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Economist USAID
Economist USAID
Rajiv shah, exjefe de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional
(USAID por sus siglas en inglés), llevó a su equipo a tomar algo para celebrar el arduo
trabajo hecho inmediatamente después del terremoto de Haití en 2010. Shah pagó él
mismo la cuenta, pues la nanciación en USAID no llega tan lejos. Pero en un área
acordonada del bar vio a un contratista de USAID organizando una celebración similar.
Estaban disfrutando de la comida y las bebidas, con dinero del gobierno.
Son historias como esta las que han convencido a los contribuyentes estadounidenses
de que los fondos de ayuda para el desarrollo se despilfarran. En términos de ayuda,
Estados Unidos no es un país propiamente generoso, dado el tamaño de su economía.
El total de asistencia o cial para el desarrollo en 2022 fue un poco más del 0,2% del
ingreso nacional bruto. Pero incluso eso es su ciente para convertir al país en el mayor
donante del mundo, por delante de Alemania y Japón. USAID, el brazo del gobierno
responsable de repartir gran parte de esa nanciación, comprometió $32.500 millones
el año pasado, una cifra que ha aumentado notablemente con el tiempo (ver grá co).
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Como dice Joseph Nye de la
Universidad de Harvard, invertir en
países pobres es una forma de
ganarse a los gobiernos extranjeros y
“generar un sentido de gratitud” hacia
Estados Unidos. “Uno no debe pasar
por alto el hecho de que la ayuda
tiene una dimensión de poder duro
así como una dimensión de poder
blando”, dice el señor Nye.
En aquel bar de Washington, Shah puso el dedo en la raíz de la ine ciencia de USAID:
su forma estrati cada de operar. Como en la mayoría de las agencias de ayuda, su
personal diseña proyectos pero no los ejecuta por sí mismo. Sus fondos generalmente
se destinan a grandes organizaciones internacionales, incluidas agencias de la ONU,
grupos internacionales sin nes de lucro y contratistas del sector privado. Un puñado
de rmas en el área de Washington, como ABT Associates, Chemonics International y
Palladium, han sido apodadas “Beltway Bandits” (el ‘cinturón de los bandidos’) por su
habilidad para apoderarse de fondos del gobierno. Estos intermediarios luego
identi can organizaciones que están haciendo un buen trabajo en el terreno y entregan
dinero a través de capas de subcontratos, subvenciones y otros premios. El personal
de USAID se involucra en el seguimiento de ese trabajo.
Para una agencia que tiene al Congreso respirándole en la nuca, usar intermediarios es
una forma de reducir el riesgo. Los socios de USAID tienen que completar
evaluaciones ambientales, evaluaciones de género y una miríada de otros trámites a
cambio del dinero de los contribuyentes. Sus socios tienen legiones de abogados y
tenedores de libros que se aseguran de cumplir con las reglas. Estos intermediarios
asumen la culpa si los proyectos salen mal. Así, lo que terminan ofreciendo es
"cumplimiento (de reglas) como servicio", dice Prashant Yadav del Centro para el
Desarrollo Global, un ‘think tank’.
Pero esta es una forma costosa de hacer el bien en el mundo. Los datos de Share
Trust, una organización sin nes de lucro, sugieren que las agencias de ayuda podrían
ahorrar 32 centavos de cada dólar que gastan en ‘overhead’ y salarios si utilizaran
intermediarios locales.
En todo el mundo, las agencias de ayuda están tratando de entregar más dinero
directamente a los grupos locales, un esfuerzo conocido como "localización" y
"descolonización de la ayuda". En 2016, los donantes y las organizaciones de ayuda
llegaron a un "gran trato", comprometiéndose a proporcionar el 25 % de la nanciación
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humanitaria global a los socorristas locales para 2020. Sin embargo, ese objetivo no se
cumplió por un amplio margen.
Hay un largo camino por recorrer. Publish What You Fund, una campaña por la
transparencia de la ayuda internacional, analizó la nanciación de USAID entre 2019 y
2021 en diez países, incluidos Haití, Jordania y Kenia. La campaña calcula que entre el
6% y el 11% del gasto a nivel de país va directamente a los grupos locales,
dependiendo de cómo se de na "local".
Cambios en el poder
En un intento por aumentar esa cifra, USAID está cambiando la forma en que funciona
de tres maneras. En primer lugar, está en marcha un revolcón organizativo. Para que el
personal tenga tiempo de buscar nuevos socios, USAID ha pedido al Congreso que
aumente su dotación de personal en un 38% para 2025. En promedio, un funcionario
contratado de USAID repartió $77,6 millones al año durante los últimos cinco años,
más de cinco veces el promedio en el Departamento de Defensa. Con menos presión
para sacar dinero de la puerta, muchos podrían experimentar con nuevas
organizaciones que solo pueden manejar pequeñas sumas.
Sin embargo, la USAID no puede hacer mucho sin las reformas del Congreso. En
algunas misiones, hasta el 90% del gasto está determinado por “asignaciones”,
disposiciones legislativas que dirigen el gasto a un lugar en particular. Las normas
sobre adquisiciones pueden llegar a tener más de 2.000 páginas. Cuando se les
preguntó, en una encuesta en 2017, que eligieran las tres cosas principales que los
frenan en su trabajo diario, el 63% del personal de USAID señaló que se requieren
interminables aprobaciones y autorizaciones para hacer cualquier cosa.
Este artículo fue publicado en la sección Estados Unidos de la edición impresa de The Economist bajo el título “El
esfuerzo para transformar el negocio de la ayuda”.
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