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Manual bíblico

Para detectar
a los falsos maestros

Denunciando a los falsos maestros

Un estudio expositivo de la carta de Judas

Julio C. Benítez
Manual Bíblico para detectar a los falsos maestros.
Autor: Julio C. Benítez
Medellín, Septiembre 2011
jcbbenitez@hotmail,com
Para la contraportada:
Si en el primer siglo de la era cristiana hubo falsos maestros y falsos
profetas que entraban encubiertamente a las iglesias de Cristo
¿Será que los habrá hoy? ¿Cómo podremos identificarlos? ¿Cuáles
son sus comunes características? ¿Podemos y debemos
combatirlos? ¿De qué manera los denunciamos? ¿Cuál es el peligro
que ellos representan para la Iglesia de Cristo si no los
denunciamos? ¿Qué les espera a los falsos profetas y a los que
siguen sus nefastas doctrinas?
Estas y otras preguntas relacionadas con los falsos maestros son
respondidas de manera contundente y concisa en la carta de Judas.
Estudiemos esta corta pero profunda y pertinente epístola, con el fin
de aprender a contender por la fe bíblica en medio de un siglo
invadido por las falsas doctrinas, los falsos pastores y los falsos
apóstoles que pululan por doquier.
TABLA DE CONTENIDO

Contenido
TABLA DE CONTENIDO
Introducción:
Característica espiritual de los que luchan vigorosamente por la
doctrina.
Contender por la fe: Una urgencia inaplazable
Características de los falsos maestros y las falsas doctrinas (Parte
1)
Características de los falsos maestros y las falsas doctrinas (Parte
2)
Advertencias contra los que promueven y siguen las falsas
doctrinas:
El ejemplo de los Israelitas.
Advertencias contra los que promueven y siguen las falsas
doctrinas:
El ejemplo de los ángeles que pecaron.
Advertencias contra los que promueven y siguen las falsas
doctrinas:
El ejemplo de las ciudades que pecaron.
Cuidado con los soñadores:
Actividades de los falsos maestros
Ignorancia de los falsos maestros:
El evangelio sensual
Juicio de maldición sobre diferentes clases de falsos maestros:
El camino de Caín: Los que pervierten la adoración por su corazón
impío y malvado.
Juicio de maldición sobre diferentes clases de falsos maestros:
El Error de Balaam: Los que pervierten la doctrina por su corazón
codicioso
Judas 11 (Segunda parte)
Juicio de maldición sobre diferentes clases de falsos maestros:
La contradicción de Coré: Los que pervierten el orden y la
tranquilidad de la iglesia por amor al poder y la posición
Judas 11 (Tercera parte)
Peligros que acarrean los falsos maestros:
Seis metáforas que advierten de consecuencias desastrosas
El día del juicio vendrá
El camino para convertirse en un falso profeta
Profecías apostólicas frente a los falsos profetas
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante edificación
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante oración en el Espíritu Santo
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante conservación en el amor de Dios
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante espera en la misericordia divina
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
Tres actos misericordiosos
La poderosa seguridad de los hijos de Dios: Un canto de adoración
Introducción:
La vida cristiana es un caminar por en medio del desierto de este
mundo, en el cual, al igual que el peregrinaje de Israel rumbo a
Canaán, encontraremos gigantes, fieros enemigos, incredulidad,
deseos de regresar a Egipto, es decir, de regresar al mundo; falsos
profetas como Balaam que buscarán maldecir al pueblo para que no
prospere en el camino que el Señor le ha demarcado.
La historia del pueblo del Señor ha sido una historia de luchas y
contiendas, porque, como dice Pedro, tenemos a un adversario, el
diablo, quien como león rugiente anda buscando a quién devorar (1
Pedro 5:8).
Adán y Eva fueron creados para vivir en comunión perfecta con su
Dios, pero, muy pronto que ellos son puestos en el paraíso, Satanás
les insinúa la rebelión contra la Palabra de Dios, mostrándoles de
manera engañosa los buenos y codiciables frutos que generaría
dicha desobediencia, entrando así el pecado en el mundo bueno
que había creado el Señor.
Los hijos de Dios, es decir, los hijos de la línea de la fe, de la línea
de la salvación, son atrapados por el engaño de la belleza de las
hijas de los hombres, es decir, la línea de la rebelión y la
desobediencia; de manera que en esta mezcla el pueblo del Señor
se ve grandemente afectado, y el engaño y la desobediencia se
generalizan en el mundo, por lo cual Dios envía el diluvio para
castigar a esa generación perversa.
A pesar del renovado inicio que se da con Noé y sus hijos, de nuevo
la maldad, el engaño y el pecado asedian al pueblo de Dios tratando
siempre de conducirlos a una rebeldía flagrante contra el creador.
El resto de la historia bíblica, y de la historia universal, es testigo de
cómo el pueblo del Señor, el pueblo escogido, es atrapado una y
otra vez por las mentiras de Satanás, entrando en períodos de
decadencia espiritual, de manera que se aparten del Dios vivo.
Israel sufrió mucho como consecuencia de los falsos profetas, pues,
estos no sólo hablaban falsamente en nombre de Dios para conducir
al pueblo hacia la apostasía, sino que lo hacían de una manera tan
convincente y atrayente, que la mayoría del pueblo seguía tras sus
mentiras.
A pesar de que el Señor, una y otra vez, les daba indicaciones de
cómo detectar a los falsos profetas o maestros, el pueblo fácilmente
se dejaba engañar por ellos, pues, los falsos maestros o profetas
siempre hablaron lo que era agradable a los oídos pecaminosos de
ellos.
Cuando Cristo viene a este mundo trae el mensaje final de la
revelación divina, a través del cual el hombre puede encontrar el
camino de reconciliación con Dios. Jesús mismo es la revelación
encarnada del Padre. De manera que los discípulos pueden ver con
claridad esa verdad que les hará libres.
No obstante de tener una revelación más clara y final, Jesús advirtió
a sus discípulos que tuvieran cuidado con los fasos pastores,
profetas o maestros, porque Satanás no se quedará tranquilo, a
pesar de la derrota que recibió por la obra de Cristo.
Jesús advierte a sus seguidores en Mateo 7:15 “Guardaos de los
falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero
por dentro son lobos rapaces”, luego, hablando de lo que
caracterizará a los tiempos del fin dice que “... muchos falsos
profetas se levantarán y engañarán a muchos” (Mt. 24:11).
Jesús conoce la astucia de los falsos maestros y sabe que estos
cuentan con el respaldo del principal engañador, es decir, Satanás,
siendo así que estos falsos maestros o falsos profetas “...harán
grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere
posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24).
Muy poco tiempo después de la ascensión de Jesús a los cielos,
cuando la iglesia apostólica estaba aún en su etapa infantil, los
falsos profetas o falsos maestros hacen su aparición. Ellos se
presentaban con la misma apariencia que siempre los ha
caracterizado: Como seres de luz, como personas interesadas en el
bienestar de sus oyentes, como mensajeros celestiales; engañando
con sus obras y señales mentirosas, hablando adulaciones y
lisonjas con el fin de atrapar a los hombres y mujeres amantes de sí
mismos.
De allí que los apóstoles y los escritores del Nuevo Testamento
consideren de suma importancia advertir a la iglesia en cómo
detectar a un falso pastor, a un falso profeta, a un falso apóstol, a un
falso maestro, a una falsa doctrina.
Pues, aunque ellos cuenten con muy buena capacidad para
engañar, porque hablan conforme a los deseos del corazón humano,
no obstante, ellos no podrán ocultar su verdadero carácter; la
podredumbre que llevan por dentro es tal, que un cristiano puede
agudizar su olfato para oler la corrupción pecaminosa que les
caracteriza.
La epístola de Judas, aunque nos es la carta mas estudiada del
Nuevo Testamento, fue escrita con el fin de ayudar a los creyentes a
detectar el carácter moral y espiritual de los falsos maestros que
entran encubiertamente a la cristiandad.
Analicemos con pasión y profundidad el contenido de esta lacónica
y casi desconocida carta, pues, su contenido tiene gran relevancia
para la situación de la iglesia cristiana evangélica en la
Latinoamérica del siglo XXI, pues, muchos falsos maestros han
permeado las iglesias con el fin de engañar, seducir y atrapar en sus
doctrinas erróneas.
Característica espiritual de los que
luchan vigorosamente por la doctrina.
v. 1-2
En los versículos 1 al 2 Judas saluda a los lectores, identificándose
él mismo como siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo. Luego
identifica a los lectores o receptores de la carta como los que son
amados por Dios el Padre, guardados por Jesucristo y llamados a la
salvación. Y a estos, el autor de la carta les desea abundancia de
misericordia, paz y amor. Inmediatamente el escritor inicia su
lacónico pero profundo discurso, diciendo a los lectores que ha
deseado intensamente escribirles respecto a la salvación que ellos
tienen en común, y ahora ha llegado el momento de hacerlo, pues,
hay poderosas razones para ello: Los falsos maestros, a los cuales
él denomina como impíos, se han infiltrado en la iglesia, lo cual hace
necesario que los creyentes, receptores de la carta, luchen con vigor
y esfuerzo por la fe que ha sido dada una vez a los santos.
En esta sesión analizaremos el mensaje de Judas en sus dos
primeros versículos. En este pasaje presenta las características
espirituales de los que luchan vigorosamente por la doctrina bíblica:

1. Judas, ejemplo de lucha vigorosa.


“Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados,
santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”. V. 1
Es interesante notar que el autor de la carta se identifica como
siervo de Jesucristo. Las palabras usadas en griego (Iesou Cristou)
dan a entender pertenencia, es decir, Judas no sólo está diciendo
que él es un siervo asociado al mensaje de Jesucristo, sino que él
mismo pertenece a su Salvador.
Solo un pastor o maestro que ha llevado su orgullo personal a la
cruz puede llamarse a sí mismo siervo. La palabra griega usada
aquí es doulos, la cual significa literalmente esclavo. Un pastor o
maestro es esclavo de Jesucristo. Le sirve sin esperar nada a
cambio, así como el esclavo no esperaba una paga de su amo.
Sólo un verdadero esclavo o siervo de Jesucristo puede estar
interesado verdaderamente en las almas de los hombres. Los que
no son siervos sólo se interesan en su propio bienestar.
Es por eso que Jesucristo se presenta como el buen pastor, ejemplo
de lo que debe ser un pastor cristiano, cuando dice: “Yo soy el buen
pastor, el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y
que no es el buen pastor, de quien no son propias las ovejas, ve
venir al lobo, y deja las ovejas y huye, porque es asalariado, y no le
importan las ovejas”. Juan 10:11-12
Judas se atreve a escribir en contra de los falsos maestros, a pesar
de que eso no le hará el pastor más popular, ni el maestro más
admirado, pues, de seguro que al cuestionar la vida y la doctrina de
los falsos pastores recibirá ataques de los mismos hermanos,
quienes le dirán: “Judas, ¿por qué eres tan intransigente? ¿Por qué
eres tan falto de amor? No juzgues para que no seas juzgado,
recuerda que el amor une y la doctrina divide. Abandona ese
espíritu hipercrítico y ama a los hermanos, aunque ellos no piensen
como tú. Judas ¿qué te crees tú para hablar de falsos maestros?,
recuerda que estamos en un mundo relativista, la verdad es relativa
al individuo. Si tú crees que los pastores no deben trabajar en el
ministerio esperando lucro personal, está bien, es tu verdad, pero no
condenes a los que no piensan como tú. Este es un mundo
pluralista, hoy todos cabemos en el mundo y por lo tanto todos
cabemos dentro de la iglesia, sin importar tanto la doctrina.
Abandona esa vieja costumbre de los profetas, de estar discutiendo
respecto a la fe, mejor dedícate a hacer el bien al prójimo.”
Advertir en contra de la falsa doctrina o la falsa religión fue el motivo
por el cual los judíos mataron a los profetas. Judas se expone a lo
mismo al hablar en contra de las falsas doctrinas, pues, siempre han
sido más los que siguen lo falso que los que siguen la verdad. Tal
vez esa sea una de las razones por las cuales hoy no se estudia
mucho la epístola de Judas, y sean tas escasas las predicaciones
basadas en esta necesaria carta. Por eso, sólo un siervo de
Jesucristo puede escribir o predicar de lo que Judas escribió.
Sabemos que el que escribe esta carta no es Judas el apóstol que
traicionó a Jesús, el Iscariote, pues, él distaba mucho de ser un
siervo de Jesucristo, ya que su interés no era la salvación de los
hombres, sino el amor al dinero. Estaba con Cristo porque encontró
en la religión un medio para satisfacer su corazón codicioso. Él
aparentaba amor y cuidado por los pobres, pero en realidad sólo
quería satisfacer su propia codicia: “Y dijo uno de sus discípulos,
Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Porqué
no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los
pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino
porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba
en ella”. Juan 12:4-6
Judas tiene autoridad para escribir esta exhortación, porque es un
siervo de Jesucristo. Él está dispuesto a ser rechazado por algunos
“cristianos”, a sufrir por la causa del evangelio, a luchar por la
pureza de la doctrina apostólica, aunque eso le cueste la vida o el
rechazo de su preciosa carta.
Habiendo dado este saludo con tan profundo significado, ahora
prosigue hablando del estado espiritual de aquellos que podrán
continuar con esta lucha por la preservación de la sana doctrina y el
rechazo de los falsos maestros o falsos profetas.

2. Tres características espirituales de los que han de luchar


vigorosamente por la doctrina.
“A los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en
Jesucristo”. V. 1
No todos podrán luchar en contra de la falsa doctrina. A algunos les
dará lo mismo estar en lo verdadero que en lo falso, porque estas
personas no están buscando a Dios con el fin de vivir para Él como
sus siervos, sino que le buscan por intereses personales: para que
Dios les alivie todos sus problemas, para que les de salud, para que
les de dinero y riquezas, para que los libre de las deudas, para
aliviar su soledad, en fin, para cualquier cosa, menos que ser su
siervo.
Pero hay un grupo, no tan numeroso como quisiéramos, que si está
interesado en la doctrina bíblica, que sí le importa el contenido de lo
que creemos, que considera vital para la salvación y la salud
espiritual el estar cimentados en la doctrina de Cristo y los apóstoles
del Cordero.
¿Por qué a algunos creyentes no les importa mucho la doctrina
bíblica o el luchar en contra de la falsedad? Bueno, algunos no lo
hacen por ignorancia. Porque han crecido poco en la fe; son, como
dice Hebreos, niños o bebés en Cristo. A pesar de los años que
llevan en la vida cristiana prefieren seguir tomando leche que comer
alimento doctrinal sólido.
Otros no lo hacen porque no son creyentes. Están dentro de
nosotros pero no son de nosotros. A ellos no les importa la doctrina
cristiana, sólo quieren lo que les satisfaga en su ego, en su orgullo y
en sus deseos materialistas. Y las Sagradas Escrituras nos
presentan claros ejemplos de ello:
“Porque Demas me ha desamparado, amando a este mundo” 2 Tim.
4:10 Demas había colaborado por un tiempo al apóstol Pablo, pero
luego se fue, no quiso seguir como siervo, porque amaba a este
mundo.
“Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen
sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron
para que se manifestase que no todos son de nosotros.” 1 Jn. 2:19
Ahora ¿Quiénes son los que deben y pueden luchar para defender
la doctrina bíblica? ¿Quiénes son los que pueden y deben denunciar
a los falsos maestros o a las falsas doctrinas? Judas, el hermano de
Jesús, autor de esta carta, describe las características espirituales
de esta valiente gente.
Estos creyentes necesitan consejo y aliento.

Primero, dice que son llamados.


Aquellos que están siendo motivados, aconsejados y exhortados
para luchar en contra de las falsas doctrinas que enseñan los falsos
maestros, primero que todo, han sido llamados por Dios. Aquí no se
trata del llamamiento general que el Espíritu hace a los pecadores al
arrepentimiento, pues, Dios manda a todos los hombres en todo
lugar, que se arrepientan (Hch. 17:30), no obstante, no es de todos
la fe (2 Ts. 3:2); más bien se trata del llamamiento especial que el
Espíritu hace a los hombres, a través del cual nadie resiste ese
santo llamado, sino que con presuroso paso acudimos a la cruz del
calvario para contemplar la belleza extasiante de la gracia, belleza
que nos atrapa y de la cual nunca más vamos a querer
distanciarnos.
Solo lucharán en contra de las falsas doctrinas los que “han dejado
el mundo del pecado y han entrado en la luz de la vida”[1]
Estos llamados forman parte de aquel pueblo que es un “...linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable” 1 Pedro 2:9
Estos llamados son los que en otro tiempo no eran pueblo, pero
ahora son pueblo de Dios; los que en otro tiempo no habían
alcanzado misericordia, pero ahora han alcanzado misericordia. 1
Pedro 2:10
Los llamados son aquellos que un día escucharon el evangelio, ya
sea a través de una predicación en la iglesia, una predicación en la
radio, un estudio en los hogares, un tratado que recibió, u otro
medio; pero que estando escuchando, no entendían el mensaje, no
eran conscientes de su estado pecaminoso y de rebeldía contra su
creador, y por eso no podían venir a Cristo, pero, en medio de la
predicación, el Señor hizo con esa persona lo que antes había
hecho con Lidia “...el Señor abrió el corazón de ella para que
estuviese atenta al mensaje de Pablo” Hch. 16:14.
¿Cómo podemos estar tranquilos cuando escuchamos a muchos
predicadores motivando a la gente a venir a Cristo usando como
anzuelo o gancho las necesidades económicas, una precaria salud
física, el deseo de ser más ricos, el anhelo de ser más popular?
¿Cómo estar tranquilo frente a esta clase de predicación, cuando
nosotros mismos hemos sido llamados por Dios, hemos visto la cruz
sangrante de Cristo, hemos visto sus padecimientos y el Espíritu
Santo nos ha mostrado que sólo al ver nuestra miseria espiritual
podemos acudir al Calvario?
¿Cómo estar tranquilos cuando vemos como muchos predicadores
están llamando a la gente a venir a Cristo sin que ellos sean
concientizados de sus pecados y maldades? ¿Acaso cuando el
Espíritu Santo nos llamó a Cristo, primero no nos mostró el estado
de pudrición en el que estábamos como consecuencia de nuestras
maldades y nuestras rebeliones? ¿Será posible que alguien venga
verdaderamente a Cristo sin que primero el Espíritu Santo, a través
de la predicación fiel de las Sagradas Escrituras, no le muestre su
condición pecaminosa y rebelde contra el Dios Santo?
Segundo, son amados (o santificados) en Dios Padre.
(ëgapëmenois o hëgiasmenois)
Una segunda característica de los que han de contender
ardientemente, con pasión, por la doctrina sana, consiste en que
han sido amados por Dios el padre. En nuestras versiones dice
santificados debido a los manuscritos en los cuales se encuentra la
palabra hegiasmenois; no obstante, los manuscritos griegos más
antiguos usan la palabra egapemenois, es decir, amados, aunque
ambas características son totalmente ciertas del verdadero
creyente.
Ahora, en qué sentido son amados los creyentes. ¿Acaso Dios no
ama a todo el mundo? Las Sagradas Escrituras dicen que “... de tal
manera amó Dios al mundo...” Juan 3:16. Hay un sentido en el cual
Dios ama a su creación. Él la cuida, es suya, por eso la preserva. Él
hace salir su sol sobre justos e injustos, y eso es amor, él hace
llover sobre justos e injustos, eso también es amor (Mt. 5:45), pero
este amor está acompañado también de su ira. Porque estos
injustos viven bajo la ira de Dios.
Juan 3:36 “...el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que
la ira de Dios está sobre él”
Romanos 2:5 “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del
justo juicio de Dios”
Efesios 5:6 “...porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los
hijos de desobediencia”
Así que el sentimiento que Dios expresa al mundo entero, a todos
los hombres, se encuentra dividido entre su amor y su ira.
Pero el amor de Dios para con los que han sido cobijados por el
sacrificio expiatorio del sufriente Salvador, ya no se encuentra
dividido por la ira, sino que, ahora, su amor es infinito para con ellos,
es un amor eterno, y ya no los mira más como objetos de su ira.
Ahora estos que han sido amados por Dios, no esperan su ira, sino
que tienen confianza en que su amor siempre los cobijará.
Este amor es tan grande e incomprensible que el apóstol Pablo
declara:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por
los impíos – es decir, por nosotros, que hacíamos obras malas
delante del Dios santo – Ciertamente, apenas morirá alguno por un
justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno –
pero ya el apóstol Pablo ha dicho que entre los hombres y mujeres
nadie ha sido bueno o justo – mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
Romanos 5:6-8
¿Siendo que hemos experimentado amor tan grande, será que
podemos quedarnos quietos y tranquilos cuando vemos cómo
algunos hombres entran encubiertamente a la cristiandad y sólo con
el fin de obtener ganancia o lucro personal pervierten este mensaje
que trae consuelo a los hombres que sufren en la miseria de sus
pecados? ¿Será que aquellos que han conocido y experimentado el
perdón de sus pecados, sólo por confiar plenamente en Cristo, se
quedarán dormidos frente a movimientos sectarios que desvirtúan el
mensaje de salvación, cambiándolo por un mensaje de motivación
psicológica o prosperidad material, cuando la necesidad más grande
de todo hombre se relaciona con su vida impía, con sus pecados y
rebeliones?

Son guardados o protegidos por Jesucristo.


Estos que han de contender ardientemente por la doctrina sana, son
aquellos que cuentan con la garantía de salvación ofrecida por
nuestro Señor Jesucristo.
Estos no viven en el temor de perder su salvación, sino que tienen
como firme certeza de su salvación las palabras de Jesús, quien
dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen, y yo les
doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi
mano. Mi padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las
puede arrebatar de las manos de mi padre” (Juan 10:27-29).
Estos que han de contender por la doctrina sana, denunciando a los
falsos maestros, no temen ni siquiera a Satanás, porque cuentan
con la oración intercesora de Jesús “Yo ruego por ellos; no ruego
por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son. Padre
santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre... cuando
estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre..., pero
ahora voy a ti... no ruego que los quites del mundo, sino que los
guardes del mal.” Juan 17:9-15
Estos creyentes, aunque sean pocos, tienen la certeza que todo su
ser será guardado en santificación para la consumación final de la
salvación: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y
todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible
para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23).
¿Será que teniendo tan grande garantía de salvación y cuidado
salvador, podremos estar tranquilos cuando las falsas doctrinas
corroen a la cristiandad llevando a los hombres a confiar en sus
propios medios, en sus donaciones o siembras económicas, en sus
ayunos orgullosos, en sus buenas obras? ¿Acaso no sabemos que
cuando los hombres confían en estas cosas para alcanzar el favor
divino, viven en temor, inseguridad, miseria espiritual, tratando de
hacer una y otra obra con el fin de calmar sus intranquilas
conciencias?
A todos aquellos que han sido llamados, amados y guardados por
Dios en Jesucristo, Judas les desea abundancia de misericordia y
paz y amor.[2]
¿Y cómo no podremos experimentar la verdadera misericordia, la
verdadera paz y el verdadero amor habiendo recibido una salvación
tan grande y completa de nuestro redentor?
¿Seremos tan egoístas en disfrutar solos de estas enormes
bendiciones y no haremos nada por ayudar al resto de creyentes y
personas que caen presas de los estafadores religiosos que hacen
mercadería con la fe cristiana?
Contender por la fe: Una urgencia
inaplazable
Judas 3
A veces se vuelve muy común escuchar a algunos predicadores
cristianos decir que fueron “movidos” por el Espíritu Santo a cambiar
el contenido de su sermón, cuando ya habían avanzado en la
predicación de otro tema. Realmente esa situación siempre me ha
inquietado, pues, no sé si se trata de falta de preparación del tema,
emocionalismo excesivo del predicador, o si realmente el Señor les
lleva a dar un viro sustancial al tema preparado.
Lo cierto es que en Judas se dio una situación similar, es decir,
cuando iba a empezar a disertar sobre un tema, se vio movido a
cambiarlo. Este pastor se encuentra interesado en fortalecer la fe de
los creyentes y experimenta, como todo pastor bíblico, una gran
urgencia, una gran solicitud por escribirles un tratado doctrinal para
hablar de la común salvación que comparten él y la audiencia.
Es posible que Judas, pastor de la iglesia en Jerusalén, interesado
como estaba por el crecimiento espiritual de los lectores, cuando ya
se encontraba preparado para iniciar el tratado doctrinal de su carta,
recibe noticias inquietantes de cómo los falsos pastores, los falsos
maestros estaban entrando encubiertamente a dicha iglesia, de
manera que, en sumisión al Espíritu Santo, considera la urgencia de
la situación, y decide cambiar el tema de su carta.
Ya no dará un discurso teológico, sino que exhortará a los lectores
para que estén alertas frente al peligro real que representa para la fe
de una iglesia la introducción de falsas doctrinas y falsos maestros.
Judas no hizo como algunos buenos y amados hermanos nos
proponen hacer hoy, es decir, que no luchemos o denunciemos las
falsas doctrinas o a los falsos maestros que se introducen a la
cristiandad contemporánea, sino que oremos y esperemos a que el
Señor saque a la luz la falsedad, de manera que las iglesias, algún
día, se darán cuenta de quiénes eran falsos y quiénes no.
Bueno, si bien es cierto que debemos orar fervorosamente para que
el Señor nos conserve como una iglesia pura, santa y firme en la
doctrina sana, no obstante es responsabilidad de los pastores e
iglesias de todos los tiempos desenmascarar la falsa doctrina y los
falsos maestros.
Judas no considera que esto sea algo de esperar a ver qué pasa, a
ver quién tiene la razón. Es bueno enseñar doctrina, pero es urgente
denunciar la falsa doctrina y los falsos maestros.
Así que, hoy día, tenemos la corta carta que escribiera Judas, con la
cual hizo un gran bien a la iglesia de todos los tiempos, como dice
Barclay: “... pero el hecho es que hizo más por la Iglesia escribiendo
esta urgente, breve carta de lo que posiblemente habría hecho
dejándonos un extenso tratado sobre la fe”[3]
Abordemos juntos el estudio del versículo 3 y analicemos porqué es
necesario luchar o contender ardientemente por la fe.

Sigamos la siguiente estructura:


1. La urgencia de luchar por la fe
2. El modo de luchar por la fe
3. Poderosa razón de luchar por la fe

1. La urgencia de luchar por la fe. “Me ha sido necesario


escribiros exhortándoos...”
¿Por qué un pastor experimenta la necesidad o la urgencia de
predicar sobre la importancia de luchar por la doctrina bíblica? Hoy
día pareciera que este no es el común de la mayoría de los
pastores. Muy pocos se ocupan de estos asuntos. Las
predicaciones más comunes hoy día se enfocan en temas como la
prosperidad material, el buen nombre, la fama, la salud física, cómo
mejorar su posición económica, las siembras, el poder de la palabra
humana, la fe presuntuosa que dobla el brazo del Señor, entre otros.
Hay poco interés en la sana doctrina. El slogan principal de nuestra
generación cristiana es “ama y se feliz”. “el amor une, la doctrina
divide”. “habla del amor, no hables de doctrina”, “la letra mata”. Tal
vez este sea el resultado de una iglesia materialista, pragmática,
dormida espiritualmente y mundana.
Pero los pastores en la Biblia no podían dormir tranquilos al saber
que los falsos maestros o las falsas doctrinas estaban entrando
sigilosamente en medio de los santos.
Y es que el peligro es abismalmente terrible.
La sana doctrina preserva la verdadera fe que nos conduce a la
salvación, la falsa doctrina nos aleja del Dios Santo, pervierte la
conducta cristiana y conduce al infierno.

Veamos algunos ejemplos en la Palabra de Dios:

Nuestros primeros padres. Adán y Eva fueron puestos en el


paraíso para que anduvieran en perfecta comunión con el creador,
disfrutando de su presencia, obedeciéndole, con el fin de agradarle
en todo. Por algún tiempo el hombre pudo disfrutar de este estado
de perfección. La doctrina bíblica, la fe, era muy sencilla en esta
primitiva iglesia: Hay un Dios creador, el cual es santo, y pide al
hombre que le obedezca para que pueda disfrutar para siempre de
la perfecta comunión con él, el obedecerle le garantiza vivir para
siempre, el desobedecerle implica la muerte. Esta era la doctrina. Y
las cosas anduvieron bien en esta iglesia, mientras se mantuvieron
firmes en la obediencia.
Pero Satanás, la serpiente, el engañador y adversario de Dios,
quería dañar el buen vivir de estos creyentes, quería conducirlos a
desobedecer, para que así cayeran de ese estado privilegiado.
¿Pero cómo hacerlos caer en la desobediencia? Ellos estaban
entrenados en la doctrina, así que no aceptarían desobedecer
simplemente porque la serpiente se los insinúe. Así que, Satanás,
siendo astuto, decide corromper la doctrina, así, una vez ellos
distorsionen la fe, serán presa fácil del pecado.
Satanás siembra la mentira doctrinal en la mente de Eva. Cual falso
profeta o falso pastor, trastorna las palabras que ha dicho el
verdadero pastor y le dice que ella y su esposo no morirán
realmente, por el contrario, tendrán vida eterna y serán como
dioses.
Dios dijo: si desobedecen morirán, el falso pastor dice: serán como
dioses.
Satanás no cambia totalmente las palabras del Señor, sino que
introduce su falso sermón diciendo “conque Dios os ha dicho...”
(Gén. 3:1). Esta ha sido siempre la astucia de los falsos maestros,
mezclar las palabras de Dios con las palabras mentirosas de sus
mentes retorcidas.
¿Cuál fue el resultado de esta pequeña porción de falsa doctrina? El
pecado, la muerte eterna, la muerte física, la maldición sobre toda la
creación material, la corrupción espiritual.
La falsa doctrina suele producir enormes estragos dentro del pueblo
del Señor. Por eso ningún pastor bíblico puede estar tranquilo
cuando ve venir el peligro de los falsos pastores o maestros sobre la
iglesia.

Israel. Ellos recibieron grandes bendiciones del Dios Todopoderoso.


Los escogió de entre todos los pueblos, les dio Su santas leyes, les
envió profetas verdaderos, hizo poderosos milagros para ayudarles.
Sólo les pidió obediencia a sus mandatos, y así se conservarían
como el pueblo escogido y recibirían sus abundantes bendiciones.
A pesar de haber recibido la luz de la doctrina bíblica, este pueblo
se corrompió y recibió el juicio que la Ley había establecido. Pero
¿Cuál fue el medio usado por Satanás para producir semejantes
estragos en este pueblo de creyentes? La falsa doctrina, los
falsos maestros.
En el desierto el pueblo se desenfrenó en el jolgorio, el licor y la
perversión, luego que Aarón les permitiera cambiar la doctrina de
Dios. El Señor le había dicho a su pueblo que no hicieran imagen de
él, pues, Moisés en el desierto, cuando fue llamado, no vio ninguna
figura. Pero cuando Aarón les permitió cambiar este conocimiento
de Dios, e hicieron una imagen, entonces fue muy fácil para este
pueblo corromper el resto de doctrinas, y entrar en una decadencia
moral impresionante.
Los falsos profetas siempre causaron estragos en el pueblo,
tergiversando la doctrina, amoldándola a la cultura de la época, a lo
que estaba de moda, y el resultado fue siempre el mismo:
decadencia espiritual, decadencia moral, y la venida del inminente
juicio del Señor.
¿Ante un peligro tan terrible será que podremos estar tranquilos?

2. El modo de luchar por la fe. “...que contendáis ardientemente


por la fe...”
En la exposición del primer elemento de la estructura de nuestro
pasaje, ya ustedes se han hecho una idea de qué es a lo que Judas
llama “la fe”. No se trata de la confianza que depositamos en Dios
(fe subjetiva), sino, del cuerpo de creencias o doctrinas que
conforman nuestra fe cristiana (fe objetiva).
Este cuerpo de doctrinas deben ser cuidadas con tanto esmero y
pasión, que para nosotros debe ser un asunto de vida o muerte. Lo
que creemos de la Biblia, lo que creemos de Dios, de Jesucristo, del
Espíritu Santo, del pecado, del juicio de Dios, de la salvación, la
santificación, la vida cristiana; todo esto es tan vital para la
cristiandad, que no debemos escatimar esfuerzo alguno en luchar
para defenderla.
La palabra usada por Judas para luchar ardientemente es
“epagonizesthai” de donde viene nuestra palara agonía. Cada
iglesia, de cada generación, debe pagar el costo de luchar por
preservar y transmitir la doctrina de manera correcta.
El problema radica en que en cada generación surgen falsos
maestros que tergiversan la verdad, y si la generación respectiva no
hace nada por preservarla, entonces, las próximas generaciones
corren el riesgo de recibir doctrinas erradas.
Pero este hacer algo para preservar la sana doctrina no debe ser un
“bueno, vamos a ver que se hace”, no, debiera ser algo que implique
tanto esfuerzo, como para decir “estoy agonizando por esta causa”,
“hasta que lo falso no salga a la luz y la iglesia recupere la sana
doctrina no podré dormir tranquilo”.
Los profetas del Antiguo Testamento son un reflejo fiel de esta lucha
agonizante por preservar la doctrina sana:
En tiempos de la reina Jezabel la doctrina bíblica estaba en gran
decadencia. Esta reina malvada había introducido la falsa doctrina
por doquier. La adoración al Dios verdadero fue reemplazada por el
culto a Baal. Parecía que todo el mundo estaba conforme con la
doctrina errónea. Pero un pequeño grupo de profetas dieron sus
vidas para que la verdadera religión de Israel fuera preservada.
Cientos de ellos murieron, como dice en 1 Reyes 18:4 “Porque
cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías tomó a
cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta, y los
sustentó con pan y agua”.
¿Por qué causa morían estos profetas? Porque ellos no
consideraron como algo liviano la introducción de falsas doctrinas
dentro del pueblo de Dios, para ellos esto era un asunto de vida o
muerte.
Jesús dijo que la doctrina cristiana proviene de Dios, por lo tanto, la
falsa doctrina proviene de Satanás. Si no estamos en la verdadera
doctrina, entonces no tenemos a Dios, no hay salvación, no hay
cielo, sino que nos espera la más terrible condenación. “El que
quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de
Dios...”
Es un asunto de vida o muerte. La verdadera doctrina bíblica nos
libra de la esclavitud del pecado “Pero gracias a Dios, que aunque
erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella
forma de doctrina a la cual fuisteis entregados” Rom. 6:17. Estar en
falsa doctrina es permanecer en esclavitud.
En nuestro siglo corren fuertes vientos de doctrina errónea que no
sólo han permeado a las sectas sino que atentan con socavar las
bases mismas de la fe cristiana, falsas doctrinas que han entrado
encubiertamente en el grueso de la cristiandad:

Un concepto erróneo de Dios. El Soberano, creador de todo, el que


es digno de adoración y obediencia, ahora es presentado como el
soberano servidor, el sirviente, el genio mágico que está esperando
el toque de la varita mágica para hacer todo lo que el creyente
desee.
Un concepto erróneo de la expiación obrada por Cristo. La sangre
preciosa del cordero, que fue derramada para la remisión de
nuestros pecados, ahora es tomada para garantizar la salud, la
prosperidad, y toda clase de bienes terrenos al creyente. Incluso la
sangre de Cristo ahora es tomada, supuestamente, para limpiar
objetos, para protección contra asechanzas, entre otros.
Un concepto erróneo de la salvación. Hoy día la salvación del alma
y la esperanza futura de la completa y perfecta redención ya no es
tan importante, pues, es más relevante para el cristiano materialista
de este siglo el vivir cómoda y placenteramente en este mundo, de
manera que la salvación ha sido reducida al tener más y más bienes
de este mundo, riquezas que los ladrones minan y hurtan.
Un concepto erróneo del ministerio. Ahora el ministro, el pastor, ya
no es más el anciano servidor que nos presentan las Sagradas
Escrituras, sino que es el gerente, el alto ejecutivo, el chamán o el
iluminado, que tiene el poder para transmitir “unción”, sanidad y
prosperidad, pero que de ninguna manera está al servicio de los
santos. Un pastor que para poder dialogar con él se necesita
primero acudir a todos los “líderes” que están por debajo de él en
esa gigantesca escalera o estructura piramidal.
No podemos estar tranquilos cuando la doctrina se tergiversa de esa
manera, pues, las próximas generaciones ya no tendrán el
verdadero cristianismo que anuncia la salvación del hombre por
medio de la obra de Cristo, sino que tendremos un infame remedo
del cristianismo, donde un dios sirviente se ofrece para satisfacer los
deseos hedonistas de hombres completamente materialistas y
avaros, egocéntricos y ególatras.
Judas invita a la verdadera cristiandad a combatir, lo cual “significa
esforzarse sin distraerse, a fines de lograr una meta. Presupone
abnegación para superar obstáculos, evitar peligros y, si fuese
necesario, aceptar el martirio. Judas da a entender que los
miembros de la iglesia deben esforzarse en la propagación del
evangelio y en la búsqueda de la derrota de la herejía”[4]
El apóstol Pablo, escribiendo al pastor Timoteo, no le da opciones
frente al tema de la lucha contra la falsa doctrina o los falsos
maestros que entran al cristianismo. Él le dice, así como dice hoy a
todos los pastores y hermanos que aman a nuestro Señor Jesucristo
“Te encarezco (te doy este solemne encargo) delante de Dios y del
Señor Jesucristo (ellos son los testigos), que juzgará a los vivos y a
los muertos en su manifestación y en su reino (un día seremos
todos juzgados), que prediques la Palabra; que instes a tiempo y
fuera de tiempo (el pastor debe ser insistente para corregir la falsa
doctrina); redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y
doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán (mucha gente no
soportará) la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír
(apetito por cosas nuevas) se amontonarán maestros conforme a
sus propias concupiscencias (hablarán lo que a la gente más le
agrade oír) y apartarán de la verdad el oído (no querrán escuchar la
sana doctrina) y se volverán a las fábulas (la falsa doctrina, que
aunque suena agradable al oído porque promete muchas cosas, en
realidad es fábula, puro cuento). Pero tú se sobrio en todo (no seas
ebrio como los falsos maestros que deliran en sus mentes
depravadas), soporta las aflicciones (aflicciones por causa de
predicar la sana doctrina y denunciar a los falsos maestros), haz
obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para
ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano (Pablo quiere
que otros continúen su labor de extender la doctrina que conduce a
la salvación). He peleado la buena batalla (la batalla de la fe que
Judas nos exhorta a luchar), he acabado la carrera, he guardado la
fe (o el depósito de la fe, es decir, la doctrina que fue dada una vez
a los santos). 2 Timoteo 4:17

3. Poderosa razón de luchar por la fe. “... por la fe que ha sido una
vez dada a los santos.”
La doctrina bíblica no es una doctrina que cambia de tanto en tanto,
amoldándose a las filosofías de la época. No, Judas dice que fue
dada una sola vez a los santos, es decir, que fue transmitida una
vez por todas (hapax paradotheisëi)[5].
La fe cristiana es un depósito sagrado que Dios encargó a la Iglesia
de todos los tiempos para que lo transmitieran de manera fiel a las
siguientes generaciones, este depósito es la revelación escrita, es
decir, las Sagradas Escrituras, las cuales deben ser estudiadas,
explicadas y aplicadas tal y como fueron entregadas a través de los
profetas y apóstoles autorizados. Esta sagrada doctrina tiene
enseñanzas y aplicaciones para los hombres de todas las
generaciones.
El adverbio hápax, que significa “de una vez por todas” da a
entender que estas verdades doctrinales “son inmutables: no se
pueden alterar, no se les puede quitar ni añadir...”[6].
Parece que la iglesia del primer siglo estaba siendo afectada por
falsos profetas que pretendían recibir revelaciones del Espíritu
Santo adicionales a lo que el Señor había hablado una vez por
todas a través de los profetas y apóstoles autorizados. Pero este ha
sido siempre un peligro latente en la cristiandad. De vez en cuando
se levantan algunos hombres, o mujeres que dicen estar recibiendo
revelaciones directamente del cielo, los cuales pretenden escuchar
directamente la voz de Dios.
Pero debemos tener cuidado con esa clase de personas, pues, lo
que Judas está diciendo aquí es que la falsa doctrina siempre está
relacionada con estas pretendidas revelaciones nuevas o
adicionales que algunas gentes dicen estar recibiendo.
La doctrina, la fe, todo lo que necesitamos para ser “... perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra” nos ha sido dado a
través del depósito sagrado al cual llamamos la Santa Biblia.
Las sectas que han surgido dentro de la cristiandad siempre han
estado asociadas con las “nuevas revelaciones” o las voces que
algunos pretenden escuchar directamente del cielo.
En el siglo II de la era cristiana, un pagano llamado Montano se
convierte al cristianismo, y luego de ser bautizado, se une a dos
supuestas profetizas, y diciendo que ha empezado un nuevo
pentecostés, una nueva era del Espíritu Santo, empieza a enseñar
falsas doctrinas, supuestamente reveladas directamente por Dios a
él y a sus profetizas. La iglesia del primer siglo había sido bendecida
por los carismas o dones sobrenaturales de revelación del Espíritu
Santo, pero estos habían cesado, la iglesia ya no requería más de
estos dones espectaculares, porque ahora tenían la relevación, el
depósito de la fe completo, ya la fe había sido dada una vez a los
santos.
No obstante, Montano pretende recuperar estos dones cesados, e
inicia un movimiento sectario. Él decía que el Señor regresaría por
su iglesia en ese mismo siglo e instalaría a la Jerusalén celestial en
la ciudad de Pepuza.
Esto mismo sucedió con los testigos de Jehová, los mormones y los
adventistas, los cuales pretendieron recibir revelaciones adicionales
a la que fue dada una vez para siempre a través de las Sagradas
Escrituras, y el resultado fue el error, el engaño, lo falso, una secta.
Debemos luchar con agonía por la pureza de la fe, porque ella es un
depósito sagrado que no puede ser cambiado.
La Iglesia del primer siglo lo entendió así, de manera que ellos sólo
estudian la doctrina apostólica:

Hechos 2:42 “Y perseveraban en la doctrina apostólica...” No les


interesaba conocer lo que soñó el pastor, o la experiencia espiritual
de los demás. Lo único que nos garantiza ser libres del pecado es el
permanecer en Cristo, en su doctrina, la cual fue dada una sola vez
para siempre al ser completada por los apóstoles del Cordero.
El apóstol Pablo, escribiendo al pastor Timoteo, le advierte de no
enseñar sus propias doctrinas, sino que su deleite y su
responsabilidad debe ser enseñar la doctrina apostólica, esa que fue
dada una vez para siempre: 1 Tim. 1:3 “Como te rogué que te
quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a
algunos que no enseñen diferente doctrina”, diferente a lo que los
apóstoles del Cordero enseñaron. 1 Tim. 6:3-4 “Si alguno enseña
otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor
Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está
envanecido, nada sabe...” 2 Jn. 1:9 “Cualquiera que se extravía, y
no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que
persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo”

Siendo que sólo tenemos una fuente de doctrina, una fuente segura
y sin error, entonces debemos mantenernos firmes en ella,
estudiando las Sagradas Escrituras, escudriñándolas, como ordenó
Jesús, de manera que no nos apartemos de ella, ni a diestra ni a
siniestra. Que no sigamos el error de los que pretenden recibir
revelaciones adicionales.
Siendo que esta fe es un depósito sagrado del cual mana la vida, la
verdadera libertad y el perdón de nuestros pecados, entonces
luchemos sin descanso para que esta verdad sea conocida por
todos.

Hoy el Señor, a través de la corta carta de Judas, te invita para que


despiertes a una gran realidad: estamos siendo invadidos por falsas
doctrinas. El grueso de la cristiandad, como en las épocas antiguas,
corre detrás de los baales, detrás de lo falso. ¿Y tú qué haces al
respecto? ¿Te amoldas al espíritu pluralista y relativista de la época,
pensando que no es tu responsabilidad meterte en problemas por
defender la sana doctrina? ¿Consideras acaso que los profetas
antiguos, los apóstoles y los valientes adalides de la reforma fueron
unos tontos por defender la doctrina pura que viene directamente de
Dios? ¿Crees que eres más inteligente que estos humildes
servidores de Dios? ¿Acaso no te das cuenta que tú mismo podrás
ser afectado por las doctrinas erróneas sino las denunciamos?
¿Olvidas cómo la falsa doctrina afectó paulatina pero
progresivamente al pueblo de Dios en tiempos antiguos, así como el
cáncer no se queda fijo en un solo lugar sino que cuando ha
empezado no cesa de extenderse en todo el cuerpo hasta abarcarlo
todo?
Características de los falsos maestros
y las falsas doctrinas (Parte 1)
v. 4
Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que
desde antes habían sido destinados para esta condenación,
hombres impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro
Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor
Jesucristo.

Introducción:
La historia de la humanidad es testigo de las luchas y conflictos que
se presentan entre personas, culturas, sociedades y naciones. Los
intereses de las personas, reinos o naciones, en ocasiones les
conducen a desatar guerras o luchas con el fin de mantener la
hegemonía o no permitir el ser subyugados por otros.
En nuestra época hemos sido testigos de las guerras entre
movimientos políticos opuestos, pero de manera especial hoy se
desatan fieras competencias entre las grandes empresas
multinacionales, las cuales buscan mantener o incrementar su
posición en los mercados.
Aunque algunas guerras fueron ganadas a través de la fiera batalla
cuerpo a cuerpo, es una realidad que muchas otras fueron ganadas
de manera sigilosa, permeando al enemigo, entrando sigilosamente
a través de espías, a través de filosofías que poco a poco dañaban
o convertían a las personas hacia los fines de los contrincantes.
Introducirse en medio del terreno enemigo, de manera sigilosa, es
una táctica que los enemigos han usado para derrocar a naciones,
imperios y empresas.
La Iglesia de Cristo libra una batalla crucial contra el mal. El
enemigo de las almas no cesa de rodear a la iglesia para hacerla
desfallecer y conducir a los creyentes a una vida espiritual mediocre,
sin vida. Satanás busca dañar nuestro testimonio cristiano, con lo
cual hace mucho daño al avance del evangelio.
Siendo que estamos en un campo de batalla, donde el enemigo usa
toda clase de estrategias, es nuestro deber estar alertas a sus
astucias.
El enemigo de la iglesia es muy astuto, él no escatima esfuerzo
alguno para hacer daño.
Él sabe que los daños más grandes causados a la iglesia no
provienen de afuera, de los enemigos externos, sino de dentro. Los
grandes escándalos de los líderes de las iglesias han sido los
instrumentos afilados que Satanás usa para dañar la poca fe de los
que están iniciando la vida cristiana.
Judas, en el versículo 4, da una descripción de los enemigos que la
iglesia tiene dentro de ella, y estos son mas peligrosos que aquellas
personas que de manera abierta y franca se levantan en su contra.
El Señor nos ayude a conocer estas características de los falsos
maestros, de manera que huyamos de ellos, denunciando su
falsedad para que el resto no siga sus nefastas y mortales pisadas.

