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Revista Latinoamericana de Psicología

Fundación Universitaria Konrad Lorenz


revistalatinomaericana@fukl.edu
ISSN (Versión impresa): 0120-0534
COLOMBIA

1995
Soraya Alsina Pomales / José R. Rodríguez Gómez
EL SUICIDIO EN ANCIANOS PUERTORRIQUEÑOS
Revista Latinoamericana de Psicología, año/vol. 27, número 002
Fundación Universitaria Konrad Lorenz
Bogotá, Colombia
pp. 263-282

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx
REVISTA LATINOAMERICANA DE PSICOLOGIA
1995 VOLUMEN 27 N°2 263-282

ELSUICIDIO EN ANCIANOS
PUERTORRIQUEÑOS 1
SORAYA ALsINA-POMALES y Josa R. RODRíGUEZ-GóMEZ *
Centro Caribeño de Estudios Postgraduados
San Juan, Puerto Rico

ABSTRAer

During the last century the Puerto Rican population has experienced complex
demographic changes. One ofthe most important is the progressive increase ofthe elderly
population. It has been suggested that these changes in the size and proportion of the
elderly population are due to different factors such as the reduction in mortality and birth
rate and to the migration movement within persons of 35 years of age or younger. The
review of the literature suggests that natality is the most important factor to affect the
increase of the elderly popuiation (Sánchez- Viera, 1981). Taking into consideration such
an increase, we discuss in this work which are the psychologica1 and social factors that
may impinge upon the aged to cornmit suicide. Suicide has been defined as the voluntary
motivation in which the person decides to perforro an action in order to finalize hislher
life without external influence (Schneidman, 1985). To explore how this problem has
evolved in Puerto Rico during the last 10 years, we do one of the f1T8tretrospective
epidemiological studies in the area of suicide and aging. The research presents the total
amount of suicides, methods employed and a comparison ofthe suicide Tates between the
elderly Puerto Rican population (65+) and the rest ofthe popuIation. We have found by
retrospective analysis that suicide in the Puerto Rican elderly has an averange of 12 points
higher prevalence than in the general population of the island. Finally, we discuss sorne

1 Agradecemos a Juan Sánchez-Viera (Universidad de Puerto Rico y Centro Caribeño de


Estudios Postgraduados) por la revisión estadística de este estudio. También deseamos agradecer la
asistencia editorial de Maria C. Vélez y Ana Silvia Gareía, estudiantes graduadas del Centro
Caribeño de Estudios Postgraduados.

* Dirección:José R. Rodríguez-Gómez, Centro Caribeño de Estudios Postgraduados, Apartado


3711, Estación del Viejo San Juan, San Juan. Puerto Rico 00902.
264 ALSINA-POMALES y RODRIGUEZ-GOMEZ

of the suicide prevention and treatment teehniques reviewed in the literature. The public
policy implieations of this problem are discussed.

Key words: Epidemiology, Puerto Rican Elderly, Suicide.

La isla de Puerto Rico, una de las cinco Antillas mayores, se convirtió en


territorio de Estados Unidos luego de firmarse el Tratado de París el día 10 de
diciembre de 1898 (picó, 1988). este ponía término final a la guerra entre España
y Estados Unidos, pasando Puerto Rico a ser posesión de los Estados Unidos. En
1952 se establece el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, estatus político en
común asociación con los Estados Unidos. La población actual es de aproxima-
damente 3.5 millones de habitantes, lo que convierte la isla en sobrepoblada con
todo lo que ésto pueda implicar en términos de la prevalencia de problemas
sociales y de salud. Esta sobrepoblación es el resultado de un acelerado
crecimiento poblacional durante los primeros sesenta años del presente siglo,
resultando en altas tasas de natalidad y bajos niveles de mortalidad. A partir de
la década de los sesenta, la natalidad ha descendido a ni veles relati vamente bajos,
lo que ha aumentado el porcentaje de personas de edades avanzadas; lo anterior
hace que actualmente Puerto Rico sea considerado como una sociedad con una
estructura poblacional envejecida (Oficina del Gobernador para Asuntos de la
Vejez, 1992). Esta clasificación se da cuando la proporción de personas de 65
años o más es igual o mayor al 10 por ciento de la población total (Sánchez-
Salgado, 1992).

Basándonos en la descripción general de Puerto Rico y su población, en la


próxima sección presentaremos una discusión demográfica con énfasis en la
población de envejecientes puertorriqueños.

FENOMENOLOGIA DEMOGRAFICA

Puerto Rico, con una población total de 3,522,037 habitantes, tiene aproxi-
madamente 340,884 ciudadanos de 65 años o más, los cuales representaban el
9.7% de la población total en 1990 (Departamento de Salud, 1992). Manteniendo
el ritmo de crecimiento que se ha reflejado en los últimos años, se espera que para
el año 2020 Puerto Rico contará con cercarle 850,000 personas de 65 años o más
(Sánchez-Viera, 1981). Esto equivale a 20.8 por ciento de la población total
estimada para ese año, la cual constará de 4,077,523 (l.L. Jiménez, comunica-
ción personal, 4 de marzo de 1993).

El sector poblacional que comprende el grupo de edad avanzada no es


homogéneo (Carnivali, 1989). Esta población hasido c1asificadaen tres subgrupos
principales debido a la variabilidad que muestra. Estos grupos son: a) los viejos-
jóvenes, clasificados entre los 60-74 años de edad, b) los viejos-medios, entre los
75-84 años de edad y e) los viejos-viejos, de los 85 años en adelante (Sánchez-
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 265

Salgado, 1992). Los viejos-jóvenes representaban para 1990 aproximadamente


el 9.2% ó 324,249 personas de la población total, los viejos-medios el 3.1 % ó
108,830 personas y los viejos-viejos ell % ó 32,665 personas. Principalmente
han sido foco de interés investigativo los viejos-jóvenes y los viejos-viejos. En
términos generales, el primer grupo se caracteriza por ser saludable y utilizar sus
recursos y talentos de formaactiva; mientras que el segundo, en su mayoría, se
enfrenta a condiciones que limitan su actividad o vida diaria y requieren de ayuda
en múltiples áreas (Sánchez-Salgado, 1992). En Puerto Rico, en términos de los
viejos-medios, no conocemos al presente de la existencia de estudios que
investiguen sobre sus necesidades o características específicas.

