Wednesday - Kendall Ryan

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Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7
Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Epílogo

Sobre la autora
Sexo hard-core.

No es lo que realmente quiero, pero es todo lo que él tiene para ofrecer.


Está lleno de agitación, dolores de cabeza y pesares, pero durante dos horas
todos los miércoles todo lo que él siente es a mí. Lo mucho que lo deseo, lo
desesperada que me pone, lo mucho que me gustaría que las cosas fueran
diferentes entre nosotros. Reales.

Solía ser mi mejor amigo antes de casarse. ¿Y ahora? Ahora, es un joven


viudo. Estaría mal en muchos niveles esperar algo más de él, así que le doy lo
que necesita. Oscuro, delicioso sexo.

Pero sé que no puedo seguir así. Ya le he dado mi cuerpo y mi alma.


Quiero que él tenga mi corazón. Puede alejarlo para siempre, pero ese es un
riesgo que estoy dispuesta a tomar.
1
Chloe
La primera vez que follamos, estaba avergonzada de admitirlo, fue
después del funeral de su esposa. Los padres de ella hicieron una comida en su
casa, cincuenta personas entre amigos y parientes. La devastación estuvo escrita
sobre los rostros de aquellos que habían sido cercanos a ella, mientras que los
parientes lejanos actuaban inciertos y distantes, nerviosamente mirando al suelo
y haciendo pequeñas charlas. No hace falta decir que era una ocasión sobria y el
estado de ánimo lo reflejaba.

Me sentía pesada, como si estuviera moviéndome debajo del agua. Una


vida tan joven perdida, todo se sentía inútil. En su mayoría, sin embargo, mi
dolor por él era lo que sentía insuperable. Shaw. Érase una vez, había sido mi
todo.

Estaba de pie en la esquina hablando con una de las tías abuelas de ella,
sosteniendo un vaso vacío que mi hermano había mantenido lleno de whisky
toda la tarde. Quería ayudar, hacer algo, cualquier cosa, quitar esa mirada
oscura y tormentosa de sus ojos, así que le pregunté si quería tomar un poco de
aire.

Él tomó mi mano ofrecida sin decir una palabra, pero en lugar de llevarme
afuera como esperaba, tal vez al porche delantero para respirar el aire fresco de
febrero, me llevó escaleras arriba. Y directo al baño. Sin decir una palabra, me
quitó mi suéter de cachemira negro sobre mi cabeza.

Me quedé allí sorprendida por unos segundos. Este era Shaw, mi antiguo
mejor amigo y del que estaba eternamente enamorada. El hombre que una vez
sostuvo mi corazón en la palma de su mano cuando era joven y tonta. Y
acababa de pasar por el evento más traumático de sus veintiséis años: perder a
su esposa por culpa de un conductor ebrio. Sin embargo, aquí estaba él,
singularmente centrado en desnudarme, y aparentemente lo más rápido
posible.

Desabrochó mi sujetador y luego su boca caliente descendió,


enganchándose en mi pezón, succionando duro y sacando un grito de mis
labios a pesar de mis reservas. E incluso a pesar de que tenía veinticinco años en
ese momento, ahora veintiséis, era nueva en esta intimidad rápida y ruda y
deseo carnal. El sexo era siempre el resultado de la cantidad adecuada de citas,
y más por obligación que por deseo.

Mi cabeza daba vueltas mientras desabrochaba mis pantalones negros que


había comprado para la ocasión y me colocaba bruscamente en la encimera, al
lado del lavabo. Debería haberle preguntado qué estaba haciendo, pero
honestamente, cuestionarlo nunca entró en mi cerebro.

Entonces, antes de que pudiera pensar, su boca se estrelló contra la mía,


hambrienta y exigente y sus dedos estaban en mis bragas. Gruñí, palmeando su
pesada erección a través de sus pantalones…

—¿Chloe? —La voz cortante de mi hermano me sacó de mi ensoñación


erótica.

—Sí. —Sonaba sin aliento y mis mejillas estaban sonrojadas por el


recuerdo. No solo por cuán locamente bueno era en el sexo, me vine tres veces
alrededor de esa gruesa y poderosa polla, sino porque el encuentro entero tenía
matices ilícitos. Fue imperdonable y malo en los niveles más básicos. Podríamos
haber sido descubiertos en cualquier momento, escuchados por un pariente.
Pero en ese momento, no nos importó una mierda.

Después de eso, por supuesto, la culpa como nunca había experimentado


me inundó y mantuvo en cama por tres días. No había conocido bien a
Samantha, pero eso no importaba. Usé a Shaw en un momento vulnerable para
mi propio placer. Había sido ajena a todo el asunto, estaba totalmente loca de
lujuria. Lo que había hecho estaba mal. ¿Y lo peor? Quería hacerlo de nuevo.

—¿Qué demonios te pasa? —preguntó Jason.

—¿Qué? —Tiré las toallas lavadas en una canasta y las levanté sobre el
mostrador.

—Estás tan distraída y nerviosa como una prostituta en la iglesia. ¿Qué


pasa contigo?

—Nada —mentí.

Todo había cambiado con el pasar de unos pocos meses. Ese día sombrío
podría haber sido cómo todo comenzó con Shaw, pero desde entonces se había
transformado en algo aún más oscuro.

—Bueno, necesito tu enfoque hoy. Tenemos seis grupos que se registran, y


el grupo McAlpherson quiere alquilar un barco de pesca esta tarde. Tendrás
que llamar a Shaw y ver si puede sacarlos con tan poco aviso.
—¿Por qué no puedes tú?

La idea de llamar a Shaw hizo me doliera el estómago. Así no funcionaban


nuestras interacciones. Nunca hacía preguntas, nunca exigía nada de él. Todo
estaba bajo sus términos. Su horario. Sus maneras. Un escalofrío me recorrió.

—Porque a que un va a venir fontanero en diez minutos para arreglar la


fuga de la suite Grande, lo que significa que tengo nueve minutos para terminar
de registrar… —Hojeó los papeles en su escritorio—, trece personas de salida
hoy.

—Bien —gruñí.

Si Jason sabía lo que estaba sucediendo entre Shaw y yo, sentiré la


vergüenza de su duro juicio en los años por venir. Y desde que trabajamos
juntos siete días a la semana, no era algo que alguna vez quisiera entre nosotros.
Él y Shaw también son amigos cercanos, y Jason era ferozmente protector con él
desde el accidente. Cuidaba a Shaw como a un hermano, y estaba segura que,
encontraría una forma de culparme por mi comportamiento desgraciado y
oportunista. A pesar de que fue Shaw el que me sedujo, nada de eso importaría
a los ojos de mi hermano.

Amaba a mi hermano, pero aparentemente me gustaba ser mala un poco


más. Algunas cosas eran blanco y negro, y esta era una de ellas. Shaw era muy
conocido y querido en nuestra comunidad isleña. Dirigía un puerto deportivo
que poseían sus padres ahora jubilados. Pasaba sus días en el agua o en el
muelle, poniéndole combustible a los botes, dando órdenes a su personal,
ayudando a las familias a despegar en sus pontones alquilados. Era confiado y
seguro, y me encantaba verlo trabajar en las raras ocasiones en que me
aventuraba a ir allá. Su piel siempre estaba bronceada y dorada, su mandíbula
perpetuamente necesitaba un afeitado.

La gente de nuestro pueblo isleña sentía una profunda simpatía por él, le
llevaban comidas caseras, dejaban flores en la lápida de Samantha y lo
abrazaban con lágrimas en los ojos en restaurantes y farmacias. Era
prácticamente una celebridad local por los negocios de su familia aquí, pero
también por la tragedia en su vida el año pasado. Estaba segura de que me
pintarían como una puta oportunista que tentó al afligido viudo, aprovechando
su situación para mi propio beneficio, pero eso no podría estar más alejado de
la verdad. Cada vez que se iba, casi me mataba por dentro.

Tomé mi bolso y me coloqué mis sandalias rosa favoritas.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Jason detrás de mí.


—Este trabajo necesita ser hecho en persona. —Los paseos de pesca eran
agendados con meses de anticipación. Si iba a llevar a nuestros huéspedes en
un bote hoy, requeriría algo de magia.

Jason asintió con una sonrisa. —Está bien.

Aventé mi bolso en el suelo del carrito de golf que mi hermano y yo


usábamos para andar por la propiedad, y me deslicé en el asiento. Era un lugar
mágico, y estaba feliz que la conserváramos en la familia por tres generaciones
hasta ahora. El amplio porche frontal daba hacia el océano y era un punto
perfecto para sentarse con una taza de café y escuchar el suave sonido de las
olas. Los enormes árboles mancinela que daban la sombra muy necesitada del
brillante sol. Eran hermosos, a pesar de que las pequeñas frutas verdes que
estos daban son mortales. Mi padre me lo recordó solo como dieciséis mil veces.

El primer piso del lugar era al estilo de las antiguas plantaciones donde fui
criada, y ahora tenía los cuartos donde vivía Jason y nuestras oficinas. El
segundo piso tenía ocho suites de huéspedes que manteníamos rentadas
durante, junto con un apartamento para mí con una entrada independiente. Y
en el patio cubierto de hierba, en el centro de nuestro paseo circular, había una
fuente donde había dejado caer unos centavos cuando era una niña, pidiendo
deseos infantiles. Lo miré anhelante, silenciosamente esperando un poco de
buena suerte.

La marina que pertenecía a la familia de Shaw y no estaba lejos, a solo un


par de kilómetros de distancia. Lo suficientemente cerca como para caminar
como hacía cuando era más joven, pero lo suficientemente lejos para nunca
hacerlo ahora.

Mientras conducía por el camino de graba de un carril que discurría entre


nuestras dos propiedades, el aire salado apartó el cabello de mi cara, dándome
una sensación de paz, pero los mechones de color miel sin duda serían un
desastre alborotado. Me di la vuelta, mi mente deambulaba por Shaw como
solía hacerlo, sin permiso.

El hombre con los ojos color avellana que parecían cambiar de color con su
estado de ánimo, un alma vieja y un trasero perfecto.

Dios, Chloe.

Si nadie sabía que estaba follando a Shaw, no podría creérmelo.

La primera vez que sucedió, pensé que era un golpe de suerte, un error
borracho y lleno de culpa. Estaba segura de que era algo único, y algo que
esperaba que pudiéramos olvidar y seguir adelante. Cuando apareció en la
puerta de mi casa unos días después, en la mitad de la noche, supuse que era
para disculparse. Supuse que me rogaría que lo perdonara, me explicaría que se
había vuelto loco y que todo había sido un gran error.

Cuando lo dejé entrar, en lugar de disculparse, me inmovilizó contra la


pared y luego su boca sobre la mía, ardiente y exigente. Sus dedos se deslizaron
dentro de mi pantalón de pijama, bajándolo por mis piernas. Casi lo alejé, casi le
dije que se detuviera. Acababa de pasar tres noches llorando hasta dormirme
por nuestra sesión de folladas inducida por la pena en casa de los padres de
Samantha. Pero luego su boca se movió hacia mi cuello y susurró las únicas
palabras que asegurarían que le daría lo que quería.

Por favor.

Fue una súplica rota, una oración en sus labios. Me sorprendió… como si
solo yo tuviera el poder de curarlo. Me estaba dando todo el control en este
intercambio. Podría haber dicho que no y una parte de mí quería hacerlo.
Podría haberlo alejado y haber terminado con todo esto.

Shaw…

En lugar de eso, murmuré su nombre, intentando encontrar sentido a su


repentino cambio. En veinticinco años nunca había puesto un dedo sobre mí,
nunca actuó como si lo afectara. Habíamos practicado besarnos cuando yo tenía
doce, pero era algo inocente comparado con esto.

Sus dedos golpearon mi clítoris, aplicando solo la justa presión y


velocidad, y me estremecí en sus brazos, entre empujarlo y rogarle que nunca se
detuviera. Pero fueron sus siguientes palabras lo que cerraron el trato.

Te necesito, Chloe.

Entonces tenme, le había susurrado.

Y lo hizo. Poseyó mi cuerpo de formas que ningún hombre lo había hecho


antes. Follamos contra la pared, mis piernas envueltas en su cintura, sus caderas
estrellándose contra mí en un empuje poderoso, su boca mordisqueando mi
garganta, las puntas de sus dedos dejando marcas en mis muslos…

Me dejó dolorida y sintiéndome usada, semen caliente corriendo por mis


piernas mientras se acomodaba y abrochaba sus jeans. No sabía si me sentía
disgustada o eufórica o simplemente indiferente. Estaba aturdida y
tambaleante, pero sabía que quería más, aunque solo fuera darle sentido a lo
que estábamos haciendo.

Todos los miércoles desde esa noche, era como un reloj. Shaw siempre
encontraba el camino hacia mi puerta y yo siempre respondía que sí, dejándolo
follarme como quisiera. Por lo general era duro, rápido y brutal. Siempre me
venía varias veces antes de que él encontrara su liberación. Pero en vez de
ayudarlo a sanar, como traté de fingir que estaba haciendo al principio, estaba
empeorando.

Como ahora.

—¿Shaw? —pregunté, abriendo la puerta de la pequeña oficina del puerto


deportivo. Estaba oscuro adentro a pesar del brillante sol afuera. Mis ojos
lucharon para adaptarse. No estaba en el muelle como esperaba, y uno de sus
chicos señaló su oficina.

Cuando mis ojos se ajustaron, observé el escritorio desorganizado lleno de


facturas, recibos y tazas desechables de café.

—¿Necesitas algo, Rayito de Sol?

Sobresaltada porque no lo había visto en las sombras, tomé una


respiración profunda y estabilizadora. Luego puse los ojos en blanco por el
apodo que me había dicho desde que podía recordar. Lo había despreciado por
tanto tiempo.

—¿Por qué estás a oscuras?

Abrí las contraventanas de la plantación y nos bañamos con luz cálida.


Dejó escapar un gemido ante mi intrusión y se protegió los ojos.

—Shaw… —Mis dedos volaron a mi boca y di un paso atrás.

Estaba sentado en un sillón de cuero en una esquina de la oficina, con los


pies descalzos apoyados en la otomana a juego y una botella de whisky en la
mano. La cual estaba medio vacía.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Crucé la habitación y se la quité,


cerrando la tapa firmemente—. Apenas es medio día.

Él solo se encogió de hombros. —Son las cinco en algún lado.

Solté profundo suspiro. No quería discutir con él. —Tengo una fiesta y
necesito un bote.

Él gruñó. —¿Cuándo?

Cambiando mi peso de un pie al otro, me acerqué a él.

—Para más tarde. ¿Puedes hacerlo o no?

Él sacó su celular de su bolsillo de sus pantalones cortos e hizo una


llamada, asumí que era a uno de los chicos del muelle.
—Sí, lo sé, pero hazlo funcionar —dijo y luego volvió a guardar su
teléfono—. Listo.

—Gracias. —Saqué mi propio teléfono de mi bolso y le mandé un mensaje


a mi hermano con la hora y el número para la entrada de los invitados.

Cuando guardé mi teléfono, miré a Shaw y vi que su mirada estaba fija en


mis piernas desnudas. Mi vestido se sentía tan frágil y puro, que bien podría
haber estado desnuda.

Alcanzándome, deslizó la yema del dedo lentamente por mi muslo,


dejando un cosquilleo en su camino.
2
Shaw
Pasando la yema del dedo por su piel caliente, debería haberme sentido
terrible por lo que estaba haciendo, pero no sentía nada en absoluto. Chloe
siempre había estado allí para mí, a través de todos los altibajos de la vida. Pero
estos últimos meses había cruzado una línea que nunca debería cruzarse. La
había usado para ahuyentar la oscuridad, olvidar el dolor, los remordimientos y
la culpabilidad que nadaban sin control dentro de mí. ¿Y peor que eso? No
tenía planes de parar.

—Ven aquí. —Ofrecí mi mano y ella la tomó, dejándome tirar de ella hacia
mi regazo. Su suave aroma floral mezclado con el aire del océano me rodeaba, y
yo inhalé contra el costado de su cuello.

Estaba cruzando nuevos límites: uno, era un domingo y dos, era mediodía,
pero sabía que no me rechazaría. Al menos, apostaba que no lo haría.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, sin aliento mientras su cabeza caía


hacia atrás, dejándome besar y chupar la suave piel de su cuello.

Mi pene se endureció mientras ella se sentaba a horcajadas sobre mi


regazo. Soltó un pequeño gruñido de sorpresa.

La presión se acumulaba, y ansiaba satisfacer el impulso de la única


manera que sabía. Al enterrarme en el apretado agarre del coño de Chloe.

Ella se había convertido en una obsesión para mí. ¿Quién sabía que mi
dulce y pequeña amiga con sus grandes e inocentes ojos azules y sus altos
pómulos rosas era una follada épica? Un coño perfectamente rosa con su
apertura húmeda, rogándome que lo llene… el latido de su corazón solo para
mí... los sonidos necesitados que murmuró cuando entré en ella.

—¿Vas a dejarme tomar este dulce coño? —susurré, sintiéndola


estremecerse.

—¿Ahora? ¿Aquí? —Su voz estaba sin aliento.

En lugar de responder, empujé mis caderas hacia arriba, moliendo mi


polla en la hendidura suave entre sus muslos.
—Alguien podría entrar.

Incliné mi cabeza hacia atrás, mirándola, preguntándome si este sería el


momento en que ella me rechazaría. Era muy tentadora, muy dulce, y joder si
podía resistirme. Ella calmaba el turbio descontento que se arremolinaba en mi
cerebro. No era una cuestión de deseo. Era una necesidad.

»Tengo que volver al trabajo —agregó débilmente.

Alcanzando su cuello, desaté las cuerdas que sostenían su vestido en su


lugar. Este cayó, exponiendo un hermoso conjunto de pechos llenos y alegres.
Pasé los pulgares por sus pezones, mirándolos endurecerse bajo mi toque. Sus
ojos azules se cerraron.

Ahuequé sus pechos, disfrutando cómo se sentían en mis manos.


Calientes. Suaves. Pesados.

Levantando un pecho a mi boca, mantuve mis ojos fijos en los de ella,


necesitando ver su reacción. Chupando y lamiendo su sensible pezón rosa, lo vi
mientras se retorcía en mi regazo y gemía un suave suspiro.

—Quiero sentirte montando mi pene —dije antes de chupar el pico firme


en mi boca otra vez.

Ella gimió mi nombre con dientes apretados. Podía sentir el calor húmedo
entre sus piernas y sabía que ya se estaba mojando para mí.

Su teléfono sonó desde el interior de su bolso, pero ambos lo ignoramos


mientras continuaba lamiendo y chupando sus pechos.

Abrí la parte delantera de mis pantalones y Chloe me tomó en sus manos


firmemente y frotando con el pulgar la gota de fluido en mi punta. Esta vez, yo
era el que gemía en la habitación, por lo demás todo estaba en silencio. Ella
tenía manos mágicas de mierda. Manos que tenían el poder de hacerme olvidar
mi maldito nombre. Le dio un giro a su palma, masajeando mi eje con golpes
enloquecedores.

Su teléfono sonó de nuevo y ella se alejó, sus manos trabajando


rápidamente para atar su vestido de regreso a su sitio.

—Probablemente es Jason. Estamos completos en la cabaña. Lo siento...


tengo que irme.

La idea de que ella se fuera no era placentera, pero sabía que no podía
hacer que se quedara. No tenía nada que ofrecerle, nada real para darle.
Ella tomó su bolso y se fue antes de que siquiera pudiera regresar mi polla
a mis pantalones.

El aire acondicionado zumbó suavemente desde la otra habitación, y


maldije en voz baja. ¿Qué diablos estoy haciendo? El arrepentimiento me atravesó,
caliente y rápido.

Me puse de pie, queriendo tomar otro trago de la botella sobre mi


escritorio, pero decidí no hacerlo. Caminando por el pasillo, desbloqueé la
puerta a mi apartamento privado al fondo del edificio de planta baja y me
permití entrar.

