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CAPITULO VI CONSTRUCCION DE POSIBILIDADES TERAPEUTICAS Gianfranco Cecchin En el campo de fa terapia familiar podemos observar un desplazamien- to lento pero permanente desde una epistemologfa basada en principios ci- bernéticos hacia una epistemologia basada en la idea de que las relaciones humanas surgen por medio de sus relatos producidos socialmente. En el 4m- bito social nacen determinados relatos familiares. Desde esta perspectiva po- demos decir que las interacciones brindan las oportunidades y establecen los limites'de nuestros mundos. En este capitulo realizaré la reconstrucci6n de un relato de la evoluci6n desde los principios cibernéticos a la construccién social, y sostendré que esté proceso se desarroila gracias al constante cuestionamiento y a la curiosi- dad por conocer creencias, modelos y formas de practica. También quiero sugerir que el terapeuta, al ser un estratega y un clinico no instrumental, puede evitar la certeza de la verdad Ultima. Es interesante formular algunas hip6tesis acerca del desplazamiento desde los principios de la cibernética a los de fa construccién social. Toda forma de estabilidad crea las condiciones para nuevos cambios, que a su vez crean una nueva estabilidad, y asi sucesivamente. Teniendo en cuenta estas ideas, es muy revelador examinar lo que ha sucedido en el campo de la terapia fa- miliar, particularmente a través de mi participaci6n en la evolucion del mo- delo sistémico de Mil4n. Yo fui una de las cuatro personas que en 1971-1972, en Mil4n, trataron de hacer terapia de una manera diferente. Después de va- rios afios de esfuerzos por trabajar terapéuticamente usando el modelo psi- coanalitico, empezamos a sentirnos insatisfechos y buscamos un nuevo mo- delo y una nueva manera de trabajar. Nuestra elaboraci6n del modelo sistémico se caracteriz6 por varios cambios conceptuales: pasamos 1) de la energia a la informaciOn; 2) de las entidades a las construcciones sociales; y 3) de centrarnos en la familia a centrarnos en el terapeuta. DE LA ENERGIA A LA INFORMACION Cuando, como equipo, conocimos las nuevas ideas presentadas por Watz- lawick et al., en 1967, nos pareci6 que constituian una magnifica teorfa. Se- n2 FORMAS DE LA PRACTICA gan esa teoria, ya no era necesario usar el concepto de energia. Todo era comunicaci6n. Todo era mensaje. Conocimos entonces una nueva libertad, no Ja libertad de buscar lo que podriamos encontrar dentro de una persona, sino la de indagar cémo se re- laciona la gente en una red de comunicaci6n donde cada persona hace algo y al mismo tiempo responde a alguien. De alli surgieron relatos y juegos, muchos maravillosamente dramaticos y conmovedores, y a veces hasta c6- micos. Nos sentiamos fascinados por aquellos juegos y empezamos a buscar maneras de poner en practica el juego «real» en nuestras familias. Era una experiencia agradable y fascinante conversar con una familia y dedicar tiem- po, junto con nuestros colegas, a descubrir qué clase de juego estaban ju- gando aquellas personas. Desde luego, una vez elegida esta postura, se pro- dujeron ciertas consecuencias. Empezaron a aparecer algunas perturbaciones y contradicciones. En pri- mer lugar, notamos que cuanto mas patoldgica era la familia, mds facil resul- taba describirla o describir su juego. Adoptamos una postura que nos permi- tia ver a las familias como sistemas mec4nicos regulados por realimentaci6n. Entonces se introdujeron subrepticiamente las primeras dudas: «{Nuestra teo- tia es buena s6lo para sistemas que, de algin modo, se asemejan a una ma- quina? . Hacfamos a la familia una pregunta muy simple, como por ejemplo «;C6mo estan ustedes?» y alguien nos preguntaba: «{Por qué se supone que esa pre- gunta es parad6jica?». En una palabra, nos estancamos: nos habian puesto la etiqueta de paraddjicos. Todo lo que haciamos tenia que