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Cómo se constituye un sujeto. La construcción de un cuerpo.

de José Angel Rodriguez


Ribas.

RESUMEN DE CÁTEDRA.

LIBRO: Psicoanálisis para Psicomotricistas (una orientación somática para la


educación clínica) de José Angel Rodriguez Ribas.

Cap 3: Cómo se constituye un sujeto. La construcción de un cuerpo.

El sujeto y el cuerpo no vienen dados de antemano, sino que se hacen, se construyen.


¿Cómo nos hacemos humanos? ¿Cómo alguien tiene y habita un cuerpo? Esto se lleva
a cabo justamente en el proceso de constitución de la subjetividad.

Esta constitución está formada por cuatro grandes etapas o fases, que de ninguna
manera son cronológicas, ni evolutivas en sentido orgánico. Simplemente es un
ordenamiento que se plantea con fines pedagógicos. Estas fases están guiadas por un
proceso lógico, estructural que se le presta atención desde el psicoanálisis, desde un
paradigma dinámico. Entonces… ¿qué es éste proceso? Es el curso de la constitución y
construcción del universo particular de cada quien a partir de la manera que cada
sujeto pudo habitar el lenguaje, el Otro, a lo largo del tiempo que le tocó vivir. Sin
dudas, ya venimos determinados por las palabras, fantasías y los deseos que nos
anteceden.

El proceso de devenir un sujeto corporizado consiste en el atravesamiento de lo que


llamaremos “Desfiladeros”, mejor dicho, “capas de cebolla” o etapas simbólicas y que
son:

1- El yo. “Proceso de alienación-separación”


2- El tu y el yo. “El estadio del Espejo”
3- El tu, el yo y el Otro. “El complejo de Edipo”
4- El tu, el yo, el otro y los otros. “La Adolescencia”

Son capas, nudos que no solo se tienen que acoplar entre sí, sino que nunca van a
estar resueltos del todo.

No se puede acceder a una etapa siguiente sin haber atravesado la anterior, es decir
que la vida de cada sujeto es la manera como cada uno pudo organizarse con y desde
dichos desfiladeros. Esto condicionará a la estructura que cada sujeto pueda alojarse y
a su vez los que van a condicionar los diferentes modos de malestares y síntomas que
se produzcan.

Esta es una construcción mítica, el origen de alguien es singular y particular. Es único.


Es por ello que no existen dos sujetos ni dos cuerpos iguales.

Material de circulación interna de la cátedra. Ps. del Desarrollo I. Ps. Prof. Julieta Tangusso
Cómo se constituye un sujeto. La construcción de un cuerpo. de José Angel Rodriguez
Ribas.

1- La Humanización: Alienación- Separación

La historia comienza con dos personas que se conocen, se enamoran, y con el tiempo
ella queda embarazada. Desde acá surge la pregunta: ¿Cuándo empezó a nacer ese
bebé? Aquí no vamos a hablar de biología. El bebé nace en el parto? En realidad un
niño nace cuando comienza a tener un lugar en la vida de alguien, en su historia. Hasta
se podría ir más allá y pensar que ese niño ya comenzó a ser fantaseado, deseado, en
el momento que esa niña o niño jugaban a verse como una mamá o un papá. Esto
significa que el lugar simbólico, estructural, de un sujeto se juega mucho antes de que
alguien venga al mundo, mucho antes incluso que sus progenitores se conozcan. Por
eso desde el psicoanálisis se llama “Madre” (el primer Gran Otro) no a quien engendró,
o cuido a ese bebé, sino a quien le “importa” ese sujeto, a quien se siente concernido,
comprometido con ese bebé, aquella que le haga un lugar en éste mundo. Somos hijos
del deseo que dos sujetos pueden sentir en relación a un tercero. Esto claramente se
llama AMOR. Somos hijos del Amor. Este niño no resulta indiferente a alguien, porque
éste niño “mi niño” no tiene el mismo valor para esa madre que cualquier otro niño.
Por la misma razón tampoco ningún hermano es igual a otro, ya que cada uno viene a
ocupar un lugar distinto en el inconsciente de sus padres.

