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NOMBRE: NEYRA GUTIERREZ GLADYS

CICLO: XI

CURSO: DERECHO CIVIL VIII

EL DECURSO PRESCRIPTORIO

CUESTIONARIO

1. ¿Qué entiendes por el decurso prescriptorio?

El decurso prescriptorio es la sucesión continuada o acumulada del tiempo


que debe transcurrir para que pueda oponerse con éxito la prescripción y se
cumpla el interés social que la inspira y que se trasunta en el fundamento
que hemos dejado expuesto.

El decurso prescriptorio se computa, como pasaremos a ver desde el día en


que puede ejercitarse la acción a la que se le va a oponer la prescripción y
hasta el último día del plazo. El decurso no es perentorio ni fatal, pues está
sujeto a las vicisitudes que configuran las causales de suspensión o de
interrupción.

2. ¿Qué es el inicio del decurso prescriptorio?

El inicio del decurso prescriptorio tiene lugar desde que la acción puede
ejercitarse. Según el principio romanista de la actio nata, es menester que la
acción haya nacido y que esté en la posibilidad de ser ejercitada (actioni
nondum natae non praescribitur). Por actio nata debe entenderse, según
Coviello, la que se puede ejercitar, y que, ello, no obstante, no se ha
ejercitado.
La regla fundamental para el inicio del decurso prescriptorio está contenida
en el art. 1993 y se inspira en el principio de la actio nata. Como lo dejó
planteado León Barandiarán, con la posibilidad de interponer una acción
comienza a correr la prescripción de la misma con prescindencia de si el
pretensor tiene o no conocimiento sobre la posibilidad de ejercitar su acción,
por el carácter objetivo de la prescripción pues el efecto que se impone
como consecuencia del transcurso del tiempo deriva de la ley y de las
consideraciones que le sirven de fundamento.

3. ¿Qué es la accesio temporis?

Consiste en adicionar el tiempo que debe transcurrir para la prescripción, de


modo que iniciado el decurso prescriptorio contra el titular del derecho
subjetivo sigue corriendo contra sus sucesores. Por la incorporación de esta
regla a nuestra codificación civil León Barandiarán consideró que la
prescripción funciona in re, "por el mero factum del sucederse en el tiempo
en cuanto al titular de la acción".
El Código Civil, en su art. 1993, se refiere a la accesio temporis al establecer
que "La prescripción comienza a correr desde el día en que puede
ejercitarse la acción y continúa contra los sucesores del titular del derecho".
La norma, que registra como antecedente al art. 1156 del Código de 1936,
ha sido tomada del Anteproyecto del que fuimos autores y en cuya
Exposición de Motivos consideramos que mejorábamos a la de su
antecedente al prescindir del heredero y abarcar a los sucesores del titular
del derecho, sean a título singular o a título universal, sin detenerse ante el
cambio o modificación personal que pudieran producirse.

4. ¿cómo se computa el decurso prescriptorio?

Hemos visto que la prescripción comienza a correr desde el día en que la


acción nace, esto es, desde que puede ejercitarse, y, que ese día debe ser
hábil. El cómputo del decurso prescriptorio debe entenderse por días enteros
a partir del día siguiente al de su inicio y hasta su vencimiento. Esta es la
doctrina de la computatio civilis, que supone tomar en cuenta el día por
entero, contrapuesta a la de la computatio naturalis que considera el
cómputo del tiempo de momento a momento.

El art. 1993 debe interpretarse, pues, en el sentido que hemos dejado


expuesto, esto es, que "la prescripción comienza a correr desde el día en
que puede ejercitarse la acción..." que debe ser día hábil para, a partir del
día siguiente, hacer aplicable la computatio civilis hasta el vencimiento del
plazo, pues conforme al art. 2002 "La prescripción se produce vencido el
último día del plazo". El "último día del plazo" ha de estar "vencido", esto es,
debe haber transcurrido por completo. La prescripción queda cumplida,
entonces, al expirar el último instante del día final.

5. ¿Qué vicisitudes del decurso prescriptorio conoces?

El decurso prescriptorio ya iniciado con el nacimiento de la acción puede ser


alterado por motivos diversos, que se distinguen entre sí y que la
codificación civil clasifica como causales de suspensión y causales de
interrupción. De este modo han quedado configuradas la suspensión y la
interrupción del decurso prescriptorio.

Olaechea, ponente del articulado de la prescripción en el Código de 1936,


explicó que el Código derogado distinguía la interrupción, que produce el
efecto jurídico de borrar el tiempo corrido, y la suspensión, que sólo detiene
su curso mientras subsista la causa legal que la origina.

El mismo criterio ha seguido el vigente Código Civil, aunque plasmando la


distinción en los arts. 1995 y 1998, respectivamente.

No es característica del decurso prescripcional el que, una vez iniciado, se


desenvuelva inevitablemente, pues le puede sobrevenir la suspensión o la
interrupción, y éstas, además, son sus notas características, lo que no
ocurre con la caducidad, en la que su decurso es perentorio y fatal.

6. ¿Cuándo se da la suspensión del decurso prescriptorio?

El decurso prescriptorio se detiene o paraliza con efectos para el futuro,


pues se conserva la eficacia del tiempo transcurrido hasta la aparición de la
causa de suspensión para ser computado luego de desaparecida dicha
causa, adicionándose al tiempo posteriormente transcurrido hasta
completarse el plazo para la prescripción.

La suspensión, pues, puede tener lugar desde el día en que se inicia el


decurso prescriptorio por ser la acción ejercitable.

Pero, como señala Enneccerus, la suspensión es para que no deba


contarse, dentro del plazo de prescripción, el tiempo durante el cual el titular
no puede demandar o, al menos, no puede exigírsele que promueva su
acción.

Según Larenz, la suspensión significa que el espacio de tiempo durante el


cual la prescripción queda en suspenso no se incluye en el plazo de
prescripción y, por consiguiente, el vencimiento del plazo es prorrogado por
el tiempo de duración de la suspensión.

7. ¿Cuáles son las causales de suspensión?

La codificación civil las funda en la incapacidad de las personas o en las


relaciones que median entre ellas, inspirándose en el adagio romano contra
non valentem agere non currit praescriptio, pero que el Código Napoleón lo
limitó en la norma del art. 2251:
"La prescripción corre contra todas las personas, a menos que se
encuentren en alguna excepción establecida en la ley".

Por ello, por constituir excepciones de una regla general en nuestro Código
Civil la del art. 1993- la codificación civil las enumera con carácter taxativo.

El Código Civil las enumera en el art. 1994, cuyo enunciado "Se suspende la
prescripción", tomado de nuestro Anteproyecto, no presenta el equívoco al
que podía dar lugar el del art. 1157 del Código anterior al señalar que "No
corre el término para la prescripción" y que León Barandiarán hubo de
precisar y aclarar.

La suspensión, pues, sólo puede producirse por las causales que


taxativamente enumera el art. 1994.

8. ¿Cuáles son los efectos de la suspensión?

El efecto fundamental de la suspensión de la prescripción es, conforme a


todo lo que hemos desarrollado, el de detener su decurso con la aparición de
la causal prevista en la ley, el que continuará luego de desaparecida la
causal y hasta completar el plazo prescriptorio correspondiente. Pero,
además, la suspensión produce efectos no sólo respecto de las personas
que pueden oponerla sino también respecto de personas que se encuentran
en una situación que merece la atención especial de la ley.

Así, ad exemplum, la situación que ha previsto el Código Civil en su art.


1197 respecto a los codeudores y que se da en relación a los demás
deudores y también de los acreedores solidarios:

"La suspensión de la prescripción respecto de uno de los deudores o


acreedores solidarios no surte efecto para los demás.

Sin embargo, el deudor constreñido a pagar puede repetir contra los


codeudores, aun cuando éstos hayan sido liberados por prescripción y, a su
turno, el acreedor que cobra, respecto al cual se hubiera suspendido la
prescripción, responde ante sus coacreedores de la parte que les
corresponde en la obligación".
EL CÓMPUTO DE LOS PLAZOS EN LA LEGISLACIÓN NACIONAL

CUESTIONARIO N.º 02

1. ¿Cómo es el cómputo de los plazos en la legislación nacional?

El plazo se cuenta desde el día siguiente de notificada la resolución que lo


fija y, cuando es común, desde la última notificación.

2. ¿Qué es el plazo?

“Plazo” es un vocablo que utilizamos, normalmente, para aludir al transcurso


de un determinado período de tiempo, lo cual, no significa que su
importancia se agote allí.

En efecto, el cómputo del plazo adquiere relevancia en razón de que su


observancia o inobservancia genera efectos jurídicos que determinarán el
cumplimiento o incumplimiento de las obligaciones pactadas; así como,
también puede afectar el derecho de una persona a accionar, ya sea en la
vía administrativa o judicial.

Por ello, las diferentes normas legales delimitan temporalmente tanto la


actuación procesal como la realización de ciertos actos jurídicos, sin
embargo, no siempre se establece con precisión si el cómputo tomará en
cuenta los días naturales o hábiles.

Situación que varía dependiendo de la norma legal de que se trate, dado que
la determinación del plazo no es uniforme.

En consecuencia, consideramos necesario informar al lector acerca de las


reglas que se aplican para el cómputo de los plazos tanto en el Código Civil
como en otros códigos y en las principales leyes especiales de nuestro
sistema, sin perjuicio de aclarar algunos conceptos básicos relacionados al
uso de otras expresiones alusivas a límites temporales.

3. ¿Qué diferencias hay entre plazo y término?

El plazo viene a ser un periodo de tiempo o lapso dentro del cual se ha de


realizar un acto determinado o producir un efecto jurídico; mientras que el
término es un momento determinado en el tiempo, que puede indicar la
iniciación del transcurso del plazo o su finalización, es decir que el término
constituye los extremos del plazo pudiendo ser término inicial o término final.

