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El Cabildo Catedralicio y Los Jueces Adjuntos en Lima Colonial
El Cabildo Catedralicio y Los Jueces Adjuntos en Lima Colonial
230]
On: 19 December 2011, At: 07:46
Publisher: Routledge
Informa Ltd Registered in England and Wales Registered Number: 1072954 Registered
office: Mortimer House, 37-41 Mortimer Street, London W1T 3JH, UK
To cite this article: Alexandre Coello de la Rosa (2011): El Cabildo Catedralicio y los Jueces
Adjuntos en Lima Colonial (1601–1611), Colonial Latin American Review, 20:3, 331-361
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Colonial Latin American Review
Vol. 20, No. 3, December 2011, pp. 331!361
1906, 2:238!54; Cobo 1956, 2:457!60; Dammert Bellido 1996, 250). Si el arzobispo
era un individuo, el cabildo era un cuerpo presbiterial no siempre cohesionado cuyos
miembros desempeñaban los oficios diocesanos de gobierno y administración por
delegación del ordinario.4
Cinco eran las dignidades de esta restringida elite eclesiástica que se estructuraba
de acuerdo a una serie de cargos perfectamente definidos: el más importante era el
deán, don Pedro Muñiz y Molina (1545!1616),5 natural de Baeza, responsable del
oficio y del culto divino, se encargaba de presidir el Cabildo; el arcediano don
Bartolomé Martı́nez (¿!1594),6 natural de Trujillo, más conocido como el ‘ojo del
obispo’, era la primera dignidad en ausencia del deán. Era responsable de examinar a
los candidatos al sacerdocio, visitar las diócesis cuando lo ordenaba el arzobispo o en
sedes vacantes y en general, de supervisar las actividades pastorales.7 El chantre, don
Esteban Fernández de Vosmediano (Garcı́a Irigoyen 1906, 1:53),8 estaba encargado de
la música del coro y del culto litúrgico durante las misas capitulares. El maestrescuela,
don Mateo González de Paz, natural de Zamora, enseñaba gramática latina a los
clérigos del coro, supervisaba la enseñanza impartida en la diócesis y predicaba en la
catedral. El ovetense don Cristóbal Medel (1575!1609), tesorero desde 1592, tenı́a
a su cargo la fábrica espiritual de la catedral, responsabilizándose de los gastos
destinados al culto del cabildo (aceite para las lámparas del altar, velas de cera, pan y
vino para las ceremonias eucarı́sticas, vestimentas de los celebrantes), de la
administración de las rentas decimales y del inventario de todos sus bienes.9 No
hay que olvidar que a principios del siglo XVII al Cabildo metropolitano de Lima se
le asignaba una cuarta parte de los sesenta mil pesos ensayados percibidos en
concepto de diezmos provenientes de bienes reales o prediales.10
Además de estas dignidades habı́a diez canónigos, cuatro de los cuales eran de
oficio u oposición *magistral, encargado del púlpito; doctoral o asesor jurı́dico,
lectoral, o teólogo del cabildo, y penitenciario, encargado de administrar
el sacramento de la penitencia para algunos pecados (Garcı́a Irigoyen 1906, 1:
63!65)11*y seis de gracia o merced*también llamadas simples*que cobraban de
salario tres mil pesos anuales de plata ensayada.12 Por debajo de los canónigos se
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situaban seis racioneros (portionarii) o beneficiados (el primero, don Diego Ávila,
nombrado en 1593),13 que debı́an cantar pasiones, y seis medio racioneros
(semiportionarii), encargados semanalmente, por turnos, de cantar epı́stolas en el
altar y en el coro.14 Finalmente, habı́a seis capellanes, seis acólitos, dos curas y
sacristán, un mayordomo y secretario, ası́ como algunos oficiales, como el organista,
el pertiguero, y el perrero (Garcı́a Irigoyen 1906, 2:26!27; Vargas Ugarte 1959, 1:145;
Dussel 1983, 1/1:530). A diferencia de las cinco dignidades, la mayorı́a de estos
racioneros eran ‘naturales de la tierra’. Aunque no recibı́an los mismos estipendios
que las dignidades y los canónigos sino una simple porción, constituı́an una
fuerza importante dentro del Cabildo. Como señala Pérez Puente, ‘seis racioneros y
seis medios racioneros podı́an, si llegaban a un acuerdo, imponer su parecer al
Cabildo’ (Pérez Puente 2005, 79).
