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Ricardo Piglia Formas breves Formas Breves Ricardo Piglia mw EDITORIAL ANAGRAMA ‘BARCELONA, Toman Das Cero Hotel Almagro 22309332 ssh ‘THEUHVERSITY OF QUEENSLAND LIBRARY Dip Lepa s2129.200 spl, 1, Conc, 19,0804 Balan, Cuando me vine a vivir a Buenos Aire alqui lé una piezaen el Hotel Almagro, en Rivadavia y Castro Barros. Estaba terminando de escribir los relatos de mi primer libro y Jorge Alvarex me ofie- ci6 un contrato para publicatlo y me dio trabajo enla editorial. Le preparé una antologia de la pro- sa norteamericana que iba de Poe a Purdy y con lo «que me pagé y con lo que yo ganaba en la Univer: sidad me alcana6 para instalarme y vivie en Bue- nos Aires. En ese tiempo trabajaba en la edtedra de Introduccién a la Historia en la Facultad de Humanidades y viajaba todas las semanas a La Plata. Habla alquilado una pieza en una pensién cerca de la terminal de émnibus y me quedaba tres dias por semana en La Plata dictando class. Tenia la vida dividida, vivia dos vidas en dos ciu- dades como sifueran dos personas diferentes, con otros amigos y otras czculaciones en cada lugar. Lo que cra igual, sin embargo, era la vida en la pieza de hotel, Los pasills vacios, los cuartos ‘ransitorios, el clima anénimo de esos lugares donde se esté siempre de paso. Vivir en un hotel es el mejor modo de no caer en Ia ilusié de «te- rem» una vida personal, de no tener quiero decir nada personal para contar, salvo los rastros que dejan los otros. La pensi6n en La Plata era una casona interminable convertida en una especie de hotel berteta manejado por un estudiante exé- nico que vivia de subalquila los cuartos. La due- fia de la case estaba internadsa y el tipo le giraba todos los meses un poco de plata a una casilla de correo en el hospicio de Las Mercedes. La pieza que yo alquilaba era cémoda, con un balcén que se abrfa sobre la calle yun techo alisimo, También la pieza del Hotel Almagro te- nia un techo altisimo y un ventanal que daba so- bre los fondos de la Federacién de Box. Las dos piezas tenfan un ropero muy parecido, con dos puertas y estantes forrados con papel de diario. Una tarde, en La Plata, encontzé en un tincén del ropero las cartas de una mujer. Siempre se ‘encuentran rastros de los que han estado antes cuando sc vive en una pieza de hotel. Las cartas cstaban disimuladas en un hueco como si alguien hhubiera escondido un paquete con droges. Esta- ban escrtas con letra nerviosa y no se entendia «asi nada; como siempre sucede cuando se lee la carta. de un desconocido, las alusiones y los so- 10 breentendidos son tantos que se descifran las pa- labras pero no el sentido o la emocién de lo que esté pasando, La mujer se llamaba Angelia y no estaba dispuesta a que la Mevaran a vivir a Tren- ‘que-Lauquen, Se habia escapado de la casa y pa- secia desesperada y me dio la sensacién de que se estaba despidiendo. En la dltima pigina, con ‘otra letra, alguien habia escrito un nuimero de te- léfono, Cuando llamé me atendieron en la guar- dla del hospital de City Bell. Nadie conocta 2 ninguna Angelita. Por supuesto me olvidé del asunto pero un tiempo después, en Buenos Aires, tendido en la cama de la pieza del hotel se me ocurti levantar- ime a inspeccionar el ropero, Sobre un costado, cn un hueco, habia dos carta: eran la respuesta deun hombre las carts dela mujer de La Plata. Explicaciones no tengo. La tinica explicacién posible es pensar que yo estaba metido en un ‘mundo escindido y que habia otros dos que tam- bign estaban metidos en un mundo escindido y pasaban de un lado a otto igual que yo y, por ¢sas extrafias combinaciones que produce el azar, las cartas habian coincidido conmigo, No es raro encontrarse con un desconocido dos veces en dos ciudades, parece mas raro encontrar, en dos luga- se distintos, dos carta de dos personas que es- tén conectadas y alas que uno no conoce. La casa de pensi6n en La Plata todavia est, y todavia sigue ahf el estudiante crénico, que uN ahora es un viejo tranquilo que sigue subalqui- Jando las piezas a estudiantes ya viajantes de co ‘mercio, que pasan por La Plata siguiendo la ruta del sur de la provincia de Buenos Aires. También el Hotel Almagro sigue igual y cuando voy por 4a Avenida Rivadavia, hacia la Facultad de Flo- sofla y Letras de la calle