Me quité la ropa de ayer mientras iba hacia el pequeño baño con una de
ducha de cristal. Sin molestarme en permitir que el agua se calentara, entré bajo
el rocío y siseé a través de mis dientes.

Una ducha fría, para ponerme sobrio y para bajar mi ardiente libido.

Chloe era la niña de cabello dorado a la que le enseñé a pescar, y con


quien atrapaba pececillos. Ella fue la primera chica que besé, la que me enseñó
la letra de sus canciones pop favoritas. Había sido mi mejor amiga desde que
era un niño, y ahora era mi juguete para follar. El recuerdo de cómo había
comenzado todo se me llenó, imposible de escapar.

Samantha había sido asesinada un miércoles. Cuatro días más tarde, fue
su funeral, no estaba ni un poco más cerca de entender qué había pasado. Me
sentía perdido y vacío, nada tenía sentido. Entonces, Chloe tomó mi mano y me
miró con preocupación en sus ojos azul mar, y reaccioné. Rompí la única regla
que juré nunca rompería. Chloe prácticamente era una hermana para mí. Una
amiga. Mi mejor amiga. Nunca mi amante. Eso no me había detenido de usarla
para escapar de la pena que me atormentaba día y noche.

Froté champú en mi cabello y saqué todo el ruido de mi cerebro.

Aparentemente, iba a llevar a dos de los huéspedes de Chloe a una


expedición de pesca en mi bote personal, ya que todos los demás navíos en mi
flota estaban agendados para capacitación, y mi propio gerente me había dicho
de ninguna manera.

Vivíamos y moríamos por la regla de “el cliente siempre tiene la razón”. Hoy
en día, cometes un error y un cliente enojado te romperá con una reseña de una
estrella en redes sociales; y cosas como esas permanecen allí por siempre.
Apenas estábamos saliendo adelante como estábamos. No podíamos
permitirnos decir no y dejar a los huéspedes insatisfechos. No si podía evitarlo,
de cualquier forma. Además, con Chloe siendo la que lo pidió, no podía
exactamente decir que no, considerando todas las formas en que ella había
hecho por mí.

Después de vestirme en un par nuevo de pantalones cortos impecables y


una camiseta limpia, me dirigí hacia los muelles, sabiendo que había más por
hacer. Siempre había más trabajo que terminar, o quizás era que necesitaba
sentir la calidez de los rayos del sol sobre mi piel, ya que sabía que mi alma era
tan negra como la noche.

—Oye, ¿reagendaste ese paseo? —preguntó uno de mis ayudantes de


cubierta.

—Nah. Lléname el tanque. Yo mismo los llevaré más tarde. —Una vez que
esté sobrio.

Él sacudió su cabeza, sonriéndome.

—Ella te tiene por las bolas, hombre.

—Ni siquiera un poco —respondí.

No sabía cuánto sabía de mi relación con Chloe. Pero nunca iba a estar allí
de nuevo con una mujer. Comprometida y profunda monogamia. De ninguna
forma. Una vez, antes, cambié quién era y casi pierdo a una amiga de toda la
vida, y mira lo que pasó. Mi mundo entero se fue a la mierda. Mi filosofía ahora
era que un coño era fácil de conseguir y mejor cuando rotaba con regularidad.

Entonces, ¿por qué no has visto a nadie excepto a Chloe?, preguntó una
pequeña voz dentro de mí.

Desde la muerte de Samantha, había estado jodido de la cabeza. Jugando


con algo con lo que no te metes. Algo sagrado. Mi única mejor amiga. Ahora ya
no tenía ni idea lo que ella era. Solo sabía que ella me hacía sentir bien. Sabía
que me dejaba follarla crudo de seis maneras desde el domingo. Me dejo marcar
su piel, y gimió cuando se probó a sí misma en mi lengua, y luego pidió más.

La parte escalofriante era que no tenía idea a donde iba esto y como
posiblemente podría terminar bien, pero sabía una cosa con certeza; no tenía
planes de poner fin a nuestro acuerdo.

—Solo ponme gasolina y mantén al mínimo las preguntas —grité de


regreso.

—Sí, jefe.

Revisé mi refrigerador para el recorrido de esta mañana. El mero estaba en


una situación favorable en el hielo. Agarré los peces e hice mi camino al
interior, sabiendo que tenía trabajo por hacer antes de poder salir con los
huéspedes de Chloe en el barco más tarde.

***

—¿Abe? ¿Estás aquí? —llamé, abriendo el frágil mosquitero de la puerta


de su desvencijada casa de un dormitorio.

Pétreo silencio había cortado el aire durante varios segundos, y mi tripa se


retorció. La realización extraña de que uno de estos días iba a venir y
encontrarlo muerto me recorrió.

—Estoy atrás —dijo con voz áspera.

Tomando una respiración profunda, me dirigí a través de la casa,


deteniéndome en la cocina para poner el pescado fileteado que le traigo todos
los domingos en el refrigerador. Su desigual zumbido me dijo que el
electrodoméstico, al igual que todo por aquí, estaba en sus últimas. Había
reemplazado su unidad de aire acondicionado el verano pasado y tenía la
sensación de que más reparaciones estaban a la vista.

Lo encontré afuera en el porche trasero en su piso de concreto sin lujos,


haciendo el crucigrama del periódico del domingo. Necesitaba recordar traerle
otro libro de crucigramas; el hombre probablemente no tenía otras aficiones.

Hundiéndome en la silla plegable a su lado, la cosa desvencijada crujió


bajo mi peso.

—¿Cogiste algo bueno para mí hoy? —preguntó.

—Mero fresco. Hay dos filetes para ti en la nevera.

—¿Seguro no quieres uno? Puedo freírlas en mantequilla.

Él era una maravilla moderna. Una dieta llena de grasa, sin embargo, flaco
como un riel y saludable como un caballo.

Sacudí la cabeza.

—Hoy no puedo. Prometí que llevaría un par de huéspedes de Chloe


fuera en un paseo.

—Es amable cómo estás allí para ella.

Gruñó.

—Confía en mí, hace mucho más por mí que yo por ella.

Abe asintió. —Ella te ha mantenido junto después de Samantha, lo sé.


—Lo hace. —Una pizca de culpa me recorre. Si tan solo supiera.

—No me puedo imaginar, hijo —continuó—. Perdí a mi Sarah después de


cincuenta años de matrimonio, y todavía estiro el brazo por ella en la noche,
todavía llamo su nombre como si estuviera en la otra habitación. El cerebro sabe
que se ha ido, pero el corazón no lo acepta.

No dije nada porque no tenía nada que decir. Su situación y la mía eran
muy diferentes. Yo había celebrado solo un aniversario con Samantha y tenía
todo para adaptarme completamente a la vida como marido. Era un papel en el
que creo que no fui muy bueno, eso solo ha añadido más culpa.

Estuvimos en silencio durante varios minutos, el suave lago de olas en la


distancia eran nuestra única compañía.

Tuve que dejar de pensar en esto. Me encontré deslizándome en un lugar


oscuro al que rápidamente me fui dando cuenta de que no me gustaba visitar
últimamente. Mi mirada cayó en el montón de correo que había traído de su
porche delantero.

—¿Más ofertas? —pregunté, hojeando la pila que puse en la polvorienta


mesa de cristal entre nosotros.

Él asintió. —Bótalas.

—¿Tal vez debería abrir este primero?

Las direcciones de retorno eran de empresas de bienes raíces, inversores y


hasta un abogado en Carolina del sur. Desarrolladores inmobiliarios querían
arrasar con el lugar y le habían ofrecido sumas escandalosas de dinero por su
propiedad frente al mar, pero Abe fue firme.

—¿Qué voy a hacer con un montón de dinero? —preguntó.

El hombre tenía un punto. Tenía ochenta y siete. No tiene sentido intentar


fingir que estaría alrededor el tiempo suficiente para cobrar sus cheques, y
mucho menos disfrutar el dinero. Él no tenía hijos o mucho en el camino de
familiares, tan lejos como puedo decir. Yo era lo más cercano que tenía a una
familia, y ciertamente no estaba interesado en el dinero, o ver una línea de
condominios en la parcela de playa donde una vez había estado su casa.

—Construí este lugar con mis manos. No es mucho, pero es donde amé a
mi Sarah, y donde la perdí también. Quisiera vivir aquí por el resto de mis días,
muchas gracias.

Asentí. No podía culparlo. Este era su hogar, todo lo que conocía.


—¿Necesitas algo? —pregunté.

Él meneó la cabeza. —Adelante. Ve a ayuda a Chloe. Voy a estar aquí.

—Bien. Nos vemos el próximo fin de semana o antes, si encuentro alguna


langosta.

Él sonrió hacia mí y me dio un guiño.


3
Chloe
Todavía estaba un poco temblorosa después de mi encuentro con Shaw,
pero hice todo lo posible para concentrarme y volver al trabajo. La mayoría de
los días sentía que estaba tratando de encontrar una respuesta a la pregunta:
¿hasta dónde llegarías para estar allí para tu mejor amigo?

Él y yo crecimos juntos nadando y surfeando y pasando sábados enteros


holgazaneando en la hamaca de sus padres, hablando de cómo cuando
creciéramos y finalmente saliéramos de esta estúpida isla, todo sería mejor. Le
enseñé cómo a árboles y atrapar lagartos, y él me enseñó a besar.

Luego nos hicimos mayores, y cuatro años de universidad en Miami y la


vida en la ciudad nos envió directamente al lugar del que habíamos prometido
escapar. Pero con la perspectiva de los veintitantos, nos dimos cuenta de que las
personas que vivían en la ciudad trabajaban todo el año solo para poder pasar
una semana en el lugar que llamábamos hogar. Resulta que los hombros
bañados por el sol, las chanclas y la vida casual en la playa no eran cosas fáciles
de sacar de tu sistema. Por supuesto, ahora no lo cambiaría por nada. No
podrías sacarme de aquí.

En aquel entonces, las cosas eran muy diferentes. Nunca pensé en Shaw de
esa manera. Pero ahora, mirando atrás, había señales de que en el fondo sentía
algo más por el chico al que llamaba mi mejor amigo.

Parecía tan obvio ahora. Siempre odié a sus novias, nunca pensé que
fueran lo suficientemente buenas para él. Cuando éramos más jóvenes era
porque no sabían cómo armar sus propios anzuelos o atrapar peces pequeños
en la bahía, y cuando éramos mayores era porque siempre parecían ser
demasiado con sus uñas pintadas y brillantes, reflejos en su cabello rubio
platino, y jeans de diseño de temporada.

Una cosa era segura: las chicas siempre acudían en manada a Shaw.
Siempre estuve a su lado en todas las rupturas y aventuras de una noche. Pero
luego conoció a Samantha y todo mi mundo cambió. No podía culparla, ella era
adorable por millón. Y tampoco podría culparlo.
Fue un año después de que llegáramos a casa de la universidad y estuve
ocupada trabajando setenta horas en la posada de mis padres, pero mi hermano
y yo continuamos cuando se jubilaron. Se fueron en una casa rodante con
mapas y un plan para explorar los cuarenta y ocho estados más bajos. Pero en
lugar de eso, estaban estacionados en la entrada de la casa suburbana de Kansas
de mi hermana mayor para poder estar cerca de sus nietos. Suponía que no
regresarían a Florida hasta que tuviera a par de niños para que los consientan, o
mi hermano atrapara a alguna turista pobre e inocente. La mayoría de las
locales sabían que Jason era un jugador y se mantenía alejadas.

Una parte de mí deseaba que Shaw fuera así, un jugador que se movía de
chica a chica, sin asentarse ni ponerse serio. Pero él no fue educado de esa
manera. Era un monógamo de principio a fin, pasando de una relación seria a
otra mientras yo permanecía permanentemente soltera.

Un año después de graduarme con un título de hospitalidad, me lancé al


negocio familiar mientras Shaw se enamoraba, y supe que realmente lo había
perdido esta vez. Eso solo me hizo alejarme más. Lo cual estaba bien con
Samantha, a ella nunca le gustó el lugar venerado que alguna vez tuve en la
vida de Shaw.

La posada que Jason y yo llevábamos estaba el pequeño arrecife Marathon


de Florida. Y cualquiera aquí te diría que la vida en la isla es ser cercano a
todos. Era el tipo de lugar donde todos se conocían, generalmente por su
nombre. Era algo que siempre me había encantado, pero ahora tenía
sentimientos encontrados. Era imposible no ver a Shaw, no sentir su presencia
en una isla con un par de miles de residentes. Aumenta a más de diez mil
durante la temporada viajes, que los residentes permanentes siempre veían
todo con sentimientos encontrados también.

Por un lado, los turistas eran la razón por la que muchos de nosotros
podíamos vivir en el paraíso a tiempo completo. Ellos alquilaban nuestras
habitaciones de hotel, autos, y botes, comían en los restaurantes, y compraban
en las boutiques de la calle principal. Pero también llenaban nuestros caminos
con tráfico adicional, ensuciaban nuestra playa con los restos de sus días de
campo, y algunas veces… algunas veces, hacían cosas muy malas. Cosas
imprudentes que nunca podrían ser recuperadas.

Así fue como mataron a la esposa de Shaw. Un buscapleitos universitario


de Georgia que había venido aquí en las vacaciones de primavera bebió
demasiado, y no fue lo suficientemente inteligente para llamar a un taxi, o
infiernos, simplemente caminar a casa. En vez de eso, se había puesto al volante
de su camioneta y había conducido hacia el Sur por la Autopista 12. Era
temprano por la tarde y el cielo estaba en su mayor parte teñido de rosa y
naranja, como a menudo lo estaba ese mágico momento del día.

No tenía idea de lo que Samantha estaba haciendo en la zona turística esa


noche. Tal vez fue el caso de estar en el lugar equivocado en el momento
equivocado. Pero cuando su camioneta cruzó la línea central y se estrelló contra
su pequeño sedán con la fuerza suficiente para enviarlo de un extremo al otro,
nada de eso importó. Todo lo que importaba era que ella murió
instantáneamente, y Shaw fue lanzando en espiral a una profunda depresión.

Por lo menos, así es como lucía desde fuera. Tal vez ni siquiera era
depresión. Era más como un oscuro ensueño, uno del que parecía no poder
escapar. Y a pesar de lo cerca que estábamos físicamente, yo todavía era lo que
era… una extraña retenida a distancia. Shaw nunca me permitía acercarme lo
suficiente para ver el interior, para entender qué estaba pensando y sintiendo.

Pensé en terminar todo esto incontables veces, diciéndole que no la


próxima vez que se apareciera en mi puerta a las dos de la mañana con una
mirada salvaje en los ojos, los puños apretados a los costados, y el aliento lleno
de whiskey. Pero siempre veía lo que había debajo, un alma rota que necesitaba
calma, y un corazón pesado que solo yo sabía manejar con cuidado.

¿A quién estaba engañando? La única forma que conocía para hacerlo


sentir mejor era alcanzar su erección, y susurrarle que lo necesitaba.

Quería que sanara. Quería que estuviera bien. Y durante esas pocas horas
a la semana, si él podía perderse en mí, estaba muy feliz de complacerlo.

***

—Buen trabajo —murmuró Jason mordiendo de su sándwich de carne.

—¿Con qué? —pregunté, sirviéndome una segunda taza de café. Eran las
dos de la tarde, pero al ser copropietarios, Jason y yo ahora sabíamos qué
horario funcionaba mejor para nosotros. Después de almorzar entrábamos en
calor para el día, y a menudo trabajábamos hasta tarde por la noche.

—Por conseguir que Shaw lleve a esos turistas en su bote personal.

—No hay problema. —Vertí una gran cantidad de crema en mi taza,


convirtiéndola en un agradable tono miel. Justo de la manera en que me
gustaba.

—¿Qué tuviste que hacer? ¿Darle una mamada? —preguntó.

Mis ojos se volvieron hacia él y mi corazón comenzó a latir con fuerza.


¿Sospechaba algo?
Jason me sonrió, luego tomó otro bocado de su emparedado. Dejé escapar
el aliento que había estado conteniendo. Mierda, eso estuvo cerca. Si tan solo él
supiera.

—Tal vez Shaw finalmente está empezando a juntar su mierda —dije,


tomando un sorbo de mi café.

Él se encogió de hombros. —Tal vez.

—Han pasado ocho meses —agregué. Ocho largos meses de estarme


enamorando calentando cada vez más y más por mi mejor amigo. No podía
permitirme pensar en el amor. No ahora. Quizás nunca.

Shaw había estado enamorado una sola vez, por lo que sé, de su esposa,
Samantha y mira cómo trágicamente terminó para él. Yo no iba a pisotear y
exigir algo que no me puede dar.

—Vaya, estás nerviosa hoy —dijo Jason, sacándome de mi ensoñación.

Lo miré. Puso su sándwich en su plato y me miró fijamente.

—¿Qué sucede contigo? —preguntó.

Era miércoles. —Nada. Tengo mucho que hacer. Hablaré contigo luego.

Agarré mi taza del mostrador y me dirigí a la oficina. Sabía que necesitaba


concentrarme lo mejor que pudiera para superar todo esto antes de que lo
inevitable sucediera, un ritual de miércoles que había tenido lugar durante los
últimos ocho meses.

Sabía de memoria el horario de Shaw. Él terminaba su jornada laboral


alrededor de las cinco. Después de cenar, se bañaba, cambiaba y pasaba una
hora con su portátil, poniéndose al día en el trabajo que descuidaba durante
todo el día cuando estaba en el muelle. A veces tomaba una o dos cervezas, y
siempre con fútbol en el fondo. Luego, como a las ocho, yo esperaría un golpe
en mi puerta. Era nuestro ritual semanal, y uno que esperaba con ansias
durante toda la semana.

Nuestro encuentro era algo precario ya que mi estrecho apartamento de


un dormitorio se encuentra directamente encima de la posada de mi familia.
Jason vive en la planta baja de la casa principal que contenía las oficinas
también, que eran solo un par de habitaciones convertidas en la parte posterior.

Pero si Jason prestaba atención, podría ver Shaw arrastrándose a través de


la maleza de árboles y arbustos y subir las escaleras a mi casa. Todavía no sabía
si caminaba o conducía. Solo sabía que su camión nunca estaba a la vista. Y que
hasta ahora, no habíamos sido atrapados.
Después de acabar con un par de horas de trabajo por la tarde, Jason me
trajo una botella de agua y un sándwich, que comí mientras arreglaba los
ingresos del mes pasado. Entonces hice mi camino arriba puesto que eran ya
pasada de las seis.

Dentro de mi apartamento, entré en al baño y abrí la ducha hasta que


estaba caliente. Fue un infierno de día, y necesitaba la liberación de un
encuentro con el vapor. Doble sentido implicado. Amarré mi cabello en un
desordenado moño alto y me desvisto mientras la pequeña habitación se llena
con vapor. Caminé bajo el chorro de agua, evitando mi cabello largo se mojara.
Tomaría horas en secar, y si no lo manejo con todo tipo de productos y una
plancha, sería un horrible y rizado lío. No, gracias.

Enjaboné mi piel con el jabón de lavanda y menta que compré durante mi


último viaje al centro comercial en Miami, y dejo que la experiencia sensorial
me transporte. Me sentía ligera y libre, casi reverente allí de pie bajo el chorro
de agua. La anticipación de mi noche con Shaw era casi tan buena como el
evento en sí.

Pronto salí de la ducha, mi toalla secando mi piel y apliqué una ligera capa
de crema de sésamo. Luego me pongo un par de bragas blancas de talle alto
hacia y me visto con una camiseta de gran tamaño y mis pantalones de yoga
favoritos.

Ropa interior de encaje habría sido un desperdicio en Shaw. Normalmente


hace un trabajo rápido en desnudarme, y salvo que insista, dudo que incluso se
quitara la mitad de su propia ropa.

Buena cosa que insistía. Tenía un cuerpo increíble. Además, follar a la luz
del día a alguien aun usando una camiseta y sus vaqueros hasta sus rodillas
apenas era lo suficientemente íntimo para mí.

