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LA “MEMORIA ARTIFICIAL” EN LA HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPANA, BERNAL DIAZ DEL CASTILLO Beatriz Gutiérrez Mueller n 2021 estaremos recordando la Conquista de México. Este hecho, que transformé al continente americano, requiere CR lle RU CRC CR UC Cee lel om eRe ed Pe Mahe Mey ce MMe Mme me CML (eels este motivo, el estudio de la crénica de Bernal Diaz del Casti- Ilo —el testigo “incémodo” como lo han calificado varios criti- cos durante siglos— se baails. inevitable. Ese paige que bien pudo quedarse en el ag Seed eel Tole Me MMOL) ay lemme Che Rea OMe CLE MELL cotace| EMEA memoristicas a las q Partly RoMESI Ue ole SCT) fe eule ie Eel M Curae Stat Tr PLUM emer eee Mle Mee al Co Ly también esta investigacion: de recordar como recordaban los de antes, cuando casi nadie sabia leer ni escribir. Rive kent rr) ee ro ee ey ‘Zee Beatriz Gutiérrez Mueller eer eer Ua cor CORE aCe an eee ec Celie) s a Re Ca ci te) a ee Tet oa SESE RM esta ee Cn ur en textos criticos), textos de divulgacién y crea- Cem a umm cunts talc) participacién universitaria en la region e incluso en el pais, colaborando asi de manera sustan- cial y propositiva en la transformacion de una Pee Re eR mere La labor investigadora se difunde a traves de Me aM ea ol MEM Tell CL importantes contribuciones de estudiosos en areas diversas, con miras siempre al desarrollo COCR er mcm lel coe LA “MEMORIA ARTIFICIAL” EN LA HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPANA, DE BERNAL DIAZ DEL CASTILLO Beatriz GuUTlERREZ MUELLER m3, \ nove A 068 heal }s 14 QONANTE somes | DIRESCION GENERAL DE BIBLIGTEGAS Universidad Iberoamericana Puebla Universidad Iberoamericana, A.C. Instituto Tecnoldgico y de Estudios Superiores de Occidente Benemeérita Universidad Auténoma de Puebla UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA PUEBLA Biblioteca Interactiva Pedro Arrupe SJ Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigacién Gutiérrez Mueller, Beatriz, autor La “memoria artificial” en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espatia, de Bernal Dfaz del Castillo / Beatriz Gutiérrez, Mueller. Puebla, México: Universidad Iberoamericana Puebla, 2018. 1. Diaz, del Castillo, Bernal, 1496-1584. Historia verdadera de la con- quista de la Nueva Espafia-Critica ¢ interpretacion. 2. México-Histo- ria-Conquista, 1519-1540. 3. Filosofia antigua. L Universidad Iberoamericana Puebla, entidad editora. F 1230 G885.2018 Primera edicién, 2018 ISBN: 978-607-8587-03-2 DR © Universidad Iberoamericana Puebla Blvd. Nifio Poblano 2901, Reserva ‘lerritorial Atlixcdyotl, San Andrés Cholula, Puebla, México, CP 72820 libros@iberopuebla.mx ISBN: 978-607-417-524-0 DR ® Universidad Iberoamericana, A.C. Pral. Paseo de la Reforma 880 Col. Lomas de Santa Fe Deleg, Alvaro Obregén Ciudad de Mexico, CP 01219 publicagibero.mx ISBN: 978-607-8528-98-1 DR © Instituto Tecnoligico y de Estudios Superiores de Occidente (1180) Periférico Sur Manuel Gémez Morin 8585, Col. 1TF50, Tlaquepaque, Jalisco, México, CP 45604, www publicaciones. iteso. mx ISBN: 978-607-525-509-5 DR © Benemérita Universidad Autonoma de Puebla 4 sur 104, Col. Centro Histérico, Puebla, Pue, CP 72000 www.dgp.buapmx # dgp@correo.buap.mx © Imagen de portada: retrato al dleo de Bernal Diaz del Castillo, cortesia de Miguel Angel Pornia Editor, er’ F1230 D534. Diaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaia / por Bemal Diaz del Castillo; pu- blicada por Genaro Garcia-1* edicién. Unica seguin el eddice au- tégrafo-México: Oficina Tipogrética de la Secretaria de Fomento, 1904, 2 volumenes (xcvi, 506; 560 paginas). 1. México-Histo- ria-Conquista, 1519-1540 Impreso en Méxica Printed ix Mexico INDICE Nota critica (7) INTRODUCCION (13) Carituto I. Et ARTE DE LA MEMORIA, DE LA ANTIGUEDAD ALA EsPANA HUMANISTA [21] De Simonives DE Ceos A ARISTOTELES [23] ‘Las CUATRO FUENTES CLASICAS DEL ARTE DE LA MEMORIA 30] EL ARTE DE LA MEMORIA EN EL MEDIOEVO 40] EL ARTE DE LA MEMORIA EN EL RENACIMIENTO [54] Cariruto IT, Memoria E HISTORIA [65] LAS INTENCIONES DEL RECUBRDO 7} HISTORIA Y MEMORIA POR EL ORO, LA GLORIA ¥ EL EVANGELIO 73] Capiruto III. Et Arve DE LA MEMORIA EN LA Hisrorta VERDADERA 185] LAS CRONICAS DE INDIAS 87] La pe BERNAL, {CRONICA MEDIEVAL © RENACENTISTA? 93] La MEMORIA ARTIFICIAL EN LA Historia VERDADERA 110] 1. Las personas 115] 2. Los lugares 120) 3. Palabras y ntimeros 133] 4, El ocaso 135] BrecioGraria [139] Larson arnercras” [7] NOTA CRITICA Este libro lo dedico a mi mentor en el escrutinio literario, Gustavo llades Aguiar. Antes de exponer las pesquisas literarias y los vestigios de “me- moria artificial” en la Historia verdadera de ia Conquista de la Nueva Espatia es imprescindible comenzar haciendo algunas aclaracio- nes sucintas sobre el texto bernaldiano. Carmelo Séenz de Santamaria, uno de los mas grandes co- nocedores de la obra, publicd, en 1982, los importantes hallazgos que habia alcanzado en las ultimas décadas. Logré localizar y diferenciar los tres manuscritos de la Historia verdadera que co- nocemos a la fecha: el Remén, el Guatemala y el Alegria. Los tres tienen como origen el infolio Q que designa al “Memorial de guerras” que el autor redact6 entre 1552 y 1554, y ampliado en 1563, actualmente perdido. A éste seguiria el X, o sea, el arque- tipo resultante de la ampliacién del memorial y embrionario del que, de 1568, se sacaron dos copias, el Remsn (M) y el Guatemala (G) (Serés, 2011: IV). El manuscrito M es el que le dio el nombre por el que hoy todos lo conocemos: Historia verdadera de la Conquista de la Nueva Esparia. Tuvo dos ediciones principe en 1632 [Madrid: Imprenta del Reino], siguiendo a Serés (2011: III): una abultada mas que la otra, lo cual se explicaria, de acuerdo con Carlos Fernandez, en el hecho de que se hicieron dos tiradas; la primera, sin el capitulo final, y la segunda, incluyéndolo. Este manuscrito autdégrafo es el que Bernal envid al rey de Espaiia, Felipe II, y fechado de “recibi- do” en 1575.’ Sin embargo, esta fecha no coincide con la propor- ‘La raz6n de esta tardanza, segun Sdenz de Santamaria, se debe a que [8] ecarne curiiensz wuscose cionada por Heron Pérez Martinez (1992, 2001 y 1992-2001: 108) quien hallé una carta real, fechada en Aranjuez, el 25 de mayo de 1576, acusando recibo del texto. Como sea, pata Pérez Martinez, el analisis permite afirmar que el fraile Remén tuvo frente a si el texto tachado en Guatemala, que reproduce con “pequefios toques redaccionales” (109). Por otro lado, Genaro Garcia revelé que “nunca fue secreto que Remon adulteré profundamente el texto del original” (Garcia, 1992, 2001 y 1992-2001: xvi). Pérez Martinez sefiala que los dos manuscritos que permanecieron en Guatemala, a su vez, también fueron sometidos a revision, como vamos a ver. Asi pues, tenemos el segundo manuscrito, el G. Aparecio hacia 1840 en Guatemala, intitulado como Historia original de la Conquista de México y Guatemala. Carmelo Saenz de Santamaria detecté que fue escrito por tres amanuenses diferentes, uno de ellos, el propio autor (Pérez Martinez (1992, 2001 y 1992-2001: 111). Seguin Pérez Martinez (108), su funcién fue la de ser un res- paldo ante cualquier pérdida. El Archivo General de Centroa- mérica, en Guatemala, conserva una copia de 296 folios mas una hoja suelta con el titulo de “Prologo”. La Library of Congress, de Washington, conserva una copia facsimilar del G, que fue restau- rada en 1951 y que consta de 299 folios. La portadilla de este vo- lumen reproducido se llama Copia auténtica de los apuntes escritos per Bernal Diaz del Castillo sobre la Conquista de México y del Reino de Guatemala, y tiene como fecha 1568. En nuestro pais, los prime- Bernal envié su obra al Consejo de Indias pero el grueso infolio se traspapel6, quiz porque ningtin censor le concedié importancia. Pero Lorenzo Ramirez de Prado lo descubrié y valoré y lo envis al cronis- ta mercedario fray Alonso Remén. Lamentablemente, el fraile fallecié antes de verlo publicado y el nuevo cronista, Adarzo y Santander, vol- vid al trabajo permitiéndose “un cierto mimero de afiadiduras” que el manuscrito G si conservé. Por su parte, Carmelo Saenz de Santamaria (1984; 129) hace notar que en éste se pueden advertir caligrafias de tres distintos amarwenses, lo que daria razon sobre la presencia de ortografias dispares. 1a “urmona arrincia.” [9] ros esfuerzos por conservar una copia provinieron de Marcelino Menéndez y Pelayo, de donde derivé la edicién paleografica que llegé a México, y que fue dada a conocer por Genaro Garcia en 1901. La publicacisn es de 1904-1905 [México: Oficina Tipografi- ca de la Secretaria de Fomento], De esta versién se valid Carlos Pereyra para publicar su propia edicién en Madrid [Imprenta del Reino, 1920] y las sucesivas que aparecieron en México y Guate- mala, como la de Eduardo Mayora [Guatemala: Tipografia Na- cional, 1933-1934] o la de José Antonio Barbén Rodriguez [Ma- drid: Agencia Espafiola de Cooperacion Internacional], en 2005. Pues bien, este manuscrito que Bernal guard6 para si también fue reescrito por el propio autor, hasta antes de morir. Pero no solo él: su hijo Francisco “supervis6” 1a transcripcién que bien pudo manipular a veces con “intenciones” 0 “por consecuencia del mal estado en que se hallaban las hojas del manuscrito” (Sdenz de Santamaria, 1984: 102). El tercer manuscrito se conoce como Alegria (A), de 324 fo- lios. Fue !amado asi por José Maria Alegria, su ultimo propieta- rio. Aparecié en Murcia, en 1875, y presenta algunas variantes respecto del G. Serés (2011: IV) hace notar que enel f. 1 aparece el nombre del nieto del autor, Ambrosio, con la leyenda: “De Am- brosio del Castillo, herencia unica que hobo de su padre”. Seguin Carmelo Saenz, éste es el que conservé el hijo de Bernal, Francis- co Diaz del Castillo, para intentar publicarlo y hoy se halla en la Biblioteca Nacional de Esparia. Se trata de una copia en limpio del G “en la que se cumplen con todas las indicaciones que hay a lo largo de su texto”; es decir, se suprimen “las tachaduras del Guatemala, se incorporan sus interlineados, se llevan a cabo las correcciones ahi indicadas”, se agrega una introduccién, no del autor y, entre otras cosas, se afiade un colofon (Pérez Martinez, 1992, 2001 y 1992-2001: 117), Para Serés (2011: LV) lo mas notable es la eliminacion del Capitulo CX, aunque hay otras enmiendas, supresiones 0 adiciones que mas bien obedecerian a un error del [10] ssareiz curréerez MUELLER copista. Los descendientes del soldado, pues, fueron los custo- dios del documento cuyo original se perdié, y para complicar atin més las cosas, se trata de una copia autégrafa (Leonetti, 2013: 540). Este no contd con titulo por parte de su autor. En 1882, cuando se intenté publicarlo por primera vez, se le intitulé La conquista de Guatemala (Pinto Soria, 2014: 12). El problema, entonces, sobre cudl fue el manuscrito original y sies que es posible obtenerlo, recae, en buena parte, en el pro- pio autor, por enviar un manuscrito a Espagia y seguir trabajan- do en otro. O, ala manera de Leonetti (2013: 539), el texto original sufrid “debido a una diferente voluntad de autor, a consecuencia de acontecimientos historicos y biograficos”. Segiin