1. Los falsos maestros hacen su trabajo de manera solapada.


Judas dice que algunos hombres han entrado encubiertamente a la
iglesia. Él usa la palabra griega pareisdyein, la cual significa
literalmente “hundirse o zambullirse, y así deslizarse
secretamente…”[7]. Las personas que entran a una casa o a un lugar
de manera sigilosa o encubierta, por lo general, es porque están
haciendo o quieren hacer algo perverso. Esta es una palabra muy
fuerte que también designa “… las palabras halagüeñas y
seductoras de un contendiente astuto que se filtran gradualmente en
las mentes…”[8].
Judas usa una palabra que en español puede ser traducida como
solapada. Estos hombres han entrado a la iglesia solapadamente.
Un término que en nuestros diccionarios de la lengua española
significa “ocultar maliciosa y cautelosamente la verdad o la
intención”[9], una persona solapada es aquella “que oculta maliciosa
y cautelosamente sus planes y pensamientos”[10].
Este pastor de la iglesia apostólica no puede estar tranquilo cuando
él sabe que algunos hombres perversos están entrando a la iglesia
de una manera subrepticia, es decir, a escondidas. No por la puerta
principal, sino por detrás. Estos no traen buenas intenciones.
Ellos pudieron entrar haciéndose pasar por cristianos, pero
realmente no lo son. Ellos ocultan sus verdaderos planes, y esto
causa preocupación.
Estos hombres malvados pueden llegar a ocupar cargos tan
importantes como el de anciano o pastor, profeta, maestro de
seminarios, pueden llegar a ser predicadores afamados, pero no lo
hacen con el fin de glorificar al Salvador, sino para alcanzar sus
planes ocultos.
El Señor Jesús, cuando se presentó como el verdadero pastor que
está dispuesto a dar su vida por sus ovejas, también habló de esta
clase de hombres o pastores que entran subrepticiamente con el fin
de hacer daño al rebaño y conseguir sus fines egoístas. “De cierto,
de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las
ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. El
ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir… mas el
asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las
ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata a
las ovejas y las dispersa” (Juan 10:1, 10, 12).
Judas Iscariote estuvo con Cristo, por un tiempo se identificó con él
y llegó a ser parte del cuerpo apostólico, pero estaba allí no porque
amaba al Señor y estaba interesado en la salvación de las
personas, sino porque el estar con Cristo le representaba a él
ingresos económicos, pues “… teniendo la bolsa (la tesorería del
ministerio de Jesús), sustraía de lo que se echaba en ella” (Juan
12:6).
Formas solapadas de introducir herejías destructoras dentro de la
iglesia pueden ser:
La música cristiana. Los movimientos gay y algunas filosofías han
usado la música como un vehículo efectivo para transmitir sus
ideales y calar de manera furtiva o disimulada a la sociedad. Los
movimientos ecuménicos, los movimientos judaizantes y la nueva
era están introduciendo sus ideologías a la iglesia a través de la
música. Hoy día casi todas las iglesias cantan las mismas canciones
y usan los mismos ritmos, de manera que el cantante cristiano no
tiene problemas en alabar al Señor cantando a un solo coro con los
católicos romanos, los unitarios o los de la nueva era. La música es
el lenguaje universal que une a las distintas culturas, pero también a
las religiones. El ecumenismo busca que la gente crea en todos los
caminos que las religiones proponen para llegar al cielo, y para eso
usan la música cristiana, una música ambigua en su contenido,
donde sólo se habla de amar a Dios, de adorar a Dios, y se repiten
hasta el cansancio frases como “te amo, te adoro, te quiero”, pero
nunca se habla realmente de este Dios, de las exigencias de este
Dios Santo y de la exclusividad de la fe cristiana.
Los milagros y los dones carismáticos. Hoy día se hacen
campañas de sanación en las iglesias bautistas, en las católicas, en
las de la nueva era y hasta en los templos de los brujos amazónicos
(chamanes). Vemos en la televisión como muchos hombres que se
hacen pasar por predicadores cristianos, usan los supuestos dones
milagrosos para introducir herejías en la cristiandad, para promover
el ecumenismo y apartar de la fe a los incautos. Jesús ya advirtió
que los falsos profetas harían milagros y obras portentosas que
engañarían a la gente: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos
profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que
engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24). Las
grandes desviaciones doctrinales de la cristiandad evangélica están
introduciéndose de manera solapada o encubierta a través de
hombres que sustentan sus enseñanzas con las “señales y
milagros” que caracterizan sus ministerios. Muchos canales de
televisión cristiana y emisoras de radio son fuentes podridas de falsa
doctrina, pero los creyentes les escuchan porque ellos hablan de
milagros. No obstante, debemos recordar que estas señales no son
necesariamente obra del Espíritu Santo, sino que son instrumentos
de Satanás, pues, el apóstol Juan declara “Después vi otra bestia
que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un
cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la
primera bestia en presencia de ella, y hace que los moradores de
ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
También hace grandes señales, de tal manera que aun hace
descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y
engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha
permitido hacer en presencia de la bestia…” (Ap. 13:11-14).
La iglesia de hoy, como la de la época de Judas y Pedro, ha sido
infectada por numerosas doctrinas erróneas, pero sus falsos
maestros lo han hecho de una manera tan astuta, que la mayor
parte del pueblo cristiano ni siquiera se ha dado cuenta que ahora
están creyendo algo totalmente opuesto o desviado de la doctrina
bíblica. La astucia de estos malos hombres es tal que el apóstol
Pedro declara “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo,
como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras…” (2 Pedro 2:1).

2. A los falsos maestros les espera la condenación.


“Los que desde antes habían sido destinados para esta
condenación”
Aunque quisiéramos tener una iglesia totalmente limpia, donde
todos nos amemos de manera perfecta y no haya pecado, la verdad
es que mientras estemos en este mundo la imperfección siempre
estará en nosotros. Anhelamos la llegada del día glorioso cuando el
Señor perfeccione lo imperfecto, mientras tanto, es nuestro deber
estar alertas, golpeando nuestra carne y mortificando nuestro
pecado.
Las Escrituras son claras en mostrarnos la realidad, no muy
halagüeña, de que lo falso coexistirá con lo verdadero en esta
creación caída. De manera especial las falsas doctrinas, enseñadas
por falsos pastores y maestros siempre han estado peligrosamente
cercanas al pueblo de Dios, y en muchas ocasiones dentro de ella.
No es nuevo que hoy haya muchos falsos maestros dentro de la
iglesia, de esto han hablado las Escrituras.
Esto es lo que está diciendo Judas. Una traducción más acertada de
esta frase debiera ser: “… de quienes hace mucho tiempo se
escribió que habrían de ser condenados”[11]. La palabra que traduce
Reina-Valera como destinados (progegrammenoi) es un “participio
perfecto pasivo de prographö escribir de antemano”[12].
Así como las Escrituras nos hablan de la entrada de falsos maestros
en medio del pueblo de Dios, también nos han hablado de la
condenación que les espera, pues, el daño que ellos hacen a la
Iglesia es muy grande. Son como el comején o la polilla que poco a
poco se introducen en la estructura de una casa, y en poco tiempo
tornan vana la madera, de manera que la casa se ve en serio
peligro.
Pero las cosas no quedarán así. Un día el Juez de toda la tierra dará
su justo merecido a estos impíos. La condenación de los falsos
maestros, la condenación de la rebeldía no es algo nuevo, desde
hace mucho tiempo las Escrituras nos han hablado de ello.
Es por eso que en los versos 5 al 15 el autor de la lacónica carta se
dedicará a mostrar con claros ejemplos bíblicos la condenación de
los impíos: hablará del juicio sobre los israelitas incrédulos en el
peregrinaje a Canaán, los ángeles que pecaron, Sodoma y
Gomorra.
En el Antiguo Testamento muchos de estos falsos profetas fueron
condenados con la muerte, como en el caso de los profetas de Baal
“Entonces Elias les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no
escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de
Cisón, y allí los degolló” (1 Reyes 18:40).
La misma suerte le tocó al falso profeta Hananías, quien se oponía a
la sana enseñanza de Jeremías. “Entonces dijo el profeta Jeremías
al profeta Hananías: Ahora, oye, Hananías; Jehová no te envió, y tú
has hecho confiar en mentira a este pueblo. Por tanto, así ha dicho
Jehová: He aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás
en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová. Y en el mismo
año murió Hananías, en el mes séptimo”. (Jeremías 28:15-17).
Estos pasajes deben dar consuelo al creyente, porque aunque los
falsos profetas estarán en medio de nosotros, sabemos que Dios no
ignora la situación. Él no nos abandona a la suerte de ellos, sino
que, en su tiempo enviará sus juicios sobre todos aquellos que
dañan o tergiversan la verdad.
Características de los falsos maestros
y las falsas doctrinas (Parte 2)
v. 4
Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que
desde antes habían sido destinados para esta condenación,
hombres impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro
Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor
Jesucristo.

Introducción:
Una religión sin demandas morales suena absurdo, pues, por lo
general, todas las religiones demandan algo de sus fieles
seguidores. Algunas exigen obediencia a algún código de santidad,
otras demandan sacrificios abundantes, entre otros.
Pero, ninguna religión, excepto el cristianismo, tiene la doctrina de
un Dios santo como el que se manifiesta en la Biblia. Aunque todas
las religiones consideran a sus dioses como un ser benigno o santo,
si damos una revisión exhaustiva a lo que estas consideran son las
acciones de sus dioses, encontraremos muchos pecados y
debilidades humanas en ellos. Los dioses paganos le eran infieles a
sus esposas, actuaban de manera parcializada para ayudar a
algunos, cometían barbaries, o decían cosas absurdas y ridículas.
El único Dios que se presenta como la suma de la santidad y que es
completamente justo en sus acciones es el Dios de la Biblia. Vive
rodeado de santidad y todo lo que piensa o hace es conforme a su
atributo de la santidad.
Todas las desviaciones doctrinales que se han dado dentro del
cristianismo, buscan, de una u otra manera, desfigurar la doctrina de
la santidad, pues, en el fondo, esa es una de las doctrinas contra las
cuales mas lucha nuestra naturaleza pecaminosa.
Sería muy agradable a nuestra carne el tener a un Dios lleno de
amor y misericordia, pero débil en sus exigencias de santidad; un
Dios todopoderoso al cual yo me pueda acercar de cualquier
manera. Un Dios complaciente pero poco exigente.
Podemos encontrar en las Escrituras algunas maneras de cómo se
puede armar un cristianismo falso que conduce al infierno, un
cristianismo complaciente con nuestro pecado pero abundante en el
amor del Señor para con nosotros:
Profesar amor al Señor, sin tener que guardar sus
mandamientos. (Juan 14:15 “Si me amáis, guardad mis
mandamientos”)
Pecando abundantemente para que la gracia sobreabunde en
nosotros. (Rom. 6:1 “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el
pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera.”)
Amando al dinero, las riquezas y los bienes de este mundo,
porque somos hijos del Rey. (1 Juan 2:15 “No améis al mundo, ni
las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él” “Porque raíz de todos los males es el amor
al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y
fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim. 6:10)

Los falsos maestros y las falsas doctrinas siempre buscan, en el


fondo, complacer algún deseo pecaminoso de los hombres, no se
conforman a las sanas palabras de la fe, porque la santidad del Dios
de la Biblia es un peso muy grande para sus conciencias.
Judas, al proseguir describiendo las características más
sobresalientes de los falsos maestros o los falsos pastores, nos dice
que estos son hombres impíos.

3. Los falsos maestros son hombres impíos. “Porque algunos


hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían
sido destinados para esta condenación, hombres impíos...” v. 4
Aunque la apariencia de los falsos maestros sea como el de ovejas
inofensivas, e inicialmente sus enseñanzas y palabras parezcan
sanas, lo cierto es que no son ovejas, sino lobos rapaces
disfrazados, y el propósito final de sus enseñanzas no es inocuo,
sino inicuo.
Judas, quien no es pluralista, como nuestra época postmoderna, no
tiene temor en llamar a estos falsos profetas con el nombre que más
se ajusta a su condición espiritual y moral: Impios (asebeis), todo lo
contrario de un hombre piadoso (eusebéis).
El apóstol Pablo describe a estos maestros falsos de la siguiente
manera: “Porque hay muchos contumaces, habladores de
vanidades y engañadores… enseñando por ganancia deshonesta lo
que no conviene… pues hasta su mente y su conciencia están
corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo
niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a
toda buena obra” Tito 1:10-16.
Aunque la apariencia de estos hombres parezca santa, caritativa y
dulce, lo cierto es que saben ocultar la realidad espiritual que les
caracteriza. Sólo buscan lucro, popularidad y sus intereses
personales. Ellos hablarán lisonjeramente para ganar adeptos.
Su predicación se enfocará en atender de manera engañosa, pero
con apariencia de piedad, las necesidades más básicas y sentidas
de la gente: la salud, el dinero, el empleo, la autoestima, la carencia
de afecto, entre otros; pero no lo harán desde una perspectiva
bíblica, buscando glorificar al Señor en todo, sino que mezclarán las
palabras de la Sagrada Escritura con las psicologías humanistas, la
nueva era y otras corrientes de las cuales puedan valerse para
mantener en oscuridad a los súbditos.
En el libro de Apocalipsis Juan tiene la visión de la destrucción de la
gran Babilonia. Una ciudad que representa la religión falsa. Cuando
este sistema falso de fe religiosa fue destruido, la gente lloraba por
su destrucción, pues, ella había engañado a mucha gente, y ellos
pensaban que Babilonia no era tan mala, todo lo contrario, su
apariencia era agradable “…estaba vestida de lino fino, de púrpura y
de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas y de
perlas! (Apo. 18:16).
Jesús acusó a los religiosos Fariseos (maestros falsos) de ser
impíos, pero su apariencia piadosa engañaba a las multitudes. “!Ay
de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes
a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran
hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de
toda inmundicia”. Mt. 23:27

4. Los falsos maestros son hombres impíos que convierten la


doctrina de la Gracia en libertinaje.
“...impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”.
Es posible que los falsos maestros que se habían introducido
sigilosamente en la iglesia a la que escribe Judas, hayan sido
influenciados por las doctrinas de un gnosticismo incipiente, en el
cual se creía que, siendo que la gracia fue sobreabundante donde
abundó el pecado, entonces los creyentes entre más pecaran mas
recibían de la gracia del Señor.
El libertinaje de que Judas habla aquí, como característico de los
falsos maestros o pastores, está relacionado de manera estrecha
con la inmoralidad sexual. Ellos pensaban que la gracia de Dios les
concedía permiso para entregarse a las actividades sexuales ilícitas,
pues, de todas maneras serán perdonados, pensaban ellos.
Las doctrinas falsas, por lo general, promueven alguna clase de
impiedad. Aunque algunas sectas se distinguen por un fuerte
énfasis en la santificación, en el vestir decoroso, y en la separación
del mundo, por lo general esto se hace de manera legalista, es
decir, se imponen reglas humanas como si fueran leyes divinas, o
los mandamientos divinos son exaltados a tal punto que la gente
cree que es salva por obedecer dichos mandamientos. Esto también
es impiedad, por dos razones:
Primero, pervierten el evangelio de la salvación sólo por gracia por
medio de la fe. Ellos rechazan el perfecto sacrificio de Cristo al
pretender añadirle algo más a la salvación. Para ellos la Cruz de
Cristo es insignificante, pues, a ella le añaden reglas y
mandamientos de hombres. Esto es impiedad, porque es una
ofensa contra el Hijo de Dios.
Segundo, esta clase de desviación enfatiza la santidad en cosas
que no son bíblicas, mientras violan los claros principios
escriturales. Se cubren con un manto de santidad mientras en
secreto practican toda suerte de pecados aberrantes. Un ejemplo
muy claro lo encontramos en los legalistas fariseos:
Mar 7:1 Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los
escribas, que habían venido de Jerusalén; los cuales, viendo a
algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos
inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. Porque los
fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los
ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. Y
volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas
cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de
los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal,
y de los lechos. Le preguntaron, pues, los fariseos y los
escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la
tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos
inmundas? Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó
de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me
honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me
honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la
tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los
vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les
decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para
guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y
a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera
irremisiblemente.
Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a
la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo
aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por
su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con
vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis
semejantes a estas. Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo:
Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre
en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo
que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga.

Pero, hay otro extremo. Los que hablan muy poco de santidad. Los
antinomianos, los que están en contra de la Ley santa del Señor.
Ellos dicen que estamos en la época de la gracia y ahora no hay
mandamientos que obedecer, ahora sólo debemos amar, amar y
amar. El cristianismo debe ser la expresión pura del amor a Dios y al
prójimo, lo cual involucra el ser santos, así como nuestro Dios que
nos salvó es santo. (1 Pedro 1:16).
Hoy día los movimientos neocarismáticos de la prosperidad y la
sanidad divina, enfatizan el bienestar material, físico y emocional. La
verdadera santidad para ellos consiste en que te sientas bien, en
que te sientas como un hijo del Rey, como dueño y señor del
mundo. El pecado, del cual poco se habla en estas sectas, es visto
simplemente como la fuente de la pobreza y la enfermedad, pero
nunca se ve como una afrenta al Santo Dios, porque estos falsos
maestros no están interesados en enseñar acerca de la santidad de
Dios, de su ira o de su justicia. El énfasis está en el amor de Dios.
Ellos han creado su propio dios, un dios de puro y sólo amor. La ira
de Dios, la santidad de Dios, la justicia de Dios, el juicio de Dios, son
atributos que no están presentes en el dios que ha resultado de sus
imaginaciones perversas.
El resultado de este énfasis en el amor de Dios, es una doctrina que
permite de manera implícita, la entrega al pecado, pues, al fin y al
cabo, somos hijos del rey y contamos sólo con su amor. Este dios
desfigurado produce un cristianismo desfigurado.
Hace poco tiempo empezó el movimiento apostólico dentro de la
iglesia, por cierto, un elemento más que se añade a la falsedad de
nuestro cristianismo actual. Estos apóstoles se creen una casta
especial. Son los ungidos y tienen supuesta autoridad sobre el resto
de la iglesia. Casi se igualan a los 12 escogidos por Cristo, con la
diferencia que los verdaderos apóstoles estaban para servir a los
santos, y los falsos apóstoles de hoy están para ser servidos por los
creyentes.
Siendo esto una desviación doctrinal, no tardó en producir los frutos
de maldad que caracterizan a toda falsa doctrina. Muchos de estos
apóstoles han estado envueltos en pecados sexuales terribles, pero
luego de adulterar y cometer inmoralidad sexual, y ser enviados
durante un corto de tiempo a otros países, regresan a sus iglesias
con títulos apostólicos y sorprendentemente con más “unción y
poder”, recibiendo mayor aclamación de sus incautos súbditos.

5. Los falsos maestros son hombres impíos que tergiversan las


doctrinas fundamentales de la fe.
“...y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo”
Los falsos maestros no sólo se conocen por la vida inmoral que
ocultan detrás de su falsa apariencia de piedad, sino que también se
conocen por el error o la desviación doctrinal, en especial
tergiversan la doctrina de Dios y de Jesucristo.
Aunque Judas no ahonda en los temas doctrinales que estos falsos
pastores de su tiempo enseñaban, sí nos indica que ésta se
relacionaba con la comprensión que tenían de Jesucristo.
Ellos negaban al único Dios soberano y a nuestro Señor Jesucristo.
Siendo que en los manuscritos más antiguos no aparece la palabra
Dios, algunos traductores y comentaristas llegan a la conclusión que
aquí se refiere a Jesús como el Soberano y Señor (despotes).
Aunque el término soberano, por lo general se refiere a Dios el
Padre, aquí Judas aplica este título a Cristo Jesús.
En la historia de la cristiandad podemos ver que las falsas doctrinas
o las sectas inician desviándose en algo de la doctrina de Cristo.
En tiempos de Pablo algunos falsos maestros enseñaban que Jesús
no resucitó de entre los muertos, sino que su cuerpo quedó en la
tumba. Esto era lo que infería Pablo del argumento de muchos al
decir que no hay resurrección de muertos (1 Cor. 15).
En tiempos de Juan los gnósticos enseñaban que el Cristo no vino
en carne, sino en mera apariencia humana, como un ser etéreo. 2
Juan 1:7 “Porque muchos engañadores han salido por el mundo,
que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto
hace es el engañador y el anticristo”.
Luego de la muerte de los apóstoles, muchos falsos pastores
enseñaron doctrinas erróneas respecto a Cristo, contra los cuales la
iglesia verdadera tuvo que luchar férreamente:

En el siglo III Sabelio, un líder eclesiástico, empezó a enseñar que


Dios existe en sólo una persona, a la cual se le aplican tres
nombres, negando así la distinción entre las personas del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Sabelio creía que Dios cambia o muda su
forma de presentarse ante los hombres, pero que es sólo una
persona. A esta doctrina errónea se le conoció como sabelianismo o
modalismo. Niega al Jesús de la Biblia, porque su Salvador no es el
Hijo eterno del Padre eterno, tal como lo presentan las Sagradas
Escrituras. Esta herejía es creída hoy por la secta de los unitarios,
conocidos en diversos lugares como los Sólo Jesús, Pentecostales
unidos o unicitarios.
También en los primeros siglos de la era cristiana un falso maestro
cristiano, llamado Arrio, enseñó que Jesús, el Verbo, no es
consubstancial con el Padre, es decir, el Hijo de Dios no es eterno,
no es divino, sino la primera criatura o creación de Dios. Aunque
Arrio hablaba de Jesús como el hijo de Dios, el salvador del mundo,
el santo, el glorioso, no obstante negaba que él fuera Dios. Esta
herejía es creída hoy por los falsos Testigos de Jehová y los
movimientos liberales dentro de las iglesias protestantes.

Los mormones creen que Jesús es el Hijo de Dios, pero en el


sentido que un hombre mortal puede llegar a serlo también.

Las sectas neo-carismáticas de la teología de la prosperidad


también han tergiversado la doctrina de Cristo. Los grandes gurús o
líderes de la denominada “teología de la fe”, “dilo y recíbelo” o la
teología de la prosperidad, han estado introduciendo doctrinas
erróneas respecto a Dios o Cristo. Uno de los líderes más conocidos
de este movimiento dijo que Dios tenía un cuerpo un tanto más alto
que un hombre normal. Otro de ellos aseguró que en esencia hay 9
personas, que el Padre consta de tres partes, lo mismo el Hijo y el
Espíritu Santo. Algunos de ellos ya están negando la preexistencia
de Cristo, y en su lugar afirman que Jesús es el resultado de la fe de
Dios. Algunos de ellos enseñan que Jesús, en la cruz, pagó la
ofrenda por el pecado, no a Dios, sino a Satanás. Para ellos Dios
nos es más que un poderoso mago que puede hacer todo lo que
quiera porque él tiene fe positiva. Dios creó al mundo, no porque
tenga un poder inherente en él para hacerlo, sino porque él tuvo fe,
por su pensamiento positivo. El concepto que la nueva era tiene de
Dios, es el mismo que enseñan los tele-evangelistas de la fe y la
prosperidad.

Por cierto, todos estos chamanes de la fe están siguiendo el camino


de algunos sectarios que les han precedido, como es el caso del
líder de la secta “Creciendo en Gracia”. Ellos fueron uno de los
primeros grupos de Latinoamérica en hablar de la prosperidad y las
bendiciones económicas abundantes que debe gozar todo creyente.
Su líder no se conformó con ser llamado pastor, sino que luego pidió
ser reconocido como Apóstol, para luego ser llamado Cristo, y ahora
anticristo, mostrando así su verdadero carácter.

Huyamos de los falsos maestros que pululan en la televisión y en


algunas emisoras de radio, a los cuales podremos identificar por su
hablar lisonjero y agradable al oído humano. Recordemos las
instrucciones bíblicas: “Cuando se levantare en medio de ti profeta,
o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, 2y si se
cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en
pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; 3no darás
oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños;
porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis
a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra
alma. 4En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis,
guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y
a él seguiréis. 5Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto,
por cuanto aconsejó rebelión contra Jehová vuestro Dios que te
sacó de tierra de Egipto y te rescató de casa de servidumbre, y trató
de apartarte del camino por el cual Jehová tu Dios te mandó que
anduvieses; y así quitarás el mal de en medio de ti. Deuteronomio
13:1-5
Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno
sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son
engañadores. 14Y curan la herida de mi pueblo con liviandad,
diciendo: Paz, paz; y no hay paz. Jeremías 6:13-14
En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en
nombre de Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel. 14Y en los
profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y
andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para
que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos
como Sodoma, y sus moradores como Gomorra. 15Por tanto, así ha
dicho Jehová de los ejércitos contra aquellos profetas: He aquí que
yo les hago comer ajenjos, y les haré beber agua de hiel; porque de
los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra.
16
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de
los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas;
hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová.
17
Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz
tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón,
dicen: No vendrá mal sobre vosotros. Jeremías 23:13-17
El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien
fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver
la paja con el trigo? dice Jehová. 29¿No es mi palabra como fuego,
dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra? 30Por tanto,
he aquí que yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan
mis palabras cada uno de su más cercano. 31Dice Jehová: He aquí
que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen:
El ha dicho. 32He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que
profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi
pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les
mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová.
Jeremías 23:28-32
Advertencias contra los que
promueven y siguen las falsas
doctrinas:
El ejemplo de los Israelitas.
Judas 5
“Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el
Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después
destruyó a los que no creyeron”

Introducción:
La vida está llena de muchas carreras y metas, por cierto, todos los
seres humanos un día debemos tomar la decisión de iniciar alguna
carrera, sea ésta el matrimonio, estudios, una empresa, una misión,
entre otros. Aunque algunas carreras nos producen cierto temor
porque no sabemos cómo nos irá en ella, la verdad es que muchas
veces iniciamos presurosos y con entusiasmo caminos y empresas
pensando que llegaremos al final. Pero lo importante no es iniciar la
carrera sino correrla y llegar a la meta. Algunos inician muchas
carreras y no logran terminar con satisfacción ninguna de ellas, esto
es frustrante.
Judas, el autor de la carta que estamos estudiando, está interesado
en que los lectores de su escrito, miembros de una iglesia cristiana,
logren terminar bien su carrera. Ellos se encuentran en un grave
peligro espiritual debido a la maléfica influencia de teólogos,
pastores y profetas liberales que han tergiversado la doctrina bíblica,
acomodándola a su propio gusto y tornándola atractiva para la
mente pecaminosa.
Esta caótica situación ha provocado en el pastor Judas la reacción
normal de un siervo del Señor que reconoce su enorme
responsabilidad en cuidar las ovejas que el Pastor de pastores le ha
encomendado.
Luego de dar una descripción del carácter y doctrina de los falsos
maestros, procede a presentar tres ejemplos tomados del Antiguo
Testamento, los cuales se convierten en una firme advertencia para
todos los miembros de las iglesias locales que corrompen la doctrina
o que siguen a estos seudo-maestros, porque no solo los falsos
pastores serán juzgados, sino también los creyentes que siguen sus
disoluciones.
Judas presenta, como testimonios históricos de lo que Dios hace
con los rebeldes y sectarios, tres casos tomados del Antiguo
Testamento:

Los israelitas incrédulos que murieron en el desierto


Los ángeles que se rebelaron contra Dios y fueron arrojados desde
el cielo a prisiones eternas
Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas que fueron destruidas por
el fuego debido a la práctica de vicios contra naturaleza que les
caracterizaba.
Iniciemos hoy analizando el primer ejemplo usado por el autor, y
oremos para que el Señor impacte nuestros corazones produciendo
temor y temblor al conocer cómo la ira de Dios se rebela contra toda
clase de impiedad, y de una manera más clara, contra toda clase de
apostasía, sectarismo y falsedad doctrinal.

1. Una introducción poderosa


2. Una liberación portentosa
3. Una destrucción aterradora

1. Una introducción poderosa


“Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido...”
Dios ha creado al hombre con la capacidad de conocer las cosas,
estudiarlas, comprenderlas y recordarlas. El recuerdo es un
elemento fundamental para la vida humana. Sin él no pudiéramos
tener presente algunos hechos o conocimientos que luego nos van a
librar de peligros o situaciones difíciles. Por ejemplo, un niño de tres
años alejará sus manos de un loro o guacamayo porque ya tiene en
su mente el recuerdo de una experiencia desagradable en la cual el
loro maltrató con su pico sus dedos. Sin el recuerdo no pudiéramos
crecer en el conocimiento, pues, nosotros edificamos o construimos
sobre lo que ya sabemos, y lo que sabemos nos es traído a la
memoria por el recuerdo.
Esta facultad nos ha sido dada por Dios, como seres inteligentes y
racionales, con el fin de ayudarnos a crecer en nuestro desarrollo
como seres humanos. Y si el recuerdo es importante para la vida
diaria cuánto más lo será para nuestro avance espiritual.
El pastor Judas, quien conoce a las ovejas de manera profunda,
inicia sus advertencias alabando las buenas capacidades
intelectuales que los lectores han manifestado, y los invita a usar su
capacidad del recuerdo, ayudados por la mención que el autor hará
de tres casos muy dicientes tomados del Antiguo Testamento.
Judas era un pastor con buenas capacidades pedagógicas. El ha
usado, y volverá a usar las triadas para mostrar las verdades que el
Señor le lleva a compartir. En grupos de tres, comparte sus
enseñanzas, tal vez con el fin de recordarlas más fácilmente:
En el verso 1 identifica a los que luchan espiritualmente por la sana
doctrina y ha dicho que estos son: Llamados – santificados en Dios
Padre - y guardados en Jesucristo.
En el verso 2 hay tres deseos sinceros para los lectores:
Misericordia – paz – y amor.
En el verso 4 habló de tres características que identifican a los
falsos profetas o maestros: Han sido destinados para esa
condenación – son impíos que convierten en libertinaje la gracia de
Dios – y tergiversan la doctrina de Dios y la cristología.
Ahora desde el verso 5 y hasta el 7 presentará tres ejemplos
tomados del Antiguo Testamento para advertir de las serias
consecuencias que sufrirán los que pervierten la doctrina: Los
israelitas incrédulos que murieron en el desierto – los ángeles que
se rebelaron contra Dios y están ahora en prisiones eternas – y las
ciudades de Sodoma y Gomorra que fueron destruidas por el fuego.
En el verso 8 continuará mostrando tres características de los falsos
profetas: mancillan la carne – rechazan la autoridad – y blasfeman
de las potestades superiores.
En el verso 11 usa tres personajes para ilustrar la condición
espiritual de los falsos maestros: Caín - Balaán – y Coré.
.
Ahora, estas advertencias se dan a personas que ya tienen
conocimiento. El autor dice “Ya que una vez lo habéis sabido”, es
decir, ellos tenían conocimiento del Antiguo Testamento, sólo
bastaba con mencionarle los hechos someramente y ellos tendrían
la capacidad de recordar todo lo que sucedió en ellos.
Es probable que el mismo Judas les haya enseñado las Escrituras,
u otro pastor, de manera que los tres ejemplos mencionados no eran
desconocidos para la audiencia, como tampoco lo serán para los
cristianos hoy día.
Los escritores sagrados consideraban que el mejor ejemplo o
testimonio que puede producir convicción y temor respecto a los
juicios de Dios se encuentra en las Sagradas Escrituras; el buen
predicador podrá usar ilustraciones de la vida diaria, pero preferirá
en lo máximo posible usar los ejemplos e ilustraciones de la misma
Biblia. El apóstol Pablo también acude a los ejemplos de la Escritura
recomendando que los cristianos tengamos presente sus
enseñanzas para nuestro bien: “Y estas cosas les acontecieron
como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a
quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Cor. 10:11).
Escuchemos y consideremos con suma atención el primer ejemplo
de cómo los juicios de Dios se derraman sobre los que tuercen las
Sagradas Escrituras para su propia perdición.

2. Una liberación portentosa.


“... que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto”.
Judas quiere dar una advertencia a los malvados e incrédulos que
estaban pervirtiendo las creencias y la conducta de la iglesia. Ellos
deben saber que su descarrío no quedará impune, y si están
pensando que la ira de Dios no vendrá sobre ellos debido a que
hicieron una profesión de fe, o recibieron dones milagrosos, o fueron
sanados de alguna enfermedad, y consideran que por eso la gracia
de Dios está sobre ellos y por lo tanto cualquier maldad que ellos
hagan no tendrá su justa retribución; el autor les dice: ustedes están
equivocados. A pesar de la buena vida que puedan llevar los falsos
pastores o maestros, la ira del Señor se derramará sobre ellos y le
pondrá fin a sus días agradables.
Judas dice que el Señor salvó al pueblo sacándolo de Egipto;
considero oportuno aclarar dos términos en este pasaje: Primero, el
título Señor. Algunos expertos comentaristas consideran que este
título designa aquí al Señor Jesucristo, tomando en cuenta que
Pablo dice que la roca que seguía a los israelitas en el desierto es
Cristo (1 Cor. 10:4), mientras que otros consideran que “Señor” aquí
se refiere a Dios el Padre, puesto que él fue quien consignó a los
ángeles en prisiones eternas (Judas 6 comparar con 2 Pedro 2:4), y
fue él quien destruyó a los incrédulos en el desierto según Números
14:29-37. Particularmente me inclino a pensar que aquí “Señor”
apunta a Dios el Padre.
Otra aclaración es con el término “salvado” que se usa en la versión
Reina Valera del 60. Realmente la traducción más acertada debiera
ser “... el Señor sacó a su pueblo de la esclavitud de Egipto...”, como
lo hace Simón Kistemaker[13]. Hago esta aclaración debido a que
alguien puede pensar que Judas está enseñando la errónea doctrina
de que una persona puede ser salva, es decir, nacida de nuevo, y
luego perder su salvación, muriendo a su nuevo nacimiento, lo cual
es imposible, puesto que el nuevo nacimiento es obrado
poderosamente por el Espíritu de Dios, de manera que nunca
moriremos a él, sino que efectivamente viviremos para siempre en la
presencia de nuestro Salvador, como dijo Jesús: “El que cree en el
Hijo tiene vida eterna... (Juan 3:36), “...sino que el agua que yo le
daré será en él una fuente de agua que salta para vida eterna”
(Juan 4:14), “De cierto, de cierto os digo: el que oye mi palabra y
cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24), “Y
esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al
Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día
postrero” (Juan 6:40), “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán
jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). No hay
posibilidad alguna de que alguien que ha nacido de nuevo, es decir,
que ha sido regenerado, justificado, salvo, pierda su salvación,
porque esta no depende de nosotros, sino de Dios quien es
poderoso para salvar.
Pero hay otras clases de salvación que Dios ha obrado en la historia
del hombre. Por ejemplo, en las Sagradas Escrituras, el ser sano de
una penosa enfermedad se le designa como una salvación o el ser
librados de un gran peligro. Por lo tanto, cuando la versión Reina-
Valera traduce esta frase en términos de salvación, no está
cometiendo ningún error, pues, Dios salvó o libró al puedo israelita
de la esclavitud egipcia, pero no está afirmando que todos ellos
habían sido regenerados.
No obstante, las misericordias del Señor son muy grandes. Y él ha
obrado siempre para el bienestar de todos, incluso de los rebeldes.
El hace salir su sol sobre justos e injustos, él envía la lluvia que
hace producir la tierra sobre las fincas de los justos y también de los
injustos (Mt. 5:45 ... vuestro padre que está en los cielos, que hace
salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos), él da riquezas a los santos y también a los pecadores (Ecl.
5:19); Jesús sanó a miles que luego no le siguieron sino que se
apartaron de él y en la hora decisiva gritaban crucifícale, y todo
estos que recibieron las misericordias del Señor, un día escucharán
su voz, no con misericordia, sino con voz de trueno y terrible
espanto que les dirá “apartaos mí, hacedores de maldad” Mt. 7:23.
El Señor tuvo misericordia de Israel, liberándolos de la ignominiosa
esclavitud egipcia, y esto lo hizo acompañado de muchos y
portentosos milagros. El Señor usó a su siervo Moisés, un hombre
piadoso y manso (Nm. 12:3), no lo hizo usando al más vil pecador,
sino a un varón de Dios; a través de él obró milagros maravillosos
para amedrentar al Faraón y liberar al pueblo, envió plaga tras
plaga, oscuridad, granizo, langostas y por último, hizo que todos los
primogénitos de los egipcios murieran en una misma noche,
incluyendo al primogénito del Faraón. Luego, abrió el mar en dos de
manera que ellos pudieron caminar en seco, una nube que
marchaba al ritmo del pueblo les protegía en el día del inclemente
sol del desierto y en la noche les iluminaba. Cuando quisieron comer
carne Dios les envió codornices, cuando tenían sed Dios hizo que
de la roca brotara agua, sus vestidos no se gastaron, sus calzados
tampoco, cuando los enemigos querían hacerle daño, el Señor
peleaba las batallas y los destruía, ¡Qué más se podía pedir! ¡Eran
los consentidos del Señor!. Usando el lenguaje evangélico moderno:
¡Vivían como hijos del Rey!; no obstante, todos estos milagros no
garantizaban que realmente ellos gozaran del favor eterno de Dios;
pues, una cosa es disfrutar de ciertas bendiciones temporales y
terrenas y otra muy distinta es gozar de las bendiciones eternas y
celestiales. Muchos que se llaman creyentes sólo vienen a Cristo en
búsqueda de las bendiciones terrenas; salud del cuerpo, mejorar la
economía, salir de deudas, entre otros, pero todas estas cosas
perecerán y pasarán, mas lo espiritual, lo celestial, es eterno; por
eso el apóstol Pablo nos dice: “Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la
diestra de Dios, poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la
tierra” Col. 3:2.
Pero a pesar de esta liberación portentosa que el Señor obró en
favor del pueblo de Israel, cuando estos manifestaron lo que
realmente había en su corazón, el Señor les envió una destrucción
aterradora.

3. Una destrucción aterradora.


“... después destruyó a los que no creyeron”.
Esta declaración pareciera ser una contradicción con lo que dijo
antes. ¿Cómo es posible que el Señor libre a toda una nación de
una situación terrible, para luego destruirla por completo? ¿Porqué
mejor no la dejó en la situación de esclavitud, donde, al menos,
podían continuar viviendo? No puedo dar una respuesta amplia a
esta interesante pregunta en este corto espacio, pero, en el caso de
Israel, la Biblia nos dice que ellos clamaron a Dios por su liberación.
“Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y
los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y
subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre”
(Éxodo 2:23). Ahora, aunque el Señor no escucha a los pecadores
de la misma manera como lo hace con sus hijos, no obstante
cuando los pecadores claman con angustia a él, muchas veces su
misericordia le conduce a hacerles el bien que ellos esperan. Esto lo
vemos expresado de manera clara en el ministerio de Cristo, él tuvo
compasión de los enfermos y desvalidos, sanándolos y liberándoles
de sus pesadas cargas (Mt. 14:14), pero en el día del juicio el Señor
usará estos milagros y portentos que obró para bendecirlos
temporalmente, como una herramienta para darles con más rigor el
castigo eterno, pues, habiendo visto y disfrutado de los poderes
milagrosos del Señor no le sirvieron como tal, sino que se
mantuvieron rebeldes contra él. La declaración final que escucharán
de aquel que les obró la sanidad o les bendijo terrenamente será:
“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles” (Mt. 25:41).
Estos israelitas estaban convencidos de que el Señor los amaría
eternamente por ser el pueblo escogido, por las promesas dadas a
sus padres (Abraham, Isaac, Jacob, José), por la ruina que le causó
a Egipto con el fin de liberarlos; ellos creían que si practicaban el
pecado, e incluso tergiversaban la doctrina que Dios les había dado
a través de los patriarcas y Moisés, iban a continuar disfrutando del
favor divino, pero la verdad era otra, Dios no se complace en la
maldad, y mucho menos en la incredulidad.
El resultado fue todo lo contrario, el Señor los destruyó y derramó
sus juicios sobre ellos. Todos los hombres y mujeres mayores de 20
años, que salieron de Egipto, fueron destruidos en el desierto (más
de 1.200.000 personas en 38 años, es decir, 90 muertes por día.) “Y
los días que anduvimos de Cades-Bernea hasta cuando pasamos el
arroyo de Zered fueron treinta y ocho años; hasta que se acabó toda
la generación de los hombres de guerra en medio del campamento,
como Jehová les había jurado. Y también la mano de Jehová vino
sobre ellos para destruirlos de en medio del campamento, hasta
acabarlos”.
Es posible iniciar la carrera cristiana, como estos israelitas que
fueron libertados de la esclavitud egipcia, y en el camino desviarse
de la obediencia a Dios, atrayendo la ira de Dios y la condenación.
Tal vez Judas se refiere, con este primer ejemplo, al momento
cuando Josué, Caleb y los otros espías regresaron de inspeccionar
la tierra prometida, y en vez de confiar en la poderosa mano del
Señor dudaron de Su palabra y creyeron que era imposible entrar a
esa productiva tierra porque sus moradores, según ellos, eran tan
grandes, fornidos y guerreros que se los comerían vivos. Esto fue un
acto de incredulidad y apostasía, el resultado fue que Dios los obligó
a dar círculos en el desierto por más de 38 años, hasta que todos
los incrédulos murieron.
La enseñanza para los maestros apóstatas debía hacer sacudir sus
corazones, debía producir temblor y temor, pues, ellos, así como
estos israelitas incrédulos, estaban desviándose del verdadero
evangelio, estaban tergiversando la doctrina cristiana, y estaban
practicando pecados, que, aunque ellos mismos los justificaban con
su teología liberal o con los supuestos milagros que podían hacer,
no obstante eran desagradables al Señor y nada los libraría de los
terribles juicios que vendrían, al menos que desistieran de su error,
reconocieran su pecado, se arrepintieran y volvieran a la doctrina
apostólica.

Algunas personas creen que ahora, en los tiempos del Nuevo


Testamento, Dios no está juzgando a la gente, que sus juicios ya no
se derraman más, y ahora sólo es amor y gracia. Pero la santidad
de Dios no ha mermado con la gracia abundante de Jesucristo. Es
cierto que a través del sacrificio perfecto de Jesús obtenemos la
completa y eterna salvación, y ésta queda asegurada para siempre
a través de la fe, pero recordemos que muchos iniciaron la carrera
cristiana, y al final mostraron que no había en ellos verdadera
salvación, pues, en el camino se apartaron de la Palabra del Señor y
se volvieron apóstatas. Hoy el Señor también juzga a su pueblo y
saca de él a los que pervierten la fe bíblica. Estamos escuchando a
muchos predicadores modernos, que así como los falsos profetas
del Antiguo Testamento, llevan al pueblo a pensar que sus pecados
no acarrearán sobre ellos el juicio divino. Ellos creen que están por
encima del bien y del mal, porque supuestamente han sido ungidos
de una manera especial por el Espíritu Santo como apóstoles o
profetas, pero se engañan a sí mismos y desconocen que Judas
Iscariote fue ordenado como unos de los doce, no por los falsos
apóstoles de hoy que se consideran con autoridad para ordenar a
otros apóstoles, sino por el único que puede ordenar apóstoles, es
decir, por Jesucristo; pero a pesar de ello, este hombre no
permaneció en la fe, sino que se desvió porque amaba más las
riquezas de este mundo, y se aprovechaba de las donaciones y
ofrendas que hacían al ministerio de Cristo para él llevar una vida
cómoda y acumular riquezas; el resultado ya lo conocemos, fue su
propia destrucción, su muerte física y la condenación eterna.
Advertencias contra los que
promueven y siguen las falsas
doctrinas:
El ejemplo de los ángeles que
pecaron.
Judas 6
Introducción:
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que
abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en
prisiones eternas, para el juicio del gran día”
El gran rey Saúl, quien había sido escogido por Dios para gobernar
sobre su pueblo santo, obtuvo grandes privilegios departe del
Soberano. Era un hombre de hermoso semblante, y de hombros
para arriba sobrepasaba al resto del pueblo. (Is. 9:2). El Señor
también le llamó, le ungió y le puso por Rey sobre la nación de
Israel. Incluso le concedió facultades espirituales como el profetizar.
(1 Samuel 10:6).
Pero este hombre, habiendo recibido del Señor un llamamiento tan
alto, dones naturales y espirituales, y habiendo sido puesto en una
elevada posición de autoridad sobre su pueblo, dejó que su corazón
se llenara de vanagloria y altivez, llegando a considerarse superior a
los mandamientos divinos y a la moral que el pueblo debía
obedecer, de manera que él se dio el “lujo” de olvidar la Ley santa e
hizo lo que él, en su exaltada pero humana sabiduría, consideró
más apropiado hacer.
Es así que decide ofrecer holocaustos y ofrendas de paz, lo cual no
le correspondía hacer como rey, sino que tenía mandamiento de
esperar a Samuel para que él oficiara esta ceremonia. Saúl pensó
que por ser el rey y haber recibido algunas bendiciones y dones de
lo alto, podía inmiscuirse en asuntos que eran competencia de otros
ministerios. Pero a pesar de su posición elevada, Dios no le pasó
por alto su pecado y decidió desecharlo para siempre. Samuel le
dijo: “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de
Jehová tú Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová
hubiera confirmado tu reino para siempre. Mas ahora tu reino no
será duradero... por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te
mandó” 13:13-14.
En otra ocasión el Señor le ordenó que hiciese guerra contra
Amalec y que destruyera todo lo que él tenía: hombres, mujeres,
niños, vacas, ovejas, camellos y asnos. Pero nuevamente este Rey
consideró que su elevada posición designada por Dios le autorizaba
a tomar sus propias decisiones en contra de los mandatos divinos, y
no hizo conforme a las instrucciones recibidas, sino que perdonó a
Agag y a lo mejor de las ovejas, de los animales engordados, de los
carneros y de todo lo bueno; Saúl justificó esta desobediencia
arguyendo que todo esto lo preservó para ofrecerlo al Señor en
ofrendas y sacrificios, pero la consecuencia de esta nueva
desobediencia acarreó el final desagrado del Señor que lo
abandonó para siempre, el Señor dijo: “Me pesa haber puesto por
rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido
mis palabras... Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y
como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la
palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas
rey... No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y
Jehová te ha desechado para que no seas Rey de Israel” (1 Sam.
15:11).
Este rey tuvo un triste final, violando constantemente la Palabra del
Señor, asumiendo que su posición de Rey le permitía practicar
cosas que para el resto del pueblo eran prohibidas. Este Rey
prohibió a la gente del pueblo practicar la hechicería, la adivinación
y la consulta a los muertos, pero él consideraba que estaba por
encima del mandato y consultó a una adivina en Endor, lo cual
colmó la copa de la ira de Dios y éste terminó suicidándose. (1 Sam.
31:4).
Un rasgo característico de los falsos maestros o los falsos pastores
consiste precisamente en una auto-exaltación que los lleva a
considerarse como pertenecientes a una casta especial que recibe
muchos privilegios de parte de Dios, de manera que ellos pueden
hacer cosas que para el resto de mortales son prohibidas. Ellos
creen que tienen facultades espirituales especiales las cuales les
libran de pecar o sufrir las consecuencias del pecado, aunque hagan
cosas que claramente son contrarias a la voluntad revelada del
Señor.
Este problema no solo aquejó a Saúl, sino que en toda la historia del
pueblo de Dios ha afectado a muchos líderes y ministros, los cuales
también han tenido un triste final de desaprobación divina.
Es muy fácil dejarse corromper por el poder o la autoridad llegando
al punto de asumir atribuciones que no nos corresponden.
El pastor Judas continúa en el versículo 6 describiendo algunos
ejemplos bíblicos de cómo la ira de Dios se desató sobre los
desobedientes, los líderes y creyentes que se alejan de la voluntad
revelada del Señor, que andan trastornando la doctrina bíblica
buscando su propia satisfacción y provecho personal.
En el versículo 5 nos mostró cómo Dios castigó a los israelitas luego
de haberlos liberado del yugo opresor egipcio, pues, ellos en vez de
mantenerse en la fe decidieron alejarse de ella, manteniéndose
incrédulos.
Luego en el verso 7 nos mostrará el ejemplo de Sodoma y Gomorra,
ciudades que trastornaron el orden divino para la sexualidad y
recibieron la destrucción fulminante.
Analicemos la enseñanza que hoy nos trae Judas, con el fin de
advertirnos para cuidarnos de los falsos maestros, pues, la ira de
Dios vendrá si abandonamos la verdadera fe bíblica.
1. Una alta dignidad.
2. Un abandono pecaminoso
3. Un juicio seguro

1. Una alta dignidad.


“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad”.
El ejemplo que usa el autor para advertir a los falsos profetas del
inminente castigo que vendrá sobre ellos por haber desviado la
doctrina y, en su paso, corromper al pueblo de Dios, se basa en los
ángeles que pecaron. Ahora, la advertencia es muy seria, pues, no
se trata de cualquier clase de seres, sino de aquellos que habían
estado por mucho tiempo delante de la presencia de Dios, viendo su
majestad en su Trono de gloria.
El privilegio que estos ángeles tuvieron fue maravilloso. La palabra
griega que usa Judas para dignidad es Archën, la cual significa:
comienzo, autoridad o gobierno, y primer puesto en autoridad.
Los ángeles desde el comienzo recibieron autoridad y poder. Esto
es lo que enseñan los siguientes pasajes:
Efesios 1:21 “sobre todo principado y autoridad y poder y señorío...”
Efesios 3:10 “para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora
dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y
potestades en los lugares celestiales”
Colosenses 2:10 “Y vosotros estáis completos en él, que es la
cabeza de todo principado y potestad”
Ellos se encontraban en una posición de autoridad y gobierno.
Fueron creados como seres poderosos y muy inteligentes.
Mateo 24:36 “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles
de los cielos, sino solo mi Padre”, Jesús está presuponiendo que los
ángeles son seres con mucho conocimiento, pero a pesar de ello no
saben cuándo regresará el Señor por su pueblo.
Su dignidad era muy grande porque ellos moraban en la misma
presencia del Señor. Ellos podían ver constantemente su gloria y
eran sus servidores.
Salmo 104:4 “El que hace a los vientos sus mensajeros, y a las
flamas de fuego sus ministros”
Hebreos 1:7 “Ciertamente de los ángeles dice: el que hace a sus
ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego”
Daniel también nos deja ver que los ángeles tienen autoridad sobre
las naciones de la tierra: “Entonces me dijo: Daniel, no temas;
porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a
humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a
causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de
Persia (un príncipe espiritual) se me opuso durante veintiún días;
pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para
ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia” (Daniel 10:12-13).
Ahora, Judas está advirtiendo a los pastores y maestros para que no
se dejen corromper por la autoridad que les ha sido dada; pues, los
pastores y predicadores, en cierto sentido, ejercen autoridad sobre
el pueblo cuando predican la Palabra del Señor. En Hebreos 13:17
el Espíritu Santo le ordena a la Iglesia “Obedeced a vuestros
pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas,
como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y
no quejándose, porque esto no es provechoso”. El apóstol Pablo
ordena que las iglesias tengan en alta estima la labor pastoral y de
predicación “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por
dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y
enseñar”. 1 Ti. 5:17.
Estar en este lugar de honor y autoridad exige una enorme
responsabilidad, pues, tendremos que dar cuenta de lo que
hagamos con ella. Así como Saúl tuvo que rendir cuentas y ahora se
encuentra en prisión esperando su condenación, todos los pastores,
predicadores y maestros también tendremos que dar cuenta de lo
que hicimos con la autoridad espiritual recibida de parte del Señor.
No pensemos que por tener autoridad recibida de parte de Dios,
entonces somos inmunes al pecado y a las consecuencias de él.
Esto es una mentira satánica. Entre más autoridad, más riesgos de
corrupción. Entre más autoridad, mas debemos vigilar nuestras
almas, porque las tentaciones serán más grandes.
Ser pastor, o maestro, o predicador es un enorme privilegio. El
apóstol Pablo dice que el que desea obispado buena obra desea,
porque trabajar en esto nos convierte en socios de Dios, pues,
estaremos trabajando en los intereses divinos, que son la salvación
y la santificación de los hombres para que vivan para su gloria. Así
como los ángeles que estaban en el cielo viendo constantemente su
gloria y escuchando su poderosa voz, los predicadores pasamos
mucho tiempo analizando y meditando en las Sagradas Escrituras,
muy cerca al Todopoderoso; pero si abusamos de esta cercanía
para sacar provecho personal y desviar así al pueblo del verdadero
conocimiento del evangelio salvador, entonces estaremos en la
misma situación de estos ángeles que pecaron y ahora esperan un
terrible juicio condenatorio.