Puén, paso siempre por ta puerta y me acuerdo de aquel tiempo, Enfren te esth Ia confieria Las Violetas. Por supuesto hay que toner un bar tranquiloy bien iluminado ceteasi uno vive en una pieza de hotel Notas sobre Macedonio en un Diario 5.VL62 Carlos Heras habla de Macedonio Femén- ddez, inesperadamente, en un seminatio sobre la anarquia del afo veinte. Lo conocié en Misiones cuando Macedonio era fiscal en el Jurgado Le- trado de Posadas. «Habria que hacer una invest- sgacién», dice Heras, esobre los argumentos y las acusaciones de Macedonio como fiscal. Ninguno de los re0s acusados por I resulté condenado.» Recordaba el caso de un hombre que habia asesi- nado a sus dos hijas con una navaja, primero a tuna y dos horas después a la otra, que por su- puesto estaba casi desmayada de tertor, y las ha- ba encerrado en los fondos de una iglesia porque cra tierra bendita. «Macedonio logré construir tuna acusacién que hace casi innecesaria la conde- na» Heras dijo que el argumento de Macedonio consistié en sostener que el hombre habia mata- do a sus dos hijas, una de doce y otra de caroree, 15 porque no queria verlas condenadas a repeti la Vida de su madre, que habia terminado loca, ni {a de la hermana mayor, Elisa Barrios, una cono- cida cancionista popular. El hombre habia plane- ado matarse pero no tavo valor © no lo consi- guid, a pesar, dijo Macedonio, de que tats de ahorearse con un alambre de pias. El hecho de que hubiera usado un alambre de puis se habta convertido en un elemento central en la presen- tacién de Macedonio. El profesor Heras no re- cordaba bien los contenidos del razonamiento pero veia con nitidez, dijo, Ia sala del tribunal y la figura enjuta y clara de Macedonio argumen- tando frente a un mundo eseéptico que habia ido para oftlo, El profesor estaba casi seguro de que cl asesino de las hija habia sido absuelo 0 habla recibido una pena simbélica. De un modo muy clegante Heras conecté el trabajo de Macedonio como fiscal en Misiones con los problemas de doble legalidad que se habian presentado en Buenos Aires el dla de ls tes gobernadores. 12.V1.62 +A Macedonion, me dice el profesor Heras mientras slimos de la facultad y caminamos por Ia calle 7 hacia Ia estacién de trenes, le gustaba evitar los contactos indeseados. Queria permane- cer aparte, Creo que no le gustaba dar la mano.» 16 Por otro lado parece que reflesionaba sobre su ‘cuerpo més de lo que era habitual entre los inte- Jectuales de su tiempo. «Sin embargor, dijo el profesor, «las mujeres se le entregaban con’ una facilidad asombrosa, sin ofrecer ln menor ress- tencia, En fin, antes de sin embargo habria que deci, dijo dl profane Huse are ae Macedonio no le gustaba hacer planes sobre el futuro ai que le lamaran la atencién sobre las boellezas naturales. Ya es bastante dificil, decta, caprar los verdaderos momentos eriticos. Mien tras ef en cntra en la estacién y la gente se amontona para subir, el profesor me recomienda que busque en la biblioteca de Ia facultad el sjemplar de Una novela que comiensa porque te- ‘ne notas manuscritas del mismo Macedonio Fer- néndez. 14.V1.62 La edicién de Una novela que comienza fue donada por alguien, quizé por Virasoro. Tiene tuna dedicatotia («A Benjamin Virasoro, porteho metafisico, con total amistad, Macedonio Fer- ‘ninde2) y en la dltima pégina estas notas escritas por Macedonio con su letea microscépice: #Son hombres pequefos (lisicamente: figi- kes) (achado y escrito artiba: esmiriados), como Por ejemplo Raskélnikov, que pesaba 58 kilos, 7 © Kant (1,60) 0 ese jockey japonés que vi una tarde en unas cuadreras en Lobos, con un im- pulso pargicular nacido mitad del vulcanismo y mitad dela apatia. En el campo de las relacio- nes sociales son perfectamente carentes de inte- ss. Por lo comtin son aszz tranquiles, legantes y tranquilos, por cierto que no pueden llevar 2 término todo de una sola ver. Es necesario, di- cen, saber ser lento, se debe saber callar. Valéry por cjemplo se mantuvo en silencio durante veinte aos, Rilke no eseribié ni un poema du- ante catorce afios, después aparecieron las cle- fas de Duino.» Abajo y al costado: «Nada. El artista esté solo, abandonado al s- lencio y al tidiculo. Tiene la responsabilidad de si mismo. Empiezan sus cosas y las lleva a término, Sigue una vor interna que nadie