El Proceso de La Evaluación Conductual

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El proceso de la evaluación conductual

*Introducción:

3 Fases principales: Representantes de lo que el terapeuta se dispone a hacer desde que se dispone a
enterarse de los problemas que aquejan al paciente, hasta que termina su intervención.

a.- Selección y análisis de las conductas problema (Análisis topológico o morfológico y análisis funcional de las
mismas).

b.- Selección de las técnicas de intervención con las que se incidirá sobre las conductas descritas en el paso
anterior.

c.- Valoración de los efectos producidos en por la intervención realizada.

*Fases del proceso de la evaluación conductual:

A.- Análisis del motivo de consulta: Recomendado; pedir al paciente que de ejemplos del problema del que se
queja o de las cosas que deberían ocurrir para que este mejorara.

Antes de traducir a conductas, es necesario tener claro que es lo que se necesita traducir. Se debe atender a
una descripción completa de las quejas y demandas del paciente y su ambiente. El evaluador conductual debe
asegurarse de que la conceptualización teórica que hace del problema representa adecuadamente los motivos
por los que se realiza la consulta, requiriendo de una exploración minuciosa y activa para no quedarse
únicamente con los problemas más llamativos, que son los primeros en salir a la luz en las entrevistas
diagnósticas iniciales.

Baer (1982) “Es necesario conocer como traducir cualquier queja del paciente, de modo que si se las cambia,
convertirán las conductas de queja del paciente, en conductas de satisfacción”.

Si un sujeto acude a consulta es porque el síntoma es importante, es decir, porque influye en aspectos
importantes de su vida o su entorno.

B.- Establecimiento de las metas últimas de tratamiento: (Rosen y Proctor. 1981)

Los Resultados Finales (Goals): Tienen que ver con las metas o efectos finales que se espera produzca el
tratamiento, haciendo referencia a los criterios utilizados para considerar el tratamiento como un éxito. Por tanto
se le pedirá que posean validez clínica y social, es decir, que los cambios logrados (directa o indirectamente),
deberán ser clínicamente relevantes (solucionando las demandas del paciente) y socialmente significativos
(solucionando las demandas de los agentes sociales que lo rodean).

Los Resultados Instrumentales: Son suficientes para alcanzar otros resultados sin intervención adicional, deben
poseer validez clínica (con su consecución deben afrontar con éxito las respuestas clínicas que se persiguen).

Los Resultados Intermediarios: Facilitan la continuación del tratamiento o posibilitan la aplicación de


determinadas técnicas de intervención.

Las Conductas Objetivo (Target Behavior): Variables concretas de la conducta o del contexto en el que ésta
sucede y sobre las que se enfoca el tratamiento (Son propuestas como resultados instrumentales).

Los Objetivos Últimos: Efectos que deben producir las conductas cambiadas durante el tratamiento.

La Terapia de Conducta Moderna se propone más que modificar un conjunto de conductas inconexo, a intervenir
sobre un sistema funcional; alejándose del planteamiento anterior: Eysenck(1960) “Controla el síntoma y habrás
eliminado la neurosis”.
B.1.- Variables de las que dependen las metas últimas del tratamiento:

a.- El sistema conceptual y de valores del terapeuta.

b.- El sistema conceptual y de valores del que realiza la consulta.

c.- Los requerimientos del medio físico y social en el que vive y se desenvuelve el paciente.

C.- Análisis de las conductas problema: Los problemas que se plantean son de dos tipos, y ambos suelen
agruparse en el motivo de consulta.

a.- Las Quejas: Lo que va mal y se quiere eliminar, lo que causa problemas, lo negativo y molesto.

b.- Las Demandas: Lo que se quiere adquirir, lo positivo.

La demandas no siempre coinciden con la eliminación de lo que constituye una queja, sin embargo, en general
toda queja encierra una demanda. Ambas, suelen plantearse en nuestra cultura en términos de: Clases de
conducta (Ej: Se pasa todo el día sentado) o Capacidades(Ej: No soy capaz de…).

Las Conductas Problema: Es la traducción del motivo de consulta presentado por el paciente o por otro
significativo de su medio. Su delimitación o definición tendrán que ver con la operacionalización (en términos
conductuales) de las quejas y demandas del paciente.