Marina Gal- vez Acero (1997), el primer manuscrito, de 1575, fue su primer borrador porque é1 continué puliendo la obra hasta fallecer, en 1584 y de éste salid el G? Con grandes esfuerzos, Carmelo Séenz de Santamaria publi- cé, en 1991, la que fue considerada la “versién mas fiel y detalla- da”, la cual se basd, a su vez, en aquella que habia publicado en 1982. Por casi 50 afios, el historiador cotejé versiones y obtuvo la que consideré definitiva, con base en el R. Pero no todos estan satisfechos. La situacién textual de la crénica, para Herén Pérez Martinez (1991: 70), hace que no pueda contarse a la fecha con un “texto totalmente libre de sospechas”. Conocié la edicion de Saenz de Santamaria y, a pesar de ello, considera que partio de un “deficiente concepto de ‘texto original”. La edicién de don Car- melo —argumenta— supuso “de mas”, aunque reconocid que se trataria de la versién més apegada a lo que Bernal escribid, ? José Antonio Barbén Rodriguez publicé el manuscrito Guatemala en 2005. En éste corrigié fechas equivocadas, cotejé con el Renton y Ale- gria y afiadié datos extraidos de otros documentos del soldado medi- nés, tales como probanzas, reales cédulas, testimonios, actas de cabil- do (recuérdese que fue regidor de Guatemala) y otros (Mayer, 2005). 3 Véase Sdenz de Santamaria (1956). La“munons axnercian” [11] sumando sus dos borradores mas el A. Guillermo Serés public, en 2011, la Historia verdadera haciendo el cotejo de las tres versio- nes, anotando las variantes a pie de pagina, lectura no exenta de dificultades. Asi también, salié el G pero cotejandolo con el M en la edicién conjunta entre el Gobierno de Chiapas, Porrta y la Universidad de Castilla-La Mancha (1992, 2001 y 1992-2001). En ésta, el G ocupa las paginas centrales y el M esta apostillado en margenes. En fin, como se puede advertir, continua la discusién sobre el texto original, cual es (si es que se puede obtener), y las rees- crituras propias o de terceros. Pero para abordar el estudio de la crénica bemaldina es necesario tomar una decisién. Asi que, no pudiendo agotar aqui el tema, para los prapésitos de este li- bro he optado por la edicién de Carmelo Saenz de Santamaria, que sigue al manuscrito M, de 1991. En ocasiones, para cotejo o complemento, me apoyaré en la edicién de Joaquin Ramirez Cabafias, sobre el manuscrito G. La “suncona aznnerar” [13] INTRODUCCION El volumen esta ahi, en el estante: Historia verdadera de la Conquis- ta de la Nueva Espaiia” Al lector debe emanarle, de stibito, la sospechosa pregunta: ghay, entonces, una historia de la Conquista que no sea verda- dera? ;A quién rebate su autor, Bernal Diaz del Castillo? Basta entonces con abrir la pagina inicial y hallarse con las primeras pistas: el soldado se declara “testigo de vista” para contar “lo que en verdad pasé” y amenaza disculpandose con escribir sin emplear los aceites de la prosa de su tiempo. Comienza con una disculpa, la que se seguira cuando al avivar su memoria, trayen- do de aqui y alla sus recuerdos, deje corter la pluma y descubra el empalmo de sus olvidos. Bernal Diaz se encarga de decirnos que sera leal a los he- chos que vio y, en estricto apego a su intima vision, a sus mas de ochenta afios va poniendo punto final a sus recuerdos. Las guerras de la Conquista le han dejado no sdlo unas cuantas tie- tras y cargos en el gobierno de Guatemala; también tiempo y calma chicha para escribir sobre ellas. Su casi total ceguera aviva la luz de la mirada interior y su proba imaginacién, de modo que jos afios que le toma la trascripcién del recuerdo intercambian el historicismo que pretende alcanzar por la imantada necesidad de hablar de si. A partir de lo inevitable, el aspirante a historia- dor de la “verdad” finca su centeno en la inmensidad de su vida + Recordamos que no es el titulo original sino el que se le dio para el manuscrito M. Sin embargo, el litigio de Bernal, sin duda, es por contar la “historia de lo que en verdad pasé”. [1A] veareaz conéaaez svete interior, la que descubre digna de ser contada. El es el propésito de si mismo en un viaje verbal que pretexta hechos, personajes y lugares reales que transformaron la historia del mundo. Y ahi estuvo, nos lo recuerda. El lo vio o lo oyd, no como otros (Fran- cisco Lopez de Gémara, Paulo Jovio o Gonzalo de Dlescas), que se arrogaron el derecho de contar sin haber sido testigos. La Historia verdadera comienza por ser un viaje en el tiempo de las guerras en territorio mexicano y, a vuelo de pajaro, la testi- ficacién invita a su autor al protagonismo. La crénica se convier- te, entonces, en una autobiografia con fondo épico. Es la historia de su melancélico autor, escarbando el sentido de su vida y re- clamando para si las loas que no oyd, que le deben, tras merito- rias jornadas bélicas que dieron a Espaiia la posesién mas grande de tierras de las que se hubiese tenido noticia antes. Bernal Diaz, abona a su perpetuidad y a mas no tener, pues la guerra no le dio ni oro ni gloria, como alega, hereda el testimonio febril, a tantos suave y ligero, de su convulso vivir entre tantos recuerdos. La intentona de narrar no esta libre de conflictos. Cuando el cronista se apresta a contar lo que vio, ha de decidirse entre el re- finamiento de la prosa o el empleo de su comun hablar. A fin de cuentas, vence la espontaneidad y el desorden porque el cronista ha descubierto que, a fuerza de invocar el recuerdo, es mas lento escribir bien que imaginar. Y a pesar de la eclosi6n permanente, reflexiona, se auto-complace. Luego, se extra-pone como espec- tador de si mismo; a tantos también juzga, moraliza, retrocede. Salta, se