En el último siglo, han ocurrido cambios demográficos en la población


puertorriqueña que destacan el aumento progresivo de la población de edad
avanzada. Se argumenta que estos cambios en el tamafio y la proporción de este
sector de la población han sido el producto del descenso en la mortalidad y en la
natalidad así como del movimiento migratorio. No obstante existen autores que
señalan que el descenso en la mortalidad no es realmente un factor determinante
en el envejecimiento de la población ya que ha sido compartido por todos los
grupos poblacionales por igual (Sánchez-Salgado, 1992; Sánchez- Viera, 1981).
Ejemplificando lo anterior, tenemos que la tasa de mortalidad para las personas
de 65-69afios de edad en 1902-1903 era de 64.4%, mientras que ya para 1980
se había reducido a 25.3% (Vásquez-Calzada y Dávila, 1988). Como nos
menciona Sánchez-Viera (1981), aun cuando la reducción en la tasa de morta-
lidad trae como consecuencia más personas de edad avanzada, provoca también
más nacimientos (pues se mejora la tasa de supervivencia), lo que implica que,
en términos netos, no es un factor determinante en el envejecimiento de la
población.

Por su parte, el efecto de la emigración no ha sido uniforme a través de la


estructura poblacional de Puerto Rico. Sánchez-Salgado, (1992) sefiala que el
efecto de la migración dependeráde la dirección del balance neto migratorio. Un
balance neto migratorio negativo tiene el efecto de envejecer la estructura de
edad de la población, ya que son más las personas jóvenes que salen del país que
las que entran. Este es precisamente el caso de Puerto Rico, donde en la última
década la emigración se dio mayormente entre la población menor de 35 años de
edad (Carnivali, 1989).

Aunque losfactores antes mencionados contribuyen al envejecimiento de la


población, la fertilidad es el factor principal que determina la estructura de edad
de una población. Vásquez-Calzada (1989) menciona que una fertilidad baja
produce una población en donde el 20% de ésta se encuentra bajo los 15 años de
edad y una proporción similar en los 6Safios o más. Muy relacionado con lo
anterior, Sánchez- Viera (1981) encuentra que el promedio crudo de nacimientos
266 ALSINA-POMALES y RODRIGUEZ-GOMFZ

declinó de 40.7% en la década de 1940-1950 a 29.0% en la década de 1960-1970,


lo que equivale a un 29.0% de reducción durante este periodo de tiempo. Es
importante señalar que esta reducción está asociada también a la migración. En
los grupos que migran, por ser estos relativamente jóvenes, la posibilidad de
matrimonio y el más alto potencial de fecundidad son factores probables de que
ocurran, aportando así a la tasa de natalidad del país recipiente. Por consiguiente,
si la población no migratoria puertorriqueña se compone de personas fuera de los
limites de fertilidad, sin lugar a dudas, disminuirá la tasa de natalidad, aportando
así al envejecimiento de la población.

EL SUICIDIO EN ANCIANOS

Habiendo discutido el perfil demográfico de la población de envejecientes


y teniendo presente la importancia que va adquiriendo el sector poblacional
compuesto por personas de 65 años o más en términos de su crecimiento,
tendremos como uno de los objetivos principales de este trabajo, dirigimos a
presentar y discutir algunos de los principales factores que llevan al envejeciente
a cometer suicidio y cómo se relacionan éstos con el ambiente puertorriqueño.
Procederemos a señalar cuáles son las necesidades y los factores psicosociales
que llevan a la población de envejecientes a cometer suicidio. Además, presen-
taremos un estudio retrospectivo (10 años) de la prevalencia de suicidios en la
población de ancianos puertorriqueños, describiendo a su vez los métodos
utilizados, y una comparación entre la tasa de suicidios en la población de 65 años
o más y el resto de la población puertorriqueña.

Factores de riesgo.

Entre los factores que señala la literatura que pueden contribuir al aumento
en suicido entre los envejecientes se incluyen la depresión, el retiro, la pérdida
o separación debido a muertes de personas cercanas, la institucionalización, y los
problemas económicos (Kirsling, 1986; Rodríguez, Martínez y Femández,
1992).

Una de las causas a las que más peso se le ha dado es a la depresión clínica,
El Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) (1991) estima que en un afio
dado, aproximadamente 15% de los adultos entre los 18-74 años sufren de
síntomas depresivos. En un estudio llevado a cabo porCohen (1990), los varones
blancos entre los 65-74 años de edad tenían 25 % más de probabilidad de cometer
suicidio que el grupo de 18-24 años de edad. En este grupo, la depresión era el
factor de riesgo predominante. Es interesante señalar que según la investigación
de Klerman (1983), menos de un cuarto (1/4) de todos los pacientes envejecientes
con depresión reciben tratamiento psicológico para su condición, acrecentado
así la posibilidad de que se cometa suicidio. Más aún, muchos psiquiatras
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 267

geriátricos opinan que cerca de 10% de la población envejeciente sufre de


depresión (Charatan, 1985). De hecho, Kirsling (1986) encuentra que este dato
puede estar subestimado, pues en su estudio encuentra que el 30% de las personas
de 65 años o más en su muestra sufren de depresión clínica, Obviamente este
porcentaje es alto al compararse con los estimados de prevalencia de depresión
para la población general según lo argumentado por el Instituto Nacional de
Salud Mental y presentado en este trabajo previamente. Debemos señalar que la
depresión no típica de sintomatología depresiva es un factor que debemos
considerar en detalle al momento de evaluar al envejeciente. Según Charatan
(1985), rara vez los envejecientes depresivos informan sentimientos o síntomas
depresivos. Sin embargo, estos informan mayormente quejas y síntomas físicos,
lo que hace muy difícil poder identificar directamente envejecientes con un alto
riesgo de cometer suicidio. En Puerto Rico, en términos de género, Canino, Bird,
Shrout, Rubio-Stipec, Bravo, Martínez, Sesman y Guevara (1987) encontraron
que la prevalencia de desórdenes afectivos (esto incluye depresión, la cual está
íntimamente relacionada con el suicidio) era significativamente mayor en
mujeres que en hombres, versus la prevalencia de alcoholismo, que es mayor en
los hombres, lo que guarda similaridad con lo encontrado en Estados Unidos.