Los seres humanos nacen con un equipaje genético, pero ese equipaje no nos interesa
tanto sino más bien cómo eso se vive simbólicamente, cómo esa persona es
atravesada por determinadas palabras y cómo se sujeta a la vida y al mundo
construyendo su edificio simbólico, es decir, su historia. Al niñ@, a ese sujeto por venir
ya le van preparando su cunita, la habitación, juguetes, a ese cachorro humano se le
depositan fantasías, deseos, palabras que van a marcar su historia.

El niño nace, y lo primero que hace es LLORAR, más allá que este acto tiene una
función biológica, la madre interpreta que ese llanto está dirigido hacia mi, en la
medida que me siento concernida por ese niño, en la medida que he hecho con ese
niño, en su voz, en su mirada, un objeto causante de mi deseo. Nada garantiza que
haya otro que recoja esa demanda y responda. Por eso dijimos, que Madre es, desde la
perspectiva del lenguaje, ese Gran Otro que acoge el grito del niño.

1. El niño GRITA
2. ME grita a mi, la MADRE.
3. Tercera condición, RESPONDER.

Qué se responde? De entrada no se sabe, pero lo cierto es que cuando un niño grita y
me siento interpelada por ese grito, me grita a mi, tengo que responder algo. La no
respuesta también es una respuesta. Pero en la medida que me siento concernida por
ese niño, respondo. Qué hace una madre? Supongamos que el niño tiene hambre,
entonces le proporciona su pecho. El niño se alimenta y se calma, aquí empieza a

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operar la lógica Freudiana del Placer/Displacer. Es decir, qué es lo que hace una
madre? INTERPRETAR. Esto consiste en elegir al menos una respuesta entre varias
posibilidades de sentido para así poder actuar en consecuencia, sabiendo incluso que
puede no ser la contestación que corresponde.

Lo más importante de todo esto, es que la madre ha convertido un grito en un


llamado: ha convertido una señal fisiológica en un significante, en una demanda de
alguien muy determinado. En el establecimiento de estos primeros vínculos, la madre
por medio de un puro juego de ensayo-error ha comenzado a introducir al niño en la
matriz de una estructura simbólica.

Así la madre va subjetivizando al niño incluyéndolo y prestándole un “colchón de


palabras” de murmullos, arrorrós, imágenes, mecimientos de sonidos como el primer
Otro.

A la capacidad de ajuste, de poder modificar la respuesta en caso de que no resulte


satisfactoria a la demanda, es decir, al poder modificar la interpretación que la madre
hizo del niño, D. Winnicott lo denominó “madre suficientemente buena”.

Vale comentar que estas demandas deben ser humanizadas, el pecho o llega
demasiado pronto, o demasiado tarde, o demasiado poco o demasiado mucho. Esto
quiere decir que no existe un acople perfecto, una respuesta instintiva y automática.

Qué significa esto? Primero que no existe el complemento perfecto, total, la unidad
absoluta que nos defina en un proyecto a alcanzar. Y segundo, que por haber advenido
sujetos simbólicos, alienados al universo del lenguaje nacemos con una herida
incurable, una falta originara, con una castración primordial, que nada ni nadie podrá
eliminar. La formulación freudo-lacaniana es que el objeto siempre estuvo perdido
porque nunca estuvo como tal. Por el hecho de emerger como sujetos de lenguaje,
toda comunicación se convierte en una relación de demandas, y como en toda
demanda se pide otra cosa de lo que se dice, nunca aconteció la fusión primordial que
se creyó.

Al ser seres faltantes y castrados, de lo que se trata mas bien es de encontrar un


sentido, una significación a eso que nos constituyó. Esto tiene un nombre, y se llama
DESEO. El deseo es la interpretación, la significación que le dio cada uno de nosotros a
su propia castración. ¿De que estamos castrados? Del mismo hecho de ser humanos,
de ser sujetos alienados a un universo simbólico.