guarece, hiberna, vuelve a volar. Que fluya el recuerdo a complacencia, que brote lo encerrado, Entonces, también su memoria se va componiendo de olvidos pues es mejor dejarlos adormilados, errantes. Porque asustarian; lo fulminarian en la agonia de su luz visual y nada quedaria sino el fracaso. Asi que, a veces, vale mas el olvido que el recuerdo. Saberse digno de si motiva al autobidgrafo: él y su vida merecen ser contadas para ganar la inmortalidad. ua “Memonta anterciat” [15] El rastreo de los recuerdos implica hablar de lo que ya no es; del pretérito. Es azuzar, de algiin modo, a nuestros fantasmas para que, en el presente, nos hablen de lo que fue. Y la invocacién insumisa del pretérito revive, pero con la mirada del presente. Esa es la clave para la salvacién: la nitidez desapareceria la tem- poralidad y desacralizaria la bonanza al tiempo que horrorizaria el maleficio. Asi, la memoria de lo pasado tiende la mano a quien tecuerda: orienta a su poseedor hacia un portal y no a otro; hace soplar un zarzagan o un torrente; imanta la conveniencia y com- pulsa la divergencia. La memoria, asi, concede a quien la pren- de el beneficio de salvaguardar la integridad de si y no por ello miente. La memoria no miente: s6lo se acomoda para explicarse. Mucho se ha puesto en duda la memoria de Bernal. Que no seria de humanos recordar tanto. Pasa que el estudioso, en mu- chos casos, omite algo tan importante en una obra literaria: in- dagar sobre como se escribia en tiempos de su autor. Aqui, entre otros objetivos, la intencicn es demostrar que la memoria bernal- dina era tanto natural —como la de quien invoca a un ausente cuando, por ejemplo, los gestos de un tercero “se parecen” a los de quien no esté—, como artificial. La diferencia entre una y otra aparecié explicada por vez primera, hasta donde se sabe, en De ratione dicendi ad C. Herennium, manuscrito del siglo I a. C. y de autor desconocido, que expone una practica comun desde en- tonces: la memoria, cuando se ejercita, nos brinda recuerdos sin necesidad de que sean detonados por casualidad. La memoria artificial puede aprenderse y sera, en todo momento, un valioso tecurso para el practicante ret6rico. El precedente grecolatino més remoto del arte de la memoria esta en la anécdota transmitida de boca en boca en la antigitedad clasica: el banquet en casa del poderoso Escopas. Ll rico hom- bre habia invitado a un afamado recitador llamado Siménides de Ceos para que deleitara a los comensales. El rimero asistié y cumplié. Pero, para su mala fortuna, en una de esas combiné elo- [16] warez conéence murties gios al anfitridn, entremezclando algunos versos para vitorear las gestas de Castor y Pélux, los guardianes, aguertidos boxeadores y atletas. A Escopas, la alabanza a ambos personajes le molest6 y, en consecuencia, se neg6 a pagar a Siménides por los versos reci- tados. El duefio de la casa sugirié al poeta, también exacerbado, que cobrase a los muertos la parte que correspondia al honor con que les habia pagado. En ese momento, dos hombres descono- cidos aparecieron en la puerta de la casa de Escopas. Llamaron a Siménides y éste atendid el llamado sin encontrar a nadie. De manera sibita, la edificacién se derrumb6 tras de si y todos, sal- vo el cantor de ditirambos, murieron. Ningun pariente era capaz de reconocer a los suyos si sus cuerpos estaban destrozados. Simonides de Ceos, el unico sobreviviente de aquel extrafio accidente, y quien gozaba de buena memoria, se esforz6 por re- cordar quiénes habian asistido a la fiesta y en qué lugar de la mesa se habian sentado. Asi, la imagen de la mesa fue descrita con sus correspondientes numerarios, de modo que parientes y amigos pudiesen distinguir el cuerpo de cada uno entre los difuntos. En medio de este duelo, el poeta experimenté que el orden y la co- locacién de cosas pueden dar luz y claridad a la memoria. “Esta es la escena donde la historia comienza a hablar”, enuncia Michel de Certeau (en Eickhoff, 1996: 30) y donde Ia escritura comienza su dependencia respecto de la memoria. El arte de la memoria es el arte del orden y la vista; el arte de la repeticién y la pictografia. Desde su natal Medina del Campo, Espaiia, el cronista Ber- nal Diaz aprendié a memorizar artificialmente. El ejercicio de ver, observar, pintar en la mente lo visto y repasar la pintura para crear una imagen, lo practicaban todos en su época, por- que en aquel siglo y los siguientes, la sociedad era de mayoria analfabeta y la oralidad era la f{urma mas importante de trans- misién del conocimiento. Unos eran mas diestros que otros, pero recordar a propésito era un recurso empleado por todo mundo; incluso, hasta un medio de sobrevivencia. Pongamos por caso: LA “MEMORIA ARTIFICIAL” quien no recuerda por qué camino llegé a ese pueblo, no sabe por qué camino habra de regresar, si no hay letreros ni instruc- ciones, anuncios publicitarios ni nada de lo que hoy tenemos de sobra. ¢Para qué sirven, ademas, si no los sabemos leer? A la vez, la practica mnemotécnica de entonces nos habla de una mayoria ahita de tener pasado, de conservarlo y perpetuarlo a falta de li- bros y escritura. Las bibliotecas eran un lujo, los libros eran caros y la escritura estaba reservada para los estudiosos en los conven- tos y los ricos en palacio. El memorista medieval sabia que hay unas cuantas reglas minimas para comenzar: seguir, por ejemplo, un orden para la co- locacién de imagenes que se habré de recordar en la cabeza. Cada cierto tiempo, dichas imagenes tienen que ser retocadas para que no se borren, pues como todo fo material, se atentian con los afios. Perfeccionar este mecanismo