En otras palabras, el término es parte del plazo, por ejemplo, si una norma
establece que el tiempo para impugnar una decisión de la Administración es
de 15 días, significa que dentro de dicho lapso se podrá ejercitar el derecho
de impugnación, debiendo iniciarse el cómputo en un momento determinado
y teniendo como límite de vencimiento el día número15, que será la fecha
específica que se determine como resultado de dicho cómputo.

4. ¿Qué diferencia hay entre día hábil y día inhábil?

Se denomina día hábil o también día útil a aquel en que la Administración


Pública realiza sus funciones, obviamente limitado por el horario de atención
establecido para cada entidad.

Los días hábiles son sólo cinco, es decir, de lunes a viernes, excluyéndose
los sábados y domingos que son días inhábiles.

Asimismo, serán inhábiles los días feriados no laborables, los cuales según
el artículo 6 del Decreto Legislativo N.º 713 son los siguientes:

1) Año Nuevo (1º de enero);

2) Jueves Santo y Viernes Santo (movibles);

3) Día del Trabajo (1º de mayo);

4) San Pedro y San Pablo (29 de junio);

5) Fiestas Patrias (28 y 29 de julio);

6) Santa Rosa de Lima (30 de agosto);

7) Combate de Angamos (8 de octubre);

8) Todos los Santos (1º de noviembre);

9) Inmaculada Concepción (8 de diciembre), y


10) Navidad del Señor (25 de diciembre).

Cabe señalar que hay casos de excepción en cuanto a los días inhábiles,
pues los mismos pueden ser considerados hábiles para algunas situaciones,
tales como interposición de denuncias o cuando la autoridad jurisdiccional
habilita el día inhábil para efectos de alguna actuación judicial.

5. ¿Cómo es el cómputo del plazo en el código civil?

El artículo 183 del Código Civil establece las reglas aplicables para el
cómputo del plazo.

El mencionado artículo es una norma dispositiva y supletoria, ya que las


personas en virtud de la autonomía de la voluntad pueden pactar lo
contrario, y en el supuesto en que no se haya establecido nada al respecto,
los plazos se computarán conforme lo establecido en el artículo acotado.

El plazo señalado en “días” se computa por días naturales (todos los días).
Excepcionalmente, la ley o las partes podrán establecer que los plazos se
computen en días hábiles.

El plazo excluye el día inicial e incluye el día de vencimiento, siendo que el


transcurso de cada día se contabiliza tomando como base las 24 horas que
lo conforman.

Por lo tanto, se entenderá finalizado el plazo cuando se extinga el último


minuto del día señalado como fecha de vencimiento. Puede fijarse, también,
plazos por semanas, meses y años. Cuando el plazo se fija por” semanas”,
se considerará la semana o semanas completas, es decir, los siete días.

Así, por ejemplo, si el 5 de diciembre se celebra un contrato cuyo plazo de


vencimiento es de 3 semanas, éste finalizará el 26 de diciembre.

Si el plazo se señala por meses, su vencimiento ocurrirá el día


correspondiente al mes inicial, esto es, si un contrato se celebra el 10 de
diciembre 2001 fijándose un plazo de vencimiento de 5 meses, el mismo se
cumplirá el 10 de mayo del 2002. Igual regla se aplicará si el plazo es fijado
por años.

El vencimiento del plazo puede presentar también algunos supuestos


particulares, como por ejemplo que el vencimiento se cumpla en un día
inhábil. En este caso, se prorrogará el vencimiento al primer día hábil
siguiente, de tal modo que si un plazo venciera el día 25 de diciembre se
entenderá extinguido el 26 del mismo mes.
Asimismo, si el plazo fue fijado por meses y el mes de vencimiento no tuviera
el día pactado, éste se trasladará al último día de dicho mes, de tal modo
que, si el 31 de enero se celebra un contrato, por el cual, una persona
deberá pagar una suma de dinero dentro de un mes y luego dentro de tres
meses de celebrado dicho acto, el primer plazo se cumplirá el 28 ó 29 de
febrero (dependiendo si hay o no año bisiesto) y el segundo plazo vencerá el
30 de abril. Igual regla se aplicará en el caso que el plazo se fije por años.

Ahora bien, si el 30 de abril es inhábil, entonces se entenderá prorrogado el


plazo hasta el 2 de mayo.

6. ¿Cuándo se da la reducción de los plazos de prescripción?

La prescripción es un instituto jurídico que provoca la extinción de la acción,


pero no del derecho, efecto que se presenta luego del transcurso de un
determinado plazo establecido expresamente en la ley.

En este sentido, es importante observar que el decurso prescriptorio se inicia


el día en que puede ejercitarse la acción, es decir, a partir del día siguiente
de producido el incumplimiento de la obligación o deber. Y finalizará, dando
por extinguida la acción, el último día del plazo legal (por ejemplo, para el
caso de las acciones personales o reales, vencerá el último día del décimo
año)
LA PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA

CUESTIONARIO N.º 03

1. ¿Qué es la prescripción extintiva?

Alude en primer lugar a mandato, orden, precepto o directiva (así, se


dice: “El Código Civil prescribe en su artículo 1201...”); en segundo lugar
alude a una forma de adquisición del derecho real de propiedad, lo que
doctrinariamente se conoce como usucapión o prescripción adquisitiva‖,
cuya fuente es la usucapión romana (véanse al respecto los artículos
950-953 del Código Civil); en último término, alude a la extinción de la
acción dirigida a exigir el cumplimiento de una determinada obligación, lo
que se conoce como prescripción extintiva‖, cuya fuente es la prescriptio
temporis romana o praescriptio actionum (véanse artículos 1989-2002
del Código Civil).
Es este tercer significado el que nos interesa para efectos de nuestra
investigación, por lo que las líneas que siguen profundizan en el mismo.

2. ¿Cómo es la prescripción en el régimen común?

En los albores del Derecho romano-germánico la doctrina confundía las


características de la usucapio romana (la hoy denominada prescripción
adquisitiva) con las de la prescripción extintiva, lo cual llevó a algunos
autores a manifestar su disconformidad con el tratamiento de la
prescripción de acciones en los sistemas normativos. En consonancia
con ello el Code napoleónico la más importante codificación del siglo
XIX, cuyos principios inspiraron en el Derecho Comparado a gran
número de codificaciones posteriores reguló en un mismo artículo (el
2219) la usucapión y la prescripción extintiva bajo la unitaria figura de la
prescripción, la cual a tenor del citado articulado consistía en un modo
de adquirir o de liberarse por transcurrir un espacio de tiempo, en las
condiciones determinadas por la ley”.
Esta regulación unitaria dio pie a que un sector importante de la doctrina
francesa, encabezada por JOSSERAND, interpretara que la prescripción
extintiva tenía como efecto la extinción de la obligación (con lo cual no
habría diferencia entre prescripción y caducidad, salvo el plazo).
Los pandectistas germánicos, de valiosa labor en la elaboración del
Código Civil alemán (conocido universalmente como BGB), hurgaron en
las fuentes romanistas y concluyeron que la usucapio y la praescriptio
temporis tenían funciones distintas:
 la primera era una forma de adquirir la propiedad
 la segunda un medio de defensa (excepción) que el deudor
deducía contra el acreedor que intentaba ejecutar su crédito a
través de la actio después de transcurrido un cierto período; es
decir, ambas figuras solo compartían el transcurso del tiempo
como elemento común, pero diferían en lo esencial:
 la primera estaba relacionada con la adquisición de un derecho
real y
 la segunda estaba relacionada con la extinción de la exigibilidad
de un derecho subjetivo.

3. ¿Cuál naturaleza de la prescripción extintiva?

En cuanto a la naturaleza de la prescripción extintiva, si observamos las


tres posturas teóricas notaremos que en dos de ellas dicha naturaleza
es de corte procesal (toda vez que en el Sistema Doctrinario Francés y
en el Sistema Legislativo Alemán los efectos de la prescripción estarían
vinculados solo a la validez de la movilización del aparato estatal para la
protección del crédito, sin afectar la esfera de la propia obligación) en
tanto que en la tercera se trataría de una naturaleza sustantiva (debido a
que en el Sistema Legislativo Italiano los efectos de la prescripción se
producen en la propia obligación).

4. ¿Cómo es la prescripción extintiva en el ordenamiento y doctrina


peruanos?

Estas definiciones efectuadas por nuestros más autorizados


especialistas en el tema, que se hacen eco de la postura teórica
predominante, permiten que podamos reconocer las siguientes
características –que denominaremos primarias– para la prescripción
extintiva:
(i) el transcurso del tiempo como acto jurígeno,
(ii) la ausencia de actividad alguna por parte del acreedor dirigida a
proteger o ejecutar su crédito,
(iii) (iii) la extinción de la acción, y
(iv) (iv) la subsistencia del derecho. Junto a éstas existe un segundo
grupo de características no contenidas en las definiciones
consignadas, pero sí establecidas en la ley a las que
denominaremos secundarias y que también abordaremos:
(i) posibilidad de suspensión o interrupción,
(ii) naturaleza procesal (utilización como medio de defensa)
(iii) irrenunciabilidad del derecho a prescribir, y
(iv) renunciabilidad de la prescripción ya ganada.
5. ¿Cuáles son las características secundarias de la prescripción
extintiva?

(i) Posibilidad de suspensión o interrupción.


