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ROQUE LÓPEZ TARANGO

(Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México)

La Suprema Corte de Justicia de la Nación


mexicana y el debate en torno a su reforma

I. Introducción. II. Antecedentes: la configuración del Poder Judicial en México: A)


Los primeros pasos; B) La Constitución Federal de 4 de octubre de 1824; C) Las leyes
Constitucionales de 29 de diciembre de 1836; D) Las Bases de organización política de
la República Mexicana de 13 de junio de 1843; E) El Estatuto Orgánico Provisional de
la Republica Mexicana de 15 de mayo de 1856; F) La Constitución Federal de 1857;
G) La Constitución de 1917. III. El contexto jurídico-político para la reforma del Poder
Judicial en México. IV. Las propuestas de reforma. V. La reflexión doctrinal en torno a
la reforma. VI. Conclusiones.

“La independencia completa de los


tribunales de justicia es particularmente
esencial en una constitución limitada. Por
constitución limitada entiendo la que
contiene ciertas prohibiciones expresas
aplicables a autoridad legislativa […] Las
limitaciones de esta índole sólo pueden
mantenerse en la práctica a través de los
tribunales de justicia, cuyo deber ha de ser
el declarar nulos todos los actos contrarios
al sentido evidente de la Constitución.
[Esto] no supone de ningún modo la
superioridad del poder judicial sobre el
legislativo. Sólo significa que el poder del
pueblo es superior a ambos y que donde la
voluntad del legislativo, declarada en sus
leyes, se halla en oposición con la del
pueblo, declarada en la constitución, los
jueces deberán gobernarse por la última”.

(El federalista, LXXVIII)

Cuadernos Constitucionales de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol nº 47 (2004).


46 Roque López Tarango

I. INTRODUCCIÓN

El inicio del presente siglo se ha caracterizado por transformaciones profundas


en los ámbitos político, económico y social, que han incidido de manera sustancial en la
vida de la humanidad. México no ha permanecido al margen de esos cambios y ha
enfrentado como otras naciones los desafíos que la vida moderna le ha planteado. En
particular, es justo reconocer los importantes avances que en los últimos tiempos se han
producido en el decisivo ámbito de la reforma del Estado; pero también lo es aceptar
que aún se encuentran pendientes de implementarse las llamadas reformas de segunda
generación, dentro de las cuales se habrá de abordar uno de los problemas más urgentes
que enfrenta la sociedad mexicana: la necesidad de reformar al Poder Judicial Federal, a
fin de contar con un sistema eficiente de control de la constitucionalidad.
Aunque son varios los aspectos en los que nuestra Suprema Corte precisa
renovarse, en el presente trabajo me limitaré a abordar el tema únicamente en dos
dimensiones: la de la estructura de la Corte, y la de sus competencias.
En la primera parte del trabajo, brindaré al lector poco familiarizado con la
experiencia mexicana una reseña histórica del desarrollo que ha tenido el Poder Judicial
Federal a partir del momento en que nuestro país ganó la independencia, con la finalidad
de poner en sus manos los elementos de juicio necesarios para entender la situación
actual de nuestro máximo tribunal y estar en condiciones de presentar un acercamiento
del rumbo que debe tomar dicha institución.
En un segundo apartado, se analizará el contexto jurídico y político de los
tiempos actuales, para determinar cuáles son las condiciones que enmarcan la
realización de las reformas que apuntamos como necesarias. Posteriormente, expondré
la opinión de diversos sectores de la sociedad mexicana acerca del rumbo que debería
seguir la Suprema Corte de Justicia de la Nación en México.
Como punto de partida, no tengo inconveniente en afirmar que considero que la
independencia y efectividad del Poder Judicial mexicano es hoy una exigencia
ampliamente sentida en nuestra sociedad, y que existe una manifiesta y
desesperanzadora falta de confianza en las instituciones encargadas de proporcionar
seguridad jurídica a los mexicanos. La sociedad reclama una administración de justicia
pronta, expedita, imparcial, apegada al Derecho y respetuosa con los derechos humanos;
de manera que el diseño del Poder Judicial Federal del México del nuevo siglo debe
tener como principal objetivo contribuir, en el ámbito de su competencia, al
establecimiento del verdadero Estado de Derecho al que aspiramos todos los
ciudadanos.

II. ANTECEDENTES: LA CONFIGURACIÓN


DEL PODER JUDICIAL EN MÉXICO

A) Los primeros pasos

Los primeros pasos de la organización judicial en el México independiente los


encontramos en el Decreto del Congreso del 24 de febrero de 1822, llamando al trono
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 47

del primer Imperio mexicano a las personas designadas en los tratados de Córdoba,
estableciendo que no convenía que los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judiciario
estuvieran reunidos en la misma persona, y delegando éste último en los tribunales
existentes en esa fecha o que se nombraran en adelante. Dicho Decreto fue ratificado
por el de 26 de febrero de 1822 confirmando a todos los tribunales de justicia
establecidos en el Imperio para que continuaran administrando la justicia según las leyes
vigentes 1.
La sección quinta (arts. 55 al 81) de este Decreto se hallaba dedicada al Poder
Judicial, y en ella se establecía que la facultad de aplicar las leyes a los casos
particulares que se convierten en juicio correspondía exclusivamente a los tribunales
erigidos por la ley. Asimismo, establecía que el Supremo Tribunal de Justicia tendría a
su cargo las tareas de dirimir las competencias de las Audiencias, de juzgar a los
Secretarios de Estado y del Despacho cuando se declarare haber lugar a exigir
responsabilidades, de conocer todas las causas de suspensión y separación de los
consejeros al estado y de los magistrados de las audiencias, juzgándolos en su caso en lo
criminal, de todas las causas criminales y civiles contra todos los individuos del cuerpo
legislativo, de los juicios de residencia de los funcionarios públicos, de los asuntos
contenciosos de patronato imperial, de los recursos de fuerza de la nulidad de las
sentencias prenunciadas en la ultima instancia, y hasta de las dudas de los tribunales
inferiores sobre la genuina inteligencia de alguna ley.
Un año más tarde, el Decreto del 23 de junio de 1823 estableció
provisionalmente un Supremo Tribunal de Justicia con las atribuciones que le señalaban
las leyes vigentes y compuesto de tres salas, integrada la primera por tres individuos, y
las otras dos por cinco cada una. El nombramiento de dichos magistrados se hacía
exclusivamente por el Congreso; pero es de hacerse notar que en materia militar había
un Supremo Tribunal de la Guerra que conocía de las tres instancias de los juicios.
Por su parte, el Acta Constitutiva de la Federación del 31 de enero de 1824
ordenaba en su art. 18 que el Poder Judicial fuera residenciado en una Corte Suprema de
Justicia y en los tribunales que se establecieron en cada Estado, reservándose de
enmarcar en la Constitución las facultades de esta Suprema Corte. Paralelamente, el art.
23 ordenaba que el Poder Judicial fuera ejercido en cada Estado por los tribunales que
establecieran su respectiva Constitución, al tiempo que se especificaba que la nación
estaba obligada a proteger por leyes sabias y justas los derechos de el hombre y del
Ciudadano.

