Rousillon. - Paradojas y Situaciones Fronteras Del Psic-2 - Rotated

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Paradojas y situaciones fronterizas del psicoandlisis René Roussillon Amorrortu editores Buenos Aires Lechorn Lp Sewine 6 (Q%See) . Cenhu\ 4 Cage By 4 Gastle 1 en la estructura de esta prescripcidn. Los pragmaticos la de- finen como «una imagen en espejo de una doble coaccién pa- tégena» (1967, pig. 245). Esta operacién de pensamiento puede ser descompuesta en dos movimientos de tras-torno. Tras-torno hacia lo con- trario, primero, ya que en la operacién misma de tras-torno la paradoja pragmatica, el double bind, es trasformado de «analo» (patégeno) en bueno (terapéutico). ‘Tras-torno pasi- ‘vo/activo después, por cuanto el mandato terapéutico coloca al sujeto en posicién de tener que imponerse activamente lo que sufria de manera pasiva. Asi, cuando ya no puede mantenerse la oposicién esein- dente entre las dos ramas de la alternativa vivida como pa- radgjica,!° los pragmaticos utilizan entonces otro proceso: el doble tras-torno. Pero este queda tomado en el sistema iso- mérfico central. Antes que renunciar a la relacién especular de identidad, los pragmaticos prefieren borrarse a si mis- mos, constituirse en pura pantalla, en espejo reflectante,!) De este modo, aunque la paradoja, en forma de comuni- cacién paraddjica, de double bind, esté situada en el centro de toda la investigacidn de los estudiosos de Palo Alto, su Pensamiento no cesa de defenderse de ella, no cesa de multi- plicar los procedimientos de externalizacién o de reduccion. Por otra parte, si la paradoja ocupa el centro de su reflexin. es porque no consiguen pensarla, no consiguen dar razén de ella en el marco del modelo que han construido. Ella retorna entonces constantemente, obligando a procedimientos cada vez ms urgentes para evitar que desborde desde el interior el pensamiento que pretendia contenerla, y que acaba por borrarse a su vez en el tiltimo procedimiento del tras-torno terapéutico para no ser ahora sino el espejo del objeto que este pensamiento deseaba pensar. Al pensar la paradoja en la cosa misma y no en el senti« do, es el pensamiento el que se alucina negativamente y per- manece incapaz de formular el pensamiento de esta borra- dura, El interior de la vivencia paradéjica resulta ser enton- ces un «continente negro». "© Podriamos mostrar que las escisiones tedricas ceden bajo el empuje do Bateson! — = © La propis forma de la parsdoja si entonces no-A se obtiene por un mo: vimiento de doble tras-tomo con valor aausal. Esta operacién de velorizacion ‘omusal del tras-torno constituye el punto de origen de la paradoja légica. 60 ees 3. Enfoques psicoanaliticos de la paradoja Como ya hemos indicado, la mayoria de los psicoanalistas ‘ortodoxos mostraron durante mucho tiempo cierta reticen- cia hacia una teoria que excluia de sus referencias tedricas los factores econdmicos (porque sus modelos de referencia tesricos son la cibernética y la teorfa de la informacién), t- picos (la nocidn de inconciente no tiene lugar en la pragma: tica) e histdricos, y que intentaba evitar el problema crucial del sentido, del simbolismo. Algunos de ellos, no obstante —y seguramente aquellos que se confrontaban mas directa- mente en la practica con la psicosis 0 con la locura—, con- vencidos de que esos investigadores asian cierta realidad, se aplicaron a suministrar un basamento metapsicolégico a los funcionamientas psiqiens paradéjicos. El precursor en esta materia fue incuestionablemente H, Searles (1959), en un artfeulo hoy célebre, «Hl esfuerzo por volver loco al otro». Después, dos autores franceses completaron este enfoque: P.-C. Racamier (1969, 1973, 1978) y D. Anzieu (1975a y 19756). Sus trabajos se desplegaron en dos direcciones dialécti- camente articuladas. De un lado profundizaron, precisaron y ampliaron la nocién de comunicacién paradéjica, inclu- yendo aspectos insuficientemente descritos por los palo- altistas. Del otro, enunciaron cierto mimero de hipétesis metapsicologicas sobre los procesos psiquicos paradéjicos. H, Searles (1959), y tras él D. Anzieu (19758), muestran el efecto «paradojante» de cierto tipo de comunicacién en el cual necesidades y pulsiones del sujeto son alternativamen- te sobreestimuladas y luego frustradas, con lo cual se pro- voca una sobrecarga de excitaciones desorganizadoras, sin itisfaccidn. D. Anzieu (19758) insistira en el efecto profun- damente desorganizador de una comunicacién semejante en el cuerpo a cuerpo primario dela madre con el lactante, en un momento en que el aparato psiquico del nifio no estd en con- 61 diciones de ligar por si mismo la sobreestimulacién pul- sional. Otro tipo de comunicacién de efectos paradojantes es Ja que crea la simultaneidad de mensajes vehiculizados Por canales diferentes, pero incompatibles entre squizofrénica que, asi como lo arrastraba a una elevada discusién filoséfica, exhibia poses corporales cada vez mas fuertemente erotizadas y obscenas. El antagonismo paradgjico ya no se sitia aqui en érde- nes paraddjicas sino en la discordia, en el hiato que se ins- taura entre una comunicacién verbal y el contexto postural, corporal, infraverbal. Hiato que socava y destruye toda tentativa de trabajo de sublimacién, desborda las eapaci- dades de ligazén del yo y desalienta las contrainvestiduras y Ja represién. Un tercer tipo de comunicacién que enloquece, descrito Por Searles, se caracteriza por un cambio repetido y total- mente imprevisible de humor —sin causa localizable apa- rente— que desalienta cualquier tentativa de descubrir 0 constituir una fiabilidad cualquiera en el sentido de la re- lai E] afecto mismo se vuelve duraderamente desorgani- zaclo, sobre todo cuando, como apunta D. Atzivu (19750), la comunicacién confunde la distincién amor/odioy bloquea la constitueién de la ambivalencia en la figura del amor des- tructor, micleo de la posicién paranoide-esquizoide segtin Fairbairn. «El nifio tiene la impresién de que la negativa manifiesta de su madre a aceptar su amor estd ligada al hecho de que este es destructivo y malo. Cae entonces en aquella paradoja en Ja que se reconoce la posicién del Ricardo III de Shakespea- re: “Que el mal sea mi bien"». Afiadiré por mi parte que el tras-torno constitutivo de la paradoja del amor destructor, cuyo modo de sortear el Edipo y la organizacién de una verdadera ambivalencia presenti- mos, es sin duda una de las paradojas clave en los