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Ta Makuende Yaya
Ta Makuende Yaya
TA
MAKUENDE
YAYA
Y LAS REGLAS DE PALO MONTE
MAYOMBE
BRILLUMBA
KIMBISA
SHAMALONGO
ORACIÓN AL ESPÍRITU CONGO
Oh, divino redentor Congo, oh, divino redentor Congo, oh, divino redentor Congo, tú
que has pasado por todas las justicias del mundo, yo te ruego que no me dejes pasar lo
que tú pasaste. Te pido que mi esposo o novio no me desamparen, que no me
abandonen. A Ti Te pongo, de protector de mis causas para que no me tilden de
brujerías y todo lo malo que ami paso se me presente. Sea mi-guía en todos mis asuntos
y que las cosas malas se aparten de mí y que nadie me odie y dame dicha en cualquier
negocio que yo emprenda. En mi trabajo me des paz y tranquilidad y me guíes mi
familia por el buen camino.
DOS AVE MARÍA
Para mayor dicha y suerte en la lotería, prenda una vela de cera Virgen, frente al
Congo Mongolló. AMEN.
INTRODUCCIÓN
Originarios de la región de los grandes lagos del este de África ecuatorial, muchos
pueblos bantúes emigraron hacia otras regiones para escapar de los embates y la
influencia de los pueblos hamitas, empeñados en sus guerras religiosas de conquista y
expansión. Tras cruzar el continente en penosa marcha, una de esas oleadas migratorias
bantúes se esparció en el área de forestas tropicales y sabanas que se extendía hasta el
estuario del río Congo y las partes altas de los ríos Cunene, Cubango, Cuito, Chobe y
Kasaj.
Entre esos grupos estaba parte de nuestros ancestros africanos, quienes se radicaron, en
algún momento de finales del siglo XIII o principios del XIV, en la región costera de lo
que se corresponde aproximadamente con lo que hoy se conoce como Angola desde el
estuario del río Congo hasta casi llegar a la desembocadura del río Kwanza, y en un
pequeño territorio junto al estuario, que abarcaba la franja del actual Zaire con salida al
Atlántico y el enclave de Cabinda, así como una porción de la costa de lo que
posteriormente fuera el Congo Brazzaville.
Esas comunidades dieron vida a una serie de formaciones estatales embrionarias, las
cuales, con el decursar del tiempo, se fundieron bajo una autoridad central, si bien
relativamente laxa: la del Manikongo.
La tradición oral bakonga —nombre genérico de los inmigrantes bantúes que se
asentaron en esa zona— cuenta diferentes historias acerca de la constitución de su reino.
Una afirma que 9 de los sobrinos del Manikongo abandonaron el clan de su tío y
cruzaron el río Zaire para asentarse en tierras ribereñas, fundando los 9 clanes
descendientes directos del monarca. Otra, en cambio, dice que Mtinu Wene, el primer
Manikongo, después de mucho guerrear, logró asentarse al sur del río Congo. Entonces
distribuyó las tierras conquistadas entre sus capitanes más corajudos, que eran 9.
Nueve fue, a partir de entonces, un número sagrado para esos pueblos. En el momento
en que recibían el legado real, cada uno de ellos describiría así su lealtad al rey y sus
hazañas en la guerra y en la paz:
__ Yo soy Ndumbu a Nzinga, planta trepadora que se enrolla en espiral. Mis ramas se
anudan alrededor de todo el país.
— Yo soy Manianga, el que está sentado. Me siento en la silla y en la estera. Yo he
hecho nacer a los mvernbas y a los nlazas.
— Yo soy Nanga, el cojo, pero voy muy lejos. Las piedras de mi estufa son cabezas de
hombres. Mi cuchara de comer es la costilla de un gran pez.
— Yo soy el jefe Mankunku, aquél que todo lo derrumba. Yo acometí a los ndembos, a
los tambores de los poderosos. Que no venga nadie a molestarme ni con el timbal
ngongie ni con el tambor ngoma.
— Yo soy Ngimbi, aquél que hace caecer abundantemente todo lo que nutre y
alimenta. Las madiadias o falsas cañas de azúcar que se cortan por la mañana, al
mediodía nuevamente se mecen al sol.
— Yo soy Mbenza, aquél que rompe, que corta, que hiende. No corto las cabezas de los
ratones, sino de los hombres.
— Yo soy Mpudi a Nzinga, un gran pez, pero además un halcón que, pese al fuego,
caza por encima de la hierba en llamas.
— Yo soy Mboma Ndongo, la serpiente jiboia que deja huellas a su paso. Se arrastra
por todo el Congo, por Loango. Madre que hace bien a todos los otros clanes.
— Yo soy Makaba, el que reparte las tierras, pero las leyes de esas tierras quedan en
mis manos, en mi poder.
El núcleo del reino del Manikongo, incluyendo la porción administrada directamente
por él a través de una compleja red de jefaturas, estaba al sur del estuario del río Congo,
circundado por el Atlántico y los ríos Congo, Cuango y Dande. Su capital era
Mbanzakongo, el moderno San Salvador del norte de Angola. Acotamos que mbanza
es el término que designa la tumba del ancestro fundador de una aldea. Equivale, por
derivación, a aldea principal y toma el nombre de su fundador. Mbanzakongo debe ser,
pues, el sitio de enterramiento del fundador de la primera aldea que se asentó en el área.
Alrededor de ese núcleo había grupos de estados más pequeños, parte del mismo
complejo en el sentido de que habían sido sometidos por los bakongos, pero cuya
lejanía del centro les permitía ttn grado no desdeñable de autonomía, si bien acataban la
supremacía del Manikongo. Los tratadistas del siglo XVII coinciden en que los más
importantes entre esos estados eran los de Ngoyo, Kakongo y Loango, en la costa
atlántica al norte del estuario del río Congo, agrupados mucho más tarde bajo el nombre
de Cabinda; el área conocida como Matamba, a caballo sobre el valle del río Cubango al
sureste, y la región de Ngola, que abarcaba ambas riberas del Kwanza, y que hoy es la
mayor parte de la porción central de Angola. Diremos, de paso, que Angola deriva de
Ngola, nombre de uno de los principales clanes de la región, el cual, en cierto modo, es
un nombre dinástico.
Los pobladores del dominio del Manikongo ascendían, según estimados de los
misioneros del siglo XVII, a unos dos millones y medio antes de la llegada de los
portugueses en 1482. Los hombres eran formidables herreros, cazadores y guerreros.
Las mujeres se dedicaban a la agricultura. Lo que encontró Diego Cao al desembarcar
en esas tierras fue descrito, no sin cierta admiración y sorpresa; como un reino grande y
poderoso, muy poblado y con muchos vasallos.
No obstante la centralización del poder, por laxa que fuera, ese reino poderoso
preservaba numerosos rasgos de la sociedad matriarcal tanto en su ordenamiento social
como en sus creencias, basados ambos en el sistema de mvila o kanda, términos
sinónimos que pueden ser traducidos libremente como clan.
El kanda es el colectivo en que vive el hombre y que, a su vez, garantiza la vida de éste.
Se establece sobre la base del llamado parentesco uterino. Un niño pertenece al clan de
su madre quien, a su vez, pertenece al de su tío materno. Es un conjunto orgánico y
místico de todos cuantos han sido paridos por mujer incluyendo, naturalmente, a los
ancestros, cuyos nombres llevan los diferentes clanes. Los ancestros eran, en ese
contexto, la clase, por así llamarla, preponderante. Eran los maestros dotados de un
poder sobrehumano, capaces de transmitir parte de su sabiduría a sus descendientes;
eran los verdaderos propietarios de la tierra, de la cual sus descendientes son los
usufructuarios.
Los habitantes de las tierras ancestrales ocupaban el segundo peldaño de la escala
social. El clan —que en puridad ya había dejado de ser tal, puesto que estaba
subordinado a un poder central— ocupaba muchas aldeas según las líneas de
descendencia que se hubieran constituido a través de los tiempos. La jefatura de cada
aldea pertenecía por derecho de herencia al descendiente más directo de la primera
mujer de la primera línea. Ese jefe era también el sacerdote principal del culto a los
antepasados, de cuya estricta observancia dependía la prosperidad del clan y sus
miembros. El era, pues, el heredero y representante de los ancestros en la tierra y, a la
inversa, era también el representante de los miembros del clan ante los antepasados.
Ese culto, sin embargo, está cimentado en la autoridad que se adjudicaba al padre con
respecto a sus hijos, a los cuales no gobernaba —a diferencia de la madre—, pero de
cuyo respeto vitalicio era acreedor por el solo hecho de haber contribuido a su
concepción. La autoridad paterna sobrevivía al padre fallecido. Y sus hijos le rendían
tributo después de muerto, de la misma manera que reverenciaban a los ancestros, de los
cuales el padre pasaba a formar parte al morir.
La existencia de un poder político central se reflejó más en lajerarquización de la
divinidad y sus características funcionales que en el ordenamiento social dentro de los
clanes. Y aunque la descripción y análisis de esa divinidad han llegado a nosotros por
medio de los misioneros que intentaran la catequización de los bakongos, con la
inevitable identificación de una deidad única con el Dios de la Iglesia Católica, lo que
resulta incuestionable es que los bakongos sí tenían una deidad única: Nzambi, que
puede, efectivamente, parangonarse con el Supremo Hacedor. El misionero belga R. P.
J. Van Wing,1 quien vivió algunos años entre los bakongos a principios de este siglo,
describe esa entidad divina suprema de la siguiente manera:
Nzambi creó el cielo y todos los astros, y también a la primera pareja humana, de la cual
desciende la humanidad entera. Nzambi interviene en la creación de cada individuo.
Cuando un niño está a punto de nacer, el alma material entra por una de sus orejas,
indicando que ha ocurrido el nacimiento “verdadero”. Al morir el hombre, el alma
material regresa a Nzambi. Acotamos como dato curioso que numerosos científicos
sostienen que el sentido auditivo es lo último que se pierde en el momento de la muerte.
Nzambi dispone de la vida y la muerte de todo lo existente, y castiga a los transgresores
de sus leyes. Entre éstas, la principal es el respeto a los padres. Nzambi es veraz y
omnisciente, está en todas partes, pero no se le representa en cosa material alguna, ni
siquiera en imágenes.
Sin embargo, Karl Laman2, quien viviera largo tiempo entre los bakongos y cuya obra
es material obligado de referencia para todos cuantos se interesan por las
manifestaciones religiosas en el reino del Manikongo, cuenta otra historia. Es ésta:
Nzambi es idéntico a Chambi, deidad cuyo culto preservaron los ancestros de los
bakongos cuando abandonaron su región de origen. El concepto de Nzambi entre los
bakongos probablemente debe mucho a la influencia de las primeras misiones católicas
que abrieron sus puertas en el dominio del Manikongo. Según la concepción autóctona,
Nzambi otorgó la vida al hombre en el momento de la Creación. Es más grande (más
poderoso) que todas las demás categorías de espíritus de los muertos. Esto es
1
R. P. J. Van Wing: ob. cii.
2
Karl Laman: The Kongo, vol. III.
importante, señala Laman, porque en las tradiciones populares bakongas los nkisi
(espíritus de los difuntos) tienen una relevancia particular, especialmente Funza, creador
del feto en la matriz, y Bunzi, dios tutelar del clan, de cuyo bienestar y felicidad es
responsable. Los ancianos, sigue Laman, confieren a Nzambi un poder casi universal,
considerándolo el dueño de todo y de todos. Nzambi no se muestra, sin embargo, a los
vivos. Habita en el cielo y no baja a la Tierra, pero lo ve todo. Las líneas de la palma de
la mano y los profundos surcos de la columna vertebral se conocen como la escritura de
Nzambi y también como sus caminos, por los cuales penetra al cuerpo de los hombres.
Pero como Nzambi dejó que la muerte reinara sobre la humanidad, su relación con ésta
no es de confianza o intimidad. Por ello, Nzambi no es objeto de culto. Puesto que no se
le puede conmover con ruegos, arrepentimientos u ofrendas, ocupa un lugar secundario
en la imaginación popular.
Algunos creen, continúa diciendo Laman, que el hombre y la mujer fueron creados en el
cielo y bajados a la Tierra por un hilo de araña. También creen que una persona llamada
Tuuka Zulu (el que vino del cielo) visitaba la Tierra cabalgando sobre un relámpago en
calidad de enviado de Nzambi, para curar a los enfermos y resucitar a los muertos.
Tuuka Zulu se convirtió más tarde en Mukulu o Nkulu, el ancestro de la humanidad,
que también trajo semillas de todas las plantas útiles y en quien se originaron todos los
usos y costumbres, incluso la muerte.
El nombre Nzambi tiene múltiples significados, precisa Laman. Se le puede atribuir a
un animal de grandes proporciones; a un cadáver, porque cuando alguien muere se
transforma en un ser invisible con poderes semejantes a los.de Nzambi. Como dueño del
trueno y del relámpago, se le ha dado el nombre de Mpungu Bidumu, ser celestial
superior que despierta a los habitantes del cielo de su sueño, parecido a la muerte. Pero
también se llama Mpungo al nganga que puede ver a los muertos y a los ancestros.
Esa concatenación conceptual reproducida por Laman parece más propia del
pensamiento mágico bantú que la explicación de Van Wing, mediatizada a todas luces
por los preceptos de su fe; explicación en la que figura, no obstante, el elemento del
alma material y su forma de entrada al cuerpo humano, que también aparece en Laman.
Y también refleja de manera adecuada la realidad política y social del clan: alejado
fisicamente del centro del poder, en términos espirituales se distancia del Ser Supremo
quien, una vez que crea a sus hijos, los abandona a sus propios recursos, y permite que
la muerte los arrebate de este mundo.
