Romeo y Julieta
William Shakespeare
Escaneado con CamScannerCAPITULO 1
Enemigos mortales
En la bella ciudad de Verona, aquella mariana, cua-
tro aceros se cruzaban bajo el Sol. El sonido de los
mandobles retumbaba en el laberinto de calles, vacias
aun a esa hora temprana. Un odio antiguo y seco era
la Gnica explicacién de aquella pelea. La enemistad
entre los Montesco y los Capuleto, las familias mas
poderosas de la Ciudad, se remontaba a tiempos leja-
nos. Hasta los criados mas viejos de las dos casas se pe
leaban cada vez que se encontraban, Y alli estaban,
csa manana, dos criados de
los Montesco y dos de los
Capuleto, batiéndose
por el honor de sus amos,
Escaneado con CamScannerLas ventanas comenzaron a abrirse y los vecinos
salieron a la calle. Estaban hartos ya, muchos de
ellos, de aquellas batallas callejeras.
Benvolio, sobrino de Montesco, irrumpio gritan-
do en la pequefia plaza.
“\Necios!”, vociferd, desenvainando la espada.
“‘Deténganse! {Cudl es para ustedes el sentido de
este combate?”
Benvolio trataba de separar los aceros, cuando apare-
cid en escena Tibaldo, sobrino de la sefiora Capuleto.
“Pero gqué es esto?”, se dirigid a Benvolio. “Lu-
chas contra unas gacelas? jEn guardia, Benvolio!
jLlegé tu hora!”
“S6lo trato de poner paz”, dijo Benvolio. “Guarda
tu espada o aydame a separar a estos hombres.”
“Paz!”, replic6 Tibaldo. “;Quién habla de paz
con la espada en la mano? Odio esa palabra y odio a
los Montesco. jEn guardia!”
—] combate era inevitable. Pero los vecinos estre-
charon el cerco sobre los espadachines. Tenian palos
y picas en Jas manos. "jDuro con ellos!", grité uno.
"|Mueran los Capuleto y los Montescol", clamaba
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ooegoane
Escaneado con CamScannerel pueblo.
Los viejos patriarcas de las dos familias, alertados
Por el ruido, venfan ya corriendo por las calles.
“{Mi espada de combate!”, gritaba el viejo Capuleto.
“Mejor pide tu muleta, épara qué una espada?”, le
Tespondia su esposa.
“jQue nadie me detenga!”, vociferaba el viejo
Montesco.
“Pero si no puedes dar un paso...”, replicaba su
mujer.
De pronto, se hizo silencio: el principe Escalus y
su séquito habian aparecido en la escena, montados
en sus caballos.
“Enemigos de la paz”, dijo el Principe, “resultan
patéticos tratando de apagar el fuego de la furia con
rios de sangre que brotan de sus Propias venas. Viejos
Capuleto y Montesco: si siguen provocando peleas
en Jas calles, pagardn caro. Y a quien se quede aqui,
ahora, lo condenaré a pena de muerte.”
E] Principe y su s¢quito hicleron girar sus cabalga-
duras y, con gran ruido de cascos sobre el empedra-
do, se alejaron.
|
Escaneado con CamScannerTodos comenzaron a dispersarse.
El viejo Montesco, su mujer
y Benvolio tomaron el centro |
de la calle con paso demorado. :
“¢Dénde esta Romeo, : : |
mi hijo?”, le pregunté6 a su sobrino |
la sefiora Montesco.."Es una suerte |
que no haya participado de la pelea.” |
“En realidad, sefiora, no esta bien en estos dias”, i
contest6 Benvolio. “Lo vi temprano paseando por i
una arboleda al oeste de la ciudad y, cuando noté mi
presencia, corrid a esconderse.”
“Si, de dia traba la puerta y los postigos de su
cuarto, y vive envuelto en una noche artificial. A
veces lo oigo sollozar. |
Si supiéramos de donde nace su tristeza, podriamos
ayudarlo”, dijo la sefiora. . ;
Los tres caminaban rumbo al palacio de los Mon-
tesco, bajo los arcos y balcones de Verona, que en-
sombrecian las estrechas y sinuosas calles.
“ Ahi viene Romeo”, anuncid Benvolio. “Quiza, si
nos dejan a solas, pueda yo averiguar qué es lo que
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premasenesstennmennons
Escaneado con CamScanneroscurece su corazon.”
Los Montesco estuvieron de acuerdo y apuraron e]
paso, para doblar en la primera esquina.
“;Benvolio!”, se asombr6 Romeo al encontrarse
cara a cara con su primo. “Pero, esos que van alla
no son mis padres?”
“Si, tenian apuro y dejaron sus saludos. Estan pre-
ocupados, primo, por el aislamiento en que te has
encerrado.”
