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Quebradas

de Valparaíso
Memoria social autoconstruida

Andrea Pino Vásquez


Prólogo de Lautaro Ojeda & Ximena Galleguillos
QUEBRADAS
de Valparaíso
Memoria social autoconstruida

Andrea Pino Vásquez


Prólogo de Lautaro Ojeda & Ximena Galleguillos
Andrea Pino Vásquez
Financia: Patrocina:

Q
Región de Valparaíso
Convocatoria 2014

FINANCIADO POR:
FONDART ÁMBITO REGIONAL DE FINANCIAMIENTO CONVOCATORIA 2014

Quebradas de Valparaíso Memoria social autoconstruida


“El otro patrimonio valorización del patrimonio inmaterial de autoconstrucción en Valparaíso” FOLIO: 55479.
EJECUTORA RESPONSABLE: Andrea Pino Vásquez
CO-EJECUTORES: Lautaro Ojeda Ledesma – Ximena Galleguillos Araya.

PATROCINADO POR:
CIGIDEN: Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales, Chile.
Universidad Técnica Federico Santa María, Chile.

Esta obra presenta un extracto de la tesis doctoral “Habitat informel dans les quebradas de
Valparaíso: dynamiques d’appropriation” de Andrea Pino Vásquez defendida en diciembre 2012 en
la Université de Bretagne Occidentale en Francia.

EDICIÓN
Lautaro Ojeda Ledesma y Andrea Pino Vásquez

CORRECCIÓN DE ESTILO
Rubén Dalmazzo Peillard

DISEÑO PORTADA
Andrea Pino Vásquez

DIBUJO PORTADA
Jennifer Vera (Quebrada La Rinconada)

IMPRESO EN CHILE
GRÁFICAS LOM

REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL n°250690.


“Quebradas de Valparaíso: Memoria social autoconstruida”, Andrea Pino Vásquez.
ISBN: n°978-956-358-451-6

©2012 Andrea Pino Vásquez


©De las imágenes: The British Museum
Derechos reservados. Prohibida cualquier forma de reproducción total o parcial de este libro
por ningún medio, sea éste electrónico, químico, mecánico, óptico o de fotocopia, sin previa
autorización de la autora.

Primera edición: 670 ejemplares


Santiago, Chile.
Agradecimientos

Este libro está dedicado especialmente a las familias de las quebradas


de Valparaíso, quienes sin reparos me abrieron su casa y me permitieron
inmiscuirme en su intimidad, en su historia, en su vida y realidad. Mis
sinceros agradecimientos a Ximena C., Silvana H., Fernando H., Héctor
P., Ernestina G., Doraliza C., María Cristina F., María Lucinda V., Na-
talia P., María Inés A., Luis L., Jeannette P., Yolanda M., Manuel P.,
Juana Rosa V., Ana A., Juana N., Trinidad G., Ximena C., Carmen Gloria
H., Norman O., Marta C., Nancy A., Valeria P., Ana Julia R., Isidro R.,
Juana R., Rosa P., María Aurora F., Elizabeth C., Christopher, Juan R.,
Gloria O., Elena C, Roberto C y Eric C.

Además, quiero agradecer a Lautaro Ojeda Ledesma, por su gran ayuda en la


edición de este libro y por su compañía incondicional en este proyecto. A
Ximena Galleguillos por su colaboración y críticas positivas. A Madalen
Malarée, por su colaboración en este proyecto.

A Nina Hormazábal, Pablo Sills, Patricio Catalán, Roberto Moris, Rosario


Walker, por su apoyo en el proceso de esta investigación durante el año
2014, lo cual, me permitió, entre otras cosas poder terminar este libro.
Además, agradecer a mis directores de tesis (2009-2012), Frédérique
Chlous-Ducharme y René-Paul Desse, por su comprensión y aliento a trans-
gredir las barreras disciplinarias propias de la arquitectura, para
aventurarme en una comprensión e investigación etnológica del territo-
rio.

Y finalmente quiero agradecer a toda mi familia.


INDICE

0 Introducción:

1 Capítulo:
¿Qué es una quebrada?

2 Capítulo:
Relatos de vida

3 Capítulo:
Procesos que intervienen en
informal de las quebradas.
la apropiación

4 Capítulo:
Quebrada-Estado

5 Capítulo:
Quebrada-ciudad

6 Capítulo:
Quebrada-barrio

7 Capítulo:
Quebrada-casa

Final abierto
Prólogo 7

La quebrada como unidad urbana y su proceso de invisibilización 11

1.0- Territorio de estudio, Quebradas de Valparaíso: ¿Qué es una quebrada? 19


2.0- ¿Cuántas quebradas hay en Valparaíso? 22
3.0- La quebrada y su estado de consolidación 22
4.0- Selección de tres quebradas: Las Chanas, La Rinconada, Las Cañas. 28

1.0- Metodología 35
2.0- Selección de los informantes 36
3.0- El hábitat informal de la quebrada como una construcción social. 39

1.0- Las trayectorias residenciales [hacia una quebrada] 45

1.0- Intervención del Estado: Acción e inacción. 62


2.0- Vivienda social 76

1.0- Acceso a la ciudad 87


2.0- Movilidad urbana 90

1.0- Arraigo al territorio de las quebradas. 103


2.0- Apropiación social que implica un arraigo social 106
3.0- Apropiación espacial que implica un arraigo espacial. 135
4.0- Participación al interior de la quebrada 159

1.0- La casa como espacio simbólico y físico. 180


2.0- Valoración de la casa como patrimonio y producto del esfuerzo familiar. 184
3.0- Representaciones sociales que poseen los habitantes de las quebradas en
relación con sus viviendas. 191
4.0- Representaciones sociales en torno a la idea de la casa. 194
5.0- Construcción fragmentaria de la casa Germen de la casa autoconstruida 211
6.0- Conjuntos Residenciales Familiares (CRF): Palimpsesto urbano informal. 221

Quebradas, territorios invisibilizados 247

Bibliografía 254
Pr
Prólogo
La presente obra es una síntesis de la tesis doctoral de Andrea
Pino Vásquez. Un trabajo minucioso, interdisciplinario, que
resultó ser el espejo de una exhaustiva experiencia de campo y de
investigación. Más allá de las proporciones escalares del campo
de trabajo (doce quebradas de Valparaíso) su trabajo explora el
campo de la etnografía, la sociología y la geografía cultural y los
aplica en un(os) territorio(s), estigmatizado(s), invisible(s)
y desconocido(s) para y por gran parte de la sociedad, haciendo
un valioso aporte a su campo disciplinar como arquitecta y
urbanista.
Su trabajo es un ensayo crítico que visibiliza objetivamente
un problema sistémico de la planificación chilena: la falta de
integralidad e interrelación en la prospección, comprensión,
diseño, ejecución y apropiación del hábitat, formal o informal.
En este sentido, no se trata de un inventario de reivindicaciones,
deseos y anhelos por las quebradas, sino la puesta en escena de
una ciudad real, la ciudad informal.
La intensa prospección de las doce quebradas estudiadas y
analizadas mediante entrevistas (relatos de vida), encuestas,
cartografías georreferenciadas, levantamientos planimétricos
de casos paradigmáticos, bien pueden responder a la inquietud
planteada por Thierry Paquot en L’espace public frente a la
planificación tecnocrática e insensible, quien señala que “raras
son las cartografías temporales, suertes de electrocardiogramas
del cuerpo urbano, que informan a los planificadores de cómo hacer
ciudad [...]. Estos evitarían las urbanizaciones poco graciosas,
inhóspitas, brutales, anodinas o sin cualidad y estandarizadas,
que desgraciadamente se repiten de forma incesante” (2009: 98-
99).

7
En Latinoamérica, el acceso a la tierra y a la vivienda representa
uno de los principales problemas sociales y Chile no está exento de
ello, lo que ha generado una apropiación informal del territorio,
la que posee sus propias reglas, espacialidades, imaginarios,
representaciones, construcciones y economías (Agier, 1999;
Paquot, 2006; Jáuregui, 2008). Este fenómeno alcanza una media
de 75% del espacio urbano construido (Montaner & Muxí, 2012),
hecho que lo convierte en una de las principales características
o paradigmas de la urbanización latinoamericana (Antier, 2005;
Fernández, 2008, Agier, 2010).
En términos infraestructurales y urbanísticos, actualmente Chile
experimenta un crecimiento exponencial. Sin embargo, la lógica
de mercado es lo que ha regulado el crecimiento urbano, lo que
se ha traducido en un suelo desregulado con altos índices de
segregación socio-espacial por localización y en una extrema
centralización de recursos en la capital (Santiago).
A nivel nacional, la conurbación Valparaíso y Viña del Mar
(Chile) posee la mayor cantidad de tomas de terreno, hoy
denominados “campamentos”. Esta concentración tiene una directa
incidencia en las construcciones sociales y representaciones que
se vehiculan en la sociedad porteña, y donde quienes las habitan,
construyen y sostienen, históricamente han sido estigmatizados
e invisibilizados.
La autora sostiene que la apropiación socio-espacial de la
quebrada es un proceso evolutivo que vehicula representaciones
sociales e imaginarios colectivos, y que se materializa mediante
la autoconstrucción y auto-urbanización de su hábitat. Ambas
formas de apropiación legitiman y afirman la conciencia y/o
inteligencia territorial de sus habitantes, expresada en cuatro
territorios de apropiación (Quebrada-Estado, Quebrada-Ciudad,
Quebrada-Barrio, Quebrada-Casa), conciencias que se inscriben
en las lógicas de las micro resistencias planteadas por Michel
De Certeau, generando una compleja red de prácticas microbianas
denominada como el “système D” que aquí se plantea como hábitat
informal.
La autora hace una precisa alusión a Henry Lefebvre cuando define
el hábitat informal como una apropiación socio-espacial que se
contrapone al “espacio dominado” (Lefebvre, 2009), presentando
la arquitectura vernácula como paradigma de dicha contraposición.
En este contexto, esta investigación, además de demostrarnos
aquel principio, nos permite comprender por qué debemos superar

8
la planificación moderna absolutista, paternalista y autoritaria
representada y vehiculada con los Planes Reguladores, dado que
hoy la ciudad es per se informal, y que uno de sus principios
es la reivindicación del derecho a la ciudad para quienes la
habitan y construyen, es decir, sus habitantes.
François Ascher (2004) en Los nuevos principios del urbanismo,
plantea que el mejoramiento de la calidad de vida urbana se
sostiene en una planificación urbana inclusiva y participativa,
donde los ciudadanos son los principales actores de dicho
mejoramiento (Borja, 2007). Es en este contexto que el concepto
de “el derecho a la ciudad” erigido por Henry Lefebvre (1960) se
revitaliza y aparece en obras contemporáneas tales como La ciudad
conquistada de Jordi Borja (2003); La rue est à nous... tous! de
François Ascher y Mireille Apel-Müller (2007); o Rebel cities de
David Harvey (2012), que ponen en el centro de la planificación
urbana al usuario y, paralelamente a esta tendencia, aparece en
experiencias de planificaciones urbanas de ciudades alternativas
como Medellín (Colombia), Bogotá (Colombia), Amberes (Bélgica),
Río de Janeiro y Curitiba (Brasil).
El saber-hacer que esta investigación hace emerger desde sus
habitantes, acuña conceptos como soberanía comunitaria, la
toma porteña, o los Conjuntos Residenciales Familiares, como
puntales para sostener cualquier proceso de planificación urbana
integral, es por ello que este libro será de gran utilidad,
tanto para las autoridades que toman decisiones, investigadores,
planificadores, organismos públicos, estudiantes, pero sobre todo
para los usuarios de la ciudad.

Lautaro Ojeda L.
Ximena Galleguillos
Valparaíso, 07-01-2015

9
0
Introducción

La quebrada como unidad urbana y su proceso de


invisibilización
Habitualmente, cuando se habla de Valparaíso, salen a colación
sus 42-44 cerros, son su marca registrada; cada uno de ellos
posee un nombre y una historia ligada a ese nombre, cada porteño
ha transcurrido sus vidas en uno o varios de estos cerros e
historias. Sin embargo, ¿qué sucede con las quebradas? ¿Sabemos
cuántas son y cuáles son sus nombres?
Si bien este libro no busca responder a cabalidad estas dos
preguntas, nos interesa exponer el estado de invisibilización y
anonimato urbano en que las quebradas han estado por décadas ante
un sistema centralizado y una planificación urbana regulatoria y
segregadora, un anonimato que sólo se ha revertido ocasionalmente
por tragedias que dejan en evidencia lo abandonados y desestimados
que están estos territorios de la ciudad.
Las quebradas de Valparaíso se configuran como unidades urbanas y
constituyen una realidad socio-espacial compleja, en los términos
definidos por Guarín Cobos, quien define una unidad urbana como
una unidad de análisis “ representada en la porción de espacio
urbano que ha construido y habita la Comunidad, por tanto la
reconoce y apropia culturalmente como su territorio y lucha por
su mejoramiento y consolidación. Es la unidad de identificación
de la ciudad hacia el barrio y de sus habitantes hacia este,
entendida como el resultado de la articulación de elementos
físicos, sociales, económicos, políticos y culturales” (Guarín
Cobos, 2003:101).
Esta idea de las quebradas como unidad urbana se funda,
primariamente, en su identificación como una unidad diferenciada
y diferenciable, y parte estructurante de la morfología de la
ciudad de Valparaíso. En cuanto confluyen un conjunto de elementos

11
topográficos, biofísicos, sociales y espaciales que la constituyen
como un todo reconocible, tanto por sus habitantes como por el
resto de los habitantes de Valparaíso. Vicuña Mackenna (1936),
en su obra Historia de Valparaíso, cuando hace referencia al
primer poblamiento de Valparaíso, menciona que la ciudad está
delimitada por la quebrada de Elías (Cumming) y la quebrada Juan
Gómez (Carampangue), y las define como los límites extremos de
la ciudad. De esta misma manera, en el Censo Nacional de 1813,
se mencionan y censan siete quebradas y solo cinco cerros, cada
uno de los cuales era identificado en virtud de su nombre y de la
ocupación que presentaban.
Sin embargo, esta situación se revierte progresivamente en la
medida que las quebradas se van ocupando e identificando como
espacios de habitación de la clase trabajadora, para luego, a
finales del siglo XIX y principios del siglo XX, estas desaparezcan
casi en su totalidad de las cartografías oficiales de la ciudad.
Un hito importante en este proceso es el terremoto de 1906,
el cual generó una visibilización brutal de la “clase obrera”
en los espacios públicos del plan de la ciudad, causada por
la destrucción de los conventillos donde habitaban, lo cual,
propició una migración masiva de las familias hacia las partes
altas de los cerros y quebradas (Rubio, 2007).
Este proceso histórico de invisibilización socio-espacial de
las quebradas de Valparaíso se funda en el imaginario colectivo
negativo que se ha construido históricamente en torno a estos
territorios. Imaginario que tiene su origen en los relatos de
historiadores y viajeros que escribieron sobre Valparaíso y,
tangencialmente, se refirieron a las quebradas y las señalaron y
las fijaron como los espacios de vida de las clases populares.
Max Radiguet en la Revue des deux mondes escribe un artículo
titulado “Valparaíso et la société Chilienne”, donde señala que
“En el puerto, la ciudad se presenta bajo uno de sus más extraños
y siniestros aspectos. Entre los tres cerros se extienden ‘les
ravins’ llamadas quebradas. Nada es más miserable que las
habitaciones apiñadas en estas quebradas, surcos profundos de la
montaña, donde fermentan toda clase de restos impuros. Las casas,
bajas y horribles pegadas por un lado al suelo, sostenidas por
el otro sobre estacas dispuestas a manera de pilares, escalan
desordenadas, sin aproblemarse por la vecindad. Aquí, una puerta
se abre sobre un techo; una chimenea vomita torrentes de humo
negro en una ventana abierta; allá las cuerdas colgadas soportan

12
harapos, horrorosos andrajos; en fin senderos tortuosos, rotos
y solamente indicados por el uso, algunas planchas estrechas y
vacilantes, conducen a ciertos antros donde los murciélagos y
los Lazzaroni de Valparaíso solo pueden entrar en la noche. Esta
parte de la ciudad es, por lo tanto, “el dorado” de los marinos
extranjeros” (1847:62). Vicente Carvallo, historiador chileno,
refiriéndose a los porteños y a sus viviendas señala que “Por
excavaciones hacen pequeños planos en que fabrican sus casas
pequeñas y muy incómodas” (Vicuña Mackenna, 1936:104). Ugarte
Yávar en su obra Valparaíso 1536-1910. Recopilación histórica,
comercial y social escribe que, hacia 1722 “La moralidad en el
Puerto era desconocida y las indias, en chinganas establecidas en
el fondo de las quebradas, hacían lujo de sus liviandades con la
plebe y los marineros de los buques” (1910: 102). Vicuña Mackenna
en su obra Historia de Valparaíso, en el segundo tomo, señala
que “en el fondo de sus cauces se escondían cien nauseabundas
pulperías y chinganas en que los indios y sus hijas servían a la
plebe de la bahía el festín de las más repugnantes liviandades”
(1936: 534). Edwards Bello (1934), en su obra El bombardeo de
Valparaíso y su época, señala que la ciudad de Valparaíso, hacia
1865, mostraba una clara inequidad y segregación socio-espacial
y señala que “la ola europea triunfante, va repeliendo hasta las
quebradas pobres a los residuos o sobrevivientes de changos,
mulatos y mestizos” (Calderón, 2001: 271). El diario El Mercurio
del 7 de abril de 1907, escribía en cuanto a la densificación
de los cerros de Valparaíso y señalaba que “sin contar las
terribles quebradas a donde no se atreve a ir siquiera la policía
como la de Los Litres, Las Cañas, La Calaguala y otros barrios
extramuros” (Rubio, 2007: 76).
Estos relatos, finalmente, se fueron anclando y enraizando poco
a poco en el imaginario colectivo de porteños y foráneos y,
sobre todo, en los técnicos y profesionales que inciden en la
planificación urbana de la ciudad. Sin embargo, las quebradas,
en cuanto unidades urbanas, se han constituido como lugares de
habitación de un grupo socialmente invisibilizado, pero que, por
el contrario, ha sabido desarrollar y consolidar allí su hábitat
desde la carencia.
Henri Lefebvre en su obra La production de l’espace planteó
una diferenciación entre el “espacio dominado” y el “espacio
apropiado”, definiendo los espacios dominados como los espacios
que fueron transformados por una técnica y una práctica precisa

13
asociadas al poder político, un ejemplo, la arquitectura militar,
las fortificaciones, canalizaciones de ríos, etc. y en la época
moderna esto estaría representado con la auto-ruta y los edificios
de hormigón armado. Y como contraposición, definió el espacio
apropiado como “un espacio natural modificado para servir a las
necesidades y posibilidades de un grupo (la choza, el iglú, la
cabaña)” (2000: 193). En este caso consideramos que el hábitat
informal presente en las quebradas es una apropiación socio-
espacial, que se materializa mediante prácticas autogestionarias,
como la autoconstrucción y la auto-urbanización.
Para Gasnier, la apropiación es “un uso social, testimonio
de una relación estrecha entre los hombres y el espacio para
satisfacer diferentes necesidades (exhibición, contestación,
sociabilización, reivindicación)” (2004: 53). Esta apropiación
socio-espacial de las quebradas se constituye en una ausencia
de todo, Moles & Rohmer (1978) afirman que el hombre aprehende
el espacio apropiándoselo. En las quebradas es la aprehensión
de un territorio no planificado, desestimado e invisibilizado,
donde los habitantes han desarrollado variadas formas de asirlo,
tomarlo, manejarlo, ordenarlo y consolidarlo.
Desde esta perspectiva, contraria al estigma que han cargado
por años las quebradas, y en pos de visibilizar sus dinámicas y
procesos de apropiación, es que este libro presenta y recurre
a sus actores principales, “sus habitantes”, quienes mediante
sus relatos evidenciaron y revelaron, desde sus experiencias
vividas, sus expectativas y sus proyectos, las representaciones
e imaginarios que ellos poseen de estos territorios.
Hoy en día, internacionalmente, frente al desarrollo desenfrenado
de viviendas por medio de la informalidad, el estudio de este
fenómeno (hábitat informal) ha adquirido una real importancia,
tanto en las investigaciones urbanas como sociales actuales, donde
las temáticas desarrolladas guardan relación con la intención
de reintegrar estas formas habitables al medio urbano y, por
sobre todo, a la cultura arquitectónica, rescatando sus valores
sociales y espaciales, reconociendo el carácter y germen de una
auténtica arquitectura local. Autores como Edésio Fernández,
John Turner, Jorge Mario Jáuregui, Teolinda Bolívar, Esther
Wiesenfeld, Mauricio Hernández, Alicia Lindón & Daniel Hiernaux,
Paola Berenstein, Jean Paul Loubes, Michel Agier, Gouverneur,
entre otros, consideran que los asentamientos informales
latinoamericanos, antes que todo, son una construcción social

14
en permanente evolución. John Turner, ya en los años setenta
y a partir de su estudio en Perú, enunciaba que esta forma de
producción del hábitat debía ser tomada en consideración para
las futuras intervenciones urbanas en la ciudad. Además, que la
participación de los usuarios o habitantes era esencial en las
políticas de vivienda que pretendían proponer un mejoramiento a
este tipo de hábitat.
Finalmente, debemos señalar que la investigación en torno a las
quebradas y, específicamente, de los asentamientos informales
presentes en ellas, aún se encuentra en un estado embrionario.
Sólo existen cuatro referencias que abordan el sujeto de manera
tangencial: Luis Álvarez (2001), en su artículo “Origen de los
espacios públicos en Valparaíso: discurso higienista y las
condiciones ambientales en el siglo XIX”; Giulietta Fadda y
Alejandra Cortés, investigación FONDECYT 1061179 “Calidad de
vida del adulto mayor en el hábitat urbano: estudio del caso
de Valparaíso”; Hugo Romero, investigación FONDECYT 1080080
“Sustentabilidad ambiental urbana, justicia socio ambiental
y escenarios de calidad de vida futura en las metrópolis de
Santiago-Valparaíso y en la ciudad intermedia de Chillán”; Paula
Kapstein, en su artículo “Análisis de asentamientos precarios en
Valparaíso y su incidencia en el crecimiento urbano” (2004), en
el marco de su investigación doctoral “La periferia interior.
Un problema de vulnerabilidad no resuelto por el planeamiento
urbano en Chile” (2009).
De esta manera, la presente investigación aborda exclusivamente
el hábitat informal presente en las quebradas de Valparaíso desde
la perspectiva de sus habitantes. Sin embargo, ante la reflexión
de cómo afrontar el estudio de estos territorios y con el objetivo
de entender sus lógicas y procesos de conformación, se determina
que solo es posible mediante una mirada interdisciplinaria, con
un enfoque cualitativo que movilice, conjuntamente, herramientas
de la arquitectura y de la etnología, con el objetivo de asir
la mayor cantidad de variables posibles, que nos permitan
conocer los procesos sociales y espaciales que influyeron en la
ocupación, construcción, transformación y consolidación de estos
territorios.

15
Figura 1: Quebrada de Sant’Elias Valparaíso, 1834. Conrad Martens. Fuente: The
British Museum, numero de orden FI-000668898, 1868, 1114.378AN303554.
Figura 2: Quebrada de San Agustine Valparaíso, 1834. Conrad Martens. Fuente: The
British Museum, numero de orden FI-000668904, 1868,1114.372AN303531.
18
1
C a p í t u l o

¿Qué es una quebrada?


1.0- Territorio de estudio, Quebradas de Valparaíso.

Una quebrada, en cuanto unidad geográfica, topográfica e hidrológica,


está definida a partir de los cerros que la conforman. Las cimas
de los cerros actúan como líneas divisorias de aguas, las cuales
separan dos cuencas o micro-cuencas contiguas.
Desde esta perspectiva, la quebrada es el conjunto compuesto por
el borde superior o divisor de aguas, las laderas y el fondo de
la quebrada, como un conjunto natural en equilibrio.
Según el glosario de términos geográficos de la biblioteca del
Congreso Nacional de Chile, una quebrada es un “lecho seco o
de escurrimiento esporádico y efímero, por lo general de gran
pendiente”1. Efectivamente, las quebradas de Valparaíso son de
escurrimiento esporádico, constituyéndose como micro unidades
hidrológicas de origen pluvial2, las cuales, hasta mediados
de 18803, constituían las principales fuentes de agua dulce
que poseía la ciudad (Vela-Ruiz, 2004). Y estaban cubiertas
por un bosque esclerófilo4 exuberante que permitía “incrementar
la capacidad de retención hídrica al interior de las cuencas”
(Álvarez, 2001: 8).
1 http://siit2.bcn.cl/glosario/index_html
2 La ciudad “disponía de tres importantes quebradas con disposición de agua dulce
permanente, necesidad prioritaria para la travesía marinera de la costa chilena. Las Quebradas de
Juan Gómez (actual Carampangue), San Francisco, y Elías (actual Tomás Ramos)” (Álvarez, 2001:8).
3 “La gran cobertura de los aguadores, es advertida con preocupación debido a sus
eventuales repercusiones sanitarias por la comisión directiva del Servicio Sanitario del Cólera
de Santiago, que en 1888 recomienda como medida sanitaria para Valparaíso, “inutilizar para la
bebida las aguas de las quebradas y las de los pozos’ “(Vela-Ruiz, 2004:218). Los aguateros o
aguadores, eran personas que se dedicaban al transporte y venta de agua en Valparaíso. Su labor
era buscar agua en las vertientes de las quebradas de Valparaíso y llevarla a los domicilios y
plazas públicas de la ciudad, en dos barriles transportados por caballos o burros. A finales del
siglo XIX existían 638 aguateros en Valparaíso.
4 Las quebradas contaban con bosque nativo esclerófilo, compuesto por especies como,
“ Litre, Boldo, Peumo, Pataguas, Arrayán, Quillay coexistían con unidades de palmas chilenas”
(Álvarez, 2001).

19
Sin embargo, en los instrumentos de planificación territorial
no existe una definición clara de qué es una quebrada en un
contexto urbano. Desde el punto de vista normativo en el cual se
encuentran las quebradas de Valparaíso, hoy en día es difuso y
escueto, según la Ordenanza Municipal re-difundida en el 2010,
del PRV, que en el artículo n°24 define como zona G: aéreas
verdes, plazas y paseos-miradores. Según esta zonificación del
PRV-O1, las quebradas corresponderían a dicha zona, como lo
explicita el artículo n°25, donde se detallan los usos permitidos
y los prohibidos de la ZONA G. Como usos permitidos menciona:
“áreas verdes, plazas, parques, jardines, paseos miradores,
quebradas y en general usos que propendan a la recreación y el
esparcimiento, (juegos infantiles) entre otros”.
Anteriormente, la Ordenanza difundida el 21 de marzo del 2005,
solo se refería a ciertas restricciones que regían en estas
áreas de la ciudad; en su artículo 22-d señalaba que:
“Las fajas comprendidas dentro de 5m a cada lado del eje de las
quebradas graficadas en el plano PRV-01 (modificado por P.I.V.).
Deberán permanecer libres de edificación de cualquier tipo,
permitiéndose solamente obras de proyección de las aguas lluvias
y las propias a la infraestructura vial, incluyendo veredas y
paseos peatonales”.
De este artículo se subentendía que esta restricción, aplicaba
solo para las quebradas graficadas en el PRV-01; sin embargo,
aquí cabe preguntarse: ¿y qué sucede con las quebradas que no
están graficadas en el PRV-01? ¿Dejan de ser quebradas y, por
ende, no aplica tal restricción?
A su vez, la Ordenanza re-difundida en marzo de 2011, elimina
la explicación del art. 22-d y nos deriva al decreto N°103 del
MINVU, el cual modificó el Plan Intercomunal de Valparaíso. Así,
en el artículo único del Decreto Nº 103 se señala que:
“En los casos en que el escurrimiento de las aguas sea intermitente
u ocasional (que es el caso de las quebradas de Valparaíso),
la Quebrada estará constituida por su fondo y faldeos laterales
que queden incluidos en fajas no inferiores a 30 m horizontales
medidos a cada lado de su eje. Estas fajas podrán disminuirse
a 15 m horizontales cada una, en el caso que los faldeos
correspondientes tengan una pendiente inferior a 40°”5.
Tanto a nivel comunal como intercomunal, cada una de las
ordenanzas son claras en definir las fajas de restricción en las
5 Plan regulador comunal de Valparaíso, Ordenanza local refundida, 2011, Tipo Norma:
Decreto 103 Fecha Publicación: 03-08-1987, Fecha Promulgación: 08-07-1987.

20
quebradas, sin embargo, esta medida es insuficiente, si se quiere
realizar un manejo integral de estos territorios de las ciudad.

Figura 3: Esquema de una quebrada y las partes que la conforman.

Figura 4: Fotografía quebrada La Rinconada, vista desde Cancha Las Palmeras.

21
2.0- ¿Cuántas quebradas hay en Valparaíso?

En relación con su compleja topografía, Valparaíso posee al


menos 39 quebradas. Estas se despliegan en función de sus 42-
44 cerros, los cuales, constituyen 10 cuencas hidrológicas
(Álvarez, 2001), cada una de las cuales está conformada por
varios afluentes o quebradas.
Frente a este gran número de quebradas —las cuales han sido
siempre percibidas como barreras naturales que fragmentan la
ciudad—, se construye el Camino Cintura o Avenida Alemania6,
con el objetivo de conectar la casi totalidad de los cerros de
Valparaíso. Esta avenida está construida a una altura promedio
de 100msnm, y era considerada, a finales del siglo XIX, como
el límite urbano de la ciudad, definiendo la periferia o los
extramuros de la ciudad (Rubio, 2007).

3.0- La quebrada y su estado de consolidación

Las quebradas de Valparaíso, en cuanto unidades hidrológicas,


topográficas y urbanas, se extienden desde las cimas más altas
de Valparaíso, a la altura del Camino La Pólvora, desde unos
430 metros de altitud (en promedio), hasta su desembocadura en
el mar.
Consideramos que las quebradas se encuentran claramente
fraccionadas en dos tramos, una parte baja “consolidada” y una
parte alta “no consolidada”. El estado de consolidación hace
referencia al estado urbano actual en el que se encuentran las
quebradas, en relación con: la existencia o inexistencia de
espacios públicos; con la calidad de las viviendas que allí se
erigen; y con el tipo de tenencia de la propiedad privada.
Para situarnos territorialmente, al primer tramo lo denominaremos
como tramo de las Quebradas Consolidadas, que se extiende desde
el pie de cerro hasta el Camino Cintura y/o Avenida Alemania.
Todas las quebradas de este tramo están abovedadas y presentan
un estado de consolidación con respecto a la trama urbana de la
ciudad y al hábitat. Estas quebradas consolidadas muestran un
estado de “durcificación” o de solidificación en relación con el
espacio construido, con la red viaria y con el suelo natural;
6 Según Víctor Domingo Silva (2004) los trabajos del camino Cintura comenzaron en 1884,
y se extendieron por varias décadas, dejando una tramo inconcluso entre el cerro La Rinconada
y el Cerro Merced. Tramo que recién hoy comienza a ser tema de discusión, tras el incendio de
abril del 2014 y en función del Plan de Reconstrucción.

22
este último se encuentra en un estado de impermeabilización
extrema. Las laderas de los cerros exhiben una durcificación
en relación con su suelo natural, materializado en zócalos en
piedra y terrazas en hormigón. Esta zona corresponde a lo que el
PRC define como “cerros fundacionales”, primera parte habitada
de los cerros. Todos los fondos de quebradas de este tramo
comenzaron a ser canalizados a finales del siglo XIX, al momento
de la construcción del camino Cintura. Por consecuencia, ellas
se constituyen como las principales vías de acceso hacia los
cerros.
Sin embargo, es de nuestro interés el segundo tramo, el cual
llamaremos Quebradas No-consolidadas. Son todas aquellas
quebradas que se extienden desde el Camino Cintura —por sobre
la cota 100— hacia el sur de la ciudad, limitando con el camino
la Pólvora (430 msnm). Como lo mencionamos anteriormente,
uno de los indicios de la durcificación o solidificación es la
definición de los límites, entre el espacio privado (familiar) y
el espacio público (colectivo) de la calle. Por el contrario,
las quebradas no consolidadas presentan una durcificación muy
baja, la capa vegetal del suelo está aún presente y existe una
ausencia de muros de contención y de pavimentos. La red viaria
es mayoritariamente en tierra, y la definición de los límites
entre la propiedad privada y pública es ambigua, irregular y
aleatoria. Es decir, las quebradas presentan un estado semi-
natural con una considerable degradación ambiental, resultado
de la acción antrópica no planificada. Si recorremos todas
aquellas quebradas de este segundo tramo, nos percataremos que
todas están habitadas, y el hábitat es de carácter mixto, una
mezcla de asentamientos formales e informales; sin embargo —y
en contradicción con lo anterior—, gran parte de estas áreas
de la ciudad son consideradas por el PRC como áreas verdes. En
cuanto a las obras hidráulicas, en este tramo las quebradas no
están abovedadas; sólo existe un sistema de contención de aguas
lluvias mediante muros desarenadores, que suman 37 en total.

23
Figura 5: Cartografía de 43 quebradas identificadas.

24
Figura 6: Cartografía que muestra la zona de los cerros fundacionales y las
quebradas consolidadas versus las quebradas no-consolidadas.

25
Figura 7: Cartografía de los 29 cauces subterráneos, y 27 desarenadores situados
en diferentes quebradas, Fuente cartográfica D.G.A. I.Municipalidad de Valparaíso.

26
Figura 8: Fotografía de dos quebradas, a la derecha quebrada consolidada El Litre
y a la izquierda quebrada no consolidada, Las Chanas.

En relación con sus características socio-culturales, las


quebradas, históricamente, han sido consideradas como lugares
de mala reputación y poco atractivos para vivir, en vista de las
deplorables condiciones sanitarias que presentaban a finales del
siglo XIX y principios del siglo XX. Sin embargo, esta visión no ha
cambiado mucho, ya que hoy aún existe una fuerte estigmatización
hacia estos lugares, hacia sus habitantes y, por ende, hacia el
hábitat que allí se ha desarrollado. Finalmente, las quebradas
hoy día son territorio que se encuentra en un constante proceso
de reconfiguración socio-espacial y en un estado de indefinición
en relación con las normativas e instrumentos de planificación,
ya que estos últimos son escuetos en referirse a la forma en que
las quebradas deberían ser manejadas.

27
4.0- Selección de tres quebradas: Las Chanas, La Rinconada,
Las Cañas.

En función del gran número de quebradas existentes, se realizaron


dos selecciones sucesivas. Inicialmente se identificaron doce
grandes quebradas no consolidadas, las cuales poseen sus
respectivas ramificaciones de afluentes entre diferentes cerros.
Estas quebradas se sitúan entre el Camino Cintura y/o Avenida
Alemania y el Camino La Pólvora.
La selección de estas doce quebradas está determinada
principalmente por su accesibilidad. Cada una de ellas está
directamente conectada hacia el norte con la Avenida Alemania
o Camino Cintura, que se constituyen como su principal vía de
acceso y las interconecta con la trama urbana consolidada de la
ciudad.
Luego de esta primera selección, se reconoce que estas doce
quebradas poseen claras diferencias con respecto a su estado de
consolidación urbana, y es a partir de esta constatación que se
definen tres niveles de consolidación.

4.1- Criterios de selección de las tres quebradas


Las quebradas presentan diferencias y similitudes entre ellas,
en relación con el estado de consolidación y con su organización
urbana. Para poder definir estas diferencias y similitudes se
analizan cuatro aspectos en cada quebrada, aspectos que nos
permitieron clasificar las 12 quebradas: tipo de tenencia del
sitio, conectividad y red viaria, calidad y apariencia estética
de la vivienda, degradación ambiental y contaminación.
a. Tipo de tenencia del sitio o lote: se evalúa y catastra la
propiedad privada y se identifican los lotes regulares y los
irregulares.
b. Conectividad y organización de la red viaria: se evalúa la
movilidad de cada quebrada a partir de la conectividad que cada una
posee en relación con tres escalas: a escala macro, con el plan de
la ciudad; a escala meso, con los cerros y barrios aledaños; y a
escala micro, conectividad al interior de la quebrada. Se evaluó
la existencia y estado de accesos peatonales y vehiculares, y si
estos formaban parte de una red interconectada. Por ejemplo, en
algunas quebradas solo existen accesos peatonales en tierra y en
otras existen calles pavimentadas.
c. Calidad y apariencia estética de las viviendas: En relación

28
con los materiales utilizados y con la superficie construida,
se evaluó las características materiales de las viviendas y
sus técnicas constructivas, así como los diferentes materiales
empleados. Por ejemplo, algunas quebradas exhiben viviendas
en albañilería armada, mientras que otras viviendas son muy
precarias con materiales de recuperación.
d. Degradación ambiental y contaminación: generada por la
carencia de redes de alcantarillado para la totalidad de las
viviendas existentes, y por la presencia de micro basurales.
Por lo tanto, los cuatro aspectos analizados en cada una de las
12 quebradas, definen tres niveles de consolidación.
1-Consolidación primaria: Corresponde a la construcción del
refugio básico, que asegura la tenencia del sitio. La construcción
de la vivienda está poco desarrollada, suele ser una pieza o una
mediagua, construidas con materiales de recuperación y que da
cobijo a toda la familia. En una sola pieza se desarrollan todas
las actividades de la vida cotidiana. Normalmente, las quebradas
en estado primario carecen de uno o más servicios básicos y la
conectividad al interior de la quebrada es mala.
2-Consolidación secundaria: Implica la evolución,
incremento y mejora del refugio básico, generado por la necesidad
de mejorar la calidad de vida; es la etapa donde habitualmente
se asegura la tenencia del sitio, es decir, se busca su
regularización. Habitualmente, en las quebradas de consolidación
secundaria, un porcentaje de las viviendas carece solo de un
servicio básico (red de alcantarillado), y la conectividad al
interior de ellas es regular.
3-Consolidación terciaria: La consolidación se revela
tanto a nivel de la vivienda, como del espacio público, el cual
logra consolidarse mediante la autogestión de los habitantes. Es
decir, existe una preocupación de cómo acceder a la vivienda y cómo
esta se conecta con la ciudad. La vivienda presenta mejoras tanto
a nivel estructural como material, expresado en la uniformidad
de los materiales utilizados. Existe una preocupación por el
entorno inmediato a la vivienda, lo cual influye directamente
en la consolidación de los espacios públicos. En esta etapa se
implementan, por lo tanto, la totalidad de los servicios básicos
y la conectividad al interior de la quebrada es buena.
A partir de lo anterior, se clasifican las 12 quebradas según su
nivel de consolidación, para luego seleccionar tres quebradas
representativas de cada uno de los niveles. La Rinconada

29
(consolidación primaria), Las Chanas (consolidación secundaria),
Las Cañas (consolidación terciaria).

4.1.1- Quebrada La Rinconada. Consolidación primaria


Esta quebrada recibe variados nombres: La Rinconada, Pocuro y
Las Palmeras, este último relacionado con las cinco palmeras
que se encuentran ubicadas a la altura de la Avenida Alemania,
a un costado del Fundo Pajonal. La Rinconada forma parte de la
cuenca Uruguay y desemboca en el cauce Uruguay. Se sitúa entre
los cerros Las Cañas hacia el oeste y los cerros La Virgen y La
Merced hacia el este, conectándose directamente con la avenida
Alemania hacia el norte, y hacia el sur con el cerro Pajonal.
Desde el punto de vista de la planificación urbana, la quebrada se
sitúa en una zona limítrofe, ya que por el fondo de esta quebrada,
actualmente pasa la línea imaginaria que define el límite urbano
de Valparaíso, dejando la mitad de esta quebrada en zona urbana
y su otra mitad en zona rural (límite urbano que, seguramente,
será modificado en función de nuevos proyectos inmobiliarios que
se llevarán a cabo en el fundo Pajonal).
-Tipo de tenencia de los lotes. Esta quebrada presenta
un 70% de irregularidad con respecto al tipo de tenencia de los
lotes. Podemos decir que es la quebrada menos consolidada de toda
la ciudad, lo que se evidencia en la precariedad constructiva de
las viviendas y en la mala calidad de la conectividad al interior
de la quebrada.
-Conectividad y organización de la red viaria. El mayor
problema es la conectividad intra-quebrada, debido al mal estado
de calles, pasajes y escaleras, los cuales son en su totalidad
de tierra y, por ende, dificultan la movilidad de los habitantes
en épocas de lluvias. Por el contrario, la conectividad con el
resto de la ciudad es beneficiosa, ya que la quebrada está muy
próxima al centro de la ciudad y, por ende, las familias pueden
descender al plan a pie o en locomoción colectiva.
-Calidad y apariencia estética de las viviendas. Antes
del incendio del 2014, las viviendas eran muy precarias,
construidas, en su mayoría, con materiales de recuperación en
un estado primigenio de pieza o mediaguas. Hoy las viviendas
han sido reconstruidas por sus propietarios y presentan mejoras
significativas con respecto a la calidad constructiva, a los
materiales y al tamaño de las viviendas.
-Degradación ambiental y contaminación. La Rinconada se

30
sitúa en un sector donde aún existía, antes del incendio, una
exuberante vegetación, debido a que los terrenos colindantes
son dos fundos privadas: el Fundo Pajonal y el Fundo Santa Rosa
de Pajonal. Característica que se reveló como una gran amenaza
a la hora del incendio de abril del 2014, porque al no existir
regulación sobre la distancia mínima entre áreas boscosas y
áreas habitadas, el incendio se propagó rápidamente hacia el
sector de las viviendas, lo que generó una degradación ambiental
significativa.

4.1.2- Quebrada Las Chanas. Consolidación secundaria


La quebrada Las Chanas recibe variados nombres: Las Chanas,
los Chanos y San Francisco. Forma parte de la cuenca Cajilla-
Clave y es una de sus ramificaciones en conjunto con la quebrada
San Francisco. Se sitúa entre los cerros Cordillera hacia el
oeste y el cerro Chaparro hacia el este, conectándose hacia el
norte con el camino Cintura y hacia el sur con el cerro Playa
Ancha. Ambas quebradas (Las Chanas y San Francisco), se encauzan
desde el camino Cintura hacia el mar por medio de un sistema de
cauces subterráneos, los cuales derivan en el plan, en el cauce
Cajilla-Clave7.
Las calles que se sitúan en las cimas de los cerros que conforman
esta quebrada, definen su límite superior, constituyéndose como
un Borde Cornisa, que desde el punto de vista geográfico se
constituye como el divisor de aguas. Estos límites son: Hacia
el sur está definido por las calles Levarte y Gumercindo Díaz
Reyes sobre la curva de nivel 250. Hacia el oeste, el límite
queda definido por la calle Vapor Biobío y Detective Barahona,
descendiendo desde la curva 250 hasta la curva 180. Hacia el
este, el límite queda definido con la calle Cañería, calle 5 y
calle Uno, descendiendo desde la curva 250 hasta la curva 100.
-Tipo de tenencia del sitio o lote. Esta quebrada presenta
30% de irregularidad con respecto al tipo de tenencia de los
lotes.
-Conectividad y organización de la red viaria. La quebrada
a nivel macro está conectada con el resto de la ciudad; su
problema mayor es la conectividad intra-quebrada, ya que solo
existen accesos peatonales, senderos, pasajes y escaleras y no
hay conectividad entre laderas.
7 Los nombres de los cauces están determinados por la calle que definen. Recordemos
que al momento de canalizar las quebradas estas se convirtieron en las principales calles que
atraviesan transversalmente el plan litoral.

31
-Calidad y apariencia estética de las viviendas.
En relación con la calidad constructiva, la mayoría de las
viviendas presenta una buena calidad; sin embargo, en relación
con la estética, estas aparentemente son muy antiguas y con poca
mantención.
-Degradación ambiental y contaminación. En cuanto a
la degradación ambiental, la quebrada presenta una grave
contaminación por aguas servidas, debido a que alrededor del 40%
de las viviendas no está conectada al sistema de alcantarillado.

4.1.3- Quebrada Las Cañas. Consolidación terciaria


La quebrada Las Cañas forma parte de la cuenca Uruguay y desemboca
en el cauce del mismo nombre. Se sitúa entre los cerros El Litre
hacia el oeste y el cerro Las Cañas hacia el este, conectándose
directamente con la avenida Alemania hacia el norte, y hacia el
sur con el cerro Las Cañas.
La quebrada queda definida y delimitada, en su borde superior,
por las calles situadas en las líneas divisorias de aguas de
los cerros que la conforman. Estas son: al este encontramos las
calles Demóstenes y La escalera los Obreros; al oeste la calle
La Fontaine y hacia el sur, la calle Los Chonos, desde donde
comienza esta quebrada a la cota 245 snm.
-Tipo de tenencia del sitio o lote. Esta quebrada presenta
menos del 30% de irregularidad con respecto al tipo de tenencia
de los lotes.
-Conectividad y organización de la red viaria. Si bien
los pasajes no están pavimentados y faltan algunas escaleras,
existe un puente que atraviesa las dos laderas de la quebrada y
que es clave para la conectividad intra-quebrada, aumentando las
posibilidades de conectividad con el exterior y con los bordes
superiores de ella. Esto implica que sus habitantes pueden
acceder a la quebrada por medio de la avenida Alemania, pero
también por el borde superior, por la calle Demóstenes (150snm),
por donde existe un tránsito constante de locomoción colectiva.
-Calidad y apariencia estética de las viviendas. En
cuanto a las viviendas, en general presentan una buena calidad
constructiva, en relación con las técnicas y materiales utilizados,
presentando una consolidación considerable. Antes del incendio
de abril del 2014, se aprecia que las viviendas han trascendido
su tamaño inicial —de pieza o mediagua— mediante sucesivas
ampliaciones, dando origen a casas de tamaños adecuados para

32
familias numerosas. Así, también existe una clara delimitación
entre los espacios sitios y los espacios públicos. Cada habitante
se ha dedicado a delimitar lo que le pertenece, lo que nos revela
un indicio sobre el tipo de tenencia de los sitios que aquí
prima. Hoy post-incendio, muchas familias han reconstruido sus
viviendas tratando de alcanzar el estado de consolidación previa
que poseían sus viviendas, sin embargo, muchas otras familias
dejaron la quebrada.
-Degradación ambiental y contaminación. Las Cañas posee
un número mínimo de viviendas que no están conectadas a la red
de alcantarillados, menor al 10%.

Figura 9: Fotografía de la Quebrada Las Cañas. Enero 2011.

Figura 10: Fotografía de la quebrada La Rinconada. Octubre 2014.

Figura 11: Fotografía de la quebrada Las Chanas. Enero 2011.

33
2
C a p í t u l o

Relatos de vida
1.0- Metodología

Para comprender y dar cuenta de las significaciones y representaciones


que poseen los habitantes de las quebradas sobre los procesos y
los mecanismos sociales insertos en la construcción social de
estos territorios, se utilizó como herramienta investigativa el
método de los “relatos de vida”, metodología que se inscribe
dentro de la perspectiva etno-sociológica. Perspectiva definida
por Daniel Bertaux como: “un tipo de investigación empírica
fundada en la entrevista de terreno y en los estudios de caso,
que se inspira de la tradición etnográfica por sus técnicas
de observación, pero que construye su objetos por referencia
a problemáticas sociológicas[...] una investigación que no se
inscribe en el mismo espacio epistemológico que aquel que se
elabora a partir de otra forma de entrevista, la entrevista por
cuestionarios sobre una muestra representativa” (2010: 15).
El relato de vida es un tipo de entrevista no-directiva, que
se caracteriza por el hecho que el entrevistador (en este
caso quien suscribe) plantea al interrogado una sola pregunta
directa, llamada “consigna inaugural”. Para que las sucesivas
intervenciones que haga el entrevistador solo sean pequeñas
injerencias con el objetivo de relanzar el discurso y motivar a
la persona entrevistada a profundizar y a enriquecer su relato.
Bertaux propone “que hay relato de vida en la medida que un
sujeto cuenta a un otro sujeto, investigador o no, un episodio
cualquiera de su experiencia vivida” (2010: 35). Este método
nace de un tipo particular de entrevista.
Por lo tanto, en el relato de la vida en tanto que narrativa,
el sujeto (en nuestro caso, los habitantes de las quebradas

35
de Valparaíso), cuenta y desarrolla su discurso en relación
con una consigna inaugural. En nuestro caso, la consigna o la
única pregunta planteada a los entrevistados fue: ¿Podría usted
contarme su historia, cómo llegó a vivir a la quebrada y cómo
construyó su casa?
La consigna inaugural tiene por objetivo enmarcar la realidad
social estudiada, tratando de asir una parte de la experiencia de
los habitantes de las quebradas, específicamente las experiencias
relacionadas con la construcción y consolidación de sus hábitats.
De esta manera la consigna inaugural actúa como el ‘filtro’ a través
del cual puede seleccionar “inconscientemente en el universo
semántico, la suma interna de sus experiencias, y que sería
capaz de cumplir con las expectativas del investigador”(Bertaux,
2010:48). Así, el relato de vida es construido por el habitante y
aprehendido por el investigador con una intención de conocimiento
específico.
De esta manera, el estudio de la realidad social de las quebradas
de Valparaíso, mediante el método del relato de vida resultó ser
muy eficaz, ya que hemos sido capaces de captar y comprender una
variedad de situaciones, acontecimientos, acciones y proyectos,
desde la experiencia de sus habitantes. Esto nos permitió
comprender la lógica interna de cómo fueron construidos social
y espacialmente estos territorios en la ciudad, tanto a nivel
familiar como comunitario.

2.0- Selección de los informantes

En la investigación centrada en los relatos de vida, Esther


Wiesenfeld señala que la selección de los informantes es
“intencional, es decir, los actores se escogen con algún propósito
definido, y es primaria, ya que permite detectar informantes
que tienen el conocimiento y la experiencia requeridos para la
investigación” (2001: 152).
Esto nos permitió identificar en forma previa a los habitantes
que presentaban ciertas características de interés en relación
con el objeto de la investigación, y que nos podrían entregar la
información necesaria para comprender el proceso y las causas
que llevaron a la ocupación de estas quebradas.
A este respecto, Wiesenfeld señala que la selección de informantes
“permite un mayor alcance y rango de los datos, aumenta la
probabilidad de que toda la gama de múltiples realidades sean

36
develadas, maximiza la incorporación de condiciones y valores
locales que eventualmente podrían transferirse a otros contextos”
(2001: 152). En nuestro caso, el objetivo era recoger el máximo
de puntos de vista posible para obtener una diversidad de
posiciones y opiniones. Desde estos diferentes puntos de vista,
hemos reconocido repeticiones, reiteraciones y contradicciones
en los discursos recogidos: por ejemplo, personas que han llegado
a vivir en una quebrada, pero que quieren salir de allí, y otros
que, por el contrario, no se imaginan vivir en otro lugar.
Ante esta realidad, establecimos cuatro categorías de informantes,
que desde sus propias opiniones fueron alimentados y dieron
forma a la historia común de cada una de estas quebradas. Los
grupos de informantes son:
-Los habitantes fundadores (HF)
Este grupo está conformado por las primeras familias que
llegaron a las quebradas y que han sido testigos de los primeros
cambios, tanto espaciales como sociales. Estos informantes han
sido testigos del poblamiento progresivo de la quebrada. Por lo
tanto, son informantes que nos aportaron datos claves en lo que
respecta a la línea de tiempo de ocupación de las quebradas.
-Los habitantes de conjuntos residenciales familiares (HCRF)
En segundo lugar, reconocimos una forma particular de apropiación y
gestión del espacio mediante “Conjuntos Residenciales Familiares
(CRF)” (Pino, 2012), entendido en el sentido propuesto por Michel
Agier (2009) que se refiere a como las familias se recomponen
en el espacio urbano y se mantienen conectadas, teniendo varias
ramificaciones residenciales. (Agier, 2009).
Estos informantes fueron elementos clave para la comprensión
de los mecanismos de apropiación y construcción del espacio
construido, revelando una organización social que resulta de una
estructura de familias extendidas8 que da cuenta de un estilo
de vida reflejado físicamente en esta particular tipología del
hábitat de las quebradas (CRF). Con el HCRF, la diversidad de las
posturas se define por distintas generaciones de entrevistados,
estableciendo un arco temporal que puede ir hasta cinco
generaciones sucesivas.
-Los habitantes dirigentes sociales (HD)
En tercer lugar, buscamos personas que formaran parte de una
organización social y con un rol importante en la comunidad,
8 Una familia extendida (Familia extendida) para el censo nacional Chile Glosario es un
tipo de familia basada en los lazos consanguíneos de mucha gente. Incluye padres, hijos, abuelos,
tíos, tías, sobrinos, primos y otros. http://www.bcn.cl/ecivica/concefamil

37
como por ejemplo, los dirigentes o representantes sociales, los
miembros de las juntas de vecinos o los coordinadores municipales.
La elección de estos informantes apuntó a develar si existía
o no un tipo de organización social en el interior de las
quebradas. Esto nos permitió conocer el nivel de participación
de los habitantes sobre proyectos y objetivos en común. La
incorporación del HD nos aportó el marco administrativo y/u
organizacional, proceso ausente en el origen de una toma en una
quebrada, donde su forma de apropiación es de carácter familiar
informal y no necesariamente colectiva. La variedad de posiciones
encontradas entre los HD obedece a la función que desarrollan en
la actualidad. Existen informantes que participan activamente en
la función administrativa y otros que son más bien disidentes,
es decir, que han abandonado o renunciado a sus cargos9.
-Los habitantes nuevos (HN)
En cuarto lugar, hemos buscado a los recién llegados. En
promedio, las quebradas tienen una antigüedad de ocupación del
orden de 30 años. La mayoría de las familias se conocen desde
hace años y han construido una historia en común. Además, la
movilidad residencial es baja, es decir, muy pocas familias de
las quebradas se van vivir a otro lugar. Frente a esta aparente
cohesión de grupo, nos pareció importante integrar a la minoría
de los recién llegados, teniendo en cuenta que podrían aportar un
punto de vista opuesto al de los habitantes fundadores, quienes
están emocionalmente vinculados a estos territorios. Por lo
tanto, el objetivo fue revelar si los nuevos habitantes poseían
o no las mismas representaciones sociales que los fundadores.
También esta visión nos permitió identificar opiniones negativas
sobre el hecho de vivir en una quebrada, lo que, sin lugar a
dudas, es producto de una visión, que al ser desprovista del peso
de la historia, tiende a ser más objetiva.
Análisis temático
El análisis del contenido de las entrevistas se realizó mediante
un análisis temático. El objetivo de este análisis como método de
análisis de contenido, es de identificar las unidades semánticas
que constituyen el universo del enunciado. En estas condiciones,
se trata de producir una reformulación del contenido del enunciado
bajo una forma condensada y formal. Para realizar esta tarea, se
procede en dos etapas: la identificación de las ideas significativas
y su categorización. Así, mediante la categorización, obtenemos
9 Cabe señalar que estas personas son elegidas democráticamente por el voto y son de
carácter voluntario.

38
una modalidad práctica para el tratamiento de la información que
tenemos a granel (Negura, 2006).

3.0- El hábitat informal de la quebrada como una construcción


social.

El hábitat informal presente en las quebradas de Valparaíso, es


una construcción social en el sentido expresado por Nogué (2007),
es decir, es un producto social que resulta de una proyección
cultural sobre un espacio determinado y explica que “Las sociedades
humanas han transformado a lo largo de la historia los originales
paisajes naturales en paisajes culturales, caracterizados no
solo por una determinada materialidad (formas de construcción,
tipos de cultivos), sino también por los valores y sentimientos
plasmados en el mismo” (Nogué, 2007: 12), y agrega que estos
son construidos y responden a una lógica que busca transmitir
una determinada forma de apropiación del espacio. Henri Lefebvre
sostiene que “La práctica espacial consiste en una proyección
‘sobre el terreno’ de todos los aspectos, elementos y momentos
de la práctica social” (2000: 15). Es desde esta perspectiva
que consideramos que el hábitat de las quebradas de Valparaíso
genera códigos sociales tácitos y explícitos, que determinan
una forma particular de apropiación de estos territorios. Guy
Di Méo explica que el hábitat “Lejos de reproducir una estricta
subjetividad, también refleja los códigos de la sociedad en la
cual se inscribe el individuo” (Di Méo, 1998: 98), expresando
una forma particular de sociabilidad. Esta sociabilidad, en
el caso de las quebradas, es expresada tanto a nivel material
y formal. No podemos entender el espacio construido sin haber
visualizado, al menos a grandes trazos, cómo se estructuran las
relaciones sociales al interior de una quebrada. Nicolás Reeves
(1993) explica que los barrios informales (bidonvilles) son
originados por la unidad de un grupo social determinado y por
las particularidades del terreno donde se emplazan, y que la
claridad con la cual se expresa y se desarrolla la sociabilidad
se debe al modo en cómo se generó el barrio informal, “que se
hace por acreción local de viviendas, sin planificación previa”
(Berenstein, 2001: 22).
La construcción social que genera el hábitat informal es la
característica común a todos los asentamientos informales
de los países latinoamericanos (Agier, 2009). Por ejemplo,

39
Teolinda Bolívar describe los barrios informales de Caracas
como el reflejo de “la sumatoria de las múltiples intervenciones
y transformaciones que se van produciendo en momentos distintos
[…] como una obra en permanente construcción” (Meza, 2009: 84),
intervenciones que, indudablemente, son el resultado de un
complejo proceso de sociabilización. Alicia Lindón explica que
“La idea de que el territorio es construido socialmente no se
refiere al sentido material de la palabra construir, sino que a la
construcción de una microsociedad y un territorio por parte de
los habitantes locales” (Lindón, 2002: 31). Pierre Jeudy (2001),
en relación con las favelas, señala que “La arquitectura de las
favelas toma toda su relevancia estética en su relación implícita
asociada a la vida cultural y social que refleja. Es sin lugar
a dudas una de las fortalezas de su concepción arquitectónica
–sin arquitectos- que hace que el hábitat sea un acto cultural
colectivo y singular” (en Berenstein 2001: 7).
El estudio de este fenómeno adquiere una real importancia en las
investigaciones urbanas y sociales actuales, donde las temáticas
desarrolladas guardan relación con la intención de reintegrar
estas formas de habitar el medio urbano y, por sobre todo,
su cultura arquitectónica, rescatando sus valores estéticos,
sociales y de micro-economías, reconociendo en el hábitat
informal un carácter y germen de una auténtica arquitectura
local. Autores como Berenstein Jacques, Bolívar, Wiesenfeld,
Hernández, Loubes, Jáuregui, Turner, Lindón, Agier, Gouverneur,
Etcheverri, consideran que los asentamientos informales
latinoamericanos, antes que todo, son una construcción social en
permanente evolución.
Las quebradas de Valparaíso como paisajes son el resultado de
una construcción social del espacio. Entendemos la quebrada como
un paisaje, en el sentido expresado por Joan Nogué: “el paisaje
puede interpretarse como un producto social, como el resultado
de una transformación colectiva de la naturaleza y como la
proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado”
(2007: 12). Y agrega que los paisajes son construidos y responden
a una lógica propia que busca transmitir una determinada forma
de aprehensión y de apropiación del espacio.
Las quebradas, en este sentido, han sido formadas y construidas
socialmente por sus propios habitantes, mediante un hábitat de
carácter informal, el cual es el producto de una determinada
forma de apropiarse el espacio, mediante prácticas cotidianas

40
socio-espaciales.
El hábitat informal, en tanto que construcción socio-espacial,
nace y evoluciona a partir de la proyección en el espacio de
todos los aspectos culturales, materiales, sociales, simbólicos
y espirituales, así como también de los sentimientos, emociones,
deseos, sueños y valores compartidos por el grupo de los
habitantes de las quebradas. De esta manera consideramos que
el hábitat informal genera códigos implícitos (sociales) y
explícitos (materiales), que permiten apropiarse del espacio de
la quebrada.
Serfaty-Garzon señala que “La apropiación es a la vez la
aprehensión del objeto y una dinámica de acción sobre el mundo
material y social con la intención de construir el sujeto”
(2003: 27-30).
Así, entendemos la apropiación del espacio como un proceso que
abarca tanto los aspectos socio-culturales como los aspectos
espaciales–materiales, y que en este caso permiten la aprensión de
los diferentes aspectos constituyentes de la realidad del hábitat
informal. Moles & Rohmer (1978) plantean que el hombre aprehende
el espacio apropiándoselo. Es decir, en la medida en que los
habitantes se apropian de las quebradas construyen un conocimiento,
el cual proviene tanto de prácticas y representaciones sociales,
como de prácticas materiales concretas.
La apropiación, por lo tanto, no sólo tiene un carácter
instrumental, sino también uno simbólico expresivo. El proceso
de apropiación sería entonces consubstancial al territorio.
Es un proceso marcado por conflictos, que permiten explicar de
qué manera el territorio es producido, regulado y protegido en
relación con los intereses de los grupos (Giménez, 2001).
Así, la apropiación de un espacio no implica necesariamente
apropiarse físicamente de un lugar, ya que podemos apropiarnos de
un espacio o de un lugar mediante las representaciones sociales
que circulan en torno a ellos. Moles&Rohmer agregan que: “Una
apropiación del espacio no es necesariamente la apropiación de
un lugar [...] sino la extensión de un control permitiendo al
individuo dominar su entorno, en lugar de ser dominado por este”
(1978: 57).
Esta apropiación inmaterial (aspectos socio-simbólicos) que
permite a un individuo dominar su entorno, es una apropiación en
el sentido cultural, en la medida que se asimilan, se transmiten
y se comparten representaciones e imaginarios que circulan en

41
torno a un lugar, a un hecho, a una acción, a una actitud o a
una situación determinada.
Por lo tanto, entendemos la apropiación de la quebrada como un
proceso socio-espacial10. Por una parte, los habitantes, mediante
las representaciones sociales y el imaginario colectivo, se
apropian socialmente del espacio, construyendo así un significado
que les permite actuar y posesionarse con respecto al mundo
“externo” a la quebrada. Y, por otra parte, se apropian
materialmente del espacio, mediante la auto-construcción de la
vivienda y la auto-urbanización del espacio público. Ambas formas
de apropiación legitiman y afirman la decisión de habitar en las
quebradas, construyendo de esta manera su identidad individual
y colectiva.
Esta apropiación del espacio, en tanto que proceso socio-espacial,
genera diferentes territorios de apropiación, entendiendo un
territorio como el espacio apropiado por un grupo social y
soporte de la identidad individual y colectiva (Fournier, 2007).
Yves Barel define el territorio como el “entorno de vida, de
pensamiento y de acción en el cual y gracias al cual un individuo
o un grupo se reconoce, dota lo que lo rodea de sentido y se
dota a sí mismo de sentido, desatando un proceso identificatorio
e identitario” (Tizon, 1996: 21).
De esta manera, el territorio, en tanto que espacio apropiado,
es de naturaleza multiescalar e intersubjetiva, es decir, puede
ser aprehendido a diferentes escalas, donde el territorio más
elemental sería la casa y el más global sería el vasto mundo
exterior (Rapoport, 1969). En este sentido, los habitantes de
las quebradas definen y construyen una serie de territorios de
aproximación a la realidad, a partir de los cuales definen su
identidad y legitiman el hecho de habitar una quebrada.
Moles & Rohmer definieron estos territorios de aproximación como
las “coquilles” (caparazones) del ser humano. Distinguiendo
nueve caparazones11 o esferas de proximidad, desde las cuales el
hombre actúa y se relaciona con el entorno.
En el caso de los habitantes de las quebradas, estas “caparazones”
las entendemos como diferentes territorios de acción, de dominio,
10 Henri Raymond, en relación con el hábitat residencial, define la apropiación (de
hábitat) como “todas las prácticas y, en particular, las marcas que le dan las cualidades
de lugar personal”. En este enfoque, el marcado por la disposición de los objetos o las
intervenciones en el espacio vital se considera como “el mayor aspecto de apropiación material”.
Los modelos de apropiación se asimilan en “disposiciones que engendran prácticas” en el sentido
del habitus de Pierre Bourdieu.
11 Las nueve “coquilles” definidas por Moles son: el cuerpo, el gesto, el dormitorio, el
apartamento o la casa, el barrio, la ciudad, la región, la nación y el vasto universo.

