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Universidad Veracruzana

REPORTE DE INVESTIGACIÓN

“ENFERMEDADES PARASITARIAS CONGÉNITAS”

Integrantes:
Flores Otapa Samanta
León Cruz Carlos Eduardo
Mendo Simbrón Judith Isaura
Palacio Quino Samadhy Libertad
Pantoja Estrada Crystal

A 29 de noviembre de 2023, Veracruz, Ver.


OBJETIVO
Identificar los parásitos más comúnmente asociados a la transmisión congénita, además de
conocer los factores de riesgo específicos que aumentan la probabilidad de transmisión y
deceso de los neonatos a causa de esta infección contagiada de madre a hijo, evaluando la
sintomatología, los métodos de diagnóstico, y analizar las opciones de tratamiento
disponibles que han mostrado mayor eficacia.

METODOLOGÍA
Se buscaron artículos relacionados con las enfermedades de toxoplasmosis (Toxoplasma
gondii), enfermedad de Chagas (Trypanosoma cruzi) y la malaria o paludismo (Plasmodium
spp.) y otros en el buscador especializado de Google Académico y PubMed. Las palabras
claves utilizadas para la selección de los artículos fueron “factores de riesgo”, “diagnóstico”,
“pruebas diagnósticas” y “tratamientos”. Se buscaron un total de 9 artículos sobre las tres
enfermedades.
De cada uno de los artículos seleccionados se realizó un resumen con lo más relevante
teniendo como guía las palabras claves antes mencionadas, mismos resúmenes que se
colocaron en el apartado de resultados. Artículos relacionados con otros parásitos o agentes
etiológicos fueron excluidos.

RESULTADOS
TOXOPLASMOSIS (Toxoplasma gondii)
La toxoplasmosis es una zoonosis parasitaria de la cual se estima que más de un tercio de la
población humana está infectada.
Existen dos situaciones de suma relevancia médica y es la infección aguda en la embarazada
y la reactivación en pacientes inmunodeficientes. La incidencia global de toxoplasmosis
congénita (TC) se calcula en 190 000 casos por año y sucede en un tercio de los niños que
nacen de madres que adquirieron el protozoo durante la gestación. (Durlach, 2021).
Factores de riesgo
El principal portador del parásito es el gato. El contacto con heces de gato infectadas,
especialmente en el caso de limpiar la caja de arena, puede aumentar el riesgo. La carne cruda
o mal cocida, especialmente la carne de cordero, cerdo y ternera puede contener quistes de
Toxoplasma gondii, aumentando el riesgo de infección. Consumir alimentos o agua
contaminados con heces de gato infectadas puede ser una fuente de infección.
La manipulación de tierra o arena sin guantes, especialmente si está contaminada con heces
de gato infectadas, puede exponer a las mujeres embarazadas al parásito. Las mujeres
embarazadas con sistemas inmunológicos debilitados tienen un mayor riesgo de transmitir la
infección al feto. Viajar a regiones donde la toxoplasmosis es más común es otro factor que
puede aumentar el riesgo de exposición al parásito.
Es importante que las mujeres embarazadas tomen precauciones, como cocinar
adecuadamente la carne, lavar bien frutas y verduras, evitar la manipulación directa de heces
de gato si se conviven con estos animales.

Pruebas diagnosticas
La historia clínica de la madre, incluidos los posibles factores de riesgo y síntomas de
infección, es fundamental. El examen físico del recién nacido puede revelar signos de
infección, como hepatomegalia, esplenomegalia, ictericia, etc.

Los métodos utilizados para el diagnóstico de toxoplasmosis congénita se pueden agrupar de


dos maneras, directos e indirectos. Las técnicas empleadas son, observación en fresco,
tinciones citológicas, estudios histopatológicos, prueba de Reacción en cadena de polimerasa
(PCR) y cultivos celulares. (Durlach, 2021). Los métodos directos, son lo que van a
identificar la presencia del parasito o el ácido nucleico parasitario en muestras de tejidos y/o
en fluidos. (Durlach, 2021).