A diferencia de la caducidad la prescripción extintiva es
susceptible de suspensión o interrupción. La primera situación
tiene como efecto que, una vez desaparecida la causal de
suspensión, el cómputo del plazo de prescripción continúe a partir
del término ya alcanzado antes de que se produjera el hecho
suspensivo; mientras que la segunda situación tiene como
consecuencia que se compute nuevamente el decurso
prescriptorio dejando sin efecto el que había venido
transcurriendo. Nuestro Código Civil regula las causales de
suspensión en su artículo 1994 y las de interrupción en su artículo
1996.
(ii) Naturaleza procesal (utilización como mecanismo de defensa).
La praescriptio temporis constituyó en la antigua Roma un
mecanismo de neutralización de la actio, es decir, su naturaleza
era como lo sigue siendo hoy procesal; dicho instituto no
eliminaba la acción, solo la contrarrestaba. En nuestro sistema,
aun cuando algunos autores consideran que nada obsta para que
el deudor obtenga la declaración de prescripción accionando con
tal fin, es evidente que nuestra legislación dota a la prescripción
extintiva de un carácter eminentemente defensivo. Así se deduce
no solo del artículo 1992 del Código Civil que prohíbe la
declaración de oficio de la prescripción, por parte del juez, si no
ha sido alegado por el deudor– sino además de la regulación
contenida en el Código Procesal Civil en materia de excepciones
(artículos 446 inciso 12 y artículo 451 inciso 5), norma que señala
como una de las excepciones taxativas que se permite deducir al
demandado el de la prescripción extintiva y que su amparo tiene
como efecto anular lo actuado y dar por concluido el proceso.
(iii) Irrenunciabilidad del derecho a prescribir.
La prescripción extintiva se origina en la necesidad de seguridad
jurídica que interesa al orden público. Por lo mismo el derecho a
prescribir se torna irrenunciable.
La irrenunciabilidad del derecho a prescribir tiene su línea de
acción en la actividad del acreedor (no pudiendo pactarse que la
inacción de este no tenga como efecto la extinción de la acción);
mientras que la actividad del propio deudor es consecuencia de la
existencia de un crédito en contra suya.
(iv) Renunciabilidad de la prescripción ya ganada. Si bien no es
posible renunciar a ser favorecidos con la prescripción, sí es
posible renunciar al beneficio liberador que dicha prescripción
acarrea.
Ello se encuentra en consonancia con la subsistencia del
derecho. Se sustenta además en el hecho de que el interés
público ya ha sido satisfecho con el transcurso del plazo
requerido para la liberación del deudor, y a que en tanto existe
aún una mínima protección jurídica del crédito subsistente, su
cumplimiento no vulnera la seguridad jurídica.
La doctrina ha sido unánime en señalar que procede la acción
revocatoria cuando un deudor liberado de la obligación a su cargo
renuncia a dicha liberación y efectúa el pago; en tal supuesto los
acreedores de este deudor podrían oponer la prescripción ya
ganada para proteger el crédito que ellos tienen a su vez.
Tal situación en realidad acarrea una concurrencia de acreedores,
en los que algunos tienen créditos con acción vigente y otros solo
tienen una obligación prescrita a su favor; pero prescrita o no, no
cabe duda de que el titular del derecho es un acreedor válido, por
lo que el cobro de su crédito una vez extinguida la acción es
igualmente eficaz y equitativo; ello significa que la renuncia a la
prescripción ya ganada no puede ser considerada fraudatoria y no
debe perjudicar al titular del derecho con acción prescrita.

6. ¿Qué es la acción?

La acción en realidad no se extingue, debido a que el acreedor siempre


tendrá derecho a solicitar la tutela jurisdiccional, y que la prescripción es
solo el fundamento de una excepción dirigida a neutralizar la acción.
Es por ello que en este acápite nos interesa sobremanera delimitar el
contenido de la acción y los efectos prácticos que sobre el crédito
acarrea su extinción.

7. ¿Cómo se manifiesta el derecho a tutela jurisdiccional y la acción


extinguible?
Denominamos acción a este poder jurídico, y el derecho de demandar
no es sino el ejercicio concreto del derecho de acudir a la jurisdicción, ya
que el proceso civil se halla regido por la máxima nemo judex sine
actore. La acción civil se hace efectiva mediante una demanda en
sentido formal, y ésta no es sino el ejercicio de aquélla”.

Se puede acudir a un órgano jurisdiccional (accionar) con el objetivo de


que se ampare una pretensión determinada (que se me pague una suma
“x” que considero se me adeuda) aun cuando no se tenga derecho (ya
se me pagó todo lo que se me debía).

Una primera aproximación a tal distinción permite concluir que la acción


es independiente del derecho, y que inclusive puede subsistir sin él (es
decir, puedo demandar sin tener derecho), pero también podemos
concluir que se hace equivaler la acción a la facultad de acudir a un
órgano jurisdiccional para solicitar algo (con o sin derecho), por lo que
los derechos de acción y de tutela jurisdiccional son uno mismo (como
parece indicar el artículo 2 de nuestro Código Procesal Civil). Y si ello es
así, siempre una persona tendrá la facultad de interponer cualquier tipo
de demanda, aun cuando la pretensión sea el cumplimiento de una
obligación prescrita, con lo cual en realidad la acción no se extingue.

8. ¿Qué es la materialización de la extinción de la acción?

La resolución judicial que ampara una excepción de prescripción tiene


una eminente naturaleza declarativa, dado que la extinción de la acción
(en el segundo significado que hemos precisado) se produce por el solo
transcurso del tiempo. Ello se desprende del análisis de la normatividad
civil, pues al posibilitarse la renuncia a una prescripción ya ganada
(honrando la deuda ya sea en la vía judicial o extrajudicial) se está
afirmando indirectamente que no se requiere más que el vencimiento del
término fijado en la ley para ganar tal prescripción. En tal sentido, si el
deudor no ha deducido la correspondiente excepción se ha producido en
realidad una renuncia a beneficiarse con la prescripción, con lo cual se
torna nuevamente exigible jurisdiccionalmente la obligación demandada.
ANÁLISIS COMPARADO DE LA PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA

CUESTIONARIO N.º 04

1. ¿Qué es renuncia de la prescripción?

La renuncia requiere capacidad para obligarse, según la advertencia del art.


1150. El art. 527 del Código derogado hablaba de capacidad para enajenar,
en el renunciante.

La modificación introducida es conveniente, pues es erróneo ver en la


renuncia a la prescripción una alienación.

A lo menos tratándose de la prescripción liberatoria, no hay asimilación


posible entre una y otra figura. Deriva del propio carácter de la renuncia, que
ella es un acto unilateral; de suerte que no necesita aceptación de parte de
aquel a quien beneficia; que es un acto declarativo y no traslativo, y que
siendo abdicativo es irretractable; que no es una liberalidad, y por lo tanto no
está sometido a las reglas de ésta.

No sólo no cabe renunciar a la prescripción, es decir, al derecho de oponerla


cuando ella se adquiera, sino que también es inadmisible que se pueda
ampliar el plazo legal para que ella se produzca. Ello equivaldría a una
renunciación en parte al derecho de prescribir, al vencimiento del plazo legal.
El carácter de público interés que acompaña a las reglas relativas a la
prescripción, es veto a toda pretensión a agravar la prescripción por acuerdo
convencional (Lippmann).

2. ¿Se puede renunciar a la prescripción?


No se presenta dudas de clase alguna respecto a la regla que consagra el
art. 1150 [art. 1990, C.C. 1984], pues teniendo la prescripción un carácter de
iures publici, no es permisible que se renuncie anticipadamente a ella, por el
deudor. De permitirse tal renuncia, la prescripción podría resultar inoperante
en todos los casos, porque siempre el acreedor podría obtener del deudor, al
convenirse la obligación, el que renunciara a la prescripción.

3. ¿Qué es renuncia tácita a la prescripción?

Requiere la renuncia expresa, como toda declaración volitiva con


trascendencia jurídica, capacidad en el declarante. La renuncia tácita es "la
que resulta de hechos del interesado incompatibles con la prescripción" (art.
162, apartado 2 del Código brasileño).

Es una cuestión de apreciación, que incumbe al juez.

Los tratadistas citan como casos que revelan la renuncia, los siguientes:
reconocimiento de deuda; pago de parte de la deuda, o de sus intereses;
oferta de pago; compensación consentida por el deudor de la deuda
susceptible de prescripción, con crédito que tuviera contra la otra parte;
consentimiento dado para una novación de la obligación; petición de plazo
para el cumplimiento de la misma; constitución de una seguridad respecto de
ella; convención sometiendo una cuestión a arbitraje.

El artículo 1151 [art. 1991, C.C. 1984] prevé dos casos de renuncia tácita de
la deuda. Si el deudor reconoce la deuda sin alegar prescripción, hay
renuncia tácita a ésta, o como dice el precepto "se entiende renunciada la
prescripción". Es el primero de los dos casos de renuncia tácita que
contempla el artículo.

3. ¿Por qué se da la prohibición de declarar de oficio la prescripción?


La prescripción obra ope exceptionis.
"Interesa a la sociedad dice Ricci que la institución de la prescripción exista,
y que quien la tiene a su favor cumplida, tenga el derecho de aprovecharse
de ella; pero cuando al curso de una prescripción no se ha puesto ningún
obstáculo, y sólo se trata de ver si aquel que pueda alegarla, quiera o no
valerse de ella, los intereses generales de la sociedad no están en juego, y
sólo están en cuestión los intereses del individuo, de los cuales puede éste
disponer, del modo que a su juicio sea más conveniente.
Por tanto, cuando el individuo que puede oponer la prescripción no la opone,
el juez no puede ni debe examinar si aquél, al tomar semejante actitud, cuida
bien o mal de sus intereses; antes, considerando que su intención es no
aprovecharse de la prescripción, debe circunscribirse a estimar que ésta no
se ha producido".
Tales principios, por lo demás, reciben aplicación sin excepción, o sea, así la
persona a quien podría favorecer la prescripción fuera un incapaz.
Se puede agregar, como razones para que la prescripción no deba ser
establecida ex officio, que la pérdida en la acción del titular creditorio reposa
en la negligencia del mismo, que el juez no puede tener por existente, sino
que debe ser alegada por la otra parte.
Además, aunque haya corrido el plazo legal de la prescripción, acaso ésta
no sea operante in casu por motivos de suspensión o interrupción.

