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La alquimia

Autor: Antonia Cotignola


publicado el 13-12-2020

Por las fuentes históricas de que disponemos, sabemos que la alquimia se


practicó intensamente en Europa entre los siglos XIII y XVII. Sin embargo, la
variedad de las fuentes y el lenguaje simbólico-mítico de las mismas dificultan el
análisis de la alquimia occidental como fenómeno histórico. Por lo general, los
textos antiguos hacen referencia a Egipto como patria del “arte regio”. La tradición
helenística y posterior alude al dios Thot (Hermes Trimegisto en la tradición
alquímica medieval), quien habría enseñado esta magna ciencia a los hombres de
un pasado mítico.
Comprender lo que era la alquimia en Egipto resulta difícil, pues los egipcios no
revelaban a los profanos los Misterios enseñados en los templos. En la época
tardía, en la que el fin de Egipto era evidente, los sacerdotes parecen haber
destruido deliberadamente todo tipo de conocimiento operativo de magia práctica,
en la cual incluían la alquimia como una de sus ramas. Los vestigios de la alquimia
egipcia original se hallan, probablemente, dispersos en fragmentos de viejos mitos
(como el mito de Osiris, en el cual el dios es encerrado en un sarcófago sellado
con plomo por su hermano Seth), o en el enigmático lenguaje simbólico de colores
de las pinturas murales preservadas en los recintos funerarios.

En Grecia, los pitagóricos y Platón recopilaron el viejo sistema de


“correspondencias” entre los principios universales (Números) y los diferentes
planos de la Naturaleza. Los alquimistas medievales consideraron El Timeo de
Platón como uno de los principales textos alquímicos, y utilizaron extensamente
los dioses griegos en las representaciones simbólicas de “La Gran Obra”.
En la época helenística aparece el llamado Corpus Hermeticum, atribuido al dios
Thot, que incluye conocidos textos como el Pymander, Asclepios y la Tabla
Esmeraldina.
Con la caída del Imperio romano, la tradición alquímica toma refugio en el cercano
Oriente. Los árabes traducen numerosos tratados filosóficos y científicos griegos,
incluyendo algunos que versaban sobre alquimia.
El alquimista árabe más conocido fue Jabir Ibn Hayyan (721-815 d.C.), quien
fundó una escuela a la cual se atribuyen cientos de tratados sobre alquimia. El
nombre de Jabir llegó a ser tan respetado que, por ejemplo, un famoso alquimista
italiano del siglo XIII utilizó el nombre “Geber”, una forma latina de Jabir, como
seudónimo. Geber fue el autor de la Summa Perfectionis, un texto alquímico
altamente respetado.
Cuando el Occidente europeo recomenzó sus contactos comerciales con el
cercano Oriente, los textos alquímicos comenzaron a circular nuevamente en
Occidente. No solo Bizancio y tal vez incluso Sicilia, sino también la España árabe,
sirvieron de puerta de acceso a las viejas tradiciones, que permitieron nuevamente
a la sangre del conocimiento circular por las arterias del viejo continente, dormido
en su Edad Media. Otras tradiciones indican que cuando Oriente restableció rutas
comerciales con Occidente en la Baja Edad Media, los europeos tuvieron acceso a
fuentes de sabiduría en China, donde la alquimia había sido practicada durante
milenios y preservada por una rama de lo que históricamente conocemos como
taoísmo.
La tabla esmeraldina
Según Helena Blavatsky, el único texto original entre los llamados “textos
herméticos” fue la célebre Tabla Esmeraldina, atribuida a Hermes Trimegisto.
Resulta difícil atribuir este tratado a un autor o periodo específico, debido a que
solo poseemos traducciones latinas y árabes del mismo, y las únicas referencias
que tenemos concernientes a Hermes Trimegisto son viejas leyendas, la mayor
parte de carácter simbólico. En un artículo titulado “La alquimia en el siglo XIX”,
Blavatsky explica la dificultad de querer atribuir este tratado a un solo autor:
“¿No nos dice Avicena que la Tabla Esmeraldina, el tratado alquímico más
antiguo, fue encontrado sobre el cuerpo de Hermes, enterrado desde hace siglos
en Hebron, por Sarah, esposa de Abraham? Pero ‘Hermes’ nunca fue el nombre
de un hombre, sino un título genérico, de modo análogo al uso del término
‘neoplatónico’ en tiempos antiguos, o ‘teósofo’ hoy en día. ¿Qué es lo que
realmente se sabe sobre Hermes Trimegisto, el tres veces grande? Menos de lo
que sabemos sobre Abraham, su esposa Sarah y su concubina Agar, que san
Pablo declara ser una alegoría. En tiempos de Platón, Hermes fue identificado con
el ‘Thot’ de los egipcios. Sin embargo, la palabra ‘thot’ no solo quiere decir
‘inteligencia’, sino también una asamblea o una escuela”.
En realidad, Thot-Hermes es simplemente la personificación de una Voz (o
enseñanza sagrada) de la casta sacerdotal en Egipto; la voz del gran hierofante. Y
si este es el caso, ¿podemos decir en qué época prehistórica comenzó a florecer
esta jerarquía de Padres Iniciados en la tierra de Chemi?
Blavatsky también menciona que Diocleciano mandó destruir en Egipto todos los
“libros que trataban de la fabricación del oro” y que, desde el acto de vandalismo
cometido por este emperador, la llave de los sacerdotes de Thot-Hermes quedó
profundamente enterrada en las criptas iniciáticas del antiguo Oriente. Al haberse
perdido la tradición alquímica original en Occidente, Europa necesitó beber de las
fuentes de Oriente. Siguiendo a Blavatsky, todo lo concerniente a alquimia en
Europa, hasta el siglo XIX, ha debido ser importado de China, siendo luego
transformado en “escritura hermética”.
En casi todos los textos alquímicos encontramos al menos dos claves posibles de
interpretación de los símbolos y alegorías. La primera se refiere a la transmutación
de los metales, de un estado inferior, caótico, a otro más estable y noble. La
segunda clave se refiere a la transmutación de elementos “caóticos” o animales en
el ser humano en otros más elevados. El predominio de los elementos nobles
sobre los instintivos transmutaría al individuo en un “hombre de oro” (véase Platón,
en La República, al referirse a la leyenda de los metales).
Todos los tratados alquímicos, sean expresados en forma literaria o gráfica,
utilizan símbolos y alegorías. Por ello, como en todo sistema simbólico, existirán
diferentes claves de interpretación para facilitar el entendimiento en distintos
niveles. Para los neófitos la simple determinación de las fuentes correctas será
una ardua tarea. Según Helena Blavatsky, “como existen más escritos falsos que
verdaderos en Europa, el mismo Hermes se hallaría perdido”.