B) La Constitución Federal de 4 de octubre de 1824

La Constitución de 1824 dividió también al Supremo Poder de la Federación


para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, encomendando el ejercicio de este
último a una Suprema Corte de Justicia, a los Tribunales de Circuito y al Poder Judicial
de Tributo. La Suprema Corte se componía de once ministros distribuidos en tres salas,
1
En el art. 23 del “Reglamento provisional Político del Imperio Mexicano”, se establece:
“El sistema de Gobierno Político del Imperio Mexicano se compone de los poderes Legislativo,
Ejecutivo, y Judicial que son incompatibles en una misma persona o corporación”.
48 Roque López Tarango

y un Fiscal pidiendo al Congreso Central incrementar o disminuir su número si lo


juzgaba conveniente.
Las atribuciones de la Corte Suprema eran las siguientes: conocer de las
diferencias que pudiera haber de uno a otro Estado, siempre que las redujeran a un juicio
verdaderamente contencioso en que se debiera recaer formal sentencia; conocer de las
diferencias que se suscitaran entre un Estado y uno o más vecinos de otro, o entre
particulares sobre pretensiones de tierra bajo concesiones de diversos Estados; terminar
las disputas que se suscitaran sobre contratos o negociaciones celebrado por el Gobierno
Supremo o sus agentes; sobre paso o retención de bulas pontificias, expandidos en
asuntos contenciosos; dirimir las competencias que se suscitaran entre los Tribunales de
la Federación y entre estos y los de los Estados o entre los de un Estado y los de otro;
conocer de las causas criminales en contra del Presidente y Vicepresidente de los
Diputados y Senadores y de los Secretariados de Despacho que se promovieran en los
casos señalados de la propia Constitución; conocer de los negocios civiles y criminales
de los empleados diplomáticos y cónsules de la Republica y en las causas y
almirantazgo, presas de mar y tierra, contrabandos, crímenes cometidos en alta mar
ofensas en contra de la nación, de los empleados de Hacienda y Justicia de la Federación
y de las infracciones la constitución y leyes generales.

C) Las leyes Constitucionales de 29 de diciembre de 1836

Estas leyes constituyeron un adelanto sobre la situación que reinaba en esa


época. Fue en la segunda de estas leyes en donde se estableció el “supremo poder
conservador”, depositado en cinco individuos con atribuciones para declarar la nulidad
de una ley o decreto dentro de dos meses después de su sanción, cuando fueren
contrarios a artículos expresos de la Constitución y le exijan dicha declaración el
Supremo Poder Ejecutivo o la Alta Corte de Justicia, o parte de los miembros del Poder
Legislativo. Esta suprema instancia podía declarar, excitada por el Poder Legislativo o
por los actos del Poder Legislativo o por la Suprema Corte de Justicia, la nulidad de los
actos del poder Ejecutivo cuando fueran contrarios a la Constitución o a las leyes, y la
nulidad de los actos de las Suprema Corte de Justicia; y excitada por alguno de los otros
poderes, en el caso de usurpaciones de funciones. Además, podía declarar a instancias
del Congreso la incapacidad física o mental del Presidente, y suspender a instancias de
alguno de los otros dos poderes a la Alta Corte de Justicia cuando desconocieran a
alguno de ellos o trataran de trastornar el orden publico, suspender hasta por dos meses
las secciones del congreso general, llamando, en su caso, a los suplentes, cuando
conviniera al bien público a pedimento del poder Ejecutivo; restablecer
constitucionalmente a cualesquiera de los tres poderes o a los tres cuando hubieran sido
disueltas revolucionariamente; declarar, excitado por el poder legislativo, previa
iniciativa de alguno de los otros dos poderes, cual era la voluntad de la Nación; declarar
a instancias de la mayoría de las juntas departamentales, cuando estaba el Presidente de
la Republica en el caso de renovar todo el ministerio por bien de la nación dar o negar la
sanción a las reformas de la Constitución que acuerdan el congreso; calificar las
elecciones de los senadores y nombrar el día primero de cada año dieciocho letrados
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 49

para juzgar a los ministros de la Alta Corte de Justicia y de la Corte Marcial en el caso,
y previo el cumplimiento de los requisitos constitucionales para esas causas.
El Poder Judicial se ejercería por una Corte Suprema de Justicia, por los
Tribunales Superiores de los Departamentos, por los de Hacienda y por los Juzgados de
Primera Instancia. La Corte se componía de once Ministros y un Fiscal, y representaban
al Poder Judicial en lo que le pertenecía y no pudiese desempeñarse por él, debiendo
cuidar que los Tribunales y Juzgados de los Departamentos estuviesen ocupados por los
Magistrados y Jueces que les correspondía para que se administrara pronta y cumplida
justicia.

D) Las Bases de organización política de la República Mexicana


de 13 de junio de 1843

En su art. 53, y en el capítulo (D) “Formación de la ley”, estas Bases


encomendaban a la Suprema Corte de Justicia la facultad de iniciar leyes relativas a la
administración de su ramo. El Poder Judicial se depositaba en una Suprema Corte; en
los Tribunales Superiores y Jueces Inferiores de los Departamentos y en las demás
instancias que establecieran las leyes, subsistiendo los Tribunales Especiales de
Hacienda, Comercio y Minería. La Corte se componía de once Ministros y de un Fiscal,
y tenia como atribuciones las siguientes:

– Conocer en todas las instancias de las causas criminales que se promuevan


contra los funcionarios públicos, a quienes el congreso o las cámaras declaren
con lugar a la formación de la causa, y de los civiles de los mismos.
– Conocer en todas las instancias de las causas civiles y criminales en que hagan
de actores los funcionarios de que habla la fracción anterior, siempre que el que
lo solicite en cualquier estado de negocio, aun en el acto de citación para
sentencia.
– Conocer en todas sus instancias de las causas civiles y criminales promovidas
contra los ministros y demás agentes diplomáticos y cónsules de la República.
d) Conocer de todas las instancias de las disputas y se promuevan en tela de
juicio sobre contratos autorizados por el Supremo Gobierno.
– Conocer de la misma manera de las demandas judiciales que un departamento
intentara contra otro o los particulares contra un departamento, cuando se
reduzca a un juicio verdaderamente contencioso.
– En todas las instancias de los asuntos contenciosos pertenecientes al patronato
de la nación.
– De las causas llamadas de almirantazgo o presos de mar y tierra y crímenes en
alta mar.
– Dirimir las competencias que se susciten entre los tribunales y juzgados de
diversos departamentos o fueros.
– Conocer los recursos de nulidad que se interpongan contra las sentencias, dadas
en última instancia por los Tribunales Superiores de los Departamentos más
inmediato, siendo colegiado.
50 Roque López Tarango

– Oír las dudas de los Tribunales sobre la inteligencia de alguna ley, y


juzgándolas fundadas, iniciar la declaración correspondiente 2.

E) El Estatuto Orgánico Provisional de la Republica Mexicana


de 15 de mayo de 1856

Este Estatuto fue expedido por D. Ignacio Comonfort, en uso de las facultades
que le concedía el Plan de Ayutla reformado en Acapulco, que en la sección séptima
reglamentaba al Poder Judicial, estableciendo que seria desempeñado por la Suprema
Corte de Justicia, los Tribunales de Circuito y los Juzgados de Distrito, y tendría además
de las facultades que le señalaba la ley de 23 de noviembre de 1955, las siguientes

– Conocer de las diferencias que pudiera haber entre los Estados de la nación,
siempre que se indujeran a un juicio verdaderamente contencioso que debiera
requerir sentencia,
– Conocer los conflictos que se suscitaran entre un Estado y uno o más vecinos
de otro o particulares sobre pretensiones de tierra, bajo concesión de diversos
Estados.-
– Terminar las disputas que suscitaran sobre contratos o negociaciones
celebradas por el Gobierno Supremo o sus agentes.,
– Dirimir las competencias que se suscitaran entre los tribunales generales y
entre éstos y los de los Estados, o de un Estado y los de otro.
– Conocer de las causas que se promovieran al Presidente a los Gobernadores de
los Estados y la de los secretarios de despacho, de los negocios criminales y
civiles de los empleados diplomáticos cónsules de la Republica, de las causas de
almirantes y o presos de mar y tierra, y de los crímenes cometidos en alta mar.
– Conocer de las ofensas contra la nación.