4. ¿Qué es el principio de accesio temporis?


"El precepto consagrado en este artículo es una extensión a la prescripción
extintiva, del principio de la accessio temporis, admitido para la usucapión.
Pero aquí habla el Código solamente del heredero, contra el cual continúa la
prescripción iniciada contra el de cujus, y en la usucapión la posesión es
continuada por el sucesor universal y puede serlo por el singular.
No obstante que los términos del artículo indicarán una diferencia en el
modo de aplicar la accessio temporis, según se trate de prescripción
liberatoria o de usucapión, va prevaleciendo entre los escritores y en la
práctica el pensamiento que la palabra herederos empleada en el artículo.
165, equivale a sucesores, sin distinción de singulares y universales".
De otro lado, es indiscutible que en lo que se refiere al acreedor, el plazo
corre contra él sumándose el tiempo transcurrido contra su causante. Si A
contrae una obligación en favor de B en 1940, y este último es heredado por
C en 1950, si pasan once años más, o sea, que en 1961 C pretende cobrar
la deuda de A, éste podría oponerle la prescripción, pues sumaría a los once
años desde que C asumió el crédito, los diez años que correspondían a
cuando estaba obligado ante el causante de C, esto es, de B, o sea en total
21 años; más, por ende, de los veinte años (supongamos) señalados para la
prescripción de la respectiva acción.

5. ¿En qué casos se da la suspensión de la prescripción?

La suspensión, pues, sólo puede producirse por las causales que


taxativamente enumera el art. 1994.

1.1.- Cuando los incapaces no están bajo la guarda de sus representantes


legales. Es la causal prevista en el inc. 1) y registra como antecedente la del
inc. 1) del art. 1157 del Código de 1936, según la cual no corría el término de la
prescripción "contra los menores o incapaces que no estén bajo el poder de
sus padres, o de un tutor o de un curador". En la norma vigente se ha preferido
el uso de expresiones genéricas como las de "incapaces" y "representantes
legales", así como la locución "guarda" que resulta de mayor propiedad.

La suspensión se justifica pues es obvio que, si la prescripción comienza a


correr desde el día en que puede ejercitarse la acción, el decurso prescriptorio
tiene que suspenderse si los incapaces, que son alieni juris, requieren de sus
representantes legales para el ejercicio de sus derechos. Lo que el Código
mantiene es una fórmula de protección a los incapaces contra los cuales ha
venido corriendo el decurso prescriptorio, suspendiéndolo, hasta tanto queden
nuevamente bajo la guarda de un representante, sea que la representación
derive de la patria potestad, de la tutela o de la curatela.

1.2.- Entre los cónyuges, durante la vigencia de la sociedad de gananciales. Es


la causal prevista en el inc. 2, pero con la advertencia de que los cónyuges se
han sometido al régimen de la sociedad de gananciales. Es por esta
advertencia que puede considerarse que registra antecedente en el inc. 2 del
art. 1157 del Código anterior, pues éste se refería, simplemente, a que no
corría el término para la prescripción entre el marido y la mujer durante el
matrimonio, al haber previsto como único régimen patrimonial el de la sociedad
de gananciales. Como se sabe, el Código Civil vigente introdujo una sustancial
modificación en el régimen patrimonial del matrimonio. Según el art. 295,
"antes de la celebración del matrimonio, los futuros cónyuges pueden optar
libremente por el régimen de sociedad de gananciales o por el de separación
de patrimonios, el cual comenzará a regir al celebrarse el casamiento"; y,
según el art. 296, "durante el matrimonio, los cónyuges pueden sustituir un
régimen por el otro". En este último caso y conforme al numeral citado, la
sustitución del régimen puede hacerse por convenio y, en el caso de hallarse
en vigencia el régimen de sociedad de gananciales, el art. 297 faculta a
cualquiera de los cónyuges a recurrir al Juez. Al terminar la vigencia de un
régimen patrimonial, según el art. 298, se procederá necesariamente a su
liquidación.

La causal se explica, pues, en que en el régimen de sociedad de gananciales


pueden haber bienes propios de cada cónyuge y bienes de la sociedad (art.
301) y que, al contrario de lo que disponía el Código de 1936 en cuanto a que
los cónyuges no podían contratar entre sí salvo para el otorgamiento de
poderes, el vigente Código permite la contratación entre cónyuges, con la
salvedad de que no pueden hacerlo respecto de los bienes de la sociedad (art.
312), o sea respecto de aquellos que no tienen la calidad de bienes propios,
conforme al art. 302, y los que cualquiera de los cónyuges adquiera con su
trabajo, industria o profesión, así como los frutos y productos de todos los
bienes propios y de la sociedad y las rentas de los derechos de autor y de
inventor (art. 310). Con sus bienes propios, en el caso de la sociedad de
gananciales o en el del régimen de separación de bienes, los cónyuges pueden
celebrar contratos de mutuo (art. 1650), ad exemplum. Lo que el Código quiere,
entonces, es que habiendo una relación jurídica patrimonial el decurso
prescriptorio se suspenda si las personas que son partes se convierten en
cónyuges adoptando el régimen de la sociedad de gananciales, o, que, siendo
partes por haber adoptado el régimen de separación de patrimonios, lo
sustituyen por el de sociedad de gananciales. Aun cuando en el régimen de la
sociedad de gananciales puede haber bienes propios de cada cónyuge, el
régimen determina una comunidad de bienes, lo que justifica la causal de
suspensión del decurso prescriptorio.

1.3.- Entre las personas relacionadas concubinariamente. Es la causal prevista


en el inc. 3 que, al referirse "a las personas comprendidas en el artículo 326", lo
hace a las que están en una relación concubinaria. No registra antecedente en
el Código de 1936, pues su origen no es el citado art. 326 del Código Civil, sino
que lo fue el art. 9 de la Constitución Política de 1979, en la actualidad
receptado por el art. 5 de la Constitución Política de 1993, que ahora le sirve de
sustento y que preceptúa, al igual que su antecedente, que "La unión estable
de un varón y una mujer, libres de impedimento matrimonial, que forman un
hogar de hecho, da lugar a una sociedad de bienes que se sujeta al régimen de
la sociedad de gananciales en cuanto sea aplicable". Según Héctor Cornejo
Chávez (20), que fue ponente del Libro de Derecho de Familia y que fue
constituyente, el art. 9 de la Constitución de 1979 fue una de las innovaciones
más importantes y que en él quedaban comprendidos todos los casos en que
un varón y una mujer que no siendo casados, y sin impedimento para serlo,
hacen vida marital, pero excluyendo a los que no siendo casados tienen
impedimento para contraer matrimonio. La norma del art. 326 del Código Civil,
que complementa ahora la del art. 5 de la Constitución, regula el concubinato
para que de origen a una sociedad de bienes, fijando el tiempo de la unión de
hecho en por lo menos dos años continuos y siempre que la unión sea
voluntaria y persiga finalidades semejantes a las del matrimonio. La norma fue
tomada del Anteproyecto del que fue autor Cornejo Chávez (21), quien, en la
cita que hemos dejado expuesta, precisa cómo debe entenderse el
concubinato, resultando así el criterio adoptado por el Código Civil en el sentido
de que la relación concubinaria es la que sostiene un varón y una mujer sin
haber contraído matrimonio, pero sin impedimento para celebrarlo. El mismo
Cornejo Chávez en su Exposición de Motivos (22), haciendo un recuento del
trato que en nuestro Derecho Civil se había dispensado al concubinato,
recuerda que la Comisión Reformadora del Código de 1852, cuyo trabajo
culminó con la promulgación del Código de 1936, abordó el problema de las
uniones de hecho en el aspecto del eventual enriquecimiento del concubino a
costa de su compañera y que luego la abandona. Reseña nuestro connotado
familiarista que se discutió la solución a tal problema considerando a la unión
concubinaria como una sociedad de hecho, la que una vez disuelta, también de
hecho, debía dar lugar a que los ex-socios se distribuyeran el activo líquido, o,
considerándola como una locación de servicios a fin de que la mujer pudiese
exigir el pago de remuneraciones no canceladas por el trabajo realizado
durante el concubinato. Recuerda también Cornejo Chávez, que ambas
soluciones se estimaron forzadas, por lo que la Comisión Reformadora terminó
por aceptar el criterio expuesto por Olaechea en el sentido de que el problema
de la posible expoliación a la mujer abandonada por el concubino podría ser
resuelto, sin necesidad de legislar sobre el concubinato, mediante la norma que
quedó contenida en el art. 1149, según la cual "Aquel que se enriquece
indebidamente a expensas de otro, está obligado a la restitución".

En consonancia con el criterio adoptado por consenso, durante la vigencia del


Código de 1936 la jurisprudencia reconoció el derecho de los concubinos a la
restitución y, por este medio, su derecho a participar en el caudal común. Como
ya lo hemos indicado, el art. 326 del Código Civil, reglamentando el precepto
del art. 9 de la Constitución Política de 1979 y, ahora, el del art. 5 de la
Constitución vigente, fija el tiempo y las condiciones para que la unión
concubinaria de lugar a una sociedad de bienes y pueda ser asimilada a la
sociedad de gananciales. Por ello, al igual que en el caso del matrimonio bajo
el régimen de comunidad de bienes el decurso prescriptorio se suspende sólo
entre quienes están vinculados concubinariamente a partir de los dos años
contínuos de su unión de hecho.