La obra alquímica
El alquimista realiza su obra por medio de tres agentes: el “Lapis philosophorum”
(piedra filosofal), el “Alkahest” o disolvente universal, y el “Elixir vital” (elixir de
vida).
El elixir de vida renueva el cuerpo físico y prolonga la vida humana. Blavatsky
distingue el pequeño del gran elixir. El que se utiliza en el plano físico tiene que
ver con la transmutación de los metales y la restauración de la juventud. El “Gran
Elixir”, de carácter simbólico, otorga el más grande don: inmortalidad consciente
en el espíritu, Nirvana a través de todos los ciclos, precedente al Paranirvana, o la
unión absoluta con la Única Esencia.
El Alkahest permitía disolver todas las cosas, para remover toda impureza. Era el
agente implícito en el aforismo alquímico “solve et coaga”. En un sentido místico,
era el Ser Supremo, la unión que quita todas las impurezas y restablece los
elementos a su esencia original.
La piedra filosofal permitía la transmutación de los metales impuros en oro.
“Místicamente, sin embargo, la piedra filosofal simboliza la transmutación de la
naturaleza inferior del hombre en lo más alto y divino” (Glosario Teosófico,
Blavatsky).
Según Stanislas Klossowski de Rola, “la búsqueda de la materia primordial debe
ser el primer trabajo del discípulo” (Alchemy: The Secret Art). La sustancia
primordial es materia en un estado no diferenciado: “Prakriti” en sánscrito. No es
materia en un estado caótico, como el plomo o la mayoría de los materiales que
nos rodean. La materia primordial es informe, pero puede asumir cualquier forma
que se le dé.
Los cuatro elementos proceden de la materia primordial, por medio de su primera
diferenciación, el éter, que llena todo el espacio. Los siete metales y toda forma de
materia en el mundo corpóreo proceden de los cuatro elementos.
El concepto alquímico de los cuatro elementos puede ser relacionado con el
concepto hindú de la escuela Sankhya de “bhutas” y “tanmatras”, donde cada
elemento del mundo material tiene su complemento en el mundo cognoscitivo del
sujeto.
Los cuatro elementos se representan a través de numerosos símbolos típicos en
los textos o imágenes alquímicos. Titus Burckhardt explica que “según la tradición
hermética, el orden natural de los elementos se representa por una cruz cuyo
punto central corresponde a la quintaesencia, o por círculos concéntricos, en cuyo
caso la Tierra es el punto medio, y el Fuego el círculo más externo. También se
puede representar por los elementos constitutivos del “Sello de Salomón”, que se
representa por la intersección de dos triángulos equiláteros. El triángulo con el
vértice hacia arriba corresponde al Fuego y el triángulo con el vértice hacia abajo,
al Agua. El triángulo representando al Fuego, junto al lado horizontal del otro
triángulo, representa el elemento Aire, mientras que el mismo símbolo, girado y
mirando hacia abajo, simboliza el elemento Tierra. El sello completo de Salomón
simboliza la síntesis de todos los elementos y, por ello, la unión de todos los
opuestos” (Alchemy, 66-69).
En el esquema cosmológico, los metales proceden de los cuatro elementos.
Existen siete metales o planetas “terrestres”, como se suelen llamar, debido al
hecho de que cada uno representa una cristalización corpórea de la energía
emanada de los siete planetas astrológicos. Los metales “nacen” por medio de un
proceso evolutivo, “madurando” cada uno de ellos en el seno de la Tierra, bajo la
influencia de su planeta correspondiente. Sus signos son los mismos que los
signos de los planetas: el oro corresponde al Sol, la plata a la Luna, el mercurio al
planeta Mercurio, el cobre a Venus, el hierro a Marte, el estaño a Júpiter y el
plomo a Saturno.
El proceso de transmutación de los elementos se da en sucesivas etapas, de las
cuales se mencionan tres, siete, doce, y aun veintiuna, en los textos alquímicos.
La obra comienza, como ya se ha mencionado, con la preparación de la materia
prima, o la preparación del mercurio con el azufre y la sal, como se halla
representada a veces en el “atanor” (la vasija-horno en la cual se prepara el elixir).
Así como el oro y la plata representan la cristalización estática del Sol y la Luna, el
azufre y el mercurio son las manifestaciones activas o dinámicas de las dos
fuerzas opuestas.
Platón nos enseñó que existen hombres de oro, plata, bronce y hierro. También se
refirió a la posibilidad de aleaciones o mezclas de metales en las almas, y a la
transmutación a través de un proceso iniciático-pedagógico. En él estriba la
importancia de esta vieja magna ciencia.

Bibliografía
H. P. Blavatsky. Collected Writings. Vol. 11: Alchemy in the Nineteenth Century.
Wheaton, I, 11. The Theosophical Publishing House, 1973.
Titus Burckhardt. Alchemy Baltimore. Penguin Books, Inc., 1971.
Stanislas Klossowski De Rola. Alchemy: The Secret Art. New York. Avon Books,
1973.
Platón. The Republic. Trans. Francis MacDonald Cornford. New York. Oxford
University Press, 1941.

ANTONIA COTIGNOLA DE PAOLA


Créditos de las imágenes: Archaeodontosaurus

Antoine Laurent Lavoisier. El revolucionario

Antoine Laurent Lavoisier. The revolutionary


Aníbal Bascuñán Blaset*

* Facultad de Química UNAM, 04510, México, DF.

Recibido: 20 de agosto de 2007.


Aceptado: 11 de noviembre de 2007.

Abstract

The versatile, the chemist and the public man are the three facets of Lavoisier that
are covered in this paper. In the first one, the diversity of its occupations is
remarked and his orally or written attacks and denunciations to all what he believed
out of fashion, considered by him as few scientific or dangerous to the nation. The
second facet, the largest in this paper, contains the most impressive chemical work
of him, considered as the most revolutionary chemist ever borne. The public man
facet explains his ending in the gallows.

Keywords: Lavoisier, revolutionary, versatile, chemist, public man.

Éste es el último trabajo que escribió el profesor Bascuñán, de


origen chileno. Le rendimos tributo con su publicación y reiteramos
la necesidad de que aparezcan autores para la sección HACE
X AÑOS, en la que Aníbal nos empezaba a acostumbrar con su
ingenio y buena escritura. Que descanse en paz.

Un primer acercamiento a Lavoisier. El polifacético

Abordó problemas muy diversos en el laboratorio, y atacó y denunció, en sus


presentaciones orales o escritas, cuanto creyó que era anticuado, por considerarlo
poco científico o porque perjudicaba a la nación francesa. Sus incursiones por el
campo de las recaudaciones de impuestos lo llevaron a plantear cambios
revolucionarios en la agricultura y a proponer leyes de protección (seguros) para
los campesinos.
Antoine Laurent de Lavoisier proviene de una familia humilde. Uno de sus
antepasados fue postillón del Rey. El padre de Lavoisier, un abogado, fue a vivir a
París como Procurador del Parlamento. A lo largo de más de un siglo esta familia
había alcanzado su ascenso hasta las clases dominantes de la sociedad francesa
(Leonard, 1945: pp. 247-248; Berthelot, 1945: pp. 20-21; Stillman, 1960: pp. 513-
519).

Antoine Laurent nace el 26 de agosto de 1743. A los 17 años recibe el gran premio
de elocución francesa en retórica. Escribió ensayos literarios, dramas y temas de
concurso propuestos por academias de las provincias. Se recibe de abogado en el
Parlamento en 1764 (Leonard, 1945: p. 249).

Posteriormente se inclinó por las ciencias naturales. Toma clases con eminentes
maestros, como el químico Rouelle (Leicester, 1961: p. 132; Brock, 1993: p. 89). A
los 20 años inició sus observaciones sobre meteorología y barometría. Interesado
por los misterios de la combustión y la calcificación, participa en un concurso
"Sobre los diferentes medios que pueden emplearse para iluminar una gran
ciudad". Se le honró con una medalla de oro. Se dice que al acercarse a este
apasionante campo de la ciencia es cuando a él le vienen las inquietudes por
iniciarse en la ciencia y un amigo de su padre, Jean Etienne Guettard, discípulo de
Reaumur, le despertó el interés por las ciencias de la tierra, y fue él quien le
aconsejó que tomara los cursos de Rouelle como él, gran apasionado por la
geología.

Con Guettard, su maestro de geología (Brock, 1993: p. 89), hizo un viaje por los
Vosgos, Alsacia y Lorena, y tres años después en —1780— publicaron un Atlas
Mineralógico de Francia. En el Atlas geológico publicado por Monet en 1780,
formado por 45 mapas, Monet reconoce la participación de Lavoisier en sólo 16 de
ellos. ¿Qué había ocurrido? Lavoisier estaba insistiendo en sus planteamientos
sobre la estratigrafía, hipótesis con la que se revolucionaba el pensamiento
científico en esa área. Gohau muestra a un Lavoisier revolucionando con sus
ideas los enfoques en el estudio de la geología, todo ello logrado en parte con las
observaciones hechas en el terreno en sus múltiples viajes realizados a diferentes
regiones de Francia entre los años 1763 y 1771 (Stillman, 1960: pp. 513-516).

Este interés por la geología lo llevó al campo de la química. Se dedicó al estudio


de los yesos de los alrededores de París y en 1765 publicó los análisis realizados.

A los 25 años fue incorporado a la Academia de las Ciencias de Francia como


adjunto, lo que constituyó una excepción a las reglas. A partir de 1768 participó
activamente en la Academia, en la que llegó a presentar más de 200 informes de
diferentes temas con diversa amplitud y profundidad.

En esa misma época se incorporó a las "fermes", en donde demostró ser un


hombre suave, prudente y muy despierto para los negocios. Lo hizo como adjunto
del recaudador general Boudon (Broca, 1993: p. 92). Figuró como pensionario a
partir de 1778. Hacia 1779 llegó a ser recaudador titular, cargo en el que destacó
ampliamente.

En los 23 años de trabajo en las fermes viajó mucho, haciendo revisiones de


inspección, y sus observaciones le permitieron proponer cambios en su
administración. Es así como hizo contacto con la producción de salitre para la
fabricación de pólvora. Y al miso tiempo, en lo privado, en 1778 compró una
propiedad agrícola en Frechines donde empieza a hacer novedosos ensayos
sobre el cultivo de la tierra.