movi- mientos de trasferencia pasional, que se emparientan asi _ con la trasferencia paradojica. Ellas tras-tornan desde den- tro la «alianza terapéutica» necesaria para el andlisis de la trasferencia y, como escribe S. Freud, «prenden fuego» al 62 andllisis. Colocan de este modo al sujeto en una posicién de excepcién (S. Freud, 1916) que lo sittia més alld de cual- quier ley, desesperado como est por hallar una fiabilidad suficiente en la relacién con el otro, Por tucin de un verdadero sistema organizado y erotizado de comunicaciones paraddjicas, al que dard el nombre de para- dojalidad y del que mostrar su interiorizacién. En efecto, la comunicacién paradéjica no se despliega solamente en la in- tersubjetividad, concierne también a la comunicacién entre instancias, a la comunicacién intrapsiquica. Asi, la comuni- cacién paraddjica ya no es solamente un modo de relacién con el otro; es también modo de relacién con uno mismo, modo de definicién insostenible de sf para el esquizofrénico, Como escribe P-C, Racamier (1978): «El no es sino por no ser, y no es por ser», Asi, junto a los mandatos paradéjieos que sittian en an- tagonismo unas representaciones psiquicas, los psicoanalis- tas Hamaron la atencidn sobre antagonismos paradéjicos que funcionan en otros niveles de la vida psiquica; antinomia entre la sensacion y la representacién, entre sensaciones, y que esta vez conciernen no solamente a las interrelaciones sino al propio funcionamiento pulsional, afectivo y repre sentative. Es preciso relacionar también la comunicacién paradéji- ca con el «ataque al vinculo» descrito por W. Bion. En efecto, en las diferentes formas de comunicacién paradéjica se ve desbordada, al menos en una de sus modalidades, la capa- cidad de ligazén del aparato psiquico. En efecto, la ligazén psiquica estable se opera en tres ni- veles de organizacién diferentes que es necesario volver & precisar. Existe, por supuesto, la ligazén que opera directa- mente sobre las representaciones psiquicas, y que es la mas clasicamente descrita. En un nivel intermedio, el afecto es un proceso de ligazén que concierne esta vez a los aspectos econémicos del trabajo de ligazén psiquica, como lo mues- tran a contrario las profundas desorganizaciones psiquica del sujeto que no aleanza a experimentar una gama afectiva suficiente. El trabajo con los psicsticos, en el que el clinico se encuentra ante excitaciones difusas, no organizadas en haz, 63 permite a su vez considerar que la pulsién misma (y su montaje) resulta de un primer trabajo de puesta en orden. organizadora de la excitacién, que resulta de un primer tra- bajo de ligazén dentro do la psique. El montaje pulsional (uente-empuje-objeto-meta) es sin duda la primera forma fronteriza, diria Frew: de las ligazones afectivas y representativas. La.comunieacién paraddjica «ataca» asf las capacida- des de ligazén de la psique en sus tres niveles (con efectos diferentes, sin duda, segtin el nivel de predileccion de la co- municacién paraddjica): organizacién de la excitacién en pulsion, organizacién de los afectos, organizacién de las representaciones psiquicas. Es harto evidente que estos tres niveles de ligazén y/o de desorganizacion estan estre- chamente ligados entre si. De resultas de esto, y como apunta P-C, Racamier (1978), todas las funciones del yo se vuelven conflictivas. Puede volverse conflictivo «sentir, percibir, experimentar». La co- municacién paradgjica entrampa al yo y paraliza sus fun ciones organizadoras. Tal comunicacién aparece entonces, segtin lo sefiala Anzieu, como una figura ejemplar de la «pulsién de muerte», fuerza de desligazén por excelencia que utiliza a la propia actividad reprecontativa como resin= tencia, mistificando asi a las fuerzas de vida, Con esto es posible sentar las bases metapsicolégicas de Ja comunicacién paraddjica y de la paradojalidad. ‘Desde un punto de vista ‘dpico realizan una especie de aplastamiento del preconciente, con inclusién de los proce- 80s primarios en el interior de los secundarios. Estos conti. mian funcionando regularmente, pero son sobornados y subvertidos por los procesos primarios (P.-C. Racamier, 1973). Asi, la comunicacién paraddjica realizaria una es. pecie de funcionamiento atdpico, con lo cual el aplastamicn- to tépico introduciria una vivencia traumdtica permanente andloga a la brecha de la proteccién anti-estimulo descrita por 8. Freud (1920). Desde un punto de vista dindmico, bloquea la formacién de los conflictos intrapsiquicos, impide la ambivalencia (®-C. Racamier, 1978), bloquea la ciroulacién fantasmati- __ cay la elaboracién imaginai Desde un punto de vista econdmico, ya hemos hecho constar que la desorganizacién pulsional y afectiva impide 64 t toda regulacién econémica relativamente estable. La comu- nicacién paraddjica asegura la primacia del principio de placer-displacer, y corrompe al principio de realidad/ver- dad. La alternativa de la Idgica fallica de todo o nada (M. Neyraut, 1978) es levada aqui yor absurdo en principio que podriamos enunciar de la siguiente forma: «Todo esté en nada y reciprocamentey. En estas condiciones cualquier separacién, cualquier despegue del objeto se vuelve impensable. La comunicacion Paraddjica es asi, segiin apunta H. Searles, un poderoso re- curso para mantener una simbiosis estrecha.! E] manteni- miento de esta simbiosis estrecha ocurre al precio, es ver- dad, de un atentado profundo al narcisismo primario. Mas alla del «deseo» de volver loco al otro, de matarlo (Searles), de entramparlo (P-C. Racamier), est el imposible distan- ciamiento interno respecto del objeto, la relacién de inclu- sién reciproca. Los limites del yo quedan incesantemente confundidos. Sin embargo, como la simbiosis no puede ser representada en una figura transicional, aparece masiva: mente en las conductas. Hay que introducir dos matices en estos primeros co- mentarios metapsicolégicos: Para que la comunicacién paradéjica produzca estos efectos, tienen que cumplirse dos condiciones —que los paloaltistas habian presentido, aunque su posicién tedrica antihistérica y antieconémica les impidis despejarlas con claridad. ‘La primera de esas condiciones concierne a la intensidad de las cargas econémicas comprometidas en la comunica- cin paraddjica, Cuanto mas importante sea esta, es decir, cuanto mds frecuente y central sea la relacién con el objeto paradojante, mds devastadores serdn los efectos de la comu- nicacién paraddjica. La segunda condicidn se articula dia- lécticamente con la primera: si el aparato psiquico esta poco formado, poco organizado, y si no es rico en representacio- nes psiquicas, mas destructores serdn sus efectos. ? La comunicacién paradsjica y su sistema de «relacién» de objeto par- ticular hace pensar en el funcionamiento isom: ‘a todos semejantes es el moe trarnos todos tan diferentes. Cf. también M. Berger (1986). 