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TEMA 1 (Resumen)
TEMA 1 (Resumen)
CAPITALISTAS
1. Principales características de la sociedad
La sociedad es un contrato mediante el cual dos o más personas se obligan a poner en común
bienes, trabajo, dinero y/o derechos con el objetivo, normalmente, de obtener un beneficio
económico para repartírselo (finalidad lucrativa).
Mediante el contrato de sociedad los socios muestran su voluntad de comportarse hacia el
exterior como un grupo unificado; de esta forma, los terceros no contratan con los socios
individualmente considerados (a veces, ni siquiera pueden saber quiénes son), sino con la
sociedad, como si fuera una nueva persona creada por los socios. A esta “nueva persona” el c.c.
la reconoce como persona jurídica y le concede una serie de atributos.
En realidad, lo que están haciendo los socios es crear, mediante el contrato, una organización
para desarrollar una determinada actividad (de producción o mediación de bienes o
servicios, si es una actividad mercantil; o de otro tipo) y aparecer frente a los terceros como
un grupo: los derechos y obligaciones que la ley atribuye al empresario recaerán sobre la
sociedad, así como también la responsabilidad derivada del ejercicio de la actividad. El
reconocimiento por el Derecho de la personalidad jurídica supone, básicamente, esto, y también
aceptar que se produce una separación de patrimonios: la sociedad tiene su propio
patrimonio, que se ha formado con las aportaciones que han hecho los socios para hacer
posible el ejercicio de la actividad (dinero, bienes, derechos), y los socios tienen sus
patrimonios personales, que, en algunos tipos de sociedad mercantil, no se ven afectados por
las deudas que pueda tener la sociedad.
2. Tipos de sociedades
a. El contrato de sociedad
El contrato de sociedad es el contrato celebrado entre dos o más personas, mediante el cual se
obligan a poner en común bienes, dinero, trabajo y/o derechos con un fin que normalmente es
lucrativo (obtener ganancias para repartírselas entre los socios). En el contrato de sociedad los
socios establecen pactos (cláusulas, estipulaciones) sobre aquellos aspectos que consideran
necesarios para la organización y funcionamiento de la sociedad; dichos pactos regulan las
relaciones entre los socios, pero también las relaciones de los socios con la sociedad. El
contenido mínimo del contrato de sociedad viene fijado por la ley correspondiente (si es una
sociedad de capital, se ha de acudir a la LSC; si es una sociedad colectiva o comanditaria
simple, a los artículos que regulan cada tipo en el C. de c.). Igualmente, en las sociedades de
capital se exigen unos mínimos que han de figurar en la escritura de constitución, como la
identidad de los socios, la voluntad de constituir la sociedad, la elección del tipo social, las
aportaciones que cada socio realiza, etc.
b. Elevación del contrato a escritura pública e inscripción en el Registro Mercantil
El contrato de sociedad necesita de dos requisitos formales: tiene que tener forma de escritura
pública y debe ser llevado al Registro Mercantil para su inscripción.
El primer requisito implica que los socios fundadores de la sociedad han de firmar el contrato
de sociedad (o el acto unilateral de voluntad, en caso de socio único) ante un notario, que le
otorgará una forma especial, denominada escritura pública notarial. En la elevación del
contrato a escritura pública, el notario realiza un control sobre el contenido del contrato, para
comprobar que todo se ajusta a lo que dispone la ley. La escritura pública notarial se conoce
también como escritura de constitución, pues con ella se da el primer paso para constituir la
sociedad y representa la manifestación de voluntad de los socios de querer constituir una
sociedad El segundo requisito formal consiste en acudir al Registro Mercantil para
inscribir la escritura de constitución. La escritura ha de presentarse al registrador mercantil
del domicilio de la sociedad, quien hará un segundo control de legalidad sobre la escritura, para
determinar si es conforme a la ley o no. Una vez comprobado por el registrador que la escritura
de constitución se ajusta a Derecho, se inscribe en el Registro y se completa el proceso
fundacional de la sociedad.