Se puede intentar el cultivo de tejidos (como líquido amniótico) para aislar y cultivar el
parásito, aunque esta técnica es menos común y lleva más tiempo o y tomar medidas de
higiene general para reducir el riesgo de infección por toxoplasmosis congénita.

La PCR es el diagnóstico de certeza de infección fetal se realiza en líquido amniótico, sangre


u otros tejidos del feto, que serán obtenidos a partir de la semana 18 de gestación. La
presencia de ADN en LA y la conversión serológica con alteraciones ecográficas, confirman
la infección fetal. (Durlach, 2021). La PCR también puede emplearse en la sangre del recién
nacido para confirmar la infección.

Por otro lado, tenemos a los métodos indirectos, estos son los que recurren a pruebas de
laboratorio para poner en evidencia a los anticuerpos específicos. Estos comprenden las
pruebas serológicas: IgG, Test de avidez, IgM, IgA e IgE. (Arguello,2020). Se realizan
pruebas para detectar la presencia de anticuerpos contra Toxoplasma gondii en la madre y el
recién nacido. La serología materna puede incluir pruebas de IgM e IgG para evaluar la
infección activa o pasada. En el recién nacido, la detección de IgM puede indicar una
infección reciente.
En la primera semana posterior a la infección son detectables los anticuerpos en las IgM, IgA
e IgE. Los primeros anticuerpos IgG detectables están dirigidos a los antígenos de membrana
del parásito y luego hacia los antígenos intracitoplasmáticos.
La IgA específica tiene una duración breve y puede detectarse hasta siete meses de la
postinfección. En el caso de la IgE es más difícil de detectar porque la duración es breve,
desaparece a los tres meses y su hallazgo es un indicador específico de infección reciente.
Además, estas pruebas son recomendadas como método de tamizaje de TC, entonces toda
aquella mujer gestante debe realizarse IgG e IgM de acuerdo con la semana de gestación que
se encuentre.
En el primer trimestre estas pruebas van a determinar si la gestante presento en algún
momento contacto con el parásito. Por otro lado, si la IgM es reactiva en gestantes de 16
semanas se procederá a realizar el test de avidez, mientras que, en mayores de 16 semanas
de gestación, se procede a realizar IgA. (Rueda-Paez,2019)
Un valor de IgG e IgM negativos indicaría ausencia de infección previa.
Un valor alto de IgG e IgM positivas podría deberse a una infección reciente o con varios
meses de evolución.
La IgG es baja y la IgM es negativa, hasta la semana 16, es indicador de una infección previa
a la concepción.
Si la IgG es alta y la IgM positiva es indicación de un test de avidez de IgG.
Si el resultado de la avidez tiene un valor alto se considera una infección de más de cuatro
meses de evolución.
Si el resultado de la avidez por la IgG es bajo indica una infección reciente. (Durlach,2021)
En recién nacidos, se lleva a cabo la prueba de Western blot para diferenciar los anticuerpos
de la madre y del recién nacido. (Arguello,2020)
Tratamiento
Se aconseja el tratamiento específico en todas las embarazadas con toxoplasmosis aguda o
con fuerte sospecha, el objetivo es disminuir la tasa de transmisión vertical y evitar o reducir
el daño intraútero. Asimismo, los niños con TC confirmada dentro de las primeras semanas
de vida deben recibir tratamiento hasta los 12 meses de edad. (Durlach,2021)
Los fármacos de primera línea (espiramicina, pirimetamina y sulfadiazina), son utilizadas
para el tratamiento de la infección aguda, las cuales van a actuar sobre la forma activa del
parasito, es decir sobre el taquizoito, pero no tienen actividad ante los bradizoítos que se
encuentran presentes en los quistes. (Durlach,2021)
Espiramicina, actuara sobre los ribosomas parasitarios, inhibiendo la síntesis proteica. Esta
recomendada hasta las 18 primeras semanas de gestación. La dosis adecuada es 1 gramo cada
ocho hora. (Durlach,2021)
Pirimetamina, se une e inhibe de manera irreversible a la enzima dihidrofolato reductasa del
protozoo. Dosis recomendadas en adultos para los primeros días, es 100 mg/día. La dosis
diaria es de 25 a 50 mg/día hasta el parto. En los niños, la dosis de ataque es de 2 mg/kg/día
por dos días y la de mantenimiento de 1 mg/kg/día. (Durlach, 2021).
Sulfadiazina, la dosis recomendada en el niño es 75 mg/k/dosis, por única vez, como dosis
de carga, seguida de 50-100 mg/kg/día repartidas en dos o tres tomas, acompañados de
líquidos para asegurar una buena diuresis y evitar la cristaluria. En el adulto la dosis estándar
es 4 g/día, repartida en cuatro tomas diarias. (Durlach, 2021).
Ácido folínico, la dosis es de 15 mg se da tres veces por semana, hasta una semana después
de finalizar la pirimetamina. Inhibe la acción antifolatos de la pirimetamina, sin afectar la
acción inhibitoria de la pirimetamina en el parásito. (Durlach, 2021).
Es importante mencionar que el tratamiento de la TC tiene el objetivo de evitar que la
enfermedad progrese (Durlach, 2021) por lo menos hasta que el sistema inmune madure y
sea capaz de controlar la infección.