2. Un abandono pecaminoso.
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que
abandonaron su propia morada...”
Algunos ángeles creados por Dios decidieron rebelarse contra el
creador, y fueron arrojados de los cielos. A estos ángeles les
llamamos hoy: ángeles malos. No sabemos realmente cuál fue su
pecado, pero Judas los describe como no guardando su posición de
autoridad y abandonando su propia morada.
Desde tiempos antiguos se tejió la teoría de que estos ángeles
abandonaron su propia morada espiritual y bajaron a la tierra a
buscar mujeres para tomarlas como esposas. El libro apócrifo de 1
Enoc aboga por esta interpretación de Génesis 6. Pero luego, la
iglesia abandonó esta teoría al considerar que Jesús se opone a la
posibilidad de que los ángeles puedan casarse.
Leamos el relato de Génesis 6. “Aconteció que cuando comenzaron
los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron
hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran
hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Había
gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se
llegaron los Hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les
engendraron hijos”. (6:1-2, 4).
Una primera pregunta que debemos hacernos es ¿Quiénes son los
hijos de Dios mencionados en el texto? Algunos creen que se refiere
a los ángeles, pues, en Job 1:6; 2:1 y 38:7 se les llama hijo de Dios.
Pero no solo a los ángeles se les da esa designación, pues, a los
creyentes, los hombres de la línea de la fe también se les llama
hijos. (Det. 32:5; 73:15; Oseas 1:10; Juan 1:12; Rom. 8:14; Fil.
2:15). Así que, según otra perspectiva, los hijos de Dios
mencionados en el capítulo 6 de Génesis designa a los
descendientes de Set, los cuales habían preservado la fe en el
verdadero Dios, pero se empezaron a descarriar al contraer
matrimonios con mujeres incrédulas.
Algunos intérpretes de la Biblia han llegado a la conclusión que los
hijos de Dios mencionados en el pasaje son ángeles, porque el
resultado de esta unión demoniaca-humana fue el surgimiento de
una raza de gigantes.
Aunque en las Sagradas Escrituras se nos habla de algunos
hombres que se distinguieron por su gran estatura física (Los hijos
de Anac, Números 13:33; Goliat, 1 Samuel 17:4), no obstante los
nefilín que se mencionan en Génesis 6 no necesariamente son
hombres de gran estatura física, sino que la palabra usada en
hebreo significa literalmente “nacidos de la tierra”, es decir, los
gigantes o nefilín hacen referencia al hombre caído, al que tiene una
mente animal, carnal. Mientras que los hijos de Dios son los
hombres de la fe, los nacidos de nuevo. La palabra nefilín también
hace referencia a hombres valientes, guerreros, pero no a personas
de gran estatura, necesariamente.
Ahora, considero que estos hijos de Dios no son los ángeles caídos
por varias razones:
Primero, los ángeles son seres espirituales, no tienen cuerpo como
el de los hombres. Si bien en algunas ocasiones el Señor autorizó a
unos pocos ángeles para que asumieran una apariencia humana y
se mostraran a algunos hombres en la historia sagrada, la verdad es
que estas apariciones fueron escasas y siempre de ángeles santos,
nunca de ángeles caídos. Solo la unión de células reproductivas de
miembros de una misma especie tiene la capacidad de producir
nueva vida. La esencia de los ángeles es muy diferente de la de los
hombres.
Segundo, Jesús dijo que los ángeles no se casan ni se dan en
casamiento. (Mateo 22:30). Ellos no tienen capacidades
reproductivas, no fueron creados con ese fin. El mandato de
reproducción lo dio el Señor a los hombres y los animales, pero no a
los ángeles.
Tercero, la frase inicial del versículo 7 “como Sodoma y Gomorra y
las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos,
...” no indica que el pecado de los ángeles fue de índole sexual, sino
que Dios castigó a Sodoma y Gomorra así como castigó a los
ángeles que pecaron y a los israelitas incrédulos.
Dejemos hasta aquí este tema y continuemos con el argumento del
pastor Judas.
Es posible que estos ángeles perdieran su puesto de autoridad
porque se negaron a obedecer el mandamiento ya que deseaban
ser como Dios.
Es importante resaltar las dos palabras que usa el autor: no
guardaron y abandonaron. No guardaron su dignidad y autoridad y
abandonaron su propia morada. No fueron consistentes con la
posición en la que estaban, no la apreciaron, quisieron más de lo
que tenían. Ese es uno de los problemas del poder y la autoridad. Si
el poder o la autoridad no son usados para servir, entonces el poder
se apodera del corazón y ya no se usa para el bien de los demás,
sino solo para satisfacer los deseos y caprichos personales,
convirtiéndose así en algo pecaminoso y peligroso.
Es por eso que a los pastores o ancianos el Nuevo Testamento les
da muchas enseñanzas para la humildad y el servicio:
- “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de
ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre
vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre
vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre
vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del hombre no vino para
ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos” Mateo 20:25-28.
- “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.
Pues, si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros
también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo
os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también
hagáis. Juan 13:13-15.
- “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano
también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy
también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la
grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por
fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con
ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a
vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”. 1 Pedro 5:1-3.
Los que ejercen alguna autoridad en el pueblo de Dios también son
tentados a abandonar su rol de servidores, para buscar ser lo que
realmente no son. Un pastor puede estar tentado a abusar de su
posición y tratar de aprovecharse de la credibilidad que tiene de la
feligresía para:
Enseñar una doctrina o cosas que no son bíblicas, pues, la mayoría
de la gente les va a creer, ya que los creyentes no hemos aprendido
a seguir el ejemplo de los piadosos judíos de Berea que
escudriñaban las Escrituras para ver si lo que se les enseña es
bíblico o no.
Sacar provecho económico de ellos.
Conseguir votos que les permitan alcanzar algún puesto en el
gobierno local o nacional.
Satisfacer sus caprichos y deseos pecaminosos personales.
Pero estas conductas no quedarán impunes, pues, el pastor de los
pastores, un día vendrá como juez para juzgar y condenar a los que
actuaron impíamente.

3. Un juicio seguro.
“... los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el
juicio del gran día.”
A pesar la alta posición y dignidad que estos ángeles tuvieron por
algún tiempo, no obstante, al ellos abandonar su posición para
dedicarse a cosas que no les correspondían, el Señor actuó
conforme a su justicia y los entregó a una terrible condenación. Los
confinó a vivir en las tinieblas. Debido a su pecado estos ángeles ya
no podían mantener sus dominios, ni las esferas de influencia.
El autor de la carta no da más información o detalles del lugar donde
moran estos ángeles prisioneros. El interés del escritor es mostrar a
la iglesia que Dios castiga a todos los que se niegan a obedecerle.
“No debemos pensar que este texto indica que todos los ángeles
caídos están encerrados en un lugar determinado. Si ese fuera el
caso, la tierra no estaría plagada de demonios. La imagen que
Judas quiere comunicar es que los ángeles rebeldes están viviendo
en oscuridad espiritual y están encadenados a su sentencia de juicio
divino de la cual nunca podrán escapar”[14].
Isaías también profetizó del encarcelamiento de los ángeles
pecadores, esperando el gran juicio de condenación: “Acontecerá en
aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y
a los reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como
se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión
quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días”.
(Is. 24:1-22).
La oscuridad espiritual es el resultado del alejamiento de Dios.
Judas advierte a los falsos maestros que estaban dañando la fe
verdadera de la iglesia, diciéndoles que ellos están cayendo en una
profunda oscuridad de la cual no podrán salir sino que quedarán
para siempre presos en ella, esperando que venga el día del gran
juicio en el cual Dios juzgará a grandes y chicos. “Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados
los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según
sus obras” Apo. 20;12.
El juicio es seguro y firme, su condenación es terrible “... fue lanzado
al lago de fuego”. (Apo. 20:15). Los fasos profetas que infectan a la
iglesia piensan que las cosas serán como sus locas imaginaciones
les muestran, y están convencidos que Dios no los condenará por
sus desvaríos, porque ellos creen tener un lugar especial ante Dios.
Ellos se creen los ungidos y no aceptan que nadie los juzgue, se
atreven a lanzar maldiciones sobre aquellos que cuestionan su falsa
doctrina y sus prácticas anti-bíblicas; pero hay un juez, al cual no se
le escapa nada, al cual nadie puede amedrentar con maldiciones, y
este juez un día traerá ante su santa y terrible presencia a los falsos
profetas y los falsos pastores que abusaron de la ingenuidad del
pueblo para aprovecharse de ellos, desviándolos del verdadero
evangelio, y no podrán mantenerse en pie cuando sus obras y sus
enseñanzas sean juzgadas y el escudriñador de todo les muestre
las verdaderas y perversas intenciones de sus corazones, pues,
entonces, quedando al descubierto su maldad escucharán la
condenación terrible del dueño de la iglesia: “Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”.
Mat. 25:41.
Las advertencias, para los falsos profetas que pululan en el pueblo
del Señor, se han dado desde tiempos antiguos:
“Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los profetas insensatos, que
andan en pos de su propio espíritu, y nada han visto. Vieron vanidad
y adivinación mentirosa. Dicen: ha dicho Jehová, y Jehová no los
envió, con todo esperan que él confirme la palabra de ellos. (Ez.
13:3, 6). Los Ay, en la Biblia, son la antesala de los terribles juicios
del Señor. Esta profecía de Ezequiel es una advertencia que debe
hacer temblar a todo el que hable en nombre de Dios.
“Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y
di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores
de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los
pastores a los rebaños? Ezequiel 34:2
Advertencias contra los que
promueven y siguen las falsas
doctrinas:
El ejemplo de las ciudades que
pecaron.
Judas 7
“Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la
misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de
vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el
castigo del fuego eterno”

Introducción:
En las últimas décadas el mundo entero ha sido sacudido por los
cambios drásticos que se están dando en torno a los asuntos
morales. No necesitamos ir muy lejos para comprobar esta
afirmación. En Junio de 2005 los periódicos locales anunciaban que
en Colombia se había aprobado el divorcio express, es decir, que
ahora un matrimonio de colombianos podía divorciarse en sólo unos
minutos si había muto consentimiento. Algo que era imposible hacer
en décadas anteriores, pues, para que una pareja se divorciara se
requería todo un proceso en el cual se demostrara alguna causal
justa. En este siglo cualquier pareja puede divorciarse aduciendo
simplemente el mutuo consentimiento. Esta Ley va en contravía de
la unidad de la familia dañando el sano desarrollo de los hijos, al ser
separados de uno de los padres.
La corte constitucional de Colombia, en sentencia de 2006, aprobó
la despenalización del aborto, es decir, antes de esa fecha las
colombianas no podían abortar por ninguna causa, salvo que este
fuera natural, no inducido, ya que la ley las condenaba. Pero a partir
de esa fecha todas las colombianas que puedan justificar que su
embarazo fue consecuencia de una violación pueden abortar, es
decir, asesinar a sus bebés, y la ley no las tratará como asesinas. Si
el feto tiene mal formación, entonces los padres tienen la potestad
divina de matar al bebé en formación, o si la madre corre peligro de
muerte.
En los últimos años el Estado colombiano ha iniciado una loca
carrera por refrendar la conducta homosexual en Colombia, incluso,
dándoles ciertos derechos a las uniones homosexuales y
equiparándolas con las uniones hombre – mujer. En Febrero de
2007 la corte reconoció los derechos patrimoniales de las uniones
homosexuales, declarando inconstitucionales algunos artículos de la
ley 54 de 1990, que reglamente las uniones maritales de las parejas
heterosexuales. Es decir, en Colombia aún no existe una ley que
permita el matrimonio homosexual, pero a la misma vez la corte dice
que es inconstitucional hablar solamente de uniones
heterosexuales, lo cual, en el fondo, significa que, de manera
práctica, se reconoce las uniones entre dos personas del mismo
sexo. La ley les da el reconocimiento de unión marital de hecho. El
19 de Marzo de 2008 los diarios colombianos hicieron eco de la
noticia del día: “Se casa la primera pareja Gay en Colombia”. La
noticia decía que en la notaría segunda de la capital colombiana,
dos homosexuales, en una ceremonia íntima, se unieron civilmente.
Ellos firmaron una escritura pública en la cual legalizaban su unión.
La Ley colombiana les da los mismos derechos que a una pareja
heterosexual: derechos de alimentos, algunos patrimoniales y
beneficios de salud.
Pero esta no es la situación exclusiva de Colombia, numerosas
naciones latinoamericanas han aprobado leyes parecidas en aras de
favorecer a la población homosexual.
La historia misma es testigo de cómo en algunas culturas las
relaciones homosexuales eran consentidas.
Pero la misma historia es testigo de cómo terminaron todas las
culturas que consintieron y aprobaron esta aberración. El final fue
trágico.
El pastor Judas continúa advirtiendo a la iglesia respecto al serio
peligro que acarrea el permitir que las enseñanzas y la moral de los
falsos maestros ingresen a la comunidad cristiana, pues, la historia
bíblica nos da tres ejemplos de cómo el Señor castigó y destruyó a
los rebeldes.
Ahora en el verso 7 usa como ejemplo de advertencia a las
ciudades de Sodoma, Gomorra y sus vecinos.
Estudiaremos este pasaje conforme a la siguiente estructura:
1. Una comparación terrible
2. Un pecado terrible
3. Un castigo terrible

1. Una comparación terrible.


“Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la
misma manera que aquellos”
Una traducción literal del texto quedaría así, como propone
Kistemaker: “Así como Sodoma y Gomorra y las ciudades
circundantes en forma parecida a estas, estaban entregadas a la
inmoralidad sexual e iban en busca de otra carne”[15]
Este es un pasaje que ofrece cierta dificultad para su interpretación.
Algunos creen que Judas está diciendo que de la misma manera
que los ángeles lujuriosos, habiendo abandonado su esencia
espiritual y tomando un cuerpo humano, el cual no les correspondía,
con el fin de tener relaciones con las hermosas mujeres de Génesis
6, también los habitantes de Sodoma, Gomorra y las ciudades
vecinas, quisieron inmiscuirse en relaciones íntimas con los ángeles
que Lot llevó a su casa.
Por cierto, los teólogos que aprueban las relaciones homosexuales
acuden a esta interpretación para afirmar que Judas no está
condenando el homosexualismo como pecado, sino que desaprueba
las pretensiones de los falsos maestros de su tiempo que buscaban
tener poder sobre los ángeles. Estos falsos maestros, según esta
interpretación, pretendían dominar a los ángeles, incluso
obligándolos a tener intimidad con ellos. La conclusión a la que
llegan estos teólogos pro-homosexuales, es que Judas no condena
las relaciones entre personas del mismo sexo, sino entre hombres y
ángeles.
Pero para poder llegar a una interpretación certera es necesario
mirar lo que dice el texto en la lengua original, y compararla con el
resto de las Sagradas Escrituras. Es un principio de la sana
interpretación bíblica que debemos tener en cuenta, no solo la
gramática sino el momento histórico en que fue escrito y también se
debe considerar qué dice el resto de las Sagradas Escrituras, pues,
ellas no se contradicen. Siendo Dios quien habla en ella, entonces
no hay error alguno y no puede haber contradicción real en sus
textos. Cualquier contradicción se encontrará en nuestra
interpretación, debido a nuestro pecado y a las limitantes humanas
naturales, pero nunca habrá contradicción en Dios.
Una lectura aproximada del texto, teniendo en cuenta su traducción
literal al español, también es propuesta por Kistemaker: “Así como
Sodoma y Gomorra (y los pueblos vecinos en forma semejante a
ellas) estaban entregadas a la inmoralidad sexual e iban en
búsqueda de otra carne”[16].
Esto significa varias cosas: Primero, Judas no ha afirmado
realmente que el pecado de los ángeles en el versículo 7 haya sido
de índole sexual, pues, la frase “de la misma manera que aquellos”
no hace referencia a los ángeles, sino a los habitantes de Sodoma y
Gomorra. Parece que estas dos ciudades se habían convertido en
las promotoras de la perversión sexual, ellos habían influenciado al
resto de las ciudades vecinas, arrastrándolas detrás de su maldad.
Pero ¿Cuál fue el pecado de estas ciudades?

2. Un pecado terrible.
“…habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza..”
Una mejor traducción, como ya dijimos en el punto anterior, debiera
ser fueron tras otra carne. Es decir, los varones de estas perversas
ciudades no quisieron tener más relaciones con las mujeres, como
es lo natural, sino que buscaron otra carne, se amaron íntimamente
entre ellos mismos. El apóstol Pablo nos explica esta terrible verdad
de la siguiente manera: “Profesando ser sabios, se hicieron necios,
y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen
de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo
cual Dios también los entregó a la inmundicia, en las
concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre
sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al
Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los
entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron
el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo
también los hombres dejando el uso natural de la mujer, se
encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos
vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la
retribución debida a su extravío” Romanos 1:22-27.
El principal pecado de Sodoma y Gomorra fue su alejamiento de
Dios. Ellos, como el resto de los hombres, no quisieron adorar al
verdadero Dios que se revela desde los cielos, sino que prefirieron
armar su propia “divinidad”. Pero cualquier imitación, imagen o copia
que hagamos de la divinidad, será tan humana y perversa como el
mismo que la inventa. Los hombres no podemos idear a un dios que
sea moralmente superior a los hombres. Esto lo comprueban las
grandes mitologías de los pueblos antiguos. Sus dioses eran tan
perversos como los mismos que los inventaron.
De la misma manera, en los comienzos de la iglesia cristiana,
algunos falsos maestros no estaban conformes con el Dios santo
que se revela en las Sagradas Escrituras, y decidieron hacer sus
propias modificaciones. Posiblemente no les gustaba un Dios que
fuera tan tajante contra el pecado, un Dios que en el Antiguo
Testamento exigía la muerte de los adúlteros, los homosexuales, los
fornicarios, entre otros. Un Dios que en el Nuevo Testamento
condena toda fornicación o perversión sexual. Entonces decidieron
hacer algunas pequeñas modificaciones a su teología, en aras de
tornarla más atractiva a las corruptas mentes de hombres
depravados que deseaban recibir todas las bendiciones de Dios,
pero sin tener que cumplir con sus exigencias de santidad.
Algo muy parecido está sucediendo hoy en medio de la cristiandad.
Se nos está predicando un Cristo sin cruz, una santidad sin
demandas y un cielo sin pureza. Tanto del lado carismático como de
las grandes denominaciones históricas, se está predicando un
cristianismo donde el pecado es solo un concepto de las débiles
mentes de los ignorantes y fanáticos; se predica un amor
sentimental donde la iglesia abre las puertas de su membrecía a
toda clase de personas sin importar si realmente son regenerados o
no. Por cierto, los grupos homosexuales en USA detestan a los
cristianos nacidos de nuevo, porque se sienten atacados por nuestra
fe. Los que hemos tenido el gran gozo de conocer de manera
personal al Salvador y estamos ahora viviendo para él, obedeciendo
con agrado sus mandamientos, somos llamados a denunciar el
pecado, con el fin de que los pecadores vengan al arrepentimiento y
puedan gozar verdaderamente de la reconciliación con el Santo
Dios; que ellos también sean libres de los pecados que les
esclavizan.
Jesús dijo que si la sal se volviere insípida ya no serviría para nada,
sino para ser pisada. También dijo que la iglesia es la luz del mundo,
pero que si la luz se vuelve tinieblas, cuanto serán las tinieblas
mismas. Los falsos maestros del tiempo de Judas estaban llevando
a la iglesia a querer parecerse a la generación perversa de su
tiempo. Ellos tal vez querían ganar al mundo tornando a la iglesia lo
más parecida a él. Pero la verdad es que la Iglesia impactará
positivamente al mundo siendo lo más diferente que pueda ser de
él.
La sociedad moderna está aceptando el homosexualismo como un
tercer sexo o una opción de vida que libremente escogen las
personas, y en ese sentido, dice la moderna sociedad, debemos
aceptarlos tal y como son, permitiéndoles desarrollar su elección sin
que les pongamos trabas. Es por eso que las naciones cada día
aprueban leyes donde parecieran favorecer de una manera superior
a las relaciones entre personas del mismo sexo, que a las parejas
heterosexuales.
Las naciones recibirán su recompensa por ello, y así como los
grandes imperios cayeron a causa de su perversión sexual, estas
naciones muy pronto empezarán a ver su propia destrucción.
Pero lo más terrible es cuando un organismo que ha sido puesto por
Dios para ser luz y sal en medio de la oscuridad y la corrupción, se
vuelve tinieblas y ya no quiere salar mas. Allí es cuando los juicios
de Dios no se detienen y se derraman con gran furor.

3. Un castigo terrible.
Fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
Estas ciudades perversas fueron expuestas a la vista del público
como ejemplos del juicio de Dios sobre todos aquellos que se
niegan a obedecerle. No se trata de un ejemplo que debemos imitar,
sino de un ejemplo que debemos evitar.
Las ciudades de Sodoma y Gomorra estaban ubicadas en un fértil
valle, como deja ver Génesis 13:10 “Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la
llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de
Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que
destruyese Jehová a Sodoma y a Gomorra”. El hagiógrafo las
compara con el jardín del Edén y con los fértiles valles del Nilo, eran
ciudades privilegiadas por Dios; habían recibido múltiples
bendiciones del Todopoderoso. No todas las ciudades tienen esta
bendición de contar con valles productivos. Muchas zonas de África
y Asia son completos desiertos donde solo nacen cactus. Muchos
pueblos sufren de gran escasez por la falta de agua, pero Sodoma y
Gomorra contaban con riegos naturales. ¡Qué bendecidos eran ellos
por la divina providencia!
Pero las riquezas, la prosperidad económica y el mucho bienestar
material, casi siempre conllevan a la gente a olvidarse de Dios. Y las
consecuencias de ese olvido son terribles, pues, el hombre empieza
a desobedecer flagrantemente los mandatos santos del
Todopoderoso, y termina viviendo en contra de él.
Los hombres de Sodoma y Gomorra no solo abandonaron el uso
natural y aprobado por Dios de la sexualidad, sino que terminaron
siendo crueles entre ellos mismos, como lo denuncia Ezequiel “He
aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana; soberbia,
saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus
hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se
llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y
cuando lo vi las quité”. (16:49-50).
Estas ciudades llegaron a cometer toda clase de perversión como
resultado de un proceso. Primero fueron muy prósperas, pero en
vez de agradecer al Creador por tantas bendiciones, se volvieron
soberbias, pensaron que ellos mismos, por sus propios medios,
estaban produciendo su abundancia, y llegaron a rebelarse contra
Dios; ellos pensaban en su abundancia: “ya no necesitamos a Dios,
solo los pobres deben acudir a su misericordia”, y luego se olvidaron
del prójimo, del necesitado y por último se volvieron tan
egocéntricos que sólo pensaban en su propio placer pecaminoso,
pervirtiendo la sexualidad, en pos de satisfacer su hedonismo
aberrante.
Pero Dios, aunque es muy misericordioso y paciente, un día
derrama el ardor de su ira, pues, se ha colmado la copa.
Y lo que colmó la copa fue el deseo siniestro de los hombres de
Sodoma y Gomorra de violar y tener relaciones sexuales con los
ángeles, que habiendo tomado forma humana, entraron a la casa de
Lot, como dice Génesis 19:4-11 “Pero antes que se acostasen,
rodearon la casa los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma,
todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo. Y
llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dónde están los varones que vinieron a
ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos. (En otras
palabras, sácalos para que podamos tener relaciones sexuales con
ellos) Entonces Lot salió a la puerta, y cerró la puerta tras sí.
(Siendo un hombre temeroso de Dios no quería que sus mensajeros
se enteraran de las perversas intenciones de sus vecinos) Y dijo: Os
ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo
tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y
haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos
varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi
tejado. (La gran maldad que querían hacer era de índole sexual, ya
que a cambio, Lot les propone que tengan relaciones con sus hijas;
no todo padre estará dispuesto a hacer esto, pero él sabía de parte
de quién venían los mensajeros y no quería que ellos llevaran un
reporte negativo al estrado divino) Y ellos respondieron. Quita allá: y
añadieron: Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá
de erigirse en juez? (El pecado no tolera que se hable en contra de
él, el pecado habla de pluralismo, relativismo y amor sentimental,
parece muy bueno, pero realmente lo que desea es encontrar
aprobación, o al menos, que no se le condene, tal como sucede hoy
con los movimientos pro-homosexuales) Ahora te haremos más mal
que a ellos. Y hacían gran violencia al varón, a Lot”.
El Señor no esperó más y envió sus justos juicios. La Biblia nos dice
que “… Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y
fuego de parte de Jehová desde los cielos, y destruyó las ciudades,
y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas
ciudades, y el fruto de la tierra” Génesis 19:24-25.
Es interesante compartir lo que supone el erudito Adam Smith “…en
este suelo bituminoso tuvo lugar una de esas terribles explosiones y
conflagraciones que se han producido en la geología similar de
Norte América. En tales suelos se forman depósitos subterráneos de
petróleo y de gas, liberados repentinamente por su propia presión o
por un terremoto. El gas explota, elevando en el aire masas de
petróleo que vuelven a caer como lluvia de fuego, y son tan
inextinguibles que siguen ardiendo flotando en el agua”[17].
Hasta el día de hoy estas ciudades no volvieron a ser reconstruidas.
Sus nombres perduran en la historia como símbolo de perversión,
aberración y juicio. De la misma manera que los incrédulos y los
impíos hombres que pervierten la doctrina bíblica para su propia
perdición, recibirán su condenación en el fuego eterno; una clara
alusión al infierno.
Cuidado con los soñadores:
Actividades de los falsos maestros
V. 8

Introducción:
Imaginemos que hoy día se levanta en medio de nuestra
congregación un hombre anunciando que el Señor le ha revelado
que dentro de cinco días habrá un temblor de tierra en la ciudad de
Medellín. Es posible que muchos de nosotros le dijéramos a esa
persona que sea más responsable en lo que dice y no ande
promulgando cosas absurdas. Sé que, al menos en nuestra
congregación, pocos harían caso de las palabras de este hombre.
Pero imagínese ¿qué pasaría si efectivamente en cinco días
exactos hay un temblor de tierra, tal y como lo pronosticó dicho
hombre?
De seguro que muchos le tendrían como un gran profeta, un
enviado del cielo, uno que tiene la capacidad de escuchar de
manera directa la voz de Dios. Sería un hombre admirado, y muchos
le consultarían frecuentemente para saber qué les depara el futuro.
En la historia del pueblo de Dios surgieron muchos hombres que
tenían sueños y recibían visiones, tenemos a Jacob, José y los
profetas del Antiguo Testamento quienes recibieron la revelación
divina que debía ser consignada en las Sagradas Escrituras a través
de voces, visiones y sueños.
Pero no siempre los que tenían sueños o profecías eran enviados
de Dios. Muchos de ellos eran falsos profetas que inventaban sus
propias profecías. Era fácil detectarlos porque sus predicciones no
tenían cumplimiento. Como dice Deuteronomio 18:21-22 “Y si
dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová
no ha hablado? Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se
cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha
hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de
él”.
Pero ¿Qué tal si se cumpliere lo que el profeta dijo? ¿Será que todo
cumplimiento de lo predicho en un sueño o profecía garantiza que el
tal fue enviado por Dios?
No necesariamente. También en Deuteronomio el Señor advierte de
los que tienen sueños, visiones y profecías, y esta se cumple, pero
que no fueron enviados por Dios.
“Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y
te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio
que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no
conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras del tal
profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os
está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo
vuestro corazón, y con todo vuestra alma”. Deut. 13:1-3
Lo que Moisés dice es que en el pueblo de Dios entrarán muchos
soñadores que dentro de sus abundantes alucinaciones dirán cosas
que se cumplirán, apareciendo así como profetas enviados por el
Señor, pero, a pesar de los prodigios que puedan hacer, no
necesariamente fueron aprobados por Dios.
Pero, ¿cómo distinguir entonces al verdadero profeta del falso? “La
prueba que ellos debían aplicar al profeta no era si podía realizar
algo espectacular (o milagroso), sino si se adhería a la ley de
Dios”[18].
El pastor Judas, en el versículo 8 de su epístola, analiza tres
actividades que hacen los falsos profetas, por medio de las cuales,
si somos diligentes en analizarlas, descubriremos su falsedad para
no seguir sus enseñanzas ni sus prácticas malvadas.
Consideraremos tres asuntos importantes en este texto:
1. Contaminan el cuerpo
2. Rechazan la autoridad
3. Insultan a los seres celestiales

1. Contaminan el cuerpo.
No obstante, de la misma manera también estos soñadores
mancillan la carne…
La frase “de la misma manera”, con la que inicia el verso 8, deja ver
que los falsos maestros siguen las prácticas perversas que
caracterizaron a los israelitas incrédulos, los ángeles que se
rebelaron y las ciudades que pervirtieron la sexualidad. Esta es una
constante en todas las personas o grupos que se alejan de la
doctrina bíblica. Su alejamiento espiritual los conduce a practicar
esta clase de pecados, aunque, como dijo Judas al comienzo de su
carta, esto lo hacen de manera solapada, pues, ellos aparentan
llevar una vida de santidad acorde con los principios bíblicos, pero
su teología corrompida les permite refrendar actividades que la
Biblia considera malvadas.
Como hemos dicho varias veces en esta serie de predicaciones, el
pastor Judas es un enamorado de las triadas y luego de mostrar tres
ejemplos de cómo el juicio desciende sobre los que se rebelan
contra él, ahora presenta tres actividades que distinguen a los falsos
maestros: contaminan, rechazan y blasfeman. Tres verbos para una
misma clase de pervertidos.
Es interesante notar que no hay consideración alguna para con
aquellos que, estando en un puesto de liderazgo, conducen al
pueblo a la apostasía. Judas ha designado a los fieles creyentes
como amados (v. 3), pero hacia los falsos profetas se dirige con
palabras como “estos”. Estos que andan soñando a todo momento.
La palabra soñadores puede apuntar hacia dos direcciones:
Que estos falsos maestros eran unos místicos que a cada momento
argüían estar recibiendo revelaciones sobrenaturales, o que ellos
eran tan pervertidos y entregados a una sexualidad impura que
pasaban su tiempo en vanos sueños eróticos. (Kistemaker).
Ahora, ¿en qué sentido contaminan el cuerpo? Que, así como
Sodoma y Gomorra, ellos se entregan al exceso sexual. En las
Sagradas Escrituras Dios condena el pecado sexual, porque este
contamina la tierra y el cuerpo.
“No te echarás con varón como con mujer; es abominación. Ni con
ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer
alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él, es
perversión. En ninguna de estas cosas os amancillaréis; pues en
todas estas cosas se han corrompido las naciones que yo echo de
delante de vosotros, y la tierra fue contaminada; y yo visité su
maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores” Lev. 18:22-25.
“¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?
¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de la
ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una
ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: los dos serán una sola
carne. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre
cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio
cuerpo peca.” 1 Cor. 6:15,16,18.
Los escándalos sexuales de líderes religiosos no sólo se han dado
en la época actual, sino que en el tiempo de Judas ya muchos falsos
pastores o ministros andaban en pos de sus infernales deseos,
usando la religión como un medio para dar rienda suelta a sus
lujurias.
Muchas personas hoy día no quieren saber nada del cristianismo
debido al incremento considerable en el número de pastores
evangélicos y sacerdotes católicos que están inmiscuidos en
escándalos sexuales como: la pornografía, el adulterio, la
infidelidad, divorcios, el abuso sexual, el homosexualismo, la
pederastia, entre otros. Pero, las Sagradas Escrituras nos han
advertido desde tiempo atrás que muchos engañadores entrarían a
nuestras filas para cometer esta clase de pecados. Como dice Juan,
se hace manifiesto que no son de nosotros. Ellos no pertenecen al
pueblo del Señor, sino que encubiertamente entran y hacen mucho
daño a los que están dentro y peor aún, dañan la imagen de la
iglesia ante los que están afuera. Pueden parecer muy piadosos,
pueden hablar muy bonito, pueden vestir muy bien, pueden hacer
milagros, pueden tener iglesias muy grandes, pueden predecir
cosas a través de sus sueños, pero no son de Cristo, sus frutos los
denuncian.
El apóstol Pablo, escribiendo y dando consejos al pastor Timoteo, le
advierte de no seguir el ejemplo de algunos falsos líderes que, ya en
el tiempo apostólico, y mucho más ahora que nos acercamos al fin
del tiempo, han entrado a las iglesias para dañar:
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán
tiempos peligrosos. (Serán peligrosos para nuestra fe cristiana).
Porque habrá hombres amadores de sí mismos (con un ego muy
grande, antropocéntricos, que pensarán de ellos como si fueran el
centro del mundo, que incluso Dios gira en torno a ellos), avaros
(amantes del dinero, que hablarán solo de prosperidad material y
comodidades terrenas), vanagloriosos (o jactanciosos, que hablarán
muchas cosas y se considerarán grandes dentro del pueblo de Dios,
que no aceptarán críticas y callarán a los demás pretendiendo ser
una casta especial de ungidos), soberbios, blasfemos… amadores
de los deleites más que de Dios (estarán tan impregnados por una
teología humanista y materialista, que considerarán la vida cristiana
sólo en términos de sus deseos y placeres terrenos), que tendrán
apariencia de piedad (serán muy amados por la gente, tendrán
muchos seguidores y todos pensarán que son hombres muy santos,
especialmente por sus portentos y milagros), pero negarán la
eficacia de ella (porque sus obras encubiertas son perversas y en
contra de la Ley santa del Señor), a éstos evita (como el que huye
de una serpiente venenosa o de una epidemia mortal). Porque de
éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las
mujercillas cargadas de pecado, arrastradas por diversas
concupiscencias. (Se especializan en seducir, esclavizar, y dar
rienda a sus perversos deseos).
Pero otra actividad de estos falsos maestros consiste en que:

2. Rechazan la autoridad.
No obstante, de la misma manera también estos soñadores…
rechazan la autoridad
El término griego que Judas usa para autoridad es kuriotës, la cual
significa señorío.
El Nuevo Testamento usa la palabra griega kurios para referirse al
señorío o la autoridad de Cristo.
Así que estos falsos profetas, en el fondo, con sus enseñanzas
desviadas y su vida oculta perniciosa y pervertida, rechazan la
autoridad del Señor Jesucristo. Ellos entran en la categoría de las
palabras de Jesús: “¿Porqué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis
lo que yo digo” (Luc. 6:46). Se deleitan en hacer lo contrario de la
Ley santa del Señor.
Ahora, el verbo rechazar, aquí, identifica a los que abandonan o
dejan de lado la ley divina. Poco a poco se han ido deslizando.
Empezaron dejando de lado un texto de las Escrituras o un mandato
que no cuadraba con la filosofía de la época, y luego terminaron por
abandonar o dejar de lado todo lo sustancioso del evangelio, de
manera que ahora tienen un cascarón de cristianismo, pero por
dentro no hay nada, son como los sepulcros blanqueados de que
habla Jesús, cuando dirigiéndose a los líderes religiosos de su
tiempo les dice: “!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a
la verdad, se muestran hermosos,(atractivos, piadosos) mas por
dentro están llenos de huesos de muertos (de pecado) y de toda
inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis
justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e
iniquidad”. Mateo 23:27-28.
Pero los falsos pastores, o los falsos profetas, o los falsos maestros,
o los falsos apóstoles, no sólo rechazan la autoridad de Dios sobre
ellos, sino que también rechazan cualquier otra clase de autoridad.
Ellos creen que son autoridad para ellos mismos y por lo tanto no
tienen porqué estar bajo el gobierno de otros. Ellos no se someten a
la disciplina de la iglesia. Si su iglesia local los juzga por un pecado,
mala conducta o mala doctrina, ellos simplemente se van de esa
iglesia, la dividen y se llevan a sus fieles seguidores, pues, no
toleran que otros los juzguen. La mayoría de estos falsos pastores
inician sus propias iglesias, las cuales no son gobernadas por un
cuerpo de pastores o ancianos, sino que ellos se imponen sobre el
resto de líderes y su palabra tiene más valor o peso. De modo que,
aunque caigan en los más nefastos pecados, ellos siguen siendo
pastores de dicha iglesia, no hay una autoridad en la misma que los
juzgue, pues, ni siquiera se dejan juzgar por la Palabra de Cristo.
Dios es sólo su sirviente, el hada madrina que les da todo lo que
ellos quieran, con el fin de impresionar a sus incautos seguidores,
pero Dios nunca es el Señor de ellos, no lo quieren como
gobernante y mucho menos como juez.
Ahora, siendo que estos falsos maestros eran soñadores, es decir,
pretendían estar recibiendo revelaciones directas de Dios, ellos
usaban estas falsas revelaciones para contradecir lo que la Palabra
autorizada de Dios dice. Recuerdo haber escuchado a un
reconocido predicador conservador comentar de cómo un maestro
muy afamado en USA había caído en un pecado escandaloso y
luego de haberlo reconvenido, buscando su arrepentimiento, este
hombre le respondió que el Espíritu Santo le había dado permiso
para cometer ese acto, y por lo tanto no podía ser considerado
pecado. Esto es lo que creían los falsos maestros del tiempo de
Judas. Rechazan la autoridad de la Palabra escrita de Dios, porque
ellos dicen estar recibiendo una nueva palabra, una nueva
revelación, a través de sus sueños y visiones. Es un grave peligro
para nuestra fe estar recibiendo esta clase de cosas, pues, si
además de las Sagradas Escrituras encontramos otras fuentes de
revelación, entonces cualquier locura de mentes exaltadas podrá ser
puesta como autoridad sobre la vida de los que siguen estas cosas.

3. Insultan a los seres celestiales.


No obstante, de la misma manera también estos soñadores…
blasfeman de las potestades superiores.
Aunque es difícil entender en qué sentido estos falsos maestros
blasfemaban a los seres celestiales, o a las glorias (doxas) del cielo,
es muy probable que, consecuentes con su vanagloria, arrogancia y
autoconfianza, estos hombres se consideraran superiores a los
ángeles. Tal vez ellos, así como los hombres de Sodoma y Gomorra,
pretendían ultrajar a los seres angélicos, gobernando sobre ellos.
Siempre ha existido cierta tendencia en muchas personas de
inmiscuirse en asuntos espirituales que no nos competen. Por
ejemplo, en algunas culturas animistas se cree que algunos pueden
invocar a los muertos o seres espirituales para conseguir que ellos
hagan cosas a su favor. Algunos pretenden tener conjuros mágicos
a través de los cuales logran dominar a los ángeles malos o
demonios para conseguir que ellos les obedezcan. Los que
practican la hechicería o la brujería creen tener esta clase de control
sobre los espíritus y, supuestamente, los obligan a que trabajen para
ellos. Pero la realidad es otra, pues, estos desconocen los poderes
superiores de los ángeles. Son ignorantes que viven en esclavitud
de sus propios pecados. Las naciones latinoamericanas están muy
influenciadas por estas concepciones espiritualistas; el resultado de
ello es que la gente se esclaviza en la ruina espiritual.
Pero esto no sólo se practica en el mundo oscuro de la hechicería o
la brujería, sino también en algunos círculos del cristianismo. A
través de la radio y los libros, muchos predicadores modernos nos
dicen que ellos tienen la capacidad de dominar a los ángeles,
dándole órdenes, logrando que ellos hagan lo que desean. Pero
esto también es presunción, ya que ellos solo sirven al Dios
Soberano. El Salmo 103:21 dice: “Bendecid a Jehová, vosotros
todos sus ejércitos, ministros suyos que hacéis su voluntad” y el
Salmo 104:4 “El que hace a los vientos sus mensajeros, y a la
flamas de fuego sus ministros”. Ellos obedecen la voz del creador,
pero en ninguna parte las Sagradas Escrituras nos dicen, ni por
precepto ni por ejemplo, que los creyentes tengamos autoridad para
darle órdenes a los ángeles y hacer que ellos hagan nuestra
voluntad.
Es posible que muchos tomen el pasaje de Hebreos para concluir
que nosotros tenemos autoridad para dar órdenes a los ángeles:
“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a
favor de los que serán herederos de la salvación?” (Heb. 1:14); pero
este pasaje no enseña semejante cosa. Lo que afirma es que los
ángeles fueron creados para el servicio a favor de los salvos, pero
su servicio consiste en obedecer a su creador. Dios ama a su pueblo
y en ese amor usa a los ángeles para que les sirvan, pero en
ninguna parte las Escrituras nos enseñan que podemos decirle a un
ángel que haga esto o aquello por nosotros. Dios es quien los
manda.
Ni siquiera en la Biblia se nos enseña a orar a Dios pidiendo que
envíe a sus ángeles para que hagan esto o aquello. No, porque
dependemos del Señor, no de los ángeles. Si el Señor quiere usar
ángeles para ayudarnos en algo, él lo hará, y los ángeles le
obedecerán con gran complacencia, pero si Dios no quiere usar
medio alguno para cumplir su voluntad, entonces no lo hará.
Nosotros no somos quiénes como para decirle a Dios cómo obrar a
favor nuestro. Acudimos a él en medio de nuestra necesidad y
esperamos en su misericordia.
Entrometernos con el mundo espiritual está prohibido en las
Sagradas Escrituras. Solo podemos tener contacto o comunión con
el Espíritu Santo, quien nos ayuda en nuestra necesidad y es
nuestro ayudador. Pero no podemos comunicarnos con ningún otro
espíritu, ya sea este un ángel del cielo o un demonio, o un muerto,
eso está prohibido porque nosotros no tenemos la capacidad para
observar el mundo espiritual en toda su complejidad. (Det. 18:9-14).
Los santos en la Biblia nunca oraron a los ángeles para que les
hicieran algo, siempre oraron al único que Jesús nos enseñó orar: al
Padre. Y el Salmo 91:11 nos deja ver que los ángeles son enviados
por Dios para guardar a sus santos, pero no dice que nosotros
oremos para que ellos vengan a nosotros, ni siquiera nos manda a
orar pidiendo que Dios los envíe, eso es solo potestad del creador
de los ángeles, es decir, de Dios.
Ignorancia de los falsos maestros:
El evangelio sensual
Judas 9 y 10
Introducción
Nunca en un período de la historia de la iglesia se había conocido
de tantos escándalos sexuales de parte de sus líderes, como en la
época actual. Desde 1986 se escuchan en la televisión, la prensa, y
ahora el internet, escándalo tras escándalo.
En 1986 un famoso tele-evangelista pentecostal es sorprendido con
una prostituta y es obligado por su denominación a suspender el
programa de televisión en el cuan predicaba el evangelio, por un
espacio tres meses; pero luego, al ser sorprendido nuevamente
buscando a una prostituta, y habiéndosele solicitado una
explicación, este poderoso sanador consideró que su conducta
obedecía a un conocimiento espiritual superior, y siendo que, a su
parecer, la feligresía de su populosa iglesia no tendría la capacidad
para comprender las elevadas revelaciones recibidas por él, solo les
dijo: “El Señor me manifestó que esto no es asunto de ustedes”[19].
Y luego, una larga lista de predicadores tras predicadores se ha
inmiscuido en terribles escándalos de índole sexual. Mas tarde
comenzó la loca carrera de los divorcios, pastores tras pastores,
líderes y más líderes, están separándose de sus esposas y al poco
tiempo contraen nupcias con otra mujer y prosiguen en sus
ministerios, a veces con más “poder” o “unción”, como se dice en el
argot popular del cristianismo evangélico latinoamericano.
Recientemente uno de los fundadores de un reconocido canal de
televisión cristiano en USA, por cierto, un canal muy controversial
por la forma descarada en que piden dinero a la audiencia, fue
denunciado por su chofer con quien mantenía una relación amorosa.
Pero si en el mundo evangélico de corte carismático los escándalos
no cesan, por el lado del catolicismo romano no escampa. El
Vaticano está siendo cuestionado cada vez de manera más abierta
debido al encubrimiento que hizo de sacerdotes y líderes católicos
pedófilos. El fundador de una orden religiosa fue denunciado por
cientos de víctimas de abuso sexual. Sacerdotes en USA, Alemania,
México, España, Inglaterra, Irlanda son acusados de sodomitas y
pederastas.
Los líderes de reconocidas sectas seudo-evangélicas también han
sido acusados de pecados sexuales vergonzosos, mientras que
otros líderes evangélicos son investigados por enriquecimiento
ilícito, al tomar los diezmos de los feligreses y pasarlos a sus arcas
personales, o recibir dineros de narcotraficantes los cuales dan
ofrendas para que el pastor o líder les ayude intercediendo ante el
cielo para que sus “negocios” marchen bien. En años recientes un
miembro del gabinete del gobierno colombiano acusó a algunas
iglesias cristianas de prestarse para lavado de dineros procedentes
del narcotráfico.
El panorama religioso actual, en el mundo, es un poco sombrío y la
confusión reina por todas partes. Algunos creyentes se preguntan
¿Qué está pasando? ¿Qué pasó con la fe cristiana? ¿Porqué los
líderes, los que debieran ser ejemplo para el resto, están en peores
condiciones morales que la gente común?
Estos escándalos no son nuevos. En toda época y lugar los falsos
maestros han logrado entrar encubiertamente a las iglesias,
causando gran daño y dolor en medio de sus filas. Pero tenemos la
Palabra profética más segura para ayudarnos a detectar a los falsos
maestros y alejarnos de ellos como de una horripilante plaga mortal.
En los textos que analizaremos hoy, Judas nos enseña que estos
falsos pastores o maestros llegan a practicar esta clase de pecados
y logran hacer tanto daño, debido a la ignorancia espiritual que les
caracteriza, pero la logran camuflar debajo de una aparente vida de
piedad y conocimiento. Ellos engañan a muchos porque se
muestran como personas muy sabias, con un conocimiento
espiritual más elevado y con una posición eclesiástica de alto rango.
Analizaremos en estos dos pasajes, dos características adicionales
de los falsos maestros:
1. Se burlan de lo que está más allá de su conocimiento.
2. Son dominados por sus instintos animales

1. Se burlan de lo que está más allá de su conocimiento.


Pero cuando el arcángel Miguel contendía por el diablo, disputando
con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir maldición
contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda, pero éstos blasfeman
de cuántas cosas no conocen… v. 9-10a
Ya en el versículo 8 el pastor Judas había dicho que los falsos
profetas blasfeman de las potestades superiores, pues, se
consideran superiores a ellas, o ellos se presentan ante la iglesia
como pertenecientes a una casta especial de seres humanos, casi
comparables con los ángeles.
Ahora en el verso 9 Judas usa una historia no bíblica, pero muy
conocida por los falsos maestros de su tiempo, para demostrarles
que ellos están haciendo las cosas mal, y que ni siquiera siguen el
ejemplo de algunos de sus libros predilectos. Pues, en su afán de
querer presentarse como gente con un conocimiento espiritual muy
elevado, se estaban entrometiendo peligrosamente en cosas que ni
siquiera conocían, como lo es el mundo espiritual.
Todo el versículo 9 hace referencia a la historia extra-bíblica de la
disputa entre Satanás y el arcángel Miguel por el cuerpo fallecido de
Moisés. Esta historia no se encuentra registrada en la Biblia, pero si
aparece en un libro apócrifo, escrito en el período
intertestamentario, llamado La Asunción de Moisés. Apócrifo es una
palabra que viene del latín y del griego apocryfos, la cual significa
literalmente oculto. Hace referencia a algo fabuloso, supuesto o
fingido. Con relación a los libros de las Sagradas Escrituras significa
que un libro no cumplió con las normas o regla (canon) para formar
parte de ella. Muchos libros apócrifos surgieron en el período
intertestamentario y también luego de la muerte de los apóstoles.
Estos libros, con el ánimo de tener aceptación o credibilidad entre la
gente, usaban seudónimos, especialmente se valían de los nombres
de los apóstoles o alguno de los patriarcas del Antiguo Testamento.
Ahora, usted se preguntará ¿Porqué un escritor inspirado por el
Espíritu Santo acude a una historia que aparece en un libro no
inspirado? Las respuestas que se han dado son muchas, pero sólo
quiero mencionar aquellas con las cuales encuentro cierta
identificación.
Primero, Judas, así como otros autores de las Sagradas Escrituras,
en pocas ocasiones recurrieron a otras fuentes con fines de
enseñanza, por ejemplo, Moisés en Números 21:14 dice “Por tanto
se dice en el libro de las batallas de Jehová…”, pero no tenemos
ese libro en el Antiguo Testamento, no pertenece al canon. De la
misma manera en Hechos 20:35 Pablo enseña a los ancianos de
Éfeso diciéndoles “En todo os he enseñado que, trabajando así, se
debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor
Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”; pero si
buscamos en todos los evangelios no encontraremos esas palabras;
no obstante la iglesia del primer siglo conocía bien esas palabras de
nuestro Señor. Pablo, también, en Hechos 17:28 usa las palabras de
un poeta pagano con el fin de ilustrar su enseñanza a los filósofos
en Atenas: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como
algunos de vuestros propios poetas también ha dicho: Porque linaje
suyo somos”. Le pareció bien al Espíritu Santo usar en pocas
ocasiones los dichos o escritos de gentes paganas con el fin de
ilustrar ciertas enseñanzas. Ahora, lo que se cita en las Escrituras
de estas fuentes extra-bíblicas son verdades, y toda verdad procede
de Dios, no importante el lugar o la generación o el país donde ella
se encuentre. Muchos filósofos dijeron cosas que son verdades, y
eso necesariamente procede de Dios, sin significar esto que ellos
fueran creyentes o estuvieran siendo inspirados por el Espíritu
Santo. Nosotros encontramos muchas verdades en otros libros
diferentes a la Biblia, como por ejemplo, cuando vamos a un libro de
matemáticas y allí el autor nos dice que en una suma el orden de los
factores no altera el producto, eso es una verdad, sin que
necesariamente lleguemos a la conclusión que todo lo que ese autor
escriba sea verdadero, o que él sea inspirado por el Espíritu Santo.
Ahora, no sabemos de donde tomó la fuente el autor del libro
apócrifo la Asunción de Moisés, pero en esto que dijo de la escena
de Miguel peleando contra el diablo por el cuerpo de Moisés
expresó algo que el Espíritu Santo luego usaría como una ilustración
verdadera para enseñar a los santos. No significa esto que todo lo
contenido en dicho libro sea verdadero o que sea necesario para el
creyente; es más, un alto porcentaje de la literatura apócrifa está
llena de fantasías y cosas erradas.
Una segunda respuesta es que Judas usó el libro La Asunción de
Moisés y el libro Las profecías de Enoc (en el verso 14), porque
para los falsos profetas iba a ser más fácil entender lo que él les
estaba enseñando, debido a que ellos y muchos judíos de su tiempo
estaban muy familiarizados con esta literatura apócrifa, surgida
especialmente en el período intertestamentario (entre Malaquías y
Mateo). Los falsos profetas estaban influenciados por esta literatura
y ellos pretendían tener conocimientos más profundos de los
ángeles y el mundo espiritual; de manera que Judas se vale de este
conocimiento con el fin de mostrarles que incluso sus propios libros
estaban en contra de lo que ellos enseñaban.
Ahora, ¿qué es lo que dice el libro La Asunción de Moisés sobre
esta escena donde encontramos al arcángel Miguel, a Moisés y al
diablo? El autor de dicho libro dice que cuando Moisés murió, el
Señor quiso sepultar su cuerpo y para ello envió a Miguel, el
arcángel protector de Israel, uno de los principales y más poderosos
en el rango angelical. Estando Miguel en esta faena, aparece el
diablo con el fin de reclamarle el cuerpo inerte de Moisés. El diablo
dio varias razones para ello: Primero, dijo que Moisés, siendo lo que
fue, merecía una digna sepultura en medio del pueblo de Israel;
pero el diablo no estaba interesado en la dignidad del fallecido, sino
en propiciar la idolatría en el pueblo, pues, con el paso del tiempo, la
tumba de Moisés se convertiría en un sitio de peregrinación,
veneración y automáticamente, adoración. Pero también el diablo
dijo que ese cuerpo le pertenecía porque Moisés era un asesino,
pues, él había matado al egipcio cuando éste golpeaba a un hebreo.
Estando en esa disputa espiritual el poderoso arcángel Miguel, cuyo
nombre significa “¿Quién es cómo Dios?, no habló palabra alguna
contra el diablo, otra potestad espiritual, sino que le dijo “Que sea
Jehová quien te reprenda”. Entonces Satanás le dejó y Miguel pudo
sepultar el cuerpo de Moisés en un lugar desconocido hasta el día
de hoy. ¿Qué enseñanza contenía este hecho para combatir a los
falsos maestros del tiempo de Judas y para los falsos profetas de
hoy día? Este será el siguiente punto en nuestro análisis.