Dedicaba seis horas diarias a la ciencia: de 6 a 9 am y de 7 a 10 pm. En todas sus


actividades recibió el apoyo de su esposa Marie Anne Pierette Paulzen, con quien
se casó teniendo él 28 años y ella 14. Madame Lavoisier atendía la
correspondencia, el trabajo en el laboratorio, la redacción e ilustración de las obras
publicadas, y a los frecuentes visitantes que recibía de todo el mundo científico de
Europa, porque sus profundas y perspicaces observaciones estaban a disposición
de los hombres de ciencia que quisieran utilizarlas. Gracias a su gran fortuna tenía
un excelente equipamiento, incluyendo las mejores balanzas que se habrían
fabricado hasta la fecha (Leonard, 1945: p. 252; Brock, 1993: pp. 92-93).

Se apoyaba en un nutrido cuerpo de secretarios que le ayudaban tanto en los


negocios del Estado como en los propios. También se daba tiempo para aconsejar
a quien se lo pidiera, en los más variados negocios o asuntos civiles o de Estado.
Ofrecía conferencias de mucho peso por su contenido, las que podían ser señeras
de cambios muy fuertes, a veces revolucionarios.

Un segundo acercamiento. Lavoisier el químico

Dedicaremos los siguientes párrafos a Lavoisier el químico, presentando sus


trabajos más conocidos, desglosándolos cuando se considere necesario o
simplemente mencionándolos como al pasar, lo que no excluye que en un tercer
acercamiento se mencionen otros trabajos que por su ubicación histórica así lo
aconsejen.

Uno de estos trabajos se refiere a la conservación de la materia. Recordemos que


en sus obras Bolos de Mendes menciona la transmutación de los
metales, señalando al menos tres métodos para hacerlo (Lockemann, 1960: pp.
28-29; Merino, pp. 16-19). Estas ideas se mantuvieron por unos 20 siglos, en parte
porque coincidían con la idea de la reencarnación. El sueño de un alquimista era
la transmutación del modesto plomo en oro. Otros alquimistas pensaban que el
plomo podría sufrir purificaciones sucesivas hasta llegar al oro. Hubo gobernantes
de diferentes tiempos y lugares que prohibieron la práctica de la alquimia e incluso
hubo casos en que ordenaron quemar los textos de alquimia, ya que si lograban
fabricar oro sus reservas perderían gran parte de su valor. Junto con estos
conceptos, y apoyándose quizás en los conceptos de Aristóteles acerca de los
elementos químicos y su génesis, surgió entre los alquimistas la idea de la
creación y la transmutación de la materia (Taylor, 1954: pp. 18-23 y 31-38).

Los alquimistas admitían que se formaba materia, porque en los recipientes en


que se hervía agua o se hacían reacciones aparecían residuos en el fondo.

Lavoisier decidió aclarar esto. Para ello recurrió a sus balanzas. Midió un volumen
de agua y lo colocó en un equipo, previamente pesado. Hizo hervir el agua a
reflujo durante 101 días. Finalmente la destiló, la midió y la pesó. No había variado
ni en volumen ni en masa. Pesó el matraz que contenía un depósito polvoriento, y
obtuvo la misma masa que al inicio del experimento. Demostró que el residuo
provenía de las paredes del matraz de vidrio.

Con el experimento anterior, y poniendo a sus balanzas como testigos, demostró


aquello que ya se decía: "nada se pierde y nada se crea". Boyle había hecho este
mismo experimento y expresado que después de 200 destilaciones una onza de
agua dejaba seis dracmas de tierra. Por su parte Boerhaave (Stillman, 1960: pp.
431-435) demostró que el agua permanece inalterable ya que no cambia de
naturaleza durante las destilaciones.

En 1770 y a los 27 años de edad había corroborado cuantitativamente lo hecho


anteriormente por los químicos más reputados de Europa.

Hay algo llamativo en sus comunicaciones, que lo distinguen de otros


investigadores, pero que lo acercan mucho a Descartes con su Discurso del
Método, y es que no trabaja al azar. No es el azar o la casualidad lo que orienta
sus trabajos, En ellos se fija un propósito bien definido. Es así como el 20 de
febrero de 1772 en uno de sus registros de laboratorio expresa:

"Antes de comenzar la larga serie de experiencias que me propongo realizar sobre


el fluido elástico que se desprende de los cuerpos ya por fermentación, por
destilación o por las diversas combinaciones, así como sobre el aire absorbido en
la combustión de gran número de sustancias, creo que debo formular aquí algunas
reflexiones por escrito, para formarme ante mí mismo el plan que debo seguir"
(Berthelot, 1945: p. 52).

Luego fija su marco referencial, hace una revisión bibliográfica y un análisis crítico
de lo logrado por quienes le precedieron en este campo, dejando constancia de
que por numerosas que sean las experiencias de ellos sobre el tema, "no serán
nunca suficientemente profundas como para establecer una teoría completa"
(Berthelot, 1945: p. 53). En tal sentido expresa que: "a mi parecer (este trabajo)
está llamado a provocar una revolución en el terreno de la física y la química".
Decide que debe repetir más acuciosamente sus trabajos y los de los diferentes
autores que le precedieron a fin de llegar a formular una teoría que esté bien
fundamentada.
En 1774 publicó su primera obra Opúsculos Físicos y Químicos, en el que dedica
la mitad del volumen al análisis de las experiencias de Black y Priestley, sobre "el
aire fijo" o "aire fijado", el "aire silvestre" de van Helmont. En la segunda parte
presentó la experimentación propia sobre la calcinación de los metales, la
reducción de las cales metálicas (óxidos) y sobre la combustión del fósforo.

Recordemos a Boyle calcinando el estaño en sistema cerrado, ayudándose con


una lupa que concentra los rayos solares. Ha pesado el sistema. Hace el
experimento. Deja entrar aire y observa un aumento de peso. Lavoisier pesa el
sistema cerrado antes y después del experimento de calcinación (formación de la
cal), y luego vuelve a pesar cuando ha entrado el aire. Aunque encuentra una
pequeña diferencia, el aire absorbido en la calcinación pesa 1/18 más que el aire
que entró al sistema después de enfriado. Para justificar esta diferencia hay que
recordar lo establecido en los minuciosos estudios de Cavendish acerca de la
composición del aire. Dejo a ustedes la reflexión para explicar por qué se da esta
pequeña diferencia.

Lavoisier concluyó que la calcinación implicaba la combinación de los metales con


una porción del aire. Esto se contraponía con la teoría del flogisto de Stahl. Lo que
para Stahl y los partidarios de la teoría del flogisto, esta entelequia, el proceso es
meramente mecánico, un proceso físico, para Lavoisier éste es un fenómeno
propiamente químico. Sin embargo esto no le dio la confianza suficiente para
rebatir definitiva y abiertamente a la teoría del flogisto. Aún más, en 1774 comentó
cautamente en un estudio que el carbono tiene una doble finalidad: "la de devolver
al metal el principio inflamable que perdió y la de dar, al fluido elástico fijado en la
cal metálica, el principio que constituye su elasticidad", y prudentemente agrega:
"Sólo el tiempo y la experiencia podrán fijar nuestras opiniones" (Berthelot, 1945:
pp. 57-58).

Lo hizo sólo en 1783, cuando hubo acumulado mayor número de pruebas


experimentales acerca de esta teoría. En sus Reflexiones sobre el flogisto hizo
una crítica más fuerte al mismo.

Regresémonos un poco a los trabajos sobre el carbono y la conservación de la


materia. Durante la Edad Media los alquimistas habían hecho experimentos
maravillosos: ponían un diamante sobre una hornilla, avivan el fuego, y el
diamante desaparecía ante los ojos atónitos de la nobleza allí presente y la mirada
orgullosa del dueño de casa por haber ofrecido el sorprendente espectáculo.
Lavoisier repitió esto bajo una campana, recogió los gases sobre agua de cal , la
que se enturbió, y haciendo todas las mediciones demostró que el diamante no
desaparecía, sino que se producía un gas similar al "gas silvestre" de Van't
Helmont y al "aire fijo", o "aire fijado" del Dr. Black (Leicester, 1961: 140-143).
Lavoisier determinó entre 1775-6 la proporción de carbono y oxígeno presente en
este gas (Hilditch, 1922: p. 19).

Éste y otros experimentos con carbón y sus derivados, y sus reflexiones acerca de
la combustión y sus inquietudes por saber qué eran los ácidos, le iban
proporcionando bases sólidas no sólo para corroborar la ley de conservación de la
materia sino para ir definiendo en su mente su teoría de la oxidación y sus ideas
acerca de los compuestos binarios obtenidos en la combinación de un elemento
con un "principio acidificante", al que en 1776 le dio el nombre de "oxígeno,
engendrador de ácidos" (Leonard, 1945: p. 264; Lockemann,1960: pp. ii-6).