Romeo suspiré.
“¢Enamorado?”, pregunté Benvolio.
“Privado...”
“Del amor?”
“Del favor de la que amo.”
“2Y quién es, si se puede saber?”
“Pidele a un enfermo que haga testamento: seria
un ruego tan inoportuno como preguntarme a mi
ese nombre.”
“Debe de ser bella...”
“
Muy bella, Pero ha jurado no amar nunca.”
4 4 , ; ‘ ;
Quebraré su juramento una flecha tuya bien di-
rigida,”
Escaneado con CamScanner“Las flechas del amor nunca podran alcanzarla. Ese
es mi dolor.”
“¢Te puedo dar un consejo? Dales libertad a tus
Ojos para mirar a otras bellezas.”
“Seria como leer un poema, Cualquier belleza
no haria mas que recordarmela.”
Mientras, en la casa de los Capuleto, el conde Paris,
un pariente del Principe, le aconsejaba al viejo jefe de
la familia que hiciera, de una vez por todas, las paces
con los Montesco.
“Creo que Montesco, igual que yo, esta atado aun
antiguo rencor. Pero a esta altura de nuestros afios ya
podriamos vivir en armonia”, respondié Capuleto.
“Senor”, lo interrumpio entonces Paris, “me debe
atin Ja respuesta a una proposici6n que le he hecho.”
a
apenas catorce aiios. Seria bueno esperar aunque sea
dos afios para casarla,”
“Sin embargo, otras, aun més jovenes que ella, ya
son madres. Y felices.”
“También pierden, precoces, su frescura. Pero, |
sea; si tu deseo es noble, te permito que la cortejes y
}
|
“Solo repetiré lo que ya dije: mi hija Julieta tiene |
\
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$$
Escaneado con CamScannerEscaneado con CamScannerganes su corazon. Tienes una oportunidad esta no- |
che, en la fiesta que doy.”
Montesco despidié a Paris y le ordené a un criado
que confirmara a los invitados a la fiesta. “Toma esta lis-
tay recorre con ella la hermosa Verona”, le indicd. Des-
afortunadamente, olvidd, o lo ignoraba, que ese criado
no sabia leer. El sirviente sali6 a buscar a alguien que in-
terpretara los signos que parecian bailar ante sus ojos.
En la calle, se topé con los primos Montesco. Cami-
nando despacio, iban hablando atin del amor y de sus
penas. Romeo estaba mas animado por las palabras de
Benvolio. El criado de los Capuleto gritd:
“Senior, sabe leer?”.
“Sé leer mi futuro en mi actual miseria”, contest6 |
Romeo. Pero tomé el papel y leyé en voz alta. Y asi
se enteraron los primos de la fiesta de los Capuleto,
y de todos los que irfan.
“Vayamos también”, propuso Benvolio. “Oculté- }
é tales bellezas,
monos detras de mascaras. Te most
que tu amado cisne te pareceré un cuervo.” i
Julieta estuvo largo tiempo preparandose para la ve- i
Jada. Madre y nodriza miraban a la joven, esa noche, i
4 ts
Escaneado con CamScannermientras se probaba el vestido ante el espejo.
” decia la nodriza, “que no
“Te veo ya tan grande”,
puedo dejar de emocionarme. Recuerdo, como si fuera
ayer, el dia en que te destetamos. Me puse Aloe en el
pecho y, al probar el gusto amargo, te pusiste tan ra-
biosa... Pronto, tal vez, te veré casada.”
“Casada”, repiti la madre. “De eso queria hablarte,
Julieta. Dime, zqué piensas? {No deseas casarte?”
“Ese es un honor que nunca pensé”, respondié la
joven.
“Deberias pensarlo”, continué la madre. “Aqui,
en Verona, hay mujeres mas j6venes, damas distin-
guidas, que yd son madres. Es mi caso. A tu edad, tu
ya eras mi hija. :
Para abreviar: el conde Paris quiere tu mano.”
“Es un hombre al que todas querrian”, se entu-
siasmé la nodriza. La sefiora Capuleto la miré con
un gesto cortante.
Y le dijo a Julieta: “Hoy estaré en la fiesta, gPodras
amarlo?”,
“Lo miraré, si a mirarlo me lleva el amor”, respon-
di6 Julieta.
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CAPITULO 2
El baile de mascaras
Romeo y Benvolio, con antorchas y mascaras, lle-
garon a la fiesta de los Capuleto cuando la cena ya
habia terminado. Los acompafiaba Mercutio, pa-
riente del Principe de Verona y amigo de Romeo.
“4 bailar”, dijo Mercutio no bien observé el brillo
de la fiesta.
“No estoy con 4nimos. Vayan ustedes. Los pies
me pesan comp plomo”, replicé Romeo.
“