¿Y cuáles eran esos recursos? Los elementos de la naturaleza: las plantas que sirvieron
de sustento, cobija y medicina a los fundadores de los clanes en su peregrinación a lo
ancho del continente; los animales de pelo y pluma que cazaban; las aguas que calmaron
su sed y aliviaron su cansancio; la tierra que contenía las plantas y las aguas
benefactoras y que, al término del largo trayecto, fue sembrada y rindió sus frutos. De
ahí que las creencias venidas a Cuba desde el reino del Manikongo giren alrededor de
estos elementos, en vez de haberse concentrado en la creación de un panteón politeísta,
propio de las sociedades descentralizadas y secularmente sedentarias, como fuera el
caso de los yorubas, por citar sólo uno de esa parte del continente trasplantado a Cuba.
Los astros, y los elementos y fenómenos de la naturaleza también poseen poderes y
atributos propios. El remolino, por ejemplo, tiene poderes semejantes a los de los nkisi
que traen la desgracia y la desolación, quienes se trasladan de un sitio a otro valiéndose
de los remolinos y las tormentas. El cielo, y no Nzambi, es el dueño de la lluvia: la
produce y la retiene. La lluvia gobierna a los seres humanos porque de ella depende el
sustento y la buena salud de éstos. El rayo es sagrado y sirve para castigar las
transgresiones humanas. La luna, y no el sol, es para los bakongos el más notable de los
cuerpos celestes. Cuando hay luna nueva, la tierra tiembla porque ella se lleva las almas
de las personas y los animales para ganar fuerza y “llenarse”. Para ellos la luna es
masculina. Su esposa es, según la región de que se trate, el lucero de la tarde o la
estrella de la mañana. El sol, en cambio, es una mujer muy trabajadora que descansa
poco. El y la luna están en constante conflicto. Si la luna prevaleciera, el mundo
languidecería hasta extinguirse bajo su hechizo. El día en que choquen, la humanidad
perecerá. Cada estrella está asociada a una actividad humana particular. Pero los
cometas sólo predicen sequias prolongadas y grandes hambrunas. El río Congo es muy
respetado por su inmenso poder sobre la vida de los hombres. Los ancianos cuentan que
en los viejos tiempos, el río era un ser viviente que podía castigar crímenes y leer los
secretos del corazón. Por eso, antes de cruzarlo, se le hacían oraciones y ruegos.
Es comprensible, pues, que la base de las Reglas de Palo Monte sean los nkisi, las
prendas —también llamadas, certeramente, fundamentos—, resumen de los dos
sujetos de veneración de los pueblos del reino del Manikongo: los ancestros y la
naturaleza y sus espíritus.
Las prendas son receptáculos de formas diversas que contienen lo que Robert Farris
Thompson3 describe como un universo en miniatura, tal y como lo perciben esos
pueblos. Ellas encierran aguas, hojas, hierbas, piedras y tierras tomadas de distintos
sitios; dientes, picos, garras de variados animales, junto con pequeños fragmentos de sus
huesos o de un ser humano cuyo espíritu pasa a vivir en ese nkisi o receptáculo. Este
puede físicamente ser una calabaza, un atado de corteza de árbol o de tela basta, un
caldero de hierro o de barro y hasta un caracol. En ocasiones especiales era también una
escultura de una o más figuras humanas. Cuando alguno de los muertos ilustres del clan
deseaba manifestarse para ayudar o dañar a los vivos, explica Laman 4, se “fijaba” el
espíritu con resina y bilongo (medicina) a una escultura. Al incorporársele el espíritu, la
estatua/receptáculo y el espíritu que había pasado a habitar en ella recibían el apelativo
genérico de nkuyu.
Wyatt MacGaffey5 en su catálogo de las prendas recogidas por Laman en el Congo,
presenta múltiples tipos de estos receptáculos, entre los cuales sobresalen los siguientes
por su originalidad:
Mbongo Nsimba es una prenda/estatua proveniente del área que Laman llama
Mayombe, ubicada al oeste de Kingoyi y Kinkenge. Sirve para la adivinación y la
curación. Londa es un nkisi para las mujeres y los niños. Es muy complejo e incluye
amuletos que deben usar quienes están protegidos por este nkisi, que pone énfasis en la
armonía familiar. Ndundu es el nombre de una prenda que significa albino. Los
bakongos creen que los albinos, como los jimaguas, son la reencarnación de los
espíritus del agua. Aunque este nkisi ataca a todo organismo humano, también cura
muchas enfermedades.
Mbundu es un nkisi hecho en forma de atado de corteza y sirve para “decir” la verdad
sobre disputas locales serias. Mbundu es una de las plantas que se usan para componer
este nkisi, y que le da su nombre. Mbenza es, a todas luces, un tipo de prenda muy
antiguo que adopta muchas formas. En Mayombe es también el más alto de los títulos
jerárquicos y el nombre de un importante clan de la región. Algunos estudiosos, según
MacGaffey6, la describen como objeto de un culto comunitario para abrir la matriz a una
larga progenie. Por último, está el Nkisi a babonsono, o nkisi de todos. No es en
3
Robert Farris ThompsOfl ob. ci!.
4
Karl Laman: The Kongo, vol. III.
5
Wyatt MacGaffey: ob. cii.
6
Wyatt MaeGaffey: ob. cii.
realidad una prenda, sino una especie de botánica en miniatura que muchas aldeas
ponen a disposición de sus moradores para proporcionarles los ingredientes básicos para
componer una prenda a quienes la necesiten.
Nkisi esun término que se presta a confusión, y tal vez sea el concepto de los bakongos
orientales el que con mayor claridad resume su significado. Para ellos, nkisi es un objeto
artificial habitado o influenciado por un espíritu y dotado por él de un poder
sobrehumano. Por espíritu se debe entender, en este caso, no un alma descarnada, sino
el alma de un difunto que ha tomado, por voluntad propia, después de su muerte, un
cuerpo adaptado a su nuevo modo de “ser”.
De ahí que el término nkisi designe al espíritu y al objeto material en el cual tal espíritu
“es” y puede ser dominado por un hombre. Ese objeto o receptáculo es compuesto,
fabricado, por un nganga, quien es el vínculo, por así decirlo, entre los vivos y los
muertos. El vocablo nganga, por sí solo, significa hacedor, pero siempre se le añade una
suerte de apellido que indica su función. Así, está el nganga nkisi, término genérico
comúnmente especificado por el nombre del nkisi, como ocurre en los casos del nganga
ngombo (el adivino), el nganga lufu (el forjador, función muy especial y apreciada), el
nganga kuka (el curandero), y el nganga bankulu, el mayor que guarda el receptáculo
de los ancestros y es ministro de su culto, por mencionar sólo algunos. Todo hombre o
mujer que posea un nkisi es, por lo tanto, su nganga.
Dice la leyenda que el primer nkisi fue compuesto por Mukulu, un antiguo ancestro.
Pero fue Mentete, el primer ser humano que descendió del cielo, quien enseñó a los
hombres cómo fabricar o componer un nkisi. Los nkisi tienen aliento, pero no igual que
las personas. Escuchan al nganga y hacen lo que éste les ordena. La vida del nkisi no
termina, sino que se transmite para formar una especie de linaje. Según la tradición
popular congolesa, el primer nkisi fue hecho en el agua, origen de todos los seres
vivientes, e inauguró la línea de Nkosi, el destructor. Después se compusieron los nkisi
de la línea de Kyere, la alegría. Así, de cada nkisi pueden “nacer” tantos otros como
estime su nganga. Pero cada uno de ellos debe ser igual que el primero, cuyo nombre
adoptan. El nganga mayor es quien transmite el arte de componer un nkisi a los
novicios, a quienes también informa sobre sus propiedades y prohibiciones.
Para poder comprender mejor la naturaleza de los espíritus ancestrales y de la
naturaleza, es preciso conocer primero cómo se percibían los bakongos en tanto que
seres vivos. Laman7 ofrece de esto una explicación detallada, que permite llegar a
conclusiones sobre tal percçpción mediante el significado de palabras claves que
designan cada uno de los diversos componentes, visibles o no, del ser humano. Optamos
por ella, pues la explicación de Van Wing8, más sintética, carece de los matices que
enriquecen la exposición de Laman9.
El hombre, dice Laman, es considerado como un ser dual, compuesto por una entidad
exterior: el cuerpo fisico, que se entierra y se descompone, y una entidad interna: la
esencia misma del hombre. Esta, a su vez, está compuesta por dos entidades separadas:
la nsala y el mwela.
Nsala es la parte del hombre que no es visible en el cuerpo exterior; es su alma o mejor,
el principio de la vida. Es considerada como un ser viviente que actúa como la adivina
del hombre, al cual puede abandonar momentáneamente para vagar por el mundo y
conocer los acontecimientos que afectarán a su dueño en el futuro. Al norte del Congo,
7
Karl Laman: The Kongo, vol. III.
8
8 R. P. J. Van Wing: ob. cit.
9
Karl Laman: The Kongo. vol. III.
donde la palabra nsala no se emplea, se usa kiini (sombra), de lo cual se infiere que allí
la sombra es conceptual y funcionalmente igual al alma o principio de la vida. En
Mayombe y otras regiones sureñas, nsala equivale a sentido: lunzi, que podría
describirse como la imagen del hombre interior, de la esencia del hombre. Para los
ngangas, la nsala es visible en forma de sombra. Igual que el cuerpo fisico tiene su
sombra, el alma también tiene la suya. La nsala no abandona el cuerpo fisico sino hasta
que el hombre muere, y la sombra se separa de él. Por eso los muertos mantienen el
alma de un enfermo virtualmente cautiva, obligándola a no alejarse del cuerpo fisico;
si no hicieran esto, toda enfermedad tendría un desenlace inmediatamente fatal.
Mwelaes el aliento, el órgano a través del cual el hombre vive y respira. Si abandona el
cuerpo, el hombre muere. El mwela puede posesionarse de cualquier animal. Para
prolongar la vida de un ser humano, se mezclan unas gotas de su sangre con las de un
animal determinado para que ambos compartan el mismo aliento y la vida se prolongue.
Cuando un hombre duerme, el aliento deja el cuerpo físico y vaga por otros lugares para
conocer y predecir el futuro de su poseedor, actuando así en forma parecida a la nsala.
Cuando el hombre muere, su aliento va al mundo de los muertos o a Kalunga, las
regiones “infernales” de la Tierra.
En la tierra de los muertos, la vida continúa de manera semejante a la vida terrenal, si
bien carente de penas y enfermedades. La muerte, dicen los bakongos, sólo ocurre una
vez y es como una recompensa. Los habitantes de la tierra de los muertos están, por lo
general, divididos en dos grandes grupos: los nkuyu y los nyumba, divididos a su vez
en numerosos subgrupos de distintas funciones, imposibles de enumerar aquí sin hacer
de esta introducción un tratado. Nkuyu significa espectro, visión y también cambio,
transformación. No tienen los nkuyu un lugar definido en el mundo de los muertos, sino
que andan errantes por el mundo de los vivos y son susceptibles de ser capturados por
un nganga. Los nyumba son aquéllos que, al pasar a la tierra de los muertos, no
adquieren una apariencia diferente a la que tuvieron en vida, porque no deben pagar por
hechos censurables, por eso se mezclan con los vivos y muchas veces se confunden con
ellos.
También existen los simbi, a los que, a menudo, se confunden con los espíritus de los
muertos, aunque para nada se parecen a éstos. Los simbi se manifiestan en torrentes o
inundaciones súbitas que arrasan con chozas y cosechas. Un simbi no puede ser
capturado y encerrado en una nganga, sino tras muchas dificultades y peligros. Alguien
que, a riesgo de su vida, su salud y su razón, capture a un simbi, se convierte
automáticamente en nganga, sin necesitar de otra iniciación. Al sur del Congo, el jefe de
los simbi es llamado Mpulu Bunzi, pero en otras regiones se le llama Ndoona Bidi y se
cree que es mujer. Anuncia la llegada de la estación seca cuando pasa por la tierra con
sus huestes. El agua —salobre o dulce— es el habitat de los simbi y sus lagunas tienen
la reputación de ser muy peligrosas para quienes se acerquen a ellas.
Nkadi Mpemba es una de las figuras más misteriosas de la mitología de los bakongos.
Los cronistas-misioneros lo encontraron en Loango y en Mbanzakongo, y se sirvieron
de él para designar a Satanás, aunque no existen evidencias de parecido entre uno y
otro. Nkadí Mpemba, relata Van Wing10, a partir de los testimonios recogidos entre los
bakongos, es una entidad cruel y dictatorial en cuya tierra el sol nunca alumbra y desde
la cual los muertos no pueden visitar a los vivos en sueños.
Igualmente enigmático es Mbumba Loango, poderoso espíritu reverenciado en la zona
de Mayombe, quien ocultaba su verdadera apariencia bajo el disfraz de una enorme
serpiente que vivía junto al agua.
10
R. P. J. Van Wing: ob. cii.
En el reino del Manikongo, el término ndoki no designaba ni a un espectro, ni a un
espíritu, sino a un poder, a una fuerza, transmisible por consanguinidad, que permitía a
quienes la poseyeran o recibieran dominar a los espíritus de sus parientes muertos sin
precisar de objeto mágico alguno. Las personas que detentaban este poder eran también
llamadas ndoki. De ellas se decía que tenían la facultad de convertirse en animales de
conocida ferocidad: cocodrilos, leopardos o serpientes de gran tamaño. El único objeto
mágico que necesitaban esas personas era un amuleto que las ayudaban a operar tal
metamorfosis.
Si bien los clanes de pescadores bakongos del territorio que hoy se conoce como
Cabinda rendían igual culto a los antepasados, la mayoría de sus divinidades era
femenina, símbolo de la proliferación, y estaban directamente asociadas a la naturaleza.
Eran llamadas “espíritus madres” y su origen parece ser muy remoto. No pocos
estudiosos sostienen que se trata de deidades traídas por los primeros bantúes que se
asentaron en la zona, cuya devoción ha sobrevivido allí hasta nuestros días, aunque nos
parece que mejor podría describírselas como espíritus de la naturaleza divinizados. No
habitan esas deidades ni nkuyu ni nkísi, Sino la tierra, las lagunas, las rocas y los
bosques.