F) La Constitución Federal de 1857

Promulgada el 13 de febrero de 1857, dedica los arts. 90 al 103 al


establecimiento de una Corte Suprema de Justicia y de una serie de Tribunales de
Distrito y de Circuito.
La Corte Suprema se componía de once Ministros propietarios, cuatro
numerarios, un Fiscal y un Procurador general. Los miembros de la Corte duraban en su
cargo seis años y su elección era indirecta en primer grado, en los términos que
dispusiera la ley electoral. El cargo solo era renunciable por causa grave calificada por
el Congreso.

2
Con motivo del cambio de forma de Gobierno central a Federal, el 14 de octubre de 1846,
se expidió el decreto que fijaba las atribuciones de la Suprema Corte Justicia para conocer de los
recursos de nulidad establecidos, tanto por las leyes Constitucionales de 1836 cuanto por las bases
orgánicas que posteriormente rigieron en la República, quedando el conocimiento de éste recursos
a la primera sala de la Suprema Corte.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 51

A los tribunales de la federación les correspondía conocer:

– De todas las controversias que se suscite y sume el cumplimiento y aplicación


de las leyes federales.
– De los que se reserven sobre derecho marítimo.
– De aquellas en que la Federación fuere parte.
– De las que se susciten entre un Estado y uno o más vecinos de otro.
– De los del orden civil o criminal que se susciten a consecuencia de los tratados
deliberados con potencias extranjeras.
– De los casos concernientes a los agentes diplomáticas y cónsules.

Los Tribunales de la Federación resolvieran toda controversia que se suscitare


por leyes o actos de cualquier autoridad que violaran las garantías individuales, por
leyes o actos de la Autoridad Federal que vulnerasen o restringieran la soberanía en los
Estados, y por las leyes o actos de las autoridades de éstos, que invadieran la esfera de la
Autoridad Federal. Todos los juicios de que se hablaba se seguirían a petición de la
parte agraviada por medio de los procedimientos y formas del orden jurídico que
determinaría una ley. La sentencia estaba limitada en cuanto a sus efectos al caso de
individuos particulares, limitándose a protegerlos y ampararlos en el caso especial sobre
que reservara el proceso, sin hacer ninguna declaración general respecto a la ley o acto
que la motivare.

G) La Constitución de 1917

En su texto original la todavía vigente Constitución mexicana establecía que el


ejercicio del Poder Judicial de la Federación quedaba depositado fundamentalmente en
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que se componía de once Ministros y
funcionaba siempre en pleno ya qué de acuerdo la Ley Orgánica de Tribunales de 2 de
noviembre de 1917, la Corte conocía en única instancia de los amparos en contra de
sentencias definitivas y en revisión de otros amparos promovidos ante los Jueces de
Distritos (art. 107 fracciones VIII y IX).
La Corte se componía de once Magistrados, de los que se precisaban ocho para
hacer quórum. Conocía de la suplica que se interpusiera en contra de sentencias de
segunda instancia en aplicación Leyes Federales o en contra de sentencias de los
Tribunales de Circuito (Sentencias vistas en grado de apelación de los Jueces de
Distrito). Además, le correspondía conocer en única instancia:

– De las controversias que se suscitaren entre dos o más Estados.


– De los conflictos entre la Federación y uno o más Estados.
– De todos aquéllos en que la Federación fuera parte.
– De los conflictos entre los poderes de un mismo Estado sobre la
constitucionalidad de sus actos.
– De las competencias que se suscitaren en los tribunales del fuero entre éstos y
los tribunales de los Estados, Distrito Federal o Territorios, entre éstos, los de
52 Roque López Tarango

dos o más Estados y entre los de éstos y los del Distrito Federal o territorios de la
Federación.
– De los impedimentos, recusaciones y excusas de los Magistrados de Circuito.
– De los demás asuntos que le correspondieran conforme a las leyes.

El 18 de octubre de 1919 se expidió la nueva Ley de Amparo, y conforme al art.


30, se le encomendó a la Suprema Corte el conocimiento en única instancia de los
juicios de amparo que se promovieran en contra de sentencias definitivas dictadas en
juicios o penales. Los Jueces de Distrito conocían de amparos cuando se tratare de
autoridad distinta de la Judicial, o actos de ésta ejecutados fuera de juicio o después de
concluido éste, o de actos en juicio cuya ejecución fuera de imposible reparación o que
afectare a personas extrañas al proceso. El amparo en contra de sentencias definitivas
civiles solo procedía si la violación se cometía en la misma o cuando la violación
cometida durante la secuela del procedimiento se hubiera reclamado oportunamente
protestando en contra de ella por negarse a su reparación y cuando cometida en primera
instancia se hubiere alegado en las segunda por vía de agravio.
La Suprema Corte conocía simultáneamente de las violaciones cometidas en la
secuela del procedimiento juntamente con las violaciones cometidas en la sentencia
misma, resolviéndose previamente sobre las primeras.
En esta ley se reglamentaba además el recurso de súplica, que procedía en contra
de las sentencias dictadas en segunda instancia por los Tribunales Federales o de las
entidades con motivo de las controversias que se suscitaren sobre el cumplimiento y
aplicación de las leyes federales o de los tratados.
El recurso de súplica sometía el conocimiento del asunto a la Suprema Corte con
la plenitud de jurisdicción que había tenido respecto de ella el Tribunal de Segunda
instancia. La Corte podía revisar la sentencia, nulificar el procedimiento y mandarlo
reponer desde el punto en que se había cometido la violación y confirmar, revocar o
modificar la sentencia de segunda instancia según lo estimara de justicia.
La reforma constitucional de 20 de agosto de 1928 aumentó el número de
Ministros de once a dieciséis y se estableció que la Corte funcionaria a la vez en pleno y
dividida en tres salas, lo que implicó que se modificara la Ley Orgánica del Poder
Judicial de la Federación, estableciéndose la integración en dieciséis Ministros bastando
la presencia de once para que pudiera constituirse el funcionamiento y tomándose las
votaciones por mayoría de votos de los Ministros presentes.
El 15 de diciembre de 1934 se publicó la reforma al art. 94 constitucional
conforme a la cual la Suprema Corte volvió a aumentar el número de sus Ministros
hasta los 21.
Por fin, en la última década han sido cuatro las reformas más importantes que se
le han hecho al Poder Judicial de la Federación:

– La de 15 de enero de 1998, que tuvo como principal objetivo quitarle


competencias a la Suprema Corte; así, el amparo en materia de legalidad fue
transferido a los tribunales colegiados de circuito, por lo que la principal tarea de
la Corte quedó concentrada en el control constitucional.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 53

– La del 31 de diciembre de 1994, que marcó un cambio sustancial en la


integración, estructura y competencia de la Suprema Corte mexicana que se
extendió también al mismo Poder Judicial de la Federación. En ella se creó el
Consejo de la Judicatura Federal. Con las nuevas atribuciones que se confirieron
a la Suprema Corte, se fortaleció la idea de un Tribunal Constitucional, pues de
les otorga facultades para conocer de la resolución de las controversias
constitucionales y de acciones de inconstitucionalidad.
– La del 22 de agosto de 1996, mediante la cual se incluyó dentro de la estructura
del Poder Judicial Federal al Tribunal Federal Electoral como órgano
especializado, y se definieron sus facultades.
– La del 11 de junio de 1999, que otorgó nuevas facultades al Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, como la de decidir, mediante acuerdos
generales, de qué asuntos conocería y cuáles, como contrapartida, serían
resueltos por los tribunales colegiados de circuito, lo cual permitió a la Corte
dedicar el tiempo necesario a los asuntos más trascendentes.