La inscripción es obligatoria para todas las sociedades mercantiles pero los efectos de la
inscripción en el Registro son distintos según se trate de una sociedad personalista o de una
sociedad de capital. En las sociedades personalistas, la inscripción tiene una eficacia
declarativa, lo que significa que la inscripción no añade ningún efecto jurídico al acto
inscrito; se trata solo de dar publicidad. En cambio, en las sociedades de capital la
inscripción cobra mayor relevancia porque tiene una eficacia constitutiva. La inscripción sí
añade efectos jurídicos: solo a partir de la inscripción, la sociedad adquiere la
personalidad jurídica que corresponde al tipo social elegido (el de sociedad anónima o el de
sociedad limitada), por lo que solo a partir de dicho momento la responsabilidad de los socios
por las deudas sociales puede considerarse limitada a su aportación.
4. La constitución de sociedades de capital
Tipos básicos de las sociedades de capital
Las sociedades de capital reguladas en la LSC son la sociedad de responsabilidad limitada
(SRL), la sociedad anónima (SA) y la sociedad comanditaria por acciones (S.Com.p.A.).
Sociedad anónima (SA): El capital, que como mínimo es de 60.000 €, se divide en
acciones, que se entregan a los socios a cambio de sus aportaciones. Los socios no
responden personalmente de las deudas de la sociedad.
Contenido de los estatutos sociales (art. 23 LSC). Los estatutos de la sociedad deben
contener, como mínimo, las siguientes menciones: la denominación de la sociedad; el
objeto social, determinando las actividades que lo integran; el domicilio social; el
capital social, las participaciones o acciones en que se divida, el valor nominal de las
mismas y su numeración; el modo en que los órganos colegiados (junta general y
consejo de administración) deliberan y adoptan los acuerdos; y el modo de organizar la
administración de la sociedad, indicando determinados aspectos relativos a los
administradores.
La Ley regula estos aspectos mencionados en los estatutos. Hay disposiciones sobre
aportaciones, capital, acciones y participaciones, mayorías en la junta general, etc. ¿Qué función
tienen, entonces, los estatutos de la sociedad?
Los estatutos son las reglas que los socios se otorgan para atender las necesidades de su
concreta sociedad. Téngase en cuenta que cuando la LSC regula la SA, p.ej., las mismas
normas valen tanto para las sociedades muy pequeñas, de capital mínimo e integradas por muy
pocos socios, como para las sociedades muy grandes, con un gran número de socios y una cifra
considerable de capital. Las necesidades de una y otra sociedad son distintas, y también lo es la
forma en que funcionan; tampoco los socios se relacionan igual en una sociedad pequeña y
cerrada que en una sociedad grande y abierta. Los estatutos consiguen que las normas de la Ley,
dictadas para todas las sociedades de un mismo tipo societario, se “adapten” a las necesidades
particulares de una sociedad.
La libertad de los socios para “autorregularse” por la vía estatutaria no es absoluta. Hay normas
imperativas, que los estatutos no pueden modificar (p.ej., el capital mínimo de la SA es de
60.000 €). Y hay normas dispositivas, que permiten ser modificadas mediante pactos o
cláusulas estatutarias. Estas últimas normas se identifican fácilmente cuando el artículo de la
Ley utiliza la expresión “salvo disposición contraria en los estatutos…”.
b. Requisitos formales de constitución: Escritura Pública e inscripción en el Registro
Mercantil
Para constituir una sociedad de capital es necesario el cumplimiento de unos requisitos formales
imperativos: el contrato de sociedad (o el acto unilateral de voluntad, si la sociedad es
unipersonal) ha de adoptar una forma especial, que es la Escritura Pública notarial, y ha de
inscribirse en el Registro Mercantil de la provincia en que la sociedad tenga su domicilio.
La escritura pública es el acto fundacional en toda clase de sociedades mercantiles, y es la forma
solemne necesaria para constituir la sociedad. Los socios que firman en ella recibe el nombre de
socios fundadores.
