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“El valle de los huesos secos” *

(Ezequiel 37:1-14)
POR
B RUCE K. W ALTKE **

L A famosa visión de Ezequiel, “El valle de los huesos secos”, le fue dada hace más de 2500
años para los exiliados en Babilonia. No obstante, la pregunta que Dios hace a Ezequiel,
“¿pueden estos huesos vivir?”, sigue siendo una pregunta que se nos hace a finales del siglo
veinte. En diversos momentos nos la hacemos con respecto a nuestras vidas, nuestros
matrimonios, y nuestras iglesias.
Entonces como ahora, la visión tiene el propósito de vivificar los espíritus languidecidos de
los escogidos de Dios. La plaga de la duda seca y marchita vidas que alguna vez fueron bellas y
fragantes como rosas. Matrimonios concebidos en amor y unidos por la fe pueden morir en el
cinismo y la desesperación. Iglesias que alguna vez crecieron y florecieron con las lluvias
tempranas, se secan por el desaliento que detiene las lluvias tardías.
A los destinatarios de esta profecía Dios los llama “pueblo mío” (vv. 12 y 13). Nuestros
ancestros en el exilio babilónico, habiendo perdido la santa ciudad con el templo de Jehová, se
preguntaban si todavía eran el pueblo de Dios. La repetida apelación “pueblo mío”, les
reaseguraba su identidad. De igual manera, a pesar de lo desesperanzador que nuestra
situación pueda parecer, los creyentes en el Señor Jesús necesitan oír de nuevo cómo Dios se
dirige a ellos como “pueblo mío” (Gálatas 3:26-29; 6:16; 1ª Pedro 2:9-10).
Aunque Ezequiel presentó su visión originalmente a los exiliados en Babilonia, la incluyó
con sus otras visiones en su libro, mismo que ahora se dirige a la Iglesia universal. Dentro del
canon, esta visión funciona como un aliciente y ejemplo de cómo Dios revive a Su pueblo. Sus
verdades son por definición universales y eternas. Pablo se refiere a la visión de Ezequiel
cuando explica que “el Espíritu vivifica” (2ª Corintios 3:6).
La profecía tiene dos actos: I. Visión (vv. 1-10) y II. Interpretación (vv. 11-14). Cada uno de
estos actos tiene tres escenas: 1) El valle de los huesos secos (vv. 1-3); 2) Los huesos
fragmentados convirtiéndose en cuerpos (vv. 4-6); 3) El viento entrando en los cuerpos (vv. 9-
10). La interpretación identifica los huesos como la Casa de Israel y su sequedad como su
pérdida de esperanza (v. 11), y el viento como el Espíritu (v. 14). Las tres escenas de cada acto
proveen un ejemplo de la manera en que Dios resucita a santos que están secos como huesos.

* Publicado originalmente en Reformed Quarterly (publicación trimestral de Reformed Theological Seminary), spring
1998, vol. 17, issue 1: http://www.rts.edu/quarterly/spring98/waltke.html. Publicado por Dryander Publishing
(con fines no lucrativos) contando con los debidos permisos. Traducido por Alejandro Moreno Morrison (profesor
de Teología y Filosofía, Seminario Teológico Reformado de México, Iglesia Presbiteriana Reformada). Prohibido su
uso con fines comerciales o lucrativos.
** Dallas Theological Seminary ThD; Harvard University PhD; profesor de Antiguo Testamento en Reformed

Theological Seminary, Orlando; Profesor Emérito de Interpretación Bíblica en Regent College (University of British
Columbia, Canada). Es autor de diversos libros entre los que destacan sus comentarios al Génesis (Zondervan,
2001), a Proverbios (en dos volúmenes, Eerdmans, 2004 y 2005) y a Miqueas (Eerdmans, 2006); así como de
numerosos capítulos y artículos en publicaciones internacionales especializadas, además de ser miembro del
Comité de Traducción de la New Internationational Version de la Biblia.
E L V A L L E D E L O S H U E S O S S E C O S p o r B r u c e K . W a l t k e 2

