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El libre albedrío

La libertad
El problema de la libertad del hombre

Introducción

El problema que confrontamos aquí es el siguiente: ¿Cómo puede una persona


ser moralmente libre y responsable si sus actos han sido preordinados desde la
eternidad? Al hablar de libertad y responsabilidad moral nos referimos a la
capacidad que tiene cada individuo para actuar con autodeterminación
racional; y por preordinación nos referimos al hecho de que desde la eternidad
Dios ha establecido con absoluta certeza los sucesos que han de acontecer en
la vida de cada persona y en la naturaleza. Todos, por supuesto, estamos de
acuerdo en que los actos de una persona deben ser sin compulsión externa y
conforme a sus propios deseos e inclinaciones, o no podríamos considerar a la
persona responsable de los mismos. Si los actos de un ser moralmente libre
fuesen contingentes e inciertos entonces es obvio que la preordinación y la
libertad moral son inconsistentes.
Todo filósofo que está convencido de la existencia de un Poder mediante el
cual todas las cosas existen y son controladas, se ve forzado a inquirir como la
voluntad finita puede hallar expresión bajo el reino de lo infinito. La solución
a esta difícil pregunta sobre la soberanía de Dios y la libertad moral del
hombre no consiste en negar la una y la otra sino más bien en una
reconciliación que reconozca la realidad de ambas, pero que dé la
preeminencia a la soberanía divina conforme a la infinita exaltación del
Creador sobre la criatura pecadora. El mismo Dios que ha decretado todos los
eventos ha decretado la libertad humana en medio de estos eventos, y esta
libertad está tan ciertamente establecida como todo lo demás. El hombre no es
un autómata o una máquina. En el plan divino, que es infinito en variedad y
complejidad y que se extiende de eternidad a eternidad e incluye a millones de
seres libres que actúan e interactúan y reaccionan unos con otros, Dios ha
decretado que los seres humanos retendrán su libertad moral bajo Su
soberanía. Sin embargo, Dios no nos ha dado una explicación formal de estas
cosas, y nuestro entendimiento humano limitado no es capaz de resolver
completamente el problema. Dado que los escritores bíblicos no vacilaban en
afirmar el control absoluto de Dios sobre los pensamientos y las intenciones
del corazón, tampoco se avergonzaban al incluir los actos de seres libres
dentro del designio divino.
Estos temas fueron expuestos mucho antes por Agustín, y otros antes que
Lutero y Calvino, como Wiclyffe.

Estimados hermanos: Les insto en el Señor a que podamos discutir y releer


los pasajes bíblicos en Génesis, Adán y Eva no tenían Libre Albedrío. Tenían
su voluntad como la de un bebé, para usarla en este sentido, para comer, para
bañarse, dirigirse, nombrar animales, labrar la tierra, etc. No conocían ni el
Bien, ni el Mal, ni la Ciencia. Es decir; su voluntad era pura, sin malicia. Dios
le dio una ley. “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol
del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Con la
ley su aparente libertad queda coartada, le pone límites a sus acciones al
decretarles su ley. Así como el mar tiene sus límites, también el hombre tiene
límites para sus actos. –Y desde el principio Dios puso límites y esos límites
fueron sus leyes; a Adán, a Noé, a Abraham, y Moisés. El hombre desobedece
porque es engañado por Satanás según su astucia hizo caer al hombre. Desde
entonces el hombre conoce la ciencia el bien y el mal. El hombre fue arrojado,
expulsado del Jardín. Tenía comunicación con Dios, pero al pecar se fue
reduciendo esa comunicación. Fue destituido de la gloria de Dios, de la
Presencia de Dios. No tenía libertad de escoger lo bueno o lo malo; porque en
su estado original ni siquiera sabía de esos conceptos, sino hasta que pecó
conoció el bien y el mal. Su voluntad quedó sometida a la voluntad y deseos
de Satanás.