La presencia en las Américas de un crecido número de esclavos pertenecientes a los
diversos clanes bakongos bajo la égida del Manikongo, se debe a un cúmulo de
circunstancias, entre las cuales no fue la de menor importancia la rápida catequízación
del Manikongo de la época, bautizado como Alfonso apenas nueve años después de la
llegada de Diego Cao a la zona. Accedería al trono con el nombre de Alfonso 1 en 1507,
ocupándolo ininterrumpidamente hasta su muerte en 1543. Fue él quien estableció las
primeras relaciones con los portugueses, cuyas costumbres adoptó, y quien les
suministró los primeros esclavos con destino a la colonia de Brasil. Pero cuando las
exigencias de mano de obra para esa posesión portuguesa crecieron, como para que
resultara imposible satisfacerlas por otra vía que no fuera la guerra, Alfonso 1 y sus
sucesores no estuvieron dispuestos a ello. En 1575 al Congo llegó Paulo Dias de
Novais, inaugurando una nueva era en las relaciones de Portugal con el reino del
Manikongo. Dias plantó su cuartel general al sur del río Congo e inició la guerra de
conquista contra los bakongos de Ngola, entrenando, al propio tiempo, a bandas de
nativos para la captura de prisioneros de guerra, embarcados después como esclavos, y
para la expansión de las fronteras coloniales.
Para 1591, el dominio efectivo del Manikongo se había reducido a seis provincias:
Bamba, Sonho, Naundi, Pango, Bata y Pemba. Casi setenta años resistió el reino del
Manikongo las depredaciones portuguesas y los conflictos internos que la expansión
colonial trajo consigo, antes de decidirse a presentar batalla. Los resultados fueron
desastrosos. La unidad del reino se resquebrajó con enorme rapidez y para fines del
siglo XVIII el dominio del Manikongo sólo alcanzaba unas pocas aldeas en la periferia
de Mbanzakoflgo. Demasiado cercano al ojo de la tormenta colonial, el reino del
Manikongo fue devastado por ella.
No fue exclusivamente a Brasil adonde fueron a parar los bakongos capturados en el
reino del Manikongo. También arribaron, entre otras islas del Caribe, a Cuba,
transportados a la fuerza en los navíos de cuatro empresas europeas, que fueron las
encargadas de este infame comercio transatlántico entre 1696 y 1763. Tales empresas
eran la Real Compañía de Guinea del Reino de Portugal, que operó la ruta a Cuba entre
1696 y 1701; la Real Compañía Francesa de Guinea, cuyo “negocio” se mantuvo
vigente entre 1702 y 1712, y cuya “mercancía” consistía, principalmente, de esclavos
oriundos de Angola; la Compañía del Mar del Sur, que puso la trata de las Indias
españolas en manos británicas entre 1713 y 1750, excepto en períodos de guerra, y la
Real Compañía de Comercio de La Habana, a la cual se le concedieron permisos para
conducir esclavos a Cuba.
Durante el año que duró la ocupación de La Habana por los ingleses (1762- 1763), los
británicos también realizaron numerosas ventas de esclavos. A los entrados
“legalmente” se añadían los llamados esclavos de “mala entrada”, producto de un
floreciente contrabando de seres humanos. Se conoce que de tal forma llegaron a las
zonas de Holguín, Santiago de Cuba, Bayamo y Baracoa, en 1749 solamente, 33
esclayos del Congo y uno de Cabinda, entre los provenientes de otros puntos de Africa.
Diez años más tarde, y en La Habana, se realizó la venta de otros 36 hombres y mujeres
traídos de la zona que abarcara el reino del Manikongo.
Para finales del siglo XVI, dice Leví Marrero, la población negra en Cuba era
mayoritaria. Los cronistas de la época calculaban que un 60% de la población total —la
cual fluctuaba entre los 15 000 y los 20 000—, estaba constituida por africanos traídos a
la Isla en calidad de esclavos y sus descendientes criollos.
Entre los esclavos vendidos en el mercado cubano durante la segunda mitad de ese
siglo, algunos fueron identificados como congos y ngolas. En un lapso de diez años
(1578-1588), consta la venta, en el mercado habanero, de 16 congos y 25 ngolas de
ambos sexos. En los primeros treinta y nueve años del siglo XVII, y en virtud de la Real
Cédula, salieron de Angola 385 barcos negreros, muchos con destino a Cuba. La media
de esclavos transportada en cada uno de ellos ha sido calculada en 139, y las pérdidas
durante la travesía entre el 20% y el 25% de esos pasajeros forzosos en cada viaje.
Desembarcados en diferentes puntos de Cuba, cientos de congos, ngolas y cabindas
fueron destinados a plantaciones de caña, café y tabaco esparcidas por toda la Isla.
Fueron ellos los que compusieron, en honor a los 9 reinos sagrados del dominio del
Manikongo, los primeros 9 nkisi, de los cuales nacieron otros muchos. Estos, a su vez,
procrearon los que, junto con aquellas prendas originales, llegarían a ser los
fundamentos de las Reglas de Palo Monte en Cuba. Dos de ellas fueron hechas en Pinar
del Río; una en La Habana; dos en Matanzas; y una en Santa Clara; una en Camagüey y
las dos últimas en Oriente11.
Nómbranse las de Pinar del Río, Ndumbo a Nzinga y Mananga. Ndumbo a Nzinga fue
cómpuesta a finales del siglo XIX y pertenecía a Saturnino Gómez, descendiente de
algún esclavo de la dotación del ingenio “Santa Teresa”, fundado en 1827, en el Partido
de San Diego de Núñez, Bahía Honda. Con el tiempo el nombre de esta prenda devino
en Ngundu Batalla Sácara Empeño.
El nkisi Mananga servía a los esclavos congos de la hacienda “Candelaria” de don
Francisco Javier Pedroso, alrededor de 1806. La hacienda lindaba con la Sierra del
Cuzco, y en sus terrenos, donde hoy se ubica el pueblo de Candelaria, está la loma de
Juan Gangá, famoso cimarrón que montó la prenda. Esta recibió el nombre de
Manawanga o Mariwanga, que corresponde a Oyá, dueña de centellas y remolinos,
identificada con la Virgen de la Candelaria.
Mboma Ndongo fue el nkisi compuesto por los bakongos en La Habana, por el año
1812, en el antiguo caserío de Guanabo, en Guanabacoa. En esa localidad de la
provincia habanera ocurrió un importante levantamiento de esclavos congos y yorubas
de la dotación del ingenio “Peñas Altas”. Casi todos los insumisos fueron masacrados
por el mayoral Antonio Orihuela. El reducido grupo de sobrevivientes pudo escapar
llevándose la krillumba de una de sus compañeras asesinadas llamada Regla Ngola. En
lengua, Mboma es la Virgen de Regla.
11
* Las autoras mantienen en todo el libro la mención a las seis provincias en que estaba dividido el país al
recogerlo así la bibliografía citada y la referencia de los informantes (N. de la E.).
Los nkisi Nanga y Mankunku fueron compuestos en la provincia de Matanzas. Nanga
recibió el nombre de Mundo Catalina, Manga o Nanga Nsaya. Su dueña era la familia
de los Melgarez, que radicara, a finales del siglo XIX, junto a la laguna sagrada de San
Agustín de Ibáñez en “Pedro Betancourt”. Fue montada por esclavos del ingenio “Diana
de Soler”, propiedad del potentado español Juan Soler. El ingenio fue quemado poco
después. Mankunku se convirtió en Mayimbe Nkunku Sácara Empeño, y procede de
las lomas de Quimbámbilas, en Perico. Fue fundamentada por cimarrones, huidos del
ingenio “Tinguaro” en esa jurisdicción. De esta prenda, famosa por su movilidad,
nacieron otras muchas que, a su vez, se propagaron por toda la Isla. Come gallo negro y
hierbas en forma peculiar.
En Santa Clara los esclavos cimarrones del ingenio “Buena Vista”, propiedad de Justo
Germán Cantero, prepararon una prenda con el nombre de Makaba, Mburnba Kuaba
o Kaba. Esos cimarrones deambulaban por las montañas de Trinidad y las Alturas del
Muerto, hasta el río Ay de los Negros, e identificaban su fundamento en la Ocha con
Yewá. Makaba es una prenda de extrema sensibilidad, hecha con la krillumba de una
joven negra que fuera atacada y descuartizada por las jaurías de los rancheadores
durante su fuga.
Ngumbi o Nkindi es oriunda de Camagüey, y encierra el espíritu de Ngumbi,
nombrado en vida Ciriaco. Era éste un negro bozal cuyo cimarronaje tuvo como
escenario la periferia del poblado camagüeyano de Santa Cruz del Sur. Los negros
entrados por las costas de esa provincia aun después de suprimida la trata, pronto
formaron grupos cimarrones los cuales, según las crónicas de la época, atacaron a Santa
Cruz varias veces en el año 1851, ocasionando pérdidas humanas y materiales nada
desdeñables.
Las prendas de la antigua provincia de Oriente son particularmente interesantes. La que
responde al nombre de Mbudi Yamboaki Nzinga fue preparada en el pueblo de Yara.
La importancia histórica de esa localidad radica, entre otros hechos no menos
trascendentes, en que allí se asentó el cacicazgo indio de Macaca, donde fue quemado
vivo el indio Hatuey el 10 de octubre de 1513. Yara fue fundada alrededor de 1730.
Para 1871, su población no blanca estaba integrada por 182 libres de color y 44
esciavos. El esclavo dueño de esta prenda era Baltasar Yamboaki, de quien se dice era
así llamado porque su prenda contenía la krillumba de un yamboaki, que en congo
significa indio.
En el punto conocido por Peralejo, situado entre Manzanillo y Bayamo, se libró una de
las más cruentas batallas de la guerra de 1895-1898. Allí fue emboscada por las fuerzas
mambisas al mando de Antonio Maceo la columna del brigadier Fidel Alonso de
Santocildes, quien escoltaba al general en jefe del ejército español en Cuba, Capitán
General Arsenio Martínez Campos. Este logró a duras penas romper el cerco insurrecto
y dirigirse hacia Bayamo, dejando pertrechos y heridos en poder de los mambises. Pero
Santocildes y muchos de sus hombres cayeron en combate. En reconocimiento al coraje
de las huestes españolas, mambises descendientes de congos y ngolas que blandieron
sus machetes en esa batalla, fundamentaron sus prendas, a fines del siglo XIX,
nombradas Mbenza-Bana por su guía, en recuerdo de Santocildes y sus hombres.
Una advertencia al lector antes de adentramos en el mundo mágico de las Reglas de
Palo Monte. Hasta aquí hemos utilizado las palabras claves de estas agrupaciones
religiosas a la manera en que fueron recogidas por los estudiosos que vivieron dentro de
los pueblos del reino del Manikongo entre los siglos XVII y XIX. Esos vocablos
adquirieron significados ligeramente distintos en Cuba, y serán éstos los que
emplearemos a lo largo del resto de nuestro trabajo, y los que se incluirán en el glosario
que cierra estas páginas.
TA MAKUENDE YAYA
José R. Peón Márquez12 describe a Quiebra Hacha como el más extenso, poblado y rico
barrio del término municipal del Mariel. Su tierra, dice, era buena para la caña, para la
cría de ganado y para los frutos menores, variadísimos, sustanciosos y de una
exuberancia incomparable. La fundación del barrio data, por lo menos, de 1780, y
dentro de sus límites estaban enclavados los ingenios “Balbanera” (en los terrenos de la
finca “Pinillos”, propiedad de don Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva),
“San Felipe”, “Begoña”, “Tinajas” (escenario de parte de la obra cumbre de Cirilo
Villaverde: Cecilia Valdés, “Angosta” y “Menocal”. El primero fue levantado a fines
del siglo XVIII y los otros, a principios del XIX.
De la población de Quiebra Hacha a principios del siglo XIX, dice Peón Márquez que
estaba compuesta por individuos de raza blanca o caucásica y negra o etiópica,
habiendo, además, algo de raza amarilla. Y añade que descendientes de razas africanas
de los tiempos de la esclavitud quedaban muchos aún: carabalíes, congos, lucumíes,
ararás, mandingas, gangás, macuás y popós.
No faltaba en Quiebra Hacha una iglesia parroquial, originalmente construida de madera
y tejas, la cual, no obstante su buena factura, fue derribada por un ciclón en 1871. Sus
imágenes fueron a parar a las casas de numerosos fieles, quienes las conservaron
amorosamente hasta que pudieron ser expuestas en un nuevo templo, esta vez de
mampostería, terminado en 1885. Un año después fue destruido, cuando el ejército
mambí quemó el lugar en la campaña de la Invasión. Reconstruida nuevamente, otro
ciclón —el de 1906— la echó al suelo. Finalmente, en mayo de 1911, el entonces
párroco del Mariel, Balbino Ocarin Jáuregui, emprendió su reconstrucción, e inauguró
la nueva parroquia el 24 de septiembre de 1912, para honrar a Nuestra Señora de las
Mercedes, patrona de la localidad, cuya imagen ocupó el altar mayor, flanqueado por
otros cuatro altares, destinados a la Caridad del Cobre, a Nuestra Señora del Carmen, a
Santa Lucía y a San José.
Sin embargo, hay otra deidad en Quiebra Hacha que Peón Márquez no menciona, pero
que ocupa un sitio prominente en la devoción popular, y que cuenta con su propio lugar
de adoración.
Se trata del San Antonio africano, rarísima talla de madera negra, de 37 centímetros de
alto. Sus devotos lo han vestido con finas ropas blancas o moradas y han cubierto su
cabeza con un turbante. Carece de ojos, en su lugar, el escultor hizo dos pequeños
agujeros. Su nariz es más bien alargada. Una vez al año —en la madrugada del 13 de
junio— un devoto lo baña con aceite. Que se sepa, esta tarea nunca ha sido realizada por
una mujer a pesar de que han sido mujeres las que tradicionalmente han cuidado el
templo y de que sobre todo una, María Pedro, puso extraordinario empeño en
“cristianizar”, por así decirlo, a este santo africano no canonizado por la Iglesia
Católica, y por extender su culto, cosa que logró sin mucho esfuerzo, pues la imagen
venía acompañada de antaño por las anécdotas de sus numerosos milagros.