2. Son dominados por sus instintos animales.


Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que
por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.
V. 10
Estos falsos maestros a los que combate Judas, los cuales estaban
causando mucho daño a la iglesia, pretendían ser personas con
poderes sobrenaturales; ellos se consideraban los más grandes
sabios de la iglesia. Tal vez por sus sueños, supuestas revelaciones
y conocimientos profundos del mundo espiritual, consideraban que
eran superiores a los apóstoles y los pastores.. Es posible que ellos
tuvieran en poca cosa y ridiculizaran la enseñanza doctrinal
apostólica, y blasfemaran en contra de ellos y de todos los que
fueron autorizados por Cristo para establecer el fundamento
doctrinal de la Iglesia. Su soberbia era tal, que se consideraban una
casta de profetas superiores a los ángeles, tanto, que ellos
pretendían dominar sobre ellos y lanzaban maldiciones e injurias
contra los ángeles malos y Satanás.
Pero realmente lo que esto manifestaba era su ignorancia. Pues, los
ángeles, sean santos o caídos, poseen una gran fuerza y poder, de
manera que entre ellos mismos ni siquiera se atreven a lanzar
maldiciones, pero estos falsos profetas si lo hacían. ¡Qué absurdo!
Pareciera decir Judas. ¡Cuán ignorantes son ellos! Ni siquiera saben
de lo que hablan. Pretenden conocer el mundo espiritual pero eso
es sólo vana ilusión, locura e ignorancia.
Esta situación de los falsos profetas del tiempo de Judas es muy
parecida a la que vemos en algunos círculos cristianos de hoy día.
Escuchamos a muchos maestros y profetas dar descripciones
cartográficas del mundo espiritual. Ellos dicen saber los nombres de
las potestades que gobiernan cada ciudad, región o país. Ellos dicen
conocer la mejor manera de derrocar a estas potestades y lanzan
especies de conjuros en el nombre de Cristo para reprender y
expulsar legiones demoníacas de ciertos lugares. Judas, en este
tiempo, les diría: Ignorantes, arrogantes espirituales, no saben nada
de nada, ni siquiera pueden imaginar cómo es realmente el mundo
espiritual. Estos hombres se atreven a tener cultos de liberación y
guerra espiritual donde ellos supuestamente pisotean a Satanás y
lanzan contra él maldiciones; pero sus hechos muestran la
ignorancia en la cual se encuentran, pues, no sólo en el pasaje del
libro apócrifo mencionado por Judas se encuentra la verdad de que
solo el Señor puede reprender de manera certera a Satanás, sino
que en Zacarías 3:1-2, el mismo Dios nos muestra que sólo él
puede hacerlo: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba
delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha
para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh
Satanás…”
Lo más triste de esta arrogancia espiritual son los resultados que
produce. Judas dice que estos arrogantes e ignorantes profetas, en
lo poco que conocen se corrompen, como los animales irracionales.
Al respecto dice John Benton “Proclaman ser sabios, pero en
realidad son unos ignorantes. Proclaman ser hombres con mentes
iluminadas, pero en realidad se comportan más como animales.
Están dominados por apetitos carnales. En su inmoralidad sexual
son como caballos o perros en celo, incapaces de controlar su
deseo. Un comportamiento semejante acarreará el juicio de Dios y
los destruirá, tal como Judas ha explicado en los versículos 5 a 7.
Siendo que ellos desconocen la autoridad espiritual de los apóstoles
verdaderos, es decir, los doce más Pablo, entonces se dan el lujo de
vivir conforme a sus caprichos y deseos carnales, pretendiendo
estar por encima de la Ley Santa del Señor, debido a que se
consideran superiores al resto de creyentes. Cuando el humilde
espíritu que debe caracterizar a los hijos de Dios no está presente, y
en cambio hay un corazón lleno de supuesto conocimiento elevado,
de orgullo y arrogancia, entonces quedamos a merced de nuestra
propia carne, y las consecuencias son el resurgir de la
concupiscencia y el deseo desordenado por satisfacer los deseos
pecaminosos.
Es por eso que muchos de estos falsos maestros iluminados caen
en las profundidades del pecado sexual y lo aceptan como algo
natural para mitigar su cansancio, no viéndolo como algo
pecaminoso, sino necesario. Es por eso que hoy día el Vaticano y
muchas iglesias evangélicas están diciendo a los decepcionados
feligreses que no juzguen a los ministros pedófilos o adúlteros,
pues, “pobrecitos”, ellos trabajan tanto para la obra del Señor, que
en su largo fatigar espiritual caen a expensas de las malas mujeres
que los seducen para adulterar y de los “pervertidos” niños que ellos
violan.
Cuando un ministro se da el lujo de pensar que es algo más que un
humilde siervo del Señor, y se considera como un jerarca o
iluminado a quien deben acudir todos para poder encontrar el favor
divino, entonces está a las puertas de caer en los más terribles
pecados, pues, se ha vuelto ignorante y desvaría en sus locas
imaginaciones.
Quiera el Señor librarnos de ser encontrados falsos profetas,
pretendiendo ser más de lo que realmente somos, y él nos ayude a
no caer en manos de los falsos maestros, porque, si logramos salir
de sus garras afiladas, será maltratados, heridos y casi destruidos,
como le ha pasado a multitud de personas que hoy día sufren las
terribles consecuencias de haber seguido a un falso pastor.
Juicio de maldición sobre diferentes
clases de falsos maestros:
El camino de Caín: Los que pervierten
la adoración por su corazón impío y
malvado.
Judas 11 (Primera parte)
Introducción:
Una de las cosas que más indigna al ser humano es cuando puede
ver cómo una persona se hunde más y más en su propia
destrucción, y aunque se le dan advertencias, éste, de manera
tozuda, continúa en su propósito de hacer daño a su propia vida. Es
posible que la mayoría de nosotros conozcamos a jóvenes que
empezaron con los primeros pasos de un vicio peligroso, y a pesar
de los ruegos de su madre y las advertencias de la sociedad, este
joven decidió profundizar más en su vicio amistándose con personas
que no le iban a ayudar a salir del problema sino todo lo contrario.
Esto nos indigna porque sabemos que el final de ese joven no será
el mejor. Destruirá su futuro, su vida y causará dolor a su familia.
El pastor Judas siente la misma indignación cuándo ve a algunos de
los creyentes, en la iglesia receptora de su carta, seguir e imitar un
camino que de seguro les conducirá a su propia destrucción. Estas
personas no se han percatado del grave peligro que corren sus
almas cuando escuchan y siguen las enseñanzas de los falsos
maestros que se han introducido de manera solapada en la Iglesia y
ahora están enseñando cosas nuevas y distintas a lo que los santos
han creído siempre.
Es por esa razón que en el verso 11, Judas presenta tres clases de
perversión doctrinal y la consecuente maldición que vendrá sobre
los que enseñan y siguen las falsas enseñanzas que se introducen
en la Iglesia, usando como ejemplo a tres personajes del Antiguo
Testamento, que no brillan por su piedad, sino por su maldad. Estos
tres personajes son: Caín, Balaam y Coré. Cada uno de ellos se
caracterizó por una maldad sobresaliente, y cada una de estas
maldades puede ser encontrada en los falsos maestros.
Pero el autor no sólo quiere que sus lectores conozcan las
maldades que les caracterizó a estos personajes no ilustres, sino los
juicios que vinieron sobre ellos. Por eso el verso 11 es introducido
con una fuerte imprecación: ¡Ay de ellos! Judas habla como solían
hacer los antiguos profetas que anunciaban terribles juicios sobre el
pueblo desobediente y sobre las naciones impías, o como Jesús,
cuando con gran dolor advierte de la condenación que vendrá sobre
los falsos religiosos de su tiempo o sobre los judíos incrédulos que
se resisten a creer en él a pesar de que están viendo las señales
milagrosas que proceden de su mano divina (Mt. 11:21; Mt. 23); o
como Juan, quien en el Apocalipsis declara angustiosos Ayes sobre
los impíos, los cuales recibirán la retribución justa de sus pecados.
El apóstol Pedro afirma que estos falsos maestros son hijos de
maldición (2 Ped. 2:14), ellos están bajo la maldición divina.
La misma destrucción que vino sobre Caín, Balaam y Coré, también
vendrá sobre los falsos maestros y las personas que siguen sus
nefastas enseñanzas, porque, en esencia, Caín, Balaam y Coré,
tienen mucho en común con los fasos maestros de todos los
tiempos; pues, por lo general, estos malvados falsos profetas sólo
buscan tres cosas: satisfacer su amor propio, satisfacer sus deseos
materiales y satisfacer sus deseos de poder. Por lo general buscan:
gloria, dinero y poder.
Analicemos con nuestro autor sagrado a estos tres personajes que
representan a tres clases de falsos maestros, siguiendo la siguiente
estructura, que de manera natural, nos presenta el pasaje.
Juicio de maldición sobre los que:
1. Pervierten la adoración por su corazón impío y malvado: El
camino de Caín
2. Pervierten la doctrina por su corazón codicioso: El error de Balaán
3. Pervierten el orden y la tranquilidad de la iglesia por su corazón
amante del poder: La rebelión de Coré

1. Pervierten la adoración por su corazón impío y malvado: El


camino de Caín. “!Ay de ellos! Porque han seguido el camino de
Caín…”
El primer personaje usado como modelo de lo que los falsos
maestros son y enseñan en las iglesias, es Caín, quien vivió al
comienzo de la historia humana: lo cual nos deja ver que los falsos
maestros han estado siempre con nosotros, desde el principio, y
estarán acompañándonos hasta el fin. Esta es una raza de
perversos hombres que siempre están engendrando nuevos
maestros que profundizan más en sus herejías. Aunque la fe
cristiana irradia una luz verdadera que disipa lo falso y enseña la
doctrina correcta, no obstante, dentro de la iglesia siempre
tendremos a los falsos maestros. Jesús lo dijo así:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con
vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” Mt. 7:15
“Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a
muchos” Mt. 24:11
“Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán
señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los
escogidos”. Mr. 13:22
Y el apóstol Pedro también le recuerda a los lectores de su segunda
carta que en el pasado hubo falsos profetas y también los habrá en
el seno de la cristiandad: “Pero hubo también falsos profetas entre el
pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras…” 2 Ped. 2:1
Pero ¿Cuál es el camino de Caín que siguen los falsos maestros y
que los creyentes no debemos andar? Hay varios elementos
importantes que debemos considerar en este falso maestro, los
cuales se dejan ver en los pocos pasajes bíblicos que nos hablan de
Caín.
Génesis 4:1-7 “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio
a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón.
Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y
Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que
Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo
también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de
ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró
con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran
manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por
qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien
hicieres, ¿No serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está
a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás
de él” (Gen. 4:1-7). Un primer aspecto pecaminoso que
encontramos en Caín, como modelo de falso maestro, es la
perversión de la adoración. De seguro que Adán y Eva habían
enseñado a sus hijos la forma, la actitud y la calidad de la adoración
y los sacrificios que debían presentar ante el santo y soberano Dios.
Caín y Abel habían aprendido lo que luego Dios enseñó a través de
Moisés: Que Dios no acepta sacrificios imperfectos, sino que él
quiere lo mejor. En el Antiguo Pacto Dios ordenó que los animales
escogidos para los sacrificios debieran ser los mejores, sin defecto
alguno. Lo mismo cuando se presentaban ofrendas vegetales, todo
debía ser lo mejor. Pero por encima de todo esto, la actitud del
corazón era más importante que el sacrificio mismo: “Porque no
quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los
sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y
humillado no despreciarás tu, oh Dios” (Sal. 51:16-17).
Caín, aunque conocía la lección, tenía un corazón malo e incrédulo.
Él no se conformó a las sanas palabras de Dios en cuanto a los
sacrificios sino que quiso modificar a su antojo el culto verdadero.
No ofreció de lo mejor, sino de lo que él quiso, de lo que consideró
apropiado según su necio razonamiento, y no sólo esto, sino que
trató de agradar a Dios teniendo un corazón rebelde, falto de amor y
de misericordia para con su prójimo. Se requiere un corazón
humillado para ofrecer una ofrenda agradable al Señor, pero Caín se
presentó con un corazón orgulloso, confiado en sí mismo,
prepotente, y en vez de doblegarse ante la gracia divina, se
mantuvo altivo en su necedad espiritual, pensando que Dios se
agradaría en su nueva forma de adoración. Pero el resultado fue
nefasto, Dios rechazó su ofrenda, y también lo rechazó a él. Caín no
era de los que temblaba ante la Palabra del Señor, y por lo tanto
Dios no hizo morada en él. Caín no era de aquellos en los cuales
Dios se complace, como dice el profeta: “… pero miraré a aquel que
es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi Palabra” (Is.
66:2).
Los falsos maestros que pervierten la adoración pueden ser
encontrados hoy día en todas las corrientes teológicas que inundan
el panorama evangélico: Los orgullosos proponentes de la teología
de la fe y la prosperidad, que se presentan con arrogancia ante Dios
dándole órdenes para que los bendiga a cambio de las ofrendas
presentadas, no con un corazón humilde y agradecido, sino con un
corazón avaro y materialista, esperando recibir “bendiciones” que
satisfagan sus corazones hambrientos de placer terreno. Pero
también los falsos maestros que siguen el camino de Caín están
entre las iglesias más conservadoras y reformadas, cuando se
presentan ante Dios, a través de un culto muy solemne y bíblico,
pero con corazones orgullosos y engreídos por su supuesto apego a
la doctrina bíblica, más son faltos de amor y misericordia para con
los demás. Estos maestros de la ortodoxia son fríos ante las
necesidades humanas y ponen por encima del amor y la
misericordia su doctrina histórica, esto también es perversión de la
adoración, pues, Dios quiere un corazón que, además de creer lo
correcto de él, viva el amor puro que es el cumplimiento de la Ley:
“Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no
sacrificio.” (Mt. 9:13). “… uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el
amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el
alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo,
es más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mr. 12:32-33).
Hebreos 11:4 nos deja ver que otra marca pecaminosa de Caín era
su falta de fe. Él no era un verdadero creyente. Aparentaba serlo, y
ofrecía sacrificios a Dios pero sin fe en la obra del Salvador
prometido. Confiaba en sí mismo y en su capacidad de ser aceptado
por Dios. Era un humanista inveterado. “Por la fe Abel ofreció a Dios
más excelente sacrificio que Caín…”. La ofrenda de Abel fue
aceptada porque se hizo en fe, en la fe que los antiguos depositaron
en el Mesías prometido. Por lo tanto, Caín ofreció la ofrenda del
incrédulo, del que no es creyente. Cuántos falsos maestros,
pastores y profetas están hoy ocupando los púlpitos de las iglesias,
las cátedras de los seminarios teológicos y los canales de televisión
o la radio, enseñando una fe en la cual no creen, hablando de un
Cristo al cual realmente no han aceptado como Su salvador, y
enseñando una Biblia la cual no es la Palabra infalible e inspirada de
Dios para ellos. No hay nada peor que un predicador no regenerado.
Un pastor incrédulo tiene un potencial muy grande de hacer daño a
la comunidad cristiana. Un pastor incrédulo no está interesado en
las almas, sólo quiere enseñar aquello que va en armonía con su
corazón malvado y falto de verdadero amor. Este pastor inconverso
puede hablar de Cristo, puede hablar del amor, puede enseñar la
Biblia y hablar de Dios, pero su fin siempre será la satisfacción de su
perverso corazón, y por lo tanto, para este falso maestro no habrá
dificultad en cambiar aquellas doctrinas o elementos de la adoración
bíblica que no son agradables a su humanismo consumado, ni al
humanismo de sus oyentes.
Caín pretendió presentar una ofrenda que fuera agradable a Dios,
evitando el derramamiento de la sangre de un animal. Él confiaba en
su capacidad para ofrecer a Dios algo que le fuera agradable, pero
basado, no en la fe puesta en la sangre del Mesías que vendría,
sino en su propia capacidad. Intentó aplacar a Dios mediante
esfuerzos humanos. Y cuando vio que la ira de Dios se mantenía
contra su corazón pecaminoso, entonces se ensañó contra su
hermano. Los falsos maestros, por lo general, no tienen en gran
estima la santidad de Dios, ni su ira y ni el medio que ha establecido
del derramamiento de la sangre para el perdón de los pecados. Para
ellos, hablar de la necesidad de un sacrificio cruento para satisfacer
la ira de Dios suena como algo muy cruel, burdo y bárbaro. Ellos
tratan de presentar al Dios cristiano como un dios civilizado y
postmoderno, de manera que hablan lo menos posible del sacrificio
de Cristo.
En 1 Juan 3:11-14 encontramos que otras características
pecaminosas de Caín eran: su falta de amor y sus malas obras.
“Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que
nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y
mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras
eran malas, y las de su hermano justas”. Los falsos maestros que
estaban dañando a la iglesia en el siglo I, y que todavía hoy siguen
actuando, se caracterizan por su falta de amor y sus malas obras.
Aunque ellos pueden hablar del amor romántico y del amor que es
pluralista, no obstante, son incapaces de ofrecer el amor bíblico, ese
amor que se entrega por completo a los demás, ese amor que está
dispuesto a sacrificarse por los que sufren, ese amor que es capaz
de denunciar el pecado. No, los falsos maestros no pueden dar ese
amor, porque éste solo procede de corazones donde el amor de
Dios ha sido derramado por el Espíritu Santo (Ro. 5:5).
Los falsos maestros, al igual que Caín, no tienen compasión de las
almas que sinceramente buscan a Dios. Ellos se aprovechan de la
simplicidad de algunas personas, y las conducen al degolladero. Les
prometen su compañerismo, pero sólo con el fin de aprovecharse de
ellas para explotarlas, y luego de haber conseguido el fin
perseguido, entonces las matan espiritualmente. Estos falsos
maestros se muestran amistosos y tratan a todo el mundo de
hermanos, así como Caín hizo con Abel, y los invitan a caminar
hacia un mundo feliz, pero, lo único que pueden ofrecer es la
muerte, porque ellos mismos están muertos. Los falsos maestros
son como los fariseos que “recorréis mar y tierra para hacer un
prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno
que vosotros” (Mt. 23:15).
En la tradición judía Caín llegó a ser el prototipo del egoísmo y del
cinismo. “Para los pensadores hebreos Caín era el incrédulo, cínico,
materialista, que no creía ni en Dios ni en el orden moral del mundo;
y que por lo tanto, hacía exclusivamente lo que quería”[20].
Caín, aunque pretendía llevar una vida religiosa externa, no
obstante, sus obras eran malas. Él podía engañar a Abel su
hermano y a sus padres, pero no podía engañar a Dios. Caín se
vendió al demonio, rechazó la misericordia de Dios y se alejó de él.
“Un antiguo comentario judío acerca de Génesis 4:8 pone las
siguientes palabras en labios de Caín: “No hay juicio, ni juez, ni
mundo por venir; no habrá recompensa para los justos ni
destrucción para los malvados”[21].
Cuánto cuidado debemos tener con los falsos maestros, ellos
abundan por todas partes, ofrecen su amistad y hablan palabras
halagadoras, pero al final dejan ver lo que realmente son: “estando
atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia,
maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y
malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios,
injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a
los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin
misericordia…” (Ro. 1:29-31).
En la época medieval los vemos persiguiendo los más altos y
rentables cargos dentro de la estructura jerárquica de la iglesia. No
eran salvos, ni amaban al Salvador, ni estaban interesados en la
salvación de las almas, pero querían estar dentro de los líderes de
la iglesia, sólo con el fin de satisfacer los deseos de sus corazones
humanistas. Ellos eran mutiladores del cuerpo (Fil. 3:2), eran como
perros hambrientos entregados a las vanidades de su corazón
engañoso y a los placeres sensuales, su interés era sólo lo terreno;
ellos se enmarcan perfectamente en la descripción que hace Isaías
de los guías espirituales del pueblo en su época: “Sus atalayas son
ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden
ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir. Y esos perros
comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben
entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca
su propio provecho, cada uno por su lado. Venid, dicen, tomemos
vino, embriaguémonos de sidra; y será el día de mañana como este,
o mucho más excelente” (Is. 56:10-12). No les importaba ser
contratados como atalayas o vigilantes, aunque sabían que su
interés era sólo dormir y entregarse al placer, y luego, cuando no
podían detectar el peligro que asechaba al pueblo, los abandonaban
a la muerte y, como Caín, participaban del asesinato de los suyos.
El camino de Caín es el camino del odio, de la envidia, del asesinato
de las almas, de la perversión del culto a Dios, el camino del
humanismo, el de las obras humanas, el de la auto-confianza, el de
la adoración sin Cristo, el de la religión sin santidad.
¿Y Cuál fue la maldición que reposó sobre Caín? Fue un hombre
maldito por el resto de toda su existencia. “Ahora, pues, maldito
seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la
sangre de tu hermano” (Génesis 4:11). Una señal en su frente
evidenciaba su condición miserable y errante, la cual nunca podría
borrarse. Era portador de la maldición que lo llevaría de manera
indefectible a los tormentos del infierno. La señal en su frente no
podía ser borrada, como tampoco se puede quitar la señal de todos
los falsos maestros que enseñan en la iglesia, no la doctrina de
Cristo y su cruz, sino la doctrina del demonio que se centra en los
placeres terrenos y los goces de las riquezas y vanidades de
Babilonia la grande. Que enseñan a las almas inconstantes a amar
el mundo y todo lo que en él hay; a los que enseñan esto y los que
siguen a estos falsos maestros, sino se arrepienten de haber
pervertido el evangelio, les espera una gran condenación, porque la
marca de la bestia, la marca del demonio ya está en sus frentes: “y
el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen
reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen,
ni nadie que reciba la marca de su nombre” (Ap. 14:11).
Juicio de maldición sobre diferentes
clases de falsos maestros:
El Error de Balaam: Los que
pervierten la doctrina por su corazón
codicioso
Judas 11 (Segunda parte)
Introducción:
Una de las causas que condujeron a la gran explosión de la
Reforma Evangélica en el siglo XVI liderada por Martín Lutero,
fueron los abusos eclesiásticos relacionados con el dinero y los
bienes materiales. Muchas personas llegaron a cansarse del afán
puramente materialista que tenían los pastores de su tiempo: El
Papa, los cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes.
La historia nos cuenta que la mayoría de los hombres que ocuparon
estos cargos eclesiásticos durante la Edad Media no tenían como fin
principal el servir a la Iglesia, sino que la Iglesia les sirviera como
medio para acumular riquezas personales.
Algunas de las prácticas mercantilistas mas repudiadas por la
historia son:
Las anatas. Era la práctica por la cual se requería que un obispo
diera todas las entradas económicas del primer año de su obispado
a Roma. Los obispos hacían esto con gusto, porque luego del
primer año su cargo producía ganancias fabulosas.
Las colocaciones. Era la práctica de Roma de cambiar obispos
después de un tiempo a puestos que estaban vacantes. De esta
forma el Vaticano se aseguraba de recibir más recursos por las
anatas que debían pagar los obispos trasladados a un nuevo sitio.
No era extraño que los obispos fueran cambiados constantemente.
Las preservaciones. Los Papas reservaban para sí mismos los
mejores puestos eclesiásticos, los que significaban mayores
entradas económicas. Los Papas enviaban representantes suyos
para recibir los fondos recolectados en dichos cargos.
Las dispensaciones. Era el pago que podía dar una persona a
cambio de violar la ley canónica. Ejemplo, si una persona quería
ocupar un cargo eclesiástico, y no cumplía con la edad, entonces
pagaba a Roma una dispensación y ocupaba el cargo deseado.
La simonía. Era la práctica de la venta y compra de cargos
eclesiásticos. Cuando un puesto quedaba vacante, el Papa le podía
poner un precio y éste era entregado al mejor postor.
El nepotismo. Era la práctica de nombrar familiares para cargos
eclesiásticos que en muchos casos eran hereditarios. Se cuenta de
un Papa que nombró a su sobrino de 14 años de edad para el
puesto de cardenal.
El pluralismo. Hace referencia a la práctica de ocupar más de un
puesto eclesiástico simultáneamente. Se cuenta del caso del hijo del
Duque de Lorena que simultáneamente ocupó 9 puestos de Abad, 9
de Obispo, 3 de arzobispo y 1 de Cardenal.
Las indulgencias. Esta fue la práctica que más indignó a Lutero y a
mucha gente de su tiempo. Consistía en vender el perdón de los
pecados. La Iglesia afirmaba que ella era la administradora del
banco de méritos. Este banco guardaba todas las buenas obras que
les habían sobrado a los santos de toda la historia de la iglesia.
Ejemplo, el apóstol Pedro hizo tantas buenas obras, que le sirvieron
para salvarse él, y le sobraron muchísimos méritos. Estos méritos
ahora eran administrados por la iglesia y podían ser dispensados a
todo aquel que la Iglesia, en cabeza del Papa, quisiera dar. Pero la
iglesia no los daba gratis, sino que los vendía, a través de las
indulgencias. Siendo que la mayoría de católicos evidentemente
pecaban, entonces muchos de ellos, sino todos, no tenían la
esperanza de entrar al cielo, por lo tanto, su salvoconducto podría
ser el adquirir algunas de estas indulgencias, que servían no sólo
para ellos mismos, sino para comprar el cielo a favor de familiares
que habían muerto y podían estar sufriendo en el “purgatorio”.
Cuando los cristianos de nuestro siglo post-moderno escuchamos lo
que la historia nos cuenta de los abusos eclesiásticos de la Edad
Media, nos sorprendemos al ver el espíritu egoísta y materialista
que caracterizó a los que debían ser humildes pastores que no
buscaban su propio bien sino el de las almas.
Pero esto no sólo sucedió en el Catolicismo Romano o en la Edad
Media. Esto ha pasado en muchas épocas de la historia de la
iglesia, y hoy día es el común en numerosas iglesias que se llaman
cristianas o evangélicas.
Analicemos hoy, con el maestro Judas, en qué consiste “el error de
Balaam” como modelo de un falso maestro o de un falso pastor, el
cual recibirá la justa condenación de la ira de Dios, de manera que
no sigamos a los maestros del error.
“!Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron
por lucro en el error de Balaam…” (Judas 11).
La segunda clase de falsos profetas que nos presenta Judas, se
viste con un ropaje de espiritualidad, y hasta tiene la capacidad de
hacer algunos milagros. En un tiempo pudieron escuchar la voz de
Dios y hasta podían bendecir en su nombre. Eran tenidos por
profetas del Dios vivo, pero por la avaricia de sus corazones
decidieron usar estas facultades espirituales para sacar el máximo
provecho personal, y recibir, a cambio de ministrar estos dones,
grandes ganancias económicas.
Con el fin de detectar a estos falsos maestros que han hecho y
hacen daño a la iglesia, analicemos quién era este Balaam en lo que
tiene que ver con su actividad lucrativa.
La historia de este misterioso hombre, que era tenido por adivino
entre las tribus de Moab y a quien al parecer Dios le había otorgado
algunas gracias proféticas, se encuentra en números capítulos 22 al
25.
Cuando Israel recién salía victorioso de Egipto, y luego que Dios
destruyera al poderoso ejército de Faraón, las naciones y pueblos
que estaban ubicadas en la ruta escogida por Dios para que el
pueblo llegara a la tierra prometida estaban atemorizadas ante el
paso de Israel, porque Dios estaba con ellos y no había ejército
alguno que pudiera hacerles frente. En esta angustia se encontraba
el pueblo de Moab, quien en cabeza de Balac estaba tratando de
evitar la destrucción que con seguridad se cernía sobre ellos.
Los príncipes y sabios que acompañaban a Balac le aconsejaron
que no hiciera guerra contra Israel porque de seguro serían
destruidos, sino que más bien acudiera a algún poderoso hechicero
o adivino que pudiera maldecir a esa nación. En esa búsqueda
encontraron a un adivino o profeta llamado Balaam, quien tenía la
fama de poder bendecir o maldecir de manera efectiva.
No sabemos cómo Balaam conoció del Dios verdadero, pero, según
el relato bíblico, en algunas ocasiones Dios le habló directamente, y
este hombre tenía cierto temor hacia Jehová, el Dios de Israel. Así
como Abraham, en medio de una nación idólatra y pagana, pudo
escuchar la voz de Jehová Dios que lo llamó para servirle, este
Balaam también había recibido alguna revelación del Dios
verdadero en medio de un pueblo pagano.
La fama de Balaam, como profeta o adivino, se había extendido por
esas tierras al punto que los reyes querían usar sus servicios. Balac
envió emisarios para que le pidieran a Balaam que fuera a maldecir
a la nación de Israel, y éste, luego de consultar con Dios, decidió no
ir porque el Señor le había dicho que Israel era una nación
bendecida por él y nadie podría maldecirla, ni ningún agüero o
hechicería podría hacerle daño (Num. 23:23). Luego de esta
negativa, el gobernante Balac decide seducir al profeta con algo que
tiene el poder de corromper los más piadosos corazones: El dinero,
las riquezas y el honor mundano.
Así que Balac le envía a príncipes (pocos hombres no se dejan
atrapar por la atractiva personalidad que tienen los príncipes o
poderosos), para ofrecerle, no solo dádivas económicas, sino la
honra de este mundo, tal vez cargos políticos y reconocimientos
nacionales.
En vista de este atractivo ofrecimiento, Balaam, sabiendo cuál es la
respuesta de Dios, pues, ya se le ha dicho “No vayas con ellos, ni
maldigas al pueblo, porque bendito es” (Num. 22:12), decide tratar
de persuadir a Dios, tal vez pensando que Dios se deja deslumbrar
por el atractivo, el poder y el dinero de los hombres. En vista de que
el corazón de este profeta ha sido movido por los ofrecimientos
terrenos de los príncipes, entonces el Señor decide dejarlo ir, no con
su beneplácito, sino con el fin de llevarlo a su destrucción, pues,
todo aquel que conociendo la voluntad revelada de Dios, persiste en
querer hacer lo contrario a ella, entonces está cavando el pozo de
su propia miseria y ruina espiritual.
Balaam tenía ciertas facultades proféticas que Dios en su gracia
quiso concederle, y estos dones debían ser usados para el servicio
a los propósitos divinos. Dios no se los dio con el fin de que él
alcanzara cierto estatus económico, social o político, pero él prefirió
el premio de la maldad. (2 Pedro 2:15).
Este premio de la maldad del cual habla Pedro hace referencia al
uso que los profetas o maestros espirituales le dan a sus
capacidades dadas por Dios para sacar provecho personal. De
Balaam no se nos dice que estuviera pasando grandes necesidades
económicas cuando Balac envió a sus emisarios para que lo
sedujeran con dádivas y honores políticos. No. Él debía aprender a
confiar en el Señor y depender de él para su sustento. Pero su
corazón avaro lo llevó a contemplar con agrado la posibilidad de
sacar provecho económico, personal y social de sus facultades
espirituales.
Esto es un gran pecado que Dios castigará con el furor de su ira.
Porque su palabra es clara al respecto: “De gracia recibisteis, dad
de gracia” (Mt. 10:8). Pero no solo en tiempos de Israel en el
desierto habían profetas y maestros espirituales que se desviaban
del camino recto para tergiversar la doctrina y convertir la religión en
una fuente de lucro personal; mucho tiempo después, dentro del
pueblo de Dios, se levantaron falsos profetas y maestros a los
cuales no les importaban las almas de las personas, o el avance del
Reino de Dios, sino la satisfacción de sus propios apetitos. El
profeta Isaías dijo: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes;
todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, aman el
dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores
mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos,
cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado” (Is.
56:10-11).
Luego, en tiempos de Miqueas, los falsos profetas abundaban entre
el pueblo de Dios y ya no predicaban lo que Dios quería decir al
pueblo, que casi siempre los estaba reprendiendo por su
desobediencia a la Santa Ley, sino que hablaban al pueblo lo que
ellos querían escuchar, lo que satisfacía a sus mundanos y terrenos
placeres, todo con el fin de sacar provecho económico de su
actividad espiritual: “…sus sacerdotes enseñan por precio, y sus
profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No
está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre vosotros.” (Miq.
3:11).
En tiempos de la iglesia en el Nuevo Testamento no cesaría el
actuar de estos falsos y materialistas maestros, profetas y pastores.
El apóstol Pablo, al despedirse de los ancianos o pastores de la
iglesia de Éfeso, les advierte que deben tener mucho cuidado por
ellos mismos y por el rebaño, pues, de entre ellos mismos se
levantarían algunos que no tendrían ningún interés en la salvación
de las almas, sino en usar la religión como un medio para alcanzar
sus intereses egoístas: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el
rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para
apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de
vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros
mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para
arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch. 20:28-30).
Pero no sólo en tiempos apostólicos surgieron los falsos profetas
que, así como Balaam, estuvieron dispuestos a usar la fe como
medio de lucro. El apóstol Pedro, en un pasaje paralelo al que
estamos estudiando en Judas, advierte que vendrían tiempos en los
cuales se levantarían falsos profetas y faltos pastores que no
tendrían misericordia de la gente: “Pero hubo también falsos
profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros,
que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun
negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos
destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por
causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por
avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2
Ped. 2:1-3).
Ejercer ciertas funciones dentro del reino de Dios, sino se hace con
humildad y en dependencia total de la gracia divina, puede conducir
a un desvío peligroso, pues, la naturaleza pecaminosa del ser
humano siempre le lleva a buscar el bien propio, y a olvidarse del
bien común. Nuestro pecado residual aún busca la gloria, el poder y
las riquezas. Y cuánto peligro asedia a los pastores o maestros
cristianos cuando bajo su liderazgo espiritual hay muchas personas,
las cuales se someten a su dirección. No es fácil mantenerse en la
lucha y evitar a toda costa ceder ante la tentación de aprovecharse
de ese lugar de liderazgo para crecer en el poder, el ego, el honor
mundano y las riquezas. Por eso el apóstol Pedro, dando
instrucciones a los pastores les dice: “Ruego a los ancianos que
están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los
padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria
que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre
vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no
por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo
señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos
de la grey” (1 Pe. 5:1-3).
De la misma manera, el apóstol Pablo instruye a las iglesias para
que, cuando vayan a escoger a un varón para ejercer el pastorado,
se cercioren que este no sea “… codicioso de ganancias
deshonestas, sino amable, apacible, no avaro” (1 Ti. 3:3).
Los verdaderos pastores no buscan gloria, honra mundana o lucro
personal. En la Biblia tenemos numerosos ejemplos de hombres que
son verdaderos siervos y rechazan las tentaciones del poder y las
riquezas y persisten en su fidelidad y servicio al Señor.
Podemos encontrar ejemplos bíblicos de verdaderos siervos del
Señor que nunca se atreverían a usar la fe cristiana, sus dones o
ministerios, para recibir siembras a cambio de oraciones,
bendiciones, favores, sanaciones o milagros. Los pastores bíblicos
no siguen el ejemplo de Balaam, sino que hacen lo contrario.
Luego de la predicación de Felipe en Samaria, muchas personas
llegaron a creer en el evangelio y fueron bautizadas. Una de esas
personas fue Simón, un mago que había engañado a la gente de
Samaria por mucho tiempo. Luego de este crecimiento de la iglesia
en Samaria, los apóstoles que estaban en Jerusalén enviaron a
unos emisarios con el fin de confirmar la fe de los nuevos creyentes.
Uno de estos emisarios fue el apóstol Pedro, quien, lleno del poder
del Espíritu Santo imponía las manos sobre los creyentes y éstos lo
recibían. La Biblia dice que cuando Simón el mago vio este poder
que el Señor obraba a través de Pedro, él quiso recibir también esa
unción poderosa y ofreció al apóstol una siembra económica. Pero
el apóstol Pedro, un verdadero siervo del Señor, no aprovechó la
ocasión para aumentar las cifras en su cuenta bancaria, ni tampoco
justificó el recibir la siembra económica como una bendición del
cielo, sino que reaccionó de la misma manera que el profeta Eliseo,
y rechazó el ofrecimiento diciendo a Simón: “Tu dinero perezca
contigo porque has pensado que el don de Dios se obtiene con
dinero” (Hch. 8:20).
El error de Balaam no fue una falta involuntaria, como algunos
pueden entender al escuchar la palabra error, ni fue algo pasivo.
Balaam, con el ánimo de recibir la recompensa económica ofrecida
por Balac trató de maldecir al pueblo, pero Dios no lo permitió, sino
que, aún obrando el don divino en un hombre cuyo corazón era
avaro y materialista, bendijo tres veces a Israel. Pero luego,
persistiendo en recibir el honor mundano y las riquezas materiales,
enseño a Balac cómo poner tropiezo a los Israelitas de modo que el
pueblo pecara contra Dios y así recibirían el pago de la ira de Dios y
estos Madianitas no sufrirían la derrota final. “Pero tengo unas
pocas cosas contra ti; que tienes ahí a los que retienen la doctrina
de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de
Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer
fornicación” Ap. 2:14.
Pero el final de Balaam no fue el mejor. Sobre él también cayó un
¡Ay! Así como también sus juicios caerán sobre todos aquellos que
engañan sus corazones y engañan al pueblo que el Señor compró
con su preciosa sangre, explotándolos y sacando provecho
económico o personal de ellos, debido a sus corazones avaros y
codiciosos. El Señor se vengó de este falso profeta y del pueblo
madianita, y envió a un ejército de Israelitas para que traspasaran a
espada a todos los hombres, dentro de los cuales también cayó
Balaam hijo de Beor. Números 31:8.
Juicio de maldición sobre diferentes
clases de falsos maestros:
La contradicción de Coré: Los que
pervierten el orden y la tranquilidad
de la iglesia por amor al poder y la
posición
Judas 11 (Tercera parte)
Introducción:
Una de las estrategias que aplicaban los romanos para derrocar a
un gobierno o civilización e instaurar el suyo propio era divide et
impera (divide y reinarás), principio que Nicolás Maquiavelo
inmortalizó en su pensamiento político con la máxima “divide y
vencerás”. Muchos gobiernos fueron derrocados con esta estrategia,
y aquellos amantes del poder conquistaron la gloria usando métodos
no muy ortodoxos, ni éticos; de todas maneras la filosofía de
Maquiavelo: “el fin justifica los medios”, aunque abyecta
(despreciable), ha sido preferida por el corazón pecaminoso de los
hombres amantes del poder a costa de lo sea.
Lo lamentable de esta conducta malvada, basada en estrategias
viles, con el fin de conquistar el poder y la gloria, es que no solo la
encontramos en la historia secular de las naciones, los gobiernos,
las instituciones políticas y las empresas, sino en la historia del
pueblo del Señor. De tanto en tanto se han levantado hombres
amantes de sí mismos que recurren a cualquier estrategia con el fin
de alcanzar los peldaños del poder, la fama y la gloria humana.
En la última parte del versículo 11 de Judas, analizaremos hoy la
tercera clase de falsos profetas que entran sigilosamente a las
Iglesias con el fin de hacer daño: Los que pervierten el orden y la
tranquilidad de la Iglesia por amor al poder y la posición.
Conozcamos quiénes son estos perversos hombres, analizando la
historia bíblica que nos narra la rebelión de Coré, y aprendamos a
conocer las estrategias de estos malvados hombres, la teología de
ellos, pero también las consecuencias que vendrán sobre aquellos
que son como ellos o que les siguen en su loco amor al poder. “!Ay
de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron
por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la
contradicción de Core”
1. Estrategias y artimañas de los amantes del poder
2. La teología de los amantes del poder
3. Consecuencias nefastas de ser un amante del poder

1. Estrategias y artimañas de los amantes del poder.


Para conocer la historia del rebelde Coré, y de sus amigos y
seguidores, es necesario leer Números capítulo 16.
Coré era un levita, consagrado para las labores del servicio a Dios
en el tabernáculo. Este hombre tenía el privilegio de pertenecer de
manera especial al Señor y ser considerado como propiedad de él.
Todos los levitas eran propiedad exclusiva de Dios. “Y he tomado a
todos los levitas en lugar de todos los primogénitos de los hijos de
Israel. Y yo he dado en don los levitas a Aarón y a sus hijos de entre
los hijos de Israel, para que ejerzan el ministerio de los hijos de
Israel en el tabernáculo de reunión”. (Num. 8:18-19).
De manera que Coré, el rebelde, tenía un lugar privilegiado dentro
del ministerio espiritual. No obstante, un espíritu inconforme le
caracterizó y trató de encontrar la manera de subir de categoría en
el ministerio. Coré deseaba estar en el sacerdocio, mejor dicho,
deseaba ser como Aarón, es decir, Sumo sacerdote (Num. 16:10). Y
en este afán por el poder empezó a tramar la caída de Aarón y
Moisés, con el fin de no tener obstáculos que le impidieran acceder
al sacerdocio, el cual no le era permitido a los levitas, sino solo a
Aarón y sus hijos. Dios había escogido a Aarón para que fuera el
Sumo Sacerdote y a Moisés para que fuera su profeta. Pero Coré
anhelaba estar en esa posición, que a él le parecía muy honrosa y
de mucho poder y autoridad.
Este era su pensamiento de día y noche: ¿Cómo alcanzar el poder?
Coré era un hombre malo, a pesar de estar llamado al ministerio; y
su pensamiento, todos los días, se entregaba a maquinar el mal
contra los hombres que Dios había puesto en el ministerio principal.
Coré se encuentra clasificado entre los malos hombres que
menciona el Salmista: “Líbrame, oh Jehová del hombre malo;
guárdame de hombres violentos. Los cuales maquinan males en el
corazón, cada día urden contiendas. Aguzaron su lengua como la
serpiente, veneno de áspid hay debajo de sus labios” (Sal. 140:1-3).
Esta era la condición de Coré. Él tramó un plan para desprestigiar a
los ministros escogidos por Dios, y maquinó en su corazón como
poner el lazo sobre ellos.
Es allí cuando este falso ministro empieza a difamar a Moisés y
Aarón. La mejor estrategia que los amantes del poder han
encontrado para derrocar a los que están en eminencia, es
difamarlos. Inventar mentiras, críticas, calumnias y hacerlas correr a
través del chisme. Coré empieza a ganar la amistad y el apoyo de
otros levitas y de algunos miembros de la tribu de Rubén (16:1),
hablando mal de Moisés y Aaarón, afirmando que ellos mismos se
han levantado como líderes entre el pueblo de Dios, y que ellos
imponen leyes injustas y abusivas. Esto es lo que dicen: “¿porqué,
pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?
(16:3), y, “Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que
destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que
también te enseñorees de nosotros imperiosamente? (16:13). Coré
empezó a carcomer la credibilidad de los siervos del Señor en
medio del pueblo, sembrando cizaña a través de mentiras
infundadas y calumniándolos.
Y, lastimosamente, la palabra del hombre tiene un poder asombroso
para calar en las mentes de las personas, especialmente cuando se
trata de chismes o calumnias. Esto lo vemos hoy día de manera
palpable en el periodismo y la prensa. Si un periodista quiere
alcanzar cierto grado de reputación y gloria, entonces debe andar a
la caza de alguna noticia que tenga que ver con el desprestigio de
alguna personalidad pública. Estas noticias son las más leídas.
Las calumnias y las difamaciones son como cuando una persona se
sube a la cúspide más alta de una colina en medio de una tarde
mecida por el viento y lanza un puñado de suaves y livianas plumas.
Una vez que el viento esparce a las plumas, por mucho que se les
quiera recoger, algunas de ellas habrán volado tan alto que será
difícil encontrarlas. El chisme y la calumnia obran así. Una vez que
se empieza a difamar o calumniar, por mucho que el difamador
quiera arreglar la situación y corregir la mala imagen que él mismo
sembró de otra persona en los demás, por mucho que se esfuerce,
ya hizo un daño que nunca podrá ser reparado por completo. Coré
era un solo hombre, y se alió con Datán, Abirán y On, aunque eran
cuatro, sus calumnias y difamaciones llenaron de prejuicios a 250
varones “príncipes de la congregación, de los del consejo, varones
de renombre” (16:2) y a buena parte de la multitud del pueblo de
Israel, que luego se rebelaron también contra el ministerio de
Moisés y Aarón, de los cuales murieron catorce mil setecientos a
causa de la ira de Dios que se derramó sobre ellos (16:49). “Ya Coré
había hecho juntar contra ellos toda la congregación a la puerta del
tabernáculo de reunión…” (16:19).
La estrategia de la difamación les ha funcionado a muchos
perversos hombres que han alcanzado ministerios cristianos a
través de este abyecto medio. Un caso muy claro lo encontramos en
una iglesia del Nuevo Testamento: Diótrefes, quien cual Coré, se
encargó de desprestigiar al apóstol Juan de manera que la iglesia
local ya no lo quería recibir, a pesar de haber sido llamado por Cristo
como Apóstol, y por lo tanto tenía la autoridad para enseñar en
cualquier iglesia. “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le
gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta
causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con
palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas,
no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se los
prohíbe, y los expulsa de la iglesia” (3 Juan 9-10).
Muchas personas se dejan influenciar por las calumnias que los
malvados hombres amantes del poder inventan contra los líderes, y
terminan rechazando a los siervos del Señor, identificándose con los
rebeldes en su pecado.
Pero ¿Cómo convencen estos rebeldes dentro del pueblo de Dios a
los demás miembros de la congregación para irse en contra de los
siervos del Señor? Este será nuestro segundo punto: La teología de
los amantes del poder.