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el


pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero
donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte
desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la
transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”. (Romanos
5:12-14)
“Pero 6 ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en
que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del
Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
¿Qué diremos, pues? ¿La ley es, pecado? En ninguna manera. 7 Pero yo no
conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley
no dijera: No codiciarás. Mas el 8 pecado, tomando ocasión por el
mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está
muerto. Y yo 9 sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento,
el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento 10 que era
para vida, a mí me resultó para muerte; porque el 11 pecado, tomando
ocasión por el mandamiento, me engañó, y 12 por él me mató. De manera
que la ley a la verdad es santa, y 13 el mandamiento santo, justo y bueno.
¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera;
sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por
medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento 14 el pecado
llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es
espiritual; más yo soy carnal, vendido al 15 pecado. Porque lo que hago, no
lo entiendo; pues no hago lo 16 que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
Y si lo que no 17 quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De
manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora 18 en
mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el
querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que
quiero, sino el mal que no quiero, 20 eso hago. Y si hago lo que no quiero,
ya no lo hago yo, sino el 21 pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo
hacer el bien, 22 hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el
hombre 23 interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis
miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo
a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con
la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”
(Romanos 7: 6-24).

Qué tenemos nosotros que ver con el pecado de Adán, o que tiene que ver la
creación con el pecado de Adán. Sin embargo el pecado pasó a todos los
hombres y degeneró la creación. La mente, la voluntad del hombre, quedó
sometida a la voluntad de Satanás. Prueba de ello es el homicidio que cometió
Caín en contra de su hermano Abel. Este fue influenciado por Satanás. Pablo
explica esto en Romanos 3, “No como Caín, que era del maligno y mató a
su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y
las de su hermano justas”.

“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay12 quien entienda. No
hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no13 hay ni siquiera uno.” Esto implica que el
hombre busca solo lo malo. El hombre no tiene libertad es esclavo del
pecado, aquí el pecado es personificado y por ende detrás del pecado hay
una persona, y muy dañina por cierto; Satanás.

