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TEMA 7

HUME

1. El empirismo y la Ilustración.
2. La ciencia de la naturaleza humana en Hume.
3. Teoría del conocimiento.
3.1. Las percepciones como base del conocimiento: impresiones e ideas.
3.2. Relaciones de ideas y Cuestiones de hecho.
3.3. Análisis de la causalidad.
3.4. La crítica del concepto de sustancia. (Metafísica)
3.5. El escepticismo.
4. La ética emotivista.
5. Política.

1. El empirismo y la Ilustración.
El empirismo se extiende a lo largo de los siglos XVII y XVIII, sobre todo de este
último. El inspirador del movimiento es Locke (1632-1704), que vivió en el XVII, pero
sus continuadores: Berkeley y Hume, vivieron ya en el XVIII.
Es costumbre en historia de la filosofía oponer el racionalismo y el empirismo como
posturas del Barroco; sin embargo, para comprender adecuadamente el empirismo hay
que tener en cuenta la Ilustración, que se analizará más detenidamente en el tema de
Kant.1
El empirismo surge en Inglaterra como rechazo del racionalismo continental. La
situación política allí es novedosa con respecto al absolutismo continental. En 1688
triunfa la "Gloriosa revolución", instaurándose la monarquía parlamentaria y
constitucional, significando la supremacía del parlamento y la "declaración de
derechos". La revolución supuso el triunfo de las libertades políticas, religiosas y
económicas. Inglaterra se convierte en la primera potencia capitalista y su sistema
político en un modelo a imitar. Por otro lado aparecen filósofos como Locke o
científicos como Newton que van a inspirar a todos los ilustrados europeos del siglo
XVIII.
Un tema fundamental en esta ilustración inglesa es el tema de la razón, pero ya no se
trata de la razón cartesiana, basada en las matemáticas y opuesta a los deseos de la
1
voluntad. La razón ilustrada no es tan fría y se hace más sensible a la experiencia. A
nivel práctico-moral se llega incluso a cuestionar que la razón sea más importante que
otras facultades como el sentimiento o el impulso.
Otro tema importante es el tema de la naturaleza. Se valora la naturaleza y se insiste
en que el pensamiento ha de hacer referencia a ella. Detrás del término hay hechos que
yo puedo observar o descubrir, aunque no pueda conocer en sus últimas causas. En
realidad la razón no puede ejercitarse más allá de lo natural, y de ese conocimiento de lo
natural ha de sacar el máximo provecho. Aquí radica el optimismo ilustrado, la
confianza en el progreso a través del dominio racional de la naturaleza.
Dentro de la filosofía ilustrada hay dos líneas de pensamiento: la teoría del
conocimiento y la filosofía moral.
La teoría del conocimiento se asienta en las siguientes tesis:
-La experiencia como origen del conocimiento. No se reduce el conocimiento a la
experiencia sensible, también se admite la experiencia interna y otras facultades
distintas de los sentidos.
-Limitación del conocimiento. La experiencia marca los límites de ese conocimiento.
En cuanto a la verdad de nuestros conocimientos tenemos que ser cautos. Sobre las
cuestiones que tienen que ver con la experiencia existe probabilidad y no certeza
absoluta, sólo propia de las matemáticas.
-Nuestro conocimiento es un conocimiento de ideas -coincidencia con Descartes. No
conocemos directamente las cosas, sino las ideas o representaciones que nos hacemos
de ellas. En realidad conocemos de las cosas lo que la experiencia nos muestra de ellas,
sin saber lo que sean sustancial o esencialmente... He aquí un rechazo de la metafísica.
En cuanto a la filosofía moral, diremos que existe una preocupación por todas
aquellas cuestiones prácticas que orienten al hombre para que su vida sea lo más
llevadera y feliz posible. Se trata siempre de una felicidad mundana, no trascendente: lo
importante es sentirse felices. Aparecen teorías de tipo hedonista y utilitarista.