MALARIA (Plasmodium spp.)


La malaria es una enfermedad producida por el coccidio Plasmodium spp. que se transmite
por el mosquito hembra del género Anopheles. Esta infección durante el embarazo
incrementa los riesgos de presentar complicaciones y aumentando la morbi-mortalidad en el
binomio madre-feto, sobre todo en zonas tropicales, donde la infección es más común
(Núñez, 2023) (Paquisse, 2020).
Existen más de 175 especias de Plasmodium, sin embargo, solo son cuatro las que causan
infección al humano, de las cuales P. falciparum y P. vivax son los principales agentes
etiológicos de las complicaciones de la malaria en el embarazo, existiendo una mayor
susceptibilidad a la infección en mujeres primerizas y en el segundo trimestre del embarazo,
agregando además la inmunosupresión secundaria al embarazo. Las mujeres con partos
previos tienen un riesgo menor por el aumento de anticuerpos adquiridos (Ruíz, 2018).
Manifestaciones clínicas
La malaria en el embarazo puede ser grave o no, esto depende de la inmunidad materna y de
la zona geográfica en donde habiten las gestantes. El período de incubación varia de 7 días a
meses, posterior a la picadura del mosquito, todo depende de la inmunidad y uso de
medicamentos profilácticos.
La sintomatología inicial suele ser inespecífica, destacando la fiebre, escalofríos, cefalea,
malestar y debilidad generalizada, náuseas, vómitos, diarrea y dolor abdominal, incluso, las
pacientes pueden ser asintomáticas. En cambio, la presentación grave en las embarazadas, tal
como define la Organización Mundial de la Salud (OMS), se caracteriza por uno o más de
estos criterios: deterioro neurológico, anemia normocítica grave, lesión renal, síndrome de
distrés respiratorio agudo, hipotensión, hipoglicemia, coagulación intravascular diseminada,
acidosis, ictericia, hemorragias espontáneas, hemoglobinuria, edema agudo de pulmón
convulsiones generalizadas a repetición, malaria cerebral, y parasitemia mayor a 5 % (Núñez,
2023).
Las embarazadas, al tener un estado de inmunosupresión, son más propensas a padecer de
secuestro parasitario por parte de la placenta, esto incrementa el riesgo de presentar malaria
grave, y por ende aumenta las complicaciones materno-fetal. Es una de las principales causas
de mortalidad materna, así como aborto espontáneo, retraso de crecimiento o muerte
intrauterina, parto prematuro, bajo peso al nacer y anemia en la madre, el riesgo es dos o tres
veces mayor que aquellas mujeres no gestantes (Paquisse, 2020).
En la placenta se encuentran eritrocitos parasitados, leucocitos y depósitos de fibrina en el
espacio intervelloso y se presenta una membrana basal del trofoblasto anormalmente más
gruesa. El depósito de fibrina se debe al daño epitelial lo que causa necrosis junto con la
pérdida de vellosidades debido a la disminución del peso de la placenta. El parásito llega a
la placenta por la unión de una proteína de membrana eritrocitaria llamada VAR2CSA con
receptores de membrana llamados condroitín-sulfato A, que se encuentra en el parásito, lo
cual le permite adherirse a los sincitotrofoblastos de los espacios intervellosos de la placenta
(Núñez, 2023).
La anemia durante muchos años fue indicador clave para el progreso y control de la malaria,
es la complicación que causa más mortalidad en la malaria. La anemia severa ha sido
identificada como la causante de muerte en la embarazada, puesto que provoca fallas
cardiacas y choques y aumento en la mortalidad del neonato por la hemólisis provocada tras
la liberación de los merozoitos (Paquisse, 2020).
Diagnostico
El método más clásico y ampliamente utilizado para diagnosticar infecciones maláricas es la
microscopía, sobre todo para P. falciparum, ya que la baja parasitemia que acompaña a las
infecciones por P. vivax dificultan el diagnóstico. Una vez que se toma la muestra de sangre
periférica, generalmente de la punta de los dedos, esta se tiñe con la tinción de Giemsa, y se
examina bajo aceite de inmersión, evidenciando la presencia de los eritrocitos parasitados.
En las gestantes, se recomienda realizar tres gotas gruesas y, por lo menos, una durante los
picos febriles. Asimismo, a los neonatos de madres con infección palúdica se les debe realizar
una gota gruesa al momento del parto, tomando dos muestras: una de la cara materna
placentaria y otra del cordón umbilical. Posteriormente, a ese niño se le debe realizar una
semanal durante 28 días (Núñez, 2023). Se recomienda realizar gota gruesa de sangre de los
espacies intervellosos placentarios, ya que tiene mayor sensibilidad diagnostica.
También existe la prueba rápida, estas pruebas son más sensibles a parasitemias mayor a 20
parásitos/µl, la mayoría de estas pruebas inmunocromatográficas, son tiras de nitracelulosa
que contiene anticuerpos antiproteína 2 rica en histidina, lactato deshidrogenasa y aldolasa.
Estos son antígenos que pueden ser específicos para P. falciparum. Cuando se produce la
reacción antígeno-anticuerpo, se captura en su fase móvil que produce una línea visible y
coloreada, lo que indica que existe infección malárica.
Prevención y tratamiento
Debido a que la madre y el feto presentan una alta susceptibilidad a padecer las
complicaciones de la infección es de suma importancia tratar a las embarazadas con la mayor
antelación posible, pero también se deben tomar medidas preventivas como los son: el uso
de mosquiteros impregnados con piretrina y de repelentes apropiados y autorizados para uso
de gestantes, uso de camisas de manga larga, pantalones y la abstinencia de viajes a zonas
endémicas.
La OMS también recomienda el uso de sulfadoxina piremetamina intermitente, pero
solamente en países con prevalencia elevada. En caso de no contar con estos, el uso
combinado de dihidroartemisinina-piperaquina podría ser un sustituto adecuado para los
mismos (Núñez, 2023).