Durante todo este tiempo se va estableciendo un juego de complicidades, acuerdos, y


también desencuentros. Aparecen las primeras vocalizaciones, además de toda una
evolución neuromuscular y neuromotriz.

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A todo ese proceso Lacan lo llamó de alienación-separación. En qué consiste la


alienación? La inmersión del niño en el colchón de los significantes. Es la primera
perdida de goce que sufre, a partir de haber sido marcado, alienado por el encuentro
con el lenguaje. Qué es la separación? Cuando el niño ya puede nombrarse a si mismo
reconociéndose en los significantes que marcarán su existencia. En la separación,
también hay una recuperación de goce por la vía del objeto parcial, de la pulsión unida
a la aparición de la falta y el deseo.

Hasta acá, no podemos decir que el niño tiene un cuerpo como tal, propio. El niño se
percibe como trozos de cuerpo, como un cuerpo fragmentado, disociado, en el cual
sus brazos, sus piernas, les resultan ajenas. No se puede forzar, en estos primeros
tiempos, una estimulación temprana de competencias sensoriales y cognitivas. Supone
un forzamiento temporal que impide que el propio niño sea el actor y ejecutor de sus
propios descubrimientos y de su curiosidad.

Estamos en un período de indiferenciación entre el yo y el otro, entre lo propio y lo


que lo rodea. Todo esto va a experimentar un gran giro.

2- El Estadio del Espejo: tener un cuerpo

Este nuevo atravesamiento, este segundo desfiladero que debe traspasar el sujeto en
su constitución puede ser explicado muy bien por el Estadio de Espejo que describe
Lacan. Es muy similar, a lo que Rene Spitz denomina la angustia del 8vo mes.

Esta unificación, esta unidad corporal aparece hacia los 8-9 meses, es el estadio del
espejo, la imagen especular de Lacan. Esta asunción del cuerpo se hará bruscamente
por referencia a la imagen preferencial de la madre.

¿Qué sucede en este tiempo, que, repetimos, no es un período cronológico, sino


simbólico, lógico?

En esta época, cifrada habitualmente desde los 9 a los 18 meses, algo cambia en la vida
del sujeto: ya el niño no le sonríe a todo el mundo y comienza a angustiarse ante todos
los desconocidos. Y por otra parte, el niño presenta reacciones de júbilo cuando se
encuentra en su propia imagen ante un espejo. Lo que se comprueba es que el niño
puede percibir la propia imagen unificada ante el espejo. La imagen percibida no puede
mantenerse sin la participación de otro, sin una red simbólica, otro que le confirme esa
identidad: “ese eres tú” enuncia la madre. El niño se gira a la madre y ésta entonces,
2do tiempo, le significa dándole un sentido, sancionando dicha imagen a partir de las
percepciones. Obviamente esto puede hacerlo a condición de mirar al niño, de hacer
del niño y su imagen un objeto que convoque su deseo. Y lo hace dirigiéndose a otro
separado de ella, distinto de ella. Falta aún, un 3er tiempo: el que el niño se vuelve al

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espejo y dice: “este soy yo”, es decir, se identifica a la imagen percibida y sancionada
por la madre.

