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Y dijo: Un hombre (YAHWEH) tenía dos hijos (Judá y Efraín); y el menor de ellos

(Efraín) dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y
les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor
(Efraín), partió a un país lejano (La cautividad en Asiria y la dispersión posterior); y
allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Pero cuando todo lo hubo
malgastado, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a faltarle. Y fue y se
arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra (las instituciones religiosas, las
hijas de Babilonia), el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos (los
ídolos). Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos (los
sacrificios), pero nadie le daba. Y volviendo en sí (la Reforma protestante), dijo:
¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan (la Palabra), y
yo aquí perezco de hambre! (espiritual). Me levantaré e iré a mi padre, y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti (al apartarse de la Ley). Ya no soy
digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose,
vino a su padre (mediante el obedecimiento de la Ley). Y cuando aún estaba lejos,
lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y
le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy
digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Saquen el mejor
vestido, y vístanle; y pongan un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traigan
el becerro gordo y mátenlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo
(Efraín) muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a
regocijarse.

Y su hijo mayor (Judá) estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la


casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué
era aquello. Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro
gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces (Judá) se enojó, y no quería
entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo,
dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y
nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino
este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras (instituciones religiosas),
has hecho matar para él el becerro gordo. Él entonces le dijo: Hijo (Judá), tú
siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer
fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había
perdido, y es hallado.

En Romanos leemos que Dios provoca a celos a la casa de Judá: “También digo:
¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo los provocaré a celos
con un pueblo que no es pueblo; con pueblo insensato los provocaré a ira. E
Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a
los que no preguntaban por mí.” Romanos 10:19-21.

El profeta Ezequiel en el capítulo 37 habla acerca de la casa de Israel, es llevado


en el Espíritu a un valle lleno de innumerables huesos secos, allí Dios le pregunta
al profeta si acaso estos huesos volverán a la vida y le hace profetizar sobre ellos.
“Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba,
y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso.
Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima
de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza,
hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho el Eterno: Espíritu, ven de los cuatro
vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había
mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un
ejército grande en extremo.

Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí,
ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos
del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho el Eterno: He aquí yo
abro sus sepulcros, pueblo mío, y los haré subir de sus sepulturas, y los traeré a la
tierra de Israel. Y sabrán que yo soy el Eterno, cuando abra sus sepulcros, y los
saque de sus sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en ustedes, y vivirán, y
los haré reposar sobre su tierra; y sabrán que yo el Eterno hablé, y lo hice, dice
Yehovah.” Ezequiel capítulo 37:7-14.

LA REUNIÓN DE JUDÁ E ISRAEL

“Vino a mí palabra del Eterno, diciendo: Hijo de hombre, toma ahora un palo, y
escribe en él: Para Judá, y para los hijos de Israel sus compañeros. Toma
después otro palo, y escribe en él: Para José, palo de Efraín, y para toda la casa
de Israel sus compañeros. Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno
solo, y serán uno solo en tu mano. Y cuando te pregunten los hijos de tu pueblo,
diciendo: ¿No nos enseñarás qué te propones con eso?, diles: Así ha dicho el
Eterno: He aquí, yo tomo el palo de José que está en la mano de Efraín, y a las
tribus de Israel sus compañeros, y los pondré con el palo de Judá, y los haré un
solo palo, y serán uno en mi mano. Y los palos sobre los que escribas estarán en
tu mano delante de sus ojos, y les dirás: Así ha dicho el Eterno: He aquí, yo tomo
a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de
todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra, en los
montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos
naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos. Ni se contaminarán ya más
con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones; y los salvaré
de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, y los limpiaré; y me serán por
pueblo, y yo a ellos por Dios.

Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y
andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra.
Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron sus padres; en
ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo
David será príncipe de ellos para siempre. Y haré con ellos pacto de paz, pacto
perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario
entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos
por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que yo el Eterno
santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre. Ezequiel
37:15-25.
ISRAEL ES DIVIDIDO

Al final de sus días, el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas
mujeres extranjeras, de las cuales Dios les había prohibido a los israelitas
juntarse, ya que harían inclinar sus corazones a los ídolos, tal como ocurrió con
Salomón, pues llegó a tener setecientas reinas y trescientas concubinas. Y se
enojó el Eterno contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado del Dios
de Israel e hizo dividir su reino.