La capilla dedicada a él fue edificada a finales de los años cincuenta, en virtud del
esfuerzo del pueblo de Quiebra Hacha. El trabajo de construcción duró casi un año.
Cientos de peregrinos de todo el país concurrían a ella el 13 de junio. Especialmente
bien recibidos eran los niños, a quienes agasajaban con todo género de regalos. Ese
mismo día se servía la que llegó a conocerse popularmente como la comida de San
12
2 José R. Peón Márquez: ob. cit.
Antonio, colocada sobre hojas de plátano en el piso de la capilla. Los niños,
privilegiados por el favor de este santo negro, comían primero; los adultos se servían de
lo que sobrara. Todos los platos eran cocidos o fritos en aceite. El arroz no figuraba
entre ellos, sustituyéndolo la harina de maíz.
Ese día se efectuaba también una imponente procesión, que salía de la capilla con la
imagen en andas, acompañada del estandarte de San Antonio de P.ajiua, santo
franciscano cuya devoción llevaron consigo los portugueses que colonizaron el reino del
Manikongo, cuya identificación con esta talla de ébano María Pedro se encargó de
reforzar tras visitar Roma y entrevistarse, según dicen las cróñicas de Quiebra Hacha,
con el papa Pío XII, a quien mostró una foto de la pequeña escultura. A todas luces, la
señora Pedro realizó indagaciones sobre el santo católico con los frailes de la orden
franciscana que fuera la que emprendió la misión evangelizadora en aquellas tierras.
Los frailes convencieron a la piadosa mujer de que, al marcharse los misioneros, sus
catequizados congos decidieron sincretizar al personaje del santoral católico con un dios
propio, llamado Yaya, y tallaron la imagen surgida de su imaginación.
El relato contado a la señora Pedro permite suponer que la estatuilla fue esculpida en el
Congo, y esto debe haber ocurrido forzosamente antes de la prohibición de la trata en
Cuba. En los años cuarenta, don Fernando Ortiz, después de examinarla
minuciosamente, gracias a la gentileza de María Pedro, pudo comprobar que la talla era
de una antigüedad asombrosa. ¿Cómo fue trasladada entonces a la Isla por aquellos
hombres que viajaban sin equipaje? Ese es un dato que tal vez nunca sea esclarecido,
pero los ancianos descendientes de esclavos congos y ngolas relatan que, en época de la
trata, fueron atrapados y embarcados hacia Cuba siete congos reales y sus séquitos.
Durante la larga travesía, enfermos de mareo y nostalgia, pidieron a Nsambi el castigo
para quienes se dedicaban a tan cruel comercio. Su rey, llamado Tamo, cayó al agua en
el transcurso de una tormenta y murió. Las mareas se contorsionaron y los rayos se
proyectaron sobre la proa del barco, sembrando el pánico entre la tripulación. Los otros
congos reales: Babusa, Saluma, Botambi, Sunambiser, Tasinillen y Bakuende, lograron
llegar a Cuba con vida y fueron vendidos a diversas familias, casi todas de la zona de
Pinar del Río. Al morir, cada una de sus brillumbas se utilizaron para montar
prestigiosas ngangas, que todavía se veneran y dan mucho que hacer en el mundo
sacromágico cubano.
Los informantes de la zona afirman que ya en 1800, en el antiguo ingenio de “Las
Mercedes”, también conocido como “Menocal”, apellido de sus dueños don Francisco y
don Pedro García Menocal, la imagen tenía su propio “templo”
—una pequeña construcción de cujes y guano revestida de arcilla blanca— y una
pléyade de devotos: los esclavos congos (mayoritarios en la dotación del ingenio) que
venían a buscar consuelo y a llorar sus desventuras ante Ta Makuende Yaya.
Cuenta la tradición oral de la zona que al ser abolida la esclavitud en Cuba, los congos
fueron a refugiarse en lo que después se conoció como el Pueblo Viejo de Quiebra
Hacha, llevándose consigo su imagen. La casa número 195 de la antigua calle Maceo
fue su nuevo hogar, donde permaneció hasta la edificación de la capilla en la que ahora
reside.
¿Cuál es, pues, la verdadera naturaleza de este San Antonio negro que tiene un nombre
en Palo Monte? Más que la imagen africana de un santo católico
—sería muy difícil reconocer en esta rudimentaria escultura al santo varón paduano,
venerado y seguramente descrito a sus discípulos africanos por los misioneros que
ejercieron su labor en el dominio del Manikongo—, recuerda a las ngangas encontradas
por Laman en esa zona: a las prendas más especiales y elaboradas, las que semejaban
figuras humanas y escondían el bilongo en una oquedad de su base o de su cuerpo. Poca
importancia tiene, creemos, que se le llame indistintamente San Antonio o Ta
Makuende. La historia —y no sólo la cubana— abunda en ejemplos de identificación de
las deidades de culturas autóctonas o trasplantadas con los sujetos del culto de la
potencia colonizadora o dominante. Tal identificación se circunscribía a conferirles un
mismo nombre en público, y en aprovechar las celebraciones oficiales para festejar
también a sus deidades. Estas y las de la Iglesia Católica podían compartir algún
atributo, a más del nombre (la espada y las vestiduras rojas y blancas de Santa Bárbara y
Changó, por citar el caso tal vez más conocido), pero unas y otras nunca llegaron a
fundirse, ni conceptual ni litúrgicamente.
Corren infinidad de leyendas no sólo acerca de los milagros de este santo africano, sino
también de su mal talante. Una de las más simpáticas, cuenta que en tiempos de la
república mediatizada, un sargento de la policía, la máxima autoridad en Quiebra
Hacha, negó su permiso para celebrar la procesión anual. Tarde en la noche, en víspera
de la festividad y durante su recorrido de rutina, el uniformado después juraba que al
pasar frente a la iglesia del pueblo se le había aparecido un negrito muy chiquito y muy
bravo, quien le había increpado diciéndole: “,Tú no va dejá que la gente toca a mí?” El
sargento pasó tal susto, que se apresuró a autorizar la festividad no sólo ese año, sino
también en años sucesivos.
Cuentan asimismo los creyentes más ancianos de Quiebra Hacha, que hace mucho
tiempo, a principios de este siglo, Ta Makuende se encolerizó y le viró la espalda a sus
fieles. Los congos que lo cuidaban, desesperados, trataron de hablarle y convencerlo, sin
resultado alguno. Recurrieron entonces a los cantos y oraciones en lengua y al familiar
sonido del kinfuiti hasta que Ta Makuende olvidó su enfado y volvió a darles la cara.
Kinfuiti, dice don Fernando Ortiz13, es el nombre de un instrumento y de su toque, y
también del baile que se ejecutaba con su música. Su sonido, afirma, zumba y ronca.
Fue originalmente un instrumento sagrado para liturgias especiales y ceremonias
evocadoras de los muertos, para sus funerales o para convocarlos al trabajo. Se le tiene,
asimismo, como tambor de fundamento. Se tocaba en los cabildos congos hasta
principios de este siglo en una habitación a la que nadie tenía acceso —como el Ekue de
los abakuá— ante la prenda del Tata de la casa. A su toque, afirman muchos creyentes,
“se jala muerto”.
Don Fernando lo califica como un instrumento membranófono de fricción. En Cuba,
dice Stéfano Ventura14, se fabricaba ahuecando un tronco de cedro o de palma hasta
dejarlo del grueso de una pulgada. Uno de sus extremos se forraba con cuero de buey, al
cual se le practicaba un agujero en el centro. Por él se pasaba una tira fina del mismo
cuero, con un nudo en la parte exterior. En el interior del tambor, la tira ata un trozo de
caña brava que sobresale dos o tres pulgadas de la parte inferior del instrumento. Quien
lo toca, debe humedecerse las manos con agua clara para poder friccionar
adecuadamente la caña brava, cuya vibración se transmite a la tira de cuero, y de ésta, al
cuerpo del tambor. Esa es la vibración que llama a los espíritus de los difuntos. En
ciertas ocasiones, el kinfuiti es acompañado por otros dos tambores y una guataca.
En sus peregrinaciones a lo largo y ancho de la Isla en busca de las raíces africanas de la
cultura nacional, don Fernando Ortiz15 localizó algunos kinfuiti en cabildos congos en
las ciudades de Remedios y Placetas, en el central “Manatí” en Oriente, en las cercanías
del batey del central “Orozco” en Pinar del Río y, por supuesto, en Quiebra Hacha,
13
‘ Fernando Ortiz: Los instrumentos de la música afrocubana, t. IV.
14
Stéfano Ventura: ob. cit.
15
Fernando Ortiz: Los instrumentos de la música afrocubana, t. IV.
donde hoy los hacen zumbar y roncar los jóvenes descendientes de los esclavos congos
y otros que, como ellos, se han adentrado en el mágico universo de las Reglas de Palo
Monte.
16
Félix Horta: ob. cit.
de sus tambores, saludando a todos a la usanza de los descendientes de congos y ngolas:
Salaam Alekum, Alekum Salaam.
En Santiago de Cuba, donde la población negra alcanzó una elevada proporción, el
cabildo del cual se conserva más información esjustamente el de los congos. El rey
congo José Trinidad XXV murió en Santiago en octubre de 1848 y le fueron rendidos
honores póstumos solemnes por los miembros de su cabildo. Agrega el cronista don
Emilio Bacardí17, como dato curioso, que en su entierro se hizo una salva de artillería.
Esas instituciones, de carácter humanitario y piadoso, procuraban la curación de los
paisanos enfermos y la manumisión de aquéllos de sus asociados quienes, por su
moralidad y buen comportamiento, fueran considerados dignos de conseguirla a costa
de los fondos aportados por las limosnas del colectivo.
Además de esos actos de caridad, los cabildos, con sus festividades tradicionales,
también mitigaban las penas derivadas de la triste condición de sus asociados, perci
siempre observando un comportamiento social ordenado, pues sus reuniones raras veces
dieron motivo a conductas impropias.
Rogelio Martínez Furé recoge en su libro Diálogos Imaginarios18, la inauguración, en
1892, de una muy curiosa asociación llamada “La Unión Africana y sus descendientes”.
Su reglamento revelaba criterios modernos y cierta cultura. El objetivo de la asociación
era la unión en Cuba de los africanos, el establecimiento de escuelas, pago de atención
médica, y otros beneficios sociales. Y entre los propósitos mutualistas de la sociedad se
incluye el de sostener el “tráfico de vapores entre Africa y Cuba”. Entre las normas a
observar por los miembros de tan pintoresca sociedad, estaba una disponiendo que “en
caso de luto las señoras asistirán vestidas de blanco con cabos negros”.
En 1893 la asociación solicitó hacer uso de la bandera africana, ¡de su bandera!, azul,
con una estrella dorada en el centro, de acuerdo con el tratado entre España y la
“Asociación Internacional del Congo” (sic) del 7 de enero de 1885. El gobernador
español les negó el permiso, afirmando que “no eran extranjeros los africanos en Cuba,
sino que se les venía considerando como españoles”.
En 1894 la sociedad nombró a Williams George Emanuel “único representante de la
raza africana ante el Gobierno”, y en 1895 la sociedad cambió su nombre, adoptando el
de “Aurora de la Esperanza”. Extendió asimismo su radio legal a toda la Isla, adoptando
la advocación del Santo Rey Mago Melchor.
Emanuel, fundador y, según se dice, pastor protestante, proponíase refundir los diversos
cabildos en una poderosa socied.d de finalidades fantásticas, que con el pago de cuotas
y adjudicación de las diferentes casas de los cabildos pudiera acometer la mutualidad a
gran escala, amén de monopolizar la representación de los centenares de miles de
afrocubanos. Tal propósito no pasó de infeliz tentativa. En 1896 se celebró junta
asistiendo representantes de los cabildos dahomé, gabalú, mina, carabalí, mandinga,
mundukuka, masinga, mubanque, mundamba luamú numbara y Santa Efigenia de
Guanabacoa; y después de vivas protestas resultó expulsado de la “Aurora de la
Esperanza”, el moreno Emanuel. No cesó ahí la “Aurora”, pues el 18 de abril de 1897
reunidos Juan Sifré, presidente de los mandingas, Eusebio Zayas, presidente de los
carabalíes y Federico Rencurell, presidente de los minas, acordaron un nuevo
reglamento con escasas variantes.
17
Citado por Leví Marrero en Cuba: Economía y Sociedad, volumen 4.
18
Rogelio Martínez Furé: ob. cii’.
Después, la actuación de esa extraña asociación no deja rastro; pero, todavía en 1910,
Emanuel dió señales de no haber abandonado sus ideas, presentándose al gobierno
como representante de los africanos oriundos, para su civilización en el país, ante el
Gobierno, y como apoderado y liquidador de los cabildos africanos, pidiendo
certificados de las disoluciones de algunos cabildos.
Ya en el siglo xvi se registraba la huida, individual o en grupos, de los descendientes de
los pocos indios cubanos que lograron sobrevivir al régimen de esclavitud al que los
sometió el colonizador, y de los africanos traídos a la Isla para sustituirlos como mano
de obra. Los que se encontraban cerca de lomas y montañas escapaban para ponerse al
amparo de los montes. Y en este empeño por emanciparse se unieron los descendientes
de la población autóctona de Cuba —grandes conocedores de la tierra, de los escondites
que proporcionaba, y de la forma de extraer de ella sustento y curación—, los africanos
fugitivos y, según don Fernando Ortiz, algunos blancos perseguidos por la justicia.
Juntos, y con un solo objetivo: la libertad, lograron dar grandes dolores de cabeza al
gobierno colonial y a sus antiguos amos, temerosos siempre de una revuelta por parte de
un sector de la población que los superaba numéricamente.
A los grupos de menos de siete fugitivos se llabaman cimarrones. Cuando éstos
lograban establecer pequeños caseríos, huertos y crías de animales, y además
compartían creencias religiosas, constituyendo así una organización social y económica
de base, recibían el nombre de apalencados.