42
de aprehensión y de apropiación del espacio, los cuales delimitan
una posición y una relación dialéctica entre el mundo interior
de la quebrada y el mundo exterior a ella. De esta manera se
define la realidad en la cual está inmerso el hábitat informal.
En los relatos de vida de los habitantes de las quebradas
aparecen implícitamente cuatro territorios de aproximación que
abarcan diferentes escalas: Estado, ciudad, barrio y casa.
Así, a partir de la relación dialéctica que se genera con cada
una de estas escalas, definimos los territorios como: Quebrada-
Estado, Quebrada-ciudad, Quebrada-barrio, Quebrada-casa.
Definiendo la relación entre la quebrada –en tanto que paisaje y
lugar de expresión- con cada una de las escalas territoriales
mencionadas.
Grosso modo, podemos decir que los tres primeros territorios son
extra familiares, pues se sustentan en las representaciones e
imaginarios colectivos que son compartidos y transmitidos por
el grupo. Y el último es más bien intra familiar, sin que ello
excluya las representaciones colectivas que tienen una influencia
directa en el núcleo familiar.

43
3
C a p í t u l o

Procesos que intervienen en la


apropiación informal de las quebradas.
Ocupar informalmente una quebrada significa apropiarse de un
lugar desconocido. Cuando una persona o familia se desplaza
o se traslada y se “toma” un terreno en una quebrada, debe
hacer frente a sitios no urbanizados, poco accesibles y con
características topográficas poco favorables para la construcción
de viviendas. A pesar de lo anterior, los habitantes consideran
que lo que poseen hoy es sólo gracias a un gran esfuerzo personal
y familiar, ya que piensan que la acción del Estado ha sido
poco efectiva o inexistente. Edésio Fernandes (2008) señala que
uno de cada cuatro latinoamericanos tiene acceso a la “tierra
urbana” y a la habitación mediante procesos informales.
Los habitantes de las quebradas consideran y se reconocen como
los gestores y constructores de su propio hábitat, en un contexto
de políticas habitacionales insuficientes e ineficientes que no
han logrado dar abasto a la demanda de habitación.
A partir del análisis de los relatos de vida se reconocieron
siete procesos sociales que intervienen en la ocupación y
apropiación informal de las quebradas. Estos procesos tienen una
causa común: la falta de medios económicos y la inaccesibilidad
a la vivienda de carácter formal.

1.0- Las trayectorias residenciales [hacia una quebrada]

Uno de los primeros aspectos que desarrollan los habitantes


entrevistados, hace referencia a su lugar de procedencia, es
decir, de dónde provienen y dónde nacieron, de esta manera hemos
establecido que los procesos que motivaron la ocupación informal

45
de las quebradas están íntimamente ligados con las trayectorias
residenciales de cada familia.
Además, los relatos de vida nos revelaron que existen
recurrencias en las trayectorias residenciales de los habitantes
de las quebradas. Sin importar en la quebrada que habiten, se
reconocen coincidencias en relación con los procesos vividos
por las familias, en cuanto al lugar de procedencia y al
tipo de alojamiento previo a la toma. Estas recurrencias en
las trayectorias residenciales dejan entrever las causas de
ocupación, a partir de las cuales hemos logrado diferenciar tres
grupos de trayectorias residenciales.
a) El primer grupo está compuesto por aquellas familias que
consideran que la quebrada es su lugar de origen, es decir,
aquellos que mencionan haber “nacido” en la quebrada. Sus padres
o abuelos ocuparon estos espacios de la ciudad, por lo cual la
quebrada ha sido su único hogar, barrio y forma de vida conocida.
La frase comúnmente utilizada por los habitantes que pertenecen
a este grupo es: “yo nací aquí”.
b) El segundo grupo está compuesto por las familias que previamente
a la toma de terreno en la quebrada habitaban en otro cerro, en otra
quebrada o en el plan de la ciudad. Su condición habitacional era
de arrendatarios de piezas en viviendas colectivas o conventillos
-que aún existen- en Valparaíso, o de allegados en la vivienda
de algún familiar o amigo. En este caso, la toma de terreno se
visualiza como una solución accesible y viable ante la carencia
de habitación y, por ende, representa la posibilidad de devenir
algún día propietario. Esta trayectoria residencial se expresa
mediante las siguientes frases: “yo estaba aburrido de estar de
allegado”, “yo quería ser propietario”.
c) El tercer grupo está compuesto por las familias que llegaron
a una quebrada desde otra región o comuna a Valparaíso, en busca
de nuevas oportunidades laborales. Circunstancia por la cual se
instalaron en una quebrada por elección o porque fue la única
opción de habitación que tuvieron frente a su condición de
migrantes. La frase comúnmente utilizada por los habitantes que
pertenecen a este grupo es: “yo llegué aquí buscando trabajo”.
Antes de comenzar las entrevistas, los procesos sociales que
motivaron la ocupación de las quebradas parecían obedecer sólo
a una causa: la falta de medios económicos de las familias
residentes. Sin embargo, gracias a la historia particular de
cada familia entrevistada, pudimos comprender la complejidad de

46
la situación, y dilucidar los procesos y dinámicas que motivaron
a las familias a tomar la decisión de habitar y de autoconstruir
su casa en una quebrada.

1.1- La toma [en una quebrada] para devenir propietarios


“El sueño de la casa propia”
(HN, hombre 53 años, quebrada Las Cañas).

Una de las motivaciones que propició la ocupación informal y que


resuena implícitamente en cada relato, independientemente de la
causa que generó el traslado a una quebrada, es la más lógica y
natural, que se sustenta en aquel dicho popular que todo chileno
conoce: “el sueño de la casa propia”. Las familias visualizan
en la toma de terreno la posibilidad de devenir, algún día,
propietarios de un terreno, es decir, tener un “sitio propio”,
el cual se convertirá en el patrimonio familiar y, por ende,
transferible a su descendencia.
Este fenómeno no es exclusivo de Chile. Alicia Lindón, refiriéndose
al crecimiento de loteos irregulares en las periferias de la
ciudad de México, identifica un fenómeno similar llamado “el mito
de la casa propia”. “El término ‘mito’ es utilizado para designar
una creencia que reenvía a elementos concretos expresados de
forma simbólica y compartida por un número significativo de
personas. Este mito es una idea fuerte y se constituye a partir
de fragmentos de la subjetividad colectiva, en el momento que
las familias deciden trasladarse y ocupar informalmente espacios
periféricos en la ciudad” (2005: 6).
Así, esta expresión “el sueño de la casa propia” aparece implícita
en cada relato, cuando los habitantes piensan en el futuro y en
aquello que podrán transmitir como herencia a su familia, este
anhelo aparece con mucha fuerza. Es un sueño que se construye
día a día en tanto que las familias se van arraigando al lugar
y se lo van apropiando social y espacialmente.
La situación de vivienda que poseían previamente las familias
que habitan las quebradas era de arrendatarios de piezas o
de allegados en las viviendas de familiares o de amigos. En
este caso, la toma es visualizada por los habitantes como la
posibilidad de convertirse en propietarios de un terreno en la
ciudad.
Esto se ve claramente ilustrado en el relato del señor Luis y su
esposa, Jeannette, quienes habitan en la quebrada Las Cañas, y

47
fueron una de las últimas familias que llegaron a esta quebrada
y que aún no logran regularizar la tenencia de su sitio.
“Nosotros después del terremoto del 85 (1985) no queríamos
seguir de allegados, queríamos tener algo propio, algo de
nosotros, para los niños, por eso nos metimos aquí. Nosotros
no podíamos seguir en una sola pieza; esto a nosotros nos
costó” (HN, hombre 53 años, quebrada Las Cañas).

La decisión de habitar una quebrada por medio de una toma de


terreno es percibida por las familias como una posibilidad de
movilidad y ascensión social, ya que cambia su condición de
vivir hacinadas en la casa de algún familiar o amigo, o de
arrendatarios, para transformarse en propietarios informales.
Lindón, refiriéndose al hecho anhelado de ser propietario, señala
que el “‘tener’ suele presentarse como una alternativa en lo
que respecta a la integración de las personas en una estructura
social, pero también para la definición del sí mismo, la identidad,
el quién soy” (2005: 6).

1.2- La toma [en una quebrada] ante la falta de medios


económicos.
“A mí no me quedó otra opción, yo no tenía
la plata para comprar un terreno”
(HF, mujer 76 años, quebrada La Rinconada).

Este fuerte deseo de devenir propietario se ve normalmente


truncado por falta de medios económicos. Es por ello que la
toma de terreno como solución habitacional, se percibe como el
único recurso viable para aquellas personas que no poseen otra
posibilidad, frente a la falta de recursos económicos. Y por lo
tanto, las familias han debido auto gestionar y auto proveerse
de una vivienda o de un lugar donde vivir.
La señora Nancy y su esposo fueron desplazados de su toma de
terreno original en el sector de la Quebrada de La Rinconada,
hacia un sector situado fuera del límite urbano en un costado
del Fundo Santa Rosa de Pajonal, cuando el municipio pretendió,
hace varias décadas, pavimentar la continuación de la Avenida
Alemania, proyecto que, desde mediados de los años ochenta, se
encuentra sin terminar, en su tramo entre el Cerro Las Cañas y
el Cerro La Virgen.

48
“A mí no me quedó otra, si mi jubilación no me alcanza para
arrendar, aquí de a poquito hemos construido esta chocita con mi
esposo […] y para la ficha CAS no me alcanza, porque ve usted que
soy vieja y si yo no tengo ya niños que cuidar, no tengo derecho a
nada, ¿así que qué voy hacer? Quedarme aquí no más. Desde siempre
hemos querido ser propietarios. Estamos aquí, pero tememos que
un día alguien nos diga que debamos irnos, cómo ocurrió la última
vez con la construcción de la Avenida Alemania” (HF, Mujer 76
años, quebrada La Rinconada).

En esa época, las familias se reubicaron en otra toma al interior


de la misma quebrada, ya que el municipio no gestionó ni ofreció
ninguna otra solución habitacional ante el desalojo. Los vecinos
comentan que aquellos vecinos que eran propietarios recibieron
un pago mínimo por sus antiguos sitios, el cual no fue suficiente
para comprar un terreno o una vivienda al exterior de la quebrada.
Es por ello que fueron ellos mismos quienes trasladaron sus
antiguas mediaguas, casas y/o piezas a otros sitios cercanos.

1.3- La toma [en una quebrada] como una opción viable


“Aquí nadie nos molesta, esto está así desde que tengo uso de razón”
(HD, mujer 53 años, quebrada La Rinconada).

La toma en una quebrada se percibe como un proyecto viable


en el sentido que las quebradas se presentan como territorios
estigmatizados y supuestamente “tierra de nadie”. Son espacios
que frente a una ocupación ilegal no son reclamados inmediatamente
por los eventuales propietarios de los sitios, por lo tanto,
no existe una presión inmediata que implique ser expulsados,
erradicados y/o desplazados. Bien que con el tiempo, esta
situación cambie y sea casi contraproducente el hecho de tratar
de pasar desapercibidos, puesto que, a largo plazo, en las
familias se ha generado una angustia ante un devenir incierto.
Sin embargo, sabemos que, por ley, los sitios poseen un
propietario, pero que para los habitantes de las quebradas son
desconocidos. Carlos Paredes (2004) señala que en la legislación
chilena, el derecho de propiedad definido en el Art.590 del
código civil especifica que: “No existen en Chile terrenos sin
dueño, ya que a la falta de propietario particular es el Estado
el titular del dominio. Todo inmueble está inscrito en los
registros Conservadores, y por lo mismo, y en general, la pérdida
de la tenencia material no los afecta porque dicha inscripción
constituye la mejor garantía del dominio de un bien raíz” (2004:
6).

49
De esta manera, cuando una persona se apropia materialmente de
un sito, es decir, lo ocupa físicamente y construye un recinto
habitable en él, esto no le garantiza ser propietario, puesto
que el ocupante siempre puede ser expulsado si aparece el real
propietario del sitio. Esto es habitual cuando los sitios poseen
una tasación fiscal importante, porque los grandes propietarios
especulan en relación con este fenómeno.
En cierta época era habitual que los propietarios dejaran “hacer”
o realizar tomas de terreno en sus propiedades, puesto que sabían
que, a largo plazo, el Estado podría intervenir proveyendo de
servicios básicos a la toma de terreno con el objetivo de
mejorar la calidad de vida de sus ocupantes, lo que implicaba
una plusvalía de los terrenos.
Por ejemplo, en las tradicionales tomas de terreno en la ciudad
de Santiago, estas se localizaban en grandes terrenos agrícolas,
y debían organizarse porque los dueños de los terrenos se
presentaban de forma inmediata tratando de expulsar a las
personas.
De esta manera, el acto o hecho de “tomarse” un terreno en
una quebrada, se concibe como una ocupación viable, con más
posibilidades de permanencia, ya que las quebradas se presentan
como territorios de bajo avalúo fiscal, de fácil acceso, sin control
municipal efectivo, con poca o nula oposición de propietarios
privados12, y por ser territorios históricamente estigmatizados.
En el caso de la quebrada La Rinconada, por ejemplo, la toma
situada en los olivos bajos, medios y altos, es una gran propiedad
que pertenece, según los habitantes, a una familia de Santiago,
la cual fue identificada por la ONG Un Techo para Chile en una
ocasión que se construían mediaguas en el sector. Sin embargo la
familia no tenía interés alguno en el sitio, pero tampoco, quería
deshacerse de él. En definitiva se especula con los sitios cuando
se ve que ya están ocupados y que representan una posibilidad
de negocio entre el privado y el Estado, el que con el fin de
solucionar el tema ofrece, la mayoría de las veces, la compra de
los sitios a sus dueños.
Esto lo relata la señora Juana Núñez de la quebrada La Rinconada:
“Este es el fundo Santa Rosa de Pajonal, el del frente es el
Pajonal, son distintos dueños, y acá era dueña una viejita, que
dejó un grupo de 17 herederos, y de los 17 herederos, nosotros
12 Existen casos paradigmáticos, como en algunas quebradas donde los supuestos dueños
nunca aparecieron u otras, como en La Rinconada en el sector de los olivos bajos, altos y medios,
donde más de 150 familias aún ocupan terrenos privados y del SERVIU sin ser regularizados. Con
propietarios reconocidos y que incluso viven en las inmediaciones de la toma. O el caso de
Rocuant, donde nunca se pudo verificar el dueño y finalmente se regularizaron todas las tomas.

50
encontramos a una doctora en Santiago, pero ella no quiere saber
nada de esto, porque dice que para poder vender tienen que estar
todos juntos, y creo que andan para España para Suecia, así que
tendría que ser el gobierno no más. Que el gobierno pesque y
diga a tantas familias se les va a vender como están, o los mt2
que les correspondan, porque hay gente que tiene terrenos muy
chicos y hay otros que tienen 2 terrenos para una casa, es a la
suerte no más, lo que uno se tome” (HD, mujer, 53 años, quebrada
La Rinconada).

La permanencia en una toma es clave para la posterior legalización


de los sitios, de acuerdo con el decreto de ley 2695, que fija
las normas para regularizar la posesión de la pequeña propiedad
raíz y para la constitución de dominio sobre ella. En el artículo
2° se estipula que quienes quieren legalizar un sitio en el
cual se encuentran en ocupación material deben, por lo menos,
acreditar una posesión material igual o superior a cinco años
de antigüedad.
Por otra parte, la cercanía que presentan las quebradas con
respecto al centro de la ciudad, es valorada por sus habitantes,
quienes consideran que si bien existen ciertas necesidades a
nivel urbano, esto es intercambiable por el hecho de estar cerca
de la ciudad y aprovechar de todos los servicios que esta ofrece.
Es decir, la toma en una quebrada es viable por dos razones
fundamentales: su condición de ser considerada como terreno
de nadie, es decir, si existe dueño, no ha sido reclamado
y, por otra parte, que muy pocas veces será reclamado por un
propietario, por las características de conectividad urbana que
presenta cada uno de ellos.
“Aquí estamos abandonados, aquí nunca viene nadie, ellos no saben
cómo vivimos”(HF, Mujer, 76 años, quebrada La Rinconada).

Cuando alguien extraño se pasea por una quebrada, la cuestión de


la propiedad es una preocupación de los vecinos. En cada trabajo
de terreno, los vecinos, intrigados por nuestra presencia en la
quebrada, constantemente nos preguntaban si trabajábamos para el
gobierno. Esto delata la constante preocupación con la que viven
los habitantes de las quebradas, por miedo a ser erradicados
debido a la condición irregular de sus viviendas. Luego de saber
que la finalidad era un estudio independiente del gobierno, las
personas se mostraron más accesibles a entablar una conversación,
con toda libertad y sin el temor de ser descubiertos. El primer
reclamo que plantean es que están olvidados, que nadie nunca va
a las quebradas.

51
1.4- La toma [en una quebrada] como lugar de origen.
“Siempre he vivido aquí, siempre he vivido en tomas”
(HD, Mujer, 53 años, quebrada La Rinconada).

La quebrada como lugar de origen es la causa de ocupación más


común; algunos vecinos son oriundos de la quebrada, siempre han
vivido allí, la quebrada y la toma se constituyen como la única
forma de vida que conocen. Evidentemente son los vecinos más
antiguos, aquellos que llegaron a ocupar una quebrada cuando no
había nada o era un bosque. Son aquellos vecinos reconocidos como
los fundadores de las quebradas, aquellos que son mencionados en
los relatos de todos los otros habitantes.
Ese es el caso de la señora Trinidad González, quien vive en
los olivos bajos en la quebrada Las Cañas. Ella nos cuenta que
antes vivía en la quebrada La Rinconada, que queda a metros de
su nueva ubicación; podemos decir que se trata de una misma
quebrada, pero que antes era reconocida por sus habitantes como
dos quebradas por poseer distintos nombres.
En la quebrada La Rinconada, vivían más de 60 familias que
fueron desplazadas cuando el municipio comenzó las obras para
la continuación de la avenida Alemania, obra que consistía en
unir el cerro Las Cañas con el cerro La Virgen, mediante un
aterrazamiento del terreno natural a la altura de la cota 100 como
en los otros cerros, dejando el trazado de una calle horizontal
que dio origen al relleno artificial que hoy encontramos allí y
que generó una cancha de futbol. Todas las familias que viven en
aquella quebrada fueron obligadas a desplazarse, sin embargo no
se les ofreció ninguna solución. Como se encontraban en tomas,
las familias, a partir de la misma lógica de ocupación, se
trasladaron solo algunos metros y se tomaron nuevos terrenos.
“Yo vivía en otra quebrada que es la quebrada de La Rinconada, yo
nací y crecí allí, vendieron y me sacaron de allí” (HF, Mujer, 54
años, quebrada Las Cañas).

La señora Ana de la quebrada La Rinconada, nos cuenta como fue


aquel proceso de traslado de la toma al interior de la misma
quebrada, generada por la falta de un programa de reubicación
de las familias frente a la ejecución de un proyecto urbano
importante como era la continuación de la avenida Alemania.
“Yo soy nacida y criada aquí en este cerro, en estos mismos
lugares; yo vivía en un predio para allá pa’ arriba, como la casa
amarilla de la señora Fernández (situada en los olivos bajos).

52
Una casa inmensa, con árboles con flores, pero supuestamente
con el arreglo del camino sacaron las casas que estaban ahí y
pasaron la máquina. Eso fue más o menos en el año 86. Desde esa
vez expropiaron las casas porque supuestamente iban a hacer un
camino, este camino iba a colindar, iba a pasar por el fundo para
que llegará abajo, para que pasaran los camiones supuestamente,
pero como usted ve, por acá hasta el momento nada. Se perdieron
muchas casas, por ejemplo, mi papá se tuvo que ir para allá
arriba en los olivos en el cerro, porque antes ahí había olivos
y después la gente se fue toda para allá, porque en realidad les
dieron unas monedas por el terreno pero no se quisieron ir de
acá, se tomaron los sitios que estaban para allá, cortaron los
árboles, todos se tomaron porque nadie se quería ir de este lado”
(HF, mujer, 52 años, quebrada La Rinconada).

Por otra parte, la toma como única opción habitacional conocida,


en una errática por varios sitios en un mismo sector; en este
caso, una misma quebrada. Un nomadismo de corto alcance. El
relato de la señora Juana Núñez, quien, a sus 53 años, nos cuenta
que siempre ha vivido en tomas.
“Yo he vivido en tres diferentes terrenos, aquí en este mismo
cerro, ahora también estoy en “toma”. Yo venía de aquí del Yelcho
(calle) un poco más abajo”. En el cerro de al lado” (HD, mujer,
53 años, quebrada La Rinconada).

1.5- La toma [en una quebrada], solución frente a la


migración
“Yo me vine trabajando”
(HF, Mujer, 78 años, quebrada Las Cañas).

La toma en una quebrada como solución para personas que llegaron


de otra ciudad a instalarse a Valparaíso por causas laborales.
Esta causa es la más habitual cuando hablamos de una toma de
terreno en Santiago, donde muchos campesinos llegan a la ciudad
en busca de trabajo.
En los relatos solo encontramos dos casos de familias que se
instalaron en una quebrada de Valparaíso por razones de trabajo:
la familia de la señora Doraliza Catril, de origen mapuche,
puesto que este lugar se presentaba como su única opción, y la
familia de don Romualdo, que llegó luego del terremoto de 1906
para trabajar en la reconstrucción de la ciudad. Entrevistamos
al abuelo de la señora Ana y al señor Isidro.
En el caso de las quebradas, son muy pocas las personas que
aseguran haberse trasladado de otra región o ciudad a causa de
un trabajo, sin embargo existen, y este es el caso de la señora
Doraliza, de la quebrada Las Cañas, quien llegó a los diez

53
años para trabajar como asesora del hogar en la ciudad de Viña
del Mar, ciudad vecina de Valparaíso. Ella llegó del sur del
país, junto con la familia para la que trabajaba, quienes se
instalaron en la ciudad de Viña del Mar, ciudad caracterizada
por poseer un nivel socioeconómico superior al de Valparaíso,
ella en aquel trabajo conoció a su esposo, quién era oriundo del
cerro El Litre.
“Yo soy del sur, de Concepción, y me vine a Valparaíso trabajando
con unos patrones muy buenos que tuve. Duré 20 años trabajando en
esa casa, prácticamente desde los diez años, y solamente salí de
allí para formar mi hogar; ahí me terminé de criar, ahí aprendí a
trabajar. En ese entonces, el que fue mi compañero trabajaba en
esa casa también y ahí nos conocimos y él vivía en este cerro, el
“Cerro El Litre” (HF, mujer, 78 años, quebrada Las Cañas).

Por esta misma razón, llegaron a Valparaíso el abuelo, el padre


y el tío de la señora Ana, desde Nirivilo, ciudad de la Región
del Maule, para trabajar en la reconstrucción de la ciudad luego
del terremoto de 1906. La causa principal de su migración hacia
Valparaíso fue el trabajo, bien que el terremoto como evento
esté implícito en ella.
“También por el terremoto de 1906, mi papá dice que se vino (a
Valparaíso), porque su papá trabajaba en construcción, y aquí
(en Valparaíso) quedó todo botado, entonces mucha gente emigró,
y así llegaron al Cerro Mesilla a vivir con sus padres y después
casado él se vino para acá, el año 1939. Mi abuelo... mi abuelo
se llamaba Romualdo, él se llamaba así, y llegaron emigrando por
el trabajo, y trabajaban en las construcciones. Eran albañiles,
La familia de él y un hermano, el tío Domingo. Se vinieron a
trabajar a la reconstrucción aquí, se vinieron ellos y después
mandó a buscar a la familia, mi papa tenía 7 años cuando llegó
aquí, pal’ terremoto, mi papá era nacido en 1897; él nos contaba
que ellos hicieron, por ejemplo, un muro. Usted va por Las
Torpederas y detrás ve unos muros de piedra, esos se dice que los
hizo mi abuelo, y la Escuela Naval antigua también trabajo ahí,
la que estaba allí en la subida Artillería” (HF, mujer, 75 años,
quebrada Las Chanas).

1.6- La toma [en una quebrada] como resultado de la


movilidad familiar.
Con el concepto de movilidad familiar nos referimos a un tipo
de movilidad residencial, que establece una lógica de ocupación
administrada por las familias integrantes de la toma. Es un
mecanismo solidario de acceso al suelo urbano, donde una persona
o familia que se encuentra materialmente en posesión de un sitio,
propone o invita a sus familiares y/o amigos a instalarse junto

54
a ellos, en vista de que se encuentran en situación de necesidad
o de crisis habitacional.
Esta forma de acceso a la toma genera los conjuntos residenciales
familiares, ya que son los primeros ocupantes quienes asumen en
su justa medida un rol de administradores del territorio de las
quebradas, y son quienes toman la decisión de aceptar o rechazar
a alguien nuevo, en la medida que son ellos quienes extienden la
invitación de compartir un terreno.
Este rol de administrador puede ser asumido por un vecino
cualquiera, o por un representante del barrio, como un dirigente
vecinal.
Por ejemplo, la Sra. Trinidad de la quebrada Las Cañas fue
erradicada de su toma inicial en la quebrada La Rinconada, y es
un amigo quien la invita a instalarse en aquella quebrada. Ella
nos relata lo siguiente:
“Un amigo que se había metido aquí, me dijo ‘tómate aquí’, cuando
yo me quedé sin casa, porque hicieron el camino ahí en las
palmeras” (H.F., mujer, 54 años, Las Cañas).

La Sra. Ximena de la quebrada Las Cañas cuenta que se encontraba


de allegada en la casa de sus padres y fue su hermana, quien
habitaba en la quebrada desde hace un tiempo, quien la invitó a
vivir allí pues había un terreno que había quedado disponible
luego de un incendio.
“Mira, cuando yo me vine a vivir, mi hermana mayor vive arriba,
entonces como yo estaba de allegada donde mi mamá, me dijo: ‘sabes
¿por qué no te vas allá?, allá hay un terreno que se quemó’. Aquí
había una casa, pero no estaba toda la casa completa, había un
pedazo de casa, y acá era pura zarzamora, entonces me dijo tienes
que sacar la zarzamora y le dije ya po, y así empezamos a hacer
poco a poco la casa, así llegamos aquí” (H.C.R.F., 51 años, Las
Cañas).

En este caso, la movilidad residencial es estratégica y genera


un beneficio recíproco. Por una parte, la Sra. Ximena y su
familia obtienen una solución habitacional, posibilitada por la
invitación de su hermana. Y por otra parte, su hermana se asegura
con esta invitación la elección de su nuevo vecino, en este caso
su propia hermana. Es decir, un familiar de confianza, con quien
será más fácil consolidar la posesión del sitio.
De esta manera, la movilidad familiar es una práctica que está
arraigada en la forma de vivir de los habitantes de las quebradas,
replicándose de generación en generación, lo cual finalmente

55
implica la consolidación de conjuntos de viviendas, que están
agenciadas entre sí por medio de lazos familiares o amicales.
Una familia que una vez fue invitada por un familiar, hace lo
mismo por otra. La Sra. Ximena continúa diciendo:
“Por ejemplo, yo le dije a mi hija que se hiciera una piececita
aquí al lado de la mía en el patio, porque mi hija es madre
soltera, entonces no tenía dónde vivir con su pareja, pero yo
le dije que tenía que hacerse una piececita, así ella está más
tranquila y yo también en su propia casa” (H.C.R.F., 51 años,
Las Cañas).

Sin embargo, a veces este rol de administrador lo asume algún


representante del barrio, por ejemplo un dirigente vecinal,
quien vela por los intereses del grupo. Este es el caso de la
señora Valeria, de la quebrada Las Cañas, quien en su calidad de
presidenta de la junta de vecinos nos cuenta que es ella quien
decide si la toma puede seguir creciendo o no, determinando si
es posible que se instalen nuevas familias.
“Yo controlo. La gente sabe que aquí no puede ponerse nadie más,
no hay más espacio y de ponerlos igual sería un riesgo, ya no se
puede más. Tratamos nosotros, los mismos vecinos de proteger que
no se pongan más casas [...] Ha venido harta gente a tratar de
tomarse otros terrenos y nosotros les hemos dicho que no” (H.D.,
mujer, 37 años, La Rinconada).

Finalmente, la movilidad familiar, en tanto que proceso es


constituyente de la historia familiar de los habitantes de las
quebradas, es un relato que se transmite y se hereda, que busca
mediante su repetición ese arraigo a un territorio inasible, donde
ser propietario es un sueño constante e implica la aceptación de
una historia común. Como es el caso de Cristofer, un joven de la
quebrada Las Chanas:
“Yo vivo aquí desde que nací, mi papá vivía antes en [el cerro]
Placeres, la familia de mi papá y la familia de mi mamá viven
aquí. Justo aquí arriba viven los padres y las hermanas, antes
vivían un poquito más abajo, como adentro de la quebrada. Pero
después se vinieron a vivir a este terreno [...] mire, todo
esto es un puro terreno que es de mi tata, aquí hay 5 casas, no
sé cuántos metros cuadrados, pero debe tener más o menos 50 de
frente y 20 para atrás más o menos.” (H.N., hombre, 16 años,
quebrada Las Chanas).
Esta forma de distribución de los terrenos determinada por la
movilidad residencial, comprueba que las tomas en las quebradas
no se constituyen como tomas masivas, por el contrario, son
tomas de grupos pequeños y/o familiares, que han generado un

56
proceso de ocupación evolutivo.
De esta forma, hoy las quebradas presentan una densidad habitacional
que ha sido dirigida y controlada por sus propios habitantes,
mediante la autorización o negación de la instalación de nuevas
tomas, es decir, de nuevas familias. Sus propios habitantes son
quienes deciden cómo distribuir los retazos de terreno.

1.7- La toma [en una quebrada] como fenómeno de desplazamiento


luego de los terremotos.
La condición que presentaban las familias previamente a un
terremoto era de allegados en casas de amigos y/o familiares, o
de arrendatarios de piezas en edificios y/o casas, que quedaron
inhabitables tras el siniestro.
Frente a esta situación de emergencia, la toma de terreno se
presenta como la única solución habitacional rápida, posible y
al alcance de las familias de bajos ingresos.
Históricamente la ciudad de Valparaíso ha sido golpeada por
sucesivos terremotos, sin embargo, los que son de nuestro
interés son aquellos sucedidos desde principios del siglo XX,
terremotos que tuvieron una fuerte incidencia en lo que respecta
a la ocupación informal de las quebradas no-consolidadas. Éstos
generaron una movilidad de la población más desfavorecida y
pobre de la ciudad, que habitaba en conventillos, cités y cuartos
redondos situados en los cerros y en el plan de Valparaíso,
quienes buscaron en las quebradas nuevos territorios donde
asentarse.
Producto de la creciente actividad marítima y comercial,
Valparaíso, desde mediados del siglo XIX, experimentó una
acelerada modernización, la cual influyó en el desarrollo del
espacio urbano y sus infraestructuras. De esta manera, el primer
terremoto de nuestro interés es el de 1906, ya que vendría a
enlutar este creciente desarrollo con la casi completa destrucción
del plan de la ciudad.
En relación a esto, encontramos un primer indicio en el relato
de la Sra. Ana y sus hermanos, quienes viven en la quebrada
Las Chanas y recuerdan que su abuelo junto a su padre y su tío
llegaron a Valparaíso desde Nirivilo.
“Mi padre era de un pueblo del sur que se llama Nirivilo,
que antes era (pertenecía) de Constitución. Él llegó por el
terremoto de 1906. Dice que se vino porque el papá trabajaba en
construcción y aquí quedó todo botado Valparaíso, entonces mucha
gente emigró”, (H.F., mujer, 75 años, Las Chanas).

57
La Sra. Ana y su familia han sido testigos presenciales de los
acontecimientos y procesos vividos en la quebrada luego de cada
terremoto. Ella nos explica que el fenómeno de ocupación de la
quebrada mediante tomas de terrenos, se repitió intermitentemente
con los sucesivos terremotos, modificando el paisaje de la
quebrada. Ella continúa diciendo:

“Mire, aquí había un bosque (señalando el lugar con las manos),


después del terremoto del 85. Y antes con el del 65, por ahí
vino uno parece, después el 71, bueno, la cuestión es que ahí
empezaron a instalar las mediaguas y las tomas, o sea empezaron a
tomarse [...] Después de los terremotos, así como que se vienen
[nuevos ocupantes]” (H.F., mujer, 75 años, Las Chanas).

El segundo terremoto de nuestro interés es el de 1965. A esa


fecha, según el censo nacional de 1960, la ciudad de Valparaíso
presentaba un déficit de 52.803 viviendas, de las cuales 9.871 eran
no-reparables y 32.547 ofrecían deficiencias, aunque susceptibles
de ser reparadas. De esta manera, con el terremoto de 1965
quedaron 15.000 casas destruidas, según el cálculo realizado por
los técnicos de la municipalidad, y al mismo tiempo se estimó que
el 90% de las viviendas de la ciudad quedaron dañadas40.
En este contexto encontramos el relato de la señora María,
quien llegó a la quebrada Las Cañas tras el terremoto de 1965
y se instaló con una mediagua entregada por la municipalidad.
Inicialmente, es una toma de terreno avalada por el municipio,
la cual es regularizada el año 1993 por autogestión de un grupo
de vecinos que se encontraban en la misma situación. Ella lo
relata de la siguiente manera:
“Yo llegué aquí con el terremoto del 65, antes vivíamos en una
piececita que arrendábamos en el Cerro Merced, en invierno nos
llovíamos y con mi hija abríamos unas zanjas en el piso para que
el agua pasara al subterráneo, para no tener mojada la pieza. Y
luego con el terremoto quedó peor, así que tuvimos que buscar
otro lugar para vivir. El alcalde me dijo que podía escoger el
terreno que quisiera y aquí instalé la mediagua, que en ese tiempo
había que ir a buscarla a Puertas Negras. [...] En realidad fue
mi papá y un caballero, que me instalaron la mediagua aquí, pero
así para el otro lado, con la puerta hacia el patio del terreno.
Antes yo tenía abajo un jardín, pero después mi hijo se hizo la
casa” (H.C.R.F., mujer, 90 años, Las Cañas).

Frente al déficit habitacional suscitado tras el terremoto, el


alcalde de la época, Juan Montedónico, anuncia que Valparaíso
tendrá su propio plan de vivienda, llamado Operación mediagua”41,
de las cuales la Sra. María fue una de las beneficiarias.

58
El tercer terremoto de nuestro interés es el de marzo de 1985,
el cual sacudió la zona central de Chile, destruyendo 142.489
viviendas, marcando un déficit histórico que llegó a más de un
millón de unidades a nivel nacional.
En este contexto encontramos el relato de don Héctor, quien era
arrendatario de una pieza en el centro de la ciudad y llegó a
vivir a la quebrada Las Cañas por invitación de sus suegros. Este
es un caso simultáneo donde las dos causas comparecen, es decir,
el terremoto y la movilidad familiar. En vista de la necesidad
de habitación de la familia de don Héctor, la toma es una forma
de apoyo económico y social. Aquí es cuando comienza a gestarse
uno de los conjuntos residenciales familiares que presentaremos
más adelante, los cuales son legalizados en 1993.
“Nosotros empezamos a arrendar a un tío allá al frente, en el
cerro Merced y después del terremoto del 85, como ella (la
esposa) estaba embarazada la vine a dejar acá, donde mi suegro,
porque yo tenía que preocuparme del taller, porque yo tenía el
taller allá abajo en la Avenida Independencia (centro de la
ciudad). Como eso se cayó, ese edificio, cuando llegue acá ya mi
suegro estaba picando (el cerro) y me dijo que me quedara acá
con mi señora para que no gastara en arriendo, porque pagaba dos
arriendos, el local y la casa. [...] Él (el suegro) me cedió este
terreno, él está aquí como del 45 (1945), por ahí empezaron las
tomas aquí [...] y yo estoy desde el año 85, el mismo día del
terremoto” (H.C.R.F., hombre, 51 años, Las Cañas).

De la misma manera la señora Lucinda llega a la quebrada Las Cañas,


donde su condición anterior al terremoto era de arrendataria de
una pieza en el plan. Ella nos relata:
“Yo llegue acá porque antes vivía en el plan y en el año 85,
cuando fue el terremoto, yo quedé prácticamente en la calle, la
casa se cayó donde yo vivía [...] yo arrendaba pieza, en esos
tiempos vivía con mis dos niños mayores, sola, porque tuve un
marido que también desapareció, entonces seguí luchando sola,
trabajando; después quedé sin trabajo, vino el terremoto, se
cayó la casa y quedamos en la calle” (H.F., mujer, 58 años, Las
Cañas).

El terremoto mencionado con mayor recurrencia es el de 1985.


Según el Centro de Investigación Social de TECHO, el promedio
de antigüedad de los campamentos es de 18,3 años, es decir, la
media de los campamentos se establecieron justamente después del
terremoto de 1985. Arellano alude que las tomas de terreno en
los sectores altos de Viña del Mar también tienen su origen en
el terremoto de 1985.

59
60
4
C a p í t u l o

Quebrada-Estado
Este territorio de apropiación tiene relación con todo aquello
que está supeditado a la acción directa del Estado mediante sus
diferentes organismos públicos, tanto a nivel local (municipio)
como nacional (ministerios), los cuales tienen o deberían tener
una incidencia directa en el mejoramiento, mantención y desarrollo
de las quebradas. Si bien los municipios poseen autonomía para
actuar sobre sus comunas, dentro de los parámetros establecidos
por ley, hay muchos aspectos que escapan de su campo de acción,
como por ejemplo, el desarrollo e implementación de viviendas
sociales, que es abordado directamente por el Ministerio de
Vivienda y Urbanismo (MINVU).
Cuando los habitantes hablan de su situación actual y de las
deficiencias que poseen tanto a nivel familiar como barrial,
en comparación con otros lugares de la ciudad, nos cuentan
que, en ciertas ocasiones muy específicas, a pesar que se han
llevado a cabo proyectos en conjunto con el municipio u otras
entidades, como por ejemplo TECHO, consideran que estas no han
sido suficientes para influir en el mejoramiento de su calidad de
vida.
De esta manera, en relación con la acción del Estado en estos
territorios, los habitantes abordan principalmente dos temáticas.

a. Intervención del Estado


b. La vivienda social

61
1.0- Intervención del Estado: Acción e inacción.

Debemos aclarar que esta acción del Estado es la que definen los
usuarios como tal y no necesariamente es la real, es decir,
existe una distorsión en cuanto a quién le corresponde gestionar
o manejar uno u otro problema, y habitualmente se endosa al
municipio como único actor en esta gestión.
Desde la perspectiva de los habitantes, la intervención del
Estado en las quebradas significa principalmente:

1.1- Mejoramiento del espacio público:


Mediante la gestión e implementación de caminos, pasajes,
escaleras, puentes, “canchas de fútbol”, “plazas”, corte de
árboles y matorrales, limpieza de cauces, retiro de basura e
instalación de red de alcantarillado e iluminación entre otros.
Sin embargo, la mayoría de las intervenciones de carácter urbano
que se han realizado en las quebradas hasta hoy en día, se han
conseguido gracias a las demandas interpuestas por los mismos
vecinos, aunque muchas de ellas no han sido escuchadas.
Las demandas se canalizan a través de las juntas de vecinos,
comités u otras organizaciones comunitarias, mediante solicitudes
dirigidas al municipio. Avaladas y realizadas bajo la Ley N°
19.418 art.45, mediante el Fondo de desarrollo vecinal (FONDEVE),
el cual permite a los municipios brindar apoyo financiero a
proyectos específicos de desarrollo comunitario presentados por
las juntas de vecinos y organizaciones comunitarias13.
De esta manera, cuando los vecinos requieren el mejoramiento de
alguna situación particular en las quebradas, lo hacen mediante
cartas de solicitud apoyadas por firmas que avalen dicha solicitud.
Sin embargo, la participación vecinal no se limita al hecho de
enviar solicitudes al municipio, sino que además se involucran
activamente en el desarrollo de los proyectos, sobre todo cuando
se trata de proyectos de mejoramiento del espacio público.
Por ejemplo, los habitantes de la quebrada Las Cañas, hace unos
años, solicitaron la pavimentación del pasaje “Los Canelos”,
este mejoramiento fue aprobado y financiado por el municipio, y
desarrollado con la participación de los habitantes. En otras
palabras, los materiales de construcción utilizados los costeó
el municipio, pero fueron los vecinos quienes gestionaron y
proveyeron la mano de obra.

13 http://www.munivalpo.cl/archivos/ordenanzas/DA%203088.pdf

62
1.2- Soporte social:
Los asistentes sociales evalúan la condición social de los
habitantes y los caracterizan mediante la Ficha de Protección
Social (FPS), antigua ficha CAS, a la cual habitualmente se
refieren los habitantes. Esta herramienta de evaluación es
implementada por el Ministerio de Desarrollo Social y utilizada
por las municipalidades de cada comuna, mediante el Departamento
de Estratificación Social. La FPS evalúa, mediante un sistema
de preguntas y puntajes, a cada familia en condición de
vulnerabilidad, el cual es coordinado en conjunto con otros
ministerios para así poder identificar necesidades específicas,
como vivienda, salud, educación, entre otros. Esta ficha social
es la que permite a los chilenos en condición de pobreza o
vulnerabilidad social, obtener prestaciones y beneficios sociales
por parte del Estado14.

1.3- Ayuda material:


En caso de alguna catástrofe natural o no, como por ejemplo
incendios urbanos y/o forestales con impactos en el espacio
urbano, derrumbes, terremotos y tsunamis, la ayuda se traduce,
básicamente, en la obtención de una vivienda básica de emergencia
(mediagua), que puede ser entregada por la municipalidad, el
MINVU u otra entidad estatal.
Los habitantes suelen adjudicar a la Municipalidad de Valparaíso
todas las acciones previamente descritas, independientemente de
que haya sido efectivamente así. Es decir, habitualmente no hacen
distinción con respecto a otros organismos estatales, como por
ejemplo los ministerios, que están evidentemente implicados. Es
decir, de forma general los habitantes aluden a la municipalidad
como la principal causante de sus logros y de sus fracasos a nivel
de la consolidación del espacio e infraestructuras públicas.
Sobre otras acciones de intervención en las quebradas, señalan
que ellos son los únicos gestores y constructores, y en un menor
grado reconocen la acción de la ONG un Techo para Chile, entidad
que ha estado presente en las quebradas mediante la donación de
mediaguas a familias en condición de precariedad.

1.4- Falta de proyectos:


En relación con la intervención del Estado en las quebradas,
por una parte los habitantes estiman que falta mucho por hacer,
14 http://www.fichaproteccionsocial.gob.cl/faqs/faqs2.php#anchor_FAQ

63
mencionan de forma general que faltan proyectos orientados al
mejoramiento del espacio público, de las viviendas y proyectos de
carácter social (como centros para niños, jóvenes, y ancianos). Es
decir, proyectos que tengan un efecto directo en el mejoramiento
del barrio y, por ende, en su calidad de vida.
Y por otra parte, consideran que los pocos mejoramientos que
han logrado hasta ahora, ha sido gracias a la participación,
motivación, insistencia y cohesión de los habitantes como grupo,
tanto a nivel de barrio como de familia, cohesión que inicialmente
ellos la reconocen como fuerte y que hoy, por diferentes causas,
se ve disminuida.
Así, de forma general, cuando los habitantes hablan sobre las
carencias y los logros que poseen a nivel de barrio, en sus
relatos aparecen implícitamente dos conceptos: la cohesión
social y la participación del grupo.
La cohesión social la entendemos como “La capacidad de una
sociedad para asegurar el bienestar de todos sus miembros, a
minimizar las diferencias y a evitar la polarización. Una sociedad
cohesiva es una comunidad solidaria compuesta de individuos
libres que persiguen objetivos comunes por vías democráticas”
(CERC, 2008: 7).
En este sentido, en las quebradas son las juntas de vecinos las
que, supuestamente, aseguran el bienestar de todos los habitantes
de la quebrada, en la medida en que se organizan y representan
los intereses del grupo frente al poder público, logrando
concretar objetivos comunes. Es decir, son las Juntas de Vecinos
las encargadas de generar el vínculo entre los habitantes, el
municipio u otra entidad estatal.
Los vecinos se ayudan mutuamente, colaboran con el mejoramiento
de la quebrada, son cómplices en la medida que transgreden todos
juntos leyes y normas en pos del bien común15, y contribuyen a la
cohesión del grupo en la medida que cooperan con las actividades
emprendidas por las juntas de vecinos.
Y por participación entendemos la intervención, junto con
otros, en un suceso o actividad. La Ordenanza de participación
ciudadana de Valparaíso (OPCV), en el decreto N°3088, en el
artículo N°1, define la participación como “la posibilidad que
tienen los ciudadanos de la comuna de Valparaíso de intervenir,
tomar parte y ser considerados en las instancias de información,
ejecución y evaluación de acciones que apunten a la solución de
15 Un ejemplo de esto son las instalaciones ilegales de agua potable que posee la
quebrada La Rinconada.

64
los problemas que los afectan directa o indirectamente en los
distintos ámbitos de actividad municipal y el desarrollo de la
misma en los diferentes niveles de la vida comunal” (Ordenanza
de participación ciudadana de Valparaíso, 2011)16.
El objetivo general de la OPCV es promover la participación
de la comunidad local para el progreso económico, social y
cultural de la comuna. Sus objetivos principales son: “Facilitar
la interlocución entre el municipio y las distintas expresiones
organizadas y no organizadas de la ciudanía local; Impulsar y
apoyar variadas formas de participación ciudadana de la comuna
en la solución de los problemas que le afectan, tanto si esta se
radica a nivel local, como en el regional o nacional; Impulsar
la equidad, el acceso a las oportunidades y revitalizar las
organizaciones con orientación a facilitar la cohesión social”
(Ordenanza de participación ciudadana de Valparaíso, 2011).
Así, supuesta o idealmente, la participación ciudadana a nivel
barrial estaría asegurada con las juntas de vecinos.
Sin embargo, en oposición a lo señalado en la OPCV, la
participación y cohesión social en las quebradas está en un
proceso de degradación, es decir, cada vez más debilitada, pues
sus habitantes consideran que sus demandas y solicitudes, por
largos años, no han sido escuchadas.
Con respecto a esto, los habitantes reflexionan sobre el hecho de
que a pesar de haberse organizado y haber participado activamente
en las juntas de vecinos, no se obtuvieron los resultados
esperados y que lo logrado hasta ahora es insuficiente. Sienten
que su esfuerzo y motivación por realizar proyectos en pos del
mejoramiento de la quebrada, nunca fueron valorados por las
instituciones públicas, a las cuales les endosan una falta de
apoyo y de sustento.
Los vecinos mencionan que antes en las quebradas se organizaban
actividades colectivas, las cuales tenían por objetivo la
recaudación de fondos para diferentes proyectos o para la
celebración de festividades. Por ejemplo, en las tres quebradas
estudiadas, la implementación de la electricidad fue una labor
exclusiva de las juntas de vecinos, sin intervención del poder
público, y para lograrlo los vecinos organizaban ventas de
alimentos, rifas, canastas familiares, campeonatos de fútbol17.
16 http://www.munivalpo.cl/archivos/ordenanzas/DA%203088.pdf
17 Para recaudar fondos se realizan básicamente venta de alimentos (sándwiches,
pasteles). Estos fondos que se destinan al mejoramiento del espacio público (por ejemplo, reparar
una escalera, comprar postes de luz) o para celebrar alguna festividad específica (por ejemplo,
Navidad, fiesta nacional).

65
De esta manera, cuando los habitantes hablan sobre la participación,
y la cohesión social del barrio, la mayoría de las veces lo hacen
en tiempo pasado; por ejemplo, ellos dicen:
María: “antes los vecinos eran más unidos” (HCRF, mujer, 90 años,
quebrada Las Cañas).

Ana: “antes se hacían actividades, para mejorar la quebrada, pero


ahora no se hace nada” (HF, mujer, 75 años, quebrada Las Chanas).

Elizabeth: “antes aquí se hacían campeonatos de baby fútbol, para


que las familias y los niños se distrajeran” (HN, mujer, 42 años,
quebrada Las Chanas).

Es decir, de cierta forma los habitantes reconocen que antes


eran más organizados en la medida que tenían y querían lograr
objetivos comunes. Esto se ejemplifica cuando un grupo de 25
familias de la quebrada Las Cañas se organizaron y formaron un
comité para realizar los trámites para la regularización de los
sitios. Fueron principalmente las mujeres quienes llevaron la
dirección del comité, logrando, en el año 1995, la regularización
de sus sitios, luego de vivir, en promedio, más de treinta años
en situación de irregularidad. Con respecto a la tenencia de sus
terrenos, la señora María, una de las primeras vecinas que llega
a la quebrada en 1945, nos cuenta:
“Antes eran más unidos los vecinos, por ejemplo nosotros nos
juntamos, entre los vecinos e hicimos juntos el trámite de la
escritura (título de dominio), andábamos todas las mujeres
p’arriba y p’abajo, yo ahora soy dueña, y esto lo han ocupado mis
hijos y ahora mis nietos, abajo vive mi nieta con sus hijos y su
esposo” (HCRF, mujer, 90 años, quebrada Las Cañas).

Sin embargo, hoy en día dicen haberse cansado, se aburrieron de


organizarse y esperar. Sienten que están detenidos, que han pasado
muchos años en la misma condición, sin caminos pavimentados,
sin escaleras, sin alcantarillado, sin agua, etc. Y que el
desinterés por las quebradas y falta de proyectos por parte
de los organismos público ha afectado su motivación y cohesión
social.
Don Héctor habita en la quebrada Las Cañas desde el terremoto
de 1985; él nos cuenta que hace ya un tiempo que el desarrollo
de la quebrada se estancó, que no hay proyectos nuevos, que la
municipalidad no hace nada por mejorar su condición, y que los
vecinos perdieron las ganas de realizar proyectos juntos. Don

66
Héctor relata:
“Aquí somos de la junta de vecinos 61, incluso teníamos hasta la
sede hecha (recinto), pero ya no se han hecho más cosas aquí,
aquí se arregló el camino y se luchó por unas casas, pero ya no
se ha seguido, porque la gente se aburrió. Nosotros le pedíamos a
la muni (municipalidad) que viniera a ver qué pasaba y no venían,
la gente se aburrió de hacer las cosas solos, aquí realmente
la municipalidad tampoco hace ninguna cosa y así que quedamos
estancados; ya llevamos así más de 15 años, casi 20 más o menos yo
creo, o incluso, un poquito más, ya ni me acuerdo, pero estamos
estancados” (HCRF, hombre, 51 años, quebrada Las Cañas)

Los habitantes reclaman que en otros sectores de la ciudad se ve


claramente la inversión pública, como por ejemplo en el sector
patrimonial (declarado como tal por la UNESCO, en el año 2003),
contiguo a la quebrada Las Chanas, que ha sido beneficiario de
grandes inversiones públicas (PRDUV18) y privadas. Frente a esta
realidad, los vecinos no entienden por qué en su quebrada no se
hace nada, si están prácticamente al lado del sector patrimonial.
La señora Gloria, dirigente de la quebrada Las Chanas, nos
cuenta que, en reiteradas oportunidades, ha enviado solicitudes
a la municipalidad para que se corten unos grandes eucaliptus
que están por derrumbarse sobre las casas de la quebrada. Sin
embargo, ella piensa que no ha sido tomada en cuenta, porque
al alcalde solo le interesa mostrar una parte de Valparaíso,
aquella “ciudad del patrimonio”, a pesar de que los problemas
reales que tiene la ciudad están escondidos en las quebradas.
Ella relata:
“El otro día yo fui al cerro concepción (cerro situado dentro del
centro histórico) y allá es otra cosa, es otro mundo, ahí está
la plata, ¡el patrimonio de la humanidad!, pero es hasta ahí no
más, hasta donde los detectives, y ¿para acá? ¿Qué hacen para
acá? Yo miraba todos los cerros y decía esto es como un enjambre
de abejas, todo perforado, así lo veía, un día yo le dije al
alcalde —bueno, al que era el alcalde, porque estaba tomando once
con él, […] el ex alcalde Cornejo— sabe qué: yo me asomo a la
ventana y a veces pienso y miro a Valparaíso y lo veo como una
dama antigua, muy elegante, pero muy elegante, de todos colores,
pero por abajo con los calzones sucios, así es Valparaíso. […]
Yo le dije, no, si es verdad, pero así, me lo imagino, tiene
muchos colores. Yo me pregunto qué saca con estar pintando todas
las casas si el mugrerío está por debajo, está en la quebradas,
está en los callejones, hay tremendos árboles que no son capaces

18 PRDUV: El Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de Valparaíso (PRDUV), se creó


en el año 2006, producto de un convenio entre el Gobierno de Chile y el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) para intervenir de manera integral en el territorio urbano considerado área
patrimonial de Valparaíso.

67
de venir a cortarlos, o sea, no tienen gente capacitada para
nada, ni tampoco el personal de la municipalidad, los que están
sentaditos no tienen cabeza para pensar, nada19 (HD, mujer, 62
años, quebrada Las Chanas).

El caso de la quebrada Las Chanas es muy particular y es por ello


que, inicialmente, la seleccionamos como uno de los casos de
estudio, ya que a pesar de su proximidad con el centro histórico,
en ella no se ha realizado ningún tipo de mejoramiento urbano.
Incluso la quebrada Las Chanas es una de las que posee mayores
problemas de alcantarillado, pues más del 60% de las familias
no posee el servicio y, sin embargo, son propietarios de sus
sitios.
En relación con esto, los vecinos nos señalan que desde los años
cincuenta, los “políticos” les están prometiendo la canalización
subterránea de la quebrada o abovedamiento20 y, por ende, el
alcantarillado, lo cual mejoraría sustancialmente su calidad
de vida. Sin embargo, aquella promesa aún no se cumple, el
abovedamiento de la quebrada Las Chanas es casi un mito, mediante
el cual los habitantes todavía sueñan e imaginan un futuro
mejor. Durante la realización de las entrevistas no hubo ni un
sólo vecino de la quebrada Las Chanas que no hiciera alusión
al abovedamiento de la quebrada, incluso hasta los más jóvenes
saben que algo se prometió y que no se cumplió, y que si se
llegara a cumplir sería un sueño realizado.
Abovedar una quebrada significa cubrir la quebrada, o más bien
el cauce, con una superficie semicilíndrica, que da origen a una
calle (acta Crichton)21. En el Boletín de Sesiones Ordinarias
de la Cámara de Diputados, en la Sesión 36° del 17 de agosto
de 1965, se menciona que las quebradas de Valparaíso deben
ser abovedadas, señalando que: “Mientras en la provincia de
Valparaíso, particularmente en sus ciudades de topografía más
peculiar y endiablada, no se haga el abovedamiento de las

19 Uno de los programas más promocionados por el municipio es el programa Recuperación de


Fachadas, financiado por la Subsecretaría de Desarrollo Regional, SUBDERE, a través del programa
de Recuperación y Desarrollo Urbano de Valparaíso –PRDUV- y ejecutado por la Municipalidad de
Valparaíso. http://www.municipalidaddevalparaiso.cl/fachada1.aspx
20 Abovedamiento de quebradas: “cubrir las quebradas con una superficie semicilíndrica”.
En el Boletín de Sesiones Ordinarias, de la Cámara de Diputados, en la sesión 36° del 17 de agosto
de 1965, se menciona que las quebradas de Valparaíso deben ser abovedadas (1965: 4189); y se
presenta el presupuesto de abovedamiento de 37 quebradas: Cerezos, Stuven a Phillippi, Tolson a
Phillippi, Mercedes a Phillippi, Cauce a Phillippi, Quebrada Honda y otras, Dolores a Phillippi,
Quebrada Cabritería, Mercedes y Blanca, Quebrada Población Salles, Zenteno, Mendiburu, Ossandon,
Colo-colo, Roblería, Febres, Troncoso y Ticiano, Pocuro, Las Cañas, El Litre, Avenida Francia
frente fábrica de envases, Francia, Yerbas buenas, Basilio Rojas, Etchegaray, San Juan de Dios,
Bettina, San Agustín, Meteoro, Santa Lucía, San Francisco, Las Chanas, Perdices, Callejas,
Pescadores (Domeiko), Pescadores (Vidaurre), Tortuga.
21 http://www.dibam.cl/upload/i10633-1.pdf

68
quebradas y de los cauces, no se podrán asegurar la pervivencia,
la seguridad y la tranquilidad de los vecinos de las partes altas,
que son la mayoría. Si no se construyen, en forma inmediata,
urgente, ahora, por lo menos 100.000 metros cúbicos de muros de
contención a los costados de los cerros y de muros de barreras,
cruzados en las calles de la parte alta de Valparaíso, que aún no
se pavimentan, no se prevendrá la caída terrible de agua, barro,
piedras, escombros, sobre las casas de los vecinos” (1965: 4189).
Es decir, al menos los vecinos llevan esperando 47 años que
se cumpla dicho proyecto. En el boletín se hace alusión a 37
quebradas que deben ser abovedadas porque presentan un peligro
para los vecinos. Entre las cuales se encuentran las tres
quebradas que fueron sujeto de nuestro estudio. A la época, en la
Sesión 28° del 3 de agosto de 1965 de la Cámara de Diputados, el
diputado Luis Tejeda lo explicita con las siguientes palabras:
“La verdad es que esta topografía obliga a que se aborden obras
que están esperando ya hace mucho tiempo y que provocan serios
problemas a los pobladores y a la ciudad. Me refiero a la tarea
de abovedamiento de los cauces y las quebradas […] Cuando se
producen estos fuertes temporales, que bajan con enorme enjundia
hacia el plan de la ciudad, arrastran la escoria con tierra,
con piedras y con árboles. Todo esto facilita que se desencajen
y se remuevan los cimientos débiles y terminen por derrumbarse
las casitas que se encuentran en las peores condiciones, como
ha ocurrido en los cerros Florida, Ramaditas, Rocuant y en una
serie de cerros de Valparaíso” (1965: 3365).
Así, las familias han guardado en su memoria estos proyectos,
sin que ello signifique que sea la mejor manera de intervenir
estos lugares.
Por su parte, la señora Ana es integrante de una de las primeras
familias que llegaron a la quebrada Las Chanas y, a diferencia
de la mayoría de las otras familias que ocuparon la quebrada a
partir de una toma de terreno, su familia compró un gran terreno
en la ladera este de la quebrada. Su padre llegó a Valparaíso,
en 1906, desde el sur de Chile, y en 1942 compró “la quinta” en
la que ella y sus hermanos viven actualmente. Ella nos cuenta
que su padre le decía que el proyecto del abovedamiento de la
quebrada era muy antiguo, y que muchos políticos se aprovecharon
de la idea de este proyecto para hacer campaña con los vecinos
de la quebrada:

69
“Mi papá, cuando compró aquí, ya existía el proyecto de abovedar
la quebrada, y nunca salió, mi papá compró en 1942, el ya murió,
y dijo ojalá que mis nietos vean esto. Pero parece que ni los
nietos lo van a ver. Yo ya tengo un nieto de 30 años y yo sé que
él tampoco lo va a ver, nunca vamos a tener movilización por aquí
[…] Mi papá tenía antecedentes del proyecto, porque él estaba
muy inserto en la junta de vecinos, él y los amigos peleaban y
luchaban y trabajaban porque esta quebrada se abovedara, tenía
antecedentes de los planos, de todo el proyecto. Por ejemplo,
allá atrás donde han hecho casas, eso se dice que estaba reservado
para plazas de niños, plazas públicas, pero ahí ya hay tres
casas chantadas. Pero nunca lo hicieron; mire, busque a Alonso
Zumaeta, él era un regidor, después Luis Bossay y tantos otros,
antes del año 50, había otro tal Crichton22 o Craigtown, no sé
cuánto se llamaba, y así otros que ya ni los recuerdo, pero que
hacían mucha campaña aquí con los vecinos, con bailes, reinados,
se juntaba plata, lo único que consiguieron después, con muchos
años de batallar, fue comprar unos palos de poste y salió la luz,
pero del abovedamiento nada” (HF, mujer, 75 años, quebrada Las
Chanas).

