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Propiedad Química
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Nutriete
Los alimentos están constituidos por diferentes tipos de nutrientes: por un lado están los
carbohidratos, las proteínas y las grasas, que son los llamados “macronutrientes”, mientras
que las vitaminas y los minerales son los denominados “micronutrientes”.
En las células, esas moléculas se vuelven a unir pero de una manera distinta y en sus
uniones guardan la energía que el cuerpo utilizará cuando la necesite. Entre las energías
podemos encontrar una forma que es de rápida utilización, brindada por los carbohidratos,
y otra de reserva, que es proporcionada por las grasas.
Es importante saber que no todos los nutrientes tienen la función de brindar energía. Por
ejemplo, las proteínas sirven para formar nuevas células, enzimas, y proteínas. También,
aportan al transporte de sustancias a través de la sangre, entre otras cuestiones.
Por su parte, las vitaminas y minerales, a pesar de que se encuentran y utilizan en pequeña
cantidad, cumplen muy variadas e importantísimas funciones como por ejemplo colaborar
en los procesos de cicatrización y de regeneración de tejidos, ayudar en la inmunidad y en
la formación de glóbulos rojos, etcétera. Es por estas razones que la alimentación sana debe
ser lo suficientemente variada como para cubrir las necesidades de la mayor cantidad de
nutrientes posible.
M.O
Molibdeno
Elemento químico, símbolo Mo, con número atómico 42 y peso atómico 95.94; es uno de
los elementos de transición. Metal gris plateado con una densidad de 10.2 g/cm3 (5907
oz/in3), se funde a 2610ºC (4730ºF).
El molibdeno se encuentra en muchas partes del mundo, pero pocos depósitos son lo
suficientemente ricos para garantizar la recuperación de los costos. La mayor parte del
molibdeno proviene de minas donde su recuperación es el objetivo primario de la
operación. El restante se obtiene como un subproducto de ciertas operaciones del beneficio
del cobre.
El molibdeno forma compuestos en los cuales presenta estados de oxidación, 0, 2+, 3+, 4+,
5+, 6+. No se ha observado como catión ionizable, pero se conocen especies catiónicas
como el molibdenilo. La química del molibdeno es extremadamente compleja y, con
excepción de los halogenuros y calcogenuros, son muy pocos los compuestos simples
conocidos.
El dióxido y el trióxido de molibdeno son los óxidos más comunes y estables; otros óxidos
descritos son metaestables y, en lo esencial, son especies de laboratorio.
El ácido molíbdico, H2MoO4 (o MoO3.H2O), forma una serie estable de sales normales, del
tipo M22+MoO4, M2+MoO4 y M23+(MoO4)3. Se pueden formar molibdatos poliméricos o
isopolimolibdatos por la acidificación de una solución de molibdato o, en algunos casos, al
calentar los molibdatos normales. El peróxido de hidrógeno reacciona con varios
molibdatos para formar una serie de compuestos peroxianiónicos. Otro grupo de
compuestos del molibdeno son los heteropolielectrólitos, con mucho una familia
fundamental de sales y ácidos libres: cada miembro contiene un anión complejo y de alto
peso molecular. El molibdeno también forma halogenuros y oxihalogenuros, que
representan un intervalo amplio en estabilidad y una serie de compuestos homólogos con S,
Se y Te, semejantes a los óxidos.
La productividad del suelo debería ser mantenida y mejorada en todo momento; presenta
dos características fundamentales que se deben cumplir, sin las cuales el crecimiento de las
plantas será limitado y la productividad de los suelos no será sostenible:
El éxito del manejo de agua en los sistemas de secano se basa en: (1) la retención de la
precipitación pluvial en la tierra; (2) la reducción de la evaporación y (3) la utilización de
cultivos tolerantes a la sequía que se adecuan a los modelos de lluvia (Stewart, 1985). Esto
genera tres preguntas importantes:
Para corregir efectivamente estos problemas sobre la capacidad para producir cultivos y
mantener las corrientes de agua no es suficiente considerar solamente los factores
macroscópicos. Un programa de acción debe estar basado también en la comprensión de lo
que ocurre a nivel microscópico. Esto incluirá comprender como las plantas y los suelos
funcionan conjuntamente y como se espera que reaccionen a las intervenciones propuestas.
