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Publisher: Routledge
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UK

Estudios de Psicología: Studies


in Psychology
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La relevancia de las “partes”


en el sistema léxico-
conceptual. Revisión de la
relación conceptual “parte-
todo” y “parte-de” en la actual
psicología cognitiva y en la
semántica léxica
a b
Herminia Peraita & Denise Malrieu
a
UNED, Madrid
b
CNRS, Paris
Published online: 23 Jan 2014.

To cite this article: Herminia Peraita & Denise Malrieu (1998) La relevancia de las
“partes” en el sistema léxico-conceptual. Revisión de la relación conceptual “parte-
todo” y “parte-de” en la actual psicología cognitiva y en la semántica léxica, Estudios
de Psicología: Studies in Psychology, 19:60, 111-128

To link to this article: http://dx.doi.org/10.1174/02109399860341988

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La relevancia de las “partes” en el
sistema léxico-conceptual. Revisión de la
relación conceptual “parte-todo” y
“parte-de” en la actual psicología
cognitiva y en la semántica léxica
HERMINIA PERAITA* Y DENISE MALRIEU**
*UNED, Madrid; **CNRS, Paris
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Resumen
Este trabajo pretende llevar a cabo una doble revisión, teórica y empírica, de los problemas que plantea la relación semántico-conceptual
“parte-todo” y “parte-de”. Con ella se pretende poner de manifiesto la relevancia “interdisciplinar” de dicha relación, pues no sólo es objeto
de estudio a través de consideraciones formales desde la Filosofía y la Lógica, y de acercamientos más naturales e informales desde la Psico-
logía Cognitiva, —en concreto en categorización—, sino que también es objeto de estudio en sus aspectos lingüísticos y antropológicos y desde
acercamientos computacionales en percepción visual. El objetivo es analizar cuál es la naturaleza, propiedades y estatus cognitivo de esta
relación, que le otorgan su prioridad y saliencia como una de las características o atributos básicos de las categorías naturales y de eventos.
Abordaremos también el problema de su carácter invariante, a través de los presupuestos universalistas subyacentes en que esta se fundamen-
ta, —basados en las regularidades de la naturaleza y en la primacía de la percepción visual— y, por tanto, su posible carácter de primiti-
vo semántico. Por último se abordará su organizació n, estructura y tipología, a través de las jerarquías “partonímicas” que determina, y
sus diferencias con otro tipo de jerarquía básica en la organización conceptual: las taxonomías.
Palabras clave: Relaciones semánticas, componente conceptual parte-todo, parte-de,univer sales cognitivos, taxonomías y
partonomías.

“Parts” relevance in human lexical-conceptual


system. A part-whole and part-of relationships
survey in cognitive psychology and lexical
semantics
Abstract
The aim of this study is to carry out a double review, theoretical and empirical, of the problem posed by the semantic-conceptual relation
“part-whole” and “part-of”. Our intention is to show the interdisciplinary relevance of such relation; for not only is it being studied
through formal characterizations from Philosophy and Logic, and through more natural and informal approaches from Cognitive Psycho-
logy —specifically in relation to categorization— but also the object of study are its linguistic and anthropological aspects and from
mainly computational approaches,— visual perception, recognition of forms—. The study’s ultimate purpose is to analyze the nature, pro-
perties and cognitive structures of this relation, which give its priority and salience as one of the basic characteristics and attributes of natu-
ral categories and events. The problem of their invariability will also be addressed through the underlying universalist assumptions on
which it is founded-, based on the regularity of nature and on the importance of visual perception- and therefore its possible character of pri-
mitive of conceptual and semantic structuring. Finally the study will address its organization, structure, and typology through the analy-
sis of those partonomic hierarchies which it determines, and its differences with another type of conceptual hierarchies: taxonomies.
Keywords: Semantic relations, conceptual component part-whole, part-of.Cognitive universals, taxonomies and partonomies.
Agradecimientos: Agradecemos a la prof. D.Luna su lectura de este artículo y sus atinados comentarios y sugerencias, especialmente
la observación que nos hizo en el sentido de que la combinatoria de los tres elementos que entran a formar parte de las relaciones
meronímicas según W.C.H.(1987), presenta alguna contradicción con la definición parte-todo en percepción visual, así como que
la naturaleza de las partes, en el ámbito de la percepción visual, no afecta al todo.
Además nos permitió conocer más en profundidad la literatura sobre Procesamiento global y local en percepción visual y cómo sus
presupuestos no siempre coinciden con los del campo que se revisa en este artículo.

Correspondencia con las autoras:*Departamento de Psicología Básica I. Facultad de Psicología. 28040 Madrid (España). **INALF/CNRS,
París (Francia).