En el siglo xix aparecen palenques en las zonas de Pinar del Río, La Habana, Matanzas,
Las Villas y Oriente. Camagüey, tierra de vastas llanuras, no era el lugar más adecuado
para establecer una comunidad clandestina. Sin embargo, se sabe que las hubo en Santa
Cruz del Sur.
Nos atreveríamos a señalar como el más controvertido de los palenques de Oriente al de
los matiabos o matiaberos. Dice de ellos don Fernando Ortiz 19 que eran cimarrones
belicosos, que estuvieron muy en contacto con las fuerzas mambisas a lo largo de la
Guerra de los Diez Años. Si damos crédito al artículo de López Leiva aparecido en La
Discusión de La Habana, el 13 de agosto de 1903, y que cita don Fernando 20, el
palenque.y los apalencados tomaban su nombre de Matiabo, deidad protectora del
campamento, que, por la descripción, debe haberse tratado de una prenda cubierta por
un pellejo de chivo y rodeada de elementos mágicos propios de las Reglas de Palo
Monte: espuelas de gallo, cuernos y tarros, collares de semillas y caracoles.
El escritor mambí Ramón Roa, cuyo juicio también reproduce don Femando 21, calificó a
esa agrupación de secta endiablada y misteriosa. Sin el desconcierto que por
desconocimiento causara la devoción de aquellos esclavos insumisos en López Leiva y
en Roa, Ortiz aclara que los matiabos eran, obviamente, una secta bantú, y se inclinaba
por ubicarlos como provenientes de Angola, argumentando que los hombres traídos de
esa porción del reino del Manikongo fueron famosos hacedores de desórdenes
dondequiera que fueron llevados en América hispana. Los matiabos, añade, debieron
organizarse, como solían hacer los Tatas Ngangas en Africa y después en Cuba, como
una cofradía o sociedad secreta de juramentados para fines, en aquellas circunstancias,
tanto de defensa como de agresión.
Pero los más grandes y poderosos palenques orientales estaban ubicados en la Sierra
Maestra, en las alturas de Mayarí, en las montañas que rodean a Guantánamo y en las
alturas de Baracoa. Llamábanse Sigua, Limones, Toa, Bumba, Maluala, To’s Tenemo,
19
Fernando Ortiz: “La Secta Conga de los ‘Matiabos’ en Cuba” en ob. cit.
20
Ibídem.
21
Ibídem
Bruto, Yagruama, Caujerí y Nkimba. Tenemos razones para creer que el palenque
Nkimba fue organizado por negros sacados del Congo, donde existía una sociedad
secreta exclusivamente masculina, para la defensa del clan y sus miembros, que llevaba
ese mismo nombre. Pero el más temido y respetado entre ellos lo fue, sin duda, el
Palenque del Frijol, ubicado en la sierra de ese nombre.
Al otro extremo de la Isla, en la loma del Cuzco, en Arroyo Grande, en las sierras del
Rosario y de los Organos en Pinar del Río —en las zonas que se corresponden con las
jurisdicciones de Guanajay, Bahía Honda, San Cristóbal y Pinar del Río— hubo
asentamientos de negros de diferentes etnias que se acomodaron a una unidad religiosa
bajo un solo guía o jefe. Es posible encontrar en los anales históricos y en la tradición
oral, que algunas de las grandes familias de mayomberos quienes adoraban, a la usanza
de su país, a los espíritus de los ancestros, y cuyas ngangas llevaban nombres de reyes
del Congo y Angola, habían incorporado a sus ritos reminiscencias de la cultura arará.
Ese fue el caso de las prendas con el nombre de Akaró, en tributo al rey de los rayos
ylos truenos reverenciado ayer y hoy en el territorio que ocupa la actual República de
Benin.
Cuentan documentos de la época que en la noche del 14 de julio de 1822 bajó de la
Sierra de las Animas hasta la hacienda de Cabañas —donde se apalencal un número
grande de negros—, propiedad de José Ramón de Rojas, una cuadrilla del palenque de
Pascual y Pancho Mina, célebre por sus acciones en toda la zona. Constaba esa cuadrilla
de 21 hombres y 10 mujeres. Asaltaron el potrero de la hacienda e hirieron al mayoral
con el fuego de los fusiles que llevaban, haciéndolo huir. Incendiaron todas las fábricas,
mataron todos los animales que pudieron, y habrían hecho mayores destrozos si no se
hubiera reunido un número considerable de vecinos para rechazarlos.
El 20 de marzo de 1839, el rancheador Francisco Estévez22 informaba a la Junta de
Fomento que todos los cimarrones de un palenque próximo al río San Francisco, en
lajurisdicción de Santa Cruz de los Pinos habían logrado escapar, “dejando atrás armas,
ropas, calderos y brujerías”.
El propio Estévez, en sus correrías por Vuelta Abajo, mencionaba con frecuencia el
hallazgo de “hasta diez o doce bolsas de cuero llenas de brujerías”. La reiteración de
este hecho revela, decía, “la regresión hacia las viejas prácticas culturales africanas,
facilitada por la ausencia, prácticamente total, de educación religiosa entre los esclavos,
aun en el área de Vuelta Abajo, tan inmediata a La Habana”.
En la región central de Cuba, en lo que se conoce como el triángulo Cienfuegos-
Trinidad-Sagua la Grande, ubicado en las montañas de Trinidad, se registró la existencia
de palenques de esclavos que huían del Valle de los ingenios y de las haciendas vecinas.
La actividad de esos palenques fue relevante sobre todo en el siglo xix, con el auge de la
industria azucarera en Cuba.
Hemos logrado ubicar uno llamado Ndembo, suponemos que en homenaje a la sociedad
secreta de ese mismo nombre fundada por los ancestros en el Bajo Congo. Este grupo de
apalencados, en su afán de regresar a su Africa lejana, practicaba el rito de la muerte y
la resurrección, en el cual se componían ngangas que, según ellos, contenían los
misterios de la muerte. Quién sabe si al revivir estos ritos usuales en las prácticas de los
primeros mayomberos, lograron su finalidad: el regreso espiritual, ya que no tísico, a su
tierra natal.
Entre los jefes de los palenques a todo lo largo y ancho de la Isla hubo también mujeres
cuya fiereza y audacia les valieron la entrada en la historia de la lucha por la libertad.
Ejemplos de ello sOil la Madre Meichora, de la Zona de Vuelta Abajo; Manga Saya, de
22
Cirilo Viiiaverde: ob. cii.
Perico; Ma’Teodora, de la loma del Cuzco, y muchas otras que pertenecían a las
dotaciones traídas del dominio del Manikongo.
El coronel Joaquín de Miranda y Madariaga escribía desde Guanajay con fecha 27 de
agosto de 1825 al Capitán General Francisco Dionisio Vives lo siguiente:
Los acontecimientos últimamente acaecidos en algunas fincas del sur parece tenían por
objeto aumentar los palenques del Cuzco. Estos sucesos los graduará cada cual según su
modo de ver, y quizás los marquen de indiferentes, pero los hombres prácticos en las
revoluciones mirarán en ellos resultados de otros principios, capaces de esparcir una
llama devoradora que arruine este edificio social. Hablando con la verdad que me
inspira el conocimiento del país, diré que V.E. y las demás autoridades se encontrarían
en las circunstancias más espinosas en el momento en que se insurreccionase la
esclavitud de uno solo de los partidos de los que contienen ocho o diez mil siervos, que
destruyesen el corto número de blancos que viviesen diseminados entre ellos, que
incendiasen las fincas y se encaminasen al Cuzco, arrastrando tras sí la negrada de algún
otro partido... Los 50 ó 60 vecinos del Cuzco, con sus 3,000 negros viven en la agonía y
la alarma, sufriendo los ataques de los cimarrones. Los más ausentan sus familias y
muchos abandonarán sus establecimientos si no se adoptan medidas que afiancen su
seguridad23.
¿Cuál sería el destino de esos esclavos insumisos y muchas veces también insurrectos,
con el advenimiento de la pseudorrepública en Cuba? Un punto natural de reunión
pueden muy bien haber sido los solares o cuarterías, míseras viviendas colectivas que
proliferaron en toda la Isla y donde hubieron de pasar sus últimos años muchos de
aquellos veteranos no blancos de nuestras guerras de independencia que decidieron
radicarse en las ciudades. Allí arrastraría la mayor parte de sus descendientes una
existencia igualmente escuálida, refugada en la religión de sus mayores como única
esperanza para salir de la pobreza y la discriminación. Todavía los vecinos más antiguos
de lo que fuera la Calzada de Vives, en La Habana, recuerdan uno de esos solares, el de
los Carretones de los Congos, llamado así por la procedencia de sus primeros residentes.
La sociedad cubana ha observado, como lo han hecho en todas las épocas todos los
conglomerados humanos, las conductas aceptadas por la época en la que a sus miembros
les tocó vivir. Las clases cuyos intereses dominaron la política y las actividades
económicas principales hasta el siglo xix y cuyas vidas transcurrieron en un medio en el
cual la población de origen africano —y por esa razón, su influencia— era no sólo
mayoritaria, sino que estaba inseparablemente unida a su vida diaria, dejaron plasmadas
sus vivencias sobre esa coexistencia en ocasiones nada pacífica, en numerosos relatos y
obras literarias y plásticas que son parte de nuestro patrimonio nacional.
Aquellos hombres y mujeres —igual que ahora hacen muchos de nuestros
contemporáneos— acudían, algunos abierta y otros solapadamente, a los conocimientos
ancestrales de los africanos, de sus descendientes y de los mestizos de indio y africano
quienes les servían de curanderos, comadronas, nodrizas y hasta de confidentes,
transmitiéndoles, con sus curas y cuidados, la sabiduría heredada por vía de la tradición
oral o surgida de la necesidad de subsistir en un medio desconocido.
A través de la lectura de documentos que nos han sido mostrados por viejos religiosos,
hemos podido constatar cómo estos blancos fueron paulatinamente identificándose con
las manifestaciones religiosas de origen africano: la Regla de Ocha o Santería, la
23
Leví Marrero: ob. co’. vol. Xlii, p. 221.
Sociedad Secreta Abakuá, las Reglas de Palo Monte y las creencias de los descendientes
de las etnias arará, gangá e iyesá, formando un complejo religioso realmente criollo.
La tradición oral del pueblo de Bahía Honda cuenta cómo Casanova, dueño del central
“Orozco” en Pinar del Río, ofrecía cada año un perro a la maza del central cuando daba
inicio a la molienda. Este era un sacrificio a OggúnSarabanda, dueño de los hierros,
para que la maquinaria no sufriera rupturas durante la zafra, y la molienda se
desarrollara de la manera más rápida y productiva.
Otros dueños de centrales se hacían de la vista gorda y dejaban que sus subalternos
ofrecieran sacrificios, fiestas a sus orishas y npungos, para que la molienda se efectuara
sin tropiezos.
Gaspar Antigua, alcalde de Yaguajay, y Ventura Blanco de La Antigua, presidente de
los concejales de ese término municipal de la provincia de Las Villas, buenos
conocedores de la historia local, fueron rayados en la prenda del gran congo Ta
Managua, famoso por süs poderes sobrenaturales.
Los presidentes José Miguel Gómez, Alfredo Zayas, Gerardo Machado, Carlos Prío
Socarrás, Fulgencio Batista (y también su hermano Panchín), practicaban la Santería y
el Palo y eran respetados en los juegos Abakuá. Alfredo Zayas era, además, espiritista,
médium y vidente. Los tristemente recordados esbirros batistianos Laurent, Orlando
Piedra y Esteban Ventura se dedicaban también a estas prácticas. Muchos de los que
caían en sus manos recibían un trato diferente, y no eran torturados o golpeados hasta la
muerte, si se trataba de cófrades del mismo tronco o gajo: les estaba prohibido infligir
daño a cualquiera de sus hermanos de religión.
Y en la actualidad, ¿quién sabe cuántos han buscado silenciosamente la protección de
las Reglas de Palo Monte o de algunas de las otras manifestacioiies religiosas
afrocubanas?
LA REGLA DE MAYOMBE
LA BRILLUMBA
La Brillumba nace del Mayombe, pero ha sido muy influenciada por la Ocha y algunas
manifestaciones acriolladas del espiritismo. Esta mezcla puede encontrarse en todas las
ramas de Palo Monte, que no son excluyentes de otras creencias. De hecho, la mayoría
de sus seguidores son también católicos.
La Brillumba surgió a finales del siglo pasado. Su núcleo original puede situarse
geográficamente en la provincia de Matanzas, donde la religiosidad popular tiene
profundas raíces, y donde coexisten la Ocha, el Palo Monte, la Sociedad Secreta Abakuá
y los cultos y deidades de los descendientes de ararás, gangás, iyesás y muchas otras
etnias africanas que practican aquellos ritos parecidos a los que la desaparición fisica de
quienes los trajeron a Cuba, antes de que pudieran difundirlos, han hecho casi caer en el
olvido.
Esta rama del Palo Monte es la conjunción del Mayombe, la Ocha y —siempre presente
— el espiritismo a la usanza criolla. Los que en el siglo pasado se dedicaban a practicar
algún culto, solamente lo hacían de acuerdo con sus formas más puras, aquéllas que
vivían en sus recuerdos y eran transmitidas por.la tradición oral. Pero, al paso de los
aíios, aislados de sus orígenes, esos cultos fueron adquiriendo estilos propios y
uniéndose a los de otros grupos con los que más se relacionaban en la vida cotidiana,
aunque no fueran los de su misma etnia.
Las iniciaciones en las distintas casas de Brillumba difieren en la forma de hacer las
marcas y en el instrumento que se emplea para ello. Los viejos Tatas las realizaban a la
usanza de sus mayores, con espuelas de gallo o, mejor aún, de gavilán. Pero esto ha
caído en desuso y sólo continúan haciéndolo las casas de tradiciones ortodoxas o en las
zonas rurales del país.
