rebelde, provocadora, sediciosa y en ocasiones imptidica, pero siempre afable, ese caricter entre discolo y jovial, a tun tiempo indécil, perspicaz y risuefio, esa paradéjica simbiosis de bravura ycordialidad con que nos descubre el complejo engranaje psicolégico de sus personajes, sus motivaciones, sus conflictos que, vistos dese esta singular perspectiva, nos parecen més préximos y au- ténticos, mas humanos. Hay en sus relatos un escrutinio sagaz del comportamiento, una logica intachable —te- mible acaso— en el andlisis de esos personajes y sus contextos. Hay un ojo adiestrado en distinguir de entre lo trivial lo significativo, y una razén afilada, casi brutal, que disecciona e ifumina con fria nitidez cada aspecto del entramado social donde su vista se posa. Hay una sensibilidad especialmente alerta a cuanto pueda sugerit o enmascarar la presencia de un poder arbitrario, una tirania evidente o velada, doméstica o publica, el ejerci- cio omnimodo de una autoridad que somete a quien la ssufte, sobre todo si quien la sufte es una mujer. ¥ esto desde un lenguaje cologuial, diafano y lorido, que borra las distancias e invita al didlogo entte iguales, y donde al término exacto —aungue pertenezca a un registro culto 0 especializado de la lengua—, lejos de contribuir a cimentar jerarquias, se integra con naturalidad y efi- ciencia al discurso, un discurso donde lo erudito y 10 ordinario logran fundirse en una rara armonia, donde Jaoposicién entre “lo culto” y “lo popular” —tan llevada yy traida en la Cuba posterior a 1959— parece anularse. As{suelen ser los relatos de esta autora, desde sus rimeros cuentos, publicados a inicios de la década del oventa del pasado sigio, hasta su novela més reciente, Pero lina Lucia Portela no escribe solo ficciones. Junto esa zona central de su obra, poco a poco, ha venido sumando resefias, atticulos, ensayos, notas, comenta- tios sobre distintos aspectos de la vida y la creacién; textos diseminados en diarios, revistas, compilaciones y portales electrénicos que, reunidos ahora en este libro, nos permiten acercarnos desde otro Angulo a la escritora, como si al descorrer [os velos que la ficién. impone pudiésemos conocer —siquiera levemente—a lapersona que eseribe. Porque es comin que un autor de relatos se desdoble en narradores diversos, que se nvente rostros, que asuima poses para contar sus his- torlas, yes también comtin que ciertos gestos pasen de un libro al siguiente, conformando la imagen del ‘uitor, su estilo, st vo2, sus obsesiones. Aunque esa imagen siga siendo un distraz, un velo, un personaje ue no debemos confundir con la persona real, Pero ‘cuando se abandona el terreno de la ficcién, cuando 1 autor pone a un lado a sus narradores para abordar lun tema que considera pertinente, suponemos que se ha retirado una méscara, que esa persona nos habla desde su ser auténtico, con una franqueza que no seria sensato esperarle en un relato. El lector que ha devorado febrilmente sus historias, que ha sufti- doo re{do con sus personajes, que ha vislumbrado €en ellos ciertos chispazos del autor real, quiete ver en es0s textos que se apartan de la ficcién a la persona de came y hueso; aspira a descubrir cémo es, cémo 10 vive, en qué se inspira para escribir, cémo construye sus historias, y saber qué opinién le merecen otros autores, qué piensa de los criticos que han analizado su obra, de los politicos, del mundo que habita... En fin, quiere que esa persona se exponga ante ellos con a misma agudeza —y con la misma desfachater— con que ha expuesto a sus personajes. Su curiosidad puede ser ilimitada, Sin embargo, pocas méscaras son tan dificiles de retirar como la mascara de un autor, éCudnto hay de la Ena Lucfa real en Ja Ena Lucia que ha escrito estos textos? Tal vez ni ella misma pueda decitlo, pues hay preguntas que no admiten respuesta. En cualquier caso, conviene a esos lectores demasiado ansiosos saber gue la autora no se ha propuesto hacer tn strip tease para ellos, sino apenas hablar de algunos temas que le interesan. ¥ eso, sin abandonar del todo sus méscaras de narradora, sin renunciar, cuando le ha parecido oportuno, a un poco de ficcién, Pienso en el relato- testimonio “Hablando como los locos”, que nos describe tun gracioso dialogo entre dos personajes reales; on la ct6nica “Ajedrez y simpatia’, ese divertido recuento de una tarde con los escritores de Bogoté 39; 0 en “Mejor lampifio que peludo”, breve comentario sobre la belleza masculina, desde cuya posdata la autora nos advierte: <éSera pertinente aclarar que todo lo anterior es una jodedera? 2O, para expresario en finolis, un ejercicio retbrico de esos en los que uno defiende con ahinco, a la manera del sofista Gorgias de Lentini, alguna causa irremisiblemente perdida? u Pero no todo es jodedera en este volumen. Ahfesté, pot ejemplo, ‘Alas rotas”, donde Ena Lucia nos habla muy abiertamente de su enfermedad, de sus opciones frente alla, del esfuerzo que implica realizar cada acto cotidiano para quienes sufren el Mal de Parkinson. 0 ““Bagatelas filos6ficas”, fragmento extraido de un ensa- yo mucho més largo, donde la autora nos comenta so- bre el incrédulo pensador griego Pirrén de Elis y sobre st propio escepticismo, Otros textos de este volumen se detienen en la obra de algunos narradores que han llamado su atencién, Entre ellos, me parecen desta- cables los ensayos “Nadie me injurié impunemente”, que analiza in magistral relato de Edgar Allan Poe, y “Con hambe y sin dinero”, sobre la exitosa novela El Rey de La Flabana, de Pecto Juan Gutiérrez. En st conjuinto, como dije antes, estos textos per- miten un acercamiento desde otro Angulo a la autora y ala petsona que es Ena Lucia Portela, un acerca ‘miento que nos confirma la solidez de su escritura, su capacided para comunicay, la fuerza de las ideas que se mueven detras de sus palabras, y esa actitud libre, radical a ratos, un tanto rispida 0 burlona que le es tan propia y que tal vez resulte molesta para alguien, pero que es —Zquién lo duda?— una faceta més que ineludible, deleitable, de su estilo. Quizés hubiese sido oportuno sumar también a este libro algunas de las entrevistas que ella ha concedido. La idea pasé una vez por mi mente, pero no se la sugerf, pues semejante tarea hubiese hecho mucho més complejo un trabajo que, por otra parte, ha robado ya demasiado tiempo a su préxima novela, 2 ‘que ojalé veamos pronto publicada. Por eso, antes de concluir, quiero dar gracias a Ena Lucia, en nombre de los lectores y en el mio propio, por el entusiasmo con que acogié Ja propuesta que le hizo Graziella Pogolotti de que reuniera en un volumen sus ensayos, y por la constancia con que se entreg6 durante varios meses —en una etapa muy dura de su vida—a la fa- tigosa labor de releer, corregir, aumentar y actualizar cada texto que ahora tienen ustedes en sus manos. Dante Diaz Manta La Habana, 17 de julio de 2016 2B tr dere a nia de crm A hbo puts Mascxt Prowse BAD PAINTING O LA “INOCENCIA” DEL SUJETO* Yo estaba atertorizada. Y no era para menos, créanme. Un par de afios atrés habia ofdo el rumor de que la “narvativa femenina” —concepto que no osaré definis, pues estoy al corriente de gue cualquier palabra que profiera podria ser usada en mi contra— se hallaba desde tiempos inmemoriales bajo laamenaza de una vil caterva de monsttuos. A saber: el canon hegeménico (masculino) y su aparato critico (discriminatorio); la subsiguiente invisibilidad; cl aislamiento; la opresiva distribucién de los roles familiares y/o sociales en de- pendencia del género, con diablicos techos de cristal para frenar los ascensos del “segundo sexo” —Simone de Beauvoir dixit—; el espacio consuetudinariamente asignadoa las mujeres (hogarefio,limitadisimo), unido ala carencia de “una habitacién propia” —Virginia Woolf dixit—; el tabti del cuerpo femenino; la atribu- ‘in de subjetividad c inracionalidad y Ia autocensura hembrista resultante de la censura patriarcal, para solo * Publicado en La Greta de Cuba, No.2, La Habana, marzo-abril 1999, p. 87. Tacucido al italiano por Alessandra Ricco, pare- ié en DWE / SCRITTURE DEL MONDO, Roma, gennaio-gigno 2000, p18, 28 mencionar algunos. Toda esa barbarie, por razones de conveniencia politics, habia dejado ya de manifestarse en forma explicita, a lo bestia, volviéndose un poqui- to mas sutil, insidiosa, artera, Pero no cejaba en sus afanes hostiles. La misoginia de los machos letrados, al parecer, no tenia cura El peor de los monstruos, sin embargo, era la au sencia de paradigmas. Fue traumitico descubrir que, aun cuando resido en la periferia de Oceidente y me eduqué en esa cultura desde chiquitica, la radicién literaria occidental no me pertenecia, Fue demoledor enterarme de que a una escritora hispanoparlante le estaba vedado establecer relaciones de filiacién con Miguel de Cervantes, con Francisco de Quevedo 0 con el andnimo autor del Lazarilo de Tormes. Y en mi aso, también con otros narradores més cercanos en. el mapa y el calendatio, verbigracia: Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Pifiera, José Lezama Lima, Severo Sarduy o Reinaldo Arenas, ‘De eso nada, pequefia! En virtud de su formula cromosémica 46-xx, hhado que implicaba una sempiterna condicién de victima, a esa pobrecita escritora hispanoparlante se le imponian a palazos desde la academia unas supuestas *precursoras” jams lefdas por ella—algunas acepta- das a regafiadientes en el canon hegemnico; otras, 1a mayoria, de reciente exhumacin—, ademés de un ineludible “punto de vista femenino”, una obligatoria, "perspectiva de género” y una forzosa “enunciacién desde la manginalidad”, la cual, équién lo duda?, se vende a las mil maravillas ¢ inclusive lo hace a uno sentirse campeén de una causa justa 29 ‘Scmejante ideologia, harto comin en la(s) crtica(s) feminista(s) de esta orilla del Atlantico, me recorda- ba a cierta “tesplandeciente y resuelta discipula de Ibsen” —Jorge Luis Borges dixit— que no fumaba ni bebfa por no remedar a los hombres. Digna actitud con la que, a mi juicio, les allanaba el camino a los susodichos para apoderarse de todo el tabaco y todo el alcohol. No es que yo abogara por la préctica de habitos insalubres, era otra higiene la que pretendta salvaguardar, Resultaba sencillamente sobrecogedor ver cémo se me reducfa a una sola dimensién —ia ‘mi, Walt Whitman, un cosmos!