65 Asi, alcanzard el maximo de efectos en una relacién de site ‘i - larmente en el humor del absurdo. Por tiltimo, D. Anziew {argo aliento donde los euidados maternos sean sobroexe!- (49758), en tina postura comparable con la da 8. Prose dene rartel nilio, carezsan de una organizacién verda: pecto de la trasferencia, deja entender que la comunicacion deramente diferenciada y estable delas satisfacciones (elo pee Sse bueno») y de las no-satisfacciones (de lo «malo») que real parece. ree late in, i ae Giales que bloquean su elaboracin,ofrece una vigorosa Pi una edad mds avan- Giones, yen la que, an segnde legas lance par zada, estas primeras comunicaciones sean seguidas de co. ¢Habré «buenas» y «malas» paradojas? Las habré de- Ror paraddjea tanezmascnns Atle comune, | vena naa ene La hb tape pines Fone chee cencomete | Seung yeaa Ohad nl sogin ni fyen los primeros puntos de cabled cs i cetsen Déteisformada por del aparato psiquico; ellos gravan fuertemente la constitu- La experiencia analitica habitia al espiritu a pensar en cién del narcisismo primario y constituyen puntos de lla. fandmenne pelauicos do dea ‘Como eaalé oe mada regresivos al producirse las suneeioreiee ae A Grcon ost i Ws caras, Como seals fertemente Jantes mas tardias | aparato peiquico eon tarda os tame cofenee dal ' Hasta aqui hemos puesto el acento en los aspectos doses- de estructuracion dela vida peiguion Teestier nee tructurantes dela sontunicacién paraddjion toon anaes ici iemcn dole via peli Tn code ea desigantes, on In eatricturacion dea paranoid een sic, mecaniemes sobre todo dfonsiwese chosen estrategia defensive, antifantarnition wesc ome Sarantas cosa a te daflnaivono soe todo etruc ambivalencial, También pudimos mostrar que comunicacion, F yo seno se inscriben, segtin el exceso o defecto de ciertos Paraddjiea y double bind no eran parade ern ae Ye seno se inseriben, sequin el excas clones extrinacos ala paradja caraterizan al debe bind Hiomoo insistido on ius apoties cesestructurantes; se tanto, ai no mda, ema ta pare aoe on git ou Io aapectas desestructura Junto asus efectos desestructurantes,y por la propia b&- i esto cominn, Winnion pace eee, do oa gica de esta desestructuracién, de esta desligazén~-necesa. ria para todo proceso nuevo de religazén y cambio— cuando resulta parcial, cabe poner de relieve los efectos creativos de 1a paradoja. Hi, Searles, P-C. Racamier, D. Anzieu y el propio Watzla- | trabajos de los paloaltistas’ y con anterioridad a todos los : I f wick sefialaron aqui y alla los efectos Paradgjicamente in- i | demas trabajos psicoanaliticos, expone una teoria entera- mente original sobre el lugar de la paradoja en la vida pai- quica y en el proceso de maduracién, tegradores de la comunicacién paradéjica y de la paradoja? P. Watzlawick (1967) indica su lugar en el proceso creativo y Propone un método terapéutico, siguiendo a G. Bateson, ba, ‘sado precisamente en la paradoja. H. Searles (1959) sesiela que las estrategias para «volver loco al otro» pueden ser uti- lizadas también para acrecentar la intimidad o la integra. cidn intrapsiquica. P.-C. Racamier (1973) muestra a su vez de qué modo la trampa paradgjica aparece también en el humor y singu- Winnicott y las paradojas del proceso de maduracion La imago de la psique En primer lugar es preciso situar uno de los ejes capita- les del pensamiento de Winnicott. Aunque sus trabajos se 3 El punto de encuentro entre la influencia winnicottiana y las ins 4aciones de los pragmiticos debe ser buseado, sin duda, en el ponsurents Ge R Laing, diseipulo de Winnicott, quien fue su supervisor, y fuertemente {nfluido también por G. Batoson y el grupo de Palo Alto 2 Habria que citar tambien a M. de M'Uzan (1976), quien revela el in- terée in paradéjica, limitada en su intoneidad y aw dure imites del yo, 67 hayan desenvuelto en direcciones multiples, fecundas en su mayoria, los mas incisivos son sin duda los que se desplic- gan en la dimension genética, y de esa genética particular que es la de la vida psiquica y del yo. aunque nunca aparezca formulada claramente como tal, sa cuestién es la del origen. Las teorias del origen, las too. rias Sexuales infantiles, fueron ampliamente estudiadas por los psicoanalistas. Origenes de la diferencia de sexos, de la sexualidad, del sujeto mismo se ponen en forma a partir de Jas fantasias originarias, castracidn, seduccicn, escena pri maria. Junto con las tres fantasias originales descritas por Freud hay una cuarta cuestin del origen tratada en acto (terico) por este, escotomizada por postulado por M. Klein y despejada como tal por J. Lacan, pero vuelta a cerrar enseguida; se trata de la cuestién de la teoria, del crigen del yo, de la fantasia del origen del yo, de la imago de la psique. Esta presente en la mayoria de los trabajos psicoanalitices y es sin duda el motor de la metapsicologia freudiana. Esta cuestién se plantea sobre el fondo de una paradoja, Ja de un yo que intenta pensar su propio origen, en si indeci, dible. En verdad, tedricamente no hay representacién total del yo, como lo sefialé A. Green (1979). Pero hay un yo en frentado con la cuestion de su origen y que procura darse re. presentaciones continentes de él mismo, un yo en reflexion Sobre su propio funcionariiento, en trabajo para aprehen- der desde el interior sus propios limites, para autorrepre- sentar su trabajo apropiativo. Esta cuarta linea de fantasia se sittia en el centro de la problematica winnicottiana. Si Winnicott nunca la plantea como tal es porque no es esa la manera en que prefiere plan- tear los problemas. Esta cuestidn se articula estrechamente con el desarrollo de un punto de vista t6pico. Winnicott in- tenta cireunscribir los espacios psiquicos en estado nacien. te, las experiencias histéricas que posibilitan o dificultan la constitucién de los espacios internos, de los lugares psiqui- cos donde pueden localizarse los fenémenos psiquicos. Es. tas localizaciones internas, tributarias de las experiencias vividas, generan cierto numero de paradojas cuando se to- pan con otro imperativo psiquico