Solté mi cabello de su moño y peiné los enredos cuando escuché su suave


golpe en mi puerta. Tres sutiles golpes, todos rápidos. Llegó temprano.

Mi corazón se aceleró. Rodeé la cama y casi salté hacia la puerta principal.


Era bueno vivir en un pequeño lugar; todo, desde mi dormitorio hasta mi sala
de estar, hasta mi cocina, estaba a tres pasos.

Justo cuando llegué a la puerta, se abrió. Shaw sabía que nunca la


mantenía con seguro. Era un subproducto de crecer en una pequeña isla en la
que siempre te sentías segura y rara vez bloqueabas las puertas.

Él se paró frente a mí con aspecto hosco e intenso. Hermosas


características cinceladas. Mandíbula definida. Labios sensuales. Su cabello era
el cruce perfecto entre rubio oscuro y rubio arena a la luz del sol y marrón en la
oscuridad de la noche, y hoy sus ojos eran de un verde brillante.

—Es casi como si me estuvieras esperando. —Me dio una rara sonrisa
diabólica.

Idiota. Por supuesto que lo estaba esperando. Le di un empujón juguetón a


su pecho, pero en vez de alejarlo, se acercó, cruzando el umbral para invadir mi
espacio. Y mi corazón aumentó su ritmo de nuevo con anticipación.

Él era mi droga. Fuerte. Embriagador. Adictivo.

—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté, tratando de mantener las cosas claras.

Él me dio una sonrisa que derretía bragas, y fue entonces cuando supe que
no habría bromas esta noche. Supongo que no me sorprendió. Había intentado
follarme en su oficina hace un par de días, tomándome por sorpresa. Él debe
estar particularmente agotado.

—Mi día estuvo bien, Rayito de Sol. Ahora, ven aquí.

Él me ofreció su mano, y la tomé. Deslizando su agarre alrededor de mi


muñeca, tiró de mí hasta quedar al ras contra su pecho. Me pregunté si él
podría sentir mi acelerado corazón. El suyo era constante y tranquilo.

—Me provocaste el otro día —dijo, arrastrando la yema de un dedo por mi


mejilla—. Usando ese pequeño vestido veraniego. Quería subirlo por tus
muslos y mirarte montar mi cara.

Me estremecí en sus brazos. —Si esperas que me disculpe, no lo haré.

Él rio entre dientes. —Mientras entiendas que voy a compensarlo esta


noche.

Asentí, manteniendo mis ojos en los suyos. Me encantaba esta parte de mi


semana. Durante estas pocas horas, le importaba a alguien. Era una criatura
deseable que llevaba a un hombre increíble a la locura con su deseo por mí. La
sensación era potente, especialmente porque el resto de mi vida era una
combinación aburrida e insignificante de obligaciones laborales y familiares.
Vivía por esa mirada oscura y hambrienta en sus ojos.

Estaba mirando mis labios, mis pechos, mi piel como si quisiera


devorarlos. Estaba hambriento por dentro, de amor, afecto y sexo. Y me estaba
mirando como si solo yo pudiera darle todo eso. Con mucho gusto, mi querido y
dulce hombre perdido.
—Entonces será mejor que te quites de esos apretados pantalones de yoga
para poder probarte —murmuró, sus labios rozaron mi cuello.

Retrocedí un paso, y Shaw se movió para sentarse en el borde de mi cama


y mirar el espectáculo.

Primero, quité la camiseta por encima de la cabeza y la dejé caer a mis


pies. Sus ojos siguieron mis movimientos, centrándose en mis pechos desnudos,
haciéndome sentir audaz y deseada. Luego empujé mis manos a los lados de
mis pantalones y los empujé por mis caderas.

—Lento —advirtió—. Y date vuelta.

Tragué saliva y giré para darle la espalda. Luego me incliné hacia adelante
y al mismo tiempo me bajé los pantalones y las bragas hasta los tobillos en un
erótico striptease. Escuché un silbido de aliento detrás de mí.

—Mierda. Mira ese bonito coño todo depilado solo para mí —gruñó.

Una ráfaga de calor corrió mi piel. De seguro nunca conocí este lado de mi
amigo de la infancia, Shaw, nunca supe que tenía una boca absolutamente
sucia. Pero me encantó. Sí, me había duchado y afeitado para él, asegurándome
de que cada centímetro de mi estuviera listo para su evaluación erótica.

—Es una vista hermosa, justo allí.

Sintiéndome audaz, moví un poco mi trasero y luego comencé a


levantarme lentamente.

—Extiende tu trasero para mí, hermosa.

¿Que qué? Mi cara se encendió, pero él debe haber sabido para ahora que
nunca rechazaría directamente una solicitud. Puse mis manos en cada mejilla y
le mostré lo que quería ver. Mi pervertido bastardo.

Un gemido bajo resonó detrás de mí.

Me volví finalmente y lo enfrenté. —¿Ves algo que te guste?

—Sabes que sí. Ese apretado coño y culo están suplicando que los llene
esta noche.

Una espiral de delicioso calor se arremolinó en mi vientre. Eso era algo


que nunca habíamos hecho antes.

—Pero primero. —Hizo un gesto con el dedo e hizo un gesto para que me
acercara—. Estoy listo para degustar.
Se estiró sobre mi cama y me colocó sobre él. Antes de que pudiera
procesar lo que estaba sucediendo, estaba sentándome sobre su rostro. Y así es
como funcionaban las cosas con Shaw. Sin tiernos besos en la boca. Sin palabras
dulces o miradas de anhelo. Este hombre se zambullía directamente a la acción.

Separó mis muslos y colocó su cara entre mis piernas. Y luego su cálida
lengua lamió mi centro.

Santa mierda, este hombre era talentoso con su boca. Chispas de calor blanco
irradiaban de mi centro, y sabía que no duraría. Mi cuerpo palpitaba de placer,
y extendí la mano para masajear mis pechos descuidadamente.

Aunque debería haberme sentido avergonzada, porque, querido Dios,


literalmente estaba sentada en su cara, pero no lo estaba. Mis caderas giraban al
ritmo de los movimientos furiosos de su lengua, y aún quería más. Escuché un
sonido metálico y abrí los ojos. Shaw había desabrochado su cinturón, y su
mano estaba sobre su gruesa polla, lentamente acariciándose arriba y abajo.

Transfigurada, vi como una gota de fluido se formó en la punta, y tuve la


desesperada necesidad de lamerlo. Luego cerró los labios sobre mi clítoris y
chupó con fuerza, y lloré de dicha.

—Shaw…

—Está bien. Tómalo, nena. Quiero que lo hagas.

Pellizqué mis pezones y continué montando su cara, estaba tan húmeda


que estaba goteando. Shaw me devoró, su lengua latía maravillosamente contra
mi centro sensible, mientras seguía acariciándose. Fue demasiado. Cerré los ojos
cuando la sensación se estrelló contra mí. La luz blanca me picó los ojos y me
robó la respiración, haciendo que mis músculos internos se apretaran mientras
un poderoso orgasmo se disparó a través de mí. Caí hacia adelante sobre su
torso, completamente agotada.

Escuché un envoltorio abrirse y supe que Shaw estaba a punto de cubrirse


con un condón. Pero primero quería mi propia degustación…

Desenredando mis extremidades, bajé por su cuerpo y giré hasta quedar


frente a mi objetivo. Sujetando su gran polla en mi mano derecha, ahuequé su
saco tenso con la otra. Se levantó sobre los codos para mirarme con ojos
oscuros.

Estar con él, experimentar su intimidad traviesa, me volvió más atrevida


de lo que nunca había sido. Él me volvió valiente y audaz.

Manteniendo mis ojos en los suyos, llevé la punta de él a mi boca. Froté su


sensible punta de un lado a otro sobre mi lengua mientras masajeaba sus bolas,
esperando el sonido que hacía cada vez que lo satisfacía. Un pequeño gruñido,
solo una bocanada de aire salió de sus pulmones, pero era el mejor sonido del
planeta. Ese sonido había llegado a significar todo para mí. Significaba que
estaba completamente presente, aquí en este momento conmigo. Solo nosotros
dos.

—Basta —gruñó, levantándome así yo estaba a horcajadas sobre su


regazo, con una sonrisa que quería besar directamente de sus labios llenos y
sexis.

Pero he llegado a reconocer esa mirada en sus ojos. A él no le gustaba el


trato dulce y tierno que disfruté darle. Lo quería duro, rápido y furioso. Mi
teoría era que era la única forma de silenciar todo el descontento en su cabeza.
Hacía que mi corazón doliera por él, pero también me hacía desear complacerlo
y darle lo que tan desesperadamente necesitaba.

Esperé a que se cubriera con el condón, y luego me posicioné sobre él.

—Lo necesito duro esta noche. —Hizo una pausa, su garganta


moviéndose. —¿Está bien?

Él nunca preguntaba. Nunca me daba indicación de que él fuera


consciente de cómo podría sentirme acerca de nuestros encuentros. Me
sorprendió por un momento. Me dio una opción, y quise tomar la decisión
correcta.

—Lo que sea que necesites. Estoy aquí —aseguré, llevando mi mano a su
mejilla y acariciando ligeramente su barba.

Después de una mirada de acero, tomó mi muñeca y la puso detrás de mí.


—Bueno. Entonces monta mi polla.

Me alineé con él, sintiendo su cabeza ancha contra mi húmedo centro.

—Perfecto —gruñó.

Respiré profundamente, preparándome para empalarme con él, y luego


me detuve. Eché un último vistazo a sus ojos y perdí totalmente el valor.
4
Shaw
Ella dudó.

Estábamos justo en el borde. Justo en el borde del éxtasis.

Y ella dudó, maldita sea.

—¿Rayito de Sol? —grazné. Sentía que iba a estallar si ella no me envolvía


en su calidez. Ahora. Estaba desesperado en una forma en que nunca lo estuve,
pero ignoré ese nuevo sentimiento acechando en el fondo.

—¿Qué estamos haciendo, Shaw? —Su tono estaba tan cansado y


desesperado como me sentía—. Esto está mal... ¿no? —Sus delicados rasgos
estaban llenos de confusión y angustia.

—Estamos haciendo la mierda que queremos. Somos dos adultos y lo


consensuamos, ¿cierto?

—Cierto —dijo ella, su voz pequeña y desconfiada.

—Siempre has estado allí para mí; toda mi vida. ¿Cómo es que esto es
diferente? —Dios, era un imbécil egoísta. Darle esta pequeña charla
motivacional solo me hacía odiarme más.

—Por supuesto que sí, Shaw. Es solo que...

—¿Solo que qué? ¿No disfrutas esto? —Mis palabras eran demasiado
rápidas, mi tono demasiado confiado. No estaba seguro de si trataba de
convencerla a ella o a mí.

Cerró sus ojos y tomó una profunda respiración. Aún estaba equilibrada
sobre mi regazo, tan cerca, empapada y reluciente, nuestros cuerpos aún listos a
pesar del cambio de humor.

—Sí. Por supuesto que sí. Y eso es lo que me asusta —admitió.

Sus palabras dolieron, pero no pude permitirme el procesarlas. No podía


permitirme absorberlas con demasiada profundidad. Si lo hacía, podría
sentirme culpable por lo que estaba haciendo. No... yo era un hombre en una
misión y sabía lo que quería. No, necesitaba.

Cuando acuné sus pechos en mis palmas, mis pulgares acariciando sus
pezones como guijarros, ella liberó un suave gemido. —Entonces tómame,
nena. Tómame como solo tú puedes.

Encontré sus ojos y vi todo lo que necesitaba saber en ellos. Su crudo


deseo irradiaba como respuesta a mí, deslumbrante y poderoso. Necesitaba esto
tanto como yo, solo que no tenía ni puta idea de por qué.

Chloe me tomó en su mano (no me había puesto ni un poco suave) y me


posicionó justo en ese cálido punto suave en el que no podía esperar para
enterrarme.

Traté de no ser codicioso, juro que traté, pero cuando me enterró un


centímetro hacia abajo, luego dos y se detuvo, casi perdí el control. Sus
músculos se apretaron a mi alrededor y gimió, ajustándose a mi tamaño.
Mordiendo mi labio inferior, supe que no me controlaría más. Ella daba y daba,
y yo tomaba. Me agarré de sus caderas y empujé hacia arriba, fuerte,
enterrándome hasta las bolas en un empuje violento.

Chloe gritó y aplanó ambas manos contra mis abdominales. —Jesús,


Shaw.

—Sabes que te gusta. —Empujé de nuevo hacia arriba, permitiéndole


tomar cada duro centímetro de mí. Amaba cómo se sentía a mi alrededor. Era
cálida, perfección y rayos de sol, todo envuelto en un dulce paquete.

—Me encanta —dijo ella, corrigiéndome—. Haz eso de nuevo.

Sostuve sus caderas en su sitio y empujé hacia arriba dentro de ella, una y
otra vez. Sus tetas rebotaban con la fuerza y ambos gemimos. Sabía que ella
estaba cerca y también sabía que eso significaba que debía ralentizar mi ritmo.
Pero no iba a hacer eso.

—Te gusta montar esta gran polla. —Froté su clítoris expuesto en lentos
círculos y ella gimió—. Al igual que montaste mi rostro.

Ella gimió de nuevo y rodó sus caderas sobre mí.

»Está bien. Tómalo, nena. Así.

Pronto sentí que sus músculos cerrándose a mí alrededor. Unos


empujones más y se corrió, cubriéndome en sus cálidos jugos y temblando en
mis brazos. La seguí hasta el borde, perdiéndome en ella hasta que mi mente
quedó en blanco y mi cuerpo se sintió felizmente vacío.
Después de deshacerme del condón, me puse los vaqueros y la camiseta.

—¿Estás bien? —pregunté, deslizando mis pies en mis zapatos. Mi


corazón todavía palpitaba y mi piel ligeramente húmeda.

—Por supuesto —dijo Chloe, levantando su barbilla—. ¿Por qué no lo


estaría?

—Buenas noches, Rayito de Sol. —Me incliné hacia abajo donde todavía
estaba sentada desnuda en el centro de su cama y le di un rápido beso en la
frente.

—Buenas noches —murmuró y me vio salir con ojos tristes.

Mierda.

Por eso me permitía complacerme solo una vez a la semana, todos los
miércoles. Parecía un compromiso decente. No quería follar totalmente y
monopolizar todo el tiempo libre de Chloe. No se inscribió para esto. Era una
mujer hermosa, joven y soltera que necesitaba vivir su vida. Así que me trataba
a mí mismo con la poca frecuencia que podía tolerar, que era una vez cada siete
días.

Me fui sin otra palabra, saliendo a la oscuridad de la noche. Lo último que


necesitaba era que su hermano me viera. Ya me estaba cansando de las miradas
críticas que me daba cuando notaba que Chloe me atendía como un perrito
callejero.

Mientras me arrastraba a mi propia cama esa noche, agotado y satisfecho,


el aroma de Chloe aún en mi piel, sabía que iba a dormir como un bebé.

Cerré los ojos y reproduje las imágenes de nuestra noche erótica. La forma
en que su cabello caía sobre un hombro mientras ella me montaba. La forma en
que su cuerpo apretado y ágil se apoderó del mío cuando se corrió. Maldita sea.

Brevemente, me pregunté si debería sentirme culpable, sentirme mal por


haber usado su cuerpo para escapar. Pero no lo hice. Ni siquiera un poco. Si ella
quería estar allí para mí de esta manera, estaba contento de dejarla. Por el
tiempo que ella estuviera dispuesta.

Solo deseé poder detener este maldito dolor en mi pecho, especialmente


porque no sabía si era por Samantha o Chloe.
5
Chloe
—¿Qué está sucediendo con Shaw? —preguntó mi amiga Courtney sobre
el borde de su tercera margarita.

—¿Qué quieres decir? —Tomé un sorbo de mi propia mezcla, sintiendo las


insinuaciones detrás de su pregunta ardiendo en mis entrañas.

—Han pasado ocho meses. ¿Está saliendo con alguien?

No había necesidad de que aclarara eso. Habían pasado ocho meses desde
la muerte de Samantha. Ocho meses desde que todo cambió. Se había
convertido en el nuevo paso del tiempo por el cual todo estaba marcado.

Me encogí de hombros. —No creo que esté listo.

Era sábado por la noche y estábamos pasando el rato en Hank’s, el bar de


la ciudad. No era uno de los lugares turísticos en la playa con una decoración
elegante y bebidas caras. Era solo un bar con un hoyo en la pared que todos los
locales conocían. Polvorientas fotos en blanco y negro de puestas de sol y
palmeras en las paredes, y taburetes desvencijados de madera entre las docenas
de mesas altas.

—Escuché que está viendo a alguien —intervino nuestra amiga Lynne.

Mi temperamento se alzó. Será mejor que no. —¿Dónde lo escuchaste? —


intenté mantener la emoción fuera de mi voz, pero no estaba segura de haberlo
logrado.

Lynne desvió su mirada hacia el mar de cuerpos. La hora era lo


suficientemente tarde, o más bien la gente estaba lo suficientemente intoxicada,
ya que el centro de la habitación se había convertido en una pista de baile
improvisada, como todos los sábados por la noche.

—De mi estilista en mi cita la semana pasada. Corre el rumor de que tiene


una nueva amiga para follar, pero no es en serio.

Mi estómago se retorció dolorosamente.

—Hablando del rey de Roma. —Courtney rio disimuladamente.


Seguí su línea de visión hacia el otro extremo de la habitación. Shaw
estaba de pie en el bar, que estaba lleno, esperando para ordenar. Él era lo
suficientemente alto, sin embargo, porque se alzaba sobre casi todos.

Me obligué a apartar mis ojos. No había tenido noticias suyas desde que
dejó mi casa el miércoles por la noche, no es que esperara hacerlo.

—Quien sea que esté follando es asunto de ustedes —murmuré, tomando


consuelo en mi bebida, que ahora corría peligrosamente baja.

Nunca había considerado la posibilidad de que estuviera durmiendo con


otra persona. La idea de que buscara ese nivel de consuelo íntimo con otra chica
hizo que me doliera el pecho.

Mi mirada vagó hacia el bar otra vez. Shaw estaba vestido con vaqueros
oscuros y una camiseta blanca, que se las arregló para lucir ridículamente sexy.
El material se tensaba sobre sus hombros esculpidos y su pecho, y los vaqueros
colgaban bajos sobre sus caderas.

Encontré sus ojos y rápidamente desvié la mirada. No había venido a


verlo, ni siquiera sabía que estaría aquí. Él rara vez salía. Me permití echar un
rápido vistazo para ver si todavía me estaba mirando. No lo estaba. Bien. Él
dominaba mis pensamientos el noventa y nueve por ciento del tiempo.
Necesitaba este tiempo de inactividad con mis amigas.

—Oh, cállate, Chloe —dijo Courtney—. Si está listo para comenzar a ver a
alguien, ya sabes mi opinión, sobre todo. Ustedes serían perfectos juntos.

—Detente, por favor —supliqué. No podía soportar escuchar otro de sus


largos discursos acerca de cómo Shaw y yo haríamos la pareja perfecta, o los
bebés más lindos, o cualquier otra de sus tonterías.

Incluso si estuviera de acuerdo con ella, no era saludable hacerme


ilusiones sobre algo que nunca podría suceder. Él era mi amigo. Y todavía
estaba afligido. Y en más de veinte años de conocernos, nunca había expresado
ningún sentimiento romántico por mí.

Follar era diferente. Eso era solo algo que haces. Abrir tu corazón,
comprometerte con alguien, eso era algo que eliges. Y Shaw parecía muy lejos de
elegir cualquiera cosa que lo atara de nuevo.

—Se está tomando su tiempo. No tiene interés en salir ahora mismo —dije,
esperando terminar esta conversación de una vez por todas.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Lynne—. ¿Han hablado de eso?


—Bueno no, pero… —Me quedé callada. No podía decir cómo sabía tanto
de su vida amorosa sin revelar que yo era parte de ella—. Simplemente no está
listo.

Llamé a nuestra camarera. Necesitaba muchísimo más tequila si quería


superar las preguntas de mis amigas.