En 1777 presentó a la Real Academia Francesa de Ciencias sus Experimentos


acerca de la respiración de los animales. En ellos, Lavoisier expuso que la
respiración de los animales es una función muy singular, cuya suspensión expone
al animal al peligro de muerte inmediata. Hace una cita de los trabajos de Hales y
de Priestley, el cual:

"Ha dado a la estampa un tratado en el cual amplía mucho las fronteras de


nuestros conocimientos; se propone demostrar, con gran número de experimentos
ingeniosos, sutiles y de gran novedad, que la respiración de los animales tiene la
propiedad de flogisticar el aire, de modo semejante a como lo hacen la calcinación
de los metales y muchos otros procesos químicos, y que el aire deja de ser
respirable hasta que se recarga o al menos se satura de flogisto".

Luego describió varios experimentos realizados por él mismo bajo un plan


previamente concebido, en los que corroboró mucho de lo expresado por
Priestley. Y luego agregó:

"Es posible, por ende, que la respiración tenga la misma propiedad, y que el aire
deflogisticado (rico en O2) que entra en los pulmones salga de ellos convertido en
aire fijo (CO2)... ¿No seguirá, ...que esta especie pura de aire tiene la propiedad de
combinarse con la sangre... y le da a ésta su color rojo?" (Moulton y Schiffers,
1986: pp. 215-218; Dampier, 1972: p. 149).

En trabajos realizados con Laplace demostró que la vida animal implica un


proceso de oxidación en que el carbono y el hidrógeno se convierten en dióxido de
carbono y en agua, respectivamente (Dampier, 1972; p. 292).

En sus estudios sobre el aire, Lavoisier puso en evidencia que Boyle, Hooke,
Lower, Priestley y Cavendish tenían razón en cuanto a que el aire no es
homogéneo, que consta al menos de dos clases de aires o fluidos. Asimismo en
sus estudios dejó en claro que la parte activa del aire... "es el gas que se combina
con los metales dando cales, y con carbono, fósforo, nitrógeno y azufre para
formar óxidos, los que disueltos en el agua forman ácidos". Es por tal razón que al
oxígeno lo considera el principio acidificante de los ácidos. Todo lo ha establecido
tras largos estudios experimentales acerca de cada uno de ellos. Ideas que surgen
poco a poco, que se infiltran en sus trabajos y que llegado el momento se
convierte en el eje conductor de nuevas investigaciones en que profundiza lo
hecho anteriormente. Se observa que Lavoisier se plantea hipótesis acerca de
diversos temas, y con un auténtico rigor científico, las madura largamente, es
decir, se las replantea a la luz de nuevas búsquedas y descubrimientos.
Rompiendo el hilo de esta presentación, recordemos el experimento de
Lavoisier (Freund, 1968: pp. 50-57). Lavoisier fue informado, en una de sus
célebres cenas, por el propio Priestley, de su descubrimiento del "aire flogisticado"
(Jaffe, 1949: pp. 105-107). Priestley había puesto un polvo rojo de cinabrio (óxido
de mercurio) en una retorta tubulada, conectada a una cuba neumática de vidrio.
Al calentar fuertemente el cinabrio mediante los rayos de la luz concentrados con
una lente de aumento de 30 centímetros de diámetro, observó el desprendimiento
de un gas y el depósito en las paredes de gotas de mercurio. Cuando hubo
llenado el tubo con el aire así obtenido, se le ocurrió introducir una vela encendida
que tenía a mano, tal como lo hacía con el aire flogisticado (anhídrido carbónico).
Grande fue su sorpresa cuando vio que la vela ardía violentamente. Puso
animales pequeños en campanas llenas de este aire y vio que podían vivir en ese
ambiente, a diferencia de lo que ocurría con el aire flogisticado, en el cual morían y
la vela se apagaba. Inhaló este aire y se sintió muy bien y sospechó que podría
usarse con enfermos que tuvieran dificultades para respirar. Priestley lo consideró
como un aire más perfecto. Lavoisier montó un equipo semejante al de Priestley
sobre una hornilla. En la retorta tubulada puso mercurio. Todo perfectamente
pesado con sus famosas balanzas. Calentó la retorta. Observó la aparición del
polvo rojo (óxido de mercurio). Al mismo tiempo observó un descenso del mercurio
en la cubeta y su ascenso dentro del tubo invertido. El calentamiento se hizo
durante 12 días, y no lo siguió haciendo al observar que no había cambios en la
altura del mercurio. Consideró que ya no había más reacción entre el mercurio y el
aire contenido en el sistema. Pesó todos los componentes. Llegó a la conclusión
de que había una parte activa del aire, la que se combinaba con el mercurio
formando una cal roja de mercurio, y que el volumen de aire desaparecido se
había incorporado al metal caliente. Después repitió el experimento de Priestley, y
recuperó el aire y el mercurio desaparecidos. También recuperó el mercurio
calentando una mezcla del óxido con carbón en polvo, y recuperando además,
aire flogisticado (Lockermann, 1960: pp. 126-129).

¿Por qué se destaca tanto este experimento en la enseñanza? Esto se debe a que
en un solo experimento muy bien planeado y ejecutado se ha demostrado la ley de
conservación de la materia, y que las cales, lejos de ser "lo que queda de un
metal" por haber perdido el flogisto, son el producto de la unión de un metal con
una parte activa del aire. Corroborado lo que había informado Cavendish en
cuanto a que había dos clases de aire mezclados en proporción bien definida.
Lavoisier avanzó en la interpretación del fenómeno y señaló que hay dos
elementos mezclados o bien combinados. Eso sería el aire, mezcla o combinación
de dos elementos (Leonard, 1945: p. 263).

Las conclusiones de Lavoisier en relación con la formación de las cales y de sus


estudios acerca del aire le llevan a decir en 1774:

"Creo poder afirmar que el aire más puro que pueda imaginarse, despojado de
toda humedad y de toda sustancia extraña, lejos de ser un elemento simple...
debe ser clasificado... en la clase de los mixtos" (Berthelot, 1945: p. 61).
Otro descubrimiento importantísimo es el del agua, como un producto de la
combinación del hidrógeno con el oxígeno. Los alquimistas habían observado el
desprendimiento de un aire o gas cuando un ácido actuaba sobre un metal.
Cavendish hacia 1767 redescubre al hidrógeno. Una parte del metal genera la cal
y la otra ese aire flogisticado (agua). Lavoisier en Marzo de 1774 anota que:

"... la inflamación del aire inflamable (hidrógeno) no era sino una fijación de una
parte del aire de la atmósfera. En toda inflamación de un cuerpo expuesto al aire,
debería haber aumento de peso" (Berthelot, 1945: p. 106).

En abril de 1775 se pregunta acerca de lo que queda cuando el aire inflamable


(H2) arde por completo. Hizo experimentos para ver si el producto de la
combustión reaccionaba con el agua de cal: pero no hubo precipitado. Tampoco
tuvo éxito en ensayos realizados en 1781. Lavoisier esperaba la formación de un
óxido ácido. Wartlire, un físico inglés de esa época, mezcló aire e hidrógeno en un
eudiómetro, observó la formación de gotitas pero no lo asoció con la reacción
ocurrida. En 1783 Cavendish experimentó en un eudiómetro y comprobó que el
peso de los cuerpos participantes no variaba. Sólo se había depositado un
abundante rocío en las paredes del eudiómetro.

En abril de este año S. Watt, en carta dirigida a Priestley le da cuenta de cómo se


forma el agua, pero tuvo temor de expresarlo (Berthelot, 1945: pp. 115-117).

El 24 de junio de 1783, Lavoisier repitió los experimentos acerca de la combustión


del hidrógeno ante varios sabios de la época, y el 25 de junio del mismo año en
los registros oficiales de las sesiones de la Academia de las Ciencias se lee:

"Sesión del miércoles 25 de junio de 1783.


Los señores Lavoisier y Laplace anunciaron que habían repetido últimamente, en
presencia de varios miembros de la Academia, la combustión del aire combustible
combinado con el aire desflogisticado. Se emplearon alrededor de sesenta
pintas1 de esos dos aires y la combustión fue realizada en recipiente cerrado. Se
obtuvo como resultado agua muy pura" (Berthelot, 1945: p. 110).

Más adelante, Monge comunicó que utilizó cantidades medidas de hidrógeno y de


oxígeno y que el agua resultante estaba formada por la suma de los pesos de sus
componentes. En estos trabajos fue asistido por Simon Laplace (1749-1827)
(Brock, 1993: pp. 110).