2. La ciencia de la naturaleza humana.


APUNTES BIOGRÁFICOS. D. Hume (Edimburgo -1711-1766). No fue un filósofo en
el sentido profesional del término. Fue un hombre de letras y también de negocios en
menor medida. Su primera gran obra, "Tratado de la naturaleza humana", la escribió en
Francia en 1737, pero llevaba pensando en ella diez años. Sin embargo, no tuvo el éxito
esperado, quizá porque no fue bien comprendida. Para remediar esto escribió
posteriormente "Investigación sobre el entendimiento humano" (1751) y "La
investigación de los principios de la moral". Tampoco alcanzó con estas obras la fama
literaria que tanto buscaba. En el campo de la filosofía de la religión nos dejó dos obras:
"Historia de la religión" y "Diálogos sobre religión natural". En ellas se ve su escultismo
en materia religiosa.
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El propósito de Hume es construir una ciencia de la naturaleza humana o ciencia del
hombre para remediar los errores de las filosofías anteriores, las cuales parecían
depender más de la invención que de la experiencia. Estas filosofías se han propuesto
metas demasiado elevadas, y para conquistarlas han caído en el error y en la
inseguridad. En el libro I de "Tratado..." se preocupará por establecer el origen, el valor
y los límites del conocimiento. Esta tarea es previa a todo conocimiento o estudio.
Determinar lo que el hombre puede conocer haciendo uso de su razón ha de servir de
apoyo para ver hasta donde podemos llegar en el resto de los conocimientos.
La expresión "ciencia del hombre" es, no obstante, ambigua en Hume. Unas veces
nos dice que es la base en la que se asientan otras ciencias, así como la moral, las
instituciones políticas, el arte, el comercio, etc. Pero otras veces nos dirá que la ciencia
del hombre se identifica con las ciencias morales. En cualquier caso, lo interesante es
ver el método que aplica Hume en sus investigaciones, que no es otro que el método
experimental. Pronto se sintió atraído por el método utilizado por Newton en su
conocimiento del mundo físico, y pensó que podría ser igualmente válido para iniciar el
conocimiento del hombre, pues éste forma parte también del mundo físico o natural. De
hecho su obra principal, "El tratado de la naturaleza humana", lleva como subtítulo "Un
intento de introducir el método experimental en los problemas morales".

3. Teoría del conocimiento.


3.1. Percepciones: impresiones e ideas.
Para Hume el conocimiento es percepción. Los elementos con los que se constituye
el conocimiento son percepciones. Éstas pueden ser de dos tipos: impresiones e ideas.
Las impresiones se dan en nosotros con más fuerza y vivacidad, mientras que las ideas
son imágenes o copias de esas ideas en el pensamiento. (Por ejemplo. Veo esta página y,
después, cierro los ojos y trato de imaginarla. En ambos caso conozco o percibo, pero la
percepción es más viva cuando veo la página que cuando la imagino)
Las impresiones son de dos tipos: sensación y reflexión. Las primeras surgen en la
mente de causas desconocidas. Las segundas se producen como resultado de nuestras
ideas. (Por ejemplo. El dolor que sientes cuando te sacan una muela es una impresión de
sensación. A partir de aquí tendrás una idea de dolor, aunque te deje de doler la muela
que te han sacado. Sobre esa idea de dolor, puedes empezar a tener aversión a los
dentistas. Esa aversión es una impresión de reflexión)
Las ideas se dividen en simples y complejas. Las ideas simples son copias de
impresiones simples, como la idea de un sonido (la idea que yo manejo de la nota
musical “do”). Las ideas complejas son combinaciones de ideas simples, que ya no
necesitan reflejar impresiones (por ejemplo, la idea de un unicornio surgiría de
combinar la idea de cuerno con la de caballo, ideas que a su vez se derivarían de sus
correspondientes impresiones).
A la base de nuestras ideas tiene que haber siempre alguna impresión que copiar. En
esto consiste el "principio de copia": "Todas nuestras ideas se derivan de impresiones
que corresponden y representan exactamente". En definitiva, todas nuestras ideas se
derivan de la experiencia. El "principio de copia" lo utiliza Hume como criterio
empirista del significado, es decir, como instrumento para decidir sobre si nuestras ideas
o términos filosóficos tienen o no significado. "Cuando tengamos alguna sospecha de
que un término filosófico se usa sin ningún significado lo que tenemos que hacer es
preguntar, ¿de qué impresión se deriva esta idea supuesta? Y si resulta imposible
asignarle alguna, esto servirá para confirmar nuestra sospecha. Acercando nuestras ideas
a una luz tan clara, nos cabe esperar razonablemente que sean eliminadas todas las
disputas que puedan surgir acerca de la naturaleza de la realidad”.
La forma en la que los seres humanos combinamos estas ideas para construir
nuestros conocimientos es universal; es decir, existe una tendencia común a combinar
las ideas en función de las siguientes leyes:
-Semejanza. Un retrato nos lleva a pensar en la persona que representa.
-Contigüidad. Si nos dicen lo limpia que está la clase de 2º A, inmediatamente la
compararemos con otras clases del instituto que no están tan limpias (contigüidad en el
espacio). Si entre amigos uno comenta una anécdota del sábado por la noche, otro puede
comentar lo que sucedió después, movido por la ley de la contigüidad en el tiempo.
-Causalidad. Si pensamos en una herida, inmediatamente también pensamos en el
dolor consiguiente. Si un alumno viene a clase con el brazo roto, posiblemente sus
compañeros le preguntarán qué le ha sucedido.
De estas tres leyes, la más importante es la de causalidad, puesto que ella está a la
base de nuestro conocimiento del mundo en términos de causa-efecto.