© 1998 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-9395 Estudios de Psicología, 1998, 60, 111-128
112
Este trabajo pretende revisar la problemática que se plantea en torno a la relación semántico-
conceptual “parte-todo”, y/o “parte-de”, en una serie de campos científicos entre los cuales se
encuentran la Psicología Cognitiva, la Lingüística, la Inteligencia Artificial (IA), la Lógica y la
Antropología y la Etnología, aunque obviamente no todos ellos serán revisados con la misma
profundidad. Indudablemente el acercamiento desde cada uno de ellos es diferente, así como
sus objetivos y finalidades, pero un análisis minucioso de los mismos pone de manifiesto una
problemática recurrente a lo largo de esos diferentes acercamientos que, cuando menos, indica
la relevancia de dicha relación semántica tanto desde un punto de vista teórico o de investiga-
ción básica como aplicado. Es fundamental en campos, sólo aparentemente dispares, como son
la percepción visual, clasificació n y categorización de objetos, determinadas aplicaciones en
I.A. (como reconocimiento de formas, clasificació n automática y extracción y representación
del conocimiento) pasando por descripciones etnográficas y lingüísticas.
La actualidad de dicha problemática queda sin duda reflejada en el número creciente de tra-
bajos sobre el tema. Anderson (1978) revisa en el campo de la Semántica léxica y la Antropolo-
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gía cognitiva los universales lingüísticos correspondientes a las partes del cuerpo humano; Bie-
derman (1987), en el marco de la Percepción visual y para explicar los procesos de clasificación
de objetos, describe un modelo de reconocimiento de componentes en base a primitivos geo-
métricos; Chaffin y Herrmann (1988a,1988b,1989) exploran la relación “parte-de” en la
memoria semántica; Cruse (1986) en el campo de la Semántica léxica realiza un análisis compa-
rado de las relaciones meronímicas y taxonómicas; Iris y Litowitz (1988) proponen una taxono-
mía específica de las partes; Tversky y Hemenway (1983, 1984, 1991) ponen en relación resul-
tados procedentes del campo de la categorización natural, sobre todo referentes al nivel básico,
con la estructura de los objetos en partes; Lesniewsky (1989), formaliza esta problemática.
Además dicha actualidad se pone de manifiesto en el hecho de que algunos simposia reciente-
mente celebrados (Workshop on “Formal Ontology in Conceptual Analysis and Knowledge
Representation”, Padua,1993; “Parts and Wholes: Conceptual Part-whole Relations and For-
mal Mereology”, Amsterdam,1994) hayan dedicado sesiones especiales a tratar este tema,
cuando no se ha centrado en esta temática el simposium como tal.
El interés puesto de manifiesto hacia esta relación “parte-de” refleja un movimiento más
amplio de atención hacia la naturaleza de las relaciones semánticas en general, desde los orígenes
de los trabajos de memoria semántica (Collins y Quillian, 1969; Collins y Loftus,1975) hasta los
interrogantes que se han planteado en IA, en concreto en Representación del conocimiento,
sobre la posible (in)suficiencia de la relación “es-un” en las redes semánticas, y la necesidad de
introducir una pluralidad de relaciones semánticas en esos modelos. Es en este contexto donde se
ha planteado principalmente la necesidad de tener en cuenta un núcleo estable de relaciones pri-
mitivas que, en número limitado, podrían dar cuenta del conjunto de relaciones observables.
En él se ha llevado a cabo un trabajo homólogo al de la búsqueda de los primitivos de signi-
ficado en el campo del léxico, pero esta vez en el campo de las relaciones conceptuales, siendo
una de las preguntas básicas que lo enmarcan la siguiente: ¿Estas relaciones son unidades sim-
ples o por el contrario se pueden descomponer en elementos primitivos? Todos los trabajos de
Chaffin y Herrmann (1984,1988 a y b), que serán analizados posteriormente, giran en torno a
esta pregunta.
Las dificultades que se encontraron originariamente en el campo de la extracción y represen-
tación del conocimiento llevaban consigo tres tipos de problemas, tanto de naturaleza técnica
como filosófica.
1º. ¿Es posible establecer una tipología de relaciones semánticas sin una ontología previa de
los objetos?, ya que, según su naturaleza, los objetos no están estructurados de manera idéntica.
2º. ¿Se pueden establecer correspondencias entre las expresiones lingüísticas y las relaciones
semánticas de naturaleza conceptual? Las expresiones lingüísticas de las relaciones semánticas
son altamente polisémicas (por ejemplo, la multiplicidad de significados de “es-un”), lo cual
plantea el problema del cálculo del sentido de las expresiones en función de los conceptos que
relacionan y, por tanto, remite al problema ya planteado de las ontologías.
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Cada una de estas relaciones, o al menos algunas de ellas, no constituyen todos unitarios, es
decir, no tienen un sentido único, sino que son, como se acaba de indicar, relaciones altamente
polisémicas, verdaderas colecciones de relaciones que presentan microtipologías muy específi-
cas, tal y como las han descrito Brachman, (1983), para la relación “es-un”, Winston, Chaffin y
Herrmann, (1987), para la “parte-todo” y Miceli y Castelfranchi, (1989), para la evaluativa y
funcional “es para”.
3º. Este segundo problema implica otro: el de la autonomía de lo conceptual y lo lingüístico
y el de las relaciones conceptuales universales: ¿existen, al margen del tipo de lengua, relaciones
conceptuales primitivas? Este último tema se ha explorado principalmente en Antropología
Cognitiva y Lingüística.
Por otra parte se puede decir que esta problemática no es nueva, sino recurrente en la litera-
tura científica de las áreas citadas, pues, entre otros aspectos, uno de los temas claves y latentes
en todo este tipo de literatura es la dicotomía teórico-epistemológica no superada aún, (Ras-
tier,1992), entre la primacía y universalidad del sistema cognitivo y la estabilidad de la natura-
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leza por una parte, frente a posturas más relativistas, que se centran prioritariamente en las
diferencias culturales y lingüísticas encontradas en la conceptualización y expresión de las cate-
gorías en general, y de esta relación “parte-de” en particular, así como en los efectos contextua-
les.
Nuestro interés concreto al plantearnos este trabajo de revisión radica en la relevancia que,
creemos, tienen los atributos, rasgos o características, tanto en el proceso de clasificación y cate-
gorización de la realidad (ya sea de objetos, categorías naturales, personas, acciones o escenas)
como en el marco de la representación del conocimiento. Al mismo tiempo estamos de acuerdo
en un rechazo a su conceptualización en tanto que unidades aisladas o listas de rasgos no orga-
nizados, como proponen los modelos basados en la semejanza (Rosch, Tversky, Smith), que no
pueden explicar ni cómo los atributos son aislados y percibidos, ni la manera cómo se ponderan
o resaltan en función de la tarea o el contexto (aunque Burns, 1992, toma una posición diferen-
te). Los atributos y las partes son entidades eminentemente relacionales cuya estructuración
cognitiva tratamos de comprender a lo largo del proceso de construcción de teorías ingenuas
del objeto por parte del sujeto.
En esta línea, los trabajos empíricos llevados a cabo por nosotras (Peraita, 1988; Peraita, Elo-
súa y Linares, 1991) con varias muestras de sujetos de características muy diferentes, nos han
llevado a proponer un modelo basado en relaciones conceptuales, verdaderos componentes con-
ceptuales de distinta naturaleza y estatus cognitivo según el tipo de objetos considerados
—categorías biológicas, de objetos, escenas, personas— (Peraita, 1993, no publicado).
Por todo ello, nuestro objetivo en el presente trabajo radica en profundizar en el análisis de
una de estas relaciones, determinante en la estructuración y organización conceptual, la rela-
ción “parte-de”.

REVISIÓN DE LA PROBLEMÁTICA CENTRAL

Naturaleza de la relación

La problemática sobre la naturaleza de la relación que nos ocupa se ha intentado abordar


desde diferentes perspectivas y campos científicos. Existen acercamientos informales, natu-
rales, psicológicos, (Tversky y Hemenway, 1984; Brown, 1976), mientras que otros son pre-
ferentemente formales: la mereología de Lesniewsky (1989); algunos son estrictamente lin-
güísticos (Cruse, 1986; Lyons,1978; Bordron, 1991) y otros son computacionales y se cen-
tran en la percepción visual (Biederman, 1987; Hoffman y Richards, 1984); finalmente
algunos son específicamente antropológicos (Anderson, 1978). Sin embargo los autores que
de una manera más sistemática abordan este tema son Winston, Chaffin y Herrmann
(1987;1988 a y b).
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A. Lo que la relación “parte-todo” es.
B. Lo que no es.
C. Otras relaciones meronímicas.
D. Propuesta de una ontología material.

A. Lo que es

Pasando a analizar lo que esta relación significa, se puede afirmar que algo puede considerar-
se parte de una entidad, (“parton” en latín), si se puede describir como siendo poseído por dicha
entidad, (Brown,1976). Una parte puede poseer otras partes que pueden estar etiquetadas, o
no, en una determinada lengua. Si están etiquetadas se dice que son “parte de” la entidad a la
cual pertenecen. Además una parte puede estar conectada inmediatamente, o no, con la enti-
dad que la posee. En caso negativo es que existe otra parte entre ambas. El conjunto de partes
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etiquetadas que forman una entidad se organiza jerárquicamente en una partonomía, que es el
todo, y que se sitúa en el nivel 0 de dicha partonomía. Las partes que se ligan de manera inme-
diata con el todo ocupan el nivel 1 de la jerarquía y así sucesivamente. Generalmente se han
descrito hasta cinco niveles en las mismas y desde el momento en que una parte forma parte de
una partonomía tiene que tener una denominación (Brown, 1976).
El presupuesto subyacente a la gran mayoría de trabajos en este campo, tanto teóricos como
empíricos, es que existen unos principios universales de clasificación y de denominación de las
partes. Algunos estudios, como el de Brown (1976), revisan hasta 41 lenguas distintas para
ejemplificarlo, en este caso a través de la clasificació n y léxico empleado para denominar las
partes del cuerpo humano. Según Cruse (1986), la partonomía o jerarquía de las partes del
cuerpo humano es el ejemplo prototípico para cualquier otro tipode partonomía o meronomía,
de la misma manera que, probablemente, la clasificació n de los seres vivientes es el ejemplo
prototípico para cualquier otro tipo de clasificación del lenguaje natural. Hoy día, como sugie-
re el mismo autor, este ejemplo podría haber sido reemplazado por el automóvil.
Hay que aclarar que aunque algunas lenguas como el Machiguenga, lengua Arakawan,
(Johnson, citado por Brown, 1976) y la Hopi, (Swanson y Witkowsky), no poseen la expresión
relacional “parte de”,sin embargo tienen la forma posesiva equivalente (“x pertenece a y”,o “x es
de y”), lo cual significa que la relación lógica y/o psicológica “parte de” está preservada. En el
primer caso, en la expresión “es parte de”, se concede prioridad al recorrido que va de lo especí-
fico a lo general, o de la parte al todo, mientras que en el segundo se concede al recorrido que va
de lo general a lo específico, o del todo a la parte. Son dos formas opuestas o inversas de recorrer
la jerarquía partonómica. La misma posibilidad existe en las jerarquías taxonómicas con la rela-
ción “es un” y “hay diferentes tipos de” (Jackendoff, 1983).