+Pueden distinguirse 2 enfoques subyacentes en Terapia de Conducta y en Evaluación Conductual:

a.- Enfoque Eliminador: Centrado en el problema. El fin es llegar a una situación de conocimientos tal que
permita un acto diagnóstico completo, así, la clasificación de las conductas problema indicará el tratamiento que
las elimine a lo largo del tiempo y a través de las situaciones.

b.- Enfoque Constructivo o Sistémico: Se propone que las metas de tratamiento no siempre coinciden con la
traducción operacional en conductas aisladas de las demandas del paciente. Se intenta construir positivamente
una nueva forma de ser y comportarse del paciente, de relacionarse con su medio, e incluso cambiar el medio.
Ya no se trata de eliminar las conductas problema, sino que de dotar al sujeto con una serie de herramientas
comportamentales con las que valerse mejor en su vida diaria. El objetivo es cambiar muchas clases de
conductas en muchas situaciones, de forma que se automantengan y desencadenen una nueva forma de
relacionarse con el ambiente y/o proporcionen posibilidades de acceder a otros ambientes, cambiando el curso
de vida del sujeto.”

+Los criterios con los que debe contrastarse la bondad del tratamiento son completamente diferentes:

a.- Enfoque Eliminador: Averiguar si la conducta problema ha desaparecido tras la aplicación del tratamiento y si
continúa sin aparecer durante el seguimiento.

b.- Enfoque Constructivo o Sistémico: Contrastar si las herramientas comportamentales proporcionadas al sujeto
han orientado su vida diaria por un camino mejor que el truncado por el tratamiento.

La bondad de los cambios vendrá dada por la magnitud de la diferencia entre el estado actual y los estados
propuestos como metas, de forma que cuanto menor sea dicha magnitud, mayor habrá sido el éxito del
tratamiento.

D.- El estudio de los objetivos terapéuticos:

Las Conductas Meta o Conductas Objetivo: Aquellas sobre las que se centra la intervención terapéutica. Una vez
modificadas debiesen haber quedado igualmente satisfechas las quejas y demandas del paciente, sin embargo,
no toda demanda o queja produce una conducta objetivo, en algunos casos por ejemplo, el terapeuta de
conducta propone como problemas, no clases de conductas, sino que determinadas condiciones ambientales.
D.1.- La elección de las conductas meta: Desde el punto de vista eliminador (centrado en el problema), los
terapeutas utilizan las siguientes consideraciones:

a.- Cambiar comportamientos físico, social o económicamente peligrosos para el paciente o quienes lo rodean.

b.- Si la conducta es aversiva para el sujeto u otros, se considera anormal y debe modificarse.

c.- Se debe cambiar una conducta si así se flexibiliza el repertorio del paciente, de forma que aumente su
bienestar individual y social a largo plazo.

d.- La conducta a implantar en lugar de la conducta problema debe establecerse en términos positivos y
constructivos (La razón es que las conductas positivas tenderán a mantenerse si tiene validez, mientras que las
negativas pueden eliminarse sólo de forma temporal).

e.- Deben obtenerse niveles óptimos de funcionamiento.

f.- Se deben seleccionar para modificar, sólo conductas que el contexto (entorno físico y social, sistema de
valores y creencias) seguirá manteniendo.

g.- Sólo se deben considerar como conductas objetivo aquellas susceptibles a ser tratadas.

D.2.- La prioridad en las conductas objetivo: Siempre que el problema no sea monosintomático (que exista más
de una conducta objetivo), se debe elegir qué conducta se modificará en primer lugar, esta será:

a.- La que resulte más molesta para el paciente o para otros significativos (Tanto el paciente como los otros
estarán más motivados a continuar el tratamiento si se benefician con la intervención).

b.- La más fácil de modificar (Los resultados rápidos motivan tanto al paciente como a otros, llevándolos a
esforzarse y colaborar con la terapia).

c.- La que produzca la máxima generalización de los efectos terapéuticos.

d.- En caso de que un conjunto de conductas constituya una cadena comportamental, se elije la primera de la
cadena.

