Download as docx, pdf, or txt
Download as docx, pdf, or txt
You are on page 1of 4

¿A QUIÉN LE ECHO EL MUERTO?

Desde el huerto del Edén hasta nuestros días, ha quedado en la genética humana la
propensión de culpar a los demás por las cosas que nos pasan, o de fijarnos en los
defectos de otras personas para tratar de justificar nuestras faltas y colocar en balanza
nuestro nivel de maldad, “yo soy malo, pero aquel es peor”.

Entre los personajes relevantes de una PELÍCULA DE DINOSAURIOS, había un


dinosaurio llamado Brutus, que era asistente del dinosaurio líder; y en una oportunidad
tuvo una batalla terrible con dos feroces dinosaurios mientras el resto de la manada
avanzaba. Brutus quedó muy mal herido, apenas pudo sobrevivir, y se encerró en una
cueva, allí estaban otro pequeño grupo de dinosaurios y unos suricatos, el más anciano
de estos le pregunta a Brutus: ¿Qué haces aquí? El mal herido dinosaurio responde: Morir
en esta cueva es mi destino. la respuesta del suricato anciano a Brutus dejó sin aliento:
Brutus, morir en esta cueva no es tu destino; es tú elección.

Ahora yo les pregunto a ustedes, ¿cuántos Brutus conocemos, que han elegido ser unos
mediocres en la vida, no crecen como persona, no avanzan en la vida, no tienen metas ni
proyectos, y están convencidos, que ese es su destino?

Fíjense que Brutus decidió echarle la culpa al destino.

A los hijos de Dios que están escuchando esta reflexión les digo: No sea Brutus, Dios
tiene grandes cosas preparadas para usted:
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová,
pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer 29:11).

Entrando ya en el plano netamente bíblico, hay un relato del cual extraje el título de
esta reflexión:
“Y aconteció que al sepultar unos a un hombre, súbitamente vieron una banda armada, y
arrojaron el cadáver sobre el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar el muerto los
huesos de Eliseo, revivió, y se levantó sobre sus pies” (2 Rey 13:21).

Mis estimados, no queda duda alguna, Eliseo tenia unción hasta en los huesos, lo único
malo es que, le echaron el muerto.

¿Cuántas veces hemos tenido que sufrir las consecuencias de la irresponsabilidad


de otro?
¿Cuántas veces hemos tenido que terminar lo que otro comenzó y nunca concluyó?
¿Cuántas veces hemos tenido que batallar con una persona que no admite sus faltas, y
que siempre responsabiliza a los demás?

No es fácil el asunto, porque muchas veces no tenemos la unción de Eliseo, y en


lugar de revivirlos, lo que provoca es rematarlos.
Lo cierto del caso es que tenemos que aprender a deslastrarnos de esa perniciosa actitud
de estar culpando a todo el mundo de lo que nos pasa, o de tomar como punto de
referencia, los defectos de los demás.

La palabra de Dios nos brinda unas herramientas que pueden sernos de mucho
provecho para superar esa situación:
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe” (2 Cort 13:5).
De manera que antes de estarle examinando la vida a todo el mundo, debemos examinar
la nuestra, se lo garantizo mi estimado hermano, aprenderemos a callarnos la boca, y
dejar de juzgar y sentenciar a los demás, cuando aprendamos a ver primeramente
nuestras faltas y errores.

Si con esa porción de la palabra de Dios no se nos quita el mal habito, pues habrá
que reforzar el tratamiento:
“Me pusieron a guardar las viñas; y mi viña, que era mía, no guardé” (Cant 1:6).

Clarito este texto ¿verdad? Antes de estar ocupados cuidándoles la vida a los demás,
cuidemos la nuestra.

Si con esto no nos curamos, pues hay que reforzar el tratamiento con algo más
fuerte:
“El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Jn
8:7).

De manera que, no hay problema, tira todas las piedras que quieras contra los demás,
pero eso sí, revisa primero que tu no seas igual o peor que la persona a la cual estás
apedreando.

Si con estos pequeños tips de la palabra de Dios no se nos quita la mala costumbre
de juzgar, señalar y sentenciar, pues habrá que aplicar el último recurso, y si con
ese no se cura, pues habrá que desahuciarlo:
“Y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea
perfecta” (2 Cort 10:6).

De modo que, si tu obediencia y tu vida no son perfectas, cállate la boca y deja de


mortificarles la vida a los demás.

NO LE ECHES MÁS EL MUERTO A NADIE. Antes de culpar a los demás de todo lo que
nos pasa, revisemos primero nuestra vida, puede ser que nos encontremos con la
sorpresita de que nosotros mismos somos los responsables de la actitud de otros hacia
nosotros.

Uno de los hombres que estaba crucificado al lado de Jesús, tenía plena claridad en
esto:
“Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron
nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo” (Luc 23:41).
La autovaloración es un factor determinante en el ámbito de las interrelaciones
personales; el apóstol Pablo dijo esto al respecto:
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no
tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom 12:3).

Cuando meditaba en esto, pensaba en el nivel de exigencia de algunos hermanos cuando


escuchan una enseñanza; y es por eso que procuro con toda diligencia estudiar, y
estudiar, y estudiar, para poder hablar como Apolos:
“Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente,
poderoso en las Escrituras” (Hech 18:24).
Sin embargo, por más que me esfuerzo en llevar una semilla de calidad (palabra de Dios);
y que conste, la gente siempre quiere una buena enseñanza, he aprendido que la
efectividad de esa semilla será proporcional a la calidad del terreno donde se siembre.

Si siembras buena semilla en mal terreno, todo tu esfuerzo se perderá.

Recordemos lo que Jesús enseñó en la parábola del sembrador (Mat 13: 1-9), el
problema nunca estuvo en la semilla, el problema estaba en el terreno donde fue
sembrada.

Pero claro, es más fácil echarle la culpa a la semilla.

hay personas que no son buena tierra, ¿por qué? sencillamente porque mientras uno
se esfuerza en darles una enseñanza consistente, solida, comprobable, ellos estan
enviando mensajitos por el celular, estaban conversando con el vecino, X y Z que tiene a
la par, sabe porque? Porque son tierra esteril….. Y después dicen…. A MI NO ME HABLA
EL SEÑOR….nunca aprenden y se la pasan siempre HECHANDOLE EL MUERTO A
LOS DEMAS

En algo hay que estar claros, Dios nos llamó a ser Maestros de su palabra, no a ser,
payasos de circo. Y la palabra de Dios se merece respeto

Mejor no sigo diciendo sobre esto porque se va a complicar la cosa.

CONCLUSIÓN: Aprendamos a ver dentro de nosotros mismos, (noten que en esta


reflexión he usado muchísimo la primera persona) porque no les estoy hablando a
ustedes, por paradójico que parezca, le estoy hablando a, “nosotros”, yo me incluyo en el
asunto.

Antes de echarle el muerto a otro, veamos si en alguna manera somos


responsables de determinadas situaciones

You might also like