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Sotelo, gracias K.

Cross & Botton


PRISON CHRISTMAS WITH DADDY

AR TABOO

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Ella irá tras las rejas para salvarlo. ¿Quién la salvará a ella?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 1
CINNAMON

Acerco la caja a mi pecho, miro hacia el frío edificio de hormigón


y se me parte el corazón. No puedo creer que mi papi esté encerrado
en Navidad. Es el peor lugar para estar durante las fiestas, pero sobre
todo porque es la única persona que me queda.
El fuerte zumbido de la puerta me sobresalta y casi se me cae el
regalo. Cuando sale el guardia, me echa un vistazo a mí y a los demás
familiares que esperan a que los dejen entrar. Me sorprende que no
haya más gente porque es la única vez que permiten visitas en
Navidad, pero supongo que así son las cosas.
No me extraña que el guardia me devuelva la mirada y que sus
ojos se detengan en mi pecho. En la última carta de papi, me dijo que
me vistiera linda para él, ya que era Navidad, pero ahora me pregunto
si no me habré vestido demasiado linda.
El guardia retrocede y nos deja pasar a todos mientras nos
registran y anotan nuestros datos. Miro por encima del hombro una
última vez cuando oigo el sonido de la puerta de acero al cerrarse.
— ¿Cómo te llamas, dulzura? — me pregunta el guardia, y casi
me sobresalto. No lo había visto acercarse tanto y me tomo un segundo
para pensar en lo que me ha preguntado.
—Um, Cinnamon.
La sonrisa que se dibuja lentamente en sus labios me asusta. —
Eres la chica de Walt, ¿verdad? — Se lame los labios mientras sus ojos
recorren de nuevo mi cuerpo y se detienen en mi pecho.
Asiento y me muerdo el labio mientras intento usar el regalo para
taparme los pechos. Probablemente sea inútil, ya que siempre han
llamado la atención. Desde que llegaron, no puedo evitar que la gente
me mire.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Me dijo que estarías aquí hoy. — Mientras todos los demás
familiares son conducidos a la sala de visitas principal, él mira la caja
que tengo en los brazos. — ¿Es lo que creo que es?
Vuelvo a asentir, incapaz de articular palabra. Estoy demasiado
asustada y temo decir algo equivocado. Papi me dio instrucciones muy
claras y me dijo que no debía hablar demasiado. Quizá sabe que es
porque si me pongo nerviosa me pongo a divagar. No se equivoca.
Desde que está encerrado, he tenido que asumir más
responsabilidades en casa. Ha hecho mucho incluso entre las rejas,
pero me ha dado la oportunidad de madurar un poco. Después de
cumplir dieciocho años, transfirió todo el dinero a mi cuenta y me dijo
cómo pagar todas las facturas. Ha sido una experiencia de
aprendizaje, lo cual ha estado muy bien, pero ya estoy lista para que
esté en casa y vuelva a tomar las riendas. Aunque me encanta la poca
independencia que me ha dado, prefiero que sea papi quien cuide de
mí.
—Entonces vamos a llevarte a ver a tu papi. — dice el guardia, y
cuando paso a su lado siento su mano moverse hacia mi espalda
mientras me conduce por el pasillo hasta la zona de visitas.
Cuantos más pasos damos, más bajan sus manos, y justo antes
de entrar siento su gran palma en mi culo. Tengo las mejillas rojas de
vergüenza, pero papi me ha dicho que no discuta con él ni monte una
escena. Quiere que hoy salga perfecto, y yo también.
Cuando veo a papi al otro lado de la habitación esposado a una
mesa, me alegro de verlo y me entristezco a la vez. La mano del guardia
se aparta de mi culo mientras ocupa su puesto junto a la puerta y
corro hacia papi.
Es instintivo querer caer en sus brazos, pero cuando está
esposado así, no puede abrazarme. No como quiero. Ni siquiera puedo
sentarme en su regazo, que siempre ha sido lo que más me ha gustado.
El mono naranja brillante de papi me recuerda que no estamos en
casa.
—Está bien, pequeña, ven aquí y deja que te vea. Quiero echarte
un buen vistazo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


