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Predica; 20 Agosto 2023


ALIADO O ENEMIGO ES NUESTRO PASADO
Una de las claves para una vida cristiana madura radica en tener actitudes
correctas hacia nuestro pasado. Muchos creyentes no progresan adecuadamente
en su fe porque están en lucha con nuestras vidas pasadas. Aún sin darnos
cuenta, vivimos frenados e incluso paralizados porque no logramos olvidar «lo
que queda atrás» es la expresión del apóstol Pablo en: (Filipenses 3:12-14) “12
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Esto es así porque, junto con el
temperamento, la historia personal de cada uno influye en la vivencia espiritual y
en la oración en particular. Y que el Espíritu Santo nos convenza para poner en
práctica lo que nos dice nuestro Padre Celestial en: (Proverbios 4:24-27) “23
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.24 Aparta
de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios. 25 Tus ojos
miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. 26 Examina la
senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. 27 No te desvíes a la derecha ni
a la izquierda; Aparta tu pie del mal”.

Acompáñenme por favor para ver los siguientes tres casos de ejemplos en las
Sagradas Escrituras acerca del pasado.
1. Por ejemplo, cuando algunos de nosotros perdemos el tiempo sólo el estar
recordando lo que en un tiempo de nuestras vidas fuimos o alcanzamos, pero que
hoy ya no las tenemos: (1 Corintios 15:58) “Así que, hermanos míos amados, estad
firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano”.
Cómo creyentes deseamos nuestra renovación para santidad tanto como el gozo
de su salvación. Cuando el pecador siente que este cambio es necesario, y lee la
promesa de Dios en ese sentido, empieza a pedirlo.
2. Otro caso es cuando alguien en la congregación hirió tus sentimientos,
tenemos que decidir no guardar resentimiento y mucho menos rencor:
(Colosenses 3:13) “soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si
alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros”.
3. Otro caso es por medio de la vida de David sabía que había entristecido al
Espíritu Santo con su pecado y lo había provocado a alejarse. (Salmo 51:10) “Crea
en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. David ve,
ahora más que nunca, qué corazón inmundo tiene, y lo lamenta con pesar; Pero
entiende que no está en su poder enmendarlo y, por tanto, le ruega Dios la
creación de un corazón limpio en él. Quiero preguntarles, pero sin que me contesten
¿Qué tienen en común estos tres pasajes? Que todos ellos tienen muy presente
su pasado, pero no viven en él. Más bien, miran al frente, es decir, hacia el futuro
(lea Proverbios 4:25) “Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que
tienes delante”.

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Una pregunta muy importante para cada uno de nosotros es: ¿Por qué es
importante que mantengamos nuestra vista fija en el futuro? Porque, tal como
una persona no puede caminar en línea recta si siempre está mirando hacia
atrás, nosotros no podremos avanzar en nuestro servicio a Jehová Dios si
siempre estamos mirando al pasado (Lucas 9:59-62) “59 Y dijo a otro: Sígueme.
Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. 60 Jesús le dijo:
Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida
primero de los que están en mi casa. 62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su
mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. En esta
predicación enseñanza hablaremos de tres cosas que pueden hacernos vivir en el
pasado que son: la nostalgia, el resentimiento y el exceso de culpa. En cada caso,
veremos cómo los principios de las Sagradas Escrituras nos pueden ayudar a
soltar “las cosas que quedan atrás” y a estirarnos para alcanzar “las cosas están
por delante” (Filipenses 3:13) “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante”.

1) EN PRIMER LUGAR, LA NOSTALGIA: Se define como sentimiento de pena por la


lejanía, la ausencia, la privación y la pérdida de alguien o algo querido. Es un
sentimiento y necesidad de anhelo por un momento, situación y acontecimiento
del pasado. También los cristianos en distintos periodos de sus vidas pueden
llegar a ser invadidos por sentimientos nostálgicos. Sentir nostalgia no es
pecado, pero hay que tratarla. Por ejemplo, en el pueblo de Israel: (Números
11:5,6) “5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los
pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6 y ahora nuestra alma se
seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”. Los israelitas se acordaban de los
días de esclavitud, donde eran oprimidos por los egipcios no valorando su
libertad presente y el futuro promisorio que les esperaba. Así muchos cristianos
tienen recuerdos de su vida pasada, sin Jesucristo, dejándose embargar por una
rara nostalgia por esas prácticas y situaciones que lo conducían a la perdición.

