Bifea 1870

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Bulletin de l'Institut français d'études andines

39 (2) | 2010
Varia

Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/bifea/1870
DOI: 10.4000/bifea.1870
ISSN: 2076-5827

Editor
Institut Français d'Études Andines

Edición impresa
Fecha de publicación: 1 agosto 2010
ISSN: 0303-7495
 

Referencia electrónica
Bulletin de l'Institut français d'études andines, 39 (2) | 2010 [En línea], Publicado el 01 febrero 2011,
consultado el 10 diciembre 2020. URL : http://journals.openedition.org/bifea/1870 ; DOI : https://
doi.org/10.4000/bifea.1870

Les contenus du Bulletin de l’Institut français d’études andines sont mis à disposition selon les termes
de la licence Creative Commons Attribution - Pas d'Utilisation Commerciale - Pas de Modification 4.0
International.
ISSN 0303 - 7495 BULLETIN
Hecho el Depósito Legal n.° 2006-7434 DE L’INSTITUT FRANÇAIS
Ley 26905-Biblioteca Nacional del Perú D’ÉTUDES ANDINES

2010, Tome 39, n.° 2

Directeur : Georges LOMNÉ


Responsable de l’édition : Anne-Marie BROUGÈRE

Comité Éditorial :
Jean-François BOUCHARD (archéologue) Jean-Pierre LAVAUD (sociologue)
Steve BOURGET (archéologue) Faviola LEÓN-VELARDE (biologiste)
Richard BURGER (archéologue) Clara LÓPEZ BELTRÁN (historienne)
Chantal CAILLAVET (ethnohistorienne) Évelyne MESCLIER (géographe)
Víctor CARLOTTO (géologue) Christian de MUIZON (paléontologue)
Jean-Pierre CHAUMEIL (ethnologue) Frank SALOMON (ethnologue)
Philippe DESCOLA (ethnologue) Gonzalo SÁNCHEZ (sociologue)
Juan Carlos ESTENSSORO (historien) Michel SÉBRIER (géologue)
Pilar GARCÍA JORDÁN (historienne) Jorge SILVA (archéologue)
Efraín GONZÁLES DE OLARTE (économiste) C.-E. de SUREMAIN (ethnologue)
Javier HERRERA (économiste) Alexandre SURRALLÈS (ethnologue)
Volga IÑIQUEZ (biologiste) Gerald TAYLOR (ethnolinguiste)
Luis Carlos JIMÉNEZ (géographe) Pierre USSELMANN (géomorphologue)
Francis KAHN (biologiste) Jean Joinville VACHER (climatologue,
Bernard LAVALLÉ (historien) spécialiste en écologie)

Toute correspondance concernant la revue doit être adressée à :

Institut Français d’Études Andines, UMIFRE 17, CNRS-MAEE - Éditions


Casilla 18-1217 - Lima 18 - Pérou
Tél : 51-1 447 60 70
Fax : 51-1 445 76 50
Courrier Électronique : abrouger@ifea.org.pe
Site Web : http://www.ifeanet.org.pe

Composition :
Anne-Marie BROUGÈRE, Vanessa PONCE de LEÓN

Impression :
TAREA Asociación Gráfica Educativa
Pasaje María Auxiliadora 156 - Breña
Lima - Pérou

Photo de la couverture :
Cape, décorée de feuilles en cuivre et cuivre doré, représentant un félin. Parure cérémonielle
mis au jour dans un panier en laîche qui constituait l’offrande 4 de la Plate-forme I de la
Huaca de la Luna. Détail de la gueule du félin modelé dans une résine végétale de zapote.
67 x 11 x 31 cm, 786 g. Projet archéologique Huaca de la Luna y Huaca del Sol. Trujillo.
/ Manto, decorado con láminas de cobre y cobre dorado, representando un felino. Adorno
ceremonial descubierto en una cesta de carrizo que constituía el testigo 4 (u ofrenda) de la
Plataforma I de la huaca de la Luna. Detalle de la cara del felino modelado en una resina
de zapote. 67 x 11 x 31 cm, 786 g. Proyecto arqueológico Huaca de la Luna y Huaca del
Sol, Trujillo.
Foto: Carole Fraresso
© Institut Français d’Études Andines, UMIFRE 17, CNRS-MAEE
BULLETIN
de l’Institut Français
d’Études Andines

2010
Tome 39
Nº 2
COLOMBIE
ÉQUATEUR
PÉROU
BOLIVIE
Sommaire
Contextos, materiales e identidades en la arqueología
Mochica 219
Carole Fraresso
Presentación 221
Jeffrey Quilter
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity 225
Santiago Uceda Castillo
Los contextos urbanos de producción artesanal en el complejo
arqueológico de las huacas del Sol y de la Luna 243
Véronique Wright
Pigmentos y tecnología artística mochicas: una nueva aproximación
en la comprensión de la organización social 299
Michel Pernot
Técnicas del metal, artesanos y talleres en las sociedades antiguas:
de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental 331
Carole Fraresso
Estudio arqueometalúrgico de un taller de transformación de cobre
y de aleaciones tumbaga en el sitio de huacas de Moche 351
Agnès Rohfritsch
Contribución arqueométrica al estudio de las técnicas y de la
organización de la producción de cerámica ritual en la sociedad
Mochica (150-850 d.C., costa norte del Perú) 389

Gerald Taylor
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito
de finales del siglo XVII 413
Franck Poupeau
El Alto: una ficción política 427
Comptes rendus d’ouvrages/Reseñas 451
Évènements/Eventos 463
Contents
Contexts, Materials and Identities in Moche Archaeology 219
Carole Fraresso
Presentation 221
Jeffrey Quilter
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity 225
Santiago Uceda Castillo
The urban context of craft production at the Huacas of the Sun and
the Moon Archaeological Project 243
Véronique Wright
Mochica pigments and technology: a new approach for understanding
social organization 299
Michel Pernot
Metal Techniques, craftsmen and workshops: from Late Bronze Age
to the roman period in Western Europe 331
Carole Fraresso
Archaeometallurgical study of a copper and tumbaga alloy
workshop at the site of huacas de Moche 351
Agnès Rohfritsch
Archaeometric contribution to the study of ritual ceramic production
techniques and organization in the Moche society (150-850 A.D.,
north coastal Peru). 389

Gerald Taylor
The Luçerna Yndyca of E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscript
composed towards the end of the 17th century 413
Franck Poupeau
El Alto: a polític fiction 427
Book reviews 451
Events 463
Índice

Contextos, materiales e identidades en la arqueología


Mochica 219
Carole Fraresso
Presentación 221
Jeffrey Quilter
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity 225
Santiago Uceda Castillo
Los contextos urbanos de producción artesanal en el complejo
arqueológico de las huacas del Sol y de la Luna 243
Véronique Wright
Pigmentos y tecnología artística mochicas: una nueva aproximación
en la comprensión de la organización social 299
Michel Pernot
Técnicas del metal, artesanos y talleres en las sociedades antiguas:
de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental 331
Carole Fraresso
Estudio arqueometalúrgico de un taller de transformación de cobre
y de aleaciones tumbaga en el sitio de huacas de Moche 351
Agnès Rohfritsch
Contribución arqueométrica al estudio de las técnicas y de la
organización de la producción de cerámica ritual en la sociedad
Mochica (150-850 d.C., costa norte del Perú) 389

Gerald Taylor
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito
de finales del siglo XVII 413
Franck Poupeau
El Alto: una ficción política 427
Reseñas 451
Eventos 463
Presentación

Contextos, materiales e
identidades en la arqueología
moChiCa

219
Carole Fraresso

220
Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 221-223
IFEA
Presentación

Presentación

En el marco del 50 aniversario del hermanamiento entre Lima y Bordeaux, se


publican a continuación las actas de la Mesa redonda internacional «Contextos,
materiales e identidades en la arqueología Mochica», que tuvo lugar en el Institut
de Recherche sur les Archéomatériaux IRAMAT-CRP2A UMR5060-CNRS de la
universidad de Bordeaux (Francia), del 23 al 24 de octubre de 2007. Si el IFEA
siempre tuvo a bien apoyar la arqueología andina, también supo promover un
enfoque que conjugara los métodos tradicionales de la Arqueología con los métodos
modernos de la ciencia de los materiales. Vale mencionar aquí los temas de
investigación vinculados a la disciplina de los arqueomateriales, ya sean ecofactos
(carbón de madera, osamenta humana y animal, etc.) o artefactos (metales,
cerámica, pigmentos, etc.), que han desarrollado varios jóvenes investigadores del
IFEA tales como Tania Delabarde, Fanny Moutarde, Carole Fraresso, Véronique
Wright, Nicolas Goepfert y Agnès Rohfritsch.
La caracterización de los materiales arqueológicos no es un fin en sí; pero permite,
a partir de la «lectura tecnológica» de los artefactos, acceder a informaciones
privilegiadas. Por ejemplo, los datos analíticos son idóneos para identificar
materiales y procesos; sin embargo, junto con los datos arqueológicos abren
otras perspectivas de reflexión. Más allá de los análisis propiamente dichos,
esta pluridisciplinaridad, acarreada por la colaboración entre arqueólogos y
arqueómetros, permite definir unos facies culturales y fecharlos en contextos bien
definidos. También, ofrece la posibilidad de reflexionar sobre aspectos propios a
la organización artesanal y aproximarse a las posibles vías de intercambios entre
diferentes sitios. Por ende, este enfoque responde a problemáticas arqueológicas
precisas que hacen avanzar la comprensión global de la organización y de
los modos de funcionamiento sociopolíticos, tecnológicos y culturales de las
sociedades precolombinas.
Para ilustrar la diversidad de los temas que nos preocupan, y sobre los cuales se
debe seguir reflexionando, hemos centrado nuestras discusiones en el estudio
de varias categorías de materiales arqueológicos propios de la cultura Mochica

221
Carole Fraresso

(150-850 d.C.), con el fin de iniciar el estudio de las características que definen
la «Cultura técnica» de esta gran sociedad «artística» de la costa norte del Perú.
En los últimos 20 años, la arqueología Mochica ha alcanzado mayor visibilidad
gracias a espectaculares hallazgos de tumbas de gobernantes y altos dignatarios,
de monumentales templos decorados con pinturas murales pero también de
ciudades y pueblos donde las personas vivían y producían una amplia gama
de productos. Las investigaciones han revelado que el sistema de organización
política y social de esta sociedad no había formado un estado centralizado, sino
un conjunto de entidades políticas regionales y locales con modelos de desarrollo
político, ideológico y económico —¿y técnicos?— muy diferentes, a partir de los
cuales se habían forjado tradiciones culturales independientes. Estamos entonces
confrontados al estudio de instituciones políticas y sociales múltiples unidas entre
sí por un sistema religioso común y relaciones de intercambios y rivalidades más o
menos intensas, pero no necesariamente lineales durante sus siete siglos de historia.
Con esta ocasión, los organizadores de este evento (Carole Fraresso, Michel Pernot
y Luis Jaime Castillo) invitaron a proponer nuevas aproximaciones metodológicas
para distinguir, en esta sociedad, lo «común» de lo «singular». Esto implicaba
transformar nuestra aproximación al estudio de aspectos muy generales, como
la religión y la organización social, hasta el análisis de elementos más particulares
como las «tecnologías» y los estilos artísticos. Los vestigios materiales de las
actividades humanas, que tienen formas, dimensiones, decoraciones y que son
constituidos por varios materiales, son testigos tangibles que constituyen un
elemento fundamental para el estudio arqueológico de las identidades regionales
y/o locales.
Contextos, materiales e identidades son los temas centrales que han sido discutidos
en este evento. La Arqueología (Luis Jaime Castillo, Santiago Uceda, Christopher
Donnan, Jeffrey Quilter, Anne-Marie Hocquenghem), la zooarqueología (Nicolas
Goepfert), la ceramología (Agnés Rohfritsch), la historia de la técnicas (Anne-
Françoise Garçon), la metalurgia (Michel Pernot, Carole Fraresso) así como las
tecnologías textiles (Sophie Desrosier) y las pictóricas de murales (Véronique
Wright) fueron las disciplinas seguidas para promover una metodología
«transdisciplinaria» apta a la interpretación del desarrollo político y a la formación
de la(s) identidad(es) de la sociedad Mochica.
La presente publicación muestra claramente cúan importantes son los estudios
arqueométricos para responder a las interrogantes actuales de la Arqueología.
Más allá permitirán, en el futuro, definir la(s) «Cultura(s) técnica(s)» de las
sociedades precolombinas, lo que hasta hoy despertó poco interés. Las diferentes
contribuciones presentadas en el Boletín del IFEA aportan por ejemplo referencias,
metodológicas y analíticas, que mejoran la comprensión de la «Cultura técnica»
Mochica. La Mesa redonda de Bordeaux no quiso lucir por su aparato, sino
valorar la amistad y la colaboración transdisciplinaria de varios años. Al romper,
de cierta manera, con la división académica que separa habitualmente las
ciencias humanas y las ciencias duras, hemos logrado abrir un nuevo espacio de
discusiones que entusiasmó tanto a los investigadores como a los estudiantes. Por

222
Presentación

lo tanto, lamentamos que varios artículos no hayan podido ser integrados en esta
publicación; también nos hubiera gustado invitar a un conjunto más amplio de
colegas «mochicologos», pero anhelamos que nuestras reflexiones sean nutridas
por futuras discusiones.
Quisiéramos agradecer, a nuestra colega Luis Jaime Castillo, de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, por haber coorganizado este evento, así como a
Pierre Guibert, director del Institut de Recherche sur les Arqueomatériaux, y todo el
equipo del laboratorio bordelés, por apoyarnos y acogernos en sus instalaciones.
Agradecemos de manera especial a Michel Pernot, por su disponibilidad constante
en la organización de nuestra Mesa redonda.
También quisiéramos agradecer el apoyo brindado por diferentes instituciones
francesas y peruanas: la universidad Michel de Montaigne de Bordeaux-CNRS, la
red «Raúl Porras Barrenechea», la Cooperación Universitaria de la Embajada de
Francia, en Lima, la Pontificia Universidad Católica del Perú de Lima, el Instituto
Francés de Estudios Andinos de Lima (IFEA), el Consejo Regional de Aquitania y
las alcaldías de Bordeaux y Lima.
Finalmente reiteramos nuestro agradecimiento al IFEA, a su ex director, Henri
Godard por haber apoyado la realización de este evento científico y a su director
actual, Georges Lomné, por ofrecernos la oportunidad de publicar los resultados
de nuestros debates en el Bulletin del IFEA. También agradecemos al personal por
su constante apoyo logístico y a Anne-Marie Brougère, encargada de la edición,
por la atenta y eficiente preparación de esta publicación.

Carole FRARESSO*

* Investigadora asociada al IFEA. E-mail: fraressocarole@yahoo.fr

223
Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 225-241
IFEA
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

Jeffrey Quilter*

Abstract
The two different modes of investigation in Art History and Anthropological Archaeology are discussed.
This is followed by a consideration of these issues in relation to the Mochica archaeological culture.
The “Mochica” have come to be considered a political or ethnic group and, in particular, considered
as a prehistoric state. This essay questions these ideas and suggests that Moche is best considered
as primarily a religious system. The ceremonial centers were likely places of pilgrimage with more
complicated roles in politics than previous models have considered although changing roles through
time must be considered.

Key words: Mochica, political organization, pilgrimage centers

Moche: Arqueología, etnicidad, identidad

Resumen
En este artículo se discuten dos métodos diferentes de investigación relativos a las disciplinas de la
Historia del Arte y la Arqueología. Resulta una reflexión sobre estas aproximaciones metodologícas
en cuanto a la cultura arqueológica Mochica. Gracias a los numerosos trabajos realizados sobre esta
cultura, los «Mochica» son, hoy día, reconocidos como un grupo político o étnico, y aun más, se
consideran como un estado prehistórico. Este ensayo cuestiona estos postulados, sugiriendo que
la cultura Mochica hubiera sido más bien un sistema principalmente religioso. Así que los centros
ceremoniales han sido probablemente lugares de peregrinación importantes con funciones políticas
más complejas que lo sugerido por los modelos anteriormente propuestos. De igual manera debemos
considerar la variación de sus funciones en el tiempo.

Palabras clave: Mochica, organización política, centros de peregrinación

* Deputy Director for Curatorial Affairs. Peabody Museum of Archaeology and Ethnology. Harvard
University, Cambridge, Massachusetts, U.S.A. E-mail: quilter@fas.harvard.edu

225
Jeffrey Quilter

Moche: Archéologie, ethnicité, identité

Résumé

Dans cet article deux méthodes différentes de recherche propres à l’Histoire de l’art et àl’Archéologie
sont remises en cause. Il s’en suit une analyse de ces approches méthodologiques quant à la culture
archéologique Mochica. À la suite des nombreux travaux qu’ils ont suscités, les « Mochica » sont
aujourd’hui perçus comme un groupe politique ou ethnique, et même comme un état préhistorique.
Cet essai remet en question ces postulats et suggère que la culture Mochica a plutôt consisté en
un système religieux. Ainsi, les centres cérémoniaux ont probablement été des lieux de pèlerinage
importants avec des fonctions politiques plus complexes que ceux que suggèrent les modèles
précédents. De même, il faudra considérer la variation de leurs fonctions au fil du temps.

Mots clés : Mochica, organisation politique, centres de pèlerinage

INTRODUCTION

What was Moche? This is what I want to discuss here. Studies of this archaeological
culture have been among the most dynamic in the prehistory of the Americas in
the last two decades with an exponential growth in data that includes portable
artifacts, murals, architecture, and elaborate burials. This increase in data has been
met with various reactions in terms of how models of Moche politics and society
have been modified. I wish to suggest, here, however, the preponderance of the
evidence is such that it may be worthwhile to reconsider on a fundamental level
what “Moche” was.
In reconsidering Moche, I will quickly review the history of studies, current theories
of Moche, an alternate model for it, and some cautionary issues relating to that
model and in general that may be useful in future studies.

1. A SHORT HISTORY OF MOCHE STUDIES

Although Max Uhle is credited as the first archaeologist to seriously engage with
the Moche, through his excavations at the Huaca del Sol in the Moche Valley, it is
Rafael Larco Hoyle who generally is considered to be the founder of contemporary
Moche Studies. Larco not only collected and excavated but also wrote extensively
on his interpretations of what Moche was. Larco conceived the Mochica as a
centralized state, with a capital in the Moche Valley at the Huaca del Sol and
the Huaca de la Luna (Larco Hoyle, 1938; 1939). He believed that the Moche
populace was ruled by religious and military authorities, whose power derived

226
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

from both ritual performance and physical coercion through military might and
who spread their empire up and down the north coast.1
Larco’s model was unquestioned by the members of the Viru Valley Project
(Strong, 1947; Strong & Evans, 1952; Willey, 1953), in the 1940s, and it was built
upon by Harvard’s Chan Chan-Moche Valley project in the 1970s. Specifically,
Teresa Lange Topic (1982) interpreted the Huaca del Sol as the chief administrative
center of the expansionist state and the Huaca de la Luna as the temple complex
where, as Michael Moseley (1992) later phrased it, the “national pantheon was
attended to”. There were many other scholars working on Moche topics in the
1950s through the 1970s, of course (e.g. Benson, 1972; Donnan, 1973; 1975;
Kutscher, 1950; 1967), but the issue of political organization usually was not of
primary concern to them.
Moche studies dramatically changed in the last half of the 1980s, gaining
momentum into the 1990s. The discovery of elite burials at Sipán (Alva, 1988;
1994; Alva & Donnan, 1993) drew renewed interest in the Moche, in general,
and underscored the wealth and power of a relatively small ceremonial center far
from the Moche Valley. Equally or more importantly, a number of separate studies
started to unravel the single ceramic sequence, developed by Larco, which had
underpinned both the idea of a uniform Moche polity and of the spread of that
polity from a single center in the Moche Valley. Such studies included work by
Makowski (1994) in Vicús where Mochica-style metallurgy was associated with a
ceramic style at variance with the Mochica ceramics from farther south.
Larco’s five-phase sequence was done even more serious damage by the work
of Castillo & Donnan (1994) at San José de Moro, in the Jequetepeque Valley.
In brief, they argued that the ceramic sequence of the northern North Coast
(from the Jequetepeque Valley, northwards) was significantly different than that
of the southern North Coast (from the Chicama Valley, southwards). This led
to the proposition that political systems in each region differed as well and this
perspective appears to have been generally accepted by most Moche scholars.
The view of a single Moche conquest state spreading from the Moche Valley
underwent considerable modification. This work has mostly been carried out
through the noting of different ceramic styles and is in evidence in two of the
papers presented at the conference (Castillo Butters N.D.; Donnan, N.D.) and
similarly is being pursued through an examination of variability in metal work
(Fraresso, 2007). Since views of Moche rapidly outpace the publication of them,
my view of current views of Moche variability is a sense I have gained from
other colleagues rather than on specific publications. There are now, however,
several different such views. They are 1.) A single, expansionist Moche state. 2.) A
southern Moche state with valley-based polities in the north. And 3.) Valley-based
or smaller polities throughout the north coast.

1 For a more extended discussion of the history of Moche studies, especially in relation to political
organization, see Quilter & Castillo, 2010.

227
Jeffrey Quilter

Few active Moche scholars seem to maintain the view of a single Moche state with
an empire that spread from the Moche valley to the north and south, so it will not
be discussed at length here. That view seems mostly to be held in the secondary
literature. The idea of an expansive Moche in the south still is maintained by a
number of scholars, however (Bourget, 2003; Chapdelaine, 2010; Millaire, 2010)
although even they sometimes question the nature of Moche expansion, no longer
necessarily assuming that it was a military enterprise. As for the north, increasingly,
the region is being broken into smaller units from an original conception of a
larger, “North Coast Moche” entity (Castillo & Donnan, 1994). Finally, there are
those who see Moche political organization as locally based, probably mostly
focused on a single valley with the possibility of more than one polity within a
valley. I have proposed this model (Quilter, 2002), with caveats, and the argument
is implicit in Donnan’s (2010) work.
It should be noted that there is a body of Moche literature in which political
organization is not mentioned at all because authors’ interests lie elsewhere.
Commonly, this is found when Moche art and iconography are discussed (e.g.
Pasztory, 1998) and implicit or explicit references to the concept of a Moche
“corporate style”, following Moseley (1992: 179) are often expressed within this
perspective. Thus, while political issues are not addressed directly there is an
assumption of relative uniformity in art and a concurrent uniformity in political
organization, either as a wide spread state system or as a wide spread art and
cultural system relatively independent of politics.
Recent research offers opportunities to evaluate these models of Moche political
organization. Before doing so, however, I wish to consider the fundamentals of
the materials by which we study Moche and then also examine so fundamental
political concepts which may be in operation in considering the organization of
Moche society.

2. THE DATA BASE: MOCHE AS AN ARCHAEOLOGICAL CULTURE

All prehistoric archaeology is faced with the task of interpreting past human
behavior through material remains. Moche is, first and foremost, a concept and
that concept is in the form of an “archaeological culture”. The “archaeological
culture” has been one of the most fundamental analytical tools of archaeology for
many years. It perhaps was most clearly defined by V. Gordon Childe in the 1920s:
“We find certain types of remains —pots, implements, burial rites and
house forms— constantly recurring together. Such a complex of associated
traits we shall call a ‘cultural group’ or just a ‘culture’. We assume that such
a complex is the material expression of what today we would call ’a people’
(Childe, 1925).
By the late 1960s and 1970s, the one-to-one correspondence of an archaeological
assemblage with an ethnic or cultural group was already being undermined,
most notably in the Binford-Bordes debate over the interpretation of Mousterian
assemblages in southern France (e.g. Binford & Binford, 1966; 1969; Bordes, 1969;

228
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

Bordes & de Sonneville-Bordes, 1970). Ironically, this trend, started by the New
Archaeologists, accelerated to the point of undermining the Processualist project
altogether. Anthropologists have increasingly rejected the concept of “culture” (see
Nielsen, 2007) in favor of “society” and many Post-Processualist archaeologists,
following suit, are more comfortable with considering how “identities” may shift
and change through time rather than seeing static “archaeological cultures” closely
linked to artifact assemblages.
I believe that many Moche scholars are still following programs of investigation in
which we see “pots as people”. Variability in ceramic styles is taken as representing
different kinds of Moche. Both Donnan’s and Castillo’s reconsiderations of the
northern Moche are based on ceramic studies. These studies as well as many
others suggest that the distinctive and powerful iconography expressed on
ceramics as well as aspects of their fabrics and forms are direct expressions of
Moche social and political units. Although I will touch upon this question later in
this chapter, the topic is too large to address here. It seems reasonable to propose,
however, that the distinct sub-styles that have been and are being distinguished in
both spatial and temporal dimensions on the North Coast reference some kind of
socio-political behaviors and beliefs although what those are, exactly, may require
careful considerations.
If we proceed with the assumption that changes in Moche ceramic (and other
material) styles are proxies of varying of socio-political phenomenon then we may
consider what current trends suggest. If the northern Moche realm is increasingly
being balkanized into relatively independent, valley based political units, then we
might propose that it is only a question of time before the same process will occur
in the southern Moche realm as well.
The break-up of northern Moche is due to scholars identifying distinctions within
what was previously viewed as a more general, uniform phenomenon. In large part,
this is the result of an increasingly greater data set of archaeologically excavated
materials with good chronological and temporal controls. Prior to the early 1990s,
the century of study of Moche ceramics and other artifacts was mostly based on
unprovenienced collections and so scholars were forced to talk in generalities, for
the most part.
The deconstruction of a uniform Mochilandia appears to be already underway
in the southern zone. In the Viru Valley, Steve Bourget’s (2003) work at the
ceremonial center of Huancaco revealed a “non-Moche” occupation in the
“heartland” of Moche culture. The “non-Mocheness” of the site is seen primarily
in ceramics which do not appear to follow the standards by with Moche is
identified and by some variations in murals. Bourget (2003) maintains that the
Huancaco phenomenon was ended by the sever El Niño events of A.D. 550-600
with a subsequent conquest by the Moche from the adjacent valley. Published
radiocarbon dates leave this as one possible explanation among many.2

2 Bourget (2003: 266) presents three dates. Two are associated with the last occupation of a temple
structure. Calibrated at the 2-sigma standard deviation they date to 635-865 and 530-680 A.D. The

229
Jeffrey Quilter

In a similar but slightly different set of data and interpretations, Jean-François


Millaire (2010) sees Moche expansion as a relatively benign event in which another
ceremonial center in Viru, the Huaca Santa Clara, was “allowed” to continue in
operation under a Gallinazo regime while Moche elites established themselves in
the small community of Huaca de la Cruz.
A third example is farther to the south, in the Santa Valley. There, Claude
Chapdelaine (2010) identified two phases of Moche occupation in the lower
valley. A relatively small huaca with Moche ceramics was constructed on a northern
terrace of the site of El Castillo, dominated by a larger Gallinazo structure. After
the collapse of El Castillo, a Moche occupation which included a large urban area
was occupied at Guadalupito. Similar to Bourget, Chapdelaine sees both of these
occupations as having occurred after the severe El Niños of the late 500s.3
Whether or not Moche purported “expansions” into Viru, Santa, and other valleys
to the south were due to warfare or stresses produced by El Niño events are
topics which cannot be fully covered here in detail. Indeed, the entire issue of
the appearance of Moche in the southern valleys cannot be adequately evaluated
until detailed site reports are published of the research carried out at the sites in
question. This is particularly so because the nature of the manifestation of the
Moche style will be a critical factor in evaluating the nature of its adoption or
implementation in the southern region. Depending on how Moche is defined will
determine when it “appears” in the archaeological record.
Are the differences in ceramic styles and mural art in the southern valleys
documented by the various researchers who have been working in them indicative
of “non-Moche” occupations followed by “Moche” occupations? I would suggest
that the Huancaco style, for example, would have simply been seen as a variant
of Moche if the ceramics had been found in a museum with poor provenience
records. In short, the same variability in Moche on a valley- by-valley basis as seen
in the north may be true in the south.
If we are beginning to see not one Moche style but many Moche styles, then we
must return to the question of how we interpret similarities and differences of
such styles. Part of this issue has to do with the fact that the Moche ceramic style
is representational and for many years we have identified gods, warriors, priests,
and other individuals that seem to be repeated through time and space, with a few
notable exceptions. The Moche religious system has been assumed to have been
fairly constant over a long period of time and throughout a wide geographical
area (Donnan, 2010) but I submit that this does not necessarily mean that political

third date, associated with a metal workshop, is interpreted as contemporary with the last period
of use of the temple before abandonment and, at the calibrated, 2-sigma range, date to 370-640
A.D. The dates for the Moche Huacas (Chapdelaine, 2003: 280, Fig. 22.19) cover this range and go
beyond it, to later dates but whether this can be used as a basis for the interpretation of a Moche
conquest of Huancaco is a topic too long and involved to discuss here.
3 The dates (calibrated, 2-sigma) are as follows for El Castillo: 375-565, 525-655, and 540-685 A.D.
For Guadalupito: 320-595, 425-660, 555-720, 595-775, 605-775, and 635-775 A.D. (Chapdelaine,
2010: Table 2).

230
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

systems were equally widespread and stable. There are plenty of examples of
relatively uniform religious systems that were shared by politically separate, often
conflicting societies. Classical Greece with its shared Olympian pantheon and
Medieval Western Europe with its common Christianity are two cases in point.
We will return to the issues of the Moche religious system shortly. But let us first
consider politics, in general.

3. AGAINST THE STATE

Nulle terre sans seigneur, Nul seigneur sans terre (No land without a lord, no
lord without land) (Boissonnade, 1927: 120): this elegant, powerful phrase
was a fundamental principle of feudal law in Medieval Europe. The aphorism
simultaneously expresses two points: political office exists in relation to the
ownership of land and land is to be incorporated within political boundaries.4 So
too, today, we measure political power on the basis of the possession of land. It
is no accident that in English the term “real estate” refers to properties for sale or
purchase: land is real wealth. Whether interpreted through Marxist, capitalist, or
other models, much of the politics of the modern world has involved disputing
territories carried out within the context of state societies. Modern state societies
define themselves externally by territorial boundaries and, internally, by defining
the nature of property rights, particularly that of land.
Given these considerations it is no wonder that much of archaeology since the end
of World War II has been focused on questions of the nature and origins of the
earliest state societies. This intellectual project was carried out by historians, such as
Toynbee (1934-1961) and certain sectors of practicing archaeologists, particularly
those with evolutionary and neo-evolutionary theoretical agendas, in the 1960s
and 1970s. Now, in our Post-Processualist age, many are calling into question the
project they subscribed to in their youth, such as Norman Yoffee (2005) in his recent
book, Myths of the Archaic State. Such efforts rarely call for the abandonment of
the paradigm of the notion of the evolution of social complexity, however, and
many reevaluations of the origins of the state result in modified interpretations,
such as recent works by Bruce Trigger (2003) and Adam T. Smith (2003).
Almost all of the arguments about the nature of Moche politics include discussions
about the nature of the territorial units in question. Bruce Trigger, for example,
distinguishes between City-States and Territorial States and in each case, territory
is a critical aspect of the definition:
“The distinction between these two types of states…rests not only on the
size of territories but also on differences in the nature of their urban centres
and in their economic and political organization” (Trigger, 2003: 92)

4 Even this feudal law ultimately is more about social relations that the primacy of property, per se
because the saying was used to remind vassal and lord of their mutual obligations, based in the
providing of lands and their maintenance —their buen gobierno—.

231
Jeffrey Quilter

The distinctions Trigger makes may be important but by insisting that territory
is the crucial determinant of political formations —what they are “all about”.
But it may be worth stepping back from this perspective and question whether
territory is at issue, at all, in the case of Moche. In several different works, the
ethnohistorian Susan E. Ramírez (e.g. 1996; 2005) has challenged the notion of
the Inca state as territorial. As the Inca are the best documented Andean political
unit and therefore a potential model to compare and contrast with Moche, a brief
review of Ramírez’s argument is in order, here.
Ramírez (2005) argues that the Spanish interpreted the Inca Empire through
European concepts which assumed that territorial boundaries were essential to
the definition of the state. A salient example of this is the use of the term “Cuzco”.
Ramírez notes that in the earliest chronicles the reference to the urban center
is to the “City of the Cuzco”. The term “Cuzco” referred to the head of state,
he who has come to be known to us as the Sapa Inca. Like many monarchs,
the Inca leader had multiple titles of which Cuzco was one. Fairly quickly in the
Colonial Period, there was a shift in which the Spanish first referred to “the City
of the Cuzco” —the city of the ruler one of whose names was “the Cuzco”. Later,
according to Ramírez, the Spanish shifted usage, calling the city Cuzco as if the
urban center had that name, like a European. But Ramírez’s point is that Cuzco
was first and foremost the title of a ruler.
Ramírez argues further that the political organization of the Inca Empire —the
Tahuantansuyu or “Four Quarters” and the suyus, the divisions of them—, were
not territorial or geographical terms but related to groups of people. Such groups
did map onto terrain but the primary reference in the organization of the empire
was human subjects, not territory. Ramírez makes the same argument for the
organization of the Chicama Valley in the early Colonial Period (1996). Western
concepts of “property” and land “ownership” did not exist. Usufruct rights adhered
to those who worked the land so long as they kept it in production but no rights
of property were attached to such claims. Curacas did not control or own land. In
short, the Andean equivalent to European feudal law was: “No people without a
lord, no lord without a people”. But even this is not fully true, because political
leadership was tenuous, at best.
Curacas only “ruled” by the consent of the governed. They were more like classical
“big men” in the terms of evolutionary theorists. “Good government”, the term used
by Guaman Poma in his letter to the Spanish king, in Andean concepts consisted
of curacas who put their people first by generously providing them with food and
drink and other things and who took their well being into account in dealing with
more powerful authorities. Leaders commonly were self-made by producing many
children. The Sapa Inca’s many wives and the practice of wife-giving by the Inca to
loyal subjects were all part of this process: the more wives, the more children, and
the more children the more the progenitor (father and successively, grandfather,
great-grandfather, etc.) created his own “political” following.
Kin-based politics did not prevent groups (ayllu) of dissatisfied lineage sub-units
from breaking away from a “natal” group to ally with another group since kinship ties

232
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

likely could be found (or created) to link with many different relatively independent
communities in any given area. Such fissioning and joining were common in the
Colonial Period with the collapse of political units due to depopulation resulting
from disease and general destabilization in the wake of war. There is every reason
to assume that such processes occurred in prehistory as well.5
Various critiques of Ramirez’s proposal may be raised, and the Inca’s interest in
territory is in bountiful evidence in the form of ceques, cities shaped as pumas, and
other marking of the sacred landscape. But her point that the primary references
and concerns for ancient people were people, themselves, is worth considering.

4. THE STATELESS MOCHE

There is no evidence for a Moche state based on archaeology. All of our models of
Moche political organization, as is true for most prehistoric cases, are inferences
built upon archaeological data which may be interpreted in a number of ways.
Ceramics portray gods and other mythological creatures, warriors in combat,
scenes of sacrifice and ritual. No conclusive evidence of political systems is in
evidence, in my opinion, although representations of various kinds of office
holders (such as priests of different kinds and, possibly, various ranks of warriors),
among others, are present.
Beyond ceramics and other portable objects, field archaeology does not sustain
the theory of a Moche state, even by the standards of evolutionists. There is no
clear evidence of a four-tier settlement hierarchy and there is no evidence that
large huaca centers had extensive storage capacities for surpluses, among other
lacking evidence.
For many years, the huge sizes of the huacas in the Moche Valley were the
bases by which the idea of a Moche expansionist state was maintained. Also,
Santiago Uceda suggests, in this present volume, that the Huaca del Sol was a late
construction. Whatever the specifics of the growth of the Moche Valley huacas,
the sizes of constructions there or anywhere else cannot necessarily be used to
gauge relative political power. As but one example, Sparta was not impressive
when it was at the height of its power and while its rival, Athens, did construct
the acropolis, other Greek city states, such as Corinth or Thebes, built many large,
beautiful buildings but were minor political powers. The same can be said for the
Maya (A. Herring, personal communication) and many other ancient societies
framed as “states.”
A primary fallacy of the (neo-) evolutionary perspective is that it places agency in
institutions or generalized concepts of ethnic entities in the past: “the state rose
and fell”, “the Moche expanded from one valley to the next”. These are concepts:
“chiefdoms”, “states”, and “ethnic” groups which may or may not have existed

5 The degree to which the Inca were successful in manipulating this system is a subject of much
discussion and is not germane here.

233
Jeffrey Quilter

in the past and which are very hard to identify with confidence when studying
archaeological data. Nevertheless, I think that there is considerable evidence for
general long-term patterns in the Andes in which the most powerful social actors
were not rulers but the majority of people who “voted with their feet” in where
and to whom they allied themselves.
In their work at Initial Period sites in the Lurín Valley, Richard Burger and Lucy
Salazar-Burger (1990; 1991) have suggested that many ceremonial centers
competed for followers there. Elaborate public rituals in spectacular architectural
settings attempted to draw followers from the local region and from afar. In neo-
evolutionary terms we might say that these centers were competing to capture
energy surpluses. The development of Chavín de Huantar continued this pattern
with the highland center achieving a position as an inter-regional center which
eventually collapsed. There is good evidence to indicate that the same pattern of
pilgrimage centers existed in many areas of Peru in the Late Intermediate Period
and that the Inca appropriated these centers, such as Pachacamac, to its own uses.
Given this long-term pattern in the Andes for the Initial Period, the Early Horizon,
the Late Intermediate Period, and the Late Horizon, we might reasonably expect
that something similar held true for the Early Intermediate Period and the Middle
Horizon. In all cases, the agents of change were not the centers, themselves, but
people who chose to develop various cults and even more people who chose
to make pilgrimages to such centers or otherwise participate in activities in them
—to “buy into the system”, at least for the length of a ceremony, perhaps, and
presumably, by identifying their interests with those of one ceremonial center as
opposed to another. States were not opportunistic (c.f. Castillo, 2010), people were.
“Tip” O’Neill, a former Massachusetts Congressman and Speaker of the House of
Representatives of the United States, once said, “All politics is local”. This applies
to the Ancient Andes as much as it does anywhere else. Of course, there are
examples of attempts of the expansion of groups organized as polities from one
region to the other but, ultimately, polities were operating at the local level first and
then, secondarily interacting with larger scale phenomena. The people who used
Moche ceramics and visited Moche temple complexes were enmeshed in such
local politics and it seems reasonable to interpret that the nature of the local-level
system was something like the general system of kin-based organization described
by Ramírez. In its time, Moche was one of those pan-regional systems participated
in by people whose livelihoods and identities were founded on a local basis.

5. WHAT MOCHE WAS

So, what was Moche? It mostly was a religion. It was not an ethnic group nor the
organ of a state (c.f. Donnan, 2010) but a religion unto itself.6 It was a religion-as-
a-cultural-system, in the sense of Clifford Geertz (1965):

6 Donnan uses the term “state religion”, in the title of his chapter in New Perspectives on Moche
Political Organization (Quilter & Castillo, 2010). In the chapter, itself, however, he makes clear that

234
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

“Religion is… a system of symbols which acts to… establish powerful,


pervasive and long-lasting moods and motivations in men (sic.)… by
formulating conceptions of a general order of existence and… clothing
these conceptions with such an aura of factuality that… the moods and
motivations seem uniquely realistic”.
Moche was a religious-cultural system which attempted to convince people that
its leaders correctly understood the “general order of existence” and had some
control or influence over that order which could be of benefit to those people
who came to the temple complexes and claimed to subscribe to the system being
practiced there. Mochica art which draws so much attention from modern scholars
and the public was part of that system.
In other words, I suggest that the kind of people-based system Ramírez describes
was the basic political architecture by which individuals and their affiliated groups
organized themselves. Moche was a phenomenon that successfully co-opted that
system, drawing some leaders (curacas) and their followers into it. Like the Inca
Empire of later times, the Moche system likely claimed to offer something new
while claiming to restore or reaffirm “traditional” or “universal” practices, values,
and beliefs.
Moche clearly was successful, as in evidence by its strong signature in the
archaeological record. Moche at its peak also may have been an identity which
was assumed by some people, some times. It served to create social bonds and
links between different units, probably cross-cutting the traditional “vertical” ties
of kinship and likely serving as a means of pan-regional elite interactions.
Many of the larger Moche centers are located in less-than-ideal places in the
landscape. The El Brujo complex is on an alternately windy and cold or boiling
hot, dusty terrace at the edge of the ocean and at the end of the irrigation system.
The Moche Huacas are also low in the valley. What does this tell us about how
power was constituted? If water was the most important resource, then control
of the upper-middle valley, at the irrigation intakes, would have been the most
powerful locale, as it was on the Central Coast in the Initial Period. The fact that
the large Moche huacas were in lower valley locations means that, for a while, their
religious cults were able to control resources from afar or that they did not have
direct control in the first place. More likely, perhaps, the centers were established
in marginal locales but, through time, the cult priests used religious authority to
achieve control.
In other words, Moche may have been a system which was developed (consciously
or unconsciously is hard to say) by people in marginal or peripheral geographical
and, more important, social locales as a means by which to achieve success in a

he sees independent polities united by an “overall sense of unity within the Moche world” through
a common religion. In a general sense, we are in agreement. I am uncertain to what degree various
communities on the North Coast were practicing religious systems deriving from shared traditions
versus the adoption of specific cult practices which may have originated from a specific source, most
likely the Moche Huacas, as I discuss later in this chapter. Indeed, I think that it is this issue which
will be worth pursuing in future research.

235
Jeffrey Quilter

highly competitive natural and social landscape. These centers, such as well as San
José de Moro —located at a central node in contested agricultural lands (Castillo,
2010)— were not simply in the landscape but created new cultural landscapes,
re-orienting the geo-politics of their valleys towards themselves and away from
the traditional (and “real”) centers of power. It has been noted by many scholars,
for example, that the Moche Valley is one of the smallest on the North Coast. This
opens the door to explain the expansion of Moche in the mode of circumscription
theory (Carneiro, 1970). The same conditions serve to propose that it was not
military might but a religious cult that was generated, however (e.g. Rathje, 1972).
As I have said elsewhere (Quilter, 2002), any interpretation of what Moche was
must confront the fact that the archaeological record appears to indicate duration
of the art style for over seven centuries.7 But while a general suite of gods, myths,
and rites appears to have had longevity on the North Coast of Peru, further study,
with more and better controlled data sets and less reliance on looted collections,
may identify temporal and regional variability.8 And if we start to be able to
document that variability when will we say Mochica started?
At the Huaca Cao Viejo, at the El Brujo Complex in the Chicama Valley,
archaeologists recently discovered the Señora de Cao. This was a high-status
Mochica woman who was buried in the huaca with a sacrificial victim and much
wealth. The wealth included many items of jewelry and 20 spear-throwers,
possibly offerings from regional leaders. The dates for the burial are in the later
400s A.D. The decorations of the chamber in which the Señora were buried could
be called Mochica but could also be called “generalized North Coast” styles. The
same is true for the pottery buried with her. They are “Mochica” so long as the
term is a loosely applied, broad ranging one.
The terraces of Huaca Cao Viejo at the time the Señora was interred were painted
in solid colors with no distinctly “Moche” designs (again, unless one wants to call
everything on the North Coast at this time as “Moche”) and the same is true for
the decorations of interior courtyards (recintos).
We might attempt to find correlations between the costume of the Señora and
the Presentation Theme/Sacrifice Ceremony and therefore say that this is a Moche
señora but I think we could equally argue that she and her temple were not part of
the Moche religious complex. This depends on how we define Moche and as we
refine our view of the Early Intermediate Period and the early Middle Horizon on the
North Coast this problem is going to become increasingly complex until we confront
and perhaps revise our definitions. These problems have already arisen in attempting
to fit the information Steve Bourget has uncovered at Huancaco, in the Viru Valley
—one of the “heartland” areas of Moche culture— as well as our grappling with how
the Castillo ceramic series, formerly thought to be emblematic of the “Gallinazo”
archaeological culture, do or do not fit into our definition of “Moche”.

7 Future research may indicate that the “fully developed” Moche system was of relatively short
duration.
8 I believe the variability is already in evidence but needs to be more fully explicated than at present.

236
Moche: Archaeology, Ethnicity, Identity

In the last major building phase at Huaca Cao Viejo, the front terraces of the huaca
were decorated with motifs (nearly) identical with those at the Huaca de La Luna
where the artistic program had been carried out through many construction phases,
presumably for centuries. There also is evidence that recintos on the summit of
Huaca Cao were built which followed Huaca de la Luna canons. This seems to me
to be the only clear case we have of the direct intervention of the Moche Valley
system beyond its borders. Apparently, whatever the nature of that extension and
its causes were, the two valley unity in art and ritual and, presumably, of political
alliance or dominance, did not last very long because no major building phase
follows at Huaca Cao after the implementation of the Huaca de la Luna program.
As a caveat to all I have said, above, I think that it is important to remember the
importance of water, irrigation systems, and land in the Moche valley systems.
Access to or control over these resources would have been vital to people,
especially if under demographic and other pressures. We might therefore consider
that at some point during the Early Intermediate Period and early Middle Horizon
when the Moche style was common on the North Coast, that such issues played
into how that style was linked to political dynamics. In other words, we should not
discount that Moche identity, politics, and warfare became more tightly intertwined
at some time periods than at others. The system that Ramírez describes may have
been a basal way in which people organized themselves for long periods of time
but it came into being at a particular time and place. Or, alternatively, that kin-
based system may have been over-ridden by attempts, some successful others not,
perhaps, of more institutionalized political systems. Moche may have been one
such system that was co-opted into being a more engaged political entity at some
times and places. The Moche-Chicama connection may have been such a case,
late in the day of the Moche phenomenon and apparently only successful for a
short period of time.

CONCLUDING THOUGHTS

In concluding, I want to re-emphasize that I believe that Moche dynamics were


complex just like any cultural phenomenon that was strong enough to leave
its imprint on the landscape must have been. It is likely that political alliances
that may have included attempts at military expansion did occur in the several
centuries during which the Moche phenomenon occurred. The example of the
late period relations between the Moche and Chicama Valleys currently is the
clearest example we have of some kind of political interactions but there will likely
be more in the future. My main point, however, is that what we see as Moche is
primarily a religious cult and moving beyond this to interpreting social political
phenomena moves us a step away from our data and therefore requires that we
be cautious.
In discussion during the conference that resulted in this chapter, Luis Jaime Castillo
noted that the overwhelming majority of ceramics that have been the basis of

237
Jeffrey Quilter

most interpretations of Moche iconography, politics, and other matters, come


from the Chicama Valley, especially in the collections of Rafael Larco Hoyle and,
now, the Larco Museum. This is a very important point with its suggestion that our
conception of the Moche style has been anchored to a particular time and region.
The Chicama styles have served as the baseline, the starting point, the prototypes,
from which we have judged whether or not other styles are or are not “Moche”.
But the Moche-Chicama style is apparently only one variant of a much more
polymorphous Moche style, if one exists at all. The question of how ceramic styles
express political or social groups is one topic I have raised here and, clearly, much
more work needs to be done on this matter.
So too, I believe that we should avoid discussing whether or not the Moche were
a “state” and concentrate on how Moche religion and politics are in evidence
from as close a reading of the archaeological data as possible. Rather than attempt
to determine whether or not Moche archaeology expresses the material culture
that may be marked off a check-list as necessary to identify a state or complex
chiefdom we should investigate how Moche society and politics were constructed,
by the Moche themselves, on the ground.
This is not to demote the Moche from the ranks of “complex societies”. Moche,
whatever it was, was the product of historically contingent forces played against
long-term patterns of behavior in which common people were the primary agents.
They may have “bought in” to ideologies and been drafted into the ranks of armies
to fight for abstract causes, but they also were the agents of resistance to such
forces. This has been true everywhere, at all times, and offers us hope for our
present situation, as well.

Acknowledgments

Thanks to Richard L. Burger and Adam Herring for constructive criticisms of an earlier draft
of this article. I am especially grateful for the opportunity to visit the Institut de Recherche
sur les ArchéoMATériaux, Université Michel de Montaigne, Bordeaux and to participate in
the Round Table there, October 23rd – 25th, 2007. Many people made that visit pleasant
and productive particularly Michel Pernot, Director of Research and Carole Fraresso. Luis
Jaime Castillo B., Santiago Uceda C., and Christopher Donnan were very helpful there and
in Peru. I appreciate such fine colleagues.

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241
Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70 Quilter
Jeffrey
Fax: 445 76 50 - E-mail: postmaster@ifea.org.pe
Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA,


UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - Instituto de Estudios
Peruanos

242
Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 243-297
IFEA
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Los contextos urbanos de producción artesanal


en el complejo arqueológico de las huacas del
Sol y de la Luna

Santiago Uceda Castillo*

Resumen
Las excavaciones en los tres últimos pisos de ocupación del Núcleo Urbano de las huacas del Sol y de
la Luna han permitido registrar por lo menos cuatro centros de producción artesanal. Cuatro líneas
de evidencias permiten establecer que se trata de centros de producción especializada, a saber: (1)
estos centros se ubican en espacios definidos dentro de un área residencial multifuncional; (2) las
actividades productivas se repiten en más de dos pisos de ocupación; (3) el volumen de producción
es muy superior a las necesidades de consumo familiar y, otros productos, por su calidad y simbología,
están destinados a los miembros de la elite moche y; (4) se han registrado tanto instrumentos de
producción como productos en diversas fases de producción.
Esta mayor especialización y su control por unidades mayores de residencia en el sitio nos permiten
sostener que los especialistas estuvieron adscritos a grupos corporativos y que este nuevo sistema de
organización social y productiva se produjo como consecuencia del colapso de la estructura teocrática
de la sociedad moche; ello se tradujo en intentos de esta sociedad por la búsqueda de un nuevo
modelo social, más civil, donde los grupos urbanos empezaron a adquirir mayor poder económico.

Palabras clave: Cultura Moche, urbanismo, talleres artesanales, estructura social, especialistas

Les contextes urbains de production artisanale du complexe


archéologique des huacas del Sol et de la Luna
Résumé
La fouille des trois dernières couches d’occupation du Centre Urbain des huacas del Sol y de la
Luna, a permis de mettre à jour au moins quatre centres de production artisanale. Quatre sortes

* Universidad Nacional de Trujillo, Dpto. de Arqueología y Antropología. Email: santiago_uceda@


hotmail.com

243
Santiago Uceda Castillo

d’indices permettent d’établir qu’il s’agit de centres de production spécialisés, à savoir: (1) ces centres
se localisent dans des espaces définis à l’intérieur d’une aire résidentielle multifonctionnelle; (2)
les activités productives se répètent au moins dans deux couches d’occupation; (3) le volume de
production excède trés nettement les besoins d’une consommation domestique et, d’autres produits,
de par leur qualité et leur valeur symbolique, sont destinés aux membres de l’élite mochica, enfin;
(4) plusieurs outils ainsi que divers produits, correspondant à diverses étapes de la fabrication, ont été
découverts.
Cet important degré de spécialisation et son contrôle par des unités résidentielles majeures du site nous
permet d’avancer l’hypothèse selon laquelle les spécialistes étaient attachés à des groupes corporatifs
et que ce nouveau système d’organisation sociale et de production fut la conséquence du déclin de
la structure théocratique de la société mochica. Ce phénomène a conduit cette société à chercher un
nouveau modèle social, plus civil, dans lequel les groupes urbains se sont arrogés un plus grand pouvoir
économique.

Mots Clés : Culture Mochica, urbanisme, ateliers artisanaux, structure sociale, spécialistes

The urban context of craft production at the Huacas of the Sun and
the Moon Archaeological Project
Abstract
The excavations of the three last occupational floors of the Urban Nucleus at Huacas of the Sun and
the Moon in the Moche Valley have allowed us to register at least four craft production centers. Four
following lines of evidence allow us to establish that they are centers of specialized production: (1)
these centers are placed in definite spaces within a multifunctional residential area; (2) the productive
activities are repeated on more than two occupational floors; (3) the volume of production is far
greater than the needs of family consumption; other products, given their quality and symbolism, were
produced for members of the Moche elite, and; (4) production instruments and products from several
production steps have been registered.
This greater specialization and its control through residential units at the site allow us to hold that the
specialists were associated with corporate groups and that this new system of social and productive
organization was produced as consequence of the collapse of the theocratic structure of Moche
society; this resulted in attempts by this society to look for a new social model, one that was more
civic, and in which urban groups began to acquire a greater economic power.

Key Words: Moche Culture, Urbanism, Craft Workshops, Social Structure, Specialists

INTRODUCCIÓN

Con el establecimiento de la Ciudad y del Estado aparecen los talleres de producción


y los artesanos especialistas (Childe, 1954). Su estudio es indisoluble, y resulta hasta
cierto modo inútil establecer cuál depende o deriva de cuál. Sin embargo, es claro
que estos fenómenos sociales tienen variantes que se establecen por la naturaleza
del Estado, el tipo de desarrollo urbano alcanzado y, en menor medida por los
aspectos culturales de cada grupo. Es conocido que, en diversas sociedades antiguas
del mundo, los talleres de producción se han desarrollado en un inicio al amparo de
los templos o palacios, para luego ir surgiendo talleres de artesanos independientes

244
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

junto a la aparición de los mercados y los comerciantes (Redman, 1990). En el área


andina, la presencia de mercados ha sido muchas veces cuestionada (Rowe, 1997);
sin embargo, diversos documentos, tanto de cronistas como de administrativos
españoles, indican que en la Costa Norte los artesanos tenían independencia
marcada y que formaron verdaderas corporaciones dirigidas por curacas. Estos
especialistas vivían en barrios y no estaban obligados a tributar (Espinoza, 1975:
285; Netherly, 1978: 157; Ramírez-Horton, 1981: 290; Rostworoski, 1977b: 221-
222). Esta información ha sido corroborada con los estudios arqueológicos de la
Universidad de Harvard (Topic, 1990) en la década de 1970.
Las investigaciones en el sitio de huacas del Sol y la Luna han permitido conocer
una amplia y compleja red urbana, donde resalta la presencia de centros de
producción artesanal de vieja data. Sin embargo, la planificación urbana de la
zona residencial y productiva ha variado en el tiempo y muy posiblemente ello se
deba a los cambios sociopolíticos de la sociedad mochica (Uceda, 2004).
En esta ocasión quisiera discutir los contextos urbanos de producción a partir del
estudio de la planificación urbana, es decir, cómo estuvo organizada, desde el
punto de vista urbanístico, la producción de bienes en la ciudad, en particular en
su periodo final de ocupación. Pero, al mismo tiempo, vamos a intentar discutir la(s)
forma(s) de organización social de esta producción y el estatus de los especialistas,
para finalmente establecer dentro de qué contexto sociopolítico moche se insertó
este sistema de producción. Para este trabajo usaremos la información de los
conjuntos arquitectónicos 17, 21, 27, 30 y 35. La información de los otros centros
de producción estudiados en el sitio, como los reportados por Bernier (1998;
1999; 2005; 2008), Chapdelaine (2001; 2003), Uceda & Armas (1997; 1998), no
será usada aquí pues no contamos con informaciones contextuales relacionadas
con la estructura urbana colindante. Finalmente, nuestro trabajo se inicia con un
resumen sobre la secuencia ocupacional del sitio. Por no ser el tema central de
este trabajo, no ahondaremos en los detalles sobre nuestra propuesta; para una
mayor información, el lector puede consultar otros trabajos ya publicados (Uceda,
2007; 2010).

1. ASPECTOS TEÓRICOS

Tratar de estudiar la estructura social de los artesanos y sus talleres en época


moche, nos obliga a una breve revisión de algunos conceptos básicos sobre los
que se estructuraron las sociedades andinas tardías para, a partir de ellos, ensayar
un modelo o interpretación de la sociedad moche.

1. 1. La organización social de la producción: las fuentes


etnohistóricas

Al tratar de estudiar la organización social y la producción de las sociedades andinas,


se siguió la propuesta de Murra (1972; 1975; 1980) para la organización social inca;

245
Santiago Uceda Castillo

esta se basaba en los principios de la reciprocidad y complementariedad ecológica


vertical. Sin embargo estudios sobre fuentes documentales de la costa central y
norte peruana indicaron que este modelo inca no era aplicable a sociedades de
estas zonas. María Rostworowski (1970; 1977a; 1977b) documentó la presencia
de mercaderes chinchanos a larga distancia. La misma autora concluyó que hubo
una vasta diferencia entre las formas de organización socioeconómica de la sierra
y la costa; las economías costeñas se caracterizaban por una división del trabajo
altamente especializada.
Los documentos coloniales dan prueba de la existencia en la Costa Norte de
parcialidades enteras ejerciendo oficios especializados, incluidos sus propios
principales y señores (Espinoza, 1975: 285; Netherly, 1978: 157; Ramírez-
Horton, 1981: 290; Rostworoski, 1977b: 221-222). Estos grupos vivían en barrios
o pueblos aparte, no tenían tierras y estaban exentos de servicios de trabajo
(modalidad fundamental de tributación), contribuyendo al Estado solo con sus
productos especializados (Rostworowski 1977a: 177; 1977b: 244).
En cuanto a la forma de intercambio de bienes existen dos posiciones opuestas.
Según Rostworowski (1977a: 181) el trueque directo entre los grupos de
especialistas formaba parte del sistema económico de la costa. Por su lado,
Netherly (1978: 208) y Ramírez-Horton (1981: 292-95) proponen que la
economía costeña fue esencialmente redistributiva. A cambio de otorgarles sus
tierras y sus servicios religiosos, los señores recibían los productos agrícolas de los
campesinos y redistribuían sus productos a los artesanos especializados.

1. 2. El taller y la estructuración urbana: estudios previos

Poco conocemos, desde la perspectiva arqueológica, sobre cómo se articulaban los


talleres artesanales dentro de las redes urbanas en las sociedades tardías andinas.
Para el caso inca, no conocemos dónde se ubicaban los artesanos en el Cusco y
si estos formaban parte de barrios independientes o si los talleres formaron parte
de un componente mayor (palacio, edificio público o grupo corporativo mayor).
Según Agurto (1987: 80) la ciudad del Cusco estaba compuesta de dos zonas:
la zona urbana, que integraba el núcleo básico del sector central, el área de
expansión del sector central y el cinturón de aislamiento. La segunda zona era el
sector periférico compuesto por la zona suburbana y la zona rural. De este modo el
núcleo básico era considerado la parte sagrada y administrativa del Cusco, donde
residía la nobleza y el personal a su servicio. Tal como es descrita esta ciudad
por muchos cronistas, en ella debieron existir los aclla-huasicuna, donde mujeres
escogidas se dedicaban a la producción de tejidos. Los otros artesanos no son
mencionados, por lo que es posible pensar que estos productores se asentaron en
el sector periférico. Estos barrios periféricos, siguiendo a cronistas como Garcilazo
(1943), se componían de gente venidas de todas partes del imperio y que se
organizaban de acuerdo a sus propias costumbres locales.
Los datos arqueológicos más importantes de las sociedades tardías las tenemos para
la sociedad chimú; aquí presentaremos la información recuperada en Chan Chan.

246
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Chan Chan es considerada la ciudad capital del reino del Chimor o Chimú. Su
trama urbana no sigue la misma lógica que la descrita para el Cusco. Si bien existe
tres tipos de arquitectura bien diferenciada en términos sociales (la arquitectura
monumental, compuesta de los llamados palacios y los templos; la arquitectura
intermedia, destinada a las residencias de los administradores y comerciantes;
y la arquitectura popular, destinada a la clase baja urbana), estos tres tipos de
arquitectura no se encuentran separados como el caso inca; los llamados barrios
se ubican preferentemente en la parte sur y oeste de la ciudad.
Según John Topic (1990: 152), los especialistas en Chan Chan ocuparon tres áreas
distintas: barrios, áreas de servidores y áreas para alojamiento de comerciantes
(fig. 1).

Figura 1 – Plano general de Chan


Chan, mostrando los barrios, áreas
de servidores y mercaderes
Tomado de Topic (1990: fig. 5)

247
Santiago Uceda Castillo

Existen cuatro barrios separados por cementerios que podrían indicar cuatro
parcialidades asentadas en la ciudad. Dentro de cada barrio el artesano vivió en
una unidad doméstica independiente con una cocina, área de depósitos, espacio
de trabajo y animales domésticos (fig. 2). Mayormente las viviendas contienen

Figura 2 – Complejos arquitectónicos del barrio ubicado al sur de la ciudadela Laberinto,


Chan Chan
Tomado de Topic (1990: fig. 6)

248
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

evidencia tanto de talleres de metalurgia como de tejeduría. El hecho que todos


los lingotes y los martillos de piedra fueron hallados en las viviendas de los barrios
sugiere que la preocupación fundamental en sus talleres era la producción de
láminas de metal. Otra información relevante en la organización del espacio
urbano de estos barrios es que las viviendas se agrupaban de dos maneras distintas:
algunos bloques se formaron adicionando cuartos extras a un núcleo ya existente,
sugiriendo que, del mismo modo que la familia fue creciendo, ellos ampliaban y
subdividían sus viviendas; en la otra forma (fig. 2), el lindero del bloque quedó
estable pero el espacio fluctuó de una vivienda a otra por la remodelación de la
entrada. Los espacios entre cada vivienda fueron los talleres (fig. 2, complejo 3;
fig. 3) y el área administrativa (fig. 4), esta última indicada por la presencia de
arcones o una estructura en forma de «U» con depósitos.
El área de servidores tiene ejemplos de algunas mixturas de actividades de
tejeduría y metalurgia, pero su organización es diferente. Esta área de servidores
difiere de aquella de los barrios por estar construida sobre plataformas y tener
un acomodo diferente del área de la cocina. En el área de servicio adjunta al
Palacio de Velarde, ella posee una amplia área de cocina que abarca al menos tres

Figura 3 – Taller orfebre ubicado en el complejo 3, barrio al sur de la


ciudadela Laberinto, Chan Chan
Tomado de Topic (1990: fig. 7)

249
Santiago Uceda Castillo

Figura 4 – Área administrativa ligada a los talleres del complejo 3, Chan Chan
Tomado de Topic (1990: fig. 8)

ambientes (fig. 5). Estas cocinas tienen dos fogones en un cuarto y otro en otro
cuarto adyacente. Estos también fueron espacios para tres zonas de molienda (por
la presencia de batanes) y el área de cocina incluía dos arcones; la ausencia de
evidencia de producción de chicha es un indicador de arreglo social comparado
a la de los barrios. Las áreas de los servidores pueden ser consideradas como
viviendas particulares, al menos en términos de preparación de alimentos.
Las evidencias recuperadas en las excavaciones indican, en términos del proceso
de producción, que el trabajo preliminar (tanto el laminado del metal como el
hilado), fue menos importante en estas áreas, que el del acabado de los objetos.
Todas estas características llevan a Topic (1990: 161) a postular que la gente que
vivió en estas áreas tuvo un más alto estatus que aquellos de los barrios. Del mismo
modo, la cercanía a los palacios, así como las características de las construcciones,
le permite suponer que esta gente estuvo sujeta a los señores chimúes.
El tercer tipo de especialistas son los comerciantes. Las dos áreas registradas
se ubican en la parte central del sitio y al final de la red de caminos. La mejor
estudiada (fig. 6) poseía una cocina comunal, amplios corrales, una plataforma
llena de entierros de llamas y cuartos con múltiples banquetas para dormir (fig. 7).
Según los cálculos efectuados, estos fueron capaces de albergar cerca de 600
personas. La evidencia de artefactos y materiales registrados (madera exótica,
lana de alpaca, lingotes de metal) sugiere el intercambio entre la costa y la sierra
y otros lugares lejanos. Por ello estas áreas corresponderían a estructuras para
acoger temporalmente a estos especialistas.
Los estudios de talleres artesanales para la época Moche con mayor información
de contextos urbanos en conjunto, sin lugar a dudas, son aquellos realizados

250
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 5 – Área de servidores orfebres, junto a la ciudadela Velarde,


Chan Chan
Tomado de Topic (1990: fig. 11)

en Pampa Grande (Shimada, 1994), en el valle de Lambayeque. En términos


generales, existen tres tipos de talleres por su ubicación y quizás, como más
adelante lo discutiremos, por su relación con procesos y contextos sociales
diferentes. El primer grupo es el de los talleres cercanos a las estructuras o
plataformas piramidales (el mejor ejemplo es el taller de textiles de la Casa del
Ciervo). El segundo tipo lo conforman aquellos ubicados en los sectores H y D,
considerados como barrios donde se ubican viviendas, áreas administrativas de
control de la producción artesanal y de bienes. El tercer tipo de talleres se ubica
en zonas domésticas.
Para fines de nuestro estudio, vamos a describir con mayor detalle el taller de
metalurgia, pues los contextos y excavaciones permitieron a los investigadores
de Pampa Grande obtener mayor información sobre las áreas de actividad en
el proceso productivo de los objetos en metal. Este taller fue ubicado en la
estructura 52 del sector H (Shimada, 1994: 203-206, fig. 8.20); definitivamente

251
Santiago Uceda Castillo

Figura 6 – Área de
mercaderes, Chan
Chan
Tomado de Topic,
1990 (fig. 13)

Figura 7 – Área de vivienda de los mercaderes,


Chan Chan
Tomado de Topic (1990, fig. 14)

252
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

estaba involucrado en la forja, la elaboración o formado del metal por martillado


y templado alternado.
El taller estaba situado en el extremo de una estrecha calle que también permitía
el acceso a una aparente residencia en el otro extremo y a RS 65, con una
espaciosa terraza jerárquica ubicada para controlar el tránsito a y desde la calle
(fig. 8). El taller consistía de cuatro áreas interrelacionadas pero funcionalmente
diferenciadas involucradas en (1) templado y fundición, (2) forjado, cortado y
formado de láminas de metal, (3) almacenamiento y consumo de alimento y
bebida, y (4) posible preparación de alimentos y disposición de desechos.
El área de fundición y templado se ubica en una zona espaciosa y amurallada
cercana a la calle, donde se registraron dos fogones en forma de cubeta con
fondos enlucidos de arcilla y paredes construidas con piedras en un mortero de
arcilla. Sobre el piso, cerca de los fogones, había un cuenco en miniatura roto
pero completo, de forma rectangular (4 x 6,5 x 4 cm de alto, con una capacidad
máxima de alrededor de 50-60 cc) con distintivas incrustaciones verdosas en la
superficie interior.
El ambiente ARm 61 poseía una banqueta y dos mesas de trabajo; aquí se
recuperaron dos conjuntos de artefactos en piedra que indican actividades

Figura 8 – Taller orfebre. Estructura 52, sector H, Pampa Grande


Tomado de Shimada (1994: fig. 8.20)

253
Santiago Uceda Castillo

relacionadas: un conjunto, sobre la banqueta, consistía en objetos de basalto con


facetas planas pulidas; el segundo conjunto consistía en cantos pulidos con varias
facetas. A estos conjuntos se deben agregar dos bloques de andesita con huellas
de haber sido usadas para cortar objetos, así como un bloque de andesita que
originalmente debió estar sobre una de las mesas con una cara mostrando huellas
de trabajo. Este contexto ha sido interpretado como dos fases de actividades de
la producción orfebre: la primera, el trabajo con los cantos de una cara amplia
pulida usados como martillos, para fabricar las láminas de metal a partir de los
lingotes. Las placas de andesita sirvieron para recortar las láminas y los guijarros
con múltiples facetas para doblar y repujar las láminas; la cercanía de los fogones
permitía el trabajo de recalentamiento del metal para el proceso de laminado.
La presencia de cerámica fina en los ambientes ARm 64 y 85 ha permitido inferir
que dichos ambientes estuvieron destinados a personajes de la elite moche que
tuvieron las funciones de control o administración de este taller. Se puede señalar
que el acceso al taller estuvo muy controlado por el ambiente con banquetas
RD 65. En el pequeño ambiente Rm 81, con umbral alto en su vano de acceso,
se registraron varios cántaros firmemente incrustados en el piso para contener
líquidos (posiblemente chicha).
En todos los ambientes antes descritos no se registró evidencia de actividad doméstica.
La presencia de fogones con gruesas capas de ceniza y restos de alimentos en los
ambientes ARm 60 y RR 84, sugieren que aquí se prepararon los alimentos.