— ¿Te gusta?— pregunto mientras coloco su regalo sobre la
mesa y doy una pequeña vuelta para él.
El vestido de Santa parecía cubrir más al maniquí que a mí, pero
pensé que le alegraría verme con los colores de la Navidad. La falda es
mucho más corta de lo que suelo llevar, pero la piel blanca del bajo
era tan suave que no pude resistirme. El escote corazón también es
extra bajo, pero era la talla más grande que tenían y no tenía mucho
tiempo para encontrar otra cosa.
Hace un zumbido de agradecimiento y veo que se le ensanchan
las rodillas. Probablemente quiere que me siente en su regazo, y ojalá
pudiera. Echo de menos lo unidos que estábamos y, desde que se ha
ido, añoro ese afecto.
—Estás perfecta, pequeña. — Es curioso, porque cuando me
mira lo único que quiero es lucirme ante él. No es nada como cuando
lo hace el guardia. —Ven, siéntate a mi lado y hablemos un rato.
—Hice todo lo que me pediste. — le digo mientras tomo asiento
a su lado y busco sus manos esposadas encima de la mesa. Hago un
gesto con la cabeza hacia el regalo y luego suspiro. — ¿Estás seguro
de esto?
—Sí, pero hay un par de detalles que no quería contarte. No
hasta que estuvieras aquí en persona. No quería escribirlo en mi carta
y que lo vieran las personas equivocadas.
— ¿De qué se trata?— Por su tono serio me doy cuenta de que
es algo muy importante.
—Confías en mí, ¿verdad, nena? — Sus dedos se entrelazan con
los míos y recuerdo por millonésima vez cuánto echo de menos su
tacto.
—Claro que sí, papi. Más que a nadie en el mundo. — Se inclina,
me besa los dedos y los roza con los labios varias veces. La suave
caricia de su boca sobre mi piel es tierna y dulce. Es lo que he echado
de menos todos estos meses. Supongo que no me di cuenta de lo
mucho que lo necesitaba hasta que se fue.
—Entonces necesito que hagas lo que te digan cuando me lleven.
¿Entendido?

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— ¿Qué?— Echo un vistazo a los guardias de la habitación, y un
par de ellos nos observan. — ¿Qué va a pasar?
—Haz lo que te digo y todo saldrá bien. — Me sonríe, y me
calienta el alma incluso en el lugar más frío.
—Sabes que siempre hago lo que me dices. — Le guiño un ojo, y
debe de ser la respuesta correcta. Me mira de arriba abajo con mi
pequeño disfraz, y yo me acicalo un poco ante su atención.
—Lo haces, pequeña. Claro que sí. — Vuelve a besarme la mano.
—Papi. — susurro, y lo hace una vez más.
—Te veré pronto— es todo lo que dice antes de echarse hacia
atrás y saludar con la cabeza al guardia que me trajo.
— ¿Adónde vas?— Solo han pasado unos minutos y todos los
demás miembros de la familia siguen aquí.
Justo entonces, otro guardia se acerca y abre a papi. Se levanta
de la mesa y lo sacan de la sala de visitas sin mediar más palabra.
—Ven conmigo. — dice el primer guardia mientras coge el regalo
de la mesa.
— ¿De verdad tengo que ir? — Quiero llorar mientras hago lo que
me han dicho y lo sigo fuera de la sala. —Ni siquiera he podido
despedirme ni decir Feliz Navidad. — Resoplo, pero el guardia me
ignora.
Cuando llegamos a la entrada, quiero rogarle que me lleve de
regreso, pero justo cuando estoy a punto de hacerlo, abre una puerta
lateral. Dudo, y él la señala con la cabeza.
—Quieres ver a tu papi, ¿verdad? Entonces ven conmigo.