—, cémo se mutilaba ‘@ mansalva mi pluralidad para embutir los mufiones en laarmadara de alguna intrépica amazona cazadora de monstruos, sin pedirme siquiera permiso, Y a todas estas me preguntaba, ya con los pelos de punta, sila aperreada “narrativa femenina” conseguiria sobrevivir a tal ctimulo de peligros. De tan perentoria angustia vino a rescatarme la muy portuna lectura de los nueve cuentos que Anna Lidia ‘Vega Serova reuni en Bad Painting (Ediciones Unién, La Habana, 1998). Este libro fue galardonado en 1997 con el Premio David de Narrativa que cada afio convoca la UNEAC (Unién de Esctitores y Artistas de Cuba) con elpropésito de visibilizar y promover, a nivel nacional, el ‘trabajo de autores noveles residentes en la mayor de fas Antillas. Comentaré aquf, por lo tanto, una opera prima, Se trata de un volumen ligero, bien escueto, grécil € ingeniosa metéfora de una galeria que expone un 30 conjunto de obras de arte realizadas en disimiles for matos —Anna Lidia, amén de poetisa y narradora, es artista de la pléstica—, donde coexisten la instalacién yel performance juntoa la naturaleza muerta, el collage, Ja escultura y las variaciones de los temas célebres de algunos grandes maestros. Para mi enorme alivio, ninguna entre las mtltiples voces del “sujeto de la enunciacién”, un narrador transformista, proteico, dctil, maleable, sin cualidades fijas, que tnicamente se declara femenino cuando lo desea, cuando te da su reverendisima gana, acta jamés a la defensiva. En Bad... no hay miedo los monstruos. Se los pasa por alto, se los desconoce paladinamente. Sin rabia y sin espfritu bélico, sin resentimiento ni amargura. El sujeto de quien les hablaba en el parrafo anterior no adolece de baja autoestima, lo cual le facilita Ja iro- nifa, el carnaval, Ia mojiganga, el chucho, la jodedera, el didlogo de ta a td con cualquier lector. Como una ttaviesa lombriz, se cuela através de los intersticios de ‘a critica autoritaria, feminista o no, y se pasea, muy orondo, por un simulacro de zona franca, Por esa terra dueiio, quiero decir, donde nadie paga peaje y los toles a desempefiar son opcionales e intercambiables; donde “ellos” y “nosotras” no vivimos a la grefia, en- zarzados en perenne trifulca; donde se diluyen todas nnuestras divergencias. Pero quizé el picaro natrador nos embauque y st portentosa libertad, su indisciplina, su attevimiento, su pésima conducta ajena a tocla marca represiva, sea apenas un ensuefio, Una alucinacién producto ce la hierba, [a ceguera, las pastillas psicodélicas, la 31 deformidad o la locura. Porque este sujeto versatil, de vocacién transgresora y mutante, que fo mismo es hombre o mujer —a la sabia manera de aquel Tiresias de la leyenda griega—, chama o adulto, héroe trigico O arlequin empedernido, asume con frecuencia pape- les de mariguandfilo, ciego, pastllero, deforme u orate de electroshock y camisa de fuerza, En fin, criaturas marginales, solitarias, perdidas. Gente del subsuclo. Aunque tampoco se rehiisa a comportarse, de tarde en tarde, cuando le apetece, como un fulano bastante ordinatio, uno del montén, de la muchedumbre sin rostzo que odia y acosa al rato, al distinto. Encarna, por decitlo asi, una serie de avatares. Puede ser un adolescente obnubilado por las dro- 808 ("Instalaci6n con basura”), o por la vida precaria en. luna especie de comuna hippie, sin rumbo y desprovi tade compromisos ("Triple escorzo”). O una chiquita gordinflona y torpe cual hipopétamo que fantasea con. triunfar en Ia escena como bailarina clisica ("Collage con fotos y danzas"). O alguien de cabeza rapada que se tasajea adrede con una cuchilla, se afeita las cejas, roba golosinas y entierta en su jardin pomos repletos: de sangre, trofeos diversos y cadveres de animalitos a los que ha torturado hasta matarlos (*Nifia con perro, segiin Picasso, o el més dulce de los cementerios”) ‘También puede ser, empero, un tipejo mezquino que se confabula con otros zoquetes de su calafia para espiar a una vecina suya mediante unos binoculares (“La violinista verde, segiin Chagall”). O una muchacha cuyo iinico rasgo notable consiste en el particularis- mo afecto que les profesa alos fifies con bajo IQ y los 32 consiguientes problemas de aprendizaje (“Escultura de caballo azul con cuerno”). Su marginalidad, en resumen, es coyuntural. Nuestroamiguito el narrador entra y sale de ella cuando se le antoja, sin escéndalo ni aspavientos, sin convertirla nunca en tna bandera. En realidad no importa mucho. Como tampoco importa que Anna Lidia (San Pe- tersburgo, 1968)! sea mitad cubana y mitad rusa, una suerte de peregrina hibrida aplatanada acé en a Isla, Ni que escriba en su segunda lengua: un espafiol no muy castizo, medio bizarto a la vez. que poético, aprendido “por la izquierda”, 0 sea, fuera del aula, Ni que sus inauditas pifias gramaticales no se parezean a las de nadie. Ni que uno de los cuentos de Bad.., “Naturaleza tnuerta con hierba”, donde se detalla un jocoso vaga- bundeo autobiogréfico por Mosci, Riga, Tallin, Kiev, Minsk, Tartu, etcétera, que tuvo lugar hacia finales de la década del ochenta, es decir, cuando alin existfa la URSS, haya sido redactaclo originalmente en caracteres cirflicos. Porque el lenguaje de este libro participa de ‘una cualidad andrquica que llamaré “inocencia” —en el sentido de inftingir reglas que se ignoran, pues sin ellas se puede vivir, como dirfa la propia escritora, “de lo mis alegte”— solo equiparable a la del sujeto resbaladizo, camaleénico y torasolado, que relata las snueve historias. Y esa prosa tan sui generis, nica en 1a ciudad, por aquellas fechas, respondia al nombre oficial de ‘Leningrado”. Pero sus moradores, entre ellos Anna Lidia, siem- pre la Jamaton "Peter". Otros escribas, menos confanzdos, se tefierena ella como “la urbe de Podvo el Grande”, ELE 2015, 33, nuestra ciudad letrada caribefia, resulta, ante todo, eficaz, a diferencia del cacareo griséiceo, desabrido 0: ““huevito-sin-sal”, de tantas cazadoras de monstruos. Mis temores se han disipado en el aire como volutas de humo gracias a la refrescante galeria de! ‘Anna Lidia. La “narrativa femenina”, pese a todas las adversidades, no desfallece. Porque una violacién con eljolgorio decembrino de los cristianos ortodoxos por! riisica de fondo (“Performance de Navidad") es un ul- ttaje que bien puede superarse cuando verdaderamente se anhela recibir, entre carcajadas y tragos de vodka, cualquier cantidad de afios més. CON BL JUEGO DE LA INMUNDICIA, CON LAS PALABRAS DESCARNADAS* Entre cielo y tierra, Horacio, hay menos, mucho menos de lo que suefia tu filosofia”, declaraba Jean Rostand, furibundo inerédulo, subvirtiendo a cierto principe danés. Tal vez, matizarfa yo—incrédula, mas no furibunda—, si no supiera a cabalidad que esa piz- quita de esperanza agnéstica en absoluto va a mitigar la desolacién, la angustia, el vértigo, las nduseas, cl atroz sentimiento de pérdida que experimenta el individuo pensador, proclive a las cavilaciones meta- fisicas, de repente abocado, en un éxtasis de lucidez—o delocura, que tanto se asemejan—, a una conviccién de tamafia magnitud. Dicho préjimo, desligado afectivamente de su en- totno cotidiano —léase familia, empresa, patria, credo religioso, cédigo moral o tendencia politica—, muy parecido a “aquel particular”, sin més especificidades en el epitafio de su humildisimo sepulcro, de quien nos hablaba Séren Kierkegaard, o a ese otro mértir del sinsentido: el agrimensor también desprovisto de “Publicado en La Gactta de Cuba, No, 8, La Habana, septiembre octubre 1988, p. 58 35 1a piel... un estremecimiento que transita des- de la epidermis, lo més profundo, Jo cereano, hasta cel panorama en cinemascope del individuo versus 1a muchedumbre. Del individuo joven, esperanzado, romintico, iluso, todavia ajeno a la muchedumbre, pero ya destinado a paclecer en ella, De Ja inocencia rota, del suefio hecho pedazos y, al final, de Ja fuga. 54 NADIE ME INJURIO IMPUNEMENTE* Desde su publicacién en noviembre de 1846 en la re- vista norteamericana Godey’s Lady's Book, “El tonel de amontillado”, de Edgar Allan Poe, ha venido suscitan- do un enorme interés. Por la excelencia de su técnica nazrativa, la economia de medios, el dislogo escueto € incisivo, donde no sobra ni una palabra, y el sarcasmo feroz que rezuma desde las primeras lineas hasta el desenlace, de modo casi undnime se le considera uno de Jos mejores cuentos que se hayan escrito jams. La itrupcién del carnaval, que anula todo ves de solemnidad para hacer de la tragedia una comedia negra, sddica y monstruosa, Ie ha valido muchos pun- tos a su autor. El regafién William Cray Brownell, a menudo muy severo en sus juicios acerca de ls relatos de Poe —cuya efectividad, a su entender, estriba en el tono—, escucha aqui, de lo ms complacido, “un golpeteo de castafiuelas malignas”. ¥ el adusto Robert Louis Stevenson, cuyo proverbial rigor crtico lo habia evado a formular graves objeciones a esa otra joya de la narracién corta de todos los tiempos que se titula “El pozo y el péndulo” (1843), estima que el quid de ‘Publicado en Unidn: Revita de Literatura y Ant, No, 42, La Habana, 2001, pp. 32-35. 