B. Lo que no es

Una vez revisado, aunque sólo sea someramente, lo que significa la relación que nos ocupa,
se analizará lo que no es la relación “parte-de”, es decir aquellas relaciones de las que se diferen-
cia absolutamente por naturaleza, y con las que no debe confundirse.
a. En primer lugar se diferencia de la relación de taxonomía o inclusión en clases: Ej. “El
árbol es un vegetal”. (Herrmann, Chaffin y Winston, 1986; Herrmann y Chaffin, 1986; Lyons,
1978; Cruse, 1986).
Los primeros han intentado explicar la confusión que existe generalmente entre la relación
partonómica y la taxonómica, debido al hecho de que sus expresiones verbales correspondientes
son a menudo similares cuando expresan la pertenencia a un grupo y a una clase, y por tanto
ambas pueden ser percibidas como relaciones de inclusión transitivas, (Winston, Chaffin, y
Hermann. 1987).
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Cruse (1986) señala que la relación meronímica es más amplia que la taxonómica. Una clase
puede ser considerada como un todo compuesto de partes, que serían sus subclases, mientras
que lo contrario no es verdadero, es decir las partes no son subclases del todo (por ejemplo, “el
asa no es una subclase de la taza”). Además en ambos casos se maximizan dos parámetros com-
plementarios pero diferentes: cohesión interna y distintividad externa. En un caso —taxono-
mías— hay semejanza entre los miembros, y en el otro —partonomías— integridad física.
b. En segundo lugar es diferente de lo que se llama posesión alienable: Ej. “Juan tiene una
bici” (Winston, Chaffin y Herrmann, 1987; Jackiewicz, 1992).

C. Diferencias respecto a otras relaciones meronímicas


Además en el marco de las relaciones meronímicas que se pueden expresar mediante la rela-
ción “parte-de” (por ejemplo, “el árbol es parte del bosque”), se pueden distinguir una serie de
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relaciones cercanas aunque no idénticas:


a. La relación miembro-colección: “árbol-bosque”, relación a la que se puede asimilar la de
miembro-grupo y miembro-clase. (Markman y Seiber, 1976; Markman, Horton y McLanahan,
1980; Cruse, 1986).
b. Inclusión espacial: “lugar-área”, por ej. “Francia-Europa”, (Cruse,1986) y “París-Francia”,
(Winston, Chaffin y Herrmann, 1987).
c. Ingredientes o constituyentes que entran en la constitución de algo: “aluminio-bicicleta” o
“arena-cemento”.
d. Porción-masa: “porción-tarta”. (Iris, Litowitz y Evens, 1988; Winston, Chaffin y Herr-
mann, 1987).
e. Definición de atributos o propiedades: “el camello tiene dos jorobas”. (Jackiewicz,1992).
Hay que aclarar que los diferentes tipos de relaciones meronímicas están ligados a variacio-
nes dependientes del modo de relación que mantienen las partes entre sí y con el todo. Algunos
trabajos sobre la tipología de esta relación son los de Cruse (1986); Bordron (1991); Winston,
Chaffin y Herrmann (1987), Herrmann, Chaffin y Winston (1986).
Si analizamos el trabajo de estos autores cuando definen la semántica de la relación “parte-
de” vemos que, unos de manera explícita y otros de manera más o menos implícita, se ven obli-
gados a establecer una ontología material, es decir a describir y explicitar un conjunto de reglas
que rigen la constitución del objeto en cuanto tal a partir de sus partes constituyentes.
Winston, Chaffin y Herrmann (1987) consideran que las diferentes relaciones meronímicas
se explican por la combinatoria de tres elementos de la relación que nos ocupa, que son: 1/ un
aspecto funcional, como por ejemplo el existente entre taza y asa, que es un tipo de relación
espacial y por tanto establece relaciones funcionales; 2/ el carácter an/homeómero: las partes son
semejantes entre ellas y respecto al todo al que pertenecen, por ejemplo: “porción de pastel/pas-
tel”, y 3/ el carácter separable frente al no separable: las partes pueden separarse físicamente del
todo: “picaporte/puerta” frente a la relación de ingrediencia que se da por ejemplo en “alumi-
nio/bicicleta”.
Cruse (1986) por su parte traza las fronteras partiendo del hecho de que una parte se opone a
un trozo, ya que la primera tiene una autonomía que el segundo no tiene, debido al carácter no
arbitrario de sus límites. Por otra parte plantea el problema de la influencia de las caracterís-
ticas de las partes sobre su denominación y sobre la forma de denominar el todo. Dichas carac-
terísticas consisten en el carácter facultativo o canónicamente necesario de la parte en relación
al todo y viceversa, además de la congruencia o no de la inclusión y del dominio funcional de la
parte en relación al todo.

D. Propuesta de una ontología material


El acercamiento a la naturaleza de la relación “parte-de” nos conduce a otro no menos
importante como es la imposibilidad de determinar una tipología de relaciones semánticas, y
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por tanto tampoco una referida a la relación parte-todo, sin una consideración previa acerca de
una ontología de objetos materiales, de seres vivientes, de procesos y actividades, y de objetos
semióticos. Esta posibilidad es analizada en los trabajos de Bordron,(1991), Cruse (1986), y
Lyons (1978), mientras que Chaffin y Hermann (1988) definen unos componentes con cierto
grado de arbitrariedad y bastante heterogéneos desde el punto de vista conceptual. Su método,
puramente empírico, de reagrupamiento de las relaciones por semejanza, no parece suficiente
para lograr una caracterización conceptual de las relaciones.
Seguiremos a Bordron (1991) en su intento por describir una ontología material a través de
una clasificació n de las “totalidades” o “todos” en nueve grupos, de los cuales suministra unos
elementos mínimos para su identificación y caracterizació n. Hay que decir que este autor se
inspira en Cruse (1986), pero sistematizando algo más las categorías y evacuando el aspecto
léxico, que es el principal para Cruse.
1. Las entidades del mundo real (o ideal) sólo se constituyen como objetos en cuanto que son
consideradas como correlatos de actos intencionales, y, dado que existen varios tipos de inten-
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cionalidad, cinco según este autor, por lo mismo existirán cinco formas o reglas de constitución
de objetos. Éste es su presupuesto básico.
De esas cinco formas —(Bordron, 1991, p. 51)— (categorial, esquemática, eidética, prag-
mática y semiótica) a nosotros sólo nos interesan para nuestros propósitos la categorial y la
esquemática.
La categorial constituye los objetos según las reglas de una ontología formal, —en términos
de Husserl—, y estas reglas describen propiedades de las categorías tales como tamaño, núme-
ro, cualidad, partes, etc. La esquemática constituye los objetos según una iconicidad pura, es
decir, sea cual sea el objeto, tiene que responder a una serie de reglas tales como tener bordes,
destacarse sobre un fondo, tener una intensidad perceptiva, luminosa, etc.
Hay que advertir que este autor considera objetos tanto las ideas, como los estados mentales,
como las nociones de la sintaxis, etc., aunque no todos estos objetos son objetos simultánea-
mente de los cinco tipos de intencionalidad que describe y por medio de la cual se constituyen
aquellos. Las pasiones y los afectos, por ejemplo, no son susceptibles de intencionalidad eidética
ni semiótica. Hay otros cuya existencia es enteramente discursiva o pragmática.
2. Bordron va a subsumir la ontología material en una categoría de la ontología formal (o, lo
que es lo mismo, va a focalizar el estudio de la ontología material desde...) en concreto en la
categoría que se refiere a las partes y el todo, tomada en sentido amplio, pues también se podría
tomar en sentido restringido (ej. “Juan tiene una mujer” frente a “Juan tiene brazos”).
3. La relación de las partes con el todo es una relación de dependencia que puede ser libre o
ligada. Las dependencias libres, que son las que nos interesan, forman en principio una clase
infinitamente abierta, pero probablemente sometida a ciertos principios de organización o res-
tricciones. Las ligadas están sometidas a restricciones muy fuertes tales como las que mantiene
un objetos con sus límites. Son inseparables.
A su vez las libres se dividen en homeómeras y anhomeómeras, siendo las primeras las sustancias,
los elementos, el espacio y el tiempo, y en general todas aquellas que no están compuestas, mien-
tras que las segundas están compuestas de partes, ya sean éstas “partes” simplemente, o “partes
propias” de un objeto, en el sentido de la teoría mereológica de Lesniewski, que mantiene que
una parte es una parte propia si es parte de un todo pero no se confunde o identifica con él.
Def. X es una parte propia de Y si X es una parte de Y pero no es Y.
X<<Y = Df X<Y • X=Y
4. A continuación este autor (Bordron,1991) clasifica los objetos (exclusivamente aquellos
cuyas partes están ligados por dependencias libres en el sentido que se acaba de definir y tras defi-
nir otra serie de nociones como género y especie, solapamiento, etc.) en nueve grupos: los seis
primeros tipos de totalidades pueden considerarse como correlatos de actos intencionales, en el
sentido explicado más arriba (composiciones, ej. un paisaje, configuraciones, ej. el vuelo de un
pájaro, arquitecturas, ej. una casa, aglomeraciones , ej. granos de arena ligados por cemento,
117
cadenas, ej. un tren, fusiones, ej. una alianza de metales), mientras que los tres segundos (inten-
ciones, ej. una obra de arte; figuras, ej. las caras, y esbozos) son tipos de totalidades en cuyo
interior puede encontrarse la intención a manera de parte constituyente.