2. La teología de los amantes del poder


Coré y sus amigos tenían una teología del ministerio muy particular.
Ellos aprovecharon un incidente reciente, en el cual, Moisés había
juzgado el caso de un hombre que, en el día de reposo había sido
descubierto recogiendo leña, es decir, trabajando, lo cual había sido
prohibido por Dios en el tercer mandamiento de su Santa ley.
Moisés no sabía qué hacer con este hombre, así que lo pone en la
cárcel, hasta que Dios mismo le ordenó: “Irremisiblemente muera
aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del
campamento” (Num. 15:35).
De manera que Coré, aprovechando con malicia esta oportunidad,
cree encontrar razones para poner al pueblo en contra de los
siervos del Señor. Coré hace aparecer a Moisés y Aarón como dos
ministros crueles, brutales, inmisericordes; debido a que han
aplicado la pena máxima de la disciplina eclesiástica: la
excomunión, en este caso, a través de la muerte por lapidación, lo
cual estaba permitido por Dios en el Antiguo Testamento, más en el
Nuevo la pena máxima es la excomunión (Mt. 18:15-20).
La teología de Coré consiste en afirmar que Dios es un Dios de solo
bondad y amor, y que él nunca impondría disciplina sobre sus hijos.
¿Cómo es posible que el Dios de amor, que nos sacó de Egipto,
ahora quiera ordenar la muerte de un pobre hombre que necesitó ir
a recoger leña en el día el Señor? “No, el Dios de la Biblia jamás
impondría cargas tan pesadas. Él es amoroso y tierno.” “¿Es poco
que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel,
para hacernos morir en el desierto” (16:13). Los que quieren obtener
el poder por lo general desprestigian a los ministros cuando estos
aplican la disciplina eclesiástica y los hacen parecer como seres
malvados, inmisericordes e injustos.
Pero Coré también tenía un concepto teológico erróneo del
liderazgo en el pueblo de Dios. Él creía que no se necesitaba de
ministros que guiaran al rebaño. Que el rebaño podía guiarse a sí
mismo, sin necesidad de un hombre o un grupo de hombres que,
nombrados por Dios, enseñaran al pueblo. “Y se juntaron contra
Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la
congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está
Jehová; ¿porqué pues os levantáis vosotros sobre la congregación
de Jehová? (16:3). Coré era como algunos modernos “cristianos”
que pretenden vivir su vida cristiana sin necesidad de congregarse,
porque no quieren someterse a “hombres”. Pero si una persona no
quiere someterse a la dirección de hombres escogidos, dotados y
llamados por Dios para el ministerio, entonces, ellos no se están
sometiendo a Dios, y si no se someten a Dios, entonces no son
cristianos, y, aunque ellos se llamen creyentes, la condenación
eterna les espera.
Pero Coré también tenía una teología incorrecta de cómo Dios
escoge a los que serán ministros o servidores en su Iglesia. Él y sus
amigos abogan por la igualdad en el pueblo de Dios y tratan de
desconocer que Dios escoge, llama, capacita y ordena a algunos
hombres para que sean los pastores o ministros que guíen al
rebaño. Los ministros no se auto-nombran como tales, sino que Dios
mismo los dispone para ello. Moisés y Aarón fueron llamados por
Dios mismo al ministerio, por lo tanto, aquellos de su pueblo que no
se sujetaran a su ministerio estaban en contravía con la voluntad
divina. Coré pensaba que todo aquel que quisiera estar en el
sacerdocio podía hacerlo, ya que todos son santos. Si bien es cierto
que todos los verdaderos creyentes han sido santificados y tienen al
Espíritu Santo, no obstante es la voluntad de Dios capacitar con
dones a algunos varones para que sean los guías en el pueblo. Esto
dijo Pablo “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros
profetas; a otros evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Ef.
4:11). Moisés, aunque quería librar a estos hombres de la
condenación que vendría a causa de su rebeldía contra los
mandatos de Dios, les permitió que ejercieran por un rato las
funciones sacerdotales que ellos querían para sí, pero para las
cuales no habían sido llamados, y cuando estaban quemando el
incienso delante de Jehová, fuego salió de su presencia y los
consumió a todos. “También salió fuego de delante de Jehová, y
consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían
incienso” (16:35).
El llamado al ministerio procede de lo alto. No entramos al ministerio
tratando de forzar las cosas, como quería hacer Coré. No entramos
al ministerio por presiones, seducciones, maquinaciones, por
destruir la reputación de los ministros ordenados, por caprichos
personales o por buscar una oportunidad económica o de gloria, no.
Solo se puede entrar al ministerio por el llamamiento que Dios hace.
Este llamamiento, primero es interno, en la persona. Es la vocación
que esta persona experimenta en su ser, y esto se convierte como
en un fuego que lleva dentro. Pero no solo hay un llamamiento
interno. Siendo que nuestros corazones nos tienden a engañar,
entonces el llamado al ministerio no solo depende de una convicción
subjetiva, sino que también hay un elemento objetivo: la
congregación, el resto de creyentes, puede ver en dicha persona
que tiene el llamamiento, y lo reconoce como tal. Si solo hay un
llamamiento interno, pero no se da un reconocimiento externo, de
parte de la congregación y nadie más lo ve como pastor, ni siquiera
su esposa o su familia, entonces lo más probable es que no tenga el
llamamiento para el ministerio.
Cuántos varones jóvenes, que creen tener un llamado al ministerio
cristiano, y tienen prisa por ser reconocidos como líderes, caen en el
pecado de la rebeldía, especialmente cuando ven que sus pastores
toman un tiempo prudente para estudiar la cualificación de ellos,
entonces deciden presionar para que sean reconocidos sin los
pasos previos. Algunos empiezan una campaña camuflada y
encubierta para crear el descontento entre los creyentes hacia los
presbíteros reconocidos, y poco a poco, acudiendo a toda clase de
artimañas y adulaciones, ganan una buena cantidad de personas
(por lo general cristianos inmaduros) para sí y terminan dándole un
golpe de estado al ministerio de la iglesia. Cuán diferente es esta
forma de anhelar el ministerio, de la que Pedro dice debe
caracterizar a los jóvenes: “Igualmente jóvenes, estad sujetos a los
ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad;
porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1
Ped. 5:5).
Pero, aunque por un tiempo pareciera que Dios no toma en cuenta
esta rebeldía, su juicio no tardará, sino que vendrá con furor sobre
los que desafían el llamado que Dios hace a sus siervos y rechazan
la autoridad que ha sido puesta por él. Este será nuestro último
punto.

3. Consecuencias nefastas de ser un amante del poder


Coré pensó que había ganado la batalla. Moisés no toma ninguna
represalia contra este malvado, pretensioso y orgulloso hombre, ni
contra sus amigos, sino que con humildad decide darles lo que ellos
quieren. Moisés, ejemplo de lo que es un buen y fiel siervo del
Señor, no trata de buscar entre la congregación para ver cuántos
están con él y cuántos con Coré para saber hasta dónde puede dar
la pelea con el fin de mantenerse en el ministerio, como si ese cargo
fuera propio de él. No, Moisés sabe que todo lo que tiene es solo
por gracia, y como Pablo puede afirmar “Pero por la gracia de Dios
soy lo que soy…” (1 Cor. 15:10). Moisés, como fiel ministro, sabe
que el pueblo es de Dios, y no de él. Por lo tanto no se aferrará a su
cargo de líder, sino que espera en la providencia divina, y si Dios
quiere que él siga allí, entonces lo seguirá haciendo con humildad, y
si no quiere que siga en esa función, y en su lugar quiere poner a un
líder más joven, entonces lo aceptará con resignación y gozo.
Moisés sabe que los ministros no son dueños de la congregación.
“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también
con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también
partícipe de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios
que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro
cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:1-3). Por lo
tanto, Moisés les deja que quemen incienso, como lo hacían los
sacerdotes autorizados. Les permite, por un momento, ser
sacerdotes, pero no por llamamiento del Señor, sino por un auto-
nombramiento. Me imagino que Coré y los 250 rebeldes, estaban
felices. Habían conseguido lo que querían, y de manera rápida.
Ahora oficiaban como sacerdotes y serían reconocidos como líderes
y gente con poder y gloria. Pero su alegría duró muy poco, pues, no
habían empezado bien sus funciones sacerdotales usurpadas,
cuando la ira del Dios santo se desató sobre ellos y fuego salió de
delante de la presencia de Jehová y los consumió a todos. “También
salió fuego de delante de Jehová, y consumió a los doscientos
cincuenta hombres que ofrecían incienso” (16:35).
Pero no solo estos 250 rebeldes recibieron la justa retribución a su
terrible descarrío, sino que Coré, Datán y Abiram, los cuales no
habían ido a ofrecer incienso, tal vez porque ellos no aspiraban a un
simple oficio sacerdotal, sino al de Sumo Sacerdote, ellos se habían
quedado en sus tiendas, pero la ira de Dios llegó hasta ellos. El
desagrado de Dios sobre aquellos que dividen al pueblo de Dios con
sus intrigas y chismes es tan grande, que sucedió lo que nunca
había pasado en la historia humana: La tierra abrió su boca y tragó
vivos a estos perversos hombres con sus esposas, hijos y
familiares. Dice la Biblia “Y ellos, con todo lo que tenían,
descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en
medio de la congregación” (16:33).
En el Nuevo Testamento también hay duras palabras de juicio para
los que causan divisiones y son rebeldes: “Más os ruego, hermanos,
que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la
doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”
(Ro. 16:17). Es necesario apartarse de ellos, así como los Israelitas
en el desierto tuvieron que apartarse de las tiendas de Coré, Datán
y Abiram, para que la ira de Dios no los alcance también a ellos.
Pero es necesario aclarar algo en este momento: no toda división es
pecaminosa ni es contraria a la voluntad de Dios. Pablo dice que
debemos alejarnos de los que ponen tropiezos contra la doctrina
aprendida, es decir, la doctrina apostólica. Pero si estás en una
iglesia donde la doctrina enseñada no es la bíblica, sino inventada
por las tontas imaginaciones de los hombres o las tradiciones,
entonces, lo mejor es salir de ese sitio y apartarte de lo inmundo,
como ordena la Palabra de Dios: “Salid de en medio de ellos y
apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré” (2
Cor. 6:17). Los primeros cristianos eran judíos, pero ellos tuvieron
que abandonar el judaísmo, porque al rechazar a Cristo, ellos se
habían convertido en una falsa religión. Los reformados se tuvieron
que alejar de la Iglesia Católica Romana, porque esta iglesia se
había convertido en una iglesia falsa al adoptar doctrinas y prácticas
que eran contrarias a la Palabra de Dios.
El apóstol Pablo también habla del juicio sobre los que causan
divisiones dentro de las iglesias bíblicas: “Al hombre que cause
divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo,
sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca, y está condenado por
su propio juicio” (Tito 3:10-11).
Es necesario alejarse de los que causan divisiones, y andan
murmurando de los siervos del Señor o de los demás hermanos,
porque el tal se ha pervertido, es un perverso, y su pecado
carcomerá como gangrena a los que se le acercan. Eso pasó con el
pueblo de Israel en el desierto. Solo era un hombre, su pecado de
rebeldía y murmuración infectó a dos más, luego a 250, y por último
a casi toda la congregación. Pero, aunque Coré era el líder de la
revuelta, no solo él recibió el terrible juicio del Señor, sino que otros
catorce mil setecientos perecieron por el furor divino. “Y Jehová
habló a Moisés, diciendo: Apartaos de en medio de esta
congregación, y los consumiré en un momento. Y los que murieron
en aquella mortandad fueron catorce mil setecientos…” (Núm.
16:44, 45, 49).
Destrucción y juicio vendrá sobre todos los que rechazan la
autoridad de la Palabra de Dios que es expuesta por sus siervos.
Moisés no dijo nada que el Señor no le hubiese ordenado, él solo se
limitaba a proclamar su santo consejo, pero el pueblo lo rechazó y
se rebeló contra los ministros, conllevando esta pecaminosa acción
el juicio del Señor y su terrible ira. Quiera el Señor ayudarnos para
que nunca seamos encontrados rebeldes, contumaces, obstinados y
murmuradores dentro del pueblo de Dios.
Peligros que acarrean los falsos
maestros:
Seis metáforas que advierten de
consecuencias desastrosas
Judas 12 y 13
Introducción:
En los últimos 100 años la Iglesia Evangélica latinoamericana ha
sido testigo de los numerosos cambios que se han dado dentro del
seno de la misma. Muchos de estos cambios iniciaron con el
movimiento de pentecostés en los Ángeles y otras ciudades
americanas, los cuales abogaban por la restauración de los dones
carismáticos dentro de la iglesia cristiana, especialmente el de la
sanidad física, las lenguas y la profecía. Este movimiento creció por
todo el mundo, pero de manera especial encontró gran arraigo en
América Latina. En un principio era un movimiento modesto, que
conservaba los rasgos distintivos del cristianismo bíblico e histórico,
pero, no todos se mantuvieron en un sano equilibrio, sino que pronto
empezaron a irse en desmanes y pervirtieron el evangelio: vino el
movimiento de la risa santa, de la danza en el espíritu (una especie
borrachera “espiritual”), de la música judía dentro de la alabanza, de
los íconos del judaísmo dentro de las iglesias, de la palabra de fe,
dilo y recíbelo, de la teología de la prosperidad, del profetismo, del
apostolado, de las mujeres pastoras, del patriarcado, entre otras
cosas absurdas.
Y cada día observamos cómo el evangelio está siendo pervertido
por hombres que se aman a sí mismos y no tienen compasión del
pueblo de Dios. Pero sabemos que esto no es nuevo, ni es
exclusivo de esta época. La historia bíblica muestra con claridad que
desde el comienzo mismo de la humanidad surgieron los falsos
profetas, los cuales pervirtieron la verdadera fe.
Pero, cuando predicamos advirtiendo sobre el error que invade al
cristianismo hoy, muchas personas nos dicen que no es necesario
hacer eso, que el Señor mismo se encargará de desenmascarar a
los falsos pastores, pero que nuestro deber es solo predicar la
Palabra. Tienen en razón en un punto, la responsabilidad de los
ministros del evangelio es predicar la Palabra, exponer con claridad
todo el consejo de Dios, y este santo consejo incluye advertencias
para que no sigamos a los falsos profetas y nos apartamos de su
caminar. La Biblia no nos manda a callar frente al error, sino que nos
ordena a presentar defensa de la verdad revelada y a contender por
la fe.
Judas, el pastor que escribe esta carta, es un contendor por la fe y
en toda su carta eleva la voz para llamar nuestra atención con el fin
de que denunciemos a los falsos profetas que entran a nuestras
iglesias con el fin de pervertir el evangelio.
El peligro de los falsos profetas no consiste solamente en que puede
desviar de la fe verdadera a muchos que ya están dentro de las
iglesias, sino que desprestigian el honor del evangelio delante de la
sociedad, a causa de sus perversas doctrinas las cuales conducen a
una praxis pecaminosa.
Analicemos hoy con Judas algunos peligros que entrañan estos
hombres, a través de seis metáforas.
1. Son manchas que dañan la imagen de la iglesia
2. Son pastores que solo se apacientan a sí mismos
3. Son nubes sin agua que vagan de un lado para otro
4. Son árboles otoñales, que no producen frutos
5. Son fieras ondas del mar
6. Son estrellas erráticas

1. Son manchas que dañan la imagen de la Iglesia. “Estos son


manchas en vuestros ágapes…” v. 12.
Los falsos profetas o falsos maestros son comparados por nuestro
autor sagrado con las manchas que dañan la buena apariencia de
un vestido o de una cosa. En este caso, no se trata de una cosa,
sino de la Iglesia del Señor que fue comprada con su sangre
preciosa. El vestido que se mancha por la presencia de estos falsos
pastores no es el de la bella cenicienta, sino el de la novia de Cristo,
la novia del Rey de reyes y Señor de señores. La novia del príncipe
heredero al cual el Padre le ha dado absolutamente todo lo que
tiene. La palabra griega que se traduce aquí como mancha significa
literalmente “arrecifes”. El arrecife puede hacer referencia a los
obstáculos peligrosos que se ocultan en el mar y que pueden causar
serios daños a los barcos que se acercan a tierra. Los falsos
maestros son como estos arrecifes, los cuales están dentro de la
iglesia, pero pocos se dan cuenta del peligro que ellos representan
para la fe.
Recientemente hice una investigación, preparándome para dar un
tema a un grupo de damas sobre la perspectiva bíblica del papel y
servicio de la mujer en la iglesia, y leí a muchos autores que son
reconocidos como cristianos evangélicos y conservadores, pero fue
muy grande mi decepción al ver cómo las filosofías de la era
postmoderna, y las filosofías de los movimientos feministas (que por
lo general se oponen a los principios de las Sagradas Escrituras
considerándolas anticuadas y machistas), han permeado a nuestros
autores cristianos, y buena parte de la literatura que hoy día
compramos en las librerías cristianas viene manchada por principios
heréticos, relativistas y pragmáticos. Pero pocos se dan cuenta de
esto, o al menos no quieren darse cuenta de esta situación.
Mientras tanto el error sigue creciendo y la iglesia cada día se aleja
de las verdades bíblicas. Los falsos maestros, que también
podemos decir son las falsas enseñanzas, las falsas filosofías, los
falsos presupuestos, las falsas interpretaciones de la Biblia, son
como un arrecife escondido que está haciendo daño al gran barco,
llamado la Iglesia.
Ya sabemos por qué a los falsos maestros se les compara con una
mancha, nuestro autor ya los describió como gente inmoral (v. 8),
que se comportan como animales irracionales (v. 10), ellos, con su
doctrina y estilo de vida son una afrenta y vergüenza para el
evangelio. El apóstol Pedro, en un pasaje paralelo dice de ellos:
“Estos son inmundicias y manchas, quienes aún mientras comen
con vosotros, se recrean en sus errores. Tienen los ojos llenos de
adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes,
tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición” (2
Ped. 2:13-14).
Judas dice que los falsos profetas eran manchas en vuestros
ágapes. El ágape era una fiesta de amor fraternal que la iglesia
primitiva celebraba junto con los cultos, buscando promover el amor
fraternal. Los apóstatas, los falsos maestros aprovechaban estas
fiestas para saciar sus apetitos, y violaban el principio que debía
caracterizar a las mismas: entregarse a los demás, negándonos a
nosotros mismos, buscando el provecho del otro y no tanto el mío
propio. Eran tan desvergonzados estos falsos profetas, que no
sentían vergüenza de aprovecharse del amor cristiano manifestado
en estas fiestas y por eso Judas dice de ellos “que comiendo
impúdicamente con vosotros…”, es decir, comían sin temor y sin
reverencia. Ellos andaban en su vida licenciosa, amante del dinero,
practicaban sus inmoralidades, y aún con todo, pretendían participar
de las fiestas bellas y santas de la iglesia. “Ni siquiera consideraban
que la inmoralidad fuera pecado. Sus afirmaciones arrogantes
acerca de sí mismos no dejaban lugar para el temor y el
agradecimiento hacia el Señor que había entregado su cuerpo y su
sangre para redimirnos”[22].
Estos falsos maestros, que manchan la buena imagen de la iglesia,
son los que en nombre de la fe se aprovechan de los creyentes para
explotarlos económicamente, para ganar fama y poder, para
construir poderosos emporios religiosos; son los que creen estar en
una posición espiritual tan elevada que están por encima del pecado
y, entonces, pueden practicar infidelidades sexuales, la glotonería, la
avaricia y una multitud de conductas que las Sagradas Escrituras
condenan como pecaminosas. La iglesia evangélica latinoamericana
no ha estado exenta de estos falsos pastores que manchan la
belleza de la esposa de Cristo, a través de su vida disoluta, de sus
avaricias, hurtos, estafas, mentiras, divorcios, abortos, adulterios,
manipulaciones, chantajes, falsas visiones y revelaciones para
conseguir un fin materialista, entre otros pecados.

2. Son pastores que sólo se apacientan a sí mismos. “… que


comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí
mismos…”.
La conducta de estos apóstatas de la fe evidenciaba que no eran
verdaderos pastores, pues, los pastores fieles a Cristo, imitan su
ejemplo y aprenden a entregarse y darse a las ovejas, pero los
falsos pastores no se interesan en las ovejas, sino que son
asalariados, es decir, están en ese ministerio por puro interés
económico, de manera que la salud espiritual de las ovejas no es su
mayor preocupación, ni tampoco se preparan para poder conducir a
las ovejas a comer los mejores pastos que solo puede dar la
exposición clara y fiel de la Palabra de Dios. Estos falsos pastores
son como los que menciona Cristo en Juan 10:12-13 “Más el
asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las
ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata
las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es
asalariado, y no le importan las ovejas”.
Es muy probable que cuando Judas utiliza la frase “…se apacientan
a sí mismos”, esté pensando en las declaraciones que hiciera el
profeta Ezequiel cuando dijo estas palabras que hoy deben resonar
con mucha fuerza en todos los que tenemos la hermosa
responsabilidad de ser pastores, hasta hacernos temblar: “Así ha
dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se
apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los
rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada
degolláis, más no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las
débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no
volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os
habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Y andan
errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del
campo, y se han dispersado. Anduvieron perdidas mis ovejas, y no
hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas. Por tanto,
pastores, oíd palabra de Jehová: Vivo yo, ha dicho Jehová el Señor,
que por cuanto mi rebaño fue para ser robado, y mis ovejas fueron
para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni mis
pastores buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron
a sí mismos, y no apacentaron mis ovejas; por tanto, oh pastores,
oíd palabra de Jehová: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo
estoy contra los pastores; y demandaré mis ovejas de su mano, y
les haré dejar de apacentar las ovejas; ni los pastores se
apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus
bocas, y no les serán más por comida” Ez. 34:2-10.
Contrario a los pastores que se apacientan a sí mismos, están los
que alimentan a las ovejas y se preocupan realmente por su salud
espiritual. El apóstol Pablo exhorta a los pastores de la iglesia de
Éfeso para que cumplan fielmente su ministerio “Por tanto, mirad por
vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por
su propia sangre” (Hch. 20:28). “Apacentad la grey de Dios que
está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro
cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:2-3).
También el apóstol Pablo ordena a los creyentes a apartarse de
aquellos corruptos que utilizan la fe cristiana como fuente de
ganancia personal. “Si alguno enseña otra cosa, y nos e conforma a
las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que
es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira
acerca de… disputas necias de hombres corruptos de entendimiento
y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de
ganancia; apártate de los tales” (1 Ti. 6:2-5).

3. Son nubes sin agua que vagan de un lado para otro. “…


nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos”.
Los falsos maestros no solo son falsos, sino que sus enseñanzas
son inútiles, no sirven para nada. Sus palabras son lisonjeras, y
suenan muy bonitas, pero no son más que fábulas, mentiras bien
adornadas con pasajes bíblicos, pero lejos de la verdad y lejos de
producir algo provechoso. Ellos son como nubes que amenazan con
lluvia, pero la lluvia nunca llega. Hablan de la lluvia del Espíritu y
anuncian por todas partes la llegada del avivamiento, pero este
nunca llega, y no llega porque el Espíritu nunca los ha enviado. Y
como la lluvia no llega, entonces crean imitaciones estruendosas,
como imitación de relámpagos, pero por mucho que suenen, la lluvia
de lo alto no llega. Imitan a la lluvia, pero los que son engañados por
un tiempo con estos falsos avivamientos, pronto se dan cuenta del
fraude y de que sus vidas siguen siendo las mismas, sin cambios
reales, y terminan abandonando la fe cristiana.
Los falsos profetas son llevados de acá para allá por los vientos de
las nuevas filosofías, de los nuevos métodos, de las modernas
estrategias, y siempre están en búsqueda de lo más novedoso para
entretener a los feligreses y mantenerlos en la iglesia, con el fin
continuar explotándolos. ¡Qué vergüenza para el evangelio, cuando,
no teniendo la presencia del Santo Espíritu de Dios, algunos líderes
buscan nuevos estilos musicales, estrategias mundanas de
mercadeo, shows y espectáculos dentro del culto!

4. Son árboles otoñales, que no producen frutos. “árboles


otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados”.
Los falsos maestros no solo carecen de fruto alguno que beneficie a
los fieles cristianos, sino que, además de ser como árboles secos,
es decir, sin hojas por el frío viento del otoño, los cuales dan
apariencia de estar muertos, han sido desarraigados y ahora están
doblemente secos o doblemente muertos. Los falsos pastores que
hacen daño al rebaño carecen de cualquier fruto espiritual, y no
pueden producirlo porque ellos mismos están muertos y no han
nacido de nuevo. Tienen la apariencia de piedad, pero con sus
frutos niegan la eficacia de ella.
Pedro, en un pasaje paralelo, describe a estos falsos profetas como
doblemente muertos, porque “Ciertamente, si habiéndose ellos
escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento
del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son
vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque
mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia,
que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo
mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del
verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada
a revolcarse en el cieno” (2 Pe. 2:20-22). Los falsos maestros no
pueden dar ningún fruto bueno a los fieles que les siguen, porque no
están unidos a Cristo y han sido desarraigados. Ellos negaron la fe
al adoptar doctrinas y prácticas contrarias a las Sagradas Escrituras.

5. Son fieras ondas del mar. “fieras ondas del mar, que
espuman su propia vergüenza…” (v. 13)
Los falsos profetas son comparados con las aguas inestables del
mar embravecido. Las embarcaciones corren peligro de naufragar y
las personas que estén en la playa pueden ser arrastrados y
ahogados por el fuerte oleaje. La falsa doctrina, al principio parecer
ser cristiana, tranquila y buena. La seducción se da a través de
palabras dulces y promesas halagadoras, pero, de manera casi
imperceptible, eso que parecía ser bíblico o cristiano, pronto se
manifiesta en su verdadera dimensión, y las aguas que parecían ser
quietas realmente son turbulentas y el mar en paz pronto se
manifiesta como un mar embravecido, pero no hay forma de salir,
porque el fuerte oleaje atrapa a los incautos y los lleva a aguas
profundas. Muchas personas quisieran salir de los grupos sectarios,
pero están tan metidos en sus errores que no encuentran la salida.
Algunos temen recibir las maldiciones que lanzan los falsos
profetas, como Balaam, sobre los que intentan escapar de sus fieras
ondas.
Pero no solo esto, sino que los falsos profetas están tan llenos de
pecado que constantemente están arrojando su maldad con la cual
contaminan a la iglesia. Es probable que Judas haya tenido en
cuenta al profeta Isaías cuando comparó a los falsos profetas con
las fieras ondas del mar. “Pero los impíos son como el mar en
tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno
y lodo” (Is. 27:20). Esta es una descripción terrible que tiene como
fin invitar a los incautos a alejarse de los falsos maestros. Así como
evitamos meternos en las aguas sucias de una playa llena de
espumas, lodo y basura, es nuestro deber huir de toda falsa
enseñanza, porque la falsa doctrina siempre conducirá a pecados, y
aunque estos se mantengan ocultos por un tiempo, vestidos con una
apariencia de moralismo, un día se hará manifiesto la vergüenza
que estos falsos hombres espumaron, porque donde hay falsa
doctrina no hay salvación, y solo donde hay salvación hay verdadera
santificación.

6. Son estrellas erráticas. “estrellas errantes, para las cuales


está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (v. 13).
En tiempos antiguos, los navegantes se guiaban con las estrellas
del firmamento para conocer su camino. Pero había una clase de
estrellas o planetas que viajaban por todo el cielo, los cuales
brindaban gran luz y hasta llegaban a iluminar bastante, pero no
podían ser utilizadas como guía en la navegación porque su curso
era variable y por lo tanto errático. Las estrellas errantes son una
figura o metáfora que se refiere al constante rumbo desviado que
toman los falsos maestros. Ellos no pueden ser tomados como
modelos doctrinales o modelos de pastor, porque constantemente
están cambiando la doctrina. Y la cambian porque no están en la
verdad. La doctrina bíblica es una sola, y fue dada hace miles de
años. Los pastores y las iglesias bíblicas se han mantenido fieles a
esa doctrina en todos estos milenios. Hoy creemos lo mismo que se
creyó hace 300 años en el puritanismo, ellos creyeron lo mismo que
se había creído en el siglo XVI por los reformadores, los reformados
creyeron lo mismo que la Iglesia primitiva creyó. Las iglesias bíblicas
de hoy tienen confesiones de fe que datan de hace cientos de años
en las cuales se profesa la misma fe histórica que ha caracterizado
a la iglesia verdadera. Pero los falsos pastores y las falsas iglesias
están cambiando constantemente, no pueden estarse quietos,
porque ellos no están arraigados en la roca firme.
Por lo tanto, aquellos que son guiados por estas estrellas errantes,
están siendo conducidos al error, pero no solo al error, sino a su
propia destrucción: “para las cuales está reservada eternamente
la oscuridad de las tinieblas” (v. 13).
Esta es una clara referencia a la condenación eterna que sufrirán los
que siguen falsas doctrinas y son guiados por falsos profetas. No
solo tendrán vidas inestables en esta tierra, sino que sufrirán la
eterna separación de Dios. Así como Dios preparó el infierno para
Satanás y sus ángeles, también tiene reservado un lugar para los
falsos maestros que desvían a la gente del verdadero evangelio.
Pero también los que son desviados, los que siguen sus cursos
erráticos e inconstantes tendrán un lugar en ese sitio de eterno
tormento.
Las densas tinieblas de que habla Judas ya fueron mencionadas en
torno a los ángeles que pecaron, los cuales están reservados en
terrible oscuridad, en prisiones eternas. (v. 6). Los malvados que
tergiversan la doctrina y se conducen en vidas pecaminosas,
dañando la imagen de la iglesia de Cristo, recibirán su justo
merecido y pasarán la eternidad en la oscuridad total, sin ninguna
esperanza serán encarcelados en el eterno olvido y sufrirán los
tormentos del infierno.
Un triste final para aquellos que en esta vida se gozaron en hacer el
mal y no tuvieron compasión de las almas, sino que, sin
misericordia, explotaron a las ovejas, las trasquilaron y las
condujeron al matadero.
En conclusión, Judas hace un gran esfuerzo para describir a los
falsos maestros de manera que nosotros seamos advertidos de sus
peligros: Ellos como rocas ocultas que peligrosamente dañan a las
personas, son como nubes sin agua porque, pues, todas sus
promesas son falsas, son como árboles otoñales, porque no se
puede encontrar frutos en ellos y su terreno espiritual es totalmente
árido, son como fieras ondas del mar, pues, aunque hacen grandes
esfuerzos humanos y hablan con mucha fuerza, lo único que
espuman es vergüenza, y son como estrellas errantes cuyo curso
termina en la más densa oscuridad eterna.
El día del juicio vendrá
Judas 14-15

Introducción:
En esta serie de predicaciones basadas en el libro de Judas hemos
podido ver que la falsa doctrina, con su consecuente práctica impía
y pecaminosa, ha permeado a la iglesia desde sus inicios. Hemos
visto que los falsos profetas o falsos maestros introducen sus
doctrinas tergiversadas de una manera encubierta o camuflada (v.
4), lo cual produce grandes estragos en el pueblo de Dios debido a
que, en un principio, pareciera ser la misma doctrina cristiana. Pero
realmente es doctrina nociva porque mezcla la verdad con la
mentira.
Judas dijo que la doctrina bíblica o la fe ha sido una vez dada a los
santos (v. 3) y es en esta doctrina en la cual la iglesia debe
mantenerse firme. Pero la realidad, desde los tiempos de Judas, es
que los hombres no soportan mantenerse firmes en la doctrina
bíblica, sino que ansían una doctrina más humanista y acorde con
los deseos pecaminosos de cada generación. Es por eso que el
apóstol Pablo le dice a Timoteo que “vendrá tiempo cuando no
sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se
amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y
apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Tim.
4:3-4). En la media que los tiempos avanzan la situación no mejora,
sino que empeora, el hombre cada vez se centra más en sí mismo,
y prefiere una religión cristiana que tenga como fin la satisfacción de
sus deseos humanistas más profundos, y no les requiera obediencia
absoluta a mandamientos y principios absolutos del Dios Santo.
Jesús mismo predijo que en la medida que la humanidad se acerca
al final de los tiempos surgirán falsos profetas en medio de la iglesia,
los cuales confundirían a las gentes con su elocuente palabrería y
supuestos actos milagrosos: “Mirad que nadie os engañe… Y
muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos…
Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán
grandes señales y prodigios de tal manera que engañarán, si fuere
posible, aun a los escogidos (Mt. 24:4, 11).
Pedro, el apóstol, también predijo que los últimos tiempos estarían
caracterizados por el surgimiento abundante de falsos maestros o
falsos profetas: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo,
como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que
los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y
muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el
camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán
mercadería de vosotros con palabras fingidas.” (2 Ped. 2:1-3).
Asimismo, Juan, en el Apocalipsis, presenta la historia final de este
mundo presente como caracterizada por la presencia de las falsas
doctrinas y falsos profetas, los cuales tienen la facultad de hacer
señales y obras milagrosas, con las cuales engañarán a la mayoría
de las personas. Juan nos deja ver que en la historia de la iglesia,
siempre la mayoría de las personas preferirán seguir la falsedad en
vez de la verdad bíblica: “También hace grandes señales, de tal
manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante
de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las
señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia…”
(Apo. 13:13-14). La fuerza de esta imagen presentada por Juan y el
propósito de prevenir a la iglesia de no seguir a los falsos profetas
que surgirán con más fuerza al final de la historia humana, ha sido
opacada por las interpretaciones pre-mileniales y dispensacionales
de la iglesia de este tiempo. Pero Juan está advirtiendo a los
creyentes de no ser tan ingenuos de pensar que todos los que
hacen milagros en nombre de Cristo, realmente son profetas o
ministros enviados por él. Muchos falsos ministros podrán hacer
milagros, pero el fin que ellos tienen no es glorificar a Cristo, sino a
sí mismos, a la vanidad humana, y en últimas, al mismo Satanás,
quien los dirige con sus astucias.
Desde los tiempos de Judas, y aún desde el Antiguo Testamento, la
falsa doctrina, enseñada por falsos maestros, que pueden hacer
milagros y señales, ha estado presente entre el pueblo de Dios:
- Moisés advirtió de los falsos profetas (que son falsos no porque no
puedan hacer cosas portentosas, sino porque ellos enseñan
doctrinas erróneas) que declarar o pronostican cosas, y estas se
cumplen, pero están enseñando doctrinas no bíblicas, los cuales
deben ser evitados y considerados como una plaga peligrosa para la
Iglesia: “Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de
sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o
prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses
ajenos, que no conociste, y sirvámosle, no darás oído a las palabras
de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro
Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios
con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma” (Deut. 13:1-3).
El Señor permitió que muchos falsos profetas hicieran milagros y
señales, e incluso que algunas de sus profecías se cumplieran, pero
esto no era más que una prueba, para que los miembros de su
pueblo se dieran cuenta qué tanto amaban a Dios y a su palabra
revelada. Estos profetas, luego de ganar la confianza y la
credibilidad del pueblo, empezaron a enseñar doctrinas que se
salían del tenor de las Escrituras, y tergiversaban la verdadera
doctrina de Dios, y se centraban más y más en el hombre, de
manera que ellos, al enseñar cosas falsas acerca de Dios, estaban
creando su propio dios. Pero esto solo fue característico de la época
del Antiguo Testamento, sino que también se está presentando hoy.
Muchos hombres o ministros evangélicos están conduciendo a la
iglesia a volverse materialista, humanista y centrada en la gloria
humana, a través de sus supuestos o reales milagros, los cuales no
certifican que Dios está aprobando su enseñanza, sino que está
mostrando a los hombres quiénes realmente le siguen por amor, y
quienes por puro interés.
- En toda la historia del Antiguo Testamento los verdaderos profetas
tuvieron que denunciar a los falsos, los que entraban sigilosamente
y engañaban al pueblo de Dios, causando destrucción espiritual.
Estos falsos profetas, que pasaban por verdaderos siervos de Dios,
se especializaron en hablar a la gente lo que ellos querían oír,
conforme a sus deseos materialistas y humanistas: “Porque este
pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley
de Jehová; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: no
nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, protetizad
mentiras; dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra
presencia al Santo de Israel” (Is. 30:9-11). Una de las doctrinas que
primero atacan, tanto los falsos profetas como el pueblo que sigue la
doctrina errada, es la doctrina de la santidad de Dios.
- En tiempos de Jeremías los falsos profetas abundaron por doquier,
al parecer solo él se mantuvo fiel a las Sagradas Escrituras, el resto
de profetas engañaban al pueblo prometiéndoles bendición, paz y
prosperidad, a pesar de que no había un arrepentimiento verdadero.
A cambio de ofrendas y dinero, estos falsos profetas llenaban los
lugares de culto con centenares de ingenuos creyentes para
hablarles cosas agradables a sus oídos. Ellos les hablaban del Dios
de amor y riquezas, que dará bendición a sus hijos, así no haya una
verdadera conversión y arrepentimiento, de manera que Dios dice:
“No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os
alimentan con vanas esperanzas, hablan visión de su propio
corazón, no de la boca de Jehová. Dicen atrevidamente a los que
me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la
obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros”
(Jer. 23:16-17).
- La iglesia primitiva, en el siglo primero de nuestra era, tuvo que
luchar seriamente en contra de los falsos maestros que enseñaban
las doctrinas gnósticas dentro de las iglesias. Muchos corrieron
detrás de estas falsas doctrinas. Luego, en los siglos siguientes
surgieron diferentes falsos profetas: Arrio (Siglo IV), enseñando que
Jesús era un ser creado. Su falsa doctrina alcanzó a afectar a un
alto porcentaje de cristianos en su tiempo. Montano (siglo II), quien
enseñaba que había empezado la era del Espíritu Santo o de un
nuevo pentecostés, y al lado de las profetisas Prisca y Maximila,
daban profecías, al estilo del tiempo en el cual se estaban
escribiendo las Sagradas Escrituras, y anunciaron el inminente fin
del mundo y el regreso de Jesús estableciendo una nueva Jerusalén
en un lugar determinado por ellos. Esta falsa doctrina del
montanismo invadió a un buen número de iglesias orientales. Junto
con ellos, la historia nos muestra a numerosos falsos maestros que
inundaron a la iglesia de los primeros siglos, hasta que la iglesia
perdió su pureza y esta llegó a convertirse en un gran centro de
negocios y mercadería en todo lo que sería la Edad Media. Pero
luego de la reforma surgieron nuevos falsos profetas dentro de la
iglesia evangélica: unos maestros enseñaban la poligamia, otros el
legalismo, otros el racionalismo teológico, otros negaron la divinidad
de Jesús, otros cuestionaron los milagros en la Biblia y trataron de
desmitificar a las Sagradas Escrituras quitando lo que sonaba a
sobrenatural o mitológico en ellas, otros se volvieron liberales y
enseñaron que la Biblia no es palabra inspirada, que algunas de sus
partes no son verdaderas, otros enseñaron que los sacramentos no
son necesarios, otros que Cristo no regresará, que él realmente no
murió en una cruz y que tampoco resucitó, otros falsos maestros
enseñaron que el cielo y el infierno no son lugares a donde irán las
personas a pasar la eternidad, otros enseñaron que las almas
condenadas no sufrirán para siempre en el infierno sino que serán
aniquiladas, otros enseñaron que los cristianos pueden pecar a su
antojo y ellos serán salvos, otros enseñaron que además de las
Sagradas Escrituras podemos confiar en las revelaciones que
algunas personas están recibiendo directamente de Dios, otros
enseñaron que la obra de Cristo en la cruz no tiene como fin
especial reconciliarnos con Dios y darnos la libre entrada a su
presencia en los cielos, sino que tiene como propósito el que
construyamos un cielo en la tierra, y que ahora mismo podemos
disfrutar de manera plena de la glorificación de nuestros cuerpos y
tenemos en nosotros el poder para hacer que nuestros cuerpos no
se enfermen nunca, otros dijeron que nosotros somos como
pequeños dioses que tenemos poder en lo que hablamos para traer
a la realidad cosas que no existen, otros enseñaron que el evangelio
nos fue dado para que seamos ricos y tengamos muchas
posesiones; en fin, no terminaría de escribir en un libro completo
todas las falsas doctrinas que durante siglos han entrado y dañado a
los cristianos.
¿No es esto abrumador? ¿No nos deja esto una sensación de
frustración, tristeza y angustia al ver cómo los falsos profetas han
hecho y siguen haciendo de las suyas? ¿No nos deja esta realidad
con un sentimiento de impotencia? ¿Por qué Dios no destruye a los
falsos profetas e impide que las doctrinas erróneas ingresen a la
Iglesia? ¿Por qué pareciera que la falsedad avanza con más fuerza
dentro de la iglesia cristiana? ¿Por qué si la Iglesia es de Cristo, y él
la cuida, permite que los falsos pastores hagan de las suyas, y
aparentemente prosperen en medio de su impiedad?
Es muy posible que los lectores de la carta de Judas estuvieran
haciéndose estas preguntas, y Judas como buen pastor bíblico, les
ofrece un consuelo en los versos 14 al 16, afirmando, a través de
una profecía del patriarca Enoc, que el día del juicio vendrá con total
seguridad sobre todos los impíos, incluyendo a los falsos profetas.
Ellos podrán estar confiados ahora, y seguir en su deseo de hacer
daño a la iglesia, estafando a través de la fe, pero el juicio sobre
ellos se acerca.
Analicemos brevemente estos versos, conforme a la estructura
natural que nos presenta el pasaje:
1. Es un juicio seguro
2. Es un juicio total o universal
3. Es un juicio contra la impiedad
4. Es un juicio basado en la verdad

1. Es un juicio seguro. “De éstos también profetizó Enoc, séptimo


desde Adán, diciendo: He aquí vino el Señor con sus santas
decenas de millares para hacer juicio…” (v. 14).
Judas consuela a la iglesia que llora, sufre y se angustia al ver cómo
los falsos profetas invaden a la cristiandad, afirmando que las cosas
no se quedarán así. Que Dios vindicará su causa y hará un juicio
condenatorio sobre los impíos. Para afirmar esto, aunque pudo
haber utilizado muchas profecías del Antiguo Testamento, nuestro
autor acude a una profecía o proclamación que hiciera el patriarca
Enoc, aunque no aparece en ninguno de los libros canónicos del
Antiguo Testamento. Si bien es cierto que la profecía fue tomada de
un libro apócrifo, la verdad es que esta porción, una vez fue incluida
por Judas en su carta, se convirtió en Escritura inspirada. No que
todo el libro apócrifo de las profecías de Enoc sea inspirado, sino
que solo esta parte, por el hecho de haber sido considera por Judas
en su carta, se convierte en inspirada.
Es muy probable que Judas haya utilizado esta profecía de Enoc,
debido a tres razones fundamentales: Primero, al parecer en el siglo
primero este libro era muy apreciado por los judíos y muchos tenían
conocimiento de estas profecías, de manera que para los lectores
iba a ser fácil entender el juicio a que se refería Judas. Segundo, es
muy probable que los falsos profetas, los cuales estaban diciendo
que recibían sueños y nuevas revelaciones de parte de Dios,
también estuvieran familiarizados con la literatura mística de su
tiempo, siendo para ellos conocido el contenido de las “profecías de
Enoc” y tal vez lo recibían como literatura apta para sus fines
dañinos. De manera que Judas utiliza su propia literatura para
anunciarles que sobre ellos vendrá un terrible juicio. Tercero, al
parecer el contenido de la profecía que Judas cita en su carta se
había transmitido en forma oral de una generación a otra, y
posiblemente fue una proclamación que realmente hiciera Enoc en
su tiempo, lo cual le daba gran honorabilidad y respeto debido a lo
antiguo del mensaje. La expresión séptimo desde Adán, quiere decir
que este Enoc no es el hijo de Caín (Gén. 4:17), sino el
descendiente de Set, el cual es ubicado en la séptima generación,
contando desde Adán (Gén. 5:1-23). Enoc fue considerado un gran
hombre de Dios, debido a que la Biblia dice que caminó con él (Gén.
5:24) y fue traspuesto a los cielos.
De manera que Judas acude a esta antigua declaración para
mostrarle a la iglesia bíblica, que aunque ahora somos pocos, y
estamos siendo despreciados por los falsos profetas y las multitudes
que siguen sus nefastas doctrinas, no obstante un día veremos
como Dios nos exalta y como derrama sus juicios sobre los que
pervierten la fe.
Y que este es un juicio cierto se deja ver al inicio de la profecía: “He
aquí, vino el Señor”. Es decir, aunque habrá un juicio final y
definitivo, ya Dios está obrando y avanzando todas las cosas para la
llegada de ese juicio. Muchos de sus juicios ya están derramándose
sobre los impíos, aunque esto sea solo un adelanto del gran juicio
final. Este juicio será obrado por el Señor, pero utilizará a millares de
ángeles, los cuales están prestos para ejecutar los castigos divinos.
“De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego,
así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del hombre a sus
ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo
y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí
será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 13:40-42). También Pablo
consoló a los verdaderos creyentes que sufrían a causa de las
persecuciones y tribulaciones de este mundo impío, diciéndoles:
“Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os
atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con
nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con
los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a
los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro
Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:6-8).

2. Es un juicio total o universal. “…para hacer juicio contra todos”


(v. 15).
Nadie quedará excluido de este juicio. Así algunos se engañen con
la vanas imaginaciones de su mentes, pensando que Dios enviará
sus juicios sobre otros, pero no sobre ellos; como si en ese día ellos
pudieran encontrar alguna justificación que presentar ante Dios y de
esa manera quedar libres, pero la verdad es lo contrario. Todos los
impíos, todos los que rechazaron a Jesús, todos los que pervirtieron
el Evangelio de Jesús, todos los que siguieron a los falsos profetas,
serán juzgados por el Juez de toda la tierra. La posición social,
eclesiástica o económica no valdrá de nada. “Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante Dios, y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados
los muertos…” (Ap. 20:12).
Nadie podrá esconderse del Juez Universal y Supremo. Él conoce
todas las obras que cada uno hizo: “Porque los caminos del hombre
están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas”
(Prov. 5:21). “Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los
malos y a los buenos” (Prov. 15:3). Aunque algunos líderes
religiosos falsos se encubren en el poder de sus denominaciones o
mega-iglesias, o en su poderío económico y fama mundial, Dios no
se deja deslumbrar por la gloria humana, y ellos también serán
encontrados por la justicia divina y la sangre de todos los que fueron
condenados por creer en el evangelio erróneo que ellos predicaban
caerá sobre ellos. Estos malos hombres creen que la destrucción
nunca vendrá sobre ellos, y son como los impíos mencionados en el
Salmo 10, los cuales dicen en su corazón “No seré movido jamás;
nunca me alcanzará el infortunio” (v. 6), o, “Dios ha olvidado; ha
encubierto su rostro; nunca lo verá” (v. 11).
Los impíos no solo rechazan a Dios en sus caminos, sino que
hablan insolentemente en contra de él y Su palabra. Cuando
algunos son reprendidos a causa de sus pecados, entonces usan
las Sagradas Escrituras para justificar su impiedad. Recuerdo de un
líder cristiano en determinada región de Colombia el cual expresó
que no tenía problemas en recibir dineros o “diezmos” de los
narcotraficantes o paramilitares, pues, la Biblia decía que las
riquezas de los impíos serían para los justos. Esta es una manera
blasfema de usar la Palabra, lo cual redundará en su propia
condenación. Muchos impíos, cuando son amonestados, cuestionan
a Dios y ellos lanzan ofensas contra el Creador y hasta llegan a
afirmar que no temen a la ira de Dios. Pero todas estas palabras
serán tomadas en cuenta en el día del juicio, y muchos lamentarán
en aquel día por haberse expresado así: “Entonces aparecerá la
señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas
las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las
nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mt. 24:30). Los teólogos
liberales, aquellos que pervertían el evangelio y hacían extraviar a la
gente del camino, y los conducían a vivir en el pecado, negando
muchas de las verdades Escriturales, ellos en ese gran día
buscarán esconderse de la mirada escrutadora del juez de toda la
tierra, pero no habrá para ellos ningún rincón oculto, sino que la
Palabra de Dios, aquella contra la cual lucharon, tergiversándola y
haciéndola decir lo que no decía, esa Palabra los condenará: “El
que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la
palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Jn.
12:48).

3. Es un juicio contra la impiedad. “y dejar convictos a todos los


impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de
todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra
él” (v. 15).
La impiedad consiste en vivir sin Dios, o vivir como si Dios no
existiera. El impío dice en su corazón “no hay Dios” y por lo tanto “se
han corrompido, hacen obras abominables” (Sal. 14:1). “El malo, por
la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de
sus pensamientos” (Sal. 10:4). El impío, que es falso profeta, cree
que el Dios vengativo que ejecutará sus juicios sobre los que
engañaban a su pueblo no existe. Que solo hay un Dios de amor,
que al final les perdonará por sus fechorías y no les condenará.
Pero el Dios Santo que se revela en las Sagradas Escrituras mira a
los pecados como impiedades, porque son rebeldía delante de él. El
impío no se preocupa nunca del juicio venidero porque, en últimas,
ellos creen que Dios no existe, que es solo la invención del hombre
primitivo y temeroso ante los fenómenos naturales y la grandeza del
cosmos. Ellos creen que la religión es solo un medio de opresión y
lucro personal, de manera que ahora se hacen pasar por religiosos,
por muy espirituales e interesados en los asuntos bíblicos, pero ellos
mismos no creen lo que la Biblia dice, y así viven
desordenadamente y de manera hipócrita, sacando provecho de su
posición privilegiada. Pero la ira de Dios los alcanzará
repentinamente y no habrá para ellos misericordia.
Este pasaje también es una advertencia para todos los moralistas
de nuestro tiempo. Ellos, aunque sean muy admirados por la
sociedad y se les tenga como gente con una espiritualidad muy alta,
si ellos no ponen su confianza solamente en Jesús, entonces son
impíos, porque no tienen a Dios en sus vidas.