55 “El tonel..” radica en el disfraz camavalesco de ttunato, quien lleva un ajustado traje a rayas de bufon y su correspondiente gorro cénico provisto de casca- beles: “Una vez que Poe acerté en vestir a su victima grotescamente, hallé la clave del cuento”. No es su arquitectura magistral, sin embargo, lo més seductor de esta breve historia. Sospecho que a Ja mayoria de sus millones de lectores en no sé cuén- tos idiomas nos importa un bledo todo ese embrollo petulante de las técnicas literarias, Percibimos una obra ya acabada, no un andamiaje subyacente. Lo que de veras nos hace cosquillas, épara qué negarlo?, es el tema. La venganza, desde luego. Pero sobre todo el modus operandi, tan exquisitamente perverso, con que se consuma aqui. O sea, el desquite de alguien que renuncia a deleitarse contemplando el sufrimiento de un enemigo, burlindose de su dolor y apunténdole con un deco para humillarlo hasta lo indecible, a cam- bio de imaginérselo sumido en una agonia solitaria y silenciosa, pero mucho, muchisimo més cruenta que cualquier otra Elentierro prematuro, o inhumacién en vida, consti- tuye una de las obsesiones mas persistentes de Edgar Allan Poe, lo que se dice una idea fija. Esto se le ha atribuido lo mismo a sus pesadillas de opiémano que a los trastomos cardiovasculares con sensacién de asfixia que a veces lo aquejaban, Su jocunda sétira “Cémo escribir un articulo a la manera del Blackwood” (1838), donde se regodea en la parodia de aquellas atmésferas neogéticas, espeluznantes, sobrecogedoras e 56 intensas que luego encontramos en sus propios re- latos, sugiere también una motivacién comercial, un afin —perfectamente valido, como no—de proporcio- nar pasto a las mentecillas calenturientas de su época: “L-]acrénica de las sensaciones de un sefior que fue enterrado antes de exhalar el iltimo aliento; ahi tiene usted un tema lleno de sabor, espanto, sentimiento, metafisica y erudicién. Juraria usted que el escritor nacid y fue criado en un atatid’, Lo cierto, cualquiera sea e] caso, es que Poe dedicé a tan subterrineo y claustrofbbico asunto muchas de sus mejores paginas. David Herbert Lawrence incluso detecta un para- lelismo psicolégico entre “El tonel...” y “La caida de la Casa Usher” (1839). Segiin este colega, Fortunato serfa enterrado vivo por odioy lady Madeline poramor: “Bl ansia que nace del odio es un deseo irracional de poseer y consumir el alma de la persona odiada, asi como el ansia amorosa es el deseo de poseef hasta el mite @ la persona amada”, A mi juicio, empero, no existe demasiada relacién entre ambos cuentos. El tinico vinculo perceptible entre ellos reside en que nos derallan dos entierros deliberadamente prematuros —en “El gato negro” (1843), en cambio, aquella criatura bru- jeril que ostentaba en el pecho una mancha blanca en forma de patibulo acaba emparedada viva por un error del asesino—, aunque acimito que el escalofeio impl en el adverbio que he subrayado por allé arriba tiende a artojar sombra sobre cualquier disquisicién ulterior. + Ojo st: magnifico ensayo “El entiero premature”, escrito un poco ala manera del Blackwood, publicado en julio de 1844 en el Piiladelphia Dolla Newspaper. ELE, 2015, 87 A partir de los tres relatos protagonizados por el chevalier Auguste Dupin, epigono ficticio del célebre fullero, detective y novelista francés Eugéne-Francois Vidoeg, a Poe se le ha catalogado, sin asomo de cuida, como el padre del género policial. Con “El tonel...” podria afirmarse que también inaugura una tradicién, més especifica y acaso més cruel: lade las historias de crimenes con entierro prematuro. Innumerables son los cuentos que desde entonces a la fecha, en diversas lenguas y literaturas, se han replanteado esa temética, ‘Cierto que en general resuiltan bastante mediocrones. Pero hay algunos excelentes, verbigracia: “El crimen del otro” (1904), perteneciente al libro homénimo de Horacio Quiroga, donde el narrador confiesa de plano que "Poe era en aquella época el tinico autor que yo Iefa. Ese maldito loco habfa llegado a dominarme por completo [...]”, 0 “Usher IP, incluido en Crénicas mar- cianas (1950), de Ray Bradbury, donde el asesino, antes de tapiar definitivamente el nicho, llega a pedirle a su victima que, por favor, sacuda los cascabeles. Hacia mediados de los afios ochenta de la pasada centuria, cierta polilla Avida que me abstengo de rnombrar engullfa vorazmente, semana tras semana, el suplemento dominical del periédico Tribuna de La Habana, donde se publicaban crOnicas de asesinatos horrendos acontecidos en San Cristébal de La Habana durante el periodo de la colonia, Aquellas narracio- nes domingueras, dizque veridicas, estaban para no perdérselas. Sensacionalismo puro, morbo a tutiplén, 58 Recuerdo el caso de una dama que liquidé a una esclava suya queméndola, primero en la cara y luego en todo cl cuerpo, con una plancha de carbn. ¥ también el aso, de Jo mas pintoresco, de un maestro carpintero que despach6 a uno de sus aprendices embutiéndote en, cl gaznate, a le cafiona, un huevo hervido e hirviente cenvuelto en tn trapo, Entre tamafias truculencias, como ya ustedes com- prendersn, no podfa faltaralgiin entierro prematuro. Y¥ no falt6. En pleno Siglo de las Luces, hubo alguien que emparedé vivo a otro alguien acd en La Habana, tal ver para demostrar que nuestra villa continuaba inmersa en las tinieblas del Medioevo. Los pormenores del caso los he olvidado. Solo me acuerdo de una fugaz notica a pie de pigina donde se aludfa a los puntos de contacto de aguella anécdota habanera con cierto cuento famoso que llevaba por ‘ftulo “El tonel de amontillado” y también con la des- ventura de un tal Ugolino della Gherardesca, tirano de Pisa, del partido gibelino. Ast fue cémo descubri a Poe y? de paso, al Dante. 2 HHusmeando poco después en la Biblioteca Nacional, hallé dece- res de cents formidable ya cuttosa novela donde tesonsbera {cos de mi viejo amigo Daniel Defoe batiéndose entre toxmien- 1, naufiagios y canibales: Aventivas de Arthur Gordon Pym de ‘Nantucket, earifosamente conocida como Pym, todo elo prolo- ‘ado y traducido a espatol por Julio Cortézar Me topé, ademés, con algunos poemas: “El cuervo", “Las campanas” y ‘Annabel Lee, este timo en versin hispana de José Mart. En cuanto al rosiro del viudo inconsolable de Virginia Clem, me pareci6 bellsimo. Quizis algo melanclico, pero muy sereno. éQuién hhubieseimaginado que lo acosaban tantos demonios? ELF, 2015, 39 | Laapelacién de“El tonel..” sedirige, en primer término, a os sentidos del lector. Como todo cuento de miedo ‘que se respete, su lectura nos asusta a la vez que nos excita, provoc4ndonos reacciones corporales que fluctiian segiin el umbral de sensibilidad de cada quien, El auge del cine —y de los productos audio- visuales en general, contra lo que pudiese parecer, no ha debilitado ni un pice la capacidad de algunos {géneros literarios de transmitir estimulos fisicos. Se trata, al margen de cualquier analogia entre ambos enguajes, de intensidades heterogéneas. Sin embargo, a diferencia del grueso de esta clase de relatos, “E] tone.” dista de ser un texto chatarra, olvidable, mierdero, de los que deberfan imprimirse en papel higiénico. Aun los consumidores mas haraganes, menos dados a cooperar con el autor, si perseveran ¥ lo releen despacio, prestndole mayor atencién, tarde o temprano accederan a otras complejidades, a esos rec6nditos signos que apelan a nuestro magin, @ nuestra facultad de relacionar...y también de fabular. éCémo se construye aqui el horror? Lo més facil serfa aducir que el pobre Fortunato fue victima de los atropellos de un loco desorbitado, de un psycho killer, lo cual puede ocurrirle a cualquiera, incluso a nosotros. Habria que tener entonces mucho cuidado con los ‘manfacos homicidas, vigilarlos de cerca —en la mira- da se les adivina si pretenden o no enterrarlo vivo a ‘uno—, y seguir siempre la regla durea de los agentes ‘encubiertos en las novelas de espionaje onda John Le Carré: evitar los recintos con una sola salida, En otras palabras: no dejarnos acorralar, (El vocero de alguna 60 liga anti-alcohética tal vez afadirfa que tampoco debe tuno ufanarse de ser un connaisseur en materia de ven- dimias italianas, menos que menos andar corriendo cen busca de un tonel de amontillado, o de cualquier otra bebida espirituosa, por esas hiimedas e insalubres catactumbas de la vieja Europa que sirven a un tiempo de osatio y de cava, y que el ctiento de Poe ilustra la turyencia de la puesta en vigor de una Ley Seca bien draconiana para acabar con tanta dipsomania y tanto relajito.) Pero como en el fondo creemos que nuestros congéneres son mayoritariamente cuetdos, el peligro de caer en las garras de un psycho-hiler enseguida se tor- 1na poco probable, se aleja. Nada como las estadisticas para devolvernos el sosiego, éeh? Al sobresalto sigue |e calma, el terror se disipa cual nubecilla de humo. Us, qué alivio! Mas no se embullen, mis amores, que esta mofia no es tan simplona. 3 ‘Si comparamos las narraciones horripilantes de Horacio Quiroga con las de su idolatrado Edgar Allan. Poe, advertimos que, mientras los héroes quiroguia- nos suelen set unos compafieros la mar de comunes: enfientados a un entorno hostil, con bicharracos ve- Huds ocultos dentro de los almohaciones de plumas, serpientes venenosas letales, miel silvestre con efecto paralizador, hormigas antropéfagas, un sol ecuatorial que calcina, etcétera, los protagonistas poeianos con- forman una linda coleccién de lunsticos, endiablados y delirantes, verbigracia: el stiper posesivo e incestuoso Roderick Usher, el esquizofrénico William Wilson, el necréfilo Cornelius Wyatt, el obsesivo-compulsivo Egaeus, el psicdtico Frederick von Meizengerstein y 6 otros més de similar calafia, a menudo carentes de nombre, que nos relatan sus proezas desde una celda de manicomio o desde el “corredor de Ja muerte” de alguna cércel.’ El horror, para el uruguayo, surge asf, pues, ante algiin hecho fortuito en la medida en que el hombre no logza controlar el espacio que lo circunda, Para el norteamericano, en cambio, se revela como un sino trégico en la medida en que el hombre no logra controlar sus propios impulsos, Esto que garabateo, no obstante, viene siendo apenas una aproximacién, ya que ambos escritores se resisten aser enjaulados en tan estrechos cubiculos. En “La gallina degollada” (1917), Quiroga nos presenta a un cuarteto de sanguinarios cretinos y;‘en “El tonel., Poe nos presenta a Montresor. Los personajes dementes de Poe siempre son anglo- sajones o germanos, como sila niebla, el fro barbarico, Ja ventolera gimiente, el cielo plomizo ol mar negruzco, embravecido y lleno de remolinos, predispusieran a los desajustes en el cacumen y a las fantasias macabras, 62 eee lll Postulando una legendaria terribilidad boreal. Ajeno tales influencias meteorolégicas, Montresor participa Ge otro tipo de chifladura: es latino, éY quién ignora ese cliché que asocia el rencor eterno y a insaciable sed de venganza con un supuesto caricter mediterrineo? Michael Corleone, en El padrino, se tehtisa a perdonara st cufiado Carlo Ricci aunque este no pueda ya ocasio- narle més desgracias ala familia, Colomba, en la novela homénima de Prosper Merimée, se las arregla para obtener lo que ella considera una justa rettibucién por los agravios sufridos, caiga quien caiga. Esos héroes, ‘gual que otros muchos del mismo otigen, razonan con perfecta légica y actian le modo coherente. Sobre ellos podré decirse cualquier cosa excepto que estan locos. eSocidpatas? Quizés. Orates nunca, Y este malicioso rumor no solo empafa la repu- tacién de sicilianos y corsos. También involucra a italianos de otras regiones, a espafioles, portugueses, malteses y gabachos del Midi —ahi tenemos, entre Jos més connotados vengatiores ficticios al carismitico Edmundo Dantés, alias “El Conde de Montecristo”, ciudadano de Marsella—, y a sus descendientes acd en las Américas, Tan espurio como todos los esen- cialismos y las idiosincrasias, no creo, sin embargo, que se trate de un esquema racista insoportablemente discriminatorio. Verdadero 0 falso, con raices cult. rales o biolégicas, el apasionado —y muy publicita- do— resentimiento meridional en absoluto se opone & una inverosimil tendencia nérdica al perdén oa una ilusoria misericordia rubia con ojitos azules, sino a la filosofia del pragmatismo, de no malbaratarel tiempo, 63 que es dinero, tramando futesas no remuneradass. 