1.4.- Entre los menores y sus padres o tutores durante la patria potestad o la
tutela. Es la causal prevista en el inc. 4 y registra como antecedente el inc. 3
del art. 1157 del Código de 1936. Está tomada del Anteproyecto del que fuimos
autores (23) y debe entenderse, como lo advierte el Código Civil, durante la
patria potestad o la tutela.

1.5.- Entre los incapaces y sus curadores, durante el ejercicio de la curatela. Es


la causal prevista en el inc. 5 y registra como antecedente el inc. 4 del art. 1157
del Código anterior. Está tomada del Anteproyecto del que fuimos autores (24)
y debe entenderse, como lo advierte el Código Civil, durante el ejercicio de la
curatela. León Barandiarán (25), en comentario a los incs. 3 y 4 del art. 1157,
antecedentes de ésta y la anterior causal, explicó que el hijo sometido a patria
potestad y el menor sujeto a tutela, así como los incapaces bajo curatela, no
pueden entablar acción contra sus representantes ni éstos contra ellos, pues
hay una imposibilidad de hecho para que antes que cese tal representación
pueda entablarse la acción contra el representante ya que sólo podría ser
entablada por el propio representante que es el único que ejerce la personería
civil del incapaz representado. De modo que ni éste, por ser incapaz, ni otro,
por no tener título para ello, podrían demandar al representante, por lo que la
acción contra el representante sólo estará expedita al cesar su representación.
Si la representación cesa porque termina la incapacidad de la persona
representada (por ejemplo, llega a su mayoría de edad), esta última podrá
desde ese momento y hasta que prescriba la acción, demandar al que fue su
representante. Si cesa, porque asume la representación del incapaz un nuevo
representante, éste último podrá entablar la acción contra el anterior
representante desde el momento en que cesó tal anterior representación y
hasta que la acción prescriba. Lo dicho en cuanto al caso de la demanda
interponible por el incapaz contra el representante vale, mutatis mutandis, para
la demanda incoable por el último contra el primero. 1.6.- Durante el tiempo que
transcurra entre la petición y el nombramiento del curador de bienes. Es la
causal prevista en el inc. 6 y registra como antecedente el inc. 4 del art. 1163
del Código de 1936, el cual, al considerarla como causal de interrupción,
motivó que León Barandiarán (26) precisara que se trataba de una de
suspensión. Está tomada del Anteproyecto del que fuimos autores (27), en
cuya Exposición de Motivos (28), además de acoger el aserto del maestro,
hicimos referencia a la curatela de bienes y no al "curador de herencia" como lo
hacía el Código anterior. La curatela de bienes, según el art. 597 del Código
Civil se provee cuando una persona se ausenta o ha desaparecido de su
domicilio, ignorándose su paradero. La ausencia o desaparición están
utilizadas en el citado numeral en un mismo significado, pese a que el propio
Código las distingue. Según el art. 47, desaparecido es quien no se halla en el
lugar de su domicilio y se carece de noticias sobre su paradero y no tiene quién
lo represente. Según el art. 49, el desaparecido es ausente cuando transcurren
dos años de su desaparición. En este último caso, conforme al Art. 50, se da la
posesión temporal de los bienes a quienes pueden ser sus herederos forzosos
y, a falta de persona con esta calidad, continúa la curatela hasta el regreso del
ausente o hasta que designe representante, se compruebe su muerte o se
declare judicialmente su muerte presunta, como lo dispone el art. 59.

En los dos últimos casos debe procederse a la apertura de la sucesión, según


dispone el art. 60.

La suspensión del decurso prescriptorio se explica y se justifica, entonces, en


que producida la desaparición hipótesis que es a la que se refiere la causal que
analizamos - y hasta tanto no se provea la curatela de bienes, el desaparecido
no puede ejercitar las acciones que correspondan a sus derechos, como
tampoco pueden hacerse valer contra él las de otro. 1.7.- Entre las personas
jurídicas y sus administradores, mientras éstos continúen en el ejercicio del
cargo. Es la causal prevista en el inc. 7, que no tiene antecedente en el Código
de 1936. Está tomada del Anteproyecto del que fuimos autores (29) y en cuya
Exposición de Motivos (30) consideramos imprescindible la innovación ante la
presencia gravitante de las personas jurídicas y que la norma constituía un
modo de cautelar los derechos y el patrimonio de estos entes abstractos, cuya
existencia jurídica nadie discute y que, por lo mismo, no pueden quedar
expuestos al abuso de quienes administran sus bienes. Desde luego, la causal
es aplicable a la generalidad de las personas jurídicas y, particularmente, en
cuanto a las acciones de responsabilidad contra sus administradores. De ahí,
que se suspenda el decurso prescriptorio hasta que los mismos cesen en el
ejercicio del cargo.

1.8.- Mientras sea imposible reclamar el derecho ante un tribunal peruano. Es


la causal prevista en el inc. 8, que reitera la del inc. 5 del art. 1157 del Código
de 1936, habiendo sido tomada de nuestro Anteproyecto (31). León
Barandiarán (32), en relación a su antecedente, explicó que no bastaba que la
acción esté nacida, sino que además pudiera ejercitarse, agregando el maestro
que la fórmula del Código de 1936 fue superior a la de otros códigos que se
refieren a casos concretos y que su ventaja consiste en que su aplicación es
una cuestión de hecho que debe decidir el Juez. Nosotros, como lo
destacamos en la Exposición de Motivos del Anteproyecto (33), siguiendo al
maestro, adoptamos una regla genérica y no fórmulas casuísticas adoptadas
en atención a las circunstancias y situaciones en que puede encontrarse el
titular del derecho. Y aun cuando no lo expresamos, como tampoco lo hizo el
Codificador de 1936, tuvimos en mente la situación de los nacionales peruanos
residentes en Tacna y Arica cuando la soberanía de Estado peruano quedó en
suspenso como consecuencia del Tratado de Ancón de 1883 y del proceso de
chilenización que culminó en 1929 al restablecerse la soberanía del Perú en
Tacna y desmembrarse Arica de la heredad nacional. Por lo demás, las
consecuencias de los conflictos bélicos aun cuando lo sean internos, han sido
siempre considerados como causa eficiente para la suspensión del decurso
prescriptorio, sea por previsión en la codificación civil o, a posteriori, en leyes
especiales. Si la prescripción se inicia desde el día en que puede ejercitarse la
acción, el decurso prescriptorio debe detenerse, necesariamente, si al titular del
derecho le es imposible acudir a sus propios órganos jurisdiccionales.

6. ¿Qué diferencias encuentras con el código de 1936?

Ninguna.

7. ¿Se ha avanzado en materia de prescripción?

En general, todo evento que manifiesta la vitalidad de la relación jurídica


reconocimiento del derecho ajeno, intimaciones, entre otros– produce el efecto
de “cortar” el plazo desde el momento que llega a conocimiento de la
contraparte de la relación jurídica. Así, de particular importancia es que, cuando
el acto consista en el planteamiento de una demanda, el Código Civil haga
depender la interrupción del decurso prescriptorio a la efectiva “citación con la
demanda” –inciso 3 del artículo 1996 e inciso 1 del artículo 1997; es decir, el
efecto interruptivo se produce con la notificación válida de lo que el Código
Procesal Civil llama “emplazamiento” –inciso 4 del artículo 438–, y no con la
mera presentación de la demanda.
En contraposición, la caducidad viene configurada por el Código Civil como la
extinción de un derecho, cual efecto automático del mero transcurso del plazo
legal; para ser más precisos, como efecto que se produce “transcurrido el
último día del plazo, aunque éste sea inhábil” artículo 2007 del Código Civil. En
tal sentido, el efecto extintivo se produce lo quiera o no quien se “favorece” con
la extinción. De allí que, siendo indiferente la “voluntad” del “favorecido”, el juez
puede apreciar la circunstancia de oficio, es decir, sin necesidad de alegación
de parte –artículo 2006.

ANÁLISIS COMPARADO DE LA PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA II

CUESTIONARIO N.º 05

1. ¿Cuándo se inicia del decurso prescriptorio?

En base a la regla general de que la prescripción empieza a transcurrir desde


que la obligación es exigible, desciende naturalmente, que, si la obligación es
pura, desde que la misma fue contraída comienza a contarse el tiempo para la
prescripción: art. 1159. Pero este precepto habla del caso en que no se
extendiese documento, o sea, que, al contrario, si se extendió un documento,
deberá la fecha de su otorgamiento servir de punto de origen de la prescripción
sin distinción de si se trata de documentos públicos o privados, porque
entonces el documento sirve de constatación del nacimiento de la obligación.
En buena cuenta, la disposición está de más, pues es bastante con el principio
de actioni non natae praescribitur, siendo cuestión de facto determinar la época
en que la obligación se constituye y se hace exigible.
La fecha del documento hace presumir que la misma concierne a la obligación,
salvo que conste de aquél que la obligación es a plazo suspensivo o bajo
condición suspensiva. En lo que se refiere, ahora, a las obligaciones sujetas a
plazo y en las condicionales, la prescripción sólo comienza al vencimiento del
plazo o desde la realización de la condición, como lo ordena el artículo 1160.
Cuestión tan clara hace ociosa cualquiera explanación, y apenas será de
utilidad recordar que en el caso examinado no se puede ver un caso de la
pretéritamente tan socorrida como falsa regla de contra non valentem agere
non currit praescriptio, pues como dice Huc, comentando el artículo 2257 del
Code Civil, "la vieja máxima no ha sido hecha sino para los casos en que el
ejercicio de la acción ya nacida era teóricamente posible y no devenía
imposible sino por el efecto de un obstáculo posterior a su nacimiento. Luego,
la disposición del artículo 2257 sería siempre verdadera, aun cuando la vieja
máxima no hubiera sido imaginada". En concernencia al plazo, si él fue
establecido en favor de ambas partes, la prescripción sólo comienza a contarse
desde el vencimiento respectivo. Lo mismo ocurre si fue establecido en favor
del deudor, sea tal plazo convencional o legal. Si fue estipulado en beneficio
del acreedor, la prescripción empieza a contarse desde el día mismo del
negocio, como si no hubiese plazo. Será conveniente advertir que, en una
deuda pagadera por plazos sucesivos, cada plazo estará sujeto a su propia
prescripción, que comenzará desde el vencimiento del respectivo plazo.