Un niño solamente podrá “separarse” de la madre a condición de que ella misma esté
castrada, que sea faltante y por lo tanto, deseante. Si la madre es Uno con su hijo, el
niño a la vez lo será con su madre, no pudiendo diferenciarse de ella y quedando bajo
un vínculo petrificado que no dará lugar al deseo del niño. Es decir, es preciso que la
imagen del niño esté libidinizada, haciendo de esta algo donde se juegue su deseo, a
condición de que este objeto no tapone absolutamente la falta materna. ¿Cuál sería
este mecanismo? Ni más ni menos que la condición femenina de la madre, quiere
decir, que esta persona sea no-todo madre, que sea madre y mujer al mismo tiempo; y
esto puede darse si no-todo su deseo esta puesto en el hijo sino que también esta
dirigido a otro en el que encontrar su objeto causa de deseo. Es necesario un operador
que ponga un límite al primer Otro, la madre, dividiéndola: a ese agente el
psicoanálisis lo denomina Padre. El padre visto de ésta manera, tampoco es el padre
biológico, ni el que ejerce un rol como tal, ni el que tiene otro sexo para identificarse, o
el que es determinado por la ley, NO. PADRE es aquel que no solo desea al niño, sino
que hace de la Madre su objeto de deseo, logrando que no-todo en la mujer sea madre,
consiguiendo su división subjetiva.

Cuáles son las consecuencias estructurales que tiene para el niño atravesar el Estadio
del Espejo? Tiene efectos en los tres registros que plantea Lacan, en el registro de lo
Imaginario, en el Simbólico y en el Real.

Consecuencias en lo Imaginario: la primera consecuencia la hemos visto en el


reconocimiento e identificación de la propia imagen especular del cuerpo. Esa imagen
narcisística corresponde al YO. Si yo soy yo, entonces, quién eres tu?. Es a partir de
esta confirmación previa como puede surgir la “alteridad”: tu eres…no-yo. Allí aparece
el otro y la posibilidad de comunicación. También aparecen los primeros aprendizajes,
la exploración y el juego infantil. Será entonces a partir del año y medio el momento
en que el niño comienza a acceder al aprendizaje.

Consecuencias en lo Simbólico: una de las consecuencias es el establecimiento de las


barreras de la represión, como un efecto de la castración operada por el lenguaje
sobre el organismo, es lo que pone un límite a lo real pulsional. La represión
selecciona, articula y encadena las representaciones que serán soportables a la
conciencia: con ésta barrera aparece el olvido y por tanto la memoria. Como
consecuencia de esto aparece el inconsciente y con él, las formaciones del
inconsciente: el sueño, los lapsus, los fallidos, los síntomas, etc. Y junto al inconsciente
aparece el deseo.

Otra de las consecuencias del establecimiento del estadio del espejo en lo simbólico,
es que comienza a estructurarse la dialéctica presencia-ausencia, dialéctica que resulta

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primordial a la hora de estructurar los diversos juegos infantiles. El primer juego de


todos los juegos, el Gran Juego es el de “aparecer y desaparecer”. (Mas adelante
veremos que Piaget, desde otra perspectiva, teoriza sobre la permanencia del objeto).

Consecuencias en lo Real: Aquí vemos que no todo el cuerpo tiene el mismo valor,
como parecería ser en la unificación imaginaria de la imagen del cuerpo. Aparecen
ciertas zonas privilegiadas en la superficie del cuerpo. Estas zonas, que Freud
denomina zonas erógenas, tienen una característica muy especial, se sitúan
preferentemente en los orificios del cuerpo, pero no cualquier orificio, sino aquellos
que se contraen y dilatan que se denominan esfínteres. Estas zonas presentan una
serie de características propias, tienen un origen, un recorrido, su objeto y su finalidad.
(Volveremos sobre éste tema más adelante cuando trabajemos “Las Pulsiones y sus
Destinos” de Freud) A continuación veremos un breve recorrido sobre esto.

Cuáles son las funciones de estos esfínteres? La primera, es que atienden a


necesidades fisiológicas y la otra es que estos orificios vehiculan una satisfacción. Otra
característica es que se abren y se cierran pudiendo regular la satisfacción a voluntad,
atendiendo o no a la demanda que se dirige al niño. O sea, que el niño puede decir NO.
Decir no, es decir no a la demanda del Otro: yo no quiero para mi, lo que tu quieres que
yo quiera para mi. Por lo tanto, decir no a la demanda del otro, significa decir si a la
posibilidad que emerja algo del propio deseo.