De esta manera, los habitantes se sienten desconcertados, no


entienden por qué sólo algunos sectores son beneficiados con
programas de mejoramiento y ellos siguen siendo excluidos. Esto
ha generado una desazón colectiva a causa de promesas incumplidas,
de proyectos sin realizar, que alguna vez les fueron propuestos
y que nunca se llevaron a cabo. Sobre el tema, la señora Doraliza
relata:
“¡Nada, nunca han hecho nada!, puras promesas, prometieron que
iban a hacer una escala de aquí para arriba, hasta llegar a
“Los Canelos”, nunca salió esa escala. Cuando estaba de alcalde
el señor Pinto, perdone la expresión, pero él bajó sentado a
“potazos” para abajo, porque no había cómo bajar, prometió hacer
una escala […] el mismo día que él me dijo que iba a mandarme a
hacer abajo un muro, abajo para arreglar bien, para que después
yo pusiera para arriba una reja, puras promesas y nunca las vi,
nunca hicieron nada. […] Aquí, no sé lo que pasa, somos marginados
se podría decir. Siempre nos prometen que van a venir a hacer un
arreglo, pero nunca vienen a hacer los arreglos, por lo menos
pavimentar. Allí hay una cancha que se puede arreglar para los
niños, para que jueguen y se diviertan, pero nada, ninguna cosa”
(HF, mujer, 78 años, quebrada Las Cañas).

Así, hoy en día la falta de proyectos de mejoramiento y la no


realización de proyectos prometidos en el pasado que visaban
22 Luis Bossay Leiva (1912-1986) Diputado por la sexta agrupación departamental,
Valparaíso y Quillota, durante el periodo 1941-1945, y reelecto para el periodo 1945-1949.
Integró las comisiones de Economía y Comercio y Especial Investigadora de Irregularidades de
Aduanas y Puertos entre 1944 y 1945. Alonso Zumaeta (1907-1987) Diputado por la sexta agrupación
departamental, Valparaíso y Quillota, durante el periodo 1957-1961, y reelecto para el periodo
1961-1965. Roberto Crichton Regidor de Valparaíso.

70
el desarrollo de las quebradas, ha afectado la participación y
cohesión social en las quebradas.
La señora Marta, dirigente de la quebrada La Rinconada, sector
de los Olivos Medios y que por muchos años trabajó con la ONG
“Save the Children”23, nos cuenta que los vecinos se aburrieron
de esperar y de trabajar por nada. Ella dice:
“Yo era de la junta de vecinos, y siempre se hacían cosas, pero
lo que pasó es que nunca recibimos apoyo. Nosotros empezamos
a juntar plata para hacer una escala y siempre se ha estado
trabajando; aquí no había agua, no había luz no había nada.
Yo empecé a moverme con la junta de vecinos, y después tuvimos
agüita, luz, y después empezamos a movernos por el camino, pero
nadie nos ayudó, juntamos la plata que pudimos, pero los vecinos
se aburrieron de esperar. Entonces yo también me aburrí de estar
siempre buscando, pidiendo, haciendo esto y lo otro, para que
nadie te tome en cuenta, uno se aburre, porque a veces me decían
tienes que ir a reunión allá abajo a la municipalidad, yo gastaba
plata, para ir y no se sacaba nada en limpio, después los vecinos
me preguntaban qué había pasado en la reunión y yo decía nada.
Hasta que todos se aburrieron” (HD, mujer, 59 años, quebrada La
Rinconada).

Así este supuesto desinterés por parte del poder público ha


generado un sentimiento de abandono en los habitantes de las
quebradas.

1.5- Ausencia del Estado y el sentimiento de abandono


Esta falta de proyectos específicos para las quebradas, se traduce
en los habitantes en un sentimiento de abandono de parte de los
organismos públicos. Los habitantes dicen sentirse abandonados,
ignorados y no tomados en cuenta, a pesar de las recurrentes
demandas que ellos han realizado mediante las juntas de vecinos
y/o comités.
En la etapa previa a las entrevistas durante los trabajos de
levantamiento cartográfico, a los vecinos les intrigaba que
alguien ajeno a la quebrada se paseara por allí. Entonces se
acercaron y nos hicieron varias preguntas, como por ejemplo ¿Qué
está haciendo? ¿De dónde es usted? ¿A qué vino para acá? ¿Es del
gobierno? ¿Es de la municipalidad? ¿Usted es asistente social?
Después de explicarles nuestro objetivo, les preguntamos por qué
tanta pregunta y ellos nos respondieron:
Doraliza: “es que aquí es raro que venga alguien” (HF, mujer, 78
años, quebrada Las Cañas).

23 http://www.savethechildren.ca/page.aspx?pid=414

71
Juan: “aquí nunca viene nadie” (HF, hombre, 65 años, quebrada
Las Chanas).

Juana: “aquí estamos botados” (HD, mujer, 53 años, quebrada La


Rinconada).

Estas frases dejan en evidencia que los habitantes de las


quebradas, por una parte, están siempre atentos a quién llega
o “entra” a la quebrada, como si constantemente estuvieran
esperando alguna solución a sus problemáticas actuales. Y por
otra parte, evidencia este sentimiento de abandono que ha hecho
que pierdan la motivación de trabajar unidos por el bien común.
Los habitantes nos cuentan que hace tiempo que no “se pasea”
nadie de la municipalidad por estos sectores, es decir, que
nadie los va a visitar para enterarse de su realidad y de las
necesidades que poseen. Al respecto, la señora Valeria, dirigente
de la quebrada La Rinconada, nos cuenta que hace tiempo no tiene
contacto con el municipio, que ni siquiera la informan sobre
posibles proyectos en los cuales ellos pudieran participar como
junta de vecinos. Ella dice:
“Aquí nunca viene nadie, hace más de un año y medio o dos años,
yo no sé si se comunicaran con la otra persona de la junta de
vecinos, con la Edith, que es la presidenta de la unidad vecinal
n°62, pero yo de hace tiempo no veo a nadie caminar por aquí. De
hecho, yo como presidenta del comité, debería tener un contacto
con el coordinador de la municipalidad, pero él me llama solo
cuando son cosas relacionadas con la municipalidad, o sea que
le interesan a ellos, pero no para ayudarme con mi sector” (HD,
mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

Por su parte, la señora Juana, también dirigente por muchos años


de la quebrada La Rinconada, relata que la única organización que
se ha acercado a esta quebrada ha sido TECHO, por medio de la cual
algunas familias fueron beneficiadas con viviendas de emergencia
o mediaguas. La señora Juana, en su calidad de dirigente, estuvo
encargada de crear el contacto entre las familias con mayores
problemas sociales y TECHO y nos cuenta que, a pesar de estar
cerca del Congreso Nacional, nadie va ayudarlos. Ella relata:
“Desde Un techo para Chile, de ese entonces, no ha venido nadie
más a ayudarnos, aquí estamos botados, usted como ve, no hay
pavimentación, usted vaya a los sitios de más arriba, está todo
pavimentado. Imagínese si aquí estamos al lado del congreso y
vea usted como estamos, yo creo que si ellos miraran un poquito
Valparaíso por la ventana verían cómo estamos. Imagínese, a
10 minutos del Plan y nada” (HD, mujer, 53 años, quebrada La
Rinconada).

72
De esta manera, este sentimiento de abandono lo definen como un
estar en una situación de invisibilidad. Invisibilidad que,
en un principio, la percibían como beneficiosa y favorable con
respecto a su permanencia en el lugar. En el sentido que podían
establecerse tranquilamente en la quebrada, sin el acecho de ser
expulsados. Sin embargo, esto cambió con el paso de los años y las
familias que, en promedio, superan los 30 años de permanencia en
las quebradas, sienten que esta invisibilidad los perjudica y les
molesta, ya que perciben que siguen estando al margen, incluso
en circunstancias que ellos mismos han logrado legalizar sus
sitios por su propio esfuerzo y que son propietarios oficiales.
Al respecto, la señora Valeria, dirigente de la quebrada La
Rinconada, menciona que a pesar de que algunas familias han
regularizado sus terrenos, la intervención del Estado sigue
siendo inexistente, y agrega:
“Yo considero que la municipalidad nunca ha estado interesada en
este sector, no sé ¡pareciera que fuéramos invisibles!, o no sé
si faltará más insistencia de nosotros, pero yo he visto que acá
alrededor (en las afueras de la quebrada) han pavimentado las
calles, y todo. No sé si tengan amigos en la muni que les ayudan,
no sé, pero este sector está muy abandonado, de hecho desde ahí
donde tu bajaste el negocio de la esquina, toda esa calle se
llama calle “los maitenes”, los olivos medios, todas esas casas
están regularizadas, todos son dueños de terreno y tampoco tienen
calles, tampoco está pavimentada, me entiende” (HD, mujer, 37
años, quebrada La Rinconada).

Desde la perspectiva de los habitantes, regularizar los


terrenos, es decir, obtener el título de dominio, es un evento
trascendental en sus vidas, pues significa el primer y gran paso
que les permitirá consolidar su vivienda y optar a programas de
mejoramiento financiados por el Estado. El problema es que hoy, y
a pesar de ser propietarios, los habitantes se siguen sintiendo
excluidos. Nos comentan que antes de regularizar sus terrenos,
de cierta forma no se sentían en pleno derecho de reclamar ningún
tipo de beneficio, y que quizás todo ha sido culpa de ellos mismos
por no insistir lo suficiente.
Esto ha generado una contradicción en los habitantes, ya que
por una parte es el municipio y el MBBNN los que avalan y han
hecho posible la regularización de sus sitios, es decir, los
apoyaron en el proceso. Pero luego los abandonan a su suerte,
sin generar programas y proyectos que se enlacen inmediatamente
con la regularización de los sitios, por ejemplo, enlazándolos

73
con programas de mejoramiento de vivienda o barrio del MINVU.
Es decir, los vecinos sienten que hoy cumplen con la ley,
pero que pareciera no ser suficiente para poder ser beneficiario
de programas y proyectos de mejoramiento específicos para las
quebradas.
La señora Valeria continúa diciendo:
“… Aquí hay varios vecinos que ya son propietarios y que podrían
beneficiarse con algún subsidio, pero no sabemos cómo se hace; el
coordinador de la municipalidad, pero él me llama solo cuando son
cosas relacionadas con la municipalidad, o sea que le interesan
a ellos, pero no para ayudarme con mi sector, o para decirme que
hay un programa de pavimentación, o para decirme: ven inscríbete,
infórmate, informa a tu gente, no sé, algo siquiera, pero por el
contrario están sentados allí en la municipalidad” (HD, mujer,
37 años, quebrada La Rinconada).

Así, este abandono por parte de los organismos públicos antes lo


justificaban por el hecho de estar o haber estado en situación de
irregularidad con respecto a la tenencia de sus terrenos, como si
se lo merecieran y no tuvieran derecho a reclamo. Cuestionamiento
que se basa, en cierta medida, en lo que recurrentemente dejan
entender diferentes organismos públicos, “el que los habitantes
de las quebradas se buscaron lo que hoy tienen”. Es decir, que
fueron por su propia voluntad a vivir allí y que, por ende,
tienen que aguantar lo que les pase si no quieren cambiar su
lugar de residencia.
Los habitantes consideran que poseer el título de dominio les
otorga los mismos derechos que a cualquier ciudadano, lo que
implica demandar el mejoramiento del espacio público de las
quebradas. Sin embargo, lo que ellos desconocen es que existen
ciertas contradicciones legales entre la regularización de un
sitio y la posibilidad de construir en dicho sitio una vivienda.

1.6- Sentimiento de ser utilizados o manipulados en


periodos de elecciones.
Además del hecho de sentirse abandonados por parte del poder
público, sienten que sólo son tomados en cuenta cuando hay
elecciones a nivel nacional (presidenciales y parlamentarias)
y/o comunales (alcaldes, concejales y CORES). Al respecto, la
señora Ximena relata:
“Aquí, por ejemplo, nosotros no tenemos grifo, y en caso de
incendio los bomberos se van por el cerro de allá al frente y

74
bajan una inmensa escala por allá, así que imagínese, aquí no hay.
Entonces, la otra vez hablábamos con la Laura Soto (ex diputada
y senadora chilena), hicimos una once donde mi hermano, ella nos
dijo: ‘no, no se preocupen, denme el voto y yo les voy a mandar
el grifo’, y todo el atado, la misma cosa que el presidente, el
presidente te ofrece de todo y ahí quedamos” (HCRF, mujer, 51
años, quebrada Las Cañas).

Por su parte, la señora Valeria, dirigente de la quebrada La


Rinconada, nos cuenta que los políticos van a la quebrada solo
en periodo de elecciones, generando altas expectativas entre los
vecinos, pero una vez que las elecciones terminan nunca más se
aparecen por la quebrada. Ella relata una situación específica
con respecto a la regularización de los títulos de domino de su
sector:
“Cuando el alcalde Aldo Cornejo se postuló para la reelección,
anduvieron ellos ayudándonos para la regularización de terrenos,
pero como no salió elegido, entonces todo quedó en nada, todos
los papeles que yo les había pedido a mis vecinos, para que
hicieran los tramites, ahí quedaron. Lamentablemente, eso es lo
malo que tiene este país, que cuando sale un gobierno te ofrecen
el cielo, el mar y la tierra, pero cuando no sale todos quedamos
botados” (HD, mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

Si bien la mayoría de los habitantes de las quebradas está


inscrita en los registros electorales, en general las familias
no se identifican claramente con ningún partido político. Cuando
hay elecciones, simplemente optan por quien les promete u ofrece
algún mejoramiento de su condición actual. Así, es muy probable
que de una elección a otra cambien drásticamente de color
político.
Es decir, el interés en época de elecciones es recíproco, pero
indudablemente no equilibrado, ya que la ayuda entregada por los
políticos en época de campaña es ínfima y se reduce, básicamente,
a la entrega de alimentos o actividades recreativas improvisadas
en la misma quebrada. Así, a los vecinos no les queda otra que
aprovechar el momento, porque están conscientes que la ayuda no
será permanente. Al respecto, la señora Juana, antigua dirigente
de la quebrada La Rinconada, relata:
“La municipalidad nunca ha hecho nada para acá, el que nos
dejó las escalas, y caminos fue don Hernán Pinto (ex-alcalde)24.
24 Hernán Pinto fue alcalde durante el periodo de (1990-1996) y reelecto para los
periodos (1996-2000) y (2000-2004). Es considerado por los vecinos de las quebradas como el único
alcalde contemporáneo que ha realizado proyectos en beneficio del mejoramiento de su calidad de
vida. Los vecinos le reconocen a su gestión proyectos de mejoramiento de pasajes, escaleras,
puentes, barandas, casetas sanitarias y edificios para organizaciones comunitarias como las
juntas de vecinos.

75
Cornejo no hizo nada y ahora Castro, ni se asoma, para nada,
pero cuando vienen a buscar votos, corren, ¡ahí están con los
pobres! Y ahora don Hernán Pinto acá obtuvo varios votos, pero de
otros lados no. Él vino acá con los pobres a cerrar su campaña,
compartió una empanadita, un vasito de vino, dulces y jugos para
los niños. Él podría haber salido, una pena que se pierdan los
hombres así. También, por ejemplo, yo fui una de las fundadoras
del Club Deportivo Comunitario “Las Palmeras”, pedimos ayuda a
los políticos. Laura Soto nos ayudó mucho en una pascua cuando
salió la primera vez. Joaquín Godoy también nos ayudó mucho con
fideos para la población. Han llegado buenos políticos, que nos
han ayudado” (HD, mujer, 53 años, quebrada La Rinconada).

Así, la historia pareciera repetirse una y otra vez, una


historia de proyectos y promesas incumplidas. Como señalábamos
anteriormente, la falta de proyectos y el incumplimiento de las
promesas para las quebradas han debilitado la participación y
cohesión social al interior de estas, generando un sentimiento
de abandono y de utilización por parte de los políticos y de
los organismos públicos.

2.0- Vivienda social

Como lo mencionamos al inicio de este capítulo, la segunda


temática abordada por los habitantes en relación con la acción
del Estado en las quebradas, guarda relación con el hecho de no
postular a programas de viviendas sociales.
Cuando los habitantes comienzan a hablar de las necesidades que
poseen actualmente, por ejemplo, en relación con la calidad de
sus casas o en relación con la regularización de los sitios,
fue necesario realizar una breve intervención que nos permitiera
conocer la contraparte del discurso. De esta manera, en la medida
en que ellos nos contaban, por ejemplo, sobre los mejoramientos
que debían realizarles a sus casas, o sobre las malas condiciones
que presentaban las mismas, o sobre los problemas en relación a
la obtención del título de dominio de sus sitios, la interrogante
que surgió inmediatamente fue si ellos estaban conscientes que
poseían carencias que superan sus posibilidades de autogestión
y ¿por qué los habitantes de las quebradas no postulan a los
programas estatales de viviendas sociales?
De esta manera les preguntamos de forma tangencial: ¿y las
viviendas sociales?
Al formular la pregunta apareció una inmediata contradicción
en los discursos. Previamente, los habitantes hablaban sobre

76
las carencias que presentan sus viviendas, pero en seguida, a
pesar de considerar que su condición actual puede ser precaria
o mala, rechazan, casi en su totalidad, la idea de vivir en una
vivienda social, pues la mayoría considera que estas viviendas
no representan un modelo de vida acorde con sus expectativas,
tanto a nivel social, como material y de localización.
Así, pudimos distinguir que los habitantes poseen apreciaciones
tanto positivas como negativas al respecto.
Las apreciaciones positivas son muy pocas y poco específicas; en
general, los habitantes visualizan la vivienda social como una
buena “cosa”, pero que no es para ellos, sino para personas que
lo necesitan, ya que consideran que ellos ya poseen una casa,
aunque esta sea precaria o se encuentre en malas condiciones
y sea producto de una toma de terreno. En estas apreciaciones
valoran la acción del Estado, aunque no tienen muy claro cómo
llegar a ser beneficiarios de ella.
En relación con esto, la señora Valeria, dirigente de la quebrada
la Rinconada, considera que los proyectos de viviendas sociales
es algo bueno, ya que muchas personas que están en toma lo
necesitan, sin embargo, piensa que está bien para los demás, pero
no para ella, aunque también habite en una toma. Ella relata:
“es bueno que exista esa posibilidad, porque hay mucha gente que
vive en “toma” y necesita donde vivir, porque viven peor de cómo
vivo yo. Igual yo no encuentro que viva mal, tengo un marido
responsable, quien ha sabido construir la casa de una manera que
no ocurra peligro, pero si tú te fijas, te das cuenta y te pones
a mirar, que hay tomas donde la casa están casi colgando acá en
Valparaíso y no tienen tampoco para construir, entonces viven
en dos o tres piezas familias súper numerosas. Considero que
son buenas las cosas que está haciendo el gobierno porque le da
la oportunidad a la gente de vivir mejor” (HD, mujer, 37 años,
quebrada La Rinconada).

Por el contrario, las apreciaciones negativas son variadas


y muy específicas; los habitantes de forma general hablan de
las viviendas sociales de forma comparativa con respecto a su
actual lugar de residencia. Los temas abordados tienen que ver
con: el pequeño tamaño y la mala calidad constructiva de las
viviendas sociales, la falta de intimidad, la segregación por la
localización de estas viviendas y, finalmente, el desarraigo que
implica cambiar su lugar de residencia.
Así, las representaciones sociales que poseen los habitantes de
las quebradas con respecto a la vivienda social han construido

77
un imaginario poco favorable para las mismas.
Los habitantes de las quebradas han construido su propia
representación y en relación con las viviendas sociales, en
virtud de su propia experiencia o a partir de las experiencias
de familiares y amigos que viven en viviendas sociales y se las
han transmitido.
De esta manera, vivir en viviendas sociales para los habitantes de
las quebradas, básicamente, está ligado a cuatro representaciones
generales, las cuales vehiculan una imagen y un contenido
específico. Y que de forma general quedan explicitadas a partir
de los siguientes fragmentos recogidos de los relatos de algunos
de los entrevistados:

1- Estigmatización social: “vivir con cualquier tipo de gente”.


2- Segregación residencial por localización: “vivir en la punta
del cerro”.
3- Desterritorialización y pérdida de cohesión social: “es ir a
hacer todo de nuevo”.
4- Tamaño y calidad material: “vivir en cajas de fósforos”.

2.1- Estigmatización social de los habitantes de viviendas


sociales
“vivir con cualquier tipo de gente”
(HCRF, Hombre, 51 años, quebrada Las Cañas).

Esta frase tiene directa relación con las representaciones y


el imaginario colectivo que se ha construido históricamente
en Valparaíso en torno a las familias que habitan en viviendas
sociales y a los emplazamientos de las mismas. De forma general
se asocia los emplazamientos de viviendas sociales a lugares
periféricos, peligrosos, violentos y que, por lo tanto, infunden
miedo. Al mismo tiempo que se estigmatizan los territorios o
lugares, se estigmatiza y se define un “tipo de persona”, generando
las siguientes relaciones:
Lugar periférico = personas periféricas,
Lugar peligroso = personas peligrosas,
Lugar violento = personas violentas.
La estigmatización la entendemos como “un proceso externo, que
eventualmente se convierte en un proceso interno a medida que
los propios habitantes del barrio interiorizan estos juicios”
(Cohen, 2011: 26) En esta medida, cuando los habitantes de
las quebradas internalizan los juicios que poseen con respecto
a las viviendas sociales y de sus moradores se genera una

78
diferenciación entre ellos y los otros.
Erving Goffmann habla de los “estigmatizados” y de los “normales”
(individuos no estigmatizados). A partir de esta categorización,
los habitantes de las quebradas se sitúan en los “normales” y
los habitantes de viviendas sociales son los “estigmatizados”.
Lo cual puede parecer ilógico en la medida que los habitantes de
las quebradas son habitantes “informales”, pero que sin embargo
poseen las mismas estigmatizaciones con respecto a la vivienda
social que un habitante “formal”. Esto revela una percepción
negativa generalizada por parte de la población acerca de los
proyectos actuales de vivienda social en Chile. Para Goffman, “el
estigma corresponde a toda característica propia al individuo
que, si es revelada, lo desacredita ante los ojos de los otros
o lo hace pasar por una persona de un estatus menor” (Rogel,
1997: 54).
En este caso, lo que desacredita a los habitantes de viviendas
sociales y los hace pasar por grupo social inferior, es el
hecho mismo de vivir en viviendas sociales situadas en la
periferia. De esta manera, la estigmatización de los habitantes
de viviendas sociales está directamente ligada, en este caso,
con la segregación residencial que es definida por Sabatini,
Cáceres & Cerda como “el grado de proximidad espacial o de
aglomeración territorial de las familias pertenecientes a un
mismo grupo social” (2001: 27)
Así, esta idea de que “allí vive cualquier tipo de gente” tiene
relación con el hecho de que las familias, en muy pocas ocasiones,
tienen la posibilidad de elegir en qué sector quisieran vivir y,
por ende, tampoco eligen a sus vecinos.
Esta no elección y no decisión genera en las familias un sentimiento
de inseguridad que se funda en la idea de lo desconocido, es
decir, de no saber a qué se enfrentan, ¿a quién tendré por
vecino?, ¿qué costumbres tendrán mis vecinos?, ¿en qué trabajan
mis vecinos?, ¿serán violentos mis vecinos?, etc.
Esto lo apreciamos claramente en el relato de don Héctor, quien
reclama que el problema de las viviendas sociales es que mezclan
a todo “tipo” de gente y que, por el contrario, para evitar
aquello, se debería priorizar el traslado de familias que se
conocen previamente. El comenta:
“Ahí meten a cualquier tipo de gente de mal vivir, entonces
meten a todos en una misma canasta […] meten a cualquier gente,
entonces meten delincuentes meten de todo junto” (HCRF, hombre,
51 años, quebrada Las Cañas)

79
2.2- Segregación residencial por localización
“vivir en la punta del cerro”
(HN, Mujer, 42 años, quebrada Las Chanas).

En la ciudad de Valparaíso se advierte una tendencia a repetir


ciertos patrones de localización de la vivienda social, en la
periferia de la ciudad. Históricamente, la vivienda de carácter
social se ha ubicado en sectores periféricos de la ciudad. Por
ejemplo, al momento de la construcción de la Población Obrera
(1890), los terrenos que ocupa eran considerados la periferia
de la ciudad; debemos recordar que el camino cintura marcaba el
límite entre la “ciudad” y sus extramuros.
Esta tendencia, históricamente, ha conducido a modificar, en
reiteradas ocasiones, el límite urbano, lo cual permite acceder
a suelos de bajo avalúo fiscal, que son financieramente accesibles
para el Estado. De esta manera se “incluyen” las viviendas
sociales a la ciudad. Ejemplo de estos son los conjuntos de
viviendas sociales ubicados en Las Palmas, La Laguna, Rodelillo,
El Vergel, y como anteriormente había sido el sector alto de
Playa Ancha. Sin embargo, la mayoría de estos conjuntos nacen
incompletos, es decir, solo se construye la vivienda sin un
soporte urbano, social y comercial suficiente para una adecuada
integración de las familias a su nuevo lugar de residencia.
Sin embargo, la segregación residencial no sólo es un fenómeno
contemporáneo, pues en Latinoamérica las ciudades nacen
segregadas desde la época colonial. Patricio Gross señala al
respecto: “El interior de la ciudad colonial marcaba el carácter
de dominio y estratificación española: ‘tal como estaba dividida
la sociedad entre señores y servidumbre, la gente y el populacho,
se organizaba la ciudad’. Así la cercanía a la plaza principal
—espacio simbólico del poder— iba marcando el mayor estatus
social, de modo que mientras más cerca se ubicaba el solar,
mayor status del propietario, instalándose en las afueras, los
pobres y los desposeídos, garantizando la ciudad la hegemonía y
seguridad de la clase dominante” (Sepúlveda Swatson, 1998: 103)
De esta manera, la localización de la vivienda social en Valparaíso
se percibe por los habitantes de las quebradas como segregativa,
ya que actualmente esta es sinónimo de vivir “en la punta del
cerro”. Esta representación alude a la ubicación geográfica y a
la distancia-lejanía de las viviendas con respecto al centro
de la ciudad.
Esta segregación es percibida por los habitantes como una forma
de exclusión, percepción que se relaciona directamente con la

80
idea de estar aislados o recluidos en las afueras de la ciudad
y, por ende, lejos de todo aquello que la ciudad ofrece: trabajo,
educación, diversión, sociabilización, etc.
Es decir, la segregación residencial que enuncia la frase “vivir
en la punta del cerro”, los habitantes la asocian a una disminución
o anulación de sus derechos de ciudadano, específicamente el
derecho a la ciudad y el derecho a movilidad.
De esta manera, el imaginario colectivo define la localización de
la vivienda social como lugares periféricos a los cuales sólo se
puede llegar en micro, lo que implica un gasto no previsto si se
habita en una quebrada, pues el Plan de la ciudad está de 5 a 15
minutos a pie. Con respecto a esto, la señora María compara su
localización actual con aquella de las viviendas sociales. Ella
relata:
“Si viviéramos en departamentos, no sería lo mismo, aquí
ahorramos en micros, colectivos, el colectivo para abajo le cobra
trescientos pesos, para arriba le cobran trescientos cincuenta
pesos y la micro le cobra doscientos pesos más de aquí de Uruguay,
pero al tomarla directo son trescientos pesos” (HF, mujer, 71
años, quebrada Las Cañas).

Por el contrario, los habitantes de las viviendas sociales


localizadas en las periferias, emprenden diariamente largos
viajes en el transporte público entre sus casas y sus lugares de
trabajo, las escuelas, liceos, hospitales, centros de estudio,
lo que genera un aumento en el gasto de la movilidad en familias
que, con suerte, superan el sueldo mínimo.
Sin embargo, esta segregación no solamente la definen desde
el punto de vista espacial, sino también social, ya que su
traslado a estas viviendas implicaría la pérdida de todas las
redes sociales que ellos han construido hasta ahora y que son
fundamentales para su sustento. En relación con esto, la señora
Elizabeth, quien trabaja como auxiliar de limpieza en un colegio
en Valparaíso, donde gana el sueldo mínimo (225.000 pesos al 1
de julio 2014), nos cuenta que su hijo tiene síndrome de Down y
asiste a dos escuelas diferentes en Valparaíso, una diferencial
y una normal, y que se le haría imposible irse de la quebrada,
esto porque sus vecinos son el apoyo constante que tiene para
hacer frente a las eventualidades cotidianas. Ella relata:
“A mí me dicen postula (a programas vivienda social), pero cómo
lo hacemos. Supongamos que me den para el Belloto, qué hago yo en
el Belloto, me entendí, […] allá en Belloto, a la cresta de la
loma, yo digo ¿qué hago si se enferma el Rubén? (hijo), yo por
ejemplo si no tengo plata voy donde la vecina y le digo: ‘oye

81
préstame plata’, ‘o vecino, llévame a la posta’, ¡y me lleva! Los
choferes aquí ya los conocí, entonces ahora que tú me preguntas
es tanta cosa, que te hace como anclarte en el lugar que tú vives,
porque yo no me hallo viviendo en Playa Ancha. Mi hijo me dice:
mamá, aquí están los departamentos botados, junta la plata y te
vienes para acá, pero cómo voy a juntar plata si con el sueldo
mínimo que me pagan apenas me alcanza. Y en Playa Ancha qué hago
si para allá a mí no me gusta. Yo le digo que yo vivo de aquí para
allá en la avenida Alemania, pero no para allá. Porque es ir a
hacer todo de nuevo, acostumbrarte de nuevo, y yo te digo, en la
casa tengo mi independencia, no tengo que estar escuchando a los
vecinos, si ahora las construcciones suenan por todos lado, si
abren la llave de la ducha o el lavaplatos crees que es la llave
de tu casa, si golpean en tu casa creí que están golpeando al
lado, no tienes, privacidad, como que la privacidad se te pierde”
(HN, mujer, 42 años, quebrada Las Chanas).

Es por ello que los habitantes de las quebradas exigen el derecho


a la localización, ya que es algo que ellos actualmente poseen,
y consideran que su localización es beneficiosa para el libre
acceso a la ciudad.

2.3- Desterritorialización25 y pérdida de cohesión social


“es ir a hacer todo de nuevo, es acostumbrarte de nuevo”
(HN, Mujer, 42 años, quebrada Las Chanas).

Esta frase que es utilizada por la señora Elizabeth cuando ella se


imagina y reflexiona sobre cómo le afectaría vivir en una vivienda
social, tiene implícita la idea de la desterritorialización. Es
decir, romper “el vínculo territorial entre ella y un territorio”,
en este caso la quebrada. Ese “empezar todo de nuevo”, significa
para ella crear y construir nuevos lazos sociales, territoriales
y reinsertarse a un nuevo lugar, es decir, “acostumbrarse de
nuevo” a una nueva vivienda, a un nuevo barrio, a nuevos vecinos,
a nuevos desplazamientos y, finalmente, a una nueva ciudad a la
que no está habituada. Es decir, crear de nuevo ese arraigo al
territorio tal como ella lo relata:
“Aquí, tú ya estas anclado al lugar, tienes tus amigos, vecinos
que te ayudan, o sea, tienes tu mundo, ¿me entendí?, entonces
anclarte en el lugar que tú vives, y después cambiarte a un
departamento donde no conoces a nadie, que queda lejos y más
encima no me gustan, es ir a hacer todo de nuevo, acostumbrarte
de nuevo” (HN, mujer, 42 años, quebrada Las Chanas).

El concepto de desterritorialización se opone al concepto de


25 El concepto de desterritorialización nace en la filosofía y fue acuñado por Gilles
Deleuze y Félix Guattari; sin embargo, este concepto ha transcendido su campo inicial y hoy en
día es un concepto utilizado por la geografía cultural.

82
territorialización, el que se define como un proceso que permite
construir un territorio, construir lazos que nos fijan, que nos
anclan, que nos arraigan a un territorio específico, tanto social
como espacialmente. Según Barel, territorializar “es construir
y reconstruir sin cesar lo que rodea al actor social, tanto
material como inmaterialmente: es por intuición, es una sutil
“alquimia” entre lo personal y lo colectivo, porque nuestro
aparato cognitivo no puede inventarlo todo” (Di Méo, 1996: 21).
Así, la desterritorialización guarda relación con la pérdida
del territorio conocido y construido. Es decir, una ausencia de
representaciones personales y colectivas, una falta de anclaje
(Lindón & Hiernaux, 2004), un proceso por el cual se abandona
el territorio (Herner, 2009), un desenraizamiento que rompe
con la historia y la memoria de los lugares. Según Fournier,
“La desterritorializacion busca destruir el territorio y los
problemas sociales que le son directamente asociados. Queremos
destruir el territorio o modificarlo porque suponemos que es en
sí mismo una fuente de dificultades” (2006: 32).
Los habitantes consideran que si dejaran su territorio —las
quebradas— tendrían muchos problemas para reinsertarse en un
nuevo territorio desconocido —viviendas sociales—, ya que
implicaría una desarticulación de las relaciones sociales, de
las prácticas, de las representaciones que se han construido
socialmente desde hace tiempo. Los habitantes están arraigados
al territorio, a sus casas, a su barrio, a sus amigos, a todo lo
que significa haber construido de la nada su lugar de residencia.
Valoran el esfuerzo y el trabajo que les ha costado construir lo
que tienen hoy en día. La hija de la señora Ximena relata:
“A nosotros no nos gustaría vivir en otra parte, o en los
departamentos que da el gobierno. Por el cariño, por los años que
uno lleva acá los esfuerzos que te costaron estar acá, empezar
de a poquitito y que después veas tu casa como tú la querís, la
tenís modificada como uno quiere, entonces igual como que uno le
tiene cariño. Uno se aferra a esas cosas porque las cosas que
te costaron. Imagínate mi mamá, perdió hasta una guagua aquí,
entonces los recuerdos que le quedan de acá, eso es lo difícil”
(HCRF, mujer, 21 años, quebrada Las Cañas).

De esta manera, la única opción que visualizan, en el caso


extremo que debieran partir de las quebradas, es que todos los
vecinos sean trasladados juntos, como grupo, como barrio, ya que
de esta manera volver a construir el arraigo y sentimiento de
pertenencia, en un nuevo territorio, sería más fácil. Don Héctor
lo explícita de la siguiente forma:

83
“Si ellos sacan gente de un lugar, debieran sacar a todos de una
parte de un barrio, supongamos todo este sector, deberían sacarnos
a todos, o a nadie, porque ya nos conocemos, nos conocemos
los caracteres, las personas y los hijos se conocen por años,
entonces ya hay un respeto entre familias y familias, no es como
ellos lo ponen y meten a cualquier gente” (HCRF, hombre, 51 años,
quebrada Las Cañas).

Esto sólo se ha dado en algunos casos de proyectos muy específicos


que nacieron a partir de demandas de agrupaciones de vecinos que
se organizaron y postularon en grupo a una solución habitacional.
Lo que les permitió quedar situados quizás en un mismo bloque de
departamentos o en una misma cuadra, rescatando y conservando,
de esta manera, las redes sociales y la proximidad entre los
vecinos.
Así, la desterritorialización es otra de las razones en que se
funda la negación de los habitantes de las quebradas a postular y/o
vivir en viviendas sociales. Ya que la desterritorialización se
contrapone al arraigo y al sentimiento de pertenencia que poseen
los habitantes en tanto que comunidad. Fenómenos sociales que se
ven drásticamente afectados frente a un cambio de residencia.

2.4- Tamaño y calidad constructiva de las viviendas.


“vivir en cajas de fósforos”
(HF, Mujer, 78 años, quebrada Las Cañas).

La expresión “cajas de fósforos” para designar las viviendas


sociales es una expresión reconocida a nivel nacional. Esta
representación que define a las viviendas sociales como “cajas
de fósforos”, hace directa alusión al pequeño tamaño que se
asume que poseen estas viviendas. Los habitantes dicen que son
viviendas muy chicas, que no generan intimidad, que se escuchan
los vecinos, que no hay patio ni para plantar, ni para tender la
ropa, etc. Así, son innumerables las situaciones cotidianas que
los vecinos exponen en una relación comparativa entre el hábitat
informal y la vivienda social.
En relación con esto, la señora Doraliza define las viviendas
sociales como “cajitas de fósforos”, valorando su vivienda
actual, principalmente por el espacio exterior, el patio, donde
ella puede cultivar sus plantas.
“¡No!, yo no viviría en eso, porque estoy acostumbrada aquí en
la tierra, porque los departamentos son tan chiquititos, son
cajitas de fósforos, como se les dice, y no hay comodidad, ¡no!
Yo soy amante de la tierra, no podría, sería matarme más luego,
irme a un departamento, porque yo me levanto a las 7 de la

84
mañana, aunque ande mal, ya estoy metía en mis plantas, viendo
mis plantitas, hablo, converso con ellas, y en un departamento ¿a
dónde?” (HF, mujer, 78 años, quebrada Las Cañas).

Don Héctor, por su parte, asocia el tamaño de las viviendas


sociales a la imagen de un nicho funerario. En esta imagen están
implícitas dos ideas generales: el pequeño tamaño de la unidad
y su carácter repetitivo. Espacialmente reducida y carente de
identidad, en oposición a la vivienda unifamiliar. Él relata:
“A mí no me agradan para nada los departamentos, la verdad que no
me gustan porque son muy chicos, parecen nichos, no hay espacio,
no es como uno tener su casa, es diferente. Aquí usted puede
arreglarla a su gusto, o sea, puede hacer lo que quiere. Además,
usted sale del departamento y se encuentra con la gente, con su
vecino, a cada rato, no hay intimidad” (HCRF, hombre, 51 años,
quebrada Las Cañas).

El tamaño y la calidad constructiva de las viviendas termina


teniendo efectos nefastos sobre la intimidad de las familias.
Los habitantes señalan que las viviendas, además de ser pequeñas,
son de mala calidad; dicen que los tabiques son muy angostos y,
por lo tanto, se escucha todo lo que sucede al lado. La señora
María nos comenta la experiencia de su hermana:
“Vivir en un departamento es incómodo, ¿sabe por qué?, porque
yo tengo una hermana que vive en departamento y está aburrida.
Quiere vender el departamento y venirse a vivir a una casita
porque no tienen patio, no pueden meter bulla, se siente todo lo
que hacen las personas de al lado, entonces eso es incómodo. Si
es verdad, son muy chiquitas. Lo bueno es tener patio, es tener
donde jueguen los niños, esa es la diferencia” (HF, mujer, 71
años, quebrada Las Cañas)

Desde el punto de vista estético, formal y de calidad constructiva es


habitual encontrar en las quebradas viviendas que, a simple vista,
están a medio hacer, con materiales reciclados, de recuperación
y que se adaptan a las necesidades de cada familia. Muchas
viviendas presentan deficiencias constructivas, de terminación,
de aislación, y la falta de medios económicos es evidente y en
algunos casos es precario. Ante esta realidad, lo lógico, sería
que las familias quisieran vivir en mejores viviendas, quizás en
las viviendas sociales que provee el Estado; sin embargo, para
nuestra sorpresa, las familias de las quebradas consideran que
lo que ellos poseen es mucho mejor de lo que podrían obtener vía
subsidio.

85
86
5
C a p í t u l o

Quebrada-ciudad
En este territorio de apropiación evidenciaremos la relación que
existe entre las quebradas y el resto de la ciudad de Valparaíso,
cómo desde ellas se accede a la ciudad y cómo la localización de
las viviendas en estas áreas de la ciudad incide en la movilidad
cotidiana de sus habitantes. Los principales sujetos abordados
por los habitantes en relación a este territorio están ligados
a:
a. Acceso a la ciudad
b. Movilidad urbana

1.0- Acceso a la ciudad

La ciudad de Valparaíso reúne un 94% de su población en sus 42


cerros y sólo un 6%26 en el Plan27, lugar donde se ha concentrado,
históricamente, la mayor parte de los servicios y/o equipamientos
públicos y/o privados que ofrece la ciudad, lo cual, ha influido en
el modo en cómo los habitantes acceden a la ciudad e interactúan
en y con ella.
Frente a esta particular estructura urbana que centraliza la
mayor parte de sus equipamientos, bienes y servicios en el
plan, la población que vive en los cerros es dependiente de
los equipamientos instaurados en el mismo, debiendo desplazarse
casi obligatoriamente cada día al centro de la ciudad, hacia el
trabajo, hacia los establecimientos educacionales, hacia los
centros de salud, tiendas, mercados, ferias, etc.28.
26 Valparaíso una síntesis de lo que somos. http://www.municipalidaddevalparaiso.cl/
27 Recordar que El plan, en Valparaíso, es sinónimo de centro de la ciudad.
28 Aquí debemos aclarar que los instituciones educacionales secundarias, de preferencia
se ubican en el plan; en los cerros solo encontramos instituciones de educación básica, es decir
hasta octavo básico, de la misma manera en cuanto a los equipamientos de salud, en los cerros
solo encontramos consultorios, y no hospitales, los cuales están en el centro de la ciudad. De
la misma manera, el comercio de los cerros es de venta minorista, o más bien dicho, de pocas
cosas; son negocios de barrio, que permiten el suministro diario; sin embargo en el plan están
los mercados y la feria con mejores precios en frutas y verduras. A excepción de cerros donde
producto de la gestión patrimonial se han instalado cafés y tiendas varias, pero donde su público
objetivo son los turistas o habitantes de ingresos superiores.

87
Sin embargo, frente a esta estructura urbana centralizada,
las familias que habitan en las quebradas consideran que la
localización de estas últimas y la cercanía que presentan con
respecto al centro de la ciudad son un beneficio y un valor
agregado, que les permite vivir la ciudad sin sentirse segregados
(urbanamente).
Es en el plan de la ciudad donde todos los porteños son iguales,
independientemente del cerro o quebrada de la cual provengan,
es allí donde pueden disfrutar de todo lo que la ciudad ofrece
en condición de igualdad. Por lo tanto, la proximidad y la
localización que presentan sus viviendas con respecto al centro
de la ciudad, independientemente de su nivel socioeconómico,
les permite sentirse partícipes de la ciudad, en la medida que
pueden utilizarla, disfrutarla y recrearse en ella.
Es por ello que consideramos que habitar en una quebrada y, por
ende, negarse a vivir en las viviendas sociales brindadas por el
Estado, situadas preferentemente en la periferia de la ciudad,
es una reivindicación del derecho a la ciudad. Expresión que
es definida por la Carta Mundial por el Derecho a la ciudad, en
el artículo n°1: “como el usufructo equitativo de las ciudades
dentro de los principios de sustentabilidad, democracia, equidad
y justicia social. Es un derecho colectivo de los habitantes de las
ciudades, en especial de los grupos vulnerables y desfavorecidos,
que les confiere legitimidad de acción y de organización, basado
en sus usos y costumbres, con el objetivo de alcanzar el pleno
ejercicio del derecho a la libre autodeterminación y un nivel
de vida adecuado” (Carta Mundial por el derecho a la ciudad,
2005)29.
Este derecho también incluye el derecho al desarrollo, a un
medio ambiente sano, al disfrute y a la preservación de los
recursos naturales, a la participación en la planificación y
gestión urbana y a la herencia histórica y cultural.
Esta expresión fue sostenida en Francia por Henri Lefebvre,
en los años 1960, cuando propuso que “el derecho a la ciudad
legitima el rechazo a dejarse excluir de la realidad urbana por
una organización discriminatoria, segregativa. Este derecho del
ciudadano (si queremos hablar: del hombre) anuncia la inevitable
crisis de los centros de decisión, de riqueza, de poder, de
información, de conocimiento, que expulsan hacia los espacios
periféricos todos aquellos que no participa de los privilegios
29 http://www.lapetus.uchile.cl/lapetus/archivos/1239291239Carta_mundial_derecho_
ciudad.pdf

88
políticos. Ello estipula igualmente el derecho a encontrarse
y a juntarse, y los lugares y los objetos deben responder a
ciertas “necesidades” generalmente desconocidas, tienen ciertas
funciones mal vistas y/o transfuncionales el “derecho de vida
social y de un centro, la necesidad de un centro, la necesidad
y las funciones lúdicas, la función simbólica del espacio”
(Lefebvre, 2000: 22).
El derecho a la ciudad presupone el derecho de los habitantes
a poder encontrarse, reunirse, y a figurar en todas las redes
y circuitos de comunicación, de información y de intercambio.
Legitimando, al mismo tiempo, el rechazo a dejarse excluir del
espacio urbano promovido por políticas sociales y económicas que
tienden a la segregación y a la discriminación.
Uno de los lugares donde este derecho se hace efectivo y es más
visible es en el espacio público, lugar donde los habitantes de
una ciudad pueden encontrarse en igualdad de condición. Jordi
Borja señala, al respecto, que “El espacio público expresa la
democracia en su dimensión territorial. Es el espacio de uso
colectivo. Es el ámbito en el que los ciudadanos pueden (o
debieran) sentirse como tales, libres e iguales” (Borja, 2011:
140). La combinación de “derecho a la ciudad”, derecho a la
movilidad y derecho a la estética, es lo que hoy Alejandro
Echeverri y el equipo de URBAM han denominado como “urbanismo
social”.
En el caso de Valparaíso, los espacios públicos situados en el
plan, aún permiten y propician el encuentro heterogéneo de clases
y de grupos sociales. La ciudad no posee grandes equipamientos
para el divertimento, ni tampoco existe una extensa cartelera de
actividades recreativas propuestas y financiadas por el municipio.
Sin embargo, esto se suple fácilmente con una simple caminata
por las plazas públicas del plan de la ciudad, o por el borde
costero, espacios que se convierten en el paseo dominical por
excelencia y a bajo costo. Allí, los padres pasean con sus hijos,
los jóvenes se reúnen con sus pares y los abuelos juegan a las
cartas o al ajedrez.
Frente a esto, la mayoría de los habitantes de las quebradas,
quienes en promedio no superan el salario mínimo30, consideran
que el habitar cerca del plan, les permite también disfrutar
de estos espacios de “recreación”, los cuales están a la mano;
caminando pueden disfrutar de los mismos lugares que cualquier
30 Actualmente, el salario mínimo en Chile es de 225.000 pesos chilenos. Como lo estipula
la Ley N° 20.763, publicada en el Diario Oficial el 18 de julio de 2014

89
otra familia, es decir, pueden habitar la ciudad libremente.
Desde esta perspectiva, los habitantes de Valparaíso hacen
uso de este derecho en la medida que instauran su hábitat en
las quebradas, determinando, al mismo tiempo, un derecho a la
localización que les permita sentirse actores integrante de la
ciudad e inmersos en su dinámica urbana.
Por lo tanto, la construcción del hábitat informal en las
quebradas de Valparaíso hace efectivo este derecho a la ciudad
y a la localización, que por el contario se ve disminuido,
degradado o coartado cuando las familias optan por una vivienda
social situada en las periferias urbanas. Como por ejemplo los
conjuntos de viviendas sociales construidos en las Palmas,
Rodelillo Alto o la Laguna, sólo por mencionar algunos ejemplos.
Estos sectores periféricos, los cuales fueron integrados poco
a poco a la ciudad mediante modificaciones del límite urbano
definidos por el Plan Regulador, sin embargo, su lejanía y
falta de equipamientos públicos, no sólo implican un tipo de
segregación social y espacial por localización, sino que también
una reducción en la movilidad urbana.

2.0- Movilidad urbana

La movilidad, en el diccionario de urbanismo y ordenamiento


territorial de Pierre Merlin y Françoise Choay (2010), se define
como “la propensión de una población a desplazarse” (2010: 478).
En relación con esta definición, la movilidad urbana sería,
entonces, la capacidad y posibilidad de desplazarse en la ciudad.
Paola Jirón plantea que “la movilidad es absolutamente medular
para comprender la vida contemporánea y se refiere a todas las
formas en que las personas se relacionan socialmente al cambio de
lugar, lo que involucra más que la suma de los viajes realizados”
(2009: 178).
Desde esta perspectiva consideramos que la movilidad urbana
como concepto general es parte fundamental del derecho a la
ciudad. Es decir, es uno de los tantos “mecanismos sociales” que
permiten hacer efectivo dicho derecho, puesto que propicia el
acceso a los bienes y servicios de la ciudad y, al mismo tiempo,
repercute positivamente en la calidad de vida de las personas y,
por ende, en su desarrollo social, económico y cultural.
Sin embargo, la movilidad urbana no está asegurada para todos
los ciudadanos de forma equitativa e igualitaria, sobre todo

90
en países como Chile, donde las políticas sociales tienden a
ser segregativas. Las buenas condiciones de movilidad urbana
pueden favorecer la igualdad y, por el contario, las malas
condiciones de movilidad urbana pueden aumentar la desigualdad
de los ciudadanos. Al respecto, Carmen Mataix propone que “Las
condiciones de movilidad de las personas en las ciudad pueden
resultar un factor democratizador o bien un elemento selectivo,
según se facilite a más o menos ciudadanos la posibilidad de
desplazarse” (2010: 39).
Es por ello que la movilidad urbana es considerada un derecho y
una necesidad básica que debe ser satisfactoria para todos los
habitantes de una ciudad. En el Artículo 13 de la Declaración
de los Derechos Humanos se establece que: “Toda persona tiene
derecho a circular libremente y elegir su residencia en el
territorio de un estado” (Declaración Universal de los Derechos
Humanos, 1948).
En este sentido, los habitantes de las quebradas eligieron su
lugar de residencia, el cual, por su emplazamiento, favorece la
movilidad urbana y les permite una práctica libre y democrática
de la ciudad. Es por ello que planteábamos que la instauración
del hábitat informal en las quebradas de Valparaíso hace efectivo
este derecho a la ciudad y, al mismo tiempo, hace efectivo el
derecho a una movilidad urbana justa e igualitaria, a pesar de
su precariedad.
Así, a partir de los relatos se logran distinguir dos tipos de
movilidades a dos escalas territoriales diferentes, las cuales
llamaremos: la movilidad urbana extra-quebrada, es decir, aquella
que implica los desplazamientos desde la quebrada hacia el resto
de la ciudad, y la movilidad urbana intra-quebrada, es decir,
aquella que implica desplazarse al interior de la quebrada.
La movilidad extra-quebrada la perciben positivamente; por el
contrario, la movilidad al interior de la quebrada se percibe
negativamente.

2.1- Movilidad urbana extra-quebrada


“bajar al Plan caminando”
(HF, Mujer, 71 años, quebrada Las Cañas).

La movilidad urbana extra-quebrada en relación con la trama


urbana de la ciudad, es considerada por los habitantes como
satisfactoria. Es decir, consideran que la conectividad y

91
localización que poseen las quebradas y por ende sus casas,
es estratégica en el sentido que les permite “salir” de las
quebradas y acceder al centro de la ciudad o Plan.
Así, esta contigüidad que presentan las quebradas con el Plan,
implica una movilidad urbana que es definida como “económica” por
los habitantes, en el sentido que repercute positivamente en el
presupuesto familiar, pues se ahorran los gastos en locomoción
colectiva.
Así, los habitantes de las quebradas optan por desplazarse por
la ciudad principalmente a pie, lo cual no sería posible en
el caso de que vivieran más lejos (periferia-vivienda social)
e implicaría, por lo tanto, una disminución en el presupuesto
familiar, generalmente precario.
Por lo tanto, la movilidad extra-quebrada es una movilidad
urbana preferentemente peatonal —contraria a la mecanizada—,
la cual, en términos contemporáneos, se podría entender como
una movilidad urbana sustentable o sostenible, en el sentido
que “La sostenibilidad debe entenderse en una triple dimensión,
económica, social y ambiental” (Mataix, 2010: 19). Desde esta
perspectiva, la movilidad urbana que poseen los habitantes
de las quebradas implica una economía de medios; caminar es
gratuito y es amable con el medio ambiente, en el sentido que
no es contaminante y propicia la sociabilización. Es decir, la
movilidad extra-quebrada propicia el encuentro entre vecinos y/o
amigos que bajan juntos al Plan y, por ende, favorece la cohesión
social (Tironi, 2009).
En el caso de las quebradas, la movilidad urbana que poseen
sus habitantes es parte integrante de sus discursos, porque se
refieren constantemente a cómo y por qué se desplazan al Plan
de la ciudad. De esta manera, los aspectos más recurrentes
señalados por los habitantes en relación con la movilidad urbana
que ellos poseen actualmente, se refieren a:

-al tiempo y al costo que implica desplazarse desde la


quebrada al Plan.

-a la proximidad y al acceso a bienes y servicios que


ofrece la ciudad.

-a la localización de sus viviendas en las quebradas en


comparación con el costo que implicaría vivir en otro
lugar, como por ejemplo, en viviendas sociales.

92
2.1.1- Tiempo de traslado
En relación con el tiempo que demoran en desplazarse de una
quebrada hasta el Plan de la ciudad, los habitantes señalan que
existen diferentes formas de llegar caminando, lo que implica
economía de tiempo y dinero. En relación con esto, la señora
Ana, quien es dueña de casa, nos comenta que no necesariamente
hay que tener dinero para bajar al Plan, sino que gracias a la
cercanía de la quebrada con el centro, pueden bajar a pie en muy
poco tiempo. Ella relata:
“Aquí si usted no tiene plata para bajar al Plan, baja igual,
porque está a diez minutos del Plan o a 15 minutos máximo. Uno
baja caminando, llega por donde está la micro y ahí hay unos
caminos que se hacen y se llega al tiro al Plan” (HF, mujer, 52
años, quebrada La Rinconada).

2.1.2- Costo de desplazamientos


En relación con el costo de desplazarse desde una quebrada
al plan, rescatan el hecho de que la localización, proximidad
y conectividad de las quebradas les permite prescindir de la
movilización colectiva y economizar dinero en transporte. Y con
el ahorro que esto implica se pueden priorizar otras necesidades
más importantes, como por ejemplo, la alimentación. Es decir, la
localización de sus viviendas en las quebradas se percibe como
un beneficio inmediato que repercute en la economía familiar.
Esto queda ejemplificado en el relato de la señora Ximena, quien
nos cuenta que bajar al plan caminando, aunque se tenga dinero
para la locomoción, les permite destinar dicho dinero a otros
gastos. Ella relata:
“¡Aquí bajamos a pie, a veces bajamos y llevamos dos mil pesos! Ya,
decimos, con estos dos mil pesos podemos comprar verduras, frutas,
o esto o este otro y decimos vámonos a pie, así nos ahorramos y eso
lo compramos en fruta y así nos llevamos” (HCRF, mujer, 51 años,
quebrada Las Cañas).

Esta movilidad peatonal extra-quebrada, no sólo les permite un


ahorro considerable en transporte colectivo, sino también les
permite comprar y abastecerse en aquellos lugares donde se puede
optar a mejores precios, en ferias y mercados mayoristas, donde
las frutas y verduras son menos costosas que en el cerro, donde
el comercio es minorista.

93
2.1.3-Proximidad y acceso a la ciudad
Así, la localización y la proximidad al centro de la ciudad que
poseen las quebradas, permite a sus habitantes acceder a bienes
y servicios que la ciudad ofrece.
Esto se manifiesta en varias expresiones, tales como: “aquí
estamos cerca de todo”, “aquí estamos al lado”, “aquí se está
a un paso del Plan”. Si analizamos rápidamente las palabras
implicadas en la primera frase “aquí estamos cerca de todo”, las
dos primeras palabras “aquí estamos” definen a la quebrada como
el lugar donde se está, es decir, el lugar donde se habita, en
el sentido expresado por Heidegger, “estar en la tierra como
mortal significa habitar”31, así también “estamos” también hace
referencia al grupo y a la quebrada entendida como barrio;
“cerca” expresa la idea de una distancia próxima, contigua,
inmediata, pero más que una idea real en términos métricos-
espaciales, es una representación del hecho de que se puede
llegar al plan caminando; y finalmente “de todo” se refiere —valga
la redundancia— a todo aquello que el Plan procura y que, por
lo tanto, se hace accesible mediante el habitar en una quebrada.
De esta manera, la movilidad urbana influye directamente en la
representación e imagen de la ciudad que poseen los habitantes
de las quebradas. En el sentido expresado por Gumuchian, quien
propone que la representación “asegura la conceptualización
de lo real para actuar eficazmente” (1991: 23); en este caso,
los habitantes de las quebradas perciben estos lugares como
privilegiados desde el punto de vista de su localización y
conectividad con respecto a la trama urbana de la ciudad.
Así, esta realidad espacial de “estar al lado”, “estar a un paso”
y “cerca de todo”, definen el emplazamiento de las quebradas
desde una idea de contigüidad espacial y proximidad urbana,
con respecto al plan de la ciudad. Y al mismo tiempo determina
y posibilita el acceso y derecho a la ciudad. Silvana, joven
universitaria que estudia en el Plan y que vive en la quebrada
Las Cañas, nos cuenta que:
“Aquí estamos cerca de todo, de hecho yo bajo caminando, cuando
voy a estudiar (DUOC), bajo todo el año caminando, me demoro
unos 10 o 15 minutos, ¡depende! Yo creo que toda la gente de
aquí del cerro, si no tenemos plata, bajamos por la escala,
vamos a la posta, si tenemos que ir a la asistencia pública y
no hay plata, nos vamos a la asistencia a pie y la plata la

31 http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/heidegger/heidegger_
construirhabitarpensar.htm[03/09/2009 16:53:02]

94
guardamos para subir de vuelta y si viviéramos en otro lado
no podríamos hacer eso”. (HCRF, mujer, 21 años, quebrada Las
Cañas).

“Esta es la parte más cerca del Plan, toda la gente baja por
aquí, bajan por aquí porque dicen que es más cerca; si aquí
está a un paso del Plan, a veces para ahorrar, yo bajo a pie y
para caminar también. Como estamos al lado, para qué gastar en
micro” (HF, mujer, 71 años, quebrada Las Cañas).

2.1.4- Localización
En cuanto a la localización, esta es evaluada como positiva, en
la medida que los habitantes la comparan con la localización,
desplazamientos y costos que implicaría el vivir en otro lugar.
Pero no sólo un incremento en los gastos de transporte, sino
también una considerable reducción de su movilidad urbana.
La localización de las viviendas sociales es percibida por los
habitantes de la quebrada como segregativa, tanto del punto de
vista espacial como social. Por lo que reafirman su decisión de
habitar en una quebrada y de no postular a programas de viviendas
sociales.
Por ejemplo, la señora María es jubilada y vive en una mediagua
construida con trozos de madera y materiales de recuperación. Ella
nos cuenta que con su jubilación de 75.000 mil pesos32 simplemente
no le alcanzaría para vivir en un “departamento”33 (vivienda
social), ya que sólo por concepto de transporte colectivo ella
gastaría más de un tercio de su jubilación. Frente a esto, ella
se siente agradecida de vivir en una quebrada, a pesar de las
malas condiciones en la que se encuentra su vivienda. Ella nos
cuenta que:
“Yo en eso doy gracias a dios, aquí me he economizado harto, la
micro aquí sale doscientos pesos, en eso me economizo; para arriba
me sale trescientos pesos entonces yo bajo a pie, y subo en micro
(bus), porque es más pesado […] todo eso es un beneficio, no gasto
tanto en micro. Pero por ejemplo, mis hijos querían que me metiera
a un departamento34, pero irse a un departamento donde la mandan
a la punta de la loma (cerro) y ¿si no tiene un sueldo fijo? y ¿si
vive de la pura jubilación? Como lo que me pasa a mí, porque si yo
32 Si la señora María, primero, no tuviera la casa que tiene en la quebrada, la cual
construyó ella misma con sus hijos, tendría que pagar arriendo, probablemente de una pieza,
porque para arrendar una casa no le alcanza. En Valparaíso, los arriendos más económicos cuestan
alrededor de 80.000 pesos al mes, es decir, un precio superior al ingreso que percibe por
concepto de jubilación.
33 Forma habitual de nombrar a la vivienda social, ya que en su mayoría son departamentos
y no viviendas unifamiliares. En el imaginario colectivo, vivienda social es inmediatamente
sinónimo de departamentos y solo en casos muy particulares se puede acceder a una casa unifamiliar.
34 En este caso, la palabra departamento alude a las viviendas sociales otorgadas por el
Estado, que como decíamos anteriormente, la mayoría de las veces se localizan en las periferias
de la ciudad.

95
no trabajo en cosas extras, el sueldo no me alcanza a mí. ¿Cómo lo
hace, entonces para pagar el agua, la luz, la micro, para ir al
hospital? Lo bueno que aquí hay consultorio, entonces si viviera
más lejos, ¿qué hago?” (HF, mujer, 71 años, quebrada Las Cañas).