3.2. Relaciones de ideas y Cuestiones de hecho.


Hume divide también los conocimientos -objetos de la razón- en dos tipos:
Relaciones de ideas y Cuestiones de hecho.
-Relaciones de ideas. Se trata de un conocimiento que se basa en una operación del
pensamiento sobre nuestras ideas sin tener para nada en cuenta lo que pasa en el mundo.
Las relaciones entre ideas se expresan en proposiciones analíticas (el predicado está
contenido en el sujeto) y necesarias (su negación supone una contradicción). Es el
ámbito de la lógica y de las matemáticas, donde se da certeza demostrativa y sus
verdades se establecen "a priori"
Ejemplo: "El todo es mayor que sus partes"
-Cuestiones de hecho. Se trata del conocimiento que se refiere a los hechos, a lo que
pasa en el mundo. Se expresa en proposiciones sintéticas (en el sujeto no está contenido
el predicado) y probables (la negación de una proposición no es contradictoria).
Estamos en el terreno de las ciencias empíricas o de la filosofía moral, donde no hay
certezas absolutas y cualquier verdad debe establecerse "a posteriori".
Ejemplo: “Los árboles florecen en mayo"
Hume dirá que para que algo sea conocimiento tiene que expresarse o bien en
proposiciones necesarias o bien en proposiciones probables. La metafísica o la teología
contienen falsas proposiciones, por eso han de ser desechadas.
El conocimiento por cuestiones de hecho es el que más interesa a Hume, sobre todo
para ponerlo a prueba en su fundamento. Ese fundamento en el que se basa dicho
conocimiento es el principio de causalidad; es decir, nuestros razonamientos sobre
cuestiones de hecho se basan en relaciones de causa y efecto. El valor de la causalidad
condicionará, por tanto, el valor de las ciencias experimentales que se basan en ella.