permitiria al memorista traer del pasado cualquier cantidad de imagenes recordadas. Asi, memorizar se convirtid en un arte. Habia buenos y malos memoristas como también mejores y peores artistas de la memo- tia. Arte de la memoria —término acuniado por Tomas de Aquino—- es el trabajo de traer el pasado al presente. Es el ejercicio de una diacronia sincrénica, de mirar viendo, de pintar repintando. Es trasladar imagenes a la mente; es el arte diletante de “represen- tar” un objeto, una situacién, un lugar, aun sabedor anticipado del fracaso de la fidelidad. Es el arte de “hacer parecer’, es el arte de la invencion. Para Quintiliano (1999: 527), leer con memoria es asemejarse a quien “va viendo con los ojos del alma”. La memoria inicia con un duelo, Emerge de la catastrofe. Nada es mas recordable que lo extraordinario, lo doloroso, La memoria casi siempre nos lleva de la mano al cumulo de escenas donde priva la muerte o lo proximo a ella. “Hay que restaurar el duelo que es la vida imposible del pasado en el presente, por- que no pademos vivir sin esto, no sin esto que se fue” (Eickhoff, 1996: 27). (17) [18] earn curviane unin Este libro surgié de mi tesis de posgrado en la Universidad Iberoamericana Golfo-Centro (Puebla, México), defendida en 2002. Con alguna informacién adicional y actualizada, hoy la.pre- sento con el fin de contribuir a conocer desde una 6ptica literaria esta maravillosa e imprescindible crénica de la conquista de Mé- xico. En la primera parte ofrezco un amplio panorama del arte de la memoria desde fa antigiiedad cldsica hasta la Espafia humanis- ta. Todo el tiempo se repasan los principios plasmados en varias obras de Aristoteles; en la Refdrica a Herenio, de autor desconacido, y en los dos famosos rétores Quintiliano y Cicerén. De ahi, reco- rreré el Medioevo con los tratadistas mas relevantes como fueron Tomas de Aquino, Tomas de Bradwardine y Pedro de Ravena, entre otros. Aunque Bernal Diaz dejé la peninsula en la segunda década del siglo XVI, se extiende un poco el estudio hasta finales del Seiscientos para cerrar con una faceta interesantisima del arte como fue la filosofia hermética en la que militaron varios pensado- res de renombre, como Tommaso Campanella y Giordano Bruno. El segundo capitulo intentara cruzar memoria e historia. Partimos del hecho de que lo recordable es aquello que ya ocu- rrid; es decir, que pertenece al pasado. De este modo, sera util conocer qué pensé la sociedad contemporanea a Bernal como digno de ser recordado y, en el especifico caso de los conquis- tadores espafioles, cémo devino su interés por el oro, la gloria y el Evangelio, tres constantes que ya, en su momento, exploré bastante bien Irving A. Leonard. El tercer capitulo partird de las crénicas de Indias, como el nuevo género historiografico que servia a los soldados y evange- lizadores para describir y narrar el Nuevo Mundo. De alli nos di- rigiremos a estudiar la crénica bernaldiana, tratando de rescatar de ella sus elementos de la retérica y de la historiografia medie- val y aquellos con los que se aproxims mas a la renacentista, para terminar con el andlisis de los elementos de memoria artificial mas importantes de la Historia verdadera. ra Seexonta sermncras” [19] En 1514, hace un poco mas de 500 afios, Bernal ya estaba en Cuba en compafiia de Pedro Arias de Avila, nombrado go- bernador de Castilla del Oro y futuro gobernador de Nicaragua. Después de casi dos afios partié al descubrimiento de Yucatan y Campeche con el famoso piloto Anton de Alaminos. En 1517, ya se habia establecido en La Habana, luego en Trinidad y, en 1518, acompaiiaba al capitan Francisco Hernandez de Cordoba de nuevo a Yucatan. El tiempo restante es historia: Bernal se unié al ejército de Hernan Cortés, lo mismo que Hernandez de Cérdoba, en 1519, y fue testigo y combatiente de la caida de Tenochtitlan, en 1521, Asi pues, cercanos a la conmemoracién del Quinto Cen- tenario de la conquista de México, espero que el estudio literario aqui presentado sea de utilidad para comprender atin mas el en- cuentro de dos mundos. a cvarmonta acura” [21] CAPITULO I EL ARTE DE LA MEMORIA, DE LA ANTIGUEDAD A LA EspANA HUMANISTA En 1936, interesado en las retéricas medievales y en la influencia de Cicerén en ellas, Harry Caplan publicé Maedieval Ars Predi- candi, a lo que siguié nada menos que la traduccién de De ratione dicendi ad C. Herennium, atribuida durante siglos a Cicer6n,' de quien por cierto tradujo obras del Jatin al inglés. Sin duda, recu- perar este y otros tratados antiguos suscité la curiosidad de mu- chos apasionados por las antiguas artes retéricas; en particular, una de sus partes: la memoria.‘ Primero fue Frances Yates con The Ciceronian Art of Memory [1955] que dio la pauta a Paolo Rossi para revisar, desde la filosofia de la ciencia, en qué consistié el 5 Algunos estudiosos afirman que fue escrita entre el 86 y el 82 a. C., pero otros como Kroll, entre el 75 y el 70 a. C. En 1491, el humanista Rafael Regio demostré que no era de Cicerén, como se habia creido. Petrus Victorius, en 1533, sugirié que su autor habria side Comificio, un rétor a quien Quintiliano, en Institucién oratoria, cita varias veces, Pue- den consultarse las investigaciones de Tolkienh, Kroll y Calboli, segiin sugiere Salvador Nufiez (1997). Por otro lado, en la edicidn de esta obra anonima, realizada por Harry Caplan (1954), el primero en deslindar a Cicerén de su autoria fue Lorenzo Valla, a mediados del siglo XV. Tam- bign dejé ver que Cornificio si habria escrito un libro especial de figuras, ¥ que no es otto que el citado por Quintiliano. Asi, la discusién quedaria zanjada afirmando que, en todo caso, es un aueter incertus lo mismo que el Litulu uripinal. “Toda la oratoria, como dicen muchisimos de los autores mas insignes, se reduce a cinco partes: invencién, disposicién, elocucién, memoria y pronunciacién, o ademan [...]