ser paraddjico. Y desde luego, todo se enmarcaba en un juego de poder. Pasado cierto tiem- po, advertimos otro giro conceptual. Observamos que, como miembros del equipo, luch4bamos entre nosotros y nos sentiamos incémodos. Habia que modificar algo. Lo que nos ayud6 a superar el estancamiento fue otra teoria. Descubri- mos la obra de Bateson Steps to an Ecology of Mind (1972). Nos dimos cuen- ta de que el Grupo de Palo Alto (Watzlawick et al., 1967) se habia inspirado en la obra de Bateson. Entonces empezamos a tomar diferentes ideas de Ba- teson, en su forma original, para salir de aquel impasse. DE LAS ENTIDADES A LAS CONSTRUCCIONES SOCIALES Seguimos trabajando sobre aquel desplazamiento desde la energia a la informaci6n, y nos dimos cuenta de que la comunicaci6n es un proceso de 4 FORMAS DE LA PRACTICA relacidn en el que la informaciOn se construye socialmente. Bateson ha for- mulado esta posicién en su andlisis del poder. El poder, dice Bateson, es una idea, una construccién. La gente crea la idea de poder y después se com- porta como si el poder existiera. El poder lo crea el contexto y lo inventan los protagonistas de la situacién. Al adoptar esta idea dejamos de ver los actos de los miembros de Ia fa- milia como maniobras dentro de un juego de poder. Empezamos a ver que las personas estaban involucradas en una decisién de permanecer juntas, no case Jas unas a las otras. Era un giro conceptual ante. Maridos y espo- i|sas, padres e hijos no estén juntos para derrotarse unos a otros, sino que al ||enfrentarse tratan de dar sentido a su relaciOn. De algtin modo, esta posicién del terapeuta era mas «humana». Luchar y competir por el poder era sdlo una de las muchas maneras de explicarse que tiene la gente. Podfamos decir que era un intento de explicarse cuando no habia otras opciones visibles 0 accesibles. Este cambio nos brind6 Ia oportunidad de revisar lo que el terapeuta hace dentro del contexto terapéutico. Una vez descartada la metafora del juego o de la batalla, desaparecia también la necesidad de ganar. Podiamos, cnton- ces, entrar en un proceso autorreflexivo. Cuando identificamos este cambio, tomamos conciencia de un fendmeno muy interesante. Cuando determina- do terapeuta hablaba con una familia, «descubria» cierto tipo de juego, mien- tras que otro terapeuta vefa un juego diferente. Un tercer terapeuta veia otro juego, y asi sucesivamente. Nos dimos cuenta de que el juego no dependfa slo de la familia sino también del terapeuta. Quiz4, después de todo, no hu- biera juego alguno. El juego surgia de Ja relaci6n entre el terapeuta y la fami- lia. Hecha esta observaci6n, empezamos a dudar de la idea del «descubri- miento», Durante mucho tiempo habfamos creido que nuestra tarea como cientificos/clinicos era precisamente «descubrir». S6lo después de un descu- brimiento bueno y fiable podfamos hacer algo que fuera médica y éticamente correcto. Pero de pronto nos enfrentaébamos con la contradiccién de que lo que descubriamos dependia del «descubridor y del tipo de preguntas que formulabamos. En lo fundamental, lo que descubriamos era lo que ha- biamos co-construido con Ia familia. EL CAMBIO DE ENFOQUE: DE LA FAMILIA AL TERAPEUTA Nos vimos obliga i tro foco de atencién se des- plaz6 desde «la familia» hacia «el terapeuta». Durante mucho tiempo no ha- biamos cucstionado al observador; pero, convencidos ahora de que lo que «descubrimos» depende en ultima instancia del observador, empezamos a CONSTRUCCION DE POSIBILIDADES TERAPEUTICAS us vigilarnos. Nuestros alumnos nos ayudaron muchisimo. A los estudiantes que se formaban en nuestro centro siempre les habia interesado mas lo que no- sotros, los terapeutas, hacfamos que Jos juegos que realizaban las familias. Mientras nosotros interrogabamos a las familias acerca de su organizacion, los estudiantes nos preguntaban qué era lo que estabamos haciendo. Enton- ces surgieron