—¿Y tú? —preguntó Courtney, percibiendo el aroma de la desesperación


que me pesaba como un perro—. ¿Por qué no has visto a nadie? No has salido
como en una eternidad, Chloe.

—Sí, deberíamos arreglar eso —dijo Lynne, sonriendo con una sonrisa
malvada que sabía que significaba que estaba al acecho.

—Estoy bien, chicas. Gracias por la preocupación, pero honestamente,


entre manejar el hotel y estar ahí para Shaw, solo no he encontrado el tiempo.

—Perfecto. —Courtney sonrió—. No hay mejor momento como el ahora.


Hay un montón de hombres solteros aquí.

—No estoy interesada —dije entre dientes apretados.

—¿Hay algo entre tú y Shaw? —preguntó Courtney, tocando su barbilla.

—Por supuesto que no —espeté. Procedí a pasar los siguientes cinco


minutos tratando de cambiar el tema, solo para que volviera a mi vida amorosa
una y otra vez.

—Si no pasa nada, ¿por qué Shaw parece querer comerte viva? —preguntó
Lynne.

Eché un vistazo otra vez. Maldición. Me estaba viendo con su mirada


intensa y llena de angustia. La que decía que estaríamos entre mis sábanas más
tarde, sudorosos y gimiendo.

En ese momento, nuestra camarera se acercó. —Señoritas, estos tragos son


de los caballeros en el bar. —Inclinó su barbilla hacia un grupo de veintitantos
en la esquina, y luego colocó tres brillantes tragos azules en nuestra mesa—. Se
llaman Hawaiian Leg Spreaders1

—¡Hasta el fondo, chicas! —dijo Lynne, tomando su vaso y brindando con


Courtney.

Levanté el vaso hacia mis labios y cuando levanté la mirada, fue


directamente a los ojos de Shaw. Estaba parado directamente frente a nuestra
mesa, a unos diez metros de, bebiendo tranquilamente una cerveza y

1 Nombre de un trago, pero también de una barra para abrir las piernas a la hora del sexo.
observándome. Me dio la impresión de que él sabía que los tragos eran de un
grupo de chicos, y que estaba mirando para ver qué iba a hacer.

Vertí el licor en mi boca y tragué. Si pensaba que iba a rechazar una bebida
de otro hombre solo porque él y yo estábamos follando, estaba equivocado. De
hecho, la forma en que me estaba mirando, como si fuera mi niñera designada
para la noche, me estaba molestando.

Continué charlando con mis amigas, todo bajo el intenso escrutinio de


Shaw recostado casualmente en una mesa a solo seis metros de distancia.

—Vamos. Tenemos que agradecer a esos chicos que nos compraron los
tragos —dijo Lynne, deslizándose de su taburete de la barra unos minutos más
tarde, nada más que metro y medio de ella. Se enderezó la blusa sin mangas.

—Sí, y tal vez comprarles unos tragos a cambio. Algo sucio… como un
Screaming Orgams2. —Courtney rio entre dientes.

Podía sentir la mirada intensa de Shaw sobre mí, y de alguna manera


sabía que, si cruzaba la habitación para hablar con esos hombres, él me seguiría.

—Ustedes, adelántense. Las alcanzaré luego.

—¡Vamos, Chloe! —suplicó Courtney.

—Tengo que orinar. Dos minutos. Estaré allí —prometí. Necesitaba ver
qué demonios estaba pasando con Shaw.

Salté de mi taburete en la barra y comencé a ir hacia los baños. Por el


rabillo del ojo, vi a Shaw seguirme, pero continué en mi camino, ignorando la
presencia inminente que sentía detrás de mí.

Me alcanzó en el solitario pasillo trasero, y me giré para enfrentarlo.

—¿Por qué no estás allí arreglándote frente a esos hombres como tus
amigas? —preguntó, arrinconándome.

Tragué saliva y levanté mi barbilla, obligando a mis ojos a encontrarse con


los suyos. Me encontré con una mirada oscura y enojada.

—Porque no estoy aquí para conocer hombres. —Eso era cierto. ¿La
razón? El hombre que siempre había deseado estaba exactamente a unos
centímetros delante de mí.

Él soltó un murmullo de aprobación en su garganta.

—¿Y qué hay de ti? ¿Qué estás haciendo aquí?

2 Nombre de un trago, en español orgasmo gritón.


Se encogió de hombros, y supe que esa era la única respuesta que iba a
obtener.

—Bueno, si me disculpas… —Intenté esquivarlo para dirigirme al baño,


pero dos manos grandes me agarraron de la cintura y me forzaron contra la
pared.

Y luego su boca descendió sobre la mía y él me estaba besando, su lengua


me sondeó, mis labios se separaron y las rodillas se debilitaron. Me había
besado solo una vez desde que éramos adolescentes, la primera vez en el baño
en la casa de los padres de Samantha. Pero ahora me estaba besando y su boca
era cálida, dulce y tierna.

Le devolví el beso, chupándole la lengua y gimiendo en su boca cuando su


erección de acero me golpeó el vientre.

Imprudente. Esto era imprudente. Alguien podría vernos.

Segundos después, su boca se había ido. Parpadeé con pasión. Entonces,


antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, me llevó más lejos por
el pasillo. Abrió una puerta a un armario de escobas y nos llevó dentro, donde
estábamos rodeados por la oscuridad y el sutil aroma a madera pulida.

—Shaw, ¿qué estamos…?

Su boca estaba en la mía otra vez y las palabras murieron en mis labios.
Sus besos eran diferentes a cualquier otra cosa. Calientes. Poderosos. Intensos. Al
igual que su personalidad. Mordió mi garganta, chupó mi labio inferior y me
agarró el trasero con fuerza con ambas manos. Mis bragas ya estaban mojadas,
olvidaba los juegos previos cuando estaba con Shaw. No eran necesarios. Mi
cuerpo estaba preparado y listo más rápido que con cualquier hombre con el
que había estado.

—Arrodíllate. —Su ronca voz retumbó en mi oído—. Quiero tus bonitos


labios rosados alrededor de mi polla.

Sus manos presionaron mis hombros, y cuando caí de rodillas ante él,
escuché que bajaba la cremallera. Y entonces estaba tomando su gruesa polla
profundamente en mi garganta, su olor a almizcle me rodeaba, sus gemidos
murmurados me espolearon…

—Chúpala hasta el fondo —ordenó, y obedecí.

Hace un momento, estaba con mis amigas, inocentemente compartiendo


bebidas. Ahora estaba aquí, ¿haciendo esto? A veces me confundía incluso a mí
misma.
—Dios, eres perfecta —dijo con un gemido, sacándome de mis
pensamientos y trayéndome al momento. Una mano rodeó mi garganta, su era
presión ligera—. Me dejas ensuciarte, chica sucia.

Lo miré, mi boca llena. No hace falta decir que la única razón por la que le
permití que me ensuciara era por la cantidad escandalosa de confianza entre
nosotros.

Un último gruñido, y segundos después se corrió, disparando calientes


chorros de semen por mi garganta y emitiendo el sonido más bellamente roto.

Tragué. Su esencia salada y amarga se deslizó por mi garganta.

Todavía estaba tambaleándome cuando me ayudó a levantarme, tratando


de descubrir lo que acababa de pasar en el lapso de diez minutos. Entonces me
di cuenta: Shaw me había marcado, había tenido que reclamarme como suya.

—Aunque sé que te encantaría que chupara ese pequeño y caliente clítoris


hasta que te corras, no voy a hacerlo. Vuelve a tus amigas. Y no te atrevas a
dejar que ninguno de esos hombres te toque. ¿Lo entiendes, Rayito de Sol?

Asentí como la esclava obediente en la que me he convertido.

—Bien.

La puerta se abrió y fui empujada hacia la luz.

***

Cuando me desperté a la mañana siguiente, la vergüenza y la indignación


ardieron a través de mí cuando los recuerdos de lo que pasó en el armario de
almacenamiento anoche salieron a la superficie.

Shaw había aparecido cuando estaba con mis amigas. Y... ¿me hizo chupar
su polla solo para probar un punto? Su punto es que, mientras que otro hombre
podría estar coqueteando e interesado, yo todavía le pertenecía. Excepto que no.

Aunque tenía muchas emociones encontradas sobre estos juegos, nunca


me había enojado con Shaw. ¿Pero hoy? Estaba jodidamente furiosa.

Me duché y peiné mi cabello mojado, me vestí con pantalones cortos y una


camiseta, y luego bajé las escaleras en busca de café.

En cambio, encontré una cafetera vacía y a Jason de pie en la cocina.

—Buenos días —gruñí, agarrando la jarra y llenándola con agua del


fregadero.
—Buenos días —dijo con la boca llena de cereal—. ¿Shaw te encontró
anoche en Hank´s?

—¿Qué?

Él se encogió de hombros, tomando otro bocado y masticando lentamente.


—Pasó por aquí anoche preguntando dónde estabas. Le dije que habías ido a
Hank´s. Supuse que había ido allí a buscarte.

—Oh. Sí. Me encontró —dije, mi voz sonó robótica—. Tomamos una


cerveza. No es gran cosa.

Mentiras. Anoche me había usado y me hizo sentir barata.

Jason asintió. —Es bueno verlo salir y volver al ritmo de las cosas,
supongo, ¿eh?

—Sí —murmuré.

El hecho de que Shaw había tratado de encontrarme anoche no calmó mi


enojo. Demonios, probablemente solo hubiera querido que cuidaran su polla de
todos modos. Tal vez eso es todo lo que era para él.

Las lágrimas calientes me picaron los ojos. No podía dejar que Jason me
viese llorar, así que murmuré algo sobre volver al trabajo y me dirigí hacia mi
oficina en la parte de atrás.

—Pero es domingo… —dijo Jason detrás de mí.

No importaba. Necesitaba llenar mi cerebro con facturas, resúmenes


bancarios y actualizaciones web para evitar hundirme en mi cama y llorar
durante las próximas ocho horas.
6
Shaw
La neblina de la mañana arrojó algo de luz sobre algunas cosas. Primero,
actué como un imbécil egoísta la noche pasada. Segundo, me estaba volviendo
cada vez más imprudente con Chloe, y no sabía cómo esta red de engaños que
yo había hilado podría posiblemente terminar bien.

Cuando me levanté de la cama, mi mente dio vueltas una y otra vez con
pensamientos sobre lo que ella posiblemente podría pensar de mí. Nunca había
sido algo que me hubiera atormentado, pero después de lo de anoche y mi
verdadero trato unilateral sobre ella… me pregunté si me veía como lo que
realmente era: el villano en nuestra retorcida historia.

Jason había aceptado venir conmigo hoy a recoger una nueva pieza de
maquinaria que iba a comprar para la marina. Y considerando que había
dormido hasta el mediodía, le envié un mensaje informándole que llegaría
tarde, lo que probablemente ya se habría figurado. Entonces de nuevo, nada
sobre mí era confiable estos días. A menos que cuentes los miércoles. Para eso
siempre estaba listo y puntual. Joder, sí, lo estaba.

Para el momento que me duché, vestí, y comí, era más de la una. Detuve
mi camioneta frente a la casa de Jason y Chloe, pero no me atreví a salir. No
sabía qué decirle a Chloe después de anoche.

Momentos después, Jason salió, guardando su celular y billetera en los


bolsillos de sus vaqueros.

—¿Listo? —pregunté cuando trepó dentro.

—Claro —respondió, poniéndose las gafas de sol.

Si vivías en el sur de Florida, eran prácticamente un elemento básico en tu


guardarropa. Yo tenía varios pares traqueteando en la guantera de mi
camioneta para cualquier momento.

—¿Qué hay de nuevo con Chloe? —pregunté mientras conducíamos.

Él me lanzó una mirada curiosa. —¿No deberías saberlo? Ella dijo que
ustedes chicos se reunieron en Hanks anoche.
—Oh. Cierto. —Mantuve mi mirada en el camino—. Solo quise decir sobre
su estado de ánimo en general. ¿Cómo está hoy?

La sugestiva pausa que siguió fue incómoda como el infierno. Bien


entonces.

—Está bien, supongo —dijo finalmente.

Ese fue el final de mis preguntas curiosas.

Cuando Jason y yo llegamos al almacén, tuvimos que esperar unos


minutos mientras Big Tony terminaba con otro cliente, así que decidí sacar mi
teléfono y enviarle un mensaje de texto a Chloe. La conversación en mi
camioneta con Jason me tenía al borde.

SHAW: Si la noche pasada fue demasiado para ti… lo siento.

No obtuve respuesta, y me pregunté si quizás esta vez había cruzado la


línea. Quizás el silencio era su manera de decirme que había terminado.

Releí mi texto. No era una disculpa completa. Estaba diciendo que, si la


noche anterior fue demasiado para ella, entonces lo sentía. No que yo había
actuado como un completo idiota egoísta y que realmente lo lamentaba por eso.

Demonios, la había forzado a arrodillarse y empujé mi polla en su


garganta hasta ahogarla. Debería estarle suplicando que me perdonara,
diciéndole que había ido demasiado lejos. Era una línea fina y una en la que
estaba caminando de puntillas sobre el borde.

—Hay algo que tengo que decirte —dijo Jason una vez que estuvimos en
la la camioneta con el sistema de poleas acomodado en la parte trasera, y mi
billetera quinientos dólares más ligera.

—¿Qué es? —pregunté.

—Tu interés en Chloe.

Mordí el interior de mi mejilla para evitar maldecir. —¿Qué interés?


Somos amigos, Jay, tú lo sabes.

—La gente habla. Y escucho cosas de vez en cuando. —Entonces se volvió


y me miró mientras conducía. Mantuve mis manos firmes a las diez y dos, y mis
ojos en el camino frente a nosotros—. ¿Qué estás haciendo con mi hermana?

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—Escuché que algo sucedió entre ustedes dos anoche en Hanks.


—No pasó nada. —La mentira salió fácilmente de mi boca—. Nunca
lastimaría a Chloe. —Otra mentira. Quería que fuera cierto, pero sabía que no lo
era.

—Sé que no lo harías —dijo y su tono se suavizó—. Pero ella te mira como
si caminaras sobre el agua, y si descubro que has estado jodiendo con ella,
tendré que malditamente decir algo al respecto.

—Absolutamente. Tú eres su hermano mayor. Eso estaría dentro de tus


derechos.

—Maldita sea, sí que lo estaría.

El resto del camino estuvo en silencio, y cuando lo dejé, Jason murmuró


con frialdad—: Nos vemos. —Luego desapareció dentro.

Me quedé con una sensación de intranquilidad en el estómago, y todavía


sin respuesta de Chloe. En lugar de irme a casa, decidí visitar a Abe. Como era
de esperar, estaba en el porche trasero, haciendo otro crucigrama.

—¿No hay nada mejor que hacer que molestar a un anciano? —preguntó
cuando me senté, sin siquiera molestarse en mirarme.

Sonreí. —Algo así.

Nos sentamos en silencio por unos momentos mientras pensaba en qué


decir a continuación. Había algo en pel, la forma en que nunca se inmiscuía,
pero siempre escuchaba en silencio y me ofrecía consejos perspicaces que me
hacían querer abrirme más a él de lo que he hecho con cualquier otra persona.

—Creo que Chloe está molesta conmigo.

—¿Le diste una razón para estarlo? —preguntó.

—Tal vez. —Mierda. Tomé una respiración profunda—. Probablemente.

—Eso es un sí.

Asentí y dejé escapar un profundo suspiro.

—Ella es especial para ti —dijo.

Por supuesto que lo era. Abe sabía que ella y yo crecimos juntos.

—Eres un hombre joven, Shaw. No se espera que guardes luto por tu


difunta esposa el resto de tu vida. Está bien seguir adelante.
Eso me sorprendió, viniendo de Abe. Sarah era todo su mundo, y sabía
que él nunca había considerado buscar otra compañera, a pesar de lo solo que
estaba.

»Cuando estés listo —agregó.

—Sí… algún día —dije.

Me preguntaba si el algún día llegaría antes de que estuviera preparado.


7
Chloe
Cuando Shaw se apareció inesperadamente después del trabajo, no estaba
segura de cómo reaccionar. Parpadeé y asentí, y luego, cuando preguntó si
podía entrar, dije que sí. Ahora estamos sentados al lado del otro en el borde de
mi cama y mi corazón latía fuerte.

Pensamientos llenos de esperanza corrieron desenfrenados en mi cabeza.


Tal vez porque era lunes, o porque todavía había luz afuera, o por el texto de
disculpa que me envió, pero una parte de mí esperaba que finalmente estuviera
aquí para hablar de algo real.

—¿Estás bien? —preguntó, mirándome cuidadosamente. Estaba segura de


que podía ver la forma en que las ruedas de mi cerebro giraban fuera de
control.

—Bien. ¿Por qué?

—Nunca respondiste a mi mensaje ayer.

Me encogí de hombros.

—Lo sé. He estado ocupada.

Mentira. La posada hoy estuvo tranquila. Le escribí seis veces y borré los
mensajes antes de enviarlos. Intentaba ser fuerte, y ahora parecía que tal vez la
estrategia había funcionado.

Shaw se mordió el labio inferior y miró por la ventana al horizonte azul


más allá de nuestro pequeño tramo de playa. Era contemplativo¸ y me pregunté
si estaba listo para abrirse a mí después de alejarse emocionalmente durante
todos estos meses.

Decidí ser audaz y dar el primer paso.

—Siento que hay algunas cosas de las que deberíamos hablar.

—¿Relacionado a mí y a ti?

Tomé una respiración profunda.


—No. Sobre Samantha y tú. Sobre ti, y cómo estás.

Ella murió un miércoles en la noche. Ese pensamiento me mantenía


despierta por la noche, preguntándome si el día de la semana que siempre
venía a mí tenía un significado más profundo, si el lugar vacío en su corazón se
calmaba con mi presencia. Quería entenderlo.

Se pasó las manos por el cabello y siguió mirando por la ventana.

—¿Qué hay para decir?

—Solo quiero escuchar cómo te sientes, cómo estás lidiando con todo…

Recordé las seis semanas después del funeral. Me había pedido que fuera
a su casa, y cuando fui, me preguntó si podía tomar las cosas de Samantha y
ponerlas en una caja. Sus padres vendrían ese fin de semana para recogerlas.

Pensé que habría sido demasiado doloroso para él, así que por supuesto
dije que sí. Esa fue la última vez que hablamos sobre ella.

—Creo que lo sabes, Chloe —dijo, su mirada se movió hacia mí, y un


pequeño escalofrío recorrió mi columna.

—¿La extrañas? —pregunté, mi voz era pequeña.

Ese día, hace casi siete meses, Shaw zarpó en su bote mientras yo me abría
paso en su pequeña casa con solo media docena de cajas como compañía.
Guardé ropa, maquillaje y artículos de tocador, pequeñas chucherías en la sala
que sabía que no eran de él. Incluso su cepillo de dientes todavía estaba en su
lugar junto al lavamanos, su rasuradora rosa en la ducha. No podía imaginar
por qué había esperado seis semanas para quitar algunas de las cosas.

Solo podía imaginar lo difícil que era vivir con esos constantes
recordatorios. Supongo que la amó tanto que no soportaba la idea de guardar
incluso los recuerdos más insignificantes, cosas que ella sostuvo por última vez.

Extrañamente, ella no llevaba su anillo de bodas cuando murió, un detalle


que se susurró en el funeral. Todavía estaba en un plato de cristal en su tocador.
Eso lo dejé en su lugar, segura de que Shaw no querría separarse de él. Desde
eso, vendió la casa y ahora dormía en la habitación de atrás en su puerto
deportivo. No tenía idea de qué hizo con el anillo.

Todavía esperaba que él respondiera.

—A veces —dijo finalmente.

Fue una respuesta extraña, y mi frente se arrugó.


—Solo necesito saber que estás bien —dije—, y si no estás bien, quizás
pronto lo estés.

Él dejó escapar un profundo suspiro.

—¿Bien? ¿Quieres saber si estoy bien?