A tenor con lo anterior, se sugiere que existen indicadores, como el alto


consumo de alcohol y el desempleo, en Puerto Rico, que pueden estar asociados
con la alta prevalencia de desórdenes afectivos y de ansiedad, (Canino et.al.,
1987). Estos problemas pueden estar relacionados a su vez a la posibilidad de
cometer suicidio. Existen investigadores que sugieren que se deben hacer más
estudios para verificar si realmente existe esta relación (Rodríguez, 1993). De
hecho, nos atrevemos a sugerir que posiblemente exista otra serie de factores no
estudiados que afecten esta situación. Es interesante señalar que debido a
nuestros cánones socioculturales, es al hombre a quien se le permite una serie de
libertades que pueden llevar al alto consumo de alcohol. Más aún, es al hombre
aquien se le asigna la manutención del hogar, siendo el responsable fundamental
de sostenerlo económicamente (Rodríguez, 1993). No es pues raro que en Puerto
Rico sean más hombres los que se suicidan que las mujeres. Una posible
explicación sería en términos de la sobrecarga de responsabilidades que se le
asigna al hombre; otra explicación es que el uso de alcohol propensa el que salga
a flote la sintomatología depresiva que lo puede llevar a cometer suicidio. Sin
embargo, tenemos que hacer énfasis en que no sería raro que en un futuro no
lejano, y debido a los conflictos de roles que pueden surgir por estar la mujer
participando en el mercado laboral sin realizar ciertos ajustes adaptativos, se
desarrollen en ellas problemas de salud mental en esta población, que predispon-
gan al suicidio.

Debemos señalar que aún cuando la prevalencia de suicidios es mayor en


hombres, se argumenta que son las mujeres las que intentan suicidarse con mayor
268 ALSINA-POMALES y RODRIGUEZ-GOMEZ

frecuencia pero no lo logran (Rodríguez, 1993). Una de las limitaciones


existentes para confirmar lo anterior, es que al presente los informes oficiales del
gobierno de Puerto Rico sólo señalan en sus estadísticas, basadas en certificados
de defunción y encuestas, el total de suicidios realizados. Por consiguiente, se
subestima la prevalencia verdadera de suicidio, pues no se registra la acción del
suicidio cuanto éste no es exitoso.

Otro de los factores de riesgo que puede influir para que se lleve a cabo
suicidio en envejecientes es el retiro. Existen investigaciones, como la de
Holmes y Bahe (citados en Harris, 1991), que señalan que la dinámica del retiro
actúa como un factor estresante. Kirsling (1986), nos menciona que los progra-
mas de retiro se dan a los 65 años de edad en la mayoríade los empleados públicos
y privados incluyendo Puerto Rico. Estos programas se dejan llevar por la edad
y no por la capacidad física e intelectual que pueda poseer el envejeciente al
momento de señalárseles que deben retirarse. Muchos de estos empleados, pues,
son retirados involuntariamente. El retiro trae consigo cambios en los roles
familiares, en el ingreso, en la independencia personal, y en la autonomía,
factores que se perciben negativamente y que pueden crear gran ansiedad en el
envejeciente y llevarlo al suicidio (Mclntosh, 1988; Miller, 1978). Por su parte,
Lyons (1984) señala que el efecto del retiro es más fuerte para aquellas personas
que no tienen pasatiempos u oportunidades alternas de satisfacción personal. De
hecho, en Puerto Rico la probabilidad de que una persona encuentre oportunida-
des alternas de satisfacción personal o pasatiempos después de retirada no es
muy fácil, ya que son pocos los programas y recursos existentes para que los
ancianos se involucren en este tipo de actividades. La literatura es consistente en
señalar que las personas que asocian el retiro con una visión negativa, son los que
pueden llegar al suicidio (Ekerdt, 1987).

Otro de los factores que pueden influir marcadamente en que se suicide unea)
envejeciente es la pérdida del esposo(a) o de su compañero(a). Esto puede causar
una pena, dolor o estado de estrés al sobreviviente que puede conducirlo al
suicidio (Wass y Myers, 1984).

En su estudio, Holmes y Bahe (citados en Harris, 1991) determinaron cuáles


son los eventos de vida que mayor estrés causan a las personas. Estos desarro-
llaron una escala de rangos en la que mencionan 43 eventos de vida que causan
estrés. Se le asignaron valores de acuerdo al impacto que tiene cada evento
específico en la vida de una persona. Los ítems van desde la muerte del esposo(a)
con un valor de 100, a una violación de tráfico con un valor de 11.

Es interesante señalar que el ítem de mayor valor está estrechamente


relacionado con el envejeciente, el cual tiene mayor probabilidad de sufrir la
pérdida del esposo(a) por su edad. Según la escala, algunos de los eventos más
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 269

estresante s ocurren en la vejez. Más aún, muchos de los eventos mencionados en


la escala como lo es la viudez, tienen alta probabilidad de ocurrir en la vejez. Por
ejemplo, eventos tales como, la muerte de un familiar cercano, el retiro y cambio
en el estado financiero están altamente asociados a la vejez.