3.3. Análisis de la causalidad.


Preguntarse por la causalidad significa ver qué entendemos cuando decimos que dos
sucesos están relacionados de tal manera que uno es causa del otro. Cuando afirmamos
esa relación causal entre sucesos, somos capaces de inferir lo que ocurrirá en el futuro.
Así por ejemplo, sabemos que el agua hierve si le aplicamos calor, y esto nos permite
predecir que así va a seguir ocurriendo en el futuro, pues lo uno es causa de lo otro.
Lo que permite la causalidad es obtener conclusiones acerca de hechos de los que
todavía no tenemos experiencia, porque efectivamente no han ocurrido. Normalmente
establecemos esas conclusiones en términos de "conexión necesaria" entre la causa y el
efecto; es decir, que siempre que se da la causa se dará necesariamente el efecto. Si
hemos observado en el pasado -experiencia- que siempre que ocurría una cosa (calor)
ocurría otra (hervir el agua), entonces decimos que eso siempre ocurrirá así: el futuro
será necesariamente como el pasado.
Ahora bien, las cosas no son tan claras: ¿podemos asegurar de forma rotunda que el
futuro va a ser como el pasado? ¿Tenemos alguna impresión que se corresponda con la
idea de "conexión necesaria"? La respuesta que da Hume es negativa. La idea de
"conexión necesaria" sólo se da en el conocimiento por relaciones de ideas, donde se
pueden obtener certezas absolutas, pero no se puede aplicar en el conocimiento de los
hechos, donde la seguridad nunca es total. (Hablando con propiedad no podemos decir
con seguridad que el agua vaya a hervir al recibir calor, pues todavía no tenemos
experiencia de ese hecho; simplemente "creemos" que así sucederá)
¿Por qué, sin embargo, nos atrevemos a pensar que las cosas en el futuro van a seguir
siendo igual que han sido en el pasado? La respuesta que da Hume se basa en el
mecanismo psicológico de la costumbre o el hábito. Estamos acostumbrados a observar
que las cosas suceden de un modo determinado, con un cierto orden, y proyectamos ese
orden al futuro, creyendo que todo va a seguir igual. En rigor, el conocimiento del
futuro no es sino "creencia"
Este concepto de "creencia" no tiene nada que ver con la religión. Para Hume es algo
necesario para poder vivir, y también para el desarrollo de la propia ciencia. Las leyes
científicas -no se puede negar- sirven para hacer predicciones. Ahora bien, estas
predicciones sobre el futuro han de ser siempre probables, pues no se basan en una
necesidad lógica, sino en la experiencia.
El principio de causalidad ha de ser usado, según todo lo anterior, de forma
cautelosa. Si yo tengo experiencia de hechos relacionados causalmente, puede esperar y
"creer" que esa relación se siga dando en el futuro, lo que no se podrá es establecer
relaciones causales entre hechos de los que no hay experiencia. Así por ejemplo, si yo
tengo experiencia del movimiento en el mundo, no puedo concluir que Dios es la causa
de ese movimiento, pues de Dios no hay experiencia. La precaución en el uso del
principio de causalidad le servirá a Hume para criticar uno de los conceptos más
sagrados de la metafísica tradicional, el concepto de sustancia.
3.4. La crítica al concepto de sustancia. Metafísica
La metafísica tradicional afirmaba la existencia de sustancias como realidades
independientes, existentes por sí mismas y que estaban en el origen de nuestro
conocimiento ("yo", "mundo" y "Dios"). ¿Tenemos conocimiento de estas supuestas
sustancias? Según Hume, no hay conocimiento de ellas porque tampoco tenemos
experiencia ni impresión alguna que se corresponda con las mismas. Por tanto, no
existirán esas sustancias de forma independiente. Para Hume, la única realidad está en
nuestras percepciones, que es de lo que tenemos experiencia. Pero no podemos inferir
que la causa de esas percepciones esté en algo -sustancia- de lo que no tenemos
experiencia. Repasamos la crítica a las tres sustancias tradicionales.
-Sustancia extensa (Mundo). Tenemos percepciones de una supuesta realidad
exterior y creemos que esa realidad es la causa y las percepciones el efecto. Esto, sin
embargo, es equivocado, pues el principio de causalidad sólo se puede aplicar entre
impresiones, pero no entre impresiones y algo que está más allá y de lo que carecemos
de impresión. No existe, por tanto, un mundo de objetos externos e independientes de la
mente que los piensa. El mundo no es otra cosa que el resultado de aplicar una serie de
principios asociativos sobre las percepciones.
-Sustancia infinita (Dios). Cuando afirmamos la existencia de Dios como sustancia
estamos realizando una inferencia injustificada hacia una causa de la que no tenemos
ninguna impresión. A juicio de Hume, las vías de Tomás de Aquino no son válidas,
pues en ellas se produce una inferencia desde la experiencia hacia aquello de lo que no
hay experiencia.
El límite de nuestro conocimiento es la experiencia, buscar causas de la experiencia
más allá de la propia experiencia es realizar un salto injustificado. Propiamente
hablando no conocemos el origen de nuestras percepciones.
-Sustancia pensante (Yo). Esta sustancia parecería al margen de toda crítica. El "yo",
lo veíamos en Descartes, no se infiere causalmente, sino que se intuye de forma
evidente. Hume, pese a esto, también critica la realidad del "yo" como sustancia o sujeto
en el que se produzcan nuestros actos mentales. En realidad no tenemos ninguna
intuición permanente e idéntica de ese supuesto "yo", lo único que tenemos son
intuiciones o impresiones siempre cambiantes. Por ejemplo, el dolor, la alegría o la
tristeza, son siempre impresiones variables, las únicas que hay.
¿En qué consiste eso que llamamos "yo"? Se trataría, según Hume, de un conjunto o
cúmulo de percepciones, debajo de las cuales no habría nada estable o idéntico a sí
mismo. Es cierto, pese a todo, que tenemos conciencia de nuestra identidad personal,
que cada uno de nosotros se reconoce el mismo a través de los muchos actos de su vida
o de las múltiples percepciones que recibe, pero esta conciencia de nosotros mismos es
el producto de un mecanismo psicológico como la memoria. Mediante la memoria
vamos conectando las distintas cosas que nos suceden.

