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Pancho Sierra
Pancho Sierra
Pancho Sierra
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Pancho Sierra, el "Gaucho Santo" de Pergamino que curaba con agua fría
Era un rico hacendado del norte bonaerense. Pero un día dejó todo para curar
enfermos con oración y un vaso de agua de su aljibe. Su tumba en Salto atrae
muchos visitantes cada 4 de diciembre, aniversario de su muerte.
Esta anécdota es una de las más famosas curaciones del llamado "El Gaucho
Santo de Pergamino" o "El doctor del agua fría". Francisco Sierra curaba enfermos
rezando una particular versión del Padrenuestro y dándoles vasos de agua de su
aljibe. Pero él decía que no ejercía ningún tipo de medicina ni hacía milagros, sino
que era Dios el que curaba a los enfermos "del alma". Curandero, manosanta,
sanador, líder espiritual, gran maestro y hasta "teósofo natural": muchos fueron los
apelativos que recibió Francisco Sierra, uno de los bonaerenses más enigmáticos
del siglo XIX, que hoy en día mantiene un importante legado espiritual y atrae gran
cantidad de devotos a su tumba, en el cementerio de la localidad de Salto, que fue
declarada Patrimonio Histórico de la provincia de Buenos Aires en 2018.
Triángulo espiritual
El nombre de Pancho Sierra suele estar asociado a dos mujeres: la Madre María
(María Salomé) y la Hermana Irma (Irma de Maresco). Los creyentes afirman que
juntos forman el "Triángulo espiritual" de la Argentina, tres líderes de un particular
culto cristiano de gran raigambre popular.
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María conoció a Pancho Sierra, en 1891, meses antes del fallecimiento del
sanador. Francisco le dijo que ella, que buscaba un hijo, tendría miles, pero "no de
la carne, hijos espirituales", y le anunció que continuaría la obra que él había
comenzado. En ese momento el Gaucho Santo tenía 60 años y una larga
trayectoria en el mundo espiritual.
Historia de vida 4
Pasó el tiempo. Los padres de Francisco fallecieron cuando él era muy joven y El
Porvenir quedó a cargo de dos tías. Él, mientras tanto, comenzaba a adaptarse a
las tareas y usos de la actividad ganadera, el centro de sus negocios. Viajaba
mucho a Buenos Aires. Un día llegó y se encontró con una chica de 16 años,
descendiente de pueblos originarios, que sus tías habían tomado como criada, 6
algo bastante común por aquel entonces. Él tenía 22 años y se enamoró hasta el
caracú de la adolescente, llamada Nemesia.
Las tías no vieron con buenos ojos la relación. Lo enviaron con un pretexto a la
Capital y cuando volvió Nemesia se había ido -en realidad, la habían obligado a
irse- a Córdoba. Cuando pudo ir a buscarla, la joven había fallecido. Quizás del
asma que sufría, quizás de pena.
El dolor del amor perdido sacudió a Pancho hasta los huesos. Volvió a El Porvenir
y su vida cambió por completo. Se encerró en el altillo de la estancia durante siete
años, en los que solo salía por las noches para ir hasta el río cercano a meditar.
Sanador y visionario
Pancho Sierra no solo curaba: también daba todo lo que podía a los pobres que
iban a visitarlo para que opere sus milagros, y no aceptaba ninguna compensación
por sus obras. Lo extraño es que se rumoreaba, a principios del siglo XX, que tras
su muerte había dejado un fabuloso tesoro enterrado en cercanía de la estancia,
que jamás fue hallado.
Herencia
Mientras tanto, como cuenta Hugo Páez, periodista y guía de turismo de Arrecifes,
"Pancho Sierra es un santo popular que no tiene la masividad de una Difunta
Correa o un Gauchito Gil. Cada 4 de diciembre llegan grupos al cementerio de
Salto, pero la ciudad no colapsa y los hoteles no explotan. Suelen llegar varios
colectivos con contigentes que se dirigen a su tumba, muy cerca de la entrada del
cementerio, y realizan ceremonias en un aljibe que está enfrente, en una casa".