oye. Trabajan solos, los liicos; siempre trabaja solo, el Itico, porque en cada decenio viven siempre pocos ‘grandes lirics (no més de tes o cuatro) dispersos en distintas naciones, poetizando en idiomas va- Fios, por lo comiin desconocidos unos para los otros: esos phares,faros como los llaman los fran- ceses, esas figuras que iluminan la lznura, los campos, por largo tiempo pero permanecen ellos en as tinieblas. (Es un decir de Gotttied Benn)» «Bnvejecen. Knut Hamsun vivié hasta los 18 noventa y tres afios pero terminé su vida en un hospicio. Interesante también Ricardo Husch, que vivié hasta los noventa y uno y se suicidé (Lagerlof 82, Voltaire 84). Los viejos son peligro- sos: completamente indiferentes al futuro, Atar- ddeceres dela vida, jesos atardeceres de la vida! La ‘mayor parte en la pobreza, con tos, encorvados, toxieémanos, borrachos, algunos incluso crimi- rales, casi todos no casados, casi todos sin hijos, casi todos en el hospicio, casi todos ciegos, casi todos imitadores y farsantes.» En ka otra pagina: Cuando el contrabandisea Oskar Van-Velde sald desde el puente Barracas (jo fie desde el cilificio Ale?) dej6 un miserioso mensaje: A site mil trescientos metros sobre el nivel del mar, tal es el confin de la muerte, un kilémetco més y ha- bremos legado. El vajero mira hacia absjo. Una buena noticia, digo yo (scribe Macedonio), ni auriba, ni abajo, el centro arruina todo, aguja smagnética y roa de los vientos fuera de cuestibn, pero el conformismo crece y se refuerza. Para evi. tar el contagio en esta sociedad que agoniza co- rrofda pot Ia avider de dinero y de honores, hay que aislarse de ls corrientes del medio e ignorar- Jas: no entender por qué las creencias dominantes son lo que son.» 19 (Eseas notas fueron escritas por Macedonio, segiin parece antes de regular el libro.) 6.V1.65 Anoche, en Los 36 billares, discusién sobre el estilo de Macedonia, Se trata de un estilo oral, aunque parezca su andlesis. La forma de la ora- toria privada, que supone un eirculo de interlo- cutores bien conocidos, con los que se manejan todos lo sobreentendidos. La presencia real del coyente define el tono y las elipsis. Prueba de que Ja oralidad es antes que nada musical y vende a Ia ilegiblidad. Analizar los discursos de Macedo- nio en las cenas de la revista Martin Fierro: cl es- cenatio de su estilo. Sobre ese espacio se cruzan los neologismos, as alusiones, la jerga filos6lica, el placer barroco de las incidentales. Ademés digo, anoche, que el escrtor més préximo a Ma- cedonio Fernénder es el padre Castafeda: la for- rma del panfleto la diatriba, el gusto por el es- ‘céndalo, la violencia satitica de la polémica, todo «es0 es convertido por Macedonio en estilo inti- ‘mo, en mtisica de cémara, En Macedonio la oralidad nunca es lexical, se juega en la sintaxis y en el ritmo de la fase, ‘Macedonio es el esritor que mejor escribe el ha- bla, desde José Herninder. 20 2.X1.67 EI pensamiento negativo en Macedonio Fer- nindez. La nada: todas las variantes de la nega~ cién (paradojas, nonsense; antinovela, antirrealis- mo). Sobre todo la negatividad lingiistica: el placer hermético, El idiolecto, la lengua cifrada y petsonal. Creacidn de un nuevo lenguaje como ‘utopfa maxima: escribir en una lengua que no cxiste El frasco macedoniano; los verbos en infi- nitivos el hipérbaton. La sintaxis arceizante del habla popular. «Una gramitica oniticar, dice Reni, «En eso se parece a Gadda. La oratoria criolla como pastiche. La payada filos6fica. Un guitarrero, Eras, dice Renzi, «un guitarrero. Por ‘0 se sacaba todo el tiempo foros con tna guica- ra, no porque la supiera tocar, sino para decir, de'un modo discreto que sélo le inteesaba set ‘un guitarrero argentino. ;O not, dice Renzi «St. &¥ qué mejor? Payador y guitarrero, a mucha honta.» 