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Capítulo 2
CINNAMON

El guardia me guía por un largo pasillo oscuro con hormigón a


ambos lados. Parece que tarda una eternidad, pero luego nos hace
pasar por una puerta de hierro. Me asaltan un montón de preguntas,
pero recuerdo lo que me dijo papi y aprieto los labios. Seré buena y
haré lo que me digan.
Una vez que hemos atravesado la puerta y la vuelve a cerrar, veo
montones y montones de barrotes. Parece que hay un bloque entero
de celdas, y el guardia me empuja delante de ellas. Vuelve a ponerme
la mano en el culo mientras pongo un pie delante del otro e intento
mantener la calma. En cuanto echo un vistazo a una de las celdas, me
doy cuenta de que ha sido un error. He llamado la atención de uno de
los presos y me silba. Es como si se desencadenara una reacción en
cadena y, de repente, todos los reclusos salen de sus celdas para
verme. El guardia me hace caminar despacio como si me estuviera
exhibiendo, y mis mejillas arden de vergüenza.
—Déjame ver tu coño, pequeña. — me sisea alguien, pero no me
giro para ver quién ha sido.
—Joder, déjame olerlo. — Oigo otro grito.
—Abre la boca.
Eso último llama mi atención, y miro para ver que el tipo tiene
la polla en la mano y se está masturbando. Casi tropiezo con mis
propios pies al verlo y, mientras gime, le sale semen por la punta. Es
como un accidente de coche, y no puedo dejar de mirar.
—Se acabó el espectáculo, chicos. —dice el guardia con la mano
en el culo y nos hace pasar a otro pasillo.
Me siento como si hubiera corrido un maratón, y cuando
llegamos al otro lado, me he quedado sin aliento. Al menos no hay
celdas en esta sección de la prisión, pero mi alivio no dura mucho.
Más adelante hay un hombre trajeado en lo que parece el hospital de

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la cárcel. Nos deja entrar en la enfermería y cierra la puerta tras
nosotros. Cuando me doy la vuelta, me sorprende ver a papi sentado
en un rincón y esposado a la silla.
—Papi. — Voy a dar un paso hacia él, pero niega y me detengo.
—Pórtate bien. — me dice mientras los dos hombres se mueven
a ambos lados de donde estoy. —Estos son Max y Leon. He hecho un
buen trato con ellos y necesito que hagas lo que te digan.
— ¿Está todo? — dice el que se llama Max, y Leon abre el regalo
que traje para papi.
Cuando me envió la carta diciéndome lo que tenía que hacer
cuando viniera hoy, no me dijo exactamente para qué era el dinero.
Solo que debía ir al banco a retirar la cantidad exacta que me dijera y
envolverlo como un regalo de Navidad.
—Eso parece. — dice Leon y me sonríe. —Lo has hecho muy bien,
princesa.
—Estoy listo para la otra mitad de nuestro pago. — le dice Max
a papi cuando gira su mirada hacia mí.
— ¿Qué otra mitad?— pregunto.
Leon coloca la caja llena de dinero sobre el mostrador, y luego él
y Max dan un paso en mi dirección.
—Hicimos un trato. — dice papi, pero no puedo apartar los ojos
de los dos hombres que se acercan. —Acepté darles el dinero y una
probadita de algo dulce. A cambio, ellos aceptaron dejarme libre. Max
es el alcaide y firmó el papel justo antes de que entraras.
Veo los papeles rellenados con tinta fresca al final. Se me abren
los ojos y miro a papi. — ¿Es verdad? ¿Te van a dejar libre? — Mi
corazón martillea contra mi pecho porque esto es todo por lo que he
estado rezando.
—Tan pronto como consigamos lo que nos han prometido. — dice
Leon.
—Walt te ofreció, pequeña. — Max se pasa la lengua por el labio
inferior mientras me mira de arriba abajo. —Tu papi lo vale, ¿no? Tú
nos das un poco y él sale libre. Creo que es un trato justo, ¿no crees?