1. 3. La producción artesanal y el estatus de los artesanos

El tratar el tema de la especialización artesanal dentro de las esferas de la


producción en sociedades antiguas implica, como ha sido señalado por diversos
trabajos teóricos, la definición de cómo funcionaban y se organizaban los
artesanos especialistas (véase Brumfiel, 1980; 1998; Brumfiel & Earle, 1987;
Costin & Wright, 1998; Inomata, 2001). De este modo, por su afiliación en el
contexto de producción, siguiendo a Costin & Earle (1989) o Brumfiel & Earle
(1987), se distinguen dos tipos de especialistas: los primeros son los llamados
«independientes» y los segundos los «dependientes» o «adjuntos». Los primeros
son aquellos cuya producción intercambian o venden directamente a los
consumidores; la presencia de mercados y comerciantes es el modelo económico
mejor logrado donde se inscribirían este tipo de productores. En el segundo caso,
la producción se hace bajo el patrocinio de individuos que controlan el poder
económico y político. La movilización de la producción la hace la elite; en el
mundo andino sirvieron para definir roles o estatus de los individuos, así como
para crear lealtades entre los grupos mediante «la generosidad», mediante el
mecanismo de la reciprocidad.
Dentro de un centro urbano es de esperar que sea posible identificar y diferenciar
estos tipos de artesanos, pues aquellos que son independientes formarán barrios
particulares y sus talleres serán una parte de su residencia; en el otro caso, los
talleres deben estar integrados a los palacios o residencias de la elite que los

254
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

auspician. Nuestro estudio estará centrado en resolver esta pregunta, así como
la escala de la producción artesanal en el sitio de las huacas del Sol y de la Luna.
Por otro lado, la producción artesanal puede ser hecha a diversas escalas, pero
siempre que lo producido esté destinado a consumidores fuera del núcleo de los
productores, es decir que ello involucra un sistema de movilización de los bienes
a través de mecanismos de mercados o mediante el intercambio auspiciado por
las elites gobernantes.
La producción artesanal también involucra el concepto del espacio físico donde
se realiza la producción: los talleres. Un taller no indica un espacio único;
dependiendo de la complejidad del producto y de la escala de la especialización,
los talleres podrían tener tantos espacios o áreas como tipos de artesanos
especialistas existan en la producción, atendiendo al trabajo específico que
realicen dentro de una cadena productiva determinada. El registro arqueológico
nos informa directamente sobre los talleres, en un primer momento, pero esta
visión que nos brinda la arqueología es parcial, en tanto corresponde a la cantidad
de información que ha perdurado en el tiempo y lo que dejaron los ocupantes
antes de abandonar o transformar el taller. En estos espacios, las áreas de actividad
se deducen por los objetos recuperados y ciertos elementos fijos que los talleres
requieren, como fogones, «mesas» de trabajo y herramientas para realizar los
diversos pasos de la cadena operativa, principalmente.

2. UN ENSAYO DE SECUENCIA GENERAL DEL SITIO

La información que hemos recuperado en dieciocho años de investigaciones en


el sitio (Uceda, 2007; 2010) nos permite considerar tres grandes momentos en la
historia de ocupación del mismo (fig. 9). El primero, desde sus orígenes —que por
ahora no son precisos— hasta el año 600 ó 650 d.C., es el momento de dominio
de la sociedad por parte de un modelo teocrático que tuvo sus inicios en la época
de Chavín o antes y que culminó con los moches. El segundo, desde los 600 ó 650
hasta los 850 ó 900 d.C., es el momento del colapso de la sociedad teocrática y
la búsqueda de un nuevo modelo de organización social y política, una sociedad
de poder civil, que culmina con el abandono del sitio y la desaparición de lo que
ahora denominamos cultura Moche. El tercer momento, después del 900 d.C.
hasta la llegada de los españoles, es aquel del abandono del sitio y su reutilización
por los chimúes, tanto en algunos de sus espacios sagrados —para usarlos como
lugares de culto y entierro— o en el Núcleo Urbano moche, transformándolo
en campos de cultivo y sus cementerios. La correlación de estos tres sectores del
complejo ha sido realizada en un trabajo colectivo (Uceda et al., 2008), donde se
ha puesto en discusión las secuencias estratigráficas y constructivas, las asociaciones
con material cerámico, en particular la secuencia estilística propuesta por Larco
(1948) y los fechados radiocarbónicos existentes. A estas fechas debemos agregar
dos últimas que fechan la secuencia del Templo Nuevo (Uceda et al., 2010), que
ubican el inicio de la construcción de dicho templo hacia inicios del siglo VII,
coincidiendo con las últimas fechas de ocupación del Templo Antiguo.

255
256
Santiago Uceda Castillo

Figura 9 – Cuadro de secuencia ocupacional en el sitio de la Huacas del Sol y de la Luna. Resumen de las principales características
Uceda (2007; 2010)
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

2. 1. El primer momento moche: la vieja ciudad y el rol del templo

Los cinco edificios registrados en la huaca de la Luna corresponden a los


pisos 4 al 12 registrados en el Núcleo Urbano, así como a la secuencia de las
remodelaciones de las plataformas 2 y 3 de la huaca del Sol y la secuencia de pisos
y remodelaciones que están por debajo de los rellenos de adobes tramados de la
sección 1 de la huaca del Sol.
Durante este periodo de tiempo, 100 a 650 d.C, el componente más importante del
sitio era sin duda el viejo templo de la huaca de la Luna (plataformas I y II y las plazas
1, 2 y 3). A partir de la evidencia de los contextos arqueológicos y arquitectónicos
(Uceda & Tufinio, 2003; Uceda & Canziani, 1998; Uceda et al., 2008), se puede
decir que el templo era el centro del poder político; los ceremoniales y rituales que
allí se realizaban eran destinados a legitimar el poder político de la elite moche
(Uceda & Tufinio, 2003). Por ello el calificativo de teocrático en cuanto a su forma
de gobierno para este momento. Es claro que el templo tuvo el control de los
bienes y la mano de obra de los diversos grupos y estamentos de la sociedad; la
clase urbana, siendo parte de la elite moche, no gozó del poder y la riqueza que
ostentaron los grupos ligados al templo. Para comprobar lo dicho, basta observar
que las tumbas más ricas recuperadas de la sociedad moche ostentan los símbolos y
vestimentas que presentan los personajes representados en las escenas iconográficas
de las ceremonias y rituales de aquella época (Alva, 1994).
Aunque por ahora solo tenemos una menor información de la clase urbana para
esta época, podemos afirmar sin embargo, que las viviendas son simples y no
tienden a formar grupos complementarios. Domina un espacio amplio (patio),
raramente con banquetas formales, pocos depósitos. Estos elementos asociados a
la poca diversidad de recursos con los que cuentan, nos indican claramente que
esta elite urbana, si bien gozó de privilegios, estaban directamente controlados por
el poder del templo. Siguiendo las ideas de Garth Bawden (1994), durante este
periodo de desarrollo del Estado Moche se impulsó una ideología individualista,
donde los gobernantes asumieron roles de las divinidades o las encarnaron en los
principales ceremoniales y rituales, como aquél del sacrificio humano. Para ser
más preciso, este modelo individualizante y la conformación del Estado territorial
se pueden observar cuando el discurso iconográfico se formaliza en los diversos
espacios arquitectónicos en los templos: patio con relieves, terraza del nivel alto y
el frontis del Templo Antiguo. Las evidencias apuntan a que ello suceda a partir de
la construcción del edificio D, pues para el edificio E no se ha registrado el Recinto
Esquinero ni los relieves en el patio del nivel bajo de la plataforma I.
En este sentido, es plausible suponer que los productos manufacturados en los
talleres del Núcleo Urbano, aparte de estar destinados a los rituales y ceremoniales
celebrados en el Templo Antiguo, como signos o emblemas de distinción social
o política, también se destinaron a rituales relacionados con el mundo de los
muertos o la elaboración de las identidades de los individuos en sus entierros.
Desde esta perspectiva, es explicable que, para este momento de la historia del
sitio, los talleres estén más localizados en ciertos espacios y que no todos los

257
Santiago Uceda Castillo

conjuntos residenciales posean áreas destinadas a actividades productivas, como


sí es visible para los momentos finales de la ocupación moche en el sitio.

2. 2. Segundo momento moche: el abandono del Templo Antiguo y


la búsqueda de nuevos modelos de organización social y política

En el periodo del 600 al 900 d.C., se construyeron la plataforma III y la plaza 4


que, juntas, configuran el Templo Nuevo, así como la última fase constructiva en
la huaca del Sol. Ambas edificaciones comparten para este momento los mismos
tipos de adobes; las marcas de fabricantes fueron dominantes y se encuentran por
bloques constructivos (cf. Hastings & Moseley, 1975; García et al., 1994). Además,
para este momento corresponde la vigencia de los dos o, en algunos lugares, tres
últimos pisos en el Núcleo Urbano. Es el momento del colapso del sistema político
teocrático moche.
En este punto de la historia, la huaca del Sol adquiere mayor importancia, si
tomamos en consideración su volumen. De este hecho surge la pregunta: para
este momento ¿el rol de la ideología religiosa había sufrido cambios sustantivos?,
o ¿nuevos dioses tomaron importancia frente a los viejos dioses que gobernaron el
«Olimpo Moche»? Para ensayar una respuesta notamos que en el Templo Antiguo
de la huaca de la Luna, las divinidades representadas en casi todas sus etapas
constructivas, tuvieron una fuerte afiliación con las divinidades cupisniques.
Los nuevos trabajos realizados en este edificio nos muestran que su estructura
es distinta: está conformada de tres plataformas escalonadas siguiendo un eje
oeste-este y su acceso se hacía a través de una rampa y escalinatas empotradas;
no poseía un discurso iconográfico externo visible desde la plaza de acceso.
Finalmente, hay que remarcar que dentro de los restos de individuos sacrificados
se distingue un caso en particular, pues presenta evidencia de cortes a la altura
del esternón destinado a separar las costillas para tener acceso al corazón; este
tipo de sacrificios es muy usual en época chimú y no tiene una tradición típica
moche (Uceda et al., 2010; Tufinio et al., 2010). Entre los murales descubiertos
en este templo no aparecen los dioses cupisniques, en ellos destacan escenas de
desfiles de guerreros, tejedoras, felinos y símbolos geométricos como aquel de la
ola y la escalera. Pero el más emblemático es aquel del tema de la «Rebelión de
los Artefactos», donde dominan los símbolos emblemáticos relacionados con la
divinidad femenina (Makowski, 2003: 373). La aparición de nuevos dioses en el
arte moche en su fases finales ha sido ya advertida por Elizabeth Benson (2003)
en el arte cerámico. Estas evidencias y preguntas nos plantean la necesidad de
repensar el modelo de organización política que adquirió la sociedad mochica
tardía, y el rol que cumplió este sitio con relación a Galindo y Pampa Grande, por
citar los otros complejos arqueológicos más conocidos.
Hemos discutido en otras ocasiones (Uceda & Tufinio, 2003) que el abandono del
Templo Antiguo debió ocurrir entre 550 ó 600 d.C., según fechas radiocarbónicas,
y estuvo asociado a la presencia de fuertes lluvias (Mega Evento El Niño). Sin
embargo, el abandono del templo y la presencia de El Niño no significaron el

258
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

abandono de la ciudad, pues la ocupación moche continuó en el sitio unos


siglos más. Claude Chapdelaine (2003), al revisar las fechas radiocarbónicas en el
núcleo urbano coincide con nosotros al demostrar que el sitio fue ocupado hasta
mediados del siglo IX y que el estilo Moche IV perduró en el sitio desde el año
400 hasta el año 880 d.C. De ello concluye que el mega Niño de 600 d.C. no
fue la causa del abandono del sitio Moche. Las excavaciones de Chapdelaine no
le permitieron descubrir para la época tardía de ocupación un nuevo elemento
urbano que hemos denominado bloque arquitectónico, que bien puede
considerarse homólogo a las manzanas de nuestras ciudades actuales.
¿Cuál es el real significado del abandono de este templo? Desde nuestra
perspectiva de análisis, el Templo Antiguo encarnó un modelo político que
sustentó la emergencia del Estado territorial Moche Sur, con su centro de poder
o capital: la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna. En este momento, la
huaca de la Luna era el centro del poder político. Su abandono, en primer lugar,
debe ser entendido como el colapso del modelo político teocrático moche y el
desmembramiento del territorio estatal.
En segundo lugar, la pérdida de un poder central que acumuló la riqueza para sí
debió motivar que esta riqueza se transfiriera de alguna manera a la clase urbana,
con los respectivos cambios en sus patrones de vida (Uceda, 2010). Finalmente,
el colapso del modelo político teocrático moche significó la búsqueda de nuevas
formas de organización social, con las disputas y conflictos entre grupos menores
de la misma elite moche. Vamos a revisar brevemente cada una de estas tres
implicancias.
Luego del colapso político sigue un largo periodo, que debió durar más de 150
años, donde la sociedad moche buscó afanosamente un nuevo orden social donde
el poder civil empezó a tener más importancia en la sociedad y en la estructura
del Estado; este proceso posiblemente se produjo con flujos y reflujos. La causa
interna era el modelo teocrático que no respondió a las tensiones internas, esto
es a los conflictos entre las elites dominadas no moche (por ejemplo los virúes o
gallinazos), así como aquellos conflictos surgidos por los intereses entre la clase
urbana emergente y los dirigentes sacerdotales moches. Pero también debieron
influir factores externos como la influencia de la cultura Wari o de Pachacamac,
y las presiones de grupos serranos como los cajamarcas o los huamachucos. En
este sentido la ocurrencia de catástrofes naturales debió acelerar estos procesos
en marcha.
Uno de los primeros efectos de estas contradicciones, fue sin duda, la pérdida del
control de territorios conquistados (Nepeña, Santa, Chao y quizás Virú). El Estado
territorial se desintegraba, y la sociedad moche debió retroceder a un modelo
organizacional tipo jefatura: en cada valle aparecen uno o más centros de poder
que compiten entre sí, formando alianzas con unos y otros, sin lograr que uno de
ellos se imponga en definitiva.
Un segundo efecto fue el incremento del poder político y económico de la clase
urbana. El incremento del poder económico es observable por el hecho de que
durante los últimos pisos ocupacionales, que corresponden a este momento

259
Santiago Uceda Castillo

de colapso de la sociedad moche, la clase urbana tiene un mayor acceso a


diversos productos, en particular a aquellos que se generan por especialistas u
otros grupos no urbanos. Antes de la década de 1990, el único indicio de la
existencia de talleres productivos en el sitio huacas de Moche fue ubicado al pie
de la huaca del Sol, donde se registró una concentración de turquesas bajo la
forma de cuentas, preformas y fragmentos no trabajados (Topic, 1977). Con el
inicio de las excavaciones en el Núcleo Urbano y en los flancos del Cerro Blanco,
se fueron documentando paulatinamente sectores de producción de cerámica
fina (Armas, 1999; Uceda & Armas, 1997; 1998) y cerámica doméstica (Jara,
2000), áreas de preparación de chicha (Chapdelaine, 2001; 2003; Gamarra et al.,
2004), espacios de manufactura de ornamentos corporales y trabajos en piedra
(Bernier, 1999; Chapdelaine et al., 2000; Chiguala et al., 2006); sectores que
posiblemente sirvieron para la fabricación y almacenamiento del material textil
(Chapdelaine, 2001; 2003) y áreas relacionadas con la producción de objetos
metálicos (Chapdelaine, 1998; 2003; Chapdelaine et al., 2001; Chiguala et al.,
2004; Rengifo, 2005; Rengifo & Rojas, 2005; 2008; Uceda & Rengifo, 2006).
Los ajuares funerarios muestran un fuerte incremento en la cantidad de ofrendas,
así como mayor presencia de objetos de metal, tumbas de cámara, etc. Podemos
observar los cambios políticos a través del cambio de estructuras del Núcleo
Urbano. La presencia de bloques arquitectónicos agrupando varios conjuntos
arquitectónicos especializados, en torno a una residencia principal, nos señala
un nuevo cambio de la organización social moche. Los señores de la elite urbana
moche empiezan a controlar especialistas, organizar actividades ceremoniales y
rituales dentro de sus residencias, como se deduce del incremento de entierros,
de la producción y consumo de chicha y de la presencia de ciertos objetos rituales
en las residencias como figurinas, floreros e instrumentos musicales (Uceda, 2010).
Este incremento del poder en la clase urbana es el inicio de una secularización del
poder, proceso que culminará con la aparición del Estado Chimú. Esta nueva clase
urbana se comportaría como un grupo corporativo y de él se desprende el poder
central que debió ser frágil y quizás efímero.
Existe un inconveniente a esta línea de conjeturas, y es el de explicar cómo una
sociedad en plena crisis logró edificar uno de los monumentos moches más
grandes: la huaca del Sol. La primera explicación sería que se trata de un cambio
social, donde el rol del poder era civil y este edificio representó el nuevo rol del
poder civil. En este sentido, este edificio funcionaría como un templo palacios.
Con la evidencia que tenemos es posible que estos cambios vinieran del norte.
El uso de adobes marcados tiene una tradición más antigua en el norte que en
las huacas de Moche. En Sipán es notable el uso temprano de adobes marcados
(Meneses & Chero, 1994: láms: 234-235); por ello, no sería descabellado suponer
que esta nueva forma de control pudiera provenir del moche norteño. A pesar
de lo limitado de nuestro conocimiento sobre la forma que tuvo la huaca del Sol,
una cosa es clara: no presenta el diseño del templo moche clásico. Las huacas
lambayecanas presentan plataformas de lados lisos y no escalonados, el acceso se
hace a través de una rampa central o lateral que llega directamente a la parte alta

260
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

de la plataforma. En el caso de las huacas moches sureñas, estas presentan fachadas


escalonadas, las rampas son laterales y en forma de «L» y frente a la plataforma
existe un patio en su lado norte. Por ello, no es tampoco absurdo proponer como
hipótesis de trabajo que la última edificación de esta huaca tiene un diseño más
cercano a las huacas lambayecanas, cuya función de centros de residencia del
poder central está bien documentada (Narváez, 1996). Así mismo, del estudio de
los tres perfiles en la parte oeste (destruida) de este edificio se observa el volumen
que representó la última edificación y es en este nuevo volumen donde el tipo
de adobes es de paredes lisas y con marcas de fabricantes distribuidos por cada
bloque constructivo (Uceda, 2010: fig. 4; Chauchat & Herrera, 2003: encarte
6.1). En este sentido bien podemos asumir que este edificio no era un templo
como huaca de la Luna sino un palacio-templo como se observa en las huacas
lambayecanas tardías.
Una segunda explicación viene de otras culturas que en su ocaso iniciaron obras
majestuosas como el caso de la arquitectura de Puuc, en las tierras altas mayas,
a finales del periodo clásico e inicios del post clásico (Dunning, 2000). Se trata,
pues, de una respuesta de la sociedad y de su elite ante la crisis. Este proyecto
«faraónico» se convirtió en el símbolo de unidad para los grupos corporativos de la
clase urbana, pero su ejecución en lugar de cumplir el objetivo perseguido debió
empobrecer paulatinamente a la clase urbana, hasta agotar sus propios esfuerzos,
y con ello motivó la desaparición de una de las sociedades más brillantes de los
Andes centrales para su época.
Finalmente, debemos señalar que este proceso de cambio de una sociedad
teocrática a una civil no culminó exitosamente en el sitio de las huacas del Sol y
de la Luna. Otro grupo mochica de menor jerarquía que los que vivían en esta
urbe, sí lograron dar el paso exitoso; me refiero a aquellos que construyeron Chan
Chan, que la etnohistoria conoce como los chimúes.

2. 3. Las ocupaciones post moche: la presencia chimú

En el periodo que va desde 900 ó 1000 d.C. hasta la época Chimú, hay
evidencia que indica que el sitio fue totalmente abandonado y luego reocupado,
posiblemente en forma continua, pero no como un centro urbano ceremonial.
Ciertos espacios arquitectónicos del Templo Antiguo son reocupados por gente
chimú para construir tumbas, altares o colocar ofrendas; ello nos indica la
clara continuidad cultural entre los moches y chimúes. Estos últimos siguieron
reconociendo este templo como un lugar sagrado, pues las actividades que ellos
realizaron son de este carácter. No ocurre lo mismo con el Núcleo Urbano donde
se destruyen las viviendas, se nivela el terreno y se le transforma en campos de
cultivo y como cementerios de los ocupantes chimúes. La ciudad se abandona y
sus artesanos y su elite van a ocupar Chan Chan u otros centros urbanos chimúes.

261
Santiago Uceda Castillo

3. LA CIUDAD MOCHE: UNA VISIÓN GENERAL DE SU


PLANIFICACIÓN Y LOS CENTROS PRODUCTIVOS

La descripción que haremos del sitio huacas del Sol y de la Luna, es aquella
que corresponde a la última ocupación moche (fig. 10). Se trata de un complejo
urbano compuesto de dos grandes edificios públicos, asentados, uno al pie de
las faldas oeste del Cerro Blanco (la huaca de la Luna) y otro a unos 500 metros
al oeste del primero y cerca del río Moche (la huaca del Sol). Entre ellos, y en las
faldas del Cerro Blanco, se desarrolló un conjunto de residencias con carácter
multifuncional que hemos denominado Núcleo Urbano (Uceda, 2005).
Una gran calzada que corre de sur a norte y a unos 100 metros al oeste de la
huaca de la Luna habría dividido el sitio en un área sacra y otra civil donde se
desarrollaban actividades domésticas, productivas y administrativas. Por ahora
desconocemos si otra calzada separaba la huaca del Sol del Núcleo Urbano.
La parte del Núcleo Urbano que se ubica entre las dos huacas presenta un diseño
ortogonal (fig. 11). Un conjunto de callejones casi paralelos, separados entre sí por
una distancia de 30 a 35 metros, parten de la calzada principal que separa este
núcleo del área sacra de la huaca de la Luna, y penetran al interior del Núcleo
Urbano. Estos callejones se conectan con espacios abiertos de unos 400 m2 que
hemos denominado plazas; habrían servido como áreas de articulación entre los
primeros callejones con un segundo grupo que corren de sur a norte y relacionan
plazas con plazas o plazas con callejones (Chapelaine, 2003). De este modo se
conforman bloques arquitectónicos a manera de manzanas urbanas modernas.
Una plaza presenta evidencia de depósitos y bien puede tratarse de un área de
distribución de productos como carne de camélido, pescado, entre los principales
productos (Chiguala, 2004; Uceda, 2005).
El primero de los dos bloques arquitectónicos ya estudiados corresponde a los
conjuntos arquitectónicos 27 y 30 que se ubican cerca de la calzada principal y en
la parte central del complejo; el segundo pertenece a los conjuntos arquitectónicos
17, 21 y 35.
Esta forma de organización del espacio urbano corresponde a los dos últimos
pisos. Según las excavaciones hechas en el conjunto arquitectónico 35, los pisos
inferiores presentan cambios sustanciales, entre los que se destacan: (1) en los
pisos tardíos existe una mayor densidad de espacios, donde hay una fuerte
tendencia a la especialización, esto quiere decir, que ciertos ambientes estaban
destinados a actividades domésticas (cocina), otros para reposo (dormitorios),
otros para recepción, depósitos, etc.; (2) en los pisos tempranos dominan los
ambientes para las recepciones, descanso y actividad doméstica; (3) a esta
diferencia del diseño arquitectónico se debe agregar que, para los pisos tardíos,
existe una mayor variedad de productos consumidos, así como una mayor y más
diversificada presencia de productos artesanales de la época (Tello et al., 2008).
Todo ello nos indica que la gente de las dos últimas ocupaciones concentró mayor
poder económico a expensas de la elite religiosa, así como tendió a concentrar los
rituales y ceremoniales, tal como se puede observar en la mayor uniformidad de

262
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 10 – Plano general del complejo arqueológico Huacas del Sol y de la Luna

263
Santiago Uceda Castillo

Figura 11 – Plano del sector central del Núcleo Urbano

los entierros y ofrendas que le acompañan. En definitiva, es obvio que existe un


cambio en el sistema económico y quizás político entre estos dos momentos de la
historia del Núcleo Urbano (Uceda, 2005; 2010).

2. 2. 1. Los bloques arquitectónicos o manzanas


Se trata de un nuevo concepto usado para describir una forma de organización
del espacio urbano en el complejo arqueológico, a partir de los trabajos realizados
en la parte central del Núcleo Urbano. Previamente Claude Chapdelaine (2002;
2003) describió y definió los principales componentes de la planificación del sitio:
avenidas, calles, callejones y corredores, las plazas, unidades domésticas y centros
de producción. Un bloque arquitectónico o manzana se conforma a partir de la
agrupación de varios subconjuntos que están delimitados básicamente por ejes
de circulación como callejones, avenidas o espacios abiertos, que se han definido
como plazas.

264
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

El análisis arquitectónico nos permitió establecer una primera estratificación de


los mismos. Se pudo constatar que cada subconjunto era una subentidad espacial
del bloque arquitectónico o manzana. Era evidente que la presencia de patios
con banquetas indicaba que este espacio era más preeminente que aquel que
no las poseía. Los subconjuntos que tienen patios con banquetas poseen también
espacios bien definidos como área de cocina, varios depósitos y espacios que se
puede asumir cumplieron funciones de descanso (dormitorios). Hemos definido
estos subconjuntos como las residencias principales de los bloques arquitectónicos
o manzanas. Otros subconjuntos poseen ambientes amplios con grandes fogones
y, junto a ellos, se concentran grandes tinajas. Estos espacios se han definido como
áreas para la producción de chicha; los otros ambientes se pueden definir como
áreas para descanso o para comer. A estos subconjuntos les hemos denominado
áreas de servicios. Otros subconjuntos poseen patios centrales sin banquetas, con
una presencia significativa de depósitos y ambientes para descanso, que han sido
interpretadas como áreas administrativas. Finalmente, uno o dos subconjuntos
tienen evidencias en uno o dos ambientes de talleres para la producción artesanal
de la época a gran escala.
Vamos a describir con mayor detalle los dos bloques arquitectónicos mejor
definidos a la fecha. Para su caracterización se usará tanto la arquitectura, como
los contextos arqueológicos. Adicionalmente, usaremos el estudio de los restos
de formas cerámicas agrupadas en categorías funcionales, para permitirnos
contrastar con la información arquitectónica y contextual. Con la finalidad de
intentar establecer el estatus de los ocupantes de cada subconjunto usaremos
como indicador el acceso a los recursos alimenticios.

 Bloque arquitectónico 1
Se ubica en la parte central del Núcleo Urbano y adjunta a la avenida 1. Está
compuesto por los conjuntos arquitectónicos 27 y 30 (fig. 12). Está delimitado
al este por la avenida 1, al sur por el callejón 27-sur, al norte por el callejón
30-norte y, al oeste, por una plaza con depósitos. Fue el primer caso de bloque
arquitectónico definido (Gamarra et al., 2004; Uceda, 2005), y se pudo
constatar que se comportan como unidades complementarias, denominadas
«áreas de actividad»: residencia principal, residencia secundaria, servicios, área
administrativa y taller de orfebrería.
Área residencial y ceremonial. Se la considera así por presentar un patio con
banquetas y ambientes para descanso y depósitos. Se accede a través de un
corredor que parte de la avenida 1 y delimita con el subconjunto 27-2. El
acceso de esta área daba a un patio amplio rodeado de banquetas a distintos
niveles. Al oeste de este patio, existe un vano que comunica con la parte
más amplia de esta área que permite acceder a dos ambientes que presentan
fogones, lo que indica que se trata de posibles cocinas. La segunda área,
ubicada en el extremo oeste, se comunica con un pequeño vestíbulo que
permite comunicarse con un ambiente para descanso y a un segundo patio,
rodeado de depósitos y un segundo ambiente para descanso.

265
Santiago Uceda Castillo

Figura 12 – Plano del bloque constructiva n.° 1

El estudio de los restos cerámicos nos indica que en esta área predomina
la actividad de almacenaje de enseres o de chicha, así como la actividad
doméstica y ritual (fig. 13). Dentro de los recursos alimenticios registrados
para esta área dominan los restos de mamíferos, en particular, los camélidos,
seguidos de los moluscos (fig. 14). Si bien no se ha realizado un cálculo del
volumen de carne que representan estas especies, el número de individuos
camélidos representados es muy importante en la dieta. El consumo de
carne (cuy y camélidos) está muy bien documentado en los festines que los
señores realizaban como parte de las actividades de reciprocidad necesarias
para el mantenimiento de la estructura social vigente. Estas actividades tienen
íntima relación con la presencia de las banquetas en los patios, pues en ellas
se debieron realizar banquetes dentro de un marco ritual de relaciones de
intercambio.
Área de residencia y servicios. Se la define de este modo por la presencia
de ambientes para descanso. Es un área mucho menor en extensión y está
compuesta de un vestíbulo que se comunica con el corredor sur y que sirve

266
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:
DISTRIBUCION DE ACTIVIDADES NUCLEO 1
25%
1 Domestica
2 Ritual
3 Prod. Chicha: Almacén
4 Prod. Metales
20%
5 Prod. Cerámica
6 Prod. Tejidos
7 Administrativos
8 Emblemas

15%

10%

5%

0%
1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8
ADMINISTRATIVA SERVICIOS TALLER RESIDENCIA RESIDENCIA
SERVICIOS

Figura 13 – Actividades según el tipo de objetos cerámicos, bloque constructivo


n.° 1
DISTRIBUCION PORCENTUAL RESTOS ORGÁNICOS. NÚCLEO 1; PISO 1
30%

1 Moluscos
2 Peces
25%
3 Aves
4 Mamíferos

20%

15%

10%

5%

0%
1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4
ADMINISTRATIVA SERVICIOS TALLER RESIDENCIA RESIDENCIA
SERVICIOS

Figura 14 – Recursos alimenticios registrados en el bloque constructivo n.° 1


Los porcentajes han sido calculados a partir del número de huesos analizados

267
Santiago Uceda Castillo

para comunicar con un ambiente con una banqueta frontal ubicado al lado
este de este vestíbulo, que puede ser considerado como un ambiente para
descanso. Desde el vestíbulo, hacia el norte se comunica con un patio sin
banquetas. De este patio se accede a una cocina ubicada al norte donde
hay dos fogones amplios; de la cocina se comunica a un ambiente con un
depósito. Al lado este del patio, un vano comunica con un pequeño vestíbulo
que antecede a un ambiente para descanso.
En esta residencia secundaria domina la activad de almacenaje de alimentos
o de chicha, con poca actividad doméstica (fig. 13). Sin embargo, al examinar
los recursos alimenticios recuperados, la presencia de restos de mamíferos es
notoria, aunque no así los moluscos (fig. 14). La disminución de actividad de
almacenaje y doméstica con relación al área residencial y ceremonial bien
puede indicar que esta área residencial sea exclusiva para los residentes que
controlaban todo el bloque arquitectónico 1.
Área de servicios. Se la denomina así por la presencia de un ambiente con un
fogón largo rectangular muy similar a aquellos que se usan en la actualidad
para la cocción del maíz en la preparación de chicha. Está compuesta de cinco
ambientes y un vestíbulo por el que se comunica con el corredor sur. El mal
estado de conservación no permite conocer detalles de algunos de ellos. Hacia
el lado oeste del vestíbulo se encuentra el ambiente con un fogón central amplio
y varias tinajas empotradas en el piso; formando parte de este ambiente, hacia
el sur, existe un pequeño ambiente con banqueta y piso desgastado como
un ambiente de descanso para varios individuos. Hacia el oeste un ambiente
con banqueta frontal puede ser considerado con un espacio para descanso;
no es clara la función de los otros ambientes. El análisis de los fragmentos de
cerámica asociada a la ocupación de esta área nos indica que la actividad de
almacenaje o producción de chicha le sigue en importancia luego de las áreas
residenciales; esto podría estar ligado a su producción antes que a su consumo
(fig. 13). La actividad doméstica es reducida, pero suficiente para alimentar
un grupo de personas trabajando y distribuyendo la producción de chicha. El
consumo de mamíferos sigue dominando, pero en menor proporción que en
las áreas de residencia. Si calculamos el número de ambientes dedicados al
descanso en relación al alimento consumido, éste es más reducido que aquel
volumen consumido en las residencias antes descritas (fig. 14).
Área administrativa. Se la considera así por su cercanía con el área de producción
de chicha y orfebrería, así como por la presencia de un grupo de depósitos. Su
acceso se hacía directamente desde la avenida 1 y frente al acceso se registró
un conjunto de tinajas en fila creando un acceso indirecto. Al final del corredor
existe un vestíbulo o corredor que comunica con un ambiente rectangular y,
al norte, con un conjunto de depósitos. Al oeste del vestíbulo hay un espacio
amplio con fogón central, y dos ambientes al norte que bien pueden ser
considerados como espacios para descanso. Hay un segundo espacio amplio,
en cuyo lado oeste se ubican dos ambientes más con fogones en su interior.
Estos ambientes nos pueden indicar que se trata de espacios destinados a

268
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

gente foránea que es alojada en esta área; puede tratarse de gente que trae
productos o los lleva desde la zona urbana. Esta hipótesis puede ser sustentada
con la presencia de actividad doméstica importante y consumo de chicha y
objetos para almacenaje, ligado al consumo de camélidos, con un consumo
menor de moluscos, peces y aves (figs. 13 y 14).
Área taller de orfebrería. Su denominación se origina en la presencia de un
espacio a manera de patio donde se registran evidencias de actividades ligadas
a la elaboración de objetos de metal. Presenta dos sectores bien diferenciados
y separados. Se accede al primero, ubicado al norte, por un corredor que
lleva a un espacio abierto a manera de patio. Alrededor de él existe hasta
cinco ambientes con banquetas que indican que se trata de ambientes
para descanso, y el patio, como área común, presenta una configuración y
distribución que nos hace recordar las primeras aldeas donde los ambientes
de descanso unifamiliares se comunicaban a un patio central. Este sector bien
puede considerarse el área de residencia de los artesanos. Es interesante notar
que en este sector no se registran áreas de cocinas.
Al segundo sector se accede desde el corredor 27-Sur; el vano nos da acceso a
un patio amplio en cuya esquina noreste existen un ambiente con banqueta y
cuatro depósitos. En el patio se registraron tres quemas circulares alineadas de
norte a sureste sobre el piso; alrededor de ellas muchos fragmentos de carbón
estaban también sobre el piso.
Posteriormente este piso fue remodelado, es decir fue cubierto por un relleno
y se superpuso otro piso. El relleno arrojó mucha frecuencia de fragmentos de
cobre oxidado e instrumentos de piedra, así como toberas.
Esta remodelación presenta sobre el piso, hacia el lado sureste del ambiente, un
yunque de piedra con adherencias de cobre oxidado a su superficie (fig. 15).

Figura 15 – Foto de un yunque y restos de quemas, taller alfarero, conjunto


arquitectónico 27

269
Santiago Uceda Castillo

También se encontraron abundantes fragmentos circulares de cobre oxidado


(prills) sobre el piso y alrededor de este yunque, así como fragmentos de
cerámica con cobre adherido. Cabe resaltar que el área donde se encontraba
el yunque y los fragmentos de cobre oxidado sobre el piso presentaba una
tonalidad oscura, como si se hubiera realizado una quema en esa zona.
Adicionalmente, en el relleno que tapaba este piso se encontró abundante
escoria de cobre e instrumentos de piedra (martillo, fragmentos de crisoles
con escoria de cobre, toberas, entre otros). Hacia el norte del ambiente dos
manchas de color blanco humo parecían estar alineadas; muy cerca de ellas
un adobe rubefactado indicaba que en ese área se realizaron fuertes quemas.
Creemos que estas manchas de color blanco son cenizas producto de una
fuerte combustión, producto de fundir metal o de su recalentamiento. Por los
contextos recuperados, se propone que este ambiente, para la penúltima fase
de ocupación, funcionó como un taller de producción de objetos pequeños
de cobre y cobre dorado.
En ninguno de los sectores se registraron fogones, pero sí el consumo de
alimentos y chicha (figs. 13 y 14). Ello nos indica que la gente que ocupó este
taller fue abastecida de alimento y que éste es muy similar a aquel que se ha
registrado para la residencia principal, aunque en mayor porcentaje.
Área de actividad asociada al taller. Tenemos poca información contextual; la
primera es la presencia de las tres zonas de quemas, la segunda la presencia
de un yunque, la tercera los prills y finalmente, aunque no asociados a los
pisos sino a un área de escorrentía, la presencia de implementos típicos para
trabajos de laminado y repujado en metal. La ausencia de materiales minerales
no fundidos, así como la poca cantidad de escoria, nos indican que en este
taller no se procesaron los óxidos o carbonatos en minerales a partir de la
reducción y fundición. Es decir que los metales trabajados llegaron en forma de
lingotes, listos para el trabajo final. La presencia de prills ha sido interpretada,
por otros investigadores como producto del recalentamiento de láminas en
el proceso de trabajo de martillado para su adelgazamiento. Este proceso se
pudo realizar en pequeños hornos portátiles, avivados mediante el sistema de
sopladores, tal como se ha descrito en diversos documentos de cronistas, así
como en representaciones cerámicas. La zona donde se registró el yunque
(fig. 15) es el lugar principal donde se efectuó el laminado. No conocemos,
ni tenemos evidencias del lugar exacto o la manera cómo se realizaron los
otros procedimientos. Esta interpretación se hace más verosímil si vemos
los materiales recuperados: los metales recuperados son pocos así como los
objetos terminados y muchos fragmentos de láminas o alambres (cuadro 1).
Entre los materiales líticos relacionados con la metalurgia destacan los martillos
para el laminado (cuadro 2, fig. 16). A esto debemos agregar la presencia de
toberas (fig. 17)
 Bloque arquitectónico 2

Se encuentra ubicado adjunto y al norte del primero y está compuesto por


los conjuntos arquitectónicos 17, 21 y 35. Delimita por el sur con el callejón

270
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Cuadro 1 – Metales, taller orfebrería, CA 27

Nivel Ocupación Última Penúltima Antepenúltima Piso 4 TOTAL


Formas n % n % n % n % n % n %

aguja 3 1,15 5 1,92 4 1,54 0 0,00 12 4,62


Objetos e dardo 0,00 1 0,38 2 0,77 0,00 3 1,15 16 6,15
instrumentos cuchillo-
0,00 0,00 1 0,38 0,00 1 0,38
tumi
alargados 1 0,38 9 3,46 44 16,92 0,00 54 20,77
laminares 0,00 1 0,38 22 8,46 0,00 23 8,85
esféricos 0,00 1 0,38 3 1,15 0,00 4 1,54
Fragmentos
alambres 0,00 1 0,38 2 0,77 0,00 3 1,15 244 93,85
indetermi-
0,00 4 1,54 55 21,15 1 0,38 60 23,08
nados
Prills 1 0,38 54 20,77 45 17,31 0,00 100 38,46

TOTAL 5 1,92 76 29,23 178 68,46 1 0,38 260 100,00 260 100,00

Cuadro 2 – Instrumentos para trabajos en orfebrería, CA 27

Nivel Ocupación Última Penúltima Antepenúltima Piso 4 TOTAL


Formas n % n % n % n % n % n %

Percutor 1 1,16 6 6,98 15 17,44 1 1,16 23 26,74


Pulidor sobre guijarro 0,00 0,00 3 3,49 0,00 3 3,49
Instrumentos Martillo 0,00 2 2,33 6 6,98 0,00 8 9,30 48
Pulidor trabajado 0,00 0,00 5 5,81 1 1,16 6 6,98
Yunque 0,00 4 4,65 4 4,65 0,00 8 9,30
Abalorio 0,00 2 2,33 0,00 0,00 2 2,33
Colgante 0,00 2 2,33 4 4,65 0,00 6 6,98
Elemento pulido 2 2,33 3 3,49 0,00 0,00 5 5,81
Elemento pul. en
0,00 1 1,16 11 12,79 2 2,33 14 16,28
Objtetos proceso
38
pulidos Pesa 0,00 0,00 2 2,33 0,00 2 2,33
pesa en proceso 0,00 0,00 3 3,49 0,00 3 3,49
Piruro 0,00 1 1,16 4 4,65 0,00 5 5,81
Porra 0,00 1 1,16 0,00 0,00 1 1.16
Cuenta 0,00 0,00 0,00 0,00 0 0,00
TOTAL 3 3,49 22 25,58 57 66,28 4 4,65 86 100,00 86

30-norte, por el este con la avenida 1, por el norte con el callejón 17-21 y por
el oeste con la plaza 4 (fig. 18). Este bloque arquitectónico posee seis áreas
complementarias, como se vera más adelante, las cuales no son exactamente
semejantes a aquellas descritas para el bloque arquitectónico 1. En principio
existen dos áreas de taller, un área residencial y administrativa, un área de
residencia principal y un área de servicios.
Área de residencial principal. Corresponde al subconjunto 35-1. Su ingreso se
efectúa por el callejón 30-norte. Desde el callejón un corredor corto permite

271
Santiago Uceda Castillo

Figura 16 – Instrumentos de piedra para trabajos de orfebrería,


taller de orfebres, CA 27

Figura 17 – Toberas del taller de orfebres, CA 27

272
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 18 – Plano del bloque constructivo n.° 2

llegar a un vestíbulo, antesala a esta área. Del vestíbulo, un vano ubicado


en su extremo noreste permite acceder a un amplio patio flanqueado por
dos banquetas en sus lados sur y oeste. Posee un espacio formal de cocina
donde se registró in situ varios fogones y un batán con su mano de moler. A
esta cocina se accede a partir de un ambiente que se comunica con el patio
y puede ser considerado como un espacio privado para el servicio o como
comedor. Tres ambientes, dos en el extremo norte y uno en la esquina sureste,
podrían ser espacios para descanso. Si la comparamos con la residencia del
bloque arquitectónico anterior, esta sería más pequeña y menos compleja. Es
importante remarcar que en los ambientes al norte del patio se han recuperado
más de 14 tumbas en los 9 primeros pisos.
Del estudio de la cerámica por actividades, las actividades domésticas, de
almacenaje y rituales son las dominantes frente a las otras propuestas en la
lista general (fig. 19). La distorsión producida por la alta concentración en
el taller de cerámica hace que los porcentajes de estos ítems en esta área se
vean en la gráfica poco significativos; esto mismo se debe deducir de la poca

273
Santiago Uceda Castillo

DISTRIBUCION PORCENTUAL DE ACTIVIDADES POR SUBCONJUNTOS


25%
1 Domestica
2 Ritual
3 Prod. Chicha: Almacén
4 Prod. Metales
20%
5 Prod. Cerámica
6 Prod. Tejidos
7 Administrativos
8 Emblemas
15%

10%

5%

0%
1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8 1 2 3 4 5 6 7 8
TALLER RESIDENCIA ADMINISTRACION TALLER RESIDENCIA SERVICIOS
ABALORIOS ADMINISTRACION CERAMICA

Figura 19 – Actividades según el tipo de objetos cerámicos, bloque constructivo n.° 2

frecuencia en la dieta de carne de mamíferos (fig. 20). Por ahora no tenemos


una explicación a este hecho, aunque la presencia de una capa muy compacta
debido al uso en época Chimú del núcleo urbano moche como campos de
cultivo, haya sido la causa del deterioro de los restos óseos o su fragmentación
y no recojo durante la excavación. A estas condiciones del sitio hay que señalar
que este conjunto arquitectónico fue uno de los primeros en excavarse en este
sector y las precauciones tomadas para la recuperación de los restos óseos no
fue la más óptima.
Área de Servicios. Como se indica para el bloque arquitectónico anterior,
su denominación se hace por el hecho de registrarse fogones y áreas para
producir y distribuir chicha. Desde el callejón y a través del pequeño corredor
se ingresa a un ambiente amplio con un muro con hornacinas al pie del cual se
registra un conjunto de tinajas en fila. Al oeste existe un ambiente con cuatro
fogones, que bien puede tratarse de una cocina común al aire libre o con
ligeras cubiertas. Al norte de esta área se registran tres ambientes, dos de ellos
pequeños y que se comunican con el patio, y un tercero más amplio al que
se accede a partir del segundo de los pequeños ambientes. En la parte sur del
ambiente con fogones hay un ambiente amplio a tres desniveles, que estamos
proponiendo como ambiente para el descanso.
Las formas cerámicas agrupadas por actividades nos indican que en esta área
domina las actividades de almacenaje o producción de chicha; los contextos
arquitectónicos nos llevarían a hablar de un lugar de preparación de chicha,

274
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

DISTRIBUCION RESTOS ORGÁNICOS. NÚCLEO 2; PISO 2


100%
1 Moluscos
2 Peces
90%
3 Aves
4 Mamíferos

80%

70%

60%

50%

40%

30%

20%

10%

0%
1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4
TALLER RESIDENCIA ADMINISTRACION TALLER RESIDENCIA SERVICIOS
ABALORIOS ADMINISTRACION

Figura 20 – Recursos alimenticios registrados en el bloque constructivo n.° 2


Los porcentajes han sido calculados a partir del número de huesos analizados

actividad doméstica y ritual (fig. 19). Los restos orgánicos animales usados en la
alimentación son los mamíferos y un bajo porcentaje de peces (fig. 20).
Área de residencia o viviendas. Se trata de un conjunto de posibles viviendas en
torno a tres patios. Se ingresa por un corredor desde el callejón 21-17-norte.
Desde el corredor se accede a través de una banqueta a un patio amplio que
presenta, cerca de la banqueta, un fogón hecho con dos hileras de adobes.
En la parte sur del patio existen dos conjuntos de ambientes formando dos
pequeñas viviendas compuestas de dos ambientes cada una. Un segundo
patio ubicado al este del primero articula siete ambientes, cuya circulación y
funcionamiento es difícil definir. Uno de ellos (ambiente 17-8) pudo funcionar
como una antesala al tercer patio. Alrededor de este tercer patio se distribuyen
cinco ambientes en forma de «U»; los ambientes del lado oeste y noroeste
poseen fogones y su uso como cocinas es evidente. Los otros ambientes
pudieron ser espacios para descanso y uno de ellos posee una banqueta.
La forma de distribución de estos ambientes alrededor de patios nos hace
recordar las primeras viviendas aglutinadas en torno a espacios abiertos de
las primeras aldeas. La presencia en esta área de materiales terminados de
cuentas en piedras, son un buen indicio para postular que estas viviendas estén
relacionadas con la gente que trabaja o administra el taller de abalorios en
piedra que se ubica al costado de esta área.

275
Santiago Uceda Castillo

La distribución de cerámica por actividades nos indica una dominancia de


vasijas para el almacenaje o consumo de chicha, actividad ritual y, lo que
concuerda con los contextos arquitectónicos antes descritos. A esto deben
sumarse otras actividades en menor medida (fig. 19). El consumo de carne de
camélidos y peces son los más representativos (fig. 20).
Taller de abalorios en piedra. Corresponde a un área donde se han registrado
dos espacios abiertos con evidencia de producción de abalorios en piedra.
Estos espacios a manera de patios rectangulares compartieron posiblemente
un solo acceso desde el callejón 17-21-norte. En su lado oeste se registra una
serie de pequeños ambientes de una posible vivienda con una o dos cocinas y
dos ambientes para descanso y dos pequeños depósitos. No es claro el acceso
a esta pequeña vivienda, pero es posible que se hiciera a través de un vestíbulo
que se comunicaba con uno de los patios o talleres.
En los espacios donde se has registrado materia prima, material en proceso
de fabricación y objetos culminados, no es posible establecer los contextos
de actividades de producción. Solo podemos establecer que el material llegó
bajo la forma de bloques o plaquetas, las cuales mediante talla y corte fueron
transformadas en tabletas del grosor deseado. Posteriormente, mediante
cinceles y abrasión se lograron elaborar los objetos deseados, que básicamente
son cuentas, preformas de pendientes, pendientes de diversas formas, e
instrumentos para elaborar estos objetos.
La distribución de la cerámica por actividades nos indica el predominio
del almacenaje, producción o consumo de chicha que concuerda con la
existencia de ambientes con funciones domésticas, almacenaje y patios con
tinajas incrustadas en el piso, típico de espacios para recepción. En este mismo
sentido, se puede explicar presencia de actividad ritual en segundo lugar y
luego la actividad doméstica (fig. 19). Aunque no es el momento de discutirlo,
hay que precisar que este taller es sui generis al otro antes descrito, donde la
actividad doméstica está poco representada en la cerámica, y en donde hay
ausencia de espacios de carácter doméstico en la arquitectura.
Los recursos alimenticios recuperados nos indican un predominio de las aves y
mamíferos en su dieta (fig. 20).
Los ornamentos corporales en piedra resultan de una cadena operativa
compleja, la cual consta en una serie de etapas rigurosas y bien ordenadas
(Bernier, 1998). En lo que respecta el taller de adornos corporales de este
conjunto, se han registrado elementos que demuestran que en esta área se
realizaron cuatro etapas de manufactura.
La primera etapa estaría dada por la reducción del núcleo a varios fragmentos
de pequeño tamaño y de forma más o menos cuadrangular; esto se pudo
evidenciar con la presencia de fragmentos de núcleo y núcleos con huellas de
corte. Las herramientas empleadas eran los alisadores y cortadores, colocando
el núcleo en soportes sobre los que se realizaban los cortes. Cuando la finalidad
era obtener colgantes, los fragmentos de núcleos eran reducidos a plaquetas,
los que posteriormente fueron pulidos hasta obtener unas piezas de regular
tamaño, de forma cuadrangular y de superficies lisas.

276
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

La segunda etapa estuvo dada con la elaboración de las preformas; estas son
el resultado del desgaste de los núcleos reducidos o de las plaquetas, dándole
la apariencia deseada para obtener las formas aún toscas de las cuentas y
colgantes respectivamente; asimismo se da el pulimento preliminar para darle
la forma inicial a estos adornos.
La siguiente etapa, consistió en la perforación del adorno; esta se realizaba en el
caso de los colgantes, mayormente por un solo lado. En el caso de las cuentas,
la perforación se daba por ambos extremos, lo que podemos evidenciar por
las estrías presentes en los orificios de las cuentas y colgantes registradas en
este conjunto.
Finalmente, la cuarta etapa consistió en el pulimento final del ornamento; este
se realizó luego de que la pieza estuviera perforada completamente y después
de haber seguido los procedimientos antes mencionados. Cabe mencionar
que, en algunos casos, se han registrado cuentas y colgantes que han sido
pulidos completamente, pero no contaban con perforación alguna, por lo que
se puede asumir que, en ocasiones, no se respetaron las últimas dos etapas de
elaboración.
En este taller se han registrado para esta ocupación materiales y objetos
descritos para el proceso productivo de estos materiales de adorno corporal.
En el cuadro 3 se presentan los efectivos y porcentajes de estos materiales
líticos para las tres ocupaciones estudiadas en el conjunto arquitectónico 17.
Las herramientas están conformadas por los percutores, cortadores, soportes
para corte, alisadores y pulidores; estos elementos fueron elaborados en
piedras de forma alargada y de color gris oscuro. Asimismo, algunas de estas
herramientas desempeñaron doble función, ya que en algunos casos los
alisadores funcionaban como cortadores
Los núcleos están conformados por los núcleos y fragmentos de núcleo. Estos
elementos presentan regular tamaño, formas irregulares y colores diversos,
predominando los colores rojo, gris claro, gris oscuro y en menor cantidad los
colores beige y crema (fig. 21).
Los objetos en proceso están conformados por las plaquetas, fragmentos de
plaquetas, así como las preformas de cuentas y colgantes (figs. 22 y 23). En
cuanto a los fragmentos de plaqueta, los colores predominantes son el gris
claro, gris oscuro, rojo y beige. Las preformas de cuenta son más abundantes
que las de colgante; predominan las de tipo cilíndrico, cónico, discoidal y
elipsoidal. Son preferentemente de color gris claro, rojo, gris oscuro y beige y la
mayoría de ellas no presentan perforación; así también tenemos las que tienen
perforación por un solo lado y por ambos lados que no ha sido concluida
porque, al parecer, en ese momento se produjo la fractura. Finalmente las
menos comunes son las que culminaron la perforación pero aún les falta el
pulido final. En lo que respecta a las preformas de colgante, predominan las
de tipo fitomorfos, zoomorfos y geométricos; preferentemente también son
de color gris claro, rojo, gris oscuro y beige. En su mayoría, estas no presentan

277
Cuadro 3 – Artefactos y material lítico en proceso de elaboración, taller abalorios en piedra, CA 17

278
R. SC SC SC SC
CATEGORÍA SUP. S.A C-1 # % SC 1 # % SC 1 # % # %
I. 1 2 2 2
Chopper 1 1 4 4 0,49 2 9 11 0.80 17 0,38
Denticulado 1 2 2 4 0,49 3 3 6 0,44 11 0,24
Muesca 1 1 0,12 1 0,02
Núcleo 8 1 1 24 12 36 4,40 21 19 40 2,90 38 1 39 1,91 125 2,77
Fragmento de
37 1 1 72 17 89 10,9 104 13 117 8,49 146 146 7,16 391 8,67
Núcleo
TALLADOS
Lasca 3 130 15 11 257 203 460 56,2 416 244 660 47,9 1168 1168 57,28 2447 54,23
Lasca con
1 1 0,12 2 1 3 0,22 3 3 0,15 7 0,16
retoque
Utensilio diverso 1 1 0,05 1 0,02
Indeterminado 1 1 0,12 1 0,02
Desecho de talla 3 3 0,22 3 0,07
Percutor 3 1 7 13 20 2,44 3 19 22 1,60 14 14 0,69 60 1,33
BATANES Y Guijarro 3 3 6 0,73 5 5 0,36 4 4 0,20 15 0,33
GUIJARROS Batán 5 3 8 0,98 1 1 0,07 9 0,20
Mano de moler 5 1 6 0,73 2 2 0,15 8 0,18
Peso de red 1 1 1 0,05 2 0,04
PULIDOS
Piruro 1 1 0,12 1 2 3 0,22 1 1 0,05 5 0,11
Incrustación 1 1 1 0,07 2 2 0,10 4 0,09
Cuenta 4 1 3 3 6 0,73 4 8 12 0,87 13 13 0,64 36 0,80
Preforma de
5 13 1 53 7 60 7,33 115 17 132 9,58 153 153 7,50 364 8,07
Cuenta
Colgante 1 1 2 3 0,37 11 4 15 1,09 1 1 0,05 20 0,44
ORNAMENTOS
Preforma de
2 14 28 12 40 4,88 122 17 139 10,1 91 1 92 4,51 287 6,36
Colgante
Plaqueta 1 1 2 0,24 1 1 0,07 4 4 0,20 7 0,16
Fragmento de
7 5 50 12 62 7,57 153 20 173 12,6 347 1 348 17,07 595 13,19
Plaqueta
Santiago Uceda Castillo
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 22 – Preformas cuentas, taller abalorios en piedra, CA 17

Figura 21 – Núcleo con huellas de corte, taller


abalorios. En piedra, CA 17

279
Santiago Uceda Castillo

Figura 23 – Preformas colgantes, taller abalorios en piedra, CA 17

perforación; también contamos con las de perforación concluida que aún no


presentan el pulido final y algunas se han fracturado durante este proceso.
Cabe mencionar que en el caso de los colgantes la perforación se realiza en su
mayoría por un solo lado.
Los objetos terminados están conformados por las cuentas y los colgantes
(fig. 24). Las cuentas presentan mayormente color gris oscuro, gris claro, rojo y
beige; asimismo son del tipo cilíndrico, cónico, discoidal y elipsoidal. En cuanto
a los colgantes, los colores predominantes son el gris claro, gris oscuro y beige;
de igual manera predominan las representaciones fitomorfas, principalmente
las formas de grano, pallar y ulluchu.
Los desechos de talla están conformados por las lascas, las cuales son
abundantes en este conjunto arquitectónico; estas se encuentran en muchos
casos cortadas por uno o ambos lados, presentan huellas de corte en su
superficie y son esencialmente de colores gris claro, gris oscuro, rojo o beige.
La cantidad y variedad de material recuperado nos indican que la producción
se hizo a gran escala y que en ella se empleó una mano de obra especializada,
aunque algunos errores técnicos en algunos objetos señalan la presencia de
aprendices dentro del taller.
Área administrativa. Colinda por su lado oeste con las dos áreas antes descritas.
Se ha considerado como un área administrativa por la ausencia de actividad
doméstica de cocina y por la presencia de un patio con banquetas a desnivel

280
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

a la entrada de otro espacio en forma de «L».


En la parte sur de este patio se registraron
tres grandes tinajas empotradas en el piso
que sirvieron como contenedores de líquido,
probablemente chicha, para ser usada en actos
rituales relacionados con el personal ligado
a los talleres o al intercambio de productos.
Completa esta área la presencia de tres
ambientes que pueden ser considerados como
ambientes para el descanso.
La distribución de cerámica por actividades
presenta valores bajos en general, pero de ellos
destaca la actividad de almacenaje de chicha,
seguido por la actividad doméstica y en mejor
medida la ritual, producción de cerámica y
tejidos (fig. 19). Se debería esperar un mayor
porcentaje en almacenaje y actividad ritual.
Pero, al examinar los recursos alimenticios
de origen animal recuperados, vemos que
la diversidad de ellos, así como la presencia
Figura 24 – Pendientes terminado, taller
en buen porcentaje de restos de mamíferos
abalorios en piedra, CA 17 (fig. 20) nos indican que la gente que ocupó
este espacio tenía acceso a ellos y, por lo tanto,
poseía un estatus elevado.
Taller de cerámica. Se ubica en la parte noroeste
del bloque arquitectónico o manzana. Ocupa un área extensa, pero que ha
sufrido muchas alteraciones por acción de las excavaciones clandestinas y
escorrentía antiguas. Estas alteraciones no han permitido definir los muros en
la esquina noroeste y no es claro si el acceso a esta área se realizaba por su
lado oeste —con ello tendría directa comunicación con la plaza 4— o por
el lado norte, desde el callejón. Al igual que en los otros talleres no se ha
encontrado espacios destinados a la preparación de alimentos. Este taller está
compuesto de un amplio espacio abierto que ocupa una quinta parte de la
superficie de esta área y dos concentraciones de estructuras ubicadas en la
esquina noreste y la sureste.
La primera consiste en dos ambientes, uno con una comunicación directa
con el patio y el otro en relación con el primer ambiente y presentando una
banqueta amplia en donde se registró una tinaja empotrada en el piso de
la banqueta. Si bien es cierto no se ha registrado evidencia de objetos en
cerámica cruda o arcilla, o pasta en proceso de preparación, la morfología
de estos espacios comparada con aquellos estudiados etnográficamente en
Morrope (Shimada, 1994: fig. 10) nos permite postular que estos espacios,
y en particular la banqueta, se usaron para preparar la masa de arcilla y
dejarla madurar antes de elaborar los objetos. Estos ambientes debieron estar

281
Santiago Uceda Castillo

techados, muy posiblemente a manera de una ramada. Los ambientes de la


esquina sureste, más aglutinados y concentrados, pudieron ser usados como
depósitos, en particular aquellos más pequeños.
Dos manchas de quemas, una ubicada en el patio principal y ocupando la
parte central norte y, la segunda, en el ambiente abierto de la esquina noreste,
serían huellas dejadas por hornos abiertos de alfarería, como se atestigua por
la presencia de cerámica recocida registrada in situ.
De los materiales registrados se desprende la información del cuadro 4; este
taller estuvo dedicado a la fabricación de ornamentos personales, tales como
cuentas, colgajos, pendientes, figurinas y miniaturas. La presencia de moldes
no es abundante si las comparamos con aquellas encontradas en el taller
alfarero registrado en 1994 (Uceda & Armas, 1997). Es interesante ver en este
cuadro que la mayor concentración de moldes, cuentas, así como matriz,
plato y disco de alfarero se registran en el ambiente 3 del subcojunto 21-2;
es decir, lo que nosotros estamos denominando el área de taller de alfarero.
Una segunda concentración de estos materiales se registra en los ambientes
21-12 y 21-13, aquel sector de estructuras que estamos proponiendo como
área para el reposo de la pasta y la elaboración. A esta primera evidencia
debe sumarse que, para sectores del taller (patio y zona trabajo), también se
registraron objetos de hueso y piedra (cuadros 5, 6) como alisadores, punzones,
perforadores, etc., que conforman los instrumentos típicos en los talleres de
alfareros (Shimada, 1994).
El proceso productivo, a partir de los espacios arquitectónicos descritos así
como los materiales e instrumentos asociados, nos indica que aquí se debió
preparar la masa para la cerámica, dejarla descansar, para luego, usando
moldes (figs. 25, 26) o modelando la arcilla, confeccionar los diversos objetos
deseados (figs. 27, 28). La cocción no requirió de la construcción de hornos
sofisticados; una simple cubeta, poco profunda, fue suficiente para ser usada
como horno para quemar la cerámica. La mancha de ceniza en el patio de
este taller, por sus dimensiones, bien pudo servir para quemar cerámica de
grandes dimensiones como tinajas. Por los restos de carbones recuperados, se
sabe que se usó madera de algarrobo como combustible. Los productos fueron
almacenados y luego distribuidos o puestos a intercambio.
Al examinar la distribución de la cerámica por actividades, es impresionante
el porcentaje de cerámica destinada a las actividades productivas de cerámica
rituales, de almacenaje y domésticas (fig. 19). Tratándose de un taller, la
diversidad de cerámica en diversas formas no debe ser indicador de actividades
diversas, sino de producción de formas diversas. Sin embargo, es interesante
resaltar que en la dieta de esta área del bloque arquitectónico, dominan
ampliamente los peces, mamíferos y moluscos (fig. 20).

282
Cuadro 4 – Material cerámico, taller de abalorios en cerámica, CA 21

Penúltima Ocupación Última Ocupación Antepenúltima Ocupación Total general

21- 21- 21- 21- 21- 21- 21- 21- 21- 21- 21- 21- 21- Calle Calle-
Formas 21-5 # # 21-3 # # %
3 2 3 4 5 6 8 9 11 12 13 15 C jón jón
Elementos Molde 2 1 3 2 47 1 3 1 8 1 3 66 19 1 20 386 16.57
Plato de
para 1 1 5 0.21
alfarero
Disco de
la 1 1 1 1 2 2 8 0.34
alfarero
Producción Matriz 1 1 2 0.09
Esferas 85 7 1 9 102 33 33 168 7.21
Cuentas 2 2 4 2 587 8 3 27 1 2 3 633 447 1 448 1323 56.81
Objetos Colgantes 6 2 1 1 10 5 1 6 29 1.25
Terminados Miniaturas 1 1 5 1 6 5 5 12 0.52
Figurinas 3 3 4 4 386 16.57
Guijarro 1 1 1 0.04
Mano de
1 1 1 0.04
Instrumentos moler
Alisador 2 1 1 4 4 0.17
Pulidor 1 1 3 0.13
Desbastador 1 0.04
Total # 6 3 9 4 738 8 5 37 6 1 3 4 2 18 1 3 830 515 3 518 2329 100
General % 66,67 33,33 100 0,48 88,92 0,96 0,60 4,46 0,72 0,12 0,36 0,48 0,24 2,17 0,12 0,36 100 99,4 0,58 100
Total por # 9 830 518 1357
Ocupaciones % 0,663 61,16433309 38,17 100
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

283
Cuadro 5 – Instrumentos en hueso asociados al taller de cerámica, CA 21

Última
Penúltima ocupación Antepenúltima ocupación TOTAL
ocupación

284
Sed. 21 21 Corre- 21 21 21 21 21 21 21 Corre- Calle- Corre- Calle-
Tipo de Instrumento Sup. # % # % # % # %
Ag. -3 -4 dor -2 -3 -5 -8 -12 -13 -15 dor jón dor jón
Piezas tecnólogicas 3 1 1 1 2 28,57 1 5 2 2 2 1 1 14 33,33 5 5 83.33 25 33.78
Apuntados 1 1 1 3 7,14 1 1 16.67 4 5.41
Romos 1 1 2 28,57 3 1 1 1 6 14,29 8 10.81
Perforados 3 2 1 3 7,14 6 8.11
Ornamentos escultóricos 1 1 2,38 1 1.35
Ornamentos
2 2 2 4 9,52 6 8.11
fragmentados
Macizo 1 1 2,38 1 1.35
Desbastador 1 1 1.35

Cuadro 6 – Instrumentos en piedra asociados al taller de cerámica, CA 21


Penúltima TOTAL FINAL
Última ocupación Antepenúltima ocupación TOTAL
ocupación CATEGORÍAS
Sup
21 21 21 21 Calle- 21 21 21 21 21 21 21 21 21 21 21- 21- Calle- 21- 21- Calle-
Categorías # % # % # % # % # %
-3 -4 -5 -C jón -2 -3 -4 -5 -6 -8 -9 -11 -12 -13 15 C jón 3 C jón
Chopper 1 1 1 0,96 1 1 0,20 3 0,32
Denticulado 3 1 1 0,20 4 0,43
Muesca 4 4 0,43
Núcleo 55 7 2 1 10 9,62 3 41 6 2 6 14 2 8 7 89 17.55 2 2 5,41 156 16,70
Lasca 105 28 1 6 1 36 34,62 9 102 2 2 13 2 1 4 10 2 1 44 9 201 39.64 9 3 12 32,43243243 354 37,90
Tallados Lasca con 1
23 3 1 5 0.99 1 1 2,70 29 3,10
retoque
Desecho de talla 8 8 3 1 12 2.37 20 2,14
Perforador 1 0 0.00 1 0,11
Raedera 2 4 1 5 0.99 7 0,75
Raspador 1 0 0.00 1 0,11 579 61,99
Percutor 15 3 1 4 3,85 17 2 2 1 3 25 4.93 2 2 4 10,81 48 5,14
Batanes y Guijarro 2 1 1 0,96 1 1 0.20 4 0,43
Guigarros Batán 3 1 1 2 0.39 5 0,54
Mano de moler 1 1 0.20 1 0,11 58 6,21
Pesa de red en
1 1 1 0.96 1 1 0.20 3 0,32
proceso
Pesa de red 2 1 1 0.96 4 4 0.79 7 0,75
Piruro 1 1 0.20 1 0,11
Pulidos Yunque 12 1 1 0.96 5 5 0.99 1 1 2,70 19 2,03
Martillo 2 6 2 2 10 1.97 12 1,28
Santiago Uceda Castillo

Espatula 1 1 0.20 1 0,11


Indeterminado 1 1 0.20 1 0,11 44 4,71
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

Figura 25 – Molde bivalvo figurina, taller abalorio en cerámica, CA 21

Figura 26 – Moldes diversos, taller


abalorio en cerámica, CA 21

285
Santiago Uceda Castillo

Figura 27 – Pendientes, taller abalorio en cerámica, CA 21

Figura 28 – Cuentas, taller abalorio en cerámica, CA 21

286
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

4. DISCUSIÓN

Nuestro estudio pretende poner en perspectiva social la información recuperada


en los contextos del Núcleo Urbano del complejo arqueológico de las huacas
del Sol y de la Luna. Para ello vamos a examinar esta información desde tres
puntos de vista: el primero es la forma de planificación urbana tardía en este
complejo y sus implicancias sociales; luego veremos los talleres artesanales dentro
del contexto urbano, para discutir la estructura social de ellos en la sociedad tardía
moche; finalmente, veremos las implicancias sociopolíticas que se pueden extraer
de la presencia de los bloques arquitectónicos o manzanas del Núcleo Urbano
como una forma especial de organización urbana.