ESCENA UNO: EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS


La primera escena, el valle de los huesos secos, presenta como protagonista al profeta mismo y
da una enseñanza inicial acerca del avivamiento. Dios en Su gracia soberana inicia el
avivamiento de Israel llamando y enviando al profeta a los huesos secos. La escena consiste de
tres partes.
Escena parcial 1: El llamamiento de Ezequiel (v. 1a). Ezequiel introduce su profecía con la
fórmula “La mano de Jehová estaba sobre mí (v. 1). Esta fórmula es relativamente común en
Ezequiel e identifica sus relatos en primera persona de entre sus varias visiones. Esta
intervención señala que la resurrección de Israel se originó con Dios, no con la humanidad. De
igual manera hoy, el que podamos resucitar de nuestras “tumbas” comienza con el llamamiento
de un profeta, alguien a quien Dios envíe y por medio del cual Él hable (Romanos 10:14-15).
Escena parcial 2: El valle de los huesos secos (v. 1b-2). En la segunda escena parcial Dios
hace que Su profeta se confronte con la condición espiritual de Su pueblo. El Espíritu lo asienta
(no nada más lo ‘pone’) en medio de los huesos secos, y luego lo lleva a dar vueltas y vueltas
por ese cementerio abierto para hastiarlo de muerte. La situación parece imposible. Los
profetas de Dios son llamados, y son realistas. Quizá tú también te sientas como si estuvieras en
el exilio, destituido sin esperanza de tu herencia y tu futuro. La salvación parece imposible.
Escena parcial 3: La fe del profeta (v. 3). En la tercera escena parcial, Jehová estimula la fe en
el profeta. Se dirige a él como “ser humano” (no, “hijo de hombre”)1 para recordarle que es un
mero mortal terrenal. Ningún profeta puede soplar aliento de vida espiritual dentro de este
valle de huesos secos. Solamente Dios puede hacerlo.
Al preguntarle “¿Pueden vivir estos huesos?”, Jehová opera dos virtudes en Ezequiel.
Primero, lo fuerza a involucrarse respondiendo la pregunta. Segundo, al tratar de responderla,
Ezequiel se vuelve del valle de los huesos secos a Jehová. En tanto que Jehová se dirige a él
como “ser humano”, él se dirige a Dios como “Señor [soberano] Jehová [que guardas el pacto]”.
Su respuesta es clásica: “Eres el único que lo sabe”. Quiere decir que nada es imposible con
Dios. La vivificación de Israel depende solamente de la gracia soberana de Dios (cf. Lucas 5:12).
El avivamiento comienza con un profeta que es llamado, que confronta la realidad, y que
cree que nada es imposible con el soberano Señor. Los verdaderos profetas son tanto realista
como optimistas.

ESCENA DOS: LOS HUESOS SE CONVIERTEN EN CUERPOS


La segunda escena, en la que los huesos se convierten en cuerpos, presenta como protagonista a
la Palabra de Dios, dándonos así nuestra segunda enseñanza acerca del avivamiento.

1 Aunque la expresión hebrea ben 'adam  significa literalmente "hijo de hombre", ésta tiene dos acepciones o usos.
En Daniel capítulo 7 y en 1º de Enoc se usa como título para la figura escatológica que habría de venir. En el Nuevo
Testamento nuestro Señor ostenta la expresión como su título para indicar que él es una figura escatológica. La
otra acepción es un hebraísmo, “un hombre de X,” un “hijo de X” es una expresión comúnmente utilizada para
representar la naturaleza, calidad, carácter o condición de una persona. Por lo tanto, como Ezequiel no es una
figura escatológica, la expresión ben ‘adam en este pasaje enfatiza su humanidad y debe por lo tanto ser entendida
como dirigiéndose a él simplemente como “ser humano”.  Cf. Bruce K. Waltke & M O’Connor, Introduction to
Biblical Hebrew Grammar, Winona Lake: Eisenbrauns, 1990; pp. 149f., P. 9.5.3a.; y  Daniel I. Block, The Book of
Ezequiel: Chapters 25-48 (New International Commentary of the Old Testament), Grand Rapids: Eerdmans, 1998; p.
367. (Nota Bene del autor para la versión en español de este artículo).
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Escena parcial 1: Un mandamiento para predicar la Palabra del Señor (vv. 4-5a). L a
primera escena parcial subraya la importancia de predicar Su Palabra con autoridad
envolviendo un mandamiento a predicar con otro mandamiento a predicar. Finalmente, por
medio del profeta, Dios mismo se dirige a los huesos secos. Primero, Dios habla a Su profeta y
le manda profetizar: “Luego me dijo, ‘Profetiza a estos huesos’. Segundo, le manda al profeta
que predique Su Palabra al pueblo y les manda escuchar: “Y diles, ‘Huesos secos, escuchad la
palabra de Jehová’.” Luego, de nuevo por medio del profeta Dios se dirige ahora al pueblo:
“Esto es lo que Jehová soberano Señor dice a estos huesos”.
Uno y medio versículos de esta escena ordenan al profeta predicar la Palabra de Dios y al
pueblo a escucharla. Esta fórmula de envoltura, aunque abreviada, se repite en cada escena (vv.
9, 12). Si un predicador guarda la esperanza de que venga un avivamiento, debe enfatizar y
volver a enfatizar, aunque resulte tedioso, “Escuchad ahora la Palabra de Jehová.” El
vocabulario exhaustivo para la predicación también subraya la importancia de la predicación de
la Palabra del Señor para el avivamiento. La palabra clave “profecía” (hablar por Dios) se usa, a
propósito, siete veces, el número que significa lo completo (vv. 4, 7 [2 veces], 9, 10, 12). Un
segundo término es “la palabra de Jehová” (v. 4), que significa una palabra profética de parte de
Dios. Tercero, cuando Dios se dirige a los huesos secos utiliza un término más: “Así ha dicho
Jehová” (vv. 5, 9, 12).
Esta fórmula refleja la forma en la que los mensajeros políticos presentaban en otros tiempos
las palabras de sus señores (e. g., 2º Reyes 18:19). Los profetas usaban esta fórmula para indicar
que, como los mensajeros de los reyes del mundo, eran mensajeros del Rey celestial. Como
representantes plenipotenciarios del Rey celestial, hablaban con autoridad de parte del Cielo en
la tierra.
Finalmente, lleva la profecía a conclusión con una palabra de la Palabra inspirada de Dios,
“declara” (Heb. ne’um). Ne’um significa “discurso lleno del Espíritu”. La palabra aparece en el
Salmo 110:1, “Jehová dijo [Heb. ne’um] a mi Señor”. Nuestro Señor interpreta así el pasaje
cuando dice: “¿Pues cómo David hablando por el Espíritu le llama Señor... ?” (Mateo 22:43).
Escena parcial 2: Los huesos secos vivirán (vv. 5b-6). La segunda escena parcial presenta el
mensaje en sí. Dios revive a Sus escogidos mediante la promesa de volverlos a la vida: “He aquí
yo hago entrar espíritu [o aliento; Heb. ruah2] en vosotros, y viviréis...” (vv. 5-6). El mensaje de
Dios a los mortales es que Él es el Dios de la vida. Él bendijo a Su creación (los llenó con la
potencia de vida) para vencer la esterilidad y la muerte. Llenos con Su vida, la flora y la fauna
vencen a la muerte y sobreviven. Para Sus escogidos, Cristo es su resurrección y la vida (Juan
11:25). El que oye Su Palabra y cree al que lo envió, tiene vida eterna; ...ha pasado de muerte a
vida (Juan 5:24). Si la muerte es la última palabra, entonces la muerte es dios. ¡Pero Cristo
sorbió a la muerte!
Ezequiel enfatiza la seguridad del avivamiento. Isaías enfatiza los medios. Dirigiéndose a
los mismos exiliados desalentados (Isaías 40:27), Isaías dice: “...pero los que esperan a Jehová
tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán
y no se fatigarán “ (40:31). Mediante el don de la fe en el don de la Palabra de Dios, el santo es