Entre las reacciones somáticas experimentadas debido a los factores men-


cionados se encuentran el cansancio, la falta de fuerza, la pérdida del apetito y
los trastornos del sueño. Como podemos observar, éstos síntomas son algunos
de los más comunes expresados por los envejecientes deprimidos. Wass y Myers
(1984) mencionan que después de la pérdida del esposo(a) o compañero( a) llega
un momento de recuperación. Este momento es más difícil para la población de
envejecientes, ya que éstos están más aislados de la sociedad, no teniendo así una
dinámica de interacción social que podría ayudarlos a recuperarse con mayor
facilidad. Kirsling (1986) señala que los viudos están más propensos al suicidio
que las viudas, ya que están menos capacitados para acoplarse a las tareas del
hogar. En la sociedad puertorriqueña esto puede ser más dramático pues se
perpetúa una visión machista (aun cuando esto ha empezado a cambiar) en donde
el hombre tradicionalmente no participa o se niega a participar en acti vidades que
socialmente son adscritas a la mujer. La posibilidad de que el hombre sea incapaz
de sobrellevar estas responsabilidades puede traer como consecuencia un
aumento en los niveles de estrés que pueden predisponerlo a cometer suicidio.

Sin lugar a dudas la pérdida de un compañero(a) puede complicarse con


factores tales como la falta de relaciones socio-estructurales a consecuencia del
desempleo, las limitaciones físicas para poder movilizarse y el aumento en
mortalidad de los compañeros( as) de la misma edad. Este último factor no le deja
a los envejecientes la posibilidad de compartir con otras personas que posean los
mismos valores, experiencias, e intereses, marginando a dicha población.

Otro de los factores asociados al suicidio en envejecientes es el de las


institucionalización. Cohen (1990) señala que en estudios recientes se ha
identificado que entre el 70% a 80% de los pacientes en estos centros de cuidado
se le han identificado desórdenes psiquiátricos. Contextualizando lo anterior a
Puerto Rico, en la investigación llevada a cabo por Colón (1985) sobre la
integración familiar y la satisfacción de vida del envejeciente puertorriqueño,
nos señala que la proliferación de estos hogares es algo relati vamente nuevo para
los envejecientes puertorriqueños. Se argumenta que puede tener un efecto
negativo, pudiendo afectarlos ya que son exluidos del ambiente familiar.

El valor del "familismo" que posee la sociedad puertorriqueña está suma-


mente arraigado. Por "familismo" se entiende un fuerte sentimiento de lealtad,
reciprocidad y solidaridad hacia los miembros de la familia (Marín, Sabogal,
Otero-Sabogal, Marín y Pérez-Stable, 1987). El familismo ayuda a que se vea a
270 ALSINA-POMALES y RODRIGUEZ-GOMEZ

la mujer en Puerto Rico como un ente de cohesión cuya finalidad es, entre otras,
tratar de mantener a la familia unida (Rodríguez, 1993). Este rol se ve afectado
ya que el sistema económico actual hace que muchas veces la mujer tenga que
salir a trabajar para aportar económicamente al hogar. Al no tener a nadie que
cuide al envejeciente, tiene que recurrir a un sistema "familiar alterno", en este
caso los centros de cuidado y hogares de envejecientes.

Por otro lado, la diferencia en los roles sexuales puede tener algunas
implicaciones. Lyons (1984) señala que los varones llevan toda su vida circuns-
crita al trabajo, por lo que luego del retiro sus metas se reducen haciéndolos más
propensos al suicidio. En Puerto Rico la situación del hombre es similar a la
descrita por Lyons.

Como mencionamos anteriormente, culturalmente se espera que el hombre


sea el que aporte sostén económico al hogar siendo este uno de sus roles
principales. En cambio, la mujer ha tenido que seguir manteniendo su rol de ama
de casa como el principal, aun cuando se haya unido a la fuerza laboral igual que
el hombre (Rodríguez, 1993). Para la mujer, el tener que trabajar se ve como algo
temporal y no como parte esencial del rol femenino (Villamil-Porastieri y
Duany, 1991). Más aún, su aporte económico en caso de que esté empleada en
la fuerza laboral se ve como suplementario al aporte salarial del hombre
(Rodríguez, 1993). Es precisamente esta dualidad de roles lo que le permite una
transición más fácil al dejar la fuerza laboral, haciendo que dicha situación no sea
necesariamente tan estresante por estar culturalmente aceptada.

Hemos pues presentado, un sinnúmero de factores que pueden influir en la


prevalencia de suicidio en el envejeciente puertorriqueño. En la próxima sección
presentaremos la metodología utilizada en este estudio epidemiológico-retros-
pectivo.

METODOLOGIA

Se realizó un estudio retrospectivo de 10 años (1980-1990) utilizando los


datos proporcionados por los Informes de la Oficina de Estadísticas Vitales del
Departamento de Salud de Puerto Rico (1992). Se identificó y sumó el número
de suicidios de las personas de 65 años o más y el total se clasificó por sexo para
cada uno de los 10 años. Además, se clasificó el total de suicidios de
envejecientes entre los cuatro métodos de suicidio comunmente utilizados.
Estos métodos son: Ahorcamiento (Método 1); Armas de fuego (Método 2);
Sólidos y líquidos (envenenamientos-Método 3); y otros métodos no definidos
que pueden incluir, cortarse las venas y saltos letales de lugares elevados, entre
otros (Método 4). Se clasificó en los cuatro métodos señalados los suicidios
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 271

informados en los hombres de 65 años o más para así determinar el método más
utilizado. El mismo procedimiento se efectuó con las mujeres.

Para obtener el número de suicidios por cada 100,000 habitantes, dividimos


el número de suicidios acontecidos en envejecientes (65 años o más de edad) para
cada año, entre la población de ancianos para cada uno de estos años. Este
resultado fue multiplicado por 100,000.

Además, se dividió el número total de suicidios acontecidos por año entre


la población total de Puerto Rico para cada uno de estos años, este resultado se
multiplicó por 100,000 obteniendo así la tasa de suicidios por cada 100,000
habitantes para ese año. Para poder hacer una comparación entre el número de
suicidios de las personas de 65 años o más versus el resto de la población total,
se restó la tasa obtenida en el sector poblacional de 65 años o más de la tasa
obtenida para la población de 0-64 años de edad (véase Tabla 1, columna de
diferencias).

Para establecer una comparación poblacional de la prevalencia total de


suicidios en envejecientes, se obtuvo la tasa de suicidios en la población de 65
años o más y se comparó con la tasa de suicidios en la población total de 0-64 años
de edad para cada uno de los 10 años.