4. 1. La planificación urbana y organización social

La forma de organizar el espacio urbano, al igual se organiza una edificación,


responde a las necesidades y tradiciones culturales de los pueblos. Hemos visto
que la sociedad moche, a partir del año 600 de nuestra era, introduce una serie
de cambios en la forma de organizar el espacio urbano en la ciudad de las huacas
del Sol y de la Luna. Claramente aparecen bloques de edificaciones cada una
con funciones bien específicas y a todas luces complementándose entre sí. Los
dos casos estudiados, y que hemos denominado con fines de estudio bloques
arquitectónicos 1 y 2, presentan características comunes como diferencias que
los singularizan.
La presencia dentro de cada bloque arquitectónico de una residencia principal con
un patio con banquetas, otorga a este espacio un estatuto elevado. No es ilógico
pensar que este espacio estuvo destinado a reuniones donde el señor de esta
vivienda atendía a invitados o realizaba un sin número de festines y ceremoniales,
a través de los cuales le permitían el control y sustento de su poder político en
el seno de la sociedad moche. Es conocido en la literatura arqueológica el rol de
los ceremoniales y festines que los curacas organizaban para establecer lazos de
lealtad y reciprocidad (Millones & Onuki, 1994). Los otros espacios con presencia
de grandes fogones para la preparación de chicha o alimentos, depósitos y talleres
de producción, indican que estuvieron bajo control del señor de la residencia
principal. ¿Cómo debemos entender esta forma de organización del espacio
urbano tardío en este sitio? ¿Este cambio de organización reflejaría cambios en la
organización social moche?
En otra ocasión, cuando presentábamos la estructura del primer bloque
arquitectónico identificado (Uceda, 2005), propusimos la hipótesis que se trata
de un espacio urbano relacionado con la presencia de un grupo corporativo. El
concepto abarcó una gran variedad de formas y naturaleza de estos grupos; en
sociedades del pasado se pueden restringir a grupos ligados al templo, al palacio o
linajes familiares. El hecho que, justo por ese tiempo, el templo de la huaca de la
Luna sea abandonado y se construya la huaca del Sol, como símbolo del poder del
palacio, nos lleva a descartar que estos grupos estén ligados al templo. Los grupos

287
Santiago Uceda Castillo

corporativos ligados al templo o palacio en el Medio Oriente, por lo general están


dentro del templo o el palacio en áreas específicas, pues ellos dependen de los
intereses de quienes tienen el manejo del templo o del palacio. En nuestro caso,
los bloques arquitectónicos se presentan como unidades urbanas que pueden
estar ligadas a estructuras sociales menores en la jerarquía social moche. ¿Quiénes
serían estos señores que los controlaban, de quiénes dependían y cuál sería la
relación entre los artesanos y los señores que controlaban los bloques?
La presencia de tumbas ricas en ajuares funerarios en una de estas residencias
(bloque arquitectónico 2, subconjunto 1 del CA35) indica que estos individuos
eran de un nivel social alto, en quienes se unían poderes económicos, políticos
y religiosos. La presencia de tumbas tan estandarizadas como las encontradas
en la huaca de la Luna, figurinas e instrumentos musicales indican que en estas
residencias se desarrollaron ceremoniales y quizás rituales emulando aquellos que
se hicieron en el templo, cuando este estuvo vigente. Tal como sostuviéramos
anteriormente (Uceda, 2005), la caída del templo y su viejo sistema político hizo
que muchas de las ceremonias que antes presidían los sacerdotes del Templo
Antiguo las realicen en este momento los señores residentes en el Núcleo Urbano.
No podemos descartar que estos nuevos señores hayan estado previamente
relacionados o formando parte de la élite religiosa. Pero, tal como hemos mostrado
anteriormente, las evidencias documentadas en los dos bloques arquitectónicos
nos llevan a pensar que los artesanos que estaban inmersos en estos espacios
urbanos tenían acceso a igual tipo de alimentos y menajes que los encontrados en
la residencia principal. Es pues viable sostener que se trata de individuos ligados
directamente a la elite con altos privilegios, sino es que formaron parte de ella. En
el caso de los artesanos que producen los abalorios en piedra, se puede pensar
que tuvieron un nivel menor, pues poseían viviendas familiares, mientras que
en los otros casos no. La ausencia de áreas de cocina directamente ligadas a los
talleres corresponde exactamente a lo observado por Shimada en Pampa Grande
en la Estructura 52 del sector H, para un taller de orfebrería. Esta información
nos indica que quienes trabajaban aquí dependían para su subsistencia de una
estructura social y política por encima de ellos; se trata de artesanos dependientes.
Volveremos sobre este tema en el siguiente acápite.

4. 2. Los talleres artesanales y su estructura social

La presencia de talleres artesanales en el sitio de las huacas del Sol y de la Luna, no


solo se pone de manifiesto por el volumen de material que se producía en ellos,
sino por una serie de evidencias, como la especialización de las áreas productivas,
la presencia de estos talleres en varios pisos de ocupación dentro del mismo bloque
arquitectónico. El carácter y naturaleza de estos artesanos especialistas no son
muy claros, pues la evidencia que conocemos es muy fragmentada. ¿A qué nivel
de especialidad llegaron los artesanos moches? La respuesta a esta interrogante
puede ser dada parcialmente tomando como referencia los pocos contextos de
producción registrada. Si tomamos en consideración las cadenas operativas, el

288
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

primer elemento a tomar en cuenta es de dónde y quién les provee la materia


prima. Con respecto al «de donde», no existen estudios exhaustivos sobre el
tema; sabemos que, por ejemplo, el caolín no se encuentra en la costa y que esta
materia prima viene de la sierra. Del mismo modo, no conocemos cerca al valle
bajo yacimientos de cobre, pero sí una mina de oro cerca de Salaverry. Es pues
de suponer que para estos materiales hayan existido grupos de especialistas para
su extracción, y la distribución se hacía a través de los señores que controlaban
los bloques arquitectónicos. Salvo en el caso del taller de metalurgia, que estaría
asociado sólo a las fases finales de producción de objetos en metal, la cadena
productiva para cada una de las otras parcialidades artesanales aquí descritas se
realizó completamente dentro de un solo taller.
La variedad de productos y calidad registrada en estos talleres nos permiten sostener
que no solo permitían el aprendizaje de los oficios sino que en ellos hubo una
escala de «saber hacer las cosas», donde no se puede descartar especialistas en
una o dos partes del proceso, como por ejemplo, los acabados de los objetos, que
requieren de técnicas más complejas y el uso de artefactos más especializados. En
este mismo sentido podemos incluir aquellos artesanos que formaron parte de la
elite y que tenían el control de los mensajes a transmitir y que serían plasmados
en algunos de estos productos, me refiero en particular a las escenas iconográficas
representadas en la cerámica.
Por otro lado, sabemos que los artesanos especialistas se dividen en dos grandes
tipos, considerando su forma de producir a nivel social: por un lado, están los
artesanos libres o independientes, quienes producen sus bienes para un mercado
que ellos no controlan, pero participan a fin de conseguir, a cambio de sus
productos, o dinero o bienes de consumo para su propia manutención. En el
Medio Oriente, la ciudad de Ur paleo babilónica es el único caso donde se tiene
evidencia de barrios de especialistas. Para épocas posteriores y en otras ciudades
se han registrado un conjunto de talleres con una administración única (Postgate,
1999). En Chan Chan, Topic (1990) nos documenta sobre un grupo de artesanos
que vivió en barrios separados de los centros de poder político y religioso dentro
de la ciudad. Este no es el caso que hemos descrito para la ciudad de las huacas
del Sol y de la Luna. Recordemos que, para Chan Chan, los artesanos ubicados
en barrios poseían cada uno una vivienda familiar, y un señor controlaba al grupo
de artesanos de un barrio. Es pues fácil de pensar, como lo señalan las crónicas,
que estos artesanos no eran típicamente independientes, pues dependieron de un
cacique quien administraba los bienes y productos; los artesanos no dependían de
los templos ni tributaban directamente al palacio. Se trataría de grupos incrustados
(Ames, 1995), relacionados por vínculos de parentesco. En el caso de los artesanos
dependientes, siguiendo la información de Topic (1990), correspondería a lo
que este investigador llama los servidores (reteiners). En este caso, los artesanos
llamados independientes no deben considerarse como aquellos del viejo mundo,
pues su producción estuvo controlada por jefes de parcialidades.
Para poder caracterizar a qué tipo correspondían los artesanos de los talleres
tardíos del Núcleo Urbano de las huacas del Sol y de la Luna, podemos usar,

289
Santiago Uceda Castillo

en primer nivel, el contexto arqueológico. Estos talleres se encuentran dentro


de complejos urbanos dominados por una vivienda de elite; en este sentido, es
plausible considerar que se trata de una forma de organización del tipo adjunta y
adscrita, tal como lo ha propuesto Gayoso (2008). En ninguno de los tres talleres
aquí descritos se ha registrado actividad doméstica, pero sí la de consumo de
alimentos, es decir que su alimentación les era proveída por terceros. En los
bloques estudiados las cocinas están relacionadas con la residencia de elite y en
otros casos a cocinas comunes. A este nivel de nuestro conocimiento no podemos
responder a qué tipo de adscripción correspondió el estatus de los artesanos
moche en la época tardía en el sitio Moche. Es posible que algunos individuos con
ciertas habilidades artesanales hayan sido reclutados de sus parcialidades por los
señores Moche que residían en los bloques arquitectónicos. No debemos olvidar
que en este momento el estado Moche sureño había colapsado y los territorios
conquistados dejaron de ser controlados; es probable que estos artesanos
provenían de estos territorios, así como los señores que los controlaban. Se trata
de meras especulaciones que deberán ser confirmadas con futuras investigaciones.
Por otro lado, si consideramos las diversas cadenas operacionales y los símbolos
que en algunos productos se transmitían, en particular aquellos que contienen
ideas religiosas o de cosmovisión, bien podemos suponer que estos elementos
fueron confeccionado por especialistas que manejaron la ideología moche, es
decir, miembros de la elite moche. Todo este panorama nos indica que en un
taller moche pudo haber varios tipos de artesanos con estatutos diferentes. En
este sentido, los artesanos moche, considerando su forma de organización social,
deben considerarse como una fase intermedia entre los artesanos dependientes
del templo y una forma independiente de los barrios chimúes de Chan Chan.

4. 3. Implicancias sociopolíticas de los bloques arquitectónicos o


manzanas en el Núcleo Urbano

Es evidente que la presencia de este tipo de organización urbana tiene relación


directa con los cambios mayores que pasó la sociedad moche entre el 600 y
850 d.C. La forma de organización sociopolítica de la sociedad moche temprana,
como un Estado teocrático centralizado y expansivo, implica que el Estado se
organizara a través de los ceremoniales y rituales que se realizaban en los
templos para legitimizar el poder político de la elite dominante. El estatuto de
los individuos se definía por el rol que ocupaban en las ceremonias religiosas;
cada rol se diferenciaba tanto por la parafernalia que poseían como por el tipo
de atuendos y adornos que portaban durante estas ceremonias. De aquí que la
producción de estos elementos de prestigio debía estar controlada por la elite
religiosa o también podía ser que los artesanos formaran parte de la elite moche.
En las sociedades civiles, donde el poder político está separado del religioso,
aunque mantengan una íntima relación, la producción de bienes suntuarios se
adscribió al palacio y los bienes que no lo eran fueron producidos por artesanos
libres. Solo en sociedades que desarrollaron los mercados como centros de

290
Los contextos urbanos de producción artesanal en las huacas del Sol y de la Luna:

distribución e intercambio se puede observar la presencia de artesanos libres


que intercambian sus productos a través de otros especialistas, los mercaderes
y los mercados.
En una sociedad en tránsito de una forma de organización a otra, es de esperar
que la evidencia material que documenta la arqueología, nos muestre de cierta
manera formas intermedias entre los modelos extremos. Esto parece ser el caso
que ahora discutimos. En los bloques arquitectónicos, los artesanos formaban
parte de un grupo de linaje dominado por un señor que controlaba tanto los
bienes suntuarios como de consumo cotidiano. Estos señores pudieron ser los
intermediarios de la producción de los talleres tanto en la distribución al interior
de la misma ciudad como fuera de ella.
Cuando presentamos por primera vez la existencia de estos bloques arquitectónicos,
también se indicó la presencia de plazas articulando o asociadas a estos bloques
arquitectónicos y propusimos (Uceda, 2005) que podrían corresponder a áreas
dedicadas a la distribución de los bienes producidos en los talleres. Con las
nuevas evidencias disponibles, podemos decir que estas áreas solo se pudieron
utilizar para la distribución de bienes de consumo cotidiano. Los bienes suntuarios
formaron parte de la red de intercambio recíproco de las elites urbanas, como una
manera de distinción y rango.
Es evidente que nuestra percepción de la organización social y política moche es
aún fragmentaria, si usamos la evidencia contextual arqueológica que la apoye.
Las nuevas investigaciones, no dudamos, irán ampliando nuestro conocimiento y
perfeccionándolo.

CONCLUSIONES

Las investigaciones actuales realizadas en el sitio de las huacas del Sol y de la Luna
nos han permitido hacer algunas modificaciones a nuestro conocimiento que se
tenía de este sitio.
Sabemos que existen dos grandes momentos en su historia social y política en
este sitio de la sociedad moche: un primer momento de desarrollo de estado
teocrático y una final de tránsito a un sistema social político civil.
Creemos que la reorganización de la planificación urbana en el sitio refleja este
momento de cambios y búsqueda de nuevas formas de organización social, donde
el poder del templo se traslada a los residentes de la zona urbana, quienes no solo
asumen roles de producción de bienes de consumo suntuario y cotidiano, sino
roles en ceremoniales y distribución de dichos bienes.
Los artesanos se adscribieron a grupos de linajes de la elite urbana, manteniendo
un rol y estatus social elevado, considerando que ellos tenían acceso a los mismos
productos alimenticios que los señores que vivían en las residencias principales de
cada bloque arquitectónico.

291
Santiago Uceda Castillo

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297
Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel.Santiago
447 60 70 Castillo
Uceda
Fax: 445 76 50 - E-mail: postmaster@ifea.org.pe
Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA,


UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - Museo de Arte de Lima -
Fondo Editorial del Congreso

298
Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 299-330
IFEA
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

Pigmentos y tecnología artística mochicas:


una nueva aproximación en la comprensión
de la organización social

Véronique Wright*

Resumen

Para la civilización mochica, el arte mural representaba una expresión artística muy importante que
permitía a la élite transmitir al pueblo una codificación simbólica de su propio poder. Por ende, más allá
de un rol decorativo, desempeñaba una función de vector ideológico, fundamental para esta sociedad
sin escritura textual. La importancia del adorno mural en esta sociedad llevó el autor a estudiar su
proceso de elaboración con una herramienta aún poco utilizada: la arqueometría. Desarrollando
investigaciones físico químicas sobre la policromía de la huaca de la Luna, de la huaca Cao Viejo, del
complejo de Castillo de Huancaco y de la Plataforma funeraria de Sipán, se han podido adquirir datos
inéditos en cuanto a la tecnología pictórica y a la identidad de los artesanos pintores mochicas.

Palabras clave: mochica, murales, policromía, arqueometría

Pigments et technologie artistique mochicas : une nouvelle approche


pour comprendre l’organisation sociale

Résumé

Pour la civilisation mochica, l’art mural représentait une expression artistique très importante qui
permettait à l’élite de délivrer au peuple une codification symbolique de son propre pouvoir. Cet art
n’était donc pas seulement décoratif mais exerçait aussi le rôle de vecteur idéologique, fondamental

* Doctora en Antropología, Etnología, Prehistoria (especialidad: Arqueometría aplicada a la


Arqueología Precolombina) por la Universidad Panthéon Sorbonne-Paris 1. Investigadora asociada
al Centre de Recherche et de Restauration des Musées de France, C2RMF-Palais du Louvre: Porte des
Lions, 14 Quai François Mitterrand - 75001 París. E-mail: vero_wright@hotmail.com
Se desempaña actualmente como directora de la Casa Matisse.

299
Véronique Wright

pour cette civilisation sans écriture textuelle. L’importance du décor mural au sein de cette société a
donc incité l’auteur à étudier son processus d’élaboration, à l’aide d’un outil peu exploité au Pérou sur
ce type de supports : l’archéométrie. Ainsi, grâce à l’étude physico-chimique de la polychromie de la
Huaca de la Luna, de la Huaca Cao Viejo, du complexe de Castillo de Huancaco et de la plate-forme
funéraire de Sipán, de nouveaux éléments de compréhension ont surgi quant à la technologie picturale
et à l’identité des artisans peintres mochicas.

Mots clés : mochica, décor mural, polychromie, archéométrie

Mochica pigments and technology: a new approach for understanding


social organization

Abstract

To the Mochica civilization, mural art represented an important form of artistic expression that allowed
the rulers to deliver a symbolic message of established political power to the people. It not only had a
decorative function but also a much more symbolic role: one with an ideological vector, essential for
a civilization without any textual writing. The importance of mural decoration within Mochica society
inspired us to push beyond the previous research, taking an interest in studying the production process
of these murals by using a form of archaeometry, rarely employed in Peru. Through the physicochemical
study of the polychromy of the Huaca de la Luna, of the Huaca Cao Viejo, of the complex of Castillo
de Huancaco, and of the funeral platform of Sipán, we have been able to obtain clues to the Mochica’s
pictorial techniques and the painters’ identity.

Key words: Mochica, mural painting, polychromy, archaeometry

INTRODUCCIÓN

El arte constituye una fuente de entendimiento de la evolución histórica y política


de una sociedad. Sin embargo la palabra «arte» es ambigua. Puede corresponder
al aspecto técnico del trabajo del artesano o definir a un artista. No es una
imitación de la naturaleza ni un reflejo de lo real, sino una transposición, la obra
de un hombre que tiene una historia y pertenece a una clase social y a un medio.
Por ende, la obra de arte revestirá un «sentido político» (Verguez & Huisman,
1990). Es evidente que las sociedades precolombinas producían pocas imágenes
en comparación con nuestra sociedad. Empero, plasmar algunas de ellas en
murales, en particular de monumentos públicos, permitía a estas sociedades
utilizarlas como medio privilegiado de comunicación. El pueblo accedía así a
temas religiosos que asimilaba y entendía, pues este saber reflejaba la estructura
de la existencia que seguía su grupo cultural. Entonces la imagen se convertía en
un medio de adoctrinamiento visual (Francastel, 1970). Se volvía más importante
que la palabra: material y duradero, se convertía en una sustracción del símbolo al
pensamiento abstracto (Otte, 2005). Para la sociedad mochica, que desconocía la
escritura textual, el arte y sus varias expresiones adquirían, por eso, una dimensión

300
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

particular. El artista mochica obedece a una cierta cantidad de reglas cuyo


aprendizaje se adquiere viviendo en esta cultura (Donnan, 1978). «Impregnado»
de éstas, las respetaba y las aplicaba para vehicular un mensaje codificado pero
preciso, inteligible por todo el grupo.

1. EL ARTE MURAL MOCHICA

Los vestigios de esta expresión artística se encuentran plasmados sobre todo en


edificios «sagrados» monumentales, y en los sitios donde se realizaban ceremonias,
centro de la autoridad, vinculando entre sí los distintos conceptos de una
ideología religiosa precisa. Así, los adornos pintados mochicas están reservados en
su mayoría a los edificios rituales o huacas. Estos murales se encuentran pintados
sobre las paredes internas y externas de los templos para impactar un público lo
más amplio posible.
Los artistas mochicas han utilizado modos de representaciones ancestrales y
contemporáneos, pero con reinterpretaciones y adaptaciones singulares del
mensaje que querían entregar. Las escenas pintadas sobre los monumentos
constituyen un lenguaje narrativo codificado dictado por la clase gobernante. El
artista se encuentra entonces al servicio de la élite para transmitir un mensaje
al cual adhiere él mismo. Su libertad de creación es limitada, en la medida en
la cual utiliza códigos preestablecidos e impuestos por la élite (Morales, 2003).
Utiliza también normas para los colores, con una paleta cromática compuesta por
cinco colores de base, más o menos saturados y a veces mezclados: rojo, amarillo,
negro, azul-gris y el blanco a menudo como color de fondo.
El arte mochica permite así notificar y explicar al pueblo el rol de la élite. Se
vuelve un medio de comunicación privilegiado que impacta el subconsciente,
transmitiendo un mensaje claro del poder y del orden social. Este discurso
ideológico se expresa sin palabras, pero con códigos iconográficos precisos
y explícitos que se convierten en un lenguaje (Bawden, 1996). Entonces, los
conjuntos arquitectónicos y sus adornos son dedicados al culto a las divinidades y
a las ceremonias asociadas.
Vestigios de policromía mural fueron descubiertos sobre todo el territorio mochica.
A pesar de la existencia de identidades regionales, los temas iconográficos
son muy similares, ilustrando principalmente el panteón mochica, con varias
representaciones de la divinidad principal, y el Tema de la Ceremonia de Sacrificio,
etapa central de la religión mochica. Las élites de cada valle han adoptado y
respetado una ideología común, para mantener una unidad política sobre todo el
territorio (regiones sur y norte).
Parece evidente que el artista mochica ha tenido un rol esencial en el seno de
esta sociedad. En ese sentido aprehender este artista debería permitir adquirir
nuevas informaciones sobre la organización social mochica. Gracias a un estudio
arqueométrico intentaremos responder a varias preguntas: ¿Quién era este artista?
¿Cómo realizaba los murales? ¿Con qué materiales? ¿Qué fue su estatus social?
¿Cómo se organizaba su clase artesanal?

301
Véronique Wright

2. LAS PROBLEMÁTICAS DE INVESTIGACIÓN

2. 1. Los aportes de la arqueometría

El estudio de los relieves y de las pinturas murales mochicas consiste a menudo


en un enfoque estilístico o iconográfico pero la caracterización físico química,
así como el estudio tecnológico de estos vestigios, siguen muy escasos. Algo
paradójico si consideramos la quantidad de informaciones inéditas que nos
brinda una investigación arqueométrica sobre los materiales empleados y las
técnicas artísticas.
En efecto, estas experimentaciones analíticas constituyen un método de
investigación muy eficaz, que nos permite entender las diferentes etapas de
realización de un mural. Podemos obtener informaciones sobre los materiales
empleados para las capas pictóricas, sobre la composición y la preparación del
soporte, sobre el origen de los materiales y sobre las herramientas necesarias
a la realización de un mural. Así podemos reconstituir la «cadena operativa»
seguida por los artistas pintores, desde la extracción de las materias primas hasta
la conclusión del mural, o sea la «tecnología artística». Sin embargo, a pesar de
su interés y de sus aportes, este tipo de investigación arqueométrica permanece
aún poco utilizado para los murales precolombinos, y más precisamente
mochicas.

2. 2. Los primeros análisis sobre los pigmentos mochicas

Los primeros análisis físico químicos sobre murales mochicas permitieron adquirir
información sobre las mezclas pictóricas (fig. 1). El elemento colorante corresponde
a un pigmento, generalmente, de origen mineral. El único pigmento orgánico es
fabricado con carbón de madera de especie indeterminada, caracterizado en los
sitios de La Mina y El Brujo (fig. 2) (Bonavia, 1985; Franco et al., 1994; Kakoulli,
1997; Sabana & Reyna, 1998; Bourgès, 1998; Scott et al., 1998; Wright, 2002;
2005). Sin embargo, estas investigaciones involucran, en cada caso, pocas muestras
lo que no permite comprobar su veracidad y la representatividad de los resultados
obtenidos. Se concentraron sobre la caracterización de las capas pictóricas, aunque
los soportes permanecieron poco estudiados. Además, el protocolo experimental
de laboratorio desarrollado era muy limitado y divergía según las investigaciones. La
procedencia de los materiales permanecia indeterminada aunque sea interesante
constatar que los artesanos ceramistas o tejedores de la huaca de la Luna habrían
explotado fuentes de arcillas locales (Chapdelaine et al., 1995; 2001).
La idea del añadido de productos orgánicos, de tipo aglutinante, es una simple
conjetura, pues ningún análisis pudo caracterizarlo químicamente. Los datos
bibliográficos y etnológicos permiten sin embargo sugerir el uso de sustancias de
origen vegetal y animal (Petersen, 1970; Bonavia, 1985; Uceda & Tufinio, 2003;
comunicaciones personales de Pedro Azabache y Julio Urbina, 2006).

302
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

Región Mochica Norte Mochica Sur


Lamba- Jequete-
Valle La Leche Chicama Moche Virú Nepeña
yeque peque
El Brujo Moche
La Castillo de
Sitio Sipán La Mina Huaca Cao Huaca de la Pañamarca
Mayanga Huancaco
Viejo Luna
calcita
ocre rojo hematita y/o
Rojo cinabrio hematita hematita hematita +
+ calcita cinabrio
hematita
calcita
goetita + ocre +
Amarillo goetita goetita goetita goetita
limonita amarillo hematita
+ limonita
arcilla
calcita calcita calcita
Blanco cal arcillas calcita (caolinita
+ arcilla + arcilla + limonita
+ ilita)
carbón de
carbón de
madera carbón de carbón de
carbón de madera calcita
+ calcita madera madera
Gris madera + arcilla +
+ goetita + calcita + calcita
+ calcita (caolinita magnetita
+ + arcilla + arcilla
+ ilita)
hematita
calcita
carbón de carbón de carbón de carbón de
Negro pirolusita +
madera madera madera madera
magnetita
(malaquita
malaquita
Verde crisocola +
+ atacamita
atacamita)
carbón de
Morado madera +
hematita
yeso y/o yeso y/o yeso y/o yeso y/o
Carga calcita? calcita?
calcita calcita calcita calcita
cola
cola aglutinante
proteínica
Aglutinante proteínica proteínico
+ San
+ San Pedro +?
Pedro

Figura 1 – Cuadro recapitulativo de todos los datos analíticos adquiridos sobre los murales
mochicas
En itálico son indicados los estudios anteriores y en negrita los sitios analizados en el marco de
nuestra investigación. Permite exponer la composición de las mezclas colorantes, precisando el
elemento colorante, y los coadyuvantes.

Algunas observaciones permitieron obtener indicios sobre las técnicas de


preparación del soporte. El muro de adobe habría sido alisado con un enlucido o
revoque, sobre el cual se habrían plasmado los diseños con incisiones. De realizar
una pintura, el artista habría aplicado un fondo blanco y en seguida los colores,
en función de las zonas delimitadas. Si ejecutó un relieve, habría modelado los
volúmenes con barro, sobre los cuales habría puesto el fondo blanco y luego los
colores (Schaedel, 1951; Bonavia, 1985; Franco et al., 1994; 2003; Campana &
Morales, 1997).
Los vestigios de herramientas utilizadas en la elaboración de murales moches
son excepcionales. Solamente siete artefactos identificados como manos de
moler fueron descubiertos en la Plataforma Uhle de Moche (Morales, 2000b).
La utilización de broqueles o pinceles se limita a hipótesis propuestas gracias a
comparaciones con artefactos Chimús o Incas, puesto que ninguna herramienta
similar fue descubierta en contexto mochica.

303
Véronique Wright

Figura 2 – Mapa de la costa norte del Perú que permite ubicar el territorio mochica, los
sitios mochicas catalogados, los que traen vestigios de policromía mural, cuyos murales
fueron analizados anteriormente, así como los que han sido estudiados en el marco de
nuestra investigación
Wright, 2009 según el modelo de Castillo & Uceda, ms.

Estos primeros estudios aportan pocos datos sobre la cadena operativa seguida
por los artesanos pintores. Sin embargo podemos identificar varias actividades
distintas: la extracción de las materias primas, la preparación de los pigmentos
y de las mezclas colorantes, la preparación de los soportes, la realización de los
diseños, y la aplicación de la pintura sobre las superficies preparadas.
Por eso es importante entender la organización y la repartición de estas tareas
entre los artesanos pintores. ¿Fueron los mismos artesanos quienes extrajeron
los pigmentos, prepararon el muro soporte y aplicaron la pintura? ¿Cuál ha sido

304
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

el estatus social de cada uno y su relación con la élite? Para intentar responder
a estas interrogaciones vamos a proseguir con los análisis preliminares sobre los
sitios de la huaca de la Luna, en el sitio de Moche en el mismo valle de Moche, de
la huaca Cao Viejo en el complejo El Brujo en el valle de Chicama, de Castillo de
Huancaco en el valle de Virú y luego de Sipán en el valle de Lambayeque (fig. 2).
El número de muestras es representativo y corresponde a un área cronológica
bastante amplia. Además, con un protocolo experimental completo podremos
trabajar sobre la caracterización de los materiales minerales y su procedencia,
pero también sobre los productos orgánicos. Cruzar los resultados adquiridos y
los datos bibliográficos nos permitirá seguir la historia de las técnicas artísticas
empleadas en un sitio particular y sobre todo el territorio, y entender la evolución
en el espacio y el tiempo de la tecnología pictórica mochica.

3. LOS SITIOS ESTUDIADOS

Los vestigios de policromía sobre la huaca de la Luna, sitio central de nuestra


investigación, corresponden a pinturas y relieves encontrados sobre los edificios
E, D, B/C y A y la Plataforma III, ocupados del 3er al 8vo siglo d. C. El muestrario
que hemos realizado, en estrecha colaboración con el Proyecto Arqueológico
Huaca de la Luna (PAHL), comprende muestras de murales de cada fase o sea
140 fragmentos pintados que corresponden a cinco siglos de ocupación continua.
El segundo edificio decorado estudiado es la huaca Cao Viejo, en el sitio El Brujo
en el valle de Chicama, ocupado del principio de nuestra era al 7mo siglo d. C.
Ahí pudimos trabajar sobre los murales de dos fases constructivas diferentes: los
Edificios E y D ocupados del principio de nuestra era al 3er-4to siglo d. C., de los
cuales hemos sacado quince muestras.
Finalmente, en la región Mochica Sur, hemos analizado los vestigios descubiertos
en el complejo monumental de Castillo de Huancaco, en el valle de Virú. Los
rasgos de policromía consisten en pinturas policromas, de las cuales hemos sacado
nueve muestras, fechadas por radiocarbón sobre las estructuras asociadas, entre
el 7mo y el 8vo siglo d. C. (Bourget, 2003).
Luego, el estudio arqueométrico fue ampliado a la región Mochica Norte, con el
análisis de los adornos descubiertos sobre la plataforma funeraria, o Huaca III, de
Sipán en el valle de Lambayeque (Alva, 2004). Hemos estudiado siete muestras de
los fragmentos policromos descubiertos sobre la última fase constructiva de este
edificio, ocupada hasta el 7º siglo d. C. (Roque et al., 2002).
En el marco de nuestra investigación, hemos sacado 161 muestras de murales
policromos, provenientes de cuatro centros administrativos mayores mochicas
(fig. 2). Cubriendo todo el territorio y un área cronológica suficientemente amplia,
podemos caracterizar la evolución espacio-temporal de la tecnología artística
mochica. Por otra parte, cruzando los datos obtenidos, podremos entender las
conexiones establecidas entre cada sitio y cada región y más generalmente las
relaciones socioculturales que mantenían.

305
Véronique Wright

4. LOS RESULTADOS DEL ESTUDIO ARQUEOMÉTRICO

El estudio arqueométrico fue desarrollado en el Centro de Investigación y de


Restauración de los Museos Franceses (C2RMF, Museo del Louvre, París). Fue
completado por medidas de color sobre la huaca de la Luna realizadas con un
sistema de colorimetría portátil por el equipo de conservación del sitio, y por
análisis hematológicos efectuadas por el Instituto Genético Nantes Atlántico
(IGNA).

4. 1. El protocolo experimental

4. 1. 1. Los métodos de observación


La colorimetría. La mayoría de nuestras investigaciones se basa en el estudio
de las mezclas colorantes y de los pigmentos. El criterio de «color» es, por ende,
fundamental. Sin embargo, la apreciación de un color puede cambiar de un
observador a otro. Es, entonces, indispensable cuantificarlo de manera objetiva,
utilizando un lenguaje científico y referencias inteligibles para toda la comunidad
científica: la colorimetría. Esta técnica de medida del color es particularmente
empleada en restauración/conservación porque permite seguir en el tiempo la
evolución de un color y, en algunos casos, caracterizar los pigmentos. Toma en
cuenta tres factores distintos: la luz incidente, la superficie del objeto iluminado
y el órgano receptor que puede corresponder al ojo humano o a un aparato de
medida. Hablamos en consecuencia de colorimetría «visual» o «instrumental». La
colorimetría visual se basa en la observación humana del color y su comparación
con muestrarios de referencias para identificarlo. En este caso, hemos utilizado el
Atlas Munsell. Este método permite codificar un color según su color, su claridad
y su saturación, pero depende de cada persona y su precisión no es óptima. Por
eso teníamos que complementar estas primeras observaciones con un sistema
independiente del factor humano: la colorimetría instrumental. Esta técnica se
basa en dos etapas distintas: la primera, de medidas físicas y, la segunda, de
tratamiento de los datos para definir los colores. En el marco de este estudio,
fueron utilizados dos aparatos de medida: el espectro colorímetro en laboratorio
y un colorímetro sobre el terreno. Las medidas efectuadas fueron después
traducidas en dos diagramas matemáticos distintos: el sistema Yxy y el espacio
cromático L*a*b*. Esta técnica, no destructiva, nos permite disponer de las
coordenadas matemáticas de cada color de manera objetiva. Esta cuantificación
precisa autoriza varias comparaciones entre cada muestra o mural.
La lupa binocular (LB) nos permite describir la fisonomía general de las muestras
según una ampliación de 7,5 hasta 50 veces. Nos ofrece una serie de informaciones
de base completadas por los otros métodos.
La microscopía óptica (MO) permite realizar observaciones con diferentes
ampliaciones (x50, x100, x200 o x500) sobre cortes transversales. En efecto, las
muestras son incluidas en resina poliéster, cortadas y pulidas, para observar su

306
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

sección y más bien su estratigrafía. Sobre las muestras de murales, nos permite
obtener informaciones sobre el número de capas pictóricas superpuestas y estudiar
las cualidades de los materiales sobre cada capa de pigmento o capa de soporte.

4. 1. 2. Los análisis elementales


La microscopía electrónica de barrido acoplada a un sistema de análisis en
dispersión de energía (MEB-EDS) fue aplicada sobre los cortes estratigráficos
tras haber realizado las observaciones en LB y MO. El MEB es una técnica de
imaginería que permite ampliaciones hasta x300.000. Para mejorar la cualidad
de las imágenes, los materiales no conductores fueron cubiertos con una fina
capa de carbón o de oro, dependiendo del tipo de muestras por observar.
Para nuestro estudio, hemos utilizado dos tipos de imágenes: en electrones
secundarios, para obtener informaciones sobre la superficie y la topografía de
la muestra; y en electrones retrodifundidos obteniendo imágenes con contrastes
que dependen del número atómico de los elementos químicos componiendo el
material. El sistema de análisis acoplado al MEB, nos indica la composición de la
muestra. Es elemental porque permite identificar los elementos químicos (átomos)
componiendo el material sin identificar las moléculas de las cuales forman parte.
Este análisis se traduce bajo la forma de un espectro, representando el número
de rayos X detectados en función de su energía. Su lectura permite identificar los
elementos químicos presentes en la zona de análisis nunca superior a algunos µm.
Esta respuesta puede también ser explotada en forma de imágenes X, ilustrando la
repartición espacial de cada elemento químico encontrado. En el C2RMF, hemos
utilizado dos aparatos MEB-EDS: un Jeol JSM-840 para los materiales minerales, y
un Philips XL 30CP a presión parcial para estudiar las muestras de fibras vegetales
o animales. Hemos trabajado con una tensión de aceleración de 10 a 20 kV.
Esta etapa de la metodología es primordial. En efecto, permite complementar las
primeras observaciones pero lleva también a los primeros datos de composición,
en función de los cuales orientaremos el resto del protocolo con una técnica de
análisis estructural complementaria adaptada.

4. 1. 3. Los análisis estructurales


La difracción de rayos X (DRX) es una técnica cualitativa y a veces cuantitativa
empleada para caracterizar los productos minerales. Permite identificar las fases
cristalinas de una muestra, sus proporciones y su grado de cristalización. Fue
aplicada sobre muestras molidas en polvo o directamente sobre la superficie
del fragmento de mural. Para nuestro estudio, hemos utilizado un difractómetro
D5000 Brüker, en configuración θ-2θ. Nos permitió trabajar sobre las muestras
minerales arqueológicas y geológicas. Este método ha sido muy útil para identificar
las clases de arcillas y pigmentos encontrados.
La espectrometría infrarroja por transformada de Fourrier (IRTF) es una técnica
de espectrometría vibracional cualitativa y a veces cuantitativa de las estructuras

307
Véronique Wright

moleculares. Permite caracterizar las funciones químicas de los productos


orgánicos, inorgánicos, cristalizados o amorfos.
Para nuestra investigación, hemos trabajado sobre pastillas de KBr con un
espectrómetro infrarrojo Perkin Elmer Spectrun 2000, en el medio infrarrojo
(2,5 a 25 µm) en transmisión. Este método tuvo un rol preponderante, pues es
aplicable a los materiales minerales pero también orgánicos como los aglutinantes.
La micro espectrometría Raman (µR) es una técnica de análisis estructural óptica
de espectrometría vibracional que utiliza la simetría de las moléculas. Permite
caracterizar los materiales orgánicos e inorgánicos, amorfos y cristalinos. Además,
no necesita una preparación particular de la muestra. En el laboratorio, hemos
trabajado con un micro espectrómetro Raman Jobin-Yvon Infinity, equipado de dos
láseres visibles (633 y 532 nm). La resolución espacial es de 3 nm y la resolución
espectral de 2 nm. Hemos utilizado principalmente el láser verde (532 nm) con
respecto a nuestro material. En nuestro protocolo, fue la última técnica de análisis
estructural empleada y fue sobre todo útil para complementar los precedentes
análisis. En efecto, es un método no destructivo y el diámetro de la zona de análisis
es muy restringido (de 2 a 10 µm según el objetivo) permitiéndonos trabajar sobre
superficies muy pequeñas o lagunosas. Además, es muy eficaz para diferenciar los
componentes de tipo carbón, al contrario de las demas técnicas.
El protocolo desarrollado requiere varias técnicas: elemental (MEB-EDS) y
estructurales (DRX, IRTF y µR). Cada una entrega una serie de resultados, pero
es la combinación de todas y el cruzamiento de los datos que nos permite
caracterizar de manera precisa y segura la composición de una muestra. Además,
permite trabajar sobre los productos minerales pero también orgánicos: los
materiales pictóricos, los soportes, y luego sobre las fibras (animales o vegetales)
y los aglutinantes.

4. 1. 4. Los análisis orgánicos


Las pruebas microquímicas permiten poner en evidencia la presencia de materias
orgánicas tales como las proteínas y el almidón, y son muy útiles para trabajar sobre
los aglutinantes. Consisten en poner una gota de reactivo sobre la superficie de la
muestra para observar una coloración característica. Para identificar y diferenciar
las proteínas, se utilizan tres reactivos del mismo colorante: el Negro Amida
(Naftol Azul Negro), pero con pH distintos. Una reacción positiva se traduce
por una coloración azul cuya intensidad varía en función de la concentración
de proteínas. Los tres reactivos permiten diferenciar tres componentes: yema de
huevo, proteínas en general y colas de tipo gelatina. La prueba para el almidón se
realiza con un reactivo llamado Lugol (solución acuosa de Yodo (I2) y de Potasio
Yoduro (KI)). Una reacción positiva se traduce por una coloración morada a
marrón de las partículas de almidón.
Los análisis hematológicos permiten detectar las huellas de sangre con dos
pruebas distintas: la prueba de Meyer y la prueba Hexagon OBTI; y luego buscar
la presencia de ADN. El reactivo de Meyer permite poner en evidencia, gracias

308
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

a un indicador colorado, la peroxidaza, una enzima contenida en la sangre. Se


aplica a la sangre animal y humana. La prueba Hexagon OBTI permite la detección
inmunológica específica de la hemoglobina humana hasta una concentración
de 0,1 µg/L, es decir presente en muy pequeña cantidad. Por fin, estas pruebas
fueron completadas con una búsqueda de ADN.

4. 1. 5. Conclusiones
Este protocolo analítico nos permitió estudiar la totalidad del material seleccionado,
que sea de origen mineral u orgánico. Pudimos trabajar sobre los fragmentos de
murales, las muestras de pigmentos naturales, las fibras animales y vegetales, las
muestras de vegetales, y sobre la caracterización de huellas de sangre.

4. 2. Los resultados sobre la huaca de la Luna, Complejo de Moche,


Valle de Moche

Los análisis sobre los murales de la Huaca de la Luna, nos permitieron obtener
informaciones inéditas sobre los materiales empleados y más generalmente sobre
la tecnología artística desarrollada por los artesanos pintores del sitio.

4. 2. 1. La preparación del soporte


La composición silto-arcillosa del soporte nos lleva a clasificarlo geológicamente
en el grupo de los «mudrocks» o «rocas de barros», grupo que reúne todos los
sedimentos siliciclásticos, constituidos principalmente de elementos del tamaño
de los siltes (limos) (4 a 62 µm) y de las arcillas (< 4 µm) (Boulvain, 2004). En
efecto, está esencialmente compuesto de cuarzo, de aluminosilicatos calco-
sódicos y potásicos, y de arcilla rica en hierro que le confiere su color amarillo-
anaranjado. Los análisis indicaron también la presencia de monazitas, inclusiones
minerales consecuencias de la degradación de las rocas graníticas que constituyen
un marcador geológico. La cantidad importante de materia, necesaria para la
confección de los soportes, y la presencia de estos marcadores convergen para
demostrar su origen local.
Por otro lado, su composición, su granulometría y su porosidad, confieren a este
material compuesto y detrítico una excelente inercia térmica e higrométrica,
traduciéndose por una regulación de las diferencias de temperatura y de humedad
del soporte que, por esta razón, es menos frágil. La diferencia de granulometría
entre el muro y la capa pictórica (de granulometría más fina) favorece la adherencia
de la capa de pigmentos que penetra en el soporte más profundamente. Las
observaciones en sección indicaron también una preparación del muro antes de
la aplicación de la mezcla colorante. En efecto, fue alisado en superficie, acción
que permitía al artista trabajar sobre un soporte plano. Este alisado se traduce por
una acumulación de microcristales que suben por capilaridad encima de la capa
soporte. Sin embargo, hemos notado la ausencia de una capa preparatoria blanca,

309
Véronique Wright

propuesta por varios autores (Bonavia, 1985; Franco et al., 1994; Campana &
Morales, 1997).

4. 2. 2. La preparación de la mezcla colorante


La receta. Hasta ahora las investigaciones sobre el arte mural precolombino habían
concernido únicamente la caracterización del elemento colorante: el pigmento.
Ahora bien, nuestras experimentaciones permitieron entender que la mezcla
colorante se compone de varios «ingredientes»: pigmentos, cargas y aglutinantes
(fig. 1).
Los pigmentos blanco, rojo y amarillo son todos de origen mineral, mientras el
negro es orgánico. Los pigmentos blancos corresponden a dos arcillas, la caolinita
(Al2Si2O5(OH)4) y la ilita ((K,H3O)(Al,Mg,Fe)2(Si,Al)4O10[(OH)2,(H2O)]), a las cuales
se añadía hematita (Fe2O3) para hacer el rojo y goetita (FeO(OH)) para el amarillo,
en proporciones variables en función del color deseado. El negro es constituido de
carbón de madera mientras que la mezcla identificada como «azul» corresponde
de hecho a un gris resultado de la asociación de las mezclas blanca y negra.
Los datos obtenidos sobre los coadyuvantes, así como sobre las cargas y
los aglutinantes, son inéditos. Dos tipos de cargas fueron empleados: yeso
(CaSO4,2H2O) para las mezclas blanca, roja y amarilla, y calcita (CaCO3) para el
negro. Estos dos minerales son preparados en forma de polvos, ambos blancos,
y son añadidos a los pigmentos para mejorar la cohesión de la mezcla y su
recubrimiento sobre el soporte. En casos excepcionales, el yeso fue también
empleado como capa preparatoria o depositado en la superficie de la capa
pictórica para conferirle una cierta brillantez.
Dos aglutinantes distintos fueron añadidos para ligar la mezcla y mejorar su
adhesión sobre el soporte: una cola proteínica de origen animal, y savia del cactus
San Pedro (Trichocereus pachanoi). Estos resultados, aunque preliminares, son
importantes, pues constituyen los primeros datos analíticos sobre los aglutinantes
orgánicos empleados en el arte mural moche.
El origen de los pigmentos. Los análisis elementales realizados sobre las capas
pictóricas indicaron la presencia de marcadores geológicos de tipo monazitas e
inclusiones metálicas cobre/estaño. Estas monazitas fueron también detectadas
sobre las capas soportes y sobre las muestras de pigmentos naturales de la cantera
de Conache (1,5 km al norteste de la huaca de la Luna, sobre la margen derecha,
del Río Moche), tendiendo a demostrar el origen local de estos materiales.
Además, el estudio de los pigmentos de Conache mostró que varios pigmentos
utilizados en los murales de la huaca de la Luna se encontraron cerca del sitio. En
efecto, hemos caracterizado la presencia de hematita, de goetita, de ilita, de yeso
y de calcita. Aunque las venas de pigmentos analizadas no son forzosamente las
explotadas por los artistas mochicas, su composición indica su disponibilidad local,
confirmando la hipótesis de la procedencia local de la mayoría de los materiales
pictóricos empleados.

310
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

4. 2. 3. Las herramientas
Los vestigios de herramientas utilizadas por los artesanos pintores moches son
excepcionales. Sin embargo, gracias al estudio arqueométrico pudimos observar
y analizar fibras animales entrampadas en las capas pictóricas (fig. 3), que luego
hemos comparado con fibras de referencia. Así pudimos mostrar el empleo
de herramientas de tipo pinceles elaborados con pelos de camélidos, muy
probablemente de llama, para aplicar el color sobre el soporte (fig. 4). Aunque
el tamaño y la fisonomía de estos pinceles queden a determinar, estos primeros
resultados son muy importantes porque inéditos.

Figura 3 – Fotografía ilustrando las fibras animales


entrampadas en las capas pictóricas de varios
fragmentos de murales de la huaca de la Luna (©
c2rmf, V. Wright)

Figure 4 – Imágenes MEB en electrones retrodifundidos de una fibra arqueológica (1) y de una fibra
referencia de llama (2) a una ampliación x 1000, indicando una correspondencia (© c2rmf, V.
Wright)

311
Véronique Wright

4. 2. 4. La dimensión mágico religiosa del mural


Los murales tenían una función decorativa pero también un rol y una significación
mucho más simbólicos. Con una iconografía dedicada a las actividades rituales y
en particular a la ceremonia de sacrificio, su dimensión mítica es evidente. Ahora
bien, algunos ingredientes añadidos intencionalmente a las mezclas colorantes,
permitieron confirmar y materializar este carácter místico y sobrenatural.
Sobre todas las capas pictóricas, los análisis elementales permitieron detectar
inclusiones de fosfatos de calcio. Es muy probable que correspondan a hidroxilapatita,
una forma de apatita de calcio de formula química Ca5(PO4)3(OH). Estos elementos
se encuentran bajo forma mineral en la naturaleza, pero son igualmente producidos
por los huesos. Ahora bien, el hueso puede tener un rol particular en el seno
de la mezcla colorante. En efecto, el polvo de hueso es una carga a menudo
empleada en pintura. Podemos pues proponer que los cristales de hidroxilapatita
encontrados sobre las capas pictóricas de la huaca de la Luna corresponden
a polvo de hueso añadido intencionalmente a la mezcla. Por otro lado, algunos
análisis de caracterización sobre cerámicas finas mochicas mostraron el añadido de
hueso molido al pigmento rojo (Swann et al., 1999) tendiendo a confirmar nuestra
hipótesis. Además, sobre algunos murales como en huaca Cao Viejo, fragmentos de
huesos humanos o animales fueron insertados en la pared, dándole una dimensión
simbólica y casi humanizando los personajes representados. El hueso tendría así una
función técnica de carga pero también un rol mucho más simbólico. Añadiendo
elementos palpables de seres humanos en las mezclas colorantes, el artista rinde la
escena real, legitimando y apoyando su significación.
Las experimentaciones mostraron también el uso de savia de cactus como
aglutinante, muy probablemente de San Pedro (Trichocereus pachanoi) cuya
elección no parece anodina. En efecto, este vegetal fue conocido y utilizado por
los mochicas por sus virtudes alucinógenas (Bourget, 1994; Larco Hoyle, 2001;
Uceda & Tufinio, 2003), en particular durante las ceremonias de sacrificio. Gracias
a su poder psicotrópico, fue supuesto conferir a sus consumidores la posibilidad
de rendirse en el mundo de los Ancestros y así sobrepasar su condición de simples
mortales. Ahora bien, la iconografía de los murales está estrechamente asociada a
la ceremonia de sacrificio y el añadido de esta sustancia vegetal podría así conferir
a la pintura una dimensión espiritual suplementaria. En efecto, la savia de San
Pedro podía materializar y concretizar el mensaje simbólico transmitido por el
mural, dándole una realidad y una existencia física. El mural mismo se vuelve un
«puente» entre el mundo de los «Vivos» y de los «Ancestros».
Añadir polvo de hueso y savia de San Pedro a las preparaciones pictóricas tiene,
por lo tanto, un rol técnico, pero también una función mucho más simbólica. Las
escenas pintadas no son solamente decorativas pero se vuelven «vivas». Gracias al
mensaje que transmiten y a estos ingredientes míticos, su rol sagrado es evidente.

4. 2. 5. El mural y su rol participativo a los rituales


Las investigaciones recientes del PAHL indican que los espacios con los murales
identificados como Temas Complejos, al pie del Frontis Norte, fueron en estrecha

312
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

relación con las actividades de la ceremonia de sacrificio y más precisamente con


la presentación de la sangre (Tufinio, 2006). Ahora bien, el estudio de los Muros
Complejos permitió observar rastros marrones indeterminados sobre varias zonas.
La localización de estas huellas y la iconografía de los murales asociados llevaron
a los arqueólogos y conservadores del sitio a proponer que se trataba de rastros
de sangre. Hemos entonces sacado nueve muestras sobre estos depósitos para
estudiarlas analíticamente.
Las investigaciones al C2RMF permitieron explicar que estos depósitos marrones
son constituidos de elementos discoidales de 5 a 6 µm de diámetro, cóncavos en su
centro (fig. 5). Estos elementos se parecen a hematíes «fósiles» (Hortolà, 2002) que
contienen la hemoglobina, dando el color a la sangre, la cual expuesta al aire, se
oxida y se hace marrón, lo que explicaría el color de este depósito. Normalmente,
los glóbulos rojos presentan un tamaño medio de 7 µm, pero sabemos que varios
factores pueden provocar una disminución del tamaño: la edad de las hematíes,
una malnutrición o carencias del sujeto, infecciones o lesiones de repetición, lo
que no es incompatible con nuestro contexto de investigación.
A continuación, once muestras fueron estudiadas por el IGNA. Los análisis
siguieron dos etapas: la primera consistía en poner en evidencia la presencia
de sangre y la segunda en una investigación ADN. Estas experimentaciones
hematológicas tienden a confirmar la presencia de sangre que no sería de origen
humano, pero estos resultados son preliminares. Además, el carácter degradado
del ADN (posiblemente debido a condiciones medioambientales de conservación
desfavorables, como la exposición a la luz, al calor o a la humedad) no nos
permitió desarrollar estos primeros resultados.

Figura 5 – Imagen MEB en electrones


retrodifundidos a una ampliación x 8000
de la capa marrón de la muestra sacada
sobre el muro interno sur del recinto 1 del
Edificio A.
Permite notar la presencia de hematíes
fósiles de 5 a 6 µm de diámetro (© c2rmf,
V. Wright).

313
Véronique Wright

Por fin, la localización de estas huellas sobre zonas precisas del mural, y su
penetración en el muro (más de 1,5 mm según las observaciones en sección)
indican que fueron asperjados de manera repetitiva. Estas proyecciones de sangre
no corresponden a una acción fortuita sino a un «rito» preciso.
Más allá de las problemáticas de tecnología pictórica, los análisis físico químicos
permitieron entender y demostrar la importancia y el grado sagrado que revestía
el arte mural en la sociedad mochica.

4. 3. Los resultados sobre todo el territorio

4. 3. 1. La huaca Cao Viejo, Complejo El Brujo, Valle de Chicama


Los soportes. El estudio de los soportes mostró que correspondían a un
sedimento calcáreo más o menos rico en arcilla. Sobre el Edificio E, hemos puesto
en evidencia la presencia de caolinita e ilita, arcillas ausentes sobre los soportes
del edificio D. Esta diferencia se observa igualmente al nivel de la fisonomía: las
muestras del Edificio E presentan una granulometría más grosera y heterogénea y
un color más anaranjado.
Las mezclas colorantes. Los análisis permitieron entender que la mezcla colorante
se compone de tres elementos de base: pigmentos, cargas y aglutinantes. Los
pigmentos blanco, rojo y amarillo son minerales aunque el negro es orgánico. El
blanco corresponde a una mezcla de calcita y arcilla, el rojo a hematita, el amarillo
a goetita, el negro a un carbón de madera, y el gris a una mezcla de blanco
(calcita + arcilla) y de negro (carbón de madera). Las mezclas colorantes blancas
y negras son idénticas sobre las dos fases constructivas estudiadas. Sin embargo,
a los pigmentos rojos y amarillos se añaden otros elementos cromógenos que
divergen entre los dos edificios. Sobre el Edificio E, el artesano ha añadido calcita
y una arcilla rica en hierro, aunque sobre el edificio D la hematita es completada
de calcita, de arcilla rica en hierro y de caolinita, y la goetita únicamente de una
arcilla rica en hierro. Esta observación tiende pues a confirmar las diferencias ya
observadas sobre los soportes entre los Edificios D y E.
Dos tipos de cargas fueron añadidos a los pigmentos: calcita y yeso, preparados en
forma de polvos. Como para la huaca de la Luna, el yeso asociado a la calcita fue
reservado a los blancos, rojos, amarillos y gris, aunque la calcita sola fue mezclada
con el pigmento negro. Por otra parte, dos elementos orgánicos fueron utilizado
como aglutinantes: un producto proteínico cuya composición exacta queda
indeterminada, y savia de San Pedro (fig. 1). Sin embargo esta sustancia vegetal no
fue caracterizada sobre las mezclas colorantes blancas.
El origen de los materiales. El estudio de las mezclas colorantes nos reveló la
presencia recurrente de calcita. Ahora bien, el valle de Chicama posee yacimientos
importantes de carbonatos de calcio lo que sugería un origen local de los materiales
empleados. Además, como para la huaca de la Luna, hemos puesto en evidencia
monazitas pero asociadas a inclusiones metálicas particulares de tipo cromo/
hierro/níquel, indicando un origen geológico diferente probablemente local.

314
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

4. 3. 2. Castillo de Huancaco, Valle de Virú


Los soportes. Los datos de composición obtenidos sobre los soportes nos permiten
precisar que corresponden a un sedimento silto arcilloso clasificado en el grupo
de los «mudrocks» («rocas de barro»), compuesto esencialmente de cuarzo,
feldespatos (aluminosilicatos calco sódicos y potásicos) y minerales arcillosos
(Boulvain, 2004). Su color amarillo-anaranjado es debido a la presencia de
óxidos de hierro. Por otro lado, los análisis mostraron inclusiones de tierras raras,
monazitas, y partículas ricas en metal (cromo/hierro/níquel, mercurio y tungsteno)
e inclusiones metálicas (cobre/estaño). Estas monazitas se encuentran también en
los otros sitios pero asociadas con otras inclusiones metálicas. Entonces podemos
proponer que los materiales de Castillo de Huancaco tienen un origen geológico
diferente de los otros complejos.
Las mezclas colorantes. Los análisis permitieron entender que el blanco es
obtenido mezclando calcita y una arcilla, y el gris mezclando este blanco con
carbón de madera. Dos mezclas rojas fueron identificadas: la primera compuesta
de hematita y arcilla rica en hierro, y la segunda hematita, arcilla ferrosa y
cinabrio que parece aplicado en superficie de la capa pictórica. Pudimos también
caracterizar dos mezclas amarillas: la primera compuesta de goetita y una arcilla
ferrosa, la segunda con estos elementos más cinabrio, dando un color más
anaranjado. Por fin, encontramos un pigmento verde obtenido por asociación
de dos minerales cuprosos: la atacamita (Cu2Cl(OH)3 y la malaquita (Cu2(CO3)
(OH)2). Entonces, varias singularidades fueron identificadas en este sitio: la gama
cromática clásica empleada por los mochicas es completada por el color verde.
La utilización de este color permanece excepcional, y fue atestada únicamente
en contexto arqueológico en La Mina, en el valle de Jequetepeque, en la región
Mochica Norte. Por otro lado, el uso de cinabrio asociado a las mezclas colorantes
rojas y amarillas es muy raro y se notó hasta ahora únicamente en el sitio de la
Mayanga en el valle de La Leche, en la región Mochica Norte (fig. 1).
Sobre las capas pictóricas, no hemos observado un tipo particular de marcador
geológico (monazitas o inclusiones metálicas). Sin embargo, el empleo de cinabrio
y del pigmento verde permite constatar una particularidad local en la elección
de las materias primas. Por fin, pudimos mostrar que la mezcla colorante fue
completada por una carga (yeso e/o calcita) y un aglutinante (cola proteínica),
siguiendo una receta de elaboración idéntica a los otros sitios estudiados.

4. 3. 3. La Plataforma Funeraria de Sipán, Valle de Lambayeque


Los soportes. El estudio analítico permitió concluir que los soportes corresponden
a un sedimento silto arcilloso, geológicamente asociado al grupo de los «mudrocks»
puesto que es compuesto de cuarzo, feldespatos (aluminosilicatos calco sódicos
y potásicos) y minerales arcillosos (Boulvain, 2004). Por otra parte, pudimos
identificar una inclusión de monazitas y también muchos cristales de sulfato de
bario correspondiendo a barita (BaSO4). Ahora bien, numerosas venas de barita
fueron localizadas en el valle de Lambayeque. La cantidad de material necesaria

315
Véronique Wright

y esta presencia recurrente de barita permiten proponer un origen local de los


materiales empleados para realizar estos soportes.
Las mezclas colorantes. Los análisis permiten concluir que el blanco es compuesto
de arcilla, el rojo de hematita y arcilla ferrosa, el amarillo de goetita y arcilla rica
en hierro, y el negro de carbón de madera. Además varias especificidades fueron
caracterizadas: el gris resulta de la mezcla de negro, amarillo, rojo y blanco aunque
en los sitios estudiados en la región Sur corresponde a la mezcla de blanco y
negro. Por otro lado pudimos observar la presencia del color morado, compuesto
de negro y rojo, cuyo uso en Sipán permanece un ejemplo único (fig. 1).
Pocos datos fueron adquiridos sobre el origen de los materiales colorantes. En
efecto, ninguna inclusión de tierra rara o metálica fue detectada. Para complementar
estos resultados hemos comparado las muestras arqueológicas con muestras
de pigmentos naturales sacadas del Cerro de la Pinturas, cantera de pigmentos
ubicada a 2 km al sureste de la plataforma funeraria. Las comparaciones no nos
permitieron sacar conclusiones de origen geológico, pero pudimos atestar de la
disponibilidad local de algunos pigmentos empleados en Sipán (hematita y goetita).
Por fin, hemos determinado el uso de yeso y de calcita, muy probablemente como
cargas, pero no pudimos caracterizar la presencia de aglutinante (fig. 1).

4. 4. Conclusiones

Las investigaciones analíticas fueron aplicadas a tres centros administrativos


mayores de la región sur y uno del territorio norte. Nos permitieron adquirir
numerosos datos inéditos sobre los murales, relieves o pinturas: la elección de
los materiales y su origen geológico, las herramientas y las técnicas pictóricas
empleadas, y así entender la tecnología artística desarrollada y seguida por los
artesanos pintores mochicas.
Los análisis precedentes se concentraron esencialmente sobre la caracterización
del elemento cromógeno. Al contrario, nuestras investigaciones concernieron
todos los materiales utilizados para realizar un mural. Así hemos adquirido
informaciones sobre la naturaleza de las capas soportes, sus composiciones y sus
modos de preparación. Sobre los sitios de Moche, Castillo de Huancaco y Sipán,
corresponden a un sedimento silto-arcilloso y a El Brujo a un sedimento calcáreo
rico en arcillas. Por otro lado pudimos cada vez poner en evidencia marcadores
geológicos (monazitas e inclusiones metálicas). La gran cantidad de material
necesaria para elaborar estos soportes y estos indicios de procedencia convergen
para mostrar un origen local, regional de estos materiales.
Además, pudimos mostrar que la granulometría de las capas soportes es mucho
más grosera y heterogénea que las capas pictóricas, favoreciendo así la adherencia
de la mezcla colorante sobre el muro. Por fin sobre los murales de la huaca de
la Luna pudimos observar las huellas de una acción de alisado de superficie del
muro, traduciéndose por una granulometría más fina del soporte al contacto de
la capa pictórica. Fue también interesante observar que, sobre todos los sitios y al

316
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

contrario de lo que argumentaban varios estudios precedentes, la capa pictórica


es aplicada directamente sobre su soporte en tierra cruda sin capa preparatoria
blanca (Bonavia, 1985; Franco et al., 1994 ; Morales, Solórzano & Asmat, 1998).
En cuanto a las mezclas colorantes, pudimos entender que no correspondían
solamente al uso de un pigmento pero que resultaban de una verdadera receta.
Esta receta está compuesta de tres ingredientes de base: elementos colorantes,
cargas y aglutinantes, cada uno poseyendo propiedades físicas específicas. Esta
receta fue aplicada sobre los cuatro complejos arqueológicos estudiados.
Los elementos colorantes corresponden a pigmentos de origen mineral y orgánico,
empleados solos o mezclados para matizar un tono o crear un nuevo color. Varios
son utilizados de manera recurrente como la calcita para el blanco, la hematita
para el rojo, la goetita para el amarillo y el carbón de madera para el negro
(fig. 1). A pesar de estas similitudes, pudimos observar varias particularidades,
principalmente en la composición de algunos pigmentos y en la gama cromática
empleada por los artesanos pintores trabajando sobre cada uno de los sitios
estudiados. En efecto, pudimos notar el uso del morado en Sipán, del cinabrio
para el rojo y del color verde en Castillo de Huancaco, por ejemplo, ilustrando
estas singularidades locales.
Además, gracias a todos los datos adquiridos sobre los pigmentos arqueológicos o
sacados en las canteras naturales, pudimos proponer un origen generalmente local
de los materiales empleados. Esta conclusión permitiría pues explicar las distinciones
en la elección de las materias primas observadas sobre cada edificio ritual.
Dos tipos de cargas fueron caracterizados sobre todos los sitios: el yeso y la calcita.
Además, es interesante constatar que el yeso es generalmente reservado a los
colores blancos, rojos y amarillos, aunque la calcita sola es utilizada para el negro.
Añadir una carga precisa a un pigmento parece pues una elección intencionada,
muy posiblemente debido a las propiedades físico químicas de cada elemento
en presencia.
Por otra parte, dos aglutinantes, ambos orgánicos, fueron detectados. El primero
corresponde a una substancia rica en proteínas, parecida a una cola de tipo gelatina,
cuya composición exacta permanece indeterminada. El segundo es elaborado con
savia de San Pedro, cactus representado de manera abundante en la costa norte
de Perú. Este San Pedro se encontró añadido a las mezclas colorantes sobre los
sitios de Moche y El Brujo. Análisis complementarios sobre los otros complejos
(Castillo de Huancaco y Sipán) permitiría quizás atestar su utilización.
Por fin, varios ingredientes con propiedades técnicas pero también simbólicas
fueron identificados. La presencia de San Pedro, cuyas propiedades alucinógenas
son conocidas y explotadas por los mochicas, y el posible añadido de polvo de
hueso, que hemos encontrado sobre cada sitio estudiado, confieren al mural una
dimensión espiritual que fortalece el mensaje ideológico transmitido a través de la
iconografía y el carácter sagrado de los adornos y de los espacios arquitectónicos
a los cuales están asociados. La imagen se vuelve entonces un medio de
comunicación no solamente con el pueblo pero también entre el mundo de los
Vivos y él de los Ancestros.

317
Véronique Wright

5. CONCLUSIONES E INTERPRETACIONES

Las investigaciones analíticas sobre el arte mural de los sitios de Moche, El Brujo
y Castillo de Huancaco, en la región sur, y de Sipán en la región norte, nos
permitieron adquirir datos inéditos en cuanto a la técnicas pictóricas, pero sobre
todo entender la evolución espacio temporal de la tecnología artística empleada
sobre todo el territorio, así como la organización de este actividad artesanal
singular.

5. 1. Tecnología pictórica y territorio mochica

5. 1. 1. La evolución temporal de las técnicas


Gracias a un muestrario representativo pudimos trabajar sobre murales de cada fase
constructiva de la huaca de la Luna. Luego hemos completado las investigaciones
ya empezadas sobre la huaca Cao Viejo. Así hemos adquirido datos analíticos
cubriendo varios siglos de ocupación, lo que nos permite, comparando los
resultados, seguir la evolución de las técnicas artísticas en el tiempo sobre estos
dos complejos administrativos mayores.
En cuanto a la huaca de la Luna, trabajar sobre muestras de murales de los
Edificios E, D, B/C y A y de la Plataforma III, permitió hacer comparaciones y
seguir la evolución de las técnicas pictóricas del 3er siglo al 8vo-9no siglo d. C.
Pudimos constatar que las capas soportes presentaban las mismas características
(fisonomía, composición y técnica de alisado) del Edificio E a la Plataforma
III. Estas observaciones son válidas para las mezclas colorantes. En efecto, no
solamente la «receta» sino también los «ingredientes» son idénticos en todos los
edificios considerados. Hemos detectado los mismos marcadores de procedencia
(monazitas e inclusiones metálicas) sobre todo el material, lo que nos permite
proponer un origen local común a estos materiales, y por lo tanto, la explotación
de las mismas fuentes, o de fuentes muy cercanas durante varios siglos. Por fin,
fibras de pinceles en pelos de camélidos fueron localizadas sobre muestras sacadas
sobre los Edificios D y A, demostrando el empleo de herramientas muy similares
a lo menos durante este periodo.
Todas estas observaciones permiten poner en evidencia una continuidad temporal
en el uso de las materias primas y de las técnicas artísticas. Los artesanos han
utilizado los mismos materiales, originarios de fuentes minerales idénticas o muy
similares, los mismos métodos de preparación de los soportes y de las mezclas
colorantes, y finalmente las mismas herramientas. La tecnología pictórica seguida
para elaborar un mural en la huaca de la Luna permanece idéntica durante cinco
fases constructivas. Esto sugiere que existía una transmisión del conocimiento
técnico y de una generación a otra de artesanos pintores.
En la huaca Cao Viejo, las investigaciones sobre los Edificios E y D, ocupados del
principio de nuestra era al 3er - 4to siglo d. C., nos permitieron también sacar varias
conclusiones sobre la evolución de las técnicas pictóricas. En efecto, pudimos notar

318
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

una receta de elaboración de las mezclas colorantes idéntica en cada edificio, así
como los pigmentos, las cargas y los aglutinantes que se quedan idénticos durante
tres siglos de ocupación. Estos resultados indican una continuidad temporal de
las técnicas pictóricas en el sitio, y tienden a mostrar que existía en la huaca Cao
Viejo, como en la huaca de la Luna, una transmisión del conocimiento técnico
de una generación a otra de artesanos pintores. Esta observación conforta las
conclusiones de los análisis preliminares realizadas por Kakoulli, que indicaba una
continuidad en el tiempo en la elección de las materias primas (Kakoulli, 1997).

5. 1. 2. La evolución espacial de las técnicas


Cruzar los datos analíticos adquiridos sobre los murales de Moche, El Brujo, Castillo
de Huancaco y Sipán, permitió observar similitudes en las técnicas pictóricas
aplicadas sobre cada centro administrativo. En efecto, hemos siempre constatado
la misma receta de elaboración de la mezcla colorante, con un elemento
colorante, una carga y un aglutinante. Además, los elementos cromógenos siempre
son pigmentos, de origen mineral excepto el negro identificado como carbón
de madera y, por ende, orgánico. Varios pigmentos son utilizados de manera
recurrente como la hematita para el rojo, la goetita para el amarillo; la elaboración
del color gris corresponde a la misma combinación de carbón de madera y de un
pigmento blanco (arcilla y/o calcita según los sitios). Dos tipos de cargas fueron
caracterizados sobre cada sitio, solas o combinadas: yeso y calcita; a continuación
hemos identificado dos aglutinantes recurrentes: una cola proteínica y savia de
San Pedro (Trichocereus pachanoi) (fig. 1).
Estas observaciones son completadas por los datos analíticos anteriormente
adquiridos sobre los sitios de La Mayanga, La Mina y Pañamarca. En efecto,
podemos constatar el empleo de pigmentos análogos (cinabrio y hematita para
el rojo, calcita para el blanco, y carbón de madera para el negro por ejemplo),
así como el empleo de la misma técnica de obtención del gris en La Mina y
Pañamarca, donde un pigmento negro es mezclado con un blanco. Por otro
lado, la presencia recurrente de calcita, en La Mina y Pañamarca, nos permite
suponer su utilización como carga, argumentando nuestras conclusiones (fig. 1).
Aunque algunos datos sobre la composición de los coadyuvantes (cargas y
aglutinantes) son imprecisos en La Mayanga, La Mina y Pañamarca, es posible
notar numerosas similitudes entre cada complejo arqueológico (fig. 1). Estas
comparaciones tienden a mostrar que existía una continuidad espacial de las
técnicas artísticas empleadas en la elaboración de los murales mochicas, un
conocimiento técnico que se difundió y se transmitió no solamente en una
misma región pero también en todo el territorio. Sin embargo, las singularidades
regionales observadas, en lo que concierne por ejemplo la elección de los colores
empleados (verde en Castillo de Huancaco y morado en Sipán) dejan aparecer un
«margen» de improvisación local.