ENFERMEDAD DE CHAGAS (trypanosoma cruzi)


Esta enfermedad es una zoonosis causada por el parásito T. cruzi transmitida por el vector
conocido como “vinchunca”. Se estima que el 22.5% de las infecciones producidas se dan
por transmisión congénita.
La enfermedad de Chagas congénita es una enfermedad en etapa aguda que se da en el recién
nacido. Muchos de estos neonatos afectados son asintomáticos. Todos los lactantes con esta
enfermedad congénita que no son detectados a tiempo están en riesgo de desarrollar una
miocardiopatía de Chagas potencialmente mortal, al igual que las madres. Se estima que en
América Latina nacen anualmente 8,668 bebés con esta enfermedad (Montgomery, 2021).
Manifestaciones clínicas
Se estima que la alta tasa de transmisión se da cuando las mujeres tienen una infección aguda
y/o presenta una infección reactivada. Las mujeres que fueron infectadas con T. cruzi antes
del embarazo y estuvieron expuestas al VIH o recibieron tratamientos con inmunosupresores
durante el embarazo, transmitieron esta infección con mayor frecuencia. (Lizette Ríos, 2020)
Esta enfermedad se clasifica en dos tipos:
• Forma intrauterina: el parásito se transmite al feto durante el embarazo. La
sintomatología puede aparecer al nacer o en los primeros meses de vida.
• Forma perinatal: el parásito se transmite al feto durante el parto o lactancia. La
sintomatología puede aparecer en los primeros meses de vida o durante la infancia
(Dia Lujan C, 2012).
Alguna de las manifestaciones clínicas ligadas a la presencia de esta enfermedad son las
siguientes:
Invasión del trofoblasto con parasitemia de alto grado puede causar inflamación de la
placenta y velitis, áreas de destrucción y necrosis del trofoblasto. La presencia de estos
hallazgos puede ser un signo de alarma pues la enfermedad puede causar la pérdida del feto,
muerte fetal o parto prematuro, a menudo con un desenlace fetal. La transmisión en una etapa
temprana de gestación aumenta el riesgo de aborto espontaneo y después de las 22 semanas
de gestación aumenta el riesgo por muerte fetal o que el lactante nazca infectado.
En mujeres gestantes con infección crónica y parasitemia de bajo grado, la vilitis será menos
marcada o no será observada, aquí los parásitos pueden ser raros o no ser visibles en el
trofoblasto extravelloso. Los signos incluyen corioamnionitis y funisitis por infiltración de
neutrófilos y linfocitos en las membranas que rodean al feto y al cordón umbilical.
La CCD ha sido asociado con fetos que han sido infectados que nacen con un bajo peso,
puntuación de Apgar baja, síndrome de dificultad para respirar, hepatomegalia con o sin
esplenomegalia es uno de los marcadores más comunes y en algunos bebés puede presentarse
acompañada de anemia, trombocitopenia o petequias.
Los recién nacidos con infección más grave presentan neumonitis, miocarditis, hidropesía
fetal o meningoencefalitis. Como hallazgos oftalmológicos se incluyen vitreitis y renititis.