. Todo discurse que explica lo que senti- mos, consta de dos cosas, de materia y palabras” (Quintiliano, 1999: 148), [22] marez conienne suntieR ‘ arte de la memoria y el arte de la combinaci6n. Asi, estampo Cla- vis universalis [1960], estudio en el cual se detuvo a analizar esta Ultima, llamada también “arte combinatoria” (ars magna), prac- ticada, cuando menos, desde el siglo XIII con Raimundo Lulio. Consistia en dar explicaciones cientificas a fundamentos teold- gicos del cristianismo. Para ello, el mallorquin se valié de figu- ras geométricas, arboles y otros disefios que podian combinarse para ser recordados y ensefiar con ellos.” La influencia luliana fue enorme en fildsofos de los siglos por venir; asi, en Giorda- no Bruno como en Tomasso Campanella y el astrnomo Galileo Galilei. Porque, desde el siglo XVI y hasta el XVI, el humanista anhelaba: Descifrar el alfabeto del mundo, ser capaz de leer en el gran libro de Ja naturaleza los signos grabados por la mente divina, descubrir la plena correspondencia entre las formas originarias y Ia cadena de razones humanas, construir una lengua perfecta capaz de elimi- nar los equivocos y de revelar las esencias poniendo en contacto al hombre, no con los signos, sino con las cosas, dar lugar a enciclo- pedias totales, a clasificaciones ordenadas que sean el espejo fiel de la armonia presente en el cosmos (Rossi, 1989: 15). Frances A. Yates continud con sus estudios de la memoria como una de las partes de la retérica, hasta publicar, en 1966, The Art of Memory en donde vindicaba aquella arte que habia tenido un vigoroso apogeo en el Renacimiento. Dos amos antes, habia 7 Algunos titulos suyos, traducidos al castellano, son: Ascenso y descen- 30 del entendimiento (Barcelona, Espafia: Ediciones Folio, 2002; Obras de Rainén Llull. Doctor iluminado. Libro del Orden de Caballeria, El drbol deta Ciencia (fragmentes). Libro del ascenso y descentso det entendimientu (Barce- lona, Espafia: Circulo Latino, 2005) y el estudio de Amador Vega, Ramon Liull y el secreto de la vida (Madrid, Espaiia: Siruela, 2002) que contiene una seleccién de textos como el Libro de contemplacién en Dios, el Libro del gentil y los tres sabios, Arte breve y Vida coetdnea, entre otros. Ue ammonta aermerar” [23] tesarcido la memoria del malogrado dominico italiano, Giordano Bruno, al recuperar de él todos los planteamientos hermético-me- moristicos que le valieron un proceso inquisitorial y su posterior muerte en la hoguera por herejia, en 1600: Giordano Bruno and the Hermetic Tradition [1964]. Sus indagaciones las completé con estu- dios posteriores en donde lo mismo Shakespeare que Raimundo Lulio, Marciano Capella o Giulio Camillo, el neoplatonismo, los rosacruces, la magia y la filosofia oculta iban a propiciar un enor- me interés entre historiadores, fildlogos y filésofos. Una estudiosa de esas corrientes y autores fue Mary Carru- thers con The Book of Memory, de 1990, en donde se dedied con paciencia y una gran capacidad de analisis a estudiar la memoria en la cultura medieval: sus modelos, descripciones de su neu- rofisiologia, sus disefios y las artes de la memoria en general, y cémo se conectaron éstas, finalmente, con la revolucionaria apa- ricién del libro impreso.* Caplan, Rossi, Yates y Carruthers pu- dieron apreciar la enorme influencia que tuvieron los antiguos grecolatinos en las retéricas medieval y renacentista. Carruthers, incluso, lleg6 a refutar a Yates en The Craft of Thought [1998]. Le parecia que la inglesa habia reforzado la idea de que estas pre- ceptivas eran meras repeticiones de las antiguas, como si hubie- sen sido estaticas y no: hubo variaciones de fondo que, en ese libro, se dedica a estudiar. Vamos a revisarlas. De SiMOnIvES DE CEOs A ARISTOTELES La mitologia griega creo a Mnemosine, hija de la Tierra y el Cie- lo, Ella es la madre de las nueve musas, procreadas con Zeus, "The Book of Memory, a diferencia dc los anteriores, no ha sido publica- do al castellano. Mary Carruthers agregé a su estudio sus traducciones al inglés de fundamentales textos medievales sobre el tema: De Tribus Maxims Circumstantiis Gestorunt, de Hugo de San Victor; de De Partibus Prudentia, la Quaestio TI del Tractatus TV, titulade De boro, de Alberto Magno; y la traduccién de De Memoria Artificiali, de Thomas Brad wardi- ne. Estos autores seran abordados en cl Capitulo I. [24] oesrnie curavnene wuniER durante igual numero de noches, y tiene la encomienda de recor- dar al hombre la memoria de los héroes. Como una vez llamé ala mente del poeta Hesiode para inspirarlo en sus versos, Mnemo- sine inspira a los poetas y, desde la antigtiedad, asiste también a los hombres desmemoriados. Porque recordar lo que somos 0 hicimos, aquello que vivimos o pensamos en un tiempo, nunca ha sido tarea sencilla. Y desde la antigiiedad, sacros y profanos, nobles y plebeyos, todos, se auxiliaron del arte de la memoria que inventaron los retéricos grecolatinos, “componiendo el lugar con Ja vista de su imaginacién” (Eickhoff, 1996: 29). Asi pues, la memoria durante siglos fue valor y baluarte. Y los memoristas, ensalzados y vitoreados. En la antigtiedad, se sabian los prodigios memoristicos, como se ha dicho, de Sim6- nides de Ceos, pero también de Ciro el Grande, Temistocles ¢ Hipia, entre otros. Plinio, en su Historia natural, afirma que Lu- cio Escipién legé a saber los nombres de todos los habitantes de Roma, mientras que Temistocles los de Atenas, segtin Cice- ron. Quintiliano (1999: 530) escuché hablar de cémo Mitridates “aprendié veintidés Jenguas cuantas eran las naciones sujetas a su dominio” o cémo el rico Craso supo hablar, siendo goberna- dor de Asia, “los cinco diferentes dialectos de la lengua griega” y hacia justicia en el idioma que correspondiera. “Y es tradicién que César solia simultaneamente escribir y leer, dictar y escu- char. Séneca repitié de memoria y en el mismo orden dos mil nombres recitados por otro” (Valadés, 2003: 215). La memoria estuvo relacionada, también seguin la época, ala oscatologia, la magia, la supersticién y hasta la ciencia. Para otros fue una practica exclusiva de los Iniciados, o bien fértil camino de ascetas y misticos.’ Entre platénicos y socraticos, la memoria {ue la madre de las musas y se le representé, a la manera de una Jacques Le Goff (1991) destaca, por ejemplo, la figura del filésofo Gior- dano Bruno, a finales del siglo XVI, como el “maximo teorizador” del ocultismo en la memoria, como se verd a finales del Capitulo I. ta sapwonte antiionc? [25] metafora, como un “tesoro” que debia preservarse en una “caja” pues contenia toda la sabiduria. Platén, a diferencia de Aristéte- les, crey6 “en la existencia de un conocimiento que no deriva de las impresiones sensoriales, un conocimiento que constituyen, latentes en nuestras memorias, las formas o moldes de las Ideas, de aquellas realidades que conocia el alma antes de su descenso a este mundo inferior”. En Fedén explicaba que “el conocimiento verdadero consiste en ajustar las improntas procedentes de las impresiones sensoriales a la impronta basica 0 sello de la Forma 0 Idea con la que se corresponden los objetos de los sentidos” (Yates, 2005: 57). En Fedro sostuvo que el conocimiento de la ver- dad y del alma se logra recordando las ideas que antes fueron vistas por todas las almas. Alli mismo, el filésofo no separaba a la memoria de 1a ret6rica sino que la colocaba como el epicentro de la discusion: se trata de mostrar lo verdadero." Después de Platén, Aristoteles ubicé la memoria en el alma y seria prdcticamente el unico en la antigiiedad clasica que la escu- drifaria. En Tépicos (163b) admitié que hay una memoria “natu- ral”, aquella que cualquiera puede tener, por ejemplo, al recordar de forma espontanea una calle de Ja infancia 0 a una persona que- rida a partir de un olor. Pero la memoria “educada” —la “artifi- cial”, como se le conocié— es un habito que hace al hombre “mas presto en el raciocinio, ya que tiene sus premisas clasificadas ante el ojo y su mente, encontrandose cada una bajo su nimero” (Ya- tes, 2005: 51). Dio supremacia al sentido de la vista pero, en Acerca de la memoria y la reminiscencia, esta apreciacion no se repitié pues asentd que se puede imaginar hasta con los ojos cerrados. * Es conocida la oposicién de Platén a la retérica como un juego de pa- labras que permite a un orador “decir cualquier cosa a cualquiera [...] en desmedro de la verdad” (Meyer, 2013: 18). Por ello, al plantear la me- moria como el nodo central de la retérica, proponia que ésta se basara en la filosofia para, en efecto, conocer la verdad. [26} suarnee cuvvenese musiuER Aristételes propuso una diferencia sustancial entre la memo- tia (resis) y la reminiscencia (anammesis). La primera resulta de la acumulacién-almacenaje de imagenes mentales y, la segunda, del proceso de raciocinio-investigacién que sigue a la memoria. La memoria es el poder de preservar el pasado y la reminiscencia es la voluntad de recordar el pasado. Si bien cada imagen de la memoria esta fisicamente presente en el cerebro, y le envia a éste la sensacién, durante el proceso de la memoria algo puede caer en Ja reminiscencia. Esta es la raz6n por la que Carruthers considera que la mnemotecnia es heuristica por naturaleza: “The crucial task of recollection is investigatio, ‘tracking down’ a word related to ves- tigia, ‘tracks or footprints’. All mnemonic organizational schemes are heuristic in nature. They are retrieval schemes, for the purpose of inventio or ‘finding’. |...] Distinct from ‘heuristic’ are the words ‘hermeneutic’ and ‘iconographic’]“!! (Carruthers, 1990: 20). Asi como distinguid entre memoria y reminiscencia, Aristo- teles hizo lo propio entre el “sentido comin" y la “imaginacién”, lo mismo entre “creer” y “pensar”. Las facultades 0 “sentidos interiores”, para él significan movimiento, actividad, y son tres: una, la que permite formar imagenes mentales (phantastikén); dos, la que nos hace reaccionar o formarnos opiniones respec- to de estas imagenes (dianoutikén) y tres, la rememoracion (mne- moneutikén) de ambas {imagenes y reacciones a las imagenes) (Carruthers, 1990: 52). Porque, para el fildsofo, “el alma jamas intelige sin el concurso de una imagen” [Aristételes, 1999 (IL 431a), 239]. “La facultad intelectiva intelige, por tanto, las formas en las imagenes” y, otras veces, “calcula y delibera, comparando “"La tarea mas importante de la reminiscencia es la investigacién (in- vestigatio), “localizar’ una palabra relacionada con el vesligiv, ‘localizar las huellas’. Todos los esquemas mnemotécnicos organizativos son heu- risticos por naturaleza. Son esquemas recuperados para el propésito de la inventio o el ‘encontrar’, [...] Distinta a la palabra “heuristica’ es la “hermenéutica’ y la ‘iconografia” (Traduccién propia) 1a "mesons axsuiciat” [27] el futuro con el presente, como si estuviera viéndolo con ayuda de las imagenes o conceptos que estan en el alma” [(431b), 240]. En De los suesios, Aristoteles vinculé