Por ejemplo:
Una comprensión amplia de tales factores puede llevar a un mayor respeto por el suelo
como ambiente para la actividad biológica, para meso- y microorganismos, así como
también para las raíces.
La Lámina 28 muestra la longitud relativa de las raíces con respecto a las partes aéreas. Las
raíces más pequeñas y las barbas absorbentes también constituyen una parte importante de
cualquier sistema radicular pero no son fácilmente visibles.
Lámina 28
Sistemas radicales expuestos en un corte al lado del camino. Burgay, Ecuador.
T. F. SHAXSON
Los sistemas radicales son de dimensiones sorprendentes tal como se ilustra en los datos
comparativos de muestras de suelo del mismo tamaño (Cuadro 7). En condiciones
favorables las raíces de algunas especies pueden crecer hasta 10 mm/día.
CUADRO 7
Dimensiones de las raíces de tres especies de gramíneas y una leguminosa en una
muestra de 0,688 l tomada a una profundidad de 15 cm
Raíces
Número total 6,1 millones 6,3 millones 12,5 millones 51,6 millones
Longitud total 0,6 km 8,1 km 16,8 km 51,7 km
Área superficie total 0,03 m 2
0,3 m 2
0,7 m2 15,8 m2
Si no existen buenas condiciones para el crecimiento de las raíces, los cultivos de alto
rendimiento serán incapaces de expresar su potencial. La función clave de la porosidad del
suelo se encuentra en la Figura 10.
Muchas situaciones de suelos degradados se han generado a causa de las prácticas agrícolas
con arados de discos o de rejas los que han dado lugar a:
Cada uno de estos cuatro factores afecta negativamente al suelo como hábitat para las raíces
de las plantas. La idea de que los métodos de labranza convencional limitan el desarrollo de
un hábitat óptimo para el enraizamiento surge de la experiencia de los sistemas agrícolas
alternativos.
FIGURA 10
Estructura del suelo y su impacto en los procesos del suelo y la sostenibilidad
agrícola
Fuente: Lal, 1994.
Una crosta fina o la compactación subsuperficial pueden ser suficientes para reducir la
infiltración del agua de lluvia, para provocar la escorrentía y para causar la pérdida de agua,
suelo y, consecuentemente, de la humedad potencial del suelo (Láminas 29 y 30). Sin
embargo, cuando el suelo está recubierto con residuos, entra más agua y la superficie del
suelo está protegida de la fuerza del impacto de las gotas de lluvia (Figura 11).
FIGURA 11
En el suelo que no está encostrado y es protegido por residuos de la fuerza de
las gotas de agua de lluvia, entra más agua que en un suelo desnudo
(Lilongue, Malawi)
Lámina 29
Una fina crosta superficial causada por las gotas de lluvia en un suelo desnudo de
estructura pobre. Tabatinga, Brasil.
T. F. SHAXSON
Lámina 30
El encostramiento y la compactación subsuperficial pueden originar serias pérdidas de
agua y suelo. Khobotle, Lesotho.
T. F. SHAXSON
Lámina 31
Raíces de una planta de algodón raquítica y canales derivados causados por una capa
subsuperficial compacta. Sao Paulo, Brasil.
T. F. SHAXSON
Gran parte del daño causado a los suelos puede ser atribuído a las prácticas de labranza
inadecuadas. Tales problemas se encuentran no solo en las áreas tropicales sino que
actualmente se encuentran también en zonas templadas de América del Sur y del Norte,
Europa, Asia, Australia y Nueva Zelandia. En las zonas templadas el daño es debido a la
compactación causada por las máquinas y en las regiones tropicales gran parte del daño es
causado por las lluvias de alta intensidad sobre suelos sin cobertura.