Estos también pueden presentar derrames pleurales o pericárdicos (Morven S. Edwards,
2019) (Lizette Ríos, 2020).
Datos actualizados recientemente muestran que el 29% de los bebés nacidos contagiados
presentaran síntomas clínicos relacionado con enfermedades cardíacas agudas. Algunos
neonatos pueden no presentar sintomatología durante su infancia, más no están exentos de
desarrollar trastornos digestivos y neurológicos o miocardiopatía crónica a medida que
crecen (Lizette Ríos, 2020).
Diagnostico
Para los bebés nacidos de madres que contrajeron esta zoonosis y aquellos que presentan
signos clínicos que sugieren la presencia de la enfermedad de Chagas, deben ser sometidos
a diferentes pruebas que coadyuven en la detección de esta enfermedad, como lo son las
siguientes:
• Una de las pruebas de rutina más utilizadas es la detección microscópica de
tripomastigotes en un frotis de sangre periférica o de capa leucocitaria, sin embargo,
se necesitan de múltiples extracciones de sangre y es de sensibilidad baja.
• PCR convencional o qPCR se puede realizar desde el nacimiento, esta amplificara el
ADN Tc mediante una muestra de sangre del cordón umbilical o periférica del recién
nacido, aunque esta prueba suele ser costosa es una de las pruebas más eficaces ya
que tiene una alta sensibilidad y especificidad, al igual que ayuda en la detección
temprana de la enfermedad.
• Hemocultivo para este se necesita una muestra de sangre del cordón umbilical o
periférica, se realiza un cultivo de Tc en medio LIT o medio a base de sangre agar,
una de sus desventajas es el tiempo de espera para obtener un resultado positivo pues
puede tardar de 2 a 3 meses, sin embargo, es de alta sensibilidad.
• Prueba serológica, esta se puede realizar después de los 8 meses se pretende detectar
anticuerpos anti-Tc mediante ELISA, HAI, IFA (Lizette Ríos, 2020).
También se recomienda que en bebés nacidos de una madre infectada por T. cruzi cuyo
resultado por PCR fue negativo en las primeras semanas de nacido deben ser sometidos a
nuevas pruebas entre las 4 y 6 semanas de vida para descartar la ausencia de la infección, ya
que la carga parasitaria aumenta en las semanas posteriores del nacimiento y alcanza un grado
máximo entre 1 y 2 meses de edad (Morven S. Edwards, 2019)
Prevención y tratamiento
La CDC recomienda que las mujeres que están en riesgo de contagiarse por la enfermedad
de Chagas se sometan a pruebas de detección de infección antes o durante el embarazo.
Recalcan la importancia de realizarse el cribado materno para el diagnóstico temprano y el
tratamiento de los neonatos en riesgo (Montgomery, 2021).
El tratamiento recomendado para combatir la zoonosis por Trypanosoma cruzi son
benznidazol (BNZ) y nifurtimox (NFX), sin embargo, NFX produce efectos secundarios
intensos lo que provoca la suspensión del tratamiento en los niños las dosis suministradas,
por otra parte, BNZ ha tenido éxito, mostrando una eficacia del 90%.
Las dosis recomendadas para estos fármacos son las siguientes:

• BNZ recomendada es de 5-7 mg/kg, este debe ser administrado en dos dosis al día; y
el periodo recomendado es de 60 días, se administra en bebés y niños de 2 a 12 años.
• NFX de 15-20 mg/kg por día por vía oral en 3 o 4 dosis durante un periodo de 90
días, se administra en lactantes y niños menores de 10 años. (Montgomery, 2021)
(Morven S. Edwards, 2019).
CONCLUSIÓN
Las parasitosis congénitas representan un enorme problema de salud pública, puesto que se
ven afectados dos entes: la madre y el producto o feto o hijo. En el presente trabajo se
presentaron tres parasitosis, las más comunes entre estas infecciones congénitas, sin
embargo, existen otras parasitosis que presentan infección congénita como lo es la
leishmaniasis profunda y algunas infecciones por helmintos.
Estas enfermedades afectan sobre todo a las madres que se embarazan por primera vez y la
prevalencia e incidencia en zonas endémicas es mucho mayor, pero es importante señalar que
las mujeres que no habitan en zonas endémicas y se infectan suelen presentar las
manifestaciones clínicas más graves de cada enfermedad.
Es importante señalar la importancia del chequeo médico obligatorio de las embarazadas y
más en los lugares donde estas enfermedades son más comunes, además del sumo cuidado
de su entorno, ya que como se ha descrito, algunas de estas enfermedades son zoonóticas y
otras transmitidas por vectores, lo que aumenta las posibilidades de que las mujeres puedan
ser infectadas y por tanto traer afectaciones al producto.
La salud en general de las mujeres embarazadas debe ser vigilada y monitoreada para evitar
o minimizar las complicaciones que se puedan presentar durante el embarazo o postparto, ya
que al final gran parte de estas consecuencias puede llevar a difíciles decisiones que incluso
se pueden tomar como polémicas, como lo es elegir entre la vida del bebé o la madre, por lo
que, revisiones médicas periódicas, cuidado del ambiente en el que vive la mujer entre otros
aspectos puede marcar la diferencia entre un embarazo normal y sin complicaciones a
experiencias traumáticas para la paciente y los más cercanos a ella.
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