III. EL CONTEXTO JURÍDICO POLÍTICO PARA LA REFORMA


DEL PODER JUDICIAL EN MÉXICO

En México, durante la época priísta, existió un régimen de partido dominante en


el cual todos los poderes del Estado se encontraban incontestablemente supeditados a la
voluntad del titular del ejecutivo de turno. En semejante contexto, la Constitución jugó
un papel meramente nominal; es decir, no jugó el papel de una norma jurídica que
vinculara por igual a gobernantes y gobernados en el respeto tanto de una serie de
derechos fundamentales, como las reglas de acceso y de ejercicio del poder. En palabras
del maestro Lucas Verdú 3 teníamos Constitución, pero no estábamos en Constitución.
Una nueva era política se inició no obstante en México a principios de 1997, con
la puesta en vigor de las reformas constitucionales adoptadas el año anterior en materia
electoral, reformas que permitieron que las elecciones de 1997 pudieran calificarse
como competitivas y eficaces 4. Dando un paso más en ese proceso de apertura, las
elecciones federales del 2 de julio del año 2000 materializaron la tantas veces postpuesta
alternancia en el poder, al propiciar la elección como Presidente de la República del
candidato del Partido Acción Nacional (PAN) Vicente Fox Quesada. Perdido su
principal punto de apoyo –la titularidad del Poder Ejecutivo–, el Partido Revolucionario
Institucional (PRI), dejaría de ser el partido dominante en el mapa político mexicano.
En cuanto al Congreso de la Unión, ningún partido se hizo con la mayoría
absoluta en ninguna de las dos cámaras. Por consiguiente, la vida parlamentaria ha
cambiado mucho: al tradicional predominio de la bancada priísta le ha sucedido en los
últimos años el intenso cabildeo y las reuniones y acuerdos entre los presidentes de las
fracciones parlamentarias, dando como resultado un número mucho menor de leyes

3
Pablo LUCAS VERDÚ: La Constitución en la encrucijada. Palingenesia iuris politici,
Servicio de Publicaciones, Facultad de Derecho UCM, Madrid, 1994, págs. 46 a 48.
4
Dichas elecciones fueron para la renovación de la Cámara de Diputados Federal y por
primera vez se eligió, a través del voto popular, al Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
54 Roque López Tarango

aprobadas. La nueva configuración de las cámaras ha propiciado, pues, que asuntos


imprescindibles para la viabilidad de los programas del ejecutivo federal se hayan
retardado, como ha sido el caso de la reforma fiscal.
Por muy distintas circunstancias, el Poder Judicial ha sido el poder del Estado
que menos atención ha recibido de los nuevos gobernantes, pues desde la elección de los
Ministros se percibe su supeditación al Poder Ejecutivo.
El proceso de transición y de creciente pluralidad que se vive en México ha
hecho incuestionable que la Constitución Mexicana empiece a cobrar una auténtica
dimensión de norma jurídica, con todas las características y consecuencias que de esto
se derivan; particularmente el que sea ahora la Constitución la regla básica para resolver
las controversias de tipo político-constitucional, menester éste en el a la Suprema Corte
de Justicia de la Nación le corresponde jugar un decisivo papel.
Desafortunadamente, en un régimen de partidos plural, donde hay por lo menos
tres fuerzas importantes y algunas otras menores, nuestra Constitución no contiene todas
las fórmulas necesarias para poder lograr las mayorías que permitan la gobernabilidad
democrática, de ahí que se haya insistido en la necesidad de una reforma en profundidad
del Estado.

IV. LAS PROPUESTAS DE REFORMA

Dentro de este proceso generalizado de renovación de las instituciones políticas


del Estado mexicano, la Suprema Corte de Justicia de la Nación desarrolló durante
buena parte del año 2004 un Foro de Consulta Nacional sobre una reforma integral y
coherente del sistema de impartición de justicia en el Estado mexicano, a partir de cuyos
resultados la Corte tiene la intención de elaborar una propuesta formal de reforma.
En este marco, las propuestas que han sido formuladas han sido muchas, muy
variadas y de muy diversa procedencia, de modo que en apretada síntesis podríamos
destacar cuanto menos las que siguen.

A) Las propuestas del ejecutivo federal

El Presidente Vicente Fox Quesada envió a la Cámara de Diputados, el 13 de


diciembre del 2000, una iniciativa en la que proponía –entre otras reformas– la de la
fracción XVI del art. 107 constitucional, en materia del cumplimiento de las sentencias
de amparo.
Con ello, el Jefe del Ejecutivo Federal proponía que cuando la ejecución de una
sentencia de amparo afectara gravemente al conjunto de la sociedad, o a terceros,
desencadenando perjuicios generalizados de mayor magnitud que los beneficios que
pudiera obtener el quejoso, el o los interesados podrán impugnar la resolución del Juez
mediante el recurso de queja ante un tribunal colegiado de circuito o ante la sala de
Suprema Corte de Justicia de la Nación que corresponda, para que cumplimenten de
manera sustantiva las sentencias que concede el amparo. Con esté recurso podrán ser
revisados las determinaciones que las partes consideren atentatorias contra sus intereses.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 55

B) La propuesta de las fracciones parlamentarias


del PRI, el PAN y el PVEM en el Senado

Los senadores del PRI, del PAN y del PVEM (Partido Verde) presentaron una
iniciativa de decreto por el que se reformaría el libro segundo (del amparo en materia
agraria) de la Ley de Amparo en lo que toca al término para promover demanda de
amparo por grupos solicitantes de tierras. En la actualidad los promotores de este tipo de
recursos gozan de tiempo indefinido para accionar, y los legisladores desean que esta
eventualidad quede acotada a un plazo de tres meses.
Sustentan los legisladores que el texto del art. 217 de esa norma protege los
derechos agrarios de los ejidatarios y comuneros, pero sume en la inseguridad jurídica
tanto a las autoridades judiciales como al pequeño propietario, ya que cuando la
autoridad niega la solicitud de dotación o ampliación de un núcleo solicitante de tierras,
el 217 deja abierta la posibilidad de que los solicitantes puedan promover dos o tres
años después un juicio de amparo ante la negativa a su solicitud y constituyan un circulo
vicioso interminable. Su argumento es que no deben existir condiciones de trato
diferente para individuos iguales ante la ley, como son de un lado los propietarios
privados y de otro los pertenecientes al sector social, al margen de que ello genera
también una desconfianza en los sectores financieros que se resisten por ello a invertir
en el campo.