319
Véronique Wright

5. 1. 3. El arte mural y la organización política mochica


Las recientes investigaciones sobre la organización del territorio mochica
permitieron mostrar que el poder mochica era un poder regionalizado y
materializado por los grandes centros ceremoniales implantados en cada valle
fluvial. La interconexión de las élites locales ha federado el pueblo gracias a una
gestión política comuna. Esta permitió el mantenimiento de un poder político
fuerte, y compartir una misma ideología, conocimientos y tecnologías, aunque
sean conservadas identidades regionales marcadas (Castillo & Uceda, ms.).
Ahora bien, es muy interesante constatar que este modelo de organización social
se aplica precisamente a las conclusiones propuestas sobre la tecnología artística.
En efecto, hemos mostrado que existían conocimientos especializados comunes
a todos los centros artesanales, pero hemos notado individualidades locales.
Además, las investigaciones sobre el origen de los materiales empleados tienden
a mostrar un origen regional de las materias primas, explicando las diferencias de
composición entre cada sitio. Parece, en efecto, que los artesanos pintores han
utilizado fuentes minerales cerca de su lugar de trabajo.
Aunque esta hipótesis permite entender el uso de pigmentos diferentes sobre el
territorio, es interesante notar que varios minerales son explotados de manera
excepcional. En efecto, el color verde es documentado en contexto arqueológico
únicamente en La Mina y Castillo de Huancaco, y el cinabrio es utilizado solamente
en La Mayanga y Castillo de Huancaco, sitio que presenta entonces varias
singularidades. Ahora bien, este complejo monumental ilustra, con su producción
cerámica o su arquitectura, algunas diferencias locales observadas en la región sur,
reflejo del proceso expansionista de los mochicas (Bourget, 2003). Parece pues
que las conclusiones sacadas sobre las técnicas pictóricas correlacionan otra vez
las recientes hipótesis de organización social y territorial propuestas.
Entonces, el estudio analítico del arte mural permite no solamente obtener
informaciones sobre las técnicas pictóricas, sino también elementos de
comprensión de la organización política y social de la cultura mochica. El arte
tiene mucha importancia en esta sociedad y es también su «reflejo». Gracias a
estos resultados y a estas primeras interpretaciones, es en adelante importante
preguntarse sobre el rol del artesano pintor en esta sociedad. ¿Es un artesano
especializado? ¿Pertenece a una clase artesanal?, y por si acaso ¿cómo se organiza?
¿Cuál es su estatus social? ¿Qué relaciones tiene con la clase gobernante? ¿Dónde
trabaja? Aquí son expuestas algunas interrogantes a las cuales la investigación
analítica que hemos desarrollado permitió aportar elementos de respuestas.

5. 2. ¿El arte mural: una artesanía especializada?

5. 2. 1. Algunas nociones de «artesanía especializada»


En las sociedades complejas, los artesanos especializados tienen un rol
preponderante en su desarrollo. Transforman las materias primas, pero también
una idea en una realidad tangible; crean un bien, símbolo de poder y de un

320
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

universo ideológico. La producción especializada responde pues a necesidades


económicas, sociales o políticas. Por otro lado, el control de los artesanos
especializados representa una oportunidad para la clase gobernante de legitimar
y consolidar su poder. Esta élite se transforma en el primer beneficiario de la
producción artesanal especializada (Bernier, 2008).
Ahora bien, el arte mural corresponde a una expresión artística muy ligada a
la clase gobernante. Lo utiliza como medio de comunicación privilegiado que
le permite, gracias a un discurso iconográfico preciso, explicar y transmitir una
ideología. El artista se vuelve pues un artesano al servicio del poder, utilizando
y siguiendo códigos visuales preestablecidos, a pesar de algunas singularidades
locales. Además, pudimos mostrar que los artesanos pintores son herederos de
una enseñanza, de un conocimiento transmitido durante el tiempo pero también
sobre todo el territorio mochica.
Elaborar un mural parece entonces representar una verdadera actividad
artesanal, cuyos protagonistas siguen una formación y son dirigidos por la élite
mochica quien es la principal adjudicataria beneficiaria. Los artesanos fueron
probablemente instruidos sobre las diferentes técnicas pictóricas y los códigos
iconográficos para volverse obreros competentes y experimentados en una tarea
precisa, con una técnica constante es decir un conocimiento técnico característico
de una producción especializada (Costin & Hagstrum, 1995; Bernier, 2008) y una
capacidad de adaptación a los recursos locales.
Esta noción de «artesanía especializada» permite pues proponer varios elementos
sobre la organización de esta actividad, sobre la constitución de esta unidad de
producción, su intensidad, su contexto y su concentración (Costin & Hagstrum,
1995).

5. 2. 2. Organización de los artesanos pintores


Las experimentaciones analíticas realizadas sobre vestigios de policromía mochica
nos permitieron adquirir informaciones en cuanto a la cadena operativa seguida
para elaborar un mural. La primera etapa identificada corresponde a la extracción
de las materias primas, destinadas a la preparación de los soportes y de las capas
pictóricas. Los análisis permitieron mostrar que los productos minerales empleados
tienen muy probablemente un origen local, limitado al valle donde el sitio estaba
implantado. El único pigmento cuya fuente estaría más alejado corresponde a
la caolinita identificada en la huaca de la Luna y de manera excepcional en la
huaca Cao Viejo. Los datos analíticos tienden pues a demostrar que cada centro
administrativo disponía de sus propias fuentes de minerales localizadas en el valle
donde estaba implantado, a excepción del caolín que hubiera sido objeto de
un abastecimiento más lejano. Además, el uso de colores distintos sobre varios
sitios, como el verde en Castillo de Huancaco y el morado en Sipán, ilustrando
singularidades locales, constituye un elemento más para sugerir una implantación
local de esta actividad artesanal. Los artesanos pintores parecen ligados a un centro
político preciso que, aunque siga normas iconográficas y tecnológicas comunes a
todo el territorio, funciona de manera más o menos independiente.

321
Véronique Wright

Luego, es necesario preparar todos los materiales recolectados. Los pigmentos deben
ser molidos de manera muy fina (del orden del micrómetro según las observaciones),
y los productos orgánicos, carbón de madera y aglutinantes, necesitan también
una preparación específica (combustión de la madera y molienda, confección de
la cola proteínica y extracción de la savia de San Pedro por ejemplo), antes de
mezclar todo. Esta etapa de la «gama» de fabricación exigía una mano de obra
suficiente y una larga duración de trabajo, ya que la cantidad de materia necesaria
para elaborar un mural es muy importante. En efecto, si consideramos el ejemplo
del Frontis Norte del Edificio A de la huaca de la Luna, es posible realizar una
aproximación. La superficie de los murales descubiertos es actualmente estimada
a 2 160 m² (Morales, Asmat, Solórzano, Asmat, Sánchez, Gil, 2006, 2006). Todas
las observaciones efectuadas en el marco de nuestro estudio arqueométrico
permiten, por otra parte, tasar el espesor medio de una capa pictórica no alterada
alrededor de 300 µm. El volumen de mezcla colorante para aplicar una sola capa
de pintura sobre esta fachada equivale aproximadamente a 650 litros. Determinar
la cantidad exacta de pigmentos correspondiente parece difícil, ya que su masa
volúmica diverge según su composición y son a menudo mezclados. Sin embargo,
una estimación general nos permite calcular que la masa de materiales minerales
necesaria para que los artesanos pinten únicamente la parte excavada del Frontis
Norte representa entre 700 kg y 1 tonelada. Si tomamos en cuenta la totalidad de
los murales hoy día descubiertos sobre este edificio, es fácil tomar conciencia que
la cantidad de materiales necesarios a su elaboración era muy importante.
Por otro lado, una vez los ingredientes preparados (molienda de los pigmentos
minerales, preparación del carbón de madera y de los coadyuvantes), tienen que
ser mezclados según una receta precisa (pigmento + carga + aglutinante), y según
proporciones adecuadas en función del color deseado, así como de las zonas que
pintar. Esta operación necesitaba entonces la aplicación de una destreza precisa
que quedó idéntica durante el tiempo y sobre cada sitio estudiado, como lo
indicaron los análisis.
En paralelo a la elaboración de las mezclas colorantes, los artesanos tenían también
que preparar los muros soportes. Sobre la capa de sedimento, puesta sobre el muro
de adobes, debían dibujar los motivos. Podían delimitar el cuadro de la escena
con cuerdecillas de algodón tensadas sobre el muro, mientras que los motivos
más complejos estaban incididos a mano, según un modelo textil (Lecoq, 2006) o
elaborados sobre otros soportes como adobes (Morales, Sólorzano, Asmat, 1998;
Morales, 2003). La realización de estos dibujos preparatorios exigía pues personas
calificadas, obedeciendo a códigos visuales e iconográficos precisos. Si el adorno
consistía en un relieve, era luego necesario modelar las partes prominentes, por
modelaje o escisión de materia (Morales, Sólorzano, Asmat, 1998).
La última etapa de elaboración de un mural correspondía a la aplicación de la
mezcla colorante sobre los muros ya preparados. El artesano debía entonces
respetar un «código de color» preestablecido con una significación precisa.
Una vez acabados, algunos murales fueron el objeto de un mantenimiento regular.
En efecto pudimos observar, gracias a la microscopía, varias capas pictóricas

322
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

superpuestas, en particular sobre el Frontis Norte del Edificio A de la huaca de la


Luna, donde pudimos notar hasta 23 repintados sucesivos. Esta observación tiende
entonces a mostrar que la elaboración de un mural no correspondía a un evento
episódico pero a una actividad que se desarrollaba en el tiempo, necesitando un
trabajo e intervenciones regulares.
Todos los análisis permitieron precisar algunas etapas de la cadena operativa
seguida por los artesanos para elaborar un mural. Además, los datos adquiridos en
cuanto a la ejecución de cada una de las fases de la gama de fabricación, permiten
argumentar que la realización de un panel pintado correspondía a una verdadera
actividad artesanal, con diferentes tareas ejecutadas por artesanos suficientemente
numerosos y calificados, los cuales debían después estar disponibles para
un mantenimiento o modificaciones. La diversidad y la importancia de cada
operación manual nos incita a suponer que existía una repartición de las tareas
entre los protagonistas. Por otro lado, parece evidente que algunas actividades
necesitaban un grado de especialización y una formación particular. En efecto,
el artesano encargado de la realización del dibujo preparatorio sobre el soporte
tenía muy probablemente más responsabilidades que el obrero encargado de la
molienda de las materias primas por ejemplo.
Estas conclusiones nos permiten proponer la hipótesis según la cual los obreros
que participaban a la elaboración de las pinturas murales de los templos fueron
suficientemente numerosos para responder a las diferentes obligaciones de la
cadena operativa, y fueron agrupados en una verdadera clase artesanal. Esta
estaba muy probablemente jerarquizada y reunía artesanos con un grado de
especialización variable. Por fin, hemos mostrado que la actividad de elaboración
de un mural fue indisociable de la clase gobernante. Es pues importante preguntarse
sobre las relaciones que existían entre estos artesanos y la élite.

5. 2. 3. La artesanía pictórica y la élite


Las precedentes conclusiones nos permitieron proponer que los artesanos
pintores fueron reunidos en una misma clase artesanal, destinada a producir un
bien, paneles murales, reservados a la clase gobernante que les utilizaban como
vector ideológico. Es evidente que esta actividad estaba íntimamente ligada a
la élite que era la beneficiaria pero también controlaba su producción (Costin
& Hagstrum, 1995; Bawden, 1996; DeMarrais et al., 1996; Shimada, 2001;
Bernier, 2008; Fraresso, 2008). En efecto, mostramos que elaborar un mural
requería varias tareas con más o menos responsabilidades, lo que permitía
inferir una jerarquización social de esta clase artesanal. Por otra parte, podemos
suponer que las diferentes etapas de la cadena operativa fueron supervisadas por
personajes jerárquicamente más importantes, perteneciendo quizás ellos mismos
a la clase gobernante (Chapdelaine, 2001; Shimada, 2001). Podemos también
proponer que algunos artesanos con un alto grado de especialización, podían ser
relacionados con la élite, lo que ya se supone en otros sectores artesanales como
la cerámica o la metalurgia (Chapdelaine, 2001; Bernier, 2008; Fraresso, 2008;
Rengifo & Rojas, 2008).

323
Véronique Wright

Además, Max Uhle, quien excavó la Plataforma Uhle en Moche entre 1899
y 1900, menciona el descubrimiento de una tumba (Tumba 23) que podría
confortar nuestra hipótesis. En efecto, cataloga una serie de herramientas que
hubieran podido corresponder a pilones para moler los pigmentos, asociadas a un
individuo que ocuparía, en este caso, una función de «maestro pintor» (Morales,
2000b). Ahora bien, esta Plataforma Uhle constituye un espacio funerario
reservado a las clases gobernantes de la sociedad mochica (Pimentel & Álvarez,
2000), demostrando que algunos artesanos pintores estarían ligados a la élite. Sin
embargo, tenemos pocos datos sobre este entierro, y las excavaciones ulteriores
en este sector (Chauchat & Gutiérrez, 2006) no revelaron vestigios similares.

5. 2. 4. ¿Indicios de talleres?
De esta manera, si los artesanos pintores son reunidos en una clase artesanal, y
que estos especialistas son ligados a la élite, podemos proyectar que trabajaban
en talleres especializados, comparables a los de las ceramistas, metalurgistas o
tejedores por ejemplo (Chapdelaine, 2001; Shimada, 2001; Fraresso, 2008;
Rengifo & Rojas, 2008). Arqueológicamente, esta producción especializada
debería traducirse por una concentración importante de vestigios directamente
correlacionados a esta activad, indicadores de la presencia de un taller artesanal
(Bernier, 2008).
Ahora bien, en el centro urbano del sitio de Moche, un conjunto arquitectónico
excavado en 1995 (Chapdelaine et al., 1997), y luego en 1998 y 1999 (Chapdelaine
et al., 2003) entregó varios vestigios cuya interpretación podría confortar nuestra
hipótesis. En efecto, en este complejo arquitectónico, llamado CA5 (fig. 6),
ubicado a 300 m al suroeste de la huaca de la Luna, el material descubierto
tendería a mostrar que pigmentos y mezclas colorantes hubieran sido preparados
en varios espacios específicos.
En efecto, podemos notar artefactos en relación con la molienda de los materiales
colorantes (morteros y pilones) y su almacenaje (jarras domésticas con las paredes
internas cubiertas de sustancia colorada). Ubicado al pie de la huaca de la Luna,
cerca de los otros talleres, podemos suponer que este espacio hubiera sido la sede
de algunas actividades artesanales en relación con la preparación de pigmentos,
quizás asociadas con la elaboración de los murales. En efecto, hemos mostrado
que una de las primeras etapas de la gama de fabricación de un mural consistía en
la molienda de las materias primas minerales. Ahora bien, la cantidad de pigmento
necesaria era muy importante, exigiendo pues una mano de obra suficiente y
estructuras de trabajo adaptadas. El descubrimiento, en este sector de una gran
cantidad de morteros y pilones (algunos cubiertos de pigmentos), tendería a
indicar que esta etapa de fabricación hubiera podido ocurrir en una estructura y
con herramientas similares.
Estos primeros indicios arqueológicos convergen para demostrar que este sector
arquitectónico fue posiblemente en relación con una actividad artesanal, quizás la
artesanía pictórica. Sin embargo, se trata de unas hipótesis. El análisis físico químico

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325
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

Figure 6 – Plano del centro urbano de Moche, excavado al pie de la huaca de la Luna
Son ubicados los talleres de producción especializados identificados, y el complejo arquitectónico 5 (CA5) (Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna,
2003)
Véronique Wright

de las herramientas y de los depósitos de materias colorantes permitiría obtener


datos importantes para confortar o no estas conjeturas. Además, la excavación
completa de la parte este de este complejo, que fue simplemente sondeada,
podría dar datos complementarios útiles a la interpretación de la función de esta
zona del centro urbano de Moche.
Por fin, algunas investigaciones sobre los engobes rojos y blancos sobre cerámicas
descubiertas en Moche, indicaron que los pigmentos empleados para realizar estas
pinturas (Chapdelaine, Mineau & Uceda, 1997) eran idénticos a los utilizados en
el arte mural. Por eso, es oportuno preguntarse si la preparación de los pigmentos
en el CA5 no fue también destinada a la elaboración de las pinturas cerámicas lo
que sugería una interconexión entre estas dos actividades artesanales.

CONCLUSIONES

El estudio arqueométrico desarrollado sobre el arte mural mochica permitió sacar


conclusiones no solamente sobre los materiales y las técnicas pero también más
generalmente sobre la identidad social del artesano pintor mochica. En efecto, la
puesta en evidencia de un conocimiento técnico, para elaborar un mural, que se
transmite de una generación a otra de artesanos en un mismo sitio, pero también
sobre todo el territorio, nos permitió proponer que los artesanos pintores, dotados
de una experiencia y de conocimientos específicos, fueron agrupados en una
verdadera clase artesanal. Por otro lado, la producción de este trabajo es destinada
a un grupo de «consumidores» seleccionados y restringidos, que corresponde a la
élite, para crear un producto simbólico que sirve y materializa su poder político.
Esta observación tiende entonces a mostrar que esta actividad «ligada» a la clase
gobernante, fue muy probablemente «especializada».
Aceptando que estos artesanos estuvieran reunidos en una clase artesanal
especializada, hemos mostrado que existía probablemente una repartición
de las tareas, según la cadena operativa caracterizada, exigiendo un grado de
especialización más o menos importante de cada uno de los protagonistas. Esta
observación permitió proponer que esta unidad de producción fue jerarquizada,
precisamente con respeto a esta distribución de las operaciones, algunas
necesitando una formación y responsabilidades más considerables que otras.
Pudimos también proponer que las diferentes etapas de la gama de producción
podían ser supervisadas por personajes jerárquicamente más importantes. La
garantía de este control de actividad por individuos con una autoridad más
marcada, nos permitió sugerir que algunos artesanos podían ser estrechamente
asociados a la clase gobernante y quizás también pertenecer a la élite.
Por fin, las estimaciones en cuanto a las cantidades de materiales minerales
necesarios a la elaboración de un mural, así como la identificación de repintados
sucesivos sobre varios paneles, dejan pensar que esta actividad artesanal consistía
en un trabajo regular y no puntual. Sin embargo, es posible considerar que
algunos artesanos estaban también asociados a otras clases artesanales lo que
podría reducir la importancia numérica de esta categoría social.

326
Pigmentos y tecnología artística mochicas: nueva aproximación para comprender la organización social

Entonces, aunque estas interpretaciones sigan siendo unas hipótesis, permiten


entender que la elaboración de un mural atestigua una producción organizada y
relativamente compleja, argumentando el interés de proseguir las investigaciones
en este tema, que sea en laboratorio o en el campo. Estas conclusiones demuestran
también el alcance del estudio arqueométrico que nos permitió trabajar sobre la
tecnología artística mochica y también sacar interpretaciones más generales en
cuanto a la organización social y territorial de esta actividad artesanal especial.

Agradecimientos

Quería agradecer especialmente a los directores del Proyecto Arqueológico Huaca de la


Luna, los Profesores Santiago Uceda y Ricardo Morales. Sin ellos este trabajo nunca hubiera
existido. Agradezco también sinceramente al Profesor Eric Taladoire, mi director de tesis de
doctorado, quien me ayudó durante estos cuatro años de investigaciones. Por fin, quiero
agradecer al «Centre de Recherche et de Restauration des Musées de France» donde pude
trabajar en las mejores condiciones.

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IFEA
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

Técnicas del metal, artesanos y talleres


en las sociedades antiguas: de la edad del
Bronce final al periodo romano en la Europa
occidental

Michel Pernot*

Resumen

La ciencia de los materiales ayuda hoy en día a caracterizar las aleaciones y los procesos de fabricación
empleados por los artesanos. Además del estudio de objetos acabados, la excavación de talleres permite
descubrir desechos, caídas de trabajo, subproductos y fallas de fabricación, así como estructuras de
construcciones y vestigios relacionados con la organización de los talleres. Se exponen unos resultados
obtenidos con esta metodología, en el área geográfica de Europa occidental, de la edad del Bronce
final al periodo romano.

Palabras clave: objeto metálico, metal, aleación, proceso de fabricación, artesano, taller, ciencia de los
materiales, excavación arqueológica, edad del Bronce, periodo romano, Europa occidental

Techniques du métal, artisans et ateliers dans les sociétés antiques :


de l’âge du Bronze final à l’époque romaine en Europe occidentale

Résumé

La science des matériaux aide de nos jours à caractériser les alliages et les procédés de mise en forme
employés par les artisans. En plus des objets finis, la fouille de sites de fabrication permet de découvrir

* IRAMAT-UMR 5060, CNRS-Université Bordeaux 3, Maison de l’archéologie - 33607 Pessac Cedex


- France. E-mail: mpernot@u-bordeaux3.fr

331
Michel Pernot

des déchets, des chutes de travail, des sous-produits et des ratés de fabrication, ainsi que des structures
de bâtiments et des vestiges d’ateliers. Des résultats obtenus par cette méthodologie dans le domaine
géographique de l’Europe occidentale sont présents ici, allant de l’âge du Bronze final à la période
romaine.

Mots clés : objet métallique, métal, alliage, procédé de fabrication, artisan, atelier, science des
matériaux, fouille archéologique, âge du Bronze, période romaine, Europe occidentale

Metal techniques, craftsmen and workshops: from Late Bronze Age to


the roman period in Western Europe

Abstract
Alloys and shaping processes used by ancient craftsmen can be characterized with the help of materials
science. The excavation of workshops allows the discovery, not only of finished objects, but also of
wasters, scraps, under-products and unfinished artifacts, and of remains of the buildings and of the
spatial organization of work. Examples of the results obtained with this methodology are given for the
Late Bronze Age and the Roman period in Western Europe.

Key-words: metallic artifact, metal, alloy, shaping process, craftsman, workshop, materials science,
archaeological excavation, Bronze Age, Roman period, Western Europe

1. LA ARQUEOLOGÍA DEL METAL

Los objetivos de la temática son, en primer lugar, dar a conocer de manera


precisa, características técnicas de las prácticas de los artesanos que fabrican
objetos metálicos, para luego poder reconstituir cadenas operativas y establecer
cómo estas determinan sus estilos de vida y maneras de pensar. Los aspectos
técnicos abarcan principalmente la elección de las aleaciones —los metales
siendo ya previamente elaborados— y los procesos empleados para la fabricación
de cada pieza con sus respectivas herramientas asociadas. Esto está relacionado
con los vestigios materiales (moldes, crisoles, martillos, etc.) pero también con
bienes muebles tales como hornos, fosas, yunques fijos para la deformación; y
finalmente, con el taller en el cual se lleva a cabo la fabricación.
En términos arqueológicos se trata, entonces, a partir de los vestigios conservados,
de estudiar las estructuras y también los vestigios vinculados a las actividades de
fabricación para entender el funcionamiento del taller y su organización espacial.
Es necesario interesarse por todos los vestigios procedentes de las actividades
artesanales, lo cual implica tomar en cuenta otros materiales, además del metal,
como rocas, arcillas, arena, madera, cuero, etc. Más allá, son los aspectos sociales
que deseamos reconstituir. Intercambios de materiales, objetos, conocimientos
e individuos intervienen obligatoriamente en las acciones de producción que

332
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

se desarrollan en un contexto económico, el cual, queda aún por definir. La


funcionalidad de los artefactos no siempre es fácil de interpretar; por ejemplo, los
objetos de metal producidos para un uso monetario, o pre monetario, dependen
de elecciones específicas cuyos motivos son a veces difíciles de percibir. Entre
los aspectos sociales, intentamos comprender la organización del mundo de los
artesanos. ¿Están agrupados en una corporación vinculada al oficio y dotada de
cierto poder?, o más bien ¿Son totalmente dependientes de una elite que dirige,
más específicamente la vida política y/o religiosa? La cuestión de las modalidades
de transmisión de los conocimientos es también muy importante. Naturalmente,
el aprendizaje constituye el medio esencial, pero se debe asimismo examinar el
modo de contratación de los aprendices, el cual puede estar muy vinculado a los
lazos familiares. Evidentemente, el estudio arqueológico aporta pocos elementos
de respuesta a estos interrogantes porque se inscriben más en el ámbito social.
Sin embargo, el tamaño de los talleres, su eventual especialización y su posible
agrupamiento en barrios son argumentos indirectos que deben ser considerados
(Chardron-Picault & Pernot, 1999: 195-201).
Una técnica puede ser descrita por una cadena operativa; esta asocia materiales y
herramientas a usos y conocimientos. Nótese que los materiales y las herramientas
forman parte de la cultura material porque constituyen, en algunos casos, vestigios
arqueológicos, mientras que los gestos y conocimientos, que se asocian a la parte
inmaterial de una «cultura técnica», solo son accesibles de manera indirecta.

1. 1. El metal es reciclable

Una consecuencia, propia de los materiales metálicos, es el reciclado. Esta tiene


que ser enfatizada porque tendrá consecuencias al nivel de las interpretaciones
arqueológicas. Los metales y aleaciones no ferrosos empleados por las culturas
antiguas, es decir, las aleaciones en base a cobre, las aleaciones preciosas (en
base a oro o plata) así como el plomo, el estaño y las mezclas de estos dos últimos
metales, se funden facilmente porque la temperatura máxima que se debe
lograr no sobrepasa los 1100°C. Todo trabajo de metal, que sea en fundición o
deformación plástica, genera desechos o caídas de metal (canales de alimentación,
recortes de láminas, etc.) y fallas de fabricación. Teniendo en cuenta el valor de
estos materiales, estos son lógicamente refundidos, es decir, reciclados; lo mismo
pasa generalmente con los objetos fuera de uso o de «moda». En consecuencia,
los resultados arqueológicos, evidentes pero que no deben dejarse de lado, son
que todo lo que es reciclado ya no existe y que siempre hay que tomar en cuenta
la posibilidad de mezclas de metales y aleaciones. Eso explica que solamente
una reducida parte del metal que estuvo en circulación en el pasado llega al
arqueólogo; y la proporción —siempre baja— de lo que escapa al reciclado es
generalmente imposible de estimar. Los objetos que subsisten son el resultado de
un accidente o de un acto social deliberado. Los accidentes más usuales son la
simple pérdida del objeto, los naufragios de barcos y las catástrofes naturales. En
el contexto de los talleres de producción, se observan caída de metales, fallas y

333
Michel Pernot

piezas abandonadas durante el proceso de fabricación o también herramientas


más o menos deterioradas, lo cual constituye una fuente documental de gran
importancia para nuestras investigaciones. Los actos sociales que conllevan a
la salida del metal de los circuitos normales de reciclado son las deposiciones
practicadas en sepulturas, ya sean inhumaciones o incineraciones, o rituales de
abandono u ofrendas en santuarios. La aclaración social de estas prácticas tiene
como consecuencia la no representatividad de estos vestigios en comparación a
lo que eran su uso en la sociedad que se estudia.

1. 2. Una lectura tecnológica de todos los tipos de restos materiales

La primera etapa de caracterización consiste en determinar el número de


piezas que constituye un objeto. Para responder a la pregunta considerada, se
deberán realizar exámenes visuales, a simple vista y con lupas binoculares así
como, cuando es posible, exámenes radiográficos. Hay que subrayar que una
buena calidad de acabado del objeto, asociada a una superficie deteriorada,
es decir, en parte cubierta por productos de corrosión mezclados con pocos o
muchos sedimentos, hacen a veces difícil la distinción de las diferentes piezas. La
segunda etapa consiste en determinar las aleaciones y los procesos de fabricación
empleados para la realización de cada pieza metálica que constituye el objeto.
Esta «lectura tecnológica», que explota los recursos de la ciencia actual de los
materiales, se aplica a objetos metálicos antiguos, así como a las herramientas,
dispositivos y estructuras que participan en su producción, como por ejemplo,
moldes u hornos. Las informaciones obtenidas permiten entonces reconstruir
cadenas operativas de fabricación.
La excavación de talleres de producción es una fuente documental de gran
importancia. Vestigios pocos «prestigiosos» como desechos, subproductos, fallas
de fabricación, etc. suelen ser registrados en este tipo de contexto. El estudio de
estos vestigios, así como de las herramientas utilizadas (metálicas o no) y de los
dispositivos (hornos, por ejemplo), aporta informaciones importantes. Por ejemplo,
trazas de golpes de martillo en el metal trabajado aportan informaciones sobre la
parte activa del martillo utilizado, mientras que el martillo en sí ya no existe o
bien queda sin partes identificables. De igual manera, la estructura de los talleres
y la organización del espacio de trabajo de estos solo pueden ser estudiadas por
medio de la excavación minuciosa de este tipo de vestigios.
Por supuesto, cuando existen, la iconografía y los textos son otros tipos de fuentes
importantes. La fuente arqueológica está constituida por documentos que pueden
ser de varios tipos (acabados, piezas en proceso, desechos, subproductos, etc.)
enteros o fragmentarios, así como también por restos de estructuras (muros, fosas,
hornos etc.); y finalmente por la epigrafía, como inscripciones sobre monumentos,
monedas etc. Los textos literarios, además de la correspondencia y los documentos
contables constituyen principalmente la fuente histórica. La fuente iconográfica
está formada por las imágenes, cualquier sean sus soportes; pueden aparecer sobre

334
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

edificios (pinturas murales, por ejemplo), en objetos de metal (como monedas) o


realizadas sobre otros materiales.
Entre otros aportes, la experimentación es otro recurso para probar y validar las
hipótesis avanzadas. Los productos, subproductos, las herramientas y dispositivos
empleados, así como los vestigios que resultan de operaciones de arqueología
experimental, pueden ser sometidos a la misma metodología de estudio que los
vestigios del pasado, con el fin de controlar los resultados. El protocolo experimental
permite también acceder, en ciertas medidas, al parámetro de tiempo. El tiempo
necesario para la fabricación depende de la virtuosidad, la organización y el
objetivo en términos de producción única o en serie; sin embargo, es solamente
una manera muy general de poder estimar la productividad.

2. LOS MODOS DE FABRICACIÓN

Para pretender «leer» un objeto es indispensable conocer los posibles procesos.


Uno de los problemas básicos es que siempre existen diferentes maneras de
fabricar el modelo de un objeto en metal. La figura 1 ilustra las cuatro principales
formas posibles de realizar operaciones de fundición, de deformación plástica
y de «maquinaria», es decir con un torno. En los dos primeros esquemas, se
privilegia la deformación plástica. Un trabajo en recopado (raising), el cual permite
cerrar una forma con pocas variaciones de espesores de la lámina, se ilustra en el
esquema 1; un trabajo en expansión, es decir, en embutido (sinking), que reduce
el espesor de la lámina produciendo el inflamiento de la forma (como una pelota),
corresponde a la ilustración 2. Para los modos 3 y 4, ilustrados abajo, la fundición
es el proceso dominante utilizado para la fabricación de las piezas; el esbozo
inicial es cercano, hasta muy similar, al producto final. En uno de los casos no
existe ninguna aplicación de un proceso de deformación plástica; en el otro, será
una etapa intermediaria. Siempre se trata de esquemas de principios, todas las
variaciones son posibles. Por ejemplo, el proceso de fundición ilustrado es del tipo
cera perdida; el artesano podrá elegir otro proceso.

2. 1. La fundición

Para las aleaciones que se pueden derretir1, y por lo tanto, vaciar, se pueden
distinguir dos grandes categorías de procesos de fundición: la fundición en molde
permanente y la fundición en molde de utilización única. En esta última clase,
encontramos los procesos de la «cera perdida», de la «fundición en arena» y con
«molde ensamblado en cerámica». La fundición en molde permanente implica un
molde desmontable y re-utilizable, siempre en varias piezas (¡dos por lo menos!),
cuyo material debe resistir a las coacciones, térmicas y mecánicas, del metal en

1 El hierro, que funde a 1535°C, es infusible para las sociedades antiguas; los dispositivos utilizados
en estas culturas no permiten sobrepasar 1200°C de temperatura.

335
Michel Pernot

Figura 1 – Esquemas de las principales cadenas operatorias posibles para la


fabricación de un mismo tipo de objeto en aleación de cobre
Según Dubos, 1989

fusión durante la colada propiamente dicha. Este tipo de proceso permite, siempre
que el molde sea utilizable, producir piezas similares; sin embargo se deben hacer
dos observaciones. En primer lugar, el objeto que se produce sólo existe en negativo.
En segundo lugar, la producción en serie está limitada por el hecho de que, para
cada colada en el molde, se debe esperar que el metal esté solidificado antes de
desmoldarlo y volver a colar otra pieza; por lo tanto, la productividad es baja. En
cambio, los procesos en moldes no permanentes, es decir, utilizados para una sola
operación de vaciado, son procesos de copias, cuya productividad puede abarcar
un rango importante. En efecto, con la «fundición en arena» (molde crudo) o con
un «molde ensamblado en cerámica» (molde cocido) el original del objeto que
debe ser producido —el modelo— es un positivo rígido realizado con cualquier
tipo de material capaz de resistir lo suficiente (madera, tierra secada o cocida,
metal, etc.). El molde se desmonta una vez, para recuperar el modelo; luego, se
reensambla. Después, tras la colada y el enfriamiento del metal, se destruye para
recuperar el producto metálico. En el proceso de la «cera perdida», el modelo
en cera se destruye por fusión —es por eso que decimos que la cera se pierde—
pero el modelo puede también resultar de una operación de fabricación en serie.
Todo depende de los objetivos que persiguen los artesanos. Por ejemplo, se trata

336
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

de una operación singular: se fabricará un modelo en cera una sola vez, luego se
obtendrá la pieza en metal por fundición. O bien se pueden producir «ceras» en
serie a partir de un molde reutilizable. La impronta puede ser creada en negativo.
Sin embargo, el parámetro de la temperatura es menos apremiante para la cera
(cerca de 100°C) que para una aleación de cobre o aleaciones preciosas (cerca
de 1000°C); la consecuencia es que el molde puede ser de madera, por ejemplo.
Si el modelo original fuera en positivo y rígido, puede ser modelado con una
tierra plástica, por ejemplo. A partir de este molde intermedio, se puede producir
«ceras» —es decir, modelos en cera— en grandes series para luego vaciarlas en
«cera perdida». La utilización de la «fundición en grapas», es decir, que un mismo
molde asocia varias piezas que serán vaciadas en una sola operación de colada,
desmultiplica la productividad. Los testigos arqueológicos muestran, sin ninguna
ambigüedad, que culturas europeas del final de la edad del hierro y del periodo
romano han practicado el proceso anteriormente descrito para producir más, con
mayor rapidez y probablemente a menor costo (Pernot 1998; Chardron-Picault &
Pernot, 1999: 159-168).
Uno de los elementos principales de un taller de fundición de aleaciones preciosas
o con base de cobre, es un horno de fusión que debe poder funcionar sin
problema a una temperatura hacia 1000°C. A este nivel de temperatura se forman
naturalmente a partir de las paredes del horno (necesariamente ricas en materias
silíceas), cenizas de combustible (carbón de madera) ricas en óxidos de potasio
que tienen el rol de fundente, y de óxidos metálicos, vitrificaciones, elementos de
materia parcialmente transformados en vidrio. Son testigos arqueológicos de gran
importancia para comprender el funcionamiento del taller.

2. 2. La deformación plástica

Cuando un elemento de volumen de un material es sometido a una fuerza,


presenta un cambio en su forma. Una vez que la fuerza deja de ser aplicada y si el
material recupera su forma inicial, entonces se trata de una deformación elástica.
Si el material presenta una deformación residual permanente se trata entonces
de una deformación plástica. Generalmente las aleaciones metálicas presentan un
comportamiento elástico cuando están sometidas a fuerzas débiles (las vibraciones
de una cuerda que oscila o de una campana que timbra por ejemplo); están en un
ámbito de deformación plástica cuando las fuerzas aplicadas son más fuertes. Es el
nivel de tensión que explica los diferentes fenómenos; la tensión, fuerza añadida a
la superficie, es homóloga a la presión. Si la tensión llega a otro nivel, se produce
una ruptura. Un material que no presenta un ámbito de deformación plástica se
dice frágil; el vidrio es un ejemplo. Una deformación demasiado avanzada conduce
a pesar de todo a la ruptura. Sin embargo, si la deformación se detiene antes de
que se alcance un daño irreversible, el material puede recuperar su capacidad
de deformación si fuera sometido a un recocido. Un recocido es un tratamiento
térmico (o calentamiento) efectuado a altas temperaturas pero siempre debajo de
la temperatura de inicio de la fusión. Para una aleación a base de cobre, se realiza
entre 600 y 700°C aproximadamente, durante algunos minutos. La gran mayoría

337
Michel Pernot

de los metales y aleaciones presenta una capacidad de deformación plástica a


temperatura ambiental explotable para asegurar, por medio de pasos que alternan
una deformación y un recocido, una etapa que puede ser muy importante en el
proceso de fabricación. En otros casos, será más provechoso trabajar la deformación
en altas temperaturas, es decir «en caliente»; la forja del hierro es un ejemplo. Las
aleaciones preciosas y a base de cobre se trabajan a temperatura ambiente (llamado
«en frío») por razones vinculadas a sus propiedades. Es también necesario tener en
cuenta la masa y la forma del objeto. En efecto, un pequeño objeto (menos de
100 g, por ejemplo) con una importante relación superficie/volumen (un alambre
delgado o una lámina delgada, por ejemplo) enfría demasiado rápidamente, en
relación al tiempo de trabajo. No hay inercia térmica suficiente para hacer posible
un trabajo a temperatura casi constante.
La técnica, recurriendo al fenómeno2 de deformación plástica, que es la más
utilizada en las culturas antiguas, es el martillado; la pieza es martillada con un
martillo sobre un yunque. Los tipos de herramientas, que sean para las herramientas
llamadas «durmientes» o «activas», son numerosas y variadas (véase por ejemplo:
Maryon, 1971, cap. XI). El artesano que martilla el metal debe necesariamente
disponer de herramientas adaptadas con precisión a cada etapa de fabricación
y fabrica él mismo la mayoría de sus herramientas que pueden ser de metal,
de piedra o de madera dura. La cantidad de deformación total utilizada puede
corresponder a una reducción del grosor de factor 10. En las culturas de la Europa
occidental, hace aproximadamente 3000 años, una lámina de 0,5 mm de grosor
se obtiene comúnmente a partir de un esbozo de fundición de 5 mm de grosor
inicial (Pernot, 2000).
Un horno de recocido es una estructura de combustión que funciona a
aproximadamente 700°C; es, en general, una estructura ampliamente abierta, la
operación de recocido se realiza sobre las mismas brasas para que el metal esté
en una atmosfera químicamente reductora (el agente reductor es el monóxido de
carbono) y para que se oxide lo menos posible. Recordemos que 700°C es, más o
menos, la temperatura alcanzada por el brasero rojizo de un fogón que funciona
sin dispositivo que ayuda a aumentar la ventilación. Así, en términos de vestigios
arqueológicos, dicho tipo de horno no se distingue claramente de un fogón de uso
doméstico utilizado para calefacción o en la cocina. Es la confluencia de varios
tipos de vestigios que lleva a interpretar un espacio como el de un taller y por lo
tanto, a interpretar un fogón como horno de recocido.

2. 3. Los acabados

La tercera etapa de fabricación de los objetos, y no la menos importante, es la


de los acabados. Se pueden distinguir tres campos: la decoración, la unión de las
piezas y los tratamientos de superficie.

2 La deformación plástica es un fenómeno que los artesanos supieron explotar en técnicas de


martillado, doblado, torsión etc.

338
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

La decoración de una pieza metálica, más allá de su propia forma, se garantiza


muchas veces por medio de relieves más o menos profundos. Estos últimos
pueden haber sido previamente realizados sobre un modelo, antes de la fundición.
Pueden también haber sido realizados por deformación plástica del metal, con
la ayuda de cinceles o punzones para realizar incisiones o motivos contrastados
sin quitarle materia, o también utilizando la técnica del repujado sobre láminas
delgadas. El proceso del grabado, que consiste en quitar virutas del material para
realizar diseños, implica la utilización de herramientas cortantes, particularmente
adaptadas, cuya presencia es escasa en las culturas antiguas. Sin embargo, retirar
material para realizar relieves, que pueden incluso atravesar todo el grosor de
la lámina (el calado), siempre es posible; en particular cuando se asocian la
perforación y la abrasión, el campo de posibilidades es inmenso. Observamos
que relieves muy bajos, de algunas decenas de micras de desnivel, conducen a un
enganche de luz muy diferente del producido sobre una superficie pulida como
un espejo. En este último caso se produce un fenómeno de reflexión, mientras
que en el primer caso se produce una difusión de la luz. El añadido de materiales
diversos y colores variados (otros metales, piedras, hueso, marfil, coral, etc.)
realizado en frío con pegamento, remaches, ensarte y engarce son comunes en las
prácticas de todas las culturas. Una fase de cocción a altas temperaturas diferencia
los añadidos de materias en caliente como en la técnica del esmaltado que utiliza
la inclusión de vidrios de todos colores, o la técnica del nielado, que consiste
en incrustar un sulfuro simple o mixto de cobre, plomo y plata (cristalizado y no
vítreo) de color negro en las partes hondas de piezas de aleaciones preciosas o a
base de cobre.
Cuando el objeto está constituido por diferentes piezas, la unión de estas puede
realizarse con tres grandes tipos de procesos. La práctica del «vaciado secundario»
consiste en vaciar una segunda pieza sobre una primera previamente fabricada; la
utilización de este proceso ha sido comprobado en la elaboración de cabezas de
alfileres de la edad del Bronce de Europa Occidental (Armbruster & Pernot, 2006).
Se pueden emplear diferentes procesos mecánicos: remache, engaste, uniones
con anillos, etc. Finalmente, la tercera categoría es la de los procesos térmicos,
que agrupa las soldaduras directas e indirectas. La soldadura indirecta (brazing)
es una unión con un metal aportado que funde a temperatura claramente más
baja que aquélla de las piezas por juntar, por ejemplo una aleación plomo-estaño
(que funde a aproximadamente 200°C) se utiliza ampliamente para unir piezas
en aleaciones a base de cobre (que funden a aproximadamente 1000°C). Una
soldadura implica la fusión local de los bordes de las piezas que se tienen que
juntar, con o sin el aporte de un metal. Antiguamente, en el mundo occidental,
las diferentes piezas que constituyen las grandes estatuas de bronce, se unían por
medio del «vaciado secundario» de una aleación del mismo tipo en pequeñas
palanganas preparadas al nivel de los bordes de las piezas (Formigli, 1999: 326).
La superficie del metal siempre es objeto de mucho cuidado. Puede estar cubierta
de una capa de un metal diferente del que constituye la pieza; en las culturas
antiguas, puede ser un dorado, un plateado, un estañado o tratamiento de
superficie con cobre o bronce para cubrir las piezas de hierro (Chardron-Picault

339
Michel Pernot

& Pernot, 1999: 185-187). Se puede realizar una mise en couleur de la superficie
por medio de un ataque químico, que produce una pátina; esta práctica muy
corriente hoy en día (quizás demasiado corriente, porque el metal ya no aparece)
fue utilizada a veces en el mundo romano con cobre patinado en negro para
realizar incrustaciones polícromas sobre piezas de bronce. Es importante notar que
enchapados o pátinas parciales, en oposición a zonas no tratadas químicamente,
permiten obtener efectos decorativos. Finalmente, el pulido es una práctica
recurrente en los talleres que trabajan el metal. Existen razones técnicas; por
ejemplo, durante el proceso de martillado es preferible que el metal no sea
oxidado para evitar que penetren fragmentos de óxidos en el metal. Sin embargo,
en las culturas antiguas, muchas veces se valoró el metal porque brillaba. Los
textos de Homero siempre enfatizaban que el bronce que constituyía las armas
era brillante, relumbrante, centelleante, rutilante…

3. LA CIENCIA DE LOS MATERIALES

Los medios de la ciencia contemporánea de los materiales permiten caracterizar


las aleaciones y los procesos que se emplearon para realizarlos.

3. 1. Observaciones diversas

El primer paso —siempre es útil decirlo, aunque sea evidente— consiste en


observar atentamente el objeto a simple vista y con lupas binoculares. La figura 2
presenta una copa de la edad de Bronce final que ha sido encontrada en el centro-
este de Francia (Piningre, 2002); el diámetro del objeto es de cerca de 135 mm

Figura 2 – Ejemplo de copa (recipiente n.° 15) fabricada


a partir de una lámina de bronce
Deposición de Évans (Jura, Francia), siglo X antes de
Cristo

340
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

y la aleación que constituye la lámina es un bronce con aproximadamente 12 %


de estaño. La decoración de este tipo de copa ha sido realizada por deformación
plástica, con la técnica del repujado; está compuesta por puntos hemisféricos
abollados, cuyo diámetro es de 5 mm aproximadamente, y de líneas de pequeños
puntos, de forma cónica, que sobresalen en 1 mm, más o menos (fig. 3). Los
exámenes con lupa muestran claramente que estos dos tipos de motivos decorativos
no se realizaron con las mismas herramientas. Los puntos hemisféricos repujados
están claramente delimitados por un círculo, que en sección, corresponde a una
ruptura de pendiente a ángulo afilado; el dispositivo utilizado comprendía pues
un punzón y una matriz, ambos realizados en materiales rígidos, probablemente
bronce (fig. 3a). Los puntos muestran un relieve mucho más suave; se realizaron
con un punzón de forma redondeada (cuya punta no es puntiaguda puesto que
no se trata de perforar la lámina), probablemente metálico. La lámina se apoya
sobre un material plástico relativamente blando, como madera o plomo (fig. 3b).
Estos exámenes permiten obtener informaciones sobre tipos de herramientas,
independientemente de su descubrimiento.
Exámenes radiográficos aportan muchas veces informaciones muy útiles. La
figura 4 presenta imágenes obtenidas a partir de tres recipientes procedentes de
la deposición (u ofrenda) de Évans (Jura, Francia). Se observa muy claramente
que la manera de conducir las últimas fases del trabajo del martillado ha sido

Figura 3 – Vistas del exterior de elementos decorativos de una copa


(recipiente n.° 12)
Deposición de Évans (Jura, Francia); esquema ilustrativo de las
herramientas utilizadas para su fabricación

341
Michel Pernot

diferente para cada objeto. En todos los casos, se trata de un trabajo con un
martillo de boca alargada, tipo martillo de recopado. Para el recipiente n.° 15,
los golpes se han sucedido en círculos concéntricos; para el recipiente n.° 3, los
golpes se han realizado formando líneas pseudo radiales. Finalmente para el vaso
n.° 38, el esquema de trabajo es bidireccional, dos series de golpes se entrecruzan
sobre líneas radiales y circunferenciales. El significado histórico, en términos
cronoculturales de esas observaciones aún no se comprende con claridad; es
necesario generalizar la práctica de la radiografía para lograr avances.

a b

Figura 4 – Imágenes radiográficas de tres objetos diferentes de la deposición de Évans (Jura,


Francia): a: recipiente 15; b: recipiente 2; c: recipiente 7

3. 2. Exámenes metalográficos

La lectura tecnológica de un objeto puede ser profundizada por el estudio


de cortes metalográficos (Pernot, 1999). El examen de estos, por medio de
observaciones realizadas con microscopios, ópticos y electrónicos de barrido,
permite acceder a la microestructura del material. Un material metálico sólido
cristalino está generalmente constituido de granos, eventualmente de varias
fases diferentes. Las características de forma de estos granos: naturaleza,
tamaño, forma, repartición, etc. constituyen su descripción microestructural. Se
deben realizar muestras de las piezas que se desean estudiar; un volumen de
aproximadamente algunos milímetros cúbicos es suficiente. Cada muestra ha

342
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

sido previamente incorporada a una resina para facilitar la manipulación; luego,


se pule cuidadosamente. Los siguientes pasos se realizan con abrasivos cada
vez más finos hasta obtener un pulido tipo «espejo»; por ejemplo, se puede
realizar el acabado con pasta cargada de granos de diamante de un tamaño de
0,25 µm. La orientación de la parte pulida debe ser cuidadosamente seleccionada
con respecto a los ejes principales de la pieza para obtener informaciones
pertinentes; por ejemplo, para una lámina, se elige el plano de la lámina o bien
la sección perpendicular, dos cortes de la misma muestra pueden también estar
preparados. Los exámenes directos, con microscopio, de secciones pulidas dan
acceso a la microestructura de inclusiones: las diferentes fases presentes son
visibles debido al contraste de sus diferentes poderes de reflexión, de absorción
o de difusión; se recurre casi siempre a un ataque químico de la superficie con
un reactivo ácido, lo que hace visible las juntas de los granos del metal y acceder
a la microestructura granular.
El examen de cortes metalográficos en microscopía electrónica de barrido permite
realizar, por medio de un dispositivo de espectrometría de rayos X asociado (EDXS),
análisis de composición sobre fases visualizadas con el sistema de imagen. Esto hace
posible realizar análisis globales, es decir, sobre una superficie, conteniendo en
proporciones estáticamente representativas todas las fases presentes e integrando
los eventuales gradientes de composición, así como análisis puntuales, sobre una
inclusión por ejemplo. La visualización de la zona analizada permite tomar en
cuenta exclusivamente el metal sano y así obtener un resultado más representativo
porque no se toma en cuenta la fracción de zonas corroídas. La corrosión implica la
pérdida de una parte de cobre; la presencia, aunque sea parcial, de productos de
corrosión en el volumen analizado falsificaría, en exceso, el contenido en estaño.

3. 3. Un ejemplo conocido

Para ilustrar la caracterización microestructural, tomamos el ejemplo de la Crátera


de Vix. La figura 5 presenta la crátera al momento de su descubrimiento en la
tumba de Vix, en Châtillon-sur-Seine (Côte-d’Or, Francia). Fechado al final del
siglo VI antes de Cristo, se trata del vaso de bronce más grande elaborado en el
mundo griego (su capacidad es superior a 1 m3) y que se conoció a partir de la
documentación arqueológica (Rolley, 2003). Su estudio técnico indica que está
compuesto por 37 piezas, sin tomar en cuenta los remaches de unión y la tapa-
coladora. Todas las piezas son de bronce con un contenido por medio de 10 %;
dos de ellas han sido examinadas con microscopio metalográfico (Pernot, 2003).
Dos piezas semicirculares, decoradas de prismas, están fijadas con remaches debajo
del borde del vaso; se ha preparado una sección metalográfica perpendicular a la
punta de uno de los prismas (fig. 6). La microestructura observada es típica de un
estado de fundición: muestra granos de forma dendrítica (cuyos contornos están
ondulados) en los cuales la segregación (variación del contenido en estaño), que
resulta de la solidificación, es visible por diferencias de colores (del beige al marrón).
Las inclusiones presentan dos colores, se trata de nódulos que corresponden a la

343
Michel Pernot

mezcla de las fases α (gris oscuro) y δ (gris claro)


que resultan de la reacción eutectoide que tuvo
lugar a 520°C durante el enfriamiento. Las finas
estrías que atraviesan los granos atestiguan la
realización de un suave trabajo de deformación
plástica, posterior al enfriamiento. Estas estrías
resultan del retoque de los motivos decorativos
por cincelado, operación destinada a acentuar
el relieve de los prismas. Notamos que la
deformación generada por los golpes del cincel
ha inducido fracturas claramente visibles en los
nódulos de la mezcla eutectoide.
Otra sección permite observar la
microestructura del corte efectuado al nivel
del cuerpo del recipiente (fig. 7). La forma
poligonal de los granos indica que la aleación
se encuentra en un estado final recristalizado;
Figura 5 – La crátera de Vix (Châtillon-sur- las inclusiones de sulfuros de cobre son
Seine, Côte-d’Or, Francia)
fuertemente alargados: aparecen en la imagen
Mide 1,63 m de altura con un peso total de como líneas oscuras. Las características de esta
208,6 kg. Fabricado en el mundo griego al
final del siglo VI antes de Cristo. Este recipiente microestructura demuestran que la lámina
fue exportado a un pueblo celta delgada (aproximadamente 1 mm de grosor) ha
sido obtenida por martilleo. Se realizó, a partir
de un esbozo previamente vaciado, mediante
pasos de deformación alternados con recocidos de recristalización; la aleación
homogeneizada por el trabajo ha sido dejada en un estado final recocido. Las

Figura 6 – Observación en microscopio Figura 7 – Micrografía óptica, tras ataque


óptico, tras un ataque químico, de una químico, de la sección de la lámina del
sección perpendicular a la punta del cuerpo de la crátera de Vix (fig. 5)
prisma de una pieza de la cornisa que
El plano de observación es perpendicular
estaba fijada con remache bajo el borde
a una de las incisiones que forman los
de la crátera de Vix (fig. 5)
motivos decorativos de lengüetas, sobre
Las inclusiones de sulfuros de cobre, de el hombro del recipiente. Entre los
color gris, son de forma casi globular granos recristalizados, las estrías oscuras y
horizontales, se encuentran inclusiones de
sulfuros de cobre fuertemente alargadas

344
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

incisiones que forman la decoración de lengüetas sobre el hombro del vaso han
sido realizadas sin deformación plástica porque las inclusiones de sulfuro de cobre
son rectilíneas y no curvadas; no se trata de un trabajo de cincelado, sino más
probablemente de un trabajo de abrasión.
Los resultados del estudio metalográfico permiten obtener diversas conclusiones,
de las cuales cabe resaltar dos:
• La parte principal de la crátera, el recipiente de 1 100 litros de capacidad, ha
sido fabricado por medio del martillado. Esta notable fabricación, la cual pone en
juego cerca de 60 kg de metal, revela el alto nivel de conocimiento del artesano
o de los artesanos, ya que no solamente se debe martillar una pieza de grandes
dimensiones, sino también realizar una instalación (un horno) que permite
procesar adecuadamente los recocidos. Así, debe ser comparada con los demás
recipientes más pequeños y no con piezas de grandes estatuas obtenidas por
fundición.
• Al comparar las figuras 6 y 7, se observa, a través de la fracción de superficie
de las inclusiones de sulfuro de cobre, que en estas dos aleaciones de
aproximadamente 10 % de estaño, el contenido de azufre es claramente menor
en la lámina que forma el cuerpo del recipiente que aquello que constituye el
borde. Esta observación está comprobada por los análisis que indican que el
bronce de la cornisa ha sido preparado con un cobre «comúnmente limpio»,
que contiene aproximadamente 0,1 % de azufre, mientras la aleación que
constituye el cuerpo del recipiente es «notablemente limpio», con 10 veces
menos de azufre. Los artesanos muy probablemente han utilizado un cobre
de alta pureza para elaborar el bronce de la pieza más delicada que debían
elaborar, mientras que han empleado un cobre de calidad regular para elaborar
las piezas producidas por vaciado. Esto se puede explicar perfectamente por
el hecho de que la pureza no es un parámetro crítico para las piezas vaciadas,
mientras que sí lo es para el trabajo de deformación plástica. En efecto, durante
la deformación plástica todas las inclusiones son susceptibles de generar
concentraciones de tensiones al nivel de su interfaz con la matriz, creando sitios
potenciales para el inicio de fisuras. Mientras más grande sea el contenido de
azufre, más grande será el riesgo de que las fisuras se propaguen para llegar al
resultado de una ruptura.
Así, en la Europa Occidental del siglo VI antes de Cristo, suelen aparecer diferentes
ofertas de calidad de cobre en el mercado, los cuales debían tener, naturalmente,
precios variados. Entre los conocimientos aplicados en un taller, se encuentra también
aquél que consiste en tener un buen conocimiento de los proveedores de materias
primas y por lo tanto, de la calidad de los materiales propuestos, en un contexto de
circuitos de confianza en paralelo a los controles de propiedades mecánicas.

4. LOS TALLERES DE FABRICACIÓN

La iconografía de la Antigüedad nos ofrece algunas imágenes de talleres de


metales. Desde la sepultura de Rekhmiré en el Egipto del siglo XV a.C., hasta la

345
Michel Pernot

estela romana de Aquileia (Italia), pasando por el fresco de los amorini orafi de la
casa de Vettii, en Pompeya, fechado antes del 79, cerámicas de la Grecia del siglo
V a.C., como la copa ática llamada «de la fundición» que se conserva en Berlín
(Rolley, 1983: 26-27), ilustran este tipo de actividad artesanal; sin embargo, estas
raras representaciones son muy convencionales y a veces poco realistas.
La excavación de talleres pertenecientes a culturas antiguas sigue siendo la fuente
documental más rica; existen vestigios —la experiencia arqueológica no deja de
demostrarlo— pero es necesario saber identificarlos porque son a menudo tenues
y/o muy degradados. Como quiera que estén, se han recuperado casi todos los
elementos metálicos para ser reciclados; las herramientas, así como todos los
dispositivos móviles o en estado de funcionamiento, han sido llevados al momento
de abandonar el sitio. Los vestigios no son, en muchos de los casos, espectaculares;
en particular porque las pequeñas unidades de fabricación de objetos pequeños
corresponden solamente a espacios de 20 a 30 m2, y en ocasiones, incluso menos,
donde funcionaban hornos de pequeñas dimensiones. Los restos de hornos de
ceramista son generalmente más grandes y mucho más fáciles de interpretar que
aquellos de metalurgista.
Desde los últimos veinte años, se han podido llevar a cabo y publicar diversas
excavaciones de talleres de metales y aleaciones no ferrosos. En Francia, y por las
aleaciones a base de cobre, se pueden señalar los siguientes sitios arqueológicos:
Les Rochereaux, cerca de Poitiers, para el siglo II a. C. (Toledo I Mur & Pernot,
2008), La porte du Rebout en el monte de Beuvray para el siglo I a. C. (Pernot,
1993; Pernot, 1998), Le lycée militaire, en Autun, para el periodo romano
(Chardron-Picault & Pernot, 1999), así como La rue de Saint-Malo, en Rennes
(Mothes & Pernot, 2008) y Le Grand-Hôtel
de Bordeaux, en Bordeaux (Pernot et al.,
2007). En Italia, se ha estudiado un taller
de trabajo en plomo, en Ercolano, cerca
de Nápoles, del primer siglo de nuestra
era (Monteix et al., 2008).
El taller de artesanos de bronce de La
porte du Rebout en el monte de Beuvray
(Nièvre et Saône-et-Loire, Francia) da
un ejemplo completo de resultados
obtenidos por la metodología que consiste
Figura 8 – Taller de bronce de La porte du Rebout en interpretar simultáneamente los
sur le mont Beuvray (Nièvre et Saône-et-Loire, vestigios muebles e inmuebles. Además
Francia)
de los vestigios tomados en cuenta en los
Estado de excavación final de la capa de ocupación
estudios arqueológicos corrientes (objetos
de funcionamiento, de los años 40-20 antes de
Cristo. La parte dedicada a la fundición aparece, con acabados, más o menos fragmentados),
un suelo negro, en el primer plano y a la derecha. hemos centrado nuestra atención
La parte reservada a las operaciones de moldeado especialmente en los vestigios de la
y de acabados se observa en el segundo plano; la
fabricación de piezas metálicas así como
superficie del espacio visible en la fotografía es
aproximadamente de 25 m 2 también de fragmentos de crisoles, de

346
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

moldes o de paredes de hornos, cuando se tratan de vestigios de arcilla cocida;


y de piezas de metal, además de fragmentos de objetos, es decir principalmente
desechos de trabajo y algunas piezas abandonadas en el proceso de fabricación,
así como algunas herramientas, mayormente fragmentadas. La figura 8 presenta
una vista general del estado de excavación correspondiente a lo que subsiste del
espacio de trabajo; el estudio arqueológico de recipientes en cerámica y objetos
metálicos (monedas y fíbulas) indica que la fase de funcionamiento se sitúa entre
los años 40 a 20 antes de Cristo. La figura 9 ilustra los dos tipos de hornos utilizados.
La parte útil del pequeño horno de fusión de la figura 9a es sensiblemente
cuadrada, con un lado de 25 cm aproximadamente; en éste se puede derretir
algunas centenas de gramos de metal. Un espacio contiguo es probablemente
destinado a posicionar los moldes sobre el brasero y mantenerlos calientes durante
la operación de colada. El horno rectangular de la figura 9b, con una superficie
de 50 cm sobre 25 cm, en parte construido con tejas, ha calentado menos que el
anterior; se interpreta como un horno de recocido. Notamos que la interpretación
como horno de recocido solo es posible gracias al contexto de descubrimiento;
con respeto a la temperatura de funcionamiento —cerca de 700°C— un fogón de
este tipo, interpretado fuera de su contexto sería entendido como vinculado a usos
domésticos (preparaciones culinarias u horno de calefacción). Las dimensiones
de estos hornos, así como la capacidad de los crisoles indican que se producían
pequeños objetos (menos de 300 g de metal). Los análisis MEB-EDS en laboratorio
de la composición de las aleaciones demuestran que el latón con 20 % de zinc
era mayormente vaciado, martillado y recocido en este taller. Objetos en proceso
de fabricación abandonados o perdidos en los acondicionamientos del suelo del
taller indican que las fíbulas constituían una parte de la producción.
Es posible recomponer, gracias a un gran número de elementos analizados, el
estado del presente taller y su rango de producción. En una construcción de tierra
y madera, cerrado y abierto, una pieza, dividida en función de las etapas de
fabricación, agrupa todas las fases del trabajo (fig. 10). La organización del espacio

a b

Figura 9 – Vistas de detalles de dos hornos presentes en el taller de la figura 8


La dimensión más pequeña de cada uno de los hornos es de aproximadamente 25 cm.
a: Horno de fusión, a la izquierda, con el área para operaciones de coladas a la derecha; b: Horno
de recocido confeccionado en parte con tejas.

347
Michel Pernot

Figura 10 – Maqueta de restitución, a partir de los datos de la excavación, del


taller de bronce de La porte du Rebout (escala 1/10; museo de Bibracte,
Saône-et-Loire, Francia)
Se aprecia el taller por el lado de la vereda que bordea la calle. Al fondo se
realizan las actividades de fundición; en la fachada se localizan, a la izquierda,
los puestos para el martilleo, el moldeado y los acabados; a la derecha, la
confección de moldes, el almacenaje y la venta (según Pernot, 1998)

es la siguiente: hacia el lado de la calle, los artesanos martillan, recalientan y


acaban; en el lado opuesto, almacenan y preparan las ceras y los moldes; un
mostrador de venta se puede haber abierto hacia la calle. El fondo de la pieza
se dedica a la fundición; su ubicación, ligeramente excavada, proporciona un
sitio protegido del aire y poco iluminado y el suelo es negro como producto al
carbón de madera. Esta zona está adaptada a la buena lectura de las temperaturas
que acondicionan el éxito de las coladas de metal en los moldes. El espacio de
trabajo, de aproximadamente 30 m2, y su partición en función de las etapas de
fabricación, invita a proponer una división del trabajo en el taller. Con cada uno
de los cuatro puestos ocupado por obreros especializados (moldeado, fundición,
martilleo, acabado), la producción en serie puede resultar muy eficiente. En este
espacio, cuatro o seis personas, de las cuales una o dos son aprendices a quienes
se transmiten los conocimientos, pueden haber producido miles de fíbulas al año.
La reconstrucción del funcionamiento del taller de artesanos de bronce de La porte
du Rebout aporta un elemento importante para la caracterización del «mundo»
de los artesanos del metal en esa cultura. El taller, que se localiza en un barrio
artesanal, es un pequeño espacio —y no una grán «fabrica»— habilitado en una
construcción, parte de la cual era de uso doméstico.
Este nuevo dato aclara el funcionamiento de una sociedad que desarrolla, a gran
escala, desde hace solo un siglo, la práctica de una organización urbana. Esta
conlleva, más allá de funciones políticas y religiosas, una importante función
comercial que incluye una actividad manufacturera de producción de grandes
series. Una de las tendencias generales de la sociedad celta en su camino a la

348
Técnicas del metal y talleres, de la edad del Bronce final al periodo romano en la Europa occidental

romanización —el caso preciso del funcionamiento de este taller se ubica entre
la conquista de César y las grandes reformas de Augusto— es buscar producir
más, más rápidamente y a menor costo, a través de selecciones de aleaciones y
procesos de fabricación conformes a este objetivo. Esto se inscribe en la evolución
general, observable durante la segunda edad del Hierro en Europa, en la cual
los objetos metálicos contribuyen cada vez más, independientemente de su rol
de ostentación social, al desarrollo de una economía de consumo de bienes
producidos en grandes series. Se trata no solamente de monedas, sino también
de herramientas agrícolas de hierro y atuendos de vestir hechos en aleaciones
a base de cobre. Como corolario, los presentes datos sobre esa cultura material
conllevan, a pesar de la ausencia de textos, a proponer que el estatus de los
artesanos, el régimen de tasas de la circulación de las materias primas como de los
productos acabados, evolucionan en paralelo a la construcción de una sociedad
estatal urbanizada. Finalmente, es muy probable que la innovación técnica —el
desarrollo de la utilización del latón, por ejemplo— se vea estimulada en el marco
de una economía de competencia.

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IFEA
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Estudio arqueometalúrgico de un taller de


transformación de cobre y de aleaciones
tumbaga en el sitio de huacas de Moche

Carole Fraresso*

Resumen
La excavación arqueológica del Centro Urbano mochica, localizado entre los templos monumentales
de la huaca de la Luna y la huaca del Sol se inició en 1995 con el fin de mejorar el entendimiento
de la organización sociopolítica y económica del fenómeno cultural Mochica (150-850 d. C), en la
costa norte del Perú. Los resultados, basados en el estudio de vestigios en cerámica, textiles y piedras
semipreciosas registrados en varios talleres, han mostrado que diferentes actividades de producción
especializada, para la fabricación de los objetos suntuarios que se utilizaban en las ceremonias del
sitio, estaban controladas por los miembros de la elite local. En 2003, la excavación de un taller
metalúrgico, localizado en el complejo residencial CA-27, brindó la oportunidad de examinar, desde
un punto de vista arqueológico y tecnológico, los materiales y los procesos que eran empleados por un
grupo de artesanos de la huaca de la Luna.
El estudio de los vestigios materiales consistía, en primer lugar, en identificar por medio de exámenes
visuales los diferentes tipos de «desechos» y las estructuras. Luego, se realizó el estudio tecnológico
de varios tipos de vestigios metálicos (lingotes, caídas de metal, barras planas, fragmentos de varillas,
fallas de fabricación, etc.) y de artefactos no metálicos (fragmentos de crisoles, escorias de fusión,
toberas de arcilla, etc.) por medio de exámenes metalográficos de probetas observadas en sección.
Las composiciones químicas han sido obtenidas con un sistema de análisis en dispersión de energía de
rayos X (EDXS) acoplado al microscopio electrónico de barrido.
Los resultados permiten discutir nuevos datos directamente ligados a la organización local de un taller
metalúrgico. Además permiten caracterizar las aleaciones, procesos, técnicas de dorado y «cadenas
operativas» que empleaban los artesanos de la capital de la región Mochica Sur, entre aproximadamente
600 y 700 d.C.

Palabras clave: metal, tumbaga, Mochica, estudio tecnológico, taller, producción artesanal,
arqueometalurgia

* Institut de Recherche sur les Archéomatériaux IRAMAT-CRP2A UMR5060-CNRS. Université Michel


de Montaigne de Bordeaux 3, Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima.

