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LOS LAZOS SOCIALES EN PICADA

Comentario del Capítulo Nosevide

Una ciudad similar en su estética a la de Tim Burton en “El joven manos de tijeras”.
Lazos sociales mediatizados por el celular y ajustados, sostenidos, encorsetados al puntaje que
los otros ponen a nuestras acciones y viceversa. No media palabra de disgusto ante el
malentendido o agradecimiento real por alguna acción: sólo estrellas que se emiten desde el
celular. Mediatizaciones instrumentales que con su norma sólo logran mitigar la agresividad
con el semejante por miedo a ser mal puntuados y, por lo tanto, dejados fuera del sistema.
Borrando que el encuentro con otro es siempre fallido. Entonces ¿qué es lo que habrá que
contar?, ¿qué tijeras han limitado esos lazos?, ¿cómo se ha organizado la sociedad para
obtener un orden?

La medida que más se ajusta es el discurso capitalista, donde todo se recicla, como el
muñeco de trapo y las viejas amistades. En él nada es imposible o así se lo presenta. La
falsedad que reina las relaciones se asemeja al mecanismo de ese pseudo-discurso. No hay
lugar para las diferencias, en tanto, no hay que enfrentarse con imposibilidades estructurales y
encontrar singularmente una salida.

No hay allí otro con quien conversar directamente y sin mediación para Lacie salvo con
su hermano, que no está exento del sistema, pero que no vive a través de él. Reino de la
simulación contra la que él se revela y ella es condenada a obedecer para ser alguien, ¿pero
quién? Ni ella lo sabe.

Y así, la vemos hacer mil y una peripecias para llegar a la boda de Ney Ney, actual
Naomi, amiga de la infancia, que vive en un mundo de virtualidades numéricas y estándares
exclusivos de los 4.6 para arriba.

En ese viaje, ella irá mutando, la pérdida de puntaje, la confrontará con otro modo de
vida, más relajado, más real, más humano. En donde el contacto cuerpo a cuerpo prevalece. El
otro ya no sanciona y limita las acciones y conductas ni finge ser feliz. Al contrario, la felicidad
puede ser posible de modo diverso.

De esta manera hallamos, por un lado, el rechazo de los otros que sólo ven los
puntajes para decidir la cualidad y calidad de humano que es cada quien, por el otro, el
encuentro con otro tipo de personas o personajes, con costumbres diferentes, que le
muestran otro modo de pertenencia. Pero quien produce un giro en su monótona vida es
aquella que la aloja y la confronta con sus acciones: Susan, una mujer mayor con un puntaje
bajísimo 1,43 quien se ofrece a llevarla en su camión y la insta a que la conozca más allá de lo
que indica su celular. Así, le muestra otro modo de ver a la gente, de ver a la vida incluso le
dice que le recuerda a ella misma en su juventud y le hace una pregunta crucial, ¿cómo se
sintió al gritarle a alguien? Pregunta que la interpela por su obediencia constante y la pérdida
de su franqueza frente a sus sentimientos, frente a ella misma.

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Y ahí comienza la verdadera «caída en picada». Todo lo que sostenía su obediencia
cae: la distancia social, ya no importa, la moralización de la tecnología y su perfeccionamiento
que conduciría a su propia perfección no es tal, la responsabilidad ya no está puesta en el
aparato sino en el que decide usarlo y cómo; éste pierde el poder que concentraba y no
provee la seguridad esperada, por último, se enfrenta con la paradoja de su propio
encorsetamiento esa acción que ha llevado a cabo –repetitivamente y secuencialmente- la
hace, ahora, al volver sobre ella, rechazarla. Lacie transgrede a sabiendas la norma.

Ya en la cárcel, sin celular, sin vestido dónde esconderse. Ella se presenta por primera
vez ante otro sin mediación. Descubre, en lo ocultado a la sociedad, lo verdaderamente
humano: las diferencias no sólo porque se trate de una persona de color con la que conversa
sino, porque cada uno, desde su celda, puede decir cualquier cosa sobre el otro sin sentir la
vara de la sanción de antemano. La censura ha caído es momento de empezar a crear una
nueva relación con el otro y ese muérete indica la posibilidad de un nuevo comienzo incluso
con su compañero de celda.

María Elena Domínguez.

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