Los cortes o trazos son profundos, para que la sangre corra sobre la prenda y ésta pueda
identificar a sus hijos. Mientras se practican las incisiones, se canta el siguiente mambo:
“Menga va correr, como corre tintorera o guarironga”. La sangre que queda en el
instrumento se enjuga con un poco de aguardiente sobre la prenda. Hasta no hace tanto,
muchas iniciaciones se hacían en el campo, en ceremonias privadas a las cuales
únicamente asistían los padrinos y el mayordomo o bakonfula, por considerarse ritos de
profunda comunión con los espíritus. Sólo después se dirigían todos a la casa donde se
efectuaba una fiesta con la concurrencia de otros ahijados y amigos y parientes de los
iniciados.
También era costumbre en las casas de respeto llevar al iniciado al nfinda y dormir
junto a las tumbas, para que éste recibiera las vibraciones de los espíritus, y para
demostrar su entereza.
Puesto que la Regla de Palo Monte se basa en el pacto con el nfumbe, desde el momento
en que se marca a una persona ésta recibe las emanaciones y la protección que brindan
los nfumbes a sus seguidores. Generalmente es el “perro de prenda” quien hace el
rayamiento, para que el iniciado reciba las vibraciones del nfumbe de la prenda. En ese
momento, se eleva un canto para que el espíritu se posesione del nuevo gajo. En algunas
casas, donde saben que el iniciado puede ser “prendido” por el nfumbe, no lo dejan salir
hasta que haya sido posesionado, demostrando así el poder de la casa. Cuando esto
ocurre en la iniciación de un mayombero, sus mayores ponen en su mano un kisengue o
bastón de muerto, que usualmente es una de las tibias del nfumbe. Pero en las tierras de
Brillumba, Shamalongo y Kimbisa, lo dotan de un garabato, cargado mágicamente
según la costumbre de cada una de esas tres ramas. Hemos podido observar que algunos
de estos bastones que representan al nfumbe están rematados por una cabeza tallada y
una moña de tela negra.
Es tradición que el nuevo iniciado duerma la víspera de la ceremonia en la casa de sus
padrinos junto a la nganga. Antiguamente permanecían allí 21 días con sus noches.
Actualmente, sin embargo, se ha perdido este rigor: se permite a los iniciados regresar a
sus casas inmediatamente después de la ceremonia, y llevar una vida normal, sin el
recogimiento de antaño. Esto se aparta de la ética y la tradición de las primeras
generaciones de cubanos descendientes de congos y ngolas.
Sarabanda-Oggún, señor de todos los metales, es el guía principal de los brillumberos.
Cuando los Tatas, personajes enigmáticos e introvertidos, fueron abordados por
religiosos que tenían asentado un orisha, pero que querían incursionar en el Palo, tan
íntimamente asociado a las fuerzas de la naturaleza, se estableció la interrelación entre
la Brillumba y la Ocha.
Algunas casas comenzaron a montar ngangas en cuyo contenido constaba una fracción
del fundamento del orisha que tuviera asentado el iniciado. Como los descendientes de
congos y ngolas adoran también los elementos de la naturaleza —el aire, el fuego, el
agua, la tierra—, fabricaron sus ngangas con elementos de la Ocha. Esas prendas
recibieron nombres en congo, a los cuales se añadían los “apellidos” de la nganga
original. Así quedaban complacidos los que tenían asentada Ocha, y los mayomberos
seguían practicando sus ritos de forma pura, tal como se los enseñaran sus padrinos.
Pongamos un ejemplo de esta conjunción: Tiembla Tierra-Obbatalá es el camino de la
prenda, pero su apellido es el de la nganga de la que nació la prenda Batalla Sácara
Empeño.
En acápites aparte se tratan tanto la interrelación entre las deidades de la Ocha y las
ramas de Palo, como lo que gustamos en llamar el árbol genealógico de algunas
prendas, para mejor comprensión de esta simbiosis.
Aunque las formas que adopta la iniciación son similares, actualmente se omiten
algunos de los pasos a seguir por descuido, por “modernismo” o por desconocimiento
de las prácticas más ortodoxas.
Hemos podido comprobar, asimismo, que muchos oddunes de Ifá prohíben tener
prendas o rayarse. Antiguamente esto no ocurría. Y nos preguntamos por qué ahora se
prohíbe tanto la mayombería. El lucro está haciendo estragos entre los religiosos. Es
hora de reflexionar sobre el respeto que debemos a nuestras tradiciones, a nuestros
antepasados y a sus enseñanzas.
La Brillumba, como el Shamalongo, la Kimbisa y el Mayombe, son nuestras, como son
estas tierras en las que se asientan y de las que se nutre la religiosidad popular. No hay
que dejar que manos inescrupulosas tergiversen esta expresión tan importante de la
cultura nacional. Respetemos el legado místico del que es depositario el pueblo cubano.
II
Makongo era uno de los sobrinos del Rey del Congo, quien tenía un fiel esclavo
llamado Lencha. Su gran habilidad era extraer vino y aceite del palmiche. Las muambas
y el vino hacían del rey un hombre feliz. Un día, Lencha dejó el vino fermentar durante
tres días, y se lo llevó al rey, quien lo bebió con satisfacción y sin medida,
desconociendo los efectos de este vino más fuerte. El rey se hundió en un profundo
letargo, y como sus sobrinos tampoco conocían los efectos de las libaciones excesivas,
lo creyeron muerto por la mano de su esclavo.
Una versión de la leyenda cuenta que los sobrinos decidieron ahorcarlo en las ramas de
un baobab. Otra, que lo quemaron vivo. Lo cierto es que el rey, al volver en sí, montó
en cólera por la acción de sus sobrinos y los mandó a matar como habían matado a su
fiel siervo. Los sobrinos escaparon a la cólera de su tío cruzando el río Zaire, y
Makongo distribuyó las tierras, formando 9 reinos.
III
Con el rey Makongo viajaba su hermana, nombrada Mangoio. Ella insistió en que la
dejaran vivir cerca del mar, Kalunga, al que tanto adoraba. Después de mucho discutir,
su hermano le dejó soldados y esclavos y le entregó un nkisi protector, metido en un
ntande. Al dárselo, le advirtió que nunca lo pusiera sobre el suelo, y así aseguraría que
la cuidaría para siempre.
Mangoio y su cortejo partieron en su largo viaje hacia el mar. Al llegar a su destino,
pusieron su equipaje en tierra y se tendieron a dormir sobre la arena, exhaustos del
fatigoso viaje. Al despertar, Mangoio se percató de que no podía levantar el ntande que
contenía el nkisi y, asustada, mandó llamar a su hermano.
Este la recriminó por su descuido y le dijo que, en lo adelante, el bosquecillo donde
habían acampado sería llamado Nto Ntande y sería el límite de sus tierras, el punto de
reunión de ambos y el sitio para tratar los problemas de los dos reinos. A Makongo le
quedaría prohibido llegar al mar por la falta cometida por su hermana.
Después de recreamos con las leyendas sobre la fundación de la tierra Loango, de donde
toma el nombre esta manifestación religiosa, es preciso explicar el significado del
vocablo Xianmaloango, acriollado como Shamalongo. Para sus adeptos, Xian significa
espíritu de gran fortaleza y complejidad, pero espontáneo, directo y emprendedor,
mientras que Longo o Loango es el nombre de la tierra africana de Loango, donde tuvo
su origen esta rama.
El Dictionnaire Kikongo-Français24 incluye en su página 466 el vocablo lwangu, cuyas
acepciones contribuirían a ampliar el sentido que litúrgicamente se da a la
denominación de esta rama de las Reglas de Palo Monte. Lwangu, dice el diccionario,
es nombre propio de clan y, además, significa grande, formidable. Es, asimismo, el
nombre que recibe una hierba de fuerte olor capaz de matar a las aves de corral que se
alimentan de ella, y también nkisi para santificar o purificar.
La forma de trabajar de esta rama de Palo está fuertemente influenciada por la Regla de
Ocha o Santería. Sus seguidores se identifican con sus orishas, y sus trabajos son con
flores, hierbas, despojos y rogaciones. Pero también toma mucho del así llamado
Espiritismo Cruzado. Los devotos del Shamalongo tienen guerreros en calidad de
guardieros, que adoptan distintas formas: de aye, de garabato y de muñecos
confeccionados con palos duros, llamados luceros. Sus nkisis tienen el mismo fin que
los de las demás ramas: proteger y proporcionar prosperidad a sus dueños y a los
ahijados de éstos.
El interés fundamental del Shamalongo es dar servicio a los creyentes por módicos
precios. Sus prendas han sido montadas a través del “brincamiento” de las de Mayombe,
como un gajo o desprendimiento de ellas. Pero su interior refleja más la tendencia
espiritual de su dueño, invocando a sus espíritus protectores, el primero de los cuales
sería el de la tierra Loango. Una de las características del Shamalongo es, precisamente,
24
Karl Laman: Dictionnaire Kikongo-Français.
que al no contener nfumbe, la nganga no necesita ser llevada a determinados sitios
durante ciertos períodos de tiempo, como las prendas mayomberas y brillumberas.
Las prendas del Shamalongo, a diferencia de las prendas mayomberas, llevan en su
interior una matan (piedra) recogida en la loma, el río, el mar o el monte, según la
procedencia de su guía y del orisha que adore su poseedor. Las piedras aportan a las
prendas del Shamalongo las vibraciones de los poderes de cada uno de los lugares en
que fueron encontradas.
Algunas prendas del Shamalongo, y también de la Brillumba, llevan en su interior
imanes, herraduras, crucifijos, armas de fuego y cuchillos. Y en Shamalongo también
incluyen una bolsa con 14 oraciones de diferentes santos, las que servirán de guía a la
prenda. En algunos casos incluyen agua bendita “para que no se las confunda con las
prendas judías”, sobre las cuales hablaremos después.
Generalmente, el creyente de esta rama se raya primero en condición de hijo y, más
adelante, solicita a su padrino trabajar la prenda para ser Padre. Junto con el padrino o
mayor, el creyente prepara una prenda a la que se le da un camino espiritual,
“brincándola”, o sea, recibiendo las vibraciones de la prenda original, sin que la que se
elabore contenga nfumbe. Con ella, el ahijado aprenderá a trabajar por medio de sus
guías espirituales, y del guía protector de su prenda.
Los devotos del Shamalongo tienen una gran aceptación como “paleros espirituales”,
utilizando en muchos casos oraciones propias del espiritismo, así como flores, hierbas y
cantos muy asociados a los rituales espiritistas. A muchos de estos Padres o Madres no
se les enseña cómo entrar a un nso nganga donde se esté “jugando” Palo, ni tampoco se
les adiestra en los cantos que en él se entonan —los muy famosos cantos de puya—,
recreación criolla de los que cantaban los esclavos congos y ngolas. Esos cantos
exacerban los ánimos, al punto de que muchas veces se inician trifulcas por lo tajante de
sus letras y lo picaresco de sus alusiones.
25
Stéfano Ventura: ob. cii.
26
Lydia Cabrera: La Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje.
tradiciones y de solidaridad con la familia ampliada de los abakuá; de devoción por los
antepasados, fuente de sabiduría y de ayuda para sus descendientes, característica tanto
de la Regla de Ocha como de las Reglas de Palo Monte, y de comunión con esos
ancestros y con otros espíritus benéficos a través del trance mediúmnico, a la usanza del
espiritismo, y de los sistemas de adivinación que emplea la Kimbisa. Este elevado
empeño está presente en toda la liturgia creada por Petit, cuyos rezos y exhortaciones
instan a sus seguidores a obrar y a vivir en la rectitud y la bondad.
Un análisis somero de la Regla Kimbisa resultará suficiente para mostrar cuán
vinculados están en esa liturgia diversos aspectos de las religiones que se practicaban en
la Isla en vida de Petit. Comenzaremos por las jerarquías de un templo kimbisa —
templo que, generalmente, es una habitación en la casa de un jerarca de la Regla, en la
que se guardan los objetos del culto—, sus funciones, y lo que pudiera considerarse sus
equivalencias en la mayombería, comenzando de mayor a menor.
San Luis Beltrán, santo católico, es el guía de los templos Kimbisa, pero la prenda,
nganga o fundamento es, al igual que en las otras ramas de las Reglas de Palo Monte, el
objeto principal de adoración, y sólo pueden.manipularla los Padres o Madres Maestros
y los Primeros Capacitados. En la ceremonia de iniciación se presta juramento ante el
Cristo crucificado (hay que recordar, de paso, que Petit introdujo el crucifijo entre los
abakuá) que está presente en todos los ritos y trabajos de la Regla Kimbisa. Sus
seguidores llevan siempre al cuello sus propios crucifijos después de dotarlos de una
carga mágica. Pero es San Luis Beltrán quien da su conformidad para la iniciación de un
ngueyo. Las deidades que reverencian los kimbiseros son las más populares del santoral
católico, y sus respectivas identificaciones con los orishas yorubas. Así resulta fácil
enumerar algunas, a modo de ilustración, a partir de los nombres que les dan los
seguidores de esta rama:
Tiembla Tierra, Mamá Kengue; Virgen de las Mercedes; Obbatalá.
Centella Ndoki, Mariwanga; Virgen de la Candelaria; Oyá.
Nsambia Munalembe; San Francisco; Orula.
Sarabanda; San Pedro; Oggún.
Nsasi Siete Rayos; Santa Bárbara; Changó.
Tata Nfumbe; San Lázaro; Babalú Ayé.
Mamá Chola, Chola Wengue; Nuestra Señora de la Caridad del Cobre; Ochún.
Baluande, Madre de Agua; Virgen de Regla; Yemayá.
Los kimbiseros han incluido en sus devociones a otras dos figuras propias del
catolicismo. Son ellas el Santísimo Sacramento —Kunankisi— y el Santo Cristo: Nkisi.