que Winnicott supo despe- Jar claramente, la necesidad de una continuidad interna y externa/interna. Es en el lugar de las experiencias de rup- 68 tura, y para elaborarlas, como adquiere todo su sentido la paradoja de Winnicott; ella se encuentra, pues, en el nucleo de las experiencias intermedias, punto de ligazdn, puente tendido por encima de la realidad externa y por la tépica interna («doble limite», censuras). En este sentido la paradoja tendria una locali. zacién intrapsiquica utépica, descansaria en la suspensién localizada de la oposicién primario/secundario. En «El creador literario y el fantaseo» (1907), S. Freud hace derivar el espacio cultural de ciertas formas de animis- mo infantil y en particular del que es necesario para el des- pliegue del juego en el nifio. Mis adelante volveremos sobre el juego y las paradojas que este encubre, pero de momento tenemos que destacar la situacién tépica singular del ani- mismo infantil, E] animismo infantil suspende localmente la oposicién. identidad de pensamiento/identidad de percepcién, que es una de las oposiciones constitutivas de la diferenciacion pri. mario/secundario (cf. cap. VII, S. Freud, 1900); la realiza- f cin alucinatoria del deseo va entonces por delante del en: euentro con una realidad que la ilusién de la materializacion perveptiva actual de la alucinacién ha vuelto isomorfa, Ast se realiza una combinacién armoniosa y no conflictiva de los Procesos secundarios y de los procesos primarios, cuya opo- sicién no est suspendida mas que segtin el criterio identi- dad de pensamiento/identidad de percepcién. Las paradojas del proceso maduracional que describe Winnicott participan de este animismo primero, realizan un modo de combinacién secundario/primario que asegura una continuidad tépica interna sin por ello —como en la paradojalidad— desorganizar la tépica, en tanto los otros diferenciadores de la oposicién primario/secundario (el no, el tiempo, los diferenciadores légicos, ete.), por lo que a ellos respecta, subsisten. ‘Tépica subjetiva y elaboracién del hiato interno estén ya en el centro de la primera paradoja formulada por Winnicott en su articulo de 1949 sobre «el espiritu en sus relaciones con el psicosoma». — i I «En la experiencia clinica tenemos que vérnoslas con el es- piritu como entidad localizada por el paciente. De ahi que resulte necesario un estudio mds profundo de la paradoja de 69 que “el espiritu no existe realmente como entidad’>(D.W. | sicionalidad es la siguiente: dedmo un objeto, un fenémeno, ‘innicot o ! sde mantenerse en esta posicién fronteriza, ni adentro, ni Winici 109, pip 60 Sect anemun reactants igor ina Aqui tenemos, pues, la formulacién de la primera para- potencial, espacio utépico, espacio de localizacién de proce- doja: «el espiritu no existe como entidad. Recordemos: : jo que Winnicott procura ico Ninnicott pretende mostrar que la cireunscribir es la esencia de la ilusién (que no es la aluci- : clasica oposicién entre espiritu por un lado y cuerpo por el nacién). La condicién sine qua non parece ser la siguiente: otro,debe ser interrogada en sus fundamentos historico-ge- para ser creado, el objeto debe ser hallado, es decir, situado néticos, Si el espiritu no es una entidad totalizable, «localiza. alli por el medio circundante. ble», la localizacién, observada en clinica, es entonces interro. El objeto transicional (trozo de lana, trapo que el bebé se gable. Winnicott se encuentra ya en plena problematica de lleva a la boca o con el cual se acaricia) echa sus raices en un yo a la bisqueda de una imagen totalizante de si mismo. una cierta cualidad de la experiencia con el pecho de la que Volvemos a hallar esta cualidad particular de las para: ese objeto es la reedicién desplazada. dojas winnicottianas en el micleo de la paradoja central de Si, cuando el nifio estd «en espera del pecho», o sea cuan- este autor, la del objeto transicional. El articulo inaugural do es capaz de crear potencialmente un pecho, este es colo- «Objetos y fenémenos transicionales» data de 1951; no men- cado por la madre en el lugar justo (en el tiempo justo) en ciona el cardcter paradéjico de la utilizacién que hace el que él puede crearlo, entonces el nifio vive una experiencia nifio del objeto, pero la refundicién de esta propuesta por de ilusién fecunda, la de creerse capaz de crear el pecho. No Winnicott en 1971, en Juego y realidad, coloca a la paradoja se trata de una alucinacién, pues el objeto esta realmente en el centro de la transicionalidad. presente. Todo ocurre, pues, como si el pecho fuera eronciéa, exte- rior (la culpabilidad legal) contra la realidad interna, al mis- mo tiempo que hace acotable la culpabilidad, controlable, y expiable. Asi, la paradoja de la culpabilidad podria for- mularse en los siguientes términos: «Hacerse culpable para no sentirse culpable» y luego «Sen- tirse culpable de aquello de lo que se hizo uno culpable a fin de no sentirse culpable». 7 rteomportamiento delictivo, gracias al tras-torno que Roviliza, enmascara el origen del sentimiento de culpabilidad, complementaria del ambiente, que reconozea la eulnacih Jogel yal mismo tiempo descorchou laoreet bilidad moral enel origen de la tendencia an. En este primer nivel de andlisis aparece con suma cla- Tidad la diferencia entre las paradojas de lov proorens ao maduracién que acabamos de deseribir y Is defeneas perce dsjicas. Las paradojas de los procesos transicionales ox pre, sentan como puentes, formaciones intermediariae ones realidad externa y realidad interna y permiten tener acces a esta ultima, darle forma, A la inversa, las deferioas pare, Aéjieas por tras-torno se constituyen como deferses ates Ja realidad interna por mediacién de la realidad exenne Ellas suponen acarrean una desmentida maniacs ae ia realidad interna, El comportamiento no es yan apunter lamiento o un testigo de la realidad interna, sino que al contraro, da fe de a ‘manera en que esta, en fin de cuentas, es enmascarada y rechazada. sto al mientras culpabilidad interna no sea envendida porcl ahi ee causa del comportamiento delictivo. El articulo de Winnicott sobre la culpabilidad retoma lo esencial de un brevisimo pasaje de Froud de 1916 sebre shes que delinquen por sentimiento de culpa, que se ant experimentado y simbolizado en su momenta nia poster acosa al sujeto para procurar inseribirse en su historia gale jetiva, proponiéndose asi como experiencia «venideras? experiencia historia primera de un