dos enfoques con relaci6n al terapeuta: la idea de las hipotesis y la postura de Ja curiosidad. De la verdad a las hipdtesis Cuando fijamos nuestra atencién en nosotros mismos nos dimos cuen- ta de que siempre tenfamos una idea acerca de lo que ocurria. Esto podia crear cierta tensi6n con la familia, porque sia nosotros nos gustaba demasia- do nuestra idea (hip6tesis), involuntariamente tratarfamos de imponérsela a Ja familia. Pensamos entonces que, quiz4, si los miembros de la familia po- dian ver las cosas a nuestra manera, el problema desapareceria. Nos llev6 cierto tiempo descubrir que lo que constitufa la diferencia no era la calidad de nuestra hip6tesis. Lo que establecia una diferencia, por el contrario, era el contraste (la relaci6n) entre nuestra hipétesis y las de la fa- milia, o entre las diferentes hipOtesis que surgian durante Ja conversacién. Nos esforzamos por abandonar nuestras hipotesis, aun cuando las encontra- ramos muy atractivas y nos parecieran verdaderas. La hip6tesis era una ma- nera de construir una conexi6n con el sistema, y no un paso hacia el descu- brimiento de una historia «real». Por lo tanto, descubrimos que podiamos trabajar durante media hora o mas para elaborar una hermosa hipotesis, que reuniera todos los elementos del sistema, y podfamos también descartarla en pocos minutos, si veiamos que no servia.’ La hipOtesis es una manera de contribuir a la construcci6n de una rela- cién terapéutica; es la base para iniciar una conversacion. Al hablar, cl tera- 1. Una vez que establecimos que podiamos cambiar de hipétesis muchas veces, se nos presenté un nuevo interrogante: «De d6nde vienen las hip6tesis?». Dado que las hipotesis las formula el observador en relacion con otros observadores/participantes, es obvio que la expe- riencia acumulada de esos observadores es Ia que les permite formular ideas, conceptos o hi- pétesis. Basicamente, son sus eparcialidades» las que construyen Ia hipotesis. Las parcialidades de los observadores surgen de sus antecedentes culturales, de su educacién y de su forma- cién. Para el término medio del terapeuta familiar, la principal fuente de ideas es el psicoanali- sis. Consideremos, por ejemp!o, las bellas historias que salen del complejo de Edipo. De la teorfa de a triangulacin de J. Haley (1964) surgié la teorfa del limite desarrollada por Minu- chin (1974) y la explicaciOn del ciclo vital, y la teorfa del juego psicético de Selvini et al. (1989), y asi sucesivamente. Solemos decirles a nuestros estudiantes: «Ustedes deben tener en mente 24 hipotesis y 50 historias; y cuando conversen con una familia deben utilizar la primera que se les ocurra> n6 FORMAS DE LA PRACTICA peuta revela sus ideas acerca de lo que esté sucediendo y se compromete, junto con la familia, en un modo de obrar que repercute en todos los parti- cipantes. Este tipo de repercusiones (una combinaci6n de mensajes corpo- rales, formulaciones verbales, ideas e hip6tesis) es una invitacion a crear un nuevo sistema. El valor de la hipétesis no est4 en su verdad sino en su capa- cidad de crear una repercusi6n que incluya a todas las personas involucra- das. Imagino que alguien podria sentirse participe de esa repercusi6n aun sin hablar, s6lo con la conversaci6n analégica. Sin embargo, para manifestar nuestra ternura los seres humanos usamos palabras. Por ello, las palabras y Jas hip6tesis son una manera de entrar en contacto con los demas; y su con- tenido no interesa. En resumen, la hip6tesis es un modo de crear repercu- verdad o de su validez como explicacién. cidade su valces COMO EXPUCacton. De la neutralidad a la curiosidad La idea de neutralidad, fundamental para el enfoque sistémico del Gru- po de Milan (Selvini et ai., 1980; Cecchin, 1987) también proviene del len- guaje bélico. Como no podemos tomar partido en la lucha que estamos ob- servando, decidimos ser neutrales. De algtin