2. ¿En qué casos se interrumpe la prescripción?

La interrupción de la prescripción anula el tiempo transcurrido hasta el


momento en que aquélla se verifica. En esto se diferencia de la suspensión.
También se diferencia de ésta, como de los impedimentos para que se inicie la
prescripción, en que la suspensión y los impedimentos obran de pleno derecho
e independientemente de la voluntad del acreedor o del deudor de la
obligación, mientras que la interrupción sólo tiene lugar por un hecho de parte
del acreedor o del deudor. La distinción entre la interrupción natural y la civil,
carece de interés con relación al artículo 1163 [art. 1996, C.C. 1984], pues la
primera sólo concierne a la prescripción positiva, y el artículo trata
exclusivamente de la prescripción liberatoria. La interrupción de la prescripción
hace correr un nuevo plazo para la última.
¿pero ello origina una interversión en la misma?
Nosotros no lo creemos. No percibimos ninguna razón suasoria para tal
conversión en cuanto a la duración de la prescripción. Si la interrupción se
refirió a una prescripción breve, no nacerá por razón de aquello una nueva
prescripción, la larga (de 20 o 15 años, de los incisos 1º y 2º del art. 1168) [art.
2001, inc. 1, C.C. 1984], sino un nuevo plazo de prescripción por lapso igual al
que corresponde innatamente a la acción utilizada. Sólo en el caso de
demanda judicial que se declare fundada, surge un nuevo plazo de
prescripción, por actio judicata, a fuerza de que el inciso 1º del artículo 1168
[art. 2001, inc. 1, C.C. 1984] establece esta prescripción, remitiéndonos al
comentario sobre este punto. La interrupción civil puede derivarse de dos
órdenes de causas: las interpelativas y las recognoscitivas.
Las primeras consisten en todo acto emanado del acreedor, por el cual
demuestra su voluntad de hacer valer el derecho que le asiste; las segundas
consisten en todo acto emanado del deudor, que importa inequívocamente el
reconocimiento del derecho en el acreedor.

3. ¿Cuándo se puede presentar la ineficacia de la citación judicial para


interrumpir la Prescripción?

La citación judicial interrumpe la prescripción sólo en tanto y desde que la


instancia del actor es puesta en conocimiento del obligado, o sea, desde la
citación misma a éste. La citación nula por no ajustarse a las formalidades del
caso, se considera como no hecha.

Tal lo que comúnmente se dispone. Pero nos parece que en ello hay un rigor
excesivo. Con Spencer Vampré creemos que "la falta de observancia de las
formalidades de la citación se debe, por regla, a los oficiales judiciarios, y de
ello puede derivar la falta de una solemnidad insignificante, que no afecta la
intención del autor, y a pesar de eso ser nula la citación".
Pero el inciso 1º del artículo 1164 agrega: "Y no consta que el demandado se
instruyó de la notificación". Luego, debería pensarse que así la citación sea
nula por falta de solemnidad, interrumpe la prescripción si el demandado se
instruyó de la notificación.

Entonces, habría que estimar que siempre que el obligado adquiera


conocimiento de la instancia, la interrupción debería producirse. Producida la
citación judicial, su efecto interruptivo subsiste mientras que no se produzca
alguno de los hechos indicados en el artículo 1164 [art. 1997, C.C. 1984]. Pero
sobrevenido uno de los mismos, como la interrupción se estima como no
producida, la prescripción iniciada anteriormente continuará hasta alcanzar el
tiempo exigible; pudiendo también llegar a cumplirse entre tanto, pues como
escribe Salvat, "la cuestión no es en este caso la de determinar cuándo
comienza una nueva prescripción, sino que, como consecuencia del principio
consagrado en el artículo 3987, será la misma prescripción anterior la que
continuará, por reputarse que no ha habido interrupción".

4. ¿Cuándo se extiende la citación judicial?

La regla general tratándose de la prescripción liberatoria es que de persona ad


personam non fit interruptio civiles neque active, neque pasive. Los artículos
1165 y 1166 [art. 1196. C.C. 1984] contienen, pues, excepciones a tal regla.
Contrario sensu del artículo 1165 [art. 1196. C.C. 1984], en todo caso de
concurso partes fiunt, trátase de mancomunidad originaria o por causa
hereditaria, cada crédito y cada deuda son perfectamente independientes, y
consecuentemente la interrupción de la prescripción respecto a uno de los
deudores no puede tener efecto en relación a los demás, así como la hecha por
uno de los acreedores no tiene por qué beneficiar a los otros.

El artículo 1165 [art. 1196. C.C. 1984] sólo habla de solidaridad pasiva. Pero
dicho artículo debe apreciarse en relación al artículo 1214 [art. 1196. C.C.
1984], que hace que, tratándose de la solidaridad activa o pasiva, los efectos
de la interrupción de la prescripción se extiendan a todos los deudores o a
todos los acreedores. Al comentar el artículo 1214, daremos nuestro parecer
respecto al régimen instituido.

La interrupción de la prescripción contra el fiador no interrumpe la prescripción


de la obligación del deudor principal.

En efecto, el artículo 1166 sólo se contrae al caso contrario, y como al respecto


impone una excepción a la regla de que la interrupción de la prescripción no se
extiende de persona a persona, tal excepción sólo puede funcionar con
referencia al caso considerado por la disposición que establece aquélla.

5. ¿quiénes pueden alegar la interrupción?

La disposición está inspirada en el artículo 174 del Código brasileño. Ella es


superflua. Nadie puede dudar de que el titular de un derecho (o quien lo
represente) puede utilizar los medios legales para defender y hacer efectivo
éste, y claro es que en ello está ínsito el emplear los recursos tendientes a que
tal derecho no se extinga o se haga inoperante, siendo la interrupción de la
prescripción uno de tales recursos. Y en cuanto a la facultad para que la
interrupción provenga de tercero, que se sobreentiende ha de tener legítimo
interés en ella, se explica sin mayor esfuerzo. Así como la prescripción puede
ser opuesta por tercero, que tenga interés en ella, así también el correlato, la
oposición de la interrupción de la prescripción, ha de corresponder a tercero
interesado. En la primera hipótesis, existente la deuda (de cuya prescripción se
trata) entre los respectivos sujetos activo y pasivo de la misma, un tercero,
acreedor del último, obra oponiendo la prescripción, de tal suerte que impida un
desmedro en el patrimonio del deudor, que se produciría si el primitivo acreedor
pudiese hacer efectivo sus derechos.

En la hipótesis segunda, existente la obligación (de cuya interrupción de


prescripción se trata) entre los respectivos sujetos acreedor y deudor de la
misma, un acreedor del primero (segundo acreedor), al oponer la interrupción
de la prescripción, enriquece el patrimonio de su deudor, o sea del acreedor de
la obligación de cuya interrupción de prescripción se trata, pues permite que se
haga efectiva esta última obligación.
6. ¿Cuáles son los plazos de prescripción?

Los plazos de prescripción no son confundibles con los plazos de caducidad de


acciones. La prescripción liberatoria es un sistema general del Derecho Civil,
que tiene en principio virtualidad eficiente sobre todos los derechos
patrimoniales. Los plazos de caducidad se señalan con relación a cada caso
concreto, por motivos específicos, vale decir, en consideración a diferentes
motivaciones. El elemento común, el non usus del derecho, no es el dato
esencial. En su eficacia los plazos de prescripción y los de caducidad son
diferentes.

Los primeros importan sólo una oposición a la pretensión del actor, pero no un
desconocimiento en sí a su derecho mismo; los segundos, en cambio, importan
que el derecho no existe más. De otro lado, las causas de interrupción o
suspensión que obran sobre la prescripción, son inoperantes tratándose de un
plazo de caducidad, que es un tempus continuum. La opinión de Wend de una
asimilación de ambos casos, no ha podido prosperar. Los casos de caducidad
funcionan en conexión a casos determinados, fijados por la ley; por ejemplo, en
los artículos 18, 81, 149, 324, 341, 365, 382, 383, 414, 527, 551, 667, 672,
1393, 1440, 1446. Los plazos de prescripción del artículo 1168 [art. 2001, C.C.
1984] actúan en todos los casos en general.

En el supuesto de un plazo prefijado (de caducidad), la ley quiere que la


situación se defina rápida y categóricamente, dentro de un determinado tiempo.

Las reglas generales de prescripción se aplican a la caducidad, es


irrenunciable el derecho a valerse de la excepción, no pueden ser modificados
los plazos; no procede de oficio, empieza a correr desde que la obligación es
exigible. Pero no hay las figuras de la suspensión y de la interrupción (art. 2964
del Código italiano). Los plazos señalados en los incisos 1º y 2º del artículo
1168 [art. 2001 inc. 1, C.C. 1984], respecto de las acciones ordinarias, se
refieren al plazo común legal de prescripción.

Otros plazos de prescripción, que siempre deben ser menores, sólo obran en
caso de indicación concreta del Código.
Tales casos, distintos de los señalados como regla ordinaria para la
prescripción de acciones, están fijados en los incisos 3º (acción de nulidad), 4º
(acción por determinados servicios), 5º (acción por pensiones alimenticias y
suministro de víveres), 6º (acción de responsabilidad civil), 7º (acción de
responsabilidad de los menores e incapaces contra sus padres), 8º (acción de
daños y perjuicios entre las partes por violación de un acto simulado). Hay, así
pues, prescripciones largas (las de los incisos 1º y 2º) y breves (las de los otros
incisos).