En cuanto a la interpretación de los resultados se observa un alto nivel de


confusión, incluyendo los dadas por Lavoisier, ya que todos "saben" que el agua
es un elemento. En el lenguaje actual diríamos que no podían avanzar porque las
preconcepciones acerca del agua como un "elemento" actuaban como una
barrera, y otro tanto provocaba la teoría del flogisto.

Posteriormente, Lavoisier dio cuenta de la formación de agua al hacer la reducción


de los óxidos metálicos con hidrógeno (Hilditch, 1922: p. 24). En este mismo año
asegura que el alcohol y el ácido carbónico producido en la fermentación del
azúcar proviene sólo de esta sustancia (Hilditch, 1922: p. 157).

En esos mismos años, 1783 a 1784, trabaja con Meusnier en la acción del agua
sobre el hierro calentado al rojo vivo. Hicieron pasar vapor de agua sobre el hierro
al rojo. Con esto se tenía un método continuo para producir hidrógeno. Ahora
obtenían grandes volúmenes de hidrógeno para llenar globos aerostáticos. Con
esto quedaba demostrado que el agua podía descomponerse y que la formación
del óxido era posible gracias al oxígeno del agua (Berthelot, 1945: 113). Quedaba
asentada la teoría de la oxidación (Freund, 1968; pp. 26, 51, 59). Sin embargo, la
lucha para imponer las nuevas ideas duró alrededor de dos décadas (Lockemann,
1960: pp. I, 151 y II, Cap. V, 2-8).

En los esfuerzos para que se aceptara la nueva teoría acerca de la oxidación,


Lavoisier pidió a su esposa que tradujera una obra del inglés Kirwan publicada en
1784 con el nombre Ensayo sobre el flogisto y la constitución de los ácidos. En
esta obra se incluían las críticas presentadas por investigadores de gran peso,
como La Matherie, Priestley, Landriani, Sennebier, Baumé, Westtrumb, Green y
otros más.

En 1775 Lavoisier había lanzado un ataque a la teoría del flogisto en un ensayo.


Expresaba que aunque muchos procesos y conceptos son susceptibles de ser
explicados con el "flogisto", subsistía la improbabilidad de que existiera. De allí
concluyó:

"todas estas reflexiones confirman cuánto he avanzado, qué es lo que debo probar
(1773) y qué es lo que debo volver a repetir. Los químicos han hecho del flogisto
un principio vago, que nos ha definido estrictamente y que consecuentemente
explica todo lo que se le pide explicar. A veces tiene peso, a veces no lo tiene; a
veces es un fuego puro, a veces es fuego combinado con una tierra; a veces pasa
por los poros de un vaso, a veces éstos son impenetrables a él. Explica al mismo
tiempo la causticidad y la nocausticidad, la transparencia y la opacidad, el color y
la ausencia de color. (El flogisto) es un verdadero Proteo que cambia su forma a
cada instante" (Brock, 1993: pp. 111-112).

Madame Lavoisier hizo la traducción de la publicación de Kirwan en 1788 y su


marido agregó refutaciones, basadas en la experimentación cuantitativa, a cada
una de las objeciones hechas a su teoría por los diferentes autores mencionados
en esa obra. Lavoisier repitió muchos de los experimentos e incorporó otros. Esto
en especial para el caso de Landriani. En sus notas aparecen las Experiencias
para la conversión del Señor Landriani.

Kirwan leyó el trabajo de los esposos Lavoisier y en junio de 1791 le escribió a


Berthollet: "Finalmente, depongo las armas y abandono el flogisto: sin
experiencias decisivas no podemos sostener un sistema contra hechos probados.
Yo mismo daré una refutación de mi ensayo sobre el flogisto". Berthollet, Monge y
Guyton habían colaborado con Lavoisier en la refutación anterior. Landriani
anunciaba también su abandono de la doctrina del flogisto Joseph Black (1728-
1799) lee las traducciones hechas al inglés en 1789 del Traité élémentaire de
Chimie présenté dans un ordre nouveau et d'aprés les découvertes
modernes (París, 1789) y públicamente declara, que acepta los revolucionarios
cambios introducidos por Lavoisier (Lavoisier, 1990: vi-xxx).

Black escribió a Lavoisier para comunicarle que abandonaba la teoría del flogisto
para "unirse a los seguidores de la teoría de la oxidación" (Berthelot, 1945: pp.
132-133).

En cuanto a la constitución de la materia, Boyle en su artículo El químico


escéptico dio una definición operativa (Brock, 1993: 54-7), o como lo expresara
posteriormente Lémery cuando señala que "Sólo se entiende por principios de
química las sustancias tan separadas y divididas como pueden permitirlo nuestros
débiles esfuerzos" (Dampier, 1972: p. 168).

Lavoisier precisa:

"Si con la denominación de elementos queremos designar las moléculas simples e


indivisibles que componen los cuerpos, es probable que no las conozcamos; si,
por el contrario, damos el nombre de elemento o principio de los cuerpos a la idea
del último término a que llega el análisis" (Berthellot, 1945: pp. 135-136).

Vemos pues que su concepción de la química va ligada a los análisis y síntesis de


la materia, como uno de los fines de esta nueva ciencia que él está ayudando a
fundamentar, si es que no a fundar o refundar. Hay que recordar que también
incursionó en el campo de la química orgánica en la que introdujo la oxidación
total de las sustancias orgánicas haciéndolas pasar sobre óxido de cobre
recalentado. Como los productos que obtuvo fueron agua y anhídrido carbónico
pudo expresar que los alcoholes, los ácidos grasos, los aceites y otras sustancias
combustibles estaban formadas por carbono e hidrógeno y eventualmente por
oxígeno, posteriormente agregaría el nitrógeno (Dampier, 1972: p. 292)

Incursionó también en el campo del calor y rebatió, basándose en sus


investigaciones, algunas de las concepciones que tenían los partidarios del flogisto
(Leicester, 1961: p. 203).

Ya antes del siglo XVII aparecen críticas a los nombres que los alquimistas dan a
productos bastante bien caracterizados. Al aumentar la cantidad de productos "la
necesidad de una nomenclatura química sistemática se hizo sentir desde distintas
formas..." (Crosland, 1998: pp. 139-155)

Morveau trabajó en colaboración con Bergman. Al fallecimiento de éste, se


produce el acercamiento a Fourcroy y Lavoisier. En 1787 es publicado el Méthode
de nomenclature chimique (1787) por Antoine-Laurent Lavoisier (1743-1822),
Louis Bernard Guyton de Morveau (1737-1816), Antoine-François Fourcroy (1755-
1809) y Claude-Louis Berthollet (1741-1822). En esta obra Lavoisier expresa: "Ya
es tiempo de liberar a la química de obstáculos de todo tipo que retrasan su
progreso y de introducir en ella un nuevo espíritu de análisis; hemos probado de
manera suficiente que esta reforma debe llevarse a cabo mediante un
perfeccionamiento en el lenguaje" (citado por Crosland, 1998: pp. 157, 205, 236).
Su obra, publicada en 1787, desencadenó una fuerte controversia en todos los
países de Europa, por cuanto en ella Lavoisier menciona al oxígeno como el
portador de las propiedades ácidas (Bensaude-Vincent, 1997: pp. 347).

Con relación al término "el revolucionario" que se ha aplicado en el título de este


artículo, basta decir que Thomas Kuhn (1970) lo propone como quien encabeza la
revolución científica de la química en su obra La estructura de las revoluciones
científicas. Por otra parte, Jensen (1998) utiliza también el término "revolución" y lo
coloca como líder de la primera de las tres que ha habido en la historia de la
química.

Las contribuciones que hemos revisado hasta ahora, y muchas más, fueron
presentadas en su magnífica obra intitulada Tratado elemental de Química de la
que basta con leer su índice para ilustrar la amplitud y profundidad de los temas
que en ella se presentan (Lavoisier, 1798: pp. 325). Se introdujo en México un año
antes que en España, traducida al español por D. Vicente Cervantes.

Un tercer acercamiento. Lavoisier el hombre público

Al plantear este subtítulo debemos dejar en claro que no se trata de la vida de un


político propiamente. Lavoisier no se dedica a la política, sus reuniones semanales
en el laboratorio y en las comidas con sus amigos y con distinguidos científicos de
su tiempo, así como los múltiples y estrechos lazos con muchos de ellos, se dan
siempre en el ámbito de la química y otras ciencias afines. Sin embargo, sus
cargos públicos lo insertan en las políticas del gobierno (Berthelot, 1945: pp. 26-
28).