Por otro lado cabe señalar que el Primero en hacer énfasis en el Libre albedrío
es Jacobo Arminio en los años 1623, en una de sus tantas refutaciones a Juan
Calvino. Es decir; fue él quien popularizó el Libre Albedrío. Arriba cuando
hago mención de que Satanás engañó al hombre (genérico), no quiero decir
que el hombre no tuvo responsabilidad frente al pecado.-Todos los hombres
son responsables. Dios enseña a los hombres lo que es bueno, para salvación,
queda en los hombres aprender y desaprender. Aprender el bien bíblico, y
desaprender de la maldad que condena. Además en teología: “Los hombres si
quieren pueden tratar de confinar el vasto océano dentro de un balde que ellos
mismos han formado, de la misma manera que pretenden confinar el vasto
rango de la revelación divina dentro de los débiles cercos de los sistemas de
teología humanos. No es posible hacer esto, ni se debiera intentar hacerlo. Es
muchísimo mejor hacer a un lado los sistemas teológicos y las escuelas de
teología, y venir, cual un niño, a la eterna fuente de la Santa Escritura, para
beber de ella las vivas enseñanzas del Espíritu de Dios.
Nada es más nocivo para la verdad de Dios, más desecante para el hombre ni
más subversivo para el crecimiento y el progreso espiritual que la mera
teología, ya alta o calvinista, ya baja o arminiana. Es imposible que el hombre
progrese más allá de los límites del sistema con el que está relacionado. Por
otra parte, un discípulo de la baja escuela —o arminiana— no quiere oír
acerca de la eterna seguridad de los que creen. Su salvación —alegan—
depende en parte de Cristo y en parte de ellos mismos. Conforme a este
sistema, el cántico de los redimidos debería sufrir una modificación: En lugar
de cantar simplemente: «Digno es el Cordero», deberíamos agregar: «Y
dignos somos también nosotros.» Podemos ser salvos hoy, y perdernos
mañana. Todo esto deshonra a Dios, y priva al cristiano de toda paz verdadera.
Muchos son los arminianos que quizá mal inerpretaron a Arminio o Armenio.
Al escribir así no es nuestra intención ofender al lector. Nada estaría más lejos
de nuestros pensamientos. No estamos tratando con personas, sino con
escuelas de doctrinas y sistemas de teología, de los que suplicamos con la
mayor vehemencia a nuestros amados lectores que se aparten de una vez para
siempre. Ningún sistema teológico contiene la verdad entera, completa, de
Dios. Todos, es verdad, contienen ciertos elementos de verdad; pero la verdad
siempre resulta anulada por el error; y aun cuando pudiésemos hallar un
sistema que, en lo que va de él, no contenga más que la verdad, con todo, si no
comprendiera toda la verdad, su efecto sobre el hombre es pernicioso, porque
conduce a una persona a vanagloriarse de tener toda la verdad de Dios,
cuando, en realidad, sólo se ha aferrado a un sistema humano que contiene un
solo lado de la verdad. Tanto los arminianos como los calvinistas tienen
verdades, pero solo en partes, Discúlpenme, pero pienso que ambos grupos no
tienen las verdades absolutas e infalibles, ya que todo sistema de teología tiene
errores. Recalco y redundo en esto. Acaso la Fe, la Esperanza, el Amor, la
Salvación, la Santidad, la Justificación, la Perfección, la Redención proviene
de algún ser humano? ¿No es de Dios? Lo poco o mucho que nos esforcemos
por nuestros propios medios es nada, delante de Dios. El misterio es, que es un
don de Dios, y no por nada que nosotros hagamos aparte de Dios. No quiero
decir con esto que no debemos luchar, no, no,- hay que luchar-, “y la lucha no
es contra sangre ni carne, sino contra potestades, contra principados, contra
Satanás mismo”. Además, es raro encontrar un solo discípulo de cualquier
escuela de doctrina que pueda enfrentar a la Escritura en su conjunto. Siempre
se citarán un determinado número de textos preferidos que se repetirán
continuamente; pero no se apropiará de una vasta porción de la Escritura.
Tómense, por ejemplo, pasajes tales como los siguientes: “Pero Dios… ahora
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos
17:30). “El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad” (1.ª Timoteo 2:4). “El Señor… es paciente
para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento” (2.ª Pedro 3:9). Y, en la última página del
inspirado Volumen, leemos: “Y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente” (Apocalipsis 21:17).
¿Hemos de tomar estos pasajes tal como están, o hemos de introducir palabras
que modifiquen su sentido de manera de adaptarlos a nuestro particular
sistema teológico? El hecho es que estos pasajes ponen de manifiesto la
grandeza del corazón de Dios, las acciones de su naturaleza de gracia y el
vasto aspecto de su amor. No es conforme al amante corazón de Dios que
ninguna de sus criaturas perezca. No hay tal cosa en la Escritura como ciertos
decretos de Dios que relegan a un determinado número de hombres a la eterna
condenación. Tal cosa es falsa, como sostienen algunos hiper-calvinistas.
Algunos pueden ser judicialmente entregados a la ceguera por su deliberado
rechazo de la luz (véase Romanos 9:17; Hebreos 6:4-6; 10:26-27; 2.ª
Tesalonicenses 2:11-12; 1.ª Pedro 2:8). Pero todos los que perecen, sólo se
echarán la culpa a sí mismos; mientras que los que alcanzan el cielo, darán
gracias a Dios.
Si hemos de ser enseñados por la Escritura, debemos creer que todo hombre es
responsable conforme a su luz. El gentil es responsable de oír la voz de la
Creación. El judío es responsable sobre la base de la ley. La cristiandad es
responsable sobre la base de una revelación completa que se halla contenida
en toda la Palabra de Dios. Si Dios manda a todos los hombres en todo lugar,
que se arrepientan, ¿quiere decir lo que afirma, o se refiere solamente a todos
los escogidos? ¿Qué derecho tenemos de agregar, alterar, recortar o acomodar
la Palabra de Dios? ¡Ninguno! Tomemos la Escritura tal como está, y
rechacemos todo lo que no pueda resistir la prueba. Bien podemos poner en
duda la solidez de un sistema que no es capaz de soportar toda la fuerza de la
Palabra de Dios en su conjunto. Si los pasajes de la Escritura parecen
contradecirse, sólo lo es a causa de nuestra ignorancia.
Reconozcamos humildemente esto, y esperemos en Dios para una mayor luz.
Éste —bien podemos estar seguros de ello— es el firme terreno moral que
debemos ocupar. En vez de tratar de reconciliar aparentes discrepancias,