hundimiento psf- quico aleanzé al sujoto en in momento en que era demaciocis inmaduro para poder registrarla como tal y representala, > demasiado desorganizado para poder significatla verdate. ramente. Sin embargo, esta experiencia histérica dejé hue- las mnémicas —esto es al menos lo que me parece nece- sario suponer para que la hipétesis de Winnicott se haga comprensible— que pueden ser reinvestidas de manera : -ganizacién a a que sélo puede significarlas como acontecimiento venidero. «En otras palabras, el paciente debe continuar persiguiendo el detalle que atin no ha sido experimentado. Esta busqueda toma la forma de una biisqueda de este detalle en el futuro» (4974, pag. 34), Winnicott propone Inego generalizar su hipétesis a toda, una serie de procedimientos de conducta que adquieren va- lor de defensas en la psicosis 0 en los casos fronterizos. En lo que respecta al temor a la muerte psiquica, la defensa con- sistird en matarse para no ser aniquilado; en cuanto al te- mor al vacio ps{quico, se tratard de organizar un vacio no ‘comiendo (anorexia) 0 no aprendiendo, ete. La importancia clinica de una hipétesis de esta indole es absolutamente considerable; personalmente, no he vacilado en fundar so- bre ella una parte de mi propia posicién préctica y técnica en los tratamientos de situaciones fronterizas del psicoand- lisis. Tal hipstesis explica, a mi juicio, la articulacién de la estructura y de la experiencia histérica en toda una serie de coyunturas clinicas pertenecientes a la trasferencia para- Aédjica. Asi, «el ataque al vinculo» descrito por W. Bion apa- rece entonces como una defensa contra una experiencia de pérdida del vinculo; asi, la fragmentacién o desintegracién de ciertos pacientes psicsticos aparecen como defensas pa- raddjicas contra experiencias de fragmentacién o desinte- gracién anteriores: el retorno al estado anterior protege del retorno del estado anterior. ‘La experiencia primaria de pérdida del vinculo 0 de de- sintegracisn dejé huellas mnémicas de una agonia primitiva (© de una angustia sin nombre, si se prefiere la formulacién de W. Bion) cuya reactivacién alucinatoria es una amenaza para la organizacién del yo; este tras-torna entonces desde _ dentro la naturaleza de aquella experiencia sufrida pasiva- mente y la organiza en esta inversion pasivo/activo. Este modelo se acerca al que Freud (1927) propone de la mutacin de la angustia-desarrollo (0 de la angustia-des- 79 bordamiento) en angustia sefial de alarma, que también de- be ser concebida seguin el modo del tras-torno preventive, En 1915, Freud sefiala, a propésito de los destinos de pulsidn, que antes de que se configure la organizacicn le la represién pulsional, el aparato psiquico rec P: de tras-torno. Siguiendo a Winnicott, propongo extender es. ta hipotesis a las experiencias del yo y a la autopercepeion Por este de momentos de su propia experiencia histarica/ prehistérica, porque se trata de experiencias que ocurrieron antes de organizarse la temporalidad. ‘Tales experiencias no son rememorables, no pudieron gonstituirse como recuerdos, ni en aquel momento ni a pos. ieriori. Seré labor del trabajo psicoanalitico posibilitar que estas experiencias se construyan como recuerdos. Recuer, dos paradéjieos, por cuanto se trata de recuerdos de algo, de [na experiencia, que no advino nunca al yo; citaremos aqui Ja nocién de un inconciente ante-represin o fuera de ne, presién. En la practica de Winnicott, esta elaboracién pasa por una reconstruccidn cuya iniciativa debe estar a cargo del gnalista. Dos citas suyas explicitan cabalmente este tipo de intervencién, «Segtin mi experiencia, hay momentos en que un paciente necesita que se le diga que el hundimiento por cuya causa exPerimenta un temor que le estropea la vida ya se ha pro- ucido» (1974, pag. 34). »Comprendo ahora por primera vez lo que queria decir imi enferma esquizofrénica (que se maté) cuando declarabar “Todo lo que le pido es que me ayude-a suicidarme por le verdadera razén y no por la falsa”. No lo consegui, y se maté fomo Ultimo recurso. Su meta (tal como ahora lo veo) era, lograr que le dijera que habia muerto en su primera im fancia» (1974, pag. 41), Ahora podemos volver a la paradoja de la culpabilidad. Hay muchos casos donde el primer andlisis que Winnicott propone de ellos —el de una defensa manfaca contra la rea. lidad vivida de la ambivalencia— sigue siendo ampliamen. te pertinente, pero también se demuestra que en otros la Bivalencia que no pudo organizarse sino con ciertos trac. 80 mas primarios que no recibieron estatuto intrapsiquico, que no recibieron representacién psiquica. Estos traumas estan entonces como «perdidos» para la historizacién del sujeto, y el analista slo puede detectarlos por sus efectos inducidos, nicas huellas a partir de las cuales puede imaginarlos y eventualmente reconstruirlos. Las situaciones traumuticas precoces asi «perdidas» estén enquistadas, en realidad, en el narcisismo primario; son origen de un nticleo de culpabi- lidad primaria que nada debe a la ambivalencia sino que re- mite mas bien a zonas de confusién yo/otro en el interior de Jas cuales el sujeto se atribuye en forma de ilusiones negati- vas de si mismo lo que de hecho resulta de la inadecuacién del ambiente primero. Las identificaciones cripticas descritas por M.Toroley N. Abraham, los choques transgeneracionales retomados por H. Faimberg, los duclos oxtraditados puestos en evidencia por P.-C, Racamier, se alojaran en estas confusiones pri- marias enquistadas. En todas estas coyunturas trasferen- ciales el analizando fue llevado a tomar por cuenta propia lo que correspondia de hecho a su ambiente familiar e histori- ©0, y a procurar tratarlo como si fueran sus movimientos poiquicos propios.® ® Seislaremos que esto descansa en una imagen del yo precoz conside: ado como una bolsa en la cual todo lo que esta en al interior os «yor y lo ‘que esti en el exterior es «no-yoo, lo cual es una definteidn facticia de In ‘oposicién yo/no-yo. En al interior de la bolsa esté también lo que fue colo: cado por el objeto 81 4, Paradoja y juego Acabamos de examinar dos formas de la paradoja. Una de elias, caracterizada por la comunicacién paraddjica (y por las defensas paraddjicas, que inducen por cierto comu- nicaciones paraddjicas), se presenta como una forma de ata- que al vinculo o de vinculo paradgjico (vineulo obtenido en el no-vinculo); la otra, a la inversa, se caracteriza, al igual que los procesos transicionales, por una capacidad de ligazén. éCémo pasar de Ia una a la otra? éCémo darlas vuelta para ‘que se pueda pensarlas y destacar asi su potencial creativo? P.