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Aproximacion A La Sombra - Extracto para Uniandes
Aproximacion A La Sombra - Extracto para Uniandes
Eduardo Carvallo
Caracas, 2010.
Sigue Jung:
“Al despertar me dí cuenta de que esa figura esta un espectro del
Brocken, mi propia sombra en las tinieblas, que se ponía en
evidencia por la pequeña llama que yo portaba. También supe que
esa pequeña llama era mi conciencia, la única luz que poseo. Mi
propio entendimiento es mi único y gran tesoro. Aunque infinitamente
pequeño y frágil en comparación con los poderes de la oscuridad,
sigue siendo mi luz, mi única luz. ]
En otro de sus libros, la misma von Franz (Shadow and evil in fairy tales
p.3) nos complementa:
“En Psicología junguiana, generalmente definimos a la Sombra
como la personificación de ciertos aspectos de la personalidad
inconsciente, que podría haberse agregado al complejo del Ego,
pero que por diversas razones no lo están. Por lo tanto, pudiésemos
decir que la Sombra es el lado oscuro, no vivido y reprimido del
complejo del ego”.
Es el Otro Yo del Dr. Merengue, el Mr. Hyde del Dr. Jerkyll (Stevenson
1886) (Stevenson 1850-1894).
Una personalidad que vive en mi psique, que tiene autonomía propia y que
al manifestarse representa los aspectos más opuestos a la imagen conciente que
tengo de mí mismo.
Para los que no están familiarizados con el mismo, podríamos decir que la
represión es el proceso por el cual un contenido conciente es rechazado del
campo de la conciencia y forzado a permanecer en el inconsciente.
Para mí es importante diferenciar la represión de la contención. Si
ponemos por ejemplo el caso de una persona con cualquier adicción, la represión
aparece en la actitud del que, frente a un estropicio debido a su debilidad, se dice:
“No lo vuelvo a repetir” y de esta forma se niega el que su tendencia “se mueva”
en la psique y de esta forma pueda ser reflexionada. Caso diferente es el de que
frente a la misma tendencia, mantiene en la conciencia el conflicto que se genera
entre el impulso a aproximarse a su objeto de adicción y el freno frente al mismo.
En el primero, al reprimir el conflicto y la situación, se asume que ésta se
resolvió, por lo que una y otra vez aparece la “sorpresa” de volver a actuar el
impulso, cuando la energía psíquica que genera la represión del mismo, alcanza
un nivel en el inconsciente que necesita ser liberada, y que por lo general, la
liberación de esta energía, se hace por la vía del camino más transitado: la
debilidad; mientras que en el segundo, la contención permite hacer una lectura
sostenida de lo que está sucediendo y de esta forma puede “emerger” el
significado de la situación, ya sea éste simbólico o biológico, y las consecuencias
tanto de actuar el impulso como de contenerlo, están presentes.
Para Jung, el Ego tiene dos acepciones. Por un lado es, operativamente
hablando, el foco que enmarca el centro de nuestra conciencia. Con frecuencia yo
hago el símil de un gran ojo que nos permite “ver” aspectos muy puntuales de
nuestro exterior, pero también de nuestro mundo interior. El Ego es la estructura
que me permite registrar, concientemente, los estímulos que provienen del
exterior, pero que a su vez, si lo “giro hacia adentro” registra la comodidad o
incomodidad que pueda estar sintiendo en mi contacto con el afuera, o me permite
“ver” lo que estoy pensando o sintiendo. Gracias a él, podemos distinguir una
cantidad de funciones en nuestra conciencia, que nos permiten conectarnos con
datos que provienen del exterior (ectopsique) y con datos que provienen de
nuestro mundo interior e inconsciente (endopsique).
En este sentido, el Ego es una estructura operativa altamente especializada
para registrar el presente.
Sin embargo, esta estructura para poder funcionar, está aliada con otra
función de nuestro aparato psíquico que es la memoria. La misma no sólo me
permite poder nombrar y reconocer lo que observo, sino que mantiene un registro
de las experiencias que tengo en el eje tiempo.
Esta memoria en el tiempo es la que me permite “reconocer-me” en las
experiencias que guardo de mis 8 años, de mis 15, de mis 20, en fin, en todas
aquellas que he tenido a lo largo de mi vida. Es lo que me permite saber, al ver un
grupo de fotografías de diferentes etapas y situaciones de mi vida, que ese que
aparece en la foto, por muy diferente que sea, soy Yo. Pero ésto sólo es posible
gracias a la estrecha relación que mantiene el Ego con la memoria.
