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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS  UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO

f. Víctor TAU ANZOÁTEGUI.


La codificación en la Argentina (1810-1870). Mentalidad social
e ideas jurídicas.
Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1977.

1. Autor: Víctor Tau Anzoátegui.

2. Aspecto formal: Contiene un Prólogo, diez Capítulos, divididos en dos Partes,


en los que examina los Fundamentos y las circunstancias de la codificación y, El
triunfo de la Codificación (1852-1870).

3. Análisis de la obra: El objetivo del autor de este trabajo, publicado por el


Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene, ha sido elaborar un panorama
ideológico y descubrir el hilo conductor del proceso codificador. Ha tratado de
dar al tema el alcance adecuado, ubicándolo en el tiempo, lugar y circunstancias,
lo que ha determinado que dirija su investigación en dos sentidos: “uno, para
situar la codificación dentro del concepto de derecho vigente en la época; y otro,
para captar la mentalidad social, rastreando las corrientes de pensamiento que se
manifestaran en la época sobre el tema, procurando que el marco sea tan amplio
posible para obtener un adecuado conocimiento del problema sin que la visión
escape del campo de la historia jurídica, desde cuya perspectiva naturalmente
realizo este estudio”.

4. Aspecto interpretativo: El enfoque se limita a la codificación argentina y para


su correcto conocimiento recurre al análisis del movimiento europeo y americano
coetáneo y sus principales influencias. También dedica especial atención al
pensamiento de la Ilustración, ya que hay un proceso de continuidad entre el
Derecho del siglo XVIII y el del siglo XX. Considera que sería un error ignorar el
fuerte movimiento ideológico que preparaba el cambio desde la centuria
anterior. Aspecto documental: El estudio tiene un considerable aparato erudito y
de transcripciones, que utiliza para dar mayor relieve a los numerosísimos
matices que se ofrecen. Afirma que en cualquier tema de Historia de las Ideas, el
de la codificación es uno de los más complejos, y que los matices constituyen
elementos fundamentales, las tendencias no son absolutas, los acuerdos nunca
son totales, y que la disparidad de las ideas aparece en una frase o en una
palabra.

5. Aspecto temático: Novedoso análisis de la mentalidad social y de las ideas


jurídicas.

6. Aspecto crítico: Hay un nuevo enfoque, nuevas explicaciones y comparaciones.


7. Aspecto analítico: El autor afirma sobre la mentalidad social e ideas jurídicas
que en el Virreinato del Río de la Plata, antes de 1810, no hay un filón ideológico
que pueda considerarse de gravitación en su tema.

Un menor movimiento intelectual que en la Península, por una parte, y una


repercusión diferente de las ideas que afluían de cauces distintos, por otra, daba
al reducido mundo de los juristas virreinales una particularidad de tono menor.
Destaca, sin embargo, la paulatina formación de un clima estimulante para
acoger las nuevas expresiones del pensamiento y la manifestación aislada de
alguna idea, que al tiempo que nos señala la repercusión de la Ilustración en el
Río de la Plata, nos da testimonio de cómo se incubaban las nuevas concepciones
que veremos brotar después de 1819.

Las estructuras sociales y económicas estaban abiertas a las innovaciones, de


modo que tal como había ocurrido en la Península, en el Río de la Plata se fueron
conociendo y asimilando las ideas del racionalismo filosófico, en detrimento de la
teología y filosofía tradicional. No se produjo un reemplazo literal de una por
otra, sino que tan sólo se advierte en un primer momento la presencia, cada vez
más sugerente, de elementos o principios provenientes de aquella corriente de
pensamiento. Como dice Zorraquín Becú, “el ideario se iba formando con esas
influencias diferentes y a veces contradictorias”.