Entonces Jeroboam, siervo de Salomón, alzó su mano contra el rey. Salomón le


había confiado todo el cargo de la casa de José. Tiempo después, saliendo
Jeroboam de Jerusalén, le encontró en el camino el profeta Ahías silonita, y este
estaba cubierto con una capa nueva; y estaban ellos dos solos en el campo. Y
tomando Ahías la capa nueva que tenía sobre sí, la rompió en doce pedazos, y
dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo el Eterno Dios de
Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez
tribus; y él tendrá una tribu por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén,
ciudad que yo he elegido de todas las tribus de Israel. Y a su hijo daré una tribu,
para que mi siervo David tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalén,
ciudad que yo me elegí para poner en ella mi nombre.

Los días que Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel fueron cuarenta años y
reinó en su lugar Roboam su hijo. Y aconteció que cuando lo oyó Jeroboam que
aún estaba en Egipto, adonde había huido de delante del rey Salomón, vino con
toda la congregación de Israel, y demandaron de Roboam que disminuyese el
yugo pesado que su padre había impuesto al pueblo, pero Roboam no siguiendo
el consejo de los ancianos y dejándose influir por los jóvenes que se criaron con
él, agravó el asunto y mandó decir al pueblo estas palabras: El menor dedo de los
míos es más grueso que los lomos de mi padre. Ahora, pues, mi padre les cargó
de pesado yugo, mas yo añadiré a su yugo; mi padre los castigó con azotes, mas
yo los castigaré con escorpiones.

Cuando todo el pueblo vio que el rey no les había oído, le respondió estas
palabras, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos
heredad en el hijo de Isaí. ¡Israel, a tus tiendas! ¡Provee ahora en tu casa, David!
Entonces Israel se fue a sus tiendas. Pero reinó Roboam sobre Judá. Y cuando
Roboam vino a Jerusalén, reunió a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín
Así se apartó Israel de la casa de David hasta hoy. (1 Reyes capítulo 11 y 12).

El reinado de Salomón se deterioró hacia el final de sus días por el descontento


del pueblo, el cual debía pagar fuertes tributos, sin mencionar que gran parte de
estos eventos fueron propiciados por el pecado del hijo del rey David. En el final
del libro el Testamento de Salomón leemos lo siguiente:
“Y yo Salomón glorifiqué a Dios, y adorné el Templo del Señor con toda apariencia
hermosa. Y yo estaba alegre en espíritu en mi reino, y había paz en mis días. Y
tomé esposas propias de cada tierra, que eran innumerables. Y marché contra los
jebuseos, y allí vi a una jebusea, hija de un hombre: y me enamoré violentamente
de ella, y deseaba tomarla como esposa junto con mis otras esposas. Y yo dije a
sus sacerdotes: Denme a la sunamita por esposa. Pero los sacerdotes de Moloch
me dijeron: Si amas a esta doncella, entra y adora a nuestros dioses, el gran dios
Raphan y el dios llamado Moloch. Por lo tanto, tenía miedo de la gloria de Dios, y
no seguí a adorar. Y les dije: No adoraré a un dios extraño. ¿Qué es esta
propuesta, que me obligan a hacer tanto? Pero ellos dijeron: ... por nuestros
padres. Y cuando respondí que no adoraría a dioses extraños, le dijeron a la
doncella que no durmiera conmigo hasta que hubiese cumplido y sacrificado a los
dioses.

Luego me conmovió, pero el astuto Eros trajo y puso para mí cinco saltamontes,
diciéndome: Toma estos saltamontes y aplástalos en el nombre del dios Moloch; y
luego me acostaré contigo. Y esto realmente lo hice. Y de inmediato el Espíritu de
Dios se apartó de mí, y me volví débil y tonto en mis palabras. Y después de eso
fui obligado por ella a construir un templo de ídolos a Baal, a Rapha, y a Moloch, y
a los otros ídolos. Entonces, yo el desgraciado que soy, seguí su consejo, y la
gloria de Dios se apartó de mí; y mi espíritu se oscureció y me convertí en el
entretenimiento de los ídolos y demonios. Por eso escribí este Testamento, que
los que se apoderen de él tengan piedad y presten atención a las últimas cosas, y
no a las primeras. Para que puedan encontrar la gracia por los siglos de los siglos.
Amén.