Una vez otorgada la escritura pública, ésta será objeto de inscripción en el RM. Este es el acto
posterior que completa el proceso fundacional y que tiene un especial efecto en el caso de las
sociedades de capital. Todas las sociedades mercantiles están obligadas a inscribirse en el RM,
pero para las sociedades de capital, la inscripción tiene, además, efecto constitutivo: con la
inscripción, la SA o la SRL nacen como tales, es decir, adquieren la personalidad jurídica
propia del tipo societario elegido. La consecuencia práctica más importante es que los socios
dejan de responder, desde el momento de la inscripción, de las deudas de la sociedad; en otras
palabras, la inscripción en el RM tiene como efecto que queden separados de forma
absoluta el patrimonio de la sociedad y los patrimonios personales de los socios.
No obstante, una vez la escritura pública ha sido otorgada y antes de la inscripción en el
Registro Mercantil, la ley reconoce la aptitud de la sociedad para mantener relaciones jurídicas
propias y para actuar en el tráfico jurídico, ya sea durante el proceso normal de constitución
(sociedad en formación) o ya sea en caso de ausencia de inscripción (sociedad devenida
irregular).
Sociedad en formación y sociedad irregular
La Ley establece un régimen especial para los actos y contratos que puedan celebrarse en
nombre de la sociedad una vez otorgada la escritura y antes de la inscripción en el RM
(sociedad en formación). A veces, transcurre un largo tiempo entre el otorgamiento de la
escritura y su inscripción definitiva, y puede ocurrir que los socios y/o los administradores
realicen determinados actos en nombre de la sociedad; la Ley otorga validez a dichos actos,
pero, a la vez, establece unas reglas para proteger adecuadamente los derechos de los terceros
que se relacionan con la sociedad.
La sociedad se encuentra en formación en el periodo que transcurre desde que se otorga la
escritura hasta que se inscribe en el RM. Los actos que se realiza en nombre de la sociedad
pueden dividirse en dos grupos: a) aquellos que se consideran imprescindibles para la
inscripción y los realizados con “el respaldo” de los socios (a los administradores se les
permite, en la escritura, realizar determinados actos antes de la inscripción; o todos los socios
consienten en que un sujeto(s) realice determinados actos): de tales actos, responde la sociedad
con su patrimonio y los socios, hasta el límite de lo que se hubieran comprometido a aportar; b)
de los actos no comprendidos en la letra anterior, responden los sujetos que los hubiesen
realizado.
Respecto de los actos celebrados en nombre de la sociedad en formación (a) y (b) pueden pasar
dos cosas: que surtan efectos de forma inmediata (se aplican las reglas de responsabilidad
vistas); o que los efectos se condicionen o “se pospongan” al momento en que la sociedad se
inscribe (el contrato se celebra, pero no surte efectos hasta un momento posterior). En este
último caso, la LSC dispone que los actos del grupo a) se asumen por la sociedad
automáticamente; en cambio, los del grupo b) tienen que ser aceptados por la sociedad
expresamente, en los siguientes 3 meses a la inscripción. En el momento en que la sociedad los
acepta (tanto si la asunción es automática como si se aceptan expresamente), cesa la
responsabilidad de los sujetos que los hubieran realizado.
La sociedad irregular tiene un régimen diferente. Cuando se habla de sociedad devenida
irregular es porque la Ley entiende que los socios han abandonado la intención de constituir la
sociedad. Dicho abandono puede constatarse de alguna forma que resulte clara, o puede
deducirse del largo plazo que ha transcurrido desde la escritura (1 año). Si la sociedad contrata
con terceros, sus actos no serán nulos (de otra forma, los terceros no quedarían protegidos), pero
responden de ellos todos los socios de forma ilimitada (como si se tratara de una sociedad
colectiva o de una sociedad civil).