El total de suicidios en envejecientes se clasificó en los tres grupos


principales establecidos por Sánchez-Salgado (1992) para proveer una visión
más específica de su distribución para cada año estudiado.

RESULTADOS

Según podemos apreciar en la Tabla l,la población de 65 años o más refleja


en todos los años revisados una tasa mayor de suicidios que el resto de la
población. Si observamos la columna de las diferencias podemos notar que, por
ejemplo, para 1990 el sector poblacional de 65 años o más tenía una tasa 14
puntos más alta de suicidios que el resto de la población de 0-64 años de edad.
Tomamos como ejemplo el año 1990 por ser el más reciente de los años
estudiados, pero esta tendencia se puede observar a través de los 10 años (1980-
1990). Las diferencias en la población deenvejecientes son positivas en todos los
años, lo que implica que tenemos una prevalencia relativa de suicidios mayor que
el resto de la población estudiada.
272 ALSlNA-POMALES y RODRIGUEZ-GOMEZ

TABLA 1

Comparación entre número de suicidios en la población de 65 + años vs.


población de 0-64 años de edad

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1980 3196520 292 9.13 252569 42 16.62 2943951 250 8.49 8.13
1981 3237209 302 9.32 263609 66 25.03 2973600 236 7.93 17.10
1982 3269761 300 9.17 272440 51 18.71 2997321 249 8.30 10.41
1983 3302313 328 9.93 281270 61 21.68 3021043 267 8.83 12.85
1984 3334865 300 8.99 290102 59 19.99 3044763 241 7.94 12.05
1985 3367416 269 7.98 298933 65 22.07 3068483 204 6.61 15.46
1986 3399968 310 9.11 307766 74 24.04 3092202 236 7.29 16.75
1987 3432519 272 7.92 316597 60 18.95 3115922 212 6.80 12.15
1988 3465072 314 9.06 325430 68 20.89 3139642 246 7.83 13.06
1989 3497623 327 9.34 334260 61 18.24 3163363 266 8.40 9.84
1990 3522037 371 10.5 340884 79 23.17 3181153 292 9.17 14.00

Podemos apreciar que en la década estudiada (1980-1990) han ocurrido en


Puerto Rico un total de 3,385 suicidios. Ejemplificando con el año 1986,
ocurrieron 310 suicidios en Puerto Rico. De éstos 74 o un 24% ocurrieron en la
población de 65 años o más. Estos datos guardan similaridad con los encontrados
en Estados Unidos en donde el 25% de los suicidios ocurrieron en la población
de 65 años o más para ese mismo año (Kirsling, 1986).

En la Tabla 2, mostramos para cada año revisado la prevalencia de suicidios


entre los diferentes grupos principales establecidos por Sánchez-Salgado (1992).

El número de suicidios en las personas de 65 años o más en Puerto Rico ha


tenido una tendencia a aumentar a través de la última década estudiada (1989-
1990) con múltiples fluctuaciones. contrario a los Estados Unidos, en donde
según Kirsling (1986) el por ciento de suicidios en envejecientes ha disminuido.

Tomando como ejemplo el año 1990, último año de esta investigación, de


los 79 suicidios registrados en la población de envejecientes, 74 fueron en
hombres y cinco (5) en mujeres. Esta elevada tendencia de suicidios en hombres
se observa también en Estados Unidos, en donde el 80% de los suicidios
registrados en personas de 65 años o más, de 1980-1986, ocurrió en hombres
(Meehan, Saltzman y Sattin, 1991).
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 273

Como se puede observar, la proporción de envejecientes hombres que se


suicidan ha aumentado en términos generales a través de la última década. No
sucede lo mismo en las mujeres, en donde la tendencia ha sido a disminuir o
permanecer relativamente estable. Esta misma tendencia se puede observar en
Estados Unidos donde el por ciento de suicidios en mujeres ha disminuido
(Kirsling, 1986).

TABLA 2

Prevalencia de suicidio entre los diferentes grupos de envejecientes


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,...01

1980 264,959 45 16.98 69,626 14 20.11 22,919 5 21.81


1981 272,371 53 19.45 74,526 24 32.20 24,137 6 24.85
1982 278,299 52 18.68 78,445 14 17.84 25,112 3 11.95
1983 284,228 56 19.70 82,364 18 21.85 26,086 5 19.17
1984 290,157 53 18.26 86,284 23 26.65 27,061 6 22.17
1985 296,085 49 16.54 90,203 24 26.60 28,036 8 28.53
1986 302,015 54 17.87 94,123 32 33.99 29,011 7 24.12
1987 307.944 57 18.5 98,043 22 22.43 29,985 5 16.67
1988 313,874 54 17.20 101,963 25 24.51 30,960 6 19.38
1989 319,802 50 15.63 105,882 23 21.72 31,934 1 37.58
1990 324,249 68 20.97 108,830 25 22.97 32,665 7 21.43

*Clasificación dc acuerdo a Sánchez-Salgado (1992)

Luego de haber presentado el número de suicidios por sexo, procederemos


a presentar la distribución de suicidios a través de los métodos comúnmente
utilizados. Según el Informe de la Oficina de Estadísticas Vitales del Departa-
mento de Salud (1992), en Puerto Rico, el método más comúnmente utilizado por
los hombres para cometer suicidio es el ahorcamiento. Este método predomina
tanto para la población en general como parala población de 65 años o más. A
este método le siguen las armas de fuego, los sólidos y líquidos (i.e., pastillas,
veneno), y por último los métodos no identificados (i.e., saltar de lugares altos
o cortarse las venas). Esta preferencia por el ahorcamiento se ha mantenido a
través de la década estudiada como nos muestra la Tabla 3. Estos hallazgos
contrastan con los encontrados en Estados Unidos en donde el método preferido
274 ALSINA-POMALES y RODRIGllEZ-GOMEZ

son las armas de fuego, inclusive para las mujeres (Center for Disease Control,
1985). Una posible razón para esta preferencia puede deberse a la facilidad de
acceso a un arma de fuego en Estados Unidos, contrario a Puerto Rico en donde
el acceso se hace más difícil, lo que lleva a que el ahorcamiento sea una
alternativa de fácil utilización.