Partes y partonomías: de las unidades aisladas a su organización jerárquica.


Propiedades formales:la transitividad

Existen básicamente dos tipos de jerarquías semántico-conceptuales: las taxonomías y las par-
tonomías. Las diferencias y semejanzas entre las primeras —que determinan la relación de inclu-
sión “es-un”— y las segundas —“es-parte-de”— han sido señaladas en numerosos trabajos
(McClure, 1975; Tversky, 1990, entre otros).
Una de las diferencias básicas es el procesamiento “de abajo a arriba” en las primeras y “de
arriba a abajo” en las segundas. Ambas soportan inferencias aunque de diferentes tipos: basadas
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en la transitividad las taxonomías, y basadas en la funcionalidad las partonomías. Además


ambas poseen varios niveles de profundidad.
Las partonomías no son jerarquías bien formadas, sino más bien arborescencias, y sus niveles
no están bien definidos, al contrario de lo que sucede con las taxonomías en las que general-
mente hay distintos niveles jerárquicos claramente distinguibles: Ej. Planta<flor<rosa<rosa de
China. Sin embargo en aquellas siempre el “todo” tiene un nombre, es decir puede denominar-
se lingüísticamente, al contrario de lo que sucede en las taxonomías, y, además, puede dividirse
bien en unidades funcionales o en segmentos espacialmente cohesionados (Cruse,1986). De la
misma manera que hay diferentes tipos de taxonomías, también hay diferentes tipos de parto-
nomías dando ello lugar a diversos esquemas de partición.(Iris, Litowitz y Evens, 1988; Cruse,
1986; Winston et al. 1987).

La transitividad

Como señalan Winston, Chaffin y Herrmann (1987) las relaciones meronímicas se conciben
como relaciones de orden parcial estrictamente, lo cual implica:
— una relación no reflexiva, es decir “a” no es una parte de “a”; una parte de “a” no puede ser “a”.
— una relación antisimétrica, es decir si “a” es una parte de “b”,”b” no es una parte de “a”.
— una relación transitiva, es decir si “a” es una parte de “b” y “b” es una parte de “c”, enton-
ces “a” es una parte de “c”.
De estas tres propiedades es la transitividad la que ha sido objeto de mayor número de dis-
cusiones tanto por el hecho de su utilidad computacional -sobretodo por las inferencias que
soporta en el campo de la representación del conocimiento, en concreto en las redes semánticas-
, como por la constatación empírica de problemas de no transitividad en las partonomías, en
ejemplos tales como: “si el pomo es una parte de la puerta” y “la puerta es una parte de la casa”,
entonces ¿”el pomo es una parte de la casa”?
Se han dado dos tipos de explicaciones ante la dudas sobre la propiedad de transitividad.
Cruse (1986) considera la relación que nos ocupa como transitiva, pero la complicación surge
de las propiedades de las partes, lo cual significa que para ciertos tipos de partes (las interme-
diarias) funciona la transitividad, pero no para aquellas otras cuyo dominio o campo funcional
está encapsulado en su significación. Ejemplo de lo primero es “la rótula es una parte de la rodi-
lla”; “la rodilla es una parte de la pierna”, luego “la rótula es una parte de la pierna”. Ejemplo de
lo segundo sería “si el dedo es una parte de la mano” y “la mano es una parte del cuerpo”;¿”el
dedo es una parte del cuerpo”? Es decir la transitividad depende de las relaciones espaciales y
funcionales de las partes entre ellas y con el todo.
Por su parte Winston, Chaffin y Herrmann (1987) han intentado explicar los fallos de la
transitividad en las relaciones de inclusión de tipo meronímico por su heterogeneidad, hetero-
118
geneidad enmascarada por la ambigüedad del lexema “parte-de”, y suministran numerosos
ejemplos de no-transitividad.
Dado que la relación “parte-de” expresa tanto una relación de unión (“el brazo de Jorge es
una parte de Jorge”), como de componente de un objeto (“la casa tiene una puerta”), como de
miembro de una colección (“Jorge es miembro del Dto. de Psicología”),como de inclusión
espacial (“la cocina es una parte de la casa”), cuando en las premisas se mezclan dos tipos de
relaciones meronímicas diferentes, es cuando surgen los problemas con la propiedad de transi-
tividad.

Estatus psicológico de la relación “parte-de” en el procesamiento cognitivo

Sobre esta relación —o configuración relacional— se soportan varias operaciones y procesos


cognitivos además de actividades comportamentales y comunicativas. Quizá las más importan-
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tes sean la categorización y percepción y, relacionadas con ambas, el reconocimiento de formas.


Parece bastante obvio que sean estos tipos de procesos cognitivos aquellos en los que la relación
parte-todo es especialmente relevante, debido a que las partes sirven como claves o indicios
básicos en el procesamiento, identificación y reconocimiento de objetos por su saliencia, en el
establecimiento de analogías perceptuales entre objetos en virtud de su semejanza, en tareas de
clasificación, etc. Tal y como han señalado Chaffin y Hermann (1989), esta relación es también
fundamental en la organización de la memoria semántica. Existen numerosos resultados expe-
rimentales en Psicología Cognitiva (Biederman, 1987; Murphy, 1991; Tversky y Hemenway,
1984) que ponen de manifiesto no sólo la utilidad y funcionalidad de las partes, sino su posible
prioridad computacional y de procesamiento frente a otras claves como el color, la forma, la
textura. Incluso algunos autores mantienen que existen unas formas primitivas en la percep-
ción visual de objetos (geones de Biederman, 1987) que son básicas en los procesos de induc-
ción, en cuanto que atributos críticos, y que coinciden con las relaciones espaciales “parte-todo”
(Barsalou y Billman, 1989).
Por otra parte se ha encontrado una gran concordancia intercultural en las decisiones sobre
las partes que componen un todo para muchas categorías lingüísticas y no lingüísticas (Ander-
son,1978; Brown,1976) y hay diversos estudios empíricos que generalizan a otros tipos de
categorías la estructuración en partes que presentan los objetos: actividades mentales (Rips y
Conrad,1989) y escenas (Tverky y Hemenway, 1983).
Dada la relevancia de algunas de estas conclusiones para la Psicología Cognitiva, creemos
necesario explicitar algo más los presupuestos teóricos y metodológicos en que se basan, a tra-
vés de una revisión pormenorizada de algunos trabajos empíricos relevantes procedentes del
campo de la percepción visual, la categorización y la antropología cognitiva.