4. Es un juicio basado en la verdad. “para hacer juicio contra


todos, y dejar convictos a todos los impíos…” (v. 15).
Los impíos, los que viven como si Dios no existiera, todos ellos no
solo serán juzgados sino que serán dejados convictos. Sobre todos
ellos el veredicto del Gran Juez será: Culpable. Y entonces se
escucharan los ¡Ay! y los lamentos, porque ya no habrá oportunidad
para rectificar el mal causado. “Cuando venga el Señor, toda la
verdad será revelada. Todo saldrá a la luz; todo engaño será
descubierto y visto como lo que es. Uno de los mayores problemas
de los pecadores es que nos engañamos a nosotros mismos.
Detenemos la verdad (cf. Romanos 1:18). Una de nuestras
estrategias favoritas para lograrlo es compararnos con otros.
Aunque nuestra conciencia proclama nuestro pecado, apagamos su
voz mirando a los demás y argumentando que no somos tan malos
como ellos. Neciamente, por supuesto, olvidamos que ellos también
son pecadores, por lo que nuestra comparación no significa nada.
Es como el lodo diciendo que el barro está sucio. Es engañarse a sí
mismo”[23].
En este mundo podemos engañar a los demás sobre nuestras
intenciones, pero en ese día no podremos engañar al que todo lo
escudriña. Somos muy hábiles para ocultar nuestro pecado y
disfrazarlo de piedad, pero ese día todas las máscaras y vestidos
legalistas serán quitados, y desnudos nos presentaremos ante el
Gran Juez. Todos los culpables, los que no se refugiaron de todo
corazón en Cristo, y todos los que no lo buscaron con sinceridad,
buscando en él la salvación de sus almas, sino que vinieron a la
iglesia por puro interés material, egocéntrico y humanista, todos
ellos serán declarados culpables y la ira de Dios arderá para
siempre sobre ellos.
El camino para convertirse en un
falso profeta
Judas 16
“Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus
propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las
personas para sacar provecho” Judas 16.

Introducción:
Los grandes delincuentes que hoy día se encuentran en las cárceles
del mundo, o los que aún andan libres cometiendo sus fechorías, no
nacieron como ladrones, estafadores o narcotraficantes. Si nacieron
con una naturaleza caída y depravada, al igual que el resto de
personas en el mundo, y obviamente, nacieron con una inclinación
“natural” al pecado, no obstante, un experto ladrón tuvo que recorrer
cierto camino para convertirse en tal. Por ejemplo, siendo aún muy
niño, cuando llegaba a casa y portaba un lápiz o un objeto que su
madre sabía plenamente que no le pertenecía, ella no le reprendía y
no lo obligaba a devolver dicho objeto, sino que ignoraba el asunto.
Allí inició, probablemente, el camino para llegar a convertirse en un
ladrón profesional.
Los falsos profetas, los falsos maestros, los falsos apóstoles, los
faltos pastores, también son delincuentes que no solo hacen daño
físico y material a las personas que engañan, sino que los conducen
a la muerte eterna. Si pudiéramos establecer una taxonomía de
gravedades en las diferentes formas de delincuencia, tendríamos en
la categoría más peligrosa y nociva a los falsos profetas.
Pero, así como los delincuentes recorren un camino para llegar a
ser tales, de la misma manera los falsos maestros cristianos tienen
su propio caminar. Ellos llegaron a ser tales, dando pasos que los
condujeron a apostatar de la fe y convertirse en personas peligrosas
para la iglesia.
Analicemos hoy con nuestro pastor Judas cuál es el camino que
puede conducirnos a convertirnos en personas peligrosas para la
iglesia.
1. El camino de la murmuración
2. El camino del amor propio (egolatría)
3. El camino de la presunción o arrogancia
4. El camino de la manipulación

1. El camino de la murmuración. “Estos son murmuradores,


querellosos…”
Hay una crítica que es sana y necesaria para que la iglesia cada día
mejore, ajustándose a los principios bíblicos. Por ejemplo, si una
iglesia deja de guardar el día del Señor y lo cambia por dos horas de
culto el día Lunes o Jueves, permitiendo que los creyentes
conviertan el domingo en el día de paseo o trabajo, entonces es
necesario que los miembros conocedores de la Palabra de Dios, y
otros pastores de iglesias evangélicas dialoguen con los pastores y
les hagan ver el error terrible que cometen. Si los líderes de una
iglesia cristiana adoptan prácticas o doctrinas que evidentemente
están en contra de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras,
entonces es necesario que los miembros conocedores de la Biblia
hagan ver el error en el cual se encuentran sus líderes.
Esta crítica debe hacerse en el espíritu correcto, con humildad, y
siempre buscando la Gloria de Dios.
Pero hay una clase de crítica que no procede de este espíritu
humilde e interesado en el crecimiento de la Iglesia y la implantación
de la doctrina bíblica, sino que es resultado de un espíritu
hipercrítico perverso que tiene como fin socavar la confianza de los
creyentes en los ministros o en la Palabra de Dios, para que la
empiecen a depositar en ellos. Estas personas hipercríticas por lo
general se “lamentan de la suerte[24] que les ha tocado” y tratan de
obtener una posición mediante la descalificación de los ministros y
sembrando desconfianza en las doctrinas bíblicas.
El camino para convertirse en un falso líder empieza por la
constante murmuración y la crítica mordaz. Estos falsos maestros
de que habla Judas empezaron criticando todo lo que hacían los
ministros ordenados y cuestionando cómo aplicaban ellos la Palabra
de Dios a la iglesia.
Obviamente toda iglesia local tiene imperfecciones. Mientras
estemos en esta tierra estamos sujetos al error. Esto no significa
que los pastores van a tolerar de manera consciente el error y se
acomodarán a vivir con él como algo normal; de ninguna manera.
Cuando un hermano de la iglesia, u otro pastor, nos hace ver, por la
Palabra de Dios, que estamos en un error, entonces estudiamos qué
enseña la Biblia al respecto y si realmente no estamos creyendo o
haciendo lo que Dios manda, entonces abandonamos el error.
Pero, hay personas que constantemente están criticando todo lo que
la Iglesia y los ministros predican o hacen. Ellos se dedican a buscar
todo lo que le hace falta a la iglesia, las debilidades de los ministros,
las falencias en el culto, la falta de amor, la falta de unidad, entre
otros. Es verdad que las iglesias locales necesitan crecer más en
estas cosas, y es verdad que los pastores necesitan crecer más en
amor y humildad, pero cuando nosotros vemos esto, no debemos
convertirlo en una oportunidad para murmurar solapadamente y
hacer daño, sino que damos gracias a Dios por la Iglesia, por los
pastores, oramos por ellos, y luego hablamos directamente con ellos
y, con humildad, les mostramos la falta.
Debemos alejarnos de aquellas personas que toman por costumbre
el estar hablando a espaldas de los demás, pues, allí está el germen
del alejamiento de la doctrina sana. Si queremos corregir las faltas
de alguien, entonces no debemos ir donde otras personas para
hablar de estos pecados, sino que vamos directamente a las
personas y les exponemos nuestra apreciación. Debemos imitar a la
familia de Cloé en Corinto. Ellos se percataron de algunas doctrinas
y prácticas erróneas que se estaban dando en la Iglesia local, de
manera que piden ayuda al apóstol Pablo para que, como apóstol
fundador y autoridad espiritual de la misma, corrija lo que anda mal.
Pero ellos no actuaron como aquellos creyentes murmuradores que
se quejan de todo, que, a espaldas, se quejan de la falta de amor de
los pastores. Sino que ellos autorizan al apóstol para que diga
públicamente que la familia de Cloé fue la que les comentó sobre
estas faltas de la iglesia: “Porque he sido informado acerca de
vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros
contienda” (1 Cor. 1:11). Aquí Pablo nos presenta un principio que
todos debiéramos tener en cuenta a la hora de hablar sobre las
debilidades, pecados o falencias de los demás: No digamos nada de
nadie que no podamos decirlo delante de él.
Y si tengo algo que decir, pero no me atrevo a decirlo a la persona
misma, entonces digámoslo a Dios en oración, pero no a otras
personas, porque eso sería murmuración.
Cuando nos volvemos murmuradores, criticones y quejumbrosos,
entonces nuestro corazón se va tornando duro, insensible y estará
dispuesto para luego criticar, cuestionar y quejarse de los
mandamientos de la Palabra de Dios.
Algunos de los falsos profetas que predican en muchas iglesias hoy,
están enseñando doctrinas erróneas y aprueban cosas que Dios, de
manera clara, ha prohibido. Pero ¿Cómo llegaron a ese estado?
Empezaron quejándose de la radicalidad de la Palabra de Dios,
criticaron la predicación fiel de algunos ministros y los miraban como
fanáticos, radicales, ultra-ortodoxos. Hoy día estos quejumbrosos
están cuestionando muchas de las doctrinas bíblicas y se han ido
tras la falsedad: enseñando fábulas y mentiras, como si fueran
palabra de Dios. Ellos eran de los que decían: ¿Por qué un Dios de
amor no predestinó a todos los hombres para salvación? ¿Cómo es
posible que un Dios bueno envíe calamidades sobre los hombres?
¿Un Dios misericordioso podrá condenar a los hombres para
siempre en el sufrimiento del infierno? ¿Por qué un Dios
Todopoderoso y benévolo permite las guerras y el sufrimiento? ¿Si
ahora estamos en el tiempo de la gracia, entonces para qué
debemos conocer y obedecer los pesados mandamientos de la
antigua Ley de Dios? ¿Acaso no somos libres para andar en nuestro
camino? Ellos empezaron cuestionando y murmurando en contra de
la Soberanía de Dios, su justicia, su santidad, su ira y ahora
predican de un dios totalmente distinto al que se ha revelado en las
Sagradas Escrituras.

2. El camino del amor propio (egolatría). “…que andan según


sus propios deseos.”
Estas personas son quejumbrosas e insatisfechas con la doctrina y
el ministerio de la iglesia, porque ellos buscan su propia gloria, y
todo lo que vaya en contra de ese propósito es cuestionado. Estos
se quejan, especialmente, cuando la enseñanza de la Palabra les
confronta con sus pecados e inclinaciones malvadas, y dejan ver
que la iglesia perfecta es aquella que puede amoldarse a su
egoísmo y egolatría natural.
Esta gente “se queja a otros queriendo dar a entender que ellos
harían mejor las cosas, que tienen la respuesta. Y así ganan
adeptos que escuchen sus herejías, cuando lo que tienen en mente
es conseguir poder para ellos mismos en la iglesia. No desean ser
siervos; desean ser señores. No ven a la iglesia en primer y principal
lugar como Iglesia de Cristo. La ven como algo que pueden utilizar
para su propia gratificación”[25].
Ellos tienen sus propios deseos, pero estos son malos. Simon
Kistemaker traduce este texto así: “Estos de todo se quejan y todo lo
critican; siguen sus propios malos deseos; hablan con arrogancia y
adulan a los demás para sacar provecho”[26]. Ellos no desean lo que
Dios desea, sino que anhelan con vehemencia todo lo que les ayude
a su propia gloria. Ellos no están trabajando para la extensión del
Reino de Dios sino en el fortalecimiento de su propio reino.

3. El camino de la presunción o arrogancia. “…cuya boca habla


cosas infladas”.
Otro eslabón más para llegar a ser un falso profeta consiste en la
auto-exaltación. Los falsos profetas y los falsos apóstoles por lo
general son personas especialistas en el discurso populista lleno de
fanfarronerías. Se habla más de sí mismo que de la obra de Dios.
Se habla más de las personas convertidas bajo su ministerio, de las
iglesias que ha plantado, de los libros que ha escrito, de las
sanaciones que hizo, y así, presumen de muchas cosas que ellos
hicieron, pero poco se habla de Cristo. “Los carteles que anuncian
sus campañas dicen mucho más acerca de ellos y de su nombre
que del nombre de Jesucristo. La presunción es siempre una señal
de un falso maestro. Cuando Pablo se enfrentó a esos hombres en
su segunda carta a los Corintios, las únicas cosas que menciona de
sí mismo no eran sus éxitos, sino sus debilidades y sufrimientos”[27].
Simón Kistemaker traduce esta frase así: “Y sus bocas hablan
palabras orgullosas”[28]. Él dice “hablan con una arrogancia que no
pueden confirmar. Hacen comentarios jactanciosos que son vacíos,
sin sustancia ni sustento”[29].
Los falsos profetas empiezan contando un testimonio de algo que
realmente les sucedió. Tal vez recibieron del Señor una gracia
especial que les sanó de una enfermedad, tal vez fueron auxiliados
por la gracia divina en un momento de gran necesidad económica.
Al principio el testimonio es bastante fiel a los hechos reales, y
cuando ellos ven que la gente empieza a escucharles y se interesan
por su testimonio, y que su fama crece y algunos “se convierten” a
causa de su testimonio, y recibe invitaciones de otras iglesias,
entonces, va añadiendo pequeñas cosas a su testimonio, que
obviamente no son reales, pero que le dan más altura e impacto a
su “predicación”. Con el tiempo terminan armando toda una fábula,
llena de fantasías y cosas extraordinarias con el fin de atrapar a los
oyentes y dar la apariencia de que es un hombre que recibe el poder
de Dios de una manera especial. Ellos son como dice Pedro: “Pues
hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias
de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido
de los que viven en error” (2 Ped. 2:18).
Particularmente tuve la oportunidad de escuchar a algunos
predicadores de esta categoría mencionada por Judas, y cada vez
que les escuchaba contar el testimonio de un milagro, me aterraba
al ver cómo le iban agregando más fantasía. Pero lo repiten tanto,
que terminan creyendo en sus mentes torcidas, que eso realmente
sucedió.
Puedo ver dos clases de presuntuosos hoy día, entre los falsos
profetas: Primero, aquellos que hacen alarde de sus títulos
académicos, de sus estudios teológicos y de todo el recorrido que
hicieron por las más prestigiosas universidades del país y del
extranjero. Estos se consideran el non plus ultra de nuestro tiempo.
Más allá de ellos no hay posibilidad de encontrar la sabiduría. Miran
con desprecio a los pastores que difícilmente pudieron terminar la
secundaria y han realizado algunos cursos de instituto bíblico, y
hacen alarde de sus conocimientos del griego y del hebreo.
Preparan discursos que solo ellos pueden entender, donde hacen
gala de su pedante y elevado vocabulario. (No estoy diciendo que
estudiar teología sea algo errado, ni tampoco desprecio el estudio
de las lenguas bíblicas. Todo pastor y predicador debiera esforzarse
por realizar cuánto estudio le sea posible hacer, especialmente en el
conocimiento de la teología, las lenguas bíblicas, la hemernéutica, la
exégesis, entre otros).
Por otro lado, encontramos a los falsos profetas, que ya no hacen
alarde de títulos o estudios teológicos, porque es evidente que no
los tienen, sino que alardean de sus títulos nobiliarios y fantasiosos
en el mundo religioso: ellos hablan de sí mismos como los ungidos,
los apóstoles, los patriarcas, los profetas de Jehová, en fin, los que
traen la fresca revelación del Espíritu y han descubierto la palabra
Rema que no fue revelada a ninguno de los santos y humildes
hombres en la historia de la iglesia cristiana, que lleva más de 20
siglos de existencia, sino solo a ellos. Ellos dicen tener el evangelio
completo, considerando con eso que los cristianos de los 20 siglos
que le precedieron tuvieron un evangelio a medias. Estos dicen
recibir revelación directamente del cielo, y constantemente afirman
estar escuchando la voz audible de Dios, como algo diferente a las
Sagradas Escrituras. Hablan a las personas diciéndoles que Dios
les habló solo a ellos y les contó cosas que otros no saben. Estos
falsos profetas se jactan de saber quién está enfermo entre la
multitud de incautos que le siguen y también dicen saber con
certeza a quién sanará Dios y a quién no. Pero esto no es más que
las vanas imaginaciones de sus mentes, y ¿cuál es el fin de tanta
arrogancia? Engañar a los ignorantes y débiles.

4. El camino de la manipulación. “… adulando a las personas


para sacar provecho”.
El camino para convertirse en un falso profeta puede empezar con
la murmuración, las quejas, el estar inconforme con el sitio donde
Dios nos ha puesto y tratar de ganar adeptos a través del
desprestigio de los ministros y de las doctrinas bíblicas, luego sigue
en este caminar el trazar un plan que persiga satisfacer las metas
que ha trazado para mí mismo, es decir, buscar su propia gloria. El
camino para ser un falso profeta continúa con la arrogancia, la cual
se manifiesta en la forma cómo hablo de mí mismo: Doy muchos
créditos y reconocimientos a mis logros y habilidades personales y
de cómo he avanzado en la vida cristiana y de todos los milagros
que puedo hacer. Pero todo esto tiene como fin obtener poder,
autoridad, riquezas y la satisfacción de los deseos personales.
Judas llama a estos falsos profetas aduladores, y realmente esto es
lo que ellos son. A pesar de que la Biblia nos advierte de no hacer
acepción de personas, los falsos profetas se especializan en ser
duros y exigir santidad a los más pobres, a los que ningún bien
económico, político o social pueden dar; pero son lisonjeros, suaves
como la seda y flexibles para con los pecados de los más ricos, de
los más poderosos. Ellos actúan contrariamente a lo que enseñó
Santiago: “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor
Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra
congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa
espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis
con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí
en buen lugar; y decís al pobre. Estate tú allí en pie, o siéntate aquí
bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y
venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Santiago 2:1-4).
El término adulación que utiliza aquí Judas, significa textualmente
“admirar rostros”. El camino para ser un falso profeta incluye la falsa
admiración que mostramos hacia otras personas, solo con el fin de
obtener réditos de ellos.
Los falsos profetas siempre buscan sacar provecho de los demás.
Balaam hizo amistad con el Rey Balac, y se fue en contra del pueblo
de Dios, porque este malvado rey le ofreció dinero a cambio de dar
unas profecías. Muchos falsos profetas hacen alarde de la
capacidad que tienen de hacer milagros, de sus técnicas para recibir
sanación, y de cómo el poder de Dios fluye con unción a través de
ellos, con el fin de recibir los diezmos, ofrendas y “siembras”
económicas de sus incautos seguidores. Ellos buscan solo el
bienestar personal, a costa del sacrificio y el sufrimiento de los que
escuchan sus falsas profecías. No hay diferencia entre ellos y los
falsos profetas de la antigüedad que profetizaban a cambio de
dinero: “Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan
por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se poyan en
Jehová, diciendo: no está Jehová entre nosotros” (Miq. 3:11).
Profecías apostólicas frente a los
falsos profetas
Judas 17-19
“Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes
fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que
os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán
según sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones;
los sensuales, que no tienen al Espíritu” Judas 16.

Introducción:
En el transcurso de los siglos muchos hombres se han levantado
como profetas y han tratado de pronosticar eventos importantes
para la humanidad, como la destrucción final del mundo.
Nostradamus, Los Mayas y muchos grupos religiosos se aventuran,
de tanto en tanto, a pronosticar eventos, pero estos nunca se
cumplen, porque realmente son falsos profetas.
En el año 90 d. C., San Clemente predijo que el mundo sería
destruido en esa fecha, y nada sucedió. Luego un sacerdote romano
predijo, basado en las dimensiones del Arca de Noé, que en el año
500 sería la destrucción del mundo, y nuevamente, nada pasó. En
1832, William Miller, fundador de los adventistas, dijo haber tenido
una visión en la que un ser celestial le anunció que la venida de
Cristo y el fin del mundo sería el 20 de Marzo de 1843. A pesar de la
gente de Boston casi se vuelve loca esperando la gran destrucción,
nada sucedió. Charles Rusell, el fundador de los testigos de Jehová,
señaló que el fin del mundo y la venida de Cristo serían para 1874, y
nada pasó. En vista del fracaso de su profecía, cambió la fecha para
1918; luego, los Testigos de Jehová, volvieron a cambiar la fecha de
la segunda venida de Cristo para 1925, y luego para 1975 y
obviamente, nada de lo pronosticado sucedió. La profetisa
adventista Margaret Rowan indicó que el arcángel Gabriel se le
apareció y le dijo que el fin del mundo sería el 13 de Febrero de
1925, algunas personas vendieron todas sus propiedades, otras se
suicidaron y otros se subieron a los montes para esperar al Señor
Jesucristo, y nada sucedió. Cuando en 1967 la ciudad de Jerusalén
queda en manos de los judíos, muchos “especialistas” en
escatología anunciaron que había llegado a su fin la época de los
gentiles, y que la venida de Cristo sería en unos pocos meses.
Cuando nos estábamos acercando al año 2000, muchos grupos
pentecostales e iglesias de corte fundamentalista se convencieron
de que el rapto de la iglesia era inminente y cientos de libros se
publicaron anunciando este pronto evento. En Corea del Sur, un
muchacho de 16 años de edad, dice tener una visión en la cual se le
anuncia que el 28 de Octubre de 1992 sería la destrucción de este
mundo. Miles de cristianos fundamentalistas y pentecostales dejaron
sus trabajos y vendieron sus bienes, como preparación para el viaje
a los cielos. Nuevamente, nada sucedió. Harold Camping,
presidente de la emisora Family Radio, pronosticó que el fin del
mundo y la segunda venida de Cristo sería en Septiembre de 1994,
cuando esta fecha pasó y no sucedió nada, entonces dijo que se
había equivocado levemente en la interpretación de un pasaje
profético en la Biblia, y cuando creyó tener la interpretación correcta
pronosticó que la segunda venida de Cristo y el fin de mundo sería
el 31 de Marzo de 1995. Luego de este nuevo fracaso la gente
pensó que Harold Camping no se aventuraría a pronosticar más
fechas, pero volvió a anunciar que, según cálculos numéricos
basados en la Biblia, la segunda venida de Cristo sería el 21 de
Mayo de 2011, día que marcaría el inicio del fin del mundo. Pero
tampoco fue así.
Miles de pronósticos proféticos se han dado en la historia de la
iglesia de parte de, evidentemente, falsos profetas. Algunos
basados en supuestas revelaciones sobrenaturales como sueños,
visiones, éxtasis, voz audible, entre otros, y algunos basados en la
numerología bíblica, pero todos han fallado. Lo sorprendente es que
a pesar de sus equivocaciones, miles de personas persisten en
creer este tipo de profecías o pronósticos, y así su líder espiritual
falle mil veces en sus falsas profecías, escuchan con avidez sus
tonterías y siguen sus caminos torcidos.
El pastor Judas, luego de dar una descripción de los falsos profetas
y del peligro que ellos entrañan para la verdadera Iglesia de Cristo,
exhorta a sus lectores para que, en vez de escuchar las falsas
profecías y erróneas doctrinas de los falsos profetas, escuchen,
recuerden y atiendan las verdaderas profecías dichas por los
verdaderos profetas, es decir, los apóstoles de Jesucristo. Escuchar
sus palabras y estar atentos a ellos nos librarán de ser víctimas de
los falsos profetas.
Estudiemos con Judas:
1. Autoridad de los que han dicho las profecías
2. Contenido de las profecías
3. Carácter de los que son denunciados en las profecías

1. Autoridad de los que han dicho las profecías. “Pero vosotros,


amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por
los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo” (v. 17)
Judas ha acudido a varias escrituras extra-bíblicas para mostrar los
terribles juicios que vendrán sobre los que engañan a las personas
con falsas doctrinas. Pero ahora, hay un cambio en su discurso y en
el tono de su voz. La expresión “amados” que utiliza al comienzo de
esta sección permite ver el corazón amante del pastor. Él ha
hablado duramente de los falsos profetas, de sus nefastas doctrinas,
de su vil conducta, del daño que causan al pueblo del Señor y de la
ira de Dios que descenderá sobre ellos.
Pero estas palabras fuertes no proceden de un corazón amargado,
radical, inflexible y falto de amor, como algunos lectores pudieron
llegar a pensar, sino que él es un pastor que ama a las ovejas y
porque quiere su salud espiritual y que no sean engañados por los
falsos maestros les ha hablado en el tono que lo ha hecho. Las
fuertes exhortaciones siempre deben ir acompañadas de amor y
consuelo, para no poner pesadas cargas que aflijan demasiado el
corazón.
Un pastor que ama a las ovejas, hablará fuerte cuando esto sea
necesario, y será apacible con su voz y mensaje, cuando también
esto sea necesario. Hay momentos en los cuales se debe ser como
voz de trueno y en otras ocasiones como un silbido apacible. Hay un
falso amor que se ha infiltrado en la iglesia evangélica, el cual
conduce a los pastores a hablar solo de cosas positivas, agradables
y consoladoras, pero aunque esta clase de mensajes son
necesarios, sería una desfiguración del evangelio si solo nos
quedáramos en esta clase de predicaciones, pues, también se
requieren, y con harta frecuencia, las exhortaciones confrontadoras.
“Amados” estas advertencias que les he hecho sobre los falsos
profetas, no proceden de mi imaginación, ni solo yo he hablado de
este tema. Ustedes deben escuchar a los verdaderos profetas, a los
cuales el Señor mismo comisionó, ellos, con la autorización que
recibieron del Salvador, y el poder del Espíritu Santo que obró de
una manera especial en sus enseñanzas, ellos, también han
hablado del mismo tema. Ellos advirtieron a las iglesias de que
vendrían los falsos profetas, y ya los tenemos aquí. Esto no es una
falsa profecía, no es el resultado de la imaginación exaltada de un
seudo-profeta.
Como decíamos en la introducción, en la historia de la iglesia, y de
la humanidad, a muchos hombres se les ha dado por pronosticar
eventos y cosas, pero siendo que ellos no son verdaderos profetas,
ni Dios habla a través de ellos, entonces sus predicciones no se
cumplen. Pero sí hay verdaderos profetas, y estos han sido
llamados y comisionados por Dios. Nosotros tenemos que escuchar
y recordar lo que dicen los profetas verdaderos.
“Tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los
apóstoles de nuestro Señor Jesucristo”. Los apóstoles a los que se
refiere Judas en esta carta, no son aquellos que se autoproclamaron
como tales y que fueron hallados falsos (“porque estos son falsos
apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles
de Cristo” 2 Cor. 11:13 “Y has probado a los que se dicen ser
apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” Ap. 2:2), sino
que se refiere a los doce, más pablo, los cuales son el fundamento
sobre el cual la iglesia construye su doctrina y práctica: “Edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). “Y el muro de la
ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los doce nombres de los
doce apóstoles del cordero” (Ap. 21:14).
De la única forma que somos librados de las falsas doctrinas es
manteniéndonos firmes en las enseñanzas de los apóstoles y
profetas autorizados por Dios, los cuales escribieron las Sagradas
Escrituras: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” (Hch.
2:42), “Más os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan
divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis
aprendido, y que os apartéis de ellos” (Ro. 16:17). También nos
libramos de las falsas doctrinas alejándonos de las supuestas
revelaciones que algunas personas reciben o de sus experiencias
místicas, pues, “tenemos, también, la palabra profética más segura
a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que
alumbra en lugar oscuro…” (2 Ped. 1:19).

2. Contenido de las profecías. “Los que os decían: En el postrer


tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos”
(v. 18).
Según los expertos en griego koiné, la expresión de Judas da a
entender que los apóstoles constantemente estuvieron advirtiendo
que en los postreros tiempos vendrían burladores que se mofarían
de la Palabra de Dios y del evangelio. Los postreros tiempos o los
últimos días son expresiones que en el Nuevo Testamento hacen
referencia al tiempo presente y al futuro. “Este período de tiempo
tiene su comienzo en el primer siglo, cuando Cristo vino a traer el
evangelio, y se extenderá hasta su eventual regreso. Las Escrituras
enseñan que durante dicho período las fuerzas del mal se volverán
cada vez más visibles y audibles”[30].
Los creyentes originales a los cuales escribe Judas ya se
encontraban en los tiempos postreros, así como todas las personas
del siglo I. Según la profecía de Joel, la venida del Espíritu Santo se
daría en los postreros tiempos, y esto sucedió en Pentecostés: “Y en
los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi espíritu sobre toda
carne…” (Hch. 2:17). El autor de Hebreos dice que Dios habló a los
antiguos a través de diversas maneras, pero que ahora, “en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:2), y esto fue
escrito en el siglo I. La primera venida de Cristo, para morir en la
cruz, está catalogada como el inicio de los tiempos del fin, el apóstol
Pedro dice que Jesús fue destinado por Dios para derramar su
preciosa sangre desde antes de la fundación del mundo, “pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Ped.
1:20).
Ahora, los apóstoles, y Jesús mismo, anunciaron que en los tiempos
postreros surgirían falsos profetas y falsas doctrinas dentro de las
iglesias cristianas, y esto nos lo dijeron, no para satisfacer nuestra
curiosidad escatológica, sino para que estemos advertidos y
escapemos de los lazos de esta apostasía, que en la medida que
nos acercamos al final de los tiempos del fin se acrecentará. Si en
los tiempos de Judas la falsa doctrina estaba permeando
peligrosamente a la iglesia cristiana, mucho más en estos tiempos,
que nos encontramos veinte siglos más próximos al fin del fin.
Jesús fue claro y advirtió a los discípulos que en la medida que nos
aproximemos al fin de los tiempos finales, la falsa doctrina, que es
enseñada por falsos maestros crecerá, y estos presentarán a un
Cristo diferente: “Y muchos falsos profetas se levantarán y
engañarán a muchos. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos
profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que
engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho
antes” (Mt. 24:11, 24).
Pero también los apóstoles, tal y como lo dice Judas, anunciaron
que vendrían falsos profetas, los cuales se burlan de la doctrina
bíblica, cambiándola por lo que sus deseos humanistas quieren. El
apóstol Pablo le escribió al joven pastor Timoteo: “Pero el Espíritu
dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostarán de
la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrina de
demonios” (1 Ti. 4:1). Estos espíritus engañadores que vendrían en
los tiempos postreros pueden referirse a las distintas corrientes
doctrinales erróneas que se han ido introduciendo sigilosamente en
muchas iglesias, pero también a la acción de Satanás como
pervertidor de la doctrina, quien aprovecha los deseos que algunas
personas sienten de tener experiencias sobrenaturales, y él les
concede estas experiencias a través de visiones, sueños,
imaginaciones y apariciones fantásticas como las que tuvieron
algunos fundadores de las sectas de los mormones, los testigos de
Jehová, los adventistas y muchos grupos carismáticos o
pentecostales.
El mismo apóstol Pablo vuelve a insistirle a Timoteo que se cuide de
los hombres que tienen apariencia de piedad, y hasta parecen
grandes profetas y maestros, porque muchos no serán sino
embaucadores y charlatanes, que se burlan de la preciosa doctrina
cristiana con su vida mundana: “También debes saber esto: que en
los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá
hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios,
blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto
natural, implacables… que tendrán apariencia de piedad, pero
negarán la eficacia de ella, a éstos evita” (2 Ti. 3:1-5).
También el apóstol Pedro profetizó que en los postreros tiempos
surgirían esta avalancha de falsos maestros que andan tras sus
propios placeres, y no les importa burlarse de la Palabra de Dios:
“Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán
burladores, andando según sus propias concupiscencias” (2 P. 3:3).
También el apóstol Juan, escribiendo a los creyentes del primer siglo
de nuestra era, les dice que tengan mucho cuidado con los falsos
maestros, que en el fondo no son más que anticristos, burladores de
la Palabra, los cuales ya andan sueltos, como una plaga mortal, por
el mundo: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis
que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por
esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero
no eran de nosotros…” (1 Jn. 2:18-19). Es importante resaltar en
este verso que Juan nuevamente nos deja ver que, desde el siglo I,
ya nos encontramos en el último tiempo, y también, que la aparición
numerosa de falsos profetas, de falsos maestros, y falsas doctrinas,
los cuales no son más que anticristos, que están en contra de la
revelación del verdadero Cristo que nos presenta las Sagradas
Escrituras, son un indicativo que el tiempo del fin se aproxima a su
fin (por esto conocemos que es el último tiempo), pero además nos
deja ver que los falsos profetas salen de en medio de las iglesias
cristianas locales. Por esa razón necesitamos que estos falsos
maestros sean denunciados dentro del seno de la Iglesia, pues,
ellos deben salir de nosotros, y los verdaderos cristianos deben salir
de sus falsas iglesias.
Ahora, ¿en qué sentido ellos son burladores? además de lo que
hemos dicho, me gustaría presentarles la explicación que da el
erudito en Nuevo Testamento, Simón Kistemaker: “La gente que
Judas describe no es ignorante en cuanto a la Palabra de Dios. Al
contrario, están bien informados. Debido a su conocimiento de la
revelación divina, transforman en una burla continua todo lo que es
santo y sagrado. Mofar no consiste en una parodia cómica y ligera,
sino en un serio ataque contra Dios, su Palabra y su pueblo. Los
burladores (llamados en otras versiones <escarnecedores>)
demuestran abiertamente su desprecio y escarnio por Dios al seguir
<sus propios impíos deseos>”[31].
La gente hace burla de Dios cuando desatiente su Palabra, cuando,
conociéndola la tuerce, cuando la usa como fuente de ganancia
personal, cuando la tergiversa causando que otros se pierdan del
camino, cuando la interpreta a su antojo y no conforme a lo que ella
misma enseña. La gente se burla de Dios cuando viven conforme a
su propia pecaminosa voluntad, y desatienden sus mandamientos o
actúa en contra de ellos.
En el verso 16, Judas dijo que los falsos maestros andan conforme
a sus deseos, pero aquí en el 17 les añade el calificativo de
malvados. Sus deseos no pueden ser buenos, porque no proceden
de la verdad, sino de la mentira. Jesús le dijo a sus discípulos
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con
vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt. 7:15).
Muchas personas viven engañadas y siguen las enseñanzas de los
falsos profetas, porque no les parece que sean malas personas,
antes por el contrario, son tan amorosos, tan santos, tan correctos,
que es imposible que sean falsos profetas. Pero Jesús dice que
ellos se especializan en el arte del disfraz, pero por dentro llevan
sus malvados deseos. La traducción literal de este pasaje, en la
lengua griega, parece muy fuerte: “andando tras sus propias lujurias
de impiedades”[32].

3. Carácter de los que son denunciados en las profecías. “Estos


son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al
Espíritu”. (v. 19).
Los falsos maestros que estaban afectando a las iglesias del siglo I,
con sus falsas doctrinas, causaban divisiones. Algunos
comentaristas creen que estos falsos hombres, posibles precursores
del incipiente movimiento gnóstico, estaban fomentando la
separación entre creyentes “espirituales” y creyentes no espirituales.
Ellos decían estar en una posición espiritual más alta porque
estaban elevándose en la comprensión espiritual y mística de
“verdades profundas”, ellos, al igual que algunos falsos maestros y
“eruditos” de hoy día, creían estar descubriendo los misterios
cifrados en las Escrituras, y podían develar los “códigos secretos” de
la Biblia. Algunos podían estar argumentando que tenían al Espíritu
Santo en una medida superior, y por lo tanto, ellos y solo ellos,
podían entender ciertas revelaciones extra-bíblicas que el Espíritu
supuestamente les daba. Ellos se ponían como una clase diferente y
superior que la de los creyentes ordinarios. “Pareciera ser que ellos
decían tener el Espíritu y ser libres moralmente en cuanto a su
conducta”[33].
Lo mismo ha sucedido en el transcurso de la historia de la iglesia
cristiana. Algunos crean jerarquías y se posicionan sobre los demás,
presumiendo de su supuesta elevada espiritualidad y autoridad, de
manera que incluso se ponen por encima de la Palabra, y creen que
pueden violar algunos principios de la Escritura, porque el Espíritu
mora abundantemente en ellos, y les da la capacidad para violar la
Ley del Señor sin pecar. Cuánto engaño produce el pecado y la
apostasía.
Pero ellos no tenían al Espíritu. Sus sueños y supuestas
revelaciones, no eran más que el resultado de sus mentes exaltadas
y sus perversas intenciones de manipulación. Judas dice que ellos
eran sensuales, es decir, se dejaban llevar por sus propios sentidos.
Pero muchos pensaban que estaban llenos del Espíritu Santo
debido a que hablaban como gente que está recibiendo
revelaciones superiores, de manera que en este pasaje Judas
prosigue exhortando a la iglesia para que no se dejen engañar por
los que se atribuyen a sí mismos el tener la capacidad de “sentir” al
Espíritu, diciéndoles o mostrándoles cosas que otros no saben.
Estos no son más que sensuales, engañados por sus propios
sentidos. De los cuales hay que tener mucho cuidado, y lo más
pronto posible, alejarnos de ellos. Como dice Pablo “a estos evita” (2
Tim. 3:5), “Más os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan
divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis
aprendido, y que os apartéis de ellos” (Ro. 16:17).
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante edificación
Judas 20
Introducción:
Los seres humanos, por lo general, tendemos a ser muy activos.
Nos es difícil mantenernos quietos o impasibles frente a los retos
que nos ofrece esta vida. El ser activos forma parte de las
responsabilidades que Dios le ha dado al género humano. Una vez
que Dios creó a Adán le asignó responsabilidades.
De la misma manera, cuando nosotros llegamos a la fe cristiana,
nos son asignadas muchas responsabilidades con el fin de que
nuestro crecimiento espiritual sea constante, y evitar así quedarnos
estancados en una perenne incipiente vida cristiana.
Pero no siempre el activismo o el mantenernos en ciertas
actividades, aparentemente espirituales, garantiza nuestro
crecimiento cristiano.
Ya hemos visto, con nuestro pastor Judas, que los falsos profetas se
mantienen muy activos y constantemente están trabajando con el
fin, no de edificar, sino de engañar, seducir, destruir y explotar. Es
muy común que los falsos profetas también mantengan a sus
incautos seguidores en un activismo, aparentemente espiritual, con
el fin de distraerlos y no darles espacio para reflexionar
bíblicamente, pues, si ellos hacen esto, de seguro se desmarcarán
de sus torcidos caminos.
Pero las actividades “espirituales” que hacen los incautos
seguidores de los falsos profetas que hay dentro del cristianismo no
tienen como fin el que ellos dependan más y más de Dios, de su
Palabra y de Su Espíritu, sino lo contrario, que cada día dependan
de su líder “ungido”. Aunque los falsos maestros invitan a su gente a
leer, memorizar y “confesar” diariamente las Escrituras, ellos solo
deben repetir ciertos versículos de la Biblia que contienen
“promesas”, especialmente materiales y relacionados con los
deseos naturales, de este mundo. Pero por lo general estas son
promesas descontextualizadas y mal interpretadas.
Estos falsos maestros muy pocas veces animan a su gente a
escudriñar TODAS las Escrituras, buscando en ellas la verdad que
Dios revela de sí mismo, del hombre, del pecado, de la santificación,
de la vida cristiana. No obstante, la gente se mantiene
constantemente repitiendo versículos bíblicos y ellos creen que
están creciendo espiritualmente porque, así como el brujo o el
practicante de algunas religiones orientales paganas, repiten su
mantra que de una manera mágica producirá ciertas cosas positivas
en ellos. Los falsos maestros engañan a su gente haciéndoles creer
que repitiendo como loros ciertos versos de la Biblia, por lo general
descontextualizados, la Palabra obrará milagrosamente en ellos,
trayendo a la realidad tangible cosas que están en el mundo de las
ideas inmateriales. Pero entre esto y el chamanismo oriental no hay
ninguna diferencia. Las personas que toman de esa manera la Biblia
no experimentan ningún crecimiento espiritual, sino una constante
dependencia del predicador “ungido” que, semana tras semana, les
va indicando los pasajes que contienen “poderosas promesas” que
deben memorizar. Se les invita a orar constantemente en “lenguas”,
que no es más que la repetición constante de palabras sin sentido,
las cuales no evidencian ser lenguas o idiomas, como sí lo eran los
dones de glossolalia en los tiempos apostólicos. Estos mantras
evangélicos no edifican, sino que crean una dependencia continua y
creciente por estas vanas e inútiles repeticiones.
Pero el fin de todo es que las personas dependan constantemente
de su predicador ungido. La falsa doctrina actúa muy parecida a las
drogas alucinógenas, ella crea dependencia, y los incautos que
caen en esta red mundial de delincuencia espiritual, se vuelven
dependientes de sus líderes y profetas. Constantemente deben
estar en sus reuniones de avivamiento, esperando recibir el toque,
la unción, el poder y el milagro que solo vendrá cuando las manos
poderosas y la palabra ungida del predicador sean puestas sobre el
creyente, pero a los pocos días, el efecto producido por los toques y
palabras mágicas del predicador habrán pasado, y entonces se
hace necesario acudir a otra noche o mañana de “poder” donde
reciba la “nueva unción” del predicador.
No obstante, los creyentes verdaderos deben caracterizarse por ser
activos, por trabajar fervientemente en su edificación, pero haciendo
las actividades correctas, las cuales no son estipuladas por ningún
moderno predicador o profeta, sino por la autoridad absoluta de la
Palabra de Dios.
Empecemos a analizar con Judas cuáles son esas actividades en
las cuales debe ocuparse todo cristiano, de manera que sea librado
de la influencia perniciosa y nociva de los falsos profetas, pero que a
la misma vez, pueda crecer verdaderamente en las gracias y
virtudes cristianas.
En los versos 20 al 21 Judas exhorta a los creyentes para que se
ocupen en 4 actividades que les ayudarán realmente a ser
edificados espiritualmente, y a la misma vez les librarán de caer bajo
las garras de los falsos profetas. Estas 4 actividades cristianas están
indicadas con 4 verbos: Edificar, orar, conservar y esperar:
1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios.
“edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
2. La constante oración en el Espíritu Santo. “orando en el Espíritu
Santo” (v. 20)
3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el
amor de Dios” (v. 21)
4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)

1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios.


“edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
Analicemos esta declaración de Judas siguiendo la siguiente
estructura:
a. El significado de la edificación
b. El medio usado para la edificación
c. Carácter de la edificación

a. El significado de la edificación. Pero vosotros, amados,


edificándoos sobre vuestra santísima fe.
En esta última sección de la carta, Judas cambia el tono de su
discurso y nuevamente, tal como en el verso 3 y en el 17, deja ver
que se dirige a los “amados”, a los hermanos que junto con él están
caminando en la doctrina bíblica que recibieron de los apóstoles
Los creyentes, aquellos que luchan en contra de la falsa doctrina y
denuncian a los falsos profetas, no están confiados en sí mismos, ni
se jactan de estar firmes, sino que, conociendo los peligros de la
falsa doctrina y el riesgo que todos corremos de deslizarnos en pos
de lo falso, entonces nos mantenemos activos, no solo en denunciar
a los pseudo-profetas, sino en una constante edificación que nos
permita estar firmes, sin desmayar, en la verdadera fe.
El término edificar[34] es tomado del ramo de la construcción. En la
Biblia se utiliza muchas veces la imagen de un edificio o una casa
para representar el crecimiento de la Iglesia y la vida cristiana.
Jesús dijo que él edificaría a su iglesia (Mt. 16:18). En este contexto
edificar hace referencia a construcción, es decir, que Jesús pondría
las bases y el fundamento para la Iglesia, pero a la misma vez él
sería quien la continuaría levantando. Jesús dijo que algunos
hombres edifican sobre la arena, mientras que otros edifican sus
vidas sobre la roca, es decir, sobre las enseñanzas bíblicas (Lc.
6:48-49). Edificar en este pasaje se refiere a moldear la vida
conforme a las enseñanzas de Cristo, siendo obediente a ellas y
confiando plenamente en él como el verdadero fundamento que da
seguridad a una vida perdurable que glorifica a Dios. Las iglesias
bíblicas están en constante edificación: “Entonces las iglesias tenían
paz por toda Judea y Samaria; y eran edificadas, andando en el
temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu
Santo” (Hch. 9:31). En este pasaje, edificar, hace referencia al
fortalecimiento espiritual que ellas recibían por la acción del Espíritu
Santo, conduciéndolas a andar en el temor del Señor.
Judas insta a los creyentes para que se edifiquen a sí mismos y
también mutuamente, pues, hay grandes peligros que acechan a la
iglesia, y no podemos quedarnos satisfechos con el ABC de la
doctrina cristiana, sino que se pide a todos el que avancemos y
continuemos profundizando en ella. Es por ello que el autor de
Hebreos también advierte a sus lectores del peligro de la apostasía
y les dice: “Por tanto, dejando ya, los rudimentos de la doctrina de
Cristo, vamos adelante a la perfección” (Heb. 6:1). Esto no significa
que los creyentes vamos a despreciar las doctrinas básicas e
iniciales como el arrepentimiento, la fe para salvación, el castigo
eterno, entre otras; no, todo lo contrario. Todo verdadero creyente
debe empezar con estas doctrinas básicas, pero debe seguir
creciendo, debe seguir profundizando en la fe cristiana, pues, de lo
contrario, corre serios peligros de ser zarandeado por las falsas
doctrinas. El apóstol Pablo en 1 Corintios capítulo 3 dice que los
creyentes son “edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que
me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y
otro edifica encima; pero cada uno mira como sobreedifica.” (v. 9-
10). La palabra edificar en este pasaje también hace referencia a la
construcción de una vida cristiana cimentada en la Palabra de
Cristo.
De manera que cuando Judas nos dice que estemos edificándonos,
está exhortándonos para que nuestra vida cristiana sea de
constante crecimiento, de madurez, de avanzar en la carrera
espiritual, de proseguir en la lucha sin desmayar, de no quedarnos
en el principio, sino que nos ejercitemos para que cada día seamos
creyentes más y más fuertes en nuestra vida espiritual.
Pero ¿Cómo nos edificamos? Algunas personas creen que nuestra
edificación consiste en tener 7 días de ayuno, o hacer vigilias toda la
noche, o cantar con mucho entusiasmo durante un largo culto de
“avivamiento”, o que un predicador “ungido” ponga sobre ella sus
manos y le transmita poder llevándola a sentir temblores frenéticos
hasta que caiga desmayada al piso. Pero realmente eso sirve de
poco para la edificación de una vida cristiana sólida. Analicemos, en
el segundo punto de nuestro estudio, sobre qué bases nos
edificamos.
b. El medio usado para la edificación. “edificándoos sobre vuestra
santísima fe”
Judas tiene una visión espiritual aguda y puede observar cómo
algunos creyentes, a los que escribe, pueden estar en peligro de ser
atrapados por la falsa doctrina, de manera que los exhorta para que
se ejerciten en lo que verdaderamente les dará una edificación
segura y férrea, permitiéndoles esto crecer espiritualmente y a la
vez librarlos de los engaños de los falsos profetas.
Esta edificación real, duradera y protectora se encuentra en la fe.
Judas dice que deben edificarse en la fe. La palabra fe tiene varias
acepciones en las Sagradas Escrituras: por un lado puede referirse
a la confianza que depositamos en el Señor, o, puede referirse al
conjunto de doctrinas sobre las cuales se cimienta el cristianismo.
Es evidente que en este pasaje la palabra fe hace referencia a la
última acepción. Ya en el verso 3 nuestro autor usó la palabra fe en
el mismo sentido cuando invitó a sus lectores a que “contendáis
ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”. Esta
fe es aquel cuerpo doctrinal que caracteriza al cristianismo. En este
sentido se utiliza en muchos lugares de las Escrituras: “Solamente
oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la
fe que en otro tiempo asolaba” (Gál. 1:23).
Ahora, este es un asunto de vital importancia, que usualmente es
descuidado por los creyentes, las iglesias y los pastores. En muchas
ocasiones nos concentramos en otros aspectos de la edificación
espiritual, como: la oración, el servicio, asistir a los cultos, ofrendar,
evangelizar, entre otros. Todo esto está bien, pero la edificación
sólida debe estar fundamentada en un conocimiento doctrinal férreo,
pues, solo la Palabra de Dios, bien entendida, tiene la capacidad,
por la aplicación del Espíritu Santo a nuestros corazones, de darnos
crecimiento, madurez y solidez. Algunos hermanos, tal vez bien
intencionados, solo predican lo que ellos llaman “sermones
prácticos”, en los cuales enfatizan algún aspecto de la obediencia
cristiana, y en casos extremos convierten al cristianismo en mero
activismo. Pero la verdad es que el cristiano y las iglesias solo
pueden tener crecimiento sólido, integral y real, cuando éste se
fundamenta en la doctrina apostólica bien interpretada y bien
explicada.
El Nuevo Testamento nos presenta con claridad que el mayor
énfasis que se daba en los cultos y en la vida cristiana, era el
conocimiento de la doctrina bíblica. Ahora, esto no significa que el
mero conocimiento intelectual o racional de las doctrinas garantiza
una vida espiritual ferviente y agradable a Dios, puesto que la
oración y la comunión diaria con Dios a través de una confianza
vigorosa son necesarias. No obstante, si un creyente desea crecer
espiritualmente, entonces el principal alimento que debe consumir
es la doctrina cristiana. Ella es como un muro alto que impide que el
embate de los vientos y las mareas de error y pecado causen
estragos en nosotros. Es por eso que encontramos numerosas
exhortaciones en la Biblia animándonos a conocer y profundizar en
la doctrina que fue enseñada por los verdaderos apóstoles del
Cordero y los profetas: “Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan
y en las oraciones” (Hch. 2:42). Este pasaje retrata a una iglesia que
no desestimó la enseñanza doctrinal como si fuera algo adicional o
tangencial a la vida cristiana, sino que la presenta como el primer
elemento que debe caracterizar a una iglesia pujante
espiritualmente. La Iglesia de Corinto era una congregación
carismática y ellos usaban buena parte del culto haciendo
manifestaciones orgullosas de su capacidad de hablar
milagrosamente en otros idiomas o lenguas, y el apóstol Pablo les
exhorta para que abandonen esa práctica egoísta que no conduce a
un crecimiento espiritual, sino que se dediquen a la enseñanza
doctrinal: “Ahora, pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en
lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o
con ciencia, o con profecía, o con doctrina? (1 Cor. 14:6). El apóstol
Pablo en su carta a los Efesios desarrolla conceptos doctrinales de
gran profundidad respecto a la persona de Cristo y la doctrina de la
Iglesia, y con eso procura que los creyentes puedan madurar al
recibir el alimento doctrinal sólido: “Para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo…” (Ef.
4:14-15). Pablo está mostrándonos que no puede haber verdadero
crecimiento espiritual sino profundizamos en la verdad, es decir, en
la doctrina.
La fe en la cual nos edificamos es la enseñanza doctrinal cristiana.
Los períodos de mayor decadencia en la historia de la iglesia
cristiana han estado caracterizados por un conocimiento doctrinal
pobre y por la mediocridad de la enseñanza doctrinal desde el
púlpito. No así con los períodos de avivamiento y robustez. El
poderoso avivamiento de la reforma evangélica del siglo XVI se
caracterizó por un amor profundo, de parte de los pastores y los
creyentes, hacia el conocimiento de la doctrina bíblica. En ese
período se escribieron muchas confesiones de fe y catecismos,
todos preparados con excelencia, mucho cuidado y mucho estudio,
de parte de idóneos y piadosos pastores-teólogos, a través de los
cuales se buscaba nutrir sólidamente la fe de los creyentes.
Cuando en el siglo XVII las iglesias habían dejado de lado la
doctrina evangélica que recibieron de sus padres los reformadores,
y en consecuencia el liberalismo, la inmoralidad y la frialdad
espiritual estaban causando estragos en la iglesia, entonces Dios
envió otro poderoso avivamiento, y el resultado fue una iglesia
floreciente, piadosa, llena de vitalidad. Pero ¿Cuál fue la marca
distintiva de ese período? El profundo conocimiento doctrinal. Los
puritanos se esforzaron en redactar confesiones de fe y catecismos
que ayudaran a los pastores en su labor de edificar a los santos.
Durante ese tiempo se dio la deseada combinación de tener
pastores que eran, a la misma vez, piadosos hombres entregados al
Señor y poderosos teólogos que exponían con claridad y sencillez la
doctrina bíblica.
Si queremos tener en nuestro siglo y en nuestros países
avivamientos poderosos, entonces debemos iniciar enseñando con
claridad y profundidad las preciosas doctrinas bíblicas. Pero, alguien
podrá decir ¿La doctrina no es un invento de los hombres, no es la
redacción humana de dogmas y conceptos? Judas nos dirá que no.
La verdadera doctrina procede del Dios Santo.