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— ¿Papi?— Digo en voz baja y lo miro.
—Solo una probadita, eso es todo. Deja que se diviertan, y luego
seremos tú y yo, pequeña. Tú y yo en el mundo para siempre.
La idea de hacer esto me asusta, pero no hay nada que no haría
por mi papi. Incluyendo esto. Dejar que hombres extraños me prueben
o lo que sea que quieran hacer. Lo haré para liberarlo.
Asiento a los dos hombres, y sus ojos se calientan de excitación.
No estoy segura de lo que esperaba, pero su reacción es como la de un
perro hambriento al que le han tirado un pedazo de carne.
Cuando intento dar un paso atrás para poner distancia entre
nosotros, me tropiezo con una larga cama. Es de las que usan para
los pacientes cuando los tratan aquí. No tengo más espacio, y supongo
que no tiene sentido resistirse, así que respiro hondo e intento
relajarme.
—Yo voy primero. — dice Max y empuja a Leon fuera del camino.
—Podemos ir los dos a la vez. — dice y vuelve a empujar a Max.
—Hay mucho de ella para todos. Ponla en la camilla.
Antes de darme cuenta, me cogen y me suben a la cama. Luego
me tiran del vestido y suelto un chillido de protesta.
—No seas así. — dice Max y tira de la parte superior de mi vestido
para que mis pechos se derramen. —Puedes regalarnos una sonrisa.
—Espera. — Intento que paren, pero están como lobos sobre mí.
—Por favor. — Miro y veo a papi sentado mirándonos. Su expresión es
inexpresiva, y sé que estoy sola. Esta es la única manera de que se
libere, y tengo que dejar que lo hagan. Cuanto más fácil lo haga, más
rápido irá.
Las manos están en mis muslos desnudos, empujando hacia
arriba la parte inferior de mi vestido hasta que mis bragas blancas de
algodón quedan expuestas a la luz del techo. Leon me baja las bragas
hasta las rodillas, aprisionándome las piernas. Sus manos me abren
los muslos mientras se lame los labios.
—Mira qué rosa está. — Casi babea mientras sus ojos
permanecen fijos en mi sexo, pero Max lo ignora.

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En cuanto Max me saca los pechos por encima del vestido, se
agacha y se mete un pezón en la boca. El sonido que hace es gutural
mientras lame apresuradamente uno y luego el otro. Es como si llevara
un cronómetro y no pudiera llegar a ellos lo bastante rápido.
Nunca había tenido a nadie que me tocara así, y mucho menos
que me chupara los pezones. Me avergüenza la forma en que mi
cuerpo reacciona a su cálida boca y a su lengua cuando me los toca
de uno en uno. Cierro los ojos cuando la sensación me invade y el
corazón me late más deprisa. ¿Cómo puede algo tan malo sentirse tan
bien?
—Joder, veo cómo se moja cuando haces eso. — dice Leon y
entonces siento su cabeza entre mis piernas.
— ¡Oh, Dios!— grito cuando su lengua está en mi sexo y me lame
como Max me lame los pezones.
La boca del guardia se mete entre los labios de mi coño y siento
que su lengua está por todas partes mientras el alcaide frota su cara
contra mis pechos. Los dos están tan perdidos en el placer que no les
importa lo que me hagan, y de alguna manera eso me está excitando.
Estoy húmeda y palpitante entre las piernas, como si tuviera su propio
latido, y lo que sea que Max me esté haciendo en los pezones lo hace
aún más intenso.
Apretar los ojos no hace que pare, y mi cuerpo me traiciona
disfrutándolo. Mi espalda se arquea sobre la cama y abro
descaradamente los muslos para que Leon me lama más. Es entonces
cuando siento que voy a partirme por la mitad y llega mi orgasmo.
El grito que sale de mis labios es fuerte, y hace que los hombres
giman y luego se rían. Les hace gracia lo mucho que me gusta esto, y
la vergüenza me quema las mejillas. Miro a papi y veo que también
tiene la cara sonrojada. Quizá le da vergüenza que me haya corrido,
pero no había forma de evitarlo.
Max y Leon cambian de lugar, y entonces veo que se han sacado
las pollas. Mi coño se aprieta, y no sé si es miedo a que me penetren
o porque quiero que lo hagan. Max prácticamente se sube a la mesa
mientras me lame el coño, y siento su polla en mi pierna. Ya estoy
excitada, y su boca se siente tan bien que vuelvo a correrme
rápidamente.