En la Kimbisa, los santos comen lo mismo que en la Ocha. Por ejemplo, Baluande come
gallo y pato; Mamá Chola, gallina; Tiembla Tierra, paloma; Centella Ndoki, gallina;
Sarabanda, gallo y chivo. Los espíritus protectores de la casa nunca son olvidados. Es
costumbre ofrecerles ajiaco, que se coloca en el patio de la casa o en el baño. Se
confecciona con cuanta vianda y especia se tenga a mano, y se le pueden añadir trozos
de ternilla o de carne, pero nunca sal. Se sirve en una cazuela de barro y se rodea de una
taza de café amargo, dulces, un vaso de agua clara, una jícara con aguardiente, un
tabaco y un cigarro. Después, con el bastón de muerto, que en Kimbisa es un garabato
con una carga mágica, se golpea el suelo nombrando, sin olvidar a ninguno, a los
muertos que de una u otra forma han tenido que ver con la casa y al muerto principal de
la prenda, pidiéndoles su conformidad con la ofrenda. El ajiaco permanece durante 7
días en el lugar, al cabo de los cuales se deja en el monte, bajo una mata de aroma.
A diferencia de los santeros y de los otros seguidores de las otras ramas de las Reglas de
Palo Monte, los kimbiseros no son muy dados a emplear palos y polvos en sus trabajos.
Como los espiritistas, prefieren las hierbas, las flores y los perfumes. Trabajan mucho
con la albahaca, pero también con la hierba que se conoce como pata de gallina —y que
ellos llaman kimbansa—, dedicada a Sarabanda, igual que el piñón botija, la maloja, el
jobo, el anamú, la diez del día, la hierba de Guinea, el bledo morado y las hojas de la
pimienta. La uva caleta, el ítamo real, el marpacífico, la siguaraya, la ruda, la ceiba, la
artemisa y el rompezaragüey están entre las plantas de Nsasi Siete Rayos. Mamá Chola
trabaja con flor de agua, limo del río, verdolaga, albahaca cimarrona, botón de oro,
canutillo morado, helecho hembra, girasol y prodigiosa, entre otras plantas. La lista
sería interminable si nos refiriéramos a las plantas de cada una de las deidades.
La primera prenda que, según Stéfano Ventura27, recibe un iniciado en la Kimbisa, es un
Sarabanda, deidad guerrera quien, al decir de Lydia Cabrera 28, ha incorporado a las
suyas algunas de las características de Ochosi y Elegguá. Estaríamos, pues, ante los
guerreros de la Ocha, reunidos en una misma entidad. En el interior de la prenda se
coloca una piedra que deberá ser traída por la persona para quien se prepara ese
fundamento. La piedra no representa al nfumbe de la nganga, sino al santo que guía a su
dueño. El nombre de ese santo será también el de la prenda. Los kimbiseros
acostumbran a llamar semanalmente a los espíritus de sus ngangas en presencia de sus
ahijados. Estos realizarán las tareas indicadas por los espíritus.
Lo primero que debe probar quien quiera iniciarse en la Kimbisa es que es persona de
honor y de moralidad intachable. No obstante, será objeto de vigilancia temporal, igual
que ocurre con los aspirantes a abakuá y los seguidores del Mayombe, para verificar si
lo que de él se dice se ajusta a la verdad. Si así fuera, se procede a iniciarlo en una
ceremonia que se realiza de día, después de dar de comer a la prenda. La iniciación
consiste, básicamente, de un rayamiento: 7 marcas para los hombres y 9 para las
mujeres. Pero el interrogatorio a que es sometido el ngueyo antes de rayarlo, acerca de
sus motivos para ingresar en la regla, y las exhortaciones que se le hacen después de
iniciado, reflejan claramente que lo que se espera de él es que obre con altruismo
cristiano para cumplir la misión de cuidar y curar cuerpos y almas.
Igual que en la iniciación del Shamalongo, se da de beber del secreto al ngueyo. Cada
Padre o Madre Maestro tienen su fórmula particular para preparar este brebaje, y la
guarda celosamente, compartiéndola sólo con su Primer Capacitado. Este aspecto del
27
Stéfano Ventura: ob. cit.
28
Lydia Cabrera: La Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje.
ritual también se denomina Yamboso, y se realiza después de bañar al ngueyo para la
ceremonia. El sacrificio de animales que se efectúa en su transcurso es el de gallos: los
animales de cuatro patas se reservan para ritos más importantes.
En la Kimbisa, los registros o consultas evidencian préstamos tanto de la Regla de Ocha
como del espiritismo. Se coloca una estera en el piso, y sobre ella, un vaso de agua con
un gajo de albahaca. En ocasiones, el vaso se cubre con un paño rojo o azul. Para
augurar, se emplean el coco, los caracoles, el espejo o el trance mediúmnico, muy
frecuente. Padres y Madres, Capacitados e iniciados “reciben inspiraciones”, que en
espiritismo se denomina “pasar muerto”; es decir, son poseídos por espíritus que hablan
a través de ellos.
Los iniciados —y también los que no lo son— reciben como protección los llamados
collares de guerra después de haberse registrado al pie de la prenda. Los collares de los
iniciados comen sobre la prenda en las ocasiones festivas. Los de los no iniciados
comen en plato aparte así como los macutos o resguardos de unos y otros, después de
haber sido enjugados en el omiero.
Los talismanes, amuletos, resguardos, brebajes y pociones para hechizar son preparados
por todas las jerarquías. Pero su elaboración la dirigen el Arcángel San Miguel, San
Antonio, San Luis Beltrán y San Benito de Palermo, quienes indican al iniciado en
trance de inspiración lo que ha de hacerse.
Entre otras, los kimbiseros celebran dos ceremonias importantes para proteger a los
fieles: el cambio de vida, procedimiento empleado tanto por los santeros como por las
otras ramas de Palo para transferir a un objeto cualquiera el padecimiento mortal que
aqueje a una persona. Ese objeto, junto con ropas del enfermo, se entierra en el
cementerio para burlar a la muerte. Y el hermoso rito de rogar la cabeza, que también se
practica en la Ocha, para aclarar el pensamiento, proporcionar paz espiritual y fortalecer
al guía y protector del individuo.
Todas las Reglas de Palo Monte trazan sus firmas con yeso blanco, con carbón y
algunas con yeso amarillo. El color blanco está identificado con la muerte, y el amarillo
con la vida; aunque generalmente se usa el blanco para trabajos y en la iniciación. El
negro se usará cuando se determina hacer un trabajo para causar daño con la nganga.
Por la belleza que estas firmas encierran, por su místico significado, por sus
trascendentales misterios, han sido la inspiración de pintores y artesanos. Pero con pena
vemos que las usan de cualquier manera, sin que medie una investigación previa, con la
seriedad que su empleo y difusión requiere, aunque sea con un propósito puramente
estético.
Las firmas que a continuación reproducimos son simples muestras de las que emplean
cada una de las cuatro ramas de las Reglas de Palo Monte en Cuba, haciendo constar sus
respectivos significados. Llamamos una vez más la atención del lector hacia la belleza
de estos trazos.
Todo
Malongo (naturaleza)
Cuenda (entra)
Ntoto (tierra)
Vititi (vista)
Tribu
Bafioto mbembe
(negro africano)
Primavera
Ntangu (el sol)
Omalembe (dolor)
Mutambre (confianza)
Nsulo (cielo)
Tata ngumbe
(Padre muerto)
Bakonfula (mayordomo)
Lucero prima
Ensila (camino)
Lucero madruga
KINI-KINI Y CHICHEREKÚES
Para los congos, ngolas y sus descendientes cubanos, las tallas de madera, de rasgos
toscos pero claramente humanos, en cuya base se coloca la carga mágica que los hace
desplazarse en la noche para cumplir las órdenes de Tatas y Yayis, son temibles
personajes que aparecen una y otra vez en la tradición oral.
Para los creyentes de las Reglas de Palo Monte, de tanto arraigo popular, sobre todo en
las provincias de Pinar del Río y Matanzas, esas figuras fabricadas con ciertas maderas
de propiedades especiales son espíritus que infunden pavor.
Los kini-kini de las Reglas de Palo Monte equivalen a los chicherekúes de la Regla de
Ocha o Santería. Su función principal es la de ser los ejecutores certeros de los
mandatos de sus amos, cualesquiera que tales mandatos sean. Y la forma de prepararlos
depende de la casa a la que van a servir.
Las maderas que se utilizan para su confección son el cocuyo, el jobo, el matanegro
(también llamado bejuco baracoa), el palo moruro, el palo ramón y el sabicú. Después
de hecha la escultura, se lava con ruda cimarrona, atipolá, ponasí, rompezaragüey y
jobo. Muchos de los dueños de estos muñecos trituran las hojas de esas plantas en una
palangana con agua de coco. Quedan entonces listos para recibir la carga mágica, que
consiste de fragmentos pulverizados del nfumbe de la nganga de su amo, ciempiés,
arañas, mancaperros, caballitos del diablo, grillos, bibijaguas, camaleones, iguanas, aura
tiñosa, lechuza y murciélago. Con esta mezcla se rellena la cavidad que para ello se dejó
en la base de la escultura.
De acuerdo con el propósito para el que haya sido concebido, también se puede lavar la
escultura con cocimientos que acentúen determinadas facultades. Así, la infusión de
hojas de jobo le impartirá una fuerza sobrenatural, que posibilitará su traslado a enormes
distancias; el de matanegro o bejuco baracoa les evitará contratiempos a la hora de
desplazarse; el de palo ramón se emplea para que el espíritu del nfumbe, que le dará
movilidad y vida, quede bien “atrapado”.
Una vez preparados, se les ofrece a los kini-kini la sangre de un gallo y de un carnero, y
se procede a adornarlos y vestirlos, tras lo cual se les sopla aguardiente, la tradicional
chamba y humo de tabaco. Ya están “trabajados” y listos para obedecer los mandatos de
sus amos. Atención: los kini-kini deben vivir fuera de la habitación donde duermen sus
dueños. Como son pícaros y traviesos, pueden provocarles algún que otro susto en los
momentos de reposo, haciéndoles cosquillas en los pies o hablándoles al oído. Y no se
puede negar que esto, en la quietud de la noche, resulta impresionante. Tienen también
estos muñecos la mala costumbre de chiflar y mover muebles; si se trata de sillones, son
capaces de mecerse en ellos durante horas, a toda velocidad.
Muchos descendientes de africanos recuerdan que por el año 1916, los religiosos
afrocubanos fueron perseguidos con saña por las autoridades de la pseudorrepública.
Los dueños de esos entes mágicos los hicieron desaparecer entonces, escondiéndolos o
enterrándolos para que no fueran descubiertos. Cuentan esos informantes que en los
campos, en los solares abandonados, en ciertas zonas y barrios conocidos por su
religiosidad, estas figuras continúan errantes, produciendo pánico en quienes se topan
con ellas. Son aquellos kini-kini cuyos amos murieron sin advertir de su existencia a
familiares o cófrades para que les impidieran seguir deambulando sin que nadie
controlara sus acciones. Numerosos Tatas y Yayis fallecen dejando a estos seres con un
objetivo específico que ellos se empeñan en cumplir. Y así van pasando a poblar las
leyendas y tradiciones de pueblos y campiñas, amedrentando a quienes los encuentran
en cualquier noche oscura, en la soledad de un regreso tardío al hogar. No hay que
ofender a estos espíritus, pues nunca sabemos qué intenciones tienen cuando se cruzan
en nuestro camino.
CASTIGOS
Dicen los viejos mayomberos: “Ojo malo no me mira, boca mala no me habla, pie malo
no me brinca, mano mala no me toca, espina mala no me hinca.” Cuando se deciden a
consagrar un nuevo gajo en una casa de prestigio, se investiga y evalúa su
comportamiento individual y familiar para decidir su entrada a la casa y no verse
obligados después a lamentar haberlo iniciado y tener que castigarlo severamente.
Estos castigos van desde una reprimenda privada ante sus padrinos o pública ante los
demás cófrades, hasta los castigos corporales y espirituales. Ejemplos de esto hemos
visto en casas de prestigio, como la de Madioma Ca, por rebeldía y desorden moral
durante una ceremonia de respeto. En silencio, se acostó boca abajo al ngueyo en el
suelo ante la prenda donde nació y ante sus padrinos y, con la parte plana del machete,
se le propinaron 21 planazos en la espalda. Esto lo enseñó que con la casa en la que fue
rayado e iniciado, no se juega.
Aunque siempre es advertido con sabios consejos por el Taita o la Yayi, si la falta es
muy grave y el ngueyo no responde y sigue haciendo de las suyas, se le incapacita por
medio de distintas ceremonias de tener vista, o sea, de ejercer la adivinación por medio
de la mpaka mensu o el vititi mensu.
Como los iniciados “nacen” de la casa de sus padrinos, llevan en sus prendas elementos
de las prendas de aquéllos. Por lo tanto, pueden obrar invocando a su nfumbe para que
las controle. Por esto, observar el código de conducta que rige los vínculos
padrino/ahijado es tan importante. Un ngueyo desobediente o ambicioso puede dejar sin
fuerzas a las prendas de sus mayores y controlarlas a través de las firmas: los trazos
mágicos que se les enseña a los iniciados como Padre y Madre a la hora de la íntima
comunión con el espíritu de su prenda, que lo protegerá de por vida.
Terminemos, pues, con un refrán de nuestros sabios descendientes de congos y ngolas:
“Para andar seguro, salude al camino y no brinque lindero.”
Cuando muere un Tata o una Yayi Nganga, se reúnen sus padrinos y sus ahijados para
decirle el último adiós. El primer paso de esta compleja ceremonia —que involucra el
sacrificio de gallos y de un animal de cuatro patas, y cuyo objetivo es hacer que la
persona fallecida cobre conciencia, por así decirlo, de su nuevo estado— es trazar la
firma de la prenda del muerto y quemar fula para dar cuenta del ritual que se llevará a
cabo. Alrededor de la nganga, ya cubierta con un paño negro y algodón, se colocan 4
cepas de plátano y 4 velas y se sacrifica el gallo, tirándolo con fuerza contra el suelo. Su
sangre se vierte sobre el fundamento, que queda abierto durante 9 días.