La casa de la señora María, es precaria, el techo, los muros


y el piso, están construidos con materiales de recuperación y
completamente fuera de plomo, como un collage o un patchwork de
madera. Los únicos lugares de la casa que pueden ser considerados
en buen estado, desde el punto de vista estructural y material,
son la cocina y el baño, una caseta sanitaria entregada por
el municipio. A simple vista, cualquier persona podría bien
decir que ella estaría en mejores condiciones si viviera en
una vivienda social. Sin embargo, la señora María evalúa su
casa autoconstruida en otros términos, como por ejemplo, en
relación con su localización y proximidad con el plan, lo cual le
permite efectuar economías que son significativas para su exiguo
presupuesto y para su vida cotidiana. La satisfacción de estar
cerca de la ciudad supera con creces las deficiencias materiales
que su vivienda pueda presentar.
En relación con esto, John Turner, cuando escribió sobre las
viviendas autoconstruidas en Perú, mencionó que “lo importante
en la vivienda no es lo que esta es, sino lo que hace por los
usuarios en otros términos, la satisfacción que proporciona no
depende necesariamente del nivel material de la vivienda; y por
otra parte las deficiencias y las imperfecciones de tu vivienda
son infinitamente más tolerables cuando tú eres el responsable de
ellas que cuando lo es otro” (1977: 18).
Finalmente, debemos decir que la mayoría de los entrevistados
están conscientes de los problemas y posibles riesgos que implica
vivir en una quebrada. Sin embargo, al mismo tiempo consideran
y valoran su situación actual, en la medida que les posibilita
una práctica urbana no-segregativa, en términos de costo, de
tiempo, de proximidad, de localización y de acceso a bienes y
servicios. Valoran el hecho de estar conectados y las diferentes
posibilidades que les otorga su emplazamiento actual, en la
medida que les permite desplazarse y vivir la ciudad libremente.
De esta manera, consideramos que la localización y proximidad
de las quebradas con el plan, permite un acceso igualitario a
la ciudad y favorece el derecho a la movilidad. Además, otorga
a sus habitantes la opción de elegir cómo vivir y desplazarse
en la ciudad, en virtud de sus posibilidades y sin depender,
necesariamente, de la locomoción colectiva.

96
2.2- Movilidad urbana intra-quebrada.
“hemos tenido que sacarlo a pulso para afuera, no hay por
dónde que pueda llegar un vehículo o la carroza”
(HF, mujer, 75 años, quebrada Las Chanas).

Al contrario de la movilidad y conectividad urbana extra-quebrada,


la cual se percibe como positiva y benéfica por los habitantes,
la movilidad intra-quebrada, que es sólo peatonal, se percibe
negativamente. Debido a la carencia o mal estado del espacio
público, que no permite ni facilita un adecuado desplazamiento
al interior de ellas.
Las circulaciones públicas al interior de las quebradas —pasajes,
calles, escaleras, puentes— son actualmente insuficientes y se
encuentran en mal estado o, en muchos casos, no existen, lo
cual se presenta como un problema, por ejemplo, en invierno,
cuando las lluvias reblandecen el terreno y es muy difícil
transitar, más aún para personas con movilidad reducida, para
quienes acceder y desplazarse a diario por una quebrada es casi
una travesía.
Los tipos de circulaciones al interior de las quebradas se
presentan de variadas formas, sólo por mencionar algunos ejemplos:
a) Quebradas sólo con accesos peatonales sin pavimentar, escaleras
y pasajes en estado casi natural, en tierra y excavados en la
pendiente.
b) Quebradas sólo con vías de acceso peatonales, en forma de
pasajes y escaleras pavimentadas, pero generalmente en mal
estado.
c) Quebradas con vías de accesos peatonales y con una vía
vehicular, que permite entrar por el fondo de la quebrada o
adentrarse en ella, pero sin salida hacia el sur.
d) Quebradas con accesos peatonales y vehiculares, pero sin
pavimentar.
Estas diferentes categorías del estado que presentan las
circulaciones fue uno de los parámetros que consideramos cuando
definimos los tres niveles de consolidación expuestos en el
capítulo inicial.

97
Figura 12: Fotografía de desarenador utilizado como puente entre laderas. Quebrada
N/N acceso por calle Bettina.
De esta manera, si por una parte la movilidad urbana extra-
quebrada les permite tener acceso a la ciudad, esta se ve
drásticamente disminuida cuando se llega a la quebrada. La
circulación al interior de ellas debe realizarse por vericuetos
poco confortables, peligrosos y en mal estado. Silvana nos
comenta que, por ejemplo, cuando se compran materiales para
la construcción o para mejorar las viviendas es muy complicado
acercar los materiales a las casas, ya que los vehículos no
pueden entrar, y por ende hay que cargar todo a mano. Lo mismo
sucede cuando alguna persona se enferma y debe ser transportada
en ambulancia; en este caso, sólo puede entrar la camilla y las
personas deben ser trasladadas prácticamente en brazos. Ella
señala:
“Igual cuando se compra material de construcción, de repente es
muy lejos de donde pasa la locomoción, y antes, por ejemplo, donde
está allá en la esquina, justo estaba el palo de poste en la huella
así, justo al medio, entonces uno tenía que pasar toda ladera,
incluso mi mamá cuando estaba embarazada, ¿cuándo fue que estabas
embarazada de nosotras? Que la tuvieron que pasar así como en
sillita, porque no podía pasar la camilla, entonces eso po, igual
nos queda lejos de la esquina, pero igual hay que caminar, con los
bolsos, con todo, cuando uno viene de compras” (HCRF, mujer, 21
años, quebrada Las Cañas).

98
Figura 13: Fotografía de desarenador y escalera horadada en el suelo natural, único
acceso a ladera este de la quebradas Las Cañas desde pasaje principal (oeste).

99
Lo mismo sucede cuando se produce un deceso y los familiares del
difunto deben cargarlo en los hombros, para poder descender la
quebrada y acercarlo a la avenida Alemania, para poder trasladar
el féretro al cementerio. La señora Ana, que habita hace 72
años en la quebrada Las Chanas, nos explica que si bien existen
aspectos positivos en el hecho de vivir en una quebrada, lo más
molesto es la falta y mal estado de circulaciones públicas
que impiden desplazarse adecuadamente por ella. Nos relata lo
siguiente con respecto a las defunciones de sus familiares:
“Es molesto no tener una calle o un buen pasaje, porque de repente
uno se enferma y no tiene vías de acceso. Cuando se han muerto
familiares, mi papá, mi mamá o mi hermano que falleció, hemos
tenido que sacarlo a pulso para afuera, no hay por dónde que pueda
llegar un vehículo o la carroza” (HF, mujer, 75 años, quebrada Las
Chanas).

En Valparaíso, históricamente, producto de su escarpada geografía,


se utilizaban los burros como medio de transporte y sobre todo
para transportar objetos entre el plan y los cerros. Por ejemplo,
los aguateros transportaban en barriles de madera el agua que
iban a buscar a las vertientes ubicadas en las quebradas y la
vendían en el plan35.
La señora Ana nos cuenta, además, que antiguamente se usaban mucho
los burros y los caballos para trasportar las cosas al interior
de la quebrada, las compras, los materiales de construcción.
Sin embargo, ahora que hay escaleras de hormigón los burros no
pueden subir y, por lo tanto, todo lo que antes cargaban los
burros ahora deben cargarlo ellos.
“Mire, aquí todos tenían burro o caballo, pero todos, le digo
aquí todo era a lomo de burro, porque el burro en Valparaíso era
la pieza principal. Todo se acarreaba en burro, la arena, las
maderas, las mudanzas, ahora no se puede, porque todo se convirtió
en escala, y el burrito no puede subir ni bajar” (HF, mujer, 75
años, quebrada Las Chanas).

Las personas prefieren no salir en época de lluvia por los


peligros que representa caerse en una escalera de barro.
“A nosotros nos gustaría tener pavimentación y locomoción cerca,
no me voy a embarrar en invierno, porque salir de aquí al colegio
en invierno, ¡olvídate! Tengo que salir hasta allá donde tú la
35 “Valparaíso se surte hoy día por aguadores que extraen el agua de diferentes
quebradas, por medio de pozos abiertos en la parte baja de la ciudad y por la cañería del señor
Wheelwright, la cual abastece apenas a un 2% de la población, a lo más durante tres meses. La
provisión de agua, además de escasa... es de mala calidad, salvo insignificantes excepciones”.

100
tomaste, y la otra que me da al cerro Merced, pero en invierno esto
es puro barro, de aquí para abajo en invierno se hace un puro río,
hasta abajo, hasta la cancha Las Palmeras” (HD, mujer, 37 años,
quebrada La Rinconada).

Por otra parte, están conscientes de los peligros y molestias


que significa la mala calidad de las circulaciones interiores,
y recurrentemente insisten en que les gustaría que esto se
mejorara:
“Habría que arreglarlo, comunicarse con más gente, juntar firmas
para poder arreglar los caminos, ¿arreglar los caminos usted cree
que es una prioridad?” (HD, mujer, 53 años, quebrada La Rinconada).

“Sí, los caminos, las quebradas, todo esto es peligroso, por


eso se meten entre medio. El otro día se cayó un niño de tres
años, chiquitito, entre medio de Las Cañas ahí en el fondo de
la quebrada, lo bueno es que no le pasó nada porque las plantas
lo atraparon. Como le digo yo, aquí los caminos los tienen que
arreglar” (HN, mujer 45 años, quebrada Las Cañas).

101
102
6
C a p í t u l o

Quebrada-barrio
En este territorio de apropiación presentaremos todas aquellas
acciones sociales y espaciales que están supeditados a la acción
y a la participación de los habitantes en los procesos de
consolidación de las quebradas. Las quebradas se configuran como
territorios desestimados por la planificación urbana, ya que no
son reconocidas como barrios consolidados, básicamente porque son
definidas por el PRV como áreas verdes. Sin embargo, sus habitantes
las consideran como auténticos barrios auto gestionados, y
expresan que la cohesión social generada al interior del grupo en
algún momento después del proceso inicial de ocupación informal
de la quebrada, y en función de las necesidades y carencias que
ellos comparten, son hechos reales y suficientes que les permiten
definir y entender la quebrada como un barrio.
En virtud de lo anterior, las principales temáticas abordadas
por los habitantes, en relación con la quebrada como barrio,
guardan relación con:
a. Arraigo al territorio
b. Procesos de apropiación / sentimiento de pertenencia
c. Participación en proyectos comunitarios.

1.0- Arraigo al territorio de las quebradas.


“Nosotros estamos acostumbrados aquí [...].Aquí estamos
más por el cariño, por los años que uno lleva acá”
(HCRF, mujer, 21 años, quebrada Las Cañas).

Habitar una quebrada no solo significa vivir juntos en un territorio


estigmatizado y desestimado por la planificación urbana, sino que
antes que todo significa construir un barrio juntos o, más bien
dicho, improvisar un barrio “sin planes ni planos”. El éxito

103
de esta acción —de improvisar un barrio— solo ha sido posible
gracias a las redes sociales implícitas al interior del grupo.
Así, esta improvisación en la apropiación socio-espacial de
las quebradas implica un arraigo al territorio, el cual se va
construyendo poco a poco en la medida que las familias se van
apropiando y construyendo sus propios dominios en la quebrada.
Señalábamos previamente que la apropiación como proceso
aparece tanto a nivel espacial como social. Desde esta misma
perspectiva, consideramos que el arraigo al territorio presente
en los habitantes de las quebradas se expresa, al menos, en dos
niveles: social y espacial.
Por una parte, entendemos el arraigo como un proceso y el
efecto que se genera cuando se establece una relación con un
territorio en particular, en este caso la quebrada, “en el cual
metafóricamente se ‘echan raíces’ en él, producto de diversas
situaciones, creando lazos que mantienen algún tipo de “atadura”
con el lugar” (Quezada, 2007: 43).
Y por otra parte, entendemos el arraigo, según lo propuesto por
Enrique Del Acebo (1996) quien señala que el arraigo, en tanto que
fenómeno, es expresado tridimensionalmente: social, espacial y
culturalmente, y agrega que, además, existe una interdependencia
entre estas dimensiones.
Consideramos que es pertinente hablar de arraigo en varias
dimensiones en relación con el hábitat informal presente en las
quebradas, porque no podemos disociar los diferentes procesos,
sociales, materiales y culturales, que están implicados en la
construcción de estos territorios. La quebrada como ámbito de
arraigo y como paisaje ha sido modelada materialmente por sus
habitantes mediante el hábitat informal. Sin embargo, dicha
materialización sólo ha sido posible gracias a los diversos
mecanismos y procesos sociales generados entre los vecinos,
creando un soporte y lazos sociales desde donde han actuado
como grupo y han logrado consolidarse como un barrio (en algunas
quebradas más que en otras).
Por una parte, el hombre se arraiga socialmente “cuando hay
pertenencia a grupos y organizaciones que lo involucran
íntimamente: allí importa el sujeto en tanto persona no
intercambiable, más que la eficacia en las funciones cumplidas.
Pero también hay arraigo social ligado al modo en que el sujeto
participa; participación que puede ser pasiva (acceso a bienes y
servicios) y también activa (intervención en los asuntos de la

104
comunidad local y de la sociedad global de pertenencia)” (Del
Acebo 1996: 17).
El arraigo social, en cuanto que pertenencia a un grupo, se
expresa en los habitantes mediante el sentimiento de pertenencia
y la identidad colectiva. Y en cuanto participación se expresa
en los habitantes mediante: la soberanía comunitaria, la
solidaridad, la reivindicación de los espacios públicos y las
microeconomías familiares. Ambos fenómenos —la pertenencia y la
participación— se originan en las relaciones sociales tejidas e
instauradas al interior del grupo, ligadas con el origen de la
toma, una ocupación que es propiciada y avalada por familiares
o amigos cercanos.
Y por otra parte, el hombre se arraiga espacialmente cuando se
fija, se ancla, en un territorio, lo traza, lo marca, lo delimita,
lo modela, lo construye y lo reconstruye en virtud de sus
necesidades deseos y sueños. Del Acebo define el arraigo espacial
como “ese ‘imperativo’ territorial, presente incluso en el reino
animal, que hace que el hombre tienda a ‘fijarse’ localmente en
un espacio que lo conforma en su uniformidad. Conformación que
continúa vigente aun en los momentos en que el sujeto no está
‘físicamente’ en él: puede no ocupar ese espacio, pero lo lleva
dentro, sabe que el mismo sigue estando y le pertenece, al menos
en un sentido metafísico” (1996: 17).
El arraigo espacial deriva del dominio de la espacialidad de la
quebrada, apropiación como un hecho arquitectónico (la casa)
y urbano (el barrio), el cual se materializa cuando se trazan
los dominios personales y colectivos. Y el territorio se hace
asible. En las quebradas, previamente a ser ocupadas por el
hábitat informal, no existía ningún tipo de construcción. Desde
esta perspectiva, podríamos decir que el hábitat informal es una
producción ex nihilo en el sentido que antes de la llegada de
los primeros vecinos, solo existía el espacio natural como tal.
De esta manera, el arraigo espacial en los habitantes se ha
construido poco a poco a partir de las variadas acciones que
implica el hecho de realizar una toma de terreno. Desde la
delimitación y apropiación de un lugar, inicialmente con la
construcción de la casa, hasta la consolidación de lo público
en la quebrada, dotándola de servicios básicos y equipamientos
comunitarios.
Y finalmente, el hombre se arraiga culturalmente “en la medida en
que siente como propias las normas y valores vigentes globalmente”

105
(Del Acebo, 1996: 18).
En los habitantes de las quebradas, compartir valores, normas
y saberes es evidente. Por ejemplo, la transmisión de saberes
ligados a la construcción puede ser mediante un aprendizaje
directo (haciendo) o indirecto (observando). Mediante el acto de
observar como algo fue elaborado por los vecinos, las imágenes
transmiten un conocimiento y una forma de asir y hacer el espacio
de la quebrada. Por ejemplo, construir una “casa con balcón” en
una quebrada, es cultural, en el sentido, que implica un modo
de habitar específico, es decir, habitar en la pendiente, en la
ausencia de un suelo horizontal natural y en relación constante
con el paisaje.
De esta manera, el arraigo como fenómeno tridimensional es un
proceso progresivo, es decir, se va constituyendo poco a poco,
en la medida que los habitantes se apropian del espacio de la
quebrada y construyen sus viviendas con la ayuda de sus vecinos
y familiares, en un compartir de medios y de saberes.

2.0- Apropiación social que implica un arraigo social:


factor clave en la consolidación de las quebradas.

Como lo señalamos precedentemente, cuando el hábitat informal es


sujeto de estudio, es muy común atribuirle como únicas causas de
su forma construida la falta de medios económicos, la mala calidad
de la construcción, y la naturaleza jurídica de la tenencia del
sitio. Sin embargo, los aspectos socio-simbólicos no son sujeto
habitual de estudio. En relación con aquello en su obra Para una
antropología de la casa, Amos Rapoport (1969) precisa que “Las
teorías se inclinan de una manera extremadamente simplista, a
atribuirle a la forma construida una sola causa. Así la teoría
no ha logrado comprender y a expresar la complejidad que aparece
al tomar en cuenta un gran número de posibles variables y sus
efectos” (1972: 26).
Así, consideramos que la apropiación social de las quebradas es
un factor clave en la consolidación de estos espacios en cuanto
que barrios.
El hábitat informal, producto de una apropiación socio-espacial
del espacio, es una construcción social que se refleja en la
aparición o construcción de un tejido social, compuesto por
vínculos y redes de apoyo, al interior de la quebrada, en la
medida que los habitantes reconocen carencias y/o objetivos en

106
común. Vínculos y redes que se encuentran detrás de esta primera
imagen de precariedad y de irregularidad que presentan estos
territorios. Este tejido social, en el caso de las quebradas, se
expresa a través de siete aspectos: el arraigo al territorio,
el sentimiento de pertenencia, la soberanía comunitaria, la
solidaridad comunitaria, la reivindicación de los espacios
públicos informales, las microeconomías familiares y la identidad
colectiva.

2.1- Sentimiento de pertenencia.


“Yo soy porteño, yo nací aquí”
(HCRF, hombre, 51 años, Las Cañas).
Esta frase ejemplifica la pertenencia más simple que podemos
encontrar en los habitantes de las quebradas, la pertenencia al
lugar de origen; en este caso, don Héctor define la ciudad de
Valparaíso como su lugar de origen, cuando utiliza el gentilicio
“porteño”. Sin embargo, vemos que los habitantes definen su
pertenencia en relación con diferentes situaciones.
El sentimiento de pertenencia es un elemento primario de arraigo
al territorio, y de identificación social, el cual se expresa
tanto individual como colectivamente. Es la cohesión social que
muestra el grupo como totalidad y también la identificación de
cada uno de los miembros hacia el grupo. “La cohesión social se
apoya sobre los valores y las representaciones compartidas al
mismo tiempo que las refuerza. Este conjunto de valores ofrece
un cuadro de referencia y un fundamento por la acción colectiva”
(CERC, 2008: 11).
Según Roger Mucchielli, pertenencia significa “‘sentir’ el grupo
y ‘sentirse’ parte de ese grupo, sobre todo cuando la tarea que
está a la espera de hacerse, implica un conjunto de actitudes
y de sentimientos” (2003: 48). Esta pertenencia implica una
identificación personal en referencia al grupo, construyendo una
identidad social y común. Individualmente, el sentimiento de
pertenencia se expresa en la identificación al grupo considerando
como suya las realizaciones hechas por ellos y como suyos sus
triunfos y fracasos (Mucchielli, 2003). Y colectivamente se
expresa por los apegos afectivos, la adopción de sus valores, de
sus normas, de sus hábitos, y del sentimiento de solidaridad con
aquellos que forman parte del grupo. Mucchielli agrega que “la
pertenencia no es solamente un hecho [...] es un sentimiento, y
también una voluntad” (Mucchielli, 2003: 48).

107
El hecho de sentir pertenencia a un espacio definido y, a la
vez, a un grupo consolidado está fuertemente presente en los
habitantes de las quebradas. Esto nos entrega un indicio de que
el hábitat informal, en cuanto que construcción progresiva, es
ante todo la construcción de un tejido social. Es aquello que
les ha permitido a los habitantes reconocerse en cuanto que
comunidad.
Los habitantes se apropian ilegalmente de los terrenos en un
consenso establecido entre ellos, considerando sus necesidades
y la voluntad de cada uno de los miembros del grupo. “Es en la
consolidación de un ‘nosotros’ frente a los ‘otros’ donde el
‘Yo’ expresa su arraigo territorial” (Tizon, 1996: 25). Así, el
sentimiento de pertenencia les ha permitido o les permitió, en
un momento dado, tomar decisiones sobre la forma de gestionar,
organizar y ordenar el espacio habitado.
France Guérin-Pace (2006) menciona que las personas expresan
el sentimiento de pertenencia en relación con diferentes
situaciones, por ejemplo, con el lugar de pertenencia geográfica
(nación, región, ciudad), con la situación familiar, con la
situación profesional u ocupacional, etc. Situaciones a partir
de las cuales los sujetos se sitúan y construyen su identidad.
En el caso de los habitantes de las quebradas, el sentimiento
de pertenencia se expresa en diferentes grados: territorial,
familiar y/o grupal y, en algunas ocasiones, en relación con
sus oficios u ocupaciones. Es un sentimiento que se construye
poco a poco en la medida que los habitantes se apropian de la
quebrada. Es decir, el sentimiento pertenencia en los habitantes
de las quebradas está asociado, primero, al hecho de apropiarse
informalmente de un sitio y, segundo, a la pertenencia al grupo,
a partir de aquello que es común a todos los habitantes, es
decir, habitar en una toma de terreno. Situación compartida
por todas las familias, bien que estas hayan llegado en tiempos
diferidos.
Los habitantes de las quebradas expresan su arraigo y pertenencia
hacia el territorio, mediante aquello que han construido
materialmente; por la manera en que asumieron y se apropiaron
de un territorio no planificado; y por la forma en que lo
visualizan como parte de su patrimonio familiar, el cual podrá
ser transmitido a sus descendencias.
Así, la primera forma de pertenencia está definida en relación
con la acción de tomarse y de apropiarse de un sitio ilegalmente;

108
esta acción define, por ende, la representación y la identidad que
poseen de ellos mismo en relación con el resto de la sociedad.
Los habitantes habitualmente utilizan frases como: “yo soy de
la toma”, “yo vivo en una toma”, “yo estoy en toma”, o “yo nací
en la toma”.
A partir de los relatos hemos reconocido al menos tres formas de
cómo se expresa este sentimiento de pertenencia en los habitantes
de las quebradas, representadas por las tres frases siguientes:
a) “Todo eso que usted ve aquí, nosotros lo hicimos”, señala
Valeria cuando me indica la escalera y los arcos de la cancha
de futbol; su frase expresa una pertenencia hacia el grupo,
mediante reconocer como suyo los proyectos que han logrado como
comunidad.
b) “Yo quiero que esto quede para mis hijos y nietos”, la señora
Doraliza expresa una pertenencia a partir del hecho de tener un
lugar que puede ser traspasado a sus hijos o nietos como una
herencia.
c) “Yo soy porteño, yo nací aquí”, don Héctor expresa una
pertenencia en relación con el lugar de origen, el arraigo se
fija en el lugar.
La primera forma de pertenencia está definida en relación con
el grupo. Los habitantes se sienten en igualdad de condiciones
frente a la forma de apropiación del espacio de la quebrada,
donde aparecen necesidades comunes que los mueven y motivan a
trabajar en equipo, obteniendo de esta manera logros y fracasos,
que son asumidos por el grupo como propios. Es así como comienza
a construirse la cohesión entre los habitantes, quienes trabajan
por el bien común.
Esta pertenencia se expresa, primariamente, por los lazos
familiares y de amistad presentes en el territorio, pero también
se expresa mediante la autovaloración de lo realizado, el
esfuerzo personal y familiar. Así, esta pertenencia al grupo
se hace evidente cuando los esfuerzos y el trabajo en equipo
trascienden el núcleo familiar y los habitantes se encuentran en
contextos de ayuda mutua y de evaluación de logros y de fracasos.
Es decir, según Mucchielli, “el sentimiento de pertenencia está
expresado por el ‘nosotros’, que trasciende el ‘yo’ y el ‘mío’;
el sentimiento de solidaridad (‘hacer cuerpo’) es dominante, ya
sea lejos del grupo o durante un trabajo en común” (2003:49).
El nosotros en los habitantes de las quebradas es habitual, pero
es un nosotros en tiempo pasado —tal como veremos más adelante—,

109
ya que sienten que si bien existe una cohesión al interior del
grupo, esta se ha debilitado con el tiempo.
Al momento de las entrevistas, las familias de La Rinconada
estaban más dispuestas a ser entrevistadas, porque consideraban
que todas las familias, de cierta manera, se encontraban en una
condición similar de irregularidad con respecto a los títulos
de dominio de los sitios, por lo que creían casi imposible una
acción de erradicación masiva. La señora. Valeria al respecto
dice:
“Aquí yo digo que ‘este es mi sector’, porque aquí hay cosas que
nos hacen iguales, estamos en las mismas condiciones; no es que
uno esté mejor que otro, estamos todos en lo mismo. No tenemos
pavimentación, no hay escalas públicas, no tenemos el título,
hemos trabajado juntos por arreglar algunas cosas. O sea, aquí
la gente es súper sociable, porque ‘somos los mismos’ y nos
ayudamos” (HD, mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

La señora Valeria, al decir “este es mi sector” y “somos los


mismos”, primero reconoce la quebrada como un lugar, el cual
ella denomina sector, y segundo, se reconoce como parte del
grupo, donde comparte ciertas situaciones que la igualan con sus
vecinos, puesto que su condición en relación con su vivienda es
autoevaluada como positiva. En este caso, la pertenencia hacia
el grupo se construye a partir de las carencias que les son
comunes a todos los habitantes.
Es decir, la pertenencia al grupo y por ende al barrio, no se
define por lo que posee en cuanto a equipamiento y espacios
públicos que lo identifique como una unidad, sino más bien por lo
que no posee.
“Sí, es un solo barrio, lo que pasa es que se divide, porque uno
le llama Los Olivos Altos, por las casa que están allá arriba,
Los Olivos Medios donde estamos nosotros, y todos los que vivimos
en esta parte, y Los Olivos Bajos, por la gente que vive allá
abajo, como mi amiga que vive allá abajo, pero en el fondo somos
todos un solo barrio, porque la mayoría no son dueños de terreno,
porque la mayoría no tiene medidor de luz y porque la mayoría no
tiene medidor de agua. Si hay cosas que nos hacen iguales, que
estemos en las mismas condiciones, no es que unos estén mejor que
otros, estamos todos en lo mismo, no tenemos pavimentación, no
hay escalas públicas” (HD mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

La segunda forma de pertenencia está definida en relación con el


lugar de origen (otra región, otra ciudad, el plan, otro cerro
u otra quebrada).
Este es el caso de la señora Doraliza, quien expresa su pertenencia

110
en relación con su lugar de origen, que se transpone al lugar que
ella habita actualmente, la quebrada Las Cañas. Cuando comienza
su relato, ella dice: “yo soy del sur de Chile, yo vivía en un
pueblito en el campo”.
El hecho de venir del campo implica una superposición de las
representaciones simbólicas que trae consigo de su lugar de
procedencia y, por ende, es desde allí que Doraliza construye o
más bien reconstruye su identidad en la quebrada, y también la
identidad de su casa; ella se refiere a su vivienda como una casa
quinta, una casa de campo. Es decir, su pertenencia a la quebrada
esta siempre ligada a su lugar de origen: el campo.
Ella construye una pertenencia en relación con la memoria de su
lugar de origen, es decir, ella habita la quebrada a la manera
que ella habitaría el campo. Es una pertenencia a dos lugares
diferentes, construida mediante las representaciones que ella
posee de cada uno de ellos y las reinterpreta en el lugar.
Con este ejemplo, se evidencia que la trayectoria residencial
de la señora Doraliza tiene una influencia directa sobre la
pertenencia que ella ha construido en torno a la quebrada y en
relación con su casa, trayectoria que le permite construir, por
lo tanto, su identidad. Guerin Pace señala que “el conjunto de
trayectorias geográficas y el sentido dado a los lugares, pasados
y presentes, vividos, practicados o imaginados, constituyen
elementos esenciales de comprensión de las pertenencias y de los
comportamientos individuales” (2006: 300).
Así, la señora Doraliza expresa su pertenencia al lugar, por
la manera en que ella se lo ha apropiado y por la forma de
visualizarlo como un potencial lugar de transmisión de su
patrimonio familiar, heredable a sus hijos y a sus nietos.
La tercera forma de pertenencia en relación con los oficios u
ocupaciones. Don Héctor nos señala: “yo soy ebanista”, su oficio
lo define y desde allí construye su identidad, por la cual él
es reconocido y solicitado en el barrio. Oficio que se refleja,
incluso materialmente, en su vivienda, donde su taller ocupaba
el lugar principal del acceso de la casa, es la vitrina al barrio
desde donde muestra quién es.
Finalmente, los eventos que llevan a sentirse y definirse como
parte de un grupo en los asentamientos informales, se hacen más
evidentes por la carencia inicial de cohesión social.
Consideramos que el sentimiento de pertenencia en los asentamientos
informales, está al origen de la apropiación, es algo que se

111
construye progresivamente, considerando la inexistencia previa
de arraigo con el lugar. El lugar, el sitio, el terreno, el lote,
la casa, el barrio, etc. se organiza, modela y construye en la
medida que las prácticas sociales se van poco a poco asentando.
Desde esta perspectiva, el esfuerzo familiar y colectivo por
asegurar la tenencia de los sitios y hacer vivible un territorio
no planificado y desestimado, es enormemente valorado por las
familias y, por consecuencia, engendra un arraigo profundo en
los habitantes. Ya que estos territorios —las quebradas— al
carecer de planificación, son el producto material de sus propios
habitantes, autogestores de los cambios que estos territorios
han experimentado en los últimos treinta años.

2.2- Soberanía comunitaria


“Aquí yo controlo, yo decido quién se puede instalar”
(HD, mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

En el ámbito de la política, la soberanía está asociada al hecho


de ejercer la autoridad sobre un territorio determinado. Esta
autoridad recae en la comunidad, aunque la gente no realiza un
ejercicio directo de la misma, sino que delega dicho poder a sus
representantes.
En el caso de las quebradas se ejerce un tipo de soberanía
comunitaria. Es decir, una soberanía ejercida por los habitantes
en tanto que grupo o, en su defecto, por algún representante de
la quebrada, como por ejemplo, un(a) dirigente(a) vecinal.
La soberanía comunitaria en las quebradas guarda relación con el
control y la restricción de la llegada o instalación de nuevas
familias a la toma y, por ende, a la quebrada. Y esta se ejerce
cuando la quebrada es percibida por sus habitantes como un
barrio. Son los propios habitantes quienes deciden si aceptan o
no a nuevos ocupantes.
Esta soberanía comunitaria tiene que ver con el hecho primitivo
etológico de marcar el territorio. Un territorio “para y de
nosotros”. En este caso, este “nosotros” aparece cuando los
habitantes se reconocen como grupo y barrio. Ledrut señala que
“el barrio es un ‘agrupamiento’ que engloba un amplio conjunto
de ‘relaciones con los demás’ y una pluralidad de esos ‘nosotros’
[...] en tanto que agrupamiento, el barrio estructura, más o
menos, esas relaciones y estos ‘nosotros’” (1971: 126).
De esta manera, cuando la quebrada es percibida por sus habitantes

112
como una unidad urbana consolidada o barrio, se hace ejercicio
de la soberanía comunitaria, en una relación entre el nosotros
(los habitantes de la quebrada) y los otros (los de afuera).
Este nosotros se hace visible gracias a la cohesión social que
existe al interior del grupo, la cual, motiva a los vecinos
a defender sus intereses comunes. Es decir, es el grado de
consenso que existe entre los miembros de un grupo social, sobre
la pertenencia a un proyecto o situación común (CEPAL, 2007).
Sin embargo, así como en los procesos sociales anteriormente
analizados la soberanía comunitaria no aparece inmediatamente en
el grupo, sino que se va construyendo progresivamente en la medida
que las familias se apropian del espacio común de la quebrada, y
alcanzan la tercera escala de intervención: de barrio. Como es
el caso de la quebrada Las Cañas, donde los espacios residuales
o retazos de sitios, derivados de la apropiación informal, son
adjuntados por los habitantes a sus sitios ya consolidados, con
el objetivo de no dejar sitio disponible por temor a nuevos
ocupantes desconocidos.
La mayoría de las veces, la soberanía comunitaria es ejercida
por los representantes o dirigentes vecinales de las quebradas,
quienes asumen el rol de administradores del espacio vacante.
Sin embargo, este rol de administrador puede ser asumido por
cualquier vecino. Por ejemplo, puede ser asumido por un habitante
fundador, quienes se sienten con el derecho de decidir en ciertos
asuntos, por considerar que su antigüedad en la quebrada, les
permite tomar ciertas decisiones que a veces van en contra
del grupo o molestan a los vecinos. Es muy habitual escuchar
reclamos de algunos vecinos por lo que otros vecinos hacen en el
espacio público.
De esta manera, se reconoce que la soberanía se ejerce cuando los
vecinos quieren protegerse ante amenazas y problemas inminentes
ligados a la sobrepoblación de la quebrada. Es decir, cuando la
quebrada alcanza un nivel de ocupación considerable, los vecinos
opinan que la quebrada esta sobrepoblada en cuanto a cantidad de
casas y de familias, y por ende, aceptar nuevas tomas de terreno
significaría una disminución en su calidad de vida y atentaría
contra la cohesión del grupo. Con respecto a esto mismo, la
señora Nancy nos cuenta, que la quebrada se fue “completando de
a poco”, pero que actualmente, la que decide, es la presidenta
de la junta de vecinos, porque aceptar a más personas sería un
riesgo para todos, y señala:

113
“Allá, esa parte de allá abajo (lo Olivos bajos), se fue completando
desde hace mucho tiempo, aquí cada vecino antiguo trajo después
a toda su familia. Si por eso aquí todos nos conocemos, porque
uno está aquí desde el principio. Sólo esa parte aquí arriba es
más nueva, pero ya no puede ponerse nadie más ahí, porque aquí
estamos muy cerca del bosque, y por los incendios, no se puede.
Y si alguien más quiere ponerse aquí, eso lo ve la vecina que
era la presidenta del comité” (HF, mujer, 76 años, quebrada La
Rinconada).

La señora Valeria, dirigente de la quebrada La Rinconada, asume


este rol de administradora del espacio vacante de la quebrada,
ya que ella considera que sería un riesgo permitir la instalación
de más familias en la quebrada, debido a que los espacios
disponibles están muy cercanos a un gran bosque de eucaliptos
que pertenece a los Fundos Santa Rosa de Pajonal y Pajonal. Ella
nos cuenta que las casas se han ido progresivamente arrimando
al bosque, lo que representa una amenaza enorme en caso de
incendio, ya que todas las casas son de material ligero y entre
una casa y otra hay muy poco distanciamiento, lo que implicaría
una rápida propagación del fuego en caso de incendio. Ella dice:
“Aquí ha venido harta gente a tratar de tomarse otros terrenos
y nosotros les hemos dicho que no. Aquí, yo controlo, yo decido
quién se puede instalar, el que quiera ponerse, la gente sabe que
aquí no puede ponerse nadie más, no hay más espacio y de ponerlos
igual sería un riesgo, porque ya no se puede más. Tratamos
nosotros los mismos vecinos de proteger que no se pongan más
casas” (HD, mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

Así, cuando la soberanía es ejercida por un dirigente vecinal,


los vecinos valoran la acción en la medida que se resguardan
los intereses del grupo. Por el contrario, la señora Doraliza,
habitante fundadora, nos cuenta que, en una ocasión, permitió a
una familia ocupar un retazo de terreno, en la parte delantera de
su sitio; sin embargo, esto generó problemas con otros vecinos y
con ella misma, ya que los nuevos vecinos se apropiaron del sitio
vacante, pero además de un sector que había sido definido por los
vecinos como pasaje y espacio público. Frente a esto, el grupo
más antiguo de vecinos consideró que se les pasó a llevar y los
nuevos vecinos desconocieron los acuerdos anteriores y mantienen
hasta hoy la ocupación que transgrede el espacio público. Ella
nos cuenta:
“Aquí de hace rato que no llega nadie nuevo porque la gente
sabe que esto está lleno, los vecinos, pero los que están aquí

114
abajito son nuevos, yo les di permiso para que se pusieran allí,
pero ahora como son nuevos no saben cómo es la cosa aquí, y se
han tomado todo mi patio y parte del pasaje. Entonces los otros
vecinos se enojaron conmigo, porque nadie los conocía y no saben
cómo se vive aquí. Pero uno lo hace por los niños, porque igual
necesitaban donde instalarse” (HF, mujer, 78 años, quebrada Las
Cañas).

Finalmente, los vecinos prescinden de la acción directa de los


dirigentes y son ellos mismos que hacen efectiva la soberanía
mediante medios más directos, como por ejemplo, con la instalación
de cercos en los sectores disponibles. Don Luis, quien habita
en la quebrada Las Cañas desde 1985, nos cuenta que él cercó un
espacio colindante a su sitio porque no quería que otra familia
pudiera eventualmente instalarse allí.
“Yo aquí puse una reja por dos cosas, primero, para que la
gente no tire basura, aquí al lado de la quebrada, porque si
piensa que tiene dueño, la gente no se atreve a tirar basura y,
segundo, porque si se instala otra casa aquí ya seríamos muchos
y estaríamos apretados, además que igual en invierno por allí
corre agua y no es bueno para construir” (HN, hombre, 53 años,
quebrada Las Cañas).

Comparativamente, la mayor recurrencia aparece en los relatos de


los habitantes de la quebrada Las Cañas, quebrada que muestra
una consolidación terciaria, lo que implica que la soberanía fue
fuertemente aplicada en su proceso de consolidación. Y hoy la
soberanía se ejerce a nivel familiar, en función a sus sitios
propios, como fue el caso de la señora Doraliza, quien permitió
a una nueva familia instalarse en una parte de su patio.
Por el contrario, en la quebrada La Rinconada, que presenta
una consolidación primaria, la soberanía todavía se ejerce a
nivel barrial, ya que aún la quebrada no alcanza niveles de
consolidación que permita a los vecinos hacerse cargo de todo el
espacio de la quebrada. Por lo tanto, habitualmente hay personas
que buscan en estos sectores menos consolidados una oportunidad
de habitación.
De esta manera, consideramos que la soberanía comunitaria es
otra forma como el arraigo al territorio se hace efectivo y
visible. En relación con esto, con el último incendio ocurrido
en Valparaíso el 12 de abril 2014, esto se evidenció, ya que
luego del incendio llegaron nuevas familias a habitar los sitios
abandonados en la quebrada La Rinconada.

115
Figura 14: Fotografía de carteles en cartón instalados por las familias víctimas
del incendio de abril 2014, para identificar y hacer soberanía sobre sus sitios,
quebrada La Rinconada.

2.3- Solidaridad comunitaria


“Aquí los vecinos cuando saben hacer bien un trabajo, ¡ayudan!”
(HCRF, mujer, 21 años, quebrada Las Cañas).

En la sociedad contemporánea, la solidaridad suele asociarse,


principalmente, con instituciones de beneficencia, donaciones
anónimas, campañas televisivas de ayuda, cooperación internacional
entre países en caso de tragedias naturales y/o bélicas, etc.
Es decir, una solidaridad mediatizada, donde, por una parte, un
grupo no identificado de personas quiere expresar su solidaridad
mediante una donación y, por otra parte, el grupo que recibe la
donación es representado desde sus carencias y tragedias.
Sin embargo, en las quebradas hemos constatado que aún existe una
solidaridad en un estado primigenio, basado en las relaciones
sociales que se han gestado al interior del grupo y que han
generado o generaron la cohesión social expresada por los
habitantes. Es una solidaridad que se práctica cara a cara y
de forma desinteresada entre individuos que sienten que deben
ayudarse mutuamente ante adversidades, desafíos o proyectos, que
emprenden individual y colectivamente.
Es un sistema de ayuda mutua, instaurada tácitamente entre los
vecinos, amigos y familiares, donde cada persona o familia que
presta un servicio a otra, sabe que, en alguna otra ocasión, la
persona a quien se ha prestado ayuda lo retribuirá de la misma
manera. Es un “hecho social de intercambio” (Mauss, 2007), pero
no es un gesto unilateral, pues se concibe en la perspectiva
de un retorno, “el don” (ayuda prestada, aquello que es dado)

116
apelando a una contraparte, aquello que Marcel Mauss llama el
“contradon” (o contra-ayuda, aquello que se devuelve). A partir
de los cuales se establece una triple relación entre dar, recibir
y devolver. Es un acuerdo tácito y subjetivo, porque no existe
un contrato explícito ni un intercambio de bienes materiales.
Esta práctica es habitual en los procesos de autoconstrucción
de las viviendas, donde cada vecino, familiar o amigo, pone a
disposición sus habilidades y saberes, para quien lo necesite.
Hay muchas formas en que esta ayuda mutua aparece en el hábitat
informal, por ejemplo, en la construcción de las viviendas,
para desplazarse en la ciudad, ayuda para cuidar a los niños,
ayuda para las compras de los vecinos más ancianos. Y también
se refleja en un compartir alimentos, vestuario y materiales de
recuperación.
En relación con el proceso de construcción de la vivienda, los
habitantes suelen nombrar a aquellas personas, sean familiares
o amigos, que les ayudaron durante dicho proceso, debido a que
la construcción de la casa no habría sido posible sin esa ayuda
mutua, que es definida como la única forma de pago que existe,
cuando no se poseen los medios económicos para contratar un
maestro constructor.
La señora Valeria nos cuenta que al momento de la construcción
de su casa, su esposo no sabía mucho de construcción; es por
ello que su compadre, sus hermanos y sus cuñados le ayudaron a
construir la casa. Ella dice:
“Ellos le echaron una manito con la casa, porque mi esposo no
sabía mucho. Si al principio empezó sólo, por eso esa parte está
más chueca, pero después siguió con la ayuda de mi compadre, de
mis cuñados y hermanos. Aquí después yo les preparaba comida o
la once, para que no se fueran así nomás” (HD, mujer 37 años,
quebrada La Rinconada).

Esta ayuda mutua no implica solamente el hecho mismo de construir


la casa, con un intercambio de mano de obra, sino que también
existe un compartir de saberes, hacia quien no posee conocimientos
específicos sobre cómo construir.
Otra forma de solidaridad es en el cuidado de los niños pequeños
de vecinos o vecinas que son madres o padres solteros.
Como es el caso de la señora Elizabeth, quien vive sola con su
hijo pequeño que tiene síndrome de Down. Ella nos cuenta que sin
los vecinos ella no podría salir adelante:

117
“Cuando me separé de mi marido, con tres niños de 4 años, 2
años, y algunos meses. Mis vecinos fueron un factor demasiado
importante. Ellos empezaron a remplazar a la familia. Yo al final
estoy sola acá, mis hijos ya están grandes, tengo nietos, y ellos
aquí tienen primos, abuelos, tíos de mentira. Pero ahora tengo
un hijo de 5 años que tiene síndrome de Down. ¿Y quién crees que
me ayuda en el momento que yo tengo que ir a comprar y no voy con
el niño o tengo que llevarlo a médico, y si tengo que trabajar?
Los vecinos me lo cuidan, lo mismo me pasó con los tres que ya
crié. Entonces yo creo que ese es un factor tan importante para
uno, tener alguien que te ayude. En los barrios habrá cahuines y
todo, pero aquí yo me siento segura, son buenos vecinos. Cuando
yo salgo a trabajar mi vecina manda al colegio a mi hijo menor.
Por eso te digo que si a mí me ofrecieran irme a otro barrio, yo
ya no me voy, no me voy, mi casa en invierno es fría, porque las
paredes se ponen con musgos, húmedos. Pero la seguridad que me
dan los vecinos, eso sí que no lo encuentras en ningún lado. Por
ejemplo, yo salgo y yo sé que no van a entrar a robar, porque
aquí no falta la vecina que está atenta con mi casa” (HN, mujer,
42 años, quebrada Las Chanas).

En este caso, la ayuda no es momentánea, sino que es permanente.


La señora Elizabeth encuentra en los vecinos el sustento que
podría encontrar en su familia. Es un apoyo constante que se basa
en la empatía entre vecinos.
Por otra parte, esta ayuda mutua entre vecinos se ve claramente
en situaciones de emergencia o de tragedias familiares, como es
el caso de la señora Nancy, jubilada, de 76 años, que vive con su
marido jubilado también en una toma al fondo de la quebrada La
Rinconada. Ella nos cuenta que, en una ocasión, su marido tuvo
una emergencia médica y sus vecinos la socorrieron y la ayudaron
a llevar a su marido al hospital. Ella dice:
“Aquí, la gente es unida, yo te lo digo porque cuando a mi
marido le dio una hemorragia, porque tiene cáncer, la gente
salió a favorecerme, porque yo no lo podía levantar del suelo.
Se levantaron a las 6 de la mañana a ayudarme, yo gritaba, para
que me favorecieran, ahí vi el apoyo de mis vecinos, me llamaron
la ambulancia y de ahí se lo llevaron, de esto hace un mes. Esa
vez los vecinos se portaron bien conmigo” (HF, mujer, 76 años,
quebrada La Rinconada).

En este caso, la ayuda frente a una tragedia familiar es muy


valorada por las familias, y genera en ellos un apego al lugar,
que parte por un apego hacia sus vecinos.
En otras ocasiones, la solidaridad aparece a nivel de barrio,
es decir, involucra a todas las familias de la quebrada que
se organizan en pos de ayudarse mutuamente. En la quebrada La
Rinconada, con ocasión de una intervención de la ONG TECHO, que

118
tenía por objetivo la entrega de mediaguas a las familias con
mayores problemas de habitabilidad, la señora Juana, dirigente
de la quebrada La Rinconada, nos cuenta que, independientemente
de quienes fueran las familias beneficiadas, todos los vecinos se
organizaron y vendieron sándwiches, con el objetivo de recaudar
fondos para pagar el monto mínimo exigido por TECHO (2003).
Sin embargo, ella también señala que algunas familias, en el
momento de recibir la mediagua, no siguieron participando en las
actividades. Esto también fue señalado por la señora Valeria36.
La Sra. Juana relata:
“Por ejemplo, aquí cuando llegó TECHO con las mediaguas, nos
juntamos todos y empezamos a vender completos para juntar la plata
para todas las familias, que eran como 30 mil pesos (por familia)
que había que tener en ese tiempo. Organizábamos completadas
y fuimos pagando de a poco. Pero lo malo fue que alguna gente
sinvergüenza se aprovechó, y sólo pago la mitad. O sea, cuando
tuvieron la mediagua no siguieron pagando y no participaron más
en las actividades” (HD, mujer, 53 años, quebrada La Rinconada).

Así, también en la quebrada Las Cañas, a la ocasión de la


pavimentación de un pasaje y construcción de una baranda al
interior de la quebrada, los vecinos que poseían mayores
conocimientos relativos a la construcción, pusieron al servicio
de la comunidad, su saber-hacer. De forma general, contar con la
ayuda de vecinos capacitados significa, por una parte, obtener
un resultado satisfactorio y de calidad y, por otra parte, sin
costo alguno. Además, cuando los vecinos se implican en los
procesos de mejoramiento del espacio público, este último es
mantenido y mejorado por ellos mismos.
Entonces, cuando se trata de trabajos a nivel de barrio siempre
se llama al vecino especialista en la materia, con el objetivo
de optimizar la faena. Con respecto a esto, Silvana, joven
estudiante universitaria, nos cuenta parte del proceso de la
pavimentación de un pasaje al interior de la quebrada.
“Aquí los vecinos, cuando saben hacer bien un trabajo, ayudan,
porque al final es para nosotros mismos. Por ejemplo, esto (el
pasaje) era todo de tierra, donde está la reja también. Entonces
nos juntamos los vecinos y de a poquitito ayudaban a hacer la
reja. Mi papá, por ejemplo, es soldador y después de la pega
se venía y soldaba un poco y pegada unos pinchazos (soldaba)
y así todos los días, hasta que entre todos hicieron la reja
y pavimentaron el pasaje” (HCRF, mujer 21 años, quebrada Las
Cañas).

36 Ver su relato en el capítulo de intervención del Estado.

119
La ayuda prestada implica mano de obra especializada y un
traspaso de saberes que tiene por objetivo ayudar con lo que
se sabe por el bien común, lo que se traduce directamente en
la consolidación del entorno de las viviendas. De esta manera
se aúnan diferentes saberes, que son manejados por distintos
habitantes autodidactas. Es decir, las familias han comprendido
que a mayor nivel de consolidación del espacio público, son
mayores los beneficios que reciben sus viviendas.
De esta manera, nos percatamos que entre los habitantes de las
quebradas, la solidaridad es una práctica social que transciende
el núcleo familiar cercano, solidaridad que se extiende a amigos
y vecinos que se encuentran en la misma condición, lo que genera
fuertes vínculos que les han permitido a los habitantes encontrar
un sostén y un apoyo inmediato para sobrellevar problemas
ligados a la vida cotidiana en estos territorios invisibilizados
y desestimados.

2.4- Resistencia a la movilidad


“No tengo derecho a nada, así que, ¿qué voy hacer?,
¡quedarme aquí no más!”
(H.F, mujer, 76 años, La Rinconada)

El arraigo al territorio también se hace evidente en los habitantes


cuando ellos señalan que no les gustaría irse de este lugar, a
pesar de que las condiciones de habitabilidad y económicas que
poseen puedan ser difíciles. Las familias prefieren quedarse
en las quebradas antes que emigrar a otro lugar de la ciudad
donde, supuestamente, tendrían mejores condiciones de vida,
como por ejemplo, en las viviendas sociales. Es decir, en este
caso, algunos habitantes aceptan una condición de habitabilidad
complicada en términos de seguridad y materialidad, en vez de
migrar a otra zona de la ciudad, que podría ofrecer mejores
condiciones.
El arraigo, en este caso, se visibiliza en el hecho de negarse a
cambiar de territorio. Bruno Jean lo define como una resistencia
a la movilidad. Y señala que “para las colectividades humanas,
la conciencia no se determinaría por la producción de bienes y
servicios, entonces cómo se explica este arraigo al territorio
habitado, el cual puede ser profundo: se acepta conscientemente
una situación personal más difícil (desempleo, empleo informal,
bajo poder adquisitivo, etc.), antes que migrar hacia otro
territorio que ofrece mejores oportunidades. Este fenómeno

120
01-2010 02-2012

04-2014 10-2014
Figura 15: Fotografía de proceso evolutivo de construcción y re-construcción de
CRF Sra. Rosa. Periodo 2010-2014, quebrada La Rinconada.

121
de resistencia a la movilidad, es una manifestación tangible
de la importancia del arraigo al territorio, de hecho de la
territorialidad en la condición humana. Es entonces probable que
en la construcción misma de su propia identidad individual, la
relación con el territorio juegue un rol fundamental. De hecho,
cuando las personas se encuentran por primera vez, ¿qué dicen
para identificarse?” (Jean, 1993: 293).
En este caso, las familias aluden al hecho de estar acostumbrados,
de querer el lugar (topofilia), y por ende, no podrían acostumbrarse
a otro lugar, ya que allí viven todos sus parientes y amigos. Es
un lazo territorial que se crea, el cual puede “traducirse en un
sentido de aceptación, agrado y hasta afecto por el territorio
(topofilia), pero también, como un sentimiento de rechazo o
desagrado por él, elementos que inciden en la conformación
identitaria socio territorial, aunque, como todos los casos,
no necesariamente determinan el arraigo, puesto que este puede
estar condicionado por otro tipo de lazos que adquieran un mayor
peso en las decisiones del actor” (Quezada, 2007:47).

2.5- Las microeconomías familiares.


“Mi marido, él siempre hace pololitos,
para poder terminar el fin de mes”
(HCRF, Mujer 51 años, quebrada Las Cañas).

Sabemos que el fenómeno de la informalidad transciende el


problema del hábitat. La CEPAL y la OIT, en el informe económico
de América latina y el Caribe 2014, señala que la tasa de
informalidad laboral asciende al 47% y representa a 127 millones
de personas.
En el caso de los habitantes de las quebradas, es evidente que
las familias que allí habitan lo han hecho por falta de recursos
económicos, falta que no sólo los ha excluido del sistema formal
de adquisición de viviendas, sino también del mundo del trabajo.
Es entonces desde una situación de precariedad laboral que las
familias han desarrollado toda suerte de pequeños trabajos,
generando una red de microeconomías familiares que les han
permitido obtener recursos para mejorar su condición económica.
Estos trabajos informales, en ocasiones, se basan en actividades
poco previsibles, o bien en prácticas muy específicas sustentadas
en el saber-hacer de los habitantes.
Las iniciativas microeconómicas emprendidas por los habitantes,
con el objetivo de incrementar sus ingresos, son muy variadas.

122
A partir de los relatos hemos podido distinguir dos tipos
de microeconomías. Por una parte, unas que son de carácter
completamente informal. Es decir, “actividades que incumplen
la legislación y normativa necesaria para la producción,
distribución o venta de los bienes finales, pero su producción es
ilícita. Regulación legal y administrativa, derechos comerciales
y de propiedad” (Gamero & Carrasco, 2011: 14). Es decir, los
habitantes son trabajadores por su propia cuenta, sin salario, y
los trabajos son realizados habitualmente en sus propios hogares,
donde las diferentes funciones las suelen cumplir los mismos
miembros de la familia, como por ejemplo, la crianza y venta de
animales, la fabricación de carbón, de yogur, etc.
Y por otra parte, se reconocen microeconomías de carácter más
formal, que están avaladas por algún organismo o institución
pública a la familia y la quebrada. En este caso encontramos,
por ejemplo, la participación de los vecinos en fondos micro
empresariales con financiamiento del Estado, por ejemplo,
proyectos FOSIS37 y de SERCOTEC38. Sin embargo, debemos agregar
que, en este caso, si bien el origen de la microempresa es de
carácter formal, eso no implica que su gestión y desarrollo sea
completamente formal.
La señora Valeria, de la quebrada La Rinconada, nos cuenta que con
su esposo siempre están rebuscando diferentes maneras de aumentar
el salario, porque lo que gana su esposo no les alcanza para
vivir. Es por ello que su familia ha incursionado en diferentes
trabajos; por una parte, ella posee una microempresa familiar
informal dedicada a la crianza de chanchos en la quebrada, los
cuales vende a pequeñas carnicerías del plan de la ciudad.
Evidentemente su producción no es a gran escala, sino que cría un
máximo de diez chanchos. Y por otra parte, ella participó en una
iniciativa de carácter formal con una microempresa avalada por
el FOSIS e instaló su propio negocio de menestras en la quebrada.
Ella nos cuenta:

37 FOSIS: Fondo de Solidaridad e Inversión social, es un servicio del Gobierno de Chile,


creado en1990, cuyo objetivo es “trabajar con sentido de urgencia por erradicar la pobreza
y disminuir la vulnerabilidad social en Chile”. El FOSIS apoya a las personas en situación
de pobreza o vulnerabilidad que buscan mejorar su condición de vida. Según sus necesidades,
implementa programas en tres ámbitos: emprendimiento, trabajo y habilitación social.
http://www.fosis.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=65&Itemid=53
38 SERCOTEC: Servicio de Cooperación Técnica, que depende del Ministerio de Economía,
Fomento y Turismo. El objetivo principal de SERCOTEC es promover y apoyar iniciativas de
mejoramiento de la competitividad de micro y pequeñas empresas y fortalecer el desarrollo
de la capacidad de gestión de sus empresarios. http://www.sercotec.cl/web/sercotec/acerca-de-
sercotec/quienes-somos

123
“De repente, para alguna ocasión especial o una fiesta, se faena
un chancho para la casa, pero principalmente los criamos para
venderlos, mi esposo los vende. Igual acá hay gente que les
gustan los animales del sector y andan buscando un chancho,
se los vende y se los llevan, porque son más naturales que
los de supermercado. En otra ocasión, hace un tiempo criamos
gallinas, teníamos más de 100 gallinas [...]. También una vez
postulé a un proyecto FOSIS y así yo empecé a trabajar, porque
teníamos aspiraciones de agrandar la casa. Trabajé para eso, para
construir, para darles mejor comodidad a las niñas, para vivir
mejor, por eso quise hacer el negocio de abarrotes. Con el FOSIS
compré un negocio, era un negocio chiquitito, de lata, de esos
que te daba el programa FOSIS, un quiosquito, al principio yo
lo arrendaba, a la dueña anterior, ella me cobraba 40 mil pesos
mensuales, pero al final no era tanto lo que yo ganaba, como para
pagar 40 mil mensuales, así que yo le dije que me lo vendiera, y
me lo vendió en 250 mil pesos, pedimos un préstamo con mi marido
y se lo compré. Yo empecé ese negocio con 80 mil pesos, fue la
primera plata que invertí en mercadería. Y era bueno porque
por acá no hay ningún negocio cerca, y después que yo me puse
a vender, en muchas casas también se pusieron a vender cosas,
porque aquí no hay ningún negocio” (HD, Mujer, 37años, quebrada
La Rinconada).

Con el relato de la señora Valeria, podemos ver que no sólo


su microempresa satisface sus necesidades económicas, sino
que, además, satisface una carencia a nivel de barrio, ya que
el equipamiento de carácter comercial destinado a la venta de
abarrotes es insuficiente.
También, como lo mencionamos anteriormente, hemos constatado
que, a veces, estos micros emprendimientos son muy especializados
gracias al saber-hacer de los habitantes. Como es el caso de
don Héctor, quien posee un pequeño emprendimiento de muebles de
estilo Luis XVI en su casa. Don Héctor es ebanista y nos cuenta
que él trabaja solamente con maderas nobles, y que realiza
todas las faenas: compra el material, lo transporta, diseña los
muebles y los vende en su casa39.
Don Héctor nos cuenta que él pudo armar su taller gracias a
un fondo concursable de apoyo a micro y pequeños empresarios
(MIPES40) de SERCOTEC. La ayuda consistió en un micro préstamo
que le permitió comprarse sus propias herramientas, que utiliza
para la fabricación de muebles. Sin embargo, él nos cuenta que,
actualmente, no está muy conforme con el programa, porque le han
39 Lamentablemente, el don Héctor, en el último incendio del 12 de abril 2014, perdió
su taller de maderas y su casa.
40 MIPES: “Concurso regional que otorga dinero en efectivo para formalizar grupos de
micro o pequeños empresarios/as (línea 1) y para apoyar a las asociaciones ya existentes que
deseen generar nuevos productos o conseguir mejores oportunidades de negocios” http://www.
sercotec.cl/Programas/Creaci%C3%B3nyFortalecimientodeAsociacionesMIPES.aspx

124
quitado financiamiento y siente que esto lo perjudica. Él dice:
“Con el gobierno de la Bachelet (ex-presidenta Michelle Bachelet)
fue muy bueno, porque hubo muchos beneficios con los programas
para los pequeños empresarios. Ellos dieron facilidades para
que nosotros postuláramos a los programas y nos daban ayuda
(económica) para comprar máquinas, materiales, herramientas
para trabajar, para salir adelante, para las pequeñas empresas.
Pero el gobierno actual está quitando esos asuntos que teníamos
nosotros para seguir y salir adelante, o sea, nos cortó la plata.
Por lo que veo, parece que este gobierno quiere eliminar ese
asunto y para nosotros es perjudicial. Yo, por ejemplo, postulé
a SERCOTEC, porque se podría decir que nosotros somos pequeños
empresarios. Yo hago muebles para vender, yo hago todo esto (me
muestra sus trabajos) para la venta. Yo mismo los diseño, diseño
el mueble, lo dibujo y todo. Yo empiezo por cortar el árbol,
lo corto, lo faeno y lo hago. Trabajé muchos años con la casa
de antigüedades y sigo trabajando con coleccionistas de arte.
Refaccionando y restaurando, pero aquí yo no puedo traer grandes
cosas, porque usted ve, por el poco espacio, entonces tengo que
hacer cosas pequeñas, no puedo hacer grandes trabajos y tampoco
puedo contratar gente acá, por las condiciones en que estoy.
Yo no puedo, así que tengo que trabajar solo no más, tengo que
hacer todo, la pega del ayudante, la de todos, los trabajos tengo
que mandar a tapizar afuera y mandar a barnizar también afuera,
entonces para mí eso es un gasto más que tengo que hacer. Y si
tuviera un taller más grande yo podría dar empleo, yo le puedo
dar trabajo a un carpintero, a un mueblista, a un tapicero, a
barnizadores, a harta gente que está empezando recién a formarse,
y el trabajo no se perdería, porque si no este trabajo ya se
pierde, lo mío se pierde. […] Todo esto es hecho a mano, todo lo
que es tallado es a mano, se hace a mano, y las otras piezas se
hacen con máquina, las molduras y todas esas cosas se hacen con
máquina, pero lo demás todo se hace a mano. […] Por eso le digo
yo, que sin un taller más grande, este trabajo se pierde aquí, ya
no queda nadie, ni un heredero, se pierde. Talladores hay pero
nosotros le decimos talladores de esos que van a recoger hojas
a la feria, pescan la hoja y la tiran y hacen unas tremendas
flores, entonces se ha perdido, se van perdiendo, por ejemplo,
los estilos. La gente no conoce lo que es un estilo de mueble, la
gente compra lo que ve en libros o en tiendas al por mayor y no
de estilo. […] Casi todo lo hago, de repente tengo madera y me
pongo a hacer cosas, ahora estoy haciendo unas mesitas, cuatro
mesitas, porque es más fácil para mí venderlas (por el tamaño
y costo), aunque ya tengo un comprador. Pero voy igual a otras
casas y las ofrezco. Siempre estoy haciendo muebles, pero nunca
hago lo mismo, siempre voy cambiando, diferentes cosas. Este,
por ejemplo (muestra una vitrina), lo estoy ofreciendo en Viña,
a un anticuario, y a veces me he pegado un viajecito a Santiago.
A lo mejor este fin de semana, si dios quiere, voy, y ahí vamos a
ofrecerla, porque por allá hay más plata. Aquí la gente de pueblo
no sabe mucho de estas cosas; bueno, la gente de edad sí, pero
aquí casi la mayoría es joven, entonces no sabe mucho de muebles.
Ellos van y compran en Ripley, sí, porque ahí tiene dos años para
pagar, y pa’ cuando ha terminado de pagar ya no tienen mueble,

125
pero la gente no valora eso. Yo empecé a los doce años, empecé
a trabajar, yo estudiaba y trabajaba, empecé a aprender el
tallado porque mi padre era tallador y mis tíos eran profesores
de carpintería en el Colegio Salesianos, el de curas, el de la
avenida Argentina y ahí comencé y no he parado hasta la fecha”
(HERF, hombre, 51 años, quebrada Las Cañas).