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Max me folla la pierna y, después de unos cuantos movimientos
rápidos, siento el calor de su eyaculación. Leon me lame los pezones
antes de hacer lo mismo que Max y subirse encima de mí. Su polla me
roza el interior del muslo y mis caderas se balancean solas hacia
delante.
—Apuesto a que ahora lo quieres bien profundo, ¿verdad, chica?
— dice Leon mientras acerca su polla. —Tienes ese dolor adentro que
solo un hombre puede aliviar.
—Ya basta. — dice papi desde el otro lado de la habitación. Es
la primera vez que habla desde que empezamos y me giro para mirarlo.
Leon sonríe y me besa la mejilla mientras sigue frotando su polla
en mi pierna. No quito los ojos de papi mientras Leon bombea contra
mí y se corre y acaba corriéndose en mi muslo.
Pero no se equivoca. Siento un dolor dentro de mí.
Cuando por fin se apartan de mí y guardan sus pollas, veo lo
sudados y agotados que están. No han tardado mucho, pero parecen
satisfechos, y eso es lo único que me importa. Cuanto antes estén
contentos, antes nos dejarán salir de aquí a papi y a mí.
—Tienes una niña especial, Walt. — dice Max mientras se sube
la cremallera de los pantalones. —Es una jovencita estupenda. —
Mueve la cabeza como si no pudiera creerlo. —Voy a estar pensando
en esa dulzura durante mucho, mucho tiempo.
—Yo también. — asiente Leon y se relame los labios. —Estaré
soñando con ese sabor.
Intento ignorarlos aunque sus alabanzas me hacen sentir un
poco de calor en el pecho. Después de sentarme y volver a meter los
pechos en el vestido, me subo las bragas por las rodillas y me enderezo
la falda.
— ¿Hemos terminado?— pregunto finalmente, y Leon asiente.
—Es un hombre libre. — dice y se acerca a quitarle las esposas
a papi.
—El papeleo está todo en orden. — asiente Max y coge la caja
con el dinero. —Un trato es un trato. — Se acerca a papi y sonríe
orgulloso mientras se dan la mano. —Ha sido un verdadero placer. —

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Luego me guiña un ojo y le da una palmadita en la espalda a Leon. —
Los esperamos en el pasillo.
Leon y Max cierran la puerta y yo suelto un suspiro que no sabía
que estaba conteniendo. Estoy tan aliviada de que todo haya
terminado que no me doy cuenta de que papi viene hacia mí hasta que
siento sus fuertes brazos rodeándome la cintura. Sigo sentada en el
borde de la cama, así que estamos casi a la misma altura.
Automáticamente le rodeo el cuello con los brazos y lo respiro. Ha
pasado tanto tiempo, y he tenido tanto miedo todo el tiempo que ha
estado fuera, que el mero hecho de abrazarlo hace que me salten las
lágrimas.
—Eres libre, papi... — Empiezo a decir, pero entonces siento algo
entre las piernas.
— Shh. — me dice papi mientras me mete los dedos en las
bragas. —Cierra los ojos, pequeña.

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Capítulo 3
PAPI

—Papi, ¿qué estás haciendo? — Intenta apartarse de mí, pero


aprieto el brazo que tengo alrededor de su cintura.
—Te necesito. — le digo mientras tiro de sus bragas hacia un
lado y luego cojo la parte delantera de mi mono. —Cierra los ojos y se
acabará muy rápido.
—Papi, por favor. No puedes hacerlo.
—Te amo, pequeña. — Giro mi cara a un lado y beso su mejilla
mientras saco mi polla. —Has sido muy valiente. — Se le corta la
respiración cuando muevo su culo hasta el borde de la cama y sus
muslos se abren. —Fuiste una chica tan buena para mí.
—No, no, no, no. — Vuelve a intentar zafarse de mi agarre
mientras mi polla la penetra.
—He estado encerrado tanto tiempo, siente cuánto lo necesito.
— Cojo su mano y la pongo sobre mi polla, y grita.
—Por favor, papi. — suplica, y mi polla palpita cuando sus
pequeños dedos me tocan.
—Eso es, envuélvelos alrededor de la base. Ayúdame a metértela.
—cierra los ojos y sacude la cabeza, pero sus dedos lo hacen. —Eso
es, un poco más apretado. — Sus dedos aprietan más fuerte, y mis
ojos casi ruedan en la nuca. —Justo ahí, joder, eso es.
Se agarra a mí mientras dirijo la punta a su húmeda abertura.
Su pequeño clítoris asoma, y rozo mi nudillo sobre él. Aprieta el coño
y yo gimo de placer.
—Sabes que reservaba esto para mí. — le susurro al oído
mientras mi polla entra en ella apenas un centímetro. —Por eso solo
han probado un poco. Esto es solo para papi.