En el caso de las mujeres de 65 años o más en Puerto Rico, el método


preferido para cometer suicidio no está claramente definido. La Tabla 3 también
nos muestra la variabilidad en el método utilizado por las mujeres a través de la
década estudiada (1980-1990). Esto contrasta con la tendencia en Estados
Unidos; donde la preferencia inicial fue la utilización de armas de fuego para
cometer suicidio (Center for Disease Control, 1985; Meehan, Saltzman y Sattin,
1991).

TABLA 3

Número de suicidios totales por método utilizado en los grupos de edad y


sexo de Puerto Rico sobre los sesenta años de edad

Años Totál población

60-74 años 75-84 años 85+ años

dO 00 dO
1980 Método 1 22 2 7 O 3 O
Método 2 9 4 3 O O O
Método 3 4 2 2 O 1 O
Método 4 1 1 O 2 1 O
1981 Método 1 33 3 16 1 5 O
Método 2 11 O 5 1 1 O
Método 3 1 O O O O O
Método 4 5 O O 1 O O
1982 Método 1 25 6 10 O 2 O
Método 2 13 1 2 O 1 O
Método 3 3 1 1 O O O
Método 4 2 1 1 O O O
1983 Método 1 27 2 10 1 2 1
Método 2 16 1 5 O 1 O
Método 3 4 1 1 O 1 O
Método 4 4 1 1 O O O
1984 Método 1 30 1 10 O 4 O
Método 2 12 2 7 O 2 O
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 275

Años Total población

60-74 años 75-84 años 85+ años

(JQ (JQ (JQ


Método 3 3 O 3 1 O O
Método 4 3 2 2 O O O
1985 Método 1 27 4 12 O O O
Método 2 17 1 6 O 3 O
Método 3 2 O 2 1 1 O
Método 4 1 1 1 1 O 2
1986 Método 1 30 4 20 1 5 O
Método 2 12 1 6 1 2 O
Método 3 5 1 O 2 O O
Método 4 1 O 2 O O O
1987 Método 1 27 2 11 O 2 O
Método 2 15 2 6 O 3 O
Método 3 7 1 O 3 O O
Método 4 2 1 1 1 O O
1988 Método 1 26 O 9 O 4 O
Método 2 20 1 11 O 2 O
Método 3 2 O 4 O O O
Método 4 4 1 1 O O O
1989 Método 1 27 3 12 1 9 O
Método 2 10 O 7 1 1 O
Método 3 4 3 1 1 O O
Método 4 2 1 O O 1 O
1990 Método 1 38 4 13 O 3 O
Método 2 12 1 8 O 4 O
Método 3 7 2 3 O O O
Método 4 4 O 1 O O O

Nota: (J = hombres; Q= mujeres.

DISCUSION

Según se desprende de este estudio, los envejecientes tienen una tasa de


suicidios relativamente más alta que la población general de Puerto Rico. Más
aún, hemos encontrado que los viejos (los tres subgrupos) tienen una prevalencia
de suicidio mayor al compararse con la población de 0-64 años de edad en
general. Este hallazgo nos concientiza sobre la importancia de comenzar a darle
276 ALSINA-POMALES y RODRIGUEZ-GOMEZ

mayor atención a los envejecientes y desarrollar más estudios sobre el particular.


Debemos considerar no sólo la necesidad económica de los envejecientes sino
también una pluralidad de problemas específicos y especiales que esta población
puede presentar. No nos debemos olvidar de los aspectos psicológicos y sociales,
de las relaciones del envejeciente con su familia y comunidad, y de los grupos
de apoyo que pueden ser fundamentales en el bienestar tanto individual como
colectivo de esta población. Debemos pues, tratar de identificar cuáles son
algunas de las causas o factores de riesgo específicos para que el envejeciente
puertorriqueño cometa suicidio. En esta línea de pensamiento presentamos las
próximas secciones.

Intervención Preventiva

Sabemos que posterior al acto de suicidio es imposible toda intervención;


por consiguiente, nuestra primera línea de asistencia debe ser de carácter
preventivo. McGinnis (1987), nos señala que un solo programa de intervención
para la prevención no es suficiente, sino que la integración de varias categorías
y/o programas es lo que lleva a la efectividad. La primera de estas categorías/
programas incluye investigaciones en donde los investigadores puedan enfocar-
se en los factores sociales, económicos, fisiológicos y psicológicos que subyacen
al suicidio para así poder identificar envejecientes con potencial suicida.
Argumentamos que en Puerto Rico se requiere estimular gradualmente la labor
investigativa gerontológica pues tratando de identificar los factores relevantes
asociados al suicidio se pueden utilizar técnicas de prevención más efectivas. En
segundo lugar, se debe dar más énfasis a la educación tanto a profesionales como
a la población en general. Al presente, en Puerto Rico sólo existe un programa
posgraduado formal gerontológico acreditado, aun cuando el aspecto
gerontológico está siendo incluido en múltiples currículos de programas educa-
tivos. Se requiere pues, no sólo mayor concientización, vía programas educati-
vos formales que fomenten el reclutamiento de profesionales e interesados en
estos temas, sino también, el que se inauguren otros programas educativos en la
isla. En tercer lugar, se deben tener recursos que puedan facilitar programas de
educación y prevención contra el suicidio en la comunidad. Estos servicios
deben estar accesibles tanto a las víctimas potenciales como a sus familiares o
personas más cercanas a éstos. Por último, se deben desarrollar otros programas
que trabajen con aspectos legales que protejan al envejeciente y sus derechos. En
Puerto Rico existe la Ley 121 del 12 de julio de 1986 para establecer la política
pública y la Carta de Derechos de la Persona de Edad Avanzada. Estos
documentos van dirigidos a proteger al envejeciente y a velar por sus derechos
legales. Más específicamente, la ley tiene como propósito primordial reafirmar
la importancia que tiene el anciano en la sociedad puertorriqueña así como
recabar de las agencias públicas y privadas de la isla que realicen el máximo de
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 277

esfuerzo para que éstas personas disfruten a plenitud de los derechos y prerro-
gativas que bien merecidos tienen.