En relación con las microeconomías netamente informales,


encontramos a la señora María Cristina, quien nos cuenta que,
antiguamente, cuando estaba recién casada, ella y su marido
criaban conejos, y los vendían a los vecinos o bien los iban a
vender a la feria de la Avenida Argentina en el plan de la ciudad.
Era la única forma de obtener un poco más de ingresos. Hoy en
día, ella es jubilada y ya no cría conejos, sino que mantiene un
huerto para su propio consumo, el cual riega con el agua de una
vertiente de la quebrada. Estas dos pequeñas acciones, plantar
un huerto para su consumo y utilizar el agua de una vertiente,
le permiten ahorrar el dinero que gastaría en legumbres y agua
potable, para poder priorizar con su jubilación otros gastos.
Ella nos cuenta:
“Aquí yo empecé a plantar porque este era un sitio pelado, no había
nada, puro pasto no más, y yo dije no, esto no puede ser, primero
tenía hartas flores. Después criamos conejos, ¡56 conejos!, y mi
marido empezó a vender los conejos para el consumo, siempre había
gente que quería conejos frescos, porque a la gente le gustaban
los conejos, matarlos y comérselos. Pero después nos aburrimos
porque es mucho sacrificio, además que yo me enferme. Un día yo
estaba afuera, y como a las siete de la tarde me acordé que los
conejos no tenían comida y fui a sacar pasto para darles y me pico
un alacrán y tenía la cara llena de veneno y lo único que se me
veían eran los ojos, estuve súper mal, entonces mi marido decidió
terminar con los conejos. Ahora solo tengo mis verduritas para el
consumo diario, así ahorro en eso, porotos verdes, tomates, la
acelga, algunas papitas y lo que salga, aquí todo crece y también
hierbas, orégano, menta, llantén. Yo tomo solo agüitas de hierba,
no tomo té” (HF, mujer, 71 años, quebrada Las Cañas).

Así también encontramos el relato de Natalia, joven dueña de


casa de la quebrada Las Cañas, quien nos cuenta que cuando su
madre la abandonó con sus dos hermanos a sus trece años, ella aún
estaba en el colegio y tuvo que hacerse cargo, económicamente,
de la familia. Para ello, ella pidió una autorización en su
colegio para vender accesorios para adolescentes y dulces. Con
el dinero que recaudaba cada mes podía pagar el agua, la luz y
el gas, y su abuela le ayudaba con la alimentación. Los gastos
por concepto de alojamiento no eran un problema, porque su

126
padre había construido una vivienda en el sitio de su abuela.
Como veremos en el territorio de apropiación quebrada-casa, el
hecho que las familias vivan reunidas en Conjuntos Residenciales
Familiares(CRF), permite que situaciones como la vivida por la
familia de Natalia, sean más soportables y llevaderas, sobre
todo para una adolecente que debe criar a sus hermanos. Ella nos
cuenta:
“Mi papá, y mi mamá se casaron cuando mi papa tenía veintiún
años y nació mi hermano mayor y se vinieron para acá, para el
terremoto del 85, y aquí comenzó todo, después nacimos nosotros
(ella y sus dos hermanos pequeños). Y cuando yo tenía trece años
mi mamá con mi papá se separaron y me dejaron a cargo a mí a mis
dos hermanos chicos, porque mi hermano mayor se había casado y
se había ido con su esposa al Olivar (barrio periférico de Viña
del Mar). Y así, a los trece años, me hice cargo de mis dos
hermanos chicos, de Viviana y Nicolás. Mi hermano nació con una
enfermedad y todo eso a mi mamá no le importó, e igual nos dejó.
Yo lo tenía que llevar al hospital, y después mi papá también se
fue con otra mujer, así que en ese momento quedé sola viviendo
acá con mis dos hermanos chicos. Yo trabajaba y estudiaba para
pagarles los estudios a mis hermanos y la colegiatura y todo eso,
después yo me fui al liceo técnico y ahí conversé con un profesor
por mi situación, porque me pedían muchos materiales y cosas que
yo no podía costearlas, así que el profesor me hizo los trámites
para tener una beca de transporte y yo le dije si podía vender
cosas en el colegio. Al principio junté tres mil pesos y vendía
aros y dulces, a mis compañeras del colegio, y ahí yo vendía y
me hacía mi plata. Todo lo que ganaba me lo gastaba aquí en la
casa; primero compraba los aros para seguir vendiendo y el resto
lo ocupaba para pagar la luz, el agua, el gas y la mercadería.
[…] Mi abuelita nos ayudaba con lo que ella podía, sobre todo con
el almuerzo y la once. Y así salimos adelante con poquito, pero
ahora estoy casada y a mis hijos no les falta nada, porque yo
trabajo en la feria” (HCRF, mujer 24 años, quebrada Las Cañas).

Las iniciativas emprendidas por las familias de las quebradas son


muy variadas, sin embargo, todas responden a una misma necesidad:
salarios insuficientes. Aquí no estamos hablando de microempresas
que permiten a estas familias tener un superávit de dinero,
sino, por el contrario, son actividades imprescindibles porque
el salario o la jubilación no les alcanzan para solventar todos
los gastos básicos. El trabajo informal es una mecánica común en
familias en situación de campamento o de toma de terreno, porque
la mayoría de las veces también son segregadas laboralmente por
provenir de sectores “marginales”. Si bien esta situación no es
común a todos los habitantes, es una práctica reconocida por
todos.

127
2.6- La reivindicación del espacio público
“Todo esto es de nosotros, lo hicimos nosotros, todos cooperamos”
(H.F, mujer, 54 años, La Rinconada).

De forma general, la idea de espacio público nos remite a lo


abierto, al espacio común que se comparte con otros, contrario al
espacio privado, pero también al espacio planificado, ordenado,
nombrado y cualificado. En Chile, la Ley General de Urbanismo y
Construcción (OGUC) define el espacio público como “bien nacional
de uso público, destinado a la circulación y esparcimiento entre
otros” (2010).
Para las personas, en general, los ejemplos más banales de
espacio público son las plazas, los parques, las avenidas y
los paseos, es decir, aquellos espacios donde la ciudadanía
como grupo es el actor principal y se reconoce como tal. Sin
embargo, estos espacios públicos no son, ni existen sin sus
particularidades espaciales que lo definen formalmente y no son,
ni existen, sin la práctica social, es decir, aquello que lo
cualifica y le da sentido e identidad. Por lo tanto, la idea
de espacio público nos remite al espacio vivido, es decir, a
las experiencias compartidas en el espacio de la ciudad. Sin
embargo, en la situación del hábitat informal en las quebradas,
donde previamente a su instauración no existía más que el espacio
natural como tal, cabe preguntarse ¿qué hace que un espacio, no
planificado, se convierta en un lugar de expresión comunitaria,
de encuentro y de intercambio, es decir, en un espacio público?
Michel Agier señala que en el espacio público se ejerce la
cultura de ciudad que “está formada por dos grandes dominios de
creación. Uno concierne al sentido de las relaciones entre los
ciudadanos, es decir, las representaciones de la identidad y de
alteridad; y el otro concierne a lo simbólico a través de la
cual los habitantes dan sentido al espacio material de la ciudad
donde ellos viven” (2009: 99). En el caso de las quebradas,
el espacio público expresa un sentido y simbolismo en cuanto
que los habitantes se apropian y reivindican aquello ausente,
faltante y anhelado. La palabra reivindicación es empleada para
designar una reclamación tendiente a hacer reconocer en justicia
un derecho contestado por un tercero. Significa reclamar algo a
lo que se cree tener derecho o reclamar para sí la autoría de una
acción. Sus sinónimos son demandar, desear, atribuir, exigir,
solicitar, pedir, etc.
Desde esta perspectiva, los espacios públicos informales en
las quebradas son la expresión de una autoría colectiva y la
materialización de una demanda anhelada. Es una reclamación hacia

128
el derecho de tener y de beneficiarse de espacios de encuentro, de
recreación, y de sociabilización, en el entorno inmediato a sus
viviendas. Los habitantes imaginan y demandan la consolidación
de sus barrios, pero consideran que esta consolidación solo es
posible mediante la consolidación del espacio público.
Esta reivindicación del espacio público formal, es decir, esta
demanda de aquello que sienten que debieran recibir, se percibe
en la autoconstrucción de calles, pasajes, caminos, escaleras,
plazas y canchas de fútbol, que tienen como origen común el hecho
de ser espacios públicos no planificados, los cuales, por una
parte, son el resultado de una práctica social que se reitera
y los define como espacios apropiados. Por otra parte, son el
resultado de una apropiación espacial que transforma espacios
baldíos y periféricos en espacios públicos. En relación con esto,
Jordi Borja señala que “El espacio público expresa la democracia
en su dimensión territorial. Es el espacio de uso colectivo. Es
el ámbito en el que los ciudadanos pueden (o debieran) sentirse
como tales, libres e iguales. Es donde la sociedad se escenifica,
se representa a sí misma, se muestra como una colectividad
que convive, que muestra su diversidad y sus contradicciones
y expresa sus demandas y sus conflictos. Es donde se construye
la memoria colectiva y se manifiestan las identidades múltiples
y las fusiones en proceso” (2011: 140). Por lo tanto, lo que
hace que espacios no planificados sean percibidos y practicados
como espacios públicos, es el hecho que los espacios apropiados
por los vecinos los remiten a una experiencia colectiva, sea
de creación o apropiación del espacio, o bien de acuerdos que
generan un consenso colectivo frente a estos espacios. Así, el
espacio público en el hábitat informal es un espacio apropiado
en el sentido planteado por Lefebvre (1961) y contrario al
espacio dominado.

Figura 16: Fotografía de partido de baby-fútbol en Cancha las Palmeras, quebrada


La Rinconada, Octubre 2014.

129
2.7- Cuatro apropiaciones del espacio público informal
En esta apropiación y creación colectiva del espacio público
informal, hay cuatro pasos claves en su identificación y
consolidación. Primero, el espacio se marca, segundo, el espacio
se nombra, tercero, el espacio se delimita y cuarto, el espacio
se respeta.
Se marca a partir de las prácticas cotidianas. Con respecto a
esto, Lefebvre señala que la práctica espacial “consiste en una
proyección sobre el terreno de todos los aspectos, elementos y
momentos de la práctica social” (200: 15).
Se nombra, para que sea reconocido. Se nombra, porque nombrándolo
se transforma en un espacio de referencia. Y se nombra, porque el
nombre va a configurar una imagen en cada uno de los habitantes,
que establece una relación entre prácticas e intervención que
serán vehiculadas por el espacio mismo. De esta manera, el nombre
de un lugar construye su identidad y su atributo, a partir del
conjunto de representaciones e imaginarios compartidos.
Se delimita para darle su forma. Para contenerlo, para asirlo y
para que transcienda su condición de terreno baldío y vacante,
se delimita para fijar su destino (uso).
Se respeta, porque no se transgrede su sentido una vez instaurado.
El hábitat informal, por esencia, es una apropiación que se
desarrolla sin normas ni leyes; las personas se apropian de
espacios “no-apropiables”, de aquello que nadie quiere o de
aquello que pertenece a otro.
Sabemos que en la toma de terreno santiaguina, se preveía una
planificación del espacio público, mediante el trazado de calles,
plazas y centros comunitarios, etc. No podemos decir lo mismo de
la toma porteña, simplemente porque, como ya lo hemos reiterado
en varias ocasiones, las tomas en las quebradas de Valparaíso son
tomas de carácter familiar y no colectiva. Son tomas a destiempo
e individuales, donde cada familia se ha apropiado del espacio
que le conviene para construir su casa. Entonces, el respeto por
el espacio público está implícito en el hecho de no transgredir
aquello que ha sido marcado, nombrado, delimitado y respetado
desde la primera ocupación.
En relación con esto, el caso de la quebrada La Rinconada es
bastante explícito, pues los vecinos transformaron un espacio
baldío y abierto en una cancha de fútbol y la nombraron como
“la cancha de las palmeras”. Este acto de apropiación implica,
primero, reconocer una característica espacial y singular del
lugar, que lo define y lo identifica, “allí donde están las

130
palmeras”, y, segundo, reconoce las prácticas relacionadas con
la idea de “cancha” como un lugar de encuentro y de juego. En
este caso, el nombre vehicula representaciones y, por lo tanto,
construye su identidad y atributo. Variados son los relatos que
hacen referencia a este hecho:
Norman: “aquí esta cancha la hicimos nosotros, algunos vecinos
nos juntamos y la hicimos, porque algo de recreación sirve. Esas
palmeras eran del vecino de pajonal (dueño del fundo). Él, antes
que hicieran la avenida, tenía esas palmeras en la entrada al
fundo, pero cuando rompieron (el cerro) para la prolongación del
camino de la avenida Alemania, las palmeras molestaban porque
estaban en la entrada, las sacaron y las pusieron ahí. Esas
palmeras tienen como ochenta años aproximados, me decía don
Germán Riegel (dueño del fundo), que era muy buen vecino, y
todavía somos buenos vecinos” (HF, hombre, 46 años, quebrada La
Rinconada)

Juana: Por ejemplo, yo fui una de las fundadoras del Club Deportivo
Comunitario “Las Palmeras” […] Este Club era para que los niños
jugaran a la pelota, es comunitario, para ayudar a la comunidad.
Hace 6 años atrás, en el 2003, y desde allí formamos el deportivo
comunitario” (HD, mujer, 53 años quebrada La Rinconada).

Valeria: “Aquí de repente los vecinos se organizan, y se hacen


campeonatos de futbol. En octubre pasado (2009), se hizo un
campeonato con la gente de acá arriba, y con eso se juntó plata
para arreglar la junta de vecinos. Porque la junta de vecinos
está destruida, […] se recolectó algo de plata, porque fue mucha
gente, y ocupamos la cancha Las palmeras, no ocupamos la cancha
que se hizo con la junta de vecinos n° 62 porque es muy chica
y está todo cerrado. Así que se hizo el campeonato ahí en las
palmeras, en esa cancha, se hizo, fue mucha gente, fueron más
de 200 personas, duró tres sábados seguidos, y las niñas que
lo organizaron vendieron hartas cosas, sopaipillas, empanadas,
dulces. Por eso le digo, aquí los niños se entretienen; por un
lado está el bosque, que es bueno para jugar, pero igual se
entretienen en eso espacios que tenemos aunque son pocos, o se
van a la cancha de Las palmeras” (HD, mujer, 37 años, quebrada
La Rinconada)

Ricardo: Todos nos juntamos acá, nos juntamos en la cancha y


después jugamos a la pelota […] acá nos podemos juntar por aquí
afuera no hay nada. Lo bueno es que aquí no pasan ni autos, y
venimos a jugar más de 15 cabros, jugamos aquí con todos, nos
gusta juagar aquí, y vienen hartos de afuera (de la quebrada).
Pero igual sería bueno que la arreglaran, porque la cancha no
tiene arcos, y no tiene luz y si tuviera podríamos jugar en la
noche, y que se hagan más campeonatos como el año pasado” (HCRF,
hombre, 16 años, quebrada La Rinconada).

La decisión de dejar un espacio común, es una decisión que si

131
bien no se tomó en conjunto, se la reconoce implícitamente y,
por lo tanto, todos la respetan. De esta manera, la creación del
espacio público en las quebradas es un proceso colectivo, que se
instaura y se formaliza desde la práctica social; por lo tanto,
es avalada por todos en la medida que se reconocen como grupo en
aquellos espacios.
En este caso vemos cómo los vecinos coinciden en el hecho de
que la cancha es parte de los proyectos que, como grupo, han
llevado a cabo. La utilización de ese espacio baldío como cancha
es respetada por los vecinos y ninguna persona se ha atrevido a
ocuparlo con viviendas, porque reconocen en el lugar un valor,
un espacio de expresión y de reunión.
Sin embargo, también encontramos el caso opuesto, es decir,
cuando se trasgrede ese espacio que ha sido definido por los
mismos vecinos como espacio público, por años. La señora Doraliza
nos cuenta, con gran pesar, que por hacer una buena acción, los
vecinos se molestaron con ella, porque permitió a una nueva
familia instalarse en la parte delantera de su sitio. De forma
general, ella señala que al principio no hubo problemas, pero
luego la nueva familia a comenzó a apropiarse de más espacio del
que se podía, ocupando parte del pasaje público por el cual se
accede a la quebrada. Ella considera que los nuevos vecinos no
entendieron las reglas que existían allí y por eso hicieron lo
que hicieron. Ella dice:
“Aquí de hace rato que no llega nadie nuevo, porque la gente sabe
que esto está lleno, los vecinos, pero que están aquí abajito
son nuevos, yo les di permiso para que se pusieran allí, pero
ahora como son nuevos no saben cómo es aquí, y se han tomado
todo mi patio y parte del pasaje. Entonces los otros vecinos se
enojaron conmigo, porque nadie los conocía y no saben cómo se
vive aquí. Pero uno lo hace por los niños, igual necesitaban
donde instalarse” (HF, mujer, 78años, quebrada Las Cañas).

El espacio público de las quebradas, como producto informal


y de reivindicación del derecho a la sociabilización, es un
espacio cualificado por el uso y que construye ciudad en el
sentido propuesto por Borja, quien plantea que la ciudad es,
ante todo, espacio público y el espacio público es ciudad (Borja,
2011), señalando que “En las periferias de las grandes ciudades
latinoamericanas aparecen nuevas dinámicas de ocupación del
territorio en forma de asentamientos que con la organización y
la autogestión tratan de construir ciudad y no solo viviendas

132
precarias” (2003: 131).
Los habitantes construyen ciudad, en el sentido que dotan de
contenido y sentido lugares al interior de la quebrada, a partir
de las prácticas sociales y las prácticas espaciales que dan forma
y delimitan dicho espacio. Podríamos decir que los habitantes de
las quebradas han sido urbanistas, planificadores y arquitectos.
En el sentido que son ellos quienes han definido cómo usar el
espacio y organizarlo para nombrarlo e identificarlo.
Estos espacios públicos informales son la evidencia de la
apropiación y expresión de los habitantes en cuanto que comunidad
y barrio. Mediante estos espacios públicos informales, cualifican
la quebrada y demuestran su arraigo al territorio y la pertenencia
al grupo. Son espacios y momentos de distracción, son espacios
que traen a la quebrada un poco de aquello que la ciudad tiene
y que en la quebrada no existe, mediante micro intervenciones
urbanas al alcance de los habitantes, materializadas en pequeños
bancos de madera, arcos de fútbol, toldos, sillones, columpios,
etc.
En estas condiciones, el espacio público se transforma en
función de las festividades, de las actividades comunitarias y
promueve una identidad colectiva. Esto, sin embargo, en muchos
barrios planificados y/o formales, ha desaparecido, sobre todo
en conjuntos habitacionales de vivienda social construidos en
las periferias de las ciudades y en los barrios o condominios
cerrados de la clase media y alta. Allí el espacio público, de
recreación y de sociabilización viene prediseñado y, por ende,
la apropiación está supeditada y dictada por la planificación y/o
normas internas.

Figura 17: Fotografía de espacio público informal, “Ramada Pueblo sin ley”,
Quebrada La Rinconada, Octubre 2014.

133
Figura 18: Fotografía de espacio público informal “El rincón de Luchito” en Calle
el Bosque, Cerro Ramaditas, Octubre 2014.

Figura 19: Fotografía de espacio público informal “Cancha Las Palmeras”, asientos
de neumáticos, quebrada La Rinconada.

134
Finalmente, consideramos que el espacio público informal es una
apropiación socio-espacial materializada desde las prácticas
sociales reiteradas en un territorio no planificado. Rapoport
señala “que el hombre construye para dominar su entorno, pero es
a la vez un entorno físico y un entorno idealizado que él domina”
(Rapoport, 1972:83). Sabemos que el espacio público informal
carece de un soporte adecuado, sin embargo, su significado como
espacio idealizado es el que hace posible su materialización,
identificación y reconocimiento por parte de los habitantes.

3.0- Apropiación espacial que implica un arraigo espacial.


La toma Porteña como proceso evolutivo.

En este capítulo expondremos el proceso evolutivo y formal de


instauración de la toma en las quebradas de Valparaíso, las
cuales se consolidan materialmente a partir de tres escalas
de intervención. Definiremos la toma como la acción de ocupar y
habitar ilegalmente un terreno o sitio, es “la posesión de un
terreno sin ventas ni títulos” (Davis, 2010: 48), para poder
habitarlo construyendo una casa, una pieza o una mediagua.
En el caso de Valparaíso, la característica principal de la toma
porteña, es que esta última es de carácter familiar y suele no
tener planificación previa. Esta característica determinará la
apropiación a escala barrial y a escala familiar, en el sentido
que cada familia define y determina sus territorios de dominio.
La apropiación espacial es un proceso de larga duración, que
va construyendo y concretando poco a poco sobre el terreno
una forma de habitar y de relacionarse con los vecinos, con
el espacio natural y con la ciudad. Este proceso tiene que ver
con lo que plantea Busquets, quien dice que la apropiación del
espacio en los barrios de urbanización informal, “se entienden
como una forma de crecimiento que se apoya en la transformación
de suelo ‘rústico’ a ‘urbano’ a través de la simple definición de
las parcelas que, a su vez, son el soporte de la construcción
de las coreas41 sin la previsión de ningún tipo de urbanización”
(1999: 78).
Así, de forma general, la apropiación espacial de la quebrada
mediante la toma de terreno está definida a partir de tres
eventos principales: la instauración, la consolidación y la
regularización de la toma.

41 Coreas: sinónimo de casa o mediagua. “Vivienda incompleta pero económica, precaria


pero flexible [...] Tipo edificatorio básico que supone un proceso de construcción de la vivienda
a partir de la gestión de la propia familia usuaria, con un máximo ajuste entre las necesidades
y los recursos disponibles” (Busquets, 1999: 75).

135
3.1- Instauración de la toma, como acción y estado.
“Ahora estoy viviendo en toma”
(HF, mujer, 53 años, quebrada La Rinconada).

La toma de terreno, para los habitantes de las quebradas, tiene


dos significados: primero, designa la ocupación de hecho, es
decir, el acto primigenio de instauración y apropiación de un
espacio para la construcción de una vivienda y, segundo, designa
el estado en que se encuentran actualmente o se encontraban antes
de la regularización de los sitios, definiéndola como un lugar.
El lugar lo entendemos como el espacio cualificado, es decir,
practicado, que se va definiendo y construyendo paulatinamente a
partir de las marcas de las prácticas cotidianas.
En relación con esto, la señora Juana, cuando trata de explicar
su situación actual en la cual se encuentra con respecto a la
tenencia del sitio que ocupa, dice, en primer lugar, “haber
hecho una toma”, definiendo la toma como una acción; en segundo
lugar, dice “vivir en una toma”, definiendo la toma como un lugar
y, finalmente, dice que “todos somos una toma”, extrapolando la
idea de la toma a una escala barrial. Ella afirma:
“Yo he vivido en tres diferentes terrenos, aquí en este mismo
cerro, pero ahora estoy en toma. Cuando mi mamá falleció, tuve
que salir y me ‘hice una toma’ acá, me vine para acá. ‘Ahora
estoy viviendo en toma’. Vendieron donde vivía mi mamá la primera
vez que llegamos, se vendió pero acá en Los Olivos Bajos para
adentro, ‘somos todos una toma’, hay ‘muchas familias que están
en toma’” (HF, mujer, 53 años, quebrada La Rinconada).

Es decir, “hacer una toma” implica una acción, que se define por
el evento de tomar posesión de un terreno, que se formaliza por
la delimitación del sitio mediante un cerco o por el canteo
de la ladera de la quebrada. Y “Estar en toma”, implica un
estado que define una situación y un modo de habitar, en el que
se encontraban o se encuentran los habitantes actualmente. Es
decir, los habitantes no solo dicen “yo me tomé un terreno”, sino
que también dicen “yo vivo en una toma”, dejando claro que la
toma no es sólo un acto de apropiación, sino que también es un
lugar apropiado (tomado).
Esto queda claramente explicitado en los siguientes fragmentos
de relato, donde los habitantes definen la toma como acto y
estado.

136
Valeria:
“Yo me lo tomé y lo cerqué […] y la mayoría (de las familias) de
aquí ‘estamos viviendo en toma’, hay mucha gente ‘que vive en
toma’” (HD, mujer, 37, años quebrada La Rinconada)
Señora Juana:
“Yo llevo 10 o 15 años aquí en Los Olivos, pero toda mi vida ‘he
vivido en tomas’ y en quebradas, yo tengo 54 años” (HF, mujer,
54 años quebrada La Rinconada).
Ana:
“Toda esta gente, que vive para este lado ‘son puras tomas’,
no hay nadie que tenga o diga yo lo compré, y para el otro
lado, después con los años hicieron un bosque de eucaliptos,
pero duraría 50 años el bosque, no sé cuánto duro, hasta que
lo cortaron también para ‘hacer tomas’” (HF, mujer, 75 años,
quebrada Las Chanas).
Nancy:
“Estas ‘son tomas que hicieron’, yo me vine, hace como 10 años
que estoy acá, […] así en las condiciones que estoy yo, hay mucha
gente, hay muchos porque han llegado casas nuevas, gente nueva”
(HF, mujer, 76 años, quebrada La Rinconada)
Cristina:
“Esto ‘fue una toma’, en esos años estaba el Señor Frei sí… y el
Señor Frei42 (Ex-presidente) dijo a toda la gente, una vez que se
hizo una fiesta aquí abajo en la cancha y dijo que toda la gente
que no tenía casa y que no tenía dónde vivir, que se hiciera una
toma no más” (HF, mujer 71 años, quebrada Las Cañas).

Por otra parte, el sentido utilizado por la Señora Juana en su


relato explicita claramente la “idea de lugar”, implícita en la
toma de carácter familiar, definiendo la espacialidad que posee
la toma. Ella dice:
“Aquí hay tomas donde la casas están casi colgando” (HF, mujer,
53 años, quebrada La Rinconada).
La toma como acto y estado va paulatinamente posibilitando procesos
de arraigo, de pertenencia, de soberanía y de solidaridad entre
los vecinos. Y esta situación de estar en toma solo cambia cuando
se regulariza la tenencia del sitio.
Consideramos que es necesario indicar estas diferencias en el
significado que los habitantes de las quebradas le otorgan a la
palabra toma, porque habitualmente, a nivel nacional, se tiende
a homologar todas las tomas de terreno a aquellas ocurridas
entre los años 1950-1970 en Santiago, puesto que han sido las
más estudiadas y documentadas.

42 Eduardo Frei Montalva, presidente de Chile periodo 1964-1970.

137
3.2- Ocupación y distribución de los sitios
La ocupación y distribución del espacio de la quebrada es aleatoria
y, por lo tanto, la geometría de los sitios resultantes es
irregular, casual, incierta y azarosa. Las formas y dimensiones
que poseen los terrenos son desiguales y no obedecen a ninguna
lógica o coordenada cartesiana. Más bien nacen a partir de
lógicas orgánicas, laberínticas y múltiples. Esta etapa de
distribución y formalización de los sitios está determinada por
la definición de los límites del terreno apropiado, sea que estos
se materialicen físicamente o no.
Lo interesante en la construcción de los límites entre los sitios
de las quebradas, es que estos pueden permanecer por mucho tiempo
en calidad de límites virtuales, donde cada habitante sabe lo
que le pertenece y sabe lo que le pertenece a sus vecinos. Así,
los límites entre sitios pueden permanecer en un estado virtual
e indefinido hasta cuando sus habitantes comienzan el proceso de
regularización de sus sitios. Una de las primeras acciones para
comenzar dicho proceso, es limitar el sitio apropiado para que
este pueda ser mensurado y dibujado por un técnico del municipio
o del Ministerio de Bienes Nacionales, dando origen así a un
lote, que luego aparecerá en los planos oficiales de la ciudad.
Anteriormente mencionamos que la característica principal de las
tomas de terrenos en las quebradas de Valparaíso es que son tomas
de carácter familiar. De esta manera, previo a la instauración
de una toma, no se predeterminan las dimensiones que tendrá el
sitio; por el contario, este se define y se modela en función de
las necesidades de la familia. Así, la forma y dimensión de cada
sitio estará determinado en función de:
a) Las características topográficas del sitio. Sea que
estos se sitúen en las laderas de la quebrada o en el fondo de
la misma.
b) El espacio disponible a la llegada de una nueva familia
a la toma, es decir, en relación con la densidad habitacional
que presenten las quebradas. Esto se debe, principalmente, a
que las tomas de carácter familiar son a destiempo, es decir,
las familias no llegaron todas juntas a vivir al lugar, como sí
ocurre en las tomas de carácter colectivo que son al unísono y,
por tanto, la distribución de los terrenos es equitativa y en
función del número de familias de la toma.
Así, en el caso de las quebradas, las primeras familias que llegaron
poseen terrenos de mayor tamaño y las familias más nuevas, han

138
tenido que adaptarse a los retazos o espacios residuales dejados
por las primeras. Es decir, el tamaño de los sitios dependerá
del espacio que cada familia determine apropiarse, dependiendo
de sus necesidades personales en relación con el número de
integrantes de la familia y de los recursos disponibles para
construir.
Por lo tanto, esta distribución de los terrenos no es equitativa,
ni busca serlo, ya que cada familia, a juicio personal, sabe
lo que necesita para vivir y en función de aquello se ha
tomado un lugar sin pasar a llevar los intereses de los otros
habitantes. Es un sistema sin ningún control preestablecido,
pero democrático. Esto sólo cambia cuando el número de familias
instaladas en la quebrada consideran que ya no pueden aceptar a
nuevos vecinos y, por lo tanto, se pone en práctica la soberanía
comunitaria, anteriormente definida.
Con respecto a esto, la señora Juana, dirigente de la quebrada La
Rinconada, quien ha habitado en tres diferentes tomas, reflexiona
que uno de los problemas de esta manera aleatoria de distribución
de los terrenos, es que, finalmente, las familias más nuevas
poseen terrenos que ella considera demasiado pequeños y, por lo
tanto, viven hacinados. Ella dice:
“El problema es que hay gente que tiene terrenos muy chicos y
hay otros que tienen dos terrenos para una casa; es que aquí es
a la suerte no más, o sea, según lo que uno se tome. Por eso en
la toma hay como 120 familias y hay familias que viven de dos […]
algunas de ellas viven hacinadas, por ejemplo los Troncoso, son
tres familias en una sola casa” (HF, mujer, 53 años, quebrada La
Rinconada).

c) Las relaciones familiares que existen entre los nuevos


vecinos y los antiguos; esto se ejemplifica cuando una familia
llega a una toma mediante el proceso de movilidad familiar,
puesto que esta se adapta al espacio que le es ofrecido por sus
familiares o amigos previamente instalados.
En relación con esto la señora Cristina nos cuenta que cuando
ella estaba encinta, en 1965, quiso independizarse de sus padres,
y en ese momento su madre le dijo “hacete allá una pieza”, la
cual ella emplazó en el mismo terreno donde estaba la casa de
su madre.
“Mi mamá me tiró para acá, yo quería aquí al frente, pero mi mamá
me dijo: no, “hacete” allá una pieza, aquí empecé yo, con una
pieza [...]. Así fue, mi hermana vivió ahí también, mi hermano,

139
mi cuñada todos vivieron a ese lado, pero a mí no me admitieron a
ese lado, me echaron de ese lado” (HF, mujer, 71 años, quebrada
Las Cañas).

De este modo, la distribución y tamaño de los terrenos dependerán


de los factores antes explicitados y pueden aparecer en conjunto
o independientemente.

3.3- Tres escalas de intervención espacial


Dos de las temáticas más recurrentes que aparecieron en las
entrevistas fueron el “sueño de la casa propia” y la noción
multi-escalar de intervención en el hábitat informal. Así, la
apropiación espacial de las quebradas se expresa, materialmente,
a partir de tres escalas de intervención complementarias, las
cuales están en constante mutación.

3.3.1- Primera escala de intervención: territorial


“Nosotros metimos máquina para excavar el cerro
y dejar algo plano para la casa”
(HF, mujer, 54 años, quebrada La Rinconada).

Esta escala de apropiación encuentra una reminiscencia en el


antiguo augur romano43, y se refiere a la elección de un lugar
propicio para construir una casa. En nuestro caso, esto se refiere
a localizar y establecer la toma. Este primer acto se constituye
como toma de posesión de un lugar, ya sea por una comunidad, por
un pequeño grupo o individualmente.
En esta escala territorial, los sitios se estructuran
estableciendo un loteo, generando una primera aproximación
para definir la trama urbana. El orden y la forma de los lotes
de las quebradas, a diferencia de las tomas en Santiago4445,

43 Los romanos tomaron el ritual del “inauguratio” o fundación de una ciudad de los
etruscos, y consistía básicamente en lo siguiente: En primer lugar, un augur consultaba los
presagios y confirmaba si el lugar resultaba propicio para los dioses. En caso favorable, se
procedía al “inauguratio”: se marcaba el perímetro de la ciudad, en el lugar elegido, con un
arado tirado por dos bueyes. Después se efectuaba la delimitación: se establecían tres zonas
(sagrada, pública y residencial). Más tarde, un sacerdote oficiaba la consagración: un sacrificio
en honor de la Tríada capitolina (formada por los dioses Júpiter, Juno y Minerva).Por último,
se llevaba a cabo la centuriación, o división del territorio en centurias o parcelas cuadradas,
y se hacía el reparto entre los colonos.
44 Las tomas en Santiago, como lo hemos enunciado anteriormente, son de carácter
colectivo (no necesariamente familiar) y sincrónica y, por lo tanto, la división del terreno
y distribución de los lotes están determinados por el número de familias involucradas. Así,
el resultado del loteo resulta en una geometría regular y equitativa. Por ejemplo, la toma
de la Victoria en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. En cambio, en Valparaíso, las tomas son
individuales (de carácter familiar) y asincrónica, y el resultado del loteo resulta en una
geometría irregular y aleatoria.
45 Cantear significa labrar los cantos de una piedra u otro material, guarda relación con
el arte de la sillería.

140
son azarosas, aleatorias y geométricamente irregulares. La
forma del lote depende del espacio disponible al momento de la
llegada a la quebrada de cada familia, por lo tanto, los lotes
no poseen una dimensión estándar, sino que se originan a partir
de los agenciamientos entre las viviendas preexistentes y en
función de la naturaleza topográfica de la quebrada; el loteo
posee una estructura azarosa donde cada terreno tiene el tamaño
que cada familia quiere darle.
Esta primera escala de apropiación es de carácter estereotómica,
la cual se define por el acto de excavar y de trazar46 el
terreno natural, para modelarlo y darle forma. Es decir, es una
apropiación mediante la sustracción de materia al cerro, que da
origen a pequeñas terrazas donde se levantará a la vivienda. Esta
idea de sustracción de un todo hermético (ladera-cerro), “es un
continuum de materia, que aún después de haber sido sustraído,
sigue existiendo”. (Aparicio, 2006: 20).
Alberto Campo Baeza define la arquitectura estereotómica como
aquella en que la gravedad se transmite de manera continua, en
un sistema estructural continuo, “Es la arquitectura masiva,
pétrea, pesante. La que se asienta sobre la tierra como si de
ella naciera. Es la arquitectura que busca la luz, que perfora
sus muros para que la luz entre en ella. Es la arquitectura del
pódium, del basamento. La del estilóbato. Es, para resumirlo, la
arquitectura de la cueva” (2000:61).
De esta manera, esta primera apropiación estereotómica define un
modo de emplazarse como la primera huella trazada en el terreno,
como primer lugar significado y delimitado, con el cual se toma
posesión y posición en el territorio. Y que con el tiempo se
materializa y se durcifica50 mediante la construcción de muros de
contención y zócalos en piedra o en hormigón.
En esta etapa no sólo se trazan los terrenos o lotes que acogerán
las viviendas, sino que también, como dijimos anteriormente, se
trazan y se excavan los espacios públicos entre ellas, definiendo
de esta manera los agenciamientos entre las viviendas y el modo
de acceder a cada una de ellas.
Por ejemplo, en una ladera de una quebrada es poco habitual
encontrar viviendas con tipología de fachada continua, porque
los habitantes tienen claro que se debe dejar, cada cierto
tramo, un espacio o acceso entre las viviendas que permita a las
personas que viven más abajo o más arriba en la ladera poder
acceder a ella.
46 Durcifica: sinónimo de solidificar, termino francés que es utilizado en el urbanismo
para hacer referencia a la solidifación y/o impermeabilización del suelo natural.

141
Figura 20: escalera horadada directamente en el suelo natural; a falta de materiales,
el cerro se esculpe y se le da la forma deseada.

De esta manera, este primer acto de apropiación espacial es


reconocido por los habitantes como una toma de posesión, es
decir, el sólo hecho de excavar y recortar el cerro indica que
ese terreno ya le pertenece a alguien, independiente que exista
o no construcción alguna sobre él. Así, ante la ausencia de un
suelo horizontal, el hábitat informal se sitúa y se acomoda a la
topografía de sus cerros y quebradas, mediante una apropiación
estereotómica.
Este proceso se puede apreciar en el relato de la señora Ernestina,
quien nos cuenta que antes de la construcción de su casa, ella,
su marido y sus hijos debieron excavar el cerro para dotarlo de
una superficie horizontal que diera cabida a la casa. Cuando ella
se refiere a este evento utiliza, metafóricamente, el apelativo
“los topos” para referirse a ella y a su familia. Ella comenta:
“¡Uyy, si yo me acuerdo cuando llegamos! Aquí éramos ‘los topos’,
(risas)… imagínese era una de cavar y cavar el cerro, para poder
tener un pedacito de sitio plano así, (lo señala con las manos)
para poder construir la casa […], así nos decían a nosotros los
vecinos de al frente de arriba: ‘los topos’” (HF, mujer, 80 años,
quebrada Las Cañas).

142
Don Héctor, yerno de la señora Ernestina, quien llegó a la
quebrada después del terremoto de 1985, también hace referencia
a esta primera escala de apropiación, cuando cuenta que fue su
suegro quién comenzó a “picar” el cerro para que él pudiera
construir su vivienda y que luego él solo continúo con el
trabajo:
“Llegué aquí por mis suegros que viven aquí, esto era solamente
cerro y tuvimos que cavar el cerro, para poder tener un pedacito
horizontal donde poner la casa. [...] él (suegro) me dio este
terreno y continué cavando el cerro para comenzar a construir,
empecé con dos habitaciones” (HCRF, hombre 51 años, quebrada Las
Cañas).

En relación con esto, la señora Ximena nos cuenta que a su


llegada a la quebrada el terreno estaba completamente cubierto
de arbustos de moras, por lo cual, ella y su esposo debieron
primero limpiarlo y luego comenzar a picar. Ella dice:
“Como yo te decía, acá esto era pura zarzamora, entonces lo
primero que hicimos nosotros fue sacar la zarzamora, y luego mi
esposo y mi hermano empezaron a ‘picar’, para ampliar un poco
el sitio y tener un espacio para poner otra pieza, porque aquí
ya había una pieza” (HCRF, mujer, 51 años, quebrada Las Cañas).

Vemos que esta etapa de apropiación es previa a cualquier


construcción, bien que el espacio horizontal que se obtenga sea
pequeño, producto de la fuerte pendiente de los cerros, siempre
se considera este mínimo espacio horizontal para poder fundar la
casa, el cual después se puede extender mediante plataformas en
madera u hormigón armado.
“Yo me lo tomé y lo cerqué, cuando llegue aquí no había nadie,
esto era cerro. Mi marido cercó, limpió. Cuando llegamos aquí
esto era un basural, lo primero que hicimos fue limpiar, sacar
la basura y comenzar a cavar” (HD, mujer, 37 años, quebrada La
Rinconada).

La apropiación espacial en un sitio es una voluntad y una acción


material formalizada en la delimitación de este sitio mediante
un cerco. Esta delimitación implica una visualización material
que evolucionará a medida que se presenten las oportunidades
económicas.

143
3.3.2- Segunda escala de intervención: familiar
“Antes había solo una pieza […] esta es una mediagua que compramos,
y después nos agrandamos para cada lado, […] para allá y para acá,
[…] y ahora mi proyecto es hacer un segundo piso”
(H.F, mujer, 54 años, quebrada La Rinconada).
Esta escala es familiar o individual, y se constituye con la
autoconstrucción de la casa, sea una pieza, una mediagua o un
rancho. Acto no planificado, realizado sin permisos, y fuera de
las regulaciones técnicas que establece la ley. Se constituye en
la inmediatez con el medio natural, el paisaje y con los medios
económicos y materiales disponibles.
Esta segunda escala de intervención es de carácter tectónico y
es incremental, es decir, va evolucionando en la medida que las
familias disponen de recursos económicos para la ampliación o
mejora de la unidad habitable inicial. Es, por lo tanto, una
apropiación por adición de nuevas estructuras sobre el terreno
previamente trazado.
Campos Baeza señala que en la arquitectura tectónica la gravedad
se transmite de manera discontinua, porque está compuesta de
partes y no es un continuum y la define como una arquitectura
“ósea, leñosa, ligera, es la que se posa sobre la tierra como
alzándose sobre puntillas. Es la arquitectura que se defiende de
la luz, que tiene que ir velando sus huecos para poder controlar
la luz que la inunda. Es la arquitectura de la cáscara, la del
ábaco. Es para resumirlo así, la arquitectura de la cabaña”
(2000: 61).
Lo tectónico tiene que ver con lo fibroso, lo inacabado, lo
ligero, lo grácil, lo delgado, lo dúctil, el ideal de la cabaña
sobre los árboles. En este sentido, consideramos que la casa de
la quebrada tiene carácter tectónico porque se posa ligeramente
sobre el terreno, con pilares que le permiten completar mediante
plataformas el suelo horizontal inexistente. Es, por lo tanto,
una construcción progresiva, de sucesivas adiciones, abierta
al paisaje, y se mide y define en relación con sus vistas,
asoleamientos y la topografía.
En la arquitectura tectónica, los límites de los lugares siempre
pueden ser modificables, tanto por las prácticas cotidianas que
los definen, como por los eventos naturales que los afectan. Los
límites no son estáticos ni invariables, la luz, la sombra,
el viento, la lluvia, son factores que la modifican. La casa
es una sumatoria aleatoria que se construye y se reconstruye
constantemente en relación con los eventos que se entrelazan en
el cotidiano del día a día.
Jesús María Aparicio dice que la palabra “tectónico en alemán
es ‘wand’, que tiene su etimología en ‘gewand’, que significa
vestir. De esta manera lo tectónico está conectado con la ropa,
con el cubrirse, y por tanto, también con el esqueleto, la
estructura. Este tipo de construcción se lleva acabo de una
manera bidimensional, y el edificio se nos presenta como un
“discontinuum” de materia en el espacio. En este caso el edificio
crea juntas, que son resultado de la unión de las formas que lo
visten .Lo tectónico tiene relación con el trabajo textil, ya
que el edificio es un vestirse de ropas. Lo tectónico tiene que
ver con la idea de morar” (Aparicio, 2006: 171).
En este sentido, la casa en la quebrada es un discontinuum, por
su naturaleza incremental y fragmentaria que se construye y
evoluciona en función de las posibilidades, sueños y proyectos
de las familias. La materialidad de la casa en la quebrada es
predominantemente la madera, por su ductilidad y facilidad de
trabajo. Es un material que permite superponer, armar, rearmar
y reutilizar las estructuras soportantes.
El proceso evolutivo de construcción de la casa es un proceso
mencionado por la totalidad de los entrevistados, pues ninguna
de las viviendas de los entrevistados se realizó de una sola vez.
Es un proceso de transformaciones y sucesivas superposiciones
espaciales y materiales.
En relación con esto, la señora Trinidad, de la quebrada La
Rinconada, nos cuenta que ella comenzó con una pieza (9m2), la
cual, luego de un deslizamiento de terreno en la ladera, tuvo que
reconstruir y para ello compró una mediagua (21m2), unidad que
fue sucesivamente ampliada. De esta manera, la mediagua pierde
su forma primigenia y se transforma en una casa. Con respecto a
esto ella dice:
“Todo esto es de nosotros, lo hicimos nosotros, todos cooperamos,
y el caballero sabía de construcción. Antes teníamos solo una
pieza, chiquita; ahí teníamos todo junto, y se le vino el cerro
abajo y tuvimos que empezar de nuevo. Esta fue una mediagua
que compramos, y después nos agrandamos para cada lado, para
allá y para acá, en este el sector, porque es el más firme
para construir, porque está alejado del cerro, y así nos fuimos
agrandando. Ahora tenemos como 60 m2, o no sé, en realidad, nunca
lo hemos medido. Mi casa ha crecido, antes era una piececita y
ahora mi proyecto es hacer el segundo piso” (HF, mujer, 54 años,
quebrada La Rinconada)

145
En este relato se ilustra, claramente, el proceso evolutivo de
construcción y transformación de la vivienda.

3.3.3- Tercera escala de intervención: barrial


“Fuimos a la municipalidad […] para que pusieran los postes de luz”
(HCRF, mujer, 51 años, quebrada Las Cañas).

Esta escala se constituye con la auto-urbanización del espacio


público informal, en pos de una mejora del entorno de la vivienda.
Esto puede implicar la instalación de redes básicas de suministro
de agua, de electricidad y de alcantarillado. Como también el
mejoramiento o creación de equipamientos de uso público.
Consideramos que esta es la tercera y la última escala de
intervención en las quebradas, porque comienza a gestarse solo
cuando las dos escalas previas ya están aseguradas. Además,
porque todos los terrenos ocupados por una toma, no estaban
previamente urbanizados.
Las quebradas de Valparaíso son, por lo tanto, territorios
multi-escalares en constaste configuración, que obedecen a sus
propias lógicas de crecimiento y de consolidación, y hoy día
presentan un tejido urbano propio de desarrollo orgánico. De
esta manera, en esta escala de intervención, la participación del
grupo en proyectos que persigan objetivos en común, son claves
para la consolidación y mejora de la quebrada. Los espacios
públicos trazados en la primera escala de intervención comienzan
a consolidarse, mediante proyectos de intervención municipal,
proyectos generados a partir de demandas expresadas por los
habitantes, o bien, por la acción directa de estos últimos.
Hemos podido constatar que siempre existe una preocupación por
el espacio público, el cual los habitantes han trazado y se lo
han apropiado a partir de las necesidades y deseos de consolidar
la quebrada como un barrio.
En relación con la participación de los habitantes de barrios
informales en el mejoramiento del mismo, Hernández menciona
que “el éxito de la socialización se hace evidente a través de
la transformación de espacios baldíos en parques, jardines y
áreas de juego; esto humaniza el espacio y le otorga mayores
grados de habitabilidad a través del diseño, la construcción,
la apropiación y territorialización de espacios de simbolismo,
recreo e intercambio vecinal” (2008: 112).
Desde esta perspectiva, consideramos que el mejoramiento del
espacio público en las quebradas es una prueba evidente de la

146
socialización y participación entre los habitantes y, por lo
tanto, es producto directo de una práctica social.
En relación con la formalización espacial de esta apropiación
social del espacio público, consideramos que es una intervención
de carácter mixto, es decir, es tectónica cuando el espacio público
se dota de estructuras superpuestas, como puentes y escaleras de
madera. Y es estereotómica cuando el espacio público se moldea
y se durcifica mediante muros de contención, pavimentación de
pasajes, escaleras, enmallado de los cerros, etc.
Uno de los aspectos determinantes en esta consolidación y
apropiación paulatina del espacio público es la dotación de
servicios básicos a la quebrada de forma colectiva, servicios
que no existían a la llegada de las familias a la quebrada, y
fueron ellos quienes gestionaron su instalación.
En relación con esto, don Héctor menciona que el proyecto de
alumbrado público de la quebrada Las Cañas, fue un proyecto
que ellos demandaron a la municipalidad, por medio de la junta
de vecinos, así como también la pavimentación del pasaje y la
instalación de una baranda en este último. Estos tres proyectos
de mejoramiento pueden ser considerados, por alguien ajeno a
la quebrada, como precarios y poco relevantes, sin embargo,
para sus habitantes, esta transformación paulatina del espacio
público representa el fruto de su organización social y sentido
comunitario en cuanto que se consideran ellos mismos un grupo y
barrio. Por esta razón, estos proyectos están presentes casi en
la totalidad de los relatos. Él menciona al respecto:
“Fuimos a la municipalidad, o sea la presidenta fue, ella ayudó
harto para que pusieran los postes de luz y hacer que siguiera la
huella. Llegaron camionadas de huevillos a la esquina, camionadas
de cemento, trajeron todo los de la municipalidad, y la mano de
obra la tenían que poner los vecinos, claro, así hicimos todos
acá, todos los vecinos se levantaban temprano a “encementar”, a
soldar. Mi marido es soldador e hizo esa baranda de la huella
(pasaje), porque igual hay hartos niños y se necesitaba; él
llegaba de la pega y hacia unos pinchazos (soldaba)” (HCRF,
mujer, 51 años, quebrada Las Cañas).

El aprovisionamiento de agua, el cual, en los primeros años de


configuración del barrio estaba asegurado gracias a las vertientes
existentes en cada una de las quebradas —en promedio, hace 45
años—; con el tiempo y a causa de la contaminación por aguas
servidas, los habitantes tuvieron que encontrar nuevas formas de
aprovisionarse de este bien. Los lugares de aprovisionamiento de

147
agua eran identificados por los vecinos como lugares de encuentro.
Con respecto a esto, la señora Ximena nos cuenta:
“Cuando yo llegué aquí no había nada, casi nada de casas, y
corría pura agua, incluso yo cuando estaba lola lavábamos los
pañales allá abajo, nosotros usábamos el agua de la vertiente,
aquí corría el agua de allá de arriba del cerro, y nosotros
bajamos a lavar los pañales, y el agua incluso se podía tomar
po’, con eso hacíamos el almuerzo y todo, pero era toda agüita
limpiecita, clarita y todo, y ahora ya está toda contaminada,
está todo contaminado, claro, por la cuestión que uno tira a la
quebrá” (HCRF mujer, 51 años, quebrada Las Cañas).

La señora Inés complementa diciendo:


“Aquí no teníamos agua potable, en realidad nadie tenía, había
una vertiente, que la habían arreglado (los vecinos) con unos
ladrillos y allí iba toda la gente a buscar agua, esa era la llave
que teníamos nosotros; incluso algunos hicieron una conexión
con cañería de cobre. Hasta que se hizo tira la llave que había
allí y le echaron la culpa a mis hijos, como ellos pasaban todo
el día solos, porque yo tenía que trabajar y resulta que había
sido otro caballero, que traía a un burro de allá del cerro
Merced a tomar agua aquí y el burro la rompió. Entonces, para
que parara el leseo, fui a comprar una manguera súper larga,
porque la vertiente estaba allí donde ahora está el puente […] Y
yo la ponía en la tarde cuando llegaba del trabajo, la manguera
y llenaba un tambor que teníamos aquí afuera, yo lo lavé bien y
así juntaba agua para que los niños tuvieran para lavarse y para
tomar al otro día” (HF, mujer, 90 años, quebrada Las Cañas).

Por su parte, don Manuel, quién llegó en 1950 a la quebrada La


Rinconada, señala tres aspectos interesantes en cuanto a la
resolución por parte de los habitantes de las necesidades a
nivel del espacio público y de los servicios básicos. Primero,
se refiere al tema del agua y dice que existían, así como en Las
Cañas, unas vertientes y un pozo que permitían a sus habitantes
abastecerse de este bien. Segundo, se refiere al suministro
eléctrico de las viviendas, el cual, por mucho tiempo, fue de
carácter informal, es decir, la mayoría de los vecinos “estaban
colgados” a la red pública de forma ilegal. Y tercero, señala que
entre los habitantes construyeron un puente en el sector bajo de
la quebrada para poder salir de allí.
Un pozo:
Con respecto al abastecimiento del agua, él señala:
Aquí había un pozo, había un pozo de agua, de esos que sacan
agua, que se alimentaba con unas vertientes, pero después como

148
empezaron a construirse más casas y toda la gente tiraba la orina
a la falda del cerro, así que eso se fue acumulando y luego de un
tiempo el agua ya no servía, y luego más encima vino una sequía,
así que ahí hicimos un nuevo pozo dónde está ese muro abajo en la
‘quebrá’( diminutivo de quebrada), ahí hicimos, porque ahí salía
harta agua también. Hicimos un pozo, pero había que levantarse
temprano porque después las viejas se agarraban a jarrazos, y así
comenzaban las peleas por el agua (risas) las viejas decía: ¡yo
llegué primero!, ¡que no hay agua! y todo eso” (HF, hombre, 79
años, quebrada La Rinconada).

Un poste:
En cuanto a la electricidad, don Manuel nos cuenta que él, junto
con su hermano y su compadre, instalaron un poste de luz para la
quebrada, desde donde todas las familias se “colgaron”:
“Aquí no había luz eléctrica, nada, nada, después nosotros
instalamos un poste allá arriba y así sacamos la luz e instalamos
todo, pero después me dieron ‘el pago de chile’47; después yo
tenía luz y le pasaba a mi compadre por intermedio de la radio,
le pasaba una cable, para que escuchara la música él, y después
vinieron y me cortaron la luz, así que después, con mi hermano,
la sacamos de más arriba (otro poste público) la luz, porque
pusimos taller allá abajo” (HF, hombre, 79 años, quebrada La
Rinconada).

Un puente:
Y finalmente, nos cuenta que entre los vecinos hicieron un puente
para cruzar la quebrada y llegar al ascensor Las Cañas, porque
a la fecha aún no existía la Avenida Alemania —hoy tramo sin
pavimentar—, recién en 1960 se construyó la calle Alessandri o
Anticlea que es la que después los vecinos utilizaban para salir
de la quebrada.
“Teníamos un puentecito para cruzar para acá, para ir al ascensor,
y un día se lo robaron, quizás para hacer una casa, el puente yo
lo hice, pero ya no existe. Porque de aquí, antes no se podía
‘salir’ hacia el ascensor por la ‘quebra’. Entonces, un día me
levanto temprano para ‘salirme’ por ese lado, para irme por el
ascensor cuando voy bajando y me encuentro que ¡el puente no
estaba!, así que tuve que bajar por la ‘quebra’, y puse unos
palos (rollizos) de eucaliptos y unas tablas y listo, después
la vecina de al lado también hizo otro puente, más arriba” (HF,
hombre, 79 años, quebrada La Rinconada).

47 «El pago de Chile», es un dicho popular chileno que según el anti-poeta Nicanor Parra,
es un artefacto que es prácticamente una lección de historia y geografía, así debería ser visto
y entendido. En la Colonia existía lo que se llamaba el Juicio de Residencia, que consistía en
que a los gobernantes no se les podía cuestionar mientras estuvieran en el poder, pero una vez
que lo abandonaban, recibían todo tipo de reclamos y acusaciones. De ahí surge la expresión. (En
una entrevista en Revista de Libros de El Mercurio, 1 de octubre de 2006).

149
Estos proyectos colectivos —el pozo, el poste y el puente—
aparecen en la medida que la quebrada se va poblando y los
habitantes van reconociendo necesidades que les son comunes.
En el caso de La Rinconada, los entrevistados nos señalan que
la mayoría de las familias aún no cuenta con agua potable, ni
con alcantarillado de forma legal, pero que se las han ingeniado
para obtenerlos.
Aquí debemos aclarar que desde el año 1982, cuando se reformuló
el Código de Aguas, el agua potable en Chile se privatizó, es
decir, ya no es un bien nacional de uso público, sino que es
propiedad de empresas privadas. Por lo tanto, cuando una familia
quiere dotar de agua potable a su domicilio, debe efectuar un
contrato con la empresa privada correspondiente. Sin embargo,
este proceso sólo puede efectuarse si se es propietario de
sitio en el cual se quiere instalar agua potable. Lo cual debe
acreditarse mediante un certificado de número que es otorgado por
la municipalidad, según lo estipula el decreto de ley N° 50 en
su art. N°22.
Frente a esta exigencia, los habitantes de las quebradas no
pueden tener acceso al agua potable de forma legal hasta que
sean propietarios de los terrenos que ocupan. En la quebrada La
Rinconada, más del 70% de los habitantes no son propietarios.
Sin embargo, hoy en día obtienen agua potable ilegalmente de
la red privada, mediante una red informal de agua potable o
instalación bruja —como los habitantes la llaman— que recorre
todos los recovecos de los Olivos Altos, Medios, y Bajos, que
fue construida por ellos mismos entre sus viviendas y una matriz
de agua potable, que se encuentra en una calle que contornea la
quebrada. A propósito de esto la señora Valeria nos cuenta:
“Cuando nosotros recién llegamos acá era puro cerro, no
había casetas sanitarias, no había alumbrado público, no
había escalas públicas; por la escalera que usted subió, esa
no existía, aquí había una bajada con puros neumáticos que
habíamos hecho nosotros. Tampoco existían las casas de la
esquina, donde está el negocio, de ahí hacia adentro, todas
las casas que están a mano derecha no existían. Todo eso
era puro cerro, era un ‘desplayo’, pura maleza, […] no había
ninguna cosa y luego salió el proyecto cuando estaba Hernán
Pinto, que hizo el saneamiento y casetas sanitarias en las
tomas siempre con el objetivo que nosotros fuéramos dueños
de terreno, en un futuro, y ahí estamos todavía esperando.
Igual me he inscrito en varios programas para regularización
de terreno, pero todavía no he salido; igual hay gente del
sector que ya obtuvo su título de dominio, que van a ser

150
dueños de su terreno, pero aquí la mayoría de la gente,
serán como 60 familias que están viviendo en “tomas”, que
no tiene los terrenos regularizados, unas 30 tienen casetas
sanitarias, y las otras 30 no tiene caseta sanitaria , o sea
se han conectado ilegalmente a la matriz (de alcantarillado),
por los baños, y la mayoría roba agua, roba luz, de la gente
que vive acá, todas las que no tienen casetas sanitarias
[…]Todo este sector tiene agua potable […] lo mismo que el
medidor de luz, yo no tengo luz a mí me da luz una vecina,
pero yo tuve mi medidor en la calle, pero me lo robaron,
aquí una noche se cortó la luz , y al otro día fui a dar
la luz y ya no estaba. Y ahora para poder sacar un nuevo
medidor de luz en una “toma”, es difícil, porque te exigen
una documentación del título del terreno en Chilquinta, para
poder sacar medidor, así que tengo que esperar a tener el
título para poder poner nuevamente medidor […], porque por
último el agua están conectados ilegalmente, lo mismo con la
luz se consiguen con algún vecino, y no la hemos obtenido
porque la mayoría estamos viviendo en toma” (HD, mujer, 37
años, quebrada La Rinconada).

La señora Juana nos revela que al momento de la pavimentación


de la calle cornisa que contornea esta quebrada, un grupo de
maestros de la construcción, de forma voluntaria, decidieron
dejar hacia la quebrada un cañón o matriz de agua potable
abierta desde la red de suministro, para que los habitantes
de la quebrada pudieran conectarse informalmente a ella. Los
habitantes cuentan este evento como un hecho casi de nobleza
por parte de los maestros, quienes frente a su necesidad les
otorgaron una puerta abierta para que ellos solucionaran sus
problemas por sus propios medios48.
“Cuando nosotros llegamos, no había luz, no había agua, no había
nada, y solo habían como tres casitas; Después se fue poblando,
de a poquito, de a poquitito […] de hecho esa red (de agua) la
dejaron unos maestros hace muchos años, que yo me recuerde,
desde que era cabra, como hace 20-25 años, que la pusimos allá
cuando llegó el agua acá arriba y nos dejaron un cañón y de
ahí nos alimentamos varias familias. […] cada familia ha hecho
su instalación de forma particular, para así poder tener agua
en la casa. A veces nos cortan el agua, porque arriba también
necesitan, esa red para todos no es suficiente, pero llenamos
tambores y manejamos agua, que es lo esencial […] Yo por lo menos
me alcancé a empalmar, con el camino nuevo que hicieron. Tanto
es el tiempo que aquí no hay pavimentación, y tenemos agua, y
ahora hay luz, gracias a dios” (HD, mujer, 54 años, quebrada La
Rinconada).
48 La mayoría de las tomas de terrenos, antiguamente, eran abastecidas con camiones
aljibes de agua una o dos veces por semana, esto aún sigue sucediendo en los sectores altos de
Valparaíso y Viña del Mar, donde las tomas de terrenos son numerosas y, por lo tanto, no poseen
el vital elemento.

151
Con respecto a esto mismo, la señora Nancy dice:
“Yo aquí tengo agua, pero estoy colgá y la electricidad también
estoy colgá, porque en este sector todavía no hay una instalación,
aquí hay una red que viene de allá arriba, que nos alimenta para
acá abajo, porque para acá no hay agua potable y así gracias a
dios todavía tenemos agua gratis” (HF, mujer, 76 años, quebrada
La Rinconada).