Después de la muerte de Salomón alrededor del año 930 a.C.; la rebelión del
pueblo de Israel dio lugar a la división del país, consolidándose el reino del norte,
conformado por la casa de Efraín y el resto de Israel, y el reino del sur,
conformado por la tribu de Judá y la tribu de Benjamín. El reino de Israel, con su
capital Samaria, subsistió más de 200 años bajo 19 reyes, mientras que el reino
de Judá, fue gobernado desde Jerusalén durante 400 años por un número igual de
reyes de la casa de David. La expansión de los imperios asirio y babilonio trajo la
conquista primero de Israel y después de Judá. El reino de Israel fue vencido por
los asirios alrededor del año 722 a.C. y su pueblo fue llevado al exilio. Más de cien
años después, Babilonia conquistó el reino de Judá, exilió a la mayoría de sus
habitantes y destruyó Jerusalén y el Templo en el año 586 a.C.

En el capítulo 18 del segundo libro de los Reyes leemos lo siguiente: “En el cuarto
año del rey Ezequías, que era el año séptimo de Oseas hijo de Ela, rey de Israel,
subió Salmanasar rey de los asirios contra Samaria, y la sitió, y la tomaron al cabo
de tres años. En el año sexto de Ezequías, el cual era el año noveno de Oseas rey
de Israel, fue tomada Samaria. Y el rey de Asiria llevó cautivo a Israel a Asiria, y
los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos;
por cuanto no habían atendido a la voz del Eterno su Dios, sino que habían
quebrantado su pacto; y todas las cosas que Moisés siervo del Dios Eterno había
mandado, no las habían escuchado, ni puesto por obra.
Muchos se han preguntado qué fue de estas diez tribus perdidas de Israel,
algunos investigadores aseguran que los grupos nómadas denominados los
cimerios, que aparecen en los confines de Asiria y Media en el siglo VII a.C., y los
escitas de la roca Behistun, que aparecen dos siglos después, pertenecen a las
diez tribus perdidas de la casa de Israel. También se cree que estos grupos
nómadas pudieron haberse mezclado con las naciones del norte del Caucásico y
el mar Negro, además de algunos países europeos.

En el libro IV de Esdras leemos que el profeta se retira al desierto, a causa de la


petición del pueblo por conocer los designios de Dios a propósito de la desolación
de Sión. Esdras pasa siete días en ayuno y oración alimentándose solamente de
frutos salvajes y hierbas. Trascurrido ese tiempo tiene un sueño durante la noche
donde se describe a Jesucristo viniendo a combatir por medio de la espada de su
boca a sus adversarios. Esdras describe la batalla de Armagedón donde se
reúnen los ejércitos del mundo para combatir contra el Ungido, pero Él sin levantar
la mano en contra de ellos, ni la espada, ni ninguna arma, los consumió por medio
de su Palabra. Después de esto, el profeta observa al Ungido bajar desde una
montaña y llamar a muchos hombres, algunos felices y otros encadenados.

Esdras en oración le pide a Dios que le revele el significado del sueño y Él le


responde con estas palabras: “En lo que se refiere a aquellos que quedarán y que
subsistirán, he aquí la explicación. Los que verán esta aflicción en aquellos días,
los guardará como a aquellos que haya alcanzado esta aflicción, que tendrán
buenas obras y fe en el Altísimo y el Poderosísimo. Has de saber que estos vivos
serán mucho más felices que los muertos. He aquí la explicación de tu sueño: El
hombre que has visto salir del mar, es aquel que el Altísimo ha guardado durante
mucho tiempo, a fin de liberar por Él al mundo; es Él quien dará la ley a los
supervivientes. El fuego, las llamas, los carbones que has visto salir de su boca
como un torbellino; aquel que sin levantar la espada, ni ninguna otra arma, ha
exterminado a la masa de aquellos que le atacaban y venían para matarle, he aquí
su explicación: Vendrán días en los que el Altísimo liberará a aquellos que están
sobre la Tierra. Los habitantes de la Tierra tendrán un gran pavor; entonces
decidirán hacerse la guerra los unos a los otros, ciudad contra ciudad, país contra
país, pueblo contra pueblo, reino contra reino.