inclinémonos a los pies del Maestro y justifiquémosle en todos sus dichos. Así
cosecharemos abundantes frutos de bendición, y creceremos en el
conocimiento de Dios y de su Palabra en conjunto. (Mackintosh). Nada ni
nadie ha hecho más daño al cuerpo de Cristo, que las dos corrientes teológicas
que imperan en la mente de nosotros los cristianos protestantes. Desde Juan
Calvino como reformador, y desde Jacobo Arminio como refutador hasta
nuestros días; la Iglesia tiene más denominaciones, y sectas por otro lado, que
en cualquier otro período de la Iglesia. . El arminianismo afirma,
correctamente, que el hombre es responsable de creer para ser salvo, pero, de
esa responsabilidad, deduce, erróneamente, que el hombre tiene una capacidad
propia dentro de sí para decidir ir a Cristo: el llamado «libre albedrío».
Puesto que este sistema hace depender la salvación del llamado «libre
albedrío», entiende la soberanía de Dios como un paso inicial de la salvación,
pero no como una elección soberana de Dios, independiente de la voluntad del
hombre. Sostiene que Dios elige según su presciencia, o sea, elige a los que Él
sabe de antemano que habrán de creer en Cristo. Una de las consecuencias
funestas de este sistema es que, al hacer depender la salvación de la elección
humana, ella se puede perder por ese mismo «libre albedrío». Podemos ser
salvos hoy y mañana perder nuestra salvación, como que esta dependiera de
nosotros. La escuela contraria —el calvinismo— se apoya en otra serie selecta
de textos que muestran que la redención completa del hombre depende
exclusivamente de la soberanía de Dios, quien elige desde la eternidad a
aquellos que habrán de ser salvos, independientemente de su voluntad o
conducta, lo cual, hasta ahí, es cierto. Con más o menos variantes en lo que
respecta al grupo de personas que no fueron elegidas por Dios desde la
eternidad para salvación (los que quedan en un estado de condenación) La
cuestión de la responsabilidad del hombre parece dejar perplejas a muchas
almas. Éstas consideran que es difícil —por no decir imposible— conciliar
este principio con el hecho de que el hombre carece por completo de poder.
«Si el hombre —arguyen— es absolutamente impotente, ¿cómo puede ser
responsable? Si él por sí mismo no puede arrepentirse ni creer al Evangelio,
¿cómo puede ser responsable? Y si él, finalmente, no es responsable de creer
al Evangelio, ¿sobre qué base, entonces, podrá ser juzgado por rechazarlo?»
Así es como la mente humana razona y arguye; y la teología,
lamentablemente, no ayuda a resolver la dificultad, sino que, por el contrario,
aumenta la confusión y la oscuridad. Pues, por un lado, una escuela de
teología —la «alta» o calvinista— enseña —y correctamente— la completa
impotencia o incapacidad del hombre; que si se lo deja librado a sus propios
medios, él jamás querrá ni podrá venir a Dios; que esto sólo es posible gracias
al poder del Espíritu Santo; que si no fuese por la libre y soberana gracia,
nunca un solo ser humano podría ser salvo; que, si de nosotros dependiera,
sólo obraríamos mal y nunca haríamos bien. De todo esto, el calvinista deduce
que el hombre no es responsable. Su enseñanza es correcta, pero su deducción
es errónea. La otra escuela de teología —la «baja» o arminiana— enseña —y
correctamente— que el hombre es responsable; que será castigado con eterna
destrucción por haber rechazado el Evangelio; que Dios manda a todos los
hombres en todo lugar que se arrepientan; que ruega a los pecadores, a todos
los hombres, al mundo, que se reconcilien con Él; que Dios quiere que todos
los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. De todo esto,
el sistema deduce que el hombre tiene el poder o la facultad de arrepentirse y
creer. Su enseñanza es correcta; su deducción, errónea.
De esto se sigue que ni los razonamientos humanos ni las enseñanzas de la
mera teología —alta o baja— podrán jamás resolver la cuestión de la
responsabilidad del hombre y de su falta de poder. La palabra de Dios
solamente puede hacerlo; y lo hace de la manera más simple y concluyente.
Ella enseña, demuestra e ilustra, desde el comienzo del Génesis hasta el final
del Apocalipsis, la completa impotencia del hombre para obrar el bien y su
incesante inclinación al mal.
La Escritura, en Génesis 6, declara que “todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos es de continuo solamente el mal”. En
Jeremías 17 declara que “engañoso es el corazón más que todas las cosas,
y perverso”. En Romanos 3 nos enseña que “no hay justo, ni aun uno; no
hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera
uno”.
Además, la Escritura no sólo enseña la doctrina de la absoluta e irremediable
ruina del hombre, de su incorregible mal, de su total impotencia para hacer el
bien y de su invariable inclinación al mal, sino que también nos provee de un
cúmulo de pruebas, absolutamente incontestables, en la forma de hechos e
ilustraciones tomados de la historia actual del hombre, que demuestran la
doctrina.
Nos muestra al hombre en el jardín, creyendo al diablo, desobedeciendo a
Dios y siendo expulsado. Lo muestra, tras haber sido expulsado, siguiendo su
camino de maldad, aparecen en escena Caín y Abel; el justo Abel hace el bien
es odiado, y envidiado y asesinado, se reproduce el hombre y aumenta consigo
la maldad, hasta que Dios, finalmente: tuvo que enviar el diluvio. Luego, en la
tierra restaurada, el hombre se embriaga y se degrada. Es probado sin la ley, y
resulta ser un rebelde sin ley. Entonces es probado bajo la ley, y se convierte
en un transgresor premeditado. Entonces son enviados los profetas, y el
hombre los apedrea; Juan el Bautista es enviado, y el hombre lo decapita; el
Hijo de Dios es enviado, y el hombre lo crucifica; el Espíritu Santo es
enviado, y el hombre lo resiste. No es acaso porque el hombre es hombre de
pecado, no es porque es hijo de perdición. Los arminianos dicen hoy soy salvo
y mañana me pierdo. No se le llama a esto Apostasía, nunca ha sido salvado
quien piensa así? A como dice Juan “salieron de nosotros, pero no eran de
nosotros”. En los arminianos hay conceptos trasladados de la Ley, y los
mezclan con la Gracia. En la ley el hombre se esforzaba por obras, pero al
mismo tiempo se jactaba. En la Gracia le corresponde a Dios, es un don
divino; en donde la gloria y honra, y exaltación le pertenecen a Dios.