Así, las quebradas de Valparaíso son, por consecuencia, territorios


en constante evolución, que obedecen a sus propias lógicas de
crecimiento y de consolidación espacial. Estas tres escalas de
intervención darán como resultado los Conjuntos Residenciales
Familiares (CRF). Así, la consolidación y la permanencia de un
grupo en la quebrada, está sujeta a la capacidad del grupo o de
la familia a trabajar en conjunto por objetivos y metas comunes.

3.4- Proceso de legalización de la toma


“Cuando se formó la junta de vecinos todos regularizamos
el terreno, actualmente todos los terrenos están con título”
(HCRF, hombre, 51 años, quebrada Las Cañas).

La regularización de sitios irregulares en el caso de las quebradas


de Valparaíso se ha realizado, mayoritariamente, mediante el
Decreto Ley 2695, promulgado el 30 de mayo 1979 por el Ministerio
de Tierras y Colonización. Decreto de Ley que establece normas
para regular la posesión de la pequeña propiedad raíz y para
la constitución del dominio sobre ella. Hoy el Ministerio de
Bienes Nacionales (MBN)49, está a la cabeza de estos procesos de
regularización.
Este proceso es llamado por la legislación como saneamiento del
dominio de la pequeña propiedad. Proceso que es definido como
un procedimiento en virtud del cual una persona que vive en
un inmueble, sitio o terreno particular, urbano o rural, y que
ejerce actos de propietario sin serlo, ante la falta de título de
dominio inscrito en el registro bienes raíces a su nombre, pueda

49 Durante el año 2008, el Ministerio de Bienes Nacionales creó la “Convención de


Cooperación Valparaíso”, la cual consistió en la creación de un programa de regularización
gratuito de los títulos de dominio, convenido entre la municipalidad y el MNB para beneficiar a
toda persona que quisiera regularizar su terreno y devenir propietario. La gratuidad que ofrece
el “Convenio de Cooperación Valparaíso”, nos es despreciable si consideramos que el costo del
trámite equivale en zonas del centro de Chile (regiones de Coquimbo, Valparaíso, O’Higgins,
Maule, Biobío y Araucanía), para inmuebles ubicados en el radio urbano, a 235.683 pesos chilenos,
equivalente al 104% del sueldo mínimo y para inmuebles ubicados en zona rural 344.658 pesos
chilenos, equivalente al 151% del sueldo mínimo. Calculado con el valor del sueldo mínimo de
225.000 para personas mayores de 18 años hasta 65 años, valor fijado en junio del 2014.
http://www.dt.gob.cl/consultas/1613/w3-article-60141.html

152
convertirse en el propietario de este inmueble o sitio, una
vez que demuestre la calidad de poseedor material de la tierra
que habita y después de que transcurra el período de tiempo
establecido por la ley, sin que nadie se oponga.
El decreto 2695 estipula que para poder ejercer el derecho, el
demandante deberá reunir las siguientes condiciones definidas en
el artículo 2°: “Estar en posesión del inmueble, por sí o por
otra persona en su nombre, en forma continua y exclusiva, sin
violencia ni clandestinidad, durante cinco años, a lo menos, y
2.- Acreditar que no existe juicio pendiente en su contra en
que se discuta el dominio o posesión del inmueble, iniciado con
anterioridad a la fecha de presentación de la solicitud”50.
La solicitud de regularización del título de dominio puede ser
tramitada de forma individual o colectiva. En las quebradas
encontramos las dos figuras. En las quebradas La Rinconada y
Las Cañas los habitantes se organizaron en un comité para la
regularización, y las familias hicieron el proceso en conjunto.
En cambio, en la quebrada Las Chanas ha sido un proceso
preferentemente familiar, donde cada familia se ha presentado de
forma individual al proceso de regularización.
La regularización de los terrenos es visualizado por las
familias como un proceso que les permitirá tener acceso a la
propiedad y hacer realidad el sueño de la casa propia. Es un
cambio relacionado con la posesión de la propiedad, es decir,
pasan de ocupantes ilegales, informales y no propietarios, a ser
propietarios regulares del sitio que habitan.
Sin embargo, como veremos en los siguientes relatos en la quebrada
Las Cañas, los habitantes lograron su objetivo y hoy son dueños
de los sitios que habitan, pero en el caso de los habitantes
de la quebrada La Rinconada, veremos que este proceso ha sido
largo y fastidioso y que, finalmente, los habitantes aún no han
obtenido los resultados esperados.
El terreno ocupado en la quebrada La Rinconada mediante tomas
de terrenos situados en los sectores de los Olivos Bajos, los
Olivos Medios y los Olivos Altos, es parte de una gran propiedad
privada. La familia propietaria del terreno fue identificada y
contactada por la ONG TECHO, con el objetivo de proponerles una
solución a las familias de la toma. Pero la familia propietaria
no tenía ningún interés por el terreno y no quería deshacerse
de este.
50 http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=6982

153
En relación con aquello, la señora Juana, de la quebrada La
Rinconada, nos contó que:
“Esto es un fundo, “Santa Rosa de Pajonal”; eso de en frente es el
fundo “El Pajonal”, son diferentes propietarios, y más allá era
propietaria una señora viejita que dejó un grupo de 17 herederos,
y de los 17 herederos, nosotros encontramos a uno que vive en
Santiago. Ella es doctora, pero no quiere saber nada de este
terreno, porque ella nos dijo que para poder vender el fundo,
todos los herederos deben estar de acuerdo” (HF, mujer, 57años,
quebrada La Rinconada).

Los habitantes de la quebrada La Rinconada formaron un comité de


regularización, el cual nombraron comité Gran futuro, nombre que
proyecta el ideal perseguido por las familias de tener un futuro
mejor. La señora Valeria nos cuenta:
“Nosotros hicimos un comité, el ‘Comité gran futuro’, estuvimos
activos como dos años, organizando para la regularización de
terrenos, eso es lo que más le gustaría a la gente, porque por
último al agua están conectados ilegalmente, lo mismo con la
luz, la cual se la consiguen con algún vecino, y no la hemos
obtenido porque la mayoría estamos viviendo en toma […] Aquí en
la toma siempre el objetivo ha sido que nosotros fuéramos dueños
de terreno, en un futuro, pero ahí estamos todavía esperando,
igual me he inscrito en varios programas para regularización de
terreno, pero todavía no he salido. Igual hay gente del sector
que ya obtuvo su título de dominio y que van a ser dueños de
su terreno, pero aquí la mayoría de la gente, serán como 60
familias que están viviendo en “tomas”, que no tiene los terrenos
regularizados” (HD, mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

Sin embargo, a pesar de haberse organizado, los habitantes de La


Rinconada no han obtenido resultados. Es por esta razón que aún
existen muchas familias que habitan en sitios de forma ilegal.
La regularización de los títulos de dominio es, por lo tanto,
todavía un anhelo que se proyecta en cada uno de los relatos de
los habitantes.
Al respecto, la señora Juana, dirigente de la quebrada La
Rinconada, dice que hay aproximadamente 200 familias que aún
se encuentran en situación de irregularidad con respecto a la
tenencia de los sitios, y la señora Nancy, quien pertenece a una
de estas 200 familias, dice que siempre ha luchado para lograr
dicha regularización, pero que aún no obtiene resultados. Ellas
relatan:
Juana: “Por los años que hemos vivido aquí, nos gustaría que la
toma fuera legal; aquí han estado haciendo gestiones, pero de las

154
gestiones no pasa más allá. Hacen y hacen papeles, gastas plata
y yo no he tenido, pero cuando vea que es real, probablemente
tendré que salir a pedir ayuda con los papeles. Porque hay que
hacer muchas gestiones, para ser legal. Hay hartas personas que
han hecho legal, pero no he sabido, de quién es el terreno grande
de acá, no han dicho. La Rinconada es por donde tú te vienes por
el cerro Merced, es todo el cerro de en frente, todas esas casas
son “tomas”, no hay ningún terreno regularizado, yo considero
que hay más de 200 viviendas sin regularizar” (HF mujer, 53 años,
quebrada La Rinconada).

Nancy: A nosotros nos gustaría regularizar el terreno, si


nosotros hemos estado luchando de hace tiempo por este terreno,
pero nada, todavía no pasa nada” (HF, mujer, 76 años, quebrada
La Rinconada).

En vista que la iniciativa colectiva de regularización no dio


los resultados esperados, varias familias decidieron realizar el
proceso de forma individual. Entre los entrevistados encontramos
dos familias que tramitaron la regularización de esta forma,
porque consideraban que los procesos colectivos estaban tomando
mucho tiempo. Con respecto a esto encontramos los relatos de la
señora Trinidad y de la señora Ana, quienes dicen:
Ana: Esto ya no es una toma, esta casa esta regularizada, nosotros
lo hicimos hace tiempo (el proceso de regularización); hasta
ahí, hasta la esquina están todas las casas regularizadas y todo
de ahí para arriba son tomas, Los Olivos Bajos y Medios, pero
parece que en los Olivos Altos hay algunas regulares, no sé en
realidad, pero todo de acá abajo está en proceso de legalizarse”
(HF, mujer, 52 años, quebrada La Rinconada).

Trinidad:“Nosotros hicimos solos el trámite, porque con el comité


era un puro lío de platas, así que lo hicimos solos y recién nos
salieron los papeles de la “toma”, para saneamiento de título de
dominio, pero aquí hay muchas familias que están sin regularizar”
(HF, mujer 54 años, quebrada La Rinconada).

Por el contrario, en la quebrada Las Cañas, fueron las mujeres


quienes tomaron la iniciativa de regularizar los sitios que
fueron ocupados por sus familias hace unos 45 años. Fueron 25
las familias que constituyeron el comité para la regularización
de los títulos de dominio.
La primera ocupación que registramos en la quebrada Las Cañas
data del año 1945 y la regularización del título de dominio la
obtuvieron las familias durante el año 1995, es decir, 50 años
después de la primera ocupación registrada, que fue la familia
de la señora Ernestina. A la fecha de la entrevista (2011), ella

155
había vivido 66 años en la quebrada, y 50 años (entre 1945 y
1995) en situación de irregularidad con respecto a la tenencia de
su sitio. Don Héctor, su yerno, quien vive en el terreno contiguo
al suyo, precisa que él llegó a la quebrada por medio de la
invitación de sus suegros, a causa de los problemas económicos y
de alojamiento que su familia vivió luego del terremoto de 1985.
Don Héctor relata:
“Como le decía, yo llegué aquí porque mis suegros, ellos ya
estaban aquí, estas (casas) fueron tomas de terreno, que
comenzaron más o menos cerca del año 1945, por ahí empezaron
las tomas recién aquí […] Cuando se formó la junta de vecinos
todos regularizamos el terreno, actualmente todos los terrenos
(25 terrenos del comité inicial) están con título […] Yo soy
dueño de esta parte, mi suegra vive aquí al lado y es dueña de
su parte […] Aquí somos todos familiares, pero somos tres dueños
diferentes, porque acá también está mi cuñado que está más abajo,
somos tres dueños distintos, pero está dividido el terreno todos
tenemos un terreno, está dividido en tres partes. Es decir, tres
propietarios distintos y todos con papeles” (HCRF, hombre, 51
años, quebrada Las Cañas).

Por su parte, la señora María Cristina llegó a la quebrada Las Cañas


a causa del terremoto de 1965, y a la fecha de la regularización
(1995) llevaban 30 años en condición de irregularidad.
En relación con esto, ella nos cuenta que regularizó la tenencia
de su sitio en conjunto con otros vecinos, y que al contrario su
hija realizó los tramites y documentación de forma independiente,
porque no creía que fuera posible que los vecinos lograran su
objetivo.
Generalmente, los procesos colectivos son más lentos, porque
en la administración central la prioridad eran las demandas
individuales. La señora Cristina nos relata:
“El título de dominio lo obtuvimos mucho antes de que se fuera
don Pinto (ex-alcalde), él nos entregó el título de dominio. Más
o menos el año 95 (1995), claro, si fue antes que él entregara
el cargo, nos entregó el título de dominio a todos, pero a mi
hija no, mi hija lo hizo de forma particular, porque ella veía
que esto se demoraba mucho y después igual nosotros recibimos el
título” (HF, mujer, 71 años, quebrada Las Cañas).

En relación con la etapa final del proceso de regularización y


una vez obtenido el informe jurídico que determina la aprobación
o negación de la solicitud de regularización del título de
propiedad, en el artículo N°11 del decreto de ley 269551 se
51 En el artículo 11° del decreto de ley 2695 dice que “Cumplidos los trámites a que se

156
estipula que si la solicitud es aceptada, se deberá publicar
dicha aprobación en dos avisos con un desfase de 15 días en el
Diario Oficial u otro diario de gran circulación, y se determinará
la instalación de carteles en lugares públicos durante 15 días,
los cuales contendrán en forma resumida la resolución del MBN,
con el objetivo de prevenir a los presuntos dueños del inmueble
en cuestión, para que se puedan pronunciar con una oposición
frente al MBN. La publicación de estos avisos debe efectuarse
los días 1 y 15 del mes que es obtenido el informe jurídico.
En relación con esta etapa del proceso, la señora Ximena nos
cuenta:
“Lo único que me acuerdo es que pusimos tres veces en el diario un
anuncio para buscar al dueño de este terreno, y nunca se presentó
nadie y después volvimos y pusimos tres veces más anuncios, y
nunca apareció un dueño, por diario y por la radio, y no, nunca
apareció, 3 o 6 veces pero nunca apareció el dueño, así que
desde ahí nunca tuvimos problemas, porque después vinieron los
topógrafos a medir el sitio y quedamos con todo listo. En ese
tiempo, la señora Adriana del Piano52, nos pasó los títulos de
dominio a toda la gente que hizo el trámite. Y ahí obtuvimos el
número de la casa ‘Los canelos n°--’, antes era la casa 1 y cuando
regularizamos nos dieron este número, cuando hicieron todos los
números de nuevo me tocó este número” (HCRF, mujer, 51 años,
quebrada Las Cañas).

De esta manera, un grupo de 25 familias de la quebrada Las


Cañas, obtuvo e hizo realidad el “sueño de la casa propia”, o
más bien del “terreno propio”. Finalmente, debemos considerar lo
que menciona la legislación chilena en el código civil sobre el
derecho de propiedad en el Art.590 que señala que “en Chile no
existen terrenos sin dueños” (Paredes, 2004: 6). Frente a esto,
en la etapa final del proceso de regularización, la ley establece
que si dentro de un plazo de 30 días hábiles, contados, desde
la última publicación del aviso en el diario oficial, no ha

refiere el artículo anterior y previo informe jurídico, el Servicio deberá pronunciarse denegando
o aceptando la solicitud presentada. En este último caso la resolución respectiva deberá disponer
que ella se publique por dos veces en un diario o periódico de los de mayor circulación en la
región que determine el Servicio y ordenará, asimismo, fijar carteles durante 15 días en los
lugares públicos que él determine. Asimismo, tratándose de procedimientos de regularización
cuyo objeto sean bienes raíces ubicados en zonas geográficas de difícil acceso, que el Servicio
señale, dicha resolución se comunicará mediante mensaje radial en el medio que el mismo Servicio
determine. Las publicaciones se harán indistintamente los días primero y quince del mes o
en la edición inmediatamente siguiente si el diario o periódico no se publicare en los días
indicados. Los avisos y carteles contendrán en forma extractada la resolución del Servicio, la
individualización del peticionario, la ubicación y deslindes del inmueble, su denominación, si
la tuviere, su superficie aproximada y la respectiva inscripción si fuere conocida, y en ellos
deberá prevenirse que, si dentro del plazo de 30 días hábiles contados desde la publicación del
último aviso, no se dedujere oposición por terceros, se ordenará la inscripción a nombre del
solicitante”.
52 Ex-ministra de Estado del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000).

157
habido ninguna oposición por parte de terceros, el MBN ordena
la inscripción de la propiedad a nombre del solicitante en el
Servicio de Impuestos Internos (SII).
En el caso de la quebrada Las Cañas, evidentemente no hubo
oposición alguna de terceros en esta etapa final y los terrenos
pudieron ser inscritos a nombre de los habitantes que llevaban
un promedio de 45 años ocupándolos ilegalmente.
Al contrario, en la quebrada La Rinconada, donde sí existe un
dueño conocido, como fue explicitado por los habitantes, este
proceso se complicó, ya que si bien los propietarios a la fecha
de las entrevistas no habían interpuesto ninguna demanda en
contra de los habitantes por ocupación ilegal de su propiedad,
sí estaban en conocimiento de la situación. El solo hecho de
haberlos identificado y contactado, es una de las razones por las
cuales las familias de La Rinconada aún no pueden regularizar
su situación. Consideramos que frente a lo expuesto por los
habitantes de La Rinconada, los propietarios de los terrenos
no están abiertamente en contra de la toma, sino que quieren y
están a la espera de una solución que beneficie a ambas partes,
es decir, a ellos y a los habitantes.
Por lo tanto, los habitantes de las quebradas siempre pueden ser
expulsados de los sitios que ocupan, si en el caso hipotético
apareciera el real propietario y exigiera legalmente el desalojo
del lugar. Esta incertidumbre frente a la idea de quedarse sin un
lugar donde vivir, es lo que moviliza a los habitantes a luchar
por obtener los títulos de dominio.
Finalmente, debemos señalar que en el transcurso de la
investigación, no pudimos obtener datos precisos en el MBN ni
en la municipalidad con respecto al número de regularizaciones
que se han llevado a cabo en la ciudad de Valparaíso desde la
promulgación del decreto de ley 2695 en 1979.
En la quebrada Las Cañas, solo pudimos conocer el resultado del
proceso gracias a los relatos de las familias, ya que la mayoría
de las personas entrevistadas formaron parte del comité que llevó
a cabo el proceso de regularización, quienes nos procuraron los
planos y datos específicos de cómo había sido el proceso. Por el
contrario, en el caso de la quebrada Las Chanas, las familias
fueron menos explícitas en abordar esta temática.
De esta manera, el hecho de devenir propietarios para los
habitantes de las quebradas, significa y lo consideran un cambio
de su condición, pues pasan de ser “habitantes informales “

158
a “habitantes formales”, lo cual, implica, básicamente, dos
cosas: primero, tener acceso a beneficios provenientes del Estado
(subsidios) y, segundo, resguardar y proteger su patrimonio, es
decir, el tiempo y costo invertido en la construcción de sus
viviendas. Es por ello que, finalmente, los habitantes de las
quebradas consideran que sus terrenos son parte del patrimonio
familiar que pueden heredar a sus hijos.

4.0- Participación al interior de la quebrada

Una de las formas en las que se evidencia la cohesión de los


habitantes de la quebrada, en cuanto barrio, es por medio de
la participación en proyectos que visan objetivos comunes. La
participación es una de las formas como se expresa el arraigo
de los habitantes en las quebradas. Del Acebo (1996) propone
que el arraigo social se evidencia mediante la participación
pasiva o activa de los sujetos en asuntos de la comunidad y que
la estructura sociopolítica de estas, puede condicionar positiva
o negativamente la potencialidad participativa de una comunidad
determinada.
En relación con esto, en las quebradas la principal forma de
participación colectiva es por medio de las juntas de vecinos,
sin embargo, como veremos a continuación, las juntas de vecinos,
en cuanto que estructura social-política al interior de las
quebradas, generan más efectos negativos que positivos desde la
perspectiva de los habitantes.

4.1- Juntas de vecinos: distorsión territorial


“Aquí hay varias juntas de vecinos pero no sé cual me corresponde”
(HF, mujer 78 años, quebrada Las Cañas).

En términos legales, las juntas de vecinos son el mecanismo por


medio del cual los habitantes de una localidad pueden hacer
efectiva su participación ciudadana, ya que poseen personalidad
jurídica. La personalidad jurídica es la capacidad que poseen
dos o más personas para realizar actos reconocidos como legales
y que vayan más allá de sus capacidades personales.
Por lo tanto, el objetivo principal de las juntas de vecinos es
representar a los habitantes frente a las autoridades comunales
y ante la ley, mediante la presentación de solicitudes y demandas
para la ejecución de proyectos de mejoramiento que beneficien a

159
toda la comunidad
Según el artículo N°2 del Decreto N°58 de la Ley 19.418 sobre
juntas de vecinos y otras organizaciones comunitarias, dice
que las juntas de vecinos son “organizaciones comunitarias de
carácter territorial representativas de las personas que residen
en una misma unidad vecinal53 y cuyo objeto es promover el
desarrollo de la comunidad, defender los intereses y velar por
los derechos de los vecinos y colaborar con las autoridades del
Estado y de las municipalidades”.
Según la Biblioteca del Congreso Nacional, el objetivo de
constituir juntas de vecinos, es promover la integración,
participación y desarrollo de los vecinos de una localidad. La
junta de vecinos tiene por función representar a los vecinos
ante las autoridades para lograr convenios de desarrollo local,
gestionar la solución de problemas ante las autoridades, proponer
y ejecutar proyectos que benefician a sus vecinos y determinar
carencias de infraestructura (alcantarillado, iluminación,
etc.), entre otros.
Para constituir una junta de vecinos, primero, debe quedar
constancia de la voluntad de un número de vecinos interesados
en participar en ella, dependiendo del número de habitantes de
la ciudad. Esta voluntad de incorporarse a una junta de vecinos
se expresa formalmente mediante la inscripción en un registro de
asociados, que se acredita mediante la recolección de firmas de
los mismos. En el caso de la ciudad de Valparaíso, por ser una
comuna de más de 100 mil habitantes, las juntas de vecinos para
constituirse deben reunir 200 personas54 que quieran formar parte
de ella55. Y segundo, debe realizarse la asamblea constitutiva56.
En cuanto a la organización interna de las juntas de vecinos,

53 Unidad vecinal: “El territorio, determinado en conformidad con esta ley, en que
se subdividen las comunas, para efectos de descentralizar asuntos comunales y promover la
participación ciudadana y la gestión comunitaria, y en el cual se constituyen y desarrollan
sus funciones las juntas de vecinos” (Decreto 58 art. N° 2). http://www.leychile.cl/
Navegar?idNorma=70040
54 Cualquier persona puede ser parte de una Junta de vecinos, desde los catorce años de
edad, según lo estipulado en la Ley N°20 131.
55 El número de firmas por reunir depende del número de habitantes que posea la ciudad
donde se constituirá la junta de vecinos. Se necesitarán 50 vecinos en las comunas de hasta
10 mil habitantes, 100 vecinos en las comunas de más de 10 mil y hasta 30 mil habitantes. 150
vecinos en las comunas de más de 30 mil y hasta 100 mil habitantes. 200 vecinos en las comunas
de más de 100 mil habitantes. http://www.bcn.cl/guias/juntas-de-vecinos
56 La Asamblea constitutiva consiste en una reunión ante un funcionario municipal
designado por el alcalde, que hace de ministro de fe, o en su defecto un notario o un oficial
del registro civil. En esta asamblea se aprobarán los estatutos de la junta y de un directorio
provisional. Para que luego, en un plazo de 30 días, se ratifique mediante la entrega de una copia
del acta de dicha asamblea en la secretaría municipal. Luego de esto, la Junta de vecinos contará
con personalidad jurídica. Según el art.7 para que las juntas de vecinos sesionen válidamente
y tomen acuerdos se requerirá que estén presentes, a lo menos, una cuarta parte del mínimo de
constituyentes.

160
cada una de ellas debe contar con un directorio conformado
por: un(a) presidente (a), un(a) secretario(a) y un(a) tesorero
(a), quienes se presentan voluntariamente a los cargos y son
ratificados democráticamente mediante votación secreta57.
Hoy en día el promedio es de cuatro juntas de vecinos por
quebrada, con un máximo de seis en las quebradas Las Chanas,
Tomás Ramos y Francia y un mínimo de dos en las quebradas más
pequeñas.
En términos de participación, el hecho de encontrar una o varias
juntas de vecinos en estos sectores, debería ser un buen indicio,
ya que en una primera lectura esto nos indica que las personas
poseen la voluntad de organizarse y de trabajar en conjunto
por el bien común. Sin embargo, es todo lo contrario, ya que
según lo que pudimos recoger en los relatos de los habitantes,
el problema nace en la forma de cómo las juntas de vecinos se
han constituido históricamente, siempre en las afueras de las
quebradas y ninguna desde su interior.
Es decir, las juntas de vecinos que confluyen en las quebradas
nacen como iniciativas de los vecinos que viven en los barrios
consolidados situados en las cimas de los cerros que conforman
las quebradas y no en la quebrada misma. Si bien estas juntas de
vecinos tienen jurisdicción sobre las quebradas, hoy en día no
están presentes y como consecuencia de aquello, las solicitudes
y demandas de mejoramiento urbano o habitacional derivadas desde
las juntas de vecinos hacia la municipalidad u otra entidad
estatal, tienen poco o nulo impacto en las quebradas.
De esta manera, la queja constante entre los habitantes es
que sienten que no son tomados en cuenta y que simplemente
el directorio de la junta de vecinos realiza solicitudes y
mejoramientos solo en beneficio del sector donde estos últimos
viven y no así en los fondos de la quebrada.
Por lo tanto, el número de juntas de vecinos que presentan hoy en
día las quebradas, no genera beneficios directos en los habitantes
de estas últimas, sino que, por el contrario, ha producido una
distorsión territorial en los habitantes, ya que ellos tienen
conciencia de que en las quebradas existe una o varias juntas de
vecinos, sin embargo, no saben con exactitud cuáles son, ni cómo
se llaman, ni a cuál ellos pertenecen, ni cuál es la jurisdicción
territorial de cada una de ellas.
57 Los diferentes cargos tienen una duración de tres años, período que se puede extender
si el directorio es reelegido. Cualquier persona miembro de la junta de vecinos pude formar parte
del directorio.

161
De esta manera, de forma general se visualizan tres dificultades
que afectan la participación colectiva de los habitantes en
asuntos que implican el mejoramiento de las quebradas. Estas son:
la cantidad de juntas de vecinos por quebrada, el emplazamiento
de las sedes vecinales58, la antigüedad y poca dinámica de los
directorios.

4.1.1- N° de juntas de vecinos por quebrada


En las quebradas La Rinconada y Las Cañas confluyen cinco
diferentes juntas de vecinos, y en la quebrada Las Chanas, seis.
Decimos confluyen porque estas no se constituyeron al interior de
la quebrada, sino que fuera de ella, en los barrios consolidados
de los alrededores.
Consideramos que este número de juntas de vecinos por quebrada
genera una distorsión territorial en los habitantes, en el sentido
que, por una parte, ellos consideran la quebrada como un todo,
es decir, un solo barrio y, por otra parte, la quebrada está
segmentada a partir de la división territorial administrativa
impuesta por las juntas de vecinos. Esto ha generado una
contradicción en los habitantes, ya que ellos quieren trabajar
como grupo, pero les es casi imposible llegar a instancias de
participación en las que se reúna la totalidad de los integrantes
de todas las juntas de vecinos.
Por ejemplo, en el caso hipotético de que los habitantes quisieran
pavimentar un pasaje mediante fondos estatales del programa de
“pavimentación participativa”59, sería la junta de vecinos la
que debiera presentar el proyecto y representarlos frente a las
autoridades comunales. Sin embargo, cuando existen tantas juntas
de vecinos diferentes en un mismo territorio, la pregunta que nace
en los habitantes es ¿a qué junta de vecinos debemos recurrir?,
ya que las familias de cada ladera de la quebrada pertenecen a
diferentes juntas de vecinos y, sin embargo, comparten el mismo
espacio público que se quiere mejorar, que por el momento es
un pasaje de tierra, el cual cada año en invierno se convierte
en un lodazal. Es decir, los habitantes, en cuanto que vecinos,
comparten el espacio público y los problemas ligados a él,
pero no pueden decidir, de manera autónoma, qué hacer allí y
cómo hacerlo, porque no poseen una única junta de vecinos que
visualice sus problemáticas en conjunto.
58 La Sede vecinal es el edificio donde funciona la junta de vecinos. Cada municipalidad
debe velar por la existencia de a lo menos una sede comunitaria por unidad vecinal, garantizando
que su uso esté abierto a todas las organizaciones comunitarias existentes en dicho territorio,
según el art. N° 28 de la Ley N° 19 418.
59 Programa estatal de pavimentación de calles y pasajes. Donde los habitantes tienen
que aportar con un porcentaje del costo de las obras y el Estado cubre mediante subvenciones el
resto.

162
Esta distorsión territorial en relación con la jurisdicción que
poseen las juntas de vecinos sobre las quebradas, se ilustra
claramente en los relatos cuando los habitantes hablan de ellas
y no conocen sus nombres o, por el contario, nombran varias
juntas de vecinos. Por ejemplo, los habitantes de una misma
quebrada tienen discursos contradictorios con respecto a la
cantidad y nombre de las juntas de vecinos. En la quebrada Las
Cañas, si bien los vecinos, por una parte, reconocen el actuar
de la junta de vecinos en algunos proyectos realizados, como por
ejemplo, la pavimentación de la cancha de fútbol, por otra parte
no son claros en definir cuál fue exactamente la junta de vecinos
que intervino.
La señora Rosa de la quebrada Las Cañas, es bastante escueta al
respecto y simplemente dice no saber si existe o no alguna junta
de vecinos en la quebrada. Ella dice:
“La gente más antigua debe saber si hay junta de vecinos, yo no
tengo idea, porque aquí no se hace nada” (HN, mujer, 53 años,
quebrada Las Cañas).

Por el contario, don Héctor reconoce la acción de la junta de


vecinos, pero no sabe, exactamente, cuál es:
“Aquí tenemos la junta de vecino 31 o 61 algo por ahí, la de
la Señora Yolanda (la presidenta) de allá arriba (en la cima
del cerro), pero ahora esa junta ya no está funcionando” (HCRF,
hombre, 51 años, quebrada Las Cañas).

En este caso, don Héctor reconoce que existe por lo menos


una junta de vecinos, pero que actualmente esta se encuentra
inactiva. Sin embargo, la presidenta de la junta de vecinos n°17,
la señora Yolanda, nos dice que aún está activa60. El problema
es que no se han generado proyectos en la quebrada, porque para
ella es difícil gestionar proyectos de gran envergadura como son
los que necesitan estos espacios, ya que su alcance de gestión
solo le permite, por ejemplo, demandar la reparación de rejillas
de alcantarillado, el corte de árboles y el retiro de basura.
Así también, la señora Lucinda reconoce que existe una junta de
vecinos y que actualmente está en funcionamiento, pero que ella
desconoce al directorio. Ella dice:

“Aquí está la junta de vecinos que está arriba, y recién me


enteré que es otra la persona que está en el directorio, pero
60 Incluso en aquella ocasión, la señora Yolanda me facilitó la sede para organizar una
actividad con los niños de la quebrada.

163
yo no sé quién es, porque la que yo conozco nunca funcionó en
este lado (en la quebrada) y la otra junta de vecinos que está
en el ‘belloto’ abajo, que pertenece más a la quebrada, parece
que tampoco hacen nada. Y la 17 no sé si estará funcionando esa
junta de vecinos, pero tiempo atrás funcionaba. ¿O es la 16? No
sé, solo sé que la de aquí abajo es la 16 y la de arriba no me
acuerdo qué junta de vecinos es” (HF, mujer, 58 años, quebrada
Las Cañas).

Por su parte, la señora Ximena, vecina de don Héctor, dice que


la junta de vecinos sí funciona, pero también tiene dudas sobre
el nombre de esta última.
“Aquí la junta de vecinos parece que es la 62, la de allá arriba,
de la señora Yolanda, pero la cambiaron, se retiró ella, ahora
hay otra señora; pero ella fue muy buena presidenta, muy buena
presidenta. Ella me ayudó montones cuando necesitaba la casa,
cosa que no hace con nadie, con nadie, no sé cómo le caí bien
yo, me ayudó, se levantaba temprano, me decía Ximena levántate
temprano y yo te voy a acompañar, mi suegra me dice, yo no sé,
te sacaste la polla gol, que ella no acompaña a nadie, y es
terrible, así que no sé cómo le caí bien” (HCRF, mujer, 51 años,
quebrada Las Cañas).

En estos tres últimos relatos se visualiza el segundo aspecto


que queremos abordar, sobre el emplazamiento de las juntas de
vecinos. Don Héctor, la señora Lucinda y la señora Ximena hacen
referencia a la junta de vecinos que esta “allá arriba”, es
decir, afuera de la quebrada, en la cima del cerro.
En la siguiente imagen se pueden apreciar los territorios que
corresponden a las diferentes juntas de vecinos, y la evidente
fragmentación al interior de la quebrada.

4.1.2- Emplazamiento de las sedes sociales.


Cada junta de vecinos debe poseer una Sede social o vecinal,
espacio físico donde los habitantes se reúnen. La sede social es
el ícono de la junta de vecinos y del barrio, es donde los vecinos
pueden reunirse, no solamente para las reuniones mensuales o
trimestrales propias de la administración de la junta de vecinos,
sino también sirve para efectuar actividades recreativas, para
juntar fondos en beneficio de las juntas de vecinos. En las doce
quebradas seleccionadas inicialmente no encontramos ninguna sede
social al interior de ellas, todos estos edificios se encuentran
en los barrios aledaños a las quebradas.
Con respecto a esto, la señora Valeria, dirigente de la quebrada
La Rinconada, dice:

164
Figura 21: Plano de Unidades Vecinales y Juntas de Vecinos y jurisdicción territorial
en las quebradas Las Chanas, Las Cañas, La Rinconada.

165
“Aquí, nosotros teníamos un proyecto para hacer la sede social,
pero no sé en qué irá, se supone que a nosotros nos iban a
hacer una sede nueva, claro que con los mismos soportes de la
antigua, porque es de cemento, de hecho a nosotros ellos (la
municipalidad) nos mostraron el proyecto, de cómo iba a ser, era
precioso, pero no se ha hecho nada hasta el momento y no sé dónde
habrán quedado esos papeles del proyecto, en eso también estaba
participando una universidad, que eran arquitectos” (HD, mujer,
37 años, quebrada La Rinconada).

La necesidad de tener una sede social siempre está presente


entre los vecinos, porque de cierta manera sienten que con ese
espacio físico se concreta y se hace evidente el hecho de que
sean un barrio. Actualmente, de las tres quebradas estudiadas
ninguna posee una sede vecinal propia, y solo la quebrada La
Rinconada tiene un proyecto que aún no se ha concretado.
Con respecto al emplazamiento de las sedes vecinales en las
afueras de la quebrada, la señora Lucinda dice:
“Aquí está la junta de vecinos del Litre (del cerro El Litre, al
lado de la quebrada El Litre), y la otra está aquí arriba de La
Rinconada (del cerro Las Cañas), y la casa (sede) de la junta de
vecinos está al frente acá arriba, subiendo por la calle, usted
sale aquí y la ve, pero no sé si estará funcionando y la otra
de acá del ‘belloto’, pero de las tres ninguna hace mucho” (HF,
mujer, 58 años, quebrada Las Cañas).

La señora Inés también se refiere a la unidad vecinal y Junta de


Vecinos afuera de la quebrada. Ella dice:
“Acá, por ejemplo, la junta de vecinos ‘de allá arriba’ no
funciona, nunca se activó, quedó muy chica y en un hoyo, no
funciona, igual nosotras, las abuelas, nos juntamos allá al
frente en el jardín, yo trato de ir dos o tres veces por semana,
para ver a los abuelos y hacer algo, en el centro de madres, ahí
me entretengo. El doctor me dijo que no tenía que salir sola,
pero yo me aburro, y mis hijos salen y quedo sola y si me siento
a ver tele me quedo dormida y después me duele todo y no puedo
dormir en la noche, así que aunque me demore ir ‘pal frente’, yo
me voy caminando lentito para compartir un rato, o voy a ver a
una hermana que vive allí arriba en Merced, tomo la micro y voy,
yo ya tengo 90 años y estoy enferma del corazón y llevo hartos
años viviendo aquí y es poco lo que se ha hecho, más ha hecho la
gente por su cuenta, cada familia ha sacado su casita y ha salido
adelante” (HCRF, mujer 90 años, quebrada Las Cañas).

Y la señora Doraliza dice no seguir participando de la junta de


vecinos porque esta última se encuentra demasiado lejos y ella
ya no puede subir la calle. Ella dice:

166
“Aquí por ejemplo está la unidad vecinal 17 y está funcionando
bien, pero yo hace tiempo que no voy a la junta de vecinos, me
he alejado porque está muy lejos, hay que salir de aquí y subir
la subida para arriba y yo ya no puedo ir” (HF, mujer, 78 años,
quebrada Las Cañas).

4.1.3- Antigüedad del directorio de las juntas de vecinos.


Constatamos que son muy pocos los habitantes de las quebradas
que forman parte de los directorios de las juntas de vecinos
que confluyen en las quebradas. Por cada junta de vecinos (JV)
el directorio está compuesto por tres personas61, es decir, por
cada quebrada hay un total de 15 directivos en las quebradas
Las Cañas y La Rinconada que dependen de 5 JV cada una y 18
directivos para la quebrada Las Chanas que depende de 6 JV.
Sin embargo, en la quebrada Las Chanas, de estos 18 representantes
sólo uno es habitante de la quebrada y participa en el directorio
en una de esas 6 JV, es decir, en las otra cinco él no tiene
incidencia alguna.
En la quebrada Las Cañas, de los 15 representantes ninguno es
habitante en la quebrada, por lo tanto, no tienen un representante
directo en los directorios de las 5 JV que allí confluyen.
Y en la quebrada La Rinconada, de los 15 representantes, dos de
ellos habitan en la quebrada y son parte del directorio de una
de las 5 JV, es decir, en las otras cuatro no tienen incidencia
alguna.
Esto nos demuestra que la mayoría de quienes integran los
directorios son personas externas a las quebradas y que, por
ende, no visualizan las mismas problemáticas que los habitantes
de estas últimas.
Esto revela varios problemas:
Primero, no hay suficientes habitantes de la quebrada en los
directorios que puedan defender sus intereses, para plantear
las necesidades y proponer soluciones a los problemas que les
acaecen.
Segundo, los directorios conformados por personas ajenas a las
quebradas no visualizan las problemáticas de los habitantes de las
quebradas, principalmente por no poseer las mismas necesidades.
Los de afuera viven en sectores y barrios consolidados y, por
ende, los mejoramientos posibles que ellos visualizan en su
sector son ínfimos comparados con las necesidades que poseen los
habitantes de la quebrada.
61 Un directorio debe estar conformado por: un(a) presidente (a), un(a) secretario(a) y
un(a) tesorero (a)

167
Tercero, las juntas de vecinos terminan siendo una suerte de
cofradías, donde la movilidad de sus dirigentes es muy poca o nula,
como consecuencia, los directorios actuales son muy antiguos.
Los directorios actuales están conformados, principalmente, por
personas que han sido sucesivamente reelegidas o han intercambiado
los puestos y, por lo tanto, durante muchos años los dirigentes
han sido los mismos. De hecho, cuando los habitantes se refieren
al presidente (a) de una junta de vecinos, dicen la junta de
vecinos “de ella” o “de él”, como si la JV perteneciera a sus
directivos.Don Héctor dice:
“Aquí tenemos la junta de vecino 61 […] la de la Señora Yolanda
(la presidenta)” (HCRF, hombre, 51 años, quebrada Las Cañas).

Esto ha generado que los habitantes obtengan poco o nulos


beneficios por parte de las juntas de vecinos, ya que como
hay pocos habitantes que estén participando activamente en
los directorios, nunca los proyectos se han enfocado hacia las
carencias que presentan las quebradas, por lo que hay constantes
reclamos ya que los proyectos solo se realizan en los sectores
aledaños a las viviendas de los dirigentes.
En cuanto a la poca incidencia que tienen los habitantes de las
quebradas en las juntas de vecinos actuales, la señora Valeria,
dirigente de la quebrada La Rinconada, nos dice que cuando
fueron las últimas elecciones, y en vista de los pocos progresos
y proyectos realizados en la quebrada, ella se postuló a uno de
los cargos. Y por lo tanto, sus vecinos fueron a votar porque
querían a alguien de la quebrada en la junta de vecinos. Ella
dice:
“Cuando se quiere cambiar el directorio, se llama a elección, por
ejemplo se avisa mucho antes quienes son las personas que están
postulando y la misma gente del sector va a votar, en mi caso
yo no debería ni haber quedado, pero de mi sector fueron todos
a votar. Lo que pasa es que ellos querían tener una persona del
sector en la junta vecinal, para tener mayores beneficios y para
estar más conectados, pero yo tampoco he logrado nada, ahora que
no estoy trabajando, porque yo antes trabajaba en el quiosquito
de la esquina, voy a cumplir un mes ahora el 7, así que ahora me
voy a poner las pilas y voy a ir a meterme más a la municipalidad,
y tratar por ultimo de sacar la pavimentación. Pero al final
siempre tiran pal lado de ellos, y aquí no obtenemos nada, es
por ello que nosotros después mejor organizamos un comité de
vivienda, el comité ‘Gran Futuro’” (HD, mujer, 37 años, quebrada
La Rinconada).

168
También esta poca representatividad ha llevado que los vecinos
no entiendan porque las JV no actúan es su territorio de la
quebrada, si ellos también forman parte de ellas. Con respecto
a esto, don Juan nos dice:
“Aquí han fallecido todos los viejos, los padres nuestros, y en
ese tiempo ellos pagaban las cuotas de la junta de vecinos62, y
todos los que se instalaron y las juntas de vecinos empezaron
a hacer arreglos por todos lados, pero siempre nos dejaron a
nosotros de lado, y ese es el reclamo que yo siempre he hecho
y por eso en mi familia dejamos de pagar las cuotas, porque mi
padre las pagaba sagradamente y mire cómo estamos, de qué sirvió,
de nada” (HCRF, hombre, 65 años, quebrada Las Chanas).

Las juntas de vecinos pueden legalmente cobrar una cuota de


adhesión, que servirá para la mantención de la sede vecinal
o para la ejecución de proyectos que beneficien a la comunidad
vecinal. Esto es un factor que también genera rencillas entre
los miembros de las juntas de vecinos, ya que los que pagan
las cuotas se sienten con derecho a recibir los beneficios y
negárselos a aquellos que no pagan las cuotas. En el caso de
las quebradas, efectivamente, como dice Don Juan, muchos vecinos
dejaron de pagar las cuotas porque consideraban que no recibían
ningún beneficio.
Así, el hecho de que las juntas de vecinos se originen en
el exterior de las quebradas; que las sedes vecinales sean
construidos también fuera de las quebradas; y que el directorio
esté compuesto por personas que no habitan en la quebrada dificulta
y entorpece la participación de los habitantes, ya que no se
reconocen como parte integral de la juntas de vecinos si no tienen
representantes directos en ella. Bien que ellos hayan firmado
voluntariamente para participar en alguna de ellas, debemos
considerar que cuando un grupo de personas quiere constituir una
JV, los intereses visualizados siempre son de un grupo pequeño,
del grupo que la quiere constituir, y las firmas recolectadas
pretenden solo cumplir con las exigencias establecidas por la
Ley y no realmente para satisfacer las necesidades de todos los
firmantes. No es raro encontrar un habitante que haya firmado en
dos juntas de vecinos distintas, lo cual está prohibido por la
ley, pero es muy difícil de fiscalizar. Por lo tanto, pertenecen a

62 El Art. N°13 de la Ley N° 19.418 dice que “las juntas de vecinos y demás organizaciones
comunitarias determinarán libremente el monto de las cuotas ordinarias y extraordinarias, así
como su sistema de recaudación. Sin embargo, las cuotas extraordinarias sólo se destinarán
a financiar los proyectos o actividades previamente determinados y deberán ser aprobadas en
asamblea extraordinaria, por las tres cuartas partes de los afiliados presentes”.

169
más de una junta de vecinos, pero de ninguna obtienen beneficios.
Finalmente, podríamos diferenciar tres consecuencias de lo
anteriormente expuesto:
a) Una considerable deserción de las juntas de vecinos, los
habitantes ya no quieren participar de ellas porque consideran
que son pocos los beneficios obtenidos.
b) La división territorial de las juntas de vecinos genera una
distorsión territorial que dificulta los procesos colectivos de
participación en las quebradas, en el caso que los habitantes
quisieran postular a algún programa de mejoramiento urbano o
habitacional.
c) Una disminución de la cohesión social al interior de las
quebradas, remarcadas por las divisiones territoriales que
imponen las juntas de vecinos.

4.1.4- Falta de participación, pérdida y crisis de la cohesión


social.
“Yo considero que este es mi barrio, pero lo que pasa es que
la gente está toda más desunida, los vecinos están desunidos”
(HCRF mujer, 51 años, quebrada Las Cañas).

Como lo señalamos anteriormente, la actual división territorial


de las juntas de vecinos impide la realización de proyectos y un
adecuado manejo y gestión de las quebradas. Lo que ha generado
entre los habitantes un deterioro y pérdida de la cohesión
social. Durante las entrevistas muchos habitantes mencionan que
“las quebradas no son como antes”, en el sentido de que ahora los
vecinos trabajan menos en comunidad por objetivos comunes. Esta
disminución en la cohesión social también encuentra su origen en
la falta de proyectos específicos y por las promesas incumplidas
por parte del Estado.
Los habitantes reflexionan que a pesar de su organización y
participación activa en las reuniones de las juntas de vecinos, no
han obtenido resultados. Estiman que sus esfuerzos y motivaciones
para llevar a cabo proyectos en pos de la mejora de la quebrada,
nunca fueron apreciados por los organismos públicos, y tampoco
por las juntas de vecinos, las cuales deberían haber tomado
partido por ellos y, por lo tanto, acusan a las JV por falta de
apoyo.
Los habitantes mencionan que en las quebradas antes se efectuaban
actividades colectivas que estaban destinadas a recaudar fondos
para diversos proyectos de mejoramiento y/o para la organización

170
de festividades. Por ejemplo, en las tres quebradas estudiadas,
la instalación de la electricidad fue una obra exclusiva de
las juntas de vecinos, sin la intervención de instituciones
públicas. Para ello, los vecinos organizaron ventas de comida,
tómbolas, canastas familiares y campeonatos de fútbol entre
diferentes equipos en el interior de la quebrada.
Entonces, cuando los habitantes hablan de participación y de
cohesión social en el barrio, la mayoría de las veces lo hacen
en tiempo pasado. Por ejemplo:
Inés:“antes los vecinos estaban más unidos” (HCRF, mujer, 90
años, quebrada Las Cañas).

Ana:“antes se realizaban actividades para mejorar la quebrada,


pero ahora no se hace nada” (HF, mujer, 75 años, quebrada Las
Chanas).

Elizabeth:“aquí antes se hacían campeonatos de fútbol para que


las familias se divirtieran” (HN, mujer, 42 años, quebrada Las
Chanas).

De cierta manera, los habitantes reconocen que antes eran más


organizados, en la medida que tenían y querían lograr objetivos
en común. Un ejemplo de ello es el éxito de un grupo de 25
familias de la quebrada Las Cañas, que se organizaron mediante la
conformación de un comité para la regularización de los títulos
de dominio, tal como lo mostramos en el capítulo anterior.
La señora Inés señala:
“Antes eran más unidos los vecinos, por ejemplo, nosotros nos
juntamos, entre los vecinos, e hicimos juntos el trámite de la
escritura, andábamos todas las mujeres p’arriba y p’abajo, yo
ahora soy dueña, y esto lo han ocupado mis hijos y ahora nietos,
abajo vive mi nieta con sus hijos y su esposo. No me acuerdo qué
año fue, pero fue hace tiempo ya” (HCRF, mujer, 90 años, quebrada
Las Cañas).

Sin embargo, hoy los habitantes dicen estar cansados. Ellos


dejaron de organizarse y de esperar soluciones, sienten que han
pasado muchos años y que están en la misma situación, sin calles,
ni pasajes pavimentados, sin escaleras, sin alcantarillado, sin
agua potable, etc. Por lo tanto, el desinterés y la falta de
proyectos por parte del Estado en las quebradas han afectado su
motivación y cohesión social que existía en el origen de la toma.
Don Héctor, quien llegó a la quebrada Las Cañas, al terreno de
sus suegros después del terremoto de 1985, nos dice que hace
tiempo que se detuvo el desarrollo de la quebrada, que no hay

171
proyectos nuevos, que el municipio no hace nada para mejorar su
condición, y que los vecinos perdieron el deseo de llevar a cabo
proyectos en conjunto. Don Héctor plantea:
“Aquí, es la junta de vecino 31 o 61 algo por ahí, que la teníamos con la
señora Gloria de allá arriba, pero ahora esa junta ya no está funcionando
[...] Claro, la 61, con ella incluso teníamos hasta la sede hecha (sede
social), pero ya no se han hecho más cosas aquí, pero como ya se arregló
el camino y se luchó por unas casas, pero ya no se ha seguido más,
porque realmente la municipalidad tampoco hace ninguna cosa y quedamos
estancados” (HCRF, hombre, 51 años, quebrada Las Cañas).

Por lo tanto, la ausencia de proyectos de ordenamiento y


mejoramiento de las quebradas y el incumplimiento de promesas
pasadas que buscaban el desarrollo de las quebradas, ha afectado
la participación y la cohesión social de los vecinos.
La señora Marta, ex dirigente de quebrada La Rinconada y que
durante muchos años trabajó como voluntaria de la ONG “Save the
Children”63, haciendo el enlace entre la ONG y los niños de la
quebrada La Rinconada, nos contó que los vecinos se aburrieron
de esperar y trabajar por nada:
Mire, yo era de la junta de vecinos, y siempre se hacían esas
cosas, pero qué pasó, que empezamos a juntar plata para hacer
una escala, que hay una escala para allá, y siempre se ha estado
trabajando. Aquí no había agua, no había luz, no había na’, y
yo empecé a moverme con la junta de vecinos, ya después tuvimos
agüita, luz, ahora tienen luz hay agua. No había camino, esas
calles no estaban pavimentadas, nada, pero sin embargo yo me metí
con el alcalde que en ese tiempo era el Pinto, nos poníamos a
hacer empanadas 400, 800 empanadas, para poner la primera piedra
que fue la calle, y de ahí ya no se trabajó más, y ahí la gente
se quedó y no se movió más, entonces realmente yo me aburrí.
Uno se cansa de estar siempre, porque los dirigentes de la junta
vecinal me decían tenis que ir a reunión allá abajo a la muni
(municipalidad) porque nosotros no podemos ir. Allá yo partía, me
venían a dejar en camioneta hasta acá arriba, andaba pa’ arriba
y pa’ abajo, y lo único que se sacó fue la calle, lo que hay,
lo que usted ve ahora porque antiguamente no había nada, [...]
entonces yo me aburrí po, porque siempre nos dejaban a nosotros
solos, ya vamos a hacer tal cosa y se quedaban ahí y no pasaba
nada, entonces como uno va a trabajar, por las puras, entonces ya
no quise hacerme cargo. Hasta que todos los vecinos se cansaron”
(HD, mujer 59 años, quebrada La Rinconada).
La señora Doraliza, en relación con la ausencia de participación,
menciona que los habitantes están cada vez más negativos con

63 ONG que tiene como objetivo fundamental la defensa activa de los intereses de los
niños, especialmente de los más desfavorecidos. En el caso de la quebrada La Rinconada, la señora
Marta nos comentó que los niños reciben útiles escolares, ropa y una subvención anual.

172
respecto a las iniciativas que podrían emprender en conjunto;
ella dice que ya no quieren participar y que los habitantes se
han vuelto egoístas. Para explicar aquello, la señora Doraliza
utiliza un dicho popular chileno que dice “cada cual pela su
chancho solo”64, que significa, básicamente, que cada persona o
familia ahora vela sólo por sus propios intereses y no por los
del grupo. Ella dice:
“Aquí antes éramos unidos, para todo se trabajaba juntos, es que
había que ayudarse, no nos quedaba otra opción. Por ejemplo,
como yo le decía, cuando yo llegué aquí, yo llegué sola y mi
familia estaba en el sur, entonces cuando por ejemplo estábamos
en el tema de la regularización de los sitios, entre las vecinas
veían a los niños mientras otras tratábamos de regularizar los
terrenos. Pero ahora parece que ya todo se perdió. […]Fíjese que
en este lado (de la quebrada) la gente se ha puesto muy negativa.
Quiso hacer mucho la señora Anita, dirigente de la junta de
vecinos, para que se hiciera un comité, pero la gente no quiso,
ahora la gente no copera, para arriba (en el cerro) sí que hay
comités, pero para acá nunca ha habido uno, la gente está muy
egoísta ‘cada cual pela su chancho solo’” (HF, mujer 78 años,
quebrada Las Cañas).

Consideramos que en las quebradas los procesos de participación


están ligados al nivel de consolidación que estas últimas
presentan. Por ejemplo, en la quebrada Las Cañas que presenta un
nivel de consolidación terciario (el más alto), los habitantes
consideran que antes los vecinos eran más participativos y que hoy
en día ya no trabajan por objetivos comunes. Al contrario, en la
quebrada La Rinconada, la cual presenta un nivel de consolidación
primario (el más bajo), aún existe el convencimiento entre los
habitantes que las acciones colectivas que ellos puedan emprender
son vitales para supervivencia del barrio.
Así, en los procesos iniciales de apropiación informal de las
quebradas, la participación es un proceso fundamental, mediante
el cual los habitantes, por una parte, buscan mejorar la calidad
de vida de las familias y, por otra, consideran que sin la
participación, las quebradas no serían lo que son hoy y no
tendrían lo que hoy tienen. Por ejemplo, la gestión de los
servicios básicos: agua, luz y alcantarillado, son temas que
cada familia, por su propia cuenta, nunca habría logrado; sin
embargo, ha sido posible gracias a la acción colectiva de los
habitantes.

64 Dicho popular chileno que significa: Cada uno se las arregla solo y hace sus cosas
como pueda. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0041236.pdf

173
De esta manera, consideramos que los procesos de participación
nacen, primero, a partir de las carencias comunes que poseen
los habitantes en la quebrada y, segundo, nacen a partir del
reconocimiento de la quebrada en cuanto barrio, el cual los
habitantes quieren mejorar y resguardar.
Así, la poca participación en las quebradas se percibe como un
hecho negativo, ya que el hábitat informal es ante todo una
empresa comunitaria y familiar que depende de las redes sociales
internas para ser posible y sustentarse en el tiempo.
Es por ello que la no participación genera juicios de valor hacia
las personas que no participan. Por ejemplo, los habitantes de
las quebradas dicen sobre otros habitantes que supuestamente no
participan lo siguiente:
Ana: “aquí los vecinos se han puesto flojos” (HF, mujer, 75 años,
quebrada Las Chanas).

Doraliza: “la gente está muy egoísta”(HF, mujer 78 años, quebrada


Las Cañas).

Gloria: “no quieren hacer nada” (HD, mujer 62 años, quebrada Las
Chanas).

Sin embargo, si bien en todas las quebradas sus habitantes dicen


haber participado activamente en su mejoramiento, durante mucho
tiempo, hoy en día en la única quebrada donde aún percibimos
que existe un germen de participación y de querer hacer cosas
en conjunto, es en la quebrada La Rinconada. Hecho que tiene
directa relación con el estado de consolidación primario que esta
presenta, ya que el estado de consolidación está directamente
relacionado con las carencias que poseen las quebradas, tanto
en términos de calidad constructiva de la vivienda como de
urbanización y acceso a los servicios básicos. Así, por una
parte los habitantes consideran que la única forma de subsanar
estas necesidades es mediante la acción colectiva, ya que
individualmente esto sobrepasa su capacidad de gestión. Y por
otra parte, el hecho de que en esta quebrada haya de quince
directivos y dos de ellos vivan en la quebrada, a diferencia que
en las otras dos quebradas solo hay uno en cada una de ellas, es
ya un indicio que están más proclives a participar y a seguir
luchando por intereses comunes.
Esto se revela en el relato de la señora Valeria, dirigente de 37
años, que aún cree en los habitantes y en su capacidad de trabajar

174
en equipo, al contrario de las opiniones de los vecinos de la
quebrada Las Cañas que, como veíamos anteriormente, mencionaban
que ahora los vecinos son más egoístas. Ella dice:
“Aquí toda la gente es cooperadora, por ejemplo a mí me pusieron
el sobrenombre: ‘la Bachelet del pueblo sin ley’65, porque yo
estaba más involucrada con la municipalidad y siempre andaba
buscando qué podíamos hacer. Aquí si nos dijeran que se va hacer
algo y que nosotros los vecinos tenemos que ayudar, yo estoy
segura que todos cooperan, yo creo que sí, el 100%, por ejemplo
nosotros tenemos un fondo como de 200 mil pesos66 en el comité
que era para regularizar (los terrenos) o para pavimentar (un
pasaje), y aquí toda la gente cooperó, la gente es cooperadora,
yo esto lo sé porque era presidenta del comité y siempre la gente
estaba dispuesta a cooperar” (HD, mujer, 37 años, quebrada La
Rinconada).

Sin embargo, si bien la señora Valeria dice que los habitantes


están dispuestos a trabajar si se les presenta la oportunidad,
esta adhesión siempre estará supeditada a la opinión personal
que tenga cada habitante con respecto a la junta de vecinos en
funcionamiento.
En relación con esto, encontramos la opinión de la señora
Trinidad, quien considera que la actual junta de vecinos no se
conduce de una buena manera y que no realiza las actividades como
la anterior junta de vecinos. La señora Trinidad agrega:
“La junta se acabó hace mucho tiempo, ahora había empezado otra,
pero no es lo mismo de antes, antes se hacían muchas actividades
para los niños, en la pascua, en el 18, se repartían dulces
se hacían campeonatos de fútbol, pero los vecinos están muy
desunidos” (HF, mujer 54 años, quebrada La Rinconada).

Estas tensiones que se generan entre los habitantes, definitivamente


tienen que ver con las simpatías y empatías generadas al interior
de la quebrada y que son las que motivan o frenan la acción
colectiva.
Finalmente, consideramos que en el estado de inactividad en el
cual se encuentran actualmente los habitantes de las quebradas,
es muy difícil que ellos puedan sobreponerse por sí solos, esto
sólo sería posible si recibieran ayuda y apoyo externo. Ya que
como hemos podido observar en los relatos la desazón y no acción
65 Por Michelle Bachelet presidenta de Chile en el periodo 2006 -2010.
66 Doscientos mil pesos chilenos corresponden aproximadamente a 315 €, lo cual
evidentemente es un presupuesto muy precario para la realización de cualquier proyecto de
planificación, como una pavimentación de una pasaje. Sin embargo, los habitantes lo consideran
un gran logro porque esta suma supera con creces sus salarios y el hecho que los vecinos
voluntariamente hayan querido juntar este dinero ya demuestra el interés de hacer algo en grupo,
bien que esto implique hacer esfuerzos familiares.

175
se instaló en los habitantes luego de años de lucha y de trabajo
en grupo, que no dieron los resultados que ellos esperaban. Por
lo tanto, esto les impide avanzar y visualizar las posibilidades
reales que poseen para cumplir los proyectos que siempre han
querido.
La visión nostálgica del pasado que poseen los habitantes de
las quebradas en el sentido “que todo tiempo pasado fue mejor”,
aparece latente en todos los relatos, bien que algunos sean más
positivos y que aún haya vecinos dispuestos a organizarse, se ha
convertido en una barrera que no los deja avanzar.

176
Toma La Victoria Santiago

N° sitio / M2 du sitio 1
2
3

1- 140 m2 18- 140 m2 5


4

140 m2 19- 140 m2


6
2- 7
8

140 m2 20- 140 m2


9
3- 11
10

4- 140 m2 21- 140 m2 13


12

140 m2 22- 140 m2


14
5- 15
16

140 m2 23- 140 m2


17
6- 18

1 manzana
19

7- 140 m2 24- 140 m2 21


20

140 m2 25- 140 m2


22
8- 23
24

140 m2 26- 140 m2


25
9- 27
26

10- 140 m2 27- 140 m2 29


28

140 m2 28- 140 m2


30
11- 31
32

140 m2 29- 140 m2


33
12- 34

13- 140 m2 30- 140 m2


14- 140 m2 31- 140 m2
15- 140 m2 32- 140 m2
16- 140 m2 33- 140 m2
17- 140 m2 34- 140 m2

Toma Las Cañas, Valparaíso

N° sitio / M2 du sitio
96.1 m2
25
1- 13- 404.6 m2
2- 127.5 m2 14- 208.5 m2 24

3- 98 m2 15- 106 m2
4- 65.2 m2 16- 103 m2 1 2

5- 82.2 m2 17- 102 m2 23

6- 144.05 m2 18- 129.75 m2


7- 65.2 m2 19- 149.95 m2 22
3
117.8 m2
20
8- 20- 165.3 m2
38.9 m2
4
9- 21- 67.05 m2 18
19
21
65.3 m2
5
10- 22- 274.5 m2 6

11- 231.35 m2 23- 122.4 m2 17


16 10 7
12- 242.7 m2 24- 118.45 m2 9
12
25- 131.1 15
11
14
13

Cartografías comparativas entre una


toma porteña y una toma santiaguina

Lotes
Calles y pasajes n

Limite de toma
0 500mt

Figura 22: Esquemas de diferencias de trazado y conformación espacial entre la toma


porteña y la toma santiaguina

177
178
7
C a p í t u l o

Quebrada-casa
En los tres territorios de apropiación precedentes —quebrada-
estado, quebrada-ciudad y quebrada-barrio—, se evidenciaron
imaginarios urbanos y representaciones colectivas que poseen los
habitantes con respecto al hecho de vivir en una quebrada, y a
su posición, relación y participación con el mundo interior y
exterior a ellas. En este cuarto y último territorio expondremos
los procesos de arraigo, de apropiación y de territorialización67
con respecto a la primera unidad habitable: la casa.
Así, este territorio de apropiación muestra con claridad
la relación entre los habitantes y su propia morada, las
representaciones y valores que ellos le otorgan en cuanto que
espacio simbólico y físico.
Finalmente analizaremos los Conjuntos Residenciales Familiares
(CRF), modelo arquitectónico y urbano de apropiación socio-
espacial propio de la autoconstrucción en Valparaíso,
imaginados, concebidos, diseñados, modelados y organizados por
los habitantes, mediante procesos de autoconstrucción, de auto
urbanización y autogestión del territorio de la quebrada. Los CRF
son la expresión material de la apropiación socio-espacial de la
quebrada y el relato tangible de los procesos sociales y de las
prácticas urbanas implícitas en los asentamientos de carácter
informal. Son la evidencia de cómo el espacio practicado logra
transcender al espacio planificado y geométrico.
En este sentido, las temáticas que fueron abordadas por los
habitantes en sus relatos guardan relación con:

67 Se debe pensar la territorialización, la desterritorialización y la re-


territorialización como procesos concomitantes, fundamentales para comprender las prácticas
humanas (Herner, 2009:158).