C) Las propuestas de la fracción parlamentaria


del PRD en la Cámara de Diputados

La LIX Legislatura de la Cámara de Diputados de México tiene frente a sí la


posibilidad de sacar adelante la propuesta planteada por el PRD en la anterior
legislatura, el 8 de agosto del 2001.
La propuesta estipula el Poder Judicial de la Federación debe crear tribunales
locales de legalidad (casación) en todos los Estados de la República para que conozcan
asuntos en la última instancia, en lugar de que lo sigan haciendo los tribunales
colegiados de circuito. Según este proyecto de reforma, la Suprema Corte de Justicia de
la Nación conocería del recurso de revisión extraordinaria que las partes hicieran valer
en contra de las sentencias pronunciadas por los tribunales locales de casación, en los
cuales únicamente resolverá sobre la constitucionalidad de la Ley, el Tratado
Internacional o el Reglamento impugnado, o sobre la interpretación directa de un
precepto de la Constitución Federal, en los términos del art. 83, fracción V de la Ley de
Amparo. Dicha propuesta estaría llamada a descargar a la Suprema Corte de un número
importante de asuntos y devolvería la soberanía a los Tribunales Superiores de Justicia
de las entidades federativas.
Otra de sus propuestas planteadas es que el Poder Ejecutivo Federal se abstenga
de intervenir en el nombramiento de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, que
es principio y mando de todo el engranaje de administración de justicia en el nivel
56 Roque López Tarango

Federal del Gobierno mexicano. En lugar de ello se propone que los Ministros sean
elegidos por el voto de las dos terceras partes de los miembros presentes de la Cámara
de Senadores o, en sus recesos, por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.
A estos efectos, se realizaría una consulta previa y se elaboraría una terna que sería
sometida a la consideración del pleno respectivo, el cual previa comparecencia de las
personas propuestas designaría al Ministro que fuera a cubrir la vacante, dentro del
improrrogable plazo de treinta días. Si el Senado o la comisión permanente no
resolviese dentro de dicho plazo, ocuparía el cargo la persona que dentro de la terna
designara la mesa Directiva del Senado o de la Comisión permanente 5.
Para hacer realidad esta propuesta sería necesario reformar los arts. 17 y 107
(fracciones III, V y IX) de la Constitución Federal, y los arts. 93 y 158 de la Ley de
Amparo. En el caso del nombramiento de los Ministros sería menester reformar además
el art. 17 párrafo tercero de la Carta Magna.
El punto de vista que subyace a esta propuesta es que el centralismo judicial es
uno de los factores más importantes en la sobrecarga de trabajo de la Suprema Corte, y
hace que los mexicanos estén privados de contar con un sistema jurisdiccional que
imparta justicia de manera pronta, expedita y dentro de los plazos constitucionales.
Sobre el mismo tema de la designación de Ministros de la Suprema Corte,
Miguel Covián Andrade ha apuntado que es el Presidente de la República el que de
hecho nombra los Ministros de la Suprema Corte, cuando ellos deberían vigilar que el
ejercicio del poder se ciña a la Constitución:

“Considerando que en nuestra forma de gobierno la persona que acumula mayor dosis de
poder en sus manos y una serie de atribuciones constitucionales muy importantes es el
Presidente, pues el debería ser controlado con mayor eficacia en cuanto a la
constitucionalidad de sus decisiones […] Basta que el Presidente proponga en ese tema a
tres incondicionales suyos para que cualquiera que sea seleccionado quede agradecido con
el gobernarte. El problema es que los miembros del órgano de control que debería
controlar al Presidente son seleccionados por el propio Presidente. El órgano que debería
controlar, termina siendo controlado.”

Sobre el particular, Ernesto Herrera Tovar, diputado panista y miembro de la


Comisión de Justicia y Derechos Humanos y de Reforma del Estado, ha hecho patente
que desde su punto de vista ahora contamos con una Corte más autónoma e
independiente, pero que es en todo caso necesario dejar la selección de los Ministros al
propio Poder Judicial a través del exámen de los méritos de los Magistrados que tengan
amplia experiencia en la materia, toda vez que hay gente que careciendo de experiencia
y solo por tener amistad con el Presidente de la República puede llegar a ocupar un
cargo tan importante como el de Ministro de una de las más altas jerarquías en el ámbito
de la administración de justicia. En su opinión son los legisladores quienes deberían
fiscalizar las acciones sin intervenir lo absoluto en las resoluciones del poder judicial.

5
Con esta la misma votación calificada hacer realidad la creación de Tribunales locales de
legalidad.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 57

V. LA REFLEXIÓN DOCTRINAL EN TORNO A LA REFORMA

La cuestión de la reforma de la regulación constitucional de la Suprema Corte de


Justicia de la Nación ha suscitado, como no podía ser de otro modo, un intenso debate
doctrinal. No obstante ello la mayor parte de los estudiosos del Derecho coinciden en
los siguientes rubros:

A) La necesidad de llevar a cabo una reforma del Estado en materia jurisdiccional

Las líneas maestras de las reformas del Poder Judicial dentro del marco general
de la reforma del Estado mexicano se pueden sintetizar en los siguientes cinco puntos 6:

1.– El poder judicial debe ser concebido en el marco de un Estado eficiente como
un servicio publico de la mayor relevancia para la población. En este sentido,
jueces y tribunales deben funcionar de tal modo que generen confianza en los
usuarios de los servicios de la justicia. Es sabido que en periodos de gran
desconfianza hacia el poder judicial los ciudadanos de algunos países de América
Latina han desistido masivamente de ir a los tribunales para buscar las soluciones
de sus problemas. El tema de la confianza está muy relacionado también con el
de la legitimidad, de modo que es probable que un poder judicial poco eficiente
encuentre severas resistencias entre los ciudadanos hacia sus actuaciones –por
ejemplo, en el momento de ejecutar sus sentencias.
2.– La independencia judicial es requisito previo para un adecuado
funcionamiento de la justicia: si no hay jueces independientes lo más probable es
que todos los asuntos en los que existan “intereses” –tanto económicos como
políticos– por parte de algún otro poder o de algún particular no se resuelvan de
forma imparcial, provocando una quiebra notable del principio de igualdad de
todos los ciudadanos frente a la ley. Los jueces deben estar sujetos únicamente a
las leyes, manteniéndose extraños a los intereses de las partes en conflicto. Para
lograr su independencia los jueces deben estar institucionalmente separados de
los demás poderes, es decir, el poder ejecutivo no debe tener sus propios
tribunales sino que la función de aplicar las normas generales a los casos
concretos de forma obligatoria debe pertenecer por entero a órganos formal y
materialmente judiciales. Asimismo, queda pendiente también la construcción de
la “independencia interna”, que preserva a cada juez y a cada magistrado de las
posibles presiones por parte de las instancias jerárquicamente superiores para
decidir de determinada manera algún caso. Las presiones han venido por décadas
de afuera de la judicatura, pero también las ha habido y las sigue habiendo

6
Edgardo BUSCAGLIA: “Los principales obstáculos de la reforma judicial en América
Latina”, en Edmundo JERQUÍN y Fernando CARRILLO (eds.): La economía política de la reforma
judicial, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, 1997, pág. 31, cit. por Miguel
CARBONELL: “Algunas posibles reformas al Poder Judicial en México”, en Tribunales de Justicia
Constitucional. Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional,
Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2002.
58 Roque López Tarango