Estima que después de Mayo, la Ilustración en el Río de la Plata cobró nuevas


fuerzas, acentuó sus tintas y empezó a recibir más variadas influencias, al punto
que su ideario impregnó casi dos décadas, aún cuando no pueden hallarse líneas
demasiado definidas. Menciona a Stoetzer, quien en un estudio sobre el
pensamiento político en la América española sostiene que en América, la
Ilustración representa el pensamiento político, social y fundamental durante el
período 1789-1825 y que la misma se formó básicamente con el pensamiento
escolástico tradicional, al que se agregaron las teorías políticas modernas ajenas
al mundo hispánico. La actitud que los hombres de la década adoptaron frente al
orden legislativo fue una consecuencia de las nuevas corrientes del pensamiento
que empezaron a sobresalir y a gravitar, especialmente sobre los patriotas que
asumieron un papel protagónico, a partir de mayo de 1810.

Relata que Pró distingue un grupo iluminista o renovador y otro tradicional o


conservador. Los primeros aspiraban a constituir las Provincias Unidas partiendo
de una concepción iluminista de la historia, la nacionalidad y el Estado. Los
segundos descubrían las raíces del nuevo Estado en la comunidad de tradiciones,
de lenguas, de intereses, de religión. Tau alude que, no obstante, la influencia
decisiva correspondió a los primeros. El movimiento de las ideas fue vasto,
caudaloso y divergente, al punto que resulta estrecha la denominación de
Ilustración que se usa para designarlo. Afirma que “con todo, algunos tópicos y
vocablos resultan claves para advertir el nuevo ideario. Al igual que en el período
anterior, se empeñó en introducir la creencia ciega en la razón como fundamento
de todo principio o institución. De todos los postulados se desprendieron el
fomento y renovación de la educación, el progreso material, el mejoramiento
social y la proclamación de las igualdades sociales y las libertades políticas,
económicas y religiosas. La rápida alteración del contexto histórico facilitó no
sólo la difusión de estos ideales, ya enunciados en el siglo anterior, sino que
permitió la realización de muchos de ellos.

Seguidamente, manifiesta que vastos contingentes de literatura filosófica,


política, histórica y jurídica llegaron al Río de la Plata durante la década.
“Aunque muchos de estos libros ya eran conocidos, el arribo de nuevos
ejemplares o ediciones y su venta al público, anunciada en los periódicos
porteños, contribuyeron a incrementar esa difusión”.

Se leían las obras de Montesquieu, Rousseau, los enciclopedistas, libros de


historia francesa, ensayos sobre Napoleón y la Independencia de los Estados
Unidos y hacia 1813, aunque sin tanta difusión, las obras de Grocio y Pufendorf
sobre derecho natural y de gentes, y La ciencia de la legislación de Filangieri,
libros de fundamental importancia en la renovación de las ideas jurídicas en la
América española.

Destaca un hecho importante: las inquietudes se canalizaron hacia el periodismo,


pues el escaso progreso del arte tipográfico bonaerense impidió la impresión de
obras en la proporción que reclamaba el ambiente intelectual. Las inquietudes se
canalizaron hacia el periodismo, que se encargó de cubrir ese vacío,
convirtiéndose en el más importante canal de difusión de las nuevas ideas y
cumpliendo una trascendental función docente, que contribuyó a la formación de
una opinión pública sensible ante el nuevo mundo que se ofrecía. Al respecto,
Tau hace referencia a un trabajo de García Belsunce sobre un prolijo inventario
de las influencias visibles durante la época del Directorio, entre otros autores
menciona a: José del Campillo y Cosio, Campomanes, V. de Foronda; Ward;
Cabarrús. Montesquieu aparecía como el autor más repetido y con reservas, en
cambio, se mencionaban a Rousseau y a los “filósofos” franceses.

Tau Anzoátegui declara que, frente a esto, se lanzó una intensa y violenta crítica
contra España en esta década, en la pluma de juristas como Mariano Moreno,
Bernardo de Monteagudo y Juan José Paso. Contribuyeron a formar una opinión
pública que durante varias décadas mantuvo en algunos círculos cosmopolitas
predominantes una actitud de odio, desprecio o indiferencia hacia lo español.
También se involucraba en ello al orden legislativo colonial, considerándolo antes
que derecho propio, como un legado extraño y forzado del que había que
desprenderse cuanto antes.