c. Carácter de la edificación. “Edificándoos sobre vuestra


santísima fe”
La doctrina cristiana, aquella que es verdadera, no procede de la
imaginación de los hombres, sino que ella bebe de la fuente más
pura y excelsa que puede haber, es decir, de Dios. La doctrina
bíblica no es más que la enseñanza recibida de Dios, a través de su
Palabra, la cual es inspirada por el Espíritu Santo. Esta fe en la cual
los santos se edifican es santísima porque procede del Santo. “Esta
fe es un don de Dios que le es confiado a los cristianos, y que es
descrita en forma superlativa como <santísima>. Esta fe que se
origina en Dios es perfecta, pura e incomparable. Los creyentes
deben esforzarse lo más posible para fortalecer a sus hermanos con
este precioso don que poseen juntos”[35]. Jesús dijo que la doctrina
verdadera procede de Dios: “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina
no es mía, sino de aquel que me envió” (Jn. 7:16).
Algunas personas creen ser edificadas cuando escuchan a algunos
supuestos “profetas” hablando las fábulas que inventan sus mentes
exaltadas, y constantemente están buscando estas experiencias.
Pero de la única manera que puedo estar seguro de estar
edificándome en Dios, conforme a Su voluntad, es cuando estoy
aprendiendo la doctrina que fue enseñada por los apóstoles y
profetas verdaderos, que nos ha sido transmitida a través de las
Sagradas Escrituras, que las iglesias verdaderas la han profesado a
través de sus credos y confesiones históricas. Cuando estudiamos
la doctrina, estamos conociendo a Dios, conociéndole a él, somos
conformados a la imagen de Cristo, y crecemos en santidad. “Y
ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su
gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con
todos los santificados” (Hch. 20:32).
La verdadera doctrina solo se conoce a través de las Escrituras. De
manera que Judas nos llama a conocerla, a estudiarla, a analizarla,
pero también a obedecerla. La verdadera doctrina conduce al
creyente a una práctica verdadera de la fe. La verdadera doctrina no
consiste en elucubraciones sobre temas absurdos, sino que ella se
deleita en conocer al Dios que se revela en las Sagradas Escrituras.
Ella es santísima porque se centra en el Dios santo que nos es
revelado en Su Palabra. “… la fe que sustentamos – o, mejor dicho,
que nos sustenta – no es meramente la opinión personal de uno
mismo, sino la revelación que vino de Jesucristo y fue conservada y
transmitida dentro de la Iglesia, siempre bajo el cuidado y la
dirección del Espíritu Santo, de generación en generación”[36].
La verdadera doctrina es santísima porque nos conduce a
apartarnos del pecado y a vivir una entrega real a Dios, pues, al
conocer su Palabra, lo conocemos a Él, y el Espíritu nos lleva a vivir
para Él.
La doctrina bíblica, expuesta de manera fiel, clara, y siendo aplicada
por el Espíritu Santo al corazón del creyente, es un poderoso
instrumento para transformarnos a la imagen de Cristo.
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante oración en el Espíritu
Santo
Judas 20
Introducción:
El poder destructor del engaño ha existido desde el inicio mismo de
la creación. Al comienzo de la existencia del género humano,
Satanás, el gran adversario, hizo de las suyas engañando a Adán y
Eva, llevándoles a creer conceptos erróneos que luego les
condujeron a rebelarse contra Dios y en consecuencia recibieron la
ira del Juez divino.
A partir de ese nefasto momento, todos los hombres debemos
enfrentar una lucha constante para librarnos del poder del engaño,
pero es una lucha que pocos pelean realmente, pues, nos es más
placentero y fácil dejarnos llevar por la corriente de este mundo,
aunque el fin del engaño es la destrucción, la miseria, la ruina y el
sufrimiento sin fin en una eternidad, abandonados por Dios.
El pastor Judas, en su breve pero confrontadora carta, nos ha
presentado un retrato de la crueldad de los falsos maestros, los
cuales fingen ser siervos del Señor, pero en realidad, solo buscan
un fin: engañar a los incautos y conducirlos detrás de sus obras
impías. Estos falsos profetas están constantemente activos en
fraguar maneras para introducir herejías destructoras de manera
sigilosa, velada y, como dice Judas, encubierta.
Judas invita a todos los creyentes para que se libren de la
posibilidad de caer en manos de los falsos profetas y de sus falsas
doctrinas, manteniéndose ocupados en varias actividades
espirituales que son efectivas en nuestra diaria y constante lucha
espiritual: Edificar, orar, conservar y esperar.
1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios.
“edificándoos sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
2. La constante oración en el Espíritu Santo. “orando en el Espíritu
Santo” (v. 20)
3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el
amor de Dios” (v. 21)
4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)
Ya hemos visto cómo nos edificamos sobre la santísima fe.
Aprendimos que esto consiste en ir construyendo nuestras vidas
sobre el conocimiento certero de la Palabra de Dios, que, aunque al
inicio tenemos poco conocimiento de las Escrituras, vamos
poniendo, pieza por pieza, poco a poco, yendo de los más sencillo a
lo más profundo, las verdades poderosas que han sido reveladas
por Dios en Su palabra. Esta edificación debe ser constante,
continua y segura. Si nuestras vidas se construyen sobre la Palabra
de Dios, entonces permaneceremos firmes y nuestra casa no caerá
frente a los vientos de la falsa doctrina.
Pero, un peligro muy común en los círculos evangélicos
conservadores, donde se hace mucho énfasis en ser iglesias de la
Palabra, es decir, centradas en la Sola Escritura, es que nos
volvemos expertos en el conocimiento de la Palabra, pero
descuidamos los otros medios de gracia que Dios nos ha dado para
conservarnos en su amor, y ser así librados de los errores de la
falsa doctrina.
En esta oportunidad analizaremos la segunda actividad en la cual
nos debemos mantener firmes y constantes: La oración. Con el fin
de comprender este segundo punto presentado por Judas en el
versículo 20 de su carta, dividiremos el estudio en las siguientes
partes:
1. El mandato de orar
2. La forma de orar

1. El mandato de orar: “Orando…” (v. 20)


Siendo que detrás de los falsos profetas y de las falsas doctrinas, o
del engaño, se encuentra Satanás, el adversario de Dios y de la
verdad, entonces, no podemos enfrentar esta poderosa corriente de
mentira y destrucción, sino es en dependencia del poder de Dios. La
Palabra escrita, es decir, la Sagrada Escritura, es la base firme
sobre la cual cimentamos nuestras vidas, pero la oración es el
medio a través del cual alcanzamos el poder de Dios que nos
permite mantenernos firmes en la verdad revelada en las Escrituras.
Una vida sin oración no es más que un ateísmo práctico. Cuando no
oramos constantemente estamos actuando como aquellas personas
que niegan la existencia de Dios, y por lo tanto, nunca le buscan.
Hay ateos teóricos y hay ateos prácticos. El cristiano que no ora
frecuentemente, actúa como un ateo práctico. Con su mente y boca
puede recitar sendos pasajes de la Biblia, o con su razón puede
comprender las más hermosas, profundas y ortodoxas verdades
doctrinales, pero con su falta de oración muestra que estas
verdades solo están guardadas en su mente, y no afectan en nada
su vida espiritual.
Si bien es cierto que el medio de gracia fundamental para nosotros
los creyentes es la Palabra de Dios, y nos es necesario
escudriñarla, entenderla, pensarla, meditarla, memorizarla, no
obstante, si esta Palabra no está acompañada de la oración
constante, entonces no será más que mero conocimiento racional, el
cual nos conducirá a ser orgullosos, fríos y secos espiritualmente.
Hay dos peligros espirituales muy serios en los cuales las personas
pueden caer: Primero, dejarse arrastrar por las falsas doctrinas, y
segundo, ser muy ortodoxo en la fe, luchar por la sana doctrina,
pero volverse un frío y congelado guerrero de la fe. Esta frialdad
procede del no mantenerse al calor de la oración, de la comunión
con Dios y la dependencia del Espíritu Santo.
Judas conoce la debilidad del ser humano, y es por eso que nos
manda a luchar por la fe que ha sido dada una vez a los santos,
pero que esta lucha no sea solamente asunto de ortodoxia sino de
orto-praxis. Estudio de la Biblia sin oración, no es más que orgullo
racional. Los falsos profetas mantienen a sus seguidores ocupados
en vanas oraciones y en un emocionalismo excesivo, vacío de
conocimiento, sensacionalista y místico, pero muchas veces los
creyentes ortodoxos se mantienen en un estudio “profundo y serio”
de la Palabra, pero alejados del calor de la comunión con Dios. No
sé cuál de los dos extremos será más peligroso.
Orar constantemente es uno de los deberes más importantes del
creyente. El Salmista dice que orar es una actividad que identifica a
los santos: “Por esto orará a ti todo santo…” (Sal. 326). La oración
debe ser uno de los primeros deberes del cristiano todos los días:
“Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentará
delante de ti, y esperaré” (Sal. 5:3). Pero la oración no solo debe ser
uno de los primeros deberes, sino que es uno de los constantes
deberes durante el día: “Tarde y mañana y a medio día oraré y
clamaré y él oirá mi voz” (Sal. 55:17). La atmósfera normal en la
cual un cristiano debe respirar constantemente es en el de la
oración. No solo al levantarse, sino al iniciar las labores del día, al
marchar para su trabajo o estudio, al desarrollar su trabajo, al
enfrentarse con las preocupaciones de su labor, al sufrir por las
complejas relaciones humanas, al angustiarse en medio de la diaria
congestión vehicular, al desesperarse por las largas filas que
debemos hacer cuando estamos en el banco o en las entidades de
salud, al estudiar la Biblia, al evangelizar a los perdidos, al
controvertir a las falsas doctrinas, al defender la fe.
Jesús es nuestro mejor modelo en una vida de oración. De él se
dice que “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro,
salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mr. 1:35). A Jesús lo
encontramos orando en todo momento y en todas las circunstancias
de su vida, de allí que él mismo nos enseñara, a través de una
ilustración, sobre “la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lc.
18:1). Los apóstoles también instaron a los creyentes a no ser
descuidados con este medio de gracia, sino que se nos ordena:
“Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17).
La Biblia nos dice que somos guardados por el poder de Dios (1
Ped. 1:5), y el poder de Dios trabaja en nosotros a través de la
oración, ya que ella nos mantiene en el fervor de la fe. Los
creyentes que descuidan la oración decaen en su sensibilidad y
fervor espiritual. La oración es como el fuego de una hoguera que
siempre nos mantiene al calor de la comunión con Dios. No es de
extrañar que los hombres se vuelvan mundanos y apáticos a las
cosas espirituales, si se permiten que las horas, los días y las
semanas pasen, sin que su voz llegue al Trono de la gracia.
Muchos creyentes son fieles en asistir a los avivados cultos del
domingo, o a las reuniones de parejas o de jóvenes, y son muy
puntuales para asistir a las actividades de integración, comidas y
recreos, incluso les encanta participar de reuniones para estudiar la
doctrina, pero son muy negligentes en asistir a los cultos de oración.
No es de extrañar que sus vidas carezcan de fervor espiritual, o
pasión por Dios, pues, la oración congregacional nos permite
fortalecernos los unos a los otros, desarrollar el amor mutuo,
interceder por las necesidades de otros, clamar juntos por un
avivamiento para la iglesia local, cuando oramos juntos hay una
bendición especial que no se puede disfrutar de otra manera:
“!Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos
en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual
desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde
de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre
los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida
eterna” (Sal. 133).
La Iglesia apostólica comprendió esta fundamental verdad de la
necesidad de orar juntos, y constantemente se reunían para tener
momentos de oración: “Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan
y en las oraciones” (Hch. 2:42). Las oraciones de los creyentes son
tan preciosas y amadas por el Señor que ellas llegan como un olor
fragante ante su santa presencia. “Y de la mano del ángel subió a la
presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los
santos” (Ap. 8:4).
Pero, ¿Cómo hemos de orar? Este será nuestro segundo punto.

2. La forma de orar: “… en el Espíritu Santo”


Judas dice que la oración verdadera debe ser hecha en (o por) el
Espíritu Santo. Antes de explicar este asunto es necesario hacer
una aclaración pertinente. Algunas personas creen que orar en el
Espíritu Santo consiste en orar usando el don de lenguas. Se basan
para esta afirmación en las palabras de Pablo, cuando dice: “Porque
si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi
entendimiento queda sin fruto ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu,
pero oraré también con el entendimiento” (1 Cor. 14:14-15). No
vamos a explayarnos en el álgido tema de las lenguas como don
que algunas personas reclaman tener en nuestros días, por medio
del cual creen tener la capacidad de hablar en idiomas no
aprendidos o en “lenguaje de ángeles”, pero, cuando Judas, y los
otros autores del Nuevo Testamento hablan de orar en el espíritu no
se están refiriendo a las lenguas sobrenaturales. ¿Cómo lo
sabemos? “Lo sabemos porque 1 Corintios 12:29-30 deja claro que
no todos los cristianos hablan en lenguas: < ¿Son todos apóstoles?
{…} ¿Hablan todos en lenguas? La respuesta que se espera según
la construcción griega es: <No, no todos son apóstoles. No todos
hacen esto. No todos hablan en lenguas>. No todos los cristianos
hablan en lenguas ni tienen porqué hacerlo. Pero este mandamiento
de Judas es para todos los cristianos. Por tanto, no puede estar
pensando en el hablar en lenguas, porque solo algunos lo hacen,
según el Nuevo Testamento”[37].
Entonces, ¿a qué se refiere Judas cuando dice que debemos orar
en el Espíritu Santo? Para comprender esta verdad es necesario
acudir a otros pasajes bíblicos que nos dan más luz. El apóstol
Pablo en Romanos 8:26-27 dice: “Y de igual manera el Espíritu nos
ayuda en nuestra debilidad; pues, qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Más el que escudriña los
corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a
la voluntad de Dios intercede por los santos”. El apóstol está
afirmando que nosotros no sabemos orar, no podemos orar
solamente basados en nuestros conocimientos, sentimientos o
propósitos. Nuestras mejores intenciones para elevar una oración
agradable a Dios fracasarán y solo encontrarán el desagrado del
cielo. Aquí el apóstol no está hablando de elocuencia o de palabras
rebuscadas o frases mágicas que al ser pronunciadas alcanzan el
favor de Dios, no. La debilidad nuestra al orar es que no sabemos
qué pedir. Muchas veces pedimos cosas que no convienen y
estamos centrados solo en nuestro bienestar y comodidad: “Pedís, y
no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Stg.
4:3). En nuestra humana sabiduría solo podemos dar, como dijo el
Puritano Thomas Manton, eructos desagradables, voces extrañas y
palabras bárbaras delante de Dios. Teniendo esta gran incapacidad
para orar cómo conviene, entonces, Dios manda al Espíritu Santo, el
cual habita sobre y en todos los creyentes, para que nos guíe con su
dulce, suave y callada voz, a orar, muchas veces sin palabras, sino
con gemidos, por aquellas cosas que Dios desea darnos.
Spurgeon, en un devocional de Judas 20 dijo “La gran característica
de la verdadera oración es que se hace en el Espíritu Santo. La
semilla para una devoción aceptable debe venir del almacén
celestial. Solo la oración que viene de Dios, puede ir a Dios. Estar
orando en el Espíritu Santo, es orar con fervor. Las oraciones frías el
Señor no las escucha. Cuando hablamos del fuego de la oración, no
se trata de algo tibio, sino que ésta debe estar al rojo vivo. Se trata
de orar con perseverancia. El verdadero suplicante cobra fuerza a
medida que avanza y su fervor crece cuando Dios demora en
responder. Cuanto más tiempo dura la puerta cerrada, con mayor
insistencia uso la aldaba, y cuanto más tiempo permanece el ángel
resuelto, no lo dejaré ir sin recibir la bendición. Hermoso a la vista
de Dios es el llanto, la importunidad agonizante e invencible. Esto
significa orar con humildad, el Espíritu Santo nunca nos llenará de
orgullo. Es su oficio el convencernos de pecado, inclinándonos a la
contrición y al quebrantamiento de espíritu. Nunca se canta Gloria in
Excelsis excepto cuando oramos a Dios De profundis. La oración
debe ser perfumada con amor, saturada de amor – el amor a
nuestros santos hermanos, y el amor a Cristo”[38].
La oración hecha con la ayuda del Espíritu no busca convencer a
Dios de que nos de lo que nosotros queremos, sino que busca de
Dios el conocer su voluntad y que esta sea hecha en nosotros.
Muchas de las oraciones que hacemos no son respondidas
positivamente porque esa era la oración humana, imperfecta, más
no era lo que él Espíritu oraba. Para orar bien, debemos estar en
perfecta sintonía con el Espíritu Santo que mora en nosotros.
El Salmista entendió esta verdad cuando dijo: “Suba mi oración
delante de ti como el incienso, del don de mis manos como la
ofrenda de la tarde” (Sal. 141:2). Ahora, antes de que saliera humo
de los incensarios, estos debían ser encendidos por el fuego santo.
Los creyentes también debemos elevar oraciones que proceden del
fuego santo, de los carbones que son tomados del altar. Solo así
nuestra oración será como un incienso agradable al Señor, sino
oramos en el Espíritu Santo, entonces es imposible que la oración
llegue al Trono de la Gracia.
El puritano Thomas Manton dice que” la oración es un trabajo muy
difícil para nosotros, podemos balbucear de nosotros mismos, pero
no podemos orar sin el Espíritu Santo, podemos poner las palabras
en la oración, pero es el Espíritu el que pone los afectos, sin los
cuales (la oración) no es más que una charla fría y una
conversación exánime (muerta)”[39]. En muchas ocasiones nuestras
necesidades pueden llevarnos a hacer oraciones muy sentidas. Un
hombre carnal o no nacido de nuevo puede ser llevado a sentir un
fuerte fervor e impulso para orar y gritar delante de Dios, suplicando
alivio para un sufrimiento temporal. Los hombres que suelen hablar
palabras soeces y que a cada rato ofenden con su lenguaje sucio y
hacen burla de las cosas espirituales, si estuvieran en un barco a
punto de hundirse en el mar feroz, o en un avión que está a punto
de caer estrepitosamente a tierra, no dudarían en volverse serios y
clamar con fervor a Dios por ayuda. Pero este fervor natural no es el
fervor del Espíritu, sino de la carne. Estas oraciones no son más que
los gritos desentonados de un cuervo. El fervor que procede de la
gracia es otra cosa totalmente distinta.
El apóstol Pablo, en Romanos 8:26-27 afirma que el Espíritu Santo
nos ayuda a orar conforme a la voluntad de Dios. “Nadie puede orar
en debida forma a menos que esté en el Espíritu, es decir, en el
elemento de su influencia”[40]. Y la influencia del Espíritu Santo se da
a través de su Palabra revelada, pues, toda la Escritura es inspirada
por Dios, y los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo (2 Ti. 3:16; 2 Pe. 1:21). De manera que cuando
somos guiados por la Palabra y ella abunda en nosotros, nuestras
oraciones serán presentadas ante Dios con la voz y el sentir del
Espíritu.
El Espíritu Santo ha sido otorgado como un don precioso a todos los
creyentes, y solo por su santa influencia en nuestros corazones
podemos dirigirnos a Dios con fervor espiritual, para llamarle Abba,
Padre: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el
espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Ro.
8:14-15). Los creyentes tenemos la seguridad de que ahora somos
hijos, y de que Dios es nuestro Padre, por la acción del Espíritu
Santo en nosotros. Con esta conciencia de pertenencia a la familia
de Dios, entonces derramamos nuestros corazones ante él en
oración. “¿Qué es la oración en el Espíritu Santo? Es oración en ese
espíritu de adopción, ese espíritu de filiación, ese ir al Padre por
medio de la fe en Jesucristo, quien ha muerto por nosotros; ir a Él
derramando nuestros corazones delante de Él, con nuestras
necesidades y deseos más profundos, cómo haría un niño con su
padre”[41].
También el apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, nos insta a orar
en el Espíritu: “Orando en todo tiempo, con todo oración y súplica en
el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por
todos los santos” (Ef. 6:18). Cuando nos sometemos a la voz del
Espíritu, es decir, a su Palabra revelada, entonces seremos guiados
a orar conforme a su voluntad, sabiendo que la voluntad de Dios
para nosotros es nuestra santificación. (1 Tes. 4:3).
Ahora, cuando somos guiados por el Espíritu de Dios en la oración,
nuestro clamor será conforme al clamor del Señor, y oraremos para
que su “palabra corra y sea glorificada” (2 Tes. 3:1). Oraremos para
que los pastores y predicadores bíblicos sean más osados en
proclamar la verdad y denunciar la mentira. Oraremos para que las
personas que están siendo engañadas por los falsos profetas
puedan encontrar la luz de la Palabra y salgan de sus garras
malvadas. Cuando somos guiados por el Espíritu, en nuestras
oraciones no nos centraremos en pedir cosas para nuestro deleite
terreno, sino que de manera primordial clamaremos para que el
Reino de Dios venga a todas las personas, a las ciudades, a los
países, a las iglesias, y que su Gloria inunde al mundo, salvando a
los escogidos por gracia.
Orar en el Espíritu también significa que el Espíritu Santo nos da
dones y gracias especiales para que podamos tener las palabras
necesarias que expresan los afectos del Espíritu. El Espíritu da a
algunos hombres la habilidad para expresar de una manera precisa
y abundante lo que Dios quiere que oremos, pero todos los
creyentes, en la medida que estamos siendo impregnados por la
Palabra de Dios, tendremos las palabras del Espíritu, adecuadas a
cada ocasión, para pedir como conviene.
Cuando un creyente está siendo guiado por el Espíritu, entonces
sabrá que es necesario orar constantemente. Su corazón estará
atento a la voz del Espíritu, a través de su Palabra escrita, y podrá
tener la experiencia del salmista: “Mi corazón ha dicho de ti: Buscad
mi rostro, tu rostro buscaré, oh Jehová” (Sal. 27:8).
La oración en el Espíritu es la que nos proveerá las fuerzas para
rechazar las falsas enseñanzas de los falsos profetas, porque
estaremos tan inmersos en la voluntad del Espíritu de Dios, que muy
pronto vamos a discernir los espíritus, y sabremos si las enseñanzas
que oímos son del Espíritu, es decir, conforme a la Palabra, o si son
falsas: “Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción
que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os
enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella
os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:26-27).
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante conservación en el amor
de Dios
Judas 20
Introducción:

Ahora, en la última parte de la carta, Judas ha afilado la espada de


la Palabra y exhorta a la iglesia para que se ocupe en varias
actividades que nos ayudarán a evitar la influencia de los falsos
maestros y nos fortalecerán para escapar del camino de la
apostasía. Judas nos dijo que es necesario siempre tener presente
las palabras de los apóstoles, edificar nuestras vidas sobre la
santísima fe, es decir, sobre la Palabra de Dios, y que nos volvamos
expertos y constantes en la verdadera oración, la cual debe ser
hecha en el Espíritu Santo. Todo esto debe caracterizar al creyente
que desea verse libre de la influencia de los engañadores de la fe,
todo esto debe caracterizar a aquellos que quieren ser librados de
caminar por la senda de los falsos maestros y que no desean
terminar en la apostasía.
Pero puede que alguien, a estas alturas del estudio de Judas, se
pregunte, ¿Acaso las doctrinas bíblicas de la gracia no nos enseñan
que nuestra salvación está segura en Cristo y que nada podrá
hacernos daño? ¿No es el mismo Judas el que concluye su carta
afirmando en el verso 24 que solo Dios es poderoso “para
guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha delante de su
gloria con gran alegría”? Si solo Dios puede guardarnos sin caída,
es decir, si solo Él puede preservarnos para que no caigamos en la
apostasía, entonces ¿por qué gastar tanto tiempo describiendo a los
falsos profetas, denunciando las falsas doctrinas, advirtiendo del
juicio de Dios que vendrá sobre los apóstatas y exhortando a la
iglesia para que se ocupe en diversas actividades, que salen a
sobrar, pues, nuestra firmeza en el Evangelio depende solo del
poder preservador de Dios?
Pero no nos dejemos engañar en este asunto. Algunas corrientes
doctrinales antinomianas (en contra de la Ley del Señor) y algunos
grupos que han sido denominados como “hiper-calvinistas”, algunos
dispensacionalistas extremos y otras corrientes sectarias dentro de
los grupos evangélicos, han llevado hasta extremos peligrosos las
preciosas doctrinas de la gracia, convirtiéndolas en las doctrinas de
la desgracia, pues, tomando solo los textos que nos hablan de la
seguridad que tenemos en Cristo para nuestra salvación, desechan
los cientos de pasajes bíblicos que presentan el cuidado
preservador de Dios utilizando los medios que la misma gracia nos
da para que nos ocupemos en nuestra salvación.
No se trata de que la salvación sea una obra sinérgica, es decir,
donde Dios y el hombre son co-redentores, sino que la gracia divina,
cuando obra en el corazón del creyente, le capacita para utilizar los
medios de la gracia y glorificar así al Señor.
Veamos ejemplos de cómo se presenta esto en las Sagradas
Escrituras:
- Pablo dice que la salvación es por gracia, por medio de la fe, y que
esta fe es un don de Dios (Ef. 2:8), no obstante, el Señor no creerá
por nosotros, sino que nosotros tenemos que creer.
- También la Palabra de Dios enseña que el arrepentimiento es un
don de Dios (Hch. 11:18), pero no es Dios quien se arrepiente por
nosotros, sino que nosotros procedemos al arrepentimiento.
- Dios es el que nos preserva para salvación (2 Tim. 1:12), pero
nosotros, por la gracia, tenemos el deber de perseverar hasta el fin
(Mt. 24:13).
Con esta claridad bíblica en mente, analicemos hoy la tercera
actividad en la cual Judas, inspirado por el Espíritu Santo, nos
exhorta para que nos mantengamos ocupados con el fin de evitar
caer en manos de la falsa doctrina, de los falsos maestros y de la
apostasía.

3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos


en el amor de Dios” (v. 21)
Con el fin de estudiar esta declaración, seguiremos este sencillo
bosquejo:
1. Analizaremos el mandato expresado en la palabra “Conservaos”
2. Explicaremos cómo nos conservamos en el amor de Dios
Y, como es característico en la predicación expositiva, concluiremos
con unas aplicaciones prácticas.

1. Analizaremos el mandato expresado en la palabra


“Conservaos”
Judas, continuando con sus exhortaciones para que nos
mantengamos ocupados en actividades que nos librarán de las
garras de la falsa doctrina, prosigue sus instrucciones diciéndonos
que es nuestro deber conservarnos o guardarnos en el amor de
Dios. Es decir, nos libraremos del camino de la apostasía,
guardándonos en el amor que procede de lo alto. Judas utiliza en su
carta varias veces la palabra “guardados”: En el verso 1 dijo que los
creyentes son “guardados en Jesucristo”, luego en el verso 6
presenta el juicio de Dios sobre los ángeles que “no guardaron su
dignidad” y ahora el Señor los ha “guardado bajo oscuridad”, y por
último, en el verso 24, concluye su carta con una preciosa
doxología, dando gloria a aquel que es “poderoso para guardarnos
sin caída”.
Ahora, siendo que para Judas, el autor inspirado, la acción de ser
guardado o de conservarse es tan importante, analicemos de qué se
trata.
La palabra griega que Judas usa en el verso 21, para “conservaos”,
es tërësate (Primer aoristo de imperativo en voz activa (de urgencia)
de tërëo)[42]. Es interesante que la palabra usada por Judas, en el
verso 1, para decir que los creyentes estamos guardados
(tetërëmenois) en Jesucristo, es de la misma familia de la que usa
en el verso 21 para decir que nos mantengamos guardados en el
amor de Dios.
Tërëo es una palabra griega que significa literalmente “custodiar,
guardar, proteger” y de esta también se desprenden otras palabras
que significan “vigilar bien, resguardar, atesorar, tener en mente,
proteger”[43]. También puede significar “mantener a la vista, velar por,
poner atención, resguardar, retener, preservar”.
En Juan 17:11-12 esta palabra se usa en el sentido de proteger o
preservar: “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el
mundo, y yo voy a ti. Padre Santo, a los que me has dado,
guárdalos en tu nombre, para que sean uno así como nosotros.
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu
nombre; a los que me diste yo los guardé, y ninguno de ellos se
perdió, sino el hijo de perdición”. Jesús pide al Padre que preserve a
los suyos y los guarde para que ninguno se pierda. Aquí la acción
de guardar proviene del Padre.
Ahora, muchas veces esta palabra griega es usada en el Nuevo
Testamento para referirse a la acción de Dios en nosotros
guardándonos y preservándonos en la fe. Pero en Judas 21 parece
estar indicando una acción del creyente. Como dije en la
introducción, esto parece ser problemático para algunas personas.
Citaré un comentario de John Benton al respecto: “Pero espera –
puedes decir -, el versículo 1 nos dice que los cristianos somos
guardados, ¿no es cierto? Bueno, pues si somos guardados ¿por
qué tenemos que conservarnos? La lógica humana nos dice que si
Dios está haciendo algo, entonces nosotros no tenemos que hacer
nada respecto a eso. Pero la lógica bíblica es con frecuencia
diferente. La lógica bíblica aquí es que, si Dios está haciendo algo,
entonces debo desear hacerlo también. Filipenses 2:12-13 es una
gran afirmación clásica de esa clase de forma de pensar: “Ocupaos
en vuestra salvación con temor y temblor”. Actuar, ser un cristiano
que se ocupa de cosas. ¿Por qué? “Porque Dios es el que en
vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad”. La lógica humana diría: “Si Dios lo está haciendo, ¿por
qué tengo que hacerlo yo?” Pero es lógica humana. La lógica bíblica
no contrapone la soberanía de Dios a la responsabilidad del
hombre. Al contrario, hace hincapié en ambas por igual. Por tanto,
tengo que ocuparme de mi salvación porque Dios está obrando en
mí. Si Dios me está guardando, entonces Judas tiene plena razón al
decir que debemos conservarnos en el amor de Dios”[44].
En teología solemos usar un término que describe el cuidado y la
acción de Dios para preservar o cumplir sus propósitos, utilizando
las acciones y la responsabilidad humana. Este término es
“concurrencia”. La concurrencia puede ser definida “como la
cooperación del poder divino con los poderes subordinados, de
acuerdo con las leyes pre-establecidas para su operación
haciéndolas actuar, y que actúen precisamente como lo hacen”[45].
Un ejemplo bíblico de concurrencia es cuando Dios quiere preservar
a Jacob y a sus hijos de la muerte por hambre con el fin de formar a
través de ellos una nación santa y utiliza para esta preservación las
inclinaciones pecaminosas que tenían los hermanos de José, y a
éste lo venden como esclavo para luego ser llevado a Egipto, donde
llega a convertirse en uno de los principales miembros del gobierno
del Faraón, y estando en esta posición logra salvar a sus hermanos
de la gran hambruna que vino sobre la tierra; es por eso que José
en Génesis 45:5 dice a sus angustiados y temerosos hermanos:
“Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido
acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de
vosotros”. ¿Quién envió a José delante de sus hermanos a Egipto?
Dios ¿Qué medio usó Dios para enviarlo a Egipto? Las inclinaciones
pecaminosas de sus hermanos. ¿Fueron responsables los
hermanos de José por lo que hicieron? Si ¿Los obligó Dios a hacer
lo que hicieron? No. Pero ¿Actuaron ellos conforme al plan que Dios
había trazado? Si. Eso es concurrencia, y es de lo que Judas nos
habla en este pasaje.
Judas está afirmando que los creyentes somos responsables de
conservarnos o ser guardados en el amor de Dios, pero no se trata
de que somos co-redentores con Dios, ni de que la salvación
dependa de nosotros, o que el hombre hace una parte del trabajo y
Dios hace la otra parte (como enseñan nuestros amados hermanos
arminianos). La concurrencia nos enseña que Dios hace su obra en
nosotros, usando los medios que su soberanía ha designado.
Nosotros no podemos hacer nada para nuestra salvación, o para ser
conservados en el amor de Dios, sin el poder de su gracia, pues,
Jesús mismo dijo: “Porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn.
15:5). No puede haber concurrencia si esta no es dependiente,
totalmente, del poder de Dios.
En la perseverancia de la fe, en el conservarnos en el amor de Dios,
hay una concurrencia de nuestro cuidado y diligencia: “Por tanto,
amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi
presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia,
ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12). Pero
que este ocuparse no es una actividad meramente humana o
resultado del esfuerzo humano, sino que procede del poder de la
Gracia de Dios, se deja ver en el verso que sigue: “Porque Dios es
el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su
buena voluntad” (Fil. 2:13). O como también dice Pablo en
Filipenses 1:6 “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en
vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
El cultivo de los hábitos santos, el crecimiento en las disciplinas de
la gracia, la capacidad de actuar santamente, todo esto viene de
Dios: “Más el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna
en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él
mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Ped. 5:10)
– sin embargo, hay una concurrencia de nuestro cuidado, esfuerzo y
trabajo. Como dice Thomas Manton: “Un niño en la matriz es
alimentado por la madre, vive por la vida de la madre, se alimenta
con la comida de la madre, pero un niño, cuando nace, vive una vida
distinta y separada de su madre, aunque todavía está bajo el
cuidado y disposición de ella. Lo mismo ocurre con nosotros luego
de recibir la gracia. Tenemos un poder para actuar y hacer lo
necesario para la preservación de la vida espiritual”[46].
De manera que cuando Judas nos ordena, con un sentido de
urgencia, a “conservarnos o guardarnos en el amor de Dios” está
diciéndonos que no debemos descuidar los medios de gracia para
librarnos de caer en las manos de los falsos profetas y las doctrinas
erróneas. Que no debemos descansar sobre el lecho del facilismo, y
pensar que como Dios lo hace todo, entonces no soy responsable
de hacer nada. Es verdad que Dios lo hace todo, pero lo hace en
nosotros y por nosotros. La ociosidad espiritual producirá en
nosotros resultados negativos, adversos y peligrosos.
Pero, ahora la pregunta es, ¿cómo nos conservamos o guardamos
en el amor de Dios? Este será nuestro segundo punto.

2. Explicaremos cómo nos conservamos en el amor de Dios


Para guardarnos o conservarnos en el amor de Dios, para
mantenernos vigilantes en ese amor y perseverar en él, es
necesario utilizar los medios que la gracia ha dispuesto para ello.
Las dos primeras acciones que Judas mencionó en el verso 20 -
edificándonos en nuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo
- forman parte de los medios que el Señor usa para que seamos
guardados o preservados.
Ya hemos visto que esta acción de ser guardados o preservados,
aunque en últimas es obra de la gracia y el poder de Dios, como
estaremos viendo en el verso 24, no obstante “debido a la
concurrencia de nuestros esfuerzos, es atribuido a nosotros
mismos”[47].
Ahora, de todas las gracias que nos son dadas, el amor es el que
más cuidado exige, es la gracia que más debemos guardar. ¿Por
qué? Porque es la gracia que más rápido decae. “Pero tengo contra
ti que has dejado tu primer amor” (Ap. 2.4). El amor es como una
llama que se enciende en nuestro corazón, pero para mantenerse
ardiendo requiere de buen combustible. El amor es el motor que nos
empuja a apartarnos del pecado y a cumplir con nuestros deberes
para con Dios y los hombres. El amor a Dios es el primer afecto que
se corrompió en la caída, y es el primero que se renueva en la
salvación. El amor nos hace odiar al pecado, nos aflige a causa del
dolor de los demás, nos hace estar de luto por nuestros pecados. El
amor nos lleva a deleitarnos en Dios y en sus santas leyes. La Biblia
nos presenta al amor de Dios o al amor de Cristo como un poderoso
elemento que produce en nosotros toda una variedad de gracias:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe” (2 Cor. 5:14)
“Pues este es el amor de Dios, que guardemos sus
mandamientos” (1 Jn. 5:3)
“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gál. 5:6)
Siendo que el amor es el eje central que mueve el desarrollo sólido
de nuestra vida cristiana, entonces, éste será el principal objeto de
ataque por parte de Satanás, la carne y el mundo. La fe obra por el
amor, la fe recibe la gracia, y el amor la ejercita. Si queremos resistir
al pecado, si queremos guardar los mandamientos de Cristo,
entonces no podemos prescindir del amor. El amor es una gracia
que nos hace activos en el bien a los demás y es por eso que Pablo
nos habla del “trabajo de vuestro amor” (1 Tes. 1:3). El amor es el
pegante más fuerte que une a las piedras vivas que forman parte de
la iglesia; es por el amor que todo servicio para el reino de Dios se
hace con alegría. La falta de amor a Dios y a los santos es la causa
de la apostasía.
Ahora, ¿Cómo nos mantenemos o conservamos en el amor de
Dios?
La mejor forma para crecer en el amor consiste en conocer de
manera íntima y cercana a la otra persona. Nos es difícil amar
verdadera y profundamente a las personas que no conocemos de
cerca. Podemos sentir cariño, simpatía o compasión por personas
que no conocemos y que pueden estar pasando por situaciones de
adversidad o sufrimiento, pero amar de corazón requiere cercanía,
conocimiento personal, relaciones profundas.
Para conservarnos en el amor de Dios y en el amor a Dios es
necesario conocerlo. Y la mejor y más segura manera de conocerlo
es a través de Su Palabra. Por eso Judas dijo que debemos estar
edificados sobre nuestra santísima fe. Muchas personas no disfrutan
del amor de Dios porque simplemente no le conocen. Algunos que
se hacen llamar cristianos, y asisten a los cultos, participan de todas
las actividades espirituales de la iglesia, viven vidas frustradas y con
nada de fervor espiritual, y les es difícil amar a Dios y amar al
prójimo, simplemente porque no le conocen. Esto dijo el apóstol
Pablo a algunos miembros de la Iglesia evangélica en Corinto:
“Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a
Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Cor. 15:34).
Escuchar y escudriñar con total devoción y pasión la Palabra de
Dios, encenderá en nosotros la llama de la pasión por Dios. La
Palabra, cuando habla a nuestro corazón, siempre produce ese
fervor, esa fue la experiencia de los discípulos que iban camino a
Emaús: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos
hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras” (Luc.
24:32).
Ahora, relacionado con el conocer a Dios, se encuentra la
obediencia a sus mandamientos. Judas no nos manda a
conservarnos en un sentimiento pasajero, o en un romanticismo fútil.
No, el amor en el cual debemos conservarnos, es un amor práctico,
que se ejercita constantemente a través de la obediencia. El Señor
Jesús, así como Judas, nos exhortó para que permaneciésemos en
su amor: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he
amado; permaneced en mi amor “ (Jn. 15:9). Pero a continuación él
nos explica cómo permaneceremos en su amor: “Si guardareis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor” (v. 10). La manera
establecida por Dios para que nos conservemos en su amor, para
que estemos vigilantes, para que no caigamos presa del error y de
la manipulación de los falsos profetas, es guardando sus
mandamientos. Y guardamos sus mandamientos cuando los
conocemos, a través del estudio serio de la Palabra, no
concentrándonos solo en las hermosas promesas que la Biblia
contiene, sino también en los mandatos que en ella nos da el Señor.
Pero no se trata solo de conocerlos, de ser capaces de recitar los
diez mandamientos y poder explicarlos en detalle, sino también de
vivirlos, de obedecerlos, de formarlos parte inseparable de nuestra
vida: “Pero sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg. 1:22). Solo
haciendo esto permaneceremos en el amor de Dios. Jesús
permaneció en el amor del Padre. Él cultivó un conocimiento
profundo y vivo de la Palabra revelada. Los evangelios hacen
manifiesto el amplio y personal conocimiento que Jesús tenía de la
Palabra, pero no solo eso, sino que Jesús mismo se gozó en
obedecer los mandamientos de Dios. La cercanía con el Padre, a
través de la oración en el Espíritu, avivó constantemente la llama del
amor a Dios, y Jesús experimentó siempre la alegría de saberse
amado por el Padre: “Así como yo he guardado los mandamientos
de mi Padre, y permanezco en su amor” (v. 10).
Otro medio para conocer a Dios y amarle de corazón, en
dependencia del anterior, es orar en el Espíritu. El Espíritu conoce a
Dios y él nos revela a Dios a nuestro corazón. La oración nos
permite experimentar su amor que ha sido revelado en las Sagradas
Escrituras. Sabemos que Dios perdona al pecador arrepentido, pero
no experimentaremos la realidad del perdón hasta cuando
acudamos en oración humilde y penitente ante Dios.
No habrá otra forma de conservarnos en el amor de Dios, sino es a
través de la comunión diaria con él, meditando en él, desarrollando
dulces pensamientos en torno a la majestad divina, su carácter, su
amor, su misericordia, su cuidado, su sabiduría, su santidad.
Cuando dejamos de meditar en Dios, entonces el amor disminuirá.
Una canción secular dice que la distancia es el olvido, y esto es muy
cierto en el amor hacia Dios. Entre más meditemos en él y
tengamos comunión, más fervoroso será nuestro amor hacia Dios,
pero si nos permitimos pasar un solo día sin dedicar tiempo para
tener dulces pensamientos en él, entonces el amor se enfriará, y el
enfriamiento del amor hacia Dios nos conduce a olvidar su Palabra,
a no buscar la fortaleza espiritual a través de la oración, y en
últimas, a alejarnos de Dios. Y estando lejos de Dios, seremos presa
fácil del error y los caminos de la apostasía.
La invitación que la Palabra nos hace hoy, a través de Judas, es a
mantenernos firmes en el amor de Dios, a conservarlo y guardarlo,
cuánto más, cuando sabemos que Dios mismo trabaja para
conservar y guardar ese amor, a través de la obra y la intercesión de
Jesús, nuestro poderoso Salvador: “¿Quién nos separará del amor
de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o
desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos
más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni
lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:35, 37-39).
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante espera en la
misericordia divina
Judas 21
Introducción:
Hay un dicho muy popular desde la edad media que dice “Vox populi
vox Dei”, la voz del pueblo es la voz de Dios. Esta afirmación se
utiliza para sustentar las decisiones que se toman teniendo en
cuenta el deseo de los pueblos. A la vez se ha utilizado para
legitimar alguna postura o tradición que es aceptada por una gran
mayoría de personas.
Esta misma frase parece aplicarse también en la esfera espiritual y
religiosa. La idea es que una creencia o una religión o una
denominación se consolidan como verdadera fe que proviene del
cielo dependiendo de cuántas personas pertenecen o se identifican
con determinada práctica o culto religioso.
Pero que no siempre las grandes masas de seguidores son prueba
de que tal o cual religión o denominación o corriente doctrinal son
correctos, es decir, es aprobado por Dios, se deja ver en la historia
de la fe cristiana. Una vez que los apóstoles salen de la escena
terrena, de entre sus discípulos empiezan a surgir corrientes
doctrinales y prácticas eclesiásticas que nada tenían que ver con la
fe que fue dada una vez a los santos. La iglesia debía mantenerse
firme en la doctrina que aprendieron de los apóstoles, pero no
siempre fue así. Ya en el siglo II se evidencia una creciente
jerarquización en los oficios eclesiásticos. El obispo, que debía ser
el pastor servidor, se convierte en un prelado de alto rango.
Luego, en el seno de la naciente cristiandad, surgen toda suerte de
herejías, las cuales logran afectar, no a unos pocos creyentes, sino
a miles y millones. Cada vez que aparecía una herejía, una
numerosa cantidad de pastores e iglesias completas se iban detrás
de ellas. Esto pasó con el Adopcionismo, que negaba la pre-
existencia y la divinidad de Cristo, también con el Arrianismo, que
negaba la existencia eterna de Jesús y su divinidad, o el Docetismo,
que negaba la encarnación del Hijo de Dios, o los Albigenses, que
suprimieron las ordenanzas o sacramentos en la vida de la iglesia, o
los Sabelianistas, también llamados modalistas, que negaban la
existencia de un Dios trino y afirmaban que Dios cambiaba o
mudaba la forma de presentarse ante el hombre, y en algunas
ocasiones se presentó como Padre, en otras como Hijo y ahora se
presenta como Espíritu Santo, pero que es una sola persona.
La mayoría de estas herejías aparecieron en los primeros siglos de
la iglesia. Pero siendo que la iglesia tenía la Palabra de Dios escrita,
y los pastores eran personas preparadas doctrinalmente para
ejercer su oficio, esperaríamos un rechazo contundente a toda falsa
doctrina que intentara permear la estabilidad apostólica de la Iglesia.
Pero esto no fue así, al menos con la mayoría de las iglesias. Los
pastores y las comunidades cristianas locales, corrían detrás de
cada nueva herejía que iba surgiendo. Y en gran parte esto se debía
a que pocos querían estar fuera del montón. Todos querían ser
reconocidos como parte del grueso de la cristiandad, así eso
significara creer y practicar cosas que iban en contra de las
Sagradas Escrituras.
Esta triste realidad ha sido característica de la iglesia en todos los
tiempos. Por eso en muchas ocasiones en las Sagradas Escrituras
se habla del fiel pueblo de Dios en cada generación como un grupo
pequeño, como un remanente o una manada pequeña.
Pero no es fácil ser una manada pequeña en medio de una
cristiandad alejada de Dios y del verdadero evangelio. En cada
generación esa manada pequeña ha tenido que sufrir los ataques
del grueso de la cristiandad apóstata. Persecuciones, afrentas,
desprecios, injurias, estigmatizaciones y otros vejámenes han
formado parte del sufrimiento de los fieles creyentes. No es fácil ser
un creyente fiel a la Palabra en medio de una cristiandad cada día
más apóstata, más humanista, más pragmática y más centrada en
el hombre que en Dios.
¿Qué deben hacer los cristianos cuando sufren a causa de
mantenerse fieles al verdadero evangelio? Judas nos ha dicho que
debemos estar ocupados en tres cosas fundamentales: Edificarnos
cada día en la Palabra de Dios, orar en el Espíritu Santo y
conservarnos en el amor de Dios. Ahora, en la segunda parte del
verso 21 nos exhorta a mantenernos ocupados en otra actividad que
nos ayudará a no ceder ante la poderosa influencia de una
cristiandad apóstata: esperar constantemente la venida de nuestro
Señor y Salvador, la cual, hará notoria su inmensa misericordia para
con nosotros, los que por su gracia, nos hemos conservado en la
doctrina bíblica.