dentro. En todo lo anterior tiene que ver la integración y competencia del órgano
de gobierno del poder judicial.
3.– Los métodos alternativos de solución de controversias, tales como la
mediación, el arbitraje, la amigable composición, etc., deben ser fortalecidos
como una forma de descargar de trabajo a los tribunales y de propiciar soluciones
más rápidas, baratas y efectivas para los particulares. Obviamente, siempre
deberán respetarse ciertos principios para evitar caer en el extremo de “negociar”
la aplicación de la ley cuando están en juego intereses fundamentales de la
sociedad. Hay intereses generales que no pueden estar sujetos a negociación,
pero hay intereses privados sobre los cuales las partes podrían perfectamente
ponerse de acuerdo sin tener la necesidad de acudir ante un juez y desarrollar la
enorme cantidad de trámites que hay que llevar a cabo en un proceso
jurisdiccional.
4.– La mejora de la educación legal es también indispensable para poder
acometer con éxito cualquier reforma judicial. Para que los ciudadanos puedan
disfrutar de sus derechos es preciso que los jueces y abogados mejoren en mucho
su formación y su dominio de la técnica jurídica. Para ello es necesario promover
el cambio desde las propias facultades de Derecho, proponiendo desde la
reflexión doctrinal la modificación de los esquemas intelectivos con los que se
enseña y se aprende el Derecho.
5.– Finalmente, el tema del acceso a la justicia es uno de los mayores retos
pendientes en la reforma a la justicia. Las crecientes condiciones de desigualdad
y marginación sociales se han traducido también en una desigualdad frente a la
ley. En buena parte de los Estados de América Latina el aparato judicial no ha
podido tener una presencia efectiva en la totalidad del territorio nacional, de
modo que un primer obstáculo para el acceso a la justicia es simplemente de
carácter físico. Por otro lado, los altos costos de una buena asistencia jurídica y
los derivados del propio desarrollo de un proceso impiden en la realidad que la
mayoría de la población solucione sus problemas acudiendo a los tribunales.
Incluso una vez que se llega a ellos, las desigualdades sociales tienden a
reproducirse, de forma que las personas de menos ingresos normalmente se ven
sometidos a procesos más lentos y costosos que aquéllas que cuentan con
mayores posibilidades económicas. La solución al problema del acceso a la
justicia no es fácil, pero desde luego podrían intentarse algunas reformas
sectoriales que contribuyeran a disminuir ante los tribunales las crecientes
desigualdades sociales que se han producido como resultado de un modelo
económico profundamente injusto.

El reto de mejorar nuestro sistema de justicia para poder lograr un verdadero


Estado de Derecho va a ser uno de los principales desafíos que deba afrontar el Estado
mexicano en el siglo XXI. Para ello, además de todo lo señalado anteriormente,
debemos construir también un nuevo modelo de juez. Para llegar a ese modelo de juez
va a ser necesario despejar y rebatir tres de las principales falacias: la de que el juez no
crea derecho sino que se limita a aplicar las leyes hechas por el legislador; la de que el
juez no resuelve controversias políticas y que, por tanto, no participa de la lucha política
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 59

nacional (aquí se confunde de forma notable lo político con lo partidista); y la de que el


juez es axiológicamente neutro con respecto a los casos que resuelve y en relación con
el resto del entramado político y social.
No hay que olvidar que detrás de todas las instituciones hay hombres y mujeres
que con su empeño o con su negligencia aplican o tuercen la ley y la justicia. Las
instituciones no funcionan por sí solas, sino que se requieren grandes esfuerzos de
quiénes en ellas laboran para vencer las inercias, comodidades y prebendas que por
tantos años han supuesto la inaplicación de las leyes y la venta de la justicia al mejor
postor. Frente a ello debe imponerse hoy en día una renovada ética de la función
judicial, propiciando que los jueces se sientan vinculados ante todo y sobre todo por la
ley, El reto, obviamente, es de proporciones gigantescas. La situación de crisis
permanente que afecta al poder judicial en México no es exclusiva de este país. Por el
contrario, se trata de un fenómeno que se encuentra presente en muchos países y cuyos
diagnósticos y soluciones son muy variados. De lo que no cabe duda es que, hoy como
nunca, el poder judicial constituye una parte central dentro del debate político
contemporáneo y una pieza estratégica en la llamada “reforma del Estado”.

B) La conveniencia de eliminar el principio de relatividad


de las sentencias de amparo

Una propuesta de cambio que debe emprenderse en el corto plazo es la


derogación del principio de relatividad de las sentencias de amparo, conocido como
"Fórmula Otero" y contenido en la fracción 11 del art. 107 de la Constitución. Dicha
fracción, en su primera parte, establece:

“La sentencia [de amparo] será siempre tal, que solo se ocupe de individuos particulares,
limitándose a ampararlos y protegerlos en el caso especial sobre el que verse la queja, sin
hacer una declaración general respecto de la ley o acto que la motivare.”

De acuerdo con ese precepto, la declaración de inconstitucionalidad de una


norma jurídica general (ley, tratado, reglamento, etc.) realizada por los órganos
competentes del Poder Judicial de la Federación dentro de un juicio de amparo no tendrá
efectos generales, beneficiando por tanto solamente a la parte que promovió el juicio de
garantías pero dejando subsistente el acto para los demás gobernados a los que les sea
aplicable. La eliminación de la “Fórmula Otero” ha sido demandada desde hace muchos
años y con muy sólidos argumentos por juristas como Héctor Fix Zamudio 7. Sin
embargo, el principio de relatividad también tiene sus defensores, quienes incluso
sostienen que es justamente debido a esta fórmula que se ha salvado el juicio de amparo,
porque de otro modo el Poder Judicial Federal no habría podido resistir las presiones de
los otros poderes.

7
Héctor FIX ZAMUDIO: “La declaración general de inconstitucionalidad y el juicio de
amparo”. en Ensayos sobre el derecho de amparo (2ª ed.), IIJ-UNAM, Porrúa, México, 1999,
págs. 183 y ss.
60 Roque López Tarango

A favor de la supresión de la mencionada cláusula se suelen esgrimir las


siguientes tres razones:

– Que al limitarse la eficacia protectora del amparo al sujeto que actuó dentro de
un procedimiento se provoca una importante desigualdad ante la ley, pues la
norma declarada inconstitucional se sigue aplicando a todos aquellos que no
promovieron el juicio de garantías. Esto equivale a la consagración jurídica de la
desigualdad, pues desde el propio texto constitucional se impone un tratamiento
desigualitario a sujetos que se encuentran en los mismos supuestos normativos.
En este sentido, se puede sostener que la “Formula Otero” choca con uno de los
principios mas elementales de la democracia: el de que la ley debe tratar a todos
los ciudadanos por igual, evitando situaciones que pueden representar una
discriminación de iure entre ellos. Adicionalmente, a los efectos relativos de las
sentencias de amparo también se les achaca detener el flujo de inversión privada
hacia diversos sectores de la economía nacional, pues con tales efectos se
mantienen varias facultades del gobierno y la burocracia que son
inconstitucionales. Su derogación, pues, “favorecería el Estado de Derecho y la
credibilidad de la institución judicial”8.
– Que al no permitirse la declaración general de inconstitucionalidad se va
también en contra del principio de economía procesal, pues se obliga a los
ciudadanos afectados a tener que seguir promoviendo juicios de amparo contra
leyes que han sido declaradas inconstitucionales un sinnúmero de veces. Esto
supone una carga añadida para el Poder Judicial Federal que va en detrimento de
una pronta y expedita administración de justicia. De hecho, se ha llegado al
absurdo de que para el caso de algunas leyes como la Reglamentaria de los arts. 4
y 5 constitucionales, el juicio de amparo se considera un tramite más (como
llenar un formulario, entregar unas fotografías o pagar en el banco los derechos
correspondientes) dentro de los que es menester cumplir para que a los
extranjeros les sea expedida su cédula profesional.
– Y, finalmente, que con la “Formula Otero” se burla de forma ostensible el
principio de supremacía constitucional, pues se condiciona la efectiva
superioridad de la Carta Magna al hecho de promover y ganar un amparo, de
modo que para todos aquéllos que por ignorancia, por falta de recursos o por no
haber podido superar los innumerables tecnicismos consagrados en la Ley de
Amparo no han podido obtener una sentencia favorable de los jueces federales, la
supremacía constitucional es puro papel mojado, pues se les siguen aplicando las
leyes, reglamentos o tratados que ya han sido considerados –para otros–
inconstitucionales.