Así pues, en cada volumen —por decirlo así— de la historia del género
humano, en cada sección, en cada página, en cada párrafo, en cada línea,
leemos acerca de su completa ruina, de su total alejamiento de Dios. Se nos
enseña, de la manera más clara posible, que, si del hombre dependiera, jamás
podría ni querría —aunque, seguramente, debería— volverse a Dios, y hacer
obras dignas de arrepentimiento. Y, en perfecta concordancia con esto,
aprendemos de la parábola de la gran cena que el Señor refirió en Lucas 14,
que ni tan siquiera uno de los convidados quiso hallarse a la mesa. Todos los
que se sentaron a la mesa, fueron “forzados a entrar”. Ni uno solo jamás
habría asistido si hubiese sido librado a su propia decisión. La gracia, la libre
gracia de Dios, debió forzarlos a entrar; y así lo hace. ¡Bendito sea por
siempre el Dios de toda gracia!
Pero, por otra parte, lado a lado con esto, y enseñado con igual fuerza y
claridad, está la solemne e importante verdad de la responsabilidad del
hombre. En la Creación, Dios se dirige al hombre como a un ser responsable,
pues el tal indudablemente lo es. Y además, su responsabilidad, en cada caso,
es medida por sus beneficios. Por eso, al abrir la epístola a los Romanos,
vemos que el gentil es considerado en una condición sin ley, pero siendo
responsable de prestar oído al testimonio de la Creación, lo que no ha hecho.
El judío es considerado como estando bajo la ley, siendo responsable de
guardarla, lo que no ha hecho. Luego, en el capítulo 11 de la epístola, la
cristiandad es considerada como responsable de permanecer en la bondad de
Dios, lo cual no hizo. Y en 2.ª Tesalonicenses 1 leemos que aquellos que no
obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo, serán castigados con eterna
destrucción. Por último, en el capítulo 2 de la epístola a los Hebreos, el
apóstol urge en la conciencia esta solemne pregunta: “¿Cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” Salvación que se
preserva solamente bajo la guía del Espíritu Santo. Salvación, Santificación,
Perfección, Justificación que dependen de Dios, Salvación “La salvación
pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.
Santificación, “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida
de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.
Perfección “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,…”
Justificación y Redención “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el
cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y
redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el
Señor.” Por favor hermanos no nos confundamos con la verdad en partes. A
calvinistas y arminianos no son infalibles.
CONCLUSIÓN
La libertad de los ángeles estaba coartada por la obediencia y sometimiento a
Dios. -Esto lo menciono brevemente arriba. No tenían libertad absoluta. La
libertad de las criaturas era y es relativa en cuanto a Dios, está en dependencia
con Dios; con esto quiero decir que las acciones volitivas de ángeles, tanto
como la del hombre, estaban sujetas a la voluntad de Dios. La aparente
libertad del hombre para hacer lo que él quiere y lo que le venga en gana no
existe. Me hago esta pregunta ¿Soy libre o no soy libre? Y mi respuesta es no.
A menos que Cristo me libere y quedo preso, esclavizado, sometido a Él de
forma implícita. No tengo salida y si me salgo a quién voy, como dijo Pedro
¿Señor a quién iremos?
-Sí no dependo de Dios, yo sería Dios.
-Sí yo no dependiera del cosmos, yo sería Dios.
- Sí yo no dependiera del sexo, yo sería Dios.
- Sí yo no dependiera de la historia, yo sería Dios.
Mi libertad depende de Dios, y no de mi mismo; no puedo liberarme de mi
pecado, de otra manera para qué iba a morir Cristo.
Puedo labrar y sembrar en la tierra, pero no puedo ordenarle que me dé sus
frutos.
Yo no elegí nacer, como tampoco escogí ser varón, ni mi nombre lo escogí;
por lo tanto dependo del sexo.
Al nacer o existir estoy inmerso en la historia, dependo de ella; sino yo sería
Dios.
Pareciera que los hombres actúan con libertad absoluta, pero no es así.
-El que obedece a Dios no es libre, sino esclavo de Dios.
-El que obedece a Satanás no es libre, sino esclavo de Satanás.
Cuando hago mención de que la voluntad de Adán era como la de un bebé es
en cuanto a pureza de corazón no existía en ellos todavía ni una pizca de
contaminación delictiva.
El Libre Albedrío le pertenece solamente a Dios.
Los ángeles no escogieron servir a Dios, ya le servían después de haber sido
creados. No sabemos en qué momento dejaron de servirle allá en la eternidad,
tampoco yo no estuve allí, ni ningún otro ser humano. Pero Satanás provocó
una rebelión, una revolución en el cielo y arrastró hacia la delincuencia, hacia
el pecado a los ángeles. La voluntad de los ángeles estaba limitada a la
obediencia a Dios. La Escritura nos da poca luz acerca de cómo fueron
arrastrados y engañados por Satanás los ángeles. Tampoco podemos penetrar
en la mente de Dios ¿del por qué permitió el mal?, y ¿por qué dejo actuar a
Satanás y que cometiera tales abominaciones? Eso solo cabe en sus designios.
También uso la palabra genérico haciendo referencia al hombre, al ser
humano, equivale a decir hombre o mujer. No hago referencia de que fue la
mujer quien fue engañada, repito digo el hombre (genérico para referirme a
ambos). Mientras Adán y Eva obedecían a Dios sus voluntades estaban
sometidas a la voluntad de Dios; no eran libres como muchos pretenden hacer
creer, ellos no escogieron servir a Dios porque ya le servían antes de pecar. La
serpiente los engañó, no sabemos cómo a profundidad, ya que, hay poca luz en
el relato de la caída. Desde que el hombre pecó (adamat=ser humano) en el
original ni siquiera menciono ish o ishá. Sino hombre genérico, vale la pena
redundar en ello.
Desde ese entonces toda la raza humana quedó deformada, no hay en la
naturaleza humana el ESCOGER LO BUENO O LO MALO, ya que, el
hombre ha quedado a merced de Satanás, y todos somos pecadores y por tanto
somos esclavos de Satanás, el ha entenebrecido el corazón del hombre, ha
cegado el entendimiento desde el principio. No sabemos cuánto tiempo pasó o
cuánto tiempo transcurrió para que Satanás engañara al hombre, pero lo hizo.
Romanos 1:21
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron
gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón
fue ENTENEBRECIDO.
Tome en cuenta el verbo (fue) entenebrecido