En el recinto donde se vela al muerto, se toma la medida de la estatura de todos cuantos
ANEXOS
EL OBISPO MORELL DE SANTA CRUZ OFICIALIZA LOS CABILDOS
AFRICANOS, DONDE NACIÓ LA SANTERÍA, CONVIRTIÉNDOLOS EN
ERMITAS
Señor:
En esta ciudad hay un considerable número de negros libres y esclavos. Con la novedad
de mi arribo a ella, fue tan excesivo el tropel de sus negocios e impertinencias, para
cuyo despacho acudieron a mí, que no quedándome tiempo para los más principales de
mi obligación, -me vi precisado a valerme del Padre don Manuel José Rimcón pripósito
de la congregación del oratorio de San Felipe de Neri, de esta ciudad, para descargar
sobre él este cuidado.
Aún falta otra circunstancia y es, no aguardar que vengan en solicitud del pasto
espiritual y medicina de almas, porque con dificultad y repugnancia los ejecutan; sino
irlos a buscar, cargarlos y traerlos, como ovejas perdidas, al rebaño del Buen Pastor.
Pedro Agustín,
Obispo de Cuba
Por R.C. de 6-111 - 1759 expresó el Rey su gratitud al Obispo Morel por sus
providencias para el consuelo espiritual de los 21 cabildos de negros de La Habana
Fuente: AGI. Santo Domingo, 515 y 516 (a.a.)
Leví Marrero: Cuba. EcvnoiníavSociedad, t. VIII, Editorial Playor, 5. A., Santa Polonia,
7. Madrid-l4. pp. 159-160
INVOCACIONES Y REZOS
EL CREDO
Tendundu
Qiuenpunguele
Mani masango
Nsilan banza
mandie
Sese mandie
Bican bioco
Bigan diame
Ndilicuame
Nsambi ndiganga
PARA LA NAVAJA
Cabanga tengue yaya
Pian kilanga
tala moko
Nganga nkisa
Nkita mulanga
Ngungu nsanguila
Sogulo basula
Cuenda muini
Mbanzo
Nmusi naba
Nguenguere
CANTOS MAYOMBEROS
Gavilán, Ta suelto, Gavilán
Aa... A... Mangasila... Aa Aa... ngan mia
Cura maguey... veneo... Tumba Guainbe...
Vamos a la loma Dilanga...
Chechere muruguama... tu carga tu escopeta...
Malembe tu mboba... simbagoya...
Puente canima... brillumba se llevo... Puente canima...
Ntifula palo malongo... Ntifula palo kangoma...
Yebere Kangoma... Sunsundamba esta volando..., ¿por qué?
Amana... amana... Kindembe...
Congo no come fefere... Congo no come fefere... Palo
Yaya Baluande... Siete sayas Ndoki...
Yo soy lucero madruga...
Lucero prima... lumbra pa ver...
Cabanga... yerecun...
Buey... mi tarro... ya topa...
Guayacan... Palo más duro... yo lo corta... Guayacan
Todavía anda volando querequete... todavía anda volando querequete
Lumbe, lumbe, lumbe... la cueva nganga... si mi ndoki está serece palo kindiambo sese
asgue
Guanbila... guanbila... bis... ndoki... yo guanbila
Camino Sabanilla cogió candela... bis
María Guerra fue pal monte... bis
Nsala como nsala ngome... bis
Makuto... Makuto... yo siembra la siguaraya... makuto son bilongo
Si esa brillumba yo nanague... bis
Buenas noches candango... simbiricu
Buenas noches mi lemba... buenas noches mi lemba... ya mundo nuevo carire... bis
Tie tie guanga... tie tie guanga yo despierta mi nganga...
Camina Chola... camina linda.., bis
Guarda paso Maria Guallao... Guallao nos vamos para elntoque hoy aqui mañana para
allá...
Semillero congo nace un gajo nuevo.., bis
Kuenda ndokito... cuenda ndoki... Ndoki bueno... ndoki malo cuando yo vira la cara yo
vira pa ti na má
Sire sire mamachina... sire sire nganga sila...
Central Orozco saluda María Antonia
Campana La Luisa se rompió... yo manda mi nganga a componer... patico florio dime
adio...donde vive mi nganga vivo yo...
Yo estaba durumiendo... yo siete drundrun... la voz de Maribiana que estaba
llerengando... bis.
FIRMAS
— La flecha central con el símbolo de la ñoca o majá en la parte más baja es la guerra
implícita en esta prenda fortalecida para estos efectos.
— Las 4 flechas que la atraviesan representan los 4 elementos: aire, fuego, agua y tierra.
— Flecha central hacia el Norte es el punto vital de esta firma y representa la oscuridad.
Las flechas con las formaciones irregulares representan ríos, mares, tempestades, lomas:
la creación en su universo.
La flecha central, la firmeza en la tierra (Ntoto) y la firmeza en el firmamento Nsulu).
FIRMA PARA LA BEBIDA RITUAL LLAMADA KIMBANSA
Bebida ritual de la iniciación. En las güiras en que beben al estilo de la comunión de los
Ngueyos (iniciados) y hermanos, se trazan las 3 flechas en el fondo para que ningún
daño pueda llegar a los que la beben.
LUCERO
— El triángulo del que parte la flecha central significa el fuego que al encender la fula
(pólvora) hace vibrar al espíritu que vive en la prenda o Nganga.
— La flecha en posición vertical alcanza lo superior.
— Las flechas que se cruzan: una indica dualidad entre lo físico y lo mental y la otra
representa estos dos grandes poderes.
— El sol es el símbolo de lo infinito. Las flechas interiores representan la ampliación de
lo fisico y lo mental.
— Las 3 flechas superiores significan el movimiento fluido de lo físico y lo mental.
NKUYO - LUCERO MUNDO - SAN SEBASTIÁN
— El círculo representa la luna llena que influye en la fuente vital: el agua. Lo mismo el
mar que el río.
— La flecha vertical representa el mar en toda su universalidad y misterio profundo.
— La flecha horizontal representa los ríos caudalosos, riachuelos, pocetas, lagunas que
convergen en el mar. Son las venas de la Tierra.
— El majá o ñoca es la protectora de todas estas fuerzas místicas en su conjunto.
— Las cruces representan la espiritualidad de la Nganga.
KUNANQUISA (ODUDÚA) - TIEMBLA TIERRA - MAMÁ KENGUE
(OBBATALÁ)
— Flecha central indica en este caso el camino a seguir por el espíritu perturbado
cuando ha sido desencarnado.
— La flecha irregular representa un espíritu que en vida fue un signo astrológico de
agua, por lo tanto es río.
— Las cruces y los círculos son las vibraciones positivas y negativas en contraposición
y equilibrio.
— El signo de la izquierda es un creciente de la conciencia que fluye hacia arriba al
círculo del espíritu, repitiéndose para terminar finalmente con la línea recta inclinada
para alcanzar su objetivo, terminando en la flecha del deseo.
— Las dos flechas superiores indican la dualidad entre el mal físico y el mental.
TRONCO GUERRA PISA RAYO
— Flecha central representa en este caso su firmeza en la tierra a partir del espíritu de
un congo.
— Triángulo que significa el fuego, renacimiento espiritual, fuerza que se exterioriza
para la finalidad del trabajo.
— Calavera en representación del espíritu congo de la prenda o Nganga.
— Círculo interior con las 8 tierras que forman la Nganga o prenda: 4 esquinas, casa,
cementerio, río, hospital, policía, loma y bibijagüero.
— Círculo exterior: el cielo con Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón
y Mercurio.
— Los dos triángulos representan las lomas jimaguas en posición Este y Oeste.
— El triángulo invertido dirigido a la realidad y la materia.
— La firma de la izquierda, la palma reafirmándose en la tierra, símbolo de Siete Rayos
Nsasi.
— La casa eje de la situación del Ngueyo y el símbolo del dinero, problema constante
de esta firma.
— La ñoca o majá, fuerza protectora de la casa del Tata y del Ngueyo (iniciado).
— Las líneas horizontales el destino y el final donde se pondrá la fula (pólvora) para
iniciar o terminar el trabajo.
7 MUNDO SARABANDA
— Flecha central y la que atraviesa el círculo representan en esta prenda tan importante
y potente el fundamento material. Tienen los 8 elementos: tierra, aire, agua, fuego,
madera, metal, azufre y mercurio.
— El círculo representa la luna llena en plenitud de fuerzas sobrenaturales.
— Los semicírculos representan las fuerzas espirituales de la esclava por la que se le dio
el nombre a esta prenda.
MUNDO VITITI
— La cruz corresponde al palo con que además del espíritu del Nfumbe, se ha
fundamentado la Mpaka Mundo Vititi. Este palo se llama Tengue y Soiga en lengua
bantú.
— Las cruces son para quemar fula (pólvora) y obtener respuesta.
— Y los círculos son de dónde proviene: de la tierra Malongo (Congo-Angola).
NFUIRI
Van dirigidos a desbaratar los trabajos que son hechos para el mal del que se consulta.
— El círculo representa el espíritu del nfumbe que ha sido dedicado para el daño (se le
llama judío).
— La línea horizontal es el camino interrumpido por las encrucijadas del consultante.
— Las flechas cruzadas inferiores significan los grandes poderes físicos y mentales y
círculo de espíritu que se levanta poderoso en su fluir hacia la flecha de la derecha que
tiene el significado de dirigir estos poderes al desenvolvimiento positivo.
PARA ARREAR FULA (PÓLVORA)
LOS ANIMALES
Arriero o Harriero: (familia Saurothera merlini). Ave común, de caza fácil y buena.
Su color es moreno bermejo. Al anochecer, prorrumpe en un canto monótono y
continuado, que va creciendo y menguando gradualmente. Canta a ciertas horas de la
noche, principalmente cuando hay luna. Se le conoce también con el nombre de
guacaica. Es mensajero del mal; su canto anuncia los cuartos y las medias horas. Se
utilizan sus huevos para amarres. Es la ofrenda que más aprecia Osain. Hace hablar a
los kini-kini y chicherekúes.
Lechuza: (del latín Lecytus). Es la mensajera de la hechicería y está asociada con los
espíritus del mal. La muerte es parte de su imagen, pero también la sabiduría. Trabaja de
noche.
Loro: (familia Labridios). Tiene propiedades mágicas conferidas por Olofi; es símbolo
de importancia. Para hacer brujería se emplea en polvos y se le dan a tomar a la persona
a quien se quiere hechizar. El loro color carmín pertenece a la familia Holocentrus
braehypterus (Poey).
Loro Guacamayo: Tiene tres colores, almagrada la cabeza, el medio del cuerpo
amarillo y verdoso hacia la cola. El tamaño del ave es mediano. Tiene las mismas
propiedades mágicas del loro.
Loro de Guinea: (familia PsittacuS Erithacus). Especie de papagayo o loro que viene
de ese país de Africa. Tiene las mismas propiedades mágicas del loro.
Mayimbe (aura tiñosa): (familia Cathartes aures). Por su alto vuelo, por su vista y
olfato prodigiosos y por alimentarse de carroña, es considerada un ave sagrada.
Mensajera de la tierra y de Nsambi, de npungus y de nkisis. La palabra aura es voz
indígena de la Guayana.
Mayito: (familia Mayo chichinguaco). Al igual que el totí, con el cual comparte
cualidades, es muy buscado por los mayomberos.
Totí: (familia Quiscalus atroviolaceus). Pájaro tan negro como la noche sin estrellas. Es
ladrón de nacimiento y vuela en bandadas.
LAS PLANTAS
Albahaca: (Ocimun basilicwn, Lin.). En congo: Mecheiso. Sirve para despojos, atrae la
buena suerte y obra contra los malos ojos. Los hermanos de la Regla Kimbisa se
santiguan con ella cada viernes para librarse de las malas influencias.
Espanta Muerto o Anamú: (Petiveria alliacea, Lin.). Se utiliza para maleficios en los
meses de octubre, noviembre y diciembre. Sus efectos, durante el resto del año, son
benéficos. Se utiliza para arrancar los espíritus maléficos. No se conoce su nombre en
congo.
Jía Brava: (Casearea aculeata, Jacq.). Se dice que es una planta que pare la avispa
(Luguakame); es muy respetada por los viejos mayomberos, quienes sostienen que a
ella van los espíritus oscuros y del mal.
Jiquí: (Pera bumeflfolia, Gris). Llamado Ntuenke y Bótta en congo. Sirve para quitarse
cualquier brujería. El corazón de esta planta fortalece las ngangas.
Júcaro Bravo o de Uña: (Bucida buceras, Lin.). Totoine para los congos. Los viejos
mayomberos lo aprecian mucho en sus trabajos.
Laurel: (Ficus nitida, Thumb.). En congo: Cereke. Dicen los viejos paleros:
“Abajo del laurel, yo tengo mi confianza.” El espíritu del laurel protege todos los
trabajos del Padre o Yayi Nganga. El laurel es habitáculo de todos los espíritus, y a su
sombra éstos son invocados
Palo Cuaba: (Amyris balsam(fera, Lin.). En congo: Kisiabolo, Inkita, Nkunia Bonda
Nsua. Se le ofrece unas gotas de la sangre de quien vaya a recogerlo. Acostumbra a
esconderse de quienes lo buscan.
Palo Ramón: (Trophis racemosa, (1) Urb.). Uno de los principales palos en las Reglas
de este mismo nombre: agarra bien al espíritu del nfumbe, posesionándose de él. Con su
madera se hacen los kini-kini. En congo, se le llama Cuaribao, Nkitán kitán, Moluyaba
y Nkento.
Palo Tengue: (Poeppigia procera, Presl.). Para los congos: Nfita, Nkunia Chéché
Cabinda. Es el palo más fuerte que se usa en Mayombe, respetado y saludado por todos
los Padres y Yayis de las Reglas de Palo Monte.
Palo Yaya: (Ozandra lanceolata (S. W.) Benth.). Koromeni y Mbékese en lengua
conga. Yaya significa madre. Es un palo fundamental en las prendas. Cuando se va a
guerrear, se utilizan sus virtudes mágicas. Sirve en todas direcciones.