REALIDAD PSICOLÓGICA Y ESTATUS COGNITIVO DE LAS PARTES.


ESTUDIOS EMPÍRICOS

Categorización

Tversky (1990), en el campo de la categorización natural y en la misma línea de trabajos


suyos anteriores (Tverky y Hemenway, 1984), analiza la problemática de las partes de los obje-
tos en el marco teórico de E. Rosch, en concreto a partir del concepto de niveles de generalidad
y del fenómeno de tipicidad. Los datos que aporta se han recogido todos ellos en ese contexto
teórico-metodológico, y las herramientas conceptuales con las que los analiza son también las
de Rosch. Sugiere algunas hipótesis teóricas y de trabajo sobre la naturaleza de las partes, su
relevancia en el procesamiento, etc., así como gran cantidad de ejemplos.
Mantiene que de las muchas maneras en que puede subdividirse mentalmente un concepto,
existen dos de ellas que son aparentemente las más naturales, como lo demuestra el hecho de
119
que si a una serie de sujetos —como se ha hecho repetidamente en experimentos de Psicología
Cognitiva—, se les pregunta cómo puede subdividirse el concepto “mesa”, adoptarán una de
las dos estrategias siguientes: o bien enunciarán las “partes” de que se compone, —“patas”,
“tablero”,”cajones”, etc.— lo cual implica que han adoptado una división partonímica, o bien
enunciarán los “tipos” de mesas que conocen, —”de cocina”, “despacho”, “camilla”, etc.— lo
cual indica una división taxonómica.
Ambas maneras hacen referencia a formas generales de organizar el conocimiento humano,
parece ser que universales, y que dan lugar a jerarquías que mantienen entre sí relaciones tran-
sitivas y asimétricas, aunque dichas jerarquías difieren en otros tipos de propiedades.
Según Tversky (1990), la literatura científica ha dedicado proporcionalmente mucha más
atención a las taxonomías que a las partonomías, tanto desde el punto de vista psicológico,
como filosófico, antropológico, etc.
En el dominio de la Psicología Cognitiva, desde Rosch et al.(1976), se han descrito dos for-
mas posibles y complementarias de organización del conocimiento: el vertical, que da lugar a
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las relaciones de inclusión en clases o taxonómicas, y el horizontal, que analiza la estructura


interna de las categorías. En el primero de ellos se han descrito tres niveles de generalidad, el
básico, el supraordenado y el subordinado.
Cada uno de ellos lleva asociadas determinadas peculiaridades de procesamiento (efectos de
tipicidad, prototipicidad, semejanza familiar, atributos en común,etc). Por otra parte, aunque
la mayoría de estos estudios se han centrado en categorías de objetos, la organización taxonómi-
ca de las categorías se encuentra también en eventos/acontecimientos, categorías sociales y
otras.
Sin embargo, siempre según Tversky, en el momento actual el interés por las relaciones
parte-todo se ha incrementado enormemente, aunque quizá aún más en el marco de los estu-
dios lingüísticos,(Cruse) filosóficos y lógicos (Workshop on Formal Ontology...., Padua, 1993)
y de IA, (Winston), que propiamente psicológicos, obviamente debido a las necesidades de
representación del conocimiento y aprendizaje que presentan muchos sistemas de IA.
La evidencia psicológica experimental más clara obtenida en sus trabajos es que las partes, o,
lo que es lo mismo, la relación parte-todo, es diagnóstica del nivel básico. Esta afirmación se
deriva del hecho de que, habiendo sido analizados los listados de atributos producidos para los
tres niveles de generalidad antes citados, dicha autora encontró que los producidos para el nivel
básico no sólo eran más numerosos que los producidos para las otras dos categorías, como ya
había establecido Rosch, sino que también eran cualitativamente diferentes: se referían princi-
palmente, aunque no únicamente, a las partes constitutivas de los objetos, mientras que, por
ejemplo, para las categorías supraordenadas apenas si los sujetos producían atributos de este
tipo.
La pregunta inmediata ante esa evidencia experimental es: ¿Qué tienen de particular las par-
tes?, es decir, ¿cuál es su estatus cognitivo?
Una primera reflexión de la autora la lleva a reconocer que las partes son básicas y determi-
nantes en la percepción de los objetos y en la acción que llevan a cabo los sujetos sobre ellos, de
lo cual se deriva una cierta correlación partes-función o, lo que es lo mismo, rasgos perceptuales
referidos a partes y funcionalidad de los objetos. Es decir las partes suministran un esqueleto
conceptual que pone en relación forma y función y de ahí se derivan una serie de resultados
experimentales sobre los objetos de nivel básico.
Una segunda pregunta, que se sigue de la primera, sería: ¿Son todas las partes igualmente
relevantes?, o, en otras palabras, ¿presentan todas el mismo grado de bondad, a igual nivel de
generalidad?
Una serie de estudios sobre “bondad” de las partes de los objetos, llevados a cabo por analo-
gía con los de Rosch sobre la “bondad” de los ejemplares de una categoría, le permitió estable-
cer una alta concordancia entre las partes de objetos que nombran los sujetos, y los ratings de
“bondad” de cada una de las partes establecidos por otra muestra de sujetos. Las hipótesis expli-
cativas van todas ellas en el sentido de establecer una correspondencia entre la forma con que se
120
nos presentan los objetos, y su funcionalidad, y para argumentarlo recurre a los aspectos dife-
renciales en la denominación de las partes. Las partes, de la misma manera que sucede con las
taxonomías, forman jerarquías con varios niveles de profundidad: es decir, se subdividen en
subpartes. Dado que forman jerarquías, es lícito preguntarse si existe entre las partes de los
objetos un nivel básico frente a otro más general y otro menos general, y si se dan fenómenos de
tipicidad. Respecto a la segunda pregunta formulada, una serie de datos parecen indicar que sí,
que existe un nivel más relevante, ya que al menos en tareas de producción o listado de partes,
los sujetos prácticamente nunca enumeran subpartes.
Otro problema que aborda Tversky es el de la relación estructural entre las partes. Depen-
diendo del tipo de categoría, —de objetos y naturales, abstractas, y de eventos—, estas relacio-
nes serán de diversos tipos: proximidad espacial, relaciones causales, temporales,etc., y relacio-
nado con éste, como ya hemos indicado en otro lugar, está el de la organización taxonómica ver-
sus partonímica.
Además se plantea la utilidad o funcionalidad de las partes en la organización del conoci-
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miento, manteniendo que sirven para permitirnos hacer inferencias, diferentes, sin embargo,
de las inferencias que se hacen a partir de las taxonomías. Como hipótesis de trabajo esta autora
cita las siguientes:
1ª. Partes semejantes tendrán funciones semejantes.
2ª. Partes salientes tendrán funciones importantes.
3ª. La discontinuidad en los contornos puede generar hipótesis sobre la posible forma de seg-
mentación, en la línea de Hoffman y Richards (1984), que abordaremos a continuación.