La supremacía constitucional no puede limitarse a las partes que participaron en


un juicio, sino que debe ser concebida como una fuerza irresistible que arrastre a las
normas inconstitucionales fuera del ordenamiento jurídico. De otra manera la

8
Luis RUBIO: “Un marco institucional obsoleto”, en El mercado de valores nº LIX/10
(1999), pp. 47 y 48.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 61

Constitución no seria en realidad una norma suprema, sino una norma cuya superioridad
estaría sujeta a que se realizaran una serie de variables en ausencia de las cuales valdrían
más otras normas que se supone están por debajo de ella dentro de la construcción
jerárquica del ordenamiento. Hans Kelsen, al construir su magnifica teoría del control de
constitucionalidad y encomendarla a un tribunal constitucional separado del poder
judicial ordinario, justificaba la necesidad de dicho control diciendo:

“Una Constitución en la que los actos inconstitucionales y en particular las leyes


inconstitucionales se mantienen validos –sin poder anular su inconstitucionalidad–
equivale más o menos, desde un punto de vista estrictamente jurídico, a un deseo sin
fuerza obligatoria.”

Obviamente, este es en estos momentos el caso de la Constitución mexicana, de


manera que es menester superar cuanto antes la "Formula Otero", al tiempo que
acompañar dicha supresión de la adopción de una batería de disposiciones para regular
de forma adecuada los efectos generales de las sentencias de amparo 9.

C) La necesidad de crear un Tribunal Constitucional distinto de la Suprema Corte

Otra modificación de carácter institucional que lleva años proponiendo la


doctrina es la creación de un Tribunal Constitucional, distinto y separado de la
jurisdicción ordinaria que ejercen la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el resto
de los órganos del Poder Judicial Federal. Las reformas que en los últimos años han
afectado a la Suprema Corte la han acercado al modelo kelseniano de tribunal
constitucional; sin embargo, todavía faltan algunos aspectos para dar por cerrado ese
proceso de transformación.
En la actualidad, el diseño institucional del Poder Judicial Federal y, en
consecuencia, el sistema de control de la constitucionalidad que prevé la Constitución
de 1917, presenta diversas deficiencias. Una de ellas es que existen más de un centenar
de Tribunales Colegiados de Circuito, todos ellos dotados de facultades para emitir
jurisprudencia obligatoria, es decir, para crear precedentes vinculantes para la resolución
de casos futuros. Las contradicciones de criterios entre estos tribunales son una nota
común en la jurisdicción federal, con lo que se crea una gran inseguridad jurídica y no
pocos perjuicios concretos para quienes tienen que resolver sus controversias ante los
tribunales. Se ha llegado al absurdo de que los asuntos se ganen o se pierdan
dependiendo del circuito judicial en el que se litiguen, o incluso dentro del mismo
circuito, dependiendo del Tribunal Colegiado que conozca del caso.

9
Fix-Zamudio propone que la declaración general la realice exclusivamente el Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación y que se requiera para ello que el criterio de
inconstitucionalidad de la norma general en cuestión se constituya como jurisprudencia firme en
los términos de la Ley de Amparo y de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación. Una
vez que se reúnan los requisitos para integrar jurisprudencia, el criterio de la Suprema Corte se
publicaría en el Diario Oficial de la Federación y la norma general, declarada inconstitucional,
quedaría sin efecto alguno para el futuro, sin perjuicio de su aplicación en los juicios de amparo
en los que surgió la cuestión respectiva.
62 Roque López Tarango

El mecanismo para solucionar las contradicciones de tesis que prevén tanto la


Constitución como la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación y la Ley de
Amparo se ha vuelto obsoleto por la lentitud de la Suprema Corte al resolver esas
contradicciones y, sobre todo, porque dichas resoluciones ya no pueden beneficiar a los
casos concretos de los que surgieron.
El problema de las contradicciones de tesis se ha visto acentuado a partir de la
reforma constitucional del 11 de junio de 1999 por la que se establece que la Suprema
Corte podrá remitir, por medio de acuerdos generales, asuntos de su competencia a los
Tribunales Colegiados. Es decir, estos tribunales podrán decidir en última instancia
sobre cuestiones no solamente de mera legalidad sino también de constitucionalidad en
sentido estricto, con lo cual se atomiza el control constitucional y se aumenta la
gravedad –por razón de la materia de que puede tratar– de las contradicciones de
criterios jurisprudenciales.
Otra consideración a favor de la creación de un tribunal constitucional es de
carácter personal o subjetivo y se basa en la distinta formación y sensibilidad que deben
tener quienes resuelven cuestiones de legalidad o de “constitucionalidad refleja” y
aquellos que lo hacen de temas verdaderamente constitucionales. Como recuerda Louis
Favoreu 10,

“Los Tribunales Constitucionales, a diferencia de las jurisdicciones ordinarias, no están


compuestos por magistrados de carrera que han accedido a su puesto como resultado de
ascensos regulares y progresivos. La designación de los miembros de los Tribunales no
obedece a los criterios tradicionales [...] los orígenes de los miembros son muy parecidos,
compartiendo la característica principal de la importante proporción de profesores
universitarios. A este ultimo respecto, por lo demás, puede señalarse que no se trata de una
casualidad, pues en los países considerados la independencia de los profesores de
universidad es mayor que la de los magistrados.”

El enfrentamiento que en el pasado reciente han protagonizado la Suprema Corte


y el Consejo de la Judicatura Federal ha demostrado la necesidad –obvia, pero que en
México hace falta repetir una y otra vez– de nombrar para ciertos cargos a personas que
tengan las calificaciones necesarias para ocuparlos, de forma que las instituciones no se
vean superadas por las ambiciones, mediocridades y frustraciones de unos pocos.
Por otra parte, al crear un tribunal constitucional distinto de los órganos del
poder judicial ordinario se podrían también introducir nuevos mecanismos de control de
la constitucionalidad como por ejemplo la llamada “cuestión de constitucionalidad”, por
medio de la cual los jueces ordinarios pueden plantear ante el tribunal constitucional una
eventual duda que tengan sobre la conformidad a la Constitución de algún ordenamiento
que deban aplicar 11. Al introducir en el sistema jurídico mexicano la cuestión de
inconstitucionalidad se contribuiría no poco a zanjar el dilema de la “doble vinculación”

10
Cit. en Miguel CARBONELL: “Algunas posibles reformas al Poder Judicial en México”, en
Tribunales de Justicia Constitucional, Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional, Universidad Nacional Autónoma de México, serie Doctrina Jurídica, número 108,
Primera edición, México, 2002.
11
Puede consultarse al respecto el estudio de Edgar CORZO SOSA: La cuestión de
inconstitucionalidad (prólogo de Manuel Aragón), CEPC, Madrid, 1998.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 63