179
a. El valor de la casa en cuanto que patrimonio y fruto del
esfuerzo familiar.
b. Las representaciones sociales que poseen los habitantes en
relación con sus casas, que vehiculan básicamente tres imágenes.
c. Los procesos de construcción progresiva de la casa, proceso
que genera los CRF.

1.0- La casa como espacio simbólico y físico.

La “casa”, como concepto general, se entiende como un espacio


físico que da cobijo a una familia y como un espacio simbólico que
da lugar a la socialización humana. El filósofo Gaston Bachelard
define la casa como “nuestro rincón del mundo. Es —lo hemos dicho
reiteradamente— nuestro primer universo. Es realmente un cosmos”
(Bachelard, 2011:24).
Paralelamente, más allá de presentarse como una construcción
física, la casa es una construcción social “construida bajo
los parámetros de las normas sociales” (Di Méo, 1998:97). Es
un micro territorio apropiado que territorializa las prácticas
socio-espaciales de la vida cotidiana, porque “La casa habitada
no es una caja inerte. El espacio habitado trasciende el espacio
geométrico” (Bachelard, 2011: 59).
La casa, por lo tanto, no solo es el resultado de las fuerzas
externas y físicas que afectan el edificio, sino que, ante todo,
es el resultado de los factores socioculturales que definen su
forma. Amos Rapoport, en su libro Pour une anthropologie de la
maison (1972), haciendo referencia a la arquitectura popular,
señala que la noción de “genre de vie” o “estilo de vida”,
utilizada por Max Sorre, ilustra esta idea, ya que “incluye todos
los aspectos culturales, materiales, espirituales y sociales que
afectan a la forma. Podemos afirmar que casa y asentamientos son
la expresión material del ‘estilo de vida’, y este es su carácter
simbólico” (Rapoport, 1972:66).
“Esta es mi casa, donde yo me siento bien, este es mi mundo, este
es el lugar donde estoy en paz. [...]. Mi casa es diferente a las
demás, por mis plantas, incluso si es fea, las plantas le dan
vida” (HF, mujer 54 años, quebrada La Rinconada).

Esta forma de apropiación a escala de la casa, se constituye


inicialmente a partir de las visiones de mundo, ideas,
representaciones, imágenes, memorias, que los habitantes poseían

180
al momento que llegaron a vivir a la quebrada. Paralelamente,
esta apropiación sigue un curso evolutivo y colectivo, en la
medida que las familias interactúan entre ellas y se apropian de
las ideas, imágenes y visiones de mundo de los otros. Wiesenfeld
señala que la “la vivienda auto-construida inspira un conjunto
de sentimientos entre los que se mencionan quererla, recordarla,
sentirla, apreciarla, sentirse contento, orgullo, feliz, realizado
e ilusionado con ella. Este tipo de sentimientos corresponde con
lo que se ha denominado el apego residencial o vínculo afectivo
profundo que ata a la gente a los lugares y les provee un anclaje
importante para la definición de su identidad personal y grupal.
Impele, además, a la realización de un conjunto de prácticas
de apropiación orientadas a preservar el lugar, a fomentar las
relaciones vecinales y a promover la permanencia en él” (Wiesenfeld,
2001: 299). Por lo tanto, la construcción de la casa no es sólo
un reflejo de las representaciones particulares de cada familia,
sino también es el producto de las representaciones movilizadas
por el grupo. A este propósito, Olivier D’Hont señala que “de la
vivienda, apropiada por varios, es a menudo en su morfología la
representación simbólica del cosmos, un cuerpo mítico y por su
organización, la transcripción del espacio doméstico de un orden
social” (2005:169).
Así, la casa en cuanto que espacio simbólico vehicula
representaciones, significados, identificaciones alrededor de
sí misma, que afectan su forma construida. Así entendemos el
concepto de casa en una doble relación, tangible e intangible,
como una expresión que engloba los aspectos sociales, materiales
y estéticos al origen mismo de la significación. En este sentido,
Rapoport señala que “Es el compartir una misma visión de mundo,
una imagen y sistemas de valores específicos que hace posible el
proceso de construcción [...] y que el objetivo de la composición
urbana sería las relaciones armoniosas entre los edificios”
(Rapoport, 1972:66), y agrega que en la construcción del hábitat
se expresa el entorno ideal de un pueblo.
En este contexto, consideramos que los habitantes de las
quebradas poseen una apreciación positiva de la casa como un
espacio apropiado y autoconstruido, la cual, establece un vínculo
territorial, expresado en el apego a la casa y lo que esta
representa. Quezada concluye que esto se debe a que existe “el
sentido de aceptación y de afección (topofilia), pero también,
implica un sentimiento de rechazo o disgusto de ello, elementos

181
que afectan la conformación de la identidad socio-territorial”
(2007:47).
Es por ello que los habitantes atribuyen a su hogar una doble
valorización, una intangible (emocional-afectivo) y otra
tangible (estético-material), las cuales están directamente
relacionadas con el esfuerzo realizado en la construcción y
con la transmisión de esta patrimonio. Por otro lado, estos
constructores autodidactas saben (en tiempo y espacio) adaptar
sus construcciones con una notable sabiduría en relación con el
medio ambiente (Berenstein, 2001).
En relación con el valor material, social y emocional que le
atribuye un habitante auto constructor a su vivienda, John Turner,
en su libro Freedom to build (1972) identifica tres aspectos de
los procesos de autoconstrucción de vivienda, aspectos conocidos
como “las tres leyes de Turner”. La segunda de estas “leyes” se
refiere a la satisfacción cualitativa que proporciona la vivienda
al usuario, más allá de su calidad material, lo importante es
lo que “hace” la casa por el usuario y no lo que ella “es” en
términos materiales.
Y la tercera de estas “leyes”, se refiere a la tolerancia hacia
las imperfecciones constructivas y espaciales que la casa pueda
presentar, producto de un proceso de autoconstrucción. Es decir,
para un habitante auto constructor es más fácil identificar
errores en una construcción que no ha sido construida por él
—por ejemplo, en una vivienda social— que en una edificación
realizada por él mismo. Esto se debe al simple hecho +que las
personas somos más proclives a hacer concesiones con nuestros
propios errores que con los errores de otros, ya que la casa
autoconstruida es un producto que nace de una proceso personal y
familiar continuo de “hacer” y “rehacer” y, por lo tanto, de un
proceso de ensayo y error.
En este proceso de “hacer” y “re-hacer” encontramos una de las
características de la casa de la quebrada. Es decir, una casa
en cuanto que espacio físico y simbólico es el resultado de
sucesivas modificaciones y ordenamientos hechos a partir de una
lógica de crecimiento fragmentario y progresivo.
Es, por lo tanto, una construcción paulatina, progresiva y que
se va concretando, poco a poco, a partir de fragmentos que se
vinculan a una idea o proyecto global. La casa, como concepto
genérico, es un proyecto futuro, que suele comenzar a partir de
dos unidades primigenias: la “mediagua” y la “pieza”.
Vivienda social vs vivienda autoconstruida
Conjunto de viviendas sociales tipo La Laguna. Valparaiso.
Perímetro Rígido
Planta: Planta:
unidad original modificación de usuarios
Dormitorio 1 Dormitorio 1
Baño Baño

Cocina Cocina

Dormitorio 2

Living / comedor

Planta conjunto 2do piso Living / comedor


Intervención
(muro divisorio interno)

Acceso Acceso

Original: Ampliación /intervención:

40 m2
40 m2

Conjunto Residencial Familiar de Don Héctor quebrada Las Cañas.


Perímetro flexible
Original:

14 m2

0.0 1.0 2.0 3.0 MT


+
0.0 1.0 2.0 3.0 MT

Planta sub suelo Ampliación /intervención:


Elevación frontal
24 m2

0.0 1.0 2.0 3.0 MT

+
Planta 1er piso
Ampliación /intervención:

42 m2

Total: 80 m2

0.0 1.0 2.0 3.0 MT

Planta 2do piso

Figura 23: Lámina que muestra la evolución de una casa autoconstruida, en la


quebrada Las Cañas, versus posibilidades de crecimiento de una vivienda social en
bloque en sector La Laguna- C°Placeres, ubicado en la periferia de Valparaíso.

183
Desde esta perspectiva, la casa de la quebrada se encuentra en
un constante estado de proyecto; la casa evoluciona a partir de
los deseos y sueños de las familias. Respecto a esto, Bachelard
indica que “la casa cobija el ensueño, la casa protege al
soñador, la casa nos permite soñar en paz” (2011: 26). Y que
a veces, “la casa crece, se extiende. Se necesita una mayor
elasticidad de ensueño, ensoñación menos definida, para poder
habitarla” (2011:61).
Esta “ensoñación menos diseñada” define, de manera certera, el
proyecto arquitectónico de una casa de quebrada, un proyecto
que puede ser entendido como un palimpsesto de imaginarios y
representaciones variadas, ya que será diseñado y rediseñado,
hecho y rehecho, desde la influencia que tienen sobre la forma los
aspectos socioculturales y materiales-espaciales, en los cuales
subyace la apropiación del espacio en las quebradas.
El reinicio de la casa como una “ensoñación menos definida” es
continua y no visualiza su finalización; es producida por el
carácter precario y/o perentorio de los materiales utilizados,
todos los cuales tienen una vida diferente, pues algunos se
desgastarán antes que otros, y de este modo se propicia el
inicio, re-inicio y superposición de los procesos de hacer y
rehacer la casa.
Así, cuando se analizan los relatos de los habitantes, se
subentiende una proyección de una casa a medio terminar (según
nuestra percepción); en cambio, los habitantes hablan de una
casa que no está totalmente acabada, puesto que la presentan
como un proyecto de casa o una idealización de esta, como por
ejemplo, “la casa quinta” o “la casa chalet”, por lo tanto,
hablan al mismo tiempo de su casa actual y de su casa idealizada,
y que tal vez algún día se acabe.

2.0- Valoración de la casa como patrimonio y producto


del esfuerzo familiar.

“Lo principal es que esto se mantenga en la familia”


(HF, hombre 65 años, quebrada Las Chanas).
“Cuando uno le pone cariño a las cosas, todo queda bonito”
(HERF, mujer 21 años, quebrada Las Cañas).

La vivienda en Chile representa un bien inestimable; ella es


considerada como parte del patrimonio familiar. La casa representa

184
el nido a partir del cual nos podemos desarrollar, representa lo
que somos, representa el esfuerzo y los sueños de cada familia.
Es por esta razón que el fenómeno de las tomas de terreno no
debería sorprendernos, si se entiende que todas las personas
tiene derecho “al sueño de la casa propia”.
El acceso a la vivienda propia, hoy en día en Chile, sigue siendo
un proceso largo y difícil; es por ello que ser propietario posee
un valor inestimable. Desde esta perspectiva, la toma de terreno
y su posterior legalización —como lo mencionamos en el capítulo
3 (1.1)- es visualizada por las familias como un proceso que les
permitió o les permitirá tener acceso a la propiedad y hacer
realidad el “sueño de la casa propia”. Pero por sobre todo es un
proceso que les permite visualizar el terreno y, por lo tanto,
la casa como el patrimonio familiar que puede ser traspasado a
la descendencia.
La condición de ser propietario de un sitio —a pesar de que sea
producto de una “toma de terreno” y posteriormente regularizado—
genera en los habitantes un sentimiento de equidad social y urbana,
es decir, se sienten igualados en relación con una persona que ha
comprado de forma legal un terreno. En otras palabras, consideran
inestimable el hecho de pasar de la condición de habitante en toma
de terreno a ser propietario legal de esa porción de terreno. La
condición de propietario les otorga los mismos derechos sobre la
propiedad, con la posibilidad de venderla, de arrendarla o de
traspasarla legalmente a su descendencia. Y, por sobre todo, les
otorga seguridad de no ser expulsados, salvo en condiciones muy
específicas que serán justificadas y deberán ser indemnizados en
caso de expropiación. De esta manera, el proceso de legalización
es un largo camino hacia la formalidad y, por tanto, muy valorado
por los habitantes, lo cual tendrá un efecto directo en la
consolidación de la casa y de la quebrada. Hemos constatado que
mientras menos terrenos irregulares existen en las quebradas,
mayor es el nivel de consolidación que estas presentan.
De esta manera, la casa autoconstruida se constituye como
el emblema de este patrimonio, que representa los numerosos
esfuerzos y sacrificios, tanto sociales como materiales que debió
realizar las familias para obtener lo que hoy poseen, lo que
les ha permitido cambiar su condición de habitantes de tomas a
habitantes regulares.
Wiesenfeld señala, con respecto al significado de la vivienda
autoconstruida, que esta “se concibe como la materialización de

185
una utopía a partir del esfuerzo individual y colectivo […] y que
es interpretada como un “hogar”, es decir, como un proceso que
se ha ido construyendo simbólicamente en el tiempo, a partir de
la interpretación de las acciones realizadas y las experiencias
vividas por las familias” (Wiesenfeld, 2001:328).
El valor sentimental o emocional que se le atribuye a la casa,
es una de las razones principales por la cual los habitantes de
las quebradas se niegan a vivir en viviendas de carácter social.
Primero, porque consideran que los esfuerzos realizados en la
construcción de la vivienda “no tiene precio” y, segundo, porque
consideran que su situación actual es mejor que la de aquellos
que viven en viviendas sociales (departamentos), como se explicó
en el capítulo 6 (2.4).
Con respecto a la idea de la casa como patrimonio familiar, don
Juan nos menciona, en reiteradas ocasiones, que lo único que él
quiere es que todos sus hijos, e incluso sus nietos, se “instalen”
a vivir en el terreno que su abuela y él fueron consolidando poco
a poco. Nos cuenta que él llego a los cinco años a vivir a la
quebrada junto con su abuela, en 1950, y que en la ladera donde
está ubicada su casa no había nada. Ellos construyeron su casa
de adobe, con la arena, tierra y piedras de la misma quebrada.
Es por ello que considera que los esfuerzos de su abuela y todas
las historias que están involucradas en el hecho de ocupar la
quebrada los arraigan al lugar y, por lo tanto, lo que más le
interesa es que el terreno “se mantenga en la familia”:
“Yo he conversado con mi hija, con mi hijo y con mi yerno, que
lo que yo quiero es que todos ellos se instalen a vivir aquí,
incluso mis nietas, porque esa es la mentalidad que yo tengo, que
esto no se pierda. Porque como le explicaba y se lo he explicado
a mis hijos, a mí esta cuestión me costó, como se dice, ‘lágrimas
de sangre’. Yo era cabro chico, entonces sé lo que es trabajar
y hacer una casa; yo sé lo que nos costó a mi abuelita y a mí
hacer esto y no quiero que se pierda, porque en unos años más yo
me voy a morir y quiero que esto quede para mis hijos. Por lo
menos en este momento yo ya estoy conforme, porque ellos (hijos)
están instalados, aquí ya tienen su casa, en cualquier momento
la ocupan, entonces por ese lado estoy conforme, ya que cuando
yo no esté, sé que ellos se van a instalar aquí definitivamente,
incluso mis nietas, pero lo principal es que esto se mantenga en
la familia” (HF, hombre 65 años, quebrada Las Chanas).

Así, la mayor parte de los habitantes expresa su arraigo al


lugar, en relación con aquello que ellos construyeron, es decir,
por la manera en que ellos se apropiaron y por la forma de

186
visualizarlo como un patrimonio transferible a sus hijos.
La señora Cristina menciona que si bien sus dos hijos mayores ya
poseen un terreno, su hijo menor no tiene nada, por lo tanto,
ella quiere legarle esta herencia. Ella nos cuenta:
“Lo que yo quiero es que esto quede para mis hijos, incluso
yo pienso hacerle el papel notarial, porque si algún día a mí
me pasa algo, mi hijo no tiene casa, el menor no tiene casa,
los demás tienen su casa su terreno, y él no. Un día le dije:
oye Javiercito, yo voy a hacerte los papeles y vas a tener que
acompañarme porque tienes que firmar y me dijo no mamá, porque
cómo sabe si yo me muero primero que usted y después usted queda
sin casa y no, pues, le contesté, porque en el papel va a decir
que una vez que yo muera esto te queda a ti. Y lo voy a hacer
porque no lo he hecho, porque él no quiere, pero lo voy a hacer
igual. Claro, porque mi hijo no tiene terreno, casa, nada; él
vive con una persona no más, pero no tiene casa” (HF, mujer, 71
años, quebrada Las Cañas).

La señora Lucinda estima que haber regularizado su terreno le


permitió tener un lugar donde vivir, que no hubiera obtenido de
otra forma, y es lo que más valora.
“Esto yo lo regularicé porque es lo único que tengo y quiero
dejárselo a mis hijos o a mis nietas, porque uno nunca sabe. Por
ejemplo, yo que no tuve una buena educación para buscar un buen
trabajo, para pagar un arriendo no me da y entre que andar de
allegada o tener algo aunque sea chico y estar tranquila, mejor
tener algo propio, entonces yo prefiero vivir aquí en algo propio”
(HF, mujer, 58 años, quebrada Las Cañas).

Sin embargo, también existe el sentimiento contrario, que se


expresa como un rechazo hacia lo que representa el hecho de haber
vivido una toma, así como los esfuerzos y dificultades implicadas
en el proceso. Es una negación que genera una contradicción, ya
que, por una parte, se percibe la toma como la única solución
ante la falta de vivienda y, por otra parte, se visualiza la
toma como una forma de acceso a la vivienda no deseada para las
generaciones futuras. Se visualiza que las futuras generaciones
debiesen superar aquello que lograron los padres, esperando que
no se queden en la quebrada, sino que, por el contrario, “salgan”
de ella para buscar nuevas oportunidades.
Con respecto a esto, solo un entrevistado expresa esta opinión,
pero la consideramos igual de válida que las anteriores. Don
Héctor, quien llegó a la quebrada Las Cañas después del terremoto
de 1985, por medio de una invitación de sus suegros, considera

187
que las dificultades que él y su esposa afrontaron para conseguir
un terreno mediante una toma hasta obtener su título de dominio,
es un sacrificio que no quiere que se repita con sus hijas. Él
señala que los esfuerzos realizados fueron, justamente, para que
sus hijas no vivan la misma situación y puedan optar a mejores
posibilidades.
También destaca el hecho que sus hijas hoy en día son estudiantes
universitarias y que, por lo tanto, lo que hoy él posee no
lo considera como un patrimonio trasmisible a sus hijas, pues
siente que ellas deben superar esa forma de vivir y deben optar
a algo mejor.
“No, para mí no es la herencia de mis hijas; la idea es que ellas,
una vez que entren a trabajar, tienen que comprarse su casa, ir
a otro lugar, a lo mejor donde estén más cerca del plan o una
cosa mejor, porque, si no van a mejorar (la quebrada), de qué les
sirve seguir aquí. No, mi casa la hice para criarlas a ellas,
pero por algo yo he luchado por darles la universidad para que
ellas prosperen y salgan de acá y vivan en otra parte mejor; que
ellas decidan dónde vivir pero no acá, porque no es la idea que
críen a sus hijos aquí. Por algo yo luché para darles estudios
para que salgan de acá” (HCRF, hombre, 51 años, quebrada Las
Cañas).

Este rechazo puede ser producto de las dificultades y problemas


implicados tanto en la apropiación del sitio como en los procesos
de construcción y consolidación de la vivienda. Los significados
y representaciones que se le atribuyen a dichos procesos sugiere
que “el trauma” vivido se superpuso a las valoraciones atribuidas
a la propiedad y, por ende, a la vivienda, en un periodo anterior,
cuando se tenía carencia de esta última.
Finalmente, la valoración de la vivienda como patrimonio y fruto
del esfuerzo familiar, también se relaciona con los afectos,
dificultades, tragedias, historias y eventos familiares implicados
en la construcción y consolidación de esta última, lo que carga
a la vivienda de un significado que va más allá de lo material,
es decir, un apego a la vivienda.
De esta manera, la representación de la vivienda como patrimonio
y producto del esfuerzo familiar genera un apego residencial o
vínculo afectivo profundo que ata a las personas con los lugares
que habitan, proveyendo un anclaje que define la identidad de la
familia.
Los relatos evidencian estos esfuerzos, así como valoran el
producto final, en tanto que resultado de sucesivas apropiaciones

188
y transformaciones que le dan sentido a la vivienda y construyen
una identidad personal, residencial y comunitaria. Los procesos
de apropiación, apego e identidad con la vivienda y con el
entorno demuestran los sentimientos y evaluaciones positivas que
poseen los habitantes hacia ellos.
En relación con esto, la señora Ximena y su hija Silvana, en
sus relatos, nos revelan dos cosas: primero, el apego que poseen
hacia sus viviendas y, segundo, los esfuerzos que implicó su
construcción. Ellas nos cuentan:

Silvana:“Uno se queda aquí más por el cariño, por los años, que
uno lleva acá, los esfuerzos que costó estar acá; entonces que
empieces de a poquitito y que después veas tu casa como tú la
queris, la tenis modificada como uno quiere, entonces igual
como que uno le tiene cariño y se aferra a esas cosas, porque que
te costaron. Imagínate, mi mamá perdió hasta una guagua aquí,
entonces los recuerdos que le quedan de acá, eso es lo difícil”
(HCRF, mujer 21 años, quebrada Las Cañas).

Ximena:“Esta casa la hicimos nosotros, no la regalaron, no, la


hicimos nosotros, era la pieza que esta allá adentro (señala la
última pieza al fondo de la casa), esa es la primera que hicimos,
después hicimos esta, que aquí fue donde yo perdí una guagüita de
cinco meses, porque, como se llama, ayudando, porque había que
acarrear ripio, había que picar y todo lo que picábamos nosotros
lo echábamos con el cemento, para echar abajo y hacer el radier y
todo, y acarrear el ripio, esa cuestión del cemento hacer mezcla,
y yo ayudando con los tarros así que yo estaba embarazada po’, y
ahí perdí la guagüita de cinco meses [...] eso fue en el 84[...].
Aquí, toda la gente que viene para acá dice ¡qué bonita tu casa!,
siempre, o vienen los dibujantes (estudiantes de arquitectura)
y se ponen allá abajo y empiezan a dibujar la casa. Me dicen
me gustó su casa, estamos dibujándola, o la dibujan de allá al
frente (ladera de enfrente, [...]. Es que cuando uno le pone
cariño a las cosas, queda bonito (agrega su hija) [...]. Siempre
estamos arreglando, que esto, que esto otro, imagínate que antes
andábamos recogiendo latas hasta en Playa Ancha, con eso te digo
todo, andábamos recogiendo donde pillábamos, ¡oye, mira, hay
una puerta ahí!, traigámosla, que nos puede servir para esto;
oye, mira, hay unas latas, total que después las pintábamos, las
arreglábamos, y así, poquito a poquito, todos hemos cooperado, y
mis hermanos” (CRF, mujer, 51 años quebrada Las Cañas).

De igual manera, la señora Doraliza dice que luchó tanto porque


quería tener algo propio; valora sus esfuerzos en términos que
ella es propietaria y que, por lo tanto, tiene algo de dejarles
a sus hijos.

189
“Nosotros no teníamos terreno y teníamos que pagar arriendo,
y en esos años el arriendo era caro, no se ganaba mucha plata
como para pagar arriendo, así que dije yo esto no es conmigo,
entonces dije, yo voy a trabajar para tener lo que es mío. Tener
este terreno me costó mucho sacrificio, ellas (hijas) estaban
chiquititas y yo me iba a trabajar al canal Beagle68, mi patrona
me pagaba la locomoción, pero yo me iba y venía a pie a la casa y
así yo guardaba esa platita para la comida y el sueldo lo ocupaba
para construir” (HF, mujer, 78 años quebrada Las Cañas).

Wiesenfeld menciona que los recuerdos que implican la participación


en la autoconstrucción de la vivienda propia, se guardan y
atesoran “como parte de la memoria constructiva y contribuye a
incrementar el afecto por la vivienda y la sensación de logro
por su obtención. El orgullo con la vivienda también se expresa
en el deseo de preservar su imagen a fin de que perdure en el
tiempo” (2001: 302).
La vivienda es estimada, inicialmente, por su valor material
—como objeto—, pero por sobre todo por su valor social y
emocional, ya que esto significa —en el caso de los asentamientos
informales— la formalización de una tenencia y la consolidación
de un patrimonio familiar, el cual obtendrá toda su cuantía en
la medida que los sitios que ocupan sean regularizados. Existe,
por lo tanto, por parte de los habitantes, una permanente y
ponderada conciencia por los esfuerzos familiares y personales
implícitos en la construcción de la casa, los cuales se traducen
en una satisfacción hacia aquello que poseen, a pesar de los
problemas o carencias que la vivienda pueda presentar.
La significación más importante que se le atribuye al hábitat
autoconstruido es la valorización del esfuerzo desplegado
por la familia en el proceso de construcción, lo que implicó
compromiso, prioridad, perseverancia y estima hacia el resultado
obtenido. La casa puede presentar fallas materiales, sin embargo,
será evaluada por lo que ella representa y no por lo que es
materialmente (Turner, 1977).
Por lo tanto, el hábitat autoconstruido se percibe como un logro
familiar, una victoria, resultado del esfuerzo familiar. Los
habitantes consideran que el trabajo, el tiempo y los medios
económicos invertidos son superiores a toda carencia o deficiencia
que sus viviendas puedan presentar. Esto no significa que se
conformen, ya que la vivienda se concibe como un bien que siempre
puede mejorarse.

68 Barrio de la ciudad de Viña del Mar, situado a 16 kilómetros de la quebrada Las Cañas

190
3.0- Representaciones sociales que poseen los habitantes
de las quebradas en relación a sus viviendas.

Los relatos de los habitantes contienen variadas representaciones


y sedimentaciones de imágenes que se han consolidado en el
tiempo. Estas representaciones son transmitidas por medio de la
oralidad, mediante nombres y adjetivos específicos que cualifican
y describen su lugar de morada.
Cada una de las representaciones tiene relación, primero, con
las características constructivas y estéticas de la vivienda
y, segundo, a partir de las experiencias, memorias, saberes y
territorios experimentados por cada uno de los habitantes.
La casa, en cuanto forma construida y simbólica, refleja la
identidad de sus ocupantes, de su agenciamiento, relación
y negociación con aquello que la rodea; la casa expresa la
figuración que sus constructores poseen con respecto a la idea de
una casa. De esta manera, entendemos que las representaciones
sociales son “una manera de interpretar y de pensar nuestra
realidad cotidiana, una forma de conocimiento social” (Jodelet,
1986:473), y una expresión de la visión de mundo (Rapoport,
1972). Es por ello que existen variadas representaciones —en
cuanto que variadas visiones de mundo existan— y por lo tanto,
diferentes figuraciones e imágenes que son vehiculadas por medio
de las palabras.
En las quebradas, cada habitantes y/o familia, a partir de su
experiencia personal y/o colectiva, re-traduce la representación
que posee de sus vivienda a una imagen particular, representación
que le otorga una significación única.
Es así que las palabras que definen y caracterizan la vivienda
autoconstruida en las quebradas, nos revelan las diferentes
visiones de mundo que poseen los habitantes y cómo estas visiones
terminan formalizándose como un símbolo de su identidad social
y constructiva.
Cada persona o familia le asigna un nombre diferente a su casa
en función de la representación e imagen que posee de su propia
vivienda y de la de los demás; así, en forma comparativa, evalúan
sus viviendas a partir de una sola palabra.

3.1- Diferentes acepciones para la palabra “casa”.


La casa, para los habitantes de las quebradas, posee
distintas acepciones. Esta pluralidad guarda relación con las

191
representaciones sociales que poseen los habitantes de sus
viviendas y con la naturaleza evolutiva y fragmentaria de la
casa en la quebrada.
Para la mayoría de nosotros, una casa es un lugar configurado
a partir de diferentes espacios definidos por una forma y una
función específica, para ser habitada por una persona o una
familia. De esta manera, el concepto “casa” lo asociamos a una
forma finita, que puede encontrar su identidad mediante un estilo
arquitectónico específico, por el uso de materiales diversos, por
las dimensiones que la casa posea y/o por el lugar y contexto
donde esta última se erija.
Sin embargo, contrariamente a esta idea genérica de la casa, para
los habitantes de las quebradas de Valparaíso, el concepto “casa”
contiene variadas representaciones que se asocian, directamente,
con la apropiación socio-espacial y con la construcción social
de un territorio desestimado, inhóspito e indefinido por la norma
urbana, como son las quebradas de Valparaíso.
De esta manera, para los habitantes de las quebradas, la
representación de una casa acabada, terminada, finita, perfecta,
con espacios diferenciados, es una idea o representación que sólo
ocurre en los sueños y proyectos de las familias; es una idea o
una noción ajena a su realidad. Las representaciones que tienen
los habitantes de las quebradas en relación con la casa, son las
de una casa inacabada, incompleta y en base a una construcción
evolutiva y fragmentaria, pero es también una casa idealizada,
que a veces se dibuja desde los ideales habitables reconocidos
para ser digna de ese nombre y para identificarse con los demás.
Sin embargo, antes de identificar y definir cada acepción utilizada
por los habitantes de las quebradas para definir sus casas,
debemos señalar que la más empleada es la palabra “casita”,
vocablo que deviene de la conjunción entre la palabra “casa”69 con
el sufijo “ita”. El sufijo “ita” o “ito, (del latín. vulg. -īttus)
es un sufijo que expresa un valor diminutivo o afectivo (RAE,
2011)70. Por lo tanto, la palabra «casita» establece una doble
acepción: una formal, relativa al pequeño tamaño de la vivienda,
y otra emocional, que define el apego sentimental que el usuario

69 La definición de casa en Chile, según el glosario censal, define como casa “toda
construcción permanente con entrada directa desde la calle, jardín o terreno (chalet, casa
pareada, casa de cité, pabellón, casa al interior, etc.)” (Glosario censal, 2002)
En esta definición no queda explícitamente definido si una casa es de carácter unifamiliar o
multifamiliar. Según el diccionario RAE, casa designa un lugar destinado a la habitación
unifamiliar.
70 En ciertos casos, el sufijo “ita” o “ito” toma la forma de “ecito”, “ececito”, o “cito”.
Solecito, piececito, corazoncito, mujercita. (R.A.E, 2011). http://lema.rae.es/drae/?val=ita

192
manifiesta hacia su vivienda.
De esta manera, encontramos en los relatos diferentes acepciones
que definen esta noción de casa, acepciones que están directamente
relacionadas con las experiencias vividas por cada habitante y
sus familias. Frente a esta multiplicidad de significados se
distinguen claramente tres grandes grupos: primero, aquellos
ligados o provenientes desde el mundo rural; segundo aquellos
que se definen en relación con una situación de emergencia y,
finalmente, aquellos que definen la casa desde sus características
formales, estructurales y/o materiales.
a) Rural: encontramos las palabras «rancho», «ranchito»,
«choza», «chocita», «casa quinta», «casita quinta».
b) Emergencia: encontramos las palabras, «pieza», «piececita»,
«cuarto», «cuartito», «mediagua», «mediagüita».
c) Forma y estructura: En este grupo de acepciones encontramos
la palabra “chalé” “casa con balcón”, “casa de acero”,
“casita de madera”, “mi casita tipo A”, “la casita del
muro de piedras”.
Un claro ejemplo de la diversidad de palabras que se utilizan en
Chile para designar el lugar de habitación, queda evidenciado en
el glosario del Censo Nacional, donde se incluyen las palabras
mejora, mediagua, pieza, casa antigua o conventillo, rancho,
choza, ruca, vivienda, vivienda colectiva pública y vivienda
privada. Esto permite definir con mayor precisión las diferencias
formales y constructivas que posee la vivienda en Chile, lo cual
influye directamente sobre la caracterización socioeconómica de
las familias.
Nos parece relevante mencionar esto, ya que en las quebradas de
Valparaíso este fenómeno de variadas acepciones para la palabra
casa se revela en los relatos de los habitantes, lo que evidencia
una verbalización de la idea y percepción que poseen de sus
viviendas, así como de las representaciones que cada una de
estas verbalizaciones vehiculan.
En el caso de los habitantes de las quebradas de Valparaíso,
hemos reconocido tres grupos de representaciones, cada una de
los cuales está ligada a más de una imagen, objetivadas mediante
diferentes palabras que contienen un significado social y un
significado constructivo. Estos tres grupos reconocidos son:
representación de la casa en relación con una imagen campestre
en la ciudad; representación de la casa en relación con una
imagen de emergencia; representación de la casa en relación con
una imagen desde las características constructivas y materiales.

193
4.0- Representaciones sociales en torno a la idea de la
casa.

Se reconocen representaciones ligadas al fenómeno de migración


campo-ciudad, lo cual implicó, consciente o inconscientemente,
una transferencia de un modo de habitar y de una estética
precisa, bien que esta última no haya sido reproducida de manera
íntegra en la quebrada. Representaciones sujetas a la acción
de dar solución rápida frente a una situación de emergencia
producida por un hecho catastrófico o a la necesidad básica de
abrigo, debido a la falta de medios económicos para la obtención
de una vivienda por otros medios. Y, finalmente, representaciones
definidas en relación con las características y cualidades
constructivas de las viviendas, lo que hace que las familias
diferencien sus casas en relación con aquellas de sus vecinos.
Los tres grupos de representaciones son:
a) Representaciones en relación con una imagen de emergencia.
b) Representaciones en relación con una imagen campestre en la
ciudad.
c) Representaciones en relación con las características
arquitectónicas y/o materiales
Por lo tanto, cada representación conlleva una significación
social y una espacial. La significación social determina una
posición social, una situación económica percibida por el usuario
y por los otros; y la significación espacial implica un tipo
arquitectónico particular que ayuda a construir la identidad de
la vivienda con respecto a las otras, y refleja los saberes-hacer
movilizados.

4.1- Representaciones en relación con una imagen de


emergencia.
“Cuando nosotros empezamos a vivir aquí nos hicimos una mediagua”
(HD, mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

Este primer grupo de representaciones es el resultado de una


unidad habitable primigenia, la cual, en el futuro, podrá devenir
y transformarse en una casa. En este grupo encontramos las
palabras “pieza”, “piececita”, “cuarto”, “cuartito”, “mediagua”,
“mediagüita”. Cada una de estas acepciones nos reenvía a la
idea de una casa, como una unidad inicial, y es considerada
por los habitantes como una parte incompleta y en evolución que

194
sufrirá sucesivas modificaciones en la medida de las posibilidades
económicas de la familia. Cada una de estas acepciones nos
reenvía a la idea de casa, como una parte de lo que podría llegar
a ser.
Hemos definido estas representaciones como el primer grupo, porque
están presentes en cada uno de los treintaiún relatos recogidos,
es decir, estas acepciones son utilizadas por las personas para
definir sus viviendas en algún momento de sus relatos. Debido al
hecho que la mayoría de las viviendas autoconstruidas en las
quebradas comienzan a partir de un primer fragmento mínimo,
suficiente para dar cobijo a la familia y para asegurar la”
tenencia” del sitio ocupado, fragmento que luego evoluciona y se
transforma progresivamente en una vivienda más consolidada. De
esta manera, podemos afirmar que las representaciones sociales que
poseen los habitantes de quebradas con respecto a sus viviendas
evoluciona de la misma manera que lo hace materialmente la
vivienda.
Una familia que llega a ocupar un terreno en una quebrada lo hace,
básicamente, porque carece de los recursos económicos necesarios
para comprar o arrendar una casa en otro sector de la ciudad. Es
por ello que la primera representación que poseen los habitantes
de las quebradas con respecto a sus casas, tiene relación con el
hecho de afrontar y dar una solución a la situación de emergencia
de “no tener un lugar donde vivir”.
Desde esta perspectiva, la solución habitacional autoconstruida
por los habitantes se concibe como elemental, rápida y teniendo
como objetivo principal cubrir la necesidad básica de abrigo y
no así la de confort, de tamaño, ni de belleza de la vivienda.
Emergencia, según el diccionario RAE (2010), 71 significa: “Que se
lleva a cabo o que sirve para salir de una situación de apuro o
peligro” .
En el caso de los habitantes de las quebradas, la casa como
solución frente a una emergencia está definida principalmente por
el hecho de dar solución inmediata a la carencia de habitación.
Esta carencia puede tener dos orígenes: la falta de recursos
económicos de las familias de las quebradas o puede ser
suscitada, repentinamente, por algún evento imprevisto de origen
natural, como por ejemplo, terremotos, inundaciones, derrumbes
e incendios.
Así, las representaciones asociadas a una situación de emergencia,
71 http://lema.rae.es/drae/?val=emergencia

195
que sirven como solución para salir de la situación de apuro de
“no tener un lugar donde vivir”, se explicitan en los relatos
mediante las siguientes palabras: «pieza», «cuarto» y «mediagua».
Cada una de estas acepciones nos reenvía a una representación de
una “casa” que es inacabada, incompleta, que solo es una parte de
algo y, al mismo tiempo, sus diminutivos «piececita», «cuartito»
y «mediagüita», denotan el tamaño reducido de los recintos y el
cariño implícito que poseen sus habitantes por los lugares que
habitan72.
De forma general, una “casa” es un conjunto de piezas o de
lugares, los cuales poseen una especificidad en relación con la
función y con las acciones que acogen. Una casa está compuesta,
al menos, por uno o más dormitorios, un salón, un comedor, un
baño y una cocina.
Sin embargo, cuando los habitantes de las quebradas recién
comienzan a construir sus viviendas, esta idea de “casa” genérica
es una noción lejana. Por el contrario, la casa autoconstruida
está compuesta, inicialmente, a partir de un solo recinto, una
pieza, una mediagua o un cuarto, como un lugar fundacional y
multifuncional donde se despliegan todos los acontecimientos de
la vida cotidiana. De esta manera, la casa-pieza, como podríamos
llamarla es, a la vez, dormitorio, cocina, comedor, salón, y el
baño habitualmente se encuentra afuera de la pieza.
Es decir, la casa autoconstruida es inicialmente solo un
“germen inachevé de una casa”, como primer fragmento de lo
que esta última podría llegar a ser en un futuro a partir de
las posibilidades económicas y proyectos de cada familia. Es
decir, esta representación está directamente relacionada con la
naturaleza evolutiva de la vivienda autoconstruida, ya que es
muy poco probable que una familia que se traslada a una quebrada
construya de A a Z o de una sola vez su casa. Es decir, la casa
nace a partir de una construcción fragmentaria y solo se concibe
como un proceso evolutivo.
Con respecto a esto, Nelson Arellano, quien realizó un estudio
de las tomas de terrenos en los sectores altos de la ciudad de
Viña del Mar, menciona que “la noción de la autoconstrucción
en esta cultura urbana popular es de resolución en plazos y
tiempos adecuados al propio ritmo y dinámica de cada familia.
No está prevista una solución inmediata y absoluta, de un solo
golpe, pues hay pasos que seguir: la adquisición del terreno,
72 Recordemos que el sufijo “ita” o “ito”, tiene un valor diminutivo y afectivo.

196
la habilitación del terreno, la construcción de las primeras
piezas, lo que marcha muchas veces al ritmo del crecimiento de la
familia, se van haciendo los mejoramientos y las terminaciones
en la medida que hay recursos” (2005:79).
Esta representación está presente en todos los relatos, incluso
si las viviendas presentan un estado de consolidación más
avanzado. Sin embargo, esta aún más presente en aquellas familias
o personas que recibieron una mediagua por parte del Estado, de
alguna ONG, como una donación y solución ante la carencia de
vivienda o en vista de la mala calidad de sus viviendas.
Así, esta representación que hace referencia a la forma primigenia
de la casa en la quebrada está presente en la totalidad de los
relatos recogidos, ya que si bien hoy en día muchos de los
habitantes poseen otra representación de sus casas en vista de
las diferentes evoluciones que estas han tenido, cada vez que se
refieren a los primeros años después de su llegada a la quebrada,
hablan de sus viviendas a partir de los términos antes citados.
Es decir, una casa como pieza, mediagua o cuarto, un fragmento de
casa “inacabada”. Berenstein, refiriéndose a la autoconstrucción de
las favelas de Río de Janeiro, dice que: “Lo inacabado se impone,
el orden es incompleto y cambiante. Es un movimiento in-crescendo
hacia la concreción de algo diferente, la incertidumbre de un
avenir y la sugestión de numerosas posibilidades de progresión. Lo
inacabado incita a la exploración, al descubrimiento” (2002:78).
Desde esta perspectiva, lo inacabado en los procesos de
autoconstrucción progresiva, es el resultado de los consecutivos
y variados agregados que se realizan al habitáculo inicial
(mediagua y/o pieza), hasta que devenga en una construcción
compleja y que pueda ser mencionada por sus habitantes como una
“casa”. Este crecimiento progresivo es lo que da origen a los
Conjuntos Residenciales Familiares (CRF), como lo veremos en el
subcapítulo 5.
En relación con esto, la señora Ximena, quien habita en un
CRF, menciona que, al comienzo, su casa era una “piececita
chiquitita”, que luego, junto a su marido y hermano, fueron
modificando poco a poco. Ella dice:
“Yo llegué… el niño tenía 2 años, a los 17 tuve al niño, y aquí
empezamos con esa “piececita chiquitita” que esta allá adentro, de
a poquitito, pidió un préstamo mi marido, hicimos esa piececita.
Teníamos todo, teníamos la cocina todo ahí, antiguamente no
había baño, muchos años que no tuvimos baño, todo se tiraba a la
quebrada y todo abierto, dormíamos con los niños abierto, toda

197
la parte de arriba esta, y así de a poquitito, de a poquitito,
fuimos comprando una planchita después otra y así todo de a poco,
y así nos fuimos aumentando, aumentando para arriba” (HCRF,
mujer, 51 años, quebrada Las Cañas).

Así, cuando los habitantes se refieren a la primera etapa de


construcción de sus viviendas, comienzan diciendo: “cuando
empezamos”, “al principio”, “cuando llegamos”, dejando implícita
la idea de que la construcción ha sido un proceso y que hoy
consideran que el habitáculo inicial ha evolucionado y se ha
transformado en una casa. Con respecto a esto, la señora Cristina
nos cuenta que ella comenzó su casa con una pieza:
“mi mamá me tiró para acá, yo quería aquí al frente, pero
mi mamá me dijo no, ‘hacete’ allá una pieza, y aquí empecé
yo, con una pieza, después empecé con dos piezas y después
al final por el terremoto (1965) la pieza se hundió y tuvimos
que desarmar todo y hacer una nueva” (HF, mujer 71 años,
quebrada Las Cañas).

La señora Valeria se refiere, de igual manera, a la etapa inicial


de construcción, diciendo que ella empezó con una mediagua. Sin
embargo, cuando la señora Valeria habla del estado actual de su
vivienda, ya no la describe como una mediagua, sino que dice que
es una casa. Ella afirma:
“Cuando nosotros empezamos a vivir aquí nos hicimos una “mediagua”,
que si no me equivoco, era de 6x2, súper chiquitita, no teníamos
agua no teníamos luz, no teníamos alcantarillado, ninguna cosa
[…] mi casa con los años la hemos ido mejorando, ahora mi casa es
grande, es bonita y lo único que falta es ponerle las puertas a
los dormitorios de mis hijas” (HD, mujer, 37 años, quebrada Las
Rinconada).

La casa de la señora Valeria tiene, actualmente, una superficie de


80m2, es decir, desde la mediagua inicial esta se ha incrementado
en 68m2. Ella considera que su casa alcanzó un nivel evolutivo
que es satisfactorio para ella y su familia.
Por su parte, la señora Trinidad nos cuenta que ella comenzó su
casa con una pieza, luego compró una mediagua y, finalmente, la
agrandó por cada uno de sus costados con una pieza. Ella dice:
“Antes había solo una pieza y se le vino el cerro abajo y tuvimos
que empezar de nuevo. Esta es una mediagua que compramos, y
después nos agrandamos para cada lado, para allá y para acá, este
es el sector más firme para construir, porque está alejado del
cerro” (HF, mujer, 54 años, quebrada Las Rinconada).

198
Finalmente, podemos decir que esta representación es común a todos
los habitantes en el proceso inicial de apropiación de la quebrada.
Representación que aún se mantiene de forma predominante en la
quebrada Las Rinconada, lo cual está directamente relacionado con
el nivel de consolidación primario de esta última. A diferencia
de la quebrada Las Cañas, de consolidación terciaria, la mayoría
de las viviendas muestran un nivel evolutivo que ha transcendido
esta representación inicial. El habitáculo inicial ha perdido
su forma primigenia de pieza, cuarto o mediagua para devenir en
otra cosa que puede ser homologable a la idea genérica de casa
que todos poseemos, pero con una estética particular.

4.2- Representación de la casa en relación con una imagen


campestre en la ciudad.
“Aquí, señorita, esto eran puras rancherías73”
(HD, mujer, 57 años, Quebrada Las Rinconada).

En Valparaíso, la migración campo-ciudad, desde la segunda


mitad del siglo XIX, implicó un traslado y una superposición
de culturas, desde el mundo rural al mundo urbano, por lo que
se reprodujo un modo de habitar campestre en la ciudad. En este
grupo de representaciones encontramos las siguientes acepciones:
rancho, ranchito, choza, chocita, casa quinta, casita quinta74.
Este grupo de representaciones relacionadas con el fenómeno del
éxodo rural, implicó una recomposición de la forma de habitar en
ranchos, casas quintas y chozas, en la ciudad. Acepciones que se
definen por una forma y un programa de arquitectura preciso, donde
la “choza” es el hábitat menos desarrollado y la casa quinta
es la más evolucionada. Este grupo de apelativos aparece en una
recomposición consciente de la vivienda rural en el imaginario
urbano, reconstruido y reinterpretado en la ciudad.
Así, la representación se construye en relación con la
73 Rancherías: Proviene de rancho. Conjunto de ranchos.
74 Rancho: Lugar fuera de poblado, donde se albergan diversas familias o personas.
Rancho de gitanos, de pastores. O granja donde se crían caballos y otros cuadrúpedos. En Chile
se utiliza el término rancho para definir los patios donde son criados los puercos, los caballos,
las vacas, los conejos, las gallinas, etc...
Ranchito: Diminutivo de rancho que denota cariño y pequeñez.
Casa quinta: Casa de recreo en el campo, cuyo arriendo solía ser la quinta parte de la
recolección de los frutos. O casa con antejardín, o rodeada de jardines. O Huerta de extensión
variable dedicada al cultivo de hortalizas para el consumo familiar o con fines comerciales.
Casita quinta: Diminutivo de Casa quinta.
Choza: Construcción rústica pequeña y tosca, de materiales pobres, generalmente palos entretejidos
con cañas, y cubierta de ramas, destinada a refugio o vivienda de pastores, pescadores y gente
humilde. O casa pobre con techumbre de ramas o paja, fuera de poblado.
Chocita: Diminutivo de Choza. El glosario del censo nacional agrupa el Rancho y la Choza bajo
la misma definición, y señala que el rancho o choza con una construcción típicamente rural con
materiales ligeros (barro, totora, pirca, etc.).

199
superposición de experiencias anteriores a la memoria y están
ligadas a las trayectorias residenciales de las familias y, por
ende, a una transposición cultural y de modos de vivir. Alicia
Lindón señala que la casa, por sí sola, también lleva consigo
una memoria que está asociada al habitante y a su existencia,
“pero es una memoria compleja, no es sólo de lo vivido allí, sino
también de lo que se ha vivido en otras casas, pero que entra
en el juego de las analogías y contrastes permanentes. Al mismo
tiempo, la protección de la casa hace que en ella también se
incluya lo que su habitante proyecta en un horizonte futuro, y no
solo su pasado y presente” (Lindón, 2005:7).
En esta situación encontramos el relato de la señora Doraliza
de la quebrada Las Cañas (HF, mujer, 78 años), quien llegó a
la quebrada, en 1952, en busca de trabajo desde Santa Juana,
comuna de la VIII Región al sur de Chile, que en esa época era
un pueblito rural. En este contexto, la imagen que la señora
Doraliza posee de su vivienda es una imagen que proviene de la
memoria, de su lugar de origen, donde existían grandes fundos
agrícolas o latifundios75, cuyos propietarios daban alojamiento
a los campesinos a cambio de cultivar su propiedad.
“Yo vivo acá, señorita, desde el año 1952, hace más de 40 y
tantos años. En ese entonces vivíamos en una “chocita”. […]
después yo me preocupé de plantar arbolitos, porque por aquí
no hay ninguna otra casita que tenga “una casita quinta”,
¡esta es la única! Yo iba plantando siempre de a poquito
arbolitos, nacía un hijo y yo plantaba un árbol, nacía un
nieto y yo plantaba otro; con el nacimiento de cada hijo y de
cada nieto, yo planté un árbol, entonces todos esos arbolitos
ahora me dan su fruto, la tierra que tengo allí yo la siembro,
me sirve para plantar papitas, acelgas, zanahoritas, porotos
y así yo voy sacando las cositas que necesito” (HF, mujer 78
años, quebrada Las Cañas).

Aquí podemos ver que un lugar puede causar la reminiscencia


de otro lugar, ya que las personas movilizan sus prácticas en
relación con sus experiencias pasadas. La señora Dolariza, al
nombrar su casa como una “casa quinta”, revela una representación
que transpone dos realidades: su experiencia de un pasado rural,
donde reinterpreta y reconstruye su estilo de vida, a partir
del hecho de haber vivido en una casa quinta; y su experiencia
actual de vivir en una quebrada urbana, pero con características

75 El sistema latifundista consistía en grandes propiedades agrícolas que eran propiedad


de algunos y que eran explotadas con mano de obra barata, por campesinos que no recibían un
salario por cultivar las tierras, sino que solamente obtenían un lugar donde vivir.

200
paisajísticas que le evocan el campo. De esta manera reinterpreta
el espacio urbano y reproduce su propio fragmento de ruralidad
en la ciudad.
En el transcurso de su relato, la señora Doraliza utiliza dos
palabras opuestas que definen y representan su casa. Cuando se
refiere al pasado y a su llegada a la quebrada, define su casa como
una “chocita”, refiriéndose al carácter precario de su vivienda.
Y luego, cuando habla del presente la define como una “casita
quinta”, diminutivo de “casa quinta”, mencionando los árboles y
huertos que ella ha plantado y las características estéticas de
su vivienda y del entorno.
Debemos aclarar que la casa de la señora Doraliza, en estricto
rigor, no es una casa quinta, no responde a las características
estéticas, ni programáticas, que definen una casa quinta
convencional.
Estas dos acepciones, “ranchito” y “casita quinta”, por una parte
llevan consigo una evaluación emocional al utilizar en ambas
los sufijos “ito” e “ita”, los cuales, por definición, denotan el
apego y el cariño que la señora Doraliza posee por su vivienda.
Y por otra parte, evidencian las transformaciones materiales que
ha sufrido la casa, subrayando con esto una evaluación positiva
que implica un proceso de superación personal y familiar, en
términos sociales, espaciales y económicos.
De esta manera, las representaciones que poseen los habitantes
de las quebradas en relación con sus viviendas, tienden a evocar
otros lugares. Lindón señala que “entre un lugar y otro se da una
relación de co-presencia. El sentido de un lugar evoca el sentido
de otro lugar” (Lindón, 2007:34). Antoine Bailly (1989) señala
que “En un entorno histórico y socialmente dado, el individuo
construye su propia realidad articulando lo estructural, lo
funcional y lo simbólico; (...) el paisaje nos remite a nuestra
experiencia existencial; cómo se articulan lo real y lo imaginario
en cada lugar” (Cit. en Lindón, 2007:9).
Así, esta imagen campestre o rural que poseen los habitantes de
las quebradas se refuerza con todas las actividades y oficios que
sucedían y se desarrollaban históricamente en las quebradas76,
76 Dos de las actividades más importantes que se desarrollaron históricamente en las
quebradas de Valparaíso, fueron las realizadas por los aguateros y por las lavanderas. Ambos
oficios tradicionales de las quebradas de Valparaíso. Los aguateros eran personas que se dedicaban
al transporte y venta de agua en Valparaíso. Su labor era buscar agua en las vertientes de
las quebradas de Valparaíso y llevarla a los domicilios y plazas públicas de la ciudad, en dos
barriles transportados por caballos o burros. A finales del siglo XIX, según Vela-Ruiz, existían
638 aguateros en Valparaíso. La lavanderas, por sus parte, era mujeres que trabajaban lavando
ropa, y se surtían de agua en las quebradas. Según el Censo de 1875, el sindicato de lavanderas
de Valparaíso contaba con la participación de 6.399 socias, uno de los sindicatos más numerosos
de la ciudad.

201
los que han construido un imaginario urbano ligado a una imagen
campestre en la ciudad. Según los habitantes, vivir en una
quebrada es como vivir en un pedazo de campo, pero en medio de
la ciudad.
La señora Ana, de la quebrada Las Chanas (HF, mujer, 75 años), nos
cuenta que su casa era una quinta, porque tenían plantaciones de
árboles frutales, un huerto, flores, e incluso tenían animales,
vacas y burros. Y agrega que el agua de la quebrada era limpia y
la utilizaban para el regadío, por medio de unos canales que su
padre había construido.
“Yo llegué aquí a los tres años y tengo 75. Llegué con mis
padres, éramos cuatro hijos y fuimos diez, aquí jugábamos mucho
[...] mi padre era de un pueblo del sur (de Chile) que se
llama Nirivilo, en Constitución. [...] Para el terremoto de
1906, dice que se vino a Valparaíso porque su papá trabajaba en
construcción, y aquí en Valparaíso quedó todo botado, entonces
mucha gente emigró, y así llegaron al Cerro Mesilla a vivir con
sus padres y después casado se vino para acá, en el año 1939.
[...] Esto antes era una quinta, [...] son 5.600m², algo por
ahí, aquí ya había una casa, era una casa de dos pisos, era de
adobe, y era una casa bien grande. [...] Aquí se plantaba de
todo, ¡de todo!, mi papá contrataba a un señor que tenía
un arado, él araba, y mi padre plantaba las papas, los
porotos, las cebollas, las lechugas, los rabanitos, las acelgas,
los tomates. Teníamos arboles [...] habían tunas, habían
higueras, habían limones, habían naranjos, habían duraznos,
bueno al final se acabó todo, porque en esa época teníamos el
cerro para nosotros, pero después de cada terremoto que ha
habido, la gente viene buscando donde hay un pedazo de
tierra. [...] Y ahora han hecho tantas casas por esto de la
tierra, la tierra, la tierra, y ya no tenemos agua, tampoco para
regar porque antes se regaba con el agua de la quebrada, eran
aguas limpias, ahora no se puede sacar ni una piedra de ahí,
usted termina toda contaminada.[...] Ahora no hay nada, si esto
era una belleza, corría un río muy bonito, se sacaba arena, se
sacaban piedras, habían taguas, habían guairabos, ranas, muchos
tipos de aves, todo bonito, precioso, el agua era limpia, unas
piedras azules de cantera [...] aquí nosotros jugábamos, otros
niños venían a bañarse en los pozones.[...] Ahora, mi hermano
se ha dedicado a plantar, pero es chiquitito, un pedacito no
más, son sólo unas cuatro matas de tomates” (HF, mujer, 75 años,
quebrada Las Chanas).

Incluso esta imagen de casa quinta no sólo la poseen las familias


que viven en una “casa quinta”, sino que también sus vecinos.
Don Juan, de la quebrada Las Chanas (HF, hombre, 65 años), al
referirse a la casa de su vecina Ana, dice:

202
“Allá, todo lo que usted ve, todo eso tiene dueño, es una
“quinta” para allá, todo ese terreno donde están los árboles,
pertenece a esa gente de esa “casa quinta” que está ahí, ellos
tienen hasta allá atrás, hasta la quebrada de allá atrás, ellos
son propietarios [...] eso es una quinta eso para atrás, los
cabros son varios ellos ahí, la familia” (HF, hombre, 65 años,
quebrada Las Chanas).

Por otra parte, la palabra rancho y su diminutivo ranchito,


también explicitan esta imagen de casa campestre en la ciudad,
pero al contrario de la casa quinta, que implica un terreno vasto,
con una gran casa y plantaciones de árboles frutales y huertos,
la palabra rancho y/o ranchito, en cuanto a su aspecto formal,
transmite una imagen de extrema precariedad de la vivienda, y es
utilizada por sus propios moradores, porque sienten que viven en
una casa a medio hacer y medio abierta, sin terminar. La señora
María Cristina, cuando habla y presenta su vivienda, dice “este
es mi ranchito” (H.F, mujer, 71 años quebrada Las Cañas).
Así también, don Manuel nos cuenta que cuando llegó a vivir a la
quebrada La Rinconada su casa era un rancho, definiendo con esta
palabra, a la vez, el carácter precario de su vivienda y la doble
utilidad de esta última, ya que su familia criaba animales. Él
nos cuenta:
“Aquí llegamos a un “rancho” prácticamente, porque no era una
casa, habían animales, nosotros, toda la familia de él, llegaron
le dieron cama y todo, y para nosotros no alcanzaron las camas,
así que nos dieron un pedazo en la cocina y ahí dormíamos en
la cocina tirábamos la ropa de cama en el suelo y ahí dormíamos”
(H.F, hombre, 80 años, quebrada La Rinconada).

En el caso de las quebradas de Valparaíso, cuando estas comenzaron


a ser ocupadas mediante el hábitat autoconstruido, a mediados
del siglo XIX, la vivienda contemplaba esta doble condición: dar
lugar y cobijo a hombres y a animales. Evidentemente, cada uno
en recintos diferenciados, sin embargo, esta imagen campestre
se arraigó en el imaginario colectivo, no sólo de sus propios
moradores, sino también de quienes desde fuera percibían esta
forma evocativa del mundo rural de habitar, la cual, incluso en
algunas quebradas, se mantiene hasta hoy en día. Con respecto a
ello, la señora Valeria de la quebrada La Rinconada nos relata
lo siguiente:
“Antes de vivir aquí nosotros estuvimos viviendo en San Roque
(cerro), entonces mi marido tenía animales y donde vivía no podía
tener animales, entonces él se vino para acá. Como él es nacido
y criado acá, su mamá vive allá en la esquina. Entonces se buscó
este pedazo de terreno lejos también del sector de las casas, por
lo mismo, porque él tiene animales, tenemos chanchos y caballos,
para atrás está lleno de corrales, son los animales que están
ahí, chanchos, caballos, chivos, y ayer trajo un conejo.[…]
De repente, en una fiesta, él faena uno para la casa, pero l o s
tiene para venderlos […] acá hay gente que les gustan los
animales del sector y andan buscando un chancho, y mi marido se
los vende y se los llevan, por ejemplo en un tiempo
criamos gallinas, teníamos más de 100 gallinas” (HD, mujer, 37
años, quebrada La Rinconada).

De esta forma, al momento de concebir y construir una casa en


la quebrada, en algunos casos se contempla el lugar para la
familia y también se construye el cobijo para los animales. Así,
el rancho define un lugar de habitación, pero también el lugar
donde se desarrolla una actividad económica que otorga parte del
sustento a la familia, ya que los animales se crían para ser
vendidos y solo ocasionalmente para el consumo familiar.
Por otra parte, este término posee un carácter peyorativo,
cuando es utilizado por alguien ajeno al lugar y que mira
desde afuera el fenómeno de una toma, empleando su derivación
rancherío para describir un grupo de casas de origen informal y
de estética precaria. Lo lógico sería llamarlos caserío ya que
este sustantivo define un conjunto de casas.
Finalmente, los diminutivos de cada una de las acepciones que
hemos revisado, “casa quinta” o “casita quinta”, “rancho” o
“ranchito” y “choza” o “chocita”, remiten al pequeño tamaño de
la vivienda y expresan la afección que los habitantes le conceden
a su lugar de habitación.
De esta manera, en este grupo de representaciones encontramos
los dos extremos de tipos arquitectónicos rurales: la casa
quinta, que enuncia una imagen de confort en armonía con la
naturaleza circundante y a la micro producción agrícola, en
huertos familiares y, por otra parte, el rancho y la choza,
que aluden a una estética precaria y a formas inconclusas de la
vivienda, lugares semi abiertos, sin terminar.
El espacio habitado es una representación que implica tanto
los aspectos sociales y materiales. Al respecto, Alicia Lindón
declara que por medio del lenguaje de la memoria se construyen
discursos que circulan localmente y objetivan las experiencias
espaciales (Nogué, 2007).
De esta manera se descubre que la casa de la quebrada mantiene
esta doble condición, de ser un lugar de habitación y a la vez

204
Figura 24: Gráfico que representa la localización y secuencia del arribo de los
habitantes entrevistados en tres quebradas (Las Chanas, Las Cañas, La Rinconada).