Otro ejemplo lo tenemos en la vida de Job y su interminable nostalgia por el


pasado: (Job 29:1-8) “1 Volvió Job a reanudar su discurso, y dijo: 2 ¡Quién me
volviese como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba,
3 Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, a cuya luz yo caminaba en
la oscuridad; 4 Como fui en los días de mi juventud, cuando el favor de Dios velaba
sobre mi tienda; 5 Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente, y mis hijos alrededor
de mí; 6 Cuando lavaba yo mis pasos con leche, y la piedra me derramaba ríos de
aceite! 7 Cuando yo salía a la puerta a juicio, y en la plaza hacía preparar mi asiento,
8 Los jóvenes me veían, y se escondían; Y los ancianos se levantaban, y estaban
de pie”. Job procede a hacer un contraste entre su prosperidad anterior y su
miseria presente, y en la actualidad hay algunos hijos de Dios que tienen el
mismo sentir de Job, recuerdan las buenas cosas que Dios hizo en antaño y no
puede ver lo que actualmente nuestro Padre Celestial está haciendo en nuestras
vidas y ministerios. La Presencia de Dios con un hombre en su casa, aunque sea
pobre, la convierte en castillo y palacio.

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Otro ejemplo lo tenemos en la vida del apóstol Pedro cuando Jesús se manifestó
junto al mar de Tiberias: (Juan 21:3-6) “3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos
le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y
aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en
la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo
de comer? Le respondieron: No. 6 Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y
hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de
peces”. Pedro se acordó cuando era pescador, fue invadido por imágenes,
sentimientos y tal vez olfatos de ese tiempo que se dedicaba a la pesca. Pedro no
solamente quiso volver a su antiguo oficio de pescador, sino que arrastró a sus
compañeros. “Nosotros también vamos contigo”. Cuando la nostalgia se pone en
evidencia afecta a otros.

Necedad es llorar por la bondad de tiempos pasados, como si en los tiempos


pasados; esto surge del descontento y de la disposición a contender con el mismo
Dios. (Eclesiastés 7:10) “Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos
pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con
sabiduría”. Notemos que el versículo NO dice que esté mal preguntarse por qué los
tiempos pasados eran buenos, sino por qué eran mejores que los de ahora. A fin de
cuentas, los buenos recuerdos son un regalo de Jehová Dios. El problema está en
comparar nuestras circunstancias anteriores con las actuales y llegar a la
conclusión de que ahora todo es peor. La nostalgia puede hacer que nos
acordemos solo de lo bueno y que les restemos importancia a los problemas que
teníamos en aquellos momentos.

Por un momento pensemos en los israelitas de la antigüedad: Tan pronto como


salieron de Egipto se olvidaron de lo dura que había sido su vida y solo se
acordaron de los ricos alimentos que disfrutaban allí. Decían: (Números 11:5)
“Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos,
los melones, los puerros, las cebollas y los ajos”. Pero en realidad ¿era cierto que
lo que comían no les costaba nada? Por supuesto que No.

En realidad, pagaban un alto precio, pues en Egipto estaban sometidos a una


cruel esclavitud como lo describen las Sagradas Escrituras: (Éxodo 1:13-14) “13
Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, 14 y amargaron su vida
con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en
todo su servicio, al cual los obligaban con rigor”; (Éxodo 3:6-9) “6 Y dijo: Yo Soy
el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces
Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. 7 Dijo luego Jehová: Bien
he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa
de sus exactores; pues he conocido sus angustias, 8 y he descendido para
librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena
y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del
amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. 9 El clamor, pues, de los hijos de Israel
ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los
oprimen”. Pero en poco tiempo olvidaron sus problemas y empezaron a añorar el
pasado.

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Todos estos ejemplos de las Sagradas Escrituras son como nuestro ejemplo de
cómo debemos de ver y actuar con nuestro pasado, porque nada en las Sagradas
Escrituras se han escrito en vano, porque son Sabiduría de la ALTO y nuestro
deber, es aprender de ellas: (1 Corintios 10:11) “Y estas cosas les acontecieron
como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado
los fines de los siglos”. Las Sagradas Escrituras se escribieron para que nosotros las
usemos y nos beneficiemos, de ellas: (Romanos 15:4) “Porque las cosas que se
escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la
paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”. Que el Espíritu Santo,
nos conversa que el pasado sólo nos va estar deteniendo a las bendiciones que
nuestro Padre Celestial nos está enviando. Porque, veamos este otro ejemplo,
que cuando el pueblo hebreo en vez de concentrarse en todo lo que Jehová Dios
acababa de hacer por ellos, decidieron centrar toda su atención en los viejos
tiempos. Esto le disgustó muchísimo a Jehová Dios: (Números 11:10) “Y oyó
Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira
de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés”.

2) EN SEGUNDO LUGAR ES EL RESENTIMIENTO. Se define como sentimiento de


falta de perdón, porque el resentimiento es una pasión destructiva: (Proverbios
14:30 NBLH nueva biblia de los hispanos) “Un corazón apacible es vida para el cuerpo, pero las
pasiones son podredumbre de los huesos”. Cuando cualquiera de nosotros tenemos
este sentimiento de resentimiento, nos hace sentir que nuestros huesos están rotos por
dentro: (Proverbios 17:30 NBLH) “El corazón alegre es buena medicina, pero el
espíritu quebrantado seca los huesos”. El pecado de estar resentidos con alguien
o algo va a menguar nuestra salud: (Salmo 38:3 NBLH) “Nada hay sano en mi carne
a causa de Tu indignación; En mis huesos no hay salud a causa de mi pecado”.