la memoria con los sue- fios. Pareciera que, en el suefio, no se ve nada ni se oye ni se sien- te. Si esto fuera del todo cierto: no es exacto que la sensibilidad no experimente nada, mas bien es posible que la vista y los otros sentidos experimenten alguna afeccion; cada una de las impresiones acta de una cierta manera como si uno se encontrara despierto, pero no como si uno estuviera despierto realmente. ¥ en ocasiones la opinién nos dice que lo que vemos es falso, y en ocasiones ella es sorprendida por la imagen y va tras ella [1993 (459a), 100]. Al recordar un suefio, en palabras de Carruthers, uno que- iia “encontrar” algo que se perdi. Sin embargo, “we are inca- pable of reliving our past while we dream, and that if our dreams evoke images that have the appearance of memories, these ima- ges are introduced in a fragmented state” (Halbwachs, 1992: 41)."" Los que han sofiado, retornamos con Aristoteles, parece que “han vuelto a ver sus suefios de esta manera, por ejemplo, aque- llas que parecen representarse las cosas propuestas, observando las reglas de la mnemotecnia” [1993 (458b), 99]. zLa memoria, entonces, no tiene al momento de ser evocada, una secuencia na- rrativa? ;Qué pasa en cada uno de los intervalos, entre imagen e imagen? Habré que distinguir entonces a la memoria de la ima- ginacién, pues ésta “no consiste ni en intelegir ni en enjuiciar” mientras que la memoria educada si depende de nosotros: 2 “No somos capaces de revivir nuestro pasado cuando sofiamos; aun si nuestros suefios evocan imagenes que tienen la apariencia de memo- rias, estas imagenes se presentan de manera fragmentaria” (Traduccién propia), [28] sarc cuvvenerz soriiee tratandose de la imaginacién, por el contrario, nos quedamos tan tranquilos como quien contempla en pintura escenas espantosas 0 excitantes [...] Pues bien, si la imaginacién es aquello en virtud de ha de ser una de aquellas potencias o disposiciones, por medio de las lo cual solemos decir que se origina en nosotros una imagen |. cuales discenimos y nos situamos ya en la verdad, ya en el error. Y éstas son sentido, opini (UL, 427b y 4288), 224-225]. intelecto y ciencia [Aristételes, 1999: Para el autor de Acerca del alma, en De memoria et reminiscentia recuerda que “no es posible pensar sin imagenes” |1993: (450a), 68]. La imagen [phantasma] es “una afeccion de la facultad sensiti- vacomtin” y la memoria “implica una pintura mental”. “Cuando uno hace acto de memoria, hay que decirse en el alma de esta manera, que anteriormente uno ha escuchado esta cosa o que uno lo ha sentido o que uno lo ha pensado” [(449b), 67]. Una imagen es como una pintura. Representa a la pintura en si misma pero también lo que invoca:” Asi, el animal pintado en un cuadro es al mismo tiempo un animal y una copia, y siendo uno y el mismo, él es las dos cosas; sin embar- g0, la existencia noes la misma para Jos dos, y es posible considerar este animal a la ver en tanto que animal y en tanto que copia; de igual manera también hay que suponer que la imagen pintada en nosotros es alguna casa que existe por si y que es la representacién de otra cosa [(450b), 70]. Lo que define una imagen mental, entonces, “it is not its pictorial qualities but whether its user understands it to repre- © En su ensayo “Arte mneménico”, Baudelaire se refiere al fantasma como el “que guarda cierta semejanza con el pintor real, pero que difiere de él por ser la realizacién ficcional de lo que existia sélo potencialmente ene] hombre real” (Derrida, 1998: 73-74). Lacveenona armas” [29] sent a certain thing’ segtin Carruthers (1990: 23). Mientras las imagenes son reales, aunque no correspondientes con el objeto o persona a memorizar, los fantasmas son propios. Ademéas, para Aristoteles, mientras las sensaciones son siempre verdaderas “las imagenes son en su mayoria falsas [...] y es que la imaginacion puede ser también falsa” [Aristdteles, 1999: (III, 428a), 226]. Uno las crea para facilitar la memorizacion, de la misma manera que Quintiliano, siglos después, proponia elegir entornos e imagenes con libertad. Entonces, ;cémo se podrian ocupar imagenes si no son nuestras, vividas por nosotros? Los espafioles del Barroco padecieron a causa de las limitaciones de la inventio, por ello fue comun recurrir a los lugares comunes que se repitieron por si- glos, a veces, incurriendo en un plagio rampante. Aqui hay un elemento importantisimo en la légica aristotéli- ca, que descarta la nocién de falsedad cuando de invocar image- nes se trata. La imaginacién, dice el pensador, es la intermediaria entre la percepcién y el pensamiento. Y Ja imaginacion no es un sentido, de modo que puede ser falsa; las imagenes pueden pres- cindir de la vista y la visién “como ocurrte en los suefios”. Enton- ces, si lo que perciben los sentidos es verdadero y las imagenes no son un sentido, éstas “son en su mayoria falsas [...]. Incluso con los ojos cerrados aparecen visiones” [Aristételes, 1999: (ITT, 428a), 225-226], Y més: “La imaginacién [producida por la sensa- cidn], viene a ser la opinién de que es blanco unida a la sensacién de lo blanco. Imaginar viene a ser, pues, opinar acerca del objeto sensible percibido no accidentalmente” [(428b), 227]. El intelecto, entonces, requiere de imagenes-fantasma que son “como sensaciones, sdlo que sin materia”. Y la imaginacion es distinta a la afirmacion y la negacién “ya que la verdad y !a falsedad consisten en una composicién de conceptos”. Continia * "no son sus cualidades pictéricas sino que cl memorista entiende que representa cierta cosa” (Traduccidn propia).

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