Asentí, con cuidado de mantener una expresión neutral.

—No debería estarlo, ¿verdad? ¿No es eso lo que la gente piensa?

Me mantuve muda. Tenía la sensación de que estaba a punto de que se


rompería si presionaba demasiado.

—¿Eso es lo que piensas también, Chloe? ¿Que estoy destinado a


convertirme en este afligido y amargado viudo incapaz de sentir verdadera
felicidad de nuevo?

—Por… por supuesto que no. —Encontré mi voz—. Solo quiero que sepas
que estoy aquí para escuchar si alguna vez quieres hablar.

Él gruñó una respuesta.

Siempre era así. Justo cuando comenzaba a ganar algo de terreno con él, se
cerraba.

Nos sentamos en la cama con el zumbido del televisor en el fondo y


hablamos de cosas mundanas. El nuevo restaurante cubano que recientemente
se inauguró en el centro de la ciudad, la temporada de huracanes que casi
llegaba a su fin sin siquiera un pequeño problema en el proceso. Empecé a
relajarme un poco más, mis hombros ya no estaban tan tensos.

—¿Y qué hay de ti? ¿Cómo estás sintiéndote? —preguntó después de un


momento de silencio con solo la pizca de una sonrisa en sus labios.

Su pregunta fue tan inesperada, que tartamudeé.

—¿Qu-qué quieres decir?

—¿El trabajo? ¿Los negocios en la posada? —preguntó.

—Todo eso está bien.

Asintió.

—¿Y tu hermano?

—Bien.

—¿Y tus amigos?


—Bien. —¿Qué pasa con este juego de las veinte preguntas?

Asintió.

—¿Y nosotros?

Suspiré, después tomé una profunda respiración. Había temido que esto
viniera.

—Me alegra que pueda estar aquí para ayudarte, pero…

—Pero —interrumpe, su tono solemne.

Tragué pesadamente.

—Pero… en ocasiones me pregunto si estar aquí para ti de esa manera


realmente ayuda en algo.

Las yemas de sus dedos acariciaron la línea de mi mandíbula.

—Eres todo lo que tengo.

Fue un momento raro y dulce, y lo saboreé.

—Estoy aquí para ti, siempre lo estaré. Es solo…

—¿Solo que qué?

Nos recostó sobre el colchón. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza.

—En ocasiones me asusta… esta conexión secreta que tenemos.

No me dio ninguna reacción, ninguna indicación que supiera de lo que


estaba hablando. Solo me miró con sus hambrientos ojos oscuros.

—Me encanta la manera que follas —murmuró, arrastrando las yemas de


sus dedos por mi cuello. Mi ritmo cardíaco se disparó, aunque odiaba cómo
siempre lograba convertir nuestros encuentros en algo sexual. Sabía lo que se
avecinaba.

—Tengo mi período —dije.

—¿Y por qué eso es un problema? —Su sonrisa de respuesta fue


depredadora y dominante—. Todavía tienes otros dos agujeros.

—¡Dios, eres un cerdo! —Me senté y le lancé una almohada.

—Estoy bromeando, mujer. —También se sentó—. ¿Estás… sintiéndote


bien? ¿Necesitas algo?
—Estoy bien, Shaw. Solo no estoy de humor. —Al menos eso era verdad.

—Entendido. ¿Acaso esto tiene algo que ver con la otra noche en Hank’s?

—No. Por supuesto que no —mentí.

Definitivamente lo hacía, pero ni siquiera estaba segura de cómo ponerlo


en palabras para él. Nuestra aventura había cruzado hacia un área gris donde,
estaba sintiendo que, en lugar de ayudarlo a sanar, sentía que simplemente
estaba usándome. ¿Y qué lección había estado tratando de enseñarme? ¿Qué no
quería que hablara con otros hombres? Pero con nuestro actual estado de no-
compromiso, eso tampoco iba a funcionar.

—Dije que lamentaba eso, Rayito de Sol. —Su tono era más suave, el brillo
en sus ojos más sincero—. Si pudiera regresarte el favor ahora mismo, lo haría.

—¿Y no esperarías nada a cambio? —dije, desafiándolo.

—Ni una sola cosa.

Bien… ahora estaba aún más confundida sobre cómo sentirme. Pero por el
momento, mantendría mi postura. Necesitaba un descanso para despejar mi
mente.

—Honestamente, eso no es el por qué estoy aquí, de todos modos.

—¿No? —Levanté una de mis cejas hacia él.

—Nunca respondiste a mi mensaje. Realmente me sentí mal por la forma


cómo actué en Hank’s. Puede que haya bebido demasiado esa noche.

Lo descarté.

—Ya lo superé, Shaw. Déjalo estar. —Era mayormente cierto. No podía


mantenerme enojada con él demasiado tiempo.

Él asintió.

—¿Quieres quedarte un rato? ¿Tomar una copa de vino?

Asentí hacia la pequeña encimera a la que cariñosamente llamé La Cocina


Más Pequeña del Mundo. Mi hermano había remodelado la suite de una
habitación en el piso de arriba el año pasado en un estudio, instalándole en
pequeño refrigerador y una extensión de encimera a lo largo de la pared que
sostenía un microondas y mi cocina eléctrica. Cosas emocionantes. Pero al
menos ahora tenía mi propio espacio.

—Seguro. ¿Por qué no? —Shaw se encogió de hombros.


Salté de la cama y agarré la botella de vinotinto que había abierto más
temprano, pensando que esta noche iba a ser una fiesta de lástima para uno.
Serví una copa para cada uno y las llevé de vuelta a la cama donde Shaw estaba
sentado.

—Gracias —dijo, tomando un sorbo. Sabía que el vinotinto no era su


favorito, así que el hecho que estuviera aquí, decidiendo quedarse, eligiendo
pasar tiempo conmigo cuando el sexo no estaba en la mesa, se sintió como algo
importante.

—Gracias por quedarte.

Odiaba el tono desesperado en mi voz, pero tenía que recordarme que


había sido fuerte esta noche. Que no habría nada de sexo. Solo dos amigos
reconectando. Tal vez esta era la manera de hacerlo ver que podría haber más
entre nosotros.

Tal vez.

Pero se sintió como un inicio. Uno que no quería despilfarrar.

Tomé un sorbo de mi vino y contemplé qué hacer, cuando repentinamente


me golpeó.

Tenía que hacer la única cosa que sabía que garantizaría que no cedería
ante él. La noche del miércoles después del trabajo, tendría que salir.
8
Shaw
El calor del sol de la tarde golpeaba mi espalda. Había ayudado a mi
equipo a limpiar botes toda la tarde y lamentaba no haber usado protector
solar.

—Buen trabajo hoy —dije, inclinando mi gorra mientras el miembro más


reciente tomaba lo último de la basura que quedaba.

—Gracias, jefe —dijo, pasando por mi lado y escabulléndose.

Con la brillante luz del sol, el suave zumbido de las olas, el ocasional
sonido de una gaviota, pensarías que mis pensamientos habían sido serenos y
tranquilos. Mi mente estaba en otras cosas, sin embargo. El profundo y oscuro
vacío dentro de mí que buscaba la compañía de Chloe. Ella era mi santuario. Y
la manera en que me negó la última vez que estuvimos juntos, estaba más que
listo para terminar el trabajo de hoy e ir a nuestro ritual.

Después de una ducha rápida, pasé por el puesto de tacos que le gustaba a
Chloe y busqué unos tacos de pollo y quinua con la salsa verde que le
encantaba, junto con un paquete de seis cervezas, me dirigí a su casa. Eran
pasadas las seis y, aunque era temprano, conocía su rutina lo suficientemente
bien como para saber que había terminado de trabajar y probablemente se
estaba duchando. Eso estaba bien. Podría tomar una cerveza y esperar.

Excepto que no hubo respuesta en su puerta. Le envié un mensaje


mientras bajaba las escaleras. Tal vez todavía estaba trabajando, o simplemente
pasando el rato con su hermano. Llamé a la puerta principal y me quedé allí de
pie con la cena. Sin respuesta allí, tampoco.

Miré por la ventana. Por dentro estaba quieto y tranquilo. ¿Qué demonios?
Era miércoles, ¿verdad? Revisé mi teléfono de nuevo y vi que todavía no había
respuesta a mi mensaje.

Llamar a Jason era arriesgado, pero a la mierda. Estaba más allá de la


preocupación.

Él respondió después del tercer timbre.


—¿Sí?

—¿Dónde está?

—¿Quién?

—Tu hermana. Pasé y no había nadie en casa.

—Ni idea. Tú... ¿necesitas algo? —preguntó.

—No realmente. Solo que compré tacos en ese lugar que le gusta, quería
pasar por allí. —Eso era cierto, y parecía lo suficientemente inocente.

—¿Así que no has comido todavía?

—No. ¿Por qué? —Miré hacia la bolsa de comida en mi mano.

—Porque tengo una idea…

***

Diez minutos después, entré en el estacionamiento de un conocido bar


turístico. Con esas pequeñas mesas de picnic en la playa, bebidas frutales con
coloridos paraguas de papel y una gran cantidad de piel bronceada hasta donde
alcanza la vista.

No había estado aquí en años. El lugar era un mercado de carne, y no tenía


ningún interés en llevarme a una chica al azar, tratando de hacer conversación y
ver su cara caer cuando le explicaba por qué estaba soltero. Y aun así, de alguna
manera aquí estaba. A petición de Jason. Sentí que mi temperamento se elevaba,
y la necesidad de golpear algo estalló dentro de mí, sin embargo, puse un pie
delante del otro y me dirigí hacia el patio trasero.

—Aquí —llamó Jason, levantándose de su asiento para saludarme.

De mala gana caminé hacia ellos. Estaba sentado al lado de una morena,
con su mano sobre su rodilla. Frente a ellos, una rubia estaba sentada en su silla,
con las piernas cruzadas, parecía aburrida. Ella era aparentemente la razón por
la que yo estaba aquí.

—Oye, gracias por venir. —Jason se acercó para darle a mi mano un


apretón casual.

—Claro. —Me prometieron cena y bebidas gratis, y Jason dijo que lo


rescataría de una situación incómoda. Bastardo. No me anoté para una maldita
cita doble.

—Esta es Sara —dijo, mirando con cariño a su cita—. Y esa es Lindsey. —


Me dio una sonrisa que decía de nada.
—Hola —gruñí, deslizándome hacia el asiento al lado de Lindsey.

—Otra ronda —dijo Jason alegremente, señalando a la mesera que pasaba.

Buena mierda también. Necesitaba un trago, o diez, justo ahora.

—Señoritas, este es Shaw. Como mencioné, posee la gran marina en


Lancaster Boulevard.

Al parecer, había estado hablando de mí. Yo no era dueño del lugar, mis
padres lo eran, pero no discutí.

—Debe ser tan agradable, trabajar cerca del agua todo el día —comentó
Lindsey, acercándose a mí.

La miré por primera vez. En realidad, parecía tan fuera de lugar como yo.
Tal vez ella no estaba más feliz con esta trampa que yo. Tenía el cabello rubio
hasta los hombros, con ondas sueltas y ojos azules. Ella era linda en una especie
de inocente, como la-chica-al-lado.

—Me encanta el agua, así que es perfecto para mí —respondí—. No me


imagino trabajando en una oficina todo el día. Prefiero estar bajo el sol y la
brisa.

—Oh, estoy de acuerdo. Trabajo para una florería, y tenemos un puesto en


el mercado de agricultores. Me encanta.

—Genial. —Me encontré sonriéndole—. ¿Tienes hambre? No he comido


aún. —La bolsa de tacos que había comprado para Chloe cayó en un bote de
basura afuera.

—Estoy muerta de hambre. Y aquí tienen los mejores camarones de coco,


con la más increíble salsa de crema de mango cremosa.

Justo en ese momento la camarera regresó con nuestras bebidas heladas


para las mujeres y jarras de cerveza para Jason y para mí.

—Dos órdenes de camarones de coco y una porción de papas fritas, por


favor —dije a la camarera, y luego dirigí mi mirada hacia Lindsey—. ¿Algo
más?

—Un agua con hielo —agregó.

—Que sean dos —dije.

Jason pidió una hamburguesa, y cuando su cita pidió una ensalada con
aderezo bajo en grasa, Lindsey y yo intercambiamos una sonrisa cómplice,
sabiendo que estábamos a momentos de compartir la bondad frita. Con salsa
cremosa de mango.

Pronto llegó nuestra comida y, mientras comíamos, descubrí que la


conversación fluía fácilmente entre Lindsey y yo. Había pasado mucho tiempo
desde que había estado en presencia de una mujer que no fuera Chloe, y
descubrí que era como andar en bicicleta. Charlamos, bebimos un poco más y
luego compartimos un trozo de tarta de lima.

No había nada de follar, no había escapado por completo del dolor, pero
aun así, era una noche mucho mejor que si hubiera ido a casa solo.
9
Chloe
Tenía un mal presentimiento agitándose en la boca de mi estómago y no
podía averiguar por qué.

—¿Dónde estuviste anoche? —preguntó Jason mientras me servía una taza


de café.

Estaba decidida a actualizar nuestras páginas de redes sociales esta


mañana, una tarea que siempre dejo de último. Porque siempre había algo más
importante que necesitaba hacer.

—En ningún lugar especial. Hice algunos recados. Depilé mis cejas. Nada
emocionante. ¿Por qué?

Él agarró una taza del armario y se unió a mí cerca de la cafetera para


esperar a que terminara de preparar el café.

—Porque aparentemente Shaw vino aquí anoche con tus tacos favoritos y
como no estabas en casa, me llamó.

¿Tacos? ¿Llamó a mi hermano, buscándome? Este no era el Shaw


hambriento de sexo, y cerrado que conocía. Me aseguré de no estar en casa
anoche, pero ahora mi corazón dolía.

—¿Y qué le dijiste?

Se encogió de hombros.

—Le dije que no sabía dónde estabas, pero lo invité a una cita doble
conmigo y Sara. Ella había llevado a su compañera de cuarto Lindsey, así que
funcionó perfectamente.

Mi corazón saltó en mi garganta.

—¿Y él fue?

—Sí. De hecho, se llevaron muy bien.

—¿Cuán bien? —Estreché mis ojos, mi estómago dándose vuelta.


Jason me estudió por un momento antes de continuar.

—Después de la cena, se fueron a otro bar para tomar otra ronda, solo los
dos.

Se sintió como si todo el aire hubiese salido de mis pulmones, y apreté mis
manos contra el mostrador, tratando de respirar. Mierda. ¿Por qué demonios
había mentido la otra noche, al decirle que estaba con mi período? Y después
tuve el gran plan de salir anoche, para abandonar nuestra tradición de los
miércoles, todo porque había leído en unas de esas estúpidas revistas para
mujeres acerca de cómo la ausencia hace que el corazón se vuelva más cariñoso,
y la idea de que resistiéndote a tu hombre podría de hecho hacerlo caer más
fuerte.

Equivocado. Que consejo infortunado. Mi ausencia aparentemente lo envió


directamente a los brazos de otra mujer.

—Tengo cosas que hacer —murmuré—. Hablamos más tarde.

Salí de la cocina, con la taza de café en mano. Dije que necesitaba hacer
algo de trabajo, pero lo que realmente necesitaba era estar sola.

***

Si solo hubiese tenido una aventura de una noche sin sentido, podría
haber dolido menos. Sabía lo frío y distante que Shaw podía ser sobre el sexo.
Probablemente nunca hubiera hablado con ella de nuevo.

¿Pero ir a cenar con una mujer? ¿Una verdadera cita? Eso era algo que ni
siquiera él y yo habíamos hecho. Y su pasado estaba lleno de relaciones
monógamas de largo plazo, lo que realmente me asustaba sobre esta cita.
Señalaba que tal vez estaba en camino de seguir adelante, con otra persona que
no fuera yo.

Luego de pasar la mañana actualizando las cuentas de redes sociales de


nuestra posada y respondiendo una gran cantidad de correos electrónicos de
consulta, decidí enviarle un mensaje de texto a Shaw.

Chloe: Lo siento por lo de anoche. Pero parece que te mantuviste entretenido.

No pude evitar el tono sarcástico en mi mensaje. Nunca hemos tenido una


disputa, una pelea de amantes o siquiera un desacuerdo como amigos, y me
pregunté si estábamos a punto de experimentar la primera. Después de todo,
fui yo la que abandonó nuestros planes anoche. Pero él pasando tiempo con
otra mujer no era un escenario que hubiera imaginado.

Shaw: Sí, lamento eso. Algo surgió.


Chloe: Y por algo te refieres a Lindsey.

Shaw: Ah, mierda, gracias por eso. No podía recordar su nombre. 😉

Lancé mi teléfono sobre el escritorio y gruñí una maldición. Él tenía que


ser el hombre más frustrante y exasperante del planeta.

Había pasado ocho largos meses llena de lujuria hacia él, dándole cada
pieza de mi cuerpo y alma, sin mencionar mi corazón. Me he acercado más a él
de lo que creí posible. Temerosa de admitir la verdad, incluso para mí misma,
sabía que me había enamorado de él. ¿Y ahora esto?

Mi teléfono sonó, señalando un nuevo mensaje. Puse mis ojos en blanco y


agarré mi teléfono.

Shaw: Entonces, ¿dónde estabas anoche… cita caliente o algo?

Mordí mi labio, una parte de mí quería mentirle y decirle sí, hacerlo


pensar que estuve con otro hombre. Pero sabía que no era correcto. Tragué mi
orgullo y respondí.

Chloe: No, solo necesitaba un descanso.

Me preguntaba cómo interpretaría el mensaje... ¿que necesitaba poner algo


de distancia entre él y yo? ¿Que necesitaba un tiempo libre de nuestros
miércoles juntos? Cuando volví a leer las palabras en la pantalla, mi corazón se
hundió. Era justo el tipo de respuesta que lo enviaría corriendo a los brazos de
otra mujer. Me sentí cruel y vulnerable y asustada mientras esperaba su
respuesta.

Shaw: Bien.

Después de eso, él no respondió y yo no sabía qué escribir, así que guardé


mi teléfono y lo ignoré el resto del día.

***

—¿Estás segura de que es buena idea? Se va en un mes, ¿no? —pregunté.

—Exacto. Por eso esto es perfecto. Es un compromiso de bajo riesgo con


una fecha de finalización finita. Es perfecto para volver a subirte al caballo.

Hice una mueca. Courtney sonaba como si hubiera ensayado este discurso
antes de que nos encontráramos. Estábamos sentadas en nuestra cafetería
favorita. Los pisos eran de concreto y las paredes estaban cubiertas con estantes
de libros polvorientos; no había nada de lujos en eso. Pero tenían un maldito
buen café y los mejores rollos de canela recién horneados del mundo. Eran tan
grandes como un plato y sostenían una montaña de glaseado de queso crema.
Apreciaba una buena relación entre el glaseado y la canela. Sin mencionar que
todo el lugar olía a vainilla y canela.

Corté otra pieza del desayuno (postre) que estábamos compartiendo y


lamí el glaseado de mi tenedor mientras pensaba en ello.

—Es un tipo muy agradable, y lindo también —dijo Courtney, sonriendo


con esperanza.

Quería responderle, pero odiaba que mi decisión dependiera de si Shaw


estaba planeando volver a ver a esa chica, Lindsey. Si lo estaba, sabía que lo
mejor que podía hacer era obligarme a seguir adelante.

Y este tipo, Bryan, que era un nuevo socio de mercadotecnia para la


pequeña compañía en la que Courtney trabajaba, estaría en la ciudad durante el
próximo mes mientras seguía al propietario. Luego regresaría a Miami, donde
trabajaría de forma remota.

—Déjame ver su foto de nuevo —dije.

Courtney escribió su nombre en un sitio de redes sociales y me entregó su


teléfono. —Él es adorable. No lo puedes negar.

Estudié sus rasgos: ojos azul claro, cabello rubio que colgaba sobre sus
ojos, una amplia sonrisa que mostraba dientes perfectamente rectos. Dios, ¿por
qué no podía sentir algo mirándolo? Intriga. Hambre. Me conformaría con un
interés leve incluso.