351
Carole Fraresso

Étude archéometallurgique d’un atelier de transformation de cuivre et


d’alliages tumbaga du site huacas Moche
Résumé

La fouille archéologique du Centre Urbain Mochica, qui se trouve entre les temples monumentaux de la
huaca de la Luna et de la huaca del Sol, a été entreprise en 1995 afin de mieux comprendre l’organisation
socio-politique et économique du phénomène culturel Mochica (150-850 ap. J.-C.), sur la côte nord du
Pérou. Les résultats, qui se fondent sur les vestiges de céramiques, de textiles et de pierres semi-précieuses
mis au jour dans plusieurs ateliers, ont montré que différentes activités de production spécialisée étaient
sous le contrôle des membres de l’élite locale pour répondre aux besoins matériels des cérémonies qui
avaient lieu dans ces temples. En 2003, la fouille d’un atelier métallurgique, localisé dans le complexe
résidentiel CA-27, a permis d’examiner, d’un point de vue archéologique et technologique, les matériaux
et les procédés qui étaient utilisés par un groupe d’artisans de la huaca de la Luna.
L’étude des vestiges matériels a d’abord consisté à identifier, par des examens visuels, les différents types
de « déchets » et les structures. S’en suivit l’étude technologique de plusieurs types de vestiges métalliques
(lingots, chutes de métal, barres planes, fragments de tiges, ratés de fabrication, etc.) et d’artefacts
non métalliques (fragments de creusets, scories de fusion, tuyères en argile, etc.) par des examens
métallographiques en section. Les compositions chimiques ont été obtenues avec un système d’analyse
en dispersion d’énergie de rayons X (EDXS) couplé à un microscope électronique à balayage (MEB).
Les résultats obtenus livrent un éclairage nouveau sur l’organisation locale d’un atelier métallurgique.
De plus, ils permettent de caractériser les alliages cuivreux, les procédés, les techniques de dorure et
les « chaînes opératoires » qu’employaient les artisans de la capitale de la région Mochica Sud, vers
600-700 ap. J.-C.

Mots clés: métal, tumbaga, Mochica, étude technologique, atelier, production artisanale,
archéometallurgie

Archaeometallurgical study of a copper and tumbaga alloy workshop


at the site of Huacas de Moche

Abstract

The archaeological excavation of the Moche urban centre, located between the monumental temples
called Huaca de la Luna and Huaca del Sol, began in 1995 to get a better understanding of the social,
economic and political Moche Culture phenomena of the northern coast of Peru (150-850 AD.). The
results based on ceramic, textile and semiprecious stones remains, found in craftsmen workshops,
establish that different activities of specialized production were controlled by elite people to provide
the ceremonial services of both temples. In 2003, the archaeological excavation of a metallurgical
workshop, located in the residential complex CA-27, created the opportunity to examine, from the
archaeological and technological point of view, the workshop manufacturing processes used by a
Huaca de la Luna craftsmen group.
The study of the materials remains firstly consists of identifying, by external observation, the different
types of remains and structures. Secondly, we proceed to the technological study of selected metallic
artifacts (ingots, sheets off-cut, flat bars and rods fragments, spoilt objects, etc.) and non-metallic
artifacts (crucibles fragments, smelting slag, clay tuyeres, etc.) by metallographic examinations cross-
section samples. Chemical compositions were obtained with an EDXS analysis system associated to
a Scanning Electron Microscope.Some results obtained make it possible to discuss the new data’s
implications regarding local metallurgical workshop organization. Furthermore, they permit us to
characterize base copper alloys, processes, gilding techniques and “operating chain(s)” that were
employed by the craftsmen of the Moche southern capital, between 600 and 700 A.D.

352
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Key words: Metal, tumbaga, Mochica, technological study, metal workshop, craft production,
archaeometallurgy

INTRODUCCIÓN
Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo durante los veinte últimos años
en los principales sitios mochicas de la costa norte del Perú, y el descubrimiento
de varias tumbas «reales», en Dos Cabezas, El Brujo, Sipán, San José de Moro,
Pacatnamú, huaca del Pueblo y la huaca de la Luna indican claramente el uso
recurrente de numerosos adornos de metal en cobre y aleaciones preciosas de
calidades, estética y técnica muy notorias, entre 150 et 650 a. C. Los estudios
iconográficos y estilísticos han demostrado que los adornos suntuarios y objetos
ceremoniales de metal, principalmente descubiertos en contextos funerarios y
rituales, eran esencialmente fabricados para plasmar la identidad social de los
actores políticos de esta importante sociedad del antiguo Perú. La función de los
adornos de metal no era solamente estética sino más bien un medio de expresión,
para esta sociedad sin escritura, para justificar, comunicar y vehicular los mitos y
los símbolos de los diferentes poderes dominantes.
Sin embargo, hasta la fecha, muy pocos sitios o espacios de producción vinculados a
las actividades del metal son conocidos para los periodos de la cultura Mochica. En
el presente artículo, examinamos un espacio donde se llevaban a cabo actividades
metalúrgicas para la fabricación de objetos singulares que eran probablemente
directamente relacionados con las ceremonias y rituales que se realizaban en los
templos de la capital Mochica.
El objetivo de este trabajo es doble1. En primer lugar, se trata de realizar una
primera caracterización de los materiales, dispositivos y procesos que entran en
la o las «cadena(s) operativa(s)» de fabricación del taller metalúrgico de la huaca
de la Luna para responder a ciertas preguntas específicas: ¿Qué metal(es) y/o
aleación(es) trabajaban los metalurgistas mochicas en este taller? ¿Recurrían a la
fundición? Y si lo fuera, ¿Cómo y con qué tipo de dispositivos (hornos, sistema de
ventilación), de herramientas (moldes, crisoles, etc.) y procesos? ¿Cuáles fueron las
técnicas de fabricación utilizadas? ¿Recurrían a técnicas de deformación? En fin,
¿qué tipo(s) de pieza(s) eran manufacturadas en este taller?
En segundo lugar, pretendemos mejorar nuestra comprensión acerca de la
organización del mundo artesanal de la sociedad Mochica. En efecto, comprender
la organización espacial en barrios artesanales, los fenómenos de concurrencia o
de complementariedad de la producción entre diferentes unidades o acercarse al
rol y la posición social de los artesanos del metal son aspectos determinantes en

1 Este estudio entra en el marco más amplio de un trabajo de tesis doctoral llevado a cabo en
cooperación con el Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna-UNT, el Instituto Francés de Estudios
Andinos-IFEA y la Universidad Michel de Montaigne de Burdeos 3, Francia (Fraresso, 2007).

353
Carole Fraresso

la definición de los sistemas económico, técnico, social y político que estructuran


esta compleja sociedad.

1. EL TALLER METALÚRGICO DEL COMPLEJO RESIDENCIAL CA-27

1. 1. Localización y descripción

Los trabajos de investigación llevados a cabo por los arqueólogos, tanto durante
las excavaciones del Núcleo Urbano como en el templo de la huaca de la Luna,
indican que la población residente en este lugar incluía, además de dirigentes de las
esferas religiosas y administrativas, habitantes de clase media, cuyo estatus variaba
seguramente en función de las actividades y de las responsabilidades empeñadas
en cada sector: económico, administrativo y artesanal (Uceda, 2004b).
La organización urbana (canales de abastecimiento de agua, vías de circulación,
plazas públicas, residencias administrativas) y el desarrollo de las actividades
artesanales en la ciudad, durante las fases III y IV del sitio, es decir entre 400 y
900 d. C., parecen corresponder a una evolución neta de la división del trabajo
y una organización corporativa en la cual ciertos especialistas eran directamente
implicados en la producción de bienes de lujo (Canziani, 2003). Estos especialistas
trabajaban en un ámbito necesariamente estructurado en el cual sus tareas eran
controladas por y para la élite.
Durante la excavación arqueológica del complejo arquitectónico 27 (fig. 1), en
2003, los arqueólogos localizaron en el subconjunto 32, dos espacios (27-15 y
27-30), de 67 m2 y 55 m2, donde se registraron evidencias directas de actividades
metalúrgicas del cobre y/o de aleación(es) de cobre. Los diversos vestigios materiales
encontrados en el taller eran asociados a la capa de ocupación 2 (penúltima) que
corresponde a la fase IV de Larco, es decir entre 600 y 700 d. C. (fig. 2).
El ambiente 27-30, que sufrió modificaciones formales y funcionales a manera
de ampliaciones, consta de una pieza principal que está delimitada, al oeste,
por un acceso directo al Callejón Sur 27 y, al este, por una serie de pequeños
depósitos (27-25, 27-27, 27-28 y 27-29) (Chiguala et al., 2003: 112). Varios
vestigios materiales metálicos (fragmentos de láminas, varillas y barras, masas de
metal, gotas y salpicaduras de metal, zona de sales de cobre en el suelo) asociados
a vestigios cerámicos (fragmentos de crisoles con restos de metal adherido en
vitrificaciones, pequeñas toberas) y vestigios líticos (yunque, percutores y
pulidores), fueron registrados directamente sobre el piso y el relleno asociados a la
capa 2 del espacio 27-30 (Chiguala et al., 2003; Rengifo & Rojas, 2004). Notamos
la similitud de ciertos vestigios encontrados en el espacio 27-15, localizado al
norte del taller 27-30. Sin embargo, el mal estado de conservación, resultante
de la huaquería, así como la falta de vestigios en contextos primarios, no nos
permiten determinar la función artesanal exacta de este espacio.

2 El subconjunto 3 tiene una superficie de 290 m2.

354
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Figura 1 – Localización de los sectores excavados en el centro urbano del sitio arqueológico de huaca de la Luna

355
Plano: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna
Carole Fraresso

Figura 2 – Complejo residencial CA-27


Localización de los espacios 27-15 y 27-30 en el subconjunto 3 donde se registraron diferentes categorías
de vestigios materiales relacionados con actividades metalúrgicas (Plano: Proyecto Arqueológico Huaca de
la Luna)

1. 2. Testigos materiales de actividades metalúrgicas

Un total de 467 fragmentos y elementos metálicos, 92 fragmentos de crisoles


con restos de productos de corrosión de cobre, fragmentos de tiestos de
cerámica gruesa con metal vitrificado y 27 pequeñas toberas rectas con extremo
redondeado se encontraron en el subconjunto 3 del complejo CA-27. Con el fin
de comprender la organización del trabajo en el taller metalúrgico, convenía, en
un primer tiempo, localizar e identificar el material metálico, cerámico y lítico
presente en los ambientes 27-30 y 27-15 del subconjunto 3. La totalidad de
los vestigios ha sido observada y registrada en una base de datos para intentar
determinar su función y luego proceder a la selección del muestreo. El material
estudiado en el presente trabajo procede del contexto primario de la capa 2 y del

356
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

relleno asociado específicamente al espacio 27-30 (fig. 3a). Sin embargo, algunos
objetos directamente asociados al piso 2 del espacio 27-15 fueron también
seleccionados con el fin de realizar comparaciones.
Los primeros exámenes han permitido distinguir que estos vestigios resultaban
de actividades metalúrgicas asociadas a un taller de transformación del metal, es
decir donde se transformaba el metal para fabricar objetos. Recordamos que las
actividades metalúrgicas ligadas a la elaboración del metal, es decir a la obtención
del metal a partir de un mineral, no se llevan a cabo en el mismo sitio y no
son realizadas por los mismos hombres. Generalmente, un taller de elaboración
produce materias primas que serán luego trabajadas en otro sitio, en un taller de
transformación (Shimada, 1994: 202-203; Pernot, 2002: 123).

2. METODOLOGÍA ANALÍTICA

El estudio tecnológico consiste en realizar un examen metalográfico de muestras


pulidas, previamente realizadas en objetos seleccionados a partir de las preguntas
definidas. A continuación, se realizan análisis de composición elemental con el fin
de caracterizar los materiales considerados3.
Debido a las malas condiciones de preservación del material metálico (sin
resistencia mecánica/sin metal sano), el muestreo se restringió a 15 piezas
metálicas y las muestras realizadas son de pequeño tamaño4 (unos cuantos mm3).
Una preparación larga y meticulosa es necesaria para realizar los exámenes y
los análisis. Cada muestra ha sido engastada en una resina sintética, la cual se
coloca de tal manera que las observaciones se realizan en el plan direccional
elegido: longitudinal y/o transversal. Las muestras, así preparadas, recibieron
luego un cuidadoso proceso de pulido con diferentes pastas y papeles abrasivos
de granulometría cada vez más fina, de 50 µm a 0,25 µm.
Observaciones microscópicas de las muestras pulidas permiten caracterizar
las diferentes inclusiones (óxidos, plomo y sulfuros) presentes en el metal o la
aleación (Pernot & Hurtel, 1987). Luego, las observaciones microscópicas de
las muestras atacadas químicamente con una solución ácida5 permiten revelar
la microestructura granular del metal (o de la aleación) y obtener informaciones
acerca de la historia termomecánica del material, es decir sobre los últimos
procesos de fabricación —mecánicos y/o térmicos— aplicados a la zona del
objeto observada (Pernot, 1999: 66).

3 Los análisis físico químicos fueron realizados en el laboratorio del Institut de Recherche sur les
Archéomatériaux IRAMAT-CRP2A UMR 5060-CNRS. Université Michel de Montaigne de Bordeos.
4 El muestreo ha sido efectuado con una sierra de orfebre.
5 Percloruro férrico alcohólico: mezcla de 20 ml de cloruro férrico (FeCl3, d=1,26), 2 ml de acido
clorhídrico (HCl, d=1,18) y 96 ml de etanol (C2H5OH, d=0,79).

357
Carole Fraresso

Posteriormente, análisis elementales de composición, globales y locales, fueron


llevados a cabo por medio de un sistema de espectrometría de rayos X en dispersión
de energía, asociado con un microscopio electrónico de barrido (MEB/EDXS). El
principal interés de esta asociación fue la posibilidad de realizar análisis globales
del metal/aleación, aún presente, apartando los productos de corrosión, así como
análisis locales, focalizando el haz sobre una inclusión o un grano (Pernot, 2002).

3. RESULTADOS

3. 1. Dispositivos de calentamiento: hornos

Teóricamente, los tipos de hornos encontrados en talleres metalúrgicos de


transformación se dividen en dos grandes familias, dependiendo de su función:
horno de fusión y horno de recalentamiento. Estos aparatos metalúrgicos, muchas
veces mal conservados o frecuentemente confundidos con fogones de combustión
simples, son raras veces descubiertos o reconocidos in situ.
Cuatro dispositivos se reparten en el taller 27-30 (fig. 3a). En la zona sureste del
ambiente, los arqueólogos registraron en el suelo una amplia zona de combustión
o fogón, cuya forma y dimensiones (¿hoyo, hondonada?) no son especificadas
(Chiguala et al., 2003). Estaba asociada a varios fragmentos de cerámica de pasta
gruesa con restos de metal en vitrificaciones, pequeñas escorias de fusión, gotitas
y salpicaduras de cobre, probablemente caídas del crisol durante el proceso de la
colada del metal6, así como pequeñas toberas.
Cerca a esta zona carbonosa, se encontró un yunque fragmentado de piedra in situ
(fig. 3b). Mide 29 cm por 24 cm con un espesor de 6 cm y pesa aproximadamente
9 kg. La superficie rugosa de este yunque presentaba algunos restos de bolas
metálicas adheridas; las gotitas y salpicaduras de metal se registraron dispersas
alrededor suyo. Las dimensiones y las características de esta estructura no parecen
específicamente asociadas a operaciones de deformación como el martillado, sino
más bien a procesos diversos como el machacado u otras operaciones que entran
necesariamente en la cadena operativa de un taller metalúrgico: preparación de
las pastas arcillosas adecuadas para fabricar los crisoles, las toberas y/o de los
moldes, operaciones de desmolde7, etc.
Los fragmentos de cerámicas de pasta gruesa con restos de metal en vitrificaciones
(fig. 4) podrían corresponder por ejemplo a los restos de una capa de arcilla gruesa
enlucida en un hoyo acondicionado en el suelo, muy similar a los tipos de hornos que
registró el equipo de Shimada en el taller de fundición de Pampa Grande (1994: 206).
Este conjunto de indicios materiales suele indicar cuáles actividades de fusión
(preparación de metal o de aleaciones) eran realizadas in situ. Sin embargo, queda

6 Estos desechos son generalmente reciclados, pero a veces da la casualidad que se encuentran
alguno de ellos.
7 Acción que consiste en romper el molde para retirar la(s) pieza(s) vaciada(s).

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Figura 3 – a: Taller en proceso de excavación y localización de las zonas de combustión en la pieza principal 27-30; b: Yunque o mesa de
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

trabajo in situ
Fotos: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna

359
Carole Fraresso

Figura 4 – Fragmentos de cerámicas con evidencias de vitrificaciones de aspecto «burbujoso»


que resultan de actividades de fundición del cobre (1 083°C)

difícil determinar con certeza el tipo exacto de operación llevado a cabo en esta
parte del taller.
Del norte al sureste del espacio 27-30, tres zonas circulares de combustión están
también señaladas (Chiguala et al., 2003; Rengifo & Rojas, 2004). La primera se
localiza contra la pared del límite norte del ambiente, las dos otras se ubican, un
poco hacia atrás, en el centro del ambiente. Estas dos últimas, siendo de forma
muy simple, a modo de pequeños fogones, parecen corresponder a hornos de
recocido8. Entre los tres fogones se destaca una estructura circular simple, de
aproximadamente 30 cm de diámetro, con gran cantidad de carbón y ceniza blanca.
En el centro de la estructura era colocado sobre el suelo un adobe fuertemente
rubificado por el fuego (fig. 5). Este dispositivo circular abierto correspondía
muy probablemente a un horno de fusión. Así, el crisol conteniendo el metal a
derretir se acuña sobre el adobe en el centro del fogón; el horno, alimentado con
carbón de madera y ventilado con uno o varios sopletes, permite llegar a la fusión

8 Los hornos de recocido entran en el proceso de fabricación de piezas deformadas plásticamente.


El trabajo en frío hace que rápidamente el metal se vuelva frágil y quebradizo. Para facilitar la
propagación de las dislocaciones y homogeneizar la nueva estructura cristalina del metal, es decir
para que el metal trabajado pueda ser nuevamente deformado plásticamente sin miedo a que se
quiebre, el artesano aplica un recocido de recristalización a la pieza, lo cual es un recalentamiento
lento, debajo del punto de fusión. Recocidos sucesivos están, necesariamente, practicados durante
el trabajo del martillado para obtener láminas finas.

360
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Figura 5 – Vestigios de un posible dispositivo de fusión: horno


abierto
Foto: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna

del cobre (1 083°C) o aleaciones con base de cobre (aproximadamente 950°C,


dependiendo de la aleación). La localización de este horno contra la pared del
ambiente, podría explicarse por la búsqueda, de parte de los metalurgistas, de un
lugar más oscuro que les permitirá garantizar la buena lectura de las temperaturas
del metal (para la colada) y/o para efectuar operaciones de fundición al abrigo
de los corrientes de aire; estas implican, en efecto, un control cuidoso de las
temperaturas del horno (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 197).
La ventilación controlada de los hornos se efectuaba mediante sopletes, cuya
evidencia arqueológica son las 27 toberas de arcilla cruda registradas (fig. 6). Estas
pequeñas toberas, de aproximadamente 3 cm de largo, son de forma recta y
presentan pocas alteraciones al nivel de su nariz o extremo inferior: vitrificaciones,
restos de metal adherido, fisuras, etc. Solo algunos especímenes muestran ligeras
alteraciones al nivel del extremo inferior como zonas de color negro y, a veces,
pequeñas zonas microporosas ligeramente vitrificadas. Estas observaciones sugerían
que la nariz de ciertas toberas estuvo directamente en contacto con la zona de
combustión, en atmósfera reductora (lo que explica el color negro); el cuerpo de
la tobera (rojizo), quedó expuesto al aire, en atmósfera oxidante. Sin embargo, la
gran mayoría del corpus de las toberas presentaba un color rojizo homogéneo o
ligeramente anaranjado en la parte de la nariz. Estas observaciones indican que
estas no estuvieron en contacto con el fogón. Las pequeñas dimensiones de las
toberas, así como las características de los tipos de alteración observados parecen
más bien indicar que se ubicaban encima del crisol, inclinados a 45°, de manera
que el chorro de aire esté directamente dirigido sobre el metal dispuesto en el
crisol (Oberweiler, 2005).

361
Carole Fraresso

Figura 6 – Ejemplos de toberas encontradas en


los talleres 27-15 y 27-30
Ciertas de ellas están decoradas con motivos
incisos. Varias toberas presentan una
ligera alteración de color así como zonas
microporosas ligeramente vitrificadas al nivel
de la nariz con forma redondeada (extremo
inferior)

3. 2. Recipientes de «cerámica»: los crisoles

Los fragmentos de crisoles y de moldes son vestigios materiales directos de las


actividades metalúrgicas de fusión. Más de 90 fragmentos claramente identificados
como crisoles fueron descubiertos en los espacios 27-30, 27-15, 27-25 et 27-27
(fig. 7). Se caracterizan por una pasta arcillosa muy porosa, de color gris oscuro
con, en algunos casos, restos de pequeñas inclusiones claras. Generalmente, el
lado convexo de los crisoles o de fragmentos de crisoles es colorado por zonas de
color verde y roja, y las vitrificaciones son muchas veces distinguibles. Ninguno
de los fragmentos de crisoles, registrados en el taller del CA27 presentaba
vitrificaciones visibles al ojo; la superficie interna solo presentaba una fina capa de
óxidos de cobre que podría indicar que los crisoles habían servido para una sola
operación de fundición. La superficie alisada del lado cóncavo de los fragmentos
observados indica que la preparación de estos recipientes ha sido relativamente
cuidada. La superficie, de color gris a dominante rosada, no presentaba restos de
óxidos de cobre. El lado cóncavo corresponde a la parte que estará directamente
en contacto con el horno. Su color rosado resulta de la atmósfera oxidante en

362
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

la cual se expone el crisol al retirarse del horno para realizar la colada del metal
derretido (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 188).
La forma y dimensiones de crisoles enteros utilizados por los metalurgistas
mochicas eran, antes del presente estudio, totalmente desconocidas. Sin embargo,
la observación del fragmento 27-30 B.351 nos ayudó para reconstituir la forma
aproximada de ciertos tipos de crisoles utilizados en este taller (fig. 8). El crisol
tiene forma de pequeña copela, de 5 cm de diámetro y 3 cm de profundidad,
a la cual, por lo menos, un asa ha sido modelada en el borde; su volumen es
aproximadamente 30 ml, o sea 0,03 litros de metal.

Figura 7 – Ejemplos de fragmentos de crisoles registrados Figura 8 – Crisol en forma de copela utilizado en
en el contexto primario y el relleno asociado al piso el taller 27-30 que tiene por lo menos una asa
(penultima) de los espacios 27-15, 27-30 y el depósito moldeada en su borde
27-25 Dibujo realizado a partir del fragmento 27-30 B.351.
El volumen total del recipiente es 30 ml. El volumen
calculado es aproximativo porque este tipo de
recipiente nunca se rellena totalmente (Dibujo: A.
Rohfritsch)

3. 2. 1. ¿Que derretían los metalurgistas de la huaca de la Luna en estos


crisoles?
Dos fragmentos de crisoles fueron sometidos a análisis de laboratorio con el fin de
determinar, primero, cuál(es) tipo(s) de metal(es) y/o aleación(es) era(n) fundido(s)
en estos recipientes; y luego, para tratar de obtener informaciones relativas a la(s)
receta(s) de preparación de los crisoles (fig. 9). Los primeros resultados presentados
en este trabajo constituyen un estado inicial y exploratorio de investigación puesto
que ningún otro estudio comparativo existe; estudios complementarios deben ser
desarrollados en este campo.

363
Carole Fraresso

Se realizaron dos secciones de


fragmentos de crisoles, engastadas
y luego pulidas. Se siguió el mismo
protocolo, previamente descrito, para
realizar exámenes microscópicos y
análisis MEB/EDXS.
El espesor del cuerpo de los crisoles
está comprendido entre 12 y 20 mm.
La observación en sección transversal
Figura 9 – Localización de la muestra efectuada en sección del fragmento 27-30 B.351 muestra
transversal en el fragmento de crisol 27-30 B.351 tres zonas distintas de aspecto muy
El segundo fragmento 27-15 B.355 ha sido totalmente heterogéneo (fig. 10). La segunda
engastado en resina y observado en sección transversal muestra considerada, 27-15 B.355,
presenta las mismas características
analíticas; solo presentaremos los
resultados del estudio del 27-30 B.351.
La zona 1 corresponde a la pasta original del crisol (fig. 10). Esta amplia zona
de 8 a 15 mm de espesor es muy porosa. Los poros observados se relacionan
probablemente con improntas del desgrasante orgánico (excrementos de
animales, pelos, fibras vegetales, etc.) utilizado en la preparación de la pasta
del crisol (Valencia Espinoza, 2001: 38; Oberweiler, 2005; Fraresso, 2008); sin
embargo, es difícil, en este caso, identificar precisamente
la naturaleza exacta del desgrasante (vegetal o animal).
La presencia de granos de cuarzos es dominante; estos
son visibles al ojo y algunos tienen un tamaño del orden
del milímetro. Los análisis llevados a cabo en esta matriz
de color gris oscuro, y presentados en la figura 11,
indican naturalmente la presencia mayoritaria del silicio
(65-70 % en SiO2), siendo los otros elementos mayores
constituyentes de la pasta arcillosa: el aluminio (15-17 %
en Al2O3) y el hierro (7,5- 8,5 % en Fe2O3). El color gris
oscuro de la pasta interna resulta del ámbito reductor
generado por el horno alimentado en carbón de madera
y el metal durante la fusión (Chardron-Picault & Pernot,
1999: 188).
La zona 2 es más heterogénea y muestra zonas
de diferentes colores (fig. 10). Esta capa con color
dominante rojo, tiene un espesor entre 3 y 4 milímetros.
Está salpicada por zonas de color verde intenso que
Figura 10 – Sección pulida del corte
transversal del fragmento de crisol 27- se explican por la presencia del cobre y se distinguen
30 B.351 observado con microscopia específicamente en esta capa nódulos metálicos de
óptica dimensiones variables (de 100 µm a 1 mm). Los análisis
Una neta estratificación de zonas globales en la zona roja muestran una disminución
heterogéneas es visible: (1), (2) y (3) sensible de los porcentajes en silicio (46-52 % en SiO2),

364
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

en aluminio (8,5-15 % en Al2O3) y hierro (3-4 % en Fe203) en paralelo a la aparición


de óxidos de cobre, entre 5 y 12 % en CuO (lo que explica el color) y un fuerte
aumento del calcio (17-23 % en CaO). Subrayamos también la aparición del fósforo
(2-3 % en P2O5) que está asociado al calcio (fig. 11). La presencia de fosfato de
calcio parece indicar el añadido intencional de ceniza de huesos (probablemente
animales) en la preparación de la pasta arcillosa como desgrasante, pero otros
estudios comparativos son necesarios para averiguar la receta de preparación de
estos crisoles9. Se observan igualmente, en esta capa, algunos poros que resultan
del encierro de gases durante la vitrificación de «escorias internas» en los crisoles
de fusión (Queixalos et al., 1987). Numerosos nódulos metálicos se observan
también en este estrato que atestiguan tanto la presencia de escorias internas,
como de la fusión del metal en el recipiente.

Na2O MgO Al2O3 SiO2 P2O5 K2O CaO TiO2 Fe2O3 CuO
Zona 1 1– 15 - 65 - 7,5 –
1,5 - 2 Nd 2-3 1-2 0,7 Nd
gris 1,5 17 70 8,5
Zona 2 1,5 - 2- 8,5 - 46 - 1,5 17 -
1-2 0,5 3-4 5 - 12
rojo 2,5 3,5 15 52 -3 23
Zona 3 42 - 1- 1, 5
Nd 1-2 5-7 1 2-3 Nd 30 - 42
verde 60 1,5 -2, 5

Figura 11 – Composición elemental de óxidos (wt%) de cada estrato observado en la sección transversal
del fragmento de crisol 27-30 B.351
Teniendo en cuenta la gran heterogeneidad del material, se presentaron los porcentajes mínimos y máximos
de los diferentes elementos constitutivos. Los nódulos metálicos no han sido tomados en cuenta en esta
serie de análisis. Nd= no detectado

Una segunda serie de análisis puntuales se llevó a cabo con el fin de determinar
qué tipo de metal o aleación se fundía(n) en estos crisoles. Se reportaron los
resultados en la figura 12.
Los nódulos metálicos están esencialmente compuestos de cobre aleado con
oro, en porcentajes variables (entre 2 y 11 %). Los bajos porcentajes de plata
detectados (≤ a 2 %) corresponden seguramente a impurezas naturales del oro.
A este paso del estudio, dos hipótesis pueden ser consideradas:
1) aleaciones ya «listas» bajo forma de pequeños lingotes y traídos al taller desde
otro lugar, los cuales eran refundidos en los crisoles del taller para refinarlos;
2) o el mismo metalurgista preparaba aleaciones en este espacio, en cantidades
previamente definidas, dependiendo de los objetivos técnicos y/o estéticos
buscados.

9 Una mezcla de arcilla con ceniza de huesos parece haber sido aplicada sobre la superficie interna
del crisol. Este tipo de enlucido (o cemento) facilitará la separación de las impurezas presentes en
el metal o la aleación a fundir; es decir que una parte de las suciedades serán «chupadas» por el
cemento.

365
Carole Fraresso

Metal o
Código Tipo de objeto Composición (wt%) Nota
Aleación
Cu Ag
Au (%)
(%) (%)
Escoria
Composición de
27-15 B.109 nódulos metálicos 97 - 99 nd nd
presentes en la matriz
vítrea
27-15 B.105 Fragmento de barra 99,8 nd nd S (0,2 %)
27-15 B.109 Gota de metal 100 nd nd
27-15 B.102 Lingote 100 nd nd
Cobre 27-30 B.17 Gota de metal 99,7 nd nd Si (0,3 %)
27-30 B.10 Gota de metal 100 nd nd
27-30 B.17 Cinta doblada 100 nd nd
Masa circular
27-30 B.68 100 nd nd
deformada
Barra con sección
27-30 B.09 100 nd nd
rectangular
Tratamiento
27-25 B.25 Espátula 100 nd nd
electroquimico
Varilla
Aleaciones 27-30 B.62 76 19,5 4,5
Fallo de fabricación
(Cu-Au-Ag)
Varilla
(Cu-Au) 27-15 B.59 98 1,5 0,5
abandonada en proceso
Figura 12 – Composiciones elementales de los nódulos metálicos observados en los cortes
transversales de los fragmentos de crisoles 27-30 B.351 y 27-15 B.355. Los resultados están
normalizados al 100 % (wt%). Los porcentajes del oro son muy variables, entre 2 y 11 %.
Nd= no detectado

La segunda hipótesis parece la más probable. La gran heterogeneidad de los valores


del oro, así como la presencia de dos nódulos en cobre no aleado, identificados
en la zona 2 del crisol 27-15 B.355, prueban claramente que estos crisoles servían
para preparar aleaciones con base de cobre y que el proceso de la fusión (la mezcla)
no era terminado. Es, entonces, a partir de cobre no aleado, probablemente
bajo forma de pequeños lingotes, que el metalurgista preparaba sus aleaciones,
añadiendo pocas cantidades de oro o practicando el reciclado de desechos o piezas
fuera de uso como caídas de metales (recortes de láminas de cobre dorado por
ejemplo) o piezas por reciclar conteniendo poco porcentaje de oro.
La zona 3, la cual pertenece a la superficie interna del borde del crisol, tiene un
espesor de 1 mm. Presenta un color verde y gris, esencialmente relacionada a la
presencia de óxidos de cobre, entre 30 y 42 % en CuO (fig. 11). Esta fina capa
corresponde a la pared interna del crisol (fig. 10).
La dimensión y la forma de los crisoles (de 0,03 l de capacidad), así como aquellas
de las toberas, demuestran que pequeñas cantidades de metal (300 g de cobre
máximo), y consecuentemente, objetos de muy pequeñas dimensiones, eran
fabricados en el taller de la huaca de la Luna. Los dos fragmentos de crisoles
estudiados en este trabajo están constituidos por una mezcla compuesta por una
arcilla, un desgrasante orgánico y un desgrasante mineral. Señalamos que esta

366
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

pasta arcillosa responde apropiadamente a las propiedades mecánicas necesarias


para la fundición del cobre y de aleaciones con base de cobre: resistencia a
altas temperaturas y a los choques térmicos que pueden producirse durante la
fusión del metal en el crisol. Una preparación particularmente cuidadosa ha sido
aplicada para la fabricación de estos recipientes pero es difícil determinar, a partir
de estos únicos ejemplos, si sus utilizaciones eran destinadas a una sola o varias
operaciones de fusión. Las recetas precisas utilizadas por los artesanos del valle de
Moche quedan además por explorar. El desgrasante orgánico (animal o vegetal), la
naturaleza mineral del desgrasante mineral, el añadido de cenizas de huesos en la
mezcla así como las proporciones exactas deben ser estudiadas en futuros trabajos.

3. 3. Los «desechos» metálicos del taller

El material metálico está constituido por pequeños «desechos», es decir pedazos


de metal que pesan algunos gramos; ningún objeto precioso (de oro o plata)
ha sido registrado en los espacios 27-30 ó 27-15 del taller. Los desechos suelen
identificarse como bases de cobre, cuyas composiciones químicas quedan por
determinar. El corpus registrado comprende caídas de metales (recortes de
láminas), esbozos abandonados durante el proceso de fabricación o fallas de
fabricación (barras y varillas de sección rectangular o circular, semi cuenta),
subproductos resultantes de operaciones de fundición (escorias de fusión10, gotitas
y salpicaduras), un pequeño lingote y semi productos (barras, masas metálicas
circulares) y por fin piezas acabadas que pueden ser productos manufacturados
en el mismo sitio o piezas fuera de uso depositadas en el taller y destinadas a un
futuro reciclado. Trataremos los objetos acabados con mucha prudencia puesto
que ningún criterio permite determinar si estuvieron fabricados o importados
en el taller: recordamos que no conocemos el tipo de organización relacionado
a las prácticas del reciclado en las actividades metalúrgicas mochicas, y más
globalmente a aquellas del antiguo Perú.

3. 3. 1. Objetos seleccionados
Una selección de 15 piezas metálicas, de las cuales se efectuó tomas de muestras
mínimas, se hizo para realizar la lectura tecnológica de los materiales y procesos
involucrados en el taller mediante las herramientas de laboratorio. En la totalidad
del corpus observado, ninguna pieza presentaba huellas de herramientas visibles
al ojo. Entre los objetos seleccionados, se pueden distinguir cinco categorías de
objetos: desechos resultantes de operaciones de derretido o fusión (dos escorias
y tres gotitas), piezas en curso de fabricación (una media cuenta, dos fragmentos
de barras con espesores respectivas de 2 y 5 mm y una masa metálica circular
deformada), fallos de fabricación y caídas de trabajo (una barra con sección

10 Impurezas que suben a la superficie de metal en fusión. El artesano puede sacar estos residuos con
un palillo o una varilla.

367
Carole Fraresso

rectangular, una cinta doblada tres veces y un fragmento de lámina con evidencias
de restos de dorado), semi productos (una masa metálica y una barra con sección
rectangular de 2 mm de grosor) y, finalmente, un objeto acabado (una espátula). El
conjunto de las muestras presenta un buen estado de conservación. De la muestra
total estudiada e ilustrada en la figura 13, solamente tres muestras (fragmento de
lámina dorada, media perla y una gotita) estaban fuertemente corroídas, es decir
que no quedaba metal susceptible de ser analizado.

Figura 13 – Selección efectuada a partir del corpus de piezas metálicas registradas en los
espacios 27-15 y 27-30 (enmarcados)
El espacio 27-25 corresponde a un pequeño depósito

368
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

3. 3. 2. Composición de los metales y aleaciones


Los resultados de las composiciones elementales obtenidas por cada pieza han
sido reportadas en la figure 14. El corpus estudiado se divide en tres grandes clases
de metales y aleaciones:
• Cobre no aleado (10 casos).
• Cobre poco aleado, con 1,5 % de oro, seguramente resultante del reciclado
(1 caso).
• Aleación ternaria con aproximadamente 20 % de oro, tipo Cu‑Au‑Ag tumbaga
(1 caso).
Entre los vestigios de cobre no aleado, se destacan claramente cuatro piezas que
corresponden a desechos resultantes de operaciones de fundición, como las
escorias de fusión y las gotitas de cobre. Cinco otros corresponden a vestigios
de la producción local (27-15 B.105, 27-15 B.102, 27-30 B.17, 27-30 B.68 y
27-30 B.09). Están compuestos de cobre remarcablemente «limpio», excepto el
fragmento de barra deformada 27-15 B.105 que presenta un bajo porcentaje de
azufre (0,2 %); el azufre aquí presente en estado de impureza está seguramente
relacionado al origen del mineral.
Metal o
Código Tipo de objeto Composición (wt%) Nota
Aleación
Cu Au Ag
(%) (%) (%)
Escoria
Composición de nódulos
27-15 B.109 97 - 99 nd nd
metálicos presentes en la
matriz vítrea
27-15 B.105 Fragmento de barra 99,8 nd nd S (0,2 %)
27-15 B.109 Gota de metal 100 nd nd
27-15 B.102 Lingote 100 nd nd
27-30 B.17 Gota de metal 99,7 nd nd Si (0,3 %)
Cobre
27-30 B.10 Gota de metal 100 nd nd
27-30 B.17 Cinta doblada 100 nd nd
27-30 B.68 Masa circular deformada 100 nd nd
Barra con sección
27-30 B.09 100 nd nd
rectangular
Tratamiento
27-25 B.25 Espátula 100 nd nd
electroquímico
Varilla
Aleaciones 27-30 B.62 76 19,5 4,5
Fallo de fabricación
(Cu-Au-Ag)
Varilla
(Cu-Au) 27-15 B.59 98 1,5 0,5
abandonada en proceso

27-15 B.59 Media cuenta - - - Dorado

Sin metal 27-30 B.17 Fragmento de lamina - - - Dorado


sano
27-30 B.17 Gota de metal - - -

Figura 14 – Composiciones elementales (wt%) de los diferentes objetos metálicos seleccionados


Los resultados están normalizados al 100 % (wt%). Nd = no detectado

369
Carole Fraresso

A continuación, la presencia de cobre poco aleado debe ser subrayada. Los


resultados de composición elemental del fragmento de una barra abandonada
en curso de fabricación indica la presencia del oro (1,5 % en Au) y de la plata
(0,5 % en Ag) en bajos porcentajes; estos elementos están presentes en estado
de impurezas; la plata siendo una impureza natural del oro. Notamos que la
voluntad, de parte del metalurgista de preparar aleaciones con tan poca cantidad
de oro es una hipótesis que debemos rechazar. En efecto, añadir 1,5 % de oro
no tendrá consecuencias sobre las propiedades mecánicas del cobre y este bajo
porcentaje de oro tampoco modificará el color de la aleación. Sin embargo, añadir
a un metal «nuevo» una aleación ya «hecha» facilita, por su bajo punto de fusión,
el arranque del proceso de aleación (Pernot, 1998a: 124). En el caso presente,
es muy probable que la poca cantidad de oro detectada no esté relacionada con
la intención de preparar una aleación, sino más bien atestigua la práctica del
reciclado, es decir de operaciones de refundición de objetos o desechos (caídas
de trabajo, fallos de fabricación, objetos, etc.), tal vez de cobre dorado.
En cambio, la barra con sección rectangular 27-30 B.62 compuesta por 76 %
de cobre, 19,5 % de oro y 4,5 % de plata es claramente una aleación ternaria
intencional donde la presencia de la plata es probablemente también asociada a
la del oro. Esta categoría de aleación corresponde a aleaciones preciosas de color
amarillo que serán más duras que el cobre no aleado, pero que quedan, a la vez,
relativamente deformables. Este tipo de material duro se pule bien y refleja mejor
la luz que los materiales blandos, los cuales son más sensibles a las ralladuras
(Chardron-Picault & Pernot, 1999: 182). Esta clase de aleación, también llamada
tumbaga, es muy representativa de las prácticas metalúrgicas mochicas puesto
que está, en la mayoría de los casos, relacionada con la fabricación de objetos
dorados con la técnica de enriquecimiento de superficie en oro o depletion gilding
technique (Lechtman, 1973; 1984).

3. 4. Lectura tecnológica

3. 4. 1. Subproductos de la fusión del cobre


Entre los desechos registrados durante la excavación del ambiente 27-30 del taller,
hemos seleccionado una pequeña escoria y tres gotitas de salpicaduras las cuales,
en contextos de talleres de transformación, son testigos directos de las actividades
de fundición (fig. 15).
Las escorias son masas informes que presentan pequeñas dimensiones. Están
parcialmente o totalmente vitrificadas y presentan un color oscuro con zonas
vitrificadas de color verde a rojo. La sección pulida examinada al microscopio
óptico revela la presencia de pequeñas bolas metálicas esparcidas en una ganga
de aluminio-silicato (53,3 % en SiO2 et 12,7 % en Al2O3), con calcio (5,6 % en
CaO) y un alto porcentaje en óxidos de cobre (20 % en CuO). Observamos la
presencia de numerosos poros en la totalidad de la superficie, que corresponden
a pozos de difusión de los gases. El tamaño de los nódulos metálicos presentes en

370
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Figura 15 – Pequeña escoria y gotitas de fusión con indicaciones de


las zonas de tomas de muestra

la ganga es muy variable, entre 20 y 500 µm (fig. 16a). Los nódulos son de cobre
no aleado (97-99 % en Cu) lo cual, durante el proceso de fusión del metal en el
crisol, puede formar una aleación de tipo eutéctico «Cu-O» que se caracteriza
por la formación de dendritas de Cu2O (Scott, 1991; Lechtman, 1997) (fig. 16b).

Figura 16 – a: Observación metalográfica


en sección pulida de la escoria de fusión
(ampliación x10)
Se observan varios poros (en negro)
correspondientes a pozos de desgasificación
que se forman durante la fusión del metal.
Varias inclusiones metálicas (esferas en
blanco) se observan en la ganga de la
escoria
b: Detalle de una inclusión metálica de
cobre (en blanco) donde se observan
dendritas de Cu2O (en gris oscuro),
(ampliación x50)

371
Carole Fraresso

Las gotitas y salpicaduras de cobre descubiertas en el taller tienen una forma más
o menos esférica, relativamente homogénea, y sus diámetros varían entre 7 y 12
milímetros. La observación de las secciones pulidas de las gotitas 27-15 B.109 y
27-30 B.17 enseñan una matriz de cobre (en amarillo) con poros (en negro) así
como el avance de los productos de corrosión del cobre en periferia. Numerosos
precipitados de óxidos de cobre (Cu2O), con forma globular, están dispersados
en la matriz del cobre (fig. 17). La presencia de
precipitados se relaciona con las condiciones más
o menos oxidantes llevadas durante la fusión del
metal en el crisol.

3. 4. 2. Fusión del cobre y preparación de


aleaciones
El trabajo del artesano empieza con la preparación
del metal por la fusión de las materias primas que
fueron previamente obtenidas en un centro de
elaboración; es decir que vuelve a derretir los
metales, almacenados bajo forma de lingotes en
el taller, para refinarlos y/o preparar aleaciones.
Figura 17 – Observación metalográfica en Es importante recordar que aún no conocemos
sección pulida del corte transversal de
una gotita de cobre (ampliación x50)
la geometría ni las dimensiones de los lingotes
o semi productos11 elegidos por los metalurgistas
Numerosos nódulos de óxidos están
dispersados en la matriz de cobre mochicas. Tampoco sabemos si estuvieron
preparados cerca del lugar de extracción y luego
transportados al taller de transformación, o bien si
estuvieron directamente preparados en este último sitio.
En esta etapa de la cadena operativa, se presentan diferentes posibilidades al
artesano. Puede elegir usar un cobre no aleado o también mezclar diferentes
metales para preparar aleaciones, operación a la cual el reciclado es muchas veces
asociado. Dependiendo de los objetivos técnicos o estéticos buscados, su metal o
aleación será, más o menos, purificado a través de operaciones de refinado12. La
calidad de los metales y/o aleaciones que definimos, en las culturas antiguas, en
término de «limpieza», es un criterio tecnológico importante puesto que refiere al
éxito de las operaciones de deformación, es decir que un esbozo sano con pocas
inclusiones disminuye los riesgos de la cebadura de fisuras (Pernot, 1994: 851).

11 Un lingote es una pieza de metal o aleación bruta de fundición destinada al transporte y/o al
almacenamiento; su geometría no está relacionada con el tipo de pieza que fabricara el orfebre;
antes de ser utilizado será refundido. Los semi productos son piezas con geometría precisa: barras,
varillas, hilos metálicos, placas etc. (Pernot, 1998a: 123).
12 El refinado, también llamado purificación, es la o las refundición(es) de los metales o aleaciones, que
permite separar las inclusiones (el azufre y el plomo en el caso del cobre) o las suciedades presentes
en estos últimos. Durante la fusión en el crisol, las inclusiones forman escorias de fusión (capa
mugrienta) en la superficie del metal líquido, que el metalurgista quita y bota al costado al mismo
tiempo con una varilla de madera dura por ejemplo.

372
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Entre nuestro muestreo, un pequeño lingote con forma ovalada B27-15 B102
fue identificado (fig. 18a). Está compuesto por cobre no aleado remarcablemente
«limpio» (100 % en Cu). La totalidad de la superficie observada en sección pulida
muestra un estado metalúrgico bruto de fundición caracterizado por la presencia
de amplios granos dendríticos delimitados por precipitados de óxidos de cobre; los
cuales indican que el metal en fusión ha estado en contacto con el aire (fig. 18b).
La solidificación del metal se efectuó lentamente en temperatura ambiente.

Figura 18 – a: Pequeño lingote de cobre con forma ovala 27-15 B.102. Localización de la zona
de toma de muestra
b: Observación en sección transversal de la sección pulida al microscopio electrónico de
barrido, en modo electrones retrodispersados (ampliación x450)
Estado metalúrgico bruto de fundición. Los granos dendríticos de cobre (gris claro) están
delimitados por precipitados de óxidos de cobre (Cu2O), en gris oscuro

3. 4. 3. Esbozos en curso de trabajo y fallas de fabricación


Se destacan también claramente masas metálicas deformadas, barras y varillas.
Estos objetos corresponden a esbozos en curso de trabajo o de fabricación del
taller que atestiguan claramente una producción local. Hemos seleccionado
primero dos masas metálicas. La primera 27-15 B.105 es de forma rectangular.
Mide 28 mm de largo, entre 8 y 11 mm de ancho y tiene 5 mm de espesor, su
masa es 3 g. La segunda 27-30 B.68, con forma circular, tiene un diámetro de
15 mm y un grosor entre 3 y 5 mm, su masa es 5 g (fig. 19).
La pieza de cobre 27-15 B.105, con azufre como impureza (0,2 % en S) presenta
una corrosión intergranular avanzada. El estado metalúrgico es bruto de fundición
(fig. 20) con ligeras evidencias de recristalización en el borde derecho de la sección
observada; la pieza ha sido ligeramente deformada y ligeramente recocida. Estas
observaciones indican que el artesano empezó por deformar la pieza pero que no
continuó el trabajo de deformación.
La pieza de forma circular 27-30 B.68 es de cobre no aleado muy «limpio»
(100 % en Cu); ha sido deformada para formar cuatros ángulos (fig. 19). El
examen metalográfico muestra claramente que la superficie total de la pieza es

373
Carole Fraresso

Figura 19 – Esbozos en proceso de


fabricación
Localización de las zonas de tomas de
muestra

Figura 20 – Pieza esbozada 27-15 B.105


Observaciones metalográficas de la sección transversal pulida y atacada con una solución
acida de percloruro férrico durante 30 s. La superficie observada presenta un estado
de corrosión intergranular avanzado. El estado metalúrgico presenta amplios granos
dendríticos típicos de un estado bruto de fundición. La parte derecha de la imagen
muestra una ligera zona recristalizada y amplios granos con maclas de recocido (300 µm)

en un estado final recristalizado (fig. 21). La pieza recibió uno o varios ciclos de
martillado y recocidos sucesivos; el estado final es recocido.
Tres varillas observadas en sección pulidas completan nuestro examen (fig. 22). La
primera, 27-30 B.62, es un fragmento de varilla con sección rectangular de 74 mm
de largo y 3 mm de ancho, tiene 1 mm de espesor y su masa es 2 g. El segundo
objeto, 27-30 B.09, es una varilla con sección rectangular que mide 40 x 5 mm y
presenta 2 mm de espesor, su masa es 1 g; está ligeramente doblada. Finalmente,
la varilla 27-15 B59, con sección cuadrangular, es un fragmento deformado. Mide
27 x 4 mm con 3 mm de espesor y su masa es 1 g.
Las varillas 27-30 B.09 y 27-15 B.59 están compuestas de cobre no aleado, otra
vez muy «limpio» (100 % en Cu). Las observaciones microscópicas revelan un

374
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Figura 21 – Esbozo 27-30 B.68


Observación metalográfica de la sección transversal pulida y atacada con una
solución acida de percloruro férrico durante 60 s (ampliación x5). La corrosión
intergranular empieza desde los bordes de la pieza y progresa en el metal (en
negro). El estado metalúrgico final es totalmente recristalizado, los granos
presentan maclas de recocido de dimensiones variables, entre 100 µm y 400 µm

Figura 22 – Varillas en proceso de fabricación


Localización de las zonas de tomas de muestra. El fragmento de varilla 27-15
B.59 ha sido examinado en su totalidad

estado de corrosión avanzado al nivel de los bordes de cada muestra. Ambas


presentan un estado metalúrgico totalmente recristalizado y pequeños granos con
maclas de recocido, entre 10 y 60 µm (fig. 23). Las piezas han recibido varios
encadenamientos de deformación en asociación con recocidos de recristalización.
La ausencia de líneas de deslizamiento indica que la última operación efectuada
por el metalurgista ha sido un recocido en atmósfera, más o menos, oxidante,

375
Carole Fraresso

seguramente aplicado para ablandar el


metal con el fin de seguir su deformación
con nuevas series de martillado. Estamos
claramente en presencia de esbozos
en proceso de fabricación que han sido
abandonados en el taller.
Finalmente, la varilla 27-30 B.62, con
sección rectangular, destaca notablemente
de las dos precedentemente descritas:
primero, por su composición química y
luego, por su estado metalúrgico final. Se
trata de una varilla en aleación ternaria
intencional de 76 % de cobre, 19,5 %
Figura 23 – Observación metalográfica de la sección
transversal pulida y atacada con una solución acida de oro y 4,5 % de plata. La observación
de percloruro férrico durante 35 s. (ampliación en sección transversal, tras el ataque
x50) químico, reveló en primer lugar un estado
Varilla 27-15 B.59. Estado metalúrgico totalmente metalúrgico final deformado con granos
recristalizado con pequeños granos y maclas térmicas,
muy alargados así como la presencia de
entre 20 et 60 µm
líneas de deslizamiento que subraya el
alto grado de deformación recibido por
la pieza (fig. 24). La aleación tiene algunos poros y el borde superior de la varilla
muestra la progresión longitudinal de una fisura; el inicio de otra fisura, la cual
progresa hacia el interior de la matriz, se observa abajo en la parte inferior de la
varilla (fig. 25a).

Figura 24 – Varilla 27-30 B.62


Observaciones metalográficas de las secciones transversales
pulidas y atacadas con una solución acida de percloruro férrico
durante 15 s.
a: Aleación ternaria intencional con 76 % de cobre, 19,5 %
de oro y 4,5 % de plata
Se observa la presencia heterogénea de un metal precioso
en las superficies, superior e inferior, de la pieza. En el borde
superior, se puede distinguir la progresión de dos fisuras
progresando hacia el interior de la matriz (ampliación x20)
b: Estado metalúrgico final muy deformado
Los granos son muy alargados y atravesados por líneas de
deslizamiento que se caracterizan por la presencia de estrías
(ampliación x100).

376
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Por otra parte, la observación en sección longitudinal de la varilla precisa los gestos
llevados a cabo por el artesano. En efecto, el examen indica que la pieza recibió
diversas grandes deformaciones por series de martillado alternadas en ambas
caras; los bordes laterales no fueron deformados. La cara superior (fig. 25a) sufrió
deformaciones más fuertes que se caracterizan por el alargamiento importante de
los granos en esta zona específica (fig. 25b). Esta cara, más deformada, presenta
igualmente una superficie muy irregular que se manifiesta al nivel de una fisura
importante (fig. 25a). La cara inferior, menos deformada, estaba posicionada sobre
el yunque. Estas observaciones prueban que estamos probablemente enfrentados
a evidencias de un accidente de trabajo durante el proceso de deformación, es
decir que el artesano no parece haber aplicado un recocido de recristalización
en el momento adecuado. La continuación de la deformación por martillado

Figura 25 – Varilla 27-30 B.62


Observaciones metalográficas de la sección longitudinal pulida y atacada con una solución acida de
percloruro férrico durante 15 s.
a: Estado metalúrgico final muy deformado que se caracteriza por la orientación y la forma
alargada de los granos y los poros (en negro)
La cara superior de la pieza recibió deformaciones más fuertes y muestra una superficie muy
irregular consecuente al inicio de una fisura que provocó el paro inmediato del trabajo de la pieza
(ampliación x5)
b: Detalle de la cara superior muy deformada. Los golpes de martillo han sido aplicados
perpendicularmente a la superficie (ampliación x20)

377
Carole Fraresso

provocó la ruptura de la aleación, la cual se caracteriza por el inicio de una


fisura irreversible y, consecuentemente, la interrupción inmediata del proceso de
fabricación de la pieza.
En fin, las observaciones en secciones, transversal y longitudinal, revelaron la
presencia de un metal precioso (oro y/o oro-plata) específicamente localizado,
de manera muy irregular, en los bordes de la varilla (fig. 24a). Una segunda serie
de análisis puntuales complementada por un análisis de concentración en perfil
fueron efectuados con el fin de estudiar la formación de este enriquecimiento en
oro y/o oro-plata en la superficie de la pieza (fig. 26). Los resultados revelan un
neto enriquecimiento en oro al nivel de la superficie, en paralelo a la disminución
respectiva del cobre (fig. 27). Este fenómeno es característico de la técnica de
dorado por empobrecimiento de la superficie en cobre o depletion gilding.
Esta segunda serie de análisis y exámenes que confirma las observaciones
metalográficas, prueba que estamos en presencia de una pieza claramente
abandonada durante su fabricación a causa de error o accidente en el proceso.
El proceso de dorado por empobrecimiento de la superficie en cobre, que se
relaciona con la fabricación de piezas por martillado y tratamientos de recocido
en sucesivos, no fue terminado.
Aunque sea imposible determinar la forma y la finalidad precisa de este conjunto
de piezas es, sin embargo, posible concluir que operaciones de fundición de
cobre y aleación (tumbaga) refinados se efectuaban en el taller. Luego, la cadena

Figura 26 – Varilla 27-30 B.62


Observación en microscopia electrónica, en modos de electrones
retrodispersados (ampliación x450), acoplado a un análisis de perfil de
concentración EDXS. La sección pulida observada pone en evidencia la
presencia heterogénea de un metal precioso específicamente localizado
en las superficies de la pieza (en blanco) donde se observan microporos
(en negro)

378
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

Cu Ag Au

90

80
71.3
80,8
70

60
63,3
% massique

50
49.3
40
38.5 30,3
30
23.3
20 15,7
12.2
10 5.2 6.4
3.5
0
0 4 8 12 16 20 24 28 32 36 40 44 48 52 56 60 64 68 72 76 80
Profondeur (µm)

Figura 27 – Varilla 27-30 B.62


Perfil de concentración realizado a partir de 53 medidas, a 2 µm de intervalo, desde la superficie hacia
la matriz de la aleación. Los resultados muestran un enriquecimiento brusco del oro en la superficie
y un empobrecimiento respectivo del cobre. El pico de oro observado a 10 µm de profundidad de la
superficie y asociado a la disminución neta del cobre, corresponde a un grano de oro. A partir de 6 µm
de profundidad de la superficie, el valor del oro empieza por aumentar en paralelo a la disminución
progresiva del cobre. La plata tiene un porcentaje medio bastante constante; aumenta netamente a
2 µm de distancia de la superficie en asociación con el oro; la plata siendo disuelta en el oro.

operativa seguía con operaciones de deformación plástica de pequeños objetos


en asociaciones con tratamientos de recocido de recristalización.

3. 5. El material lítico

Un total de 28 objetos líticos, asociados al piso y el relleno de ocupación de la


capa 2, se registró en los espacios 27-15 y 27-30 (fig. 28). Pocos objetos han sido
formados, es decir, que una forma precisa y destinada a un uso preciso, no ha sido
dada (paralepípedos, cilindros, conos, etc.). Ciertas piedras presentan huellas de
golpe, otras parecen estar en proceso de fabricación.
La mayoría de los estigmas identificados en los objetos resultan de impactos que
destacaron esquillas. Otros tipos de huellas resultan de roces; se caracterizan por
superficies lisas y planas. Los materiales empleados son rocas duras de origen
magmática: andesita, granito y granodiorita (Chinguala et al., 2003: 125).

379
Carole Fraresso

Figura 28 – Material lítico encontrado en las piezas 27-15 y 27-30


Excepto dos posibles martillos y un fragmento de yunque pulido,
la mayoría de las piezas no presentan las calidades morfológicas y
técnicas requisitas para el trabajo de metales

Entre este conjunto de material lítico, tres grandes categorías de herramientas se


reconocen. La primera corresponde a herramientas «activas», es decir de golpe.
Se componen de dos martillos pulidos con forma alargada, de los cuales una o las
dos extremidades redondeadas presenta(n) huellas de impacto. Notamos que la
mayoría de los objetos líticos encontrados en el subconjunto 3 está principalmente
constituida por bloques irregulares con huellas de cascos evidentes; estos últimos
no entran en la cadena operativa de fabricación de objetos de metal.
La segunda categoría de herramienta está representada por la presencia de
un solo fragmento de tas (o pequeño yunque) cuya forma original formaba un
paralelepípedo, de superficie plana y lisa.
Finalmente, la última categoría se compone de objetos planos y más o menos
lisos, cuyas superficies presentan evidencias de frotamiento. Este tipo de piezas
podría corresponder a pulidores; sin embargo, la morfología de estos últimos no

380
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

responde a los criterios generalmente definidos para estas herramientas (Carcedo,


1992; 1998).

4. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN

Entre 600 y 700 d. C., los artesanos del taller metalúrgico CA-27 de la huaca de la
Luna realizaban operaciones de fusión para refinar el cobre y preparar aleaciones
tumbaga con el fin de obtener metales con propiedades adecuadas a la fabricación
de pequeños objetos de cobre y cobre dorado por martillado. Remodelaciones
indican que hubo dos fases continuas de funcionamiento en cada espacio; los
espacios 27-15 y 27-30 fueron ampliados; sin embargo, es imposible precisar
cuánto tiempo funcionaron.

4. 1. Taller de transformación: actividades de fundición y


posfundición

Algunas interrogantes quedan abiertas, particularmente a propósito de las


estructuras de hornos y los tipos de moldes utilizados por los metalurgistas
mochicas. Los hornos de fusión (fundición) y los hornos de recocido no son aún
distinguidos con precisión. Las técnicas del vaciado (con moldes permanentes o
de uso único, cera perdida, fundición en arena) para la fabricación de los esbozos
o de las piezas tampoco son identificadas.
Las actividades de fundición están, por lo tanto, deducidas en el taller por la
identificación y caracterización de fragmentos de crisoles, los restos de un horno de
fusión circular de estructura simple, pequeñas toberas y también por la presencia
de un pequeño lingote y dos esbozos de cobre no aleado remarcablemente limpio.
Aunque ningún molde o fragmentos de moldes hayan sido encontrados, este tipo
de «herramienta» fue necesariamente utilizada en el taller para la fabricación de
los esbozos. Recordemos que los moldes de uso único (arcilla o arena) no dejaban
vestigios materiales de manera obligatoria. Asimismo, el artesano puede deshacerse
de los fragmentos tirándolos por otro lugar, después del desmolde. Por otro lado,
los moldes permanentes no son abandonados por el artesano sino guardados
cuidadosamente para futuros usos; y en ciertos casos hasta los acompaña, junto
a otras herramientas, en su tumba (Carcedo & Vetter, 2002; Fraresso, 2007). La
ausencia de conos de alimentaciones13 puede explicarse, por otra parte, por la
práctica del reciclado.
Las actividades de posfundición están relacionadas con una segunda categoría
de vestigios: hornos o fogones simples de recocido, toberas, caídas y recortes de

13 Los conos de alimentación son los positivos del orifico de entrada por donde fue colado el metal en
fusión. Generalmente, tras el desmolde, el cono de alimentación está cortado y reciclado, es decir
refundido.

381
Carole Fraresso

láminas, fallas de fabricación durante el proceso de deformación plástica y huellas


de limaduras que se manifiestan por la presencia de una mancha de sales de cobre
oxidado sobre el suelo, sugiriendo la práctica de operaciones repetidas de pulido.
El estudio tecnológico indica que operaciones de deformación eran realizadas
en este espacio. Se traduce por la puesta en forma de varillas y/o tal vez láminas
por series de operaciones de martillado y tratamientos térmicos de recocido en
sucesivo para fabricar pequeños objetos, de los cuales ciertos de ellos presentarán
un aspecto final dorado. En efecto, las observaciones de la varilla 27-30 B.62
prueba que la técnica del dorado por empobrecimiento de la superficie en cobre,
la cual es inherente al proceso de deformación por martillado de aleaciones
tumbaga, era utilizada, entre 600 y 700 d.C., en el taller del Núcleo Urbano de la
huaca de la Luna. Conviene subrayar que ninguno de los vestigios está relacionado
con operaciones de decoración, acabado, ensambladura o reparación.
Finalmente, es imposible precisar qué tipo(s) de pieza(s) u objeto(s) eran producidos
en este taller. Los objetos acabados (espátula, punta y tumi en miniatura) que se
registraron en la zona perturbada por la escorrentía del taller, no son de ninguna
manera objetos discriminantes que permiten saber si fueron fabricados localmente
o bien importados a este espacio. Es interesante constatar que nos encontramos
en el mismo caso de figura que aquel del taller Mochica Tardío de Pampa Grande,
para el cual Izumi Shimada señaló que era difícil saber si las últimas etapas de
fabricación de las piezas eran realizadas en el taller o en otro lugar (Shimada,
1994; 2001). No conociendo lo(s) tipo(s) de objeto(s) producido(s) en estos
talleres, cabe señalar lo siguiente:
• Primero, la fabricación de objetos vaciados o de ciertos tipos de piezas no implica
necesariamente la realización de una decoración. En efecto, la cadena operativa
de fabricación de ciertas piezas también puede terminar con una operación
simple de pulido. Es también factible que la realización de las decoraciones
y las operaciones de acabado de ciertos objetos de lujo, sean efectuadas por
otro grupo de hombres cuyos conocimientos y competencias no serán iguales.
El lugar exacto es sin embargo todavía difícil de determinar puesto que ningún
taller especializado en este tipo de actividades es conocido.
• Hélène Bernier señala la presencia de cuatro categorías de herramientas líticas
en el complejo arquitectural CA-37, localizado al sur del complejo CA-27 del
Núcleo Urbano (fig. 1). Entre estas categorías de herramientas, dos de ellas
podrían entrar en la cadena operativa de fabricación de piezas de metales por
deformación (yunque y martillo). Según el trabajo de la autora, actividades
relacionadas con la talla de piedras semipreciosas para la fabricación de adornos
y mosaicos eran principalmente llevadas a cabo en el taller del complejo CA-37
(Bernier, 2005: 205-207). ¿Sugiere la presencia de herramientas características
al oficio de orfebrería en el mismo sitio una coordinación estrecha del trabajo
entre diferentes unidades de producción? ¿Ciertas operaciones de deformación
específicas (embutido, doblado, repujado, etc.) efectuadas en la fabricación
de ciertas categorías de objetos (p.e: orejeras circulares), pudieron haber sido
realizadas en paralelo a la elaboración de su mosaico decorativo? No se descarta

382
Huacas de Moche: estudio arqueométrico de un taller de transformación de cobre

esta posibilidad técnicamente coherente. El orfebre y el «decorador» pueden


juntar sus competencias respectivas en las diferentes fases de fabricación de un
objeto sin que rechacemos la posibilidad de que estas dos actividades distintas
puedan también ser realizadas por el mismo hombre o grupo de hombres.

4. 2. Discusión

Los artesanos que trabajaban en el taller del Núcleo Urbano de la huaca de la


Luna eran especializados en técnicas de fundición y de posfundición pero no
necesariamente en el trabajo de un único metal. Los artesanos preparaban cobres
bastante purificados, es decir que tienen las buenas calidades requeridas para el
trabajo por deformación y aleaciones preciosas tipo tumbaga.
Los tipos de competencias pueden dividirse en dos especialidades: el «fundidor»,
quien puede estar, a la vez, a cargo de la fusión del cobre y operaciones de refinado
así como de la preparación de las aleaciones y de las operaciones de vaciado; y
el «batidor» quien dará forma a una parte del esbozo o a la totalidad de la pieza
por operaciones de deformación: martillado y recocido alternados. La ausencia
o presencia de un «decorador» en el taller es difícil de asegurar. Las operaciones
de pulido pueden entonces ser realizadas al final de la cadena operativa, por el
fundidor o el batidor.
A continuación, el estudio del taller metalúrgico 27-30 de la huaca de la Luna indica
que no hay una fuerte separación espacial de las diferentes etapas de la cadena
operativa; es decir que no parece existir propiamente dicho un taller de fundición,
un taller de martillado o un taller de decoraciones y acabados, específicamente
dedicados a una sola función tecnológica. Es interesante subrayar que este tipo
de organización espacial se observa también en las descripciones del taller de
Galindo, localizado en el mismo valle (Bawden, 1996) mientras que una división
neta del espacio y de las actividades suelen aparecer en el taller Mochica Tardío
de Pampa Grande, localizado más al norte, en el valle de Lambayeque (Shimada,
1994; 2001). ¿Existieron diferentes territorios técnicos regionales o locales? Es
difícil responder a esta pregunta en el estado actual de nuestra investigación.
Primero, porque ningún estudio aqueometalúrgico similar está disponible; y
segundo, porque es aún imposible precisar si una categoría de producto, centrada
en la manufactura de objetos específicos (como adornos, objetos ceremoniales,
instrumentos de música, herramientas, etc.) pudo haber constituido la marca de
una identidad productiva (Pernot, 2006: 15). Sin embargo, existen suficientes
índices positivos para continuar en este camino de investigación.
Finalmente, las evidencias arqueológicas del Núcleo Urbano del sitio de la
huaca de la Luna tienden a mostrar que un sistema de organización artesanal
especializado, en el cual diferentes grupos y tal vez corporaciones, de carácter
social y religioso, participaban en la representación del poder. En efecto, los
diversos trabajos relativos a la organización de varios talleres especializados
en actividades de producción diversificada (metalurgia, textil, talla de piedras
semipreciosas, fabricación de cerámica fina, fabricación de chicha, etc.) tienden

383
Carole Fraresso

a definir un modelo de organización controlado de la producción por las clases


dirigentes de esta capital (Chapdelaine, 1997; 2001; Uceda & Armas, 1997;
Rengifo & Rojas, 2004; 2008; Uceda, 2004b; Bernier, 2005; 2008). A partir de
estos diversos trabajos y su correlación con los resultados del estudio tecnológico
del taller metalúrgico CA-27 dos hipótesis surgen.
• La primera sería que esta unidad de producción (constituida por los espacios
27-15 y 27-30), la cual no está restringida a una sola función operatoria, estaba
a cargo de una sola «dirección»: los ocupantes del complejo residencial CA-27
por ejemplo (Uceda, 2004b).
• La segunda hipótesis sería que esta unidad fabricaba semiproductos (láminas
por ejemplo) que eran luego transferidos a otro taller, donde operaciones de
decoración, ensamblaje y acabado eran realizadas bajo control de «patrones»
diferentes (Chardron-Picault & Pernot, 1999: 201).
La cuestión de la «dirección» de las actividades artesanales en el sitio de la huaca
de la Luna sigue delicada. Las diferentes actividades artesanales organizadas
en la ciudad parecen haber sido controladas directamente para y por la élite
dirigente de este importante centro ceremonial (Uceda, 2004a). Así, las unidades
de producción, organizadas en barrios, dependían quizás de un patronato dirigido
por ciertos miembros de la élite, los cuales eran probablemente especializados
en un tipo de actividad y solucionaban las decisiones económicas (materiales,
productos, cantidades, etc.). No obstante, la presencia de barrios artesanales y la
permanencia de las actividades, entre 400 y 900 d. C. podrían igualmente reflejar
un control de la producción bajo la forma de corporaciones o guildas de artesanos;
es decir, de una producción asegurada por grupos de hombres que se reunían para
señalar la potencia de su(s) organización(es) (Pernot, 1998b: 60). Estas hipótesis
abren nuevos campos de reflexión sobre la sociedad Mochica, pero subrayan a la
vez la necesidad de aportar conocimientos más precisos sobre el mundo artesanal
mochica (organización, técnicas, producción) y sobre su evolución cronológica en
un mismo lugar.