3.5. El escepticismo.
El escepticismo de Hume se manifiesta en una serie de preguntas sin respuesta.
Tenemos percepciones, pero no sabemos su origen. La asociación de las percepciones
mediante la causalidad no tiene una justificación lógica última. Por último, tampoco
podemos conocer ninguna de las sustancias tradicionales.
La realidad quedaría reducida a un conjunto de percepciones. Es decir, conoceríamos
la realidad tal y como se nos muestra o se nos manifiesta a través de esas percepciones o
fenómenos. No podemos ir más allá de esos fenómenos, no conoceríamos la realidad en
sí misma. En esto consistiría el fenomenismo de Hume.
El sentido del escepticismo en Hume es diferente al de Descartes. La duda no
desaparece cuando se encuentra la primera verdad, sino que es algo permanente, es una
especie de cautela o precaución en el ejercicio del pensamiento. Hemos de dudar para
evitar caer en errores que aumenten nuestro conocimiento de forma imprudente.
La postura escéptica es doble. No se puede ser escéptico en sentido absoluto, pues si
dudamos de todo la misma vida sería imposible. Pero, por otra parte, el filósofo debe ser
escéptico para poner en todo momento a prueba las posibilidades y límites de nuestra
razón. Además, el escepticismo es muy recomendable en el terreno moral o político,
sobre todo para eludir posturas dogmáticas o intolerantes, que frenan el pensamiento
libre y obstaculizan la convivencia.

4. La ética emotivista.
La ética de Hume aparece desarrollada en la obra” Investigación sobre los principios
de la moral”, y es una respuesta clara frente al racionalismo ético. Todos los filósofos
racionalistas, desde Platón, han intentado establecer la distinción entre el bien y el mal
desde la razón. Hume, por el contrario, considera que la razón no puede estar a la base
de la moral, sino que lo que nos mueve en nuestra vida moral es el sentimiento. Esta
postura se conoce como emotivismo moral y consiste en confiar en los sentimientos
como fundamento de la conducta moral. Si se nos presenta un dilema moral, por
ejemplo, podemos informarnos mediante la razón de las distintas opciones, pero será el
sentimiento el que resuelva y tome la decisión.
La razón en cualquiera de sus manifestaciones -relaciones de ideas o cuestiones de
hecho- produce un tipo de juicios que no tienen nada que ver con la moral y que, por
consiguiente, no nos llevan a realizar acciones buenas o malas:
-El conocimiento por relaciones de ideas -por ejemplo, las matemáticas- produce
juicios analíticos y necesarios, juicios que no nos impulsan a actuar por mucha utilidad
que pueden tener a la hora de pensar de una manera correcta.
-El conocimiento por cuestiones de hecho elabora juicios sintéticos y probables
acerca de los hechos del mundo. Este conocimiento puede ser verdadero o falso, pero no
nos dice nada acerca de si esos hechos son buenos o malos. Lo bueno o lo malo no son
cualidades que residan en la realidad o en los hechos, en el ámbito del “ser”. Las cosas
por si mismas no son ni buenas ni malas, y de su observación nunca podremos deducir
si lo son. La ética se ocupará no del “Ser”, sino del “Deber Ser”, y es un error creer que
se puede pasar del “Ser” al “Deber Ser”, de los hechos a la moralidad. Este error se
conoce, desde Hume, como falacia naturalista. Del análisis de los hechos no se puede
derivar una ley moral universal. No hay conexión entre el orden natural y el orden
moral. Tal conexión constituye una falacia, es decir, un argumento o razonamiento
engañoso, no válido.

Los juicios morales, aquellos que nos permiten valorar en función de lo bueno y de
lo malo, tienen siempre un carácter práctico, es decir, nos mueven a realizar ciertas
cosas y nos impiden realizar otras. Si no dependen del conocimiento de la razón,
¿dónde está su origen? Para Hume está claro que la calificación moral es una cosa del
sentimiento, surge de dentro, del interior de uno mismo. Los hechos no son ni buenos ni
malos, somos nosotros los que los sentimos como buenos o como malos. Este
sentimiento moral es un sentimiento de aprobación o reprobación que experimentamos
con respecto a ciertas acciones de los seres humanos. Las pasiones son las que guían la
vida moral y están por encima de la razón como rectoras de la voluntad; hacemos lo que
nos produce placer y evitamos lo que nos produce dolor. En esto consiste el emotivismo
como postura moral: "la razón es esclava de las pasiones".
En el fondo de estas pasiones están los instintos, y son estos instintos los que deciden
qué es placer y qué es dolor (hedonismo). "Son instintos el deseo de castigo de nuestros
enemigos, el deseo sexual, el hambre, y otros pocos apetitos corporales. Estas pasiones
engendran el bien y el mal, en lugar de proceder de ellas. (Nietzsche dirá más adelante
que la felicidad es igual a instinto, ir en contra del instinto es ir contra la vida -
decadencia)
Da la impresión de que estamos ante una moral completamente subjetiva, de que lo
bueno y lo malo dependen de cómo cada uno lo siente (relativismo moral). Sin
embargo, Hume cree que hay cierta regularidad en la conducta moral, que todos más o
menos coincidimos en considerar lo que es bueno y lo que es malo; y esta coincidencia
se da a través de una experiencia común que se llama "simpatía". La "simpatía es un
sentimiento o instinto de solidaridad mediante el cual entramos en comunión con el
ánimo de los demás, nos ponemos en su lugar dejando de lado nuestros intereses y así
llegamos a emitir juicios más o menos similares en el terreno moral.
En base a ese sentimiento común se da en los hombres la virtud, que Hume define
como "toda acción o cualidad mental que le produce al espectador el sentimiento
agradable de aprobación. La aprobación dependerá a su vez de la utilidad y
agradabilidad de las cualidades respecto a la persona misma que las posee o en relación
con los demás que intervienen en ella". Según la definición, sólo podremos considerar
como virtudes aquellas cualidades naturales que promueven la felicidad y el bienestar
social: generosidad, moderación, grandeza de ánimo, laboriosidad, economía, etc. Las
virtudes que tienen un carácter individual, y ninguna utilidad social, serían rechazadas.
Aquí nos aparecerían algunas virtudes propias de la ascética cristiana: el ayuno, la
penitencia, la humildad, el silencio, la mortificación, la soledad, el celibato, etc. Todas
ellas, dice Hume, "obstaculizan el entendimiento y endurecen el corazón". En definitiva,
las virtudes no tienen valor en sí mismas, el cumplimiento de las mismas tiene que estar
subordinado al interés y el beneficio social.

5. Política.
La protagonista de la filosofía política de Hume es la utilidad, base de las leyes y de
la organización social. Para Hume el estudio de la política se basa en el análisis de los
hechos, lo que le otorga un carácter empírico, que hace que en ocasiones la filosofía
política se clasifique junto a disciplinas como la física. También se separa de los
principios de justicia abstractos, pues entiende que este análisis se debe hacer pegado a
la realidad y a cada caso particular. En conclusión, el mejor sistema político será el que
mejor se ajuste a cada nación, atendiendo a sus peculiaridades, y por lo tanto la mejor
decisión política será la que resulte útil para sus ciudadanos.
Por otra parte, su filosofía política es naturalista. No admite la teoría del contrato
social, según la cual los individuos, antes de firmar el contrato o pacto social, vivían en
un estado de naturaleza, previo a cualquier forma de organización política. Para Hume
este estado previo no existe, ya que los individuos poseen una tendencia natural a unirse
en sociedades, empezando por la propia familia, tal y como había señalado Aristóteles.

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