Por lo tanto, el Ego es una suma compleja de datos constituidos, en primera
instancia, por la conciencia general que podamos tener de nuestro cuerpo, de
nuestra existencia; y en segunda instancia, por los datos que conservamos en
nuestra memoria. Tenemos una cierta idea de “haber sido y de haber estado”
gracias a una larga serie de memorias. Desde aquí, pudiésemos identificar al Ego
como una sumatoria compleja de hechos psíquicos cargados de emociones: un
complejo. El complejo del Ego.
Es por esto que resulta prácticamente imposible no identificarnos con el
Ego y crear la ilusión de que psíquicamente no existe nada más que él. El Ego es
el que registra el presente, lo relaciona con un pasado, reconoce el resultado de
mi interacción con el entorno, registra las emociones que se activan y “toma
decisiones” en relación a la experiencia, ya sea en el sentido de moverme en el
entorno, o de “reajustar” la presencia psíquica de los elementos que están
presentes.
Es desde el complejo del Ego que -retomando la metáfora de la esfera de
energía y la bolsa de Bly- yo decido que aspectos se mantienen expresándose y
cual se reprime y participa de la formación de mi Sombra.
Recordemos como Marie-Louise von Franz reconoce esta relación entre la
Sombra y el complejo del Ego:
“…la Sombra es la personificación de ciertos aspectos de la
personalidad inconsciente que pudiesen estar asociados al complejo
del Ego pero que, por varias razones, no lo están. Desde aquí
pudiésemos decir que la Sombra es el lado oscuro, no vivido y
reprimido del complejo del Ego”.
De este párrafo de la Dra. von Franz pudiésemos inferir que si el complejo
del Ego tiene un lado oscuro, por oposición debe tener también un lado luminoso.
Este lado luminoso no es ni más ni menos que la Persona o Máscara. La
“fachada” que yo construí para presentarme al colectivo que me rodea.
Pudiésemos decir que el tamaño y complejidad de mi Sombra es
directamente proporcional a la fuerza y rigidez que tiene mi Máscara. Mientras
más sólida es mi Máscara, más inconsciente y reprimida es mi Sombra, y por lo
tanto estará más cargada energéticamente. Y, como lo vimos en la imagen que
nos proporcionó Bly, la fuerza de la represión está directamente relacionada con la
presión que ejerció mi colectivo para que asumiera ciertas características y
rechazara otras.
Joseph Handerson, en el capítulo que escribe para el El Hombre y sus
símbolos (p.118-121) nos dice en relación a esa dinámica entre Ego y Sombra:
“Ego y Sombra, aunque separados, están inextricablemente
ligados… el Ego está en conflicto con la Sombra, en lo que el Jung
llamó “la batalla por la liberación”. En la lucha del hombre primitivo
por alcanzar la consciencia, este conflicto se expresa por la
contienda entre el héroe arquetípico y las potencias cósmicas del
mal, personificadas en dragones y monstruos. En el desarrollo de la
conciencia individual, la figura del héroe representa los medios
simbólicos con los que el Ego surgiente sobrepasa el umbral de la
mente inconsciente y libera al hombre maduro de un deseo regresivo
de volver al bienaventurado estado de infancia, en un mundo
dominado por su madre. … La batalla entre el héroe y el dragón es
la forma más activa de este mito y muestra claramente el tema
arquetípico del triunfo del ego sobre las tendencias regresivas. Para
la mayoría de la gente, el lado oscuro o negativo de la personalidad
permanece inconsciente. Por el contrario, el héroe tiene que percibir
que existe la sombra y que puede extraer fuerza de ella. Tiene que
llegar a un acuerdo con sus fuerzas destructivas si quiere convertirse
en suficientemente terrible para vencer al dragón. Es decir, antes
que el Ego pueda triunfar, tiene que dominar y asimilar su Sombra”.
Estas dos figuras anímicas posibilitan la relación con los aspectos más
profundos de nuestro inconsciente: los arquetipos.
En la medida en que ya no es el complejo del Ego el que ocupa el centro
de la psique, en la medida en que podemos romper la identificación con el mismo,
es que se podrá dar paso a la conexión con el verdadero ordenador de nuestra
psique: el Self o Sí mismo, permitiendo que la vida se transforme en una aventura
interior, rica y llena de posibilidades creadoras.