Percepción visual

Hoffman y Richards (1984), abordan este mismo problema pero se sitúan en el ámbito del
reconocimiento de objetos/formas por medio de la percepción visual. En la línea de algunos de
los trabajos ya citados, su presupuesto básico es que este sistema descompone los objetos en
partes y que son los límites entre estas partes, más que las formas de las mismas, lo que permite
el reconocimiento. Además, la naturaleza suministra una regularidad que permite generar una
regla a efectos de identificar los límites entre las partes: la transversalidad.
Destacan la importancia del reconocimiento de formas en el proceso de identificación de
objetos, —previo al de clasificació n—, y su prioridad frente a la identificación de otras claves
visuales, —textura, color—, y no visuales —sonido—. Para poder llevar a cabo este reconoci-
miento con tal precisión es necesario que el sistema visual realice una serie de inferencias apo-
yándose para ello en las regularidades, leyes e invariantes que ofrece la naturaleza. Inferencias y
regularidades son, por tanto, los dos conceptos claves en que se basan.
La entidad o estatus de la categoría mental que llamamos “parte”,está basada en un descu-
brimiento de la topología diferencial(geometría diferencial de superficies) que es la transversa-
lidad, que se refiere a la regularidad existente entre dos objetos que se encuentran o intersectan
y se define como “el contorno de discontinuidad cóncava de los planos tangentes de dos objetos
que se interpenetran”.
El segundo problema que abordan es, cómo las partes tridimensionales por naturaleza, pue-
den ser percibidas por un sistema de retinasbidimensional, lo cual implica que conocer el
mundo es, en cierta manera, inferirlo, tema clave en la percepción, aunque un gran número de
investigadores no están de acuerdo en absoluto con esta afirmación.
Algunos de los temas tratados con bastante exhaustividad por estos autores son:
— Utilidad y relevancia de las partes en un sistema de identificación de objetos. Señalan una serie
de ventajas, tres en concreto, con las que justifican que el sistema de identificación de objetos se
base en partes, frente a otros posibles —template matching, por ej.— y asumen que las partes
que nos suministra la percepción visual se corresponden y emparejan con las archivadas en la
memoria de formas.
121
— Proponen una serie de reglas, sobre la base de las regularidades que dan lugar a la transversalidad,
en virtud de las cuales podemos dividir una superficie en partes. Dichas reglas son:
a. Partición: dividir una superficie en partes siguiendo las líneas de los contornos de discon-
tinuidad cóncava del plano tangente, y
b. generalización de la partición a superficies lisas.
Explican detalladamente cómo la división de una superficie tiene lugar en los lugares de
mínimos negativos de cada curvatura principal a lo largo de sus familias asociadas de líneas de
curvatura.
A continuación abordan tres tipos de restricciones existentes en el reconocimiento de las
partes de los objetos, a saber:
a. la fiabilidad, definida como la necesidad de que se dé una constancia y estabilidad en las
características de los objetos que vemos y su adecuación con las descripciones de los mismos en
nuestra memoria; b. la versatilidad, que se refiere a la necesidad de elegir el tipo de partición
más versátil de todas las posibles —pues los objetos pueden presentar enorme variedad de for-
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mas—, entendiendo por partición más versátil la que puede abarcar mayor número de esque-
mas de objetos. Esta segunda restricción nos permite elegir entre dos clases de esquemas de
partición: el basado en partes, que se basa en los contornos de las intersecciones (tal y como se
acaban de definir basándose en el principio de transversalidad que nos ofrece la naturaleza), y el
basado en primitivos, generalmente formas geométricas, formas de las partes de los objetos,
tales como esferas, poliedros, cilindros.
Los autores rechazan esta última forma de partición y lo argumentan convenientemente
entre otras cosas en base a su limitada versatilidad frente a la gran versatilidad que presentan
los contornos (p. 76, op.cit.).Ponen como ejemplo que si bien los cilindros generalizados son
válidos para identificar los miembros de los animales, no lo son para las caras, coches,
zapatos,etc.; c. la computabilidad se refiere al hecho de que la partición se lleva a cabo usando
sólo información procedente de las imágenes retinianas. No entran en los problemas que puede
plantear el cómo, es decir el tipo de algoritmo de computación, sino que, siguiendo a Marr y
Poggio, lo afirman a nivel de la teoría.
Al mismo tiempo analizan la preservación de información como una no restricción, es decir,
para llevar a cabo convenientemente la identificación de las partes no es necesario extraer toda
la información del objeto, sino sólo la relevante para el reconocimiento.
El objetivo principal de Biederman (1987), en el campo del reconocimiento de formas y
percepción visual de objetos, es explicar cómo se clasifican a primera vista objetos aislados, para
lo cual parte de un modelo de reconocimiento de componentes, RBC, basado en la existencia
de una serie de primitivos —de tipo geométrico— que permiten reconocer distintos tipos de
categorías de objetos a partir de la identificación perceptual de sus contornos. El interés del
autor es identificar la naturaleza de las unidades de representación primitivas en este tipo de
procesamiento y establecer un nexo entre los principios clásicos de identificación perceptual,
Gestalt, y el reconocimiento de patrones.
Según Biederman, a pesar de las múltiples y casi infinitas imágenes que un objeto puede
proyectar en nuestra retina debido a las orientaciones diferentes, texturas, colores, ausencia u
oclusión de alguna de sus partes, etc., el proceso de identificación del objeto y, a consecuencia
de ello, el de su clasificación, se lleva a cabo con una rapidez y eficacia enormes.
De ello se deduce que, al margen de la familiaridad mayor o menor con los objetos que posea
un sujeto determinado, existe un sistema representacional que permite un procesamiento muy
eficaz de identificación y reconocimiento de componentes mediante segmentación y análisis.
Ello implica la asunción, en el sistema visual, de unos elementos primitivos de tipo geométri-
co, en concreto cilindros, bloques, conos y cuñas, que tienen todos en común las características
de convexidad y volumen (o medida de volumen).
La hipótesis teórica que subyace a su trabajo empírico es la siguiente: los objetos se segmentan
en las regiones de los mismos que poseen una gran concavidad, y las partes que resultan de esta
segmentación se acoplan a los primitivos volumétricos, o geones, que mejor encajen con ellas.
122
Propiedades de ese sistema representacional son: la invarianza, o capacidad para extraer estos
primitivos al margen de las variaciones de orientación, oclusión, ruido y otras; el poder repre-
sentacional, debido a las enormes posibilidades combinatorias de estos primitivos, y la rela-
ción/combinación entre los volúmenes, determinante en la identificación de un objeto.
En lo que se refiere al fenómeno de la invarianza perceptual, establece un paralelismo o ana-
logía entre la percepción de objetos y la percepción categórica de los sonidos del habla.
Parte de una serie de restricciones teóricas en su modelo, como son:
— La clasificación de objetos se lleva a cabo en el nivel básico frente al subordinado.
— En el marco de la dicotomía “objetos contables frente a no contables” el modelo se res-
tringe a los objetos con límites bien definidos, es decir objetos contables. Los objetos que repre-
sentan masas serán identificados probablemente por las características de sus superficies, color y
textura, y no por características de sus volúmenes.
— Las claves tales como el color, brillo, textura y posición sólo se activan en objetos del pri-
mer tipo cuando se dan condiciones irregulares, por ejemplo de oclusión. Es un proceso secun-
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dario que no pretende modelizar, pues en él entran en juego diversos tipos de inferencias y por
tanto se consideran características accidentales. La descripción componencial es siempre priori-
taria. El ejemplo de la silla (Biederman,1987, p. 118) es ilustrativo al respecto.
Enumera una serie de fenómenos básicos en el reconocimiento natural de objetos (rapidez,
distintas orientaciones, niveles de ruido, oclusión, ejemplares nuevos) y analiza las restricciones
que se derivan de los mismos.
Este modelo, RBC, mantiene ciertas relaciones con hipótesis previas sobre la importancia de
los componentes o módulos en la representación de objetos, en la línea de Tversky y Hemen-
way (1984) y puede considerarse una variación del de Marr (1977).
Pero su aportación más novedosa es, por una parte, la del concepto de”geones” —geons—,
conjunto de componentes simples, primitivos, a manera de volúmenes simétricos que no tie-
nen concavidades agudas, y por otra, el establecer ciertas relaciones con las propiedades percep-
tuales de la organización perceptual, tales como la pregnancia, simetría y buena forma, que ya
habían sido descritas por la Gestalt, aunque sin haber contado nunca con muchos adeptos en la
Psicología Cognitiva del Procesamiento de la Información. Hay que matizar que esta afirma-
ción no es del todo cierta en el sentido que la influencia de la Psicología de la Gestalt nunca
llegó a extinguirse, porque, si bien los psicólogos cognitivos no aceptaron sus explicaciones a
determinados fenómenos, sí aceptaron sus descripciones.

