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Capitulo 10 - La Conducta
Capitulo 10 - La Conducta
LA CONDUCTA
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CAPÍTULO DÉCIMO
LA CONDUCTA
l. PRECISIONES INICIALES
Ahora bien, cabe preguntar, ¿es ello así para el derecho penal?,
cuando el legislador prohíbe apoderarse de las cosas muebles ajenas
(Código Penal, artículo 239), o manda no abandonar a un menor o a
una persona desvalida (ibidem, artículo 127), ¿crea su propia noción de
conducta o la toma de la realidad? Responder a estos interrogantes es,
debe advertirse, introducirse de lleno en la polémica en torno a la que
se han erigido gran parte de los conceptos de conducta tratados en el 315
parágrafo siguiente; por lo pronto, debe indicarse, de una vez, el con-
cepto de conducta no puede elaborarse con base en datos artificiales,
sino a partir del ser de las cosas. Es más, dicha noción es indispensable
a título de exigencia elemental para emprender cualquier construcción
del derecho penal y contener la arbitrariedad selectiva del sistema penal
(E. R. ZAFFARONI); la conducta solo puede ser concebida como con-
cepto fundamental de la estructura del delito, si se parte de un derecho
penal de acto, no de uno de autor, pará el que el agente no es penado
por la acción que ha cometido, sino sobre todo por su peligrosidad so-
cial. Lo anterior es evidente en el ordenamiento penal colombiano, pues
el codificador -con base en expresiones no siempre equivalentes- pone
la noción de conducta humana en la base del concepto de delito, como
su carácter genérico. ·
Se designa así la noción dominante desde final~s del siglo XIX has-
ta el decenio del año treinta del siglo XX y que, tanto en su variante
naturalística como causal, permitió levantar una estructura del hecho
punible conocida hoy como causalista, sea clásica o neoclásica, porque t:'
estaba inspirada en la concepción causal de las ciencias naturales en-
tonces imperante. i
n
B). El concepto.final
Sin duda, el gran aporte de esta postura fue haber reivindicado para
el derecho penal la nota de la finalidad que, así no permitiera la elabo-
ración de un concepto superior de acción satisfactorio para todos los 323
críticos, ayudó en grado sumo a explicar la omisión e, incluso, los he-
chos culposos o imprudentes; además, ante la avalancha de conceptos
valorativos, reivindicó el carácter real de la conducta humana, y lo lo-
gró en buena medida. Desde luego, al ahondar en las categorías de la
causalidad y la finalidad, olvidó hacer hincapié en el carácter social del
actuar humano, aunque H. WELZEL fue claro en destacar que el carácter
social de la acción solo podía entenderse a partir de la finalidad, cuando
recordó que la acción, como fenómen:6 social, no podía ser compren-
dida sino sobre la base de la doctrina de la acción finalista; y tampoco
lleva su construcción a la teoría de la pena ni -como toda la doctrina
contemporánea- a la medida de seguridad, sobre todo cuando se trata
de explicar los hechos de los inimputables.
Aunque esta concepción fue expuesta desde hace varias décadas por
E. SCHMIDT (1932), K. ENGISCH (1944), W. MAIHOFER (1953) y H. H.
JESCHECK (1961), y desde sus inicios contó con numerosos adeptos, solo
cobró capital importancia en la dogmática de los años noventa del siglo ~
pasado, dado que fue vista como una postura complementaria de las o
anteriores, pues para juzgar si un determinado comportamiento consti- ~
tuye una acción, ello debía hacerse a partir de la sociedad; por eso se le 1 R
estudiaba en este lugar y no antes. De este modo se pudo concebír esta 1 ;;;:
categoría como la "conducta humana, dirigida a producir una lesión f i
de bienes sociales protegidos por el derecho penal" (MAIHOFER); como
"todo comportamiento objetivamente dominable con dirección a un re-
sultado socialmente concebido" (MAIHOFER), de donde se desprende
que sus elementos son, el intelectual, el voluntario o voluntativo, el
objetivo y el social; como "un comportamiento humano socialmente re-
levante" (JESCHECK), o como "conducta humana socialmente relevante
dominada o dominable por la voluntad" (J. WESSELS).
De este modo, dicha postura pretendió abarcar todas las formas del
actuar humano y constituirse en un superconcepto aglutinante, y cum-
plir así las diversas funciones asignadas por la dogmática penal a esta
categoría. No obstante, fue objeto de diversas críticas: la "relevancia
social" no explica la función de delimitación del concepto, pues no pue-
de prescindir de notas como la "voluntariedad" o la "dominabilidad";
tampoco cumple la función de enlace, pues se corre el riesgo de no
permitir la distinción entre la acción y el tipo. Y la "relevancia social"
es una cualidad accidental que, de faltar, no excluye la acción, sino su
significación social.
Esta teoría fue formulada por G. JAKOBS (1974, 1983, 1992, 2000),
que trató de diferenciar su postura de la originaria tesis negativa, para
sostener-pese a sus críticas- una idea bastante semejante. Así las cosas,
después de afirmar en la primera edición de su Tratado (1983) la ipipo-
sibilidad de distinguir acción y omisión, en la segunda (1993) entendió u
esta categoría como la evitabilidad individual de la producción de un
resultado, para lo que partió del llamado principio de la evitabilidad.