-C, Racamier, D. Anzieu y W. Winnicott, de una mane- rau otra, procuran pensar las modalidades de ese tras-torno dela paradoja que daria especificidad al proceso terapéutico. ‘También los investigadores de Palo Alto proceden al tras-torno de la paradoja, tras-torno ex el cual aparecen sus aspectos estructurantes y creadores, mediante un método terapéutico original. En otro texto (Roussillon, 1979) anali- zibamos ya diferentes aspectos de la terapia paraddjica, de la que repasaremos simplemente sus puntos esenciales, ‘Los investigadores de Palo Alto entienden que el modelo de la comunicacién paradéjica elaborado por ellos (1967- 1973) concierne de manera mas general al conjunto de la relacién con el objeto, pues el sintoma mismo—el signo mis- mo— es paradéjico por maturaleza». El conjunto de la pato- Jogia humana cae bajo el golpe de la paradoja por el sesgo de la experiencia subjetiva del sintoma, figura misma del yo/ no-yo. A partir de esta reflexidn, los terapeutas sistémicos in- tentan proponer un conjunto de reglas terapéuticas cuyo ar- quetipo se encuentra en la actitud terapéutica paradéjica 0 paradoja de la prescripciin del sintoma. Como hemos mos- trado, el cardcter patdgeno de la paradoja estriba en el con- junto de premisas del campo psiquico en cuyo interior ella ‘aparece, en el sistema que ella revela. 82 : k f : : E E | Se trata entonces de actuar sobre este conjunto de pre- misas, sobre este «marco, sin que aparezca necesariamente coms tal. Para ello disponen los pragméiticos de tres caminos: 1. Forzar al «paciente> o al «grupo» a abandonar su «sis-_ tema», su «marco» paradojante, tras-torndndolo por medio de otra paradoja. Este marco paradojante es paradojado a su vez. Se trata del «double bind> terapéutico. 2. Cambiar implicitamente el conjunto de premisas, el marco mismo, haciendo que el comportamiento sintomatico aparezea, se reinscriba en un marco diferente. Se trata del reencuadramiento terapéutico. 3. Crear una situacién en la cual el conjunto de las pre- misas del sistema se vea cuestionado. Queda constituido un inter-sistema por medio de la meta-comunicacién, a la que se puede definir como un procedimiento de encuentro de dos sistemas interactuantes. Precisemos cada uno de estos métodos: El double bind terapéutico: es, nos dicen los investiga res de Palo Alto, «la imagen especular de una doble coaceién patdgenay. En el seno de una relacién de fuerte dependen- cia, caracteristica de la relacién terapéutica, se trata de pedir al paciente que cambie no cambiando, mediante la co1 truccién de una paradoja cuyo arquotipo es la «prescripcién del sintoma». Por otra parte, la relacién se estructura de manera que el paciente no pueda salir del marco asi estruc- turado. En consecuencia, el acto terapéutico reeae menos en el sintoma que en Ja tentativa de solucién que el paciente intenté ya elaborar y de la que el sintoma es el signo regis- trable. cer. cang a los que proponen los sistémicos: acaso la suspension de la representacin-meta directamente «terapéutica» en el curso del andlisis no tiene el efecto de inducir al analizando cambiar sin que se procure eambiarlo? El arsenal de inter. pretaciones psicoanaliticas, la creatividad que requiere por Parte del analista no excluye que los analistas ya hayan utilizado ampliamente lo que los terapeutas del grupo de Palo Alto intentaron sistematizar: la diferencia reside sin duda mais bien en el hecho de que en andlisis este modo de interveneién no podria ser sistemdtico, ni vectorizado por las contra-actitudes que preconizan los sistémicos, porque a menudo estas no pueden ser consideradas sino como efectos inducidos y reactivos a la trasferencia, y tratables, por lo tanto, como movimiento contratrasferenciales. Frente a Ja paradoja en la situacidn psicoanalitica, P-C. Racamier y D. Anzien proponen modalidades de respuesta mas especificas, Para P.-C. Racamier (1978), se trata de desmontar las paradojas de la comunicacién paraddjica para remontarse a 1a paradoja madre, es decir, a la paradoja fundamental de la existencia psicdtica a fin de mostrarla en su naturaleza de paradoja y de evidenciar sus fundamentos histéricos, D. Anzieu (1975), por su parte, sostiene un punto de vis- tarelativamente proximo, con apoyo en la comprension ad. quirida merced a las investigaciones de la escuela de Palo Alto: desmonta minuciosamente las paradojas que invaden. la relacién analitica. Pero esta actitud se acompaiia con. cretamente de una modificacién del «encuadre» analitico, Por cuanto propone a los pacientes asociar «cara a cara» (por un tiempo transitorio y en determinadas circunstancias) du- rante el periodo de «crisis». D. Anzieu apunta que no basta con desmontar légicamente las paradojas de la comunicacién paraddjica. La toma de conciencia no aleanza, e indefecti- blemente la acompafia otro movimiento trasferencial carac. terizado por la necesidad, para el paciente anteriormente 86 i E E [ e i : sometido a una comunicacién paradéjica, de infligirla a su vez al analista. Lo que asi aparece, cosa que D. Anzieu no sefiala como tal, es un proceso de tras-torno, tras-torno pa- sivo/activo, que toma el relevo tras-torno hacia sf mismo de Bl tr ts ala pulsién, como en la fantasia, sino que procede por comporta- ‘mientos y se emparienta asi con la identificacién proyectiva, con la externalizacién de una parte de si. El aparato psiquico, trasformado por el marco (cf. A. Green, 1984) en aparato de lenguaje, se trasforma entonces masi- vamente en aparato de acei6) La dificultad esta entonces en esto: lo que asi se tras- fiere, lo que asi se actiia, debe poder aportar su valor repre- sentativo y devenir/seguir siendo analizable; esto supone que en el curso del andlisis la repeticién actuada de las si- tuaciones traumaticas paradéjicas pueda tomar poco a poco Ja forma de un juego. En efecto, hay un registro del acto en el que este no pue- de ser opuesto a la representacién, que trasforma los movi- mientos de tras-torno hacia si mismo de la paradojalidad en. potencialidades auto-reflexivas de si. Hay incluso un regis- tro de la accién que es regulado desde dentro por la aute- representacién: el del juego. El juego es accién, y debe ser jugado efectivamente para aleanzar su pleno valor «viven- cial, pero es también y simultsneamente trabajo de