2¥ con respectoa qué se pudiera establecer la supremacia de uno de los dos sistemas de valores sobre el otro? En un final, équé seré preferible a la hora de chamuscar aalgiin hereje, la lefia seca de las hogueras catélicas 0 Ja lefia verde de las hogueras calvinistas? Poe, de cualquier forma, se atuvo al estereotipo ¥ «se (nos) ahorré un farrago de consideraciones clinicas al presentarnos a Montresor como un italiano cum nobilitate. Con ese dato expresa toda una constelacion. En tanto las semblanzas de sus protagonistas desequili- brados suelen pecarde barrocas yalambicadas—en “La caja oblonga” (1844), por ejemplo, y ain mas en “Be- renice” (1835), otro cuento con entierro prematuro, pone a prueba nuestra creclulidad al hacer coincidir en lun mismo escenario dos patologfas singularisimas, independientes Ia una de la otra y en cierto modo complementarias—, para caracterizar a Montresor le pasta con llevarlo a proferir de una manera en apa riencia amable, muy sardénica y aviesa en realidad, el dréstico latinajo que reza como lema en su escudo de armas: Nemo me impune lacesst. Dicha sentencia, que & Jo largo del cuento nunca ser4 traducida a una lengua ‘moderna —me pregunto si el curda cascabelero Fortu- rato, quien la festeja con jbilo, de veras la entiende—, significa “Nadie me injurié impunemente”. 2En qué consiste el vejamen que motiva el crimen? Eso no lo sabe, como decimos en Cuba, ni el médico chino, Principia la fabla: “Haba yo soportado hasta donde me era posible las mil ofensas de que Fortunato 64 me hacia objeto, pero cuando se atrevi6 a insulkarme juré que me vengaria”. ¥ ya esté. No hay més detalles. La actitud posterior de Fortunato, confiada y cdndida, evidencia que él ignora hasta qué punto se siente ofendido Montresor. Asf pues, vale conjeturar ue esta injuria secreta no se asemeja mucho a las perpetradas por los enemigos de Michael Corleone © de Colomba celia Rebbia, Si Fortunato, quien tam- bién es un caballero italiano, en virtud de lo cual debe conocer al dedillo el “cédigo de honor” que rige en ese estamento, hubiera convertido en cadaver a algin pariente de Montresor, jamais lo habria olvidado y, por muy borracho que estuviera, se hubiese mantenido alerta, Fortunato no es, entonces, un homicida. Una vex establecido eso, la pena capital, por no hablar de loatroz de su agonia, Jucira sin duuda como un castigo excesivo, desmesurado, monstruoso. Prima facie uno se lleva la impresi6n de que Montresor le dispara, como quien dice, a un mosquito con una antiaérea* Siendo el propio asesino quien nos relata la historia, épor qué rayos nunca se despeja la incdgnita que tal vvez justficaria su acto? Montresor es muy expedito. En lugar de recurrir a un tribunal, de acogerse a las leyes, de apelar a algin érbitro, a alguna instancia que se en- contrara por encima de él y de su enemigo, ha elegido hacer justicia por su cuenta. En este litigio Montresor es parte, fiscal, juez y verdugo, todo al unisono en un * Enel sande la fama de os vergaores est lo ubiarfa mis cerca del chanchullero Yago,cayo nombre ha trascerdigo avo simbo~ lo demezcuindad, que del indeiso Hamlet, cuyas zones pueden llegar a resultamos humanamente comprensbles. ELP 2015, 65 mismo paguete. No le interesa nuestra aprobacién, No la necesita. En lo que atafie a a moral, somos tes- tigos sin derecho a opinar. Para qué explicarse ante nosotros si, en definitiva, ya todo esté decidido y hasta sellado por un juramento? (¥ vaya que esos juramentos: revanchistas de la aristocracia italiana son inquebran- tables, al menos en ia ficcién, éNo recuerdan ustedes ‘cuanto suftié por andar jurando estupideces de las que Iuego no podia zafarse aquel otro vengador con titulo de caballero, el taciturno Emilio Roccabruna, sefior de Valpenta y de Ventimiglia alias “El Corsatio Negro”?) Nada, que Montresor nos deja en la inopia. Detallar su mévil no procede —y esto me parece un acierto maytisculo de Poe, la verdadera clave del cuento— por la sencilla razén de que bien podriamos. no sentir simpatia alguna hacia el ultrajado y tomar por relativo, ducoso o cuestionable, algo que para este sea absoluto, categérico y tajante. Porque Fortunato Io hirié a é1, no a nosotros, y en esta vida pera a cada quien le duele el callo que le pisan. Porque la expe- riencia de la humillacién, igual que la del dolor fisico, es intransferible. Porque una revancha asf de sédica, segtin el consenso dominante en nuestra cultura —lo mismo ahora que enaquel otofio ya remoto de 1846—, jamés estarfa justificada, por lo menos en abstracto, y sucede que todo aquello que no hayamos padecido en carne propia dificiimente dejard de ser una abstraccién, ‘Aun si Montresor nos ofreciera una ristra kilomética de argumentos exculpatorios, nada le garantiza que al final de la ornada votariamos porabsolverlo. ¥ él opera acorde con un principio de economia semejante a lo 66 {que el lider isracti David Ben Gutin llamaba “politica de hechos consumados’. A saber: primero agarramos la Cisjordania, el Sinaf oo que sea, y luego, sino queda mis remedio, nos sentamos a conversar. Nocabe dda cle que, reprobable ono, dicho procedi- iento no carece deeficacia. En primer lugar, proporciona laventaja de coger al enemigo por sorpresa, desprevenido, ajeno a lo que se le viene encima, “Vosotros, que cono- céis bien mi alma —cuenta Montresor—, no pensaréis| que profer{ amenaza alguna, Me vengaria a la larg [..] ni mediante hechos ni palabras habfa yo dado motivo a Fortunato para dudar ce mi buena disposicién, Tal como, me lo habia propuesto, segui sonriente ante él, sin que se diera cuenta de que mi sonrisa procedia, ahora, de la idea de su inmolacién.” Quizé tamafia hipocresia nos parezea vil, pero no insolita, Porque la venganza, segiin, declaraciones de numerosos expertos en el tema, por regla general enitaliano, esun plato que se comé fambre. En segundo lugar, nada como la polémica, el de- bate o hasta el mero diélogo, para desgastar ia energia y entoxpecer los movimientos de quien ha de enfren- {arse a.un ente monoliticoe irreductible, Quiero deci, a alguien més poderoso. Cabria entonces indagar un poco acerca de Fortunato, Aparte de su rol de victima, de su predileccién por lo grotesco, de que vive feliz con su esposa, de que lo visitan en st palazzo una caterva de amigotes partanderos, de que se jacta de su vasta, sapiencia en cuestiones vin‘colas, de que rivaliza con un tal Luctesi en lo referido a ese acdpite y de que se pirra por organizarjolgotios de toda layay por chuparle el rabo a la jutfa, équé conocemos sobre él? 67 Montresoz, de entrada, lo ciasifica sin ambages como “hombre de respetar y aun de temer”. Queda claro, pues, que no le conviene entablar discusién al- guna con Fortunato, lo cual posiblemente solo servitia ppara poner a este en guardia, ¥ guerza avisada, como bien dice una voz popular, no mata soldado, Satani- zar a un enemigo muy potente, negarlo en bloque ¥ reducirlo a bestia negra ha funcionado siempre como prembulo indispensable para su futuro aniguila- miento. Y quienes hayan sido satanizados, negados fen bloque y reducidos a bestias negras se hallardn, su vez, en ptimas condiciones para hacer lo propio més adelante. Pero, édebemos darle crédito a Montresor cuando nos dibuja a Fortunato, en apenas un par de trazos, como un enemigo con afiladas espuelzs? Si bien pu dliera pensarse que hay un tilfn de bambolla en este narrador, tan orgulloso de su lema y de sus argucias, ¥ que la victoria sobre un contrincante infimo no tendrfa, demasiado mérito,¢ yo me inclino a creerle, No solo porque se muestra incapaz de mantener la sangre frfa Haciendo gala de una memoria prodipioss, Montresor relara pormenorizadamente su crimen cincuentaafios después de ha- Beso comes, ne ani, tan cid omar, ema up ‘poco a Rodrigo Borel, ya en el ocaso de su vida, ufanndose “lguna fechoria juvenil que le hubiese €eparado especial regocjo mucho antes de ascender al selio pontifcio como Alejandro VI la tltima linea cel cuenso, para més semejanza con el estlo de Su Santidad, Montzesor bondice el alma de su difunco ene- imigo, a quien desea, en oto latinajo sin traduct, que “descanse tn pas”, Vaya, gue a lo mejor hasta se persign, ELP, 2015. 68 ante un arranque de célera de su adversario incluso cuando ya lo ha sometido: “Una sucesién de agados y penetrantes alaridos, brotando sibitamente de la garganta de aquella forma encadenada, me hicieron retroceder con violencia. Vacilé un instante y temblé [..}", sino también porque el perfil de Fortunato como sujeto fuerte, duro, temible, seguro de si mis- ‘mo, ricach6n y rodeado por una corte, se corresponde a cabalidad con el de alguien proclive a injuriar al pr6jimo “sin darse cuenta”. No quiere ello decir que Fortunato fuera un imbécil, que desconociera el sen- tido peyorativo de determinados gestos o palabras, ni que actuara de un modo inconsciente las veinticuatro horas del dia, sino que tal vez no aquilatase muy bien los limites de su poder y cediera por momentos @ la fa- {dica tentaci6n de asumir que aél, macho alfa le estaba permitido cualquier desman.’ ‘Si aceptamos como valida esa conjetura acerca de la posici6n y el caracter de Fortunato, enseguida apa- recen respuestas para las demés interrogantes que nos hhabjamos planteado: én qué consiste el ultraje que provoca el homicidio? éor qué Montresor decide imponer justicia manu propria con extremo sigilo? €Por qué la ingente, descomunal, punto menos que psico- patica, desproporcién entre el agravio y el desagravio? Y, sobre todo, écémo se construye aquf el horror? Xicolé Machiavelll afovera que a un gobernante més eval, por ‘u propia salvaguarda, ser temido que seramado, Pero yo no esta- sin tan segura. Bsa mala mafia de echarle miedo ala gente fu justo Jo que le cost la cabeza a Maximilion du Robespiere, ELR, 3015, 69 La actual filosofia humanista, cuyas semillitas primige- nias fueron sembradas en los albores del Renacimiento, ppostula que todos los seres humans, sean cuales fueren, rnuestras particularidades, somos iguales en un sentido profundo. Es decir, que lo que tenemos en comiin en _tanto miembros de una sola especie deviene muchomés importante y definitorio que aquellas caracteristicas per- sonales —etnia, lengua, credo religioso, nacionalidad, abolengo, género, solvencia econémica, educacion, vigor fisico, edad, cociente intelectual, orientacién sexual, postura politica, salud mental, belleza y tantisimos rasgos més— que nos distinguen a unos de otros. Nose trata de negar las individualidades, sinode reafirmarlas alsostener que cada una merece idéntico respeto puesto que todas participan de la misma condicién hurnana, De lo anterior se desprende que no deberia haber intolerancia con nadie, ni rechazo al diferente, ni persecucién a los grupos minoritarios, ni menos ain genocidios o crimenes de odio. Hermosa utopia, éno? Porque lo cierto, por desdicha, es que las nociones de “superioridad” e “inferioridad” de unos con respectoa otros, asf, purasy duras, han predominado en todaé as civilizaciones. Y predominan, todavia hoy, aunque la ética elitista haya pasado a considerarse “politicamente incorrecta” en extensas areas de nuestro planeta. Si el empefio de modificar los sistemas juridicos en concor- dancia con el humanismo —abolicién de privilegios, sufragio universal, etcétera— implica batallas bastante arduas, el de flexibilizar las mentalidades equivale con frecuencia a lanzarse, adarga en ristre, contra molinos de viento, 70 ‘Ahora bien, no todas las personas etiquetadas pot cualquier motivo como “inferiores” lo asimilamos de igual forma, Existe un amplio espectro de conductas ante el fenémeno de la discriminacién, Barrunto que, en términos generales, quien haya nacido con el estig- ma (un judfo, un negro, una mujer...) dispone de més chances pata fabricarse mecanismos de defensa, anti- dotos, réplicas ingeniosas, en fin, todo un arsenal de Jo que ha dado en llamarse “cultura de la resistencia”, que quien haya recibido la marca después, en el trans- curso de su vida adulta (un exitoso futbolista que, de la noche a la maftana, quedara minusvélido a resultas de algin accidente de trénsito; un cuarentén casadfsimo, jefe de su tribu, padtrazo ejemplar y mujeriego clandes- tino, a quien sorprendiesen in fraganti conquistado por Jos encantos de algtin jovenzuelo imberbe; un heredero millonatio que, a tafz de alguna crisis buysétil, viera volatilizarse en un santiamén su patrimonio integro...). Me temo que estos iitimos tienden a ser mas frégiles que los primeros, mas vulnerables a las agresiones ver- bales o gestuales, més incapaces de portar su letra escarlata sin complejos. Mas propensos.a sentirse mor talmente ofendidos cuando alguien los menosprecia. Algunos de ellos, ante la nueva coyuntura, optardn por la soledad, por el maximo aislamiento que les sea factible o, incluso, por el suicidio. Otros, en cambio, Jucharén en pro de Ia supervivencia. Como gatos boca arriba, Con ufias y dientes. Ya en el subsuelo, Montresor le asegura a Fortu- nato; “[...] tu salud es preciosa. Eres rico, respetado, admirado, querido; eres feliz como en un tiempo lo a fui yo. Tu desapariciOn seria lamentada, cosa que.no ocurvirfa en mi caso”. Més tarde aftade: “Los Montresors fueron una distinguida y numerosa familia”. Tan desa- tento como de costumbre, Fortunato responde con ligereza: “He olvidado vuestras armas". Pero a estas alcuras del torneo, équé importa su mala memoria? El aristécrata venido a menos, arruinado y relegado, ahora con tna espada, una roquelaure y un antifaz de seda negra, se regalara muy pronto el infinito placer de refrescirsela. ‘Asi pues, la arrogancia negligente de Fortunato y la susceptibilidad a flor de piel de Montresor formaban, ‘una combinacién explosiva. Para encender la mecha habria bastado algdn desaire, un comentario despec- tivo 0 una broma irrespetuosa. Cualquier ademén descortés, en suma, que Montresor interpretara como sefial de vilipendio a su persona. He ahi el mévil del emparedamiento, En el preciso instante en que Fortunato, ya sea adrede o sin querer, se pasa pot las suelas de los za- patos la dignidad humana de su compinche de farras, juergas y bacanales, automdticamente pierde la suya ante los ojos de aquel. Dadas las circunstancias, Montresor decide equilibrar la balanza bajo cuerda porque este mundo esté dise- fiado en forma tal que los Fortunatos abusivos que Jo infectan se salgan a menudo con la suya sin que los infelices pisoteados por ellos tengen a quien acudir cen reclamo de justicia. éConciben ustedes al narrador RD de “El tonel..” quejindose de su patética situacién a los cuatro vientos, recabando el apoyo solidario de otros supuestos amigos o lloriqueando como una Magdalena de esquina en esquina? Pues claro que no. Tamafias extravagancias, lejos de rendirle algin provecho, lo hubiesen convertido en el hazmerreit del piblico. Un nuevo ¢ inadmisible escarnio, ya que este gentilhom- bre, a diferencia de su enemigo, no tiene vocacién de payaso. Alli donde prevalecen las nociones de “superiori- ad” e “inferioridad” aplicadas alos seres humanos es legitimo que Fortunato desdefie a Montresor y que se lo haga saber sin delicadeza alguna. “27, un mas6n? ilmposible!, dictamina con desprecio el beodo bufo- ‘nesco mientras avanzan por las catacumbas en pos del quimérico tonel de amontillado. (A lo que Montresor riposta, con sangrienta ironfa, ensefiéndole una pala de albafil que lleva entre los pliegues de su requelaure. O sea, la herramienta del crimen y, ademas, un simbolo que alude a los origenes de la fraternidad surgida en los gtemios de constructores. Pero Fortunato, grogui por la juma, se queda en Babia.) El escéndalo, por el contratio, radicaria en cualquier asomo de rebelién que pusiera en entredicho esas jerarquias, Y desde luego que la alternativa de parlamentar con Fortunato, de reconvenitlo por sus reiteradas ordinarieces y exigirle tuna disculpa, también habré que descartarla, 2A santo de qué se avendria este soberbio personaje a dialogar en pie de igualdad con alguien “inferior” a él, con un fulano tan insignificante que ni siquiera esti afiliadoa tuna logia masénica? No, hombre, qué va. Ni sofiarlo, 2B ‘Asi las cosas, a Montresor le quedan tres opciones: 1) perdonar, 2) recomerse los hfgados en algtin rincén (03) salir al ruedo y coger al toro por los tarros. Jesucris- to, quien segdin los Evangetios nunca se acomplejaba por mas que lo vejaran, de seguro hubiese perdonado. Y ustedes, mis amores, équé habrian hecho? ‘Oki, me dirén. Se precisaba poner al sinvergiienza de Fortunato en su sitio, darle una lecci6n. Mas, épor qué liquidarlo? éAcaso no habria sido suficiente encar- garlea un sicario que le propinara unos cuantos pifiazos? 20 wbicar estratégicamente una céscara de pldtano en su camino para hacerlo resbalar y romperse alin huseso? El hétoe de esta historia, hay que admitirlo, no carece de sentido del humor. Uno de sus momentos estelares en el subterrineo de su palazzo acontece cuando descorcha una botella de Medoc y brinda con su huésped, a quien desea “una larga vida". Antes del brindis ya se habfa preocupado por la salud de Fortunato, que no paraba de toser y cuyo catarro tal vez empeorase alli, entre las telaratias, el salitre y el moho, ¥ cuando el borrachin farfulla con impaciencia que no se va a moriz de un acceso de tos, Montresor Jo reafirma: “Ciertamente que no”. Es tan corrosivo el sarcasmo, tan negra Ia humorada, que en el énimo de cualquiera de nosotros podtia nacer un impulso, frustrado de antemano, de alertar a Fortunato. (Aun- que este, en su obsesidn por el pufietero tonel de aficjo, probablemente nos hiciera el caso del perto.) Para colmo, el asesino se refiere a su victima, con sumo desparpajo, como “mi amigo”, e inclusive “mi 74 pobre amigo”, con lo cual se butla a mansalva de esos buenos samaritanos, los lectores, imposibilitados de entrometernos. Pero ocurre que el chistoso de Montresor, una vez decidido a ajustar cuentas con su pobte amigo, esté obligado a aniquilarlo. Aun cuando no quisiera llegar tan lejos, tenclra forzosamente que suprimirlo. Veamios por qué. Desde el pérrafo inicial nos advierte: “No solo debia castigar, sino castigar con impunidad. No se re- para un agravio cuando el castigo aleanza al reparador, yy tampoco es reparado si el vengador no es capa. de mostrarse como tal a quien lo ha ofendido”, Para que Ja golpeadura a cargo del esbirro, la jugarreta de la cAscara de plétano u otras bellaquerias por el estilo, quedaran impunes, tendrian que ser andnimas. Y asi no se vale. Si Montresor, por el contrario, se presentara aldescaro ante Fortunato como promotor de la tunda, 0 del patinazo con la céscara y la consiguiente fractura, ‘su maniobra jams quedarfa impune. ¥ asf tampoco se vale. El inico modo, en este caso, de conciliar presencia impunidad, a fin de obtener una completa satisfac- ci6n, es el homicidio.