Qué orificio va a ser el primero realmente importante en la vida de un niño? La Boca.


Freud lo denominó orificio oral. El orificio oral transporta los primeros nutrientes, pero
a su vez también va a provocar una satisfacción inédita, la del chupeteo, hasta el punto
que el bebé vive el pecho materno como una parte suya. La lógica simbólica que
instaura el orificio oral es el de comer, comerse, ser-comido, y que vamos a encontrar
en muchos temores de devoración.

Más adelante (año y medio a tres años) otra zona tomará relevo: el orificio anal que
tiene soporte también en una función fisiológica que es la defecación. La satisfacción
aquí está en soltar-contener, expulsar-retener. Es en éste periodo que comienza la
educación, y uno de los primeros aprendizajes es el control de esfínteres. Esto consiste
en que una persona no puede realizar sus necesidades excretoras en cualquier lugar,
para ello se habilitan lugares muy concretos de eyección. El control de esfínteres
remiten a la asunción de una ley, que no es solo meramente social sino simbólica. En
ésta época se va a empezar a interiorizar en NO.

Posteriormente Freud describirá la fase Fálica, entre los 3 y 6 años, en dicha fase se da
la constitución del Edipo, lo describiremos más tarde.

Con este somero recorrido sobre las pulsiones y sus destinos, insistimos en que lo
importante de esta organización, no es la satisfacción orgánica misma, sino en la
medida que el esfínter funciona como un mecanismo de apertura y cierre. Hacemos

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referencia a esto, porque ciertas acciones y actividades motrices, esos de “seguridad


profunda” promovidos en la práctica psicomotriz: equilibrio-desequilibrio, llenar-vaciar,
meter-sacar, aparecer-desaparecer, construir-destruir, siguen la misma lógica que los
orificios pulsionales. De hecho, lo más importante de estos juegos es la representación
simbólica que se instaura a la hora de construir los cimientos de la subjetividad. Lo que
se quiere decir con esto, es que en la sala de psicomotricidad se juega el mismo juego
que se jugó a la hora de establecer los primeros vínculos y las primeras relaciones: de
ahí que lo importante en el juego no sea nunca el juego mismo, sino sobre todo, lo que
se juega en el juego.

A partir de aquí el sujeto puede comenzar su singularidad, como sujeto autónomo y


diferenciado.

3- El Complejo de Edipo. La aparición del juego: mitos y ritos infantiles.

Hacia los 2 o 3 años los niños comienzan a jugar como tal, casi dominan las palabras,
interactúan con algunos amiguitos, no paran de moverse y presentan gran curiosidad.

Es una etapa en la que los niños preguntan todo, pero la verdadera pregunta, la
pregunta que más inquieta a los niños es sobre el origen, de donde vienen los niños. El
adulto que se sienta interpelado por esa pregunta es el que debe responder. Se le da
infinidad de respuestas, la mayoría esquivando la cuestión: te trajimos de Paris, de una
conjunción de células, etc. Lo que sucede con esto es que los niños no creen en esas
respetas porque lo que escuchan no tiene un valor significativo para ellos. Entonces,
porqué es tan importante esta fase y sus preguntas. Porque en el fondo, éstas
preguntas sobre el origen, no son ni más ni menos que: ¿Por qué me trajiste al
mundo?, o ¿Qué o quién soy yo para el Otro?, dicho de otra manera, ¿Por qué me
desearon?, ¿Qué es lo que quieren de mi?

Es decir, que lo que se esconde es una pregunta por el deseo del Otro y por el lugar
que alguien vino a ocupar en el Otro. Descifrar esa pregunta, remite directamente al
deseo propio: qué quiere el otro de mi va a ser el paso fundamental para saber quién
soy: saber sobre el origen es la condición de posibilidad para saber sobre el destino de
cada quien.