modo, la neutralidad pone al terapeuta en una situaci6n de «poder». ;C6mo podemos evitar esta contra- dicci6n? Nos llev6 cierto tiempo advertir que la neutralidad también se po- dia contemplar como un «estado de actividad» (véase Cecchin, 1987). El es- fuerzo del terapeuta por buscar pautas y por descubrir lo que encaja con el comportamiento, y no sus causas 0 sus «porqués», es lo que constituye el «acto» de ser neutral. En estas circunstancias dos te6ricos acudieron en nuestra ayuda. Partien- do de la descripcién de las organizaciones biolégicas, Maturana y Varela (1987) llegaron a la conclusi6n de que las diferentes unidades bioldégicas no influ- yen sobre su comportamiento reciproco de manera directa, sino a través del acoplamiento estructural. En otras palabras, sucede simplemente que dife- rentes unidades encajan una con otra; y todo intento de explicar su interac- ci6n de un modo causal es s6lo un relato construido por un observador. Este relato podria ser inutil y hasta perjudicial. Lo que vemos como sistema es el acople mutuo de sus miembros, acople que se convierte en una cualidad. estética de la interacci6n. Lo que vemos que sucede podrfa no suceder. Si cierto evento no encaja, no deberia estar alli. Esta vision estética genera un sentimiento de curiosidad. Si las personas son desdichadas con su situacién pero estan, no obstante, inmersas en ella, debe ser porque hay cierto tipo lor, sino simplemente una Conexi6n. Ser curioso acerca de €sta Conexion sucle CONSTRUCCION DE POSIBILIDADES TERAPEUTICAS uz ser Util para construir formas ms visibles de vinculaci6n. La curiosidad, como postura terapéutica, brinda la oportunidad de construir nuevas formas de rpr 7 accion € interpretacion. _——— EL TERAPEUTA IRREVERENTE COMO CONSTRUCCIONISTA SOCIAL Lo que he descrito hasta aqui es la posicién del observador-terapeuta que usa sus respuestas como instrumento para entrar en un sistema. Pero existen también otras formas posibles de entrar en una historia. Anderson y Goolishian (1988) sefialan que la conversaciOn terapéutica es una manera de comprometerse con una familia. A mf me gustaria hacer otra sugerencia. Como terapeutas, nos convertimos en actores participantes en el relato tera- péutico. La separaci6n entre «actor participante» y «conversador» es arbitra- ria. Sin embargo, para facilitar las cosas separamos artificialmente estas dos posiciones. Como conversador, un terapeuta intenta «desbloquear» las res- tricciones ldgicas que mantienen el estado de «estancamiento» del sistema (véase Sluzki, 1992). Esto se logra por medio del uso de preguntas circulares (Selvini et al., 1980). Como actor participante, el terapeuta utiliza el rol que surge en el contexto interactivo para actuar, dar indicaciones, convertirse en un «controlador social» o hasta en un «moralizador». El terapeuta puede ha- cer todo esto y sin embargo mantenerse leal a una epistemologia sistémica slo si tiene siempre presentes dos principios aparentemente contradictorios. En primer lugar, el terapeuta debe recordar que hay diferentes relacio- nes que contribuyen a la construcci6n del terapeuta como moralista, como controlador social, etc. Asi, si el terapeuta adopta una postura moralizante con una familia donde el incesto ha sido un problema, est4 actuando «mo- ralmente> s6lo en la medida en que diversos contextos y una variedad de relaciones le brindan la oportunidad de realizar tales construcciones. Entre las relaciones importantes figuran la relaci6n terapéutica (entre terapeuta y cliente) y las condiciones institucionales, culturales e hist6ricas que vienen al caso en el momento terapéutico. También es preciso tener en cuenta la orientaci6n del terapeuta, que surge de su historia personal, su orientaci6n teGrica, etc. Estas cuestiones relacionales encajan con las historias persona- Jes de los clientes. En segundo lugar, el terapeuta debe recordar que