Efesios 4:18
teniendo el entendimiento ENTENEBRECIDO, ajenos de la vida de Dios
por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
La ignorancia que en ellos hay es de naturaleza pecaminosa, ” El hombre
natural no puede discernir lo espritual”
Satanás ha entenebrecido el corazón del hombre, cuándo? Cuando Adán
pecó.
Mateo 6:10
Venga tu reino. Hágase tu VOLUNTAD, como en el cielo, así también en
la tierra.
Cada hombre puede hacer la voluntad de Dios solamente con el Espíritu
Santo en su vida, sometiendo su voluntad a la de Dios.
Es decir solamente con Cristo actuando en cada ser humano: ” porque
separados de mí nada podeis hacer”
Mateo 7:21
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la VOLUNTAD de mi Padre que está en los cielos.
Mateo 12:50
Porque todo aquel que hace la VOLUNTAD de mi Padre que los cielos,
ése es mi hermano, y hermana, y madre.
La vedadera LIBERTAD es la que da Cristo. Nos libera, pero pasamos a ser
esclavos de Él. No hay Libre albedrío. Ya no actúo con mi propia voluntad
sino bajo la voluntad de Dios, sí es que el Espíritu de Dios mora en mí.
El que hace pecado es hijo del diablo
Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él
los ojos, dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, (hijo del diablo),
enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del
Señor? Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y
no verás el sol por algún tiempo.