4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la


misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)
Para una mejor comprensión de nuestro texto, lo estudiaremos
siguiendo la siguiente estructura:
1. La venida de Cristo se debe esperar
2. La venida de Cristo manifestará su misericordia
3. La venida de Cristo será para vida eterna

1. La venida de Cristo se debe esperar. “Esperando la


misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v.
21).
La palabra griega que ha sido traducida como “esperando” es
prosdechomenoi (participio presente en voz media de
prosdechomai), la cual tiene dos acepciones o significados: Primero,
recibir a alguien o aceptar algo, y segundo, aguardar o esperar. Este
último sentido es el que se utiliza en el Nuevo Testamento.
Judas dice que algo característico del verdadero cristiano es
mantenerse en una constante y expectante espera de la venida del
Señor Jesucristo. Esta espera, o este aguardar, nos es ilustrado por
la actitud que mantuvieron los santos en el Antiguo Testamento. En
Génesis 3:15 el Señor le promete a Adán y Eva que a través de la
cimiente de la mujer él golpearía mortalmente al enemigo de las
almas, a aquel que busca la destrucción del género humano. Luego
en Génesis 22:18 el Señor le promete a Abraham que a través de su
simiente él bendecirá a las naciones. Esta simiente se refería al
Mesías, quien redimiría a su pueblo a través de su muerte expiatoria
y daría un golpe mortal a aquel que tenía el imperio de la muerte, es
decir, a Satanás (Heb. 2:14): “A Abraham fueron hechos las
promesas, y a su simiente. No dice: y a las simientes, como si
hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es
Cristo” (Gál. 3:16).
Todos los profetas del Antiguo Testamento anunciaron la venida del
Mesías Salvador: “De éste (de Cristo) dan testimonio todos los
profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de
pecados por su nombre” (Hch. 10:43), por lo tanto, todos los
creyentes, los que se edificaban en la santísima fe, los que oraban
en el Espíritu Santo, los que se guardaban en el amor de Dios, los
piadosos, todos ellos, anhelaban expectantes la venida del
Salvador. Abraham se gozó en que habría de ver el día de la venida
del Mesías (Jn. 8:56), David llamó Señor al Cristo (Mt. 22:42-45),
Moisés, los profetas, y todos los siervos del Señor en el Antiguo
Testamento vivieron esperando con gran entusiasmo la venida del
Salvador.
No había un solo santo que no estuviera esperando la venida del
Mesías. Sus corazones ardían de deseo por ver al deseado de las
naciones, al que sería Su salvador. Pero no todos dentro del pueblo
de Dios anhelaban su venida. Los falsos líderes religiosos, que por
cierto, estaban lucrándose a través de la religión, no deseaban que
el Mesías llegara, pues, ellos sabían que serían reprendidos
duramente por todas las cosas que hacían engañando al pueblo y
tergiversando la fe verdadera. Pero no solo los líderes religiosos
falsos, que eran casi la totalidad de los ministros del culto en el
templo, no deseaban que viniera el Mesías, sino que la feligresía
incauta, engañada por los mercaderes de la fe, tampoco estaba
expectante de su venida. Algunos si deseaban ver al Mesías, pero
no para reconocerlo como el Salvador, sino para recibir milagros,
para que él los librara del imperio romano, y les permitiera gozar de
esta tierra.
No obstante, unos pocos fieles, el remanente escogido, la manada
pequeña, estaban esperando al Salvador con profundo deseo. No
eran la mayoría, y tal vez eran imperceptibles para el grueso de la
religión de su tiempo, pero allí estaban los santos, tal vez sufriendo
el desprecio de los que consideraban que eran un pequeño grupo
de fanáticos, radicales y arcaicos: Un hombre de la alta clase social
y religiosa de su tiempo: “José de Arimatea, miembro noble del
concilio, que también esperaba el reino de Dios” (Mr. 15:43); dos
piadosos ancianos: Simeón y Ana: “Y he aquí había en Jerusalén un
hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba
la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Estaba
también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de
edad muy avanzada. Esta, presentándose en la misma hora, daba
gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la
redención en Jerusalén” (Lc. 2:25, 36, 38).
La mayor parte de los judíos no esperaban al Salvador, y cuando
vino, no le conocieron, ni lo recibieron, por el contrario, le
rechazaron, porque ellos querían continuar viviendo su falsa religión,
centrada en ellos mismos.
La situación en el siglo XXI no es distinta a la del siglo I. El grueso
de la cristiandad no anhela con pasión la segunda venida del Señor.
Todos saben, así como lo sabían los judíos del siglo I, que Jesús
vendrá otra vez, pero no lo desean, no lo anhelan, porque ellos
quieren continuar viviendo el cristianismo falso, humanista y
materialista que los falsos profetan pregonan hoy.
La situación de hoy puede ser comparada con la de dos mujeres
cuyos maridos han salido de viaje, la una es fiel y piadosa, la otra le
es infiel. ¿Cuál de las dos mujeres estará esperando con deseo, con
alegría y expectación que su marido regrese pronto? El cristianismo
infiel no ama la venida de Cristo, pero los creyentes piadosos, los
que le siguen de verdad, desean con todo su corazón que regrese
pronto, suspiran de amor por contemplar al amado. Es por eso que
el apóstol Pablo dice que uno de los frutos que produce la sana
doctrina es la esperanza dichosa de la segunda venida de
Jesucristo: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la
manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo”
(Tit. 2:13).
También Pedro exhorta a los creyentes para que se mantengan
fieles al Señor, esperando su venida, de manera que sean diligentes
en su santificación: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de
estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha
e irreprensibles, en paz” (2 P. 3:14). Siendo que nuestra ciudadanía
está en los cielos, entonces no estamos tan apegados a las cosas
materiales, ni nuestro deleite se encuentra en esta tierra de la
peregrinación, sino que esperamos, aguardamos con expectación la
llegada del celestial, el cual nos introducirá al estado de eterna
gloria: “Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de dónde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el
cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo
de la gloria suya, por el poder el con el cual puede también sujetar a
sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20-21).
No solamente debemos aguardar o esperar la venida de Cristo, sino
que debemos amar su venida: “Por lo demás, me está guardada la
corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día;
y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti.
4:8). “Cuando el Espíritu y la esposa digan “Ven”, toda persona que
realmente ama al Señor también dirá “Ven”. Y cuando el Señor
responde “Vengo pronto”, la respuesta inmediata será “Amén, ven
Señor Jesús”. De todos los indicios de que uno ama al Señor, este
ferviente anhelo de que vuelva es uno de los mejores, porque tal
persona está pensando no solamente en sí mismo y en su propia
gloria sino también en su Señor y en la vindicación pública de él”[48].
Muchos creyentes no esperan la venida de Cristo, ni orarían que
venga pronto, porque ellos todavía tienen su corazón amarrado al
mundo, su ombligo está enterrado en los placeres de la carne, y su
mente aún medita de día y de noche, no en la Ley de Dios, sino en
las delicias terrenas. Estas personas que no aman la venida de
Cristo, serán avergonzadas ese glorioso día, pero algo muy distinto
sucederá con los que caminan fielmente en la doctrina bíblica: ellos
recibirán la plena misericordia de Cristo.

2. La venida de Cristo manifestará su misericordia. “Esperando


la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”
La venida de Cristo inaugurará el juicio final sobre todos los
hombres. Nadie podrá esconderse o librarse de ese gran día. Todos
comparecerán delante del juez de toda la tierra. Los poderosos y los
débiles, los amos y los esclavos, los padres y los hijos, los esposos
y las esposas, los jefes y los empleados, los gobernantes y los
ciudadanos, los pastores y las ovejas; nadie se escapará del día del
gran juicio: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él,
de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se
encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie
ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual
es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas
que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Ap. 20:11-12).
Todas nuestras obras serán expuestas delante de Dios. Muchos
saldrán avergonzados en ese día, y recibirán la eterna condenación
en el lago de fuego: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la
vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap. 20:15).
Los falsos profetas, los falsos pastores, los falsos cristianos, la falsa
fe, el falso amor, la falsa piedad, todo lo falso quedará expuesto ante
aquel a quien nadie puede engañar, y entonces sufrirán gran
tribulación.
Pero habrá un grupo de personas que ese día, siendo ellos también
pecadores, no recibirán una palabra condenatoria, sino que, cuando
contemplen cómo los incrédulos y falsos creyentes son lanzados sin
compasión al lago de fuego, ellos recibirán una palabra de
misericordia que los librará de la condenación eterna y les abrirá la
entrada a la misma y gloriosa presencia de Dios: “Entonces el Rey
dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mt.
25:34).
Muchas personas no desean que se les hable de la segunda venida
de Cristo, porque ellos saben, que como en realidad no lo aman y
andan tras las imaginaciones de su corazón engañoso, su venida
será de espanto para ellos: “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su
venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?
Porque él es como fuego purificador, y cómo jabón de lavadores”
(Mal. 3:2).
Pero los verdaderos creyentes no temen el día del juicio, pues,
cuando vean al que fue traspasado, cuando vean al cordero que fue
inmolado, sabrán que nada, absolutamente nada, podrá separarlos
del amor de Dios, allí los santos verán de manera muy práctica la
enseñanza de Pablo: “Si Dios es con nosotros, ¿Quién contra
nosotros? El que no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él todas las
cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió” (Ro.
8:31-34). Para los fieles en Cristo Jesús solo habrá misericordia,
mientras que para los incrédulos e infieles solo condenación.
Aunque sabemos que en esta vida nunca alcanzaremos un grado
perfecto de fidelidad a la Palabra de Cristo y su amor, por la gracia
divina que nos ha sido dada en Cristo, por la presencia del Espíritu
Santo y el amor de Dios que ha sido derramado en nosotros,
siempre estamos cultivando en nosotros el amor a Dios y la fidelidad
al evangelio, por lo tanto, el día del juicio será un día de misericordia
para los fieles hijos de Dios porque Jesús recibirá con agrado los
frutos de nuestra fidelidad: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has
sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mt.
25:23).

3. La venida de Cristo será para vida eterna. “Esperando la


misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”
Los verdaderos cristianos se mantienen firmes en la doctrina
apostólica, y se conservan en el amor de Dios, a través de la
expectación gloriosa de la segunda venida de Cristo, en la cual se
hará manifiesto todo lo que Cristo es, y lo que ellos serán por la
eternidad.
Aunque en este mundo somos despreciados por nuestra fe, y
especialmente porque creemos que vale la pena ser fieles a la
doctrina bíblica, ser fieles al Salvador; nuestros temores se disipan
cuando podemos contemplar nuestro glorioso futuro. Mientras los
impíos y los falsos creyentes estarán para siempre separados de la
presencia de Dios, nosotros disfrutaremos eternamente, es decir, sin
fin, la dicha de estar completos, por que la gloria de Dios inundará la
nueva tierra y el nuevo cielo donde morará la justicia.
Ahora, nosotros, desde que estamos aquí en la tierra, empezamos a
disfrutar la vida eterna, pues, esta nos es dada en el momento en el
cual creemos de corazón en Jesús como nuestro Señor y Salvador:
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Jn. 3:36), pero todavía no
vemos en toda su dimensión lo que es disfrutar la vida eterna. Ya
somos hijos de Dios y tenemos asegurada la vida eterna, pero aún
no vemos de manera tangible la gloria de esta vida perdurable en
nosotros, pues, es necesario que nuestro Rey glorioso venga, y
cuando él se haga presente y visible a nuestros ojos, seremos
transformados a su misma gloria: “Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2).
Cuando Jesús venga, cuando le veamos, ya no a través de la fe,
sino cara a cara, y contemplemos su inefable gloria, entonces
seremos transformados de mortales a inmortales, de corrupción a
incorrupción, seremos vestido de gloria: “He aquí, os digo un
misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta;
porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es
necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal
se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido
de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la
muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh
sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:51-55).
Los creyentes debemos estar esperando la segunda venida de
Cristo porque pasaremos de la ignominia de este mundo
pecaminoso a la gloria de la vida celestial sin pecado, donde ya no
tendremos que luchar más en contra de nuestra propia corrupción,
sino que, al mantenernos viendo la gloria de Cristo, en nosotros
también se manifestará la gloria de haber sido adoptados como hijos
de Dios: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces
vosotros seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:4).
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
Tres actos misericordiosos
v. 22-23
“A algunos que dudan, convencedlos. A otros, salvad,
arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor,
aborreciendo aún la ropa contaminada por su carne”

Introducción:
Estamos llegando al final del estudio de la carta de Judas.

Siendo que Judas nos presenta un cuadro bastante abrumador y


terrible, respecto al accionar de la falsa doctrina dentro de la iglesia
y las nefastas consecuencias que esto trae a los que siguen sus
sendas torcidas, entonces él nos exhortó para que siempre nos
mantuviésemos ocupados en actividades que nos librarán de caer
en las garras malvadas de la falsa doctrina, la cual, por cierto, no
solo abundaba en tiempos de Judas, sino que en este siglo XXI
pulula por todas partes. Las actividades que deben caracterizar a un
creyente fervoroso en la fe son: edificarse sobre la santísima fe, es
decir, construir su doctrina sobre el estudio constante de la Palabra
de Dios; orar en el Espíritu Santo, Conservarse o guardarse en el
amor de Dios y esperar con expectación y amor la segunda venida
de Jesucristo. Haciendo estas cosas no caeremos jamás.
Pero, no debemos ser egoístas teniendo actividades espirituales
que solo nos favorecen a nosotros. Es nuestra responsabilidad,
como luz y sal de la tierra, ayudar a aquellas personas o hermanos
que están siendo tentados para caer en las garras de la falsa
doctrina o de los falsos profetas, a aquellos que ya están dentro del
redil de los falsos pastores, y a aquellos que practican los pecados
terribles que proceden de la falsa doctrina.
Hoy, con Judas, analizaremos nuestras responsabilidades frente a
los que se han dejado convencer por los falsos profetas. ¿Qué
debemos hacer para ayudarles? Porque Judas no quiere que nos
quedemos quietos y pasivos mientras los mercaderes de la fe hacen
de las suyas con los incautos creyentes. En estos dos pasajes
Judas nos muestra que no todos los errores son del mismo calibre, y
por lo tanto, requieren una forma distinta de tratarlos.
Para una mejor comprensión de nuestro texto, lo estructuraremos de
la siguiente manera:
1. Convenciendo a los que dudan
2. Salvando del fuego
3. Teniendo misericordia con temor

1. Convenciendo a los que dudan. “A algunos que dudan


convencedlos”. (v. 22)
La Nueva Versión Internacional traduce de manera más certera este
pasaje: “Tengan compasión de los que dudan”. Dudar no es pecado,
y tampoco es incredulidad. La duda puede surgir en un verdadero
creyente, especialmente cuando deja de mirar la Palabra con la
autoridad que ella tiene. Los débiles en la fe son los más propensos
a dudar, aunque ella puede visitar, de vez en cuando, a los que
consideramos cristianos espiritualmente fuertes.
Aquellos hermanos que están empezando la vida cristiana, o no han
sido muy responsables en el uso de los medios de la gracia, y, por lo
tanto, han tenido poco crecimiento en el conocimiento de la Palabra
de Dios, estos, se convierten en fácil presa de los falsos maestros.
La falsa doctrina, que permea a la iglesia cristiana, encuentra como
caldo de cultivo e invernadero a creyentes débiles, inconstantes e
indecisos. Es muy común que esta clase de creyentes ande
buscando cosas nuevas para escuchar. Si un día un falso maestro o
un seguidor de falsa doctrina le expone algunas de sus nuevas
creencias y le muestra una interpretación recién descubierta por
estos gurús de la fe, y le manifiesta que este nuevo descubrimiento
de “verdades profundas y elevadas” de la Palabra le ha producido
buenos resultados en su vida, y le cuenta algunos testimonios,
entonces, el corazón de este creyente débil, duda y tambalea de
manera que empieza a considerar los testimonios escuchados y las
nuevas doctrinas descubiertas.
Los falsos maestros son hábiles en el arte de la retórica y la
manipulación. Buscan los grandes medios de comunicación para
convencer con sus falsas doctrinas a los incautos, y
lastimosamente, muchos creyentes, miembros de iglesias cristianas
evangélicas ortodoxas, por su poco crecimiento en el conocimiento
de la Palabra, en la oración y en el amor, caen fácilmente en estas
propuestas novedosas.
¿Qué debemos hacer con esos creyentes débiles que están
dudando y que han empezado a considerar como posible verdad las
doctrinas y prácticas de los falsos maestros? Judas dice que
debemos ser compasivos para con ellos. Es muy común que cuando
estamos comprometidos con la sana doctrina y tomamos en serio el
defender la fe que ha sido dada a los santos, en muchas ocasiones
tengamos actitudes no compasivas, frías e inmisericordes. Es por
eso que Judas nos manda a cultivar la compasión y la misericordia.
Pues, no se trata de una pelea contra las personas, sino contra la
falsa doctrina. Luchamos por la fe cristiana porque consideramos
que ella es la absoluta verdad en asuntos espirituales, y que si
alguien no está en esa verdad, entonces le espera la condenación
eterna.
No debemos ser ligeros en considerar a las personas que dudan
como herejes, no debemos despreciarlos, antes por el contrario, la
actitud cristiana de un luchador por la fe es mostrar compasión,
estar dispuesto a soportarlo y ayudarlo, con amor, para que despeje
sus dudas, y a través de la Palabra guiarlo a afirmarse en la fe
cristiana bíblica e histórica que ha sido profesada por los piadosos
siervos del Señor en todas las generaciones. El apóstol Pedro
también exhorta a los creyentes para que sean guerreros y
defensores de la fe, pero les advierte que esto se debe hacer en el
correcto espíritu del amor, la humildad y la compasión cristiana:
“Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad
siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que
hay en vosotros” (1 P. 3:15).
Los creyentes que dudan, deben ser convencidos. No a través del
cruel desprecio, o palabras ofensivas, sino a través del amor
paciente que le instruye una y otra vez a través de la Palabra, con el
fin de que comprendan las verdades bíblicas y miren lo falsa y
peligrosa que son las doctrinas nuevas que se inventan algunos
líderes que se hacen llamar cristianos. Sé que tenemos la tendencia
a desesperarnos cuando vemos que algunas personas no logran
comprender con facilidad las claras verdades de la Palabra, y
persisten en dudar y creer que a lo mejor las “revelaciones frescas y
novedosas” que algunos “predicadores” dicen estar recibiendo o
comprendiendo de la Palabra son verdad.
La compasión es aquella santa emoción, en el caso del creyente,
que le conduce a ser solidario y misericordioso para con los que
sufren. Muchos verdaderos creyentes están sufriendo como
consecuencia de las dudas que vienen por escuchar a los falsos
maestros. Para con ellos debemos ser solidarios y compasivos. Esto
no significa que debemos dejarlos en sus caminos de dudas, sino
todo lo contrario. Debemos esforzarnos para que con un espíritu
cristiano de amor, les ayudemos a comprender la verdad Escritural.
Tomás, el apóstol, tuvo un momento de duda, pero el Señor no lo
desechó como hereje sino que tuvo compasión de él y le mostró sus
heridas, de manera que él pudiera creer. Debemos tomar como
ejemplo de compasión a Dios: “Porque el Señor no desecha para
siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de
sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a
los hijos de los hombres” (Lam. 3:31-33). Debemos imitar a Jesús,
quien experimentó profunda compasión por la gente rebelde de
Jerusalén: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre
ella, diciendo: ¡Oh, si también tu conocieses, a lo menos en este tu
día, lo que es para tu paz!” (Lc. 19:41).

2. Salvando del fuego. “A otros salvad, arrebatándolos del


fuego”
Judas ha dicho que el destino final de los falsos profetas y de los
que siguen sus falsas doctrinas será la condenación eterna en el
fuego del infierno. (v. 7). Nuestra responsabilidad para con esas
personas que van rumbo a su propia condenación, como
consecuencia de seguir falsas doctrinas y falsos profetas, es
salvarlos. Usted dirá: “Pero, ¿Acaso no es Dios el que salva?
¿Cómo vamos nosotros a salvar a otras personas?”, bueno, aunque
es verdad que el que salva es Dios, usualmente él lo hace a través
de los ministros de la salvación. Todos los creyentes somos esos
ministros que Dios usa para salvar a otros.
De manera que Judas nos confronta y nos dice: ¿Qué estás
haciendo tú por salvar y rescatar a los que están a punto de ser
quemados por el incendio que vendrá sobre los incrédulos? Las
falsas doctrinas están extendiéndose con una velocidad
impresionante en todo el mundo. Cada día surgen nuevas corrientes
sectarias de toda clase: Las religiones orientales y la Nueva Era
influencian poderosamente al occidente, las sectas de la teología de
la prosperidad, la palabra de fe, dilo y recíbelo inundan al
cristianismo evangélico. Nuevos profetas que anuncian cosas
futuras, como la fecha de la venida de Cristo; otros que se
autoproclaman apóstoles; iglesias que creen que los cristianos,
siendo que han sido justificados por la fe, entonces, pueden
practicar toda suerte de pecados; en fin, este es un tiempo de gran
maldad, donde los falsos profetas aprovechan el espíritu
materialista, espiritualista y relativista de la gente, con el fin de sacar
provecho y lucro personal.
Los pastores tenemos la responsabilidad de salvar a los que nos
oyen, a través de una predicación bíblica: “Ten cuidado de ti mismo
y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti
mismo y a los que te oyeren” (1 Ti. 4:16). Si no trazamos bien las
Escrituras (2 Ti. 2:15) entonces estaremos haciendo lo contrario, y
no solo nosotros iremos rumbo a la perdición sino también los que
nos oyen. Esta es una enorme responsabilidad.
Pero no solo los pastores tienen la responsabilidad de anunciar
fielmente el evangelio, sino todos los creyentes. A diario nos
encontramos con muchas personas que van rumbo a la
condenación eterna, pensando ellos que están agradando a Dios.
Algunos se creen cristianos, pero están siguiendo caminos de error.
Lo que ellos creen de Dios es erróneo, no creen en Jesús como el
único y suficiente Salvador, creen que además de la Biblia hay otras
fuentes de verdadera y autoritaria revelación, no creen que sean tan
malos como para que Dios esté airado contra ellos o los condene en
el eterno infierno, otros buscan a Cristo solo por comodidad terrenal,
le buscan como aquel que quiere tener un genio mágico que les
conceda todos sus deseos y caprichos. Todos ellos van rumbo a la
destrucción. Es nuestra responsabilidad hablarles del verdadero
evangelio, presentarles la doctrina bíblica. Estos no son los que
dudan, sino los que están caminando de lleno en las doctrinas
erróneas, y son arreados como ovejas al matadero por los falsos
pastores.
Pero aún se puede hacer algo por ellos: arrebatarlos del fuego.
Estas personas están ya casi chamuscadas, y es necesario
rescatarlas. Judas nos asigna la función de ser bomberos
espirituales, es decir, debemos acudir prestamente a salvar a los
que están en el incendio destructor de las falsas doctrinas. Esta
función no es fácil, e implica esfuerzo y sacrificio. Es nuestro deber
ser más activos en detectar la falsa doctrina, a los falsos maestros, y
ayudar a cuánta persona podamos para que salga del error. Esto
implica que debemos estudiar más las Escrituras, conocer más la
doctrina bíblica, memorizar textos claves, tener a la mano folletos o
pequeños libritos que hablen sobre algunas de las doctrinas que
más son atacadas por los grupos sectarios. Podemos usar el
internet, la radio, en fin, todo medio posible para dar a conocer la
doctrina bíblica, y rescatar de esa manera a algunos que ya casi
están ardiendo en las llamas eternas del infierno. Si logramos
rescatar a algunas de estas personas engañadas por el error,
entonces hemos librado sus almas del infierno. Ellos vendrán a ser
como “tizón escapado del fuego” (Amós 4:11).

3. Teniendo misericordia con temor. “Y de otros tened


misericordia con temor, aborreciendo aún la ropa contaminada
por su carne” (v. 23).
Un tercer grupo de personas a los cuales debemos tratar con
misericordia son los que, no solo andan en doctrinas de error, sino
que sus propias vidas están terriblemente manchadas por el
pecado; estos se han aprovechado de la misericordia de Dios, que
no los destruye, para continuar pecando a sus anchas. Pero están
engañados. A lo mejor se unieron a algunas de esas sectas que se
hacen llamar cristianas pero que consideran que ahora están en una
posición espiritual muy alta, y ya sus actos pecaminosos no son
tenidos en cuenta por Dios. Ellos creen que el perdón obtenido por
la sangre de Cristo de todos sus pecados les concede una licencia
para pecar y pecar. Con esta clase de personas debemos tener
mucho cuidado, aunque los vamos a ayudar a salir de su error, no
obstante, debemos evitar participar de las contaminaciones en las
que ellos están.
Dice Judas que debemos tener misericordia de ellos con temor.
Seremos compasivos, oraremos por ellos, les hablaremos de la fe
bíblica, les presentaremos el verdadero evangelio, pero al
acercarnos a ellos lo haremos con temor, es decir, con cautela. Ellos
han caído muy bajo en el error, y han manchado suciamente sus
vestidos, por eso debemos aborrecer la ropa contaminada por su
carne. No se trata aquí de aborrecer literalmente la ropa que se
ponen, sino que, como en el caso del sumosacerdote Josué, las
ropas viles o sucias representan los pecados. Debemos tener
misericordia de estas personas, orando por ellas, hablándoles de
Cristo, pero aborreciendo sus actos pecaminosos, pues, no sea que
nosotros al tratar de curar la enfermedad, seamos contaminados por
ella. En este sentido Judas nos pide que seamos como médicos.
Acudimos a curar a los enfermos espiritualmente, pero debemos
tener el tapabocas y todas las precauciones necesarias para no ser
contagiados por la enfermedad.
Es necesario que nos acerquemos a las personas que están en
error, no las debemos odiar, ni tampoco las alejaremos
innecesariamente, sino que procuraremos mantener cierta
comunicación que nos permita transmitirles el evangelio. Aquí se
incluyen a los mismos falsos profetas, pues, a ellos también
debemos tratar de hacer verles su error y el castigo que Dios
ejecutará si no proceden al arrepentimiento.
No debemos pensar que las personas que están en sectas no
pueden ser alcanzadas. La gracia de Dios es poderosa y puede
obrar hasta en los corazones más endurecidos. Saulo era miembro
de una secta de los fariseos, estaba engañado al punto de estar
convencido que rendía tributo a Dios cuando perseguía o mataba a
los cristianos. A pesar de ese endurecimiento, la gracia del Señor lo
alcanzó y lo transformó en un poderoso mensajero del verdadero
evangelio.
La poderosa seguridad de los hijos de
Dios: Un canto de adoración
Judas 24-25
Introducción:
“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros
sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio
Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia,
ahora y por todos los siglos. Amén”
Hoy llegamos al final de nuestro estudio de la carta de Judas. Y
como es costumbre en los autores sagrados, luego de dar profundas
y confrontadoras exhortaciones, concluyen dando aliento a los
santos. Pues, si no fuera por las promesas divinas de gracia,
nuestro corazón desfallecería prontamente ante los elevados retos
que nos pone la Palabra de Dios.
Y es que los retos que nos puso Judas son de alto calibre. Luchar
defendiendo la fe no es nada fácil. A los profetas que persistieron en
mantenerse fieles a la ley y al testimonio no les fue nada bien en
términos de relaciones humanas, pues, fueron perseguidos por el
propio pueblo de Dios, y algunos murieron (Ro. 11:3). Hacer lo que
Judas nos dijo en los versos 22 al 23, nos traerá muchos problemas,
pues, convencer a los que dudan, salvar a los que van rumbo al
infierno y mostrar misericordia aborreciendo los pecados de aquellos
que caminan en sendas de error, no es nada fácil. Muchas personas
llegarán a odiarnos a causa de nuestra labor profética, pues, hacer
estas tres cosas implica: confrontar el pecado, ser intransigentes
con las doctrinas errónea, mantenernos en una posición firme,
denunciar la falsedad, y eso, alejará a los amigos y ganará
enemigos.
Pero lo más complicado en el tema de la lucha por la fe es que
Judas advierte a los miembros de las iglesias cristianas para que se
mantengan en constante vigilancia, con el fin de detectar a los falsos
profetas, pues, se corre el peligro de ir tras sus atractivas doctrinas.
Nuestro autor sagrado nos dio varias pistas para saber distinguir a
los falsos maestros: convierten en libertinaje la gracia de Dios,
niegan al verdadero Señor, es decir, enseñan cosas erróneas y
distorsionadas respecto al Dios de la Biblia, pero también niegan a
nuestro Señor Jesucristo. Ellos están dispuestos a aceptar a Jesús
como Salvador, pero no como Señor. Ellos están dispuestos a recibir
la gracia salvadora de Jesús que les garantice la entrada al cielo,
pero nunca estarían dispuestos a seguir los mandamientos de
Cristo. En fin, sus doctrinas son muy agradables a nuestra
naturaleza terrena y se amoldan a nuestros más sentidos deseos
carnales, de manera que, no solo nos es necesario luchar para
defender la fe bíblica, sino que nos es preciso mantenernos
vigilantes con el fin de no sucumbir ante el camino del error. Es por
ello que Judas concluyó la parte exhortativa diciéndonos que nos
mantengamos ocupados en varias actividades que serán de gran
provecho y fortaleza frente a las garras del mal: edificarnos en la fe,
orar en el Espíritu Santo y conservarnos en el amor de Dios.
Pero las Sagradas Escrituras, y la propia experiencia, nos enseñan
que todos los medios para mantenernos firmes en la fe no sirven de
nada sin la gracia del Señor. No son más que vanas, y vacías
ocupaciones religiosas. Hemos visto como muchos creyentes,
pastores y maestros, que por mucho tiempo caminaron en pos de la
fe bíblica, un día, escucharon la falsa enseñanza y se apartaron tras
ellas. Con gran tristeza vemos como muchas personas que
pertenecían a iglesias evangélicas, que crecieron aprendiendo la
doctrina cristiana, ahora están involucradas en diversidad de
doctrinas erróneas como: el falso mesianismo (que no es más que
un judaísmo disfrazado), creciendo en gracia (que no es más que
caer en la desgracia del libertinaje), la teología de la fe y la
prosperidad (que no es más que la santificación de la avaricia), el
liberalismo teológico (que no es más que la esclavitud de una mente
incrédula), la Nueva Era (que no es más que la vieja era del
paganismo).
Siendo que los peligros de la falsa doctrina son tan grandes, y que
nuestro ocuparnos en las actividades espirituales que Judas
mencionó en los versos 20 al 23 no es perfecto, entonces, ¿Qué
será de nosotros? ¿Será que un día caeremos en las garras astutas
de los falsos profetas? ¿Será que al tratar de ayudar a algunos a
salir del error, nosotros mismos nos veremos afectados y también
caeremos en lo mismo? ¿Quién podrá defendernos?
Ante estas inquietudes que pudieron surgir en las mentes de los
lectores de la carta, Judas se apresura a dar palabras de profundo
consuelo e infunde santo valor, a través de la más preciosa y
competa doxología[49] que tiene el Nuevo Testamento.
Analizaremos estos dos pasajes siguiendo la siguiente estructura:
1. Seguridad al ser guardados (v. 24)
2. Seguridad al ser preservados puros (v. 24)
3. Seguridad por la calidad del Salvador que tenemos (v. 25)

1. Seguridad al ser guardados (v. 24) “Y a Aquel que es poderoso


para guardaros sin caída…”
La doxología o el canto de gloria entonado por Judas al finalizar su
carta, rinde alabanzas “a aquel que es poderoso para guardarnos
sin caída” (v. 24). Hay peligros por doquier, hay falsos profetas que
entran encubiertamente a las iglesias cristianas, sus doctrinas son
atractivas, pero, los salvos pueden entonar un himno precioso con
toda convicción: “No temeremos porque hemos confiado en el
Poderoso”.
La palabra griega que usa Judas para poderoso es dinameno, la
cual procede de la palabra dinamis (dunamis), voz griega que da
origen a nuestra palabra castellana: dinamita. El significado de estas
palabras incluye la idea de: poder, ser capaz, tener gran capacidad.
El Dios de la Biblia, el Dios Padre, es un Dios de poder, de fuerza,
de capacidad. Él es el Dios poderoso porque tiene toda la capacidad
para controlar los hilos de la historia y hacer que su Santo Propósito
se cumpla. No se trata de un poder ciego, como el de la dinamita,
sino de un poder sabio.
El Dios de la Biblia siempre se ha presentado como un Dios de todo
poder o fuerza. A Abraham: “cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo
soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y se perfecto” (Gén.
17:1). El resto de las Escrituras abunda en describir los hechos
poderosos de Dios. Hizo la tierra, el mar, los animales, las altas
montañas, el cosmos, las estrellas, el infinito firmamento, todo, con
el poder de su voz. Salvó a Israel del poderío del imperio Egipcio,
abrió el mar en dos, dio órdenes a las nubes para que protegieran a
su pueblo del calor y alumbraran la negra noche del desierto, hizo
que saliera agua de una seca roca, condujo a su pueblo a la tierra
prometida expulsando con su poder a todos los pueblos que la
habitaban. Destruyó imperios, levantó a un pequeño pueblo. Su
poder es notorio a lo largo de la historia bíblica, por eso se le llama
el poderoso o el Todopoderoso.
El Dios al cual adoramos, dice Judas, es poderoso para guardar a
los suyos, de manera que no caigan. El sentido aquí es el de un
caballo que en su correr, superando obstáculos, no tropieza con
ninguno de ellos. Dios es poderoso para guardar a Su pueblo sin
tropezar, de manera que no caigan en la falsa doctrina.
No podemos permanecer un solo momento de pie si el Señor no nos
sostiene. Somos como el bastón que si es soltado, cae al piso.
Somos como un pequeño bebé, que si no es sostenido por la madre
y se le deja solo en sus propias fuerzas, muy pronto tambalea y se
cae.
El mundo está lleno de trampas, hay personas carnales a nuestro
alrededor que tratan de influenciarnos, el diablo es un enemigo
incansable en tratar de presentarnos el amor al mundo como algo
muy placentero, los falsos profetas nos presentan un evangelio
humanista, carnal, flexible, liberal, centrado en lo material y en los
placeres terrenos; en fin, estamos rodeados de maldad, y si no fuera
por el poder de Dios que nos guarda, hace tiempo hubiésemos
caído en el lodo pantanoso de la falsedad. “Que sois guardados por
el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 P. 1:5).
Aunque en algunas ocasiones los creyentes pueden temer caer de
la fe a causa de las atracciones del mundo, la influencia de la carne
y las tentaciones de Satanás; no obstante, el poder de Dios obrando
en sus hijos garantiza que no caeremos de manera total, sino que
nos levantaremos: “pero estará firme, porque poderoso es el Señor
para hacerle estar firme” (Rom. 14:4).
Los verdaderos creyentes no se perderán nunca, ni tampoco
abandonarán de manera definitiva la verdadera fe, pues, el Dios que
nos salvó es el Todopoderoso, y él ha diseñado un plan perfecto, el
cual nadie podrá dañar, y ese plan asegura la salvación definitiva de
los que confiamos plenamente en Cristo para nuestra salvación:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy
vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi
mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las
puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn. 10:27-29). Siendo el
Padre Dios mayor que todos, es decir, más poderoso que el diablo,
que las potestades, que el hombre, que todo, entonces él tiene la
capacidad en sí mismo de asegurarnos que nunca nos perderemos,
que nadie podrá arrebatarnos de las manos de Él, incluso, ni
nosotros mismos. Es por eso que Pablo exclamó con gran
convicción: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte,, ni la vida,
ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo
porvenir, , ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos
podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Ro. 8:37-39).

2. Seguridad al ser preservados puros (v. 24) “Y presentaros sin


mancha delante de su gloria con gran alegría…”
Al finalizar sus exhortaciones, Judas nos dijo que debemos tener
misericordia, con cautela, de una de las clases de personas a las
cuales debemos ayudar, pues, han caído tan hondo en sus propios
pecados, y los justifican de tal manera que nosotros debemos tomar
precauciones para no ser contaminados. Pero ahora, en el verso 24,
el pastor Judas afirma nuestra fe recordándonos que no caeremos,
que al ayudar a estos enfermos no seremos contagiados de su
enfermedad, que Dios está trabajando en nosotros de manera que
ninguna mancha podrá salpicar nuestro blanco vestido.
Un día nos presentaremos delante del Padre, estaremos frente a
frente con su gloria, pero nuestra experiencia, en ese momento,
será muy distinta a la que tuvo el profeta Isaías, quien quería huir
despavorido de la presencia de Dios, pues, al ver Su gloria, vio Su
santidad, y al ser confrontado con la santidad del que está sentado
en el Trono Alto y Sublime, vio su propio horrible pecado, y sintió el
ardor de la ira de Dios, por lo cual exclamó: “!Ay de mí! que soy
muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en
medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al
Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5).
El Señor Jesús un día presentará a todos los escogidos por gracia,
es decir, a la iglesia, como una virgen pura, sin mancha alguna:
“Pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como
una virgen pura a Cristo” (2 Cor. 11:2). Dios se ha propuesto tener
una iglesia pura, y tendrá una iglesia pura. Su poder es tan grande
que nada impedirá tener una iglesia pura.
Ahora, esto tiene repercusiones muy fuertes en la vida del creyente.
Si Dios es poderoso para presentarnos delante de Su gloria sin
mancha, entonces, esto significa que Dios está obrando ahora en
nosotros esta limpieza. Los falsos maestros presentaban a Dios
como un benefactor que está interesado solamente en que los
pecadores entren al cielo para que dejen de sufrir, de manera que a
Dios no le interesa mucho el estilo de vida que los creyentes llevan
en la tierra. Ellos usaban las doctrinas de la gracia como justificación
para continuar pecando, como dice Judas “convierten en libertinaje
la gracia de Dios” (v. 4). Ellos enseñaban la gracia de Dios como
una licencia para pecar y pecar, de manera que decían: “hagamos
males para que vengan vienes” (Ro. 3:8). Pero la Biblia nos
presenta una salvación no centrada en el hombre, sino en Dios. El
propósito de la salvación es que Dios quiere tener un pueblo santo
que viva para su gloria. Y vivir para la gloria de Dios, es vivir para Su
santidad. De manera que si Dios está trabajando poderosamente en
nosotros para presentarnos un día sin mancha delante de él,
entonces es nuestra responsabilidad presentar nuestros cuerpos:
“en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios…” (Ro. 12:1).
Los falsos profetas incitaban a sus seguidores a descuidarse en la
santidad, a pecar, a amar a este mundo y sus vanidades; pero si
una persona que se llama creyente hace esto, entonces no es de
Cristo, no forma parte de la Iglesia Verdadera, pues, ella está siendo
santificada por Jesús: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí
mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni
cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:26-27).
Cristo ha asumido la total responsabilidad en purificar a la iglesia, y
él también es poderoso para alcanzar este propósito.
Primero, ha limpiado a los creyentes de la culpa del pecado a través
de su muerte en la cruz y del derramamiento de su sangre preciosa.
“Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado
sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del cordero” (Ap.
7:14). La sangre de Jesús es poderosa para limpiar el pecado y los
pecados de todos los que ponen su fe en él para su salvación.
La Palabra de Jesús, cuando declara el perdón para los suyos, es
poderosa, de manera que limpia el pecado de los que creen: “Ya
vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”.
Pero Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo siguen limpiando a la
iglesia a través de la Palabra escrita, la predicación, la comunión
cristiana, la disciplina eclesiástica, las reprensiones del Señor.
Incluso, el Señor, en ocasiones, nos permite caer en ciertos
pecados, para que luego de haber sufrido el sabor amargo del
mismo, no lo volvamos a desear más.
Será causa de gran regocijo y alegría para todos los salvos cuando
nos veamos en la presencia de Dios totalmente limpios, sin mancha
alguna, pues, nuestro caminar en esta tierra no fue perfecto, y
muchas faltas cometimos, pero el poder de Dios es tan fuerte que
en el último paso de nuestra santificación, en la muerte o el
arrebatamiento, seremos totalmente emblanquecidos y
perfeccionados. Cuando estemos en gloria la alegría será
desbordante, y los que somos tímidos no temeremos expresar
rebosantes de júbilos ¡aleluyas al Señor!: “Y oí como la voz de una
gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz
de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro
Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle
gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha
preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino y
resplandeciente…” (Ap. 19:6-8).

3. Seguridad por la calidad del Salvador que tenemos (v. 25) “al
único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio
y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”
Algunos falsos maestros enseñaban que una vez salvo ya no
necesitabas más del Salvador, y mucho menos del Señor. Pero la
verdad es que nosotros no podemos mantenernos ni un solo
segundo salvos, a menos que la Gracia de Dios sea la que nos
preserve en esta salvación. Hay un sentido en el cual todos los días
estamos siendo salvados, porque esta es una acción continua en
nosotros. En el momento en el cual creemos inicialmente en Cristo,
somos justificados, y nuestra salvación está asegurada por medio
de la fe. Pero esto es solo el inicio de ese caminar que nos conduce
al cielo. Todos los días que vivamos en esta tierra, luego de la
conversión, será un tiempo para crecer y crecer en la imagen de
Cristo. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para
que fuesen hechos conforme a la imagen de su hijo” (Ro. 8:29). “Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria,
en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).
“Y revestido del nuevo (hombre), el cual conforme a la imagen del
que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Col.
3:10).
De manera que Dios siempre es nuestro Salvador, y esto es
maravilloso, pues, que él se interese en mortales pecadores como
nosotros, siendo el creador soberano, santísimo en su esencia, justo
y perfecto, ¿no es grandioso? La distancia entre Dios y la criatura es
abismal, pero la distancia entre Dios y la criatura caída en pecado
es infinita. No obstante, él es el Dios Salvador. Se complace en
salvar a los pecadores. Él nos salvará, no solo de nuestros pecados,
sino de los falsos profetas y de las falsas doctrinas. Confiamos en la
poderosa salvación que Él ha obrado a favor de su pueblo. “En la
unidad de la Trinidad, Dios mismo se ha convertido en nuestro
Salvador de todas las formas posibles. El Padre nos ha llamado a sí
mismo (v. 1). El Hijo, Jesucristo, ha muerto y resucitado de la muerte
como representante nuestro y en Él somos guardados seguros (v.
1). El Espíritu Santo cambia nuestros corazones (v. 19) y nos
capacita para orar y recibir la fuerza y la gracia que proporciona el
Señor”[50].
Tenemos a un gran Salvador porque este es el único Dios. No hay
otro como él, y por lo tanto no existe un ser que pueda hacer
verdadera y dañina oposición a sus planes. Satanás y los falsos
profetas tratan de dañar a la iglesia y a las almas de los salvos, pero
no lograrán vencerla, pues, el poderoso Salvador, que es el único
Dios Todopoderoso, la edifica, la cuida, la santifica, la purifica y la
llevará a la gloria. El creyente confía totalmente en este único Dios
porque él es Sabio. Dios siempre tiene los mejores planes, y usa los
mejores medios para obtener los mejores fines.
Siendo que tenemos un Poderoso Salvador que nos guarda sin
caída y nos presentará sin mancha delante de su gloria con alegría,
siendo que la salvación es de él, de principio a fin, y siendo que todo
esfuerzo que hacemos es solo obra de su amor y de su fuerza,
entonces a él solo le pertenece la GLORIA, MAJESTAD, IMPERIO Y
POTENCIA, ahora y por todos los siglos. Amén. “Gloria – el honor
superlativo que merece por todo lo que es y por todo lo que ha
hecho por nosotros-. Majestad – la dignidad y el esplendor que
merece como Supremo Monarca del universo -. Dominio – su
ilimitado imperio que le pertenece por derecho soberano-. Y
autoridad o potestad – el poder y la prerrogativa de gobernar todo
aquello que Sus manos han hecho”[51].
Esta doxología apunta a dos direcciones: Primero, resalta la
suprema autoridad de Dios, quien es digno de toda adoración y
exaltación de parte del pueblo redimido. Siendo que hemos sido
lavados por la poderosa sangre Jesús, hemos sido llamados
poderosamente por la gracia, hemos sido santificados por el Espíritu
Santo, y Dios, de manera poderosa nos ha salvado, entonces, no
queda más que vivir eternamente agradecidos con Dios, quien es
digno de toda la gloria y la honra. Pero esta doxología también
apunta a contradecir a los herejes, pues, ellos se centran en el yo, y
rechazan la autoridad de la Palabra de Dios. Ellos no están
interesados en someterse a la voluntad divina, en cambio, los
verdaderos creyentes se gozan en servir humildemente al
Todopoderoso Rey de Reyes y Señor de Señores. A él sea la gloria,
la majestad, el imperio y la potencia, per saecula saeculorum. Amén.

[1]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 de Pedro y Judas. Desafío. Página 419
[2]
La expresión “multiplicados” hace referencia a la abundancia.
[3]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Clie. Página 1088
[4]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 Pedro, Judas. Desafío. Página 425
[5]
Robertson, A.T. Comentario al texto griego del Nuevo Testamento. Clie. Página
713
[6]
Henry, Matthew. Comentario bíblico. Obra completa. CLIE. Página 1911
[7]
Texto Griego. Página 713
[8]
Barclay. Página 1088
[9]
www.wordreference.com/definicion/solapado
[10]
Ibidem
[11]
Kistemaker. Hebreos. Página 426
[12]
Texto griego. Página 113
[13]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 Pedro, Judas. Página 430
[14]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 433
[15]
Kistemaker, Simón. 1, 2 de Pedro y Judas. P{agina 6
[16]
Kistemaker, Simón. 1, 2 de Pedro y Judas. Página 7
[17]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. P{agina 1089
[18]
Comentario bíblico Beacon. Tomo 1. Página 558
[19]
http://es.wikipedia.org/wiki/Jimmy_Swaggart Extraído el 3 de Abril de 2010.
[20]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1090
[21]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro/Judas. Página 445
[22]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Editorial Peregrino.
Página 119
[23]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 136
[24]
William Barclay, en su comentario a Judas, copia un retrato escrito de los
quejumbrosos tomado de Teofrasto: “El quejumbroso es el que se pasa de
quejarse indebidamente de su suerte en todos los casos. El quejumbroso le dirá al
amigo que le trae una porción de su propia mesa: <Esto es una muestra de lo
tacaño que eres conmigo, porque no has querido invitarme a comer contigo en
persona>. Cuando su amante le está dando un beso, él dice: <Me pregunto si me
estás besando de corazón, o porque quieres algo de mí>. Está disgustado con
Zeus, no porque no le mande la lluvia, sino porque ha tardado algo en
mandársela. Cuando se encuentra una billetera en la calle, se pone: <!Ah! No me
encuentro nunca un tesoro que valga la pena>. Cuando ha comprado un esclavo
barato después de regatearle el precio al vendedor hasta agotarle, exclama: <No
será una ganga cuando me lo ha dejado tan barato>. Cuando le dan la buena
noticia de que le ha nacido un niño, entonces es que: <Si me dices que esto me
va a costar la mitad de mi fortuna me habrás dicho la verdad>. Si gana un pleito
mediante un veredicto unánime, está seguro de encontrarle faltas al que ha hecho
su defensa por omitir muchas circunstancias que le eran favorables”. Barclay,
William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1092
[25]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 139
[26]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[27]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 140
[28]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[29]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[30]
Kistemater, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[31]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[32]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[33]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 462
[34]
Epoikodomountes heautous. Se una un verbo antiguo compuesto usando la
metáfora de una casa (oikos)
[35]
Kistemaker, Simon. Judas. Página 463
[36]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1093
[37]
Benton, John. La contienda por la fe, el mensaje de Judas. Página 157
[38]
Spurgeon, Carlos. Spurgeon´s devotional on Jude 20. Extraido de:
http://www.antioch.com.sg/well/devotional/spurgeon/10/10-08-pm.htm En: Julio 01
de 2011 (Traducido y adaptado por Julio César Benítez)
[39]
Manton, Thomas. A practical commentary, an exposition with notes on the
Epistle of Jude. Extraido de: http://www.newblehome.co.uk/manton/vol05/jude-
20.html En Julio 01 de 2011.
[40]
Jamieson, Roberto. Comentario exegético y explicativo de la biblia. Tomo II: El
Nuevo Testamento. Casa Bautista de publicaciones. El paso, EEUU. 2002. Página
756
[41]
Benton, John. La contienda por la fe: El mensaje de Judas. Página 158
[42]
Robertson, A. T. Comentario al Texto griego del Nuevo Testamento. Página
715
[43]
Kittel, Gerhard. Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento.
Página 1157
[44]
Benton, John. La contienda por la fe: El mensaje de Judas. Página 159
[45]
Berkhof, Louis. Teología Sistemática. Página 202
[46]
Manton, Thomas. A practical commentary, an exposition with notes on the
Epistle of Jude. Extraido de: http://www.newblehome.co.uk/manton/vol05/jude-
20.html En Julio 09 de 2011.
[47]
Manton, Thomas. Commentary on Jude. Extraido de:
http://www.newblehome.co.uk/manton/vol05/zvol5contents.html En: Julio 09 de
2011.
[48]
Hendriksen, William. 1 y Titometeo y Tito. Página 358
[49]
Las doxologías, en el cristianismo, son declaraciones de alabanza a Dios,
reconociendo su gloria. Viene de dos palabras griegas: doxa – que significa gloria,
y logos – que significa conocimiento o estudio. En la Biblia encontramos muchas
doxologías. En algunas se da gloria al Dios Trino, y en otras se menciona solo a
Dios Padre y/o al Hijo.
[50] Benton John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 194

[51] MacDonald, William. Comentario Bíblico. Página 1079

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