su posici6n, tal como _se construye en el complejo momento interactivo, es una co-construccion. Por lo tanto, el terapeuta comparte la responsabilidad por el contexto que surge en la terapia. Por otra parte, los que trabajan con equipos deben recor- dar que, colectivamente, los miembros del equipo participan en Ia situaci6n terapéutica que desarrollan. Todos los participantes se convierten en miem- bros activos en fa conversaci6n (aun cuando parezcan pasivos) y asi, es posi- ns FORMAS DE LA PRACTICA ble considerar que todos los participantes estén continuamente seleccionando determinadas acciones e interpretaciones. Sin embargo, es importante tener en cuenta que hacer una selecci6n no implica la viabilidad de una construc- cin. Para que una interpretaci6n o una accién sean viables, deben ser cohe- rentes dentro del contexto significativo interactivo. Esto requiere una forma de coreografia social. Ademéas, la seleccién de determinada interpretaci6n por parte de un terapeuta o de un cliente est4 siempre constrefiida por las posibilidades que surgen en la situacién terapéutica misma. Asimismo, deci- dir actuar de determinada manera no asegura un desenlace previsible, por- que nuestras actividades van siempre unidas a las actividades de otros, y por ello brindan la oportunidad de que se materialicen consecuencias no busca- das (Shotter, 1987). Un ejempio ayudara a esclarecer este segundo punto. Supongamos que un terapeuta cierra una sesiOn con el siguiente comentario: «Estoy convenci- do de que muchos problemas de su familia surgen del hecho de que su com- portamiento esta regido por un modelo patriarcal que oprime a las mujeres. Algunas de las historias que ustedes me han contado me indujeron a pensar asi. Por lo tanto, les daré algunas instrucciones, con la esperanza de romper ese modelo. Sin embargo, algunos de los colegas que estan detras del espejo me han advertido que no es correcto interferir en la manera en que las fami- lias se organizan, independientemente de lo defectuosa que esa organizacié6n pueda parecernos a nosotros. Tuve una larga conversacion con ellos y llega- mos a la conclusién de que yo seguiré con mi idea, pero s6lo durante cinco sesiones terapéuticas. Yo deseo tratar de hacer lo que considero correcto como terapeuta, aun cuando mis colegas no estén de acuerdo». En este caso el terapeuta asume la responsabilidad de sus convicciones, Jas coloca dentro de un contexto cultural, ofrece una interpretaci6n alterna- tiva (lealtad a las pautas patriarcales), coloca Ja convicci6n dentro de un mar- co temporal (cinco sesiones) y aclara que estas convicciones no son una ver- dad independiente del observador y del contexto, sino el resultado de normas éticas que surgen de la historia personal del terapeuta, de su orientacién te6- rica y del contexto cultural. Si uno cree demasiado en la accién, se puede convertir en un manipula- dor. Si uno cree demasiado firmemente que hay que dejar que el sistema «sea», se pucde volver irresponsable. Si uno est4 convencido de que todos Jos sis- temas tienen aspectos opresivos, puede llegar a ser un revolucionario. Si confia apasionadamente en los aspectos de control de la terapia, entonces sera un ingeniero social. Pero como es imposible mo tomar una postura, es precisa- mente este giro reflexivo entre tomar posicién y colocarla inmediatamente después dentro de un contexto mas amplio, lo que crea el «llegar a ser» y No el «ser» de un terapeuta. Ademéas, esta posici6n permite al terapeuta lograr ese saludable estado de leve irreverencia hacia sus «verdades», pese alo mu- cho que le pudo costar conquistarlas. CONSTRUCCION DE POSIBILIDADES TERAPEUTICAS 19 Creo que un terapeuta construccionista social puede seguir a diferentes lideres en diferentes momentos, pero nunca debe obedecer determinado mo- delo 0 teorfa. El construccionista social es siempre levemente subversivo