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IFEA
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Contribución arqueométrica al estudio de las


técnicas y de la organización de la producción
de cerámica ritual en la sociedad Mochica
(150-850 d.C., costa norte del Perú)

Agnès Rohfritsch*

Resumen
Este artículo presenta los primeros resultados del estudio tecnológico de cerámica ritual mochica
por medio de análisis de laboratorio. Esta investigación subraya la importancia de referirse, en la
interpretación de los datos arqueométricos, a la información disponible sobre los contextos de
producción antiguos (talleres), así como a los datos etnográficos. Por otra parte, tiende a demostrar
que la cerámica ritual mochica, lejos de ser el resultado de una concepción técnica única, pudo ser
producida a partir de varios procesos técnicos, pero con un mismo afán estético.

Palabras clave: cerámica, técnicas de fabricación, arqueometría, Mochica, Perú

Contribution archéométrique à l’étude des techniques et de


l’organisation de la production de céramique rituelle dans la société
Mochica (150-850 ap. J.-C., côte nord du Pérou)
Résumé
Dans cet article, sont présentés les premiers résultats de l’étude technologique de céramiques rituelles
mochicas par le biais de méthodes de laboratoire. Cette recherche souligne la nécessité de prendre
en compte, dans l’interprétation des données archéométriques, les informations disponibles dans le

* Doctorante. Institut de Recherche sur les Archéomatériaux - Centre de Recherche en Physique


Appliquée à l’Archéologie (UMR 5060, CNRS - Univ. Bordeaux 3), Pessac - France. E-mail:
agnesrohfritsch@gmail.com

389
Agnès Rohfritsch

répertoire archéologique (fouilles d’ateliers), ainsi que celles fournies par le répertoire ethnographique.
D’autre part, elle tend à démontrer que la céramique rituelle mochica, loin d’être le fruit d’une
conception technique unique, a pu être produite à partir de procédés techniques variés visant à un
objet identique sur le plan esthétique.

Mots clés : céramique, techniques de fabrication, archéométrie, Mochica, Pérou

Archaeometric contribution to the study of ritual ceramic production


techniques and organization in the Moche society (150-850 A.D.,
north coastal Peru)
Abstract
In this article, we will discuss the first results of a technological study of Moche ritual ceramics by the
means of laboratory methods. This research underlines the importance of taking into account the
information available in the archaeological record (excavation of workshops), and those provided by
the ethnographic survey in the interpretation of the archeometric data. In addition, this work tends
to show that Moche ritual ceramics, far from being the result of a single technical concept, could be
produced through different technical processes, often leading, from an aesthetic point of view, to
similar results.

Key words: ceramic, fabrication techniques, archaeometry, Moche, Peru

INTRODUCCIÓN

La costa norte del Perú entregó numerosos vestigios cerámicos que testimonian
de la larga y compleja ocupación de esta región durante el periodo Mochica. El
interés provocado por estos objetos se orientó, en primer lugar, hacia aspectos
estilísticos, cronológicos e iconográficos, lo que permitió definir los grandes rasgos
de esta cultura, su secuencia de ocupación1, así como su sistema simbólico.
Actualmente, el estudio de la producción cerámica y de la producción de
objetos artesanales en general, se abre a nuevas perspectivas con la aparición
de nuevos interrogantes sobre la organización de esta sociedad compleja. Desde
los años 1990, se sabe que la sociedad mochica no era organizada alrededor
de un centro político único, sino que hubiera sido compuesta, en realidad, por
varias organizaciones políticas independientes (Castillo & Donnan, 1994; Castillo
& Uceda, 2008). En este marco, el estudio de la producción de ciertos objetos
puede ser una herramienta poderosa para identificar las características técnicas
de los diferentes grupos que formaron esta sociedad, especialmente en el caso
de los objetos ceremoniales, que tienen una implicación directa en el proceso

1 Gracias a los estudios llevados a cabo, dos secuencias cronológicas fueron propuestas: una secuencia
en cinco fases (Mochica I a V) para el territorio Mochica Sur (Larco, 1948), y una secuencia en tres
fases (Mochica Temprano, Medio y Tardío) para el territorio Mochica Norte (Castillo & Donnan, 1994).

390
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

de materialización de la ideología de una elite (Peregrine, 1991; DeMarrais et


al., 1996). En esta perspectiva, enfocaremos nuestro discurso sobre las cerámicas
definidas como «rituales», definir cuál función está directamente relacionada con
la práctica de ceremonias religiosas y/o funerarias, en contraste con las cerámicas
«domésticas» que son utilizadas en las actividades de la vida cotidiana.
En este artículo, examinaremos, en primer lugar, los datos proporcionados por la
excavación de contextos de producción de cerámica mochica y por los estudios
etnográficos de comunidades alfareras actuales. En segundo lugar, expondremos
los primeros resultados del estudio tecnológico de cerámicas mochicas de los
valles de Jequetepeque y Chicama por medio de unos análisis arqueométricos.

1. LOS CONTEXTOS DE PRODUCCIÓN

El primer descubrimiento de un taller de producción de cerámica mochica fue


identificada por Bawden en el sitio de Galindo (Bawden, 1982; 1996: 97-101).
Las excavaciones revelaron un taller de pequeño tamaño que funcionó durante la
fase Mochica V. Los objetos producidos son de diversos tipos: figurinas, cántaros
con cara-gollete, botellas de doble cuerpo, vasijas templadas para almacenar
y cocinar, etc... Según Bawden, estas vasijas se cocían en un pozo abierto que
producía una atmósfera de cocción parcialmente reducida, antes de ser empleadas
como objetos utilitarios en los alrededores directos del sitio. Sin embargo, el autor
considera también un posible comercio a más larga distancia. En cuanto a la
identidad de los artesanos que producían estos objetos, parece que su posición
social haya sido poco elevada y nada nos lleva a pensar que su trabajo estaba
supervisado o controlado por autoridades gobernantes (Bawden, 1982).
En el sitio de las huacas de Moche, las primeras evidencias de un taller de
producción de cerámica utilitaria fueron descubiertas en las laderas del Cerro
Blanco (Topic, 1977). A estas primeras evidencias se agregaron los talleres
alfareros identificados al principio de los años 1990 en la zona urbana (Armas et
al., 1993; Uceda & Armas, 1997). Estos talleres, que se sitúan a aproximadamente
a 150 m de la Plataforma I de la huaca de la Luna, se componen de tres niveles
de ocupación, todos pertenecientes a la fase Mochica IV. Los autores señalan
la presencia de zonas de combustión, moldes y matrices de moldes, cerámica
cruda, cocida o deformada por la cocción, metates y manos de moler, y grandes
tinajas para almacenar, lo que no deja ninguna duda sobre la función de este
espacio. Como en el taller de Galindo, una amplia gama de objetos era producida
(figurinas, silbatos, sonajeros, ocarinas, jarras, crisoles, aplicaciones, pendientes,
piruros, etc.), pero en contraste con este último, la gran mayoría de los objetos
producidos en el taller de huacas de Moche son de uso ritual.
En Pampa Grande, en el valle de Lambayeque-La Leche, Shimada (1994a) identificó
algunas evidencias de producción cerámica que correspondían a la fase Mochica
V, entre ellas fragmentos de moldes, pulidores de piedra, ollas aparentemente sin
uso y huellas de combustión (cenizas y carbones). Las formas producidas eran
diversas (platos, tazones, floreros, ollas de cuello estrecho, botellas de asa estribo

391
Agnès Rohfritsch

y discos perforados) y se caracterizan por una cocción en atmósfera reductora.


Shimada, basándose en la limitada distribución y cantidad de cerámicas de pasta
negra (reducida) en Pampa Grande, sugiere que la producción de este taller
respondía solamente a la demanda del sitio.
En el valle de Chicama, Glenn Russel y su equipo (Russel et al., 1994; Russel &
Jackson, 2001) excavaron un amplio taller que se extiendía sobre una superficie
de aproximadamente 9 000 m2, con una densa zona de desechos en el centro
(aprox. 5 000 m2). Este taller funcionó durante la fase Mochica IV y corresponde,
según los fechados realizados por C14 (Attarian, 1996: 15-16), a una sola fase
de ocupación. Las estructuras de cocción identificadas son de tipo pozo abierto
y mostraban a veces evidencias de muros de dos o tres hileras de adobes que
circundaban la estructura. También se encontró lo que los autores llamaron un
«horno de simple cámara», pero la descripción de este quedó muy somera (Russel
& Jackson, 2001: 164). Una vez más, los objetos producidos eran de varios tipos:
instrumentos de música, piruros, figurinas, floreros, cántaros, cuencos, ollas de
cuello evertido, jarras, ralladores, botellas de un solo gollete, etc. Sin embargo,
como en el taller de la zona urbana de huacas de Moche, la gran mayoría de
los objetos producidos parecen de uso ritual (Russel & Jackson, 2001: 165) y la
proximidad de este taller con el sitio de Mocollope, un importante centro cívico
y ceremonial mochica que se sitúa aproximadamente a 1,5 km, sugiere que la
producción de Cerro Mayal respondía a la demanda de los habitantes y visitantes
de Mocollope (Russel et al., 1994: 206).
Por otra parte, la presencia de un área residencial adyacente al taller y en donde
se encontraron moldes, lleva a pensar que Cerro Mayal constituía un amplio
conjunto en el cual los alfareros vivían y trabajaban (Russel et al., 1994: 209;
Russel & Jackson, 2001: 165).
Por último, en el valle de Santa, Wilson menciona la presencia de moldes en
un posible taller alfarero de la fase Mochica IV en Pampa de los Incas (Wilson,
1988: 211).
Las excavaciones en estos diversos contextos de producción no nos permiten
reconstituir en su totalidad la cadena operatoria de la producción cerámica en
la época mochica; sin embargo nos proporcionan cierta información. El cuadro
siguiente presenta los diferentes elementos encontrados en estos talleres con
respecto a las diferentes etapas de fabricación de los objetos (cuadro 1).
Sobre la primera etapa, que corresponde a la preparación de la pasta, no
disponemos de mucha información. Sin embargo, la presencia de metates y manos
de moler en el taller de las huacas de Moche indica el molido de las materias
primas (de la arcilla y/o del temperante). Por otra parte, los fragmentos de arcilla
cruda descubiertos en este taller, y su comparación por activación neutrónica con
arcillas procedentes de los alrededores del sitio, indican que estas materias primas
son de procedencia local (Chapdelaine et al., 1995; 2001).
La etapa de fabricación más documentada por la excavación de contextos de
producción es sin duda la elaboración de las vasijas y su decoración. Se nota

392
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Cuadro 1 – Síntesis de las diferentes herramientas y estructuras encontradas en talleres de


producción de cerámica mochica en relación con las diferentes etapas de la cadena operatoria

Preparación de Elaboración y Cocción


Taller
la pasta decoración Estructuras Combustible
- moldes y matrices de
Huacas de - metates y
moldes
Moche manos de moler
- plato de alfarero (?) - pozo
(Armas et al., - grandes tinajas
- pulidores de piedra y abierto
1993; Uceda & (para almacenar
alisadores de madera.
Armas, 1997) agua ?)

Pampa de los
Incas
- moldes
(Willson, 1988:
211)
- pozo
Cerro Mayal
abierto - algarrobo
(Russel et al., - moldes
- horno - cola de
1994; Russel & - pulidores
de simple caballo
Jackson, 2001)
cámara
Galindo - leña
- pozo
(Bawden, 1982; - moldes - estiércol
abierto
1996: 97-101) de llama

la presencia de moldes, o fragmentos de moldes, en todos los talleres, lo que


confirma el uso extendido de esta técnica y su desarrollo durante la época Mochica
(Donnan, 2004). Sin embargo, no significa que la elaboración de estos objetos se
hacía sistemáticamente por moldeado. Técnicas como la compresión digital, el
enrollado y el enchapado no pueden ser descartadas. Desgraciadamente, estas
técnicas, que generalmente no necesitan ninguna herramienta específica, dejan
pocas huellas en el registro arqueológico.
Además de ser utilizados para confeccionar el cuerpo de las vasijas, los moldes
también podían ser usados para decorar parte de la vasija, como en el caso de los
cántaros con cara-gollete (una buena ilustración de este proceso puede consultarse
en Anders et al., 1994: 257, fig. 10).
En el taller de las huacas de Moche, los investigadores encontraron un objeto
singular que fue interpretado como un plato de alfarero. Pero la forma de este
objeto, que corresponde a un plato semicircular perforado de dos huecos, se
aleja bastante de la forma tradicional de los platos de alfarero (plato circular
de superficie plana o cóncava y base convexa para permitir la rotación), lo que
hace problemática la interpretación de este objeto. En Pampa Grande, Shimada
también encontró platos de cerámica negra con base ligeramente convexa que
interpretó como posibles platos de alfarero (Shimada, 1994a: 194-195). En este
caso, la interpretación parece más convincente, aunque el autor no señala ninguna

393
Agnès Rohfritsch

evidencia del uso de estos objetos como platos de alfarero, como por ejemplo el
deterioro de la base por la rotación.
En lo que se refiere a la última etapa de fabricación de los objetos, es decir la
cocción, la mayoría de los contextos de producción de cerámica de época
mochica atestiguan del empleo de formas de cocción generalmente calificadas de
«primitivas», como la cocción en pozo abierto. Este tipo de estructura de cocción
fue encontrado en Cerro Mayal, en las huacas de Moche y en Galindo. Sin embargo,
nos parece importante señalar que las excavaciones conducidas por Shimada en
Batán Grande (Shimada et al., 1994) demuestran que la cocción en horno era
conocida y empleada en el periodo Formativo2. No se puede excluir, entonces,
que los alfareros mochicas hayan empleado también este tipo de cocción. Como
lo hemos visto previamente, Russel & Jackson (2001) mencionan la presencia de
un horno de cámara entre las estructuras de cocción descubiertas en Cerro Mayal,
pero sin dar más precisiones sobre el funcionamiento de esta estructura.
Una de las principales ventajas de la cocción en horno, en comparación con la
cocción en área abierta o en pozo, es un mejor control de la atmósfera durante
el proceso de cocción. Con respecto a este tema, la hipótesis de una solución
intermedia entre la cocción en pozo abierto y la cocción en horno que proponen
Anders et al. (1994: 261-262) acerca de la elaboración de cerámicas del
Horizonte Medio en Maymi es particularmente interesante. En este taller, donde
las estructuras de cocción descubiertas corresponden a pozos de combustión que
miden aproximadamente 3 m de diámetro por 40 cm de profundidad, los autores
consideran dos posibles formas de cocción. La primera, que podemos calificar de
«clásica» para este tipo de estructura, consiste en colocar las vasijas directamente
en contacto con el combustible (cocción mixta). La segunda, calificada de cocción
indirecta o por «emuflado» (Anders et al., 1994: 261), consiste en colocar las vasijas
primero y después cubrirlas completamente con grandes tiestos, lo que permite aislar
las vasijas del combustible. La cocción se hace de manera progresiva, aumentando
poco a poco la cantidad de combustible. Como lo subrayan los autores, esta técnica
permite obtener un mejor control de la atmósfera de cocción y conduce a una
oxidación perfecta de las vasijas (Anders et al., 1994: 262).
Por otra parte, los carbones encontrados en estas diversas estructuras de cocción
nos informan sobre la naturaleza de los combustibles empleados. En Batán Grande
y en Cerro Mayal (Shimada et al., 1994: 78; Russel et al., 1994: 211), el examen
de los carbones de madera demostró el uso de algarrobo (Prosopis pallida), árbol
o arbusto espinoso que, en el Perú, se encuentra en los desiertos de la costa norte

2 En Batán Grande, en el valle de Lambayeque-La Leche, Shimada encontró 57 hornos de alfareros,


repartidos sobre cuatro niveles de ocupación. Se trata de hornos semisubterráneos que se
componen de un espacio donde se colocan las cerámicas (cámara de cocción), y de un espacio para
el combustible (fogón). La cámara de cocción está cubierta por una bóveda de arcilla y tiene una
apertura en su extremidad que sirve como chimenea. Las experimentaciones de cocción efectuadas
por Shimada y su equipo han demostrado que estos hornos permiten alcanzar una temperatura
máxima de más o menos 800° C (Shimada et al., 1994: 102).

394
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

entre 0 y 1500 m de altura. También llamado «árbol multifunción», el algarrobo


es todavía usado hoy en día. Considerado como un combustible de muy buena
calidad, su madera muy resistente hace también de él un excelente material de
construcción (Moutarde, 2006: 126).
En el sitio de Cerro Mayal, Russel et al. (1994: 211) identificaron también una
planta conocida como «cola de caballo» (Equisetum giganteum). Anders et al.
(1994: 262) han postulado igualmente su utilización en el sitio de Maymi. Según
estos autores, esta planta podría haber servido como combustible de rápida
quema durante la última etapa de lo que describieron como cocción indirecta, a
fin de obtener una atmósfera perfectamente oxidante, evitando así la formación
de manchas por una mala oxidación de las paredes.
En el taller de Galindo, Bawden señaló la presencia, además de leña, de una gran
cantidad de estiércol de llama y postuló que se utilizaba como combustible para
la cocción de las vasijas (Bawden, 1996: 98).
Tratándose de la organización de la producción, podemos constatar que todos
estos talleres se caracterizan por la fabricación de una amplia gama de objetos de
cerámica. Ninguno, en efecto, parece testimoniar de una producción especializada
dedicada a la fabricación de un tipo particular de objeto o de forma. Sin embargo,
en Cerro Mayal y en la zona urbana de las huacas de Moche, observamos que
la mayoría de los objetos producidos eran de uso ritual (instrumentos de música,
figurinas, platos para el servicio ritual, etc.), aunque también se producía en estos
talleres cerámicas de uso doméstico (ollas, jarras, cántaros, vasijas templadas para
almacenar y cocinar, platos, ralladores, etc.). Esta fuerte proporción de objetos
rituales sugiere que la producción de estos dos talleres era destinada a responder
a la demanda generada por las actividades rituales que se desarrollaban en los
dos centros administrativos y religiosos localizados en los alrededores. El taller de
las huacas de Moche, está ubicado a solo unos metros de una de las principales
estructuras ceremoniales del sitio (la huaca de la Luna). Esta proximidad constituye,
en la opinión de algunos, una indicación clara de una supervisión de la producción
por altos dirigentes mochicas, considerando así los alfareros que trabajaban en este
taller como artesanos especializados afiliados a la elite gobernante (Rengifo & Rojas,
2008: 335 ; Bernier, 2008: 43). En el caso de Cerro Mayal, en cambio, el taller se
encuentra un poco al margen del centro ceremonial asociado (Mocollope). Ni el
área del taller, ni el área residencial asociada presentan evidencia de ocupación
por una elite o de función ceremonial, y ninguna estructura parece restringir el
acceso al taller. Para Russel et al. (1994) aunque la supervisión de las elites pudiera
haber desempeñado un papel en la producción de ciertas formas fabricadas en el
taller, nada permitía afirmar que la producción haya sido directamente ligada a la
clase gobernante bajo la forma de un taller dependiente (Russel et al., 1994: 221).

395
Agnès Rohfritsch

2. APORTES DE LA ETNOGRAFÍA AL ESTUDIO DE LA


PRODUCCIÓN DE CERÁMICA PREHISPÁNICA

Desde mucho tiempo atrás, arqueólogos y etnógrafos se han interesado en el


estudio de comunidades alfareras actuales a fin de entender mejor la producción
antigua. La mayoría de los trabajos realizados han versado sobre la costa norte, y
especialmente la región de Piura (Camino, 1982; 1989; Sabogal Wiesse, 1982;
Bankes, 1985; Monzon, 1991; Shimada, 1994b), la sierra central (Lavallée,
1967; Donnan, 1971; Arnold, 1972; 1975; Pozzi-Escot et al., 1993; Druc,
1996; 2000; Ramon Joffré, 1999) y la sierra sur (Tschopik, 1950). Los objetos
producidos por estas comunidades son principalmente cerámicas utilitarias (ollas,
cántaros, tinajas…) y las técnicas y los modos de producción empleados para su
fabricación probablemente son muy diferentes de los que fueron utilizados para la
fabricación de cerámica ritual durante la época prehispánica. Sin embargo, estas
investigaciones tienen el mérito de subrayar la existencia de tradiciones cerámicas
propias a ciertas regiones, como por ejemplo el uso extendido del paleteado en
la costa norte, mientras que el plato de alfarero domina en las regiones sureñas
(Ramon Joffré, 1999: 239-243; 2008). En cierta medida, esta repartición regional
de los estilos técnicos parece ser un reflejo de tradiciones antiguas (Tschopik,
1950; Bankes, 1985).
Estos estudios etnográficos también demostraron la importancia de tomar en
cuenta los aspectos ecológicos que influencian la producción cerámica (Shimada,
1985; Druc, 1996). La tecnología y los modos de producción en una sociedad no
solo dependen de la forma de organización social y política, sino también de la
influencia del medio ambiente. Tratándose de las técnicas de fabricación, varios
estudios subrayan una diferencia, entre las comunidades serranas y costeñas, en el
proceso de preparación de la pasta. La mezcla de arcillas muy plásticas con arcillas
más arenosas para introducir temperante se encuentra con más frecuencia en las
comunidades serranas (Litto, 1976; Ravines, 1978; 1989; Druc, 1996; Ramón
Joffré, 1999), mientras que la mezcla de arcilla con arena es más común en la
producción costeña (Litto, 1976; Ravines, 1978; Shimada, 1994b).
La influencia del medio ambiente se observa también al nivel de la organización
de la producción. Como lo enfatiza Dean Arnold (Arnold, 1985: 90), el ambiente
árido y la ausencia casi total de lluvia que caracterizan la costa norte peruana
constituyen sin duda un factor determinante en la organización de la producción
cerámica en esta región. En contraste con las zonas serranas, donde la alternación
entre una temporada seca y una temporada húmeda obliga a los alfareros a dejar
su actividad parte del año3, la aridez de la zona costanera brinda la oportunidad
de producir vasijas a lo largo del año. Estas condiciones climáticas, entonces,

3 En Santo Domingo de los Olleros, en la sierra central, la temporada de lluvias (entre noviembre
y abril) está marcada por importantes modificaciones en la organización de la comunidad, con la
interrupción de la actividad alfarera y la partida de los ganaderos que bajan hacia la zona costeña
(Ramón Joffré, 1999: 218).

396
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

proporcionan un marco ideal para el desarrollo de una especialización cerámica


a tiempo completo.

3. EL ESTUDIO TECNOLÓGICO DE LOS OBJETOS PRODUCIDOS

Como lo hemos visto más arriba, el estudio de los vestigios arqueológicos relacionados
con la producción de cerámica es esencial para formarse una primera idea de la
tecnología empleada y de la organización de esta producción. En cuanto al estudio
de datos etnográficos en una perspectiva etnoarqueológica, aunque nos proporcione
cierta información que complementa los datos arqueológicos, contribuye más bien
a orientar los interrogantes arqueológicos que a resolverlos. Finalmente, el estudio
tecnológico de los objetos producidos, por medio de métodos de laboratorio, tiene
la ventaja de permitir un estudio más profundo de la naturaleza de los materiales
empleados y de las técnicas que se usaron para transformarlos.
Este estudio técnico de cerámica ritual mochica por medio de métodos de
laboratorio se está realizando actualmente. No pretendemos presentar de manera
exhaustiva los resultados obtenidos, sino más bien señalar ciertos datos que
parecieron particularmente interesantes desde el punto de vista tecnológico y que
contribuyeron a orientar el desarrollo de este estudio.

3. 1. Material estudiado y métodos de análisis

En este trabajo, presentaremos los primeros resultados de análisis arqueométricos


conducidos a partir de fragmentos de cerámicas mochicas procedentes de los
valles de Jequetepeque y Chicama. Estos fragmentos son de cerámicas rituales que
se caracterizan por su fuerte valor simbólico. Un primer grupo de 12 muestras se
compone de vasijas que pertenecen a las fases más antiguas de la secuencia de
ocupación mochica. Abarca fragmentos de cerámica Mochica Temprano de Dos
Cabezas y de cerámica Mochica I-II del sitio El Brujo (fig. 1). Estos fragmentos
corresponden a botellas de asa estribo representando en tres dimensiones animales
o seres humanos, así como creaturas antropomorfas o zoomorfas. Un segundo
grupo abarca 24 muestras de cerámica Línea Fina procedente de San José de
Moro y Pacatnamú (fig. 2). Estas vasijas, que son típicas del Mochica Tardío en el
valle de Jequetepeque, son botellas de asa estribo adornadas con una decoración
pintada compleja que representa de manera detallada diferentes ceremonias o
actividades rituales de la cultura Mochica (Donnan & McClelland, 1999).
La mayoría de las muestras analizadas fueron extraídas de cerámicas ya
fragmentadas para las cuales era posible, sin embargo, identificar la forma original
a partir de los fragmentos. El hecho de trabajar a partir de tiestos, y no de objetos
completos, nos permitió librarnos de la obligación de recurrir a métodos de análisis
no destructivos o de realizar muestras de muy pequeñas dimensiones, las cuales,
en el caso de la cerámica, pueden plantear problemas de representatividad de la
muestra con respecto al objeto del cual proviene.

397
Agnès Rohfritsch

Figura 1 – Fragmentos de cerámica Mochica Temprano de Dos Cabezas (izquierda) y de


cerámica Mochica I-II de El Brujo (derecha)

Figura 2 – Fragmentos de cerámica Mochica Tardío tipo Línea Fina procedentes de San José de
Moro (izquierda) y de Pacatnamú (derecha)

398
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Los métodos de análisis utilizados incluyen observaciones en microscopia


óptica de secciones pulidas para caracterizar la textura de las pastas (color y
porosidad, formas, dimensiones, composición mineral de las arcillas y repartición
del temperante, técnicas de decoración). Estas fueron complementadas por
observaciones con un microscopio electrónico de barrido (MEB), acoplado a un
sistema de espectrometría de rayos X en dispersión de energía (EDS) para efectuar
también unos análisis semicuantitativos de las concentraciones de elementos
mayores y menores de los diferentes constituyentes de las cerámicas (pasta,
engobe, pintura4).
La difracción de rayos X fue utilizada para la determinación de la composición
mineralógica de las muestras, que nos proporcionaba informaciones sobre las
técnicas de cocción. En efecto, se sabe que, durante la cocción de una cerámica,
se producen transformaciones de fases cristalinas bajo el efecto del calor
(Périnet, 1960; Peters & Iberg, 1978; Maggetti, 1982). El estudio de estas fases
cristalinas permite, entonces, estimar a qué temperatura fue sometida una vasija.
Generalmente se trata de la «temperatura de cocción equivalente», es decir la
temperatura de cocción que, mantenida durante una hora, habría producido sobre
una cerámica cruda efectos similares a los que se observan sobre el tiesto que se
analiza (Picon, 1973; Tite, 1999). Los datos sobre la composición cristalográfica
fueron complementados por observaciones en microscopia electrónica de barrido
a importantes aumentos (x900 y x2000) a fin de observar la microestructura de la
matriz arcillosa. De hecho, las transformaciones de esta microestructura durante la
cocción, con una vitrificación progresiva de la fracción arcillosa y una modificación
de la porosidad, proporcionan también información sobre las temperaturas de
cocción (Maniatis & Tite, 1981).
Sin embargo, hay que recordar que la temperatura alcanzada no es el único
aspecto que permite explicar el resultado obtenido. La naturaleza de los
materiales empleados (composición mineralógica y química), la granulometría
de los componentes, la curva de subida de temperatura, así como el cambio
de atmósferas durante la cocción también son factores sumamente importantes
(Echallier, 1984).

3. 2. Primeros resultados

Las observaciones de 36 secciones revelan, en la mayoría de las muestras, un


temperante fino (partículas inferiores a 500 µm) y abundante (entre 20 y 40 %).

4 Para describir las diferentes capas de decoración de las vasijas de este estudio, hemos seguido
la terminología propuesta por M. Picon (Picon, 1973) para la distinción entre engobe y pintura.
Este autor propone diferenciar estos dos elementos no por la naturaleza del material empleado
(barbotina/pigmentos), sino por su utilización en la organización del decorado. Entonces, hablaremos
de engobe para designar una capa que cubre la totalidad de la vasija, formando así el fondo de la
decoración. En cambio, hablaremos de pintura para las capas que constituyen el motivo de esta
decoración.

399
Agnès Rohfritsch

Este temperante es únicamente de naturaleza mineral (no temperante vegetal) y


se compone principalmente de cuarzos y feldespatos.
Sobre los colores de pasta, las cerámicas del periodo inicial pueden dividirse en
tres grupos: las cerámicas de pasta negra, las cerámicas de pasta roja y las de pasta
blanca (fig. 3). El análisis químico (EDS) de la fracción fina (matriz arcillosa) indica
una concentración de calcio (CaO) mucho más elevada en las cerámicas de pasta
blanca (aprox. 20 %), lo que sugiere el uso de arcillas calcáreas para la fabricación
de estas vasijas (fig. 4).

Figura 3 – Observaciones en microscopia óptica de las secciones de vasijas de pasta roja, negra y blanca
de Dos Cabezas (arriba) y El Brujo (abajo)

Figura 4 – Diagrama ternario de las


concentraciones de calcio (CaO),
hierro (Fe2O3) y silicio (SiO2) de las
muestras analizadas
Se nota una proporción de CaO mucho
más alta para los dos fragmentos de
cerámica de pasta blanca de Dos
Cabezas (DC-MT-03) y El Brujo (BR-
MT-12)

400
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Desde el punto de vista tecnológico, las cerámicas calcáreas son muy interesantes
porque su cocción solo se puede hacer a baja temperatura o, al contrario, a una
temperatura bastante alta (Picon, 1992: 117). Eso proviene de que las arcillas
calcáreas contienen carbonatos de calcio que, a partir de 650-700° C, empiezan a
descomponerse para dar lugar a la formación de cal (Peters & Iberg, 1978 ; Maggetti,
1982). Si la cocción sigue hasta una temperatura suficiente, la cal se recombina con los
componentes de la arcilla para formar aluminosilicatos de calcio o silicatos de calcio/
magnesio que quedan estables después de la cocción. Si, al contrario, la cocción no
sigue hasta una temperatura suficiente, la cal se retransforma en carbonato de calcio,
un fenómeno que se acompaña de un fuerte aumento de volumen, lo cual puede
ocasionar daños a las vasijas. En el caso de una cocción a muy baja temperatura, no
existe ningún riesgo puesto que la calcita original no se descompone.
Ahora bien, los dos fragmentos de cerámica de pasta blanca de Dos Cabezas
y El Brujo presentan las características de una cocción a alta temperatura. Los
resultados del análisis por difracción de rayos X de la muestra DC-MT-03 indica la
presencia de fases minerales que se forman a alta temperatura como el diópsido,
que empieza a formarse a partir de 800-850° C, y la wollastonita, que aparece
a partir de 850-900° C (Peters & Iberg, 1978). Se nota también la presencia de
feldespatos tipo plagioclasas que podrían corresponder a la anortita, otro mineral
que se forma a alta temperatura en las arcillas calcáreas. La gehlenita, en cambio,
no es detectada, lo que podría indicar una temperatura superior a 950° C,
temperatura a partir de la cual este mineral se descompone (fig. 5). Además, la
observación de la microestructura de estas dos muestras en MEB (fig. 6) muestra
un nivel de vitrificación de las pastas que sugiere una temperatura al menos
superior a 850° C (Maniatis & Tite, 1981).

Figura 5 – Difractógrama de rayos X de la muestra de cerámica calcárea


DC-MT-03
Qtz: cuarzo; Fd: feldespato; Pg: plagioclasa; Kfd: feldespato potásico; Di:
diópsido; Wo: wollastonita

401
Agnès Rohfritsch

Figura 6 – Observaciones en MEB de la microestructura de las muestras de pasta blanca


BR-MT-12 (izquierda) y DC-MT-03 (derecha)
Se nota una vitrificación extendida de la pasta con la presencia de poros finos

En cambio, las cerámicas de pasta roja y de pasta negra no presentan ninguna


vitrificación de pasta y la presencia de granos de calcita primaria en ciertas
muestras (DC-MT-02, BR-MT-04 et BR-MT-08) sugiere temperaturas de cocción
inferiores a 700-750° C.
Sobre las técnicas de decoración, aparte de las cerámicas calcáreas que tienen
una pasta blanca, otros fragmentos presentan igualmente una superficie blanca
(DC-MT-04, BR-MT-04 y BR-MT-08). En sección, se observa cómo este color es
obtenido por la aplicación de un engobe blanco (fig. 7a y d) sobre el cual se puede
aplicar una pintura roja para formar el motivo (fig. 7a). En el caso de la muestra
DC-MT-03, en cambio, la pintura roja fue aplicada directamente sobre la pasta
blanca, sin necesitar un engobe previo (fig. 7c). También existen decoraciones con
motivos blancos sobre fondo rojo. En este caso, la pintura blanca se aplicó sobre
una pasta roja (fig. 7b). Según los análisis de la composición química de estas
capas de decoración, en el engobe blanco de la muestra BR-MT-08 y en la pintura
blanca de la muestra BR-MT-11, se nota una fuerte proporción de silicio (SiO2),
aluminio (Al2O3) y calcio (CaO). La concentración de estos elementos sugiere,
como en el caso de las pastas blancas, el uso de una arcilla calcárea. Al igual, el
engobe blanco de la muestra DC-MT-04 tiene un contenido importante en estos
elementos, pero se nota también una alta proporción de azufre (aprox. 10 %).
En este caso, es posible que el calcio y el azufre sean presentes en la forma de
sulfatos de calcio, lo cual podría explicarse por la presencia de yeso (CaSO4)5. El
uso de este material es conocido como carga en las pinturas murales mochicas
de la huaca de la Luna, en el valle de Moche (V. Wright, comunicación personal).
Las pinturas rojas de las muestras BR-MT-08 y DC-MT-03 se caracterizan por
concentraciones de calcio (CaO) mucho más bajas que en los engobes (< 10 %),
y por porcentajes de alcalinos (Na2O et K2O) más altos. En la pintura de la muestra
DC-MT-03, este porcentaje sobrepasa 10 % de CaO.

5 Los análisis de este engobe por espectrometría Raman permitirán determinar si se trata o no de
sulfatos de calcio y, en caso afirmativo, de qué naturaleza son.

402
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Figura 7 – Observaciones en sección de diferentes técnicas de decoración de cerámicas de Dos Cabezas y


El Brujo
a: BR-MT-08. Pintura roja sobre engobe blanco; b: BR-MT-11. Pintura blanca sobre pasta roja; c: DC-MT-03.
Pintura roja sobre pasta blanca; d: DC-MT-04. Engobe blanco sobre pasta rosada

En cuanto a las cerámicas Línea Fina de San José de Moro y Pacatnamú, presentan,
en sección, colores de pasta bastante características de este grupo, con un margen
interno de color gris y un margen externo de color rojo a anaranjado (fig. 8). Estos
colores son característicos de una cocción en atmósfera reductora seguida de un
enfriamiento rápido en atmósfera oxidante (Rye, 1981: 115-117). Se trata de vasijas
de forma muy cerrada, lo que favorece un fenómeno de oxidación que se produce
desde la pared externa hacia la pared interna, y no desde las paredes internas y
externas hacia el centro como en el caso de las vasijas de forma abierta (Picon, 1973).
También se nota que este grado de oxidación varía de una muestra a otra. Estas
diferencias son relacionadas con la velocidad de enfriamiento de las vasijas después
de la cocción. Cuanto más rápido es el enfriamiento, más delgada es la zona
oxidada. Según Rye (1981: 118), la presencia de esta zona oxidada adyacente a
la superficie es característica de una cocción en área abierta o en pozo seguida de
un enfriamiento muy rápido al aire libre.
Las observaciones de la microestructura de estas muestras en MEB revelan
diferentes grados de vitrificación, que se extienden de una vitrificación inicial hasta

Figura 8 – Observaciones en microscopia óptica de las secciones de vasijas Línea Fina de San José de Moro

403
Agnès Rohfritsch

una vitrificación continua con la formación de poros finos a medios (fig. 9). Estas
diferentes microestructuras indican temperaturas de cocción que se escalonan
entre 750-800° C (vitrificación inicial) y 900-1000° C (vitrificación continua con
poros medios) (Maniatis & Tite, 1981).

Figura 9 – Observaciones en MEB (imágenes BSE) de la microestructura de


cerámicas Línea Fina de San José de Moro (a, b y c) y Pacatnamú (d)
a: Vitrificación extendida; b: Vitrificación continua con poros finos; c: Vitrificación
continua con poros finos; d: Vitrificación continua con poros medios

Sobre las técnicas de decoración, las vasijas Línea Fina son sistemáticamente
cubiertas de un engobe blanco, sobre el cual se aplica una pintura de color rojo
a negro (fig. 10). Los primeros datos que tenemos sobre la naturaleza de estos
engobes indican altas concentraciones de silicio (SiO2), aluminio (Al2O3) y calcio
(CaO), lo que sugiere, como en el caso de las muestras más tempranas, el uso
de arcillas calcáreas para su elaboración. En cuanto a las pinturas que forman el
motivo de la decoración, se componen principalmente de silicio (SiO2), aluminio
(Al2O3) y hierro (Fe2O3) (fig. 11). Esta composición evidencia el uso de óxidos de
hierro como pigmento, y su probable mezcla con una arcilla muy diluida (fuerte
proporción de silicio y aluminio). Según los análisis efectuados por Chapdelaine et
al. (1997), el mismo proceso se empleaba en la preparación de engobes blancos y
rojos de cerámicas de la fase IV procedentes del sitio huacas de Moche.

404
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

Figura 10 – Observaciones en sección de las técnicas de decoración de cerámicas Línea Fina de San José
de Moro

Figura 11 – Histograma de composición elemental (% de óxidos) de las decoraciones de cerámicas Línea Fina de San
José de Moro
Los histogramas blancos corresponden a los engobes y los histogramas grises a las pinturas

4. DISCUSIÓN Y PERSPECTIVAS

La proporción de temperante observada en las cerámicas de este estudio (> 20 %)


y su naturaleza (gran cantidad de cuarzos) sugieren la incorporación de arena a la
arcilla durante la etapa de preparación de la pasta. Este añadido no solo permite
facilitar el secado de las piezas, sino que también les confiere más dureza. Al
contrario, disminuye la resistencia mecánica de las vasijas (Tite et al., 2001: 307). La
fineza de las paredes de las vasijas de este estudio (< 10 mm) también contribuye
a la disminución de su resistencia mecánica. En cambio, una pared delgada
aumenta la resistencia al choque térmico por el hecho de que los gradientes de
temperatura a través de la pared y, entonces, las tensiones que conducen al inicio
de fisuras, son reducidos (Tite et al., 2001: 319). Esta resistencia al choque térmico
también depende por mucho de la proporción y de la naturaleza del temperante
empleado. Como lo demuestran los experimentos de Kilikoglou et al. (1995), una
proporción de cuarzo superior al 20 % permite aumentar la disipación de energía
al momento de la propagación de fisuras, y entonces la resistencia al choque

405
Agnès Rohfritsch

térmico. Pero si la proporción de este mineral es demasiado importante presenta


un riesgo al momento de la subida de temperatura debido a su fuerte coeficiente
de dilatación térmica (Rye, 1976: 116-117). Los trabajos de Kilikoglou et al.
indican que para lograr una buena resistencia al choque térmico la proporción
óptima de cuarzo se sitúa alrededor del 20 % en volumen. Aun si la proporción
exacta de granos de cuarzo en las muestras de este estudio todavía no ha sido
determinada, las primeras observaciones de secciones delgadas en microscopia
polarizante señalan que esta proporción no se aleja mucho de la indicada por
estos autores. En el caso de las cerámicas Línea Fina, estos datos coinciden con el
modo de cocción que se puede inferir de los colores de pasta en sección. Estas
cerámicas presentan una coloración típica de una cocción en área abierta o en
pozo seguida de un enfriamiento rápido al aire libre. Ahora bien, estos procesos
de cocción implican subidas de temperatura muy rápidas. En una cocción en área
abierta, el tiempo medio para alcanzar la temperatura máxima es de 22 min, y
de 41 min en una cocción en pozo (Gosselain, 1992: 246). Entonces, las vasijas
cocidas de este modo deben poder soportar semejantes variaciones térmicas. La
presencia de estructuras de cocción en pozo en varios talleres de producción
cerámica mochica de las fases IV y V evidencia el uso de este tipo de cocción.
Por otra parte, los diferentes grados de vitrificación observados en las vasijas Línea
Fina indican temperaturas de cocción bastante variadas (de 750-800° C hasta
900-1000° C), lo que parece coincidir con el hecho de que durante una cocción
en pozo, es muy difícil controlar con precisión las temperaturas y estas pueden
variar considerablemente entre diferentes puntos de la estructura de cocción
(Gosselain, 1992: 256). Las medidas termométricas efectuadas por Salazar et al.
(1993) durante una cocción en pozo en el pueblo de Mórrope6 (departamento
de Lambayeque) evidencian, dentro de una misma cocción, temperaturas que
se escalonan entre 498° C y 1032° C, con un promedio de 870° C al nivel de las
vasijas colocadas en el fondo del pozo (sobre la cama de leña) y un promedio de
910° C al nivel de las vasijas de la hilera superior.
En el caso de las cerámicas calcáreas, en cambio, no parece que tal proceso haya
sido posible. Como lo hemos visto, la cocción de estas vasijas necesita un mejor
control de las temperaturas. El análisis de los dos fragmentos de pasta blanca
sugiere temperaturas de cocción superiores a 950° C. Ahora bien, es difícil
alcanzar semejantes temperaturas y mantenerlas con una cocción en área abierta
o en pozo (que las vasijas sean separadas del combustible por tiestos o no). Solo
las cocciones en horno permiten tal control. Hasta la fecha, el único horno de
alfarero conocido para el periodo mochica es el de Cerro Mayal, que funcionó
durante la fase Mochica IV. Para los periodos más tempranos, no disponemos de
información sobre las estructuras de cocción empleadas.
Además de la información que nos proporcionan sobre las técnicas de cocción, las
vasijas de pasta blanca también son muy interesantes tratándose de la explotación

6 El combustible usado durante esta cocción fue leña de algarrobo y de vichayo, estiércol de vaca y
de cabra y horajascas y ramas pequeñas de algarrobo (Salazar et al., 1993 : 689)

406
Cerámica ritual en la sociedad Mochica: contribución arqueométrica

y del origen de las materias primas. Algunos autores se refieren a la materia prima
empleada en la elaboración de estas vasijas y de los engobes blancos y mencionan
el uso de una «arcilla blanca» (Donnan & McClelland, 1999: 28; Donnan, 1992;
Chapdelaine et al., 1995: 197). Esta denominación parece hacer referencia a las
arcillas caoliníticas, cuyos principales yacimientos se localizan en la sierra. Este
alejamiento entre los yacimientos de caolín y el territorio costanero ocupado por
los mochicas ha llevado a ciertos arqueólogos a considerar las cerámicas de pasta
blanca de esta cultura como una prueba de la existencia de redes de intercambios
con culturas andinas (Chapdelaine et al., 1995: 243; Donnan & McClelland, 1999:
305). Pero los análisis que hemos efectuado en este estudio demuestran que las
cerámicas de pasta blanca y los engobes blancos son mayormente elaborados a
partir de arcillas calcáreas y no de arcillas caoliníticas. Es importante mencionar
que las margas (arcillas calcáreas) y las calizas son abundantes en la costa norte
peruana. Se encuentran especialmente en formaciones del Cretácico Medio
(Pariatambo y Chulec) y del Jurásico Superior (Chicama)7. Entonces, las materias
primas empleadas por los mochicas pueden ser de origen local. Si las cerámicas
de pasta blanca son escasas en la producción mochica, no es por la escasez de la
materia prima empleada para su fabricación. En cambio, el hecho de que estas
cerámicas necesiten una cocción a alta temperatura (superiora a 950° C) podría
constituir una cierta dificultad para los alfareros mochicas quienes, aparentemente,
usaban más la cocción en pozo. Sin embargo, la cultura Mochica produjo también
numerosos objetos de cobre, cuya temperatura de fusión es de 1084° C. Esto
demuestra que los artesanos de esta sociedad controlaban perfectamente la
obtención de altas temperaturas. Además, la presencia de un sector agrupando
diferentes artesanías en el sitio de las huacas de Moche y el carácter compuesto
de ciertos objetos producidos por esta sociedad, como las piezas de cerámica
o de metal con incrustaciones de piedra, concha o hueso, parecen indicar que
estas diferentes artesanías no eran compartimentadas según el tipo de material
trabajado. Entonces, es difícil pensar que solamente los artesanos metalurgistas
eran capaces de lograr altas temperaturas, mientras que los alfareros no lo podían.
Otra explicación de esta rareza de las cerámicas de pasta blanca podría ser la
cantidad de combustible que requiere la cocción de estas vasijas. La aplicación de
engobes blancos permite usar temperaturas de cocción más bajas y, requiere, por
lo tanto, menos combustible.
Finalmente, el estudio de las técnicas de decoración señala que varias soluciones
técnicas podían ser empleadas para obtener un resultado similar. Las decoraciones
rojas sobre un fondo blanco, que caracterizan gran parte de la cerámica fina
mochica, podían ser obtenidas por la aplicación de un engobe blanco y luego
de una pintura roja, o por la aplicación de una pintura roja directamente sobre
la superficie de una vasija de pasta blanca. Es interesante constatar que Carole
Fraresso hizo las mismas observaciones acerca de las técnicas de dorado empleadas
en la fabricación de objetos de metal (Fraresso, 2007). Podemos interrogarnos,

Ingemmet, Boletín n.˚ 38, Serie A.


7

407
Agnès Rohfritsch

como lo hace esta autora, sobre los motivos de estas elecciones técnicas. ¿Están
relacionadas con la existencia de prácticas técnicas regionales, o incluso locales?
¿Pueden ser estas prácticas el reflejo de la existencia de diferentes grupos de
artesanos o de diferentes «territorios técnicos»?
Por supuesto, el estado actual de las investigaciones sobre las técnicas artesanales
mochicas no permite responder a estos interrogantes. Sin embargo, estas
investigaciones demuestran la importancia de tomar en cuenta consideraciones
de orden técnico en la definición de la organización de los diferentes grupos
humanos que formaban la sociedad Mochica.

Agradecimientos
Quiero agradecer a las personas que hicieron posible este trabajo de investigación. En
primer lugar, a Luis Jaime Castillo por haberme dado acceso al material cerámico del
Proyecto Arqueológico San José de Moro (PASJM) y por el apoyo que siempre ha brindado
a este trabajo de investigación. También quiero agradecer a toda la gente del PASJM por
su enseñanza y ánimo a lo largo de las temporadas de excavación que tuve suerte de
pasar con ellos. A Christopher Donnan por haberme facilitado el acceso al material de
Dos Cabezas y Pacatnamú. A Régulo Franco por haberme confiado material del Proyecto
Arqueológico Complejo El Brujo y a Carmen Gamarra de la Cruz por haberme asistido en
la selección de muestras.

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IFEA
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar


y Santa Cruz. Manuscrito de finales del
siglo XVII*

Gerald Taylor**

Resumen

Se conoce a Sancho de Melgar por su Arte de la lengua general del Ynga llamada Qquechhua, publicado
en Lima en 1691. Existe en la Biblioteca Nacional de Bogotá un manuscrito inédito del mismo autor
llamado Luçerna Yndyca que contiene un estudio sobre la ortografía de la lengua general, un copioso
léxico castellano-quechua (que es en realidad una sistematización del vocabulario de González
Holguín) y traducciones del evangelio. Su interés principal, sin embargo, es el de ser testimonio de
cómo un catedrático sanmarquino de esa época enseñaba la lengua general; se trata de una obra
redactada en una mezcla barroca de latín y castellano, llena de digresiones eruditas.

Palabras clave: quechua, lengua general, filología, evangelización

La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrit de


la fin du XVIIème siècle

Résumé

Sancho de Melgar nous est connu grâce à son Arte de la lengua general del Ynga llamada Qquechhua,
publié à Lima en 1691. À la Bibliothèque Nationale de Bogotá se trouve un manuscrit inédit du même
auteur: La Luçerna Yndyca, qui contient une étude sur l’orthographe de la lengua general, un lexique

* Este artículo, redactado en el año 2007, se basa en una ponencia preparada para el Simposio «Les
littératures didactique et dramatique en langues autochtones dans le Mexique et le Pérou coloniaux»,
organizado por el CELIA en colaboración con el Groupe de Recherche sur l’Amérique Latine y el
Centre d’Anthropologie de la Universidad de Toulouse-Le Mirail y dirigido por Xavier Pello, el 9 y 10
de junio de 2006, en Toulouse-Le Mirail.
** CELIA (CNRS), IFEA. E-mail: gcptaylor@yahoo.fr

413
Gerald Taylor

volumineux castellan-quechua (qui est, en réalité, une systématisation du vocabulaire de González


Holguín) et des traductions des Évangiles. Cependant, son principal intérêt est de se renseigner sur la
façon dont, à cette époque, un professeur de l’université de San Marcos enseignait la lengua general :
il s’agit d’une oeuvre rédigée dans un mélange baroque de latin et d’espagnol, remplie de digressions
érudites.

Mots clés : quechua, lengua general, philologie, évangélisation

The Luçerna Yndyca of E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscript


composed towards the end of the 17th century

Abstract

Sancho de Melgar is known to us thanks to his Arte de la Lengua General del Ynga Llamada Qquechhua,
published in Lima in 1691. In the National Library of Bogota is to be found an unpublished manuscript
of the same author, La Luçerna Yndyca, which contains a study of the spelling of the Lengua General,
a copious Castellano-Quechua lexicon (in fact, a systematization of González Holguín’s dictionary) as
well as translations of the Gospels. However its principal interest is that of being a testimony to how a
17th century professor of the University of San Marcos taught the Lengua General. The manuscript is
written in a baroque mixture of Latin and Spanish and is full of erudite digressions.

Key words: quechua, lengua general, philology, evangelisation

Gracias a una referencia contenida en la bibliografía de las lenguas aymara y


quechua de Paul Rivet y Georges de Créqui-Montfort (Rivet & Créqui-Montfort,
1951: 130-1), se sabe de la existencia de un importante manuscrito relacionado
con la evangelización en quechua y conservado en Bogotá. Se trata de la Luçerna
Yndyca del doctor Estéban Sancho de Melgar y Santa Cruz1, compuesta de unos
247 folios (casi 500 páginas de texto) y que contiene una selección de pasajes del
Evangelio traducidos del latín al quechua. Según Rivet y Créqui-Montfort, en esa
época se encontraba en el Archivo Nacional de Bogotá. Esta indicación dificultó
durante muchos años su estudio, puesto que en los años 1990 las personas
consultadas en el Archivo Nacional desconocían este documente que, finalmente,
pudo ser localizado con a la ayuda del profesor Tulio Rojas en la Biblioteca
Nacional de Colombia, Bogotá, donde había sido trasladado. Por intermedio

1 El título exacto, tal como aparece en el primer folio del manuscrito, es: LVÇERNA YNDYCA // Y
Traducçion paraphrastica de / todos los Evangelios, que canta la Yglesia / segun el sentir de Santos
Padres, Sagrados / Expossitores y Versiones Sacras.// Va al fin el Arte del mismo Author locu-/pletado,
copiosso y curiosso Vocabulario. Ora-/ciones, y Cathecismos, Confessionario, / y Ritual// Por el
Doctor D(o)n Estevan Sancho de Melgar y / Santa Cruz, Natural de esta Ciudad de los Reyes, /
Capellan mas antiguo del Hospital Real de Santa Anna, / Doctor en Sagrada Theologia en la real
Universidad de San / Marcos de dicha Ciudad, y Cathedratico en ella de la / lengua General de las
Yndias de este Reyno, Cathedratico / tambien de dicha lengua en la Santa Yglesia Metropoli-/tana
de dicha ciudad, y Examinador Synodal / de su Arzobispado.// Consagrasse, y dedica al Yll(ustrissi)
mo S(eño)r, el Señor / D(octo)r D(o)n Antonio de Solonga, del Consejo de / su Magestad, Dignissimo
Arzobispo de esta Me-/tropoli.

414
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

de la investigadora Duna Troiani fue entonces posible conseguir una fotocopia,


desafortunadamente de mala calidad, que reflejaba el estado deteriorado del
original. La breve descripción que se presenta aquí, con la transcripción que la
acompaña, se basa en esta fotocopia. La referencia bibliográfica actual comunicada
por el señor Jaime Quevedo es el Ms 346 de la BNC (Biblioteca Nacional de
Colombia).
La descripción que aparece en Rivet y Créqui-Montfort de la composición del
manuscrito es bastante detallada y aquí añadiré sólo unos comentarios sobre su
contenido. Se conoce al autor, Sancho de Melgar, por otra obra publicada en Lima
en 1691: Arte de la lengua general del Ynga llamada Qquechhua. Se trata tal vez de
la última parte de este manuscrito, a la que se refiere el autor en su título: «Va al
fin el Arte del mismo Author», que efectivamente no se encuentra en el manuscrito
que conocemos hoy. Una versión muy reducida de las reglas ortográficas del
manuscrito que reproduzco aquí como documento anexo (anexo 1) se encuentra
en el «Prólogo al Lector» de la publicación de 1691. En la dedicatoria al arzobispo
don Antonio de Soloaga (f2r-f6r), el autor expresa su deseo que el manuscrito
sea publicado. Tal vez las autoridades limeñas no hayan sido convencidas por
la utilidad de la publicación de una obra tan compleja (la gran época de las
publicaciones de los tratados de evangelización en quechua —los años 40 del
siglo XVII— ya era cosa del pasado) y el arte de 1691 fue todo lo que salió a luz
del trabajo monumental de Sancho de Melgar.
Sabemos del autor que era, según indica la página del título del manuscrito,
«Capellan mas antiguo del Hospital Real de Santa Anna, / Doctor en Sagrada
Theologia en la real Universidad de San / Marcos de dicha Ciudad, y Cathedratico
en ella de la / lengua General de las Yndias de este Reyno, Cathedratico / tambien
de dicha lengua en la Santa Yglesia Metropoli-/tana de dicha ciudad, y Examinador
Synodal / de su Arzobispado». Sabemos igualmente que el quechua no era su
lengua materna («por no ser nativo en el idioma») y que la tarea que se había
impuesto, emulando al Bautista como «luçerna» de los gentiles, implicó «dilatado
tiempo al costo de prolija especulacion y cuidadosos desuelos»2.
El manuscrito tal como ha sido conservado en la BNC se compone de las partes
siguientes:
• Título con referencias del autor y dedicatoria (f1r)3.
• Dedicatoria y justificación del trabajo (f2r- f6v).
• Prologo a los s(eño)res Curas (f7r- f10v).
• Bocabulario copioso y vtilissimo, assi para la facilidad en predicar, como / para
la destreza en oyr a los penitentes en la confession (f11r-f42v).
• Indice de los Euangelios que contiene esta obra: el primero nu-/mero es el
orden de cada Euang(eli)o el segundo es la pagina. (f43r-f44r)

2 Prologo a los s(eño)res Curas, f7r.


3 Las cifras impresas que indican los folios son modernas (comenzando por 00001). Solo la
interpretación de los evangelios tiene una foliación antigua en la que f1r corresponde al f51r de la
numeración moderna y f198r al f247v moderno.

415
Gerald Taylor

• Reglas de la ortographia Indica, para el idiomista que aprende / por preceptos


escriua con perfeccion y pronuncie con alguna pro-/priedad (f44v-f45v) (Su
transcripción aparece como anexo de este artículo).
• Exposicion parafrastica de todos los Euangelios que canta la Iglesia confor-/me al
sentir de S(antos)s Padres y sagrados Expositores, en la qual con natiuos parafra-/
sis y genuinos preceptos de este idioma, se da luz al cura de almas, para que
con destre-/za y acierto pueda predicar y enseñar a sus feligreses las verdades
catholicas que en los / santos Euangelios se contienen. (f46r-f50r) (Se compone
de un Preludio de dos renglones y la exposición de una serie de nueve reglas
para poder utilizar eficazmente la obra. La «Regla nona y Vltima» se refiere a la
gramática del quechua y contiene una descripción detallada de la manera en
que el Chinchaysuyo se distingue de la «lengua del Inga»).
A partir del f51r (o f1r de la foliación antigua) empieza la exposición en latín con
su traducción al quechua de pasajes escogidos de los Evangelios considerados
apropiados para fechas determinadas del año litúrgico. Solo el capítulo 26 de
la pasión según San Mateo («Passio D(omi)ni nostri Iesu Christi secundum
Matthaeum. Cap. 26.»), f236r (f184)-f242v (f196v) se presenta en versión completa
(la transcripción de un extracto de Mateo 22 [Evang. 108. Enseña Iesus qual es el
principal mandamiento de la ley: / confunde a los Phariseos con vna pregunta] ha
sido agregada como documento anexo 2 a este artículo).

1. EL AUTOR

La hoja que contiene el título del manuscrito hace referencia al itinerario


profesional del autor: «Natural de esta Çiudad de Los Reyes / Capellan mas
antiguo del hospital real de Santa Anna, / Doctor en Sagrada Theologia en la
Real Vniversidad de San / Marcos de dicha Çiudad, y Cathedratico en ella de la
/ lengua General de las Yndias de este Reyno, Cathedratico / también de dicha
lengua en la Santa Iglesia Metropoli-/tana de dicha ciudad y Examinador Synodal
/ de su Arzobispado». No debe sorprender que la obra de un profesor con tanta
experiencia sea una suma de erudición, esencialmente pedagógica y universitaria
en su concepción. Es posible que el material de base de sus notas gramaticales y de
su traducción y comentario de los Evangelios haya sido precisamente los apuntes
para los cursos que dictaba en dichos centros de estudio. La abundancia de citas
y referencias a los grandes exegetas bíblicos conocidos en aquella época muestra
su gran erudición y también su formación universitaria. Desafortunadamente
sabemos muy poco sobre el ambiente en los grandes centros de estudio donde
un conocimiento de la lengua general era fundamental y que producían «curas de
Indios», criollos como Sancho de Melgar y tal vez peninsulares también, capaces
de componer sonetos en quechua, dedicados a sus colegas, de muy buena calidad
lingüística a pesar de su forma y estilo hispánicos. No sabemos cuáles hayan sido
sus lecturas. Solo podemos suponer a partir del análisis del manuscrito de Sancho
de Melgar que su nivel de erudición era alto. El autor no era quechuahablante

416
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

nativo. Aprendió el idioma probablemente en medios académicos semejantes a


los donde enseñaba. No hay huella en su trabajo de la influencia de un quechua
informal, hablado. Es entonces probable que la enseñanza de la lengua general
en el contexto eclesiástico limeño fuera semejante a la del griego y del latín.
El comentario del empleo respectivo de las partículas gramaticales, que forma
parte de las reglas expuestas como introducción a la exposición de los Evangelios,
implica un análisis profundo del sistema del idioma. Comentarios semejantes se
encuentran en la justificación de las traducciones (con las variantes alternativas)
que propone. Nunca dan la impresión de espontaneidad. Al contrario, todo está
calculado a partir del análisis filológico del texto latino y los términos quechuas
que busca son los que le parecen mejor corresponder a los matices del latín.
Consecuentemente, el resultado parece ser a veces poco natural. En el siglo XVII,
la lengua general —bajo la forma de diversas variantes— era todavía un idioma
hablado, el único que en la parte más importante de la colonia pudiera permitir
la comprensión entre las diferentes categorías sociales, aunque probablemente
en Lima, y hasta en el cercado, el castellano ya predominaba. Sin duda la lengua
general, lengua franca de las clases populares y hablada en las comunidades al
lado de los dialectos locales que también habían sufrido su influencia, difería del
idioma erudito cuzqueñizante propuesto por los académicos de San Marcos. Se
puede comparar el lenguaje de un documento como el manuscrito quechua de
Huarochirí o los diversos textos quechuas de origen laico que se ha empezado
a publicar en los últimos años con los sermonarios de Ávila y de Avendaño o las
traducciones de los Evangelios que proporciona Sancho de Melgar.

2. LOS CRITERIOS ORTOGRÁFICOS

En la formulación de las reglas de la ortografía predominan los criterios pedagógicos


de Sancho de Melgar. Difiere de las descripciones anteriores de la lengua por la
indicación precisa de la estructura silábica del idioma, distinta de la del castellano.
Por eso se sirve sobre todo del guión para mostrar que r, ll e y, después de otra
consonante, inician una nueva sílaba, puesto que el quechua no admite una
secuencia de dos consonantes en la misma sílaba. Así, escribe chac-ra y choc-llo.
En el caso de y, su criterio es un poco más complejo, ya que reconoce que para
un hispanohablante una palabra como /tapya/ suena como una esdrújula y podría
ser interpretada fonéticamente como [‘tapiya], así pone el guión a ambos lados
de y y escribe tap-y-a. De la misma manera, separa las dos c, que transcriben
respectivamente /q/ y /s/ en rec-cini /riqsini/ «conozco» por un guión.
Consciente de la necesidad de conservar los valores cuzqueños de la «lengua del
Inga», emplea, aunque de manera un poco modificada, la grafía consagrada por
los grandes quechuistas de los años 40 del siglo XVII (Ávila, Avendaño y Jurado
Palomino) y distingue las oclusivas aspiradas y las glotalizadas. Sin embargo, solo
en el caso de la bilabial su sistema funciona completamente: pacha «tiempo» y
ppacha /p’acha/ «vestido». Expresa la aspirada mediante el guión seguido por h:

417
Gerald Taylor

p-hucuni /phukuni/ «soplo»4. tt y cc/qqu representan respectivamente /th, t’/ y


/q, qh, q’/ así como /kh, k’/. El recurso a los alófonos de /i/ y de /u/, es decir de
<e> y de <o>, permite distinguir entre la velar y la uvular en palabras como
qquipu /khipu/ «nudo» y qquepa /qhipa/ «último», pero, cuando éstas preceden
a /a/, solo la familiaridad con el lexema muestra que la secuencia inicial de ccari
«varón» representa /qh/ y no /kh/, /k’/, /q/ o /q’/. Algunas grafías del vocabulario
son insólitas y así encontramos qu-huyapayacc para /khuyapayaq/ «piadoso». La
grafía chh representa /ch’/: chhussacc /ch’uÒaq/ «vacío». No hay entrada alguna en
el vocabulario que corresponda a una palabra pronunciada hoy en los dialectos
sureños con una africada aspirada /chh/.
Una innovación interesante del sistema gráfico empleado por Sancho de Melgar
es la representación de la semivocal bilabial /w/ por vv. El ambiente cosmopolita
del mundo de la evangelización de aquella época explica esta opción, a la que
llegó «confi-/riendo este punto con vn sujeto muy docto, de singular ingenio, gran
erudita, insigne no so-/lo en los idiomas Latino, Germanico, Frances, y otros desta
Europa, sino tambien consuma-/do en los dos generales de este reyno qquechhua
y Aymara, me asegurô que la pronun-/ciacion del Indio con estas sylabas era la
misma que el vva, vve; vvi de los estrangero» (véase anexo 1).
El rechazo de k, empleada por González Holguín, para notar la oclusiva uvular
/q/ corresponde a una reacción semejante a la expresada por Francisco de Ávila
en la «Prefación» a su sermonario. No toma en consideración la posible utilidad
del empleo de este signo en vez de la confusión evidente creada por el conjunto
cc/qqu, sino basa su crítica en la pronunciación contemporánea de las voces
Kalendae y Kyrie. Es verdad que González Holguín no es muy rigoroso en sus
criterios ortográficos y encontramos «mar, laguna» traducida por las dos grafías
ccocha y kocha. En la última década del siglo XIX, Middendorf resucita el signo k
para representar la uvular, manteniendo c y qu para la velar (Middendorf, 1970
[1890]).

3. EL VOCABULARIO

El manuscrito de Sancho de Melgar contiene un vocabulario importante castellano-


lengua general, 31 folios, o sea 62 páginas a doble columna. La base del trabajo
del autor es el Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua
qquichua o del Inca de Diego González Holguín (1608). Sin embargo no se trata de
una simple copia de la obra de su ilustre predecesor. Sancho de Melgar ha realizado
un esfuerzo notable de reorganización de los datos caóticos del vocabulario de
González Holguín. Aquí como en otras partes del manuscrito, se puede observar
que es el deseo de ser eficaz que predomina. Se ha reformulado el léxico de
González Holguín para que pueda ser fácilmente consultado por el estudiante
de la lengua general y también por el autor mismo que, sin duda, lo utilizaba

4 Este tratamiento especial dado a la bilabial se debe probablemente al deseo de evitar la confusión
entre p-h [ph] y ph [f].

418
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

para realizar sus traducciones de los Evangelios. La grafía de las traducciones ya


no es la de González Holguín, con todas sus inconsistencias, sino la misma que
el autor propone en sus Reglas de la ortographia Indica (f44v-f45v). Hay también
elementos originales, por ejemplo la entrada castellana coito ocupa una columna
entera de su vocabulario mientras que ni aparece en el de González Holguín.

4. LA TRADUCCIÓN DE LOS EVANGELIOS

El extracto del Evangelio de Mateo que presento aquí fue escogido por su
legibilidad. Sin embargo, no representa idealmente el estilo de Sancho de Melgar,
lleno de erudicón barroca. El inicio de otro texto Et Deus erat Verbum [f64r], que
desafortunadamente en la fotocopia a mi disposición es en gran parte ilegible,
dará una idea más precisa de la extraña mezcla del latín y del castellano, de
citas de los evangelistas y de sus exegetas, que caracteriza su texto. El autor
indica la traducción al quechua de las citas del Evangelio por un asterisco. Los
pasajes en cursivas están subrayados en el original. Se discute del sentido preciso
de cada elemento del texto latino antes de enfrentar su traducción para la cual
frecuentemente se propone una o dos formas alternativas. Así camarccan (/
kamarqan/), empleado con el sentido de «creó» tiene como variante cachirccan
(/kachirqan/) «hizo que existiera» y caccllapas (/kaqllapaÒ/) «todo lo que exite»
alterna con kayñijoccllapas (/kayñiyuqllapaÒ/) «todo lo que tiene existencia». La
justificación para sus traducciones está expuesta en detalle como también la
propiedad gramatical de la estructura escogida. Las barras oblicuas separan los
renglones del original. Pongo entre corchetes la transcripción normalizada de las
traducciones al quechua. Los signos < > encierran enmiendas del autor agregadas
a su texto. Las palabras en negritas son tentativas de interpretar formas ilegibles
de la fotocopia.

Extracto de la Luçerna Yndyca del Dr Estevan Sancho de Melgar y


Santa Cruz
[f. 64r a f. 66v]

«Tercera proposition: Et Deus erat Verbum.


Verborum constructio (dize Mald[onado]) ita ordinanda est, vt Verbum sit sub-/
iectum, Deus attributum; transpositis verbis: [1] Verbum erat Deus. *Diospa churin
Verbo ñisccari Diostaccmi cachcarccan. [Diospa churin Verbo ñiÒqari Diostaqmi
kachkarqan]
V. 2. Hoc erat in principio apud Deum.
*Cay ñispa churin Verbo ñisccacca manaracc hinantin pacha teccsiscca / captin,
Diospi cachcarccan [kay ñiÒpa churin Verbo ıniÒqaqa manaraq hinantin pacha
tiqsiÒqa kaptin Diospi kachkarqan]; aut aliter vt supra in prima et secunda
propositione.
V. 3. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipsa factum est nihil quod factum est.