Como hemos presentado a través de los estudios revisados, el problema de


suicidio en la población de envejecientes es muy complejo ya que envuelve un
sinnúmero de factores que se relacionan entre sí. En Puerto Rico, Rodríguez,
Martínez y Femández (1992) se han dado a la tarea de desarrollar una investi-
gación dirigida a validar instrumentos que puedan ser utilizados en el estudio de
dicho problema, además de tratar de identificar la prevalencia de depresión en
los envejecientes. Lo anterior es uno de los esfuerzos iniciales para entender la
problemática del suicidio en Puerto Rico. Este será el primer estudio
epidemiológico sobre este tema particular en Puerto Rico, que de seguro
esclarecerá algunas de las incógnitas que existen en este momento. Debemos
estar conscientes de que nuestra población envejece rápidamente y que los
envejecientes se van a convertir en uno de los sectores poblacionales más
importantes. Los hogares de cuidado aun cuando tratan de ayudar a las familias
que no pueden hacerse cargo del envejeciente, no llenan todas las necesidades
de los ancianos, en especial las psicológicas y emocionales por razones tales
como el poco personal existente para la cantidad de ancianos y la falta de recursos
económicos. Por otro lado, el ajustarse a un sistema familiar donde el anciano es
relegado a un segundo plano luego de haber sido figura de autoridad, además de
confrontar conflictos de tres generaciones distintas en donde los valores y
costumbres cambian, hace difícil la vida del envejeciente (Sánchez-Salgado,
1992).

Como habíamos señalado, no es el retiro lo que puede llevar al suicidio, sino


la visión negativa que se tiene de éste (Ekerdt, 1987). Se debe pues, dar atención
a los programas pre-retiro ya que éstos preparan al individuo para que planifique
mejor su tiempo y actividades una vez deje la fuerza laboral. Debemos, pues,
comenzar a cambiar la perspectiva de "retiro" a una de "jubilación", queriendo
decir con esto el que reformulemos una visión inadecuada de que el anciano está
siendo marginado al retirarse, por una positiva de que el anciano jubilado es útil.
Estos programas deben llevarse a cabo con por lo menos cinco años de
anticipación a que se dé el retiro, o mejor aún, prepararlos para el retiro desde que
se comienza a trabajar. Se ha encontrado que muchos de los problemas con los
que se enfrenta el individuo al retirarse se deben a la privación económica, lo que
no pemúte que pueda ocupar su tiempo en actividades de su interés (Villamil-
Forastieri y Duany, 1991). El prepararse con anticipación en términos económi-
cos, disminuirá en gran medida los problemas futuros con los que se enfrentarían.
Finalmente, el lograr ver la "jubilación" como una posibilidad real, hace que la
transición sea aceptada más fácilmente.
278 ALSINA-POMALES Y RODRIGUEZ-GOMEZ

Estrategias de Prevención y Tratamiento

Entre algunas de las técnicas o estrategias que se han sugerido para prevenir
el suicidio en envejecientes, se encuentra el llevar a cabo acercamientos o
dinámicas de grupo para todo tipo de envejeciente, especialmente para los
envejecientes depresivos. Por lo tanto, esto requiere una identificaci6n preven-
tiva de la poblaci6n de envejecientes con sintomatología depresiva. Las dinámi-
cas verbales suelen ser útiles (Lyons, 1984). Estas deben fomentar que el
envejeciente haga una revisi6n de su vida como un método de terapia encami-
nado a identificar toda situaci6n que haya traído satisfacci6n en cuanto a logros
y metas. Este tipo de modalidad es útil para hospitales psiquiátricos y centros de
cuidado, ya que permite que el envejeciente se pueda comunicar y expresar de
una forma más adecuada, evitando el aislamiento (Lyons, 1984). Podemos
también implementar programas terapéuticos más activos que tomen en consi-
deraci6n elementos como lo son el baile y la música (Charatan, 1985). Por otro
lado, se sugiere la Terapia Electroconvulsiva (ECT) como una alternativa para
el paciente suicida o para pacientes con una depresi6n psic6tica severa con
síntomas vegetativos como lo son: pérdida de peso, deshidrataci6n, agitaci6n e
insomnio severo. Al administrarle este tipo de tratamiento al envejeciente se
hace la recomendaci6n de administrarlo al hemisferio no dominante, dos veces
por semana, ya que así le causa menos confusi6n y amnesia (Charatan, 1985).

Para el retiro, Lyons (1984) ha propuesto algunas recomendaciones. Este


menciona que utilizar consejería pre-retiro ayudaría a "los retirados" a preparar-
se para una vida sin trabajo y buscarían nuevos intereses y pasatiempos en donde
tengan la oportunidad de utilizar las destrezas adquiridas mientras trabajaban.
Esto a su vez fortalece la autoestima de los mismos y por consiguiente asiste en
la prevenci6n de depresi6n y suicidio. El requisito de la edad debe eliminarse,
tomándose en cuenta la capacidad que todavía posea el trabajador para realizar
su labor. Sin lugar a dudas utilizar la edad como requisito de retiro puede
considerarse como una forma de discriminaci6n.

Lyons (1984) también recomienda un programa de instrucci6n y asistencia


para los viudos en los que puedan desarrollar destrezas básicas como el cuidado
de la casa. Estos a su vez, podrían reciprocar destrezas que posean con las viudas,
convirtiéndose así en una red de apoyo. El papel principal de estos grupos de
apoyo debe ser el de no permitir que el envejeciente quede inactivo y/o aislado
luego de la muerte del esposo(a).