BASES PERCEPTUALES DE LA REPRESENTACIÓN COMPONENCIAL


BASADAS EN PROPIEDADES NO ACCIDENTALES

Describe cinco propiedades no accidentales, —la colinearidad, la curvilinearidad o curvatu-


ra,la simetría,la coterminación, etc.—, así como las inferencias que se hacen a partir de ellas
para un espacio tridimensional, y mantiene que el sistema visual las asume y usa normalmente.
A partir de estas propiedades, de su combinación, se pueden generar un conjunto de geones
primitivos, basados en ellas.
El principio de pregnancia o buena forma, desarrollado en la actualidad por la teoría de la
Información Estructural, es básico para determinar los geones individuales. Por muy compleja
que sea una silla sus componentes siempre serán volúmenes simples.
Suministra argumentos basados en consideraciones computacionales como empíricas para
demostrar que el número de estos geones primitivos o componentes volumétricos es de 36,ni
más ni menos,y que con ellos el poder representacional es suficiente.
Para analizar el aspecto computacional revisa el número de categorías perceptuales —de
objetos— que conoce un sujeto medio, estableciéndolo en 3000, así como los tiempos de
aprendizaje de dichos objetos, basándose para ello en consideraciones léxicas.
Respecto a la evidencia empírica con la que pretende justificar sus hipótesis, la obtiene tra-
bajando con tareas de tiempos de reacción de denominación, —tareas que justifica ampliamen-
123
te como las idóneas frente a las de discriminación o verificación—, en concreto con percepción
de objetos incompletos, objetos cuyos contornos están dibujados con líneas frente a fotografías
de color, percepción de objetos degradados por haber sido borrados sus contornos, etc., y en
todos los casos demuestra que los componentes son absolutamente necesarios para identificar el
objeto, y, además, se derivan de dichos resultados algunos fenómenos adicionales y no espera-
dos, (p. 139, op.cit.), de los cuales uno de los más interesante en este contexto es el que hace alu-
sión a las bases perceptuales de las categorías de nivel básico.

Aproximaciones antropológicas

Anderson (1978) aporta evidencia empírica detallada sobre la existencia de patrones univer-
sales y/o invariantes lingüísticos de tipo léxico y categorial en diferentes dominios léxico-con-
ceptuales, mediante la revisión de un número considerable de lenguas. Para ello analiza los tér-
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minos con que denominamos las partes del cuerpo humano y su estructura subyacente, de tipo
jerárquico.
Su hipótesis se fundamenta en la primacía del sistema cognitivo —procesamiento percepti-
vo visual—, frente al relativismo lingüístico, y concede especial importancia a la detección en
el mundo natural por parte de dicho sistema, de determinadas formas, principalmente de lo
redondo y largo, tamaños, grande y pequeño, y localización espacial, arriba y abajo.
La autora destaca la negligencia con que la lingüística actual ha abordado la semántica léxica
en general y los campos semánticos en especial, —y en particular sus invariantes—, debido
probablemente a que los presupuestos teóricos de la antropología lingüística han llevado a esta
ciencia a describir las variabilidades interculturales a través de distintos dominios semánticos,
—parentesco, color, flora, etc.—, además de a una falsa creencia en que este campo no puede
ser objeto de un estudio tan sistemático como lo es el de la fonología o el de la sintaxis.
Su presupuesto teórico será por tanto el inverso: se centrará en demostrar cómo un sistema
perceptual compartido por todos los humanos con unas especificidades de procesamiento para
detectar ciertos rasgos, conduce inexorablemente a unas regularidades lingüísticas y categoria-
les altamente predictibles. Para demostrarlo elige determinados análisis procedentes del campo
semántico de los términos con que denominamos el cuerpo humano, pero limitándose a las
partes externas del mismo, como veremos a continuación.
La primera parte de su trabajo se centra en revisar el campo semántico del color, para el cual
una serie de autores pioneros en la década de los 70 (Berlin y Kay, 1969; Heider, 1972) obtu-
vieron datos que contradecían las enormes variabilidades culturales descritas hasta entonces por
Conklin (1955). A continuación analiza los de la biología ingenua o “folk biology”, los adjeti-
vos dimensionales y antónimos, y los términos espaciales, así como los sistemas de clasificado-
res, para destacar en todos ellos unas características de universalidad.
En concreto en el de la biología ingenua destaca la organización jerárquica de animales y
plantas en taxonomías de cinco niveles de profundidad, siendo el tercero de estos niveles el
básico o más natural.
En los adjetivos dimensionales (v.g., alto y bajo) y opuestos (v.g., bueno y malo) pone de
manifiesto la existencia de dos procesos universales: la asimetría en el procesamiento de los
mismos, explicada por la llamada hipótesis del marcado (un término de cada par es marcado y
el otro no marcado), y las preferencias o sesgos atencionales, (demostrados en cantidad de traba-
jos de psicolíngüística evolutiva), que implican un sesgo hacia lo más extenso, es decir, lo que
ocupa más lugar en el espacio, además de una preferencia por una determinada dimensión, la
vertical, frente a otra, la horizontal, lo cual lleva a pensar en unas dimensiones más naturales
que otras.
Respecto a los clasificadores se ha observado que realizan siempre un corte entre lo animado
y lo inanimado, tomando como criterio el movimiento, para a continuación adoptar otros crite-
rios tales como la forma, rigidez de los objetos, tamaño y orientación espacial.
124
Sitúa el origen de todos estos posibles universales de la semántica léxica en la estructura de
la cognición, en concreto en las capacidades perceptuales y de organización conceptual del
mundo.

Las partes del cuerpo humano

De todas las categorías que pueden considerarse “naturales”,denominación no exenta de