Puesta en representacion. El acto-juego es una accién que vale por Ja accién misma, una accién que simboliza el acto; supone un tipo de acto», de «pasaje por el acto» necesario para la puesta en representacién, él dice la representacién en acto, la representacién-cosa. La analogia del trabajo «terapéutico» con el juego es me- nos novedosa de lo que parece. Las terapias tradicionales, catdrticas, espectaculares, simbélicas, integran amplia- mente el juego, se trate del juego teatral o del juego de re- presentaciones. El psicodrama se inscribe directamente en esta tradicién. Una reflexién atenta sobre las psicote- rapias de la corriente humanista que se desarrollaron en Francia en la década de 1980 evidenciaria que actian sobre todo por su cardcter hidico, se trate de un juego posicional (Gestalt, Andlisis Transaccional), de un juego corporal (Ex- presién corporal, Bioenergia), de un juego de represen- tacién psiquica. . . Lo que los diferencia es la «pantalla» del 87 juego, la escena donde se acepta que «eso se juega», el espa- cio del juego. En lo concerniente al trabajo psicoanalitico, ya en 1920 S. Freud sostiene analégicamente la relacién de la trasfe- rencia con el juego, a través de la compulsién de repeticidn, mo la trasferencia, como el suetio traumatico, el juego esta animado por una compulsién de repeticién cuyas apuestas son miiltiples (abreaccién de las excitaciones traumaticas Por pequetias cantidades, pulsién de dominio, inversién de control) pero que, en condiciones favorables, puede adqui- rir un valor de compulsién de simbolizacién. Quedaba asi abierto el camino en direccién a un estudio de la relacisn del ‘trabajo psicoanalitico con el juego. Es indiscutiblemente Winnicott quien, sobre la base de su profundo conocimiento en el tratamiento de nifios, de- sarrollé més la analogia del andilisis con el juego (1971) ¥ propuso las bases para una teoria del juego. Pero le corres ponde sin duda a G. Bateson (1949-1954) el mérito de haber sido el primero en teorizar las relaciones del espacio tera- péutico eon el espacio del juego. En efecto, G. Bateson fue el primero en interrogarse sobre las paradojas implicadas por la actividad hidica. Lo hizo a su manera, como etélogo ¥ como epistomslogo, buscando cixcunscribir las earacteris. ticas singulares del juego (1954). El trabajo de G. Bateson es dificil de resumir, avanza paso a paso ala manera de un. 16gico, preocupado como esta por establecer que el espacio Paradéjico del juego puede hacer las veces de analogon del espacio terapéutico. Nos limitaremos a retomar los pocos puntos que constituyen a nuestro juicio los aportes esen- ciales de G. Bateson, y dejaremos en la sombra la argumen- tacién logica sobre el modelo russelliano del que ya nos he- mos ocupado. El «mareo psicolégico» del juego puede ser considerado en tres niveles distintos: en un nivel abstracto, I6gico, me- diante una definicién de tipo «Esto es un juego», y analizan- do sus implicaciones existenciales;? en un nivel concreto, por la delimitacicn de un espacio de juego destinado a evitar las paradojas generadas por la primera definicidn; en un ni- vel intermedio, que da mas acabada cuenta de las ambigtie. dades esenciales del juego y de su cardcter precario. 2 La definicién «isto es un juegos engendra, como muestra G. Bateson, ‘una paradoja de tipo ruseelliano, 88 I g Sugar es inscribir actividades en el interior de un «marco psicol6gico» particular, localizar en cierto espacio psiquico, el del juego, un conjunto de elementos psiquicos poseedores de algunos caracteres en comin. El primer cardcter del juego wu valor simbSli «Las acciones a las que nos voleamos ahora no designan lo mismo que designarian las acciones de las que son el equi- valente> (1954, pag. 211). Asi, en el mundo animal, «el mordisqueo del conejo deno- ta la mordedura sin denotar por ello lo que denotaria una mordeduray (1954, pag. 212). El juego, pues, el espacio del juego, remite a un no-juego; utiliza signos que valen por otros acontecimientos que a su vez, deben permanecer ausentes para que el juego continiie: nobien el mordisqueo se hace mordedura, el espacio del jue do. go se ve amenaza El poder evocador del juego, que le confiere todo su valor, se debe a este proceso de simbolizacién que sin duda es pre- ciso vincular con la metonimia y en el cual la parte (el signo del juego) vale por el todo (el acto del no-juego). G. Bateson ve én esto la marea de los procesos primarios. La actividad constante de los procesos primarios, particularmente su ca- rracter totalizador, posibilita asi una conexién con el no-juego, al mismo tiempo que los procesos secundarios mantienen una distancia con este. «Por consiguiente, el marco del juego supone una combina- cin particular de los procesos primarios y secundarios» (1954, pag. 216). Esta combinacién particular que, apuntémoslo, supone y constituye el signo de una tépica interna organizada, reapa- rece en la parada, la amenaza, el humor, el ritual. Pero esta organizacién sigue siendo precaria, el signo-acto del juego corre siempre ol riesgo de ser interpretado como el propio acto no-juego. Asi, la afirmacién «Esto es un juego» no puede subsistir sin un consenso intersubjetivo. 89 a Hidico, el espiritu humano tiende a externalizar el rept lp aa eta se nae arlene apn Sine et a nee sn en ioe eer i soa Seen a ‘egablemente, asi debe ser comprendida la exi; denen pinta mera enc ges dma cc tees em ot Ee i bet nl ce et itr sip econ cn rn de roan els na ns a exe ara la ese lam ans Side rae uct ii re Sst nae vader be eee Ja abstraccién» (1954, Pag. 220). Sli pr ee po aera crs nce ny get i) A prasad ogee tun juego do cardcter rigido (repetitive), debe sor ects evolutivo abierto de interaccidn». Se earactorine cose Por un cambio de reglas, homdlogas a la creacion del ere senso de que es portadora la progunta «fs cato un juegos como el play winnicottiano.