205
de micro producción, constituyéndose como una de las múltiples
y variadas tipologías que aparecen en el hábitat informal, las
cuales expresan un fuerte trasfondo popular y hacen referencia
a la historia y a la memoria del lugar.
Para los habitantes que migraron hacia las quebradas desde zonas
rurales, sus experiencias pasadas y los territorios vividos
constituyen una memoria que el sujeto transpone en el nuevo
territorio, en este caso, esta memoria toma forma y se reconstruye
en la apropiación del espacio de la quebrada y en la concepción
de la vivienda, donde se superponen múltiples experiencias que
permiten reconocerse en un nuevo lugar y comenzar desde cero.
Esto permite al habitante construir su identidad en un nuevo
territorio y arraigarse a partir de una idea conocida.

4.3- Representaciones en relación con las


características arquitecturales y/o materiales
Este tercer grupo de representaciones guarda relación con las
formas construidas y la estética de la casa. Estética que puede
definir un tipo arquitectónico a partir de elementos arquitectónicos
que le otorgan la identidad a la vivienda; sin embargo, también
en este grupo reunimos aquellas representaciones que definen la
vivienda desde sus cualidades materiales (precarias o no).
La interacción y la cotidianeidad de las acciones sobre y con
un territorio generan, como hemos dicho, una apropiación socio-
espacial de este último. Los habitantes le confieren valoraciones
y significaciones mediante las representaciones que el territorio
vehicula, constituyendo, de esta manera, una estética social,
la cual Hernández define como “el conjunto de manifestaciones a
través de las cuales se expresan los factores que propician el
vínculo afectivo entre el hábitat y el usuario” (2007:19). Desde
esta perspectiva entendemos las valoraciones que le otorgan a
la vivienda los habitantes de la quebrada, así como también las
acepciones que denotan el cariño que sienten hacia el lugar que
habitan.
Este grupo de representaciones abarca todas aquellas palabras
que los habitantes utilizan como sinónimo de casa, pero que a la
vez define a la vivienda desde sus características materiales y
estéticas, sin bien en las dos anteriores cada palabra también
vehiculaba una estética precisa, como la casa quinta y la
mediagua, aquí es explicitada por sus habitantes, encontrando
palabras tan específicas “chalet”, o bien frases compuestas que

206
definen la casa desde sus particularidades constructivas, como
por ejemplo, “mi casita de madera”, “mi casa la del balcón”, “mi
casita de adobes”, “mis cuatro latas paradas”, “mi casa de dos
pisos”.
En estas representaciones vemos que, por una parte, se ha superado
la imagen inicial sea del tipo campestre o de emergencia, y se
ha sublimado la vivienda a un nivel superior, el cual refleja
una estética y una materialidad precisa. Esta forma de referirse
a la casa implica un significado inmediato sobre el confort y
bienestar que en ella encuentra la familia.
a) A partir de la características materiales y apariencia de la
vivienda
b) A partir de un elemento arquitectónico que define la identidad
de la vivienda, como por ejemplo: un balcón, una galería, una
terraza, dos pisos, etc.
c) A través de una palabra que define la totalidad de la vivienda,
pero que la sublima a un nivel superior, como por ejemplo:
chalet.
Con respecto a las características materiales y a la apariencia
de la vivienda, encontramos el relato de la señora Cristina que
define su casa como sus “cuatro latas paradas”, en relación con el
carácter precario, transitorio, efímero y ligero de su vivienda,
y que se expresa en los materiales de recuperación que la señora
Cristina utilizó para construirla.
“A quien sea que me diga algo, yo tengo mis ‘cuatro latas
paradas’ y esto es mío y sé que es mío y no tengo que estar
pagando, ni estar arrendando, y es mío, tengo donde poder
echar mis huesos, no tengo gran casa pero tengo mis cuatro latas
paradas, le digo yo” (HF, mujer, 71 años, quebrada Las Cañas).

Si bien, la expresión ‘mis cuatro latas paradas’ denota una


imagen precaria, el valor que la señora Cristina le confiere a
su vivienda es que esas ‘cuatro latas’ le pertenecen, es decir,
el valor que ella le atribuye a su vivienda no es material,
sino que se relaciona con el logro personal, la propiedad y el
patrimonio. Anteriormente, mencionamos que el valor simbólico
de la vivienda para los auto-constructores transciende el valor
material que la vivienda pueda tener, ya que las personas son
más proclives a aceptar los propios errores que los errores de
otros (Turner, 1977).
A continuación, detallaremos un poco más dos ejemplos de
representaciones que se sustentan en un tipo y en un elemento
arquitectónico: la casa con balcón y la casa chalé.

207
4.3.1- La casa con balcón
“Lo que hace diferente mi casa de las otras es el balcón”
(HD, mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

Esta representación es parte del imaginario urbano de Valparaíso;


los balcones son un elemento arquitectónico típico de la casa
porteña, “con sus casas colgando y sus balcones”. Con respecto a
esto, Vicuña Mackenna escribe que, cerca de 1870, el corredor o
balcón “era un adorno indispensable de la arquitectura peculiar
del puerto” (1936:511).
Así, también encontramos una referencia de esto en el sketchbook
de Conrad Martens, quien dibuja, en 1834, la casa típica de
Valparaíso con balcón.
Hacer un balcón en voladizo es una audacia constructiva en
las viviendas autoconstruidas, lo cual demuestra dos cosas:
primero, que las personas no poseen prejuicios sobre qué y cómo
construir, y segundo, la existencia de un saber-hacer local que
se expresa en las formas construidas. La casa es una invención
que se construye en el devenir de lo cotidiano.
En esta lógica, el balcón es una solución frente a la ausencia de
horizontalidad en las laderas de las quebradas, es el artilugio
constructivo para poder tener un área exterior a la vivienda
—un patio—, y es el artificio para extender progresivamente la
casa. La casa de la quebrada se extiende y expande a partir de
plataformas que se construyen en oposición al espacio inclinado
de la ladera, transformando el espacio inclinado y escarpado en
un espacio horizontal y liso.
Hacer un balcón es una audacia que está vinculada con el hecho
de habitar un terreno no horizontal —un borde de la ladera—; el
balcón, en cuanto forma construida, se apropia del vacío de la
quebrada y le construye un cuerpo.
Una casa con balcón es el ideal de la casa como un nido que pende
de un árbol, semi transparente y semi interior.
El balcón construye una relación y una antelación con el entorno
inmediato de la casa, con el paisaje, con los vecinos y con
el vacío de la quebrada; el balcón construye una forma de
posicionarse en la quebrada y observarla.
El balcón, en cuanto que lugar, no es un interior, ni un exterior
absoluto, pues se concibe como una extensión de la casa, es el
lugar donde la dialéctica de lo de adentro y de lo de afuera
entran en tensión, la cual es buscada por los auto constructores,
ya que el balcón es el espacio de la casa que trasgrede su
intimidad y la expone al barrio.

208
Parafraseando a Bachelard, el balcón es el lugar donde el adentro
y el afuera “están prontos a invertirse, a trocar su hostilidad”.
Es donde el espacio íntimo de la casa “pierde toda claridad. El
espacio exterior pierde su vacío” (2000: 189).
El balcón es, finalmente, un lugar de transición, de exposición,
de contemplación, de conversación, de respiración, es un lugar
de sociabilización.
En relación con lo anterior, encontramos cuatro relatos que nos
hablan explícitamente de sus casas y de su casa con balcón,
haciendo alusión al balcón ya construido o al balcón que se
quisiera construir, pues es una forma de darle identidad a la
vivienda y diferenciarla de las otras.
La señora Valeria, cuando comienza hablar de su casa, recuerda la
primera vez que nos conocimos y cómo ella me dio las referencias
para poder llegar a su casa. Cuando habla de su casa lo hace
comparándola con otras viviendas y la valoriza en términos
materiales y estéticos. Ella señala:
“Por ejemplo, mi casa es más grande, más cómoda y esta forradita,
se podría decir que es la mejor casa del sector, tiene balcón,
tengo un balcón, ¿se acuerda cuando usted me pregunto dónde
vivía?, yo le dije es una casa de dos pisos con un balcón afuera,
es más grande, está mejor hecha y tiene un balcón y tiene mayor
espacio que otras familias” (HD, mujer, 37 años, quebrada La
Rinconada).

Ella define claramente su vivienda a partir de términos materiales


formales y estéticos, “es de dos pisos y tiene balcón”, un nivel
que ha alcanzado la casa luego de haber sido inicialmente una
mediagua.
Para Natalia el balcón representa el espacio de respiración de
la vivienda, es el lugar para relajarse cuando se está en la casa
y se mira lo que pasa afuera. Y dice:
“El balcón es de tres pisos. Sí, me gusta porque es algo mío, por
eso me gusta” (HCRF, mujer 24 años, quebrada Las Cañas).

Don Héctor nos señala que construyó un balcón para que su esposa
pudiera tener sus plantas. Él nos cuenta:
“A mí por ejemplo ya no me queda patio, es que es demasiado chico
(el sitio), y además que tengo el taller, lo bueno sí es que tengo
arriba el balcón, que es lo que he estado haciendo para poner
plantas y cosas así, siempre yo he tratado de poner balcón, para
que mi señora tenga sus plantas y cosas así, porque a ella le
encantan las plantas, incluso dentro de la casa hace poco parecía
bosque” (HF, 51 años, quebrada Las Cañas).

209
Para la señora Lucinda la casa balcón es el ideal, es el sueño
aún no alcanzado, es aquello que quiere que su casa tenga para
así considerarla terminada.
“Como le decía, yo siempre estoy haciéndole arreglos a la casa,
y le digo, yo quisiera terminar la casa y agrandarla un poquito
más, ahí donde está el poste y de ahí hacer un balcón que me
cruce para acá, (señala todo el frente de la vivienda), ese es mi
sueño, no sé si lo voy a poder concretar, a lo mejor algún día”
(HF, mujer, 58 años, quebrada Las Cañas).

4.3.2- La casa chalé


“Yo siempre digo que este es mi chalecito”
(HCRF, mujer, 51 años, quebrada Las Cañas).

La última representación es aquella que define la casa como un


todo armónico, aunque esta sea formalmente fragmentaria. La casa
chalet es la idealización de la casa de madera, de esa casa que se
agrega y resulta de la adición de múltiples elementos disonantes.
Esta representación obedece a un fenómeno de hibridación cultural,
que consideramos que tiene su origen en la fuerte presencia de
inmigrantes en la ciudad de Valparaíso, quienes construyeron sus
viviendas según los estilos y características de las viviendas
de su país de origen. Después de la segunda mitad del siglo XIX,
Valparaíso contaba con una importante población de inmigrantes
provenientes, entre otros, desde Inglaterra, Alemania, Francia
y España. 77
De esta manera, en textos del siglo pasado es habitual encontrar
descripciones de la ciudad de Valparaíso que hacen alusión a
la forma y al estilo de sus viviendas. Por ejemplo, Juan de D.
Ugarte Yávar en su obra Recopilación histórica. Valparaíso 1536-
1910, menciona dos veces a las viviendas que se encuentran en los
cerros de Valparaíso habitadas por los inmigrantes y que algunas
se situaban a la altura de la Avenida Alemania.
“En los cerros Alegre y de la Reina Victoria están los paseos
Americano, Atkinson, Templeman y Dimalow, muy pintorescos por
los jardines que adornan los frentes de los “chalets” allí
edificados” (Ugarte Yávar, 1910: 68).
“El Camino de Cintura, está situado sobre la cima de los cerros,
encontrándose en su trayecto varios chalets y quintas de recreo.
77 Según el censo de 1875, en Valparaíso había un extranjero por cada 14 chilenos; el
total de extranjeros de 34 nacionalidades diferentes era de 6.927 y entre las colonias más
numerosas se destacaban los ingleses con 1.785 inmigrantes, los alemanes con 1.134, los franceses
con 986, los italianos con 807 y los españoles con 346 (Censo, 1875:445).

210
Es frecuentado en las épocas de verano por paseantes en coche y
a caballos” (Ugarte Yávar, 1910: 68).
Esta imagen de la casa chalet quedó arraigada en el imaginario
colectivo que poseen los habitantes de Valparaíso y fue integrada
a nuestro vocabulario. De esta manera, en las quebradas los
habitantes utilizan este apelativo para referirse a sus viviendas
cuando estas presentan un nivel de consolidación y constructivo
superior al de sus vecinos.

5.0- Construcción fragmentaria de la casa Germen de la


casa autoconstruida: pieza- mediagua.

Como lo mencionamos precedentemente, la mediagua y la pieza


se constituyen como dos unidades elementales o germen de la
vivienda autoconstruida.
“Todo rincón, de una casa, todo rincón de un cuarto, todo espacio
reducido donde nos gusta acurrucarnos, agazaparnos sobre nosotros
mismos, es para la imaginación una soledad, es decir, el germen
de un cuarto, el germen de una casa” (Bachelard; 2000:127).
Desde esta perspectiva propuesta por Bachelard, cada lugar
destinado al hecho de recogerse y refugiarse en sí mismo, es un
germen de casa. Aquí la idea de rincón nos reenvía a la idea de
lo mínimo necesario y suficiente para refugiarse a sí mismo, que
permite retirarse en intimidad, sentirse protegido y es desde
donde es posible distanciarse del mundo. En las quebradas, la
pieza y la mediagua se constituyen como el soporte básico y
fragmento primigenio de la casa autoconstruida; estos fragmentos
de casa nacen desde la necesidad imperiosa de encontrar refugio
ante una situación de emergencia o en ausencia de un lugar donde
vivir. La mediagua y la pieza, en cuanto que germen de la casa
futura, es desde donde las familias proyectan sus expectativas
futuras, y prevén los posibles mejoramientos y agrandamientos
de la unidad primigenia. En relación con esto, encontramos los
siguientes relatos, entre otros:
María Inés:“El alcalde me dijo que podía escoger el terreno que
quisiera y aquí instalé la mediagua, que en ese tiempo había
que ir a buscarla a Puertas Negras [...]. Yo instalé (risas),
en realidad fue mi papá y un caballero, que me instalaron la
mediagua aquí, pero así para el otro lado, con la puerta hacia el
patio del terreno, antes yo tenía abajo un jardín, pero después
mi hijo se hizo la casa” (HF, 90 años, quebrada Las Cañas).

211
Juana:“Ahí, eran dos piececitas chicas, (señala un costado del
terreno). Sí, era para dos personas, yo y mi viejo, ahora somos
seis, cinco niños y yo. Un Techo para Chile me dio una mediagua,
como segundo piso opción, después mi hijo nos sacó una cocina
y un baño con material de desecho. No tengo cosas nuevas, pero
están buenas para vivir, no me lluevo, no entra el viento” (HD,
mujer, 57 años quebrada La Rinconada)

María Lucinda:“Yo comencé con la mediagua que me habían dado y


después, poco a poco, trabajando y trabajando, la agrandé; de
hecho este año, después de estarocho años en una empresa, me
quedé sin trabajo nuevamente» (HF, mujer, 58 años, quebrada Las
Cañas).

Nancy:“No, si levantamos una piececita que nos cabía la cama no


más, y después fuimos agrandándonos, pero mira, nosotros teníamos
el mejor carpintero, que era nuestro señor que nos iba guiando,
(risas), el mejor” (mujer, 66 años, quebrada La Rinconada).

Este fenómeno se debe, en parte, al hecho que estas dos unidades


primigenias permiten a las familias poseer un refugio, en la
inmediatez de la carencia de habitación, que evolucionará con
el tiempo, mediante la incorporación de nuevas unidades. John
Turner, en los años setenta, tras estudiar los “pueblos nuevos”
en Perú y los barrios ilegales en México, decía que “la chabola
proporcionaba todo lo esencial a costo mínimo, constituía así un
soporte eficaz y un vehículo idóneo para la realización de las
esperanzas de los usuarios” (Turner, 1977: 74).
La chabola, en este caso, representa aquel germen de la casa
futura, soñada e imaginada en los proyectos de sus habitantes,
en comparación con la vivienda estatal social que no permitía
aquellas mutaciones posteriores y, más que una solución, se
volvía una opresión que se imponía al modo de vida de las
familias. Berenstein (2002), en oposición a esto y haciendo
referencia a las favelas de Río de Janeiro, señala que la vivienda
autoconstruida es dúctil, cambiante, inacabada y viabiliza una
incertidumbre que permite numerosas posibilidades de cambios.
Sin embargo, debemos señalar que la mediagua, bien que esta se
incremente y se desarrolle, según las posibilidades económicas
y prácticas de las familias, hoy representa un problema más que
una solución. Aquí no se defiende el hecho de vivir en mediaguas,
sino la capacidad de las familias de transformar esta unidad
precaria y carente de toda habitabilidad en una vivienda.
De esta manera, la casa autoconstruida es el resultado de
incesantes modificaciones, renovaciones, ampliaciones y de

212
proyectos sucesivos, que son la materialización física de los
sueños y deseos de cada familia.

5.1- Mejoras y ampliaciones de la casa


Guillermo Quiñones (1957), poeta porteño, refiriéndose al “hábitat
popular” de Valparaíso dice: “La casa o casucha popular es
única, funcional. Está construida, adaptada para la actividad
constante del morador. Las hay con puerta, que no se abre nunca,
utilizando la ventana para entrar o salir. A muchas se llega
por huellas estratégicas. Innumerables son las edificaciones del
faldeo al abismo sobre listones de tres pulgadas, que sostienen
la construcción y el mirador o corredor y a sus ocupantes”
(Calderón, 2001:446).
La casa de la quebrada, como construcción fragmentaria, es un
continuo de modificaciones y mejoras, “esta no se considera como
un producto acabado, sino un proceso en constante creación y
mantenimiento” (Wiesenfeld, 2001:328), que busca alcanzar un
sueño, una idea, una representación de aquello que debiese ser
una casa. Las palabras de Bachelard sobre la casa parecen justas
para las casas de las quebradas, “a veces la casa crece, se
extiende. Para habitarla se necesita una mayor elasticidad en el
ensueño, un ensueño menos dibujado” (2000: 62).
En relación con esto, la señora Doraliza señala que le gustaría
mejorar su vivienda, y menciona algunos de sus proyectos:
“Si me quisieran ayudar en algo, serían materiales para arreglar
bien mi casita y hacerme una buena escalera para subir a la casa
[...]. No tenemos muro de contención, si me quisieran ayudar en
algo, por lo menos darme una rejilla de alambre, y unos sacos
de cemento como para chicotearle cemento. [...] Yo lo único que
deseo son dos cosas, comprar cemento para hacer los pilares de
cemento o fierro, para hacerme unos pilares de fierro para sostener
la casa, y lo otro que deseo es un grifo, porque en este lugar no
hay grifo y han habido muchos incendios para arriba y por dios
que cuesta, para apagar los incendios, y nosotros los que vivimos
somos gente de muy escasos recursos y por dios que nos cuesta
tener lo que tenemos” (HF, mujer, 78 años, quebrada Las Cañas).

Las palabras de Bachelard, a propósito de la casa como una


ensoñación menos diseñada, en el hábitat informal pareciera ser
una evaluación ajustada a la realidad de la casa autoconstruida,
debido al hecho de que las viviendas están constantemente
transformándose y ampliándose, en virtud de mejorar la calidad
de vida de sus ocupantes. En la casa siempre existe un lugar

213
destinado a acumular todo tipo de materiales, nuevos, usados,
recuperados, etc., los cuales, eventualmente, podrían servir
para mejorar o reparar la vivienda. Aeschlimann, en su libro
dedicado a la quebrada Jaime De la cintura para arriba, en
varias ocasiones hace referencia a este hecho, y señala que “Lo
entretenido de vivir acá es que siempre hay algo que arreglar,
un techo, una pared, el patio, la reja, y cuanto parche sea
necesario para solucionar un problema que al cabo de un año
volverá a molestar. Todo es provisorio, porque nada es eterno.
[...] Abundan, entre el cuarto de los cachureos y la mente de
los improvisados ingenieros, los 101 proyectos que quedaron a
medio terminar, como la reja mitad de fierro y mitad de palo, o la
pintura que nunca logró un tono uniforme, por haberse alimentado
de conchos revividos con agua ras. [...]Las casas crecen sin
planificación […] y siempre de acuerdo con el reciclaje de
materiales, […] supongo que así se fue armando esta población,
sin plano ni planicie” (2011: 45-47).
Estos cuartos de cachureos son organizados en los entretechos,
en el patio, en los espacios vacantes bajo la vivienda, entre
sus pilotis, o en los espacios intersticiales entre la casa y
la ladera de la quebrada; son verdaderas bodegas de materiales y
talleres improvisados. Estos talleres son los lugares donde sus
habitantes maquinan sus ideas para dar forma a sus viviendas,
razón por la cual, desde un punto de vista formal, las viviendas
presentan una rica plasticidad formal, pero siempre en un aparente
estado inacabado. Rapoport (2002) considera que esta capacidad
de ser agregado (de agrandar, de aumentar, de adicionar), es
lo que concede a este tipo de hábitat su manera múltiple, y
variada, contraria a los modelos preestablecidos o racionales
planificados que tienden a la rigidez y a una uniformidad reductora
(Berenstein, 2002), es decir, que hoy la planificación urbana
no considera las características propias de hábitat informal,
sino que, por el contrario, los interviene transformándolos en
barrios sin atributos. En relación con esto, Aravena señala que
“la autoconstrucción informal puede dejar de ser vista como un
problema y empezar a ser considerada como parte de la solución
[...], también pueden ser vistas como una enorme capacidad de
auto gestionarse el propio espacio de habitación a pesar de no
contar con las herramientas para hacerlo dentro de los mecanismo
formales de la sociedad” (2012:17).
Mesa propone que las lógicas de la construcción progresiva son

214
propias del saber popular, donde el aprendizaje es simultáneo,
en una lógica de prueba y error, en la medida que no existe
proyecto previo —en el sentido del proyecto de arquitectura—,
la casa se va construyendo poco a poco con lo disponible y con
lo que se sabe, y las técnicas con el tiempo se van mejorando.
“Las lógicas de la construcción progresiva, que les son propias
al saber popular, están basadas en una comprensión del proceso
habitacional que sus habitantes tienen para ir asegurando, de
alguna manera, las construcciones y au­ mentar el tamaño de los
espacios de la vivienda” (2009: 85).
De esta manera, la construcción progresiva de la casa se basa en
los hechos y prácticas cotidianas y en la inteligencia de sus
habitantes para resolver sus necesidades y deseos con un mínimo
de recursos, en la inmediatez del diario vivir. En relación con
esto, Parker señala que “un rasgo que parece caracterizar a la
cultura popular es su inmediatismo, el “vivir al día”. Pero ello
obedece no tanto a su incapacidad de previsión racional de quienes
viven en esta situación, sino a su capacidad de adaptación eficaz
a las condiciones estructurales de dominación, las que tornan
su vida cotidiana muy inestable” (1996:132). Las ampliaciones
y mejoramientos de la vivienda informal autoconstruida nace
desde esta la lógica de vivir al día, en la inmediatez de las
posibilidades familiares, territoriales, naturales, económicas,
e implica saberes heredados.

Nancy, comenta el proceso evolutivo de su casa:


“Nosotros, sí, levantamos una piececita que nos cabía la cama
no más, y después fuimos agrandándonos, pero, mira, nosotros
teníamos el mejor carpintero, que era el caballero (su pareja)”
(HF, mujer, 66años, quebrada La Rinconada).

Ximena, menciona el último mejoramiento que le realizó a su casa:


“Hace poco, mi hermana me mandó una tablas, para poner en el
piso, porque el piso, ¡ay si tu hubieras venido antes! ¡El piso
estaba todo apolillado!, era así el hoyo que daba vergüenza.
Hubieras visto los hoyos que habían de lo apolillado que estaban
las tablas y mi hermana sacó todo el piso (de sus casa) y ahí me
regaló esas tablasque pusimos ahora, y ese techo hace poco que
también arreglamos ese techo, porque si tú sacas la plancha, vas
a ver el cielo para arriba, porque hay así unos hoyos, en las
latas, si es pura lata vieja” (CRF, mujer, 51 años quebrada Las
Cañas).

215
Cristofer, indicándonos la terraza y balcón en acero y en voladizo
de su casa, señala:
“Mi papá trabaja en estructuras metálicas, él sabe hacer todo esto
(señala la terraza) junto con mi tata, le ayudaron un poco, pero
él sabe hacer todo esto, él hizo todo, instalaciones eléctricas,
manguera, tubo del desagüe, todo, no contrató absolutamente a
nadie” (HCRF, hombre ,16 años, quebrada Las Chanas).

María Lucinda, menciona la ayuda recibida para construir su


casa:
“Primero, mi marido solo, acarreaba huevillos, cemento, hicimos la parte
de abajo y mi suegro y mi marido, mi cuñado, ellos no tienen
estudios de construcción, pero igual le pegan un poco, mirando,
aprendiendo, e hicieron la casa y después la ampliación de acá
la hizo alguien que sabía un poco más, un amigo de mi marido que
falleció, le hizo esta parte de acá, por eso está mejor hecha”
(HF, mujer, 58 años quebrada La Rinconada).

Trinidad, se refiere al trabajo colaborativo:


“Todo esto es de nosotros, lo hicimos nosotros, todos cooperamos,
y el caballero (su esposo) sabía de construcción, antes había
sólo una pieza y se le vino el cerro abajo y tuvimos que empezar
de nuevo. Esta es una mediagua que compramos, y después nos
agrandamos para cada lado, para allá y para acá, este es el
sector más firme para construir, porque está alejado del
cerro” (HF, mujer, 54 años, quebrada La Rinconada).

5.2- Proyectos soñados


La vivienda autoconstruida e informal, en cuanto construcción
inacabada, está en un estado constante de proyecto o de obra;
siempre existe algo que no se pudo hacer por falta de recursos,
sin embargo, estos proyectos están siempre presentes en sus
habitantes. De esta manera, la casa como proyecto aparece
constantemente en el discurso de los habitantes. Wiesenfeld,
en relación con la vivienda autoconstruida en Venezuela, señala
que “Siempre están presentes las referencias a las mejoras
pendientes, al igual que el esfuerzo y los logros alcanzados”
(2001:298).
Es así que la señora Trinidad insiste sobre su deseo de terminar
las habitaciones del segundo piso y que su casa sea bonita:
“Yo, por ejemplo, ahora lo que quiero es terminar arriba los
dormitorios (segundo piso), ponerla bonita (la casa) y pintarla,
pero no sé para cuándo, ahí veremos” (HF, mujer, 54 años, quebrada
La Rinconada).

Por su parte, la señora Valeria desea agrandar su casa porque

216
considera que el espacio disponible se ha vuelto insuficiente
para su familia y que carece de intimidad:
“Igual me pienso agrandar con un living para adelante, y dejar
todo esto como comedor […] Una ampliación me gustaría hacer,
para dejar este espacio solo como comedor y hacer el living
para allá, en la entrada, y terminar bien las divisiones del
segundo piso. Por ejemplo, las piezas de ellas (hijas) no tienen
puertas; la pieza que era de mi hermana, con la cual yo viví desde
chiquitita, tampoco tiene puerta y la ventana esta deshabilitada,
o sea, no tiene vidrio y la división de mi dormitorio tampoco
la tengo hecha, va a dar al dormitorio de mi hija y no tiene
privacidad, lo principal sería que los dormitorios tuvieran un
poco más de privacidad y una ampliación, agrandar la cocina y
el baño , porque las casetas que dio el alcalde Pinto han sido
súper buenas , pero muy chicas, no tienen el espacio para poner
una lavadora, por ejemplo, y la cocina igual es muy pequeña” (HD,
mujer, 37 años, quebrada La Rinconada).

En ciertos casos, las mejoras pendientes se refieren a aspectos


menores, ya que los habitantes estiman que sus viviendas, de
cierta forma, están bien y sólo les faltan algunos detalles que
las harían mejor. Por ejemplo, hablan de mejorar y/o arreglar
techos, ventanas, cambiar ventanas de madera por ventanas de
aluminio, instalar canaletas de agua, pintar el techo, pintar
la casa, etc. Sin embargo, en otros casos, donde el hábito de
los habitantes es hacer y rehacer la casa, y su ocupación u
oficio se relaciona con la construcción, estos mejoramientos
van más lejos; algunos habitantes sienten que la vivienda se ha
deteriorado mucho y, por lo tanto, la única solución es rehacerla
por completo. Eso sería lo ideal para ellos, pero ante la falta
de medios económicos este deseo es solo un proyecto que algún
día esperan cumplir para mejorar su situación. Esto lo hemos
visto, recientemente, tras el incendio de abril del 2014, cuando
las familias comienzan a reconstruir por sus propios medios sus
viviendas y estas son más grandes y vistosas que las anteriores.
En relación con esto, don Juan nos explica su situación y su
proyecto; su vivienda es de adobe, construida en el año 1965
por su abuela, y considera que ya es tiempo que esta casa sea
remodelada.
“Lo que yo quisiera, es que yo he conversado con mi hijo,
el problema son la monedas, para hacerme algo mejor, yo tengo
pensado por lo menos hacerme una casita, aunque sea una pieza, de
madera, una cuestión de material más liviano. Como le decía yo,
tenemos pensado aquí con mi hijo y con mi yerno en demoler esta
pieza (señala casa de adobe), es la que está más mala, está toda
quebrajada. Por dentro no se nota mucho, pero por afuera sí, y

217
sobre todo porque nosotros mismos pasamos por aquí, yo siempre es
esa cuestión que siempre he temido, porque lo tengo en la mente
de hace muchos años. Yo sé que esta cuestión con un sismo fuerte
se va a caer, pero esta parte es la que queremos demoler, yo le
preguntaba a ellos si acaso esta parte para allá me aguanta o no,
de aquí para si nos aguanta el material, al demoler este pedazo
esta parte, si esta muralla aguanta o no, al sacar todo esto”
(HF, hombre, 65 años, quebrada Las Chanas).

Finalmente, podríamos decir que cuando se utiliza en el discurso


la palabra “casa” como tal, es porque el dueño de casa considera
que su vivienda está terminada, conclusa, es decir, que alcanzó
un nivel de consolidación que la homologa y la hace par de
aquellas construidas por la vía legal.
Rapoport, en su libro Cultura, arquitectura y diseño, analiza la
congruencia y la interdependencia entre la forma construida y la
cultura, ejemplificándolo con variados ejemplos de arquitectura
vernácula y dice que la importancia de aquella congruencia
consiste en crear entornos con la capacidad de prestar apoyo.
“La finalidad del diseño debería ser el trabajo ‘a medida’ o
‘ajustado’ [‘tight fit’], que los entornos deberían “fabricarse”
muy específicamente para determinados grupos. Mientras que sea
esencial que los entornos sean culturalmente específicos, la
relación entre la cultura y la forma construida debería ser
‘holgada’ [‘loose fit’], con el diseño tan abierto [open-ended]
como sea posible” (2003:209). Y agrega que la solución no está en
la vivienda, sino en las infraestructuras urbanas que permitan
libertad al usuario de adaptarse.
“Los términos —holgura, flexibilidad, adaptabilidad y capacidad de
respuesta— se resumen en el concepto open-endedness, ‘abertura’,
cuyo producto es el diseño abierto. En principio, la cuestión
debería ser, más bien, cuál es el mínimo imprescindible de lo que
puede ser diseñado con validez y utilidad, en vez del máximo que
luego impide la posibilidad de cualquier cambio. Es necesario
pensar en términos de construcción de infraestructuras urbanas,
dentro de las cuales los usuarios puedan manipular el contenido.
Estas infraestructuras (entramados) no solo son físicas, sino
también reguladoras y han de ser consideradas en términos de
responsabilidad pública (como opuesta a privada) y en el marco
de sus proceso de aparición” (Rapoport, 2003: 210).
Esto es similar a la aproximación conceptual propuesta por
Gouverneur (2015), sobre las armaduras informales (The Informal
Armatures), una aproximación urbana que nace de la hibridación

218
entre lo formal y lo informal. Un enfoque que busca aprovechar
las capacidades de adaptación de los habitantes informales,
evitando la ocupación y evolución aleatoria. Y tiene por objetivo
proponer y diseñar estructuras urbanas sostenibles que permitan
minimizar la brecha o disparidad urbana entre lo formal y lo
informal.
De esta manera, la permeabilidad, abertura, de una estructura
cualquiera, sean estas a escala urbana o unifamiliar, permite
que un proyecto sea adaptable y pueda recibir cambios y mejoras.
En este caso, la vivienda planificada debiese considerar estas
características de la casa autoconstruida e informal, con el
objetivo de que exista la posibilidad de transformarla en función
de las posibilidades y proyectos de cada familia.
Finalmente, consideramos que la casa autoconstruida e informal
es, además, el resultado de una configuración social familiar
extendida, de una territorialización familiar que explica la
morfología de los agrupamientos de piezas y luego de casas,
dispuestas y organizadas en un sitio, que con el tiempo
conforman los Conjuntos Residenciales Familiares (CRF), forma
de apropiación socio-espacial del espacio de las quebradas.

219
2007

2011

Sept. Post-incendio del 12.04.14


2014

Nov.
2014

Figura 25: Proceso evolutivo de construcción y re-construcción viviendas en la


quebrada La Rinconada periodo 2007-2014.

220
6.0- Conjuntos Residenciales Familiares (CRF): Palimpsesto
urbano informal.

El hábitat informal en las quebradas define un modelo urbano de


escala familiar y comunitario propio de ellas, que se desarrolla
como proyecto familiar y comunitario, como resultado de una
exploración, apropiación y construcción del territorio de las
quebradas, donde las modificaciones, renovaciones y ampliaciones
son proyectos que se engendran y se consolidan desde la práctica
social. Lefebvre propone que “la práctica espacial consiste en
una proyección ‘sobre el terreno’ de todos los aspectos, elementos
y momentos de la práctica social” (2000: 15). Una apropiación
paulatina que va superponiendo formas y apropiaciones diversas.
La superposición de las prácticas cotidianas construye
progresivamente el espacio, las apropiaciones espaciales son a
la medida y se re-transcriben en función de aquello que acontece.
De esta forma, la práctica social origina una forma o modelo
urbano particular de apropiación en las quebradas, que hemos
definido y nombrado como Conjuntos Residenciales Familiares
(C.R.F), entendidos en el sentido propuesto por Agier (2009) como
sistemas familiares de viviendas donde cada familia construye,
reconstruye y recompone una parte del medio urbano complejizándolo
y dándole forma, generando así una red de interconexiones y
ramificaciones residenciales, pero siempre ligadas en un conjunto
visible. Así, el conjunto es el resultado de una organización
familiar extendida, lo cual explica la forma azarosa y compleja
que poseen estos agrupamientos de viviendas, de piezas o de
cuartos dispuestos sobre un mismo sitio.
Así, a la manera de un palimpsesto78 que se escribe y reescribe
sobre sí mismo, el territorio de las quebradas es diseñado y
rediseñado sobre él mismo a partir de sucesivos ordenamientos y
reordenamientos, realizados por los habitantes en sus viviendas
y en el espacio público, lo que genera una superposición de
trazos y de formas que dan lugar a los Conjuntos Residenciales
Familiares. Los CRF dejan entrever las trazas de sus versiones
anteriores, visibles en el envejecimiento y diversidad de
materiales utilizados, superposición de volúmenes y colores.

78 Un palimpsesto es una “obra donde el estado presente puede dejar y aparecer trazas
de versiones anteriores”, un “soporte sobre el cual se escribe, y es susceptible a ser borrado
después de su uso”. “Hoja de papiro, pergamino manuscrito donde se borre la primera escritura
para poder escribir un nuevo texto”. http://www.cnrtl.fr/lexicographie/palimpseste

221
Una de las casusas de esta forma de recomposición urbana es
que la característica principal de las tomas en las quebradas
es que se constituyen como micro tomas familiares, a partir
de unidades habitables de escala variable. Allí, inicialmente,
una familia se apropia de una parte del territorio y luego lo
subdivide para dar lugar a otro miembro, conformando, de esta
forma, una vecindad familiar, donde varias casas interconectadas
entre ellas, logran la consolidación parcial de un fragmento
de quebrada, lo que influirá directamente en la consolidación
de los espacios públicos inmediatos al CRF. Cada CRF es una
micro unidad urbana, que posee, en promedio, tres viviendas
y un máximo de seis. Por otra parte, los habitantes gestionan
y dotan al sitio de todas las instalaciones básicas de agua,
electricidad, y alcantarillado, para luego ir formalizándolas y
/o consolidándolas en una acción conjunta de los vecinos. Los
CRF se extienden y arraigan en el territorio, en la medida que
la familia crece.
Estos CRF se constituyen como una forma y modelo urbano informal
de construcción de ciudad en el sentido planteado por Jordi Borja,
quien plantea que más que construir viviendas precarias estos
asentamientos informales construyen ciudad: “En las periferias de
las grandes ciudades latinoamericanas aparecen nuevas dinámicas
de ocupación del territorio en forma de asentamientos que con la
organización y la autogestión tratan de construir ciudad y no
solo viviendas precarias” (Borja, 2003:131).
De esta misma perspectiva, Teolinda Bolívar (1995), cuando se
refiere al hábitat informal latinoamericano, define a sus habitantes
como hacedores de ciudad, en el sentido que considera que
mediante la autoconstrucción y auto-urbanización los habitantes
informales, en muchos países latinoamericanos, han sido, en
parte, responsables del crecimiento y extensión de la ciudad.
Así también Nicolás Reeves, refiriéndose a los asentamientos
informales, señala que estos pueden “presentar cualidades como
un entorno de vida; y que esta cualidad, una vez identificada
y definida, puede ser vista no como una amenaza, sino como
una esperanza para las ciudades futuras [...] el asentamiento
informal puede ser visto no solamente como un barrio urbano en
gestación, sino también como un barrio susceptible de enriquecer
la ciudad y darle una cualidad y una especificidad única al
contexto” (Berenstein, 2001:23).
De esta manera, consideramos que los CRF, por sus particularidades

222
formales y sociales, son un modelo urbano auto-gestionado y
autoconstruido, mediante el cual los habitantes han construido
y consolidado las quebradas como su entorno habitable, aunque
estas sean territorios definidos por las normativas como áreas
verdes y con restricciones de carácter técnico y constructivo
y que hoy presenten claramente deficiencias a nivel de espacio
público, equipamientos y de vivienda.
Así, este modelo informal auto-gestionado y autoconstruido es
un claro ejemplo de transgresión a la lógica formal. Thierry
Paquot, ante las transgresiones desarrolladas en la ciudad,
señala que más allá del estatus jurídico de estas, importa el
“acto colectivo que otorga a estos espacios una dimensión social
y pública” (2009:92). Salcedo menciona que “De Certeau (1990)
expresa la misma preocupación de Foucault (1980) con las formas
microscópicas que organizan a la sociedad, pero mientras la
reflexión de Foucault se centra en la microfísica del poder, De
Certeau se centra en la microfísica de la resistencia, la cual
está presente en todo contexto social y por ende en todo espacio”
(2007:13), por lo cual podría asumirse que los CRF son una
forma microscópica de resistencia al modelo formal excluyente
(Foucault, 1980; De Certeau, 1990).
Los CRF se presentan como pequeños proyectos de recomposición
urbana. Valoramos el hecho que han logrado consolidar, desde
la informalidad, tramos de quebradas, dotándolas de todos los
servicios básicos, conectándolas con la ciudad planificada. Son
recomposiciones a manera de mosaico urbano, que, en conjunto,
logran abarcar la totalidad del territorio de la quebrada y lo
consolidan como un barrio abierto, que permite la integración de
sus habitantes a la ciudad.
La complejidad urbana y constructiva que presentan los CRF,
construyen en la quebrada un paisaje evolutivo, supeditado a
factores materiales-espaciales y socioculturales. Son, por lo
tanto, la evidencia material de un tipo de arraigo tridimensional
en el sentido propuesto por Del Acebo: “El arraigo es un fenómeno
total que, sin embargo, presenta una tridimensionalidad. Así,
podemos hablar de arraigo espacial, arraigo social y arraigo
cultural” (1996:17) De esta manera, los CRF se constituyen como
testimonios materiales de un proceso evolutivo de antropización
del espacio, resultado de una forma azarosa de apropiación socio-
espacial de las quebradas.
Los factores socio-culturales que se expresan mediante la

223
Construcción progresiva y fragmentaria de la vivienda autoconstruida
1 media-agua
Original:
18 m2

18m2

2 media-agua
Ampliación /intervención:
9 m2

9m2

3 media-agua
Ampliación /intervención:
9 m2

9m2

4 casa de madera y galería


Ampliación /intervención:
18+15 m2

15m2

18m2

Total: 60
m2

Figura 26: Evolución y crecimiento fragmentario de una casa en la quebrada La


Rinconada

224
Construcción progresiva y fragmentaria de la vivienda autoconstruida

1 Casa de adobe
Original:
52 m2

52m2

2 Galería de madera
Ampliación /intervención:
16 m2

16m2

3 media-agua y terraza
Ampliación /intervención:
37 m2

13m2
24m2

4 casa de madera y galería


Ampliación /intervención:
28 m2

6m2
22m2

Total: 133
m2

Figura 27: Evolución y crecimiento fragmentario de una casa en la quebrada San


Francisco.

225
movilidad familiar y el ejercicio de la soberanía comunitaria.
a) La movilidad familiar: como lo señalamos anteriormente,
la movilidad familiar obedece al traslado de una familia
hacia una quebrada, por medio de la invitación de un familiar
o amigo. Esta movilidad genera que los grupos familiares,
desde un inicio, se instalen agrupados en un territorio
virtualmente delimitado.

b) Soberanía comunitaria: está ligada a la llegada de


nuevas familias a la quebrada, cuando esta es percibida por
sus habitantes como un barrio, (en el sentido de cohesión
comunitaria). Ellos son quienes deciden si aceptan o no a
nuevos ocupantes. Cuando la quebrada ha alcanzado un nivel de
consolidación terciario (Las Cañas), los retazos de terrenos
no regulares son adjuntados informalmente, por los propios
habitantes a sus sitios, con el objetivo de no dejar sitio
disponible por temor a nuevos ocupantes desconocidos.

Los factores materiales-espaciales se expresan en la construcción


fragmentaria de la casa y en la apropiación orgánica del sitio.

a) Construcción fragmentaria de la casa: la casa, inicialmente,


se concibe como un fragmento de lo que ella podría llegar a
ser. Es un proyecto a largo plazo. Se encuentra en un estado
de proyecto continuo e inconcluso. Es una construcción a
la medida, que revela y se sostiene desde una capacidad
incremental y de autogestión. Esta capacidad es la que le
otorga a este tipo de hábitat esa manera de ser múltiple,
variada y ajena a los modelos preestablecidos, dando así pie
a que los lugares se transformen constantemente, es decir, la
casa se concibe como formas abiertas que posibilitan futuros
cambios y adaptaciones.

b) Apropiación orgánica del sitio: Visualmente esto se


refleja en la construcción de patios, jardines, cultivos de
hortalizas, terrazas y senderos que conectan las casas entre
sí. Esta apropiación obedece tanto a las características
propias del sitio (tamaño, topografía, pendiente, calidad
de suelo) y a las inventadas por sus propios habitantes,
en ausencia de características naturales adecuadas para la
construcción. La topografía de las quebradas es escarpada y

226
de gran pendiente, la mayoría supera los cincuenta grados.
Frente a esto, la construcción es aérea, con terrazas y
pasajes, que van construyendo la altura de la pendiente,
alcanzando las viviendas situadas en cotas superiores. La
trama de circulaciones entre las viviendas, inicialmente es
precaria, con senderos y escaleras moldeados directamente
en la tierra, hasta que se consolidan como patios comunes,
cada uno con su especificidad (patio del agua, hortalizas,
tendedero, etc.). De esta forma, el CRF se consolida y
esto se materializa con la instalación de un cerco común
a las viviendas. Así, se alcanza la consolidación absoluta
cuando el sitio o los sitios compartidos son regularizados y
reconocidos como propiedad de la familia, lo que no implica
que la casa no siga siendo irregular.
A continuación se presentan algunas imágenes que muestran
estos conjuntos residenciales familiares en la quebrada Las
Cañas. El trabajo realizado consistió en entrevistas con
las familias de cada vivienda que compone cada CRF, con el
objetivo de conocer su historia y el proceso evolutivo de
apropiación y construcción de la vivienda. El relato oral nos
permitió comprender la realidad construida y reconstruir, de
esta manera, un relato gráfico que lo complementa. Los CRF,
por lo tanto, son la evidencia tangible de los procesos de
apropiación socio-espacial en las quebradas de Valparaíso.

227
Patios y terrazas Crecimiento y ocupación CRF Sra. Ximena / Quebrada Las Cañas.
predial
movilidad familiar

1
1-Hermana Sra. Ximena
2 1
3
4
2-Sra. Ximena

3 2

3-Madre Sra. Ximena

4 5
Planta de CRF
4-Hermana Sra. Ximena

5
5-Hija Sra. Ximena

2
4
1
3
5

Figura 28: CRF de la familia de la Sra. Ximena, en la quebrada Las Cañas. Proceso evolutivo de ocupación y subdivisión del sitio.

Elevación frontal de CRF


Patios y terrazas Crecimiento y ocupación CRF Don Héctor / Quebrada Las Cañas.
predial
movilidad familiar

1 3

Suegro Don Héctor 1


2
2

Don Héctor
Planta de CRF

3
Yerno de Don Héctor

1
2

Elevación frontal de CRF

Figura 29: CRF de la familia de Don Héctor, en la quebrada Las Cañas. Proceso evolutivo de ocupación y subdivisión del sitio.
Patios y terrazas Crecimiento y ocupación CRF Sra. Elena / Quebrada San Francisco
predial
movilidad familiar

Sra. Elena

2 1
3

Padres de Sra. Elena


2
3
Planta de CRF

Hijo de Sra. Elena

Elevación frontal de CRF


Figura 30: CRF de la familia de la señora Elena. Quebrada San Francisco. Proceso evolutivo de ocupación y subdivisión del sitio.
Patios y terrazas Crecimiento y ocupación CRF Don Juan / Quebrada Las Chanas
predial
movilidad familiar

1
Abuela y Don Juan

2
Hijo de Don Juan
1

2
3 3
Hija de Don Juan

Planta de CRF

1 2

Figura 31: CRF de la familia de Don Juan, quebrada Las Chanas. Proceso evolutivo de ocupación y subdivisión del sitio.
Elevación frontal de CRF
FA
.

FINAL ABIERTO
FA .

FINAL ABIERTO

Quebradas, territorios invisibilizados

Las quebradas, en cuanto espacios apropiados, son el resultado


de una confluencia de relatos, representaciones, imaginarios e
imágenes; es así como esta investigación tuvo como objetivo
principal revelar los procesos de ocupación y dinámicas
de apropiación de estos territorios desde la perspectiva de
sus habitantes. Las quebradas y su hábitat autoconstruido e
informal resulta de una construcción social, la que alude “no
solo al sentido material de la palabra construir, sino que
a la construcción de una micro sociedad y un territorio por
parte de los habitantes” (Lindón, 2002: 31). Esta construcción
social puede ser considerada como la configuración de un hábitat
vernáculo contemporáneo, en el sentido propuesto por Berenstein
y Loubes, quienes señalan que, en los asentamientos informales,
los habitantes resuelven la falta de vivienda a partir de sus
propios recursos y de aquellos que están a la mano y/o disponibles
en el territorio apropiado.
Debemos subrayar que esta investigación no pretende reivindicar
el hábitat informal de las quebradas en las condiciones de
precariedad que este pueda presentar hoy en día. Al contrario, el
objetivo ha sido revelar sus valores y carencias —cotidianamente
en pugna—, para visibilizarlos ante una planificación urbana
regulatoria que las ha invisibilizado, desestimado y estigmatizado
por años. Sus valores se fundan, sobre todo, en los vínculos y
redes sociales construidos entre los habitantes, quienes en el
proceso de reconocimiento de carencias en común, han logrado
auto-gestionar, autoconstruir y auto-urbanizar estos espacios

247
de la ciudad.
Es entonces desde esta perspectiva que hemos otorgado la palabra
a los habitantes de las quebradas —mediante sus relatos de vida—
para comprender la complejidad de los procesos y dinámicas de
apropiación implícitos en la construcción socio-espacial del
hábitat informal. Esta construcción social del territorio de
las quebradas fue expuesta a partir de lo que hemos denominado
cuatro territorios de apropiación, los cuales fueron abordados,
implícitamente o explícitamente, por cada uno de los habitantes
entrevistados. Lo anterior nos ha revelado el sentimiento
de invisibilidad que poseen los habitantes en relación con
diferentes asuntos concernientes al tema de la vivienda y del
espacio público.
Históricamente, en torno a las quebradas de Valparaíso se ha
construido un imaginario colectivo que carga con una imagen
negativa y estigmatizadora, donde estos lugares son sinónimos de
basura, micro basurales, escombros, ratones, casas precarias, y
hoy incluso se le asocia como causal de los incendios urbanos,
entre otros. Estas imágenes estigmatizan el lugar y, por
consecuencia, a sus habitantes y ha sido uno de los factores que
ha potenciado los procesos de invisibilización de estos espacios
de la ciudad. Lindón señala que “la expresividad cultural de
una ciudad es diversa y las imágenes e imaginarios urbanos
hegemónicos reconocen sólo las expresiones culturales de ciertos
sectores sociales vinculados al poder, y niegan o invisibilizan
otras expresiones culturales urbanas” (2007:13).
Es así que a partir de los cuatro territorios de apropiación,
hemos constatado que existe una constante tensión entre el deseo
de reconocimiento y el sentimiento de ser invisibles frente a los
organismos e instituciones públicas implicadas en la cuestión
urbana y de la vivienda.
Cuando los habitantes llegaron a las quebradas, el hecho de pasar
inadvertidos no lo consideraban un problema, porque su principal
preocupación era establecerse en un lugar donde vivir; sin
embargo, luego de algunos años de ocupación y cuando la carencia
de vivienda ya había sido subsanada a partir de sus propios
medios y esfuerzos, esta invisibilidad devino una contradicción,
ya que hoy —independientemente si las familias están o no en
condición irregular con respecto a la tenencia de sus sitios—,
ellos ya no quieren pasar inadvertidos, no quieren seguir siendo
invisibles y sienten que ha pasado demasiado tiempo de promesas

248
incumplidas y que hoy sus carencias de espacio y equipamientos
públicos debieran ser consideradas y atendidas por el Estado.
Este sentimiento de invisibilidad que poseen los habitantes
se conjuga e incrementa con los procesos históricos de
invisibilización que enunciamos en la introducción. La
invisibilización es percibida y expresada por los habitantes
mediante la identificación de procesos de exclusión y como
indicio de inequidad, y se sienten invisibilizados, es decir,
en el anonimato. De esta manera, se distingue de los relatos
esta invisibilización expresada, indistintamente, en los cuatro
territorios de apropiación.
Quebrada-Estado: Invisibilización por localización
El sentimiento de ser invisibles nace de la aprensión de ser
erradicados. El rechazo que poseen los habitantes hacia la
localización de las viviendas sociales, tiene su origen en el
miedo de perder redes y lazos sociales y con el territorio. La
lejanía de estas propuestas incrementa en ellos la sensación
de estar siendo segregados y, por lo tanto, volverse aún más
invisibles, es decir, se les invisibiliza desplazándolos a otro
lugar.
Quebrada-ciudad: Invisibilización por conectividad y movilidad
intra-quebrada (precaria)
En este territorio, la invisibilización, tiene su origen en las
demandas no escuchadas y planteadas por los habitantes, y se
expresa en la ausencia y mala calidad de la conectividad intra-
quebrada. Estiman que a pesar de estar muy próximos al plan de
la ciudad, las quebradas jamás han sido una prioridad para la
planificación urbana y, por ende, la ciudad avanza y ellos siguen
estancados en la misma situación desde hace años.

Quebrada-barrio: Invisibilización del espacio público informal


A escala del barrio, aunque los habitantes no utilicen
explícitamente la palabra barrio para referirse a la quebrada,
los relatos de vida revelan, implícitamente, su existencia. La
invisibilización tiene su origen en el no reconocimiento de los
espacios públicos informales, los cuales han sido gestionados,
diseñados y fabricados por sus propios habitantes fuera del
orden y normas establecidas, y sobre un territorio no planificado.
Esta invisibilización ante los organismos públicos se expresa
en la ausencia de equipamientos y espacios públicos que mejoren
la calidad y seguridad de estos territorios. El sentimiento

249
de invisibilidad nace del hecho que nunca estos espacios han
sido prioritarios para la planificación urbana, a pesar de la
evidencia de sus existencia, utilidad y función.
Quebrada-casa: De la invisibilización a la visibilización y
legitimización social mediante la propiedad
En este territorio, la invisibilización tiene su origen en el
hecho de ser habitantes irregulares, en relación con la tenencia
de los sitios. Se expresa en el deseo constante por cambiar de
condición y legitimar el derecho a la propiedad. Cuando los
habitantes, finalmente, han saneado los títulos de dominio, le
atribuyen a la propiedad privada un valor afectivo y material,
que se arraiga en ellos como un logro, como una victoria familiar,
que los legitima socialmente, y consolida su identidad como
ciudadanos, y es con lo cual se sienten en posición de hacer
valer sus derechos.
Por último, a pesar de todos los programas públicos existentes,
que visan el mejoramiento de barrios, espacios y equipamientos
públicos, que podrían ser aplicados en el caso de las quebradas
de Valparaíso, estos jamás han tenido la suficiente incidencia
para generar cambios sustanciales en el mejoramiento de
estos territorios y, por ende, en la calidad de vida de sus
habitantes. Esto es producto de la evidente desconexión entre
la municipalidad y los diferentes organismos públicos. Esta
desconexión, finalmente, va en detrimento de la eficiente y adecuada
interrelación que podría existir entre los diferentes organismos
públicos implicados en la planificación urbana.
El problema es que, históricamente, cada organismo ha actuado en
las quebradas de forma independiente, haya sido la municipalidad
con pavimentos participativos, el MBN con la regularización de
títulos de dominio, y el MINVU con subsidios habitacionales,
entregando soluciones parciales desde sus competencias y no
visualizando las diferentes problemáticas como un todo complejo,
lo que implica que los resultados que se ofrecen y obtienen sean
deficientes y parciales.
Sin embargo, consideramos que la erradicación total de las
quebradas no es la solución, ya que es la menos favorable para
los habitantes, quienes, como hemos visto, poseen una percepción
muy negativa de la vivienda social, y lo que ella implica.
Este rechazo se funda en el hecho que ellos sienten que lo
que hoy poseen es el producto de sus esfuerzos, y que cambiar
de localización implicaría romper con los lazos afectivos y

250
sociales hacia el territorio habitado.
Es por ello que, para este final abierto, hemos reservado algunos
extractos de entrevistas realizadas a actores y funcionarios
públicos —los cuales quedarán en el anonimato—, quienes
amablemente nos dieron su visión sobre estos territorios de la
ciudad y sobre su devenir. Visiones diversas que dejan entrever
la lejanía o cercanía que poseen con esta realidad.
Funcionario municipal 1, se refiere a la forma de vida de los
habitantes de las quebradas:
“Lo que yo he percibido es que a la gente le gusta vivir así, la
gente en estos momentos; yo siempre he estado en contra de sacar
a la gente de los campamentos y de las tomas, y se la meta al
tiro en una casa, porque a esa gente hay que enseñarles a vivir,
porque esa gente no está acostumbrada a pagar luz, a pagar agua,
a tener otras obligaciones que jamás ha tenido y de repente, de
la noche a la mañana, la sacas a vivir a una casa donde debería
haber vivido desde el principio… la gente es un fracaso”.

Funcionario MBN 1 se refiere a la regularización de títulos de


dominios en quebradas:
“En cuanto a esto, me gustaría decir que, al principio,
teníamos criterios bastante dispares de lo que era riesgo o
no; la municipalidad, en ese sentido, ha sido bastante rigurosa
en la calificación. De hecho, nosotros hemos tenido que dar
verdaderas batallas para regularizar y obtener el cambio de
calificación, en algunos casos que nosotros hemos estimado que
no existe riesgo. Estamos en presencia de lugares absolutamente
consolidados, en los que hay agua, luz, alcantarillado, en los
que el mismo municipio, en su momento, invirtió a través de las
casetas sanitarias[...],hubo notables diferencias de criterio,
yo sostuve una que sin ser extremadamente flexible, para que tú
no tengas ningún temor, se confrontó con la directora de la
DOM que era mucho más restrictiva. En una reunión yo conversé
con ella y le plateaba la necesidad de flexibilizar un poco la
calificación, no con el objetivo de hacer de esto una entrada a
propiedades que no pueden regularizarse, sino que uno tiene que
ser bastante responsable con las señales que ha dado en algún
momento; entonces tú como poblador, de un sector determinado has
presenciado que te han construido casetas sanitarias , que te
han asfaltado la calle , que ha llegado el tendido eléctrico ,
que han construido un colegio cerca… tú, a esas personas, les
estas generando la legítima expectativa de poder quedarse ahí,
tú se lo has generado, por lo tanto, sin perjuicio de que debe
considerarse en términos muy rigurosos y acuciosos de que la
persona esté o no en riesgo de emplazamiento, también hay que
tener la capacidad de flexibilizar un poco la clasificación cuando,
hemos sido nosotros mismos los que hemos dado esa señal. [...]
Porque, por una parte, no justifica inversión pública, si después
vas a sacar a esas personas y las vas a llevar a otro lugar y,

251
segundo, cómo le explicas tú a esa señora — como en muchos casos
sucedió— que va a tener que irse de ahí [...]. Y cuando se trata
de emplazamientos que no llevan allí 5 años, llevan 10- 15- 20-
30, entonces, ahí hubo un pequeño impase. En un momento que se
hizo necesario, de hecho hicimos reuniones, con la comisión
social del Concejo Municipal de Valparaíso para delimitar, más o
menos, un criterio, para determinar qué era riesgo y qué no lo
era [...]. De hecho, conseguimos que muchos lugares que habían
sido calificados y ubicados en zona de riesgo se reevaluaran y
se emitiera certificado favorable en virtud de esto [...]. Yo
me acuerdo, por ejemplo, con la señora María Elena, estuvimos
visitando el sector de los fleteros y un sector que había sido
calificado como ubicado en zona de riesgo, pero, por el contrario,
tenía pavimento, alcantarillado, luz, agua potable, había casas
de segundo piso y no te digo casa ligeras, sino de construcciones
sólidas, con reja de cemento , con construcción de madera no
ligera, un poco más producidas, bien construidas, entonces en ese
tipo de situaciones no me caía la calificación de riesgo. Pero si
tú me llevas a un lugar y estamos hablando de una mediagua que
está ubicada en el fondo de una quebrada, ambos consideraremos
que está emplazada en zona de riesgo, al igual si está al lado
de un acueducto [...]. Quisiera señalar algo que quizás suene un
poco irónico, por ejemplo el café Brighton, ese está construido
en zona de riesgo, pues está colgando en la ladera. O sea, si
vamos a pretender ser rigurosos con los términos que se tengan
a la vista para clasificar de riesgo, entonces califiquemos al
tiro todo Valparaíso como zona de riesgo, la gran carta Gantt de
Valparaíso, como se construyó, es el desorden, es casi la teoría
del caos que fue conjugando elementos y, en definitiva, terminó
con lo que tenemos hoy en día Ahora podemos regularizar, podemos
ordenar, podemos prevenir que pasen catástrofes, como el incendio
del otro día, pero debemos tener la capacidad suficiente de ver
que aquí también se ha constituido ciudad, barrios, y sacar a
esas personas y llevarlas a un determinado proyecto, quizás vía
SERVIU u otro organismo, también significa generar un desarraigo
en esa familia, sacar a las personas de esta comunidad en la que
se está desenvolviendo puede traer otro tipo de consecuencias,
está comprobado, y claro, lamentablemente, nuestros amigos de
SECPLAC y DOM de Valparaíso, en ocasiones son más papistas que
el papa”.

Funcionario municipal 2:
“Antes que llegaran las bateas, nosotros, a raíz de solicitudes de
las unidades vecinales, mandábamos cuadrillas y un camión plano, con
cordeles los bajábamos con “ponchas”, de eliminarlos, erradicamos
algunos micro-basurales. Esta limpieza duraba aproximadamente 30-
40 días, porque pasado dos meses, nuevamente había un micro-
basural cerca de los lugares, igual falta un poco más de cultura
en nuestra gente, porque si bien no es la misma gente que vota
basura a las quebradas, son terceros que suben a la parte alta de
la ciudad, y buscan un lugar y se ocultan durante la noche, cuando
todos descansan, para votar las basuras a escondidas y después

252
retirarse.Entonces al otro día la gente reclama y se encuentra
con basuras que no son de ellos, sino que son de terceros que
van de cualquier otra parte, y lo más cómodo es ir en camioneta
y arrendarla a terceros, y tirar los residuos a los fondos de
quebradas. Con los problemas que hay, que estas mismas basuras
las tiran a los cauces y luego se tapan y vienen los problemas de
inundación para la ciudad”.

Se ha demostrado con claridad que los habitantes auto constructores


son capaces de auto proveerse de un lugar de habitación, sin
embargo, lo que ellos no pueden hacer, es intervenir, reordenar y
mejorar el espacio público en las quebradas, simplemente porque
es una tarea mayor y que está fuera de su alcance económico y
de sus competencias. A pesar de esto, las familias, a lo largo
de los años, se han organizado de una u otra forma para dotar de
servicios básicos y algunos mejoramientos en el espacio público
informal, pero que no son suficientes.
El incendio de abril del 2014 demuestra la híper resiliencia que
poseen los habitantes de Valparaíso, quienes lograron reconstruir
sus viviendas, en un tiempo que ha superado la gestión pública y
la visión de los planificadores. Ello demuestra la necesidad de
un cambio de paradigma desde la planificación regulatoria a una
planificación integral, flexible y participativa, que reconozca
que hoy la ciudad es la superposición de intersubjetividades y
entre las cuales conviven todas sus expresiones informales.

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