* Cuando se tiene un adversario poderoso y resuelto, a emplear todo su poderio en contra nuestra, lo més aconsejable es reducirlo a polvo. Porque si tendemos un puente de plata, como recomienda el proverbio, "'Y con cuatto agravantes de la responsabilidad eriminal: preme- i criminal: pee: ditacién,alevosia, nocturnidad y ensaflamiento. Lo que se dice ‘un mander one o asesinato en priser grado. ELP 2015. ny para facilitarle la huida a semejante hijoeputa, quizis tun aciago dia regrese, nuevamente fortalecido, por ‘ese mismitico puente argentino y sea éi, entonces, guien nos pulverice a nosotros sin piedad. Al menos asi razonaban ciertos politicos de la antigua Roma republicana cuando insistian desde el foro, una y otra ‘vez, en la destruccién total de Cartago. ‘La posibilidad siempre latente del tiranicidio es uno de los riesgos que corre la persona que detenta algin poder dictatorial, El boxeador que maltrata, ‘cosa y humilla por diversién o sadismo a un pobre diablo famélico, pongamos por caso, deberd cuidarse la espalda, sobre todo al anochecer, en las callejas scutes, y nunca olvidar que también existen los cu chillos y las navajas. Puesto que todas las armas no son accesibles a todos, cada quien pelea con las que puede manejar. El hecho de que algunos pretendan. que las suyas son mas nobles no cambia las cosas. Una sintética, refinada, preciosa y muy elocuente metifora de estos duelos asimétricos figura en la he- raldica de los Montresors: “Un gran pie humano de oro ‘en campo de azur; el pie aplasta una serpiente ram- ante, cuyas gatras se huncen en el tal6n’”, ZEl talén de Aquiles como fiilgido recordatorio de que hasta Jos guerreros mas recios tienen siempre algiin punto debil? Quiza. Comoquiera, esté claro que la venganza, en coyunturas de esta indole, no ser4 proporcional a a ofensa infligida, sino al calibre del ofensor. A este se le cobra por lo que nos hizo y, ademés, por lo que nos harfa en el futuro si de incautos le permitiéramos cescabullitse. 76 Poe vuelve sobre esta temética del enfrentamiento disparejo en marzo de 1849 con “Hop-Frog’, otro espléndido y siper terrorifico relato publicado en el magazine The Flag of our Union, con una estructura parecida a la de “El tonel...” y cuyo protagonista, un bufén de verdad, por més sefias enano, dientuso y cojo, decicido a exterminar a un rey y siete ministros, serfa una variante esperpéntica de Montresor.” Las similitudes saltan ala vista: ambos personajes, astutos ¢ implacables, se las apafian para arribar al desenlace apetecido en sus anhelos de revancha; ninguno de ellos experimenta el menor remordimiento; los dos, alla postre, escapan indemnes. Hop-Frog quema vivos a sus enemigos y, por tratar~ sede una ejecucién mss bien estrepitosa y relativamen- te répida, el diminuto verdugo se ve en la necesidad de exponer sus méviles. En la escena del crimen, un vasto salén de elevadlisimo puntal, se aglomeran los, cortesanos asistentes a un baile de disfraces otra vez la atmésfera carnavalesca— y ante esa muttida con- currencia discursea el pequeitin. Pero tampoco busca la aprobacién de nadie. Encaramado a una gran altura, fuera del alcance de los al reunidos, Hop-Frog, en el fondo, se dirige a sus victimas. El rey y los ministtos, quienes se retuercen y allan entre las ilamas, también * Lavoe en of gue na sas haa, emper, sips ine Nocamente en Nos loves ane on hve romdntn, toon manne, pro cn ncorain a de gan, exe t Inman de Cuasinoo, Slo eu Eamerlatamben chit Atmteay meno gz que a cea por Vicor Hugo en Teste lmna hppa ELP 2015 rm ‘auna gran altura, lejos de cualquier socorro, no deben morir achicharrados sin conocer el motivo. “Aunque este feroz pigmeo blasone de justiciero, yihaclista del altruismo, protector de chamacas inde- Fensas, campe6n de los oprimidos, bla bla bla, lo que presenciamos aqu{ es algo muy simple y, a la vez, atavico, primitivo, ancestral: una pugna entre egos. O mejor, como lo expresaria un ilustre filésofo alerén, entre “voluntades de poder”. Quien aguce un poco el ‘odo, quizés alcance a escuchar, por debajo de algunas frases de ocasi6n, almibaradas y rimbombantes, cierta yocecilla malévola que les susurra a los moribundos transformados en antorchas humanas: Ustedes eran ‘més poderosos, pero yo soy més inteligente y por eso Jos manipulé a mi antojo y al final los jodi como me dio la gana, je jel Considerindolo un apélogo, 0 sea, una fibula con moraleja, el erudito Hervey Allen —bidgrafo estrella de oe, ala par con Arthur Hobson Quinn—le confiere a “Hop-Frog” un valor emblemético. Lo interpreta as: Ia Realidad, tirana, esclaviza a la Imaginacién, la hu- milla constantemente y la obliga a hacer bufonadas... hhasta que esta se harta, se rebela y se venga, sin aviso previo, de una forma espantosa. “Montresor, por su parte, da muestras de mayor sutile- za, Escoge para st adversario un suplicio mucho més lento, el entierro prematuro, con fo cual se evita Ia rmolestia de tener que aleccionarlo onda Hop-Frog. En- cadenado al nicho, en medio de un silencio sepulcral, 2B solo yaoscuras, sin nada que lo distraiga, Fortunat tend empo de sora para meditarenelasunto~ es decir, en cmo cofio fue que terminé alli, en un trance tan horrible, del que nunca saldra y del que su esposa y sus camaradas etflicosjamds llegardn a enterarse—y extraer sus propias conclusions Ese caballero vestido ala usanza del guasén de los naipes, aunque poderoso fuera de la cripta donde lo ha confinado para siempre Montresor, en absoluto es un individuo excepcional. Su conducta, al contratio, re- sulta bastante comin. Las nociones de “superioridad” e “inferioridad” en referencia a nuestros congéneres, permitanme reiteratlo, gozan de amplia aceptacién entre los miembros de la especie Homo sapiens. La ‘ayorfa las asume de modo técito, sin cuestiondrselas nunca. Y una misma persona suele cupar enesaescala disimiles posiciones con respecto a ss préjimos, por Aetajode unosyy por encima de otros, logue genera los ms crudos resentimientos y las no menos acuciantes ansias de compensacién No seamos santurtones, évale? Basta tna minima dosis de franqueza para reconoces, aunque sea en vor baja, que si por azares de la vida se nos ofrecie- ra en bandeja alguna oportunidad para alimentar el ego propio a costa de un ego ajeno, posiblemente la aprovechariamos. La tentacién acecha y los pretextos abundan. ¥ conste que no hablo de un destino o moira inexorable, sino de una tenencia. Como lo formtlaria un astrdlogo: Las estrellas inclinan, pero no obligan, Cada serhumano, en resumen, lleva un minéscuto Fortunatoadentro yest pillo, sino se le mantiene bajo 79 stricta vigilancia, habré de manifestarse en cualquier momento. Los egos son muy golosos, pérfidos y trai- cioneros, y las afiagazas del Fortunatico pueden arras- trarnos lejos, lejos, lejisimos... hasta hacemos tropezar de frente con un muro de granito. Lo que janis fue saludable para nuestras almas se revelar‘a, entonces, ‘como funesto para nuestros cuerpos. He ahi el horror. Para desarrollar un tema universal, que concieme a todos los hombres, Edgar Allan Poe ubica a Hop-Frog, ‘en un pais imaginarioy a Montresor en Italia, otro pais, imaginario para sus lectores de lengua inglesa. Artificio propio de los narradores del lado oscuzo de la psiquis| humana, de la infamia y le perversidad, este de sacar las historias de su entorno més cotidiano, de recu- brirlas con un manto de inocencia ycolocarles, a manera de mAscara o velo misericordioso, la seductora faz de algin Dorian Gray con el propésito de, como quien dice, endulzar el purgante. ‘Abf estén, de igual modo, las bestezuelas parlantes de George Orwell o los marcianos cobrizos y velépatas de Ray Bradbury, todos ellos humanos, demasiado huma- nos... Nartaciones similares ala pintura impresionista, relatos como cuadros para contemplar a larga distancia, Si nos aproximamos, todo es rollo y confusién. Pero si nos alejamos, retrocediendo unos pasos, veremos surgit entre las manchas de colores una majestuosa catedral, més genuina que la de un pintor realista. BAGATELAS FILOSOFICAS* Bra una época en cierto sentido muy semejante a la nuestra, Las frontetas se habian dilatado y, producto de ello, reinaba el caos, el revolico, Sorprendentes plus ralidades, circunstancia babélica. Globalizacién. ‘Tras la epopeya de Alejandro Magno, los fildsofos Profesionales ya no moldeaban cosmogonias, quizé porque el mundo conocido se les habia vuelto excesi- vamente enmarafiado, confuso, miiltiple, dificil de sim- plificar.Tampoco educaban a los javenes en la baisqueda de la sabidurfa, en el razonamiento no comprometido con vanas ideologias o conjuntos de “certezas”, en ell jercicio de aquella pesquisa cuestionadora, humanista y libertaria, que antes presidiera la antropologfa de ‘SGcrates y a ontologfa poética de Plat6n, Por otra parte, el monumental sistema de Aristételes, tan perdurable en el Ambito del saber, no aliviaba —ni era tal su pro- ésito— las urgencias vitales de la angustia * Fragment del ensayo Tn osc 1 come muy oo, publaco Gaye a leptin en Shand nto, jbo Nenéaor,Bareona, 200%, pp 88-6 “hac al inglés pordanes Marans y Mararta ters, yon aos de gon de a0, par on abe Compson shi Hera Soy, Bios Cll Sen jaa fe Pass Rico, 2007, pp. 107-118. a nee a ENTRE LO PROHIBIDO ¥ LO OBLIGATORIO’ Have merey on me, Lord Lam Cuba, (CARLOS BIRE, WVAITING BOR SNOW IN HAVANA rados seven (Bruguera, Barcelona, 2006), debut nove- Tedcod nestor cubana Wendy Gr, sealz6a comienzos de marzo del presente afo con el Premio ide Novela Bruguera en su primera edicién, el cual le fue otorgado por el escritor catalin Eduardo Mendoza autor de La aventura del tocador de sefioras (2001), entre otras novelas— en calidad de jurado tinico. ‘Narrada todo el tiempo en primera persona, en forma de diatio intimo, la historia de Todos... ranscurre cen diversos escenarios de nuestro verde caiman —la ciudad de Cienfuegos, el lomerio del Escambray, Cayo Carenas, La Habana, etcétera—, deste 1978 hasta 1990, periado comprendido entre los ocho y los veinte atios de su protagonista. Es ella una chamaquita con el pelo endrino, bien liso, y os ojos rasgados, “breve como tun dibujo japonés", que responde al nombre —irénico en el trépico— de Nieve Guerra, También se incluyen. poemas de la propia autora, o de su mami; letras de canciones de Jos trovadores Luis Alberto Spinetta y Carlos Varela; curiosas recetas de cocina y coctelerta; a6 miso lo, apo to + Feagmats nl dun ens = Sede en cre Reta Ctra el Ue ar ie Pace, No. 11, Peta de os Angeles, MES, setae novice 2008, 9-13-24. 