Me encogí de hombros y le devolví el teléfono. —Es lindo. Lo pensaré,


¿bueno?

—Te lo pierdes. No se quedará solo por mucho tiempo. Una vez que se
corra la voz de que hay carne fresca en la ciudad, lindo, divertido y con un buen
trabajo, sabes que alguien lo tomará de inmediato.

Tenía razón. Las opciones eran escasas por aquí.

—Si te gusta tanto, sal con él —respondí, enojada porque una chica no
podía disfrutar de su rollo de canela en paz.

—Te lo dije, de ninguna manera. No quiero comenzar algo con alguien


con quien trabajo.

Había querido contarle sobre Shaw y sobre mí tantas veces, y nunca tanto
como ahora. La idea de abrirme y soltar esta carga de mi pecho sonaba
atractiva, al igual que obtener un consejo honesto sobre qué diablos significaba
todo.
Pero el impulso de proteger nuestro secreto ganó, y cambié el tema al
nuevo libro que estaba leyendo en su lugar. Se sentía seguro. Y en este
momento, estar a salvo parecía muchísimo más importante que seguir mis
sueños prohibidos.
10
Chloe
Shaw no me respondió el mensaje, ni ha llamado, o se ha pasado por aquí.
Su silencio era ensordecedor. Y su ausencia en mis días dejó un agujero en mi
corazón. ¿Pero vagar por mis días sabiendo que fui yo quien lo echó? Eso era lo
peor de todo.

Todo estaba aparentemente bien, cada recuerdo tan fresco y crudo que
dolía cuando pensaba en él. Muchos de mis recuerdos lo incluían. La visión de
él en su traje de baño azul marino cuando aprendimos a surfear, sus ojos verdes
sonriendo de alegría cuando montaba una ola. Luego los recuerdos más
oscuros. La mirada vacía en su rostro en el funeral cuando el ataúd fue
enterrado. Quería quitar todo, reemplazarlo con nuevos recuerdos.

Mi corazón era mi peor enemigo. Y el jodido traicionero seguía jugando.


Estuve tan desesperada por escuchar que me dijera que era todo para él, que
dijera que no podría vivir sin mí y que soñaba con que fuéramos reales como yo
lo hacía.

En todos los meses que habíamos tenido que estar en secreto, había
fantaseado con que podía ser yo la que se quedara dormida en sus brazos todas
las noches, y fuera la única en deslizar mi mano dentro de sus boxers cuando
despertara inquieto. Y en la noche, calmarlo como solo yo podría. Quería
compartir comidas y risas, y mirar televisión juntos. Quería construir una vida
con él.

En cambio, me estaba preparando para una cita con otro hombre. Bryan
McDuff, el tipo con el que Courtney me había emparejado cuando finalmente
cedí. Dije que sí sobre todo para quitármela de encima, y porque no tenía una
respuesta de por qué no quería ir. Por lo que ella sabía, yo estaba soltera. Y lo
estaba. Por eso me pesaba.

Revisé mi apariencia en el espejo. Estaba vestida con un par de vaqueros,


sandalias y una camiseta de manga larga. Octubre traía un aire más fresco.
Había secado mi cabelló y apliqué un maquillaje ligero. Estaba tan lista como
nunca.
Bryan y yo nos reuniríamos en un pabellón exterior del parque para un
concierto. Una banda de local iba a tocar esta noche, y los escuché una o dos
veces. Eran bastante buenos, pero sobre todo pensé que esta cita sería mejor que
estar sentada frente a un tipo extraño en un restaurante tranquilo, tratando de
hacer una conversación. Escuchar música, en mi mente, equivale a una
conversación menos incómoda.

En el último segundo, pensé en dar marcha atrás, pensé en cancelar. Pero


luego revisé mi teléfono y todavía no había nada de Shaw... entonces, me fui.

Reconocí a Bryan por la imagen que Courtney me había mostrado y lo


saludé con la mano desde el otro lado del parque mientras me abría paso por la
hierba que nos separaba.

—Hola, viniste —dijo, sonando sorprendido.

—Claro. Es un placer conocerte. —Ofrecí mi mano y la sacudió—.


¿Buscamos un lugar para sentarnos? —Estacionar me había tomado más tiempo
de lo que pensaba y el parque se estaba llenando: mantas y sillas estaban
esparcidas por todo el lugar.

—Por supuesto. Pensaba en sentarnos por aquí.

Bryan se giró y se dirigió al lado del pequeño anfiteatro. Tiré un extremo


de la manta playera que había estado sosteniendo bajo mi brazo, y él me ayudó
a extenderla.

—Traje postre y vino. ¿Espero que esté bien? —dijo Bryan, sentándose a
mi lado.

—Suena genial. —Diez puntos por ser considerado. Diez más por ser aún
más lindo en persona de lo que había imaginado. Tenía un hoyuelo en el lado
izquierdo de la boca cuando sonreía, lo cual era a menudo.

Abrió una pequeña hielera y sacó dos mini botellas de vino blanco helado.

—Espero que no te importe beber de la botella —añadió, girando la parte


superior y entregándome una.

—No, para nada. —La acepté y tomé un pequeño sorbo. Fue fresco y
refrescante.

—También espero que no te importe que no tenga idea si esto se combina


con el vino, pero se veía tan bien que no me importó. —Sonrió nuevamente y
colocó un recipiente con una rebanada gruesa de pastel, junto con dos cucharas,
en la manta—. Cheescake de chocolate blanco.
—Luce increíble.

Acepté una cuchara y entramos en acción. Estaba agradecida de que, hasta


el momento, no hubiera habido silencios incómodos ni intentos torpes de
conversación. Las cosas solo fluían.

Mientras compartíamos el postre, le hablé a Bryan de la posada de mis


padres y el trabajo que Jason y yo hacíamos allí, y él me contó sobre el trabajo
para el que estaba aquí. Hablamos un poco sobre Courtney, y un poco sobre
vivir en Marathon Key.

Pronto la banda comenzó a tocar y el vino hizo su magia, relajándome de


adentro hacia afuera.

Courtney tenía razón. Quizás esto no era tan malo.

***

Después de dos horas, la banda se fue y Bryan me acompañó hasta mi


auto. Me dio un abrazo y me dijo que le gustaría volver a verme. Asentí y le dije
que me había divertido. No era mentira. Sí lo hice. Él no era Shaw, pero de
nuevo, Shaw no era mío.

Todos estos meses me había dicho que Shaw simplemente no estaba listo
para una relación. Pero si estaba saliendo de nuevo, ya no podía fingir que esa
era la razón por la que no quería estar conmigo. Tal vez era una simple cuestión
de compatibilidad. Estaba bien para follar, pero no lo suficiente como para salir.

Cuando llegué a casa, las luces del interior estaban apagadas, así que, en
lugar de ir a hablar con mi hermano, subí las escaleras a mi apartamento. Eran
más de las diez, pero aún no estaba cansada. Tal vez llamaría a Courtney y le
daría los detalles por los que seguramente se estaba muriendo.

Abrí la puerta y encendí las luces. El aroma de la colonia flotaba


suavemente en el aire, y sabía que no estaba sola.

—¿Shaw? —Me volví y lo vi de pie en la esquina de mi habitación.

—Hola, Rayito de Sol. ¿Cómo estuvo tu cita?

—Estuvo bien. —Debió haberle preguntado a mi hermano dónde estaba.

—¿Así es como va a ser ahora? ¿Nosotros saliendo? —preguntó,


acercándose.

Me encogí de hombros. Quería sacar mi lengua y decir tú comenzaste, pero


de alguna manera no creía que le gustara una respuesta tan infantil.
—No estoy segura de cómo van a ser las cosas —dije en cambio—. ¿Por
qué no me dices?

Shaw no dijo nada, y odiaba la ansiedad que sentía cuando el silencio


crecía entre nosotros.

»Una amiga me hizo una cita con alguien con quien trabaja —dije,
quitándome las sandalias y colocando mi bolso al lado de la puerta. No era
como si hubiese salido a buscar una relación, así que, por lo que a mí respecta,
Shaw no podía enojarse por esto.

—¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no revisé a fondo este imbécil antes de
que salieras con él? —Su voz se elevó un poco, su ira hirviendo a fuego lento
justo debajo de la superficie.

—Él no fue un imbécil. De hecho, fue un buen tipo.

Shaw levantó su barbilla, su mirada subió al techo por un segundo. —Así


que vas a verlo de nuevo.

No era una pregunta, y no respondí.

—No sé lo que está pasando entre nosotros, Shaw. ¿Cómo esperas que
sepa cómo manejar esta situación?

Se acercó más hasta que me apretó contra la cama. La parte de atrás de mis
rodillas golpeó el colchón y me senté, Shaw se alzaba sobre mí.

—Espero que me des lo que anhelo.

Tragué saliva y mi mirada se desvió de la suya hasta la hebilla de su


cinturón. Odiaba lo fácil que me derrumbaba, la rapidez con la que mi cuerpo
respondía a su voz áspera y sus órdenes sexuales.

—Estoy aquí para ti. Lo sabes. Es solo que a veces necesito más, Shaw —
supliqué.

—¿Más? —Su voz estaba llena de preguntas.

—Sí. Pienso en ti cuando te vas. Quiero saber cómo te va y qué pasa por tu
mente cuando estás conmigo.

Puso dos dedos debajo de mi barbilla y levantó mi rostro. —¿Quieres


saber qué pasa por mi cabeza?

Asentí.

Sus dedos acariciaron suavemente mi mejilla y me incliné en su toque.


—Eres perfección. Me haces sentir vivo. Me das todo lo que necesito y no
merezco nada de eso. Eso es lo que pasa por mi cabeza.

—Los dos merecemos ser felices. —Mi corazón latía salvajemente, y no


quería nada más que mis palabras finalmente hicieran mella.

—Sé que no puedo impedirte salir en citas, pero mierda si no quiero


hacerlo —agregó.

Quería decirle que él podía. Podía decir las palabras que había deseado
oír, pedirme que fuera suya y nunca más volvería a salir con nadie. Había
estado secretamente esperando que me hiciera suya durante los últimos diez
años.

Shaw se desabrochó el cinturón y se inclinó para besarme. Mis manos se


apresuraron para ayudarlo a liberar su polla hinchada y comencé a acariciarlo,
bombeando ambas manos hacia arriba y hacia abajo mientras su lengua se
arremolinaba con la mía. Un profundo gruñido primitivo sonó en su garganta,
y sentí una profunda satisfacción ante ese sonido. Mis bragas se humedecieron
y acaricié más fuerte, más rápido, volviéndome en codiciosa por su liberación,
incluso más que por la mía.

—Suficiente —gruñó.

Mis vaqueros y bragas fueron arrancadas de mis piernas mientras trepaba


a la cama, descansando contra las almohadas, mi respiración era irregular y mi
corazón golpeaba contra mis costillas.

—¿Ya estás mojada para mí? —Llevó un dedo a mi abertura y lo acomodó


lentamente—. Mi chica se vuelve agradable y húmeda para mí.

Mi chica. ¿No sabía lo mal que me habían matado sus palabras? ¿Me
destripaba de adentro hacia afuera?

—Bésame —murmuré.

Besarnos no eran algo que comúnmente hacíamos, pero necesitaba su boca


en la mía. No superaría esto si tenía que escuchar sus palabras cariñosas.
¿Dónde estaba el hombre brutal, testarudo y sin ataduras al que estaba
acostumbrada?

Bajó su boca a la mía y me besó profundamente. Añadiendo un segundo


dedo, aumentó su ritmo, acariciando ese punto profundo que solo él había
encontrado, y me hizo perder el control.

Le arañé la espalda y lo agarré, moviendo mis caderas al ritmo de sus


dedos.
Jadeando, dije—: Justo ahí… sí, sí.

Dios, era una locura lo mal que mi cuerpo lo había extrañado.

Su boca se movió hacia mi cuello mientras sus dedos continuaban


empujándome por el borde. —Puedes ir a tus pequeñas citas, pero nadie más va
a hacer que te vengas. Puedes contar con eso —gruñó.

Con sus palabras, me hice pedazos, un intenso orgasmo se estrelló contra


mí más fuerte que nunca. Cielos blancos cegadores bailaron en mi visión
mientras mi cuerpo temblaba y temblaba.

Cuando abrí los ojos, Shaw estaba arrodillado en mi cama entre mis
piernas separadas, envolviéndose expertamente en un condón.

—Voy a follarte más duro de lo que nunca te han follado. —Llevó la punta
de su pene a mi abertura y entró un poco.

Gemí, levantando mis caderas. —Sí, solo dime lo que necesitas.

—Quiero que me sientas todo el tiempo hasta la próxima semana.


Entonces sabrás que soy yo quien ha estado dentro de ti y nadie más.

Se deslizó completamente dentro de mí, no solo en mi cuerpo, sino en mi


alma. Y sabía que estaba jodida en más de una manera.
11
Shaw
—Gracias por hacer esto de nuevo —dijo Jason, abriendo la puerta del
restaurante.

—Sí. —Metí las manos en mis bolsillos y entré.

El restaurante tenía un ambiente de playa. Manteles blancos y velas


ardiendo en linternas alrededor de la habitación. Una vista al mar desde las
mesas frente a las ventanas grandes. La música al fondo sonaba genial. Nada de
ese ambiente cambiaba el hecho de que no quería estar aquí.

—Entonces, ¿estás interesado en Lindsey?

—No.

Se giró para mirarme. —¿Y por qué estás aquí, amigo?

¿Por qué estaba aquí? ¿Porque me sentía culpable por mantener en secreto
mi relación con su hermana? Tal vez.

—Por la comida gratis, por supuesto. —Vi a las mujeres en una mesa
cerca de las ventanas y me dirigí hacia ellas.

Cuando me vio, Lindsey se puso de pie y me dio un abrazo. —Qué bueno


verte de nuevo.

—Igualmente —dije.

Jason y su cita compartieron un beso rápido, y luego estábamos todos en


nuestros asientos.

No quería coquetear con Lindsey; no estaba interesado en ser más que


amigos, así que sabía que tenía que ir con cuidado. Pero Jason me había
arrastrado esta noche, así que el bastardo me debía un filete mignon y una cola
de langosta de cena.

Igual que la primera vez, la conversación fluyó fácilmente entre Lindsey y


yo. Jason mantuvo las bebidas viniendo, y cuando llegó la factura, pagó por
todos, poniendo fin al incómodo debate que se desarrollaba en mi cabeza acerca
de si Lindsey debía pagar por sí misma.

A pesar de que estaba pasando un buen rato y se sentía bien reír, faltaba
algo. La paz que sentía profundamente en mi alma cuando estaba con Chloe no
estaba. Era como si supiera que me estaba asentando. Nada comparado con la
forma en que las cosas se sentían con Chloe.

No era como si la hubiera follado porque se sentía bien y algunos


orgasmos hacían que mi día fuera más brillante. No, la follaba para que mi alma
pueda estar en paz durante esa hora específica. Y anhelaba esa sensación como
un adicto ansiaba su droga. Mi droga preferida era mi mejor amiga, desnuda y
retorciéndose debajo de mí. ¿Eso me hacía un monstruo? Tal vez.

Pero demonios, sus besos profundos y llenos de droga me hicieron perder


todo el sentido del bien y el mal. No sabía que estaba listo para renunciar a eso.

—Bueno, lamento interrumpir —dije, levantándome de mi silla.

Nuestros últimos tragos aún estaban medio llenos, pero después de


revisar mi teléfono durante la última hora, ya necesitaba salir de allí. ¿La otra
razón por la que acepté venir esta noche? Jason había dejado escapar que Chloe
tenía una segunda cita con ese tipo Bryan.

—¿Ya te vas? —preguntó Lindsey, levantando la voz.

—Sí, lo siento. Surgió algo.

Señalé mi teléfono antes de meterlo en mi bolsillo. Se le cayó la cara, pero


era mejor que cortar ataduras ahora antes de que ella se apegase.

Después de salir del restaurante mal ventilado, me desabroché la camisa e


hice lo que estaba tratando de evitar toda la noche. Conduje directamente al
parque donde sabía que Chloe estaba en su cita. La banda local estaba tocando
de nuevo y Jason había dicho que estaría aquí.

Posicioné mi camioneta para poder ver y luego apagar los faros. Dejé que
mis ojos se ajustaran, escudriñé la multitud. Coloridas mantas de picnic y sillas
de jardín estaban esparcidas por la hierba. El sol se había puesto hace una hora,
pero la iluminación a lo largo del lugar daba suficiente luz para ver.

Tardé unos minutos ansiosos en encontrarla. Su cabeza se echó hacia atrás


en carcajadas, sus ojos se iluminaron con algo maravilloso, una mirada que
ciertamente yo no había puesto en su rostro en mucho tiempo.
Un destello de culpabilidad me atravesó. Debería haber sido feliz por ella,
dejarla ir y conocer a este chico que en realidad podría ser el indicado para ella.
Pero el imbécil en mí no la dejaría irse sin luchar.

Continué mirando mientras mi corazón latía con fuerza en el silencioso


asiento de mi camioneta. El tipo parecía lucía decente, así que no podía
culparlo. Estaba limpio y estaba sentado a una distancia educada de ella, sin
tocarla, gracias a Dios, por eso. Podría haberlo perdido, correr allí como un
novio celoso y separarlos. Tomé una respiración profunda, forzándome a
mantener la calma.

Mierda. Odiaba esto. Odiaba no saber de qué estaban hablando, qué dijo él
para hacerla reír, qué estaba pensando.

Ella estaba en una jodida cita porque no la reclamaba. Pero eso era porque
ella merecía algo mejor que yo. Entonces, ¿qué estaba haciendo sentado en mi
camioneta, mirándola en su cita? Espiándola. La sensación en mi pecho era real.
Una firmeza que nunca había sentido. Perdí a mi esposa y no sentí lo que sentía
ahora, ver a Chloe con otro hombre. Su sonrisa, su risa, sus toques, deberían
haber sido míos.

Unos minutos más tarde, parecían estar a punto de terminar; él puso


algunas botellas y recipientes vacíos en una mochila, se puso de pie y dobló la
manta sobre la que habían estado sentados.

Agarré el volante y observé mientras cruzaban el parque, dirigiéndose


directamente hacia mí. Vi su auto un par de filas más abajo del lugar donde
había estacionado. Debe estar cerca también.

Mientras caminaban, él se acercó y tomó su mano. Luego levantó la vista y


sus ojos atraparon los míos, y ella le soltó la mano de inmediato.

Me sentí como golpear a alguien con el puño. Se sentía como la más


pequeña de las victorias. Hasta que vi las dagas que me disparaban los ojos de
Chloe.

Abrí la puerta y salí de mi camioneta, dando unos pasos hacia la feliz


pareja. A unos metros de ellos, me detuve.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Chloe, sus manos plantadas en


su cadera.

—¿C-conoces a este tipo? —balbuceó Bryan, parado junto a ella con su


pecho hinchado.

—Sí. Bryan, conoce a Shaw. Shaw, este es Bryan. —Su voz era plana, sin
diversión.
—Encantado. —Sonreí al bastardo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —repitió Chloe.

—¿Qué es lo que parece? ⎯Mi voz estaba en carne viva, pero no podría
haber enmascarado mis emociones en este momento, incluso si quisiera.

—Este es tu… ¿novio? —preguntó Bryan.

Divertido, esperé a ver cómo ella respondería.

La mirada de Chloe cayó desde la mía, hasta el pavimento entre nosotros.


Por segunda vez esta noche, deseé saber qué estaba pensando.

—No, no lo es. ⎯Su voz era suave y parecía cansada.

Ay. ¿Por qué esta picadura? Era la verdad, incluso la respuesta que
esperaba, ¿entonces por qué no me gustaba oír esas palabras?

—¿Está todo bien? —preguntó Bryan.

—Me gustaría hablar contigo cuando hayas terminado —le dije a Chloe.

Vi como ella se llevó, acompañando a su cita a su sedán compacto negro.