Los niños juegan fundamentalmente para encontrar sus propias contestaciones acerca
de los grandes enigmas de la vida, que son finalmente aquellas que le otorgarán un
lugar en el mundo. De ahí la fundamental importancia del juego libre, espontáneo, en
la sesión de psicomotricidad, ya que es allí donde el niño encuentra su “separación”
del primer Otro materno, construyendo el suyo propio, su Otro en el que alojarse y dar
sentido a sus orígenes, a su destino, y a su deseo.

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Entre los 3 y los 5 años aparece el Complejo de Edipo. En ésta época adviene una gran
decepción, justo cuando comienzan a construir su identidad. El niño o la niña
descubren que algunos tienen y otros no tienen (la cosita). Es una decepción porque de
entrada, en los mitos infantiles, todos tienen, aunque a algunos no les haya crecido
aún, hasta caer en la cuenta que efectivamente, algunos no tienen. A partir de aquí
Freud explica cómo empieza a exhibirse, manipularse, etc, apareciendo el temor a
perderlo. Más si esto viene acompañado por la amenaza de la madre de dejarle sin “la
cosita”: es lo que Freud vino a referir como “Amenaza de Castración”.
Simultáneamente, pudo comprobar cómo en los niños de esa edad aparecen tiernos
sentimientos para con los progenitores del sexo opuesto. Describe entonces, las
posiciones que se toman, que son diferentes según sea respecto a una posición
masculina o femenina. Simplificando mucho, la masculina se reduce a 3 movimientos
mientras que la femenina a 4 cambios de posición.

• En el niño, sucede así: 1er movimiento, el niño se acerca a la mamá; y la mamá


dice: “yo, tu mamá, soy la mujer de tu papá”. Aparece la “amenaza de
castración” como frustración al placer onanista. 2° movimiento: aparece la “ley
paterna” por medio de la interdicción, la prohibición del incesto: “esta, tu
madre, es mi mujer”. Y en el 3° movimiento: el niño sale del Edipo,
identificándose con su padre y postergando la realización de su deseo: “de
grande tendré una mujer, como mi mamá”.
• En la niña: 1er movimiento: la niña se acerca a su mamá, la mamá es su primer
objeto de amor tanto para el niño como para la niña. La niña le pide a la mamá
lo que le falta: lo que Freud denominó “la envidia del pene”. La mamá le dice
que ella no le puede dar lo que quiere porque ella tampoco lo tiene. En el 2do
movimiento la niña dedica a su papá sus tiernas manifestaciones afectuosas.
3er movimiento: “yo, tu papá, soy el marido de tu mamá, por tanto, tampoco te
lo voy a dar”. En el 4to movimiento: la niña retorna hacia su madre saliendo del
Edipo, justamente de manera que: “de grande, tendré un hombre como mi
papá que me haga madre como mi mamá”.

Vemos como el “complejo de castración” indica en el niño la salida del complejo de


Edipo otorgando, entre otras cuestiones, la posibilidad de tomar una posición
masculina. Mientras que en la niña el complejo de castración es el que abre el
acceso al complejo de Edipo, orientándola hacia una posición femenina.

¿Qué consecuencias tiene este atravesamiento? Ante todo la pulsión queda


reprimida y pospuesta para más adelante.

A partir de este periodo, ya queda instaurada la ley, la restricción y la transgresión.


Todo esto va acompañado de la emergencia del Super-yo y lo que ello conlleva, la
moral y la culpa por ejemplo. Como se vio también, otra consecuencia es la
identificación y la posición sexuada.

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4- La crisis de la Adolescencia

A partir del periodo anterior, Freud habla de un periodo de transición, de latencia,


entre los 6 y los 10 años. Emerge la pubertad. Se presentan cambios a nivel
orgánico. Pero también cambios a nivel subjetivo. Estos cambios son tan
acentuados al punto que podemos considerarlo un 4to desfiladero: el de la
adolescencia, el equivalente al nosotros.

Este periodo está caracterizado por la caída de los ideales parentales y por la
emergencia de la elección sexual.

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