142 un “comunicado” pioneril —en referencia a la OPJM (Organizacion de Pioneros José Marti), a la cual per- tenecen casi todos os fifies de Cuba y cuyo lema reza: “Pioneros por el comunismo... iSeremos como el Che!" —, con una pizca de risuefia heterodoxia esta vez} la descripcién minuciosa de un artefecto explosivo; una lista de piezas de ropa negra para una muchacha; otra de libros por leer para una nifia, entre cuyos autores se hallan los popularisimos Enid Blyton y Julio Verne, amén de la cubana Nersys Felipe, muy disfrutada por elfifierfo lector de mi generacién acé en la Isla; tonadas ttinitarias —auténticas joyitas provenientes de aquella, mitica trova tradicional de la provincia islefia de Sanc- ti Spftitus— una larga e intensa carta de despedida; el calamitoso ment infantil de un orfanato, que por momentos evoca instituciones similares salidas de la pluma vitridlica de Charles Dickens, y una pagina en blanco o “huelga de Diatio”, en protesta porque han enviado ala mami, pacifista inveterada y frigil de salud, nada menos que @ le guerra de Angola. Segiin nos avisa la nota de contracubierta, a la derecha del estilizadito e icénico gato brugueresco, esta singular novela “muestra la vida en la Cuba actual sin prejuicios de ningtin tipo”, a la vez que “no emite condenas ni esta contaminada de tépicos costumbris- tas ni ideolégicos” Esta claro que las notas de contracubierta encajan a menudo en una especie de subgénero literario a medio camino entre el anuncio comercial y la cien- cia-ficcién, Redactadas con frecuencia en una jerga 143, latiniparla e inextricable, a la manera de Cantinflas 0 de aquellos “negtos catedriticos” del teatro bufo que antafio se representaba en Ia mayor de las Antillas, zo hay que tomérselas al pie de la letra y, en ocasiones, hasta mas nos valdria prescindir de ellas. ii lo sabré yo, que he perpetrado decenas de panfieticos de esos! En el caso que nos ocupa, algin lector incauto podria suponer que esta joven autora llevaba un ton- {g6n de afios amargindonos la existencia con sus viles, novelucas repletas de prejuicios, machaconamente condenatorias y plagadas de tépicos costumbristas € ideoldgicos, y que ahora, ipor fint, ha decidido en- mendarse, dejar atrés esa infame conducta y hacer las cosas como Dios manda. éA que si? Pues no. Craso error. Wendy Guerra (La Habana, 1970), graduada en Direccién de Cine, Radio y Televisién en ia Facultad de Medios de Comunicacién del ISA (Instituto Superior de Arte), hasta el momento solo habia publicado los cuadernos de poesia Platea a oscuras, en 1987, y Cabeza rapada, en 1996, ademés de algunos textos criticos © ensayisticos, incluyendo fragmentos de un diario apécrifo de Anais Nin, por ahora work in progress, que lleva por titulo “Posar desnuda en La Habana” Todos... como también nos advierte la notica de marras, es st primera obra narrativa. Cabria entonces preguntarse a qué rayos viene esa muela bizca de los prejticios, las condenas y los t6picos. A ver, demos por sentado que no los hay. De inmediato surgen las interrogates: €Y por qué * Publicado finalmente en 2010 por Alfaguara, Madrid BLP. 2015, 144 habria de haberlos? éPor qué presuponer la culpabili- dad —léase déficit de talento creativo— en vez de la inocencia? éPor qué exonerar de presuntos erimenes —léase delito de lesa literatura— a quien todavia no ha sido acusado? 0 serd que la novelistica cubana contemporénea, sobre todo la que logra atravesar el Atlntico, siempre ha de estar bajo sospecha? Sinues- tra Wendy fuera una escritora anglosajona, francesa © escandinava, énos la presentarfan con semejante discurso, tan a la defensiva? Me perconarén ustedes la suspicacia, pero francamente lo dudo, Como bien sefialé hace ya tiempo otro colega isiefio, que seamos paranotcos no significa que no nos estén acechando por detris de los matorrales. Lo que la dichosa nota intenta expresar, a mijuicio, vendria siendo mas o menos esto: Wendy Guerra no se miuerde la lengua ala hora de abordar algunos aspectos igamos un tanto espinosos o polémicos de la cotidia- nidad cubiche de estas tiltimas cécadas —no hay en su novela, en efecto, una sola pagina, iqué digo paginal, tun solo parrafo, que pudiera llevamosa mascullar con desdén “iMiala, qué pendefa, cémo se autocensura..." virtud bastante excepcional en la narrativa con preten- siones de realismo critico producida actualmente en la Isla— pero ojito, éeh?, no os equivoquéis, chavalines, que tampoco hablamos aqui de una cotorra politiquera anticastrista profesional, a diferencia de... Bueno, ya sabemos a diferencia de quién. Sucede que, para muchisimos lectores europeos, Ja etiqueta “escritora cubana” remite de modo auto- mético a un tinico nombre: Zoé Valdés. Esto empezé 145 a ocurrir desde 1995, tras la publicacién de La nada co- tidiana por Actes-Sud, en Paris; quedé establecido con la firmeza de un pefiasco al afio siguiente, cuando Te ai ta vida entera result6 finalista del Premio Planeta, y hasta el sol de hoy. La cosa no faila. Cada vez que tuna escritora cubana cosecha algin premio de novela en Espatia, aflora el inevitable parangén, unas veces en ‘tono velado, insinuante, sibilino, y otras veces al des- caro. Asi, tanto Karla Suérez (Silencios, Premio Lengua de Trapo en 1993) como esta menda (Cien botellas en una pared, Premio Jaén en 2002) hemos recibido por parte de la critica, en varios idiomas, el dudoso elogio de tener un mejor desempefio en el oficio de narrar que nuestra desalifiada Zo6, con el consiguiente fas- tidio y posterior berrinche de la ofendida a guisa de propina. Respecto a Zoé Valdés, confieso que no soy una ferviente admiradora de su obra literaria y, en cuanto sus opiniones politicas, o mas bien a su exquisita forma de manifestatlas... iHuy! Me temo que la con- sidero uno de esos Iideres de opereta, exréticos pero muy bulleros, expettos en arruinar las causas que su- Puestamente defienden.? Aunque igual entiendo qe + Si me permiten el chismoreteo, les cento que manos diligen- tes se apresuraron en su dia a poner estas lineas poco gentiles ante los ojos de Zod. Pero ela guardé silencio. No vino a veae- ‘ionsr sino a cabo de un aio, mas o menos, Liuego de refeiese fen términos favorables a mi novela Djuna y Daniel declaré en sis blog que yo no era amiga suya y que habfa opinado en contra eeella. ¥ punto. Nada de improperios ni chusineria ni covas de esas, Pueden reerlo? Mmmm... (pensando). ELD 2015. 146 la pobre mujer se betree si la pinchan. No en balde se le llama “competencia desleal” a esa practica sucia de marketing que consiste en denigrar un producto Pata promover otro. Algo innecesario, por demés, Porque si bien puede venirle de perlas a un escritor bisofio esto de ser ubicado por editores y criticos, al menos en principio, en la estela de algiin colega mas famoso, no hay por qué hacerlo con signo negativo, fa- bricando absurdas rivalidades. A propésito del asunto, recuerdo que un librero de Ginebra tuvo la gracio- sa ocurrencia de promocionar en su website cierta novela mfa traducida al francés, hace unos afitos, sugitiendo que se asemejaba a Beatriz y los cuerpos celestes, ganadora del Premio Nadal en 1998, de Lucia Etxebarria, Como el buen sefior ginebrino vendia tam- bign esa y otras novelas de mi tocaya valenciana, se cuidé mucho de arrojarle piedras, limitindose a declarar, muy circunspecto, que ambas Lucias éramos “discipulas aventajadas” de Jane Austen, Ignoro cémo se las compuso para extraer de sus lecturas tan pere- grina conclusién. Pero saben qué? iHizo zafral Y sin injuriara nadie, (Bueno, quiz4 a miss Austen.) Claro que Suiza, después de todo, ha sido histéricamente vun pais neutral. Volviendo a Wendy Guerra, estimo que sti mag- nifica primera novela merecia una notica de con- tracubierta un poco menos idiota. Puestos a hacer comparaciones, en lugar de esas pullas anti-Zoé, que de nada nos informan y que tal parece como si buscaran desencadenar por sepetequicuagésima vez la archiconocida —y muy aburrida— chancleteria 147 cubana,* hubiera procedido subrayar el innegable pac ralelo que existe, mds allé del epigrafe de Anna Frank: *Podtiamos cerrar los ojos ante toda esta miseria, pero Pensamos en los que nos eran queridos y para los cuales tememos lo peot, sin poder socorrerlos (...]", entre Todos... y el Diario de la pequefiajudia holandesa, £¥ por qué no ser audaces y aventurat, pot ejemplo, una posible influencia de algunos relatos de Sandor ‘Marai o, més atin, de Milan Kundera? Desde luego que, para avanzar por esos derroteros, habrfa que abolir antes un dueto de creencias erroneas, aunque muy difundidas. La primera, de cuito fordneo: “Cuba es un micromundo sui generis, como sidijéramos tun parque temético de corcho que flota en las aguas del Caribe, desvinculado por entero de la civilizacién occi- dental". La segunda, mas estipida todavia, de obvia fac- tara cubiche: “Cuba es el Gran Ombligo del Universo”, Ambas comepingueces confiuyen para perpetuar un mismo prejuicio: los escritores cubanos solo podemos ser comprenctidos, ya sea por hache o pot be, a partir de referentes cubanos, Asf nos afslan y nos aislamos, La perseverancia en la introspeccién y el autoandlisis, ingrediente principal de casi todos los diarios intimos, seencuentra en Jas rafces ce nuestra cultura, Conécere 471 mismo, se lefa en el frontispicio del santuario de * Le desencadenaron, desde luego. Teds... segtin la enojadisima Zod, sera nada menos que un plagio de La nada... lo cual pare. ce und cofia metafisca, Certo que entre ambas aovelas hay un ‘arcado are de familia, €Cémo no percibirlo? Solo que a eso, ext opinién, se le denomita “afnidad’, no “plagio” ELE 202% 148 Apolo en Delfos hace la friolera de veinticinco siglo. Clazo que, desde entonces a la fecha, muy poquitos de nuestros congéneres se han propuesto con serie dad llevar tan prestigiada recomendacién a vias de hecho. Mas que un ejercicio frecuente, constituye un ideal. Se supone que llegar a conocerse a tno mismo no solo sea el stimmum de la sabidutia, sino ademas la base imprescindible para adquiri, posteriormente, cualquier otro conocimiento, Aunque la célebre méxima, como todas, también Uene sus detractores, Segiin el filésofo Bertrand Russell, quien jamés pergeiié diarios intimos, si te consagras a pensar demasiado en ti mismo, corres el peligto de percatarte de cuén sinvergitenza, imbéeil y cobarde eres, y de lo poco o nada que puedes, o quieres, hacer para corregir esos defectos. Y no es de esperarse ue tales noticias contribuyan a tu felicidad (alvo que seas, arriba, un cinico de siete suelas). Mejor, pues, alejar el pensamiento de tu indigna persona y dedicarlo a cuestiones mis interesantes y menos tiesgosas, como las matemiticas. Nieve Guerra, empero, al igual que Anna Frank, no busca la felicidad, sino la mera supervivencia, ya de por sf elusiva, Ninguna de las dos chiquillas asume la introspeccién constante como un imperativo moral o un basamento epistemol6gico a la manera délfica, Para ambes, escribir diarios equivale a asirse a un madero ‘que se destiza a la deriva, entre las olas, en medio de un nauftagio, Escriben desde la catdstrofe, Desde la Perplejidad, el estupor, el asco, el miedo y el sufri- iento que les ocasiona la catdstrofe. Y no por afanes melodraméticos 0 autoconmiserativos, ni por esa 149 actitud lactimégena que en mi barrio calificamos de “tagiquismo”, ni menos ain porque lo hayan elegido asi, Conste que ninguna de ellas carece de entereza ni de sentido del humor. Al contrario, son unas luchado- ras bien pertrechadas, Solo que pretender la flicidad, cen sus respectivas circunstancias...