La unidad en el interior del Cabildo dependı́a de las relaciones armónicas
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entre el arzobispo y sus capitulares (Pérez Puente 2005, 179). Si bien el Cabildo no
podı́a dictar una polı́tica al arzobispo, éste no podı́a elegir a los prebendados que lo
componı́an. Los obispos únicamente podı́an designar los cargos de provisor,
secretario de cámara y capellán, independientes de la jurisdicción del Cabildo
y personas de su máxima confianza. Los monarcas tenı́an la prerrogativa de los
nombramientos de las canonjı́as de oficio y demás dignidades, según el Patronato
Regio, mediante un concurso oposición, ası́ como la administración de las rentas
eclesiásticas de las Indias.15 Durante el gobierno del arzobispo Mogrovejo, la mayorı́a
de dignidades del Cabildo limeño eran peninsulares. Sin embargo, la Real Cédula que
Felipe II envió al virrey don Luis de Velasco, con fecha en Campillo, 14 de mayo de
1597, establecı́a que ‘en la presentación de las dichas cuatro canonjı́as, fuesen
preferidos, los patrimoniales e hijos de los que han pacificado y poblado la tierra,
y los que sirven y han servido en la conservación de los infieles’ (Garcı́a Irigoyen
1906, 1:64).
Tampoco el arzobispo Mogrovejo, o en su defecto, el juez provisor y vicario
general, podı́an proceder de manera criminal contra los prebendados sin la
presencia de los jueces adjuntos nombrados por el deán y el Cabildo eclesiástico de
Lima. Ello no favoreció la coparticipación*Óscar Mazı́n lo ha definido como
corresponsabilidad (Mazı́n Gómez 1996, 18, 36!37)16*del Cabildo en la gestión
de gobierno de la iglesia metropolitana, provocando duros enfrentamientos y
negociaciones, conflictos e incidentes que, como veremos a continuación, alteraron
la vida interna de la catedral limeña.
Los primeros conflictos del arzobispo Mogrovejo con sus capitulares (1583 1599) !
Tras la solemne aprobación del Concilio de Trento por el papa Pı́o IV (1559!1565)
con la bula ‘Benedictus Deus’, el rey Felipe II dictó una Real Cédula, con fecha 12 de
julio de 1563, por la que aceptaba los decretos tridentinos, lo que ampliaba
considerablemente el poder espiritual de los obispos. Su aplicación en España fue
inmediata, lo que provocó una férrea oposición de otros miembros del estamento
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eclesiástico (Kamen 1993, 53). Diversos historiadores (Nalle 1992; Kamen 1993;
Ehlers 2006) han señalado que el cabildo catedralicio fue una de las instituciones
eclesiásticas que se opuso con más fuerza a las reformas del Concilio de Trento. En
1551, representantes de ocho cabildos de Castilla se reunieron en Valladolid para
discutir los decretos tridentinos. Sus procuradores fueron enviados a Roma y a la
corte y en 1553 consiguieron impedir que los obispos visitaran sus cabildos
(Kamen 1993, 116). En 1587, el poder del cabildo catedralicio de Cuenca permaneció
intacto, a pesar del aumento de la centralización eclesiástica que impulsó el concilio
tridentino (Nalle 1992, 75). No sólo por el deber de los obispos de convocar concilios
provinciales y sı́nodos (noviembre, 1563) sino también por la obligación de efectuar
visitas eclesiásticas ad limina a sus diócesis, según lo establecido por la bula del papa
Sixto V en 1585, lo que multiplicó los conflictos entre los prelados y los cabildos
metropolitanos de Cuenca y Belmonte (Nalle 1992, 74!80). En una ocasión, mientras
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. . . muy ajeno de la codicia y bienes temporales, amado de los más de este tierra, y es
tal persona cual convenı́a para remediar la necesidad que esta Santa Iglesia tenı́a de
un tal prelado y ası́ es de creer que la merced grande que Vuestra Majestad nos hizo