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Se me afloja la mandíbula cuando la meto hasta el fondo y su
coño se aprieta a mi alrededor. Está tan apretado y húmedo que casi
me corro ahí mismo.
— ¡Papi, me duele! — grita y me golpea el pecho.
No puedo pronunciar palabra mientras la saco y vuelvo a
meterla, necesitado de follar. Gruño mientras le pongo las dos manos
en el culo y la empujo. El metal de la cama choca contra la pared
mientras empujo una y otra vez.
—Tan jodidamente apretada. — digo apretando los dientes. —
Llevo tanto tiempo esperándolo.
Aparta la cabeza y el agarro por la mandíbula. Sus ojos se clavan
en los míos y los mantiene ahí mientras vuelvo a penetrarla.
—Me amas, ¿verdad? —le pregunto, y asiente. —Entonces dilo.
—Te amo, papi. — susurra, y yo me inclino y le doy un beso.
Cuando separa los labios, le lamo la lengua y su coño se aprieta a mi
alrededor.
—Está bien si te gusta, pequeña. — Hago un gesto con la cabeza
hacia la puerta. —No se lo dirán a nadie y puede ser nuestro secreto.
—No quiero que me guste. — admite.
—Pero te gusta. Lo noto. — Me agacho y toco donde estamos
conectados. Mis dedos rozan su clítoris y ella suelta un pequeño
gemido. —Ya está, eso es. Relájate. Solo estamos tú y yo. Te gusta la
polla de papi dentro de ti, ¿verdad?
Asiente, y siento que se aprieta de nuevo.
—Ves, no está mal. — Juego con su clítoris y empieza a jadear
como si fuera a correrse. —Ahora puedes tenerlo cuando quieras.
Estamos solos tú y yo en casa. Si sientes este dolorcito aquí. — le paso
el dedo por el coño y sus ojos se entrecierran— abre las piernas y te lo
aliviaré.
Abre las piernas y oigo la succión húmeda de su coño mientras
se desliza hacia abajo hasta que su culo me aprieta los huevos.
—Y cuando sea tu hora de dormir, te arroparé así.

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Gime muy fuerte y luego echa la cabeza hacia atrás mientras yo
aprieto contra ella. Siento que su coño se aprieta y, cuando empiezo a
penetrarla, se corre. Me mantengo tan profundo como puedo mientras
vacío mi pesado saco en su pequeño coño.
—Joder, eso es, ordeña, nena. Sácalo todo.
Sus manos me rodean los hombros y, en vez de resistirse, me
acerca más a ella. Se aferra a mí mientras le bombeo lo último de mi
semen y la beso suavemente.
Pasa mucho tiempo antes de que recupere el aliento y miro hacia
abajo, donde estamos conectados. —Mira eso. —Le digo, y su mirada
sigue la mía. — ¿Cómo puede estar mal si se siente tan bien?
Mi polla sigue gruesa y dura mientras descansa en su calor, y
cuando la saco unos centímetros, ella se agarra a mí. —Todavía no. —
dice, apenas por encima de un susurro, y entonces mueve las caderas.
—Un momento. — le digo, y vuelvo a introducirla. Su coñito
caliente chorrea semen por el suelo, pero me importa una mierda. —
¿Mejor? —Le digo, y asiente mientras me mira a través de las
pestañas.
— ¿Puedo probarlo? —Vuelve a mirar hacia abajo mientras me
saco la polla, cubierta de semen.
—Si quieres, tienes que lamérmela hasta dejarla limpia. ¿Crees
que puedes hacerlo por mí?
Se muerde el labio inferior y asiente antes de arrodillarse entre
mis piernas.
—Eso es, ábrete. — Utilizo una mano para sujetar la base de mi
polla y la otra va a la parte posterior de su cabeza para guiarla sobre
ella. —Chúpamela toda.
Me sorprende lo ansiosa que está, se abre y se la mete hasta el
fondo de la garganta. Me mira mientras lo hace y le toco la mejilla con
ternura.
—Qué buena chica eres con la boca llena de la polla de papi. —
lame la punta y luego vuelve a chuparla hasta dejarla limpia. —Es
nuestro secreto, y nadie tiene por qué saber cuánto te gusta.