419
Gerald Taylor

Praepositio per (dize Cornelio) cum dicitur per ipsum hîc non significat / causam
instrumentalem, aut ministrum, quasi verbum fuerit, instrumentum, vel / minister
Dei per quod creavit omnia. Y assi no se ha de traduzir con raycu, [ni] con /
genitivo que corresponde a nuestra a .l. ab. Oygan a Cornelio: quaeres (dize)
cur ergo / S. Ioannes potius dicat per Verbum omnia facta esse, quam à Verbo?
Rs. Primo, / vt significet Verbum esse ideam rerum creatarum, iuxta quam Pater
cum Filio cre-/avit omnia: secundo, proprie dicit per Verbum omnia esse facta;
quia Verbum / â Patre accipit cum essentia divina omnipotentiam, et actionem
eamdem nu-/mero, qua simul cum Patre omnia creat. Con cuyo fundamento
se hara este pe-/rifrasi: In Juntamento con el crio el Padre todas las cosas: y sin
el nada de / lo que tiene ser fue hecho. *Dios yayacca payvvan vvaquilla ima
hayccactapas ca/marccan .l. cachirccan: mana payvvancca ima caccllapas .l.
caynijoccllapas ma-/nam rurasccachu .l. camasccachu carccan. [Dios yayaqa
paywan wakilla ima hayk’aktapaÒ kamarqan (o kachirqan); mana paywanqa ima
kaqllapaÒ (o kayniyuqllapaÒ) manam ruraÒqachu (o kamaÒqachu karqan.] Y para
comprobacion de que arriba de-/be dezirse cum ipso, atiende a Sylverio hîc
num. 48. Ioannes id quod dixi-/rat, per affirmationem, repetit per negationem. La
n<e>gacion es sine ipso, preci-/samente sera cum ipso la afirmacion. Notando
que ima caccllapas .l. cay nijocclla-/pas equivale gallardamente a quod factum est
q. d. Nihil quod est, aut / habet esse sine ipso factum est».

Referencias citadas

AVENDAÑO, F. de, 1649 – Sermones de los misterios de nuestra santa fe católica en lengua
castyellana y en la general del Inca; Lima.
ÁVILA, F. de, 1647-1648 – Tratado de los Evangelios que la iglesia propone en todo el año,
2 tomos; Lima.
GONZÁLEZ HOLGUÍN, D., 1608 – Vocabulario de la lengua general de todo el Perú
llamada lengua qquichua o del Inca, 707 pp.; Lima: Universidad Nacional Mayor
de San Marcos.
MIDDENDORF, E.,1970 [1890] – Gramática Keshua, traducida del alemán por Ernesto
More; Lima.
RIVET, P. & CRÉQUI-MONTFORT, G., 1951 – Bibliographie des langues aymará et Kicua,
1540-1875, 499 pp.; Paris: Université de Paris, Institut d’ethnologie.
SANCHO DE MELGAR, E., 1691 – Arte de la lengua general del ynga llamada Qquechhua;
Lima.

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La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

Anexo 1

Luçerna Yndyca [44v]


Reglas de ortographia Indica, para que el idiomista que aprende /
por preceptos escriua con perfeccion y pronuncie con alguna pro/
priedad

Num. 1. La buena pronunciacion (dize nuestro Nebrixa en su Arte) pende de la /


buena orthographia: y siendo esta tan necessaria en la lengua Latina, cuya con-/
textura de sylabas concuerda con nuestra Cartilla Castellana, mucho mas lo serâ /
en esta, cuyas dicciones apenas pueden deletrarse.
2 Faltan de nuestro Alphabeto a este idioma B. D. F. G. J. X pero tiene Cc. qq. / hh.
tt. vv. th. p-h. cuyo vso es como se sigue.
3 De quatro maneras pronuncia el Indio la C. La primera sencilla como en Cas-/
tellano y Latin. vt cani. La segunda suave, como z. vt çaça, çocco çocco. La
tercera / con aspereza pronunciando desde las fauces, vt ñocca, ccam. La quarta
tambien aspera, pe-/ro del paladar para fuera, vt ccatini. xccavvani. Algunos que
han impresso han escri-/to esta vltima con K. ignoro el fundamento. Dos razones
pudieran dar: o que el Indio / la auia escrito assi, o que la K. tiene la fuerça que
le prohijan: la vna falta porque / el Indio no escriuio: a la segunda pregunto, si
Kalendae y Kyrie tienen la aspereza que / ccatini? Lo cierto es que no: luego no
se debe vsar. Solo me persuado que para variar / de pronunciacion la vsaron ad
placitum. Yo digo que mas proprio es escriuir con cc / y qq, y la propriedad la
eñseñarâ el tiempo y la atencion a los natiuos, quando ha-/blan: porque es cierto
que es imposible aprenderlo sine viuae vocis oraculo.
4 La q doblada tiene la pronunciacion como la c doblada de la quarta orden del /
num. antecedente, vt qquevvini, ruqqui.
5. Tiene otra prononciacion de .q. ante .h que se haze quasi separando aquella de
/ esta, vt vtq-hu el algodon.
6 En la P ay tambien variedad: vnas vezes se pronuncia sencilla y sin fuerza, vt
pipas, / otras hiriendo con fuerza los labios (y esta escriuiremos con pp) como
ppacha, el vestido, / a distincion de pacha, el tiempo, de otras escriuiremos con
ph pero no sonara quasi / f como en propheta, sino que al parecer se pronuncia la
p separada de la h, co-/mo p-hucuni soplar, y para pronunciarla se hiere vn labio
contra otro, aspirando / con ayre para la h.
7 Quando a la p se sigue r haze sonido de F pero no liquesce la R como en Cas-/
tellano y Latin, vt f…f… Africa, sino que la vocal antecedente se arrastra la / R y la
R hiere suaue en la vocal subsequente, vt chap-rini, hap-ra, cuya pronuncia-/cion
suena quasi chafrini, hafra. //
[45r]
8. Si la R se hallare post C (obseruando en la prononciacion la separacion de P
ante R) / tampoco hiere, y haze sonido quasi de G, vt chac-ra, roc-ro: y por esta

421
Gerald Taylor

precision de no herir / los sonidos P, y C en la R. ningun vocablo de este idioma


tiene primera sylaba que comien-/za con pra, pre, & ni con cra, cre, por no auer
vocal antecedente que arrastre P, o C.
9. Lo mismo se obseruarâ quando a la C se siguen ll, que sig vt chocc-llo, que se
prononciarâ / quasi chog-llo: Y por esta causa he juzgado ser preciso separarlas
con raya en medio, para que el / que no es natiuo sepa que es vna sola voz, pero
que no ha de herir en los liquidos. Lo mismo se obser-/uarâ con la Y que con raya
antes no se junta con la consonante antecedente, y con raya despues, no / hiere
en la vocal subsequente, vt tap-y-a, que se pronunciarâ q. d. tafia.
10. La c ante y diuidida con raya suena como G, vt vvac-y-ani. q. d. wagiani.
11. La tt doblada se pronuncia hiriendo con fuerza la lengua en los dientes, vt
ttica la flor, / a distincion de tica el adobe: ttacani derramar cosas aridas, y tacani
golpear.
12. He tenido suficiente motiuo para vsar de vv doblada, como en vvavva, vveque,
vvira, / huyendo de escriuir (como todos lo han hecho hasta aora) huahua, veqque,
vira. Porque si / leemos el hua, hue, &. como pronuncia el Castellano hueuo,
huerta; mas suena G que / otra letra, pues de ordinario dizen los Castellanos:
gueuo, guerta, como a Huamancca, / y Huancavvillcca s Guamanga y Guancavelica.
Si leemos va, ve, vi, & parece B. heri-/do sin labios suena, como vara, verdad, vino,
&. Vno y otro dista mucho de lo que el / Indio pronuncia: luego no se deue escriuir
como hasta aora. A que se llega que confi-/riendo este punto con vn sujeto muy
docto, de singular ingenio, gran erudita, insigne no so-/lo en los idiomas Latino,
Germanico, Frances, y otros desta Europa, sino tambien consuma-/do en los dos
generales de este reyno qquechhua y Aymara, me asegurô que la pronun-/ciacion
del Indio con estas sylabas era la misma que el vva, vve; vvi de los estrangeros.
13. La H. doblada post C tiene distinta pronunciacion de la sencilla, vt michha,
muchha.
14. Varios vocablos finalizan en ch como ach, ichach, achuch: pronuncionanse
cuy-/dando de que no se expresse vocal despues de la h, sino que se finalize en
esta sola.
15. No ay l sencilla en este idioma: y se ponen por objecion la interjecion alalay,
que / todos han escrito con vna, respondo que no son sino dos allallay, que no
soñarân como lla-/mar, llenar, et alia, sino como se estuviera escrito, al-lal-lay.
16. Tampoco tiene el Indio R doblada: y assi, que este en principio o medio de
/ diccion suena lo mismo que nuestra R en medio: por lo qual en rimarini, ruru,
ram-/ram tienen la misma suauidad en las primeras, que en los medios, y no muy
singular / pues en Italiano, y otros idiomas sucede lo mismo.
17. Ninguna voz de este idioma tiene pronunciacion aguda como en Castellano,
entrô / con acento en la vltima, vt entrô, enseñê, amarâ. Todas las penultimas son
largas como / <docebo> //
[45v]
docebo, labores, sin que aya penultima breue, como tempora, dominus, dabitis,
sino es la vo-/cal ante vocal, vt onccoy, hamuy, ppunchau.

422
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

18. Debese obseruar que ay muchas dicciones, que se componen de ad con dos,
tres y mas / particulas como churijquicunactavvampas, donde se halla churi el hijo,
iqui possessiuo. que / corresponde a tuus. cuna que lo pluraliza, cta que lo haze
acusatiuo, y vvan con pas que son / conjunciones. Si esta o semejantes dicciones
se huuiesen de diuidir en fin de renglon, se / partiran con raya, porque juntas
gerunt vide vnius: y aunque de la diccion de arriba / churi, seorsum sumpta,
significa filius, pero como las particulas que restan, vna le constitu-/ye possesso,
otra plural, otra acusatiuo, y otras le conjuntan con diccion o clausula antece-/
dente, en fin de linea se le pondra a churi (o a qualquiera de las otras) raya
para que se-/pa el que lee, no ha de parar alli, sino passar a la linea siguiente
a buscar las sylabas restan-/tes, que le constituyen vn solo vocablo: a la manera
que en Latin partimos en fin de linea / (quando se ofrece) a quam-obrem, sic-ut;
quominus et alia quo-minus et alia.
19. Vltimamente note que el Indio confunde la o <con> la v, y la e con la i: y
assi, o ya en / impressiones, o ya oyendo al Indio notarân la variedad en vn mismo
vocablo, porque v-/nos dizen oncconi y otros vnccuni: vnos reccini, y otros riccini.
Lo cierto es que en el / Cuzco la pronuncian tan indiferente al sonido, que no
se puede percebir si es vna, v otra. / Esto ha mouido a los que han escrito Artes
de este idioma a enseñar que quando la raiz del / verbo fuere i como en puri-ni,
con el participio de presente se mude en e, vt purecc: y / y [sic] si la raiz es v, se
conuierta de o, vt en puñu-ni, puñocc. En este particular fijan al / vso del pais, o no
le fijan, que tambien entenderan al que dize vvañucc, como al qu pro-/nunciare
vvañocc. Y no es entre solos Indios esta confusion de letras, pues vemos en nues-/
tro Romano Castellano, que auiendo tenido su origen en la lengua Latina, de
porta / dixeron puerta, de curta, corta, de timor temor: y aun en nuestro siglo
oymos Sujetos / Castellanos, no Sayagueces, sino bien eruditos y rethoricos que
dizen tiniendo y puniendo, / pro teniendo y poniendo.. Y en nuestro idioma vimos
variar la raiz y de dezir sale / dijo, digo, &. y de poner; salen puse, pusiera &. y
otros innumerables.

Anexo 2

Luçerna Yndyca, [182r <130>]


Dominica decima septima post Penticosten.
Evang. 108. Enseña Iesus qual es el principal mandamiento de la
ley: / confunde a los Phariseos con vna pregunta. Matt. 22.

V. 34. Accesserunt ad Iesum Pharisaei:


* Phariseocuna Iesusman cayllaycurccan:
V. 35. Et interrogavit eum vnus ex eis legis doctor, tentans eum.
* hucñin camachicuscca simi yachayçapa payta vvateccaspari, tapurccan. //

423
Gerald Taylor

[182v]
V. 36. Magister, quod est mandatum magnum in lege?
* Yachachicamayocc, mayccanmi camachicuscca simipi collananñin
camachicusccacca?
V. 37. Ait illi Iesus: Diliges D(omi)num Deum tuum ex toto corde tuo, et in tota
anima tua, et / in tota mente tua.
* Iesus payman ñirccan: Apu Diosñijquiman soncco canqui tucuy
sonccoyquivvan, tu-/cuy animayquivvan tucuy yuyayñijquivvampas.
V. 38. Hoc est maximum, et primum mandatum.
* Caymi collananñin camachicusccacca, ñaupaccñintaccmi.
V. 39. Secundum autem simile est huic: Diliges proximum tuum sicut te ipsum.
* Isccayñeqquenxri cayman<mi> ricchaccmi<cca>: Runamacijquicta .l.
ccamhina runacta / quiquijquictahina munanqui.
V. 40. In his duobus mandatis vniversa lex pendet, et Prophetae.
* Tucuyñin camachicuscca simicca, Prophetocunap qquellccasccampas cay
isccay cama-/chicuscca simipi vvisccacun.
V. 41. Congregatis autem Pharisaeis, interrogavit eos Iesus,
* Phariseocuna ña huñunacuptin, Iesus paycunacta tapuspa,
V. 42. dicens: quid vobis videtur de Christo cuius filius est? Dicunt ei: David.
*Ñirccan: Messias Christomanta imañinquichicc? Pip churinmi? Payman
ñirccan-/cu: Davidpa.
V. 43. Ait illis quomodo ergo David in spiritu vocat cum Dominum , dicens:
* Paycunaman ñirccan: Imahinatacc ari Davidcca Espiritu Santop çamaycusccan
/ yachachisccan payta Apu, vvac-yaspa, ñirccan.
V. 44. Dixit Dominus Domino meo: Sede à dextris meis, donec ponam inimicos
tuos scabe-/llum pedum tuorum?
* Apu Dioscca Apu Christosman ñirccan: Pañañeqquijpi tijaycuy,
checneqqueyquicu-/nacta chaquijquip çaruchacunampacc churaycunaycama.
Vt eos (dize Corn[elio]) quasi manci/pijs dominijs, imo eos calces quasi
scabellum pedum tuorum.
V. 45. Si ergo David vocat eum Dominum, quomodo filius eius est?
* David ari payta, Apu, vvac-y-an chaycca, imahinam paypa churinmi?
V. 46. Et nemo poterat ei respondere verbum: Neque ausus fuit quisquam ex illa
die / eum amplius interrogare. //
[183r]
ñiptinsi manam huc simillactapas cutipanancu yachacupurccanchu: manatacc pipas
/ chay ppunchaumantapacha payta astavvan x tapuyta checcancharccurccanchu.

424
La Luçerna Yndyca de E. Sancho de Melgar y Santa Cruz. Manuscrito de finales del siglo XVII

Texto quechua normalizado

Fariseokuna Jesúsman qayllaykurqan. Hukñin kamachikuÒqa Òimi yachaysapa


payta watiqaÒpari tapurqan: «Yachachikamayuq, mayqanmi kamachikuÒqa
simipi qullananñin kamachikuÒqaqa?» Jesús payman ñirqan: «Apu Diosñiykiman
Òunqu kanki tukuy Òunquykiwan, tukuy ánimaykiwan tukuy yuyayñiykiwanpaÒ.
Kaymi qullananñin kamachikuÒqaqa, ñawpaqñintaqmi. IÒkayñiqinri kaymanmi
rikch’aqqa5: Runamasiykikta (o qamhina runakta) kikiykiktahina munanki.
Tukuyñin kamachikuÒqa Òimiqa Profetakunap qillqaÒqanpaÒ kay iÒkay
kamachikuÒqa Òimipi wi[ch]q’akun6». Fariseokuna ña huñunakuptin Jesús
paykunakta tapuÒpa ñirqan: «Mesías Cristomanta imañinkichik? Pip churinmi?»
Payman ñirqanku: «Davidpa». Paykunaman ñirqan: «Imahinataq-ari Davidqa
Espíritu Santop samaykuÒqan yachachiÒqan payta ‘Apu’ waqyaÒpa ñirqan? Apu
Diosqa apu Cristosman ñirqan: ‘Pañañiqiypi tiyaykuy, chiqniqiykikunakta
chakiykip saruchakunanpaq churaykunaykama. David-ari payta waqyan chayqa,
imahinam paypa churin{mi}?»7 ÑiptinÒi manam huk ÒimillaktapaÒ kutipananku
yachakupurqanchu. Manataq pipaÒ chay p’unchawmantapacha payta aÒtawan
tapuyta chiqancharqurqanchu.

5 La distinción en el empleo de -mi y de -qa es una de las preocupaciones gramaticales principales de


Sancho de Melgar. Su corrección de este pasaje refleja sus vacilaciones.
6 La grafía empleada por Sancho de Melgar vvisccacun sugiere una evolución de la africada /ch/
semejante a la pronunciación del cuzqueño actual: wisq’akun. Sin embargo, en su léxico se
encuentra la forma más ortodoxa: «Cerrar Vvichccani».
7 Según sus propios criterios, el autor habría tenido que suprimir el segundo -mi.

425
Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60Gerald
70 Taylor
Fax: 445 76 50 - E-mail: postmaster@ifea.org.pe
Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA,


UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - PIEB - Embajada de
Francia en Bolivia

426
Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 427-449
IFEA
El Alto: una ficción política

El Alto: una ficción política

Franck Poupeau*

Résumé
Desde inicios de los años 2000, la ciudad de El Alto se ha vuelto el símbolo de una Bolivia rebelde,
popular y autoorganizada, donde se manifestaría más que en cualquier otro lugar, el renacer de
las luchas indígenas. Si esta visión tiene que ser considerada como parte del objeto estudiado, no
puede ser aceptada tal cual. Desde su fundación y crecimiento a principios del siglo XX, esta ciudad
periférica, que obtuvo su independencia administrativa en los años 1980, siempre ha cumplido una
función económica en relación con la sede del gobierno boliviano, la ciudad de La Paz: transportes,
artesanía y comercio han hecho de El Alto la segunda ciudad del país, y uno de sus ejes de desarrollo.
Se acompaña de la creación de identidades específicas, que no remiten a una «indigenización de la
modernidad» (Sahlins) sino a una relación «moderna» (y bastante nueva) con la tradición, en la cual se
mezclan elementos heredados de los pueblos «originarios» y creaciones culturales y políticas locales.

Palabras clave: desigualdades socioespaciales, espacios urbanos, identidades sociales, indigenismo

El Alto : une fiction politique


Résumé
Depuis le début des annés 2000, la ville d’El Alto est devenu le symbole d’une Bolivie rebelle,
populaire et auto-organisée où se manisfesterait, plus que partout ailleurs, le renouveau des luttes
indigènes. Si cette vision doit être considérée comme faisant partie de l’objet d’étude, elle ne peut
être acceptée comme telle. Depuis sa création et son développement, au début du XXème siècle, cette
ville périphérique qui a obtenu son indépendance administrative dans les années 1980, a toujours
eu une fonction économique face au siège du gouvernement bolivien, la ville de La Paz : transports,
artisanat et commerce ont fait d’El Alto la seconde ville du pays et l’un de ses axes de développement.
Ce phénomème s’accompagne de la création d’identités spécifiques, qui renvoie moins à une
«indigénisation de la modernité» (Shalins) qu’à une relation «moderne» (et trés récente) avec la
tradition, mélangeant des éléments hérités des peuples «d’origine» avec des créations culturelles et
politiques locales.

* Chercheur au CSU/CRESPPA –UMR7217 CNRS. Chercheur associé à l’Institut français d’Études


andines (UMIFRE 17 –CNRS/MAEE). Directeur de recherche associé à l’Institut des hautes études de
l’Amérique latine. E-mail: franck.poupeau@gmail.com

427
Franck Poupeau

Mots clés : inégalités sociologiques et spaciales, espaces urbains, identités sociales, indigénisme

El Alto: a political fiction


Abstract
Since the beginning of the 2000’s, the city of El Alto has emerged dramatically on the Bolivian political
scene. It has become the incarnation and the symbol of popular insurrection against neoliberal
governments with a popular national orientation. El Alto serves as the Aymara face (supposed to be
more authentic) of social movements. This political imaginary can be considered as socially based,
because it is part of the definition of the city and of the identity of its inhabitants, and part of the
object of study. After a quick look at the genesis and the socioeconomic structures of the city, in order
to reveal the social functions of this political image, this article will examine how the notion of what
Marshall Sahlins called the indigenization of modernity can be used to analyze the political resistance
of native groups in the city, and the ambivalent incorporation of occidental culture in local contexts.
El Alto shows a modern relation to traditional culture, with a coexistence of social conservatism and
cultural transformation; of reproduction of inequalities and invention of new forms of expression that
leads to a critical view of the communitarism and of the folk vision of Andean people.

Key words: Social and Spatial Inequalities, Social movements, Indigenization of modernity, Urban
identities

El Alto, que se extiende en el Altiplano, arriba de La Paz, sede del gobierno


boliviano, con aproximadamente 900 000 habitantes, se convirtió en 2008 en
la segunda ciudad del país después de Santa Cruz1. Su crecimiento urbano se
mantiene por encima del 9 % anual, tasa espectacular, sobre todo si se tiene
en cuenta que se trata de una ciudad cuya fundación y expansión datan de la
segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, si El Alto atrae tanto la atención se
debe menos a sus características demográficas que a su irrupción en el escenario
político nacional a partir de principios de los años 2000: se constituyó en el punto
de convergencia de los bloqueos a través de los cuales el movimiento aymara
volvió a ponerse en escena, luego de un intervalo de dos siglos, tras el cerco de La
Paz por las tropas rebeldes de Tupac Katari (Thomson, 2003). Ha sido sobre todo
el epicentro de la «guerra del gas» en octubre de 2003 y de la agitación social que
se produjo después, en particular durante las movilizaciones contra el consorcio
Aguas del Illimani en 2004 y 2005, cuya finalidad era el restablecimiento de un
servicio público de suministro de agua (Sprong, 2007; Crespo & Sprong, 2007).
En el imaginario político boliviano, El Alto encarna el símbolo de la revuelta de
las masas contra los gobiernos neoliberales (Lazar, 2008), teniendo en cuenta sin

1 Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la población de Santa Cruz superaría 1,5 millones
de habitantes en 2010, mientras que La Paz se quedaría con 850 000 habitantes.

428
El Alto: una ficción política

embargo que, desde la llegada al poder de Evo Morales en diciembre de 2005,


el movimiento «nacional popular», como lo ha calificado el sociólogo boliviano
René Zavaleta (1986)2, ha venido adquiriendo un rostro cada vez más «indígena»:
El Alto habría pasado a ser la «cara aymara», y por lo tanto «auténtica», de la
política boliviana y de los movimientos sociales3. Como toda ciudad, El Alto tiene
una dimensión imaginaria (Gill, 2000): de la misma manera que según Marx los
revolucionarios franceses de 1789 celebraban sus sesiones vestidos con togas
romanas, esta copia simbólica se expresa hoy en día en el atuendo político del
indio «insurrecto» e «indomable» valorizado en los escritos sobre las rebeliones
indígenas del siglo XVIII: ¿existiría sin embargo el riesgo de que esta celebración
de El Alto no produjera sino una simple inversión de las categorías coloniales?
El Alto es una ficción política fruto de la importancia simbólica de la ciudad en
la política boliviana que refleja toda una labor de reconstrucción de la historia
contemporánea del país. Ficción política que sigue alimentando los fantasmas de
los sectores urbanos acomodados de La Paz con respecto a la «peligrosidad» de
El Alto y sus habitantes, así como los fantasmas de los militantes políticos que han
abandonado la «lucha de clases» por la «rehabilitación de las identidades indígenas
campesinas originarias» valorizadas por la nueva Constitución política del Estado,
votada en 2009 bajo el gobierno del presidente Evo Morales. La visión de El
Alto como «ciudad aymara», poblada por migrantes de las zonas rurales, permite
recuperar ese legado político sin mucho esfuerzo, ocultando los problemas que
plantean la economía informal, la negación constante de todos los derechos
laborales y la violencia de las relaciones sociales internas. En ninguna parte se
expresa mejor este imaginario que en el siguiente pasaje de un libro publicado
por una organización cultural local con el título De pueblo vacío a pueblo grande.
Pequeñas historias contadas desde el alma misma de El Alto:
«El Alto no es una ciudad cualquiera, es el territorio construido por obra de
sus propios habitantes. En este lugar, el vecino tiene el orgullo de gritar y
contar sus vivencias pues nadie como ellos tuvieron la dicha de construir su
ciudad a su estilo, a su manera, a su gusto y con sus propias contradicciones
(Quispe Villca, 2004)».
En esta cita se encuentra condensado el imaginario comúnmente difundido acerca
de la ciudad:
• en primer lugar, una ciudad que se habría hecho sola, cuando en realidad es
el efecto de procesos que vienen afectando a los espacios rurales y urbanos
circundantes desde hace más de un siglo (desarrollo de los transportes, migración
rural, cierre de las minas, congestionamiento urbano en La Paz, especulación
inmobiliaria, etc.);

2 Para un análisis histórico, ver Dunkerkey, 1984.


3 El 6 de agosto de 2009, Evo Morales dijo en la conmemoración de los 24 años de la fundación de la
ciudad de El Alto: «Quiero expresar mi máximo respeto y admiración hacia esta ciudad de El Alto,
pueblo rebelde, pueblo valiente, pueblo que lucha por la liberación y contra la opresión; pueblo de
ejemplo y símbolo en la defensa del Estado boliviano». Ver Alvizuri, 2009.

429
Franck Poupeau

• en segundo lugar, una ciudad cuyos habitantes se politizan (y se rebelan)


espontáneamente, por el mismo hecho de residir en ella4, cuando en realidad
forman parte de juntas vecinales, de elevada densidad organizacional, que se
han ido constituyendo paulatinamente a raíz de las dificultades para acceder a
los servicios urbanos básicos y, por ende, solo los sectores más estructurados de
la ciudad se movilizaron en los años 2000;
• en tercer lugar, una esencialización de la ciudad y su población, supuestamente
dotada de características únicas (estilo, manera, gusto) y hasta «contradicciones»
que permiten decir cualquier cosa.

Figura 1 – El Alto a principios del siglo XX: ¿un espacio vacío?


Foto: J. Cordero

Tampoco se trata, sin embargo, de ocultar la significación política de las


insurrecciones contemporáneas y de las demandas de reapropiación de los
recursos naturales (el gas en 2003 y el agua en 2004-2005). Otro peligro sería
caer en una crítica fácil de la imaginería militante y de las visiones «indígenas»
—en el sentido de visiones construidas a nivel local por los habitantes mismos
o por sus portavoces—. En efecto, la ficción política de El Alto forma parte de
la definición de la ciudad y de la identidad sociocultural de su población. Más
concretamente, el hecho de que El Alto se haya construido y siga construyéndose
en la autocelebración de sus propias capacidades de autonomía y movilización,
frente al reflejo despectivo que se le envía, en particular desde La Paz, forman
parte de la realidad a analizar. Por otra parte, las luchas están en el centro de
la representación de El Alto y ésta es tanto más sensible cuanto el proceso de
transformación social en curso descanse sobre una representación idealizada
de las comunidades «indígenas originarias campesinas»; y que la oposición al
gobierno insiste en que la hegemonía de esta visión va en detrimento de los otros
grupos que componen la sociedad boliviana. Es precisamente por esta razón

4 El eslogan «El Alto de pie, nunca de rodillas» fue el símbolo de la «guerra del gas» de octubre de
2003.

430
El Alto: una ficción política

que no es posible tomar al pie de la letra esa imagen de la «ciudad aymara» en


lucha permanente: al contrario, el proceso de objetivación sociológica la debe
considerar como una representación social y políticamente construida, para poder
dar cuenta de la «politización de la etnicidad» que se ha producido en la historia
reciente de las movilizaciones de esta ciudad (Hylton & Thompson, 2007). Para
ello, hay que ver hasta qué punto El Alto constituye una ilustración del proceso
que Marshall Sahlins denominó «la indigenización de la modernidad» (2007)5: la
capacidad de resistencia de los pueblos indígenas (de los diferentes continentes)
a la modernidad capitalista y a la hegemonía occidental, mediante la apropiación
de los bienes y de los símbolos colonizadores, para luego reutilizarlos con una
nueva finalidad. La hipótesis de este artículo es que El Alto representa sobre todo
la encarnación de una relación moderna con las culturas tradicionales donde
coexisten el conservatismo social con transformaciones culturales, la reproducción
de las desigualdades y la invención de nuevas formas de expresión. Esta mezcla
de relaciones socioculturales permite cuestionar a la vez el comunitarismo y la
visión folclórica (o el comunitarismo folclórico) de los pueblos andinos (Galinier
& Molinié, 2006), convertidos hoy en día en ideología de Estado y tendientes a
sustituir la lucha contra las desigualdades sociales por una política de identidades.

1. NACIMIENTO DE UNA CIUDAD PERIFÉRICA

El Alto es el resultado de una segregación socio espacial que se remonta al siglo


XVI, cuando se fundó la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, de la cual no fue
más que un apéndice durante largo tiempo (Medinacelli, 2009; Cajías et al.,
2007). Esta se reducía en unas calles en damero, separado de los barrios indígenas
por un río, el Choqueyapu, que atravezaba el valle y en el cual desembocaban

Figura 2 – La Paz, siglo XVI

5 Sobre la relacion entre etnicidad y clase, ver Agier, 1992.

431
Franck Poupeau

la mayor parte de los cursos de agua que surcaban la hoyada, antiguamente


poblada por diferentes grupos étnicos. Se trataba por lo tanto de tierras fértiles
y esta fue la razón principal de la fundación de la ciudad de La Paz en este lugar
en el siglo XVI, siendo la otra razón el hecho de que estuviera situada en un sitio
estratégico entre el centro minero de Potosí y el centro económico de Cuzco.
El valle estaba poblado desde hacía aproximadamente 3000 años y el nombre,
«originario» del lugar era Chuquiago (chuqui significa oro y apo/apu, rey, para
los incas): era pues un centro de producción de oro que contaba además con la
presencia multicultural de poblaciones indígenas aymaras, quechuas y puquinas.
A partir de entonces, El Alto abarca un territorio designado como Ch’usa Marka
(pueblo vacío), inicialmente ocupado por diferentes comunidades, en el que se
crearon parroquias coloniales que lo vincularan a La Paz y que luego se dividió en
haciendas con las consiguientes expropiaciones y desplazamientos de poblaciones.
De ahí que Juan Manuel Arbona dijera en su estudio sobre la historia de El Alto:
«esta ciudad nació de varios procesos históricos y coyunturas sociales: de
la oportunidad (y del oportunismo) que conlleva la apropiación de la tierra
y la consolidación de un espacio urbano; de la promesa de la ciudad a
una estabilidad económica y mejoramiento de la situación social. En este
sentido, no se puede decir que El Alto nació como una ciudad politizada,
sino más bien fue politizada a raíz de la marginalización y exclusión en la
que han vivido la mayoría de sus residentes, que no han tenido la posibilidad
de cobrar en la promesa. Los alteños/as han tenido que construir su ciudad
bajo la sombra histórica de una ciudad que pretendía su inexistencia»
(Arbona, en prensa).
En los relatos de viajeros, como Alcide d’Orbigny, la extensión y la población
de lo que se convertirá en El Alto, son ignoradas: el espacio vacío del altiplano
contrasta demasiado sin duda con la majestad de las montañas al pie de las cuales
se acurruca el espacio urbano paceño (Miller, 2007).
La expulsión de las poblaciones indígenas comienza en el siglo XVIII con la
complicidad de algunos caciques que permiten que los españoles y los criollos
de La Paz se apropien de las tierras (Barragán, 1990; Saignes, 1992; Albó, 1999;
Escobari, 2005). La agrupación de los indios en las reducciones había empezado
en el sigo XVI con el fin de facilitar la explotación de la mano de obra. Sin
embargo, el siglo XVIII marcó verdaderamente la decadencia de la organización
en ayllus: la creciente escasez de tierras obligó a las poblaciones indígenas a
mirar hacia La Paz y a dedicarse a actividades no agrícolas y subalternas como
las de empleados domésticos, jornaleros en las haciendas, pequeños artesanos
y pequeños comerciantes de productos de primera necesidad, etc. Los barrios
indios en expansión constituyeron zonas:
«donde se comerciaba, donde se prestaban servicios y donde se acudía por
la mano de obra necesaria para la propia expansión y construcción de la
ciudad (Barragán, 1990: 22)».
La integración a la ciudad se hizo bajo el signo de la desigualdad de condiciones
de vida y de estatutos. Mientras La Paz se desarrollaba poco a poco por todo

432
El Alto: una ficción política

el espacio disponible de la hoyada, los territorios que se convertirían en El Alto


pero, que en ese momento, formaban parte de las parroquias de San Pedro y San
Sebastián, se desarrollaban, a lo largo del siglo XIX, en una planicie situada en
lo alto, expulsando a los comunarios y creando haciendas alrededor de La Paz
(Rivera, 1978).
Una perspectiva histórica permite aportar algunas precisiones sobre la ubicación
real de los ayllus que han ido desapareciendo poco a poco:
«de manera preliminar, y deduciendo de los padrones e inscripciones de
1770, 1786, 1852, y 1881, se puede estimar que los ayllus que conformaban
El Alto contemporáneo eran: Cupilupaca, Checalupaca, Chinchalla y
Pucarani. Esta deducción surge a partir de los nombres de las estancias que
pertenecieron a los ayllus, y otros detalles en las narrativas de los padrones
coloniales. […] Algunas zonas mantuvieron los nombres de estas estancias
y haciendas. […] Por otro lado, en los padrones revisados hay referencia a
que estas estancias estaban en “la altiplanicie”, además de las menciones de
los linderos, por lo que sugiere que estaban en las inmediaciones de El Alto.
Similarmente, contrastando los padrones de 1852 y 1881, y analizando los
linderos que menciona el padrón de 1881, se puede deducir dónde estaban
y cómo se llamaban las haciendas localizadas en El Alto contemporáneo.
[…] Para el Catastro de 1919 estas haciendas seguían vigentes (excepto
2), aunque la mayoría con diferentes propietarios. Todas estas haciendas
eran principalmente de producción agrícola y ganadera, aunque algunas
también se dedicaban a la minería en pequeña escala. Comparando el
valor de estas haciendas con otras de las Parroquias de La Paz, se puede
constatar que estas eran de menor valor posiblemente debido al limitado
acceso a recursos hídricos (Arbona, en prensa)».
La expansión urbana no se hizo sin conflictos: pese a que la Ley de Ex Vinculación
de 1874 declaró «extinguidas las comunidades» y ordenó «la dotación individual
de parcelas a los indígenas comunarios», como consecuencia de lo cual las tierras
comunitarias se convirtieron en haciendas y los campesinos en mano de obra
barata, los habitantes trataron de oponerse a ello presentando títulos colectivos de
propiedad fechados de los siglos XVI y XVII (Rivera, 1978). Se encuentra incluso la
manera de utilizar sentencias de esa época en los conflictos de tierras de los años
1960 y 1970; en 1983, sobre esa base, obtuvieron la promulgación de una ley
que permite derogar la de 1874.
Por lo tanto, hasta principios del siglo XX, el espacio estuvo ocupado principalmente
por grandes propiedades que compartían las tierras con algunas comunidades
campesinas, empresas privadas e instituciones públicas. En 1912, en el lugar del
sitio actual de La Ceja (el punto de conexión de la autopista actual entre La Paz
y El Alto), se creó una estación ferroviaria de propiedad del Ferrocarril Guaqui-La
Paz, donde se instalaron también oficinas y depósitos. En 1923, la fundación de la
escuela de aviación, precedió la implantación de las oficinas de la compañía aérea
Lloyd Aéreo Boliviano, alrededor de un pequeño aeródromo. Diez años más tarde,
a su turno, la empresa nacional YPFB instaló sus depósitos. La urbanización empezó

433
Franck Poupeau

Figuras 3 y 4 – El terreno de aviación en los años 1940


Fotos: J. Cordero

verdaderamente en los años 1940, impulsada por las haciendas que vendieron
los espacios en los que se ubicarían los diferentes barrios, transfiriendo 134 000
títulos de propiedad (Demoraes, 1998): en 1942, se fundó Villa Dolores (que se
convertirá en Ciudad Satélite) y hasta la Revolución Nacional de 1952 nacieron los
barrios de Bolívar y 12 de octubre en el sur, 16 de Julio, Ballivián y Alto Lima en el
norte. La expropiación de la hacienda El Tejar, en el momento de la Revolución,
liberó toda la zona de La Ceja y permitió la fundación de Ciudad Satélite:
«sus principales pobladores fueron personas que se dedicaron al pequeño
comercio (venta de frutas y comida en la inmediaciones de La Ceja). Las
otras áreas, como Villa Dolores, sólo contaban con algunas pequeñas
edificaciones muy precarias; fueron ocupadas por los flujos migratorios
provenientes de provincias y por pobladores urbanos, que por motivos
económicos no pudieron asentarse en la ciudad de La Paz y aprovecharon
del precio muy bajo de la tierra (Garfias & Mazurek, 2005: 11)».
En una primera fase, El Alto se desarrolló en torno a los ejes camineros, a lo largo de
los cuales se implantaron las viviendas. Las carreteras que unían El Alto con otros
centros urbanos del altiplano (Oruro, Copacabana, Laja, Viacha) convergían en el
cruce de La Ceja. Los barrios más antiguos contaron con servicios urbanos (agua y
electricidad) desde los años 1950. A partir de aquel entonces, el crecimiento de la
población fue espectacular: 11 000 habitantes en 1950, 30 000 en 1960, cerca de
100 000 en 1976, 405 500 en 1992 y 647 000 en 2001. Semejante crecimiento
(superior al 9 % anual entre 1976 y 1992) se explica en primer lugar por las
primeras olas de migración rural que, a partir de los años 1970, resultaron de la
crisis del sistema rural de economía familiar (puesto que las parcelas delimitadas
por la reforma agraria de 1953 eran demasiado pequeñas para ser distribuidas
entre todos los herederos de la generación siguiente). La sequía, debida al
fenómeno de El Niño provocó un segundo éxodo a principios de los años 1980.
Por último, a partir de 1985, la crisis en los mercados de materias primas, así

434
El Alto: una ficción política

como las primeras medidas de liberalización de la economía provocaron el cierre


de numerosos centros mineros y la migración masiva de mineros procedentes de
los departamentos de Potosí, Oruro e incluso La Paz (otra corriente importante
de migración se dirige al departamento de Cochabamba y más precisamente al
Chapare, fortaleciendo los sindicatos de cocaleros).
En los archivos municipales se encuentran rastros de las juntas vecinales desde
1957, movilizadas principalmente para obtener acceso a los servicios urbanos
básicos: saneamiento, agua y electricidad. Asimismo en el libro La ciudad prometida
de Sandoval & Sostres (1989: 22) se hace referencia a «comandos zonales» que
el MNR organizó apenas llegó al poder: impulsaron la creación de «sindicatos
de inquilinos» de los que nacieron las juntas vecinales y cuyos miembros fueron
los primeros beneficiarios de la política oficial de entrega de lotes: en particular,
entre 1957 y 1959, se otorgaron lotes en Ciudad Satélite, las villas Santa Rosa y
Rosas Pampa a funcionarios de la policía. En los doce años de gobierno del MNR
no se adoptaron políticas específicas a favor de esas zonas, sino medidas locales
y limitadas, a menudo bajo presión de los habitantes (especialmente creación
de mercados y de escuelas primarias). Sin embargo, el proceso de la Revolución
Nacional dio inicio a «la incorporación de El Alto como apéndice de la ciudad de
La Paz (Sandoval & Sostres (1989: 23)».
En efecto, la Revolución de 1952 propició procesos de mediación entre el
pueblo y el Estado, tanto en el caso de reivindicaciones materiales como en el
de participación popular. Este proceso se desarrolló bajo el signo del «clientelismo
burocrático»: controladas por los militantes del MNR, las primeras juntas vecinales
respondieron en realidad a la voluntad de organizar políticamente a los sectores
populares. Bajo los gobiernos autoritarios de los años 1960 y 1970, las relaciones
con el Estado se caracterizaron por una sumisión ideológica relativamente fuerte,
pero la crisis económica alimentó poco a poco las protestas: en 1978, las juntas
vecinales participaron activamente en los movimientos que reivindicaban un
régimen democrático y se oponían a los golpes de estado de Natush Bush (1979)
y García Mesa (1980). Sin duda no es por casualidad que la Federación de Juntas
Vecinales (Fejuve) se creó oficialmente en esa época, en 1979. Un congreso
que reunió a las juntas vecinales definió la federación como una organización
encargada a la vez de representar a la población de las zonas de El Alto en lo
referente a los servicios y a las infraestructuras a nivel local y de servir de lazo con las
reivindicaciones democráticas a nivel nacional. El regreso a la democracia en 1982
gracias a la Unidad Democrática y Popular marcó una nueva etapa en el desarrollo
de las juntas vecinales: una relación ambivalente de negociación y de oposición al
Estado que asistió a la interpelación de las autoridades por las organizaciones cívicas
que reclamaban mejores condiciones de vida luego de una quincena de años de
ausencia de políticas públicas para sus barrios. El Alto dejó de ser un barrio de La
Paz en 1985, como consecuencia de una lucha que duró varias décadas6.
El Consejo Central de Vecinos, creado en 1957, había iniciado la demanda de
autonomía administrativa pero recién en 1983 tuvo lugar un encuentro entre el

6 Se había dotado a El Alto de una alcaldía anexa a principios de los años 1980.

435
Franck Poupeau

consejo municipal de La Paz y los representantes de las juntas vecinales de la


Fejuve: el proyecto del diputado Antonio Araníbar contemplaba, entre otras cosas,
una capacidad de gestión autónoma de los recursos económicos, administrativos
y técnicos (Sandoval & Sostres, 1989: 23). El encuentro no desembocó en nada
en lo inmediato y el 6 de marzo de 1985, otra organización cívica, llamada
Frente de Unidad y Renovación independiente de El Alto (Furia) conformada
por ex dirigentes de la Fejuve, logró que el Congreso reconociera la autonomía
administrativa mediante la creación de la cuarta sección de la provincia Murillo
con El Alto por capital. Exactamente tres años más tarde, bajo la presión de las
organizaciones cívicas y comerciales, El Alto fue reconocido por el Congreso como
una verdadera ciudad (la aprobación definitiva tuvo lugar el 12 de septiembre del
mismo año)7.

2. ESPACIO URBANO Y ESPACIO SOCIAL: LA ESTRUCTURA DE LAS


DESIGUALDADES

La población activa de El Alto que, según el censo de 2001, comprende


a unas 230 000 personas, está integrada en su mayoría por obreros (47 %) y
por empleados y trabajadores independientes (41 %). El comercio mayorista y
minorista representa un 30 % de las actividades, mientras que la industria, el
transporte y la construcción ocupan al 23 %, 10 % y 8 % de la fuerza laboral,
respectivamente. El sector secundario está dominado por la construcción que
agrupa la tercera parte de los empleos del sector secundario y representa el 10 %
de la fuerza laboral alteña. Como lo nota Virginie Baby:
«siempre hay obras, puesto que la ciudad está en permanente crecimiento,
pero ese sector es relativamente inestable, pues los ingresos de los
trabajadores dependen de las obras que los emplean y de las necesidades
de éstas» (Baby, 1995: 142).
Desde el punto de vista espacial, las actividades comerciales y los servicios están
muy concentrados en el sector de La Ceja, mientras que las grandes industrias
se encuentran sobre todo en los barrios periféricos (norte de Alto Lima, zona
franca en el camino a Oruro). El sector terciario consiste sobre todo en pequeños
negocios tradicionales (18 % de las actividades), atendidos por mujeres, en
empleos domésticos, y unos pocos cuadros superiores. Si bien El Alto alberga
a más industrias y actividades artesanales que La Paz, sobre todo por la mayor
disponibilidad de espacios baratos para su instalación, su relación con la capital

7 El hecho que se hable de las juntas vecinales de los barrios no debe ocultar ni la multiplicidad ni la
diversidad de las organizaciones sociales, sindicales y culturales de El Alto: federación de los comités
de padre de familia, clubs de mujeres, asociaciones de mineros relocalizados, centros culturales
para los jóvenes o los residentes de un barrio, la Central Obrera Departamental, etc. Todos estos
grupos tejen las relaciones sociales entre los habitantes de una misma zona, conectándolas a nivel
municipal. Constituyen a la vez redes de ayuda mutua y de control social de los dirigentes destinadas
a paliar la ausencia del Estado, ilustrada por el siguiente dato: solo hay 2 000 policías en todo El Alto
y esto siempre que no se los traslade al centro de la ciudad para vigilar partidos de fútbol.

436
El Alto: una ficción política

del departamento es de verdadera dependencia, ya que entre 100 000 y 200 000
personas bajan diariamente a La Paz para trabajar.
Al final, no se debe caer en una visión homogénea e indiferenciada de la ciudad,
pues «El Alto no es un suburbio miserable», como lo demuestran Marie-Danièle
Demélas y Jean-Pierre Lavaud, basándose en los datos siguientes: El Alto es la
segunda ciudad industrial del país, con más de 5 000 establecimientos8, los
cuales habrían generado 270 millones de dólares en productos manufacturados,
exportados principalmente a Estados Unidos —en primer lugar, la industria de
la confección, seguida por las fábricas de muebles, la industria mecánica, la
producción de alimentos y la producción textil y, en segundo lugar, las industrias
de la madera, de los plásticos, la industria gráfica, etc.—. Aunque «los conflictos
sociales acompañados de bloqueos de caminos y frecuentes manifestaciones han
desanimado a algunos empresarios», el hecho de que se creen anualmente más
de 1 000 empresas es una «prueba del dinamismo de la ciudad» (Demélas &
Lavaud, s.f.) Dinamismo que los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE)
confirman en 2008: ese año, la población activa llegó a las 500 000 personas,
aproximadamente, es decir prácticamente el doble de lo que era en los años
2000; 19 098 empresas están registradas como contribuyentes en el Servicio
Nacional de Impuestos, pero con los regímenes especiales, las recaudaciones
fiscales apenas sobrepasan los 60 millones de Bolivianos. Si bien El Alto no es
una villa miseria, es una ciudad segregada en la que impera la desigualdad y la
informalidad vinculadas con una estructura corporatista (ver recuadro 1).

RecuadRo 1 – desempleo y tRabajo infoRmal en el alto


Según el censo de 2001, más del 90 % de la población activa gana menos de 2 600
Bolivianos mensuales, lo que significa que el 49,3 % de la población está en situación de
«pobreza moderada» y el 25,6 % en situación de gran pobreza, mientras que solamente
el 7,5 % tiene todas las necesidades básicas satisfechas (vivienda, alimentación, empleo).
El desempleo, que en 2008 afecta al 13 % de la población activa, es el principal problema
de la ciudad, según el sociólogo Carlos Hugo Laruta9. La estimación del desempleo,
que afecta sobre todo a los jóvenes, se ve seguramente atenuada por el hecho de que
en El Alto predomina sobre todo el sector informal, en el que trabajaba el 75 % de la
población activa de la ciudad en 1996 y el 70 % en 2006, tasa muy superior a las de otras
ciudades grandes del país (en que el trabajo informal se sitúa entre el 50 % y el 56 %)
(Yanez & Landa, 2007). De manera más general, los trabajadores del sector informal, es
decir el 63 % de la población activa boliviana en 1996 y el 58 % en 2006, son en su
mayoría mujeres (respectivamente el 68,1 % y el 62,7 %, frente al 58,8 % y el 54,4 % de
los hombres), indígenas (respectivamente el 71,3 % y 69,2 %, frente al 58,2 % y el 49,2
% de los no indígenas) y pertenecen a dos categorías de edad específicas, menores de 25
años y mayores de 44 años (en proporciones siempre superiores al 50 %).

8 De los cuales el 90,6 % son microempresas que emplean de una a cuatro personas, lo cual representa
el 45 % de los empleos: ver Cámara Departamental de Industrias de La Paz, 2004.
9 El autor se presenta como «sociólogo alteño» y fue director del CIPCA-La Paz (Centro de Investigación
y Promoción del Campesinado). http://www.iglesiaviva.net/content/view/2998/80

437
Franck Poupeau

El empleo informal caracteriza sobre todo las pequeñas entidades


semiempresariales (con menos de cuatro empleados) y las empresas familiares
(trabajo por cuenta propia o trabajo en la casa no remunerado), que constituyen,
como se vio anteriormente, la gran mayoría de los establecimientos económicos
de la ciudad. La relación entre esta estructura económica y el voto masivo, en
los años 2000, por el Movimiento Al Socialismo de Evo Morales en El Alto,
demuestra que este partido no solo es una federación de organizaciones
sociales, sino también la expresión política de los pequeños productores
nacionales (Do Alto, 2009): esta base corporativa del MAS contradice la visión
esencialista y culturalista de «El Alto de pie», especialmente si se considera
que el corporativismo alteño se acompaña de tomas de posición que pueden
difícilmente ser presentadas como «revolucionarias» (especialmente sobre el
aborto o los derechos de trabajo). En este sentido, el MAS recupera en El Alto el
voto del partido populista Condepa que había transformado el campo político
local de los años 1990, y que constituía un rechazo de la política «tradicional»
de los partidos políticos dominantes (Alenda, 1999).
El Alto es una ciudad sumamente compartimentada: es común que las tiendas y
los talleres de un mismo oficio se sitúen en una misma calle, por ejemplo, los trajes
de fiesta y de ceremonia en la 16 de Julio o las calles de chatarreros, carpinteros
o mecánicos. Esta organización corporativa, que se repite también en la feria
bisemanal de la 16 de Julio, más allá de su aparente abundancia, es solo el aspecto
más visible de la inscripción de las jerarquías del espacio social en la materialidad
del espacio urbano. Detrás del mosaico de los barrios y la aparente urbanización
descontrolada, existe, al menos en las partes más antiguas y centrales de la ciudad,
todo un orden corporatista que estructura el espacio. A fines de los años 1980,
Sandoval y Sostres describían una ciudad compuesta por tres conjuntos distintos
(Sandoval & Sostres, 1989: 31-36)10. La zona central, en torno a La Ceja, Ciudad
Satélite y las villas Bolívar, 12 de Octubre y Dolores, albergaba a habitantes de clase
media procedentes del altiplano y a empleados de las administraciones locales;
era la mejor dotada de equipamientos urbanos e incorporaba también a migrantes
rurales de condición modesta, una de cuyas modalidades de inmigración consistía
en empezar por irse a vivir a la casa de familiares instalados en la ciudad (Albó et
al., 1981-1986). La zona sur, la más reciente y la que menos acceso tenía a los
servicios urbanos, albergaba a lo largo del camino a Oruro a migrantes procedentes
de las zonas mineras del altiplano y a empleados de bajos ingresos. La zona norte,
más arriba del camino a Copacabana, era en cambio el lugar de acogida de los
campesinos aymaras del departamento de La Paz. Como tal, era verdaderamente
heterogénea, pues albergaba a trabajadores precarios que habían abandonado
el mundo rural por falta de tierras y la burguesía urbana aymara, comerciante y
artesanal (como la de la calle Buenos Aires de La Paz). La descripción de Sandoval
y Sostres sigue siendo globalmente válida, siempre que se tengan en cuenta la
expansión urbana y las transformaciones cualitativas del proceso de poblamiento

10 Los autores se basan sobre todo en el estudio del geógrafo alemán G. Koester, 1976.

438
El Alto: una ficción política

y de los modos de asentamiento en El Alto, en particular en las zonas periféricas:


la cartografía de los datos del censo 2001 permite distinguir entonces tres anillos
distintos (ver recuadro 2).
RecuadRo 2 – los tRes anillos de el alto

El análisis cartográfico de los datos del censo de 2001 por Garfias & Mazurek (2005)
muestra que El Alto está ahora compuesto por tres círculos espaciales distintos,
correspondientes a la antigüedad de la implantación de los diferentes barrios y a la
centrífuga dinámica urbana. Se elaboraron varios indicadores, teniendo en cuenta la
calidad de las viviendas (paredes de ladrillo o de adobe, suelo de cemento o tierra,
número de habitaciones, etc.), su acceso a los servicios urbanos, las características
sociodemográficas de los jefes de familia (profesión, sector en el que trabajan),
la dependencia de la familia de la persona activa, el acceso a los servicios de salud
(con el número de partos a domicilio). El primer círculo está constituido por La Ceja
y los primeros barrios construidos en los años 1950 (Villa Dolores, Ciudad Satélite, 16
de Julio, Ballivián). Se caracteriza por una elevada densidad demográfica, viviendas
construidas con materiales modernos y con buen acceso a los servicios básicos, un
elevado porcentaje de la población activa empleada principalmente en el sector del
comercio y los servicios, que coexiste con pequeños empresarios independientes y
personas que trabajan en su casa: todas estas características del empleo explican la baja
tasa de analfabetismo y la gran proporción de mujeres.
El segundo anillo se caracteriza por situaciones de lo más variadas, pues corresponde al
asentamiento en los años 1970-1990: migración rural debida al clima (fenómeno de El
Niño) y la crisis de reproducción del pequeño campesinado del altiplano, enfrentada a
parcelas demasiado estrechas, heredadas de la distribución de la revolución de 1952,
cierre de las minas debido a la crisis en los mercados mundiales y a las reestructuraciones
liberales de 1985 y crecimiento endógeno de la población alteña. Se puede distinguir
al norte del aeropuerto una población que trabaja por cuenta propia o empleada a
domicilio y al sur una población de obreros y empleados a la vez más estable y más
calificada, pero al parecer con viviendas todavía relativamente precarias. El tercer anillo
está compuesto por las urbanizaciones más recientes, que datan de la segunda mitad
de los años 1990, agrupadas en los distritos 7 y 8, así como en el norte de los distritos
5 y 6 y al oeste de los distritos 3 y 4. Este círculo presenta las superficies más grandes
y también los niveles de densidad de viviendas más bajos, lo cual dificulta su acceso a
los servicios básicos. Al norte del aeropuerto se encuentra, al igual que en el segundo
anillo, una población poco calificada y más joven que en el resto de la ciudad11. La
estructuración socio espacial a la que obedecen la mayoría de las variables y que
lleva a interpretar el espacio urbano alteño en términos de segregación, presenta un
interés científico particular: los indicadores de ubicación espacial son, al menos, igual
de predictivos que los indicadores sociales tradicionales. El análisis cartográfico resulta
ser pues un complemento indispensable de la encuesta sociológica, cuando los datos
sobre la profesión o la clase social, en un contexto muy segregado, no aportan suficiente
información sobre los individuos o los grupos encuestados (Poupeau, 2008).

11 En la ciudad en su conjunto, la edad media es de 22,6 años, según el censo de 2001. Los menores de
15 años representan el 39,5 % de la población, pero se concentran sobre todo en el segundo anillo,
mientras que la mayor parte de los centros educativos y culturales se sitúan en el primer anillo.

439
Franck Poupeau

Figura 5 – Mapa de El Alto y representacion esquematizada de sus anillos


Realización: Franck Poupeau

En cambio, la encuesta realizada por el equipo del Instituto Francés de Estudios


Andinos (IFEA) en 2007 (Poupeau, 2010), aunque confirma los elementos
esenciales de los análisis cartográficos anteriores, lleva a conclusiones diferentes
en lo referente a los modos recientes de instalación, en particular en lo relativo
al tercer anillo, que correspondería «a zonas de recepción de una población de
migrantes, en general jóvenes y casados» (Garfias & Mazurek, 2005: 102). Ahora
bien, ciertos indicadores muestran que, a parte de ciertas zonas del distrito 7
(al oeste del camino a Copacabana), en las que aún se registra el asentamiento
evidente de población de origen rural, ese tercer anillo se caracteriza por tasas
de familias propietarias de su vivienda más altas que en el resto de la ciudad,

440
El Alto: una ficción política

lo cual cambia el sentido que se le puede dar a


la población de migrantes «jóvenes y casados».
Los cuestionarios difundidos en esas zonas por el
equipo del IFEA revelan que se trata más bien
de una migración intraurbana, mediante la cual
parejas jóvenes (de 30 a 40 años principalmente)
acceden a la propiedad: en la mayoría de los casos
en asentamientos salvajes y no planificados por la
municipalidad, en los que la autoconstrucción de
viviendas de adobe coexiste con la especulación
inmobiliaria por pequeños propietarios que
compran lotes para revenderlos a ese tipo
de familias, a precios más altos pero siempre
menores a los de las viviendas más céntricas. Las
familias con varios hijos están pues dispuestas a
sacrificar cierto nivel de comodidad (en promedio
hay que esperar dos años para tener electricidad
y cinco años para poder conectarse a la red de
agua potable) con tal de adquirir una vivienda
propia, con más espacio para los hijos y sin las
limitaciones que supone depender de un dueño
de casa exigente.
Figura 6 – Un mercado alteño Por consiguiente, ya no se puede decir que El Alto
Foto: Franck Poupeau sea solamente una ciudad de migrantes rurales,
habida cuenta del desarrollo endógeno de la
ciudad y de las transformaciones cualitativas de los asentamientos de las zonas
periféricas. En lo que a los modos de identificación de los habitantes se refiere, la
encuesta del IFEA revela que, en esas zonas periféricas en expansión, menos del
30 % de los jefes de familia encuestados se definen como miembros de un pueblo
originario: se definen mayoritariamente según un criterio territorial, como alteños
(residentes de El Alto). Tanto las autoridades municipales como los proveedores
de servicios, públicos o privados, deberían revisar muchos de los estereotipos
sobre El Alto, «ciudad de campesinos indígenas»: la población que reside ahora
en esas zonas se caracteriza por tener aspiraciones urbanas en lo que respecta
al equipamiento, al acceso a los servicios básicos y a las prácticas culturales. Por
lo demás, este último aspecto es el más difícil de interpretar: la movilización
de los vecinos no se puede reducir a una «politización de la etnicidad» o a un
«renacimiento» de la «cultura aymara» en la ciudad, sino tiene que tomar en
cuenta esta dimensión «territorializada» de las formas de autoidentificación, y
entonces los efectos de las estructuras económicas y sociales.

441
Franck Poupeau

Figuras 7 y 8 – En la fiesta de Alasitas, en enero de cada año, se venden miniaturas de los objetos más
necesitados y más deseados
Fotos: Sara Botton

3. EL ALTO: ¿ UNA INDIGENIZACIÓN DE LA MODERNIDAD O UNA


RELACIÓN MODERNA CON LAS TRADICIONES?

Del análisis socio espacial, se puede concluir que la representación de El Alto


como «ciudad aymara» en la que las tradiciones indígenas perdurarían, resistiendo
al desarrollo capitalista y a la modernidad occidental, se debe matizar en varios
aspectos. En efecto, ese pulmón económico de Bolivia no puede considerarse
hermético a la penetración de la «modernidad occidental», trátese de la
introducción de mercancías, de estilos de vida o de formas de expresión cultural.
La singularidad de El Alto no puede entenderse como la transposición urbana
de una «cultura aymara» que hubiera atravesado el tiempo y las colonizaciones
(la inca y luego la española), sino como el resultado de complejos procesos
de apropiación, de resistencia y de aceptación de elementos «extraños». Por
lo demás, esta formulación no es totalmente correcta y se debe ante todo
descartar una dicotomía demasiado esquemática entre cultura «tradicional» y
cultura «extranjera occidental». Dicha dicotomía, reavivada por el indigenismo
político del momento, no hace sino invertir el valor de las categorías más
coloniales: presenta sobre todo las culturas indígenas como tradiciones estables
y petrificadas. Disfrazada de fidelidad a un pasado idealizado, no es más que
una forma de ideología conservadora. Por el contrario, se debe ver que, lejos
de estar pasivamente dominadas por la «modernidad occidental», trátese de la
Colonia o del capitalismo neoliberal, dichas culturas, llamadas «tradicionales», se
han construido desde siempre en una interacción constante con las culturas de sus
colonizadores, incas, españoles o más generalmente «occidentales»12.
Esta transformación permanente de la cultura se advierte con particular nitidez
en los barrios de migrantes rurales. Un estudio sobre las ciudades peruanas de

12 Entre múltiples referencias, se citará en particular a: Abercrombie, 2006; Bouysse-Cassagne et al.,


1987.

442
El Alto: una ficción política

Lima y Arequipa revela que los migrantes procedentes de las regiones andinas
se diferencian de los de otras regiones del país al mantener un sentimiento de
pertenencia a su lugar de origen que les permite reinventar, en otro contexto,
las tradiciones culturales de las comunidades rurales (Paerregaard, 2003): por
ejemplo, los campeonatos de fútbol constituyen una oportunidad para reproducir
las fiestas rurales, con sus rituales de enfrentamientos y libaciones, dándoles a la
vez una forma nueva. Como muestra una encuesta realizada a principios de los
años 2000 por jóvenes investigadores bolivianos (Guaygua et al., 2003), en El
Alto se observan procesos del mismo tipo, sin duda con una tendencia aún más
fuerte de las nuevas generaciones a diferenciarse de las primeras generaciones
de migrantes aymaras de los años 1960 y 1970. Estos últimos se veían obligados
a emigrar por razones principalmente económicas y reproducían por tanto,
adaptándolas, las prácticas culturales y los códigos de sus pueblos de origen. Se
observa aún esa influencia en el sistema de padrinazgo y la preparación colectiva
de las fiestas de barrio, según el modelo algo idealizado de la reciprocidad andina
(ayni), que permite redistribuir las riquezas entre los residentes. (Desde ese punto
de vista, se debería estudiar el surgimiento, a partir de los años 1970, de una
burguesía chola que, decepcionada por el proyecto de integración ciudadana de
la Revolución de 1952 que no consiguió que los indios accedieran a la igualdad
política, económica y social, creó para sí un ámbito próspero de negocios y un
nuevo universo de referencia entre lo rural y lo urbano, al margen de la política
nacional, en la invisibilidad de la muchedumbre de las calles Buenos Aires de La
Paz y 16 de julio de El Alto.)
En general, «nuevos espacios llevan a la invención de nuevas ceremonias.[...] El
estreno de bienes recién adquiridos, como una casa o un auto, se celebra con un
amplio grupo de amigos en una nueva forma de ch’alla» (Guaygua et al., 2003:
291). Cierto es que las generaciones jóvenes utilizan mucho las nuevas técnicas
de comunicación e importan modas
extranjeras, pero el elemento
determinante sigue siendo la
influencia del grupo de pares. Así,
la importación de música latina
(tecnomerengue, cumbia, rock,
etc.) pasa menos por la compra de
discos que por conciertos de grupos
locales, en discotecas («chojcheríos»)
destinadas a atraer una clientela
joven, pero cuya disposición
reproduce también la de las fiestas
rurales (en particular con sillas
alrededor de la pista de baile para ver
bailar a unos y otros). El surgimiento
Figura 9 – Un desfile escolar en El Alto, donde se mezclan de prácticas culturales propias de los
elementos «nacionales» e «importados» jóvenes aymaras en un medio urbano

443
Franck Poupeau

no supone entonces la desaparición de los lazos familiares ni una ruptura brutal


entre generaciones: tienden a reproducir la cultura de sus padres adaptándola a
sus nuevos espacios de socialización o confiriéndole nuevas connotaciones —así
pues, los estudiantes dan nuevos colores a danzas tradicionales poco practicadas
por los adultos (que a menudo se limitan a bailar «morenada» o «kullawada»)—.
Esta renovación de la cultura rural no es para nada incompatible con los blue jeans
que reemplazan las polleras de las jóvenes.
La encuesta mencionada sobre los jóvenes aymaras de El Alto, muestra que la
confrontación con la «modernidad capitalista» no puede ser asimilada a una
entrada pasiva en el universo del consumo ni tampoco a la creación de una «cultura
híbrida». Se trata más bien de la reestructuración de elementos culturales urbanos
alrededor de elementos de la cultura heredada. Se puede preguntar entonces si
sobrevive el campesino en ese nuevo contexto o si, alcontrario, presenciamos la
aparición de una nueva cultura aymara en proceso de creación:
«en un medio urbano, los aymaras tienen que hacer frente a contextos que,
a primera vista, parecerían incompatibles con sus costumbres tradicionales
(Guaygua et al., 2003: 299)».
Sin embargo, los elementos extranjeros son incorporados a través de las culturas
juveniles de las cuales surgen una nueva configuración y una transformación de lo
aprendido y transmitido en la familia:
«lo específicamente andino no se expresa únicamente en los estilos de
vida aymara tradicionales sino que se encuentra tanto en el joven que va
a una discoteca vestido a la moda como en el campesino típico de una
comunidad rural (Guaygua et al., 2003: 299)».
El problema de este análisis (que por ciertos aspectos tiene puntos comunes con
la tesis de la indigenización de la modernidad), es que no sale de los esquemas
dicotómicos que se había propuesto superar: por último vuelve a aparecer la
alusión negativa a las comunidades tradicionales consideradas como elementos
que sobreviven a los cambios de época o de contexto13. En realidad, las costumbres
socioculturales de dichas comunidades no se encuentran congeladas en una
temporalidad inmóvil. Por ejemplo, los pescadores del lago Titicaca descritos por
Bern Orlove (2002) ya no trabajan como hace cincuenta o incluso veinte años,

13 Mientras que los marxistas y los neoliberales, más allá de sus divergencias políticas, comparten la idea
de que la introducción del mercado destruye a las sociedades tradicionales y a sus culturas, tanto
los teóricos del comunitarismo indigenista como los poscoloniales de todos los países, consideran
que las culturas tradicionales persisten bajo las degradaciones externas: después de algunos siglos
de olvido y de ocultamiento, dichas culturas renacerían de las cenizas de la hegemonía occidental
debido a la presión de la resistencia de los pueblos llamados «originarios». Todas esas teorías, se
trate de destrucción o de resurgimiento, tienen la misma visión congelada de una cultura tradicional
propia a los pueblos autóctonos. Este postulado está cuestionado por la teoría de la indigenización
de la modernidad, formulada por Marshall Sahlins desde los años 1990: afirma que los esquemas
culturales indígenas tienen la capacidad de apropiarse de la «modernidad capitalista» y que su
continuidad se instala en el cambio. Para un análisis de estos temas, consultar el articulo de Alain
Babadzan, 2009.

444
El Alto: una ficción política

debido no solo a la introducción de nuevas técnicas y materiales sino también al


cambio del tipo de peces (trucha en los años 1930, pejerrey en los años 1970);
consiguientemente, los modos de vida asociados a la pesca se han transformado.
De la misma manera, trabajos de etnografía, etnohistoria o economía como los
que realizan Michael Schulte, Olivia Harris y José Luis Ezaguirre (Schulte, 1999;
Harris, 2000; Ezaguirre, 2005), muestran que las comunidades rurales no son
hostiles a la moneda y a las relaciones comerciales por el hecho de venerar a una
Pachamama dotada de bondad y de fertilidad, como la presentan los promotores
actuales de la indianidad14. Por el contrario, la figura idílica de la Pachamama,
cuyos atributos se acercan extrañamente mucho más a los de la Vírgen María que
a las divinidades ambivalentes de las sociedades precoloniales, parecería más bien
una invención reciente de intelectuales y agentes culturales «neo-indios» que se
mueven en medios urbanos (Galinier & Molinié, 2006).
Por tanto, habría que adoptar un punto de vista menos culturalista para estudiar la
formación de las identidades alteñas de los migrantes. La encuesta realizada por
Mario Yapu y su equipo (2008) sobre la juventud y la integración de los jóvenes
aymaras muestra justamente que las identidades multiculturales observadas en El
Alto son el reflejo, no solo de «culturas juveniles» sino de políticas públicas, tanto
si se trata del liberalismo multicultural, impulsado a partir de los años 1990 o de la
interculturalidad militante de fines de los años 2000. El surgimiento de demandas
educativas, culturales y/o protestarias procede de los cuadros sociales forjados
por dichos políticos. La encuesta se basa pues sobre tres grupos suficientemente
distintos para ilustrar este cuadro conceptual: los grupos de hip hop aymara se
levantan contra la «disciplina colonial», los movimientos de trabajadoras del hogar
luchan por el reconocimiento de sus derechos, los aprendices de profesores
de la Escuela Normal de profesores de primaria, persiguen un reconocimiento
institucional y profesional. Si bien esos grupos tienen la voluntad de reapropiarse
de una identidad indígena que ahora está valorizada socialmente, predomina
en ellos el deseo de ascensión social sobre todo cuando el mercado de trabajo
ofrece oportunidades que son mayores si los jóvenes son de la segunda (y no de
la primera) generación de migrantes. Sin embargo, se producen transformaciones
socioculturales y, gracias al impulso de las políticas del gobierno Morales, la
identidad aymara que en el pasado podía parecer una identidad en retroceso,
se está convirtiendo, por defecto, en objeto de una reivindicación sociocultural
más positiva y más valorizante. En esta revelación de El Alto, se trata menos de
una indigenización de la modernidad que de una relación especifica (¿moderna?)
con la tradición, siempre que se la considere como una reapropiación de las
estructuras, no solo indígenas y campesinas, sino también mineras y sindicales
en general que están al servicio de formas locales de organización o mejor aún
de autoorganización. Esto permite librarse de la visión encantada y de la ficción

14 La etimología aymara de la palabra Pachamama no está ligada, por lo demás, a la noción de Madre-
Tierra: pacha cubre un amplio campo semántico que incluye el ciclo del tiempo, del espacio y de la
tierra mientras que mama tiene menos que ver con la noción de madre que con la de la autoridad
que no es específicamente femenina. Para este tema, ver Harris, 2000.