Para describir este aspecto de la vida de Lavoisier seguiremos los pasos de


Jonathan Norton Leonard:

"Iniciamos nuestro recorrido estableciendo que Lavoisier dispone de buenos


ingresos, ya que su padre se había casado con una rica heredera. Sin embargo,
parece ser que Lavoisier no vio con malos ojos el incorporarse al cuerpo de
recaudadores de impuestos" (Leonard, 1945: pp. 253).

La Ferme Genérale había sido establecida a comienzos del siglo XIV, cuando el
rey consideró que las finanzas eran todo un problema para el gobierno y decide
vender las rentas del reino a un grupo de banqueros que son facultados para
realizar la recaudación de impuestos. El rey cobraba una prima anual, la que subía
si las recaudaciones habían sido muy buenas en años anteriores, o si el rey
entraba en guerras con sus vecinos, o bien porque el rey necesitaba dar jugosas
pensiones a la nobleza, los grandes prelados de la iglesia o a sus favoritos, que
aumentaban periódicamente. Se concedían monopolios que se vendían cada año
como los de la sal y el tabaco, y se establecían barreras y aduanas entre las
provincias, ya que hasta los nabos y las coles debían pagar impuestos. Como
consecuencia de todo esto, cada año la Ferme estaba obligada a pagar más al
rey, y por lo tanto se estrujaba más y más al pueblo, despertándose así el odio de
éste hacia la Ferme y sus recaudadores. El pueblo estaba desesperado y la
Ferme debía mantener un costoso ejército para proteger a sus recaudadores
(Leonard, 1945: p. 253).

Cuando Lavoisier, en 1768, se incorpora a la Ferme, lo hace consciente de la


extorsión y la corrupción que existe en el sistema, que de por sí ya era malo.
Lavoisier resolvió que esta organización debería ser administrada con honradez y
eficacia. Al poco tiempo compró un tercio de una participación como recaudador
de aduanas en ciertas provincias del occidente de Francia. Su planteamiento era
buscar el bienestar público sin dejar de acrecentar su fortuna personal para llevar
a cabo sus investigaciones científicas, que para él constituían otra forma de
apoyar el bienestar público gracias a las aplicaciones que se le podía dar a la
ciencia (Crosland, 1998: pp. 869). Cabe recordar que el rey encargaba
investigaciones a la Academia, que daban buenos recursos económicos a este
organismo. Las investigaciones más costosas encomendadas a la Academia le
eran asignadas a Lavoisier, y en su laboratorio muchos de sus colegas
dispusieron de los medios necesarios para abordar y resolver gran parte de los
problemas que estaban pendientes o que no se hubieran podido abordar con sus
propios medios (Leonard, 1945: pp. 253-257).

Para la resolución de tales problemas Lavoisier seguía rigurosamente aquello


señalado siglos atrás por Roger Bacon y Boyle y que plasmara como metodología
Descartes. Sólo así se podía experimentar sin ir a perderse en alguna parte.
Lavoisier expresa que:

"Los problemas se deben abordar como un todo, trazando un plan de trabajo bien
definido, previa revisión de cuanto se conoce al respecto, para luego plantearse
las propias hipótesis, el plan de trabajo y el diseño mismo. Él señala: 'La ciencia
no es de un hombre, sino del quehacer de muchos'."

O como diría un hombre de nuestros días, la ciencia tiene historia. Esto mismo lo
lleva Lavoisier a su quehacer en la Ferme, donde forma grandes equipos de
trabajo para que lo apoyen, y combina sus observaciones geológicas de campo
con sus inspecciones de los cobros de impuestos, registrando al mismo tiempo la
vida, en general miserable, que llevaban los campesinos.

Sus éxitos con el monopolio del tabaco, de las aduanas, y la sal, llamaron la
atención del gobierno. De allí que se le encargó mejorar la obtención del nitro,
utilizado para la fabricación de la pólvora, material indispensable para desarrollar
una guerra. Fue nombrado Regisseur des poudres. Pudo así tener a su
disposición los laboratorios del arsenal de la Rue de la Ceriase, donde, además de
montar los mejores laboratorios y de disponer de las mejores balanzas de su
época, dispuso de un lugar para recibir y ofrecer alojamiento a los hombres de
ciencia que frecuentemente llegaban a París, y con los cuales mantenía estrechas
relaciones científicas. Porque Lavoisier expresaba que:

"Los secretos de la naturaleza no pueden ser descubiertos por un solo hombre.


Debemos contar con la colaboración y los esfuerzos unidos de muchas
inteligencias."

¿Cuál era el problema a resolver? El nitro, necesario para elaborar la pólvora, se


obtenía excavando grandes extensiones de la tierra más fértil posible. Lavoisier
estudió el problema y concluyó que el nitro proviene de la materia animal
descompuesta. Terminó proponiendo que se le extrajera de las basuras, del
estiércol de los animales y de los residuos de los mataderos. Logró así las mejores
pólvoras a los precios más bajos. En estos tiempos sus laboratorios trabajaron
intensamente en la síntesis de los nitratos, y estos estudios van incidiendo en sus
ideas que va madurando sobre los óxidos ácidos, los ácidos y la obtención de las
sales. Son varios ejes conductores por los que deambulan y se entrecruzan sus
diversos trabajos de investigación.

En este mismo tiempo (1778), cuando ha hecho la síntesis cuantitativa del agua,
logra captar en la sociedad las señales claras del peligro de una grave explosión
social. El gobierno anticuado seguía otorgando privilegios, a más de los ya
concedidos, a los nobles parásitos, la iglesia decadente y la pléyade de corruptos
favoritos. Y, en la campiña francesa, los campesinos cultivaban la tierra de los
nobles y de la iglesia, que cada vez les exigían más y más. La explotación de los
campesinos era tan tenaz que se llegaba al extremo de que cuando mejoraban las
cosechas aumentaban sus exigencias de pagos, en forma cada vez más
desmesurada.

Lavoisier, desde que ingresó a la Ferme empezó a introducir reformas para


beneficiar a los que menos tenían, controlando a sus recaudadores para que no
los robaran ni los expoliaran, de allí sus continuos viajes a la provincia.

Ese mismo año (1778) compró una hacienda en Frechines (Blois), en el suroeste
de Francia. Habló con los campesinos, y los convenció de que si seguían los
métodos de cultivo que les iba a proponer aumentarían las cosechas, pero que él
no aumentaría las tasas de la recaudación. Es así como introdujo la rotación de
los cultivos y el uso de nuevos fertilizantes, aplicando estas experiencias en los
lotes de tierra de más baja productividad. Posteriormente estuvo entre los
primeros en sembrar papas, importó ganado de España para mejorar la raza, y
distribuyó semillas seleccionadas de trigo. Con esto quintuplicó en unos cuantos
años las cabezas de ganado y duplicó la producción de trigo por hectárea.

Al respecto, Lavoisier decía:


"Tal inversión no representa a la brillante especulación de la compra de la
mercadotecnia, ni el juego de las bolsas públicas, pero jamás se acompaña del
mismo riesgo ni de los mismos reveses". En otra parte agrega: "Una rica y
abundante vegetación, una población numerosa, una imagen de la prosperidad, he
aquí los premios a sus desvelos", los de los propietarios de la tierra, los
inversionistas y los del mismo Lavoisier.

Para 1785 los éxitos que había tenido eran conocidos por mucha gente, por lo cual
es nombrado miembro de un Comité de Agricultura que está organizando el
gobierno. Sus éxitos, no sólo como agricultor, sino sobre todo en el hecho de que
los campesinos alaben su obra, así como sus opiniones y sus propuestas
progresistas, lo hacen chocar frecuentemente con la nobleza y con la iglesia, que
en todas sus propuestas ven atentados contra sus privilegios.

Las terribles cosas que expresa son opiniones como las siguientes: "Sabemos que
el verdadero objeto de un gobierno debe ser aumentar la suma de goces, felicidad
y bienestar de todos los individuos", o bien, denuncia: "Los infortunados aldeanos
gimen en sus chozas, no poseen representantes ni defensores, y sus intereses no
son tomados en cuenta en la creación de departamentos para la administración
del reino" En un informe al Interventor General le dice: "Si el comercio ha sido más
alentado y protegido que la agricultura débese a que la profesión de comerciante
es practicada por una clase de ciudadanos de una categoría más sagaz, que sabe
leer y escribir, que vive en las ciudades y que constituye un grupo cuya voz se
hace oír fácilmente" (Leonard, 1945; pp. 269-273; Berthelot 1945: p. 174).

Hacia 1788 los desórdenes estallaban cada vez con más frecuencia, se incendian
las casas de labor y en los caminos aparecen recaudadores muertos.