Cuando esto tenga lugar y lleguen las señales que te he mostrado antes, en ese
momento, aparecerá este hombre. Cuando todos los pueblos oigan su voz, cada
uno de ellos abandonará su país y las guerras en las que están. Se reunirán en
una masa innumerable y, como has visto, querrán combatirle. Él se mantendrá en
la cima de la montaña de Sión. Y Sión vendrá y aparecerá, preparada y fortificada
como has visto esta montaña. Es el Hijo que le reprochará al pueblo los pecados
de aquellos que eran como un torbellino; amontonará ante ellos sus malas
acciones y el grave castigo que infligirá. A aquellos que eran como la llama; hará
desaparecer con sus pecados a aquellos que eran como carbones ardientes. En
cuanto a la masa pacífica que has visto reunirse en torno a Él, son las nueve tribus
que fueron llevadas cautivas de sus países en tiempos de Salmanasar, rey de
Persia, quien las conducía prisioneras a su reino.
Estos mismos concibieron el proyecto de abandonar la raza de su pueblo e ir a
una tierra que no habitaba ningún hombre; A fin de guardar su ley, que no habían
guardado en su país. Penetraron por el estrecho pasaje del Éufrates. Entonces el
Altísimo hizo un milagro para ellos; detuvo las fuentes del río hasta que hubieron
pasado. Su país está a una distancia de un año y medio y su nombre es Arsareth
y permanecerán allí hasta los últimos días. IV Esdras capítulo 13.

En el libro “La historia americana que muchos americanos no conocen” del autor
Alonso Piñeiro, en el capítulo 1 llamado: La apasionante y vera historia de
Cristóbal Colón, se lee con respecto a Simón Wiesenthal, quien era un judío
austriaco sobreviviente del holocausto, cazador de nazis y escritor lo siguiente: “El
judaísmo del Descubridor es también alentado por el famoso cazador de nazis
Simón Wiesenthal, quién sostiene que el viaje al Nuevo Mundo era en realidad la
búsqueda de un país en el cual se habrían refugiado los descendientes de las diez
tribus de Israel.”

En el libro “El astronauta de Palenque y otros enigmas Mayas” del autor Tomás
Doreste se lee lo siguiente: “En torno al primer viaje conocido de Colón resulta
interesante conocer las palabras de Simón Wiesenthal, conocido por su caza
infatigable de criminales de guerra nazis. Escribió un libro sobre la aventura de
Colón, todos los historiadores coinciden en afirmar que era judío, en el que decía
cosas sumamente curiosas. Explicaba que Colón emprendió su viaje con la misión
secreta de hallar las tribus perdidas de Israel y que contó para ello con las sumas
aportadas por los judíos españoles, tanto ortodoxos como conversos. El futuro
almirante invitó incluso a un rabino a acompañarlo, el cual ofreció un discurso en
hebreo a los indios, al desembarcar en Guanahaní. Se ignora si los presuntos
descendientes de las tribus perdidas entendieron su discurso. De acuerdo con
Wiesenthal, Colón quiso buscar también una nueva tierra prometida que sirviera
de refugio a los judíos perseguidos en España, cuya existencia peligraba.”

En el libro “El ADN de los escritos de Cristóbal Colón” de la autora Estelle Irizarry
se lee lo siguiente: Acrecienta la ironía el hecho de que, desde el principio, el viaje
de descubrimiento traía la posibilidad, y para los conversos de la tripulación, la
esperanza, de tropezar con indios hebreos, tal como le había sucedido a Marco
Polo en el Oriente. ¿Si no, por qué había contratado Colón a un intérprete de
hebreo, Luis de Torres? ‘La elección del intérprete’, dice Wiesenthal, ‘estaba con
toda seguridad ligada a la esperanza de descubrir reinos o principados judíos. La
historia trajo su propia ironía: Juan Bautista Muñoz en su ‘Historia de Indias’ 1793,
afirma una teoría que gozó de cierta popularidad, de que los ‘indios’ de las Indias
eran hebreos de las diez tribus transmigradas por los asirios.

Cristóbal Colón conocía bien el libro IV de Esdras y se dio a la tarea de encontrar


la tierra de Arsareth, la cual significa ‘otra tierra’. “Luego, cuando estén de vuelta,
el Altísimo detendrá de nuevo las fuentes del río para que puedan pasar. Cuando
haya aniquilado a estos numerosos pueblos que se han agrupado contra Él,
entonces consolidará a aquellos que han quedado y les mostrará sus señales.” IV
Esdras capítulo 13:47-50.

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