Tengo un ejemplo en las Sagradas Escrituras, acerca del resentimiento, pues a


menudo nos cuesta perdonar cuando la persona que nos ofendió es un hermano,
un buen amigo o un familiar: (Levítico 19:18) “No tomarás mujer juntamente con
su hermana, para hacerla su rival, descubriendo su desnudez delante de ella en su
vida”. Puede que nosotros no nos hayamos visto en una situación como esta, pero
seguramente la mayoría de nosotros alguna vez hemos sentido que no podíamos
vencer el resentimiento. La pregunta aquí sería: ¿Qué nos puede ayudar a vencer
el resentimiento? Para empezar…, recordemos que Jehová Dios lo ve todo.
Nuestro Padre Celestial está al tanto de todos los problemas e injusticias que
sufrimos: (Hebreos 4:13) “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en Su
Presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Nuestro Padre Celestial sufre al vernos
sufrir: (Isaías 63:9) “En toda angustia de ellos ÉL fue angustiado, y el ángel de su
faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó
todos los días de la antigüedad”. Y promete que con el tiempo reparará cualquier
daño que las injusticias nos hayan causado (Apocalipsis 21:3-4) “3 Y oí una gran
voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y ÉL
morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su
Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá

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más llanto, ni clamor, ni dolor; Porque las primeras cosas pasaron”. También
debemos recordar que liberarnos del resentimiento nos va a beneficiar en
nuestra salud física.
3) EN TERCER LUGAR ES EL EXCESO DE CULPA: (Salmo 55:22) “Echa sobre Jehová
tu carga, y ÉL te sustentará; No dejará para siempre caído al justo”. Ya la culpa por si
sola nos trae un peso que no podemos llevarlo por mucho tiempo, porque
sabemos que causamos algún suceso por nuestras acciones negativas que
llegaron a perjudicar a la persona que después de muchos años la seguimos
teniendo a nuestro lado; Pero si a esta culpa le sumamos sentimientos de
reproche, esto queda y da por resultado en una enfermedad oculta, y se llama
“falta de perdón sincero”, es cuando se hacen excesivas las cargas, y ocurren
reproches en todo momento e interfieren con la vida cotidiana. Escrito Está en:
(Romanos 15:4) “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra
enseñanza se escribieron…”; Y en: (1 Corintios 10:11) “Y estas cosas les
acontecieron como ejemplo…, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a
quienes han alcanzado los fines de los siglos”.

Nuestro Padre Celestial le reveló a Juan para que llegue este mensaje hasta
nosotros en este tiempo tan difícil en el que estamos viviendo donde hay mucha
apariencia: (1 Juan 3:18-20) “18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino de hecho y en verdad. 19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y
aseguraremos nuestros corazones delante de ÉL; 20 Pues si nuestro corazón nos
reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y ÉL sabe todas las cosas”. Todos
podemos sentirnos culpables de vez en cuando. Puede ser por cosas que hicimos
antes de conocer la verdad o quizás por errores que cometimos después de
bautizarnos. Sea por lo que sea, es normal sentirse así (Romanos 3:23) “por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Claro, por mucho que
nos esforcemos por hacer lo correcto, “todos tropezamos muchas veces”
(Santiago 3:2) “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra,
este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”; Quizás seas tu una
de estas personas que trae un exceso de culpa: (Romanos 7:21-23) “21 Así que,
queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según
el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros,
que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que
está en mis miembros”. Los sentimientos de culpa no son agradables, pero pueden ser
útiles. ¿Por qué? Porque nos pueden ayudar a rectificar nuestro rumbo y a tomar la firme
decisión de no repetir nuestros errores (Hebreos 12:12-13) “12 Por lo cual, levantad
las manos caídas y las rodillas paralizadas; 13 y haced sendas derechas para
vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”. Por
último, quiero edificar sus vidas, vidas que traen exceso de culpa: (1 Timoteo
1:12-15) “12 Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me
tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, 13 habiendo yo sido antes blasfemo,
perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en
incredulidad. 14 Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor
que es en Cristo Jesús. 15 Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús
vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. Vean el
rescate como un regalo que Dios Bueno nos dio: (Gálatas 2:20) “Con Cristo estoy

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juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora
vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí”. En lo personal así he logrado evitar el exceso de culpa y
centrarme en darle a Jehová Dios lo mejor de aquí en adelante.
Predicador de la Doctrina de Cristo: Víctor R. Preciado Balderrama. Si usted no tiene la intención
de guardar esta hoja, tenga la amabilidad de entregarla a otra persona interesada. Para la
difusión gratuita entre cristianos, se permite fotocopiar esta hoja (por favor no cambiar el texto).

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