El estudio de Wass y Myers (1984) nos señala que las personas que van a
trabajar directamente con los envejecientes deben recibir adiestramiento tanto
formal como informal, así como apoyo de grupo para que se encuentren
verdaderamente capacitados para trabajartemáticas de interés para el envejeciente,
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 279

entre las que se pueden incluir el tema de la muerte. Este tipo de charlas y terapias
preventivas tienen como meta principal evitar que el envejeciente que se
encuentra en los centros de cuidado o en los hospitales psiquiátricos sea aislado
y tratado de forma rutinaria. De esta forma se les da la oportunidad de mantener
una reciprocidad y una comunicación saludable, lo cual redunda en un envejeciente
mejor adaptado.

Por otro lado, se recomienda que los fisiatras estén conscientes de esta
problemática ya que el 75% de los envejecientes suicidas visitan a sus fisiatrias
antes de sus muertes (Kirsling, 1986: Lyons, 1984; Wass y Myers, 1984). La
población en general debe educarse en relación a los problemas gerontológicos
y al envejeciente en general para evitar la discriminación y los estereotipos. De
esta forma podemos ayudar a cambiar las actitudes hacia los envejecientes
(Mclntosh, 1988).

Política Pública

Entre los propósitos principales de la política pública en términos


gerontológicos se deben encontrar el de fomentar la integración del anciano con
su familia y su comunidad y evitar la segregación y el aislamiento. Además,
debemos proveer el adiestramiento de personal para que se involucre en el
desarrollo de actividades recreativas y educacionales. Se debe también proveer
asistencia económica al envejeciente para que logre mayor independencia.

La política pública en Puerto Rico se manifiesta mediante la ayuda de


asistencias sociales, cuidado para indigentes, programas de desempleo y desa-
rrollo y aplicación de leyes, entre otros. Esta política ha dejado a un lado la
familia, en no pocas ocasiones, y la relación del anciano con ésta. Actualmente
los incentivos para que la familia cuide de sus miembros ancianos con apoyo del
Estado son prácticamente inexistentes (Sánchez-Salgado, 1992). Sin lugar a
dudas, esto afecta negativamente la salud del anciano. Debemos dirigimos a
realizar investigaciones en esta área y explorar la posibilidad de crear no sólo
programas encaminados a facilitar el cuidado de los ancianos por parte de la
familia, sino a que ellos mismos mantengan su independencia en diversas áreas.

La política pública debe ir dirigida a considerar que el factor edad no sea


discriminatorio contra el trabajador de edad avanzada. En esta línea de pensa-
miento es que se aprobó en 1967 en los Estados Unidos el "Age Discrimination
and Employment Act" (ADEA) para proteger los trabajadores entre las edades
de 40-65 años de edad. Esta ley también se aplica para Puerto Rico. En 1978 la
ley fue enmendada para prohibir prácticas discriminatorias en la selección,
compensación, promoción y despido de trabajadores entre 65 y 70 años de edad
280 ALSINA-POMALES y RODRIGUEZ-GOMEZ

en el gobierno federal y la mayor parte del sector privado (Villamil-Forastieri y


Duany,1991).

En Puerto Rico se han creado algunos programas para ayudar al envejeciente


en algunas de las áreas de mayor necesidad. Entre estos programas se encuentra
el de Asistencia a Envejecientes Víctimas del Crimen (PROVIEN), el programa
del Ombudsman que se establece para personas interesadas en proteger los
derechos de los envejecientes, incluyendo aquellos que residen en establecí-
mientas de larga duración, el Servicio de Nutrición para Envejecientes, y el
Programa Amigos Mayores Acompañantes (PAMA) que permite a personas
mayores de 60 años proveer ayuda en el hogar a través de servicios voluntarios
a personas que padezcan de la enfermedad de Alzheimer (Oficina del Goberna-
dor para Asuntos de la Vejez, 1992). No obstante la existencia de los anteriores
servicios, se requiere crear otros para satisfacer las nuevas necesidades que están
surgiendo en esta población tan frágil.

No cabe duda de que debemos adquirir más conocimientos sobre el proceso


de envejecimiento y sus múltiples problemáticas. Debemos llevar a cabo
investigaciones que nos ayuden a determinar aspectos que podríamos mejorar en
los núcleos familiares y centros de cuidado, para lograr que el envejeciente sea
atendido física y emocionalmente previniendo así el suicidio. Todavía nos falta
un gran camino por recorrer.

RESUMEN

En el último siglo han ocurrido cambios demográficos en la población


puertorriqueña en los cuales se destaca el aumento progresivo de la población de
edad avanzada. Se argumenta que estos cambios en el tamaño y la proporción de
la población han sido el producto de múltiples factores entre los que se incluyen
el descenso en la mortalidad y en la natalidad así como del movimiento
migratorio entre personas menores de 35 años de edad. La literatura sugiere que
la natalidad es el factor que más influye en términos del aumento de la población
de 65 años en adelante (Sánchez- Viera, 1981). Teniendo presente este aumento
en la población deenvejecientes, se discuten en el presente trabajo cuáles son los
factores psicológicos y sociales que pueden llevar al envejeciente a cometer
suicidio. El suicidio ha sido definido como la motivación voluntaria en donde la
persona toma acción sobre finalizar su vida por un deseo personal, no por
creencias religiosas o factores externos (Schneidman, 1985). Para explorar cómo
se ha desarrollado en los años 1980 a 1990 este problema en Puerto Rico, hemos
realizado uno de los primeros estudios epidemiológicos retrospectivos en esta
área donde presentamos el total de suicidios, los métodos utilizados y una
comparación entre las tasas de suicidio de la población de 65 años o más y el resto
de la población. Una vez realizada la anterior comparación, encontramos que la
EL SUICIDIO EN ANCIANOS 281

población de envejecientes tiene una diferencia en la tasa promedio de suicidios


12 puntos mayor que la población general. Finalmente, se señalan algunas de las
técnicas de prevención ytratamiento expuestas en la literatura revisada, exhor-
tando a una concientización mayor de la población general sobre esta problemá-
tica. Se enfatizan factores de prevención para evitar el suicidio en la población
de envejecientes puertorriqueños, y se mencionan algunos factores importantes
a ser considerados en términos de política pública gubernamental para la
prevención del suicidio.

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