Monteagudo postulaba que había que borrar los vestigios de la dominación, a


quien Tau considera, al igual que Ariosto González, como el Redactor de la
Asamblea. Por último, dice que no debe omitirse que junto a estas nuevas
concepciones foráneas, se mantenían en pie antiguas creencias hispánicas sobre
el fundamento del orden social, que daban un lugar preponderante a la moral y a
la religión, por lo que el orden político no se concebía sin su participación
efectiva. En cuanto a las ideas jurídicas asevera que, durante estos años, as
tareas más afanosas las absorbió una parte de aquel ordenamiento: la
Constitución política del nuevo Estado. Alude a violentos ataques contra las Leyes
de Indias, a las que Monteagudo las calificaba como “el código más tirano y
humillante de cuantos han dictado los déspotas del Asia” y como “leyes
arbitrarias que promulgó la usurpación”.

Considera que si bien no es posible hallar en la década revolucionaria


elaboraciones originales ni preocupaciones acuciantes que permitan pergeñar el
pensamiento codificador, Empezaban, aunque fuera en forma fugaz, a
manifestarse las primeras ideas básicas en este proceso. Dice que, Moreno y
Funes, fueron tal vez los dos primeros publicistas que abrieron camino en el
asunto.

Seguidamente, hace referencia a expresiones en favor de la continuidad del


orden legislativo, las cuales fueron escasas. También explica que dentro de una
época rica en expresiones políticas y constitucionales, el tema de la codificación
no ocupó mayor atención de los legisladores. Hay una gran gravitación del
racionalismo iluminista y sobre todo ofrece pasajes de clara inspiración
roussoniana. En el terreno normativo hay algunas ideas expuestas por esos años, y
sobre todo pronuncia una tajante condena del orden legislativo castellano e
indiano. Por último, Tau puntualiza que “la idea codificadora volvió a aparecer en
1813 con motivo de la elaboración de varios proyectos constitucionales que
debían someterse a la consideración de la importante Asamblea General
convocada para entonces. En dos de esos proyectos se expresaba que “en los
negocios civiles ejecutivos se procederá con arreglo al Código Civil, y en los
mercantiles, según las formas establecidas en el código respectivo”. A su vez, en
uno de ellos se agregaba por separado que “mientras se organiza el Código Civil y
Criminal quedan en sus fuerzas las leyes y la práctica observada hasta aquí en
todos los puntos en que directa o indirectamente no se opongan a lo establecido
en esta constitución”. Este último texto, reconocía la influencia de un proyecto
análogo de la constitución venezolana, como lo ha puesto de relieve José A. Seco
Villalba, aunque en realidad enunciaba simplemente el principio de la
continuidad del orden jurídico, que se recogerían más tarde en otros documentos
constitucionales.

Explica que, pese a las intenciones de dictar códigos, la codificación no aparecía


para los distintos gobiernos de la década como una probable e inmediata
realización. En síntesis, esta década nos ofrece en lo referente a la normativa
constitucional, una fuerte tendencia inicial hacia la codificación, que disminuyó
sensiblemente en el segundo lustro con el aporte de elementos más moderados.
Cita a Abel Chaneton quien sostiene, en cambio, en tesis discutible, que la
reforma legislativa, era por entonces sólo “una preocupación postiza de algunos
espíritus arrastrados a esas meditaciones”. También menciona a Ricardo Levene
quien explica que la idea de codificación, estrechamente asociada a la de
Constitución, se desenvolvía lentamente “en especial por los reveses sufridos en
la marcha de la guerra de la independencia, que también retardaron la adopción
de alguno de los proyectos constitucionales de la citada Asamblea de 1813
(Historia del Derecho, V, 284-285).
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