Se despidieron, sin beso, solo un abrazo, que me agradó. Luego ella acechó
hacia mi camioneta.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó, levantando las manos en el aire.

—Jason me dijo que estabas fuera. Solo estaba checándote.

—Bueno, no tienes que hacer eso. Estoy bien —resopló.

—Sé que no tuve que hacerlo. Quería. Hay una diferencia.

—No sé qué demonios es este juego, Shaw, pero estoy jodidamente


cansada. Agotada, en realidad. Si me disculpas. —Se abrió paso a mí alrededor
y se dirigió hacia su auto.

No intenté detenerla. Me metí en mi camión y la seguí a casa. ¿Ella quería


irse a casa? Bien. Pero esto no había terminado. Ni por poco.

Cuando llegamos a su lugar, salí y la seguí por las escaleras. Pensé que
podría tratar de detenerme, pero no lo hizo. Me dejó entrar sin decir una
palabra y cerró la puerta detrás de mí. Simplemente no estaba listo para dejarla
ir, aunque sabía que estaba rompiendo mis propias reglas.

Chloe me dejó en su habitación mientras entraba al baño y cerraba la


puerta. Se alivió a sí misma, luego corrió el agua, se cepilló los dientes y se lavó
la cara, estaba bastante seguro. Cuando salió, apagué las luces y bajé las mantas
de su cama.

Me lanzó una mirada curiosa, pero sacó el pijama del cajón de una
cómoda y se desnudó —con la cara lejos de mí— y luego se puso una camiseta
de gran tamaño y unos pantalones cortos de algodón sueltos. Se metió en la
cama sin decir una palabra.

Quedándome en mi bóxer, me coloqué a su lado. Estaba rompiendo todas


las reglas en mi libro de jugadas, pero joder si pudiera ser detenido ahora. La
acerqué hasta que su cuerpo se presionó contra la piel desnuda de mi pecho, y
la sostuve allí. Era una locura cuán perfectamente encajaba ella a mi lado.

—¿Es amable contigo? —respiré contra su cuello.

Ella pensó por un momento y supe que no me iba a gustar la respuesta.


⎯Sí —dijo finalmente.

—Eso es bueno.

—Eso creo —dijo ella.

—Mañana es miércoles.

—Lo sé —susurró, y no podía decir si ese atisbo de anhelo esperanzado


que escuché en su voz era solo mi imaginación.

—Estaré aquí —dije.


12
Chloe
—Entonces, ¿cómo estuvo tu cita? ¿Escuché que han salido dos veces? —
preguntó Courtney.

—Mm-hmm —gruñí con un bocado de rollo de canela—. No me


interrogues hasta que haya tenido mi dosis.

Estábamos en nuestra cafetería favorita, comiendo mi delicia favorita y


este glaseado era mi crack. No sería privada de mi placer.

Courtney tomó un sorbo de su café y se recostó en su asiento.

—Bien.

Después de unos bocados, limpié mi boca con una servilleta y bajé el


tenedor.

—Sí, salimos dos veces y es agradable. —Me encogí de hombros.

—Venga. Necesito detalles más jugosos que eso.

Respiré hondo, sabiendo que no saldría viva de allí sin por lo menos
divulgar algo ligeramente intrigante. Así que dejé escapar lo más interesante de
salir con Bryan.

—Shaw se coló en mi segunda cita.

Sus cejas se arrugaron.

—¿Él hizo qué? ¿Por qué?

—Al final de mi segunda cita en el parque, la camioneta de Shaw estaba


estacionada en la distancia. Nos estaba vigilando.

Su mirada era curiosa mientras me miraba, claramente trataba de buscar


más en mi amistad con Shaw.

—Y… —dijo.
—Cuando nos acercamos, él salió y trató de intimidar a Bryan. —Al
menos, así fue como lució.

Ella puso los ojos en blanco, dejando escapar un bufido.

—Dios, qué molesto. ¿Trató de sacar esa mierda protectora de hermano


mayor?

No se sintió así. Sentí que el hombre con el que estaba follando se volvió
territorial y protector conmigo. Pero no podía decir nada de eso, así que asentí.

—Supongo que sí.

—Imbécil —murmuró. Entonces su cabeza se levantó y su mirada se


encontró con la mía—. A no ser que… le gustes.

—No, dudo que sea eso. —Miré hacia mi café.

—De verdad. Piénsalo. —Se enderezó—. Ha pasado mucho tiempo desde


que Samantha se fue. —Su frente se arrugó con concentración.

—Sí, hace ocho, casi nueve meses —dije. Pero ¿quién los cuenta?

—Correcto, hace ocho meses.

—¿Cuál es tu punto? —pregunté, tomando otro bocado del rollito de


canela.

—Entonces, eso es mucho tiempo, Chlo. Probablemente esté listo para


seguir adelante. Y como eres alguien a quien siempre ha sido cercano, alguien
con quien se siente cómodo, te buscaría… —Ella movió sus cejas.

¿Me buscaría para qué? ¿Comodidad? ¿Una aventura? Dolía pensar que
su suposición era que sería algo sin sentido para su reintroducción a las citas.
Implicaba que no era lo suficientemente buena para él. Por otra parte, tal vez
ella tenía razón. Había estado para Shaw gran parte del año de todas las
maneras que podía pensar. Y, sin embargo, salía en citas con otra mujer.

Realmente no podía verme alejándome de él, no hasta poner todas mis


cartas sobre la mesa y lo forzara a considerarnos como algo más. No en esta
aventura secreta a puertas cerradas que estábamos teniendo, sino algo real.
Quería una oportunidad con Shaw, tan loco como eso sonaba.

Aunque había albergado fantasías secretas sobre él durante tanto tiempo,


que cuando se casó, saqué eso totalmente de la mesa. Y con razón. Era un
hombre casado. Había perdido mi oportunidad y no había manera de que
hiciera algo para sabotearlo. Supe entonces que me había anotado para toda
una vida de remordimientos y viviendo con las palabras que nunca serían
dichas en voz alta a otra alma. Lo amaba.

No iba a presionarlo siendo un reciente y afligido viudo, ¿pero ahora?


Como Courtney señaló, habían pasado ocho meses. Y aunque eso no era mucho
tiempo, fue Shaw quien mostró signos de estar listo. No solo estaba teniendo
una relación física conmigo, sino que también había dejado que Jason lo
enganchara en una cita doble.

Me dediqué al postre dulce y pegajoso, bocado a bocado, hasta que me


dolió el estómago.

—Es miércoles —dije de la nada.

Courtney asintió.

—Mitad de semana.

Ya veríamos.

***

Para cuando llegué a casa tarde esa tarde, estaba lloviendo a cántaros.

—Pon las noticias —llamó Jason desde la cocina.

—¿Por qué? —pregunté, agarrando el control y presionando el botón de


encendido.

—Escuché que van a actualizar esta tormenta tropical a una advertencia


de huracán —dijo, uniéndose a mí en la sala y mirando la pantalla del televisor
mientras un presentador estaba en un impermeable amarillo brillante bajo la
lluvia.

Ambos escuchamos en silencio durante unos minutos. Al crecer aquí,


estábamos tan acostumbrados a las tormentas, que apenas nos sorprendían. Lo
único que significaba con certeza era que la posada sufriría: la gente cancelaría
sus reservas para el próximo fin de semana o sus vuelos se cancelarían cuando
llegaran al aeropuerto.

Rara vez salíamos de la ciudad por las tormentas, solamente conduciendo


a Florida si predecían una tormenta de categoría tres o superior. Nos
agazapábamos con baterías y agua almacenada, y montamos una carpa como
hacíamos todas las otras veces. Cuando éramos niños, a veces incluso había
sido divertido, construyendo fuertes de almohadas en la sala y jugando con la
linterna en una casa oscura.

La llamada de nuestros padres llegó justo a tiempo.


—Hola, mamá —respondí—. Sí. Estamos viendo el reporte del clima
ahora. —Alterné entre escuchar al meteorólogo y a mi madre durante unos
minutos—. Dicen que tiene potencial de volverse categoría dos. Sin embargo,
debería estar bien.

Me reí de su respuesta. Ni siquiera nuestra propia madre estaba


preocupada por nuestra seguridad, bueno, no mucho de todos modos. Le pasé
el teléfono a Jason.

—Quiere saber cuántas cancelaciones hemos recibido.

Me senté en el sofá, repasando mentalmente lo que necesitábamos hacer


para asegurar la propiedad. Las persianas debían cerrarse, los contenedores de
basura guardarse en el cobertizo y algunas otras cosas que delegaría a mi
querido hermano, ya que no parecía que la lluvia fuera a pasar pronto. Déjalo
que se empape.

Jason terminó la llamada y comenzó a marcar a otra persona.

—¿Qué dijo? —pregunté.

Sacudió la cabeza. —No mucho. Pero recordé que se suponía que Shaw
saldría en bote hoy. Solo quiero asegurarme de que haya escuchado las noticias.

—Seguramente no saldría bajo la lluvia.

Jason se encogió de hombros.

—Estaba bien esta mañana. Y, además, ya sabes, es Shaw. Es un idiota


terco. —Presionó el teléfono contra su oreja.

Justo en ese momento el viento aumentó, aullando bajo y constante,


creando una atmósfera ominosa.

Colgó unos segundos después.

—Rayos. Sin respuesta.

—¿Tienes idea de dónde está?

Jason negó.

—No luzcas tan asustada. Estoy seguro de que está bien, Chloe.

—Verdad. —Asentí, forzándome a no fruncir el ceño, pero eso no hizo


nada para aliviar el pánico que se agitaba dentro de mí. La tormenta podría no
ser mala, si estábamos seguros aquí dentro, ¿pero en el agua? Ese era otro
cantar.
—Voy para el muelle —dijo Jason, reflejando mis pensamientos—. A
asegurarme que saben la actualización del pronóstico y revisar a los chicos. Tal
vez Shaw ya haya vuelto.

—Bueno. Me ocuparé de los quehaceres aquí.

Cada uno partió en direcciones separadas: mi hermano salió a la lluvia


torrencial, corrió hacia su camioneta y yo busqué mi equipo de lluvia para
poder encargarme de todo lo que fuera necesario hacer.

***

Había caído la noche en nuestra ciudad costera y recibimos advertencias


tanto de huracán como de inundaciones. La lluvia caía torrencial y el viento
aullaba ferozmente fuera de la ventana de mi habitación. ¿Y lo más importante?
Shaw seguía allí afuera.

Jason había regresado del puerto con una expresión sombría en su rostro,
y lo supe antes de que siquiera hablara. Me había hundido en una silla de la
cocina cuando sacudió la cabeza, y sentí con mi corazón en la garganta cuando
dijo que el bote de Shaw no estaba y que nadie había tenido noticias suyas
durante todo el día.

No escuché mucho después de eso, simplemente me senté adormecida


mientras Jason nos preparaba unos sándwiches y explicaba cómo ayudó a la
cuadrilla de Shaw a asegurar el puerto y luego los envió a todos a casa.

Ahora, dos horas más tarde, nos habíamos quedado sin energía y yo
estaba sentada en el centro de mi cama, mirando el sándwich de mantequilla de
maní que no había comido, mientras las velas que adornaban mi tocador
parpadeaban en la habitación. Jason me había instado a quedarme abajo con él
en caso de que necesitáramos refugiarnos en la sala segura en el centro de la
casa. Iría si la tormenta empeoraba, pero por ahora solo necesitaba estar sola.

Tenía tiempo de sobra para que mi mente vagara por todos los qué si. El
más grande de todos… ¿Qué si Shaw no regresaba, y nunca le decía todo lo que
significaba para mí?

Las lágrimas no derramadas brotaron de mis ojos cuando me recosté en mi


cama, repitiendo una oración en silencio una y otra vez. Por favor, mantenlo a
salvo.

De repente, hubo faros afuera y el rugido de un motor. Todo había estado


tan negro y desolado durante la noche, que me sobresalté. Corrí a la ventana.

Caminando por las escaleras hacia mi apartamento estaba Shaw


empapado de agua.
Oh, gracias a Dios. Mis dedos temblaron sobre mis labios cuando lo vi
acercarse.

Su rostro era una máscara dura y sus ojos estaban entrecerrados por la
lluvia. Estaba congelada en el lugar y cuando llegó a la puerta, esta se sacudió
en su marco.

No me había dado cuenta de que había cerrado la puerta. Nunca cerraba


la puerta, pero quizás inconscientemente quería evitar la tormenta. Cuando giré
la cerradura y la abrí, el viento se apoderó de la puerta y la abrió. Shaw la tomó
con fuerza, cerrándola con un ruido sordo.

Me arrojé a sus brazos.

—Estaba muy preocupada.

—Lo sé. Shhh. —Acarició mi cabeza y silenció mi llanto con besos—. Estoy
aquí ahora.

Estaba siendo tan dulce, tan tierno, pero no pude evitar la sensación de
que todo estaba a punto de cambiar.
13
Shaw
El océano era una despiadada perra tumultuosa. Pasar una noche
navegando hacia una luz en un puerto que ya no podía ser visto a través del
viento y la lluvia le hace cosas a un hombre. Mi mente comenzó a enfocarse,
poco a poco, en las únicas cosas que sabía que eran ciertas.

Primero, Samantha, pese a que la extrañaba, no había sido una buena


esposa. Ni siquiera estaba seguro de que seguiríamos juntos si ella estuviese
aquí. Eso no borraba la tragedia de su muerte, pero era un hecho. Segundo,
amaba a Chloe y siempre lo había hecho. Consideré tantas veces ese hecho que
comencé a creer que podría avanzar, me dije que no era lo suficientemente
bueno, hasta que fue cierto. Ahora, la forma en que la trataba reflejaba eso.

Es extraño lo que hará por ti el ser empujado en una situación peligrosa.


Me encontraba reflexionando sobre mi vida. Era un verdadero momento de
volver en sí. Prometí que, si mi pequeño bote encontraba tierra, finalmente
tendría la charla que había aplazado desde la universidad con Chloe.

Y ahora, aquí estaba, sosteniéndola en mis brazos, escuchando sus sollozos


y tranquilizándola con besos.

—Estoy aquí. —Besé su frente—. No llores.

Elevó su mirada hacia mí, su labio inferior temblando.

—Estaba tan preocupada, Shaw.

—Lo sé. —Retrocedí un paso y bajé la mirada a su camiseta—. Estoy


empapándote.

Un trueno resonó afuera, y eso pareció sacar a Chloe del trance en el que
se encontraba desde que atravesé la entrada.

—Debes estar congelándote. Vamos.

Me guio hacia el baño, deteniéndose en el camino para tomar una de las


velas del tocador, para iluminar nuestro camino. Una vez dentro del baño,
comencé a quitarme la ropa empapada. Deseando que la luz no se hubiese ido y
así poder tomar una ducha caliente, me quité los vaqueros y boxers y los lancé
en su tina.

Ahora, completamente desnudo, dejé que Chloe pusiera una manta


alrededor de mis hombros antes de dirigirnos hacia su cama. Movió un plato
con un sándwich hacia la mesa de noche e hizo a un lado las mantas.

Estaba a punto de meterse en la cama, pero mi mano alrededor de su


muñeca la detuvo. Sus ojos encontraron los míos, preguntando qué necesitaba
en el destello de la luz de la vela.

Levanté su camisa sobre su cabeza y la desnudé hasta que quedó en sus


bragas. Necesitaba su calor corporal, pero más que eso, necesitaba sentir su piel
contra la mía.

Nunca me cuestionó, nunca peleó conmigo. Me dio lo que necesitaba,


siempre poniendo sus propias necesidades a un lado. Si esa no era la definición
de amor, no sabía cuál era. Pero también sabía que yo jodí las cosas entre
nosotros y ella estaba teniendo citas ahora, tratando de avanzar.

Hice a un lado las mantas y Chloe se metió en la cama, conmigo detrás de


ella. Nos acostamos enfrentando la ventana, la cual estaba siendo golpeada por
la lluvia y el viento. El agua caía en cascada en un flujo continuo y destellos de
relámpagos iluminaban el cielo cada pocos segundos.

La sostuve cerca, su espalda contra mi pecho y la curva de su trasero


acurrucada contra mi entrepierna; y jalé las mantas hasta mi barbilla,
metiéndolas a nuestro alrededor.

—¿Qué pasó? —preguntó ella suavemente.

—Cuando salí esta tarde, estaba despejado. Sabía sobre la tormenta, pero
nunca esperé que se pusiese tan mala tan rápido.

Ella asintió.

—Jason fue al muelle, buscándote.

—Estoy aquí ahora

Apreté mi agarre alrededor de ella y dejó escapar un suave suspiro. Dejé


que su calor me rodeara, calentándome lentamente de la cabeza a los pies. Mi
propio sol personal.

—Esa tormenta fue una llamada de atención. Tuve mucho tiempo para
pensar —dije.

—¿Sobre qué? —susurró.


—Cuando te vi en esa cita, te veías tan feliz. Si es lo que quieres, me
retiraré ahora mismo. Retrocederé y seré tu amigo. Sin resentimientos.

Tragué un duro nudo que se había formado en mi garganta. ¿Por qué esas
palabras fueron tan difíciles de decir?

Se movió, volteándose para mirarme.

—¿Por qué suena como si dijeras adiós?

—Porque sé que estás saliendo ahora, explorando tus opciones, lo cual


está dentro de tus derechos.

Ella hizo un ruido evasivo en su garganta.

—No estoy segura de lo que quiero. Además, Bryan solo está en la ciudad
por negocios.

—¿Qué va a pasar cuando él se vaya? ¿Te quedarás atrás con el corazón


roto?

—¿Qué te importa? No creí que te importara. De todos modos, estás


saliendo con tetas como se llame.

Mis cejas se dispararon.

—¿Con tetas como se llame?

—Mi punto es que también estabas saliendo.

—No —dije, corrigiéndola—. Jason me arrastró para salir. La primera vez


no sabía que era una trampa, y la segunda vez, fui porque tu hermano había
comenzado a sospechar y estaba cuestionando mis motivos contigo.

—Entonces, ¿qué es lo que estás diciendo? ¿Quieres que salga?

Negué con la cabeza.

—Quiero tenerte para mí, pero no sé si puedo hacer eso.

Vaciló, mordiéndose el labio inferior.

—No sé si puedo seguir viviendo a la sombra de Samantha.

Asentí, en silencio por un momento.

—Hay muchas cosas que nunca te conté —dije.

Esperó, escuchando en silencio la tormenta y mirándome detenidamente a


los ojos.
»No ahora. Hablemos mañana. Te lo explicaré todo.

Me dio una mirada como si se estuviera preguntando qué podría explicar.


Pero estaba exhausto y solo necesitaba abrazarla, especialmente si esta noche
era la última vez que tendría el privilegio de tenerla en mis brazos.

***

Por la mañana, le di un beso de despedida a Chloe y le dije que


hablaríamos más tarde. Necesitaba conducir hasta el puerto deportivo y ver qué
tipo de daño había causado la tormenta, pero también necesitaba ordenar mi
cabeza para lo que le diría más tarde.

Después de revisar todo en el trabajo y casa, para encontrar lo que


representaba un daño mínimo al viento y nada más, me dirigí a la ciudad. No
me había estado cuidando, me corté el cabello y me afeité. Luego entré en una
tienda de ropa para hombres, donde una vendedora joven y alegre me ayudó a
elegir un par de vaqueros, al parecer, mi cintura había disminuido de tamaño, y
una camisa tipo polo que dijo combinaba con el verde en mis ojos. Sabía que
estaba coqueteando y la ignoré, ya que toda mi energía estaba centrada en
Chloe.

Fui a casa, hice las reservas en un restaurante local y luego tomé una
ducha. Le envié un mensaje a Chloe hace un rato, haciéndole saber que la
recogería a las cinco.

Una vez que estuve listo, completo con gel para el cabello, una loción para
después del afeitado en mi mandíbula y la ropa nueva que había comprado
antes, me miré en el espejo. Me sentí como un hombre nuevo.