Juan 8:44
Vosotros sois de vuestro PADRE EL DIABLO, y los deseos de vuestro padre
queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en
la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla;
porque es mentiroso, y padre de mentira.
El hombre en el Antiguo Pacto se esforzaba por ser bueno esto era en la Ley,
más ahora en la Gracia es diferente,- Es Dios quien me Salva, quien me
Justifica, quien me mantiene Santo, quien me Redime, quien me Glorifica,
nada de lo que yo haga vale mucho para Dios o delante de Dios. Soy
instrumento en las manos de Él. Pablo fue instrumento en las manos de Cristo,
entendemos esto? somos como un lápiz en manos de los escritores, como
vasos en las manos de los que tiene sed, así es el que está entregado a Dios.
Dios actúa en el hombre y no el hombre por su propia voluntad, es más la
voluntad de Dios que la del hombre.
Si el hombre actúa por sus propios medios en la Evangelización se tornará
más humana que divina. Dejemos que Dios nos guíe a través de Su Santo
Espíritu y entenderemos que no tenemos Libre Albedrío.

Bibliografía,

Predestinación: Loraine Boetner -Traducido por Manuel E Gómez Cap. 16


pags. 123-125

Estudios sobre el libro de Exodo. (Mackintosh)

Biblia Reina Valera 1960.

Sobre el Libre albedrío: Comentario por Gerardo Guido

http://contralaapostasia.com/2012/08/08/libre-albedrio/por Dionisio M

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