En contraste con todas las posturas anteriores que, salvo las dos úl-
timas acabadas de tratar, pusieron énfasis en el carácter óntico, real, de
la conducta -por supuesto, unas más que otras-, C. RoxIN planteó un
concepto normativo, personal, que arrancó en parte de la concepción
de G. W. F. HEGEL y de planteamientos como los de AR.:r. KAUFMANN
(1966) para quien la acción era "la objetivación de la persona", y de H.
J. RUDOLPHI, con su idea de la "reprochabilidad personal" (1987). En
efecto, la acción "es la expresión de una personalidad", es todo lo que
"el hombre coordina desde su centro de actividad psíquiéo-espiritual".
IV.TITULAR
Expuesta la teoría de la conducta, cabe preguntar ahora quién es
capaz de realizarla; o mejor, quién es titular de ella. En principio, la
cuestión no parece ofrecer mayores dificultades, pues, como se recor- 329
dará, en la noción suministrada se dice que ella consiste en un "actuar
humano'', con lo que se excluyen del ámbito del derecho otros tipos de
comportamiento no humanos que pueden tener relevancia jurídica en
otros sectores del ordenamiento jurídico. Así, pues, la cuestión plan-
teada ya habría sido respondida y sería ocioso insistir en ello; el asunto
es todavía más evidente cuando se recuerda que el derecho penal es de
acto o de hecho y que la culpabilidad que le cabe al autor es también
por el acto cometido. '
Así las cosas, en el derecho positivo las personas jurídicas y los orga-
nismos colectivos no dotados de tal atributo no son sujetos activos de
conductas punibles y la acriminación recae sobre la persona humana en
cuya cabeza se asienta la representación del organismo, si ella ordenó
la comisión del hecho o participó en este.
En primer lugar, los hechos causados por los animales cuya puni-
ción, por fortuna, corresponde a las épocas más bárbaras de la historia
universal; ello es apenas lógico, pues los animales no delinquen. Ahora
bien, cosa distinta es que sean utilizados como instrumento por parte del
hombre, en cuyo caso· el que actúa es éste y no el animal, como sucede
con quien insta a un perro bravío a morder a su enemigo, o a una fiera
amaestrada para que le dé muerte a la criatura de brazos; en estos casos,
la autora de las lesiones y de la muerte es la persona humana que se vale
de dichos medios. Del mismo modo, el terrateniente que para arruinar
al campesino que cultiva el predio cercano arroja sus ganados sobre
los cultivos y la habitación de este y los destruye, realiza una conducta ~
de daño doloso en bien ajeno; los cuadrúpedos, pues, no actúan para el o
derecho penal. Desde luego, los hechos causados por los animales que- 1 §°
dan excluidos del derecho penal, pues el derecho vigente se rige por los ---.0
principios de legalidad y acto: "Nadie podrá ser juzgado sino conforme ~
a las leyes preexistentes al acto que se le impute" (Código Penal, artículo
6° y Constitución Política, artículo 29, inciso 2º); a igual conclusión se
llega después de examinar las diversas disposiciones que consagran los
aludidos axiomas (Código Penal, artículos 9º y 25, inciso 1º).
La fuerza tiene que ser irresistible, esto es, debe tratarse de una vis
que doblega y arrastra la voluntad del individuo, que es llevado por ella
de modo que no puede oponerse; en otras palabras, la persona no obra,
es obrada: non agit sed agitur. Adviértase que las hipótesis hasta ahora
tratadas se denominan como vis absoluta, aunque las equiparaciones
no son siempre aceptadas, porque en todos estos eventos la fuerza irre-
sistible es fisica (vis fisica); no obstante, nada impide que ella sea de
carácter moral (vis compulsiva), en cuyo caso se constata la presencia
· de una conducta que puede excluir la antijuridicidad o la culpabilidad,
según el caso de que se trate. En síntesis: la fuerza irresistible exclu-
yente de la conducta puede provenir de un fenómeno de la natural.eza o
de una tercera persona; desde luego, si ella es resistible habrá conducta, u
pero esta puede estar justificada o ser inculpable si se reúnen los presu-
puestos correspondientes.
Sobra decir que estas situaciones son distintas de aquellas en las que
se presentan también casos de trastorno mental permanente o transi-
torio con perturbación de la conciencia -no con plena exclusión de
esta, como aquí- que deben ser tratados, en sede de culpabilidad, como
hipótesis de inimputabilidad, con la condición de que concurran las exi-
gencias legales pertinentes (Código Penal, artículo 33 inciso 1º). Tam-
bién, obsérvese, los casos considerados en este apartado son distintos
de aquellos en los que el agente:, de manera dolosa o culposa, se procura
su propia inconsciencia: las alíe, o acciones libres en la causa, sobre las
que también se volverá con posterioridad (Código Penal, artículo 33,
inciso 2º).