2 La palabra hebrea ruah significa y puede traducirse como viento, espíritu o aliento.
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transportado del valle de huesos secos a la tierra que fluye leche y miel porque Dios está
presente allí de una manera singular.

ESCENA TRES: EL VIENTO DA VIDA A LOS MUERTOS


La tercera escena, el viento da vida a los muertos, destaca el papel del Espíritu de Dios,
proveyéndonos con la tercera enseñanza acerca del avivamiento.
Escena parcial 1: El viento/Espíritu viene por medio de la predicación (vv. 9). La conexión
entre la Palabra de Dios y el Espíritu es establecida en el versículo 4: “Profetiza sobre estos
huesos... Yo hago entrar espíritu [o aliento] en vosotros, y viviréis”. No obstante, se vuelve
claro que la Palabra por sí sola es insuficiente. La segunda escena concluye con el comentario:
“pero no había en ellos espíritu [o aliento]”. La escena tres comienza con la necesidad de
predicar para efectuar el don del Espíritu (vv. 7-9).
Escena parcial 2: El viento vivifica los cuerpos (v. 10). El viento, que Dios equipara con Su
Espíritu en el v. 14, transforma el valle de los huesos secos en un ejército basto y lleno de vida.
Jehová trae avivamiento tanto por medio de la predicación autoritativa como por medio del
otorgamiento del Espíritu (cf. 1ª Tesalonicenses 1:4-6; 2:13; 1ª Corintios 3:14-18).
La Confesión Escocesa expresó la convicción de los Reformadores: “Nuestra fe y su
seguridad no proceden de carne y sangre, es decir, de poderes naturales dentro de nosotros,
sino que son la inspiración del Espíritu Santo..., quien nos santifica, y nos lleva a toda verdad
por Su propia obra, sin lo cual permaneceríamos para siempre enemigos de Dios e ignorantes
de Su Hijo, Cristo Jesús. Por naturaleza estamos tan muertos, ciegos y somos tan perversos, que
no podemos sentir cuando nos pican, ni ver la luz cuando brilla, ni asentir a la voluntad de Dios
cuando es revelada, a menos que el Espíritu de Dios reviva aquello que está muerto, remueva
las tinieblas de nuestras mentes, e incline nuestros necios corazones a la obediencia a Su bendita
voluntad.”

OREMOS POR PROFETAS


Pidamos pues al Señor que levante profetas para predicar Su Palabra en nuestra generación. Y
pidamos al Señor que continúe usando seminarios fieles para darle a los predicadores que ha
llamado una palabra de profecía aún más segura. Las últimas dos escenas de la visión
contienen escenas parciales de cumplimiento (vv. 7-8; 10), pero no la interpretación. Ezequiel y
su generación de la Casa de Israel murieron antes de ver a los escogidos levantarse de sus
tumbas y volverse llenos del Espíritu a fin de regresar a la Tierra Santa y establecerse en ella. La
siguiente generación, no obstante, lo experimentó, y supo que Jehová había hecho lo que había
parecido imposible. La profecía se dilata en parte para que podamos tener una palabra
profética aún mucho más segura (1ª Pedro 1:19).
Y oremos que la Iglesia pida y abrace la plenitud del Espíritu de Dios (cf. Lucas 4:10-13).

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