445
Franck Poupeau

política de una ciudad construida por sus mismos habitantes para ver en ella el
producto de la interacción entre varias series de factores: las transformaciones
históricas del espacio urbano, en el que los procesos de segregación se ven
redoblados por la ausencia de políticas urbanas y el entramado de esquemas
culturales en el cual la producción de identidades depende menos de una
continuidad con el pasado que de una relación con las formas de vida colectivas
capaces de integrar diferentes influencias y donde las reivindicaciones de cara al
Estado son una exigencia de reconocimiento por el Estado.
♦♦♦

La ficción política de El Alto, funciona como una «reversión del estigma» destinada
a erradicar los prejuicios contra una ciudad periférica, pobre y violenta. No es
infundada en el sentido de que la acción de sus habitantes se debe a la vez a la
ausencia relativa del Estado y a la ineficiencia de una gestión municipal que sufre
de una falta de profesionales formados y de un clientelismo crónico. Constituye
sin duda el orgullo de una población afligida por la precariedad, la pobreza y las
formas de segregación social, espacial o cultural. Alto markaxa wali puq’antata
jiwa jich’axa: El Alto se ha vuelto bien grande ahora, pueden decir los alteños (en
aymara), refiriéndose no tanto al tamaño que a la nueva importancia política de
la ciudad. Constituye tal vez el surgimiento de una ciudad de la cual se habla más
de lo que ella misma habla: por esta razón, hay que superar la gloriosa historia
de las insurrecciones recientes para que aparezcan las estructuras invisibles que
producen, menos que una «politización de la etnicidad», una territorializacion de
las identidades, y una transformación de la relación de los alteños a las culturas
«tradicionales» e «indígenas». La ficción política de El Alto como ciudad aymara
y rebelde corre el riesgo de que siga siendo el doble simbólico que impida ver
la situación real de la población alteña, una referencia identitaria susceptible
de ocultar las desigualdades no solo entre la ciudad y el resto de la sociedad,
sino entre los residentes mismos de El Alto lo que podría confirmar lo dicho por
Bourdieu, a saber, que las ficciones políticas cumplen también funciones sociales.

Referencias citadas
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449
Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70Poupeau
Franck
Fax: 445 76 50 - E-mail: postmaster@ifea.org.pe
Web: http://www.ifeanet.org

Coedición: Institut français d’études andines (IFEA,


UMIFRE 17, CNRS-MAEE) - Universidad Externado
de Colombia - Taurus - Cooperación Regional para
los Países Andinos

450
Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 451-462
IFEA
Comptes rendus d’ouvrages

Reseñas*

Joseph Dager Alva. Historiografía y Nación en el Perú del siglo XIX.


Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2009, 254 pp.

Desde la década de 1980, estudios como los de Benedict Anderson y Eric


Hobsbawm centraron su análisis en los procesos de construcción de la nación y
los nacionalismos. En ellos se propuso una serie de ideas directrices para el análisis
de estas temáticas, la que aún mantiene vigencia. Así, se entiende la nación
moderna como un artefacto cultural que germina en la centuria de las luces y que
adopta sus formas definitivas durante el transcurso del siglo XIX, al nutrirse con los
aportes de diversas corrientes científicas y literarias como el positivismo científico,
el historicismo alemán y el romanticismo1.
Dager aplica el marco teórico referido a su pesquisa sobre los orígenes del
nacionalismo peruano y del discurso fundacional de la nación peruana que, de
acuerdo con los tópicos antes esgrimidos, debía alcanzar la finalidad de integrar
al colectivo en torno al proyecto nacional en ejecución. Este discurso, asimismo,
debía difundir una descripción homogénea de la nación y dotarla de antepasados
remotos, de héroes gloriosos, así como de sus oponentes o enemigos.
En su primer capítulo, Dager presenta y discute los tópicos teóricos que aplicará
luego a la materia de su estudio. En él propone una adecuada periodificación
de las diferentes interpretaciones que definen el fenómeno del nacionalismo,
desde los orígenes de las historias patrias en el siglo XIX, hasta la vigente «escuela
modernista» de Hobsbawm y Anderson. Finaliza Dager esta sección explicando
la posición de los «estudios poscoloniales», los que proponen que los elementos
culturales no occidentales —presentes en los países emancipados en el proceso de
descolonización mundial— son fundamentales para comprender las singularidades
de los nacionalismos africanos y asiáticos.
Seguidamente, Dager toma posición en el debate y precisa que el caso
latinoamericano se relaciona más con los procesos de construcción nacional

* El Bulletin de l’Institut Français d’Études andines no se responsabiliza por las opiniones vertidas en
esta sección.
1 Anderson (1997), Hobsbawm (1991), Hosbsbawm & Ranger (2002): estas referencias se aplican a las

demás menciones a estos autores en el resto de la presente reseña.

451
Reseñas

europeos descritos por la «escuela modernista». Afirma que la emancipación


americana, que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XIX, fue impulsada
por élites criollas fuertemente influenciadas por la ideología europea de entonces,
cuyo modelo de nación transportaron y aplicaron en sus propios países.
En otros pasajes de su obra, Dager identifica los orígenes de una conciencia
nacional peruana en las publicaciones de diferentes intelectuales de la colonia
tardía, quienes rechazaron las generalizaciones que sus pares europeos hacían
de América, cuyo progreso y aporte civilizadores ponían en tela de juicio. De
esta manera, la afirmación del ser y de la cultura americanos implicará, entre
otras posturas, la exaltación de las bondades del pasado incaico y, de este modo,
proyectará las primeras vistas de los orígenes de la comunidad imaginada.
La alteridad es un elemento de análisis muy presente en la obra de Dager, que le
permite un adecuado análisis del proceso de construcción de la nación peruana
durante el siglo XIX, a través de la contraposición de lo propio con lo ajeno, o
de lo nacional con lo extranjero. Esta característica se aprecia en la fuerte crítica
de la conquista y colonización española, la que, comprensiblemente, enfatizaron
más las primeras generaciones de historiadores posindependentistas del Perú
(Catalani, 2003)2.
Un tema central en Historiografía y Nación en el Perú del Siglo XIX es el debate
acerca de la inclusión o exclusión del indígena en el discurso histórico oficial
que se desarrolló a lo largo del siglo XIX. Dager cuestiona la postura que
propone la total exclusión del indígena del proyecto nacional, bajo el lema
«Incas sí, indios no».
Para el autor, aunque la glorificación del pasado incaico es un elemento central
en el discurso nacionalista decimonónico, no desaparece la preocupación por la
situación presente del indígena cuya postergación se achaca, en muchos casos, a
los excesos coloniales. Sobre este particular, sostiene también que la gran dificultad
de los historiadores peruanos decimonónicos fue cómo conciliar, en un discurso
homogéneo y nacional, a los diferentes actores sociales del Perú.
Por otro lado, Dager nos recuerda cómo durante el desarrollo de la Guerra del
Pacífico el Estado chileno consignó a dos historiadores —Diego Barros Arana y
Benjamín Vicuña Mackena— para que produjeran una versión oficial chilena
sobre el conflicto, casi en simultáneo con el desarrollo de los acontecimientos. De
este modo, buscaban posicionarla en los medios de difusión extranjeros para así
despertar la simpatía internacional con su causa.
Nos comenta Dager que frente a la versión oficial chilena surgió la figura de
Mariano Felipe Paz-Soldán quien explícitamente asumió la posición de elaborar
una réplica peruana. De este modo, a la exaltación de una serie de elementos del
pasado prehispánico y colonial, se añade la construcción del otro o enemigo, con
lo que parecen completarse los elementos necesarios para la configuración de la

2 Lectura útil para la interpretación de las cuestiones relativas a la alteridad, mencionadas en la


presente reseña.

452
Comptes rendus d’ouvrages

nación, en tanto que comunidad imaginada.


Es así como, parafraseando a Tzvetan Todorov, a la nación cultural construida sobre
la base de la glorificación del pasado Inca, se le suma la nación cívica, aquella
que instala en la colectividad la idea de su propia existencia, contraponiéndole
el imaginario del otro, el que por lo general funge de contrincante y amenaza al
nosotros (Todorov, 1991: 284-302).
En sus conclusiones, Dager nos deja reflexiones muy sugerentes. Quizá la
más importante es la afirmación de que los principales tópicos de una historia
nacional peruana se plantearon en el siglo XIX y no recién en el siglo XX, como
proponen otros autores que prácticamente niegan la producción historiográfica
decimonónica. Sobre este particular, sostiene Dager que los historiadores del
siglo XIX difundieron representaciones que hasta hoy se expresan en imaginarios
populares y que puntualizamos a continuación:
- El imperio Inca como pasado utópico sin mendigos, ni egoísmo.
- La sed de oro y avaricia como móviles de la conquista.
- La etapa virreinal como el tiempo en el que germinó la nación.
- La Emancipación como sentimiento libertario compartido por la mayoría de la
población.
- El expansionismo chileno como la verdadera causa de la Guerra del Pacífico.
- Chile como la imagen del otro o enemigo que amenaza al ser nacional.
Reconoce Dager que la historiografía peruana decimonónica no puso el debido
énfasis en las desigualdades sociales que existieron en tiempos coloniales y
que persistieron en los republicanos. Explica el autor que, de acuerdo con los
objetivos de la narración histórica de entonces (s. XIX), se buscaba un producto
—historia nacional— que más bien fundamentase la unidad nacional sobre los
aspectos positivos del pasado y desde una perspectiva homogenizadora. Sobre
este particular debe comprenderse qué criterios contemporáneos como la
pluriculturalidad o el relativismo cultural no estaban vigentes en tiempos en los
que las élites políticas latinoamericanas ponderaban la filosofía política occidental
no solo como la correcta, sino como la única vigente.
En conclusión, Historiografía y Nación en el Perú del Siglo XIX, de Joseph Dager,
es un estudio fundamental para comprender el proceso de construcción de
la nación peruana. En sus páginas se ofrece una aguda revista de la paulatina
configuración de un discurso nacionalista específico, cuya finalidad fue exaltar las
virtudes del pasado y el presente, así como establecer los necesarios distingos con
las nacionalidades ajenas.

Referencias citadas

ANDERSON, B., 1997 – Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión


del nacionalismo; México: Fondo de Cultura Económica (segunda reimpresión en
español).

453
Reseñas

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Daniel PARODI REVOREDO

Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.). Los colores de las


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Madrid, 2009, 291 pp.

Los procesos de las independencias en Iberoamérica a puertas de las celebraciones


de sus bicentenarios han cobrado una expectativa académica muy importante. Así,
podemos percibir una diversidad de líneas de investigación que buscan repensar
estos procesos acaecidos hace dos siglos en una perspectiva contemporánea que
no marque una ruptura o vacío en el conocimiento de la historia de esos procesos
independentistas y la historia actual y su relación con las distintas naciones que
hoy conforman los Estados Iberoamericanos. En ese sentido, Manuel Chust e Ivana
Frasquet han editado un conjunto de estudios realmente sugerentes relacionados
al liberalismo, la etnia y la raza en los procesos de independencia.
De todos estos trabajos se desprende una atenta preocupación de los autores por
reflexionar sobre el papel y las representaciones de las clases populares en aquella
coyuntura de las revoluciones hispánicas. Esta tendencia historiográfica ha venido
creciendo en los distintos países iberoamericanos en donde el desempeño de
los sectores populares es visto ahora desde una óptica que evidencia una activa
participación política de estos sujetos históricos en los espacios y etapas en donde
desenvolvieron su existencia como actores sociales. No obstante, si bien el libro
editado por Chust & Frasquet busca desarrollar esta línea de investigación, no ha
podido escapar de algunas barreras difíciles de soslayar referidas especialmente a
la utilización de determinadas fuentes que ofrecen más que el desempeño de las
propias clases populares, la imagen que de éstas tuvieron los grupos de poder. Aun
así la introducción y los ocho trabajos que componen el libro nos permiten percibir
la fuerte tendencia de la historiografía reciente por examinar el comportamiento y

454
Comptes rendus d’ouvrages

la actuación política de las clases subalternas relacionadas al papel desempeñado


por las élites en el proceso de las independencias en Iberoamérica.
Precisamente, los tres primeros textos de Los colores de las independencias
iberoamericanas inciden en advertir la fuerte relación entre los intereses de las
élites políticas y los problemas de los sectores populares específicamente en
Cuba. El tema de la esclavitud, el monopolio de ésta arrogada por la élite y su
importancia en la isla en la coyuntura de las guerras de independencia ha sido
señalado en varias oportunidades. Desde esa perspectiva, Michael Zeuske ha
resaltado el papel particular de la élite habanera en el período de 1808 y 1812. La
élite de Cuba no planeó la formación de alguna junta de gobierno (salvo el intento
fracasado de Arango). Por el contrario, apoyó las disposiciones emanadas de la
metrópoli siempre y cuando permitiera a la élite local la suficiente autonomía para
mantener y desarrollar sus actividades económicas y mercantiles, básicamente
con la economía del boom del azúcar y de los esclavos. En estas actividades era
fundamental la mano de obra esclava; por ello la insistencia de las élites criollas
cubanas por mantener la esclavitud y sostener un racismo que justificase esa
situación de inferioridad de las castas. Incluso, el proyecto reformista de Arango
estuvo teñido de la exclusión social de los negros de toda igualdad política. Se
pedía la integración económica pero se negaba la integración cultural y social.
Entonces, los intentos autonomistas de las élites criollas de Cuba en el período de
la crisis hispana buscaron evitar «los autonomismos desde abajo, desde las castas o
de los pardos» y, a su vez, lograr que esos sectores populares excluidos aceptasen
apoyar la causa criolla sin sostener proyectos de soberanía y libertades populares.
Es decir, se intentaba crear una ciudadanía pasiva y activa que favoreciera a los
grupos de poder y el mantenimiento de la autoridad política.
Por su parte, Juan Amores en el segundo trabajo del libro busca probar que la
lealtad cubana a España no estuvo circunscrita al miedo al negro, sino al poder
de los privilegios, la concesión de honores y sobre todo a los beneficios fiscales y
comerciales que la Corona otorgó a Cuba en toda su historia. Esta idea corrobora
la opinión de Michael Zeuske de que las élites cubanas, incluso ante una
revolución de esclavos en la isla adherente, resolvieron desarrollar más esclavitud
en la propia isla, cuestionando con ello la tesis clásica del temor a los esclavos
como un argumento de la fidelidad cubana a la metrópoli. En forma puntual, las
apreciaciones de Juan Amores se basan en un análisis del proceso de la realidad
cubana que permite advertir, más que un intento individual y providencial de
reformismo encabezado por Francisco Arango y Parreño, todo un programa
político y económico del liberalismo ilustrado en Cuba entre 1790 y 1820. Con
aquel argumento se corrige la exageración de la historiografía cubana de ver en
este personaje al promotor y causante directo del desarrollo económico de Cuba.
En realidad, aquellas concesiones a la isla respondían a un proceso de largo plazo
en la política española. No obstante, la importancia de la propuesta de Arango
radica más en el plano político que económico, porque, por primera vez, un
criollo realizaba una evaluación del colonialismo en forma crítica y planteaba
además con crudeza y realismo el problema de la esclavitud.

455
Reseñas

En el tercer estudio, Juan José Sánchez Baena nos ofrece un recuento detallado de
la prensa cubana y su relación con la libertad de ideas entre 1810 y 1823. Resulta
central el análisis de estos periódicos, pues en ellos participan muchos de los
personajes generadores de opinión e inmersos en la política como fue el caso del
mismo Arango. Sánchez Baena subraya dos etapas en el desarrollo de la prensa
cubana: el primer período de la libertad de imprenta (1810-1814) y el segundo
período constitucional (1820-1823). En el primero, la prensa hace eco de las voces
de denuncia por los abusos de la administración colonial y celebra la ansiada
libertad de publicar las ideas políticas en Cuba. Ante esta libertad de la prensa se
percibe la tendencia de los diversos grupos sociales por expresar sus opiniones y la
inconformidad con la política española, los debates para generar las reformas que
necesitaba la isla y los propios problemas acaecidos en la metrópoli. En la segunda
etapa, la restauración de la Constitución de 1812 y la vuelta a los debates de la
libertad de prensa ocasionaron la proliferación de múltiples periódicos, muchos
de ellos de vida efímera que se insertaron en la arena de la lucha ideológica y
política del trienio liberal. El análisis sistemático de estas publicaciones podría
arrojar argumentos sugerentes para la comprensión del pensamiento de las élites
criollas cubanas y la imagen que éstas tuvieron de los problemas de las clases
populares, especialmente en relación a la esclavitud. Entonces, la investigación
de Sánchez Baena más que un trabajo acabado representa un aporte inicial para
replantear la importancia de la prensa cubana en la coyuntura de crisis hispana.
El cuarto estudio del libro se inserta en forma directa en los debates sobre la
esclavitud, la ciudadanía y la ideología proesclavista desarrollados tanto en las
cortes de Lisboa y la asamblea constituyente de Río de Janeiro entre 1821 y 1824.
Marcia Berbel y Rafael Marquese destacan el argumento de que en las cortes de
Lisboa los criterios no racionales definieron la concepción liberal de la ciudadanía.
Así, el ciudadano connotaba características incluyentes que buscó soldar las fisuras
de la identidad que venía siendo cuestionada en aquellos años de las guerras de
la independencia. Por lo tanto, la identidad debía asegurarse por el derecho a la
ciudadanía, la igualdad de los habitantes de ambos hemisferios y, por ende, la
admisión de una «posible igualdad de portugueses de muchos colores». Por su
parte, en la asamblea de Río de Janeiro si bien se mantuvo esa inclusión esta vez
de los brasileños a la ciudadanía, se realizó una distinción entre los originarios de
África y los del Brasil. Esta distinción, al advertir la diferencia en ser extranjero y
no tanto por ser negro o no, permitió que se mantuviera aún la esclavitud y la
continuidad del tráfico negrero transatlántico hacia el Brasil. En ese sentido, como
señalan los autores, «el comercio de carne humana serviría, entre otras cosas, para
producir más libertad. Y, también, más desigualdad».
Las dos siguientes investigaciones están centradas en Nueva España y en la
participación de los sectores indígenas en las guerras de independencia y en la
formación de los nuevos Estados nacionales. Eric Van Young, después de indagar
por décadas la realidad mexicana se interesa por determinar el significado que tuvo
el movimiento independentista para la gente común en el campo y si esta expresó
de alguna manera un tipo de sentimiento nacionalista que podría configurar la vida

456
Comptes rendus d’ouvrages

política del siglo XIX mexicano. En forma específica, en este trabajo Van Young
prueba que «la cultura política y la práctica política cotidiana en la mayoría de
las miles de comunidades indígenas de Nueva España demostraron una notable
continuidad […] entre el último período colonial y el final de la década de la
insurgencia». Sin embargo, esta comprobación no señala que la continuidad tenga
que ver exclusivamente con el papel pasivo de las clases populares. El propio autor
advierte que la historiografía reciente ha revalorado mejor el comportamiento
político de los sectores subalternos en las guerras de independencia siendo en la
actualidad insostenible una posición de indiferencia de estos grupos populares ante
los acontecimientos políticos de los años de la revolución. Lo que el estudio de
Van Young muestra claramente es que la apertura que representaron las Cortes
de Cádiz y la Constitución de 1812 no fue la de una comunidad imaginada en
donde los sectores populares pudieran encontrar el camino para su integración
política, sino «un medio para llevar a cabo la defensa de sus comunidades». Por
ello, las sublevaciones fueron de carácter localizadas, de corta duración pero
potencialmente violentas, pues estaban defendiendo su localismo obstinado antes
que la emergencia de una visión más amplia o algún tipo de proyecto nacional
incipiente.
El trabajo de Izaskun Álvarez sobre la región del Yucatán deja también muy en
claro las relaciones conflictivas existentes entre los grupos populares indígenas
y los sectores criollos. Resulta oportuno entender la participación de población
india en un marco más amplio que incluya los años de la independencia hasta la
finalización de la guerra de castas. En ese proceso queda latente la diversidad de
intereses y opiniones entre los pueblos y las pretensiones de las autoridades criollas
por diseñar «un Yucatán independiente, sin contar con la población indígena, a
la que intentaron anular, vender y exterminar por todos los medios». En otras
palabras, corroboramos al argumento central de los criollos de «hacer patria
sin indios», a pesar de que estos sectores populares representaban el elemento
diferencial de la sociedad mexicana.
Oscar Almario se ha preocupado en desarrollar precisamente la búsqueda de una
nueva identidad que los criollos neogranadinos intentaron conseguir a partir de las
luchas por la independencia. A su vez el autor señala «las distintas representaciones
acerca de las llamadas castas y el reto de su inclusión en el proyecto nacional»
y de cómo las élites criollas pretendían construir la nación negando lo indio, lo
negro y lo mestizo. Almario muestra cómo la cuestión de las castas y el problema
indígena estuvo en la agenda de las discusiones de las Cortes de Cádiz, porque
el debate siempre giró en la inclusión política de estos sectores populares tan
importantes en la configuración social y política de las naciones iberoamericanas.
Era evidente la idea de Restrepo de que «la esclavitud debe destruirse, sin destruir
al propietario» y que «no conceder la libertad es una barbarie; darla de repente
es una precipitación», incluso, las palabras de Bolívar de que únicamente las leyes
y la educación podían permitir que las desigualdades adherentes a la naturaleza
de los hombres se convirtieran en igualdades propiamente políticas y sociales. En
esencia, las élites criollas volvían a excluir a través de diversas estrategias retóricas
y discursivas a los grupos populares de la arena política nacional.

457
Reseñas

Finalmente, Nuria Sala I Vila cierra el libro editado por Chust y Frasquet
reflexionando sobre la región como un espacio de representación política en el
Perú decimonónico. La autora señala que no solamente la ciudadanía había sido
uno de los ejes que permitió la construcción del proyecto liberal en América
Latina, sino que fueron los espacios políticos desde donde se pudo materializar
aquel objetivo. En los estudios de casos Sala I Vila ha podido manejar la hipótesis
de que la región se convirtió en el siglo XIX en un espacio de poder político. Así, los
diversos proyectos liberales de representación política tuvieron relacionados tanto
a la ciudadanía como a las organizaciones políticas administrativas que formaron
parte del nuevo Estado nacional desde los años de las guerras de independencia.
A partir de esas vinculaciones se podría entender las repercusiones de los poderes
locales y regionales en la configuración social de los sectores populares y en la
esfera política del Perú del siglo XIX.
Indudablemente Los colores de las independencias iberoamericanas editado por
Chust & Frasquet muestra una multiplicidad de posibilidades para abordar el
estudio de las clases populares en Iberoamérica. Aprehender en su esencia «los
colores» y los intereses de los diversos grupos sociales, relacionar sus motivaciones
con sus horizontes de desarrollo, situar su papel social y político en el proceso
revolucionario y advertir las diferentes propuestas y alternativas políticas que
tuvieron en la convulsionada coyuntura de las guerras de independencia.
Entonces, en la actualidad es una verdad irrefutable que las celebraciones de
los bicentenarios representan más que una estupenda oportunidad para repensar
la historia de estas clases subalternas y sus íntimas implicancias políticas en la
configuración de las sociedades iberoamericanas.

Daniel MORÁN

Irina Podgorny. El sendero del tiempo y de las causas accidentales.


Los espacios de la prehistoria en la Argentina, 1850-1910.
Prohistoria Ediciones, Rosario, 2009, 331 pp.

El sendero del tiempo y de las causas accidentales de Irina Podgorny delinea el


desarrollo de los estudios sobre la prehistoria en la Argentina decimonónica.
El libro gira en torno a los «espacios» de la prehistoria, los aspectos materiales
y sociales que contribuyeron a la formación de la disciplina: Irina Podgorny se
centra en los edificios, en el vocabulario, y en las redes personales. Describe la
circulación internacional de las ideas, de modelos arquitectónicos, o de los sistemas
de clasificación para comprender el desarrollo de la prehistoria en la Argentina en
relación con Europa y Norteamérica. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX,

458
Comptes rendus d’ouvrages

los debates en torno a la antigüedad y el origen de la humanidad marcaron el


desarrollo de las ciencias; el libro de Irina Podgorny elucida la centralidad que
tuvo la Argentina en las redes intelectuales y materiales de la época.
El libro se divide en dos partes; la primera parte se dedica al museo de historia natural
y la colección como lugares para el estudio de la antigüedad del hombre en Europa
y Norteamérica. En el primer capítulo la autora describe cómo los museos fueron
usados como puntos de referencia y modelos en los debates sobre la construcción
de los edificios para los museos argentinos. Muestra cómo se relacionaba la
concepción del museo argentino con los modelos europeos o norteamericanos:
el museo de Historia Natural de París, producto de la reorganización del Jardin
des Plantes de París tras la Revolución francesa, el museo de Historia Natural de
Londres establecido en 1881, y el Museo Nacional de Washington, fundado entre
1879 y 1881. Podgorny arguye que muchas veces las ideas sobre la naturaleza se
subordinaban a las posibilidades concretas de llevarlas a un tipo de arquitectura
como el de las exitosas exposiciones universales, la disponibilidad de fondos
públicos, o la seguridad de la construcción. La búsqueda de un espacio para el
museo articulaba a la vez la práctica científica y la política; los organizadores
recurrían al orgullo nacional como sustento para el establecimiento de un museo
de historia natural, o defendían los museos como símbolos de la civilización.
El segundo capítulo gira alrededor de las disputas lingüísticas por imponer un
léxico para la nueva disciplina, su adaptación al castellano y su incorporación a
la terminología de los estudiosos en la Argentina. La autora rastrea el nacimiento
del nombre «prehistoria» para los nuevos saberes y para los períodos históricos
sobre los cuales se carece de testimonios escritos. De procedencia escandinava,
el término se acuñó en inglés alrededor de 1850 como prehistory. En Francia,
centro de los debates sobre la antigüedad del hombre, se propusieron al mismo
tiempo los términos alternativos de paléoethnologie o anté-histoire, mientras
que en España no existía alrededor de la década de 1880 unanimidad en la
nomenclatura: se hablaba de arqueolítico, prehistórico y antihistórico. Rastreando
la gradual imposición del término «prehistoria» en la Argentina, la autora nota
también que en América este término siempre abarcó la época prehispánica en su
totalidad: mientras que el límite entre prehistoria e historia en Europa se situaba
en el diluvio, en América la conquista marcó un límite local distinto.
El capítulo que cierra la primera parte del libro se centra en los medios técnicos
ideados para resolver el problema de la precisión, en el «ajuste entre las cosas y las
palabras». Con un énfasis en el Museo Etnográfico de Berlín, el Museum Británico
de Londres y el Chicago Field Museo, Podgorny analiza cómo se buscaban precisar
los léxicos y los sistemas de catalogación en relación a las nuevas prácticas de la
prehistoria. Pone un énfasis en la transformación de la excavación y el registro en
los métodos centrales de la Arqueología en Europa y Estados Unidos. Se partía de
la idea de que el pasado estaba en peligro no tan solo por el transcurrir del tiempo,
sino también por la destrucción de esa evidencia en el momento de su excavación
y recolección tal como el tiempo lo había conservado. En este contexto surgieron
nuevas técnicas, los protocolos y las fotografías entre otras cosas, que conservaban
las coordenadas y el espacio de la investigación como infinitamente observable.

459
Reseñas

En la segunda parte del libro, la autora centra su análisis en los debates en torno a la
antigüedad del hombre en la Argentina. El cuarto capítulo describe el surgimiento
del interés científico en la segunda mitad del siglo XIX en la antigüedad del hombre
en las pampas. Según la autora, para la Argentina y la América del Sur el interés por
la arqueología prehistórica no puede separarse de la formación de las colecciones
paleontológicas y del debate acerca de la antigüedad de la formación Pampeana.
Las primeras colecciones prehistóricas argentinas datan de fines de 1850: a partir
de la aceptación de los hallazgos de Boucher de Perthes, diversos buscadores de
fósiles siguieron encontrando vestigios. Si bien el problema de la antigüedad del
hombre sudamericano tuvo un momento de esplendor en la década de 1870 y
la primera mitad de la de 1880, la paleontología de los mamíferos concentró la
atención de la mayoría de los naturalistas locales hasta 1910, cuando la posibilidad
de encontrar evidencia del hombre terciario en la Argentina empezó a ser agitada.
En el capítulo que sigue, la autora analiza los centros de recopilación de datos y
de formación de colecciones en Córdoba, Tucumán, Buenos Aires y Entre Ríos.
Desde allí se enviaban comisiones a los lugares donde se pretendía haber dado
con la prehistoria en su manifestación americana. Podgorny delinea las redes de
individuos interrelacionados a través de las sociedades científicas y los museos.
La autora se centra particularmente en las actividades de tres individuos que
escribían y publicaban sobre el problema de la antigüedad del hombre: Estanislao
Zeballos, Francisco P. Moreno y Florentino Ameghino. A lo largo del libro, la figura
más estudiada es la de Ameghino. Habiendo empezado como proveedor local de
los museos europeos con fósiles, Ameghino descubrió grandes yacimientos que
asociaba con el «hombre fósil» sudamericano, perteneciente a una supuesta raza
dolicocéfala en la América. Podgorny entreteje los debates en torno a los hallazgos
de Ameghino con una discusión en el mundo científico de la época: enfatiza la
dimensión social de los procesos en los cuales se estableció la «autenticidad» de los
hallazgos, y cómo, poco a poco, fue privilegiándose cada vez más la experiencia
de campo por encima de la del gabinete o la universidad.
La autora narra en el siguiente capítulo la participación argentina en la Exposición
Internacional de Antropología y Paleontología de 1878 celebrada en París,
simultánea a la Exposición Universal. La exposición ratificó la existencia del
hombre terciario en Europa y aceptaba el hallazgo de restos humanos en el
Terciario de California. Despertó también expectativas entre los argentinos, porque
los científicos franceses estuvieron dispuestos a reconocer en base a la exposición
argentina la posibilidad de que «el origen» de la humanidad se encontrara en
la Argentina. La estadía en Francia influyó profundamente en Ameghino en
particular, quien permaneció tres años en París, interviniendo y aprendiendo en
el campo paleontológico local. En su libro La antigüedad del hombre en La Plata
en 1880, Ameghino arguyó que el hombre americano era tan antiguo como el de
otros continentes, afianzando sus vínculos con autores franceses como Topinard,
de Quatrefages y Broca, y su cercanía a G. De Mortillet.
El séptimo capítulo gira alrededor de los debates en la Argentina durante la década
de 1880. Analiza, en una primera sección, el estudio de los restos arqueológicos

460
Comptes rendus d’ouvrages

en la zona de Córdoba asociados con las culturas Calchaquí y Quechua. Los


vestigios, relativamente sofisticados, cumplían con las expectativas creadas por
la capacidad predictiva de las categorías europeas: era esperable una Edad de
Hierro, y los restos cordobeses posiblemente la representaban. Aunque un museo
de arqueología y etnografía anexo a la sede de Córdoba del Instituto Geográfico
Argentino nunca se materializó, Córdoba contaría con un Museo Antropológico
y Paleontológico en el marco de la Universidad, puesto bajo la dirección de
Ameghino desde 1885. La segunda parte del capítulo se centra en la estadía
cordobesa de Ameghino, y sus escritos sobre los mamíferos fósiles y el «hombre
fósil» sudamericano. La autora cierra el capítulo con una polémica entre Ameghino
y el director del Museo Nacional, Hermann Burmeister, acerca del «hombre fósil».
Podgorny pone el debate en contexto enfatizando una vez más cuán frágil era la
evidencia arqueológica una vez removida del contexto original.
La autora traza en el siguiente capítulo el desarrollo de los dos principales museos
argentinos de la época dedicados a la prehistoria: el Museo de la Plata y el Museo
Nacional en Buenos Aires. Con relación al Museo de la Plata, símbolo del triunfo
sobre el desierto, la autora explica cómo el museo se diseñó para ilustrar la
evolución humana: atravesando distintas épocas, la sala de antropología con los
indios vivos cerraba la trayectoria de la humanidad en la Argentina. A diferencia del
Museo de la Plata, los directores del Museo Nacional de Buenos Aires —Hermann
Burmeister hasta 1892, Carlos Berg hasta 1902, y luego Ameghino— sufrían las
malas condiciones del edificio y la instalación. La autora describe las negociaciones
por un nuevo espacio para el museo, los debates técnicos tanto como las alusiones
al orgullo nacional para conseguir financiamiento.
Finalmente, en su último capítulo, Podgorny vuelve a la historia de los hermanos
Ameghino como trayectoria representativa de la era de los naturalistas viajeros y
de la consolidación del trabajo de campo como parte esencial de la práctica de
la Prehistoria, la Paleontología y la Paleoantropología. Entre 1890 y la década de
1910, Florentino y Juan Ameghino participaron de una serie de debates geológicos
conocida como la controversia patagónica. Los trabajos de los hermanos se
situaron en el contexto de la lucha por expandir la clasificación geológica del
Terciario a la América del Sur y la adopción de un lenguaje universal aplicable
en todo el mundo. En la primera década del siglo XX en particular, los ancestros
sudamericanos del género humano crearon un nuevo frente de disputa y atrajeron
nuevos contrincantes.
El sendero del tiempo… define dos ejes conceptuales: por un lado, se alinea con
la búsqueda de las raíces internacionales de las tradiciones científicas nacionales.
La Prehistoria implicó la idea de un desarrollo histórico de la naturaleza y de la
humanidad comparable en todo el mundo, con los datos locales imbricándose con
los datos recogidos en otros lugares. El énfasis en el ámbito internacional escogido
por la autora resulta idóneo para comprender mejor la historia de la disciplina en
la época. Por otro lado, el trabajo de Irina Podgorny se relaciona estrechamente
con un enfoque que examina la ciencia «como práctica». Este ángulo destaca
la importancia de la infraestructura que abre o imposibilita el acceso a los

461
Reseñas

lugares de estudio, de las relaciones sociales que mediaron los resultados y su


reconocimiento oficial, y de la disponibilidad de tiempo para realizar excursiones.
Elucida cómo los museos exhiben todos los conflictos relacionados con el mundo
de trabajo —la jerarquía, la sanción y la coacción— para situar la Prehistoria
en el ámbito de lo social. La descripción minuciosa de las excavaciones, de las
estructuras inestables, y de las trayectorias de viaje fragmenta en varios momentos
la coherencia de la narrativa. Sin embargo, ello constituye precisamente la idea
que marca la concepción del libro. Con su énfasis en el rol de las prácticas en la
formación de la disciplina científica, la autora se desvincula del enfoque en la
ideología que, desde la década de 1980, ha forjado gran parte de los trabajos
sobre el desarrollo de las disciplinas tales como la Arqueología, la Prehistoria, o la
Etnología. Ante todo insiste que, lejos de encontrarnos con proyectos de dominio
nacional, de un estado nacional que ejerza una estrategia o control, muchas veces
fueron los directores y científicos quienes crearon funciones para sus instituciones
para justificar su presupuesto. El mérito de esta aproximación radica también en
que nos permite ir más allá del estudio de los grandes hombres de la ciencia
acercándonos a las condiciones que los posibilitaron, desarmando a la vez la
«épica del progreso de la ciencia». El énfasis en las prácticas indica un camino
útil del cual podría beneficiarse y enriquecerse la historia de la arqueología del
mundo decimonónico en Europa, Norteamérica y también en el Perú. La historia
de la Arqueología ha de transmitir que la disciplina no fue tan solo simbólica, sino
también prosaica.

Stefanie GÄNGER

462
Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines / 2010, 39 (2): 463-474
IFEA
Évènements

Eventos

SEMINARIO INTERNACIONAL: DESARROLLO, DESIGUALDADES Y


CONFLICTOS SOCIALES. UNA PERSPECTIVA DESDE LOS PAÍSES ANDINOS
Lima, 28-30 de junio de 2010

Entre el lunes 28 y el miércoles 30 de junio de 2010, se desarrolló en el auditorio


del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) el Seminario Internacional «Desarrollo,
desigualdades y conflictos sociales: una perspectiva desde los países andinos».
El evento fue organizado por el Instituto de Estudios Peruanos y la Cooperación
Regional para los Países Andinos de la Embajada de Francia, con los auspicios del
Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) y el South-South Exchange Program
for Research on the History of Development (Sephis).
En los últimos años, varios países en desarrollo han experimentado intensos
procesos de transformaciones económicas, sociales y políticas. Sin embargo, los
buenos indicadores macroeconómicos han tenido impactos diferenciados en las
condiciones de vida de la mayoría de la población. En otros casos, propuestas
nacionalistas han estado divorciadas de un buen desempeño económico, lo que
ha generado problemas sociales. En general, persisten pronunciados desajustes
e insuficiencias, especialmente en la atención de necesidades estratégicas
concernientes a la salud, la educación y la seguridad. Este conjunto de fisuras y
exclusiones afecta en especial a los grupos más vulnerables.
Los objetivos del evento, indisociables del presente y de la historia de la América
Latina, fueron reunir análisis y perspectivas originales sobre el contraste entre
el crecimiento económico y la persistencia de la desigualdad social, política y
económica en los países andinos; explorar su relación con la emergencia de la
conflictividad social, de nuevas propuestas nacionalistas y de una variedad de frenos
para el crecimiento económico y la solidaridad; y generar una reflexión común
entre un grupo de expertos nacionales e internacionales que buscan soluciones
posibles para algunos de los complejos problemas que afectan a la región.
Con miras a cumplir dichos objetivos, el seminario reunió diecisiete ponencias
de investigadores del Perú, Francia, el Ecuador, Bolivia, Colombia, México y
los Estados Unidos, todos de notable trayectoria en prestigiosas instituciones

463
Eventos

académicas de sus países. Los trabajos presentados abarcaron buena parte del
espectro de las disciplinas de las ciencias sociales, pues, si bien muchas de ellas
rebasaron los marcos disciplinarios tradicionales, claramente todas se insertaron
en los debates más actuales de la ciencia política, la economía, la sociología, la
antropología, la historia, la geografía y el urbanismo.
Se trató, por lo tanto, de un evento interdisciplinario, que propició el diálogo crítico
entre especialistas de diversas vertientes metodológicas y teóricas, en el cual se
generó un espacio favorable para el análisis comparativo de aspectos centrales de
las sociedades andinas. Los trabajos presentados fueron usualmente el resultado
de investigaciones de largo aliento, por lo que su discusión entre intelectuales
provenientes de diferentes orígenes nacionales y disciplinares sirvió para poner a
prueba sus principales hipótesis y hallazgos, reforzar el carácter regional andino o
latinoamericano de sus trabajos y, de modo más general, compartir con el público
ideas relacionadas con la desigualdad, el desarrollo y los conflictos sociales a escala
regional. Para ello, el programa combinó las ponencias monográficas acerca de casos
y temas específicos, que en ciertas ocasiones incluyeron perspectivas comparativas,
transregionales e interdisciplinarias, con ponencias centrales que esbozaron visiones
de conjunto y perspectivas teóricas acerca de la temática planteada.
Luego de las palabras inaugurales de los directores de la Cooperación Regional
para los Países Andinos de la Embajada de Francia, Jean Vacher y del Instituto
de Estudios Peruanos, Marcos Cueto, el evento se inició con la mesa central
«La desigualdad en América Latina: viejos y nuevos enfoques». Esta primera
mesa estuvo a cargo del historiador norteamericano Paul Gootenberg y del
antropólogo social mexicano Luis Reygadas, quienes tras hacer un recuento de
la literatura existente, propusieron sobre la base de una importante investigación
conjunta, una serie de perspectivas teóricas acerca de la desigualdad en América
Latina, sus causas históricas, las implicancias de su persistencia y de sus nuevos
rasgos, y sus consecuencias políticas, en particular en relación con el reciente
«giro a la izquierda» en la región. Los ponentes prestaron especial atención
al carácter relacional de las desigualdades y a la urgencia de estudiarla en
función de diversos paradigmas de las ciencias sociales, que tengan en cuenta
tanto las estructuras como las coyunturas y que recurran tanto a metodologías
cuantitativas como cualitativas.
La segunda jornada se inició con la mesa «La subordinación de la política a la
economía», que se centró en la economía política de los países andinos. En ella, se
analizaron algunos factores que en años recientes se han convertido en medulares
en el debate regional, tales como la importancia económica y las consecuencias
políticas de la explotación de los recursos naturales, la emergencia en altos cargos
gubernamentales de tecnócratas formados en los departamentos de economía
de las universidades norteamericanas y su influencia en los modelos económicos
asumidos en las naciones andinas. El modo en que estos fenómenos se relacionan
entre sí y generan tensiones en cuanto a la redistribución y las asignaciones
presupuestales, a la vez que afectan las grandes tendencias económicas y políticas,
fue el elemento común de las tres presentaciones.

464
Évènements

En la mesa siguiente, «La fragilidad del estado y su ineficacia institucional», los


panelistas exploraron los problemas del funcionamiento de los Estados en el Perú,
Bolivia y el Ecuador y sus relaciones con el extendido problema de la desigualdad.
Las ponencias asumieron perspectivas que abarcaron tanto la dinámica estructural
de estos Estados, que incluye rivalidades interregionales que en ciertos casos
(Bolivia, el Ecuador) constituyen elementos centrales, como las pugnas políticas
y discursivas y las visiones que acerca del desarrollo tienen los múltiples actores
que buscan controlar y distribuir los recursos estatales. De este modo, igual que
en las mesas anteriores, se hizo patente la necesidad de relacionar lo político, lo
social, lo cultural y lo económico si se pretende ampliar la comprensión de las
desigualdades latinoamericanas.
Esta perspectiva plural fue claramente asumida por el economista franco peruano
Javier Herrera en la brillante presentación que realizó en la mesa central que
cerró la jornada. En ella, Herrera presentó un marco teórico novedoso para
entender las desigualdades, que bebía de fuentes sumamente variadas, que iban
desde la filosofía y la sociología hasta los estudios económicos más tradicionales,
pasando por la importancia del modo en que éstas son percibidas y valoradas. En
seguida, Herrera aplicó este marco teórico a una serie de datos cuantitativos de la
economía peruana de los últimos veinte años y presentó algunas hipótesis acerca
de las relaciones existentes entre sus hallazgos acerca de las desigualdades y las
formas en las que moldean las percepciones acerca de la política y, especialmente,
la democracia en el Perú.
La mesa llamada «Conflictividad social y el sistema político», que abrió el
último día del seminario, sin dejar de lado la importancia de las desigualdades
y las concepciones del desarrollo, desplazó el eje temático central hacia la
movilización política, los conflictos sociales y la violencia. En ella, se analizaron
los casos de la movilización «desde abajo» de acuerdo a identidades étnicas,
políticas, económicas y clasistas para los casos de Bolivia, Colombia y el Perú
en el último cuarto del siglo XX. De este modo, las cuatro ponencias mostraron
cómo estas identidades se han forjado, con diversos grados de violencia y de éxito
político, en los países andinos en estrecha relación con los contextos mayores
de la economía política, las relaciones geopolíticas y los prejuicios raciales de
las distintas naciones estudiadas. La perspectiva comparativa permitió a los
expositores acentuar las diferencias y similitudes existentes entre las diferentes
sociedades de la región.
La imaginación social de las desigualdades fue el foco central de las tres
presentaciones que constituyeron la mesa acerca de «La trama del racismo en
la economía y la sociedad». En sus trabajos, los ponentes exploraron el modo en
que los discursos acerca de la desigualdad han generado lugares comunes en los
imaginarios nacionales, que a su vez han tenido profundos efectos sobre las vidas
de los ciudadanos y sobre la política en el Perú y el Ecuador. Utilizando estudios
de casos recientes, pero siempre con profundidad histórica, los trabajos expuestos
en esta mesa dejaron en claro que las desigualdades y prejuicios expresados en
la cultura y los discursos en la esfera pública han desempeñado un papel esencial

465
Eventos

en las políticas públicas de los países andinos. Aunque todas las investigaciones
presentadas hicieron hincapié en el peso que estos factores tienen en las políticas
de seguridad y coerción, los temas de la imaginación geográfica, tanto a escala
nacional como urbana, también fueron destacados: lo que constituye una
aproximación original a estos temas clásicos.
El evento concluyó con la ponencia central de Eric Hershberg. El destacado
politólogo norteamericano presentó un balance, parte de una investigación de
largo alcance, acerca de la desigualdad y de las políticas para enfrentarla en la
América Latina, así como una serie de perspectivas del desarrollo de la región en el
mediano plazo. La ponencia fue complementada con la participación, a modo de
moderador y comentarista, de Julio Cotler. En ella, Cotler, uno de los fundadores del
Instituto de Estudios Peruanos y de los más respetados analistas políticos del Perú,
aportó con sugerentes críticas y posibles líneas de investigación para el estudio de
las desigualdades, el desarrollo y los conflictos sociales en los países andinos.
A lo largo del evento, los expositores llamaron la atención acerca de la importancia
de mejorar la comprensión del fenómeno de la desigualdad en América Latina,
pues es bien sabido que la región es la más desigual del mundo. La centralidad del
fenómeno explica su importancia dentro del marco institucional del Instituto de
Estudios Peruanos. Por ello, el evento permitió que diversos investigadores del IEP
pudieran presentar aquellos trabajos que en los últimos años se han articulado, en
algunas de sus facetas, con el tema de la desigualdad.
El seminario contó también con la moderación y los comentarios de académicos
peruanos y extranjeros afiliados a otras importantes instituciones de investigación
locales como Cynthia Sanborn, directora del Centro de Investigación de la
Universidad del Pacífico (CIUP), y Javier Torres, director de la Asociación de
Servicios Educativos Rurales (SER), además de los directores de las dos instituciones
organizadoras: Georges Lomné del Instituto Francés de Estudios Andinos y Marcos
Cueto del Instituto de Estudios Peruanos. Un público de alrededor de ochenta
personas asistió presencialmente al evento en el auditorio del Instituto de Estudios
Peruanos y participó de las ponencias con preguntas y comentarios, y más de cien
personas lo siguieron cada día en vivo a través de la transmisión en la página web
del instituto.
Además de permitir la discusión de la realidad latinoamericana en un ámbito
especializado, la intención de los organizadores del seminario es que éste sirva
también para la divulgación del conocimiento científico a un público amplio
acerca de temas cruciales para la comprensión de las sociedades andinas. Para
lograrlo, en vista de la calidad de las ponencias, de su cohesión temática y del
entusiasmo de los participantes, el Instituto de Estudios Peruanos planea editar una
compilación de los trabajos expuestos en la forma de un libro, cuya publicación en
el corto plazo espera contar con la participación del Instituto Francés de Estudios
Andinos y la Cooperación Regional para los Países Andinos de la Embajada de
Francia. Se espera, además, que el evento promueva la formación de redes de
investigadores especializados en la importante temática de las desigualdades. En
vista de todo lo anterior, es posible afirmar que el seminario cumplió con las

466
Évènements

expectativas trazadas por los organizadores y que fue, por ello, una experiencia
exitosa que el Instituto de Estudios Peruanos y la Cooperación Regional para los
Países Andinos de la Embajada de Francia esperan repetir.

Marcos CUETO

SIMPOSIO INTERNACIONAL: «CULTURA VISUAL Y REVOLUCIÓN:


HISPANOAMÉRICA, 1808-1830»
Lima, 30 de agosto-2 de septiembre de 2010

Este simposio internacional fue convocado por la directora del Museo de Arte
de Lima (MALI), Natalia Majluf, y co-organizado por Jean-Joinville Vacher
— responsable de la Cooperación regional para los países andinos en la Embajada
de Francia—, la Embajada de Chile en el Perú y la Fundación Getty. También
recibió el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el
Desarrollo (AECID), del Programa de Maestría en Historia del Arte de la Pontificia
Universidad Católica del Perú (PUCP) y del Instituto Francés de Estudios Andinos
(IFEA, UMIFRE 17, CNRS-MAEE). Después de una sesión inaugural en el MALI,
el lunes 30 de agosto en la noche, el simposio se desarrolló durante los dos días
siguientes en el auditorio de Ciencias Sociales de la PUCP. La sesión de «Relatoría
y balance» tuvo lugar el 2 de septiembre en el auditorio de Humanidades de esta
misma universidad. En suma este evento permitió reunir a 17 conferencistas y 8
comentaristas de diversos países hispanoamericanos, de España y Francia. Los
oyentes eran, en su mayor parte,
integrantes de la Maestría en
Historia del Arte de la PUCP.
Conviene recalcar que, por
la calidad y originalidad de
sus aportes científicos, este
simposio descolló entre
los muchos encuentros
académicos que ya tuvieron
lugar en los países andinos con
ocasión del Bicentenario de
las Independencias. Quizás
por la verdadera «revolución
historiográfica» a la cual apeló
Natalia Majluf durante la sesión
inaugural y que podría resumirse
Apertura del Simposio por Natalia Majluf en este interrogante: ¿cómo
MALI, Lima, 31 de agosto de 2010. pensar de otra manera el vínculo
Foto del autor. entre imagen e independencia?

467
Eventos

En el simposio se presentaron dos perspectivas distintas. Una esbozó los resultados


del proyecto colectivo de investigación llevado a cabo con el apoyo de la Fundación
Getty: «José Gil de Castro [1785-1841 n.d.a.]. Cultura visual y representación,
del antiguo régimen a las repúblicas sudamericanas». La otra brindó elementos
que permitieran escribir una historia comparativa de la cultura visual durante la
época de transición, dentro y fuera del orbe hispano. Obviamente, no podemos
transcribir aquí la riqueza de cuatro días de debate. Solo destacaremos tres
enseñanzas científicas muy significativas, entre otras.
La primera versa sobre la metamorfosis de los códigos de la representación
heroica. Se estableció que en pocos años, los retratos alegóricos y estáticos del
periodo colonial dieron paso a retratos de gran sobriedad, que enfatizaban la
energía de los tiempos nuevos. En otras palabras, el lenguaje cifrado del antiguo
régimen fue sustituido por símbolos de fácil alcance para el común: escarapelas
o cintas patrióticas, miradas inquietas y gestos apasionados. En suma, en pos del
modelo francés del retrato republicano, que presentó Philippe Bordes1 durante la
conferencia inaugural del simposio, amaneció una dignidad nueva, hecha toda de
responsabilidad ciudadana.
Con el afán de contextualizar la dinámica de esta mutación en el tiempo largo,
Luis Eduardo Wuffarden se consagró a recalcar la importancia de los códigos
pictóricos introducidos en Lima por Cristóbal Lozano (inicios del XVIII-1776), y sus
seguidores Cristóbal de Aguilar y Pedro Díaz, pintores todos de la Corte virreinal
en la segunda mitad del siglo XVIII. Esta filiación sería esencial para entender el arte
de José Gil de Castro pero haría caso omiso, según Natalia Majluf, de la tradición
cuzqueña y de nuevos códigos pictóricos europeos que pudieron ejercer cierta
seducción. El acercamiento de Wuffarden fue completado por Ricardo Kusunoki.
Este investigador del MALI, vinculado al proyecto Gil de Castro, presentó el
proyecto neoclásico de Matías Mateo en Lima como una respuesta estética, de
1794 a 1808, a la crisis del antiguo régimen y del catolicismo. Algo que recalcó
luego Ramón Mújica Pinilla, miembro de la Academia Nacional de Historia (Perú),
subrayando el matiz local del Buen Gusto y su importancia como eslabón entre
el registro de la Roma clásica y el de la Jerusalén santa. Promovido por el virrey
Abascal, este último registro sería posteriormente asociado a los libertadores
San Martín y Bolívar, como Mesías de la libertad. Por lo tanto, en vísperas de
la independencia, los retratos fueron mayormente dedicados a representar la
santidad y, muy en particular, la de Santa Rosa de Lima.
Después de la tormenta revolucionaria se impuso otro tipo de representación,
de corte secular y burgués. Luis Eduardo Wuffarden recalcó por una parte que la
novedad del «medio busto» triunfó definitivamente. Por otra parte, hizo notar

1 Director científico del INHA (Institut National de l’Histoire de l’Art, París). Autor de Le Serment Du
Jeu De Paume de Jacques-Louis David: Le peintre, son milieu et son temps, de 1789 a 1792, 1983;
La Révolution par la gravure : Les tableaux historiques de la Révolution française, une entreprise
éditoriale d’information et sa diffusion en Europe (1791-1817), 2002; Portraiture in Paris Around
1800: Cooper Penrose by Jacques-Louis David, 2004; Jacques-Louis David: Empire to exile, 1995;
Catálogo de la muestra del J. P. Getty Museum y del Sterling y Francine Clark Institute, 2007.

468
Évènements

que varios héroes chilenos y argentinos fueron pintados por Gil de Castro según un
gusto chileno distinto, por su libertad de expresión, del gusto imperante en Lima.
En este mismo registro, Víctor Mínguez Cornelles, de la Universidad Jaume I de
Castellón, España, recalcó cómo José Bonaparte se hizo retratar como un tranquilo
hacendado durante su estadía final en Filadelfia. Beatriz González Aranda, pintora
y asesora del Banco de la República de Colombia, mostró cómo el abanderado
Espinosa retrató a Bolívar, en sus últimos cuadros, como un héroe devuelto a su
condición civil enfatizando, incluso, el pesar de sus enfermedades. Para cerrar este
primer rubro, es interesante destacar la demostración de Laura Malosetti Costa,
investigadora uruguaya del Conicet y profesora en el Universidad de Buenos Aires
(UBA), con respecto a la posteridad de Gil de Castro. A finales del siglo XIX, se
llegó a considerarle como «un inculto pintor atrasado». Los argentinos lo repudiaron
arguyendo el carácter estereotipado de sus cuadros y los chilenos por ser mal pintor.
El criterio actual de su rescate se atiene precisamente a valorar la autenticidad de
sus cuadros, ajena a los padrones heroicos del siglo XIX. Luis Eduardo Wuffarden
hizo notar al respecto que la fama de Gil de Castro en el Perú evolucionó en función
de los usos del pasado. Por ende, se le valoró en 1892, en 1921 y después de 1944.

Escarapela con el busto de Fernando VII. 1808


Museo de la Independencia. Casa del Florero,
Bogotá
Foto de Vicky Ospina, 1990. Propiedad del autor

La segunda enseñanza del simposio versa sobre el proceso de elaboración del


retrato heroico. Varios ponentes y comentaristas pusieron de relieve el afán
propagandístico de las representaciones. Beatriz González abrió el fuego
reflexionando sobre el proceso de invención icónica de la figura de Bolívar en
Bogotá, a partir de 1819. Pedro José Figueroa y José María Espinosa dieron luz a dos
tradiciones icónicas divergentes: una, de corte más clásico, otra más romántica. Al
enfatizar la preponderancia, en el Perú mismo, de la imagen pintada de Bolívar
sobre las de San Martín u O’Higgins, Scarlett O’Phelan, de la PUCP, subrayó casos

469
Eventos

anteriores de propaganda visual bien lograda. Recordó muy en particular cómo


Túpac Amaru se hacía preceder por su propio retrato, adornado de insignias
incaicas, antes de llegar en persona al Alto Perú. Víctor Mínguez se interrogó al
contrario sobre la incapacidad de los retratos de José Bonaparte de convencer al
pueblo español que él pudiera ser el agente de su regeneración. De igual manera,
Jaime Genaro Cuadriello Aguilar, profesor del Instituto de Investigaciones Estéticas
de la UNAM, se interrogó sobre la dudosa eficacia de los retratos de Iturbide y
del «álbum de la Libertad», confeccionado e impreso en París con ocasión de su
coronamiento en México, en 1822. Cosa singular: Iturbide, considerado como
«genio tutelar» de su nación antes que Hidalgo ocupara este sitio, sufrió una rápida
repudiación. Víctor Mínguez dijo su interés por la secuencia propagandística del
coronamiento establecida ahora en su totalidad gracias a las acuarelas recién
descubiertas en Suiza. El súbito desmoronamiento de la imagen de Iturbide en
1823 se habría de entender, quizás, por el poco heroísmo que la sustentaba, a
diferencia de Napoleón su modelo explícito. En este sentido, Beatriz González y
Georges Lomné destacaron la singularidad de la imagen de Bolívar por el carácter
sagrado que le ha sido asociado de manera duradera.
Todo esto no ocultó la existencia de
prototipos en el proceso mismo de
fabricación de las imágenes heroicas.
Beatriz González enseñó cómo Figueroa
utilizó un padrón monárquico para
pintar a Bolívar y cómo, en el caso
del famoso cuadro «Simón Bolívar,
Libertador y Padre de la Patria» (1819) el
héroe del siglo sustituyó a una figura de
Fernando VII en función del revés de la
batalla de Boyacá. Gil de Castro practicó
lo mismo sustituyendo al virrey Abascal
por San Martín en un cuadro conservado
en Santiago de Chile. Néstor Barrio, de
la Universidad Nacional de San Martín
en Argentina, mostró cómo las técnicas
actuales de análisis científico de los
cuadros ponían en evidencia, en el caso
de Gil de Castro, la fabricación en cadena
de retratos sobre bustos de dimensiones
estandarizadas. Sin embargo afirmó que
existía un «sello» pictórico propio de este
pintor.
«Simón Bolívar, Libertador y Padre de la Patria», Una tercera enseñanza abarca
por Pedro José Figueroa, 1819 la dimensión patriótica de las
Casa Museo Quinta de Bolívar, Bogotá, octubre de representaciones. Los retratos de los
2010 virreyes enseñaban un ethos al servicio
Foto del autor de Dios, del Rey y del bien común. En

470
Évènements

suma, lo que pronto se llamaría el «verdadero patriotismo» frente al patriotismo


de corte republicano traído por los vientos de libertad atlánticos. Luis Eduardo
Wuffarden nos enseñó cómo, en 1758, Lozano pintó a Manso de Velasco,
Conde de Superunda, en el escenario de la Plaza Mayor de Lima, transformada
esta en una ciudad civilizada, de aire cosmopolita. El gusto remitía obviamente
a la «gran manera europea», pero de un academismo endógeno anterior a la
fundación misma de la Academia de San Fernando en Madrid. Luego, entre 1780
y 1807, Pedro Díaz pintó a todos los virreyes. Su obra maestra, el retrato de
Ambrosio O’Higgins en 1798, mostraba un arco triunfal de apariencia pétrea,
que simbolizaba la renovación de la ciudad. En un espíritu similar, su retrato de
Fernando de Abascal y Souza ostentaba en una mesa de trabajo los planos de las
murallas y los del nuevo Cementerio General de Lima.
Por haberse sustituido la Nación al Rey, la semiótica del patriotismo sufrió una
metamorfosis abriéndose al registro de los «emblemas de la razón» (Starobinski,
1988) y a una obvia militarización. Acerca de esta, Roberto Amigo Cerisola, de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, hizo notar el impacto de la reorganización
de las milicias en las postrimerías del siglo XVIII. Por ende, habría que relativizar
la influencia de un modelo francés en cuanto al brote de una iconografía militar.
Adelantó entonces el ejemplo de los retratos de Puyredón, el reorganizador
de las milicias en Buenos Aires, a partir de 1806. Conviene decir de paso que
Scarlett O’Phelan hizo notar la sorpresa de Alejandro de Humboldt, en 1802,
frente al uso del uniforme militar por parte de la «clase alta» limeña para marcar
sus privilegios. También apuntó la historiadora peruana que el uniforme militar
había reemplazado a los hábitos de San Francisco para vestir a los muertos,
en las postrimerías del siglo XVIII. En pos de la ponencia de Roberto Amigo,
Cecilia Méndez, de la Universidad de California, recalcó la importancia de las
milicias como crisol de un ideario de valor que terminaría convirtiéndose en un
patriotismo de corte republicano. En esta vena, Hugo Contreras Cruces, de la
Universidad de Chile, describió el Batallón Infantes de la Patria, una milicia de
pardos a la cual perteneció Gil de Castro como capitán de fusileros. Como lo
recalcó Jesús Cosamalón Aguilar, de la PUCP, el ángulo muerto de la historiografía
de los afrodescendientes en la Independencia del Perú contribuye a corroborar
la opinión expresada por Luis Eduardo Wuffarden de que Gil de Castro no es
todavía hoy sino un «retratista sin rostro». Luego, Juan Manuel Martínez, del
Museo Histórico Nacional de Chile, recalcó la importancia de la parafernalia de
las decoraciones militares en los cuadros de Gil de Castro. El pintor estaba en
Santiago en 1815 cuando Don Manuel Osorio inundó la ciudad de emblemas
monárquicos que cada quién podía coser en su sombrero o vestido. Presenciaría
más tarde la manera con la cual el libertador O’Higgins borró de la ciudad los
escudos nobiliarios. Fueran monárquicos o patriotas, Gil de Castro siempre colocó
estos signos en sus cuadros con mucho esmero. De manera general, el trueque
de la cinta de la orden de Carlos III por la de San Martín indicaba a ojos de los
patriotas, según Roberto Amigo, el pase de la Hidalguía al Valor.
Sin embargo, un lugar retórico permaneció inmutable en el corazón mismo
del dispositivo de la gloria: la figura del «padre de la patria». Georges Lomné,

471
Eventos

director del IFEA, disertó sobre la ambigüedad de esta supervivencia. La


parafernalia simbólica y el relato propio de la «imagen del libertador» quisieron
distanciarse de los del «retrato del Rey», en el sentido amplio que atribuía Louis
Marin a esta expresión. Pero este esfuerzo hizo caso omiso de la supervivencia
de «monumentos de la gloria» idénticos, que seguían bebiendo de las fuentes
clásicas. Esto explica cómo la imagen del Libertador pudo sustituirse con eficacia a
la imagen del Rey utilizando el mismo «lugar de memoria». Esta fácil permutación
explicaría la violencia de la damnatio memoriae de la imagen del otro durante la
guerra de Independencia, muy en particular en Colombia. Víctor Mínguez había
disertado ya sobre la verdadera «guerra de imágenes» alrededor de la figura de
José I. Las caricaturas inglesas hicieron que la perdiera y quedara asociado para
siempre al «rey de copas» o a «Pepe Botellas» en vez de serlo al majestuoso cuadro
pintado por François Gérard (Museo de Fontainebleau, 1810), a imitación del
Retrato de Luis XIV de Hyacinthe Rigaud (Louvre, 1700), o al cuadro de Jean-
Baptiste Joseph Wicar donde aparecía, en uniforme de coronel de su propia
guardia (Museo Nacional de Versalles, 1808), como regenerador de España, y
su nuevo arquitecto. Al respecto, Cristóbal Aljovín de Losada enfatizó el efecto
demoledor de la caricatura por dirigirse a un «público menor» cuando la imagen
oficial se dirigía más a un «público mayor». La legitimidad política podía entonces
ser arruinada por el solo registro de los vicios privados. Natalia Majluf colocó la
reflexión en un nivel mayor de abstracción al plantear «De cómo reemplazar a un
Rey. Retrato, visualidad y poder en la crisis de la independencia, 1808-1830». La
directora del MALI evocó la furia iconoclasta, que nos priva hoy en día de muchos
cuadros de Fernando VII, antes de interrogarse sobre la sustitución del retrato del
Rey por el escudo nacional. El dibujo del escudo peruano por Gil de Castro en
1827, a pedido del Tribunal de Justicia de Lima, ¿no pondría así un punto final a
la trayectoria del pintor y de una época?

Natalia Majluf y Juan Carlos Estenssoro


Sesión del 1ero de septiembre 2010
Foto del autor

472
Évènements

La relatoría general del simposio estuvo a cargo de Jaime Cuadriello, Juan Carlos
Estenssoro, de la Universidad de Lille-III, y Georges Lomné. De entrada, Jaime
Cuadriello destacó la virtud interdisciplinaria del proyecto Gil de Castro —un
«nuevo paradigma del conocimiento en la América Latina»— y expresó su ansia
hacia la futura exposición y su catálogo razonado. Disertó luego sobre la eficacia
del modus operandi de Gil de Castro. Aquello que nos ofreció este pintor no
sería sino una biografía colectiva que yace todavía en su galería de retratos. En
fin, la guerra de las imágenes fue reemplazada por Gil de Castro por una perfecta
«gestión de las imágenes». Juan Carlos Estenssoro destacó primero el peso de las
mutaciones en la cultura visual. Recalcó que Santiago de Chile por no ser «ciudad
de corte» pudo inventar una radicalidad nueva del retrato, nutrida de intimidad.
Gil de Castro, al extraerse del academismo limeño, pudo beber de la fuente
de esta revolución visual. Luego, planteó el problema del retrato del Rey y se
interrogó sobre el matiz que existe entre borrar y sustituir la imagen del monarca
por la de un héroe republicano. Terminó su relatoría pidiendo que se hiciera
una antropología del retrato y destacó el innegable valor testimonial de la obra
de Gil de Castro ya que a diferencia de muchos retratos del Antiguo Régimen,
conocemos la identidad de quienes han sido pintados. Georges Lomné destacó
luego el interés de conectar las reflexiones del simposio a la dinámica identificada
hace años por Tzvetan Todorov del paso de la metáfora al símbolo (1993). El
registro de las pasiones, encarecido por las revoluciones, se acomoda mejor del
símbolo que de la alegoría. Por ende, el mundo cifrado se desvaneció a favor de
otro, lleno de energía y habitado por la inquietud de corte lockeano que había
destacado Jean Starobinski como crisol de la «invención de la libertad» (1964). El
cuadro de David, Bonaparte cruzando los Alpes por el San Bernardo (Museo del
Castillo de Versalles, 1800-1801), ¿no sirvió acaso de modelo a la representación

Público del auditorio de Humanidades (PUCP) durante la


«Relatoría y balance»
2 de septiembre de 2010
Foto del autor

473
Eventos

estereotipada de los Libertadores después de haberlo sido de algunas estatuas


ecuestres de Carlos IV? Sin embargo, la eficiencia de la imagen del poder se sitúa
más allá de meros códigos formales. De lo contrario, José I o Iturbide hubieran
superado en gloria a cualquier otro. Al fin y al cabo, la política no es sino un
asunto estético. El modelo limeño de Matías Mateo, al mezclar el Buen Gusto y el
ideario agustino de la Jerusalén santa se conjugaba nítidamente con el proyecto de
José de Ezpeleta y José Martínez Compañón en Santafé de Bogotá. Este crisol de
patriotismo monárquico contribuiría luego a conformar otro patriotismo, de corte
republicano. El éxito de la imagen de Bolívar, frente a otras, se debería quizás al
hecho que encarnó mejor la nación —Colombia— que otros encarnaron la suya,
y se hizo símbolo sin otro rodeo. Iturbide y José I quedarían para siempre vanas
alegorías, frente a Hidalgo o Fernando VII, y San Martín sufriría de su palinodia
monárquica y de la competencia de la nación abstracta que llegó a simbolizar el
escudo del Perú.

Referencias citadas

BORDES, P., 1983 – Le Serment Du Jeu De Paume de Jacques-Louis David : Le peintre, son
milieu et son temps, de 1789 a 1792, 265 pp.; París: Éditions de la Réunion des
musées nationaux.
BORDES, P., 1995 – Jacques-Louis David: Empire to exile; New Haven, Londres et
Williamstown.
BORDES, P., 2002 – La Révolution par la gravure : Les tableaux historiques de la Révolution
française, une entreprise éditoriale d’information et sa diffusion en Europe (1791-
1817), 318 pp.; parís: Musée de la Révolution française.
BORDES, P., 2004 – Portraiture in Paris Around 1800: Cooper Penrose by Jacques-Louis
David, 80 pp.; San Diego: Putnam Foundation.
BORDES, P., 2007 – Catálogo de la muestra del J. P. Getty Museum y del Sterling y Francine
Clark Institute, 379 pp.; Yale University Press.
STAROBINSKI, J., 1964 – La invención de la libertad, 222 pp.; Barcelona: Skira. Trad. de F.
Olmos García Carroggio.
STAROBINSKI, J., 1988 – Los emblemas de la razón, 195 pp.; Madrid: Taurus. Trad. De José
Luís Checa Cremades.
TODOROV, T., 1993 – Teorías del símbolo; Caracas: Monte Ávila.

Georges LOMNÉ

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