E.- Criterios directrices para la elección del tratamiento adecuado: Nelson y Hayes: Las estrategias principales
para elegir el tratamiento se pueden agrupar en 3 categorías:

a.- La Estrategia del Análisis Funcional: Estrategia clásica en terapia de conducta, para unir evaluación y
tratamiento (derivar el tratamiento adecuado a partir de los datos de evaluación). El análisis funcional utilizado en
la clínica, dista de parecerse al análisis experimental del comportamiento en el que decía basarse, pues, en la
mayoría de los casos, el tratamiento es la única contrastación empírica de las hipótesis funcionales formuladas.
Pretende descubrir relaciones estímulo-respuesta.

b.- La Estrategia d la Conducta Clave (Keystone Behavior): Parte del supuesto de que los trastornos
conductuales están compuestos por clases de conductas, que se interrelacionan en los 3 sistemas de
respuestas (motor, cognitivo y fisiológico). El modificar una clase de conducta o algunas conductas de una clase,
modificaría otras clases, o la clase completa. Pretende descubrir relaciones respuesta -respuesta.

c.- La Estrategia Diagnóstica: En psiquiatría el diagnóstico se basa más bien en la forma, topografía o
propiedades estructurales de la conducta, en oposición a sus propiedades funcionales. Una vez asignado un
diagnóstico determinado a un sujeto, se elegirá el tratamiento que se ha encontrado más efectivo para ese tipo
de trastorno.

d.- La Estrategia de la Guía Teórica: Enfrentado a las quejas y demandas del paciente, el terapeuta recurre al
arsenal de teorías y conocimientos científicos existentes, en busca de un sistema conceptual que sea capaz de
describir los fenómenos con precisión y encontrar estrategias de actuación para pasar de un estado A (actual) a
un estado B (metas últimas propuestas).

F.- Evaluación de los resultados del tratamiento:

F.1.- Razones para realizar una valoración sistemática de los resultados:

a.- Valoración Formativa: La valoración proporciona información tanto de la magnitud y dirección de los cambios,
como de la consecución de las metas últimas del tratamiento; permitiendo la corrección de fallos o deficiencias
que se observen. Así, la calidad de servicio al paciente mejora.

b.- Valoración Normativa: La valoración se realiza tras la terminación de la intervención. Permite apreciar el
grado con que se han alcanzado las metas últimas del tratamiento, y por tanto, si puede considerarse o no un
éxito.

c.- Ésta última, sobre procedimientos de intervención, da seguridad acerca de su calidad, permitiendo diseminar
mejor los tratamientos entre sus consumidores: terapeuta- responsables directos o indirectos de la
administración de la intervención psicológica (gerentes, directores médicos, responsables de salud, etc.) –
paciente.

d.- La realización de valoraciones sistemáticas y cuidadosamente realizadas, hacen avanzar las ciencias clínicas
y contribuye al aumento de los conocimientos técnicos y aplicados.

F.2.- Valoración de las metas últimas de tratamiento: Éstas se eligen sobre criterios de valores culturales y
personales. Para establecerlas en terapias de conducta, se debe realizar un contrato, previamente consensuado,
entre terapeuta y paciente, o quien lo representa.

a.- Enfoque Eliminador: El establecimiento de las metas últimas dependen del paciente o de la persona bajo
cuya tutela se encuentra.

b.- Enfoque Constructivo o Sistémico: El establecimiento de las metas últimas dependen de diversos criterios
que pueden diferir según los agentes sociales u otras personas significativas que realicen la valoración de los
resultados.

F.3.- Procedimientos de valoración de los resultados: Existen 2 formas fundamentales:

a.- Valoración de los resultados del tratamiento con respecto a la línea base: La comparación del estado del
paciente en cada una de las conductas elegidas como “conductas objeto de intervención”, y la situación de las
mismas durante la línea base. Más que una valoración de la mejoría o eficacia, supone una valoración del
impacto del tratamiento. A lo más que llega, es a mostrar que se ha producido cambio en la dirección esperada,
pero no que dicho cambio sea altamente relevante. No siempre es posible concluir con seguridad, que ha sido el
tratamiento aplicado y no algún otro factor, el responsable de los cambios producidos. Su utilidad está en
establecer si se ha de emprender o no algún tipo de intervención, y para calcular la magnitud del cambio
producido tras el tratamiento (nunca para juzgar el éxito de dicho cambio).

b.- Valoración de los resultados de la intervención por comparación con las metas últimas de tratamiento: Cuanto
mayor es la coincidencia del estado producido por el tratamiento, con los objetivos meta propuestos, tanta mayor
relevancia clínica posee el cambio operado. Lo que importa finalmente, es la concordancia entre el estado
producido tras el tratamiento, y el estado que se deseaba conseguir, así como la estabilidad temporal del estado
alcanzado (asegurando que no es un cambio azaroso). Su utilidad, más que para medir el cambio o impacto de
la intervención realizada, es que se obtiene diferentes valoraciones de la adecuación, bondad o éxito del cambio
logrado.

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