Denominación, nacionalidad, domicilio y páginas web de las sociedades de capital
La denominación social es el nombre que se le da a la sociedad para identificarla y
diferenciarla de otras, ya que no pueden adoptar una denominación idéntica (o muy
similar) a la de cualquier otra sociedad preexistente (art. 7.1 LSC). Para saber que la
denominación elegida por los socios no coincide con otra denominación existente, se ha
de acudir al Registro Mercantil Central (Sección de Denominaciones) y solicitar un
certificado que acredite que no existe una denominación anterior igual. Dicho
certificado tiene especial relevancia porque si no se presenta ante el notario, éste no
autorizará la escritura de constitución. A la denominación social elegida por los socios
(puede ser subjetiva u objetiva), se añadirá la indicación del tipo correspondiente o su
abreviatura (véase el art. 6 LSC y, en detalle, sobre las denominaciones, los arts. 400 a
403 Reglamento del RM).
Las sociedades pueden contar con una página web corporativa, a través de la cual se
relaciona con los socios (son diferentes, por tanto, de las webs comerciales o de otro
tipo con las que la sociedad se relaciona con terceros, potenciales clientes, etc., para
promover su actividad). La creación de la web se acuerda por la junta general, pero su
modificación o, incluso, la supresión de la misma, así como la responsabilidad por su
mantenimiento es competencia de los administradores. Las sociedades cotizadas han de
tener obligatoriamente una web corporativa.
6. Acciones y participaciones
a. Funciones
Los socios, a cambio de las aportaciones que hacen a la sociedad, reciben acciones (SA) o
participaciones (SRL). Las acciones o participaciones que recibe el socio responden, así, a la
aportación realizada (vid. art. 59.1 LSC) y, además, representan el valor de la aportación
realizada.
La suma de todas las aportaciones realizadas por los socios forma el capital de la sociedad (si el
conjunto de las aportaciones que realizan los socios tiene un valor de 4.000 euros, el capital de
la sociedad es 4.000). Y el capital, a su vez, se divide en un número X de acciones o
participaciones, de un valor nominal determinado (p.ej., 400 acciones, de 10 euros de valor
nominal cada una; o 1000 participaciones de 4 euros de valor nominal cada una). Como lo que
aporta el socio debe ser equivalente a las acciones/participaciones que recibe, en el ejemplo
visto, suponemos fácilmente que si el socio aporta un ordenador valorado en 1000 euros,
recibirá 100 acciones de 10 euros, o X acciones de Y euros de valor nominal).
Las acciones y participaciones tienen tres funciones:
1) Son una parte alícuota del capital social. Significa que la suma del valor nominal de todas
las acciones/participaciones es igual a la cifra del capital social. Los socios eligen la forma
en que se configura el capital (si quieren un mayor número de acciones de menor valor
nominal, o si, por el contrario, prefieren un menor número de participaciones con mayor
valor nominal) y lo plasman en los estatutos sociales (art. 23.d) LSC). En dicha elección,
juega un importante papel la intención que tengan los socios respecto de la transmisión de
las acciones/participaciones. Así, se observa que los valores nominales bajos hacen que la
trasmisión sea más fácil, mientras que los valores nominales altos hacen las transmisiones
más difíciles. En la sociedad puede haber acciones/participaciones con distinto valor
nominal. Se denominan series de acciones en la S.A. Todas las que integren una serie
deberán tener igual valor nominal.
El derecho del socio de participar en las ganancias sociales forma parte de la causa de contrato,
porque recordemos que la sociedad es el contrato por el que dos o más personas ponen algo en
común con el fin de repartirse las ganancias. Normalmente las ganancias se reparten bajo la
forma de dividendo anual, pero ni es la única forma de participar en las ganancias (la sociedad
podría, p.ej., aumentar el capital aprovechando las reservas acumuladas y repartir las nuevas
acciones/participaciones entre los socios, sin que estos realicen ninguna aportación a cambio),
ni existe para la sociedad una obligación de repartir anualmente los beneficios que obtiene. La
junta general decidirá cada año si se reparten o no beneficios, pero en el caso de que estos se
repartan, ningún socio podrá ser excluido de dicho reparto. Cualquier cláusula estatutaria que
excluya a un socio del reparto en las ganancias, es una cláusula nula porque va contra la esencia
del contrato de sociedad.