El ministro Necker hace un experimento para abatir legalmente las tensiones.


Prescinde de la Corte y convoca a la Asamblea Provincial de Orleáns. Esta
Asamblea se compone de 25 miembros nombrados por el rey y 25 nombrados por
los electores. Lavoisier es incorporado a ella, no por nombramiento del rey, como
le hubiera correspondido, sino por los electores de un distrito vecino a sus
propiedades. Secretario de la Asamblea en la primera reunión, ya en la segunda la
domina. Propone a la Asamblea un sistema de educación para los aldeanos, un
esquema de seguro de vejez para los campesinos y enseñarles métodos más
eficientes en el cultivo de la tierra, la abolición del trabajo forzado y de los
derechos feudales, y además presentó un informe sobre las tasaciones en
general. Es probable que si todo esto hubiera sido aprobado, la revolución no
hubiera estallado. Pero era demasiado tarde.

Necker convocó a los Estados Generales que hacía 165 años no se habían
reunido. Lavoisier marchó a París lleno de ilusiones:

"Ahora, tendremos toda la nación reunida en Asamblea. Podremos hacer borrón y


cuenta nueva, y obrar en justicia para todos, desde el campesino al rey".
Cuando el rey se decidió a ordenar que se reunieran los tres estados en conjunto,
ya era tarde. En esos días corre la voz de que el rey va disolver la Asamblea. El
populacho de París, el 14 de julio de 1789, asaltó y tomó La Bastilla, símbolo de la
tiranía real. La Revolución Francesa se iniciaba y pasarían muchos años hasta
que la nación volviera a estabilizarse.

Todos sabemos de los años turbulentos que siguieron en la lucha por el poder
entre las diferentes clases y grupos. Llegó un momento en que la nobleza, los
banqueros y todos los autonombrados miembros de la aristocracia huyen al
extranjero. Lavoisier, un hombre de la pequeña aristocracia, un idealista
entusiasmado con las posibilidades que se ofrecían para hacer los cambios que él
tanto anhelaba, se quedó. Siguió desempeñando los cargos que tenía,
colaborando con quienes los desempeñaban y avanzando en el campo de la
investigación. Es en estos años que publicó La nueva Nomenclatura (1787) y
el Tratado elemental de química (1789) (Crosland, 1998: pp. 197-210). En esos
años reaparece en su vida Juan Pablo Marat (Berthelot, 1945: pp. 174; 277-281)

Hacia 1791, Marat adquiere gran poder con el apoyo del populacho parisiense. Se
le llama "el amigo del pueblo". Para él, la violencia y el asesinato eran el camino
para acabar con los aristócratas, los ricos, los oficiales del ejército y todas las
autoridades del antiguo régimen. Pero, ¿quién era Marat? Marat era un estudiante
de medicina que abandonó los estudios en los años setenta para dedicarse al
charlatanismo, autonombrándose médico y químico. Cuando presentó un Tratado
sobre el fuego para ingresar a la Academia, el trabajo fue sometido a la
consideración de varios miembros entre otros Lavoisier, quien lo rechazó por
cuanto el trabajo se apoyaba en la teoría del flogisto, y al mismo tiempo contenía
numerosos errores. La Academia por unanimidad rechazó la postulación de Marat.

Ahora, un Marat ensoberbecido con el poder, lanza en 1791 incendiarios ataques


contra Lavoisier, todos los cargos que desempeña se constituyen para él en
pruebas condenatorias. Es así como lo llamó: ladrón de tierras, corifeo de los
charlatanes, aprendiz de químico, discípulo del agiotista Geneves, fermier
générale, regisseur de la pólvora y el nitro, administrador del Banco de
Descuentos, secretario del rey, miembro de la Academia de las Ciencias ...
Termina diciendo: ¡Ojalá lo hubieran colgado de una farola el seis de agosto!

Poco a poco, van quitando sus cargos a Lavoisier. En 1792 la Academia y los
académicos son acusados del delito de "incivismo". Posteriormente se pidió la
expulsión de los miembros "carentes de civismo". Lavoisier se lanza con todas sus
fuerzas a la defensa de sus compañeros, y de la Academia, en general. En el
verano de 1793 es abolida la Academia.

Tal como ya lo señaláramos, Lavoisier, a pesar de estas destituciones, continúa


trabajando en todos esos lugares, en los que tuviera nombramientos.

En noviembre del mismo año, la célebre Charlotte Corday mata a puñaladas a


Marat, pero el daño ya estaba hecho. El 24 de noviembre del mismo año la
Asamblea decretó el arresto de los miembros de la Ferme Genérale que habían
firmado unos arrendamientos de terrenos, entre ellos estaba Lavoisier. Son
conducidos al convento de Port Royal.

El cinco de mayo del año siguiente (1794), los detenidos son conducidos al
Tribunal, cuyo record era que había condenado al 100% de los acusados. El
presidente del tribunal, el terrible Coffinhal, expresó: "La República no tiene
necesidad de sabios, dejad que la justicia siga su curso". Al día siguiente los
prisioneros fueron ejecutados sin ceremonia y sus cuerpos arrojados a una tumba
anónima en el cementerio de la Madelaine. Enterado de esto, dicen que Joseph
Lagrange expresó: "Bastó un instante para cercenar esa cabeza, y quizás un siglo
no baste para producir otra igual". Cabe señalar que Crosland (1998: p. 876) no la
considera verídica.

Quizá como una síntesis del reconocimiento de su obra se podría señalar que sus
aportaciones a la ciencia junto con las de Newton fueron señeras en la apertura de
los horizontes de la ciencia en general y de la Química en particular, al
consolidarla Lavoisier como una ciencia, con todos sus atributos.

Agregar también que una vez terminado el reinado del Terror, apenas unos meses
después de la muerte de Lavoisier, la Asamblea Nacional Francesa rindió
homenaje al patriotismo y al verdadero apostolado social, de quien fuera el
fundador de la granja modelo de Frechines, y devolvió a su viuda todos los bienes
que le habían sido confiscados.
Antoine Lavoisier, el revolucionario químico
que perdió la cabeza en la guillotina por una
disputa científica
 Dalia Ventura
 BBC News Mundo

28 septiembre 2019
"Les bastó solo un instante cortar su cabeza, no bastará un siglo para que surja otra
igual", dijo el matemático ítalo-francés Joseph-Louis Lagrange.
Lamentaba la decapitación de Antoine Laurent Lavoisier, quien
había cambiado para siempre la práctica y los conceptos de la
química forjando un sistema que le daría orden a los caóticos
conocimientos de la alquimia.
Lagrange y Lavoisier vivieron -como escribió Charles Dickens- en
esos que "eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era
el siglo de la locura, era el siglo de la razón"... era el siglo XVIII,
aquel de la Ilustración y, en Francia, de la Revolución, pero
también de lo que hoy conocemos como "El Terror".
Y en esos tiempos, a pesar de sus logros, Lavoisier tenía ciertos
factores en su contra, además de un enemigo muy poderoso.
Antoine et Marie Anne
Antoine y Marie Anne se habían conocido cuando ella tenía apenas
13 años y su padre Jacques Paulze se vio en la necesidad de
casarla rápidamente.
Una baronesa estaba insistiendo en convertirla en la esposa de su
hermano, de 50 años de edad.