8. ¿Qué abarca las cuestiones complementarias?

El artículo 1833 del Código en el título de las disposiciones transitorias, indica


lo siguiente: "La prescripción iniciada antes de ponerse en vigor este Código,
se regirá por las leyes anteriores; pero si desde que fuese puesto en vigencia
transcurriera todo el tiempo en él exigido para la prescripción, surtirá ésta su
efecto, aunque por dichas leyes anteriores se requiriese un lapso de tiempo
mayor" [art. 2122, C.C. 1984].
El legislador en este punto, siguiendo las huellas del Código francés, y más
cercamente del Código español, rinde tributo al principio de no retroactividad de
las leyes, estableciendo que la prescripción comenzada a correr antes de la
nueva ley, se rige por la ley antigua.
La solución es errónea, pues la prescripción aún no cumplida no constituye un
derecho adquirido, sino una mera expectativa. Es la nueva ley, pues, la que
debería regirla. Pero sancionada la regla como está en el art. 1183 [art. 2122,
C.C. 1984], no se puede eludir su aplicación, la cual por la forma general en
que está concebida aquélla, se aplicará tanto para la prescripción positiva
como para la negativa, y tanto en lo que se refiere al tiempo requerido para la
prescripción cuanto a las causas que la suspenden o interrumpen. Pero si se
tratare de un derecho que la ley nueva viniere a declarar imprescriptible, no
podría regir la ley antigua, sino que vendría a predominar el carácter de
imprescriptible que le confiere la nueva ley

9. ¿Qué aportes da el nuevo código de 1984?


Es una institución jurídica en virtud de la cual se adquieren o se extinguen
derechos, mientras que la caducidad se relaciona con la oportunidad de acudir
a la jurisdicción competente para instaurar la correspondiente acción legal,
según sea el caso.

LA CADUCIDAD

CUESTIONARIO N.º 06

1. ¿Qué es la Caducidad?
La prescripción extingue la acción, pero no el derecho mismo ‘; el art. 2003
adopta el postulado según el cual: ―La caducidad extingue el derecho y la
acción correspondiente‖. El deslinde planteado tiene una especial significación
pues la doctrina ha prestado poca atención a la caducidad y la codificación civil
no ha relievado su tratamiento, habiéndosele confundido con la Prescripción y,
es más, subsumido sus plazos dentro de los de ésta. Como el efecto extintivo
de la caducidad se produce también por el mero transcurso del tiempo y ello, a
su vez, producía su confusión con la prescripción extintiva, la conceptuación de
la caducidad era resultado de una contraposición. entre una y otra, lo que,
indudablemente, no era suficiente para su deslinde conceptual.

2. ¿Cuál es la delimitación conceptual de la Caducidad?

La caducidad a la pérdida de virtualidad de un acto jurídico por un hecho


sobreviniente, como según nuestro Código Civil, ocurre en los casos que ha
previsto para la caducidad de los testamentos, como la del testamento militar
luego que el testador deja de estar en campaña y llega a un lugar del territorio
nacional que le permita otorgar testamento en las formas ordinarias (art. 715),
la del testamento marítimo luego que el testador desembarque definitivamente
(art. 720) o la del testamento en cuanto a la institución de herederos si el
testador tenía herederos forzosos y no lo sabía cuándo otorgó el testamento, o
si el heredero muere antes que el testador o es declarado indigno o es
desheredado (art. 805).
También nuestro Código Civil hace referencia a la caducidad de la oferta de
contratar si no se concedió plazo y no fue aceptada, o si otorgando plazo para
la aceptación no se produce la aceptación, o si el oferente se retracta antes de
la aceptación (art. 1385) o si al oferente le sobreviene incapacidad o se muere
(art. 1387).
El Código Civil ha previsto la caducidad de la donación si el donatario ocasiona
intencionalmente la muerte del donante (art. 1644). Como puede apreciarse de
los ejemplos expuestos, se trata de la pérdida de virtualidad de actos jurídicos
por hechos sobrevinientes, mas no de una caducidad por el mero transcurso
del tiempo, que viene a ser la caducidad legislada en el Título II del Libro VIII
del Código Civil.
Es la caducidad del derecho como consecuencia del transcurso del tiempo la
que corresponde delimitar conceptualmente. Se trata, entonces, de la
caducidad que extingue el derecho al no ejercitarse la acción correspondiente
para hacer valer la pretensión dentro del plazo establecido por la ley, por lo que
conviene, a los fines
3. ¿Cómo es la caducidad en la codificación civil moderna?

La Caducidad como un modo de extinción de derechos por el transcurso del


tiempo que es, reiteramos, la delimitación conceptual que interesa al propósito
de este estudio, fue incorporada a la codificación civil moderna, aunque fue
desconocida por el Código Civil francés de 1804.
En efecto, el Code Civil desconoció la caducidad y la legisló confundida con la
prescripción que, como ya hemos indica do, la legisló unitariamente tanto en su
efecto adquisitivo como en su efecto extintivo. Sin embargo, la doctrina
francesa la fue rescatando y la hizo radicar en los plazos prefija dos
específicamente por la ley para el ejercicio de la acción correspondiente, como,
por ejemplo, según Josserand, para hacer valer ciertos casos de nulidad de
matrimonio, para la negación del hijo por el marido, para la investigación de la
paternidad natural, para la acción rescisoria por lesión, para el ejercicio del
retracto, entre otros. El Código Civil alemán, pese a que la especificación
conceptual de la caducidad es atribuida a Savigny, como lo hemos dejado ya
indicado, tampoco la regula en su articulado. Sin embargo, al igual que el
Código Napoleón, da contenido a plazos que, incuestionablemente, son plazos
de caducidad y, por eso, la doctrina alemana la ha rescatado y la distingue de
la prescripción extintiva, tal como lo hemos apreciado anteriormente al citar a
Enneccerus.

4. ¿Encuentras diferencias de la caducidad en nuestra codificación civil?

La caducidad ha estado, pues, siempre presente en nuestra codificación civil y


en nuestra legislación, aunque apareciendo confundida con la prescripción
extintiva hasta su deslinde por el Código Civil vigente. Así ocurrió en el Código
de Comercio y ha ocurrido en la Ley sobre Derecho de Autor, en la Ley General
de Sociedades, en la Ley de Títulos Valores y en la Ley de Propiedad
Industrial, entre otras, para sólo citar los cuerpos legales que estamos
considerando en este estudio. Como ya lo hemos señalado en la premisa y al
ocuparnos de la caducidad en el Código Civil vigente, es a partir de 1984 que
se ha plasmado legislativamente el deslinde conceptual entre la prescripción
extintiva y la caducidad, no obstante, las confusiones en las que el mismo
Código incurre como también la legislación posterior.

5. ¿Cuál es el fundamento de la caducidad?

Plantear el fundamento de la caducidad nos lleva, necesariamente, a


considerarlo con el de la prescripción extintiva. Al estudiar el de ésta hemos
señalado que su fundamento es el orden público, pues conviene al interés
social liquidar situaciones pendientes y favorecer su solución, sustentándose,
por tanto, en la seguridad jurídica, habiendo señalado también, como Augusto
Perrero, que, si bien la idea del orden público la inspira, no es su norma
reguladora. Tratándose de la caducidad, el orden público está más acentuado
que en la prescripción extintiva, puesto que su elemento más importante es el
plazo previsto por la ley para todos y cada uno de los casos en que se origina
un derecho susceptible de caducidad.

En el instituto de la caducidad, más que en el de la prescripción extintiva, se


aprecia, pues, el imperativo de la ley por definir o resolver una situación
jurídica, haciéndolo prontamente.

Por ello, refiriéndose a los plazos de caducidad, Josserand ha escrito que


funcionan como una guillotina, sin tener en cuenta ninguna consideración,
porque son completamente extraños a toda idea de prueba y de presunción;
instituyen una realidad, no consagran un cálculo de probabilidades; van
directamente al fin sin que nada pueda hacer que se desvíen; son verdaderas
medidas de policía jurídica, libres de toda aleación.

5. ¿Cuál es la diferencia entre la caducidad y la prescripción extintiva?

La caducidad ha estado, pues, siempre presente en nuestra codificación civil y


en nuestra legislación, aunque apareciendo confundida con la prescripción
extintiva hasta su deslinde por el Código Civil vigente. Así ocurrió en el Código
de Comercio y ha ocurrido en la Ley sobre Derecho de Autor, en la Ley General
de Sociedades, en la Ley de Títulos Valores y en la Ley de Propiedad
Industrial, entre otras, para sólo citar los cuerpos legales que estamos
considerando en este estudio. Como ya lo hemos señalado en la premisa y al
ocuparnos de la caducidad en el Código Civil vigente, es a partir de 1984 que
se ha plasmado legislativamente el deslinde conceptual entre la prescripción
extintiva y la caducidad, no obstante, las confusiones en las que el mismo
Código incurre como también la legislación posterior.

6. ¿Cómo se fija los plazos de caducidad?