res- pecto de toda «verdad» cosificada. En este sentido cl terapeuta es buen ejem- plo de una sensibilidad posmoderna en la que se reconoce que el contexto relacional proporciona las posibilidades y las restricciones terapéuticas. Ei tas no pueden predeterminarse en virtud de la validez o Ia superioridad te6- rica de un modelo. Y sin embargo, el terapeuta irreverente no entabla una relacion terapéutica despojado de ideas, experiencia 0 construcciones privi- legiadas. El terapeuta, al igual que los clientes, acude a la terapia provisto ya de ciertas versiones de la realidad. El desafio est4 en la negociacién y la co- construccién de maneras de ser viables y sostenibles, que convengan a la familia, al terapcuta y a las formas de obrar culturalmente aceptadas. Por tltimo, los terapeutas son responsables de sus actos y opiniones. Se atreven a utilizar sus recursos para intervenir, construir rituales, reenmar- car situaciones, comportamientos e ideas, tanto para los clientes como para ellos mismos. Después de todo, estos recursos son lo Ginico que tiene el tera- peuta. Ya no puede confiar en las «verdades» exteriores. Al liberarse de la naturaleza co-optativa de la creencia consensual, el terapeuta puede ayudar alos clientes a tener opiniones propias y a asumir la responsabilidad por esas opiniones. Al adoptar una actitud de «ironfa» el terapeuta trata de entender las historias y los modelos que observa. Los clientes, por su parte, observan la actitud irénica del terapeuta y pueden también empezar, por imitacién, a utilizar esta perspectiva. Asi, los clientes podrian llegar a tener mas opinio- nes propias y, al mismo tiempo, asumir esa responsabilidad, sin cosificar sus opiniones considerandolas «perogrulladas». Esta postura promueve Ja flexi- bilidad y la creatividad tanto del terapeuta como del cliente. La terapia es un desafio fascinante. Ese desaffio consiste en demoler len- tamente la vieja historia y avanzar hacia una nueva historia, construida en colaboraci6n, que abra nuevas posibilidades para los clientes, La historia de Ja terapia familiar como campo sigue el mismo modelo narrativo. Son las ine- vitables contradicciones y disonancias las que brindan la oportunidad de construir una nueva posicion, una nueva explicaci6n o un nuevo relato acer- ca de lo que estamos haciendo. Referencias bibliograficas Anderson, H. y Goolishian, H. (1988), «Human systems as linguistic systems: prelimi- nary and evolving ideas about the implications for clinical theory», Family Pro- cess, 27 (4): 371-393. Bateson, G. (1972), Steps to an Ecology of Mind, Nueva York, Ballantine. 120 FORMAS DE LA PRACTICA Cecchin, G. (1987), «Hypothesizing, circularity and neutrality revisited: an invitation to curiosity», Family Process, 26 (4): 405-414. Haley, J. (1964), Strategies of Psychotherapy, Nueva York, Grune & Stratton (trad. cast.: Estrategias en psicoterapia, Barcelona, Toray, 1987). Maturana, H. y Varela, F. (1987), The Tree of Knowledge, Boston, MA, New Science Library (trad. cast.: El drbol del conocimiento, Madrid, Debates 1990). Minuchin, S. (1974), Families and Family Therapy, Cambridge, MA, Harvard Univer- sity Press (trad. cast.: Familias y terapia familiar, Barcelona, Gedisa, 1979). Selvini, M., Boscolo, L., Cecchin, G. y Prata, G. (1978), Paradox and Counterpara- dox, Nueva York, J. Aronson (trad. cast.: Paradoja y contraparadoja, Barcelo- na, Paidds, 1991). Selvini, M. Boscolo, L., Cecchin, G. y Prata, G. (1980), «Hypothesizing - circularity ~ neutrality: three guidelines for the conductor of the session», Family Process, 19 (1): 3-12. Selvini, M., Cirillo, S., Selvini, M. y Sorrentino, A. M. (1989), Family Games: General Models of Psychotic Processes in the Family, Nueva York, Norton (trad. cast.: Los juegos psicdticos en la familia, Barcelona, Paidés, 1990). Shotter, J. (1987),

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