Marie se rehusaba a casarse con ese "tonto y ogro". Pero en la


Francia borbónica era difícil negarse a los deseos de una
baronesa.
La vacilación de su padre, socio principal de una firma de
recaudadores de impuestos, comenzó a amenazar su posición con
la compañía tributaria.
Había sólo una solución: no podía casarse con el viejo noble si ya
estaba casada.
Y Jacques Paulze tenía en mente a la persona adecuada: un joven
apuesto y brillante que trabajaba en la compañía de impuestos
llamado Antoine Lavoisier.
Él aceptó y, con gran premura, en una gran ceremonia en
diciembre de 1771 se oficializó el vínculo.
Ese apuesto y brillante joven
Antoine Lavoisier ya se había hecho un nombre, porque además de
recaudador de impuestos había estudiado química.
En aquella época, la ciencia casi siempre era un quehacer de
hombres que, aunque tuvieran otros trabajos, contaban con el
tiempo y los recursos disponibles para dedicarse a ella.
Lavoisier trabajaba jornadas completas pero diariamente le dedicaba tres horas en la
mañana y tres en la noche a la ciencia. Y el sábado era su día favorito pues a su casa
acudían otros científicos y entusiastas a discutir avances y teorías.
Por su trabajo en geología y su plan para proveer luz a las
ciudades grandes, Lavoisier había sido electo miembro de la
Academia de Ciencias de Francia en 1768 cuando tenía solo 25
años.
En la década de 1770 realizó su trabajo más brillante,
descubriendo cómo se queman materiales como la madera.
En la época, se creía que a medida que ardían, liberaban una
sustancia misteriosa llamada flogisto (del
griego phlogistós: 'inflamable').
Se decía que esa era la razón por la cual un tronco en el fuego se
aligeraba a medida que se incendiaba: porque se liberaba el
flogisto. Y se pensaba que los materiales que se quemaban
fácilmente era ricos en esa sustancia.
No es así, dijo Lavoisier.
Por un lado, cuando los metales se calientan, no se vuelven más
ligeros, sino más pesados, declaró. Y argumentó que eso se debía
a que se combinan con un componente del aire: un gas al que
llamó oxígeno.
Lavoisier fue uno de los muchos intrigados por la composición del aire, y uno de los
primeros que la entendió.
En la década de 1780, Lavoisier usó su teoría del oxígeno para
construir un marco completamente nuevo para la química.
Aclaró qué es un elemento químico: una sustancia, dijo, que no
puede reducirse a nada más simple.
Recopiló una lista de no menos de 33 de estos elementos, y
desarrolló métodos para dividir compuestos químicos en sus
elementos componentes y calcular las proporciones relativas de
cada uno.
Además, presentó el sistema moderno de nombres que permite
que las ecuaciones químicas se puedan escribir en un lenguaje
universal que se entienda en todo el mundo.
Lavoisier expuso todo esto en un libro de 1789 titulado "Traité
elementaire de chimie" o "Tratado elemental sobre química", que sentó
las bases para el futuro de esa ciencia.

Marie et Antoine
Marie Paulze y Lavoisier fueron una buena pareja desde el
principio. Aunque no era tan usual en la época, se gustaban.
En vez de conservar el recato mientras su brillante esposo
trabajaba en el laboratorio, Marie Anne entró allí con él, aprendió
química, tomó notas de sus resultados e hizo bocetos de su
laboratorio y equipo.
Lavoisier y su esposa realizaron experimentos sobre respiración significativos para la
medicina, entre 1789 y 1792. Midió la ingestión de oxígeno y la producción de dióxido de
carbono de un hombre y comparó los resultados con datos similares para la quema de
carbón.
Sus habilidades eran invaluables para Lavoisier, sobre todo su
habilidad para leer y traducir, así como para comprender y criticar
textos científicos escritos en inglés.
Y es que Antoine Lavoisier no era el único intentando resolver la
química del aire y la combustión: había otros tras la pista del
oxígeno.
Uno de ellos era su amigo, el químico inglés Joseph Priestley,
quien lo había encontrado primero e incluso había aislado oxígeno
puro, que está mezclado con nitrógeno en el aire pero se puede
separar calentando ciertos productos químicos.
Priestley notó que las llamas ardían más intensamente en oxígeno
puro. Pero para él, era "aire desloglogistizado": aire al se había
quedado sin flogisto, y trataba de recuperarlo de una sustancia en
llamas.
Estudios simultáneos como ese han llevado a los químicos hasta
el día de hoy a debatir quién debe realmente ser considerado
como el descubridor del oxígeno.
De hecho hay historiadores que argumentan que el crédito es del
químico sueco Carl Scheele, quien identificó el oxígeno varios
años antes que Priestley. Desafortunadamente, una carta que le
envió a Lavoisier describiendo su trabajo nunca llegó y su informe
científico se quedó olvidado durante 2 años en una oficina de
imprenta.
El caso es que el ambicioso Lavoisier quería estar a la cabeza y
necesitaba saber qué estaban haciendo sus rivales. Sin embargo,
a duras penas podía leer inglés, así que dependía de que su
esposa tradujera documentos en ese idioma para poder desterrar
el flogisto y reemplazarlo con su teoría del oxígeno.
La historia se les atravesó
Pero estalló la Revolución y los aristócratas y los recaudadores de
impuestos fueron considerados enemigos del pueblo.
Lavoisier era ambas cosas y no se salvó, a pesar de ser un
admirado científico y -en su otra profesión- uno de los pocos
liberales que había intentado agresivamente reformar el sistema
tributario.
Según varios historiadores, la gota que rebasó la copa fue la
denuncia del político revolucionario Jean-Paul Marat.
Marat habían nacido el mismo año que Lavoisier, había estudiado
medicina y viajado por Europa.
En la década de 1770, era un doctor conocido, residente en
Londres, que atendía a la aristocracia, aunque ya era
políticamente activo; en 1774 publicó "Las cadenas de la
esclavitud", atacando el despotismo.
En 1777, se fue a Francia y fue médico del conde de Artis,
hermano del rey Luis XVI, que luego ser coronado como el rey
Carlos X.
Practicar medicina con la aristocracia era rentable, pero
Marat renunció en para convertirse en científico.
El germen del resentimiento
Confiado en que la Academia de Ciencias de París, de la cual
Lavoisier era un miembro exaltado, lo reconocería como un
científico vanguardista, presentó un ensayo sobre la luz,
acompañado de numerosos experimentos, muchos de los cuales
apuntaban a invalidar las teorías ópticas sobre el color de Isaac
Newton.
La Academia Francesa designó una comisión de científicos, que
incluía a Lavoisier, y también al entonces embajador
estadounidense Benjamín Franklin, para investigar el asunto.
Nueve meses más tarde, la comisión llegó a la conclusión de que
los experimentos que replicaron "no prueban lo que el autor imagina que
prueban" y decidió que "no los consideraban aptos para la aprobación o
asentimiento de la Academia".
Las esperanzas de Marat de que lo aceptaran como un par se
desvanecieron y fueron reemplazadas por un profundo
rencor contra la Academia de Ciencias de París y,
particularmente, contra Lavoisier, el más vocal de los miembros
de la comisión.
Pero no pudo hacer mucho hasta que estalló la Revolución y se
convirtió en una figura poderosa.
Fue entonces que se centró en el químico, haciendo circular
folletos denunciando su ciencia, sus antecedentes y todas sus
actividades.
Adoptó además la filosofía de "si no puedes unirte a ellos,
véncelos", liderando un movimiento para disolver la Academia de
Ciencias.
Poco a poco, volvió a su partido y al público contra Lavoisier, justo
cuando la Revolución comenzó a tornarse seriamente peligrosa.
"A moi, ma chère amie!"
El 13 de julio de 1793, Marat estaba escribiendo mientras estaba
en su bañera, que le servía como escritorio improvisado cuando la
incomodidad de una afección crónica de la piel lo limitaba al baño.
Mientras trabajaba, su esposa le informó que tenía una visitante
llamada Charlotte Corday, quien decía tener información
confidencial sobre un grupo de girondinos fugitivos, lo que
despertó el interés de Marat.
Los girondinos eran una rama moderada de revolucionarios que
estaban a favor de la disolución de la monarquía, pero en contra
de la dirección violenta que había tomado la Revolución a manos
de los jacobinos, como Marat.
Al final de la conversación, Corday, una simpatizante encubierta
de Girondin, extrajo inesperadamente un cuchillo y lo enterró en el
corazón de Marat.
Dicen que sus últimas palabras fueron: "A moi, ma chère amie!" o
"¡A mí, mi querida amiga!".
Corday fue arrestada y, aunque en el juicio se defendió diciendo
que mató "a un hombre para salvar a cien mil", fue condenada y
murió en la guillotina a la edad de 24 años.
Como amigo íntimo de Marat y compañero jacobino, el
pintor Jacques-Louis David estuvo encargado de planificar el
funeral y pintar su escena de muerte.
El asesinato de Marat lo convirtió por un tiempo en mártir. Sus
amigos y aliados mantuvieron vivo su rencor contra Lavoisier y lo
arrestaron.
Mientras estuvo cautivo, Lavoisier le escribió a un primo:
"He tenido una carrera decentemente larga y, sobre todo, feliz, y creo que mi memoria
será acompañada de algunos lamentos y, quizás, alguna gloria. ¿Qué más se puede
desear? Este asunto probablemente me salvará de la inconveniencia de la vejez. Moriré
con buena salud".
En 1793 fue tildado de traidor al Estado y sentenciado a muerte. El
8 de mayo de 1794 Antoine Lavoisier fue a la guillotina.
Aunque quizás sea una historia apócrifa, a menudo se cuenta que
cuando los logros científicos de Lavoisier fueron puestos a
consideración como una razón para perdonarlo, el jefe del tribunal
respondió: "La República no necesita de sabios".

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