Según el art. 2004: Los plazos de caducidad los fija la ley, sin admitir pacto
contrario‖. La norma no está tomada del Proyecto de la Comisión Reformadora
ni del Anteproyecto del que fuimos autores en el que planteamos una
propuesta según la cual: Los plazos de caducidad están prefijados por la ley o
pueden ser fijados convencionalmente y que complementamos con una fórmula
que establecía que: No pueden pactarse términos de caducidad cuando ellos
están prefijados en la ley.
Es nulo todo pacto orientado a dificultar a una de las partes el ejercicio de su
derecho.
Las propuestas de nuestro Anteproyecto las explicamos en su Exposición de
Motivos partiendo del supuesto doctrinal de que la caducidad es un modo de
extinción de ciertos derechos en razón de la omisión de su ejercicio mediante la
acción correspondiente o mejor, para ser más precisos, de la pretensión que de
ellos dimana durante el plazo prefijado por la ley o por la autonomía de la
voluntad privada. Indicamos que dicho plazo debía tener el carácter de fatal y
que, cuando el plazo fuera resultado de un acto jurídico, de un concierto de
voluntades, su eficacia, que no podía ser contraria a las disposiciones de la ley,
debía estar referida a negocios o actos jurídicos en los que las partes habían
querido cautelar el ejercicio de la acción fijando un plazo en interés de ambas o
de una de ellas.
Nuestro Anteproyecto, pues, conforme a lo expuesto, pretendió consagrar el
origen de los plazos de caducidad, haciéndolos emanar del imperio de la ley o
de la autonomía de la voluntad privada, y que, establecido que fuera que la
caducidad podía ser pactada, la autonomía de la voluntad debía ceder ante las
consideraciones de orden público pues, siendo el orden público el fundamento
de la caducidad, si los plazos estaban predeterminados en la ley resultaba
apodíctico que las convenciones no podían tener eficacia respecto a los plazos
prefijados por la ley, no pudiendo ser modificados por la voluntad privada ni en
cuanto a su abreviación ni en cuanto a su ampliación.
Expusimos, por último, que la fatalidad y perentoriedad sólo debían darse en
los plazos prefijados por la ley y que cuando el plazo resultara de la
convención, atendiéndose al fundamento de orden público de la caducidad, se
consagraba la nulidad absoluta del pacto orientado a trabar el ejercicio del
derecho.
Concluimos en que las convenciones sobre caducidad eran jurídicamente
posibles cuando, en ejercicio de la autonomía de la voluntad y en interés de
una de las partes o de ambas, se establecían plazos con a arreglo a las reglas
de la buena fe y a la manifiesta intención de las partes arreglo a las reglas de la
buena fe y a la manifiesta intención de las partes.

8. ¿Qué diferencias hay entre los plazos de la prescripción y la


caducidad?

Por la característica de su disimilitud el decurso de cada plazo de caducidad se


inicia, como acabamos de indicar, con el nacimiento del. ¿Cuándo se inicia el
decurso en la caducidad derecho y, por ello, el Código Civil no ha establecido
una regla general?

Como hemos visto al estudiar la prescripción extintiva, el decurso prescriptorio


se inicia con el nacimiento de la acción pues el art. 1993 del Código Civil ha
acogido el principio romanista de la actio nata, estableciéndolo como regla
general. Tratándose de la caducidad, a falta de una regla general para el inicio
de su decurso, el plazo comienza a correr desde que existe el derecho, esto es,
desde que nace con la relación jurídica o desde que emerge de ella o a partir
del hecho desde el cual debe comenzar a correr el plazo

10. ¿Cuáles son los efectos de la caducidad?


Transcurrido el plazo, a su vencimiento los efectos de la caducidad se resumen
en el postulado del art. 2003 del Código Civil:
La caducidad extingue el derecho y la acción correspondiente. Desde luego,
debe tratarse de derechos caducibles. Debemos advertir que lo que se
extingue, como efecto de la caducidad, es el derecho y la acción con la que
puede hacerse valer la pretensión que es inherente al derecho, no el derecho
de acción.
La extinción es automática y opera ipso jure y de modo retroactivo, pues
alcanza al momento del nacimiento del derecho que queda extinguido
definitivamente. La doctrina es unánime en reconocer la eficacia extintiva de la
caducidad sobre el derecho

11. ¿Se puede presentar la oponibilidad de la caducidad?

La caducidad es, obviamente, oponible por quien tiene un legítimo interés en la


extinción del derecho que genera la pretensión que se viene haciendo valer
mediante la acción y que el órgano jurisdiccional pueda declararla de oficio en
virtud del fundamento de orden público que la sustenta, lo que ya hemos
explicado. Según el art. 2006 del Código Civil: La caducidad puede ser
declarada de oficio o a petición de parte.
La norma, que fue adoptada por la Comisión Revisora, se apartó de la propuesta
contenida en el Anteproyecto del que fuimos autores y que la Comisión
Reformadora acogió e hizo suya en su Proyecto.
En nuestra propuesta sólo debía proceder la declaración de oficio tratándose de
plazos de caducidad prefijados en la ley, explicando en nuestra Exposición de
Motivos que cuando la caducidad había sido prevista convencionalmente, la
declaración no podía ser de oficio sino a instancia de parte, pues la fatalidad y
perentoriedad de los plazos de caducidad se atenuaban, por lo que debía
tenerse en consideración la posibilidad de que no se dieran las condiciones de
eficacia de los plazos pactados, siendo necesario, por ello, impedir fallos
oficiosos.

12. ¿Qué es la prueba de la caducidad


Como la caducidad está determinada por el transcurso del tiempo y su plazo
tiene por características la de ser perentorio y fatal, su prueba radica en la
constatación de que el plazo se ha cumplido.
Como el art. 2006 del Código Civil preceptúa que la caducidad puede ser
declarada de oficio o a petición de parte, la declaración de oficio supone que el
órgano jurisdiccional constate el transcurso del plazo y su vencimiento al no
haber sufrido suspensión por la imposibilidad de reclamar el derecho ante un
tribunal peruano.
Si la caducidad se declara a petición de parte, la carga de la prueba corresponde
a quien opuso la correspondiente excepción, pues el principio del onus probandi
incumbit actori hace que la carga probatoria corresponda a quien alegue que el
plazo estuvo suspendido por imposibilidad de reclamar el derecho ante un
tribunal peruano, pues esta es la única causal suspensiva que puede alegar el
pretensor, de conformidad con el art. 2005 del Código Civil, para enervar la
oponibilidad de la caducidad de su derecho.

13. ¿Cuáles son los derechos caducibles?

Atendiendo al postulado del art. 2003 del Código Civil y a su generalidad, es


conveniente dejar establecido que no todos los derechos son susceptibles de
caducidad. Sólo lo son los derechos subjetivos que emergen de la norma legal
que regula la relación jurídica con un plazo prefijado para su ejercicio o los que
emergen de la regulación de sus intereses por los propios interesados. Ya
hemos visto que, según el art. 2004 del Código Civil, los plazos de caducidad los
fija la ley sin admitir pacto en contrario, pero que, no obstante, puede haber
plazos de caducidad convencionales pues la norma es relativamente imperativa
y su prohibición no debe entenderse como absoluta, conforme a la interpretación
que hemos planteado, puesto que puede haber plazos convencionales dentro de
los márgenes permitidos por la ley. La terminología utilizada por el Código Civil y
la legislación complementaria no es, lamentablemente, uniforme ni precisa, pues
se refiere, de manera indistinta, a la caducidad y a la prescripción llegando a
usar cada vocablo sin tener en consideración su significado y trascendencia
conceptual. Sin pretender ser exhaustivos vamos a hacer una enumeración de
derechos comprendidos dentro del ámbito de aplicación del postulado del art.
2003 del Código Civil y siguiendo el orden de la clasificación de los derechos
subjetivos que hemos dejado establecida, sin considerar los derechos públicos
sino sólo los derechos privados en su distinción como personales, familiares,
hereditarios, reales, creditorios, autorales y participatorios. Los derechos de los
que nos vamos a ocupar son los que tienen plazos fijados por la ley, de manera
previa, para su ejercicio.

14. ¿Cuál es el origen histórico de la caducidad?

Su origen histórico y tomando su sentido semántico, la caducidad quedó


entendida como un modo de extinción de derechos por el transcurso del tiempo.
Algunos autores, como el propio Gómez Corraliza citando a Módica, le atribuyen
a Savigny haber sido el primero en proceder a la especificación conceptual de la
caducidad, así como a la doctrina alemana concomitante a la formulación del
BGB. Sin embargo, sus precedentes se remontan al Derecho Romano y
creemos que para su mejor deslinde conceptual es útil la referencia histórica.
Los precedentes históricos de la caducidad la remontan algunos autores a las
llamadas Leyes Caducarias. Según Petit se dio este nombre a dos leyes: a la
Lex Julia de Maritandis Ordinibus y a la Lex Papia Poppaea, complementaria de
la anterior, que alentaban al matrimonio y a la procreación de hijos legítimos,
imponiendo a los célibes y a los casados que no tuviesen familia, la privación de
las liberalidades que les hubieran sido otorgadas en un testamento, a los
primeros; una caducidad de la mitad, a los segundos; y, en los cien días
siguientes al fallecimiento del testador, por no haber contraído matrimonio o
haber pro creado, las liberalidades quedaban sin efecto, caducaban.

15. ¿Cuál es la etimología de la caducidad?

Según el Diccionario de la Lengua Española‖ caducidad significa ‗acción y


efecto de caducar, perder su efecto la ley o un derecho ‘.
El vocablo caducar, según el mismo Diccionario, entre sus significados tiene el
de perder con la edad las facultades mentales‘, el de perder su fuerza una ley,
testamento o con trato, etc.‘, el de extinguirse un derecho, una facultad, una
instancia o recurso‖ y el de arruinarse o acabarse alguna cosa por antigua o
gastada‖, asignándole como origen etimológico la locución caduca, del latín
caducus, que significa que ha de caer‖, que cae‘, correspondiendo a caer, del
latín cadere; entre otras acepciones, las de dejar de ser, desaparecer, acabar la
vida, sien do su acepción básica y genérica la de terminar, extinguirse.
De ahí que, la caducidad, llevada al plano de los derechos, como apunta Gómez
Corraliza sea un anuncio o advertencia de una futura e inexorable extinción. La
caducidad, llevada a su significación jurídica, la referimos, entonces, a la
extinción de los derechos como consecuencia del transcurso del tiempo.

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