Dios, ¿por qué había esperado tanto para hacer esto? Chloe era la persona
más importante en mi vida. Ella fue en quien me apoyé después de la muerte de
Samantha, literal y figurativamente. El solo hecho de saber que ella estaba allí,
que podía conducir hasta su casa y estar allí en tres minutos si la mierda
realmente se ponía difícil, fue suficiente para hacerme superar la mayoría de los
días.

Y ella había hecho mucho por mí: empacó todas las cosas de Samantha y
se ocupó de sus padres. Eso era algo que no podría haber hecho solo. O tal vez
podría haberlo hecho, pero habría tomado un par de botellas de whisky en el
proceso, y no hubiera sido bonito.

Agarré mi billetera y teléfono y luego me dirigí a buscar a Chloe.


Jason abrió la puerta y me echó un vistazo. Durante el viaje, primero quise
ir a la casa principal, mi manera de reconocer que quería dejar de esconderme
de su hermano.

—Te limpiaste —dijo.

Asentí. Ciertamente era diferente de los pantalones cortos y las camisetas


de surf que solía llevar.

—¿Chloe está aquí?

—Sí, acaba de subir a prepararse. ¿Dijo que ustedes saldrían?

—A cenar. Necesitamos tener una charla largamente esperada.

Él asintió.

—¿Algo que necesites compartir conmigo?

—Aún no. Déjame hablar con Chloe primero.

—Está bien, buena suerte. —Y luego cerró la puerta.

Antes de que pudiera llegar a su apartamento, Chloe ya estaba


empezando a bajar las escaleras. Estaba vestida con un par de vaqueros
ajustados y una blusa roja. Se veía jodidamente caliente.

—¿Lista? —pregunté.

Asintió mientras su mirada me absorbía, al igual que la de Jason, pero no


lo mencionó.

—Sí. ¿Estoy vestida bien? No estaba segura de lo que habías planeado.

—Te ves genial.

Subimos a mi camioneta y salí a la carretera principal.

»Pensé que podríamos ir a la playa Hunter’s Cove, y luego cenar más


tarde si estás lista.

Su mirada se dirigió hacia la mía.

—No hemos estado allí desde que éramos niños.

—Lo sé. ¿Eso está bien?

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Suena bien.
Esto era agradable, esta sensación de paz que sentía cerca de ella. Las
cosas habían estado muy tensas últimamente, pero sabía que cuando le dijera lo
que realmente pensaba, esa dulce sonrisa se desvanecería de su rostro
rápidamente.

Me detuve en el estacionamiento de grava al lado de la playa y salimos.


Unos minutos después, estábamos paseando por el tramo de la playa.

—¿Recuerdas cuando grabamos nuestros nombres en ese árbol? —


preguntó, y seguí su mirada hacia el pequeño grupo de árboles al otro extremo
de la playa—. Me pregunto si todavía están allí.

Buscamos con la mirada en la pequeña arboleda. Nos tomó unos minutos,


pero pronto estuvimos de pie en el mismo lugar que hace quince años, pasando
nuestros dedos por las iniciales ásperas que había tallado con mi navaja.

—Las cosas eran muy diferentes en ese momento —dijo tristemente Chloe.

—Ni tanto. Todavía somos tú y yo contra el mundo, Rayito de Sol.

Ella asintió y me dejó tomar su mano, guiándola hacia la playa, donde nos
sentamos en la arena.

—Hay muchas cosas que he estado posponiendo decirte —dije—. Sé que


trataste de hacerme hablar un par de veces, pero ¿qué puedo decir? Soy un
idiota terco.

—Lo entiendo, Shaw. Has pasado por mucho este año. Casarte y luego
perder a Samantha así. Solo quería saber que estás bien. Y sí, a veces he querido
entender lo que tú y yo estábamos haciendo.

Asentí.

—Lo sé. Y he sido egoísta. Pero esta noche quiero sacar algunas cosas de
mi pecho.

Ella permaneció en silencio, pero asintió sutilmente para que yo pudiera


seguir.

—Lo primero que no sabes es que Samantha quedó embarazada poco


después de que nos graduáramos de la universidad.

Sentí la mirada de Chloe sobre mí, podía ver su boca abierta por el rabillo
del ojo. Pero mantuve mi concentración en el agua, incapaz de enfrentar la
compasión que estaba segura de que se reflejaría en sus rasgos.

—Me propuse porque se sentía como lo correcto por hacer.


Esta vez miré a Chloe, y no fue pena lo que vi. Fue una mezcla de
conmoción y confusión.

—Y luego abortó justo después de que me propuse.

—¿Pero seguiste adelante con la boda? —preguntó, vacilación en su voz.

Asentí.

—Tratamos de hacer lo mejor posible. Algunas veces peleábamos, y


luchábamos por adaptarnos a nuestro nuevo para siempre. De muchas
maneras, no fuimos compatibles. Queríamos cosas diferentes. Ella quería
mudarse a Los Ángeles y seguir una carrera como actriz. Yo quería regresar a
esta pequeña isla que tenía todo lo que valoraba profundamente: tú y todos
nuestros recuerdos de mi infancia, el puerto de mis padres, el mar que siempre
pareció mi hogar.

—Nunca supe nada de esto —dijo Chloe en voz baja.

Asentí de nuevo.

—Samantha te resentía en mi vida. Y lamento haberte alejado durante los


últimos años, pero estaba tratando de hacer lo que pensé que era lo correcto
como hombre casado.

Chloe asintió.

—Entiendo. No tienes que explicar eso.

Tomé una respiración profunda.

—Pero luego descubrí que me estaba engañando. No sabía quién era él. Al
principio no me importó porque estaba diez mil por ciento jodido con todo eso.
Pero luego tuve curiosidad y comencé a juntar todo. El nuevo corte, su nueva
obsesión con el gimnasio, su preocupación por su teléfono. Una noche se fue a
bañar y dejó su teléfono en el mostrador. Leí mensajes de alguien que ella había
guardado como el Sr. Medianoche. Se encontraban en la posada Coral Reef los
miércoles por la noche.

Su mandíbula cayó.

—¿Miércoles?

Asentí sombríamente.

—Entiendo si me odias, si crees que soy un completo idiota.

Ella sacudió su cabeza.


—No. De ningún modo.

—Bueno, eso es un comienzo, al menos.

—¿Hay más? —preguntó Chloe.

—Sí, pero vamos a cenar primero.

—Suena bien. —Se levantó del suelo, sacudiéndose la arena de su trasero


y se dirigió a la camioneta.

Esta próxima parte iba a ser la más difícil.


14
Chloe
Sentada frente a Shaw en el restaurante de mariscos frente al mar se sentía
un poco surrealista. No porque no hubiéramos salido a comer juntos antes, sino
porque esto parecía una cita. Una cita real con servilletas de tela y lino sobre la
mesa, y una pequeña vela blanca parpadeando entre nosotros.

Habíamos terminado nuestra comida y estaba en mi segundo vaso de


merlot cuando Shaw se inclinó más cerca.

—Has estado aquí para mí de muchas maneras, y nunca he dicho gracias.

Negué con la cabeza. —No fue necesario. He estado aquí porque quería.
Tú eres mi mejor amigo.

—Esa es la cosa, sin embargo. A veces me jode la cabeza y no solo pienso


en ti como una amiga. Pienso en ti como mía. Lo siento si eso es raro o te asusta
o lo que sea, pero así son las cosas. Es lo que siempre ha sido.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y no pude confundir la mirada en


sus ojos. No era sexual ni sugestiva ni oscura, como solía serlo. Estaba llena de
amor puro y adoración.

El camarero eligió ese momento para entregar nuestra cuenta, que Shaw
recogió y pagó enseguida.

—¿Estás lista para irnos?

Asentí, a pesar de que no estaba lista para que nuestra noche terminara.

Cuando subimos a su camioneta, convoqué mi valor. —¿Te gustaría venir?

—Si quieres que lo haga, sí.

No estaba segura de lo que le había sucedido en esa tormenta, pero


parecía que Shaw había cambiado de página. Se había ido el hombre exigente y
engreído que se había refugiado en sus días más oscuros. Ahora parecía abierto
y humilde, y me miraba con una curiosidad cuidadosa como si temiera que
pudiera huir en cualquier momento.
Cuando llegamos a mi casa, nos quitamos los zapatos y nos sentamos en
mi cama. Me sentía como una adolescente torpe y nerviosa, insegura de lo que
iba a suceder, hasta que Shaw me tomó de la mano y besó la parte de atrás.

—No va a suceder nada que no quieras.

Asentí, mi corazón se llenó de anticipación. —Bueno.

—Y antes de que pase cualquier otra cosa, necesito que sepas lo que
significas para mí.

Esperé mientras él juntaba sus pensamientos. Todavía sosteniendo mi


mano, Shaw rozó mis dedos a lo largo de mi piel, creando una cálida presión
donde me tocó.

—Cuando comenzamos, fue porque te quería, pero ahora, es más. Es


una necesidad. Esta desesperada necesidad que me ataca. Me despierto
necesitándote. Vuelvo a casa necesitándote. Me voy a la cama y todo lo que
necesito es a ti.

—Shaw… —Mi voz se rompió. Sus palabras me derritieron. Eran


exactamente lo que había deseado escuchar durante meses—, me siento de la
misma manera. Cuando no estás conmigo, me preocupo, te extraño… me
pregunto si ya comiste y qué estás haciendo solo en esa casa.

Él asintió, llevando mi mano a sus labios una vez más y besándola. —Lo
sé. Yo también te extraño. Tenerte los miércoles para enmascarar el dolor no es
suficiente. Y me cansé de joder todo. Eres mía ahora. Cada parte de ti. Mientras
quieras eso también…

Las lágrimas rodaban por mis mejillas y murmuré su nombre otra vez.

—¿Es un sí?

—Por supuesto que es un sí —lloré—. Te amo.

—Bien, porque te amo más.

Esa noche, Shaw me llevó a la cama, quitándome lentamente cada prenda


de mi ropa y la suya hasta que estuvimos desnudos el uno contra el otro, piel
contra piel.

Se tomó su tiempo, besándome y adorando mi cuerpo de pies a cabeza


hasta que me sentí retorcida y necesitada. Y justo antes de que él entrara, se
detuvo y me miró a los ojos.

—Te amo, Chloe. Eres mía ahora.


—Siempre lo he sido —recordé y levanté mis caderas para tomarlo.

Su suspiro de éxtasis vibró a través de mí mientras nuestros cuerpos se


unieron. Hicimos el amor lentamente, sus labios en mi cuello, sus dedos en mi
cabello, su brusca voz murmurando mi nombre. Y cuando terminamos en una
sinfonía de gritos, acurrucó su gran cuerpo alrededor del mío. Nos acostamos
allí, entrelazados, mientras el ritmo de nuestros corazones bajaba.

Todo sobre esta noche había sido perfecto, pero tenía el presentimiento de
que nuestro más grande obstáculo como pareja se aproximaba.

***

Juntamos a todos nuestros amigos para un almuerzo de barbacoa en el


patio hoy en la cabaña, para compartir nuestras noticias. Solo habían pasado
tres días desde que comenzamos a salir oficialmente, pero Shaw no quería
perder más tiempo.

Si esperábamos que todos estuvieran impactados, o peor, que dijeran que


estábamos muy equivocados. Mientras Shaw anunciaba que estábamos
saliendo, Jason solo nos miró con una sonrisa conocedora mientras Courtney y
Lynne sonreían de oreja a oreja. Un par de chicos que trabajaban para Shaw, y
que también eran algunos de sus amigos más cercanos, ya que pasaba mucho
tiempo con ellos, nos daban una mirada de no jodas. Aparentemente, este no era
un escándalo. El amigo de Shaw, Abe, se sentó en una silla reclinable en la
sombra, su sonrisa amplia y feliz.

—Chloe siempre ha estado allí para mí —dijo Shaw—, a través de todas


las subidas y bajadas de la vida, y esto no es diferente, excepto que finalmente
saqué la cabeza de mi culo y comencé a verla con una nueva luz.

—Tiene perfecto sentido, ustedes dos juntos —dijo Courtney.

Mi hermano nos miró y sacudió su cabeza. —Ya era la jodida hora de que
lo notaran. —Entonces, fijó sus ojos en Shaw—. Sé bueno con mi hermana.

—Lo seré. Siempre, lo prometo —dijo Shaw, su rostro serio.

—Lo sé. Eso es lo más extraño sobre todo esto... confío en ti —añadió
Jason.

No necesitaban saber que habíamos estado follando como conejos por


nueve meses. Algunas cosas son mejores dejarlas sin decir. Aunque mi hermano
lucía como si sospechara algo todo este tiempo, se quedó callado y nos permitió
tener nuestro momento.
Ahora, sentirse nerviosa sobre este momento parecía tan tonto. Estas
personas nos amaban y se procupaban por nosotros, así que por supuesto que
querían que fuéramos felices. No era como si yo lo hubiese tentado para que
dejase un matrimonio feliz, o como si yo fuera alguien que salió de la nada para
engañar a un viudo en duelo. Amé a Shaw toda mi vida.

Y ahora, a través de las circunstancias y el destino, tuve la oportunidad de


amarlo en una nueva forma. Era un honor que no había dado por hecho. Había
sido un trayecto lleno de bajas, pero ahora que estábamos juntos, realmente
juntos, todas las penas y confusiones durante los últimos meses valían la pena.

Shaw me acercó a su lado y puso su brazo alrededor de mi cintura. Aún


no estaba acostumbrada a sus afectos cálidos que no fueran sexuales, y
definitivamente no estaba acostumbrada a que pasaran frente a otras personas.
Tan natural como se sentían, me tomaría algo de tiempo acostumbrarme a ellas.

—Comamos. Estoy hambrienta —dijo Courtney, tomando el plato de pollo


a la parrilla que mi hermano había asado durante la última hora. Todos
caminaron hacia las dos mesas de picnic que ya estaban puestas, con coloridos
platos de papel y cubiertos.

Me reí, amando lo decepcionante que fue nuestro anuncio. —¿Algo más


para beber? —pregunté a Shaw.

Tenía una botella de cerveza por la mitad en su mano. —Estoy bien. —


Sonrió y dejó caer un beso en mis labios.

Cálidas cosquillas se extendieron a través de mi vientre y asentí,


uniéndome a él en la mesa. No estaba segura de cuándo me acostumbraría a los
sentimientos cálidos que inspiraba estar cerca de él. Esperaba que nunca.
Chloe
Un año después
—¡Aquí! Trae el cubo —llamó la vocecita de Colin.

Shaw rio entre dientes y agarró el balde blanco para reunirse con Colin, de
ocho años, en la costa.

—¿Realmente puedo llevarlo a casa?

Shaw bajó la mirada para inspeccionar a la pequeña criatura a los pies de


Colin. —Si prometes cuidar de él. Necesitará refugio, comida y agua limpia.

Colin asintió con entusiasmo, prometiendo que cuidaría bien del cangrejo
ermitaño. No estaba tan segura de lo que diría la madre de Colin sobre todo
esto, pero mantuve mi boca cerrada. Shaw en un papel de figura paterna era
demasiado lindo. Puse mi mano en el pequeño bulto que apenas se notaba, y los
observé interactuar.

Las olas lamieron sus pies descalzos cuando Shaw lo ayudó a poner a su
nuevo mejor amigo en el cubo.

—¿Puedo verlo? —preguntó Claire.

Colin bajó el cubo para mirar dentro, con los ojos muy abiertos. Algunos
otros niños también se reunieron alrededor de la conmoción.

Creamos una nueva tradición de miércoles. Algo para devolver, en lugar


de ceder a nuestros placeres carnales. Después de que nos casamos el año
pasado y las cosas en nuestras vidas se calmaron un poco, creamos una
organización benéfica a nombre de su difunta esposa, la Fundación Samantha
Denton. Ella no era perfecta, pero nadie lo es. Ella era humana. Amaba a Shaw a
su manera, y si ella no hubiera sido parte de su vida, si nada de esto hubiera
sucedido, él y yo podríamos no haber terminado juntos en absoluto. La vida era
así de esa manera.

La fundación fue un esfuerzo de limpieza de la playa y la preservación de


nuestro pedazo de cielo, fue importante para ambos. Llevamos a grupos de
niños aquí, generalmente parte de una excursión escolar, y juntos patrullamos
unos kilómetros de arena, limpiando basura y recogiendo escombros.

Cuando el buen amigo de Shaw, Abe, falleció a principios de este año y le


dejó todo a Shaw, también decidimos unir su legado a la fundación. En lugar de
demoler su casa para hacer espacio para condominios, ahora era nuestro punto
de encuentro para las expediciones, y un centro de aprendizaje natural donde
hablamos con los niños sobre la preservación y les mostramos las plantas y
árboles únicos de los Cayos de Florida. Creo que Abe estaría feliz con eso.

Shaw volvió a mi lado, su cara tan tranquila como el agua azul que se
extendía ante nosotros. Él brevemente puso su mano sobre mi estómago,
acariciándome antes de dejarla caer. Se había convertido en su nuevo saludo, y
ni siquiera pensé que se había dado cuenta.

—¿A quién te recuerdan? —Sus ojos todavía estaban en Colin y Claire, que
habían abandonado la limpieza, optando por hacerle compañía a su nueva
mascota.

Sonreí a sabiendas. —Son inseparables. Como nosotros a esa edad.

—Tal vez estaremos presenciando otra historia épica de amor.

Apreté su mano. Mi macho alfa, grande y resistente se estaba convirtiendo


cada vez más en un blanducho cada día que pasaba. Habíamos estado casados
por seis meses y yo tenía unos tres meses de embarazo. Después de sentir
náuseas durante tres días seguidos, Shaw fue a la tienda para comprar pruebas
de embarazo y me exigió orinar en un palo. Cuando vio que era positivo, me
levantó con lágrimas en los ojos. Y ahora estaba allí para mí, siempre atento a
cada antojo de comida, queja, dolor y alegría que experimentaba.

—Eres tan dulce —murmuré, tomando su mano.

Él sonrió. —El hecho de que estemos haciendo esta caridad los miércoles
no significa que no voy a llevarte a casa y follarte hasta quedar sin sentido. Lo
sabes, ¿verdad?

Solté una risita y golpeé su pecho juguetonamente.

Me había mudado con él en su pequeña y acogedora casa frente a la playa,


dándole mi propio toque. Y ahora estábamos preparándonos para cambiar el
dormitorio de invitados a un lugar de género neutral estilo guardería porque
queríamos sorprendernos.

Los últimos dos años estuvieron llenos de sorpresas, algunas buenas y


otras trágicas, y estábamos listos para más de la buena clase de sorpresas. Tenía
a mi mejor amigo a mi lado y una nueva vida dentro de mí. Y los recuerdos de
que habíamos pasado para edificarnos y hacernos más fuertes.

Sabía que, a partir de ahora, pasaríamos por todas las tormentas juntos. Y
nada podría ser más dulce.
Kendall Ryan es un novelista estadounidense de New York Times, Wall
Street Journal y USA Today. Ha dos docenas de títulos de USA Today, vendido
más de 2 millones de libros y ellos han sido traducidos a varios idiomas en
países de todo el mundo. Sus libros también han aparecido en las listas de best
sellers del New York Times y USA Today más de tres docenas de veces. Ryan
ha aparecido en publicaciones como USA Today, Newsweek y la revista
InTouch. Ella vive en Texas con su esposo y dos hijos.
“Wicked Game” de Chris Isaak

“Champagne Supernova” de Oasis

“Mountain at My Gates” de Foal

“Adventure of a Lifetime” de Coldplay

“Flake” de Jack Johnson

“Lovesong” de the Cure

“Big Girls Cry” de Sia

“Beast of Burden” de the Rolling Stones

“Burning Photographs” de Ryan Adams


Moderadora
Nix

Traductoras
Annette-Marie Candy20

Dew Gigi Arianda

Ling07 LittleCatNorth

Mariela Nix

Correctoras
Candy20

flochi

Mariela

Nix

Revisión & Diseño


Nix

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