# * Cuando lod Russel, pase el nconformismo, repre con Sc) acerca de cme aga asf edge A smi Io recnoce— a un pio de privileiaes. Osc, damas yx Saf ly cen i as amilates acuta y que rela en pales dl "primer Hay capa aes perm areae palliceJeecal naa! EL, 201, 150 EL ESCALOFRIO Y La CARCAJADA* Si de narradores se trata, siento especial predileccién Por los que cuentan historias duras, crueles, sérdidas ¢ incluso truculentas, pero en tono de guasa, de tragi- comedia punzante o humorada negra, sin perder nunca de vista el lado ridiculo de las cosas. Autores asf los hrallamos en todas las lenguas y literaturas, dela romano Petronio al ruso Mijail Bulgékov, del espafiol Francisco de Quevedo al alemén Heinrich Mann, del italiano Carlo Emilio Gadda al estadounidense Bret Easton Ellis. Burlescos y macabros, tienden a suscitar Jo mismo el escalofrfo que la carcajada —o la mueca de asco en los lectores con el estémago delicado—, jamés a indiferencia. Y a esa cuactilla, sin lugar aduda, Pertenece mi compatriota Reinaldo Arenas, ejemplo excepcional de vitalidad, imaginacién y coraje, en ell panorama literatio cubano postetior a 1959. Hacia finales de los afios ochenta del siglo pasado, ya enfermo de sida, Arenas comenz6 a escribir en un hospitat de Nueva York la que més adelante habria de ‘Publicado en Babes, suplemento cultural del diario El Pus, Madrid, 28 de abril de 2007, 151 UNA HORA ANTES DEL ALBA* Sherezade, la hija mayor del gran visi, no solo era her- mosisima, sino también muy inteligente. Habia leido centenares de libros, en varios idiomas, y posefa una ‘memoria prodigiosa. Tenaz autodidacta, habja estudia- do Filosofia, Medicina, Historia y Bellas Artes, y hasta componia versos mucho mejores que los de los mis ilusttes poetas de su época. A pesar de su educacién liberal, no cabe duda de que fue una buena musulmana, gque rezaba alas horas debicas y mantenia una estrici higiene corporal, sin que eso le impidiera sertan duefia de su destino como puede serlo cualquier individuo lGcidoy firme de cardeter. Contza la voluntad de su pa dre, quien la adoraba, esta mujer extraordinaria eligié casarse con el sultén Schariar, uno de los mis6ginos més radicales de todos los tiempos. Emperrado en el dislate de que las féminas somos adilteras por naturalezayecididoaevtarse os tarrosal precio que fuera, este sultén practicaba el uxoricidio ‘a.escala masiva, superando con creces en dich faena a Enrique Vill de Inglaterra, a Henri-Desiré Landru, ‘Publicado en Babvliz, suplemento cultural del diaio Et Pal, ‘Madrid, 10 de agosto de 2007. 160 alias “El Viudo Negro”, y al mismisimo Barba Azul, Ninguna de sus esposas duraba més de veinticuatro horas. Eran, literalmente, reinas por un dfa, Al con- ‘tract matrimonio con la mayor de las hijas de su gran visit, ya Schariar habia asesinado a miles de mujeres ¥ No mostraba ninguna intencién de abandonar esa mala mafia, Pero la intrépida Sherezade se casé con semejante maniaco justo para impedirle que siguiera haciendo de las suyas. Con tal propésito ides y puso en préctica ‘un artilugio que la harfa mundialmente famosa. Cada noche, una hora antes del alba, frente a un auditorio compuesto por su hermana Dinarzade y Schariat, co- ‘menzaba a relatar un cuento, Al amanecer interrumpia su narracién, con la promesa de reanudarla sin falta la ‘madrugaca subsiguiente, a la misma hora, si su matido Ja dejaba vivir hasta entonces. El sultén, con tal de no perderse el desenlace de la historia, le concedfa un dia iis de vida. A la noche siguiente, Sherezade termina- basu relato ¢ iniciaba otro, igual de interesante, que a su vez quedaria inconctuso hasta la préxima jornada. Schariat, siempre cutioso, aplazaba de nuevo la eject cién de la narradora, y asi El procedimiento se rite, sin fallar jams, durante mil y una noches. Hasta que Shetezacle, ya con tres hijitos y sin mas anéedotas en el ‘magin, pide clemencia y el soberano la indulta defini- tivamente, Se quedan juntos y felices, comen perdices, viven por muchos afios en santa paz, etcétera, Recuerdo que, de nifia, todo aquel tejemaneje me parecia de fo més normal. Ya de adulta, empecé a pre- guntarme por qué Sherezade, en vez de complicarse 161 tanto la existencia, no ajusticiaba a Schariar y listo. Con sus conocimientos de Medicina, bien hubjera podido envenenarlo sin despertar sospechas entre los cortesanos y sirvientes del palacio, Quiz4 esta manera de resolver el problema suene un poco dristica, pero en mi opinién debe resultar incomodisimo convivit con un psicépata que se la pasa pensando en estran~ gularla a una, ¢Y esa gracia? (Qué va! Mejor liquidar el negocio. Muerto el perro, se acabé la rabia. Segiin el cronista de los Sasdnidas, el corazén de Sherezade solo albergaba los sentimientos més nobles Yy_generosos. Pero eso no la convierte en Mahatma Gandhi. Si prestamos atencién a su fSbula del mé- dico Dubin y el rey enfermo de lepra que sojuzgaba al estado persa de Zuman, siniestra anatomia de un tiranicidio, advertimos que, a juicio de la narradora, hay circunstancias excepcionales donde la violencia no es condenable. Dubén, el tiranicida, cuenta con la simpatia explicita de Sherezade. Para ella, quien des- pacha a un dictador sanguinario, lejos de cometer un. crimen, le rinde un beneficioa la sociedad. (Me habria encantado ver, aunque fuera por un huequito, la cara de Schariar mientras escuchaba ese apélogo, ie je!) éPor qué no siguié Sherezade el ejemplo del sabio Dubin? Tal vez porque le gustaba su matido. No digo que lo amara, pues el amor siempre conlleva alga de admizacién y al sinvergitenza de Schariar no lo admi- taba nadie en toda Persia y sus alrededores. Pero quizé fuera un hombre bello, tal como suele aparecer en las versiones cinematogrificas de Las 1001 noches,y quién quita que fuese, ademés, un amante satisfactorio. 162 En cualquier caso, no nos queda sino aprobar fa decisién de Sherezade, E incluso aplaudirla. Porque gracias a ella tuvimos noticias de Aladino, Alf Babé, el marinero Simbad, el legendario calif Haroun-al- Rashid, Codadac, el ciego Abdald, Zeyn Alasmén, Sidi Noman, la princesa fiauhara, Tormenta, Zobeida, Cojia Hasén, el visir Giafar y compafia, junto con toda clase de genios, hadas, bestias fabulosas y otros personajes inolvidables que deambulan por los jardines de nuestra imaginacién hasta el sol de hoy. 163 -AJEDREZ ¥ SIMPATIA* Ls escritores son peligro, Con frecuencia na son my spins. Jeans Basses, ALGO QUE DECLARAR Santa Fe de Bogoté. Postrimerias del verano de 2007. Durante cuatro dias nos reunimos aqut arriba, a no 86 cuéntos metros sobre el nivel del max, los treinta Y nueve escritores jévenes més prometedores de Latinoamérica, Suena un poco bizarro, por no decir ridfculo, Pero no es culpa nuestra: en calidad de tales nos han invi- tado. Y ya que aceptamos venir, todos hemos de ses, mientras dure la fiesta, muy simpaticos. No licidos ni sinceros. Solo muy simpéticos. Esta de moda, ZY en ‘qué consiste la tan cacareada simpatia? Pues en otor- garle al préjimo lo que este solicite. Ni mas ni menos, Pentima jomada, ctepiisculo. Vestibulo del hotel Suite Jones, donde nos alojamos los treinta y nueve Pimpollos. Tras un maratén de entrevistas, paneles, Presentaciones y firmaderas de libros, estoy exhauista, sin dnimos para nada, Sentadita en una silla, famando, contemplo a la gente que pasa, “Una primera versin de este texto se publicd en GAES News, No. 2, Barcelona, 2008, p. 18. En su forma actual, aparece Portal dighal Hypermedia Magazine el 11 de agosto de 2016 180 De pronto veo a este chamaco peruano, Santia- 0 Roncagliolo, tratando de reclutar a mi compatriota Ronaldo Menéndez para jugar ajedrez. Lo tiene pric- icamente agarrado por el pescuezo. iVaya impetu ajedrecistico! Renuente, el cubano mira hacia todos lados en busca de auxilio, Exclama: iNo, asere, no! {Ya te dije que no...! Me recuerda a Patrick Bateman intentando librarse del pegajoso Luis Carruthers en aquella antol6gica escena de American Psycho, Ronaldo y esta servidora fuimos condiscfpulos en la Facultad de Artes y Letras de la UH, donde antafio le descargibamos al ajecrez, Apenas me divisa, pues, le informa a Santiago que yo también sé jugar. Y huye cobardemente, el muy lengtiino, mientras el peruano se gira hacia mf, ‘No puedo moverme rapido, soy presa ficil. De modo que Santiago me captura en un dos por tres. Le da igual un adversario que otro. Es obvio que su- fire de la denominada “fiebre del ajedrez”, como los jugadores compulsivos en aquel vertiginoso filme de Pudovkin donde a ratos vemos en accién nada menos que al mismisimo José Rail Capablanca.! {La comes silente Fiebre det gies (1925), diigda por Vsievolod Pudovkin y Nikolai Shpkouski, combina secuencas de Secién «on filmacionesrealizadas en ef matco del Torneo intemacional de Ajodezcelebrado ese afo en Mosc. En fa cinta, ademés de aes. {10 Capablanca, aparecen ots ajedrecistas de primer nivel, como Frank Marshall Richard R&i, Frederick Yes y Emst Grtnfeld. He {ncuido esos chiames aqui por sugerencia deri colega y amigo, el natrador, poeta y ensoyista Daniel De Manila, er lterario de este librte, quien también jugaba ajedrez conmigo, no en la UH, so mcho ates, enfa secundaria cuando éramos fies, LE 2006, As{ pues, ahora soy yo quien mira con angustia en derredor. Solo que en el vestfbulo, para mi desgracia, ya no queda mds nadie a quien soltatle esta papa ca, Hente.

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