en nos lo dar por pastor y prelado fue hecha por divina inspiración. (Lissón Chaves
1944, 3:322!24. La cursiva es mı́a)
. . . los prebendados dignidades canónigos racioneros y todos los demás que están
obligados a seguir el choro se hallen presentes a todas las horas divinas y nocturnas
y a la misa mayor y que todos los diezmos se dividan en distribuciones cotidianas
las cuales ganen solamente los que se hallaren presentes a las horas personalmente y
los que faltaren a cualquiera de las dichas horas canónicas y misa mayor pierdan la
distribución y distribuciones señaladas para los que se hallaren presentes los cuales
las lleven y ganen y se les den a los que estuvieren presentes y se manda en el
concilio que no puedan remitir unos a otros las faltas de haber dejado de estar a las
horas y esto sin fraude ni colusión como está decretado en el dicho Concilio de
Trento en la sección y capı́tulo arriba alegados.23
El absentismo eclesiástico estaba bastante extendido entre los altos cargos de los
cabildos catedralicios del Perú y de la Nueva España (Poole 1987, 51!53; Mazı́n
Gómez 1996, 103!11). No es de extrañar que estas medidas fiscalizadoras generaran
tensiones entre el arzobispo y los canónigos de Lima, lo que aceleró la redacción en
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1906, 2:203). Pero habı́a más. El arzobispo Toribio acusó al chantre, don Esteban
Fernández de Vosmediano, de no haber enseñado el canto a los clérigos del coro.
Igualmente le imputó a él, al tesorero, don Cristóbal Medel, y al canónigo don
Antonio de Molina,28 haber entregado una campana de la catedral para la artillerı́a y
de no haberla cobrado. El maestrescuela, don Mateo González de Paz, fue acusado de
no guardar el debido decoro en las ceremonias litúrgicas y de no leer ninguna lección
en la Iglesia, según lo establecido en el III Concilio de 1583.29 También sostuvo un
pleito contra uno de sus secretarios, el canónigo don Bartolomé Menacho
(1548!1640)30, por disfrutar de la renta de una capellanı́a perpetua de coro por el
alma del doctor don Bartolomé Martı́nez Menacho y Mesa, segundo arzobispo de
Santa Fe de Bogotá (1593!1594), que no estaba celebrando. Todo ellos fueron
condenados a pagar una sanción pecuniaria, siendo exhortados a no reincidir en
los cargos (Garcı́a Irigoyen 1906, 2:214!17).
joven Solórzano como clérigo de órdenes menores para que le ayudara a vestirse de
diácono, pero éste se negó, alegando que ‘aquel oficio era de los mozos del coro y no
suyo’.32 Enfurecido, el religioso alzó las manos con actitud amenazadora, señalándole
como ‘un bellaco desvergonzado y barbudo’. Acto seguido se abalanzó sobre él con
la intención de golpearlo. El asunto hubiera ido a mayores de no haber intervenido
otros estudiantes del colegio Seminario, como Amador de Mazuecos (19 años),33
Juan de Riberos (20 años),34 y Diego Hernández de Medina (18 años), quienes se
interpusieron entre el colérico canónigo y el joven Solórzano, impidiendo que la
disputa llegara a las manos.
Poco después, Juan de Solórzano y Diego Hernández de Medina se querellaron
criminalmente contra el racionero don Pedro Mauricio González de Mendoza y el
maestrescuela arcediano don Juan Dı́az de Aguilar (1562!1613),35 ambos prebenda-
dos de la catedral, presentando como testigos a los estudiantes del colegio que se
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hallaron presentes. A tenor de las declaraciones de los testigos, las relaciones entre los
prebendados y los estudiantes del Seminario no eran buenas.36 Los canónigos no
pagaban el salario de los mozos del coro, por lo que obligaban a los colegiales
a servirlos,
que traen los colegiales del