* Es asi como la tex cia conserva su valor. cea «La trasferencia” se distingue del amo i Li e ry el odio reales Sefiales que indican el marco psicolégico, y en realidad exes, fe mareo el que permite a la trasferencia aleanzar su plone yal terapeuta, discutir sobre ella» De este modo, lo que falta en los pacientes esquizofréni- 0S, psicéticos o incapaces (segiin Freud) de organizar una 4 Bn el play winnicottian, In autorrepresentacién del proce es In que contiene a este y lo regula. a ee 90 f F trasferencia, es la categoria de mensajes que delimitan un marco psicologico particular (el marco del juego, el marco de la trasferencia) y/o la incapacidad para tolerar la paradoja implicada por el tipo de enunciado definidor de un marco, de i G. Bateson se anticipa en muchos puntos a Jas futuras afirmaciones de Winnicott, para quien también la precarie- dad del juego y su paradoja (1971) confieren al juego su va- lor y hacen de él el prototipo del andlisis y de la terapia, éPodemos ir mas alla de las reflexiones de G. Bateson en el estudio del espacio del juego, especialmente a la luz de una concepcién psicoanalitica mas construida? G. Bateson, lo mismo que D. W. Winnicott, cuando teorizan el espacio del juego, parten de juegos ya constituidos que suponenuna capacidad de juego ya adquirida; uno y otro dejan de lado ‘sus aspectos econémicos, los suponen adquiridos. El cen- tramiento exclusivo en los aspects tépicos del juego no permite, en nuestra opinién, dar cabal razén de él. D. W. Winnicott entiende muy bien el problema cuando sefiala que con mucha frecuencia es preciso el proceso (esta vez se trata del proceso ps quico) de tras-torno, proceso de fundamento del espacio psi- auico del juego, que asi resulta hallado/creado, que toma cuerpo. 7 Ch. tas elaboraciones més tardias de Winnicott sobre la utilizacién del objeto en Juego y realidad (1971). ® Aci, el nto podra identificarse eecundariamente con un objeto que to- Jera la pasividad, punto fundamental en Ia constitucién de un masoquls- ‘mo wsulficientemente bueno», 97 En un segundo tiempo se opera un proceso de tras-torno hacia si mismo, en el que se constituyen el autoerotismo y el yo como capacidad de retencién econémiea. Preformado asi este primer anillo interno, puede externalizarse en un juego ‘como el del carretel si el nifio tiene la posibilidad de hallar en el exterior los elementos del dispositive que es entonces capaz de crear. Y asi de seguido, con elementos de comple} dad creciente. En el proceso terapéutico debe hacerse posible reencon- trar el punto en que la inversién conductal no pudo produ- cirse, para posibilitar su vivencia y recrear de este modo un espacio de juego. Es este movimiento el que, en los casos ex- tremos, «ensefias a jugar a los pacientes. Esto es lo que intu- ye D. Anzieu al sefalar que el paciente debe infligir a su vez, ‘una comunicacién paradéjica a su analista. ‘Hemos visto obmo se constituia el modelo de la proteccién anti-estimulo, el modelo de la contrainvestidura primaria, de la censura necesaria para la constitucién del espacio del juego. También debemos recordar que S. Freud (1915) sitéa el doble tras-torno como el proceso psiquico mas precoz que precede y constituye, en su anillarse, a la represién origi- naria. Se cumple de este modo la precondicién de una topica psiquica. La Aufhebung, el proceso de reedicién, del que J. Gui Haumin (1979) mostré en qué sentido se hallaba presente en la obra de Freud, deja un resto, produce un residuo. Le reedicién nunca es total, y ello constitutivamente, ya que, Por su operacién misina, el proceso de tras-torno aleja cada vez més al sujeto de la experiencia de pasividad original. Asi se asegura el no cierre del espacio psiquico; el resto, la «ceserva», la distancia relanzard un nuevo proceso de pues- ta en juego, producird un nuevo anillo hasta que el espacio del juego haga sitio a su incompletud, dé un lugar a este re- siduo no simbolizado en la analidad primero y luego en la fantasmética de la castracién, es decir, en una organizacién psiquica que integre un espacio para su propia falta en es- ‘tructurar.i0 ° Al mismo tiempo que esta podré ser recuperada secundariamente por ‘dentificacisn secundaria con un objeto tolerante, de pasividad relative, 1° Asi, el juego autosimboliza progresivamente Is condiciones precon- diciones de su propio desenvolvimiento, «descubron en su despliege y de ‘sarrollo las wreglas» a Ins que estd sujet, 98 Quedarfa mucho que decir, sin duda, sobre el juego de la espatula y sus diferentes tiempos, especialmente sobre el periodo de vacilacién, tiempo del espaciamiento, primer es- Pacio psiquico del conflicto sein Winnicott. También habria que diferenciar claramente los tiempos del doble tras-torno. Tras-torno en acto, como mostramos con el juego de la espétula, tras-torno de las representacio- nes, que supone polos psiquicos constituidos, y por tiltimo tras-torno representado como tal, concepto psiquico del tras- torno, generador de esa linea imaginaria que delimita un. espacio interno del juego que G. Bateson ya mencionaba. In- dudablemente, esta representacién se apuntala en prefor- mas corporales derivadas de los érganos de los sentidos, re- presentaciones imaginarias de los limites, de las «envol- ‘turas del yo», y se externaliza en el campo institucional, en el marco terapéutico y analitico. Pero no podemos terminar este primer recorrido sin una consideracién final sobre la paradoja del juego. Ella esta constantemente presente como basamento de nuestra refle- xin, aunque no siempre nos tomemos el trabajo de formu- larla como paradoja. Si esta tan presente, es por ser un re- presentante del proceso de doble tras-torno, En efecto, la figura Igica de la paradoja: si A entonces no A, se obtiene en un proceso de tras-torno; tras-torno en su contrario, en el cual A da no A, tras-torno hacia si mismo, en el cual no A vuelve a dar A. La forma légica del mecanismo de doble tras-torno es la paradoja. Alli donde la paradoja se muestra, el doble tras-torno esti en acto. Respetar la para- doja, otorgarle valor como invita a hacerlo Winnicott, es aceptar entonces los procesos de tras-torno obrantes en su constitucién. Sin embargo, debemos sefialar que, para que la paradoja pueda ser asida asi en su naturaleza paraddjica —sin ser percibida, en consecuencia, solamente por sus efectos indu- cidos—, para que pueda ser pensada como paradoja, es ne- cesario que el concepto del no haya sido situado en posicién ‘organizadora de la oposicién procesos secundarios/procesos primarios. Entonces y sdlo entonces su suspensin adquiri- rr el efectivo valor de un respeto de su valor. En su articulo dedicado a la «trasferencia paradéjica», D. Anzieu conecta esta con la reaccién terapéutica negativa. ‘La profundizacién de esta nocién en la obra de S. Freud yen 99 ica actual nos permitiré prolongar nuestra reflexién clinica, técnica y teérica sobre las formas de la trasferencia paradgjica. . Segunda parte. Modos de paradojas 100

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