problemas, hay una respecto a cuya “naturalidad” no pueden señalarse objecciones, ya que
todos los humanos comparten idéntica estructura corporal.
Aunque autores clásicos tal como Ullman y Weinreich se habían preguntado hacía tiempo
por las regularidades o invariantes en este campo, tales como los significantes compartidos, las
metáforas, asociaciones metonímicas y polisemia, es el estudio de Brown (1976) el que revisa
exhaustivamente la estructura semántica para este campo léxico a través de 41 lenguas.
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Los resultados de dicho estudio fueron concluyentes. Brown (1976) tras revisar exhaustiva-
mente la “conducta de denominar” la anatomía humana, esto es, las partes del cuerpo humano,
a través del análisis de una base de datos procedente de una muestra de 41 lenguas distribuídas
a lo largo y a lo ancho, y desde la misma óptica teórica universalista de Berlin y colaboradores
(Berlin et al. 1973; Berliny Kay, 1969), establece una serie de principios, doce en concreto, que
son los que rigen tanto el proceso de clasificación, —derivadode la percepción—, como el de
denominación de las partes del cuerpo humano.
Estos principios se refieren por una parte a los niveles de profundidad a través de los cuales
se puede describir la jerarquía partonómica, cinco en concreto y nunca más de seis, así como
por otra a la especificación de qué partes del cuerpo humano se denominan en cada nivel y a
través de qué tipo de lexemas, primarios o secundarios, a lo largo de la muestra de las 41 len-
guas analizadas.
De una manera un tanto especulativa, como la misma autora reconoce (Anderson, 1978),
establece a continuación una secuencia hipotético del desarrollo de la nomenclatura de las par-
tes del cuerpo humano a través de cuatro estadios cada vez más discriminativos, dependientes
entre otras cosas del desarrollo cultural de una lengua. Mantiene además que la relación que
nos ocupa es transitiva en lo que se refiere a la anatomía humana.
En el marco de los estudios que han pretendido generalizar algunos de los fenómenos
empíricos encontrados sobre las relaciones “parte-todo” y “parte-de” a tipos de entidades más
abstractas que los objetos materiales, encontramos el de Rips y Conrad (1989). En él abordan
la temática relacionada con las creencias intuitivas de la gente sobre sus actividades mentales
—razonar, pensar, etc.—, en concreto, sobre la creencia de que algunas de estas actividades son
parte de otras. El marco, por tanto, es la “Folk Psychology” o Psicología de sentido común, o teo-
rías implícitas sobre la Psicología, pero el objetivo del análisis es la relación citada.
Establecen una comparación entre las relaciones taxonómicas y partonímicas tal y como se
dan en el dominio de los objetos y en el de las actividades mentales, y crean una técnica experi-
mental para analizar las decisiones de los sujetos sobre la categorización de dichas actividades.
A partir de la intuición que suele tener la gente común (intuición no exenta de una fuerte
influencia por parte de la Psicología Cognitiva del Procesamiento de la Información, como se
puede ver en el ejemplo de que parten, ... Reading “What Mazie Know”), sobre el hecho de que
algunas de las actividades mentales en que nos vemos implicados continuamente son parte de
—o están incluidas en—, otras actividades mentales, estos autores pretenden analizar y descri-
bir la estructura subyacente a dichas actividades mentales en términos de partonomías y taxo-
nomías. Las primeras, como se ha dicho más arriba, se refieren a las relaciones del todo con las
partes que lo componen, (ej. partes en el proceso de reconocimiento de una palabra en términos
de subestadios), mientras que las segundas se refieren a las relaciones de inclusión en clases, es
decir de superconjunto y subconjunto, (ej. la lectura de una poesía es un tipo de lectura de tex-
tos más genérica en la que se incluye).
125
Las creencias de la gente sobre las actividades mentales son importantes no sólo porque afec-
tan a la ejecución de una serie de actividades intelectuales, —por ejemplo, las creencias sobre la
planificación de la escritura influyen en la calidad del texto resultante—, sino porque dichas
creencias determinan los estados mentales que atribuimos a los demás, y la clasificación y cate-
gorización de conductas, personalidades, actos de habla, etc.
Por todo lo dicho hasta ahora puede deducirse que parten del supuesto de la existencia
implícita de una estructura subyacente, —no siempre fácil de reconstruir ni rastrear en experi-
mentos de psicología—, en las relaciones taxonómicas y partonímicas de las actividades menta-
les.

Naturaleza y propiedades de esas relaciones

Son relaciones no reflexivas, asimétricas y transitivas, es decir de orden parcial. Ello se deriva
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de la semántica de sus nexos y sólo errores de procesamiento o tratamiento idiosincrático de los


datos permiten contradecir esas propiedades, como sucede en ciertos experimentos de Psicolo-
gía Cognitiva sobre juicios de pertenencia a una categoría, (Hampton,1982), que pueden indu-
cir en los sujetos relaciones intransitivas tanto en “parte-de” como en “es-un”, lo cual pondría
en tela de juicio la existencia de dichas propiedades para las actividades mentales a que se
refieren. Los autores explican cómo es la incorrecta interpretación de los enunciados lo que lleva
a afirmar esa intransitividad, es decir errores que perturban las relaciones subyacentes y sus pro-
piedades.
Consideran que existe una posible forma de visualizar estas relaciones. Para ello las represen-
tan mediante grafos dirigidos acíclicos de cinco tipos posibles de ordenaciones parciales para las
relaciones “es un” y “parte de”. Las estructuras resultantes no tienen por qué ser necesariamente
árboles, ya que aunque todas las estructuras de árboles son de orden parcial, no todas las de
orden parcial tienen por qué ser árboles.
Debido a que con las sofisticadas técnicas de análisis de datos de que disponemos hoy día, y
que nos ayudan a “encontrar una estructura subyacente en el ruido” (análisis factorial, de clús-
ters, escalamiento multidimensional), sólo se pueden tratar relaciones númericas simétricas e
intransitivas, tales como las correlaciones o rangos de proximidad, mientras que las relaciones
“es parte de”, o “es un” son asimétricas y transitivas, estos autores proponen un método para
analizar estos tipos de relaciones citadas. Además, a partir del análisis de las estructuras resul-
tantes obtenidas con dicho método, predicen resultados de experimentos subsiguientes en que
están implicados juicios de diversos tipos sobre actividades mentales. La tarea de la que parten
es una tarea de juicios sobre las relaciones entre pares de actividades mentales. Los ejemplos o
instancias individuales son las “ocurrencias” (token) y las clases genéricas los “tipos” (types).
Los sujetos deben juzgar cuáles de las actividades mentales que se les presentan son “parte-de”
o “un tipo de” otras. A veces trabajan con los juicios de una sola persona y a veces con los de un
grupo entero.

CONCLUSIONES

Hemos pretendido en esta revisión poner de manifiesto varios aspectos. En primer lugar
la relevancia transdisciplinar de la relación semántico-léxica “parte-todo” y “parte-de”,
también considerada como primitivo de la estructuración conceptual, o universal lingüísti-
co y perceptual, —pues de todas estas maneras se ha conceptualizado—, así como sus pro-
piedades, y relación con otras estructuras conceptuales semejantes. Indudablemente al
plantear el tema de esta manera hemos pretendido poner el acento en la importancia que
tienen en el procesamiento psicológico y lingüístico los universales semántico-conceptuales
y cognitivos.
126
Por otra parte la revisión no ha pretendido ser crítica sino fundamentalmente expositiva, y
tal y como se ha llevado a cabo creemos que permite hacer una serie de inferencias de tipo inter-
disciplinar, ya que, desgraciadamente, la conexión entre campos de investigación no siempre es
obvia, a pesar de que a menudo parten de presupuestos muy semejantes. Somos conscientes de
que no hemos sido exhaustivas, ya que no se ha revisado literatura procedente de dos campos
básicos en el contexto que nos ocupa y obviamente muy relacionados con él: la procedente de la
neuropsicología cognitiva, más en concreto los datos de pacientes con trastornos afásicos y
agnósicos, así como tampoco los trabajos que giran en torno a la hipótesis de la precedencia
global en el debate sobre procesamiento global o local en percepción visual, ni toda la literatura
sobre metáforas y metonimias en lingüística.

Notas
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1
Esta trabajo se llevó a cabo durante la estancia de la primera firmante en el LCPE/EPHE/CNRS* de París durante el
curso 1992-1993, estancia financiada en su primera etapa por el Vicerrectorado de Investigación de la UNED (año sabá-
tico) y en la segunda por la DGICYT, proyecto de Movilidad del Personal Investigador , convocatoria de 1991. Por lo que
se refiere a la segunda firmante el trabajo se ha llevado a cabo en el marco del grupo GDR 957 Sciences Cognitives de
París.
* (Grupo “Langage, Cognition, Pratiques, Ergonomie”. Sede “Ecole Pratique Hautes Etudes”. Institución “Centre Natio-
nale pour la Recherche Scientifique”).

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