del juez a la ley y a la Constitución. Actualmente, si un juez del fuero común advierte
que en el transcurso de un proceso sometido a su competencia tiene que aplicar una ley
que pudiera ser inconstitucional, no puede dejar de aplicarla, aún violando la
Constitución, pues de lo contrario podría caer en algún supuesto de responsabilidad.
Con la cuestión de inconstitucionalidad se evita que los jueces del fuero común –que
evidentemente no son jueces constitucionales y que, en esa medida, no podrían declarar
la inconstitucionalidad de una ley y proceder a su inaplicación a un caso concreto–
tuvieran una fórmula para evitar la necesaria aplicación de la ley inconstitucional, al
tiempo que siguen manteniendo su deber de sujeción a las leyes.
Con la creación del Tribunal Constitucional, además de lo ya dicho, se podría
mejorar el régimen de las acciones de inconstitucionalidad y el de las controversias
constitucionales, que actualmente tienen algunas carencias, así como reunir bajo un solo
órgano el control genérico de constitucionalidad y el control en materia electoral. En
cuanto a este ultimo punto, como se sabe, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación también lleva a cabo actualmente funciones de control de constitucionalidad
de leyes electorales en la medida en que, según ha considerado el mismo Tribunal,
puede dejar de aplicar leyes electorales contrarias a la Constitución cuando conozca de
algún recurso o juicio de su competencia, pero sin hacer con ello una declaración
general o particular sobre la inconstitucionalidad de las normas desaplicadas,
limitándose únicamente a confirmar, revocar o modificar los actos o resoluciones
concretamente reclamados en el proceso jurisdiccional de que se trate. Obviamente, al
poder decidir no aplicar una ley, el Tribunal de alguna forma está considerando a esa
ley como contraria al texto constitucional y ejerciendo con ello una función propia de la
justicia constitucional.
Al crearse un Tribunal Constitucional como el que estamos proponiendo, a la
Suprema Corte le quedarían fundamentalmente dos competencias muy importantes. En
primer lugar la de unificar la jurisprudencia de los tribunales colegiados de circuito en
materia de legalidad y de toda la interpretación de la Constitución que no derive en
cuestionamientos de validez constitucional de las leyes. Y en segundo término, el
conocimiento de los recursos de “supercasación” que tendría atribuidos en algunos
casos, por razón de la cuantía o de la novedad interpretativa que pudieran suponer.

D) Otras propuestas doctrinales

Las ideas propuestas desde los diferentes sectores de la doctrina para la reforma
del sistema de justicia constitucional en México son abundantes y variadas.
Hay quien ha opinado que una manera de coadyuvar a la reforma del Poder
Judicial en México sería la de buscar medios para la solución de conflictos alternativos a
los que dependen de los jueces y tribunales, como la mediación, el arbitraje o la
amigable composición; o la creación de un juez de ejecución de sanciones penales que
verifique efectivamente si se va a dar derecho a una preliberación, sea conforme a lo
establece la propia ley, por que no es posible que el Poder Judicial dicte una resolución,
y ya para su cumplimiento no tengamos seguimiento de realmente como se ha llevado a
64 Roque López Tarango

cabo esa complementación; o, en fin, el establecimiento de juicios orales para todo


procedimiento, y exclusivamente para la materia penal, para aquellos delitos no graves.
También existe una fuerte inclinación entre la doctrina a otorgar a la Suprema
Corte de Justicia de la Nación la facultad de iniciar leyes ante el Congreso de la Unión
en materias propias de la impartición de justicia, aunque hay quienes prefieren limitar
dicha facultad a iniciar su propia Ley Orgánica y no así a todas las leyes necesarias para
la impartición de justicia, entre las cuáles claro está, quedaría comprendida la Ley de
Amparo, y la Ley Reglamentaria de los artículos 103 y 107 constitucionales. Sostienen
que es innegable que nadie conoce mejor que los Ministros de la Suprema Corte las
virtudes y los defectos de la ley procesal mediante la cual se salvaguardan las garantías
individuales; pero consideran que sobre este asunto basta con que den su punto de vista,
y no es preciso que entren a elaborarla formalmente, ya que tal iniciativa debe seguir
siendo potestad de los legisladores federales o del Presidente de la República.
La mayoría de los juristas también coincide en afirmar que con la reforma de
1994 12 la Suprema Corte de Justicia de la Nación se vio reforzada como un tribunal
constitucional; por lo que opinan que en lo sucesivo, y para seguir en la misma
tendencia de consolidar a la Suprema Corte como un tribunal constitucional, ésta
debería ocuparse casi exclusivamente de la interpretación constitucional de aquellos
asuntos que se refieren a la norma y procesos constitucionales. Para ello, en la próxima
reforma se le deberán suprimir al menos dos facultades:

– Todo lo relacionado con dirimir competencias en los diversos tribunales de


México: el art. 106 constitucional establece desde abril de 1986 que está
atribución corresponde al Poder Judicial de la Federación, luego la Ley Orgánica
del Poder Federal de la Federación puede atribuírsela a órgano federal diferente
de la Suprema Corte.
– La resolución de tesis contradictorias de los tribunales colegiados de circuito
que hasta la fecha le atribuye el art. 107 constitucional, fracción XIII.

Si la Suprema Corte llegara a ocuparse únicamente de asuntos constitucionales,


las salas ya no tendrían razón de existir, por lo que las facultades enunciadas en los
incisos anteriores se podrían conferir a un órgano especializado que podría ser una sala
superior de los tribunales colegiados de circuito, o uno de ellos; órgano que realmente
tendría una jerarquía superior a los otros en virtud de que establecería la jurisprudencia
del control de la legalidad ante la existencia de contradicciones de tesis entre tribunales
colegiados; contradicciones que son normales y naturales por la multiplicidad de estos
tribunales. En todo caso, la Suprema Corte siempre podría ejercer en casos realmente

12
Dicha reforma suprimió facultades administrativas y de gobierno; además se crearon y
fortalecieron garantías constitucionales-procesales para la defensa de la Constitución. Véase al
respecto Héctor FIX FIERRO: “La reforma judicial de 1994 y las acciones de inconstitucionalidad”,
Ars Juris nº 13 (1995).
La Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana... 65

excepcionales, en los que existiera un marcado interés nacional, la facultad de atracción


para resolver una contradicción de tesis referente a cuestiones de legalidad 13.

V. CONCLUSIONES

En apretada síntesis, podríamos resumir nuestras conclusiones en cuatro:

1ª. México tiene una asignatura pendiente que es el fortalecimiento e


independencia del Poder Judicial. Es cierto que es urgente realizar una revisión
integral de la Constitución para fortalecer la gobernabilidad y mejorar el
equilibrio entre los poderes, pero sea cual sea el diseño de esa reforma será
indispensable consolidar también la independencia y las facultades de la
Suprema Corte Justicia de la Nación.

2ª. La Suprema Corte Justicia de la Nación es un tribunal de constitucionalidad.


Es discutible si es un tribunal constitucional o no, pero lo importante es que es un
tribunal de constitucionalidad. El problema con la Corte es que realiza otras
funciones que no son de control constitucional, y que esas funciones le generan
una gran cantidad de trabajo que a menudo le impide resolver con rapidez otro
tipos de asuntos de mayor calado, y que le han exigido dejar cuestiones de
amparo que debería estar resolviendo en manos de tribunales colegiados.

3ª. Algunos de los mecanismos sugeridos por la doctrina mexicana para agilizar
la labor de la Suprema Corte son el establecimiento de medios alternativos a la
solución de conflictos, la creación de un juez de ejecución de las sanciones
penales que verifique el cumplimiento efectivo de las sentencias, el
establecimiento de juicios orales para todo procedimiento, y exclusivamente en
materia Penal, para los delitos no graves.

Y 4ª. El tema de la “Fórmula Otero”, como el de la creación de la cuestión de


constitucionalidad, podrían resolverse de mucha mejor manera si se llegara a
crear en México un Tribunal Constitucional, siguiendo el modelo de diversos
países europeos como España, Italia, Alemania, Portugal y los países del Este, o
de Estados latinoamericanos como Guatemala, Chile, Ecuador o Perú.

13
Jorge CARPIZO: “Reformas constitucionales al Poder Judicial Federal y a la Jurisdicción
Constitucional, del 31 de diciembre de 1994”, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado
(Nueva Serie) nº 83 (1995).

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