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Cuando veo que mete la mano bajo la falda y empieza a moverse
rápidamente, le sonrío.
—Esta sí que es una buena chica. — digo y luego señalo su mano
con la cabeza. —Enséñamela.
Mantiene mi polla en la boca mientras se levanta la falda y vuelve
a frotarse el coño. Sus deditos se mueven rápido y entonces gime. Es
sordo porque tiene la boca llena de polla, pero sé que está a punto.
— ¿Quieres que lo haga yo?— Pregunto, y asiente, ávida de otra
descarga. —Sube aquí e inclínate sobre la cama.
Mi polla sale de su boca con un fuerte chasquido, pero ella se
apresura a ponerse en pie y luego se inclina sobre la cama. Iba a
esperar a que llegáramos a casa para hacer esto, pero está claro que
antes necesita un poco más de atención.
Le subo la parte de abajo del vestido por encima del culo y le bajo
las bragas hasta los muslos. Tiene el culo al aire y le separo las nalgas.
— ¿Papi? —Me mira por encima del hombro, pero no le contesto
mientras me inclino y escupo en su apretado agujero. — ¡Papi! —
vuelve a decir, pero esta vez para que pare.
—Estate quieta. — le digo mientras cojo mi polla mojada con la
mano y la froto contra su culo rosado. —Tú querías que lo hiciera.
— ¡Ahí no!— Vuelve a chillar, pero le doy una palmada en la
mejilla.
—Lo haré en todos los agujeros, nena. Incluido éste. — Le meto
la punta de la polla en el culo y ella gime. —He dicho que te estés
quieta.
Con las dos manos, la empujo contra la espalda hasta que queda
tumbada en la cama con los pies colgando. La sujeto para que no
pueda moverse mientras me deslizo en su agujero trasero. Está muy
apretada y trago saliva cuando se la meto hasta el fondo.
—Papi ya está en casa, nena. — Me inclino sobre su cuerpo para
mantenerla en su sitio y beso su mejilla. —Lo sientes, ¿verdad? Lo
mucho que te amo.

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Levanto una de sus rodillas sobre la cama para abrirla más
mientras la meto y la saco lentamente. Gime con cada embestida, pero
al final se convierte en gemidos.
—Mira qué linda estás conmigo en el culo. — le digo mientras
ella se empuja contra mí. —Podemos dejar esto para cuando te portes
bien.
—Papi. — Gime y mueve las caderas.
—Te tengo. —Deslizo mi mano debajo de ella y le froto el coño.
Eso es todo lo que necesita para correrse, y se corre con fuerza.
Me inclino hacia atrás, miro el lugar donde mi polla desaparece
en su culo, y eso me excita. Es caliente y rápido como sale de mí, y
justo entonces llaman a la puerta. Al alcaide se le ha acabado la
paciencia.
Salgo de su culo y me apresuro a abrocharme el mono antes de
ayudar a Cinnamon a vestirse. Estoy listo para largarme de aquí y
llevarme a mi hija a casa.
— ¿Podemos irnos? — pregunta, y asiento.
—Sí, podemos irnos. — La sonrisa que me dedica me hace mover
montañas y le doy otro beso rápido. Luego cojo los papeles de la
condicional y me los guardo en el bolsillo trasero.
La estrecho contra mí y me rodea la cintura con los brazos
mientras salimos de la enfermería. Max y Leon nos están esperando y
me sonríen con complicidad.
Nos llevan a una salida privada donde hay un coche
esperándome. Me doy la vuelta y les doy las gracias a los dos, que
miran a Cinnamon con nostalgia. Pueden mirar todo lo que quieran,
pero a partir de ahora es lo único que van a conseguir.
—Feliz Navidad, papi. — me dice cuando estamos en el asiento
trasero del coche.
La subo a mi regazo y se ríe cuando le hago cosquillas en el
costado. —Feliz Navidad, pequeña. Ahora estamos solos tú y yo.
Siempre y para siempre.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Para siempre. — asiente mientras el conductor se aleja de la
acera.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross & Botton

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