12.11.68 Una de las aspiraciones de Macedonio era convertrse en inédito. Borrar sus huellas, se lei- do como se lee a un desconocido, sin previo avi- so, Varias veces insinué que estaba escribiendo tun libro del que nadie iba a conocer nunca tna 21 péigina. En su testamento decidié que el libro se publicara en secreto, hacia 1980. Nadie debfa sa- ber que ese libro era suyo. En principio habta pensado que se publicara como un libro an¢ mo. Después pensé que debia publicarse con el nombre de un escrtor conocido. Atribuir su li- bro a otro: el plagio al: revés. Ser leido como si tuno fuera ee escrito. Por fin decidié usar un seudénimo que nadie pudicra identificar. Fl i- bro debia publicarse en secreto. Le gustaba la idea de trabajar en un libro pensado para pasar inadverido Un bro perdido cn el mar de bs bros fururos. La obra maestra voluntariamente dlesconacida. Cifrada y escondida en el porvenir, como una adivinanza lanzada a la historia La verdadera legibilidad siempre es péstuma, 14.VI—IL.68 Releo el Diario excrito on la Eetancia. Mace- donio lo escribié entre enero y marzo de 1938, en La Suficiente, de Pilar. Anotaciones cotidianas absoluramente excepcionales, mezcladas con su lectura de Schopenhauer, «Yo soy el que mejor ha sentido el asombroso desamparo de su lenguaje en sus relaciones con el pensar. En verdad, me Pierdo en mi pensar como quien suefa, como quien entra sibitamente a su pensamiento. Yo soy el que conoce las dlicias de la pérdida.» En 2. «ste Diario e entiende por qué el escritor no pue~ dellevar sino el diario de la obra que no escrbe. 2N.71 La poética de la novela. Polémica implicita de Macedonio con Manuel Galvez. Ahi estin las dos tradiciones de la novela argentina. Galvez es su antitesis perfecta: el escritor esforzado, «s0- cials, con éxito, mediocre, que se apoya en el sentido comin literati. Hasta que Witold Gombrowicz no llega a la ‘Argentina se puede decir que Macedonio no tiene2 nadie con quien hablar sobre el arte de hacer nove- las. Transatldntico, novela argentina, ya es una no- vela macedoniana (para no hablar de Ferdydurke) A pantie de Gombrowicr se puede leer a Macedo- tio, Mejor, Gombrowice deja leer a Macedoni 4N.71 En 1938 se propone «publicar la novela en follerin en Critica principalmente, o La Naciéns Movimiento tipico dela vanguardia:aislamiento, ruptura con el mercado y a la ver fantasfas de en- traren los medios masivos. Estudiar esa estrategia (siempre fracasada) es entender la tensién interna 2B de la forma en su novela (los prélogos didécri- os), La vanguardia es un género, Macedonio Jo sabia bien. Un escritor aribista, decia, es el que todavia no ha arribado, :No es de todos modos exraordinario que se le haya ocurtido pensar el ‘Museo de la novela de la Eterna como un folletin? Macedonio empieza a escribir el Musco en 1904 y trabaja en el libro hasta su muerte. Du- rante casi cincuenta afios se entierra metédica- mente en una obra desmesurada, El ejemplo de Musil, El hombre sin cualidades. Un libro cuya concepcién misma excluye la posibilidad de dar- Ie fin, La novela infinita que incluye todas las va- riantes todos los desvios; la novela que dura lo ‘que dura la vida de quien la escribe. 9.NIL71 En el Diario argentino de Gombrowicz des- cubro una nota sobre Macedonio que después ya no piiedo volver a encontrar (como si nunca hu- beta estado), «Hay un tartamudeo propio del lenguaje argentino que me llena de una extrafia cxaltacién, Es un ritmo més 0 menos ast: da, da, do da, da, que es interno alas palabras mismas y tno se da slo entre palabra y palabra, Una letra ‘on otra chocan como guijarros en una lata. Ma- cedonio Feméndez es el tinico que ha sabido ‘transmitir es¢ toctoe, toetoc, roctoc, del galope 24 tiza esa colocacién secundaria con lucider y sar- casmo: «¢Qué era mi obra... Existia 0 no pasaba de ser una ficcidn colonial, una de esas pobres re- alizaciones que la inmensa sandez del terrufo en- diosa a fata de algo mejor’ La pregunta del ex titor fracasado es el fantasma que recorre la literatura argentina. ‘VIERNES La escritura esté en el origen de la division del trabajo, segsin Lévi-Strauss, No hay escricura sin opresidn, sin desigualdad social, no hay eseri- tra sin Estado, Pero la eseritura es vista también ‘como el origen del espiritu de rebeldia: «Enton- es empecs a difndirse el rencor de quienes se agotaban trabajando para otros (escribe Li Po, 98 ita Exiemble); tan ingenioso arte tendia directa- ‘mente a socavar las prebendas y los privilegios y cl espirtu de los poderosos.» ‘A.su vez Simone Weil sefiala ala vor. femeni ‘na como opuesta ala tradicién escrita: el archivo de la memoria se construia en el cuerpo de la mujer en contra de la escrieur, ligada, desde su corigen, a las tdenicas del Estado, a la comunica-

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