Todos los socios tienen derecho a asistir a las juntas generales. Sin embargo, en las S.A. con un
número elevado de socios, y con la finalidad de evitar juntas muy numerosas e imposibles de
dirigir, el derecho de asistencia puede verse restringido en los estatutos (vid. art. 179.2 LSC). La
LSC también prevé la posibilidad, para las SA, de que la asistencia se realice por medios
telemáticos (art. 182 LSC)
En las SRL, si los estatutos no dicen otra cosa, cada participación confiere a su titular el derecho
a emitir un voto. Los estatutos podrían establecer otra regla, como, por ejemplo, que el voto
fuera por cabezas, como en las sociedades personalistas (1 persona, 1 voto), o que el voto fuera
proporcional a la participación de cada socio en la sociedad, como ocurre en la SA.
En la SA, el voto debe ser proporcional al capital de cada socio (art. 188.2 LSC) y no se permite
que los estatutos alteren esta regla.
Diferente de lo anterior es que los socios, voluntariamente, hayan optado por suscribir acciones
o participaciones sin derecho de voto. Dichas acciones/participaciones tienen un régimen
especial (arts. 98 a 103 LSC), que, básicamente consiste en que el titular de estas
acciones/participaciones, a cambio del voto que no tiene, posee otros privilegios de tipo
económico.
La impugnación de un acuerdo consiste en interponer una acción ante el juez, con el propósito
de dejar sin validez el acuerdo tomado por la junta general. Esto se hace porque se entiende que
el acuerdo de la junta es contrario a lo que dispone la ley, a lo que establecen los estatutos
sociales, o porque se ha tomado en contra del interés de la sociedad (normalmente para
beneficiar a un socio en particular, sin tener en cuenta el interés común de todos los socios).
Para poder interponer una acción de este tipo, la LSC exige que los socios tengan, como
mínimo, el 1% del capital.
7) Derecho de información.
Con ocasión de las juntas generales (normalmente desde que los administradores convocan a los
socios), los socios tienen derecho a solicitar a los administradores que se les proporcione
información sobre los asuntos que se van a tratar en la junta. La información o las aclaraciones
que los socios solicitan son fundamentales para poder emitir el voto de forma consciente.
Para evitar que el ejercicio de este derecho colapse las juntas generales o haga imposible la
labor de los administradores, la Ley regula la forma de ejercerlo, así como también la forma en
que los administradores prestarán la información solicitada (arts. 196 y 197 LSC).
—Junto a los derechos básicos de todo socio, establecidos en el art. 93 LSC, la Ley reconoce
otros derechos, que dependen del porcentaje de capital que tengan los socios, individualmente o
en unión con otros socios (así, por ejemplo, para solicitar que un notario levante acta de una
junta general, el art. 203.1 LSC exige tener un 1% del capital en la SA, y un 5% en la SRL).
Estos derechos son conocidos como derechos del socio minoritario.
Representación acciones
Las acciones pueden representarse de dos formas: mediante títulos y mediante anotaciones en
cuenta (art. 92.1 LSC).
La Ley exige que los títulos sean nominativos en determinados casos, en los que está justificado
que la sociedad conozca la identidad del socio (art. 113 LSC): acciones no liberadas; acciones
que no pueden ser transmitidas libremente; acciones que llevan aparejadas prestaciones
accesorias; y cuando así lo exija específicamente alguna norma.
Las acciones representadas por medio de títulos nominativos figuran en un “libro registro de
acciones nominativas”, que lleva la sociedad, y en el que se inscribirán las transmisiones de las
acciones y sus sucesivos titulares (vid art. 116 LSC).
Transmisión acciones
La forma en que las acciones se representan influye en la forma en que las acciones se
transmiten. Así, las acciones al portador se transmiten mediante la simple tradición o entrega de
los títulos (el adquirente de la acción será el nuevo “portador” y, como tal, el nuevo accionista).
Las acciones nominativas se pueden transmitir mediante endoso (firma del transmitente en el
reverso o dorso de la acción + entrega del título); el que recibe la acción, firmada por el
transmitente, la presentará a los administradores para que inscriban la transmisión en el libro
registro de acciones nominativas.
La transmisión voluntaria es aquella mediante la cual el socio decide transmitir sus acciones por
voluntad propia, ya sea onerosamente, es decir, recibiendo una prestación a cambio, o
gratuitamente, sin contraprestación. (p. ej., las acciones se transmiten onerosamente cuando se
venden o se aportan al capital de otra sociedad; y se transmiten gratuitamente cuando se donan).
La transmisión forzosa es aquella que se hace en contra de la voluntad del titular de la acción (p.
ej., si el socio que pide un préstamo al Banco ha “dejado” las acciones en garantía de que
devolverá el préstamo, puede ocurrir que el Banco se quede “forzosamente” con dichas acciones
al ejecutar la garantía).
La transmisión mortis causa se produce por la muerte del titular de las acciones (p. ej., los
herederos recibirán todo el patrimonio del causante, y con él, las acciones que forman parte de
dicho patrimonio).
Los estatutos pueden establecer límites a la transmisión de las acciones. La regla general en la
SA es que las acciones son libremente transmisibles. Sin embargo, los estatutos pueden
restringir la transmisión en algunos casos y siempre que se trate de acciones nominativas (sobre
las cláusulas de restricción posibles e imposibles, vid art. 123 LSC).
Representación participaciones
Transmisión participaciones
La forma en que se transmiten las participaciones se regula en el art. 106 LSC: la transmisión
debe hacerse constar en documento público y comunicarse después a la sociedad, para que los
administradores procedan a inscribir la transmisión en el libro registro de socios. El adquirente
de las participaciones no puede ejercer sus derechos como socio si no comunica a la sociedad la
transmisión a su favor.
En cuanto a las reglas de la transmisión, hay que destacar que el régimen legal de transmisión
de las participaciones es más restrictivo que el de las acciones. Se acostumbra a decir que la
SRL es una sociedad de carácter cerrado y es, precisamente, porque la transmisión de las
participaciones no es libre por regla general.
El régimen legal de transmisión voluntaria está en el art. 107 LSC. La Ley distingue según la
transmisión se haga a favor de personas “cercanas” al socio (art. 107.1: la transmisión se
considera libre porque el transmitente no necesita una autorización de la sociedad para
transmitir) o a favor de personas distintas de las enunciadas en dicho apartado (art. 107.2 LSC).
Cuando la transmisión voluntaria se hace a favor de personas que no son las del art. 107.1 LSC,
se necesita la autorización de la sociedad para poder transmitirlas. El procedimiento que
establece la ley para obtener dicha autorización consiste básicamente en lo siguiente: 1º) el
socio que quiere transmitir sus participaciones comunica a los administradores su deseo de
transmitir y los datos de la transmisión que tiene planeada (identidad del adquirente, precio de
las participaciones, condiciones, etc.); 2º) los administradores convocan la junta general, que
autorizará o no la transmisión; la junta solo puede denegar la autorización si presenta un
adquirente alternativo, que deberá respetar las condiciones de transmisión propuestas por el
socio (p.ej., el mismo precio o, si el pago estaba previsto al contado, el adquirente presentado
por la sociedad deberá pagar al contado); 3º) si transcurren tres meses desde que el socio
comunica a los administradores, sin que la junta se haya pronunciado, se entenderá que el socio
queda autorizado a transmitir sus participaciones en la forma que había previsto (vid art. 107.2
LSC).
Los estatutos pueden establecer un régimen distinto para la transmisión voluntaria, siempre
y cuando respeten los límites que impone la ley (vid. el art. 108 LSC, sobre cláusulas
estatutarias prohibidas).
La Ley también regula la transmisión forzosa (art. 109 LSC) y la transmisión mortis causa de
las participaciones (art. 110.1 LSC). Para la transmisión mortis causa, los estatutos pueden
establecer un régimen distinto (art. 110.2 LSC), con el fin de que los socios sobrevivientes
adquieran las participaciones con preferencia a los herederos del socio fallecido.