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Del mismo autor en La balsa de la Medusa: 4. Bseritos sobre Leonardo da Vinci 18. La idea fija 39. Teoria pottica y etérica 62. Estudios filosificos 64, Exoritos iterarios 98. Monsieur Teste D J WB. 397 5 oy et © Tq 2 Paul Valéry Piezas sobre arte |e bales cee Madlite. Visor ng que aparece sobre cl hombro adorable, ‘ | primera luz ea Ee Una rosa ps ‘esta marti silenciosa, incli- Que toma figura dulcemente en ae un manto vivo huye por detris —el tejido se sumerge en hacer més hermoso el gesto ideal. ; 1 eam peeks derabiosas manchascesias, ls manos piado- sas guardan Is andeja de plata en qu palidecen ls senos corte de ‘el verdugo ~iniitiles senos que se marchiean. °F mala la area de exe cuerpo que la wénica alaea 4 sate los finos cable negos a la deicada pon del pl blandament ala la ausencia de frutos en el pecho. : serertro hay alegeta dl suplicio en ese comienzo de la pureza: per~ der los mids peligrosos ornamentos de la encamacién los senos, Jos dulces senos hechos a imagen de la tierra. Soy presa de horror sagrado. Mi paso se vuelve reverente. _cambia y se coloca algo ms alta que en la El problema de los museos ~* No me gustan demasiado los museos. Hay muchos admira- én, conservacién jen poca relacién con Al primer paso que doy hacia las cosas bellas, una mano me arranca el bastén, un rétulo me prohibe fumar. Enfriado ya por el gesto auto: cién, penetro en alguna sala de sién fria. Un busto asoma desl atleta de bronce. Calma y , Sonrisas, pasmos, contrac- ciones y los mis forzados equilibrios componen una impresién insoportable. Estoy en un tumulto de Estoy seguro de que ni Egipto, ni China, ni Grecia, sabios y refinados como fueron, conocieron nunca este sistema de yuxta- uni les de placer incompatibles bajo nimeros de matricula y segtin principios abstractos. — Pero nuestra herencia es aplastante. El hombre maderno, exte- nuado por la enormidad de sus medios técnicos, esté igualmente wobrecido por el exceso de tiquezas. El mecanismo de dona ies y legados —la continuidad de produccién y adquisicién— junto con esa otra causa de crecimiento que tiene que ver con las variaciones de moda y gusto, con la vuelta del gusto a obras que se habia desdefiado, contribuyen sin descanso a la acumulacién de un capital excesivo y, por tanto, inutilizable. SEI musco ¢jerce una atraccién continua sobre todo lo que hacen los hombres. El hombre que crea y el que muere lo ali- ‘mentan por igual. Todo acaba en la pared o.en la vitrina... Sin poderlo evitar pienso en fa banca de ciertos juegos que gana en todos los lances. Pero la capacidad de servirse de esos recursos cada_vez. mis grandes estd lejos de crecer con-ellos. Nuestros tesoi ‘man y nos aturden, La necesidad de concentrailo: exagera su efecto pasmoso y triste. Por vasto que sea el palacio, por adecuado y bien ordenado que esté, siempre nos encontramos un poco perdidos y desolados en esas galerfas, solos contra tanto arte. fuceién de miles de horas que tantos maestros consumie- ron pintando y dibujando actifa en unos instantes sobre nuestros ‘eandos y aussie cs iy eran horas cargadas a su vex de aftos | / nisquedas, expericncias, atencidn y genio...! Inexorablemente | hemos de sucumbir Qué hacer? Nos volvemos superficiales. O bien eruditos. En materia de arte la erudicién es una.espe- cie de derrota: aclara justo aquello que no es lo més delicado, y 139 Vere vata douvevha — Evdicns frente Seuccx ahonda en lo inesencial. Sustituye la sensacién por sus hipstesis, y la presencia de la marzvlla por su prodigiosa memoria; y afiade al inmenso museo una bibliotecs mento, a veces de tina actividad casi dolorosa del espiritu. El magnifico ‘me sigue y s¢ combina con el movimiento de la - Mi malestar busca su causa. Percibe, o inventa —alguna isa relacién entre esa confusién que le obsesiona y el esta- do atormentado de las artes de nuestro tiempo, Estamos y nos movemos en el mismo vértigo de mezcolanza ‘que le infligimos como suplicio al arte del pasado. De golpe percibo una vaga claridad. Se insintia en mi una res- puesta, se destaca poco a poco de mis impresiones y exige pro- nunciarse. Pintura_y Esculrura,.me dice el Demonio de la 140 Los frescos de Pablo Veronés* Los artistas de hoy tienen sus propios méritos; pero hay que con- fesar que apenas afrontan obras grandes; que no estén a gusto ante problemas de composicién; que no les wentar. Si inventan, muy a menudo sucumben al detalle; si tan, son incapaces para los conjuntos. El fragmento les absorbe: deberia ser al contrario. Nuestro arte ya no parece crear més que por el método exbaus- tivo, Se refugia en experiencias cuya suma esté atin por hacer. Asi, de nada parece mds alejado, de nada quizds seamos menos capaces que de vastas empresas decorativas a la vez libres y sabias como las que se ven en las villas de Venecia, Tiabajos semejantes, que corresponden a {a pincura, exigen una reunién de condiciones es més que rara: en el artista suponen un conocimiento completo de su arte, convertido en él en segunda naturaleza; es indispensable un extremado virtuosismo. Por otra parte, para dar lugar y medios. de demostrar quién es a esta técnica hecha carne, hace falta que las circunstancias sociales admican y conserven una aristocracia a la que no le falten riquezas ni gusto, y que se sienta con valor para el fasto. En la época en que se daban esas condiciones nacié todo un arte de la sobreabundancia. Rubens fue sin duda su héroe mis pomposo; pero en la campifia que riega el Brenta, en los techos y muros de las célebres villas palladianas, Veronés y sus discipulos ya habfan desplegado sus extraordinarios talentos. Mientras que la ejecucién de un simple y nudo», un paisaje o una naturaleza muerta, pare’ * Prefacio al libro de G.-K. Loukomski, 1928, M1

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