Rio Arriba

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Río arriba

Travesía por las historias del Fucha

Nuestro recorrido comenzó en la calle 13a sur carrera 5a, barrio Santa Ana, con
una pinta cómoda y bien desayunados. Samuel y yo caminábamos por el
sendero al costado del río, buscando especies y algún relato que mereciera ser
contado. En menos de nada nos encontramos con la primera especie, estaba en
pleno proceso de hibernación, emanaba un aroma nauseabundo, tenía pocos
dientes, pelaje roto y desteñido, ojos rojos, y en su mano se veía un afilado y
oxidado espolón con el que amenazaba a sus presas para despojarlas de toda
pertenencia.

Al ver mi reacción frente a tan aterradora especie, dice Samuel con tono
sarcástico: - Así ese man nos azare no hará en su vida el robo que hizo el río
Fucha, ese si es mero ratón. Uno de sus atracos fue en noviembre de 2013, había
llovido tanto que todo esto se creció, decía Samuel mientras señalaba al río, y se
llevó por delante piedras, árboles y casas, entre esas casas la de mis abuelos, lo
más raro fue que mi abuela había empezado a pedirle a Dios que la sacara de
ese rancho días antes del robo, que estaba mamada y no sé qué más, y pues ahí
se le hizo el milagrito.

Seguíamos caminando y terminamos en la calle 12 sur con carrera primera,


barrio San Cristóbal Sur. Aún caminábamos al costado del río cuando
observamos a la segunda especie. Con uniformes elegantemente planchados
migraban desde sus nidos hacia sus jaulas a paso distinguido de golondrina.
Unos tenían mechas paradas como el copetón o coloreadas tal cual tirano
tropical, el que iba tarde le tocaba volar y durante el descanso algunos se
volaban con la elegancia de un chulo para ir a vagar y no servir pa ́ un culo.

Con cara de preocupación al ver flotar la basura en el río comenta Samuel, -


Esos pelados deberían ser conscientes del cuidado del río pues el afluente baja
con toda nuestra mierda en combo y aunque arrasara por completo con toda
esta suciedad harían falta los cadáveres humanos para ser carcomidos por los
carroñeros que de manera natural nos aplicarían justicia divina.

Quién diría que por este pichal también camino Antonio Nariño. Un anciano
me contó que esta zona era propiedad de Nariño y que por andar viaje qué viaje
le dio tuberculosis, entonces recurrió a los indígenas que habitaban cerca del río
para sanarse, lo subieron a la reserva del delirio, trataron de curarlo, pero paila,
el man se murió.

Nuestra última parada fue exactamente esa, la reserva del delirio, agarramos un
carro hasta la calle 13 sur con carrera 25, barrio Aguas Claras, con las vueltas en
la mano nos encontramos al guardián del bosque. Él nos guió hacia la orilla del
río, de su cuerpo baboso resaltaban sus ojos saltones y gordos, con ayuda de sus
ancas saltaba cuando caminaba y cuando sonreía su larga lengua sobresalía.

Del fucha se dicen muchas cosas, comenta el guardabosques mientras seguimos


caminando al lado del río cristalino, por ejemplo, existe una historia que cuenta
que cada 40 años el río crece enormemente y entre sus aguas baja un tesoro, mi
abuelo, el gran sapo, hace muchos años vio como 3 indios cubiertos de oro
bajaban por el agua, yo tuve la fortuna de ver 3 cerdos del mismo material, pero
no logre conseguir ese premio.

Al terminar de oír la historia ya estábamos a orillas del mítico río, las aguas
cristalinas estaban rodeadas de árboles monumentales y la única sinfonía era el
canto de las pequeñas pero numerosas aves que surcaban el arroyo
acompañando el fuerte sonido del poderoso caudal.

Unas cuantas horas en aquel lugar y luego a echar pata río abajo. Bajamos tan
rápido como mugre en el río, ya era hora de tomar periquito con pan
hojaldrado, y mientras veía el atardecer con el pocillo en la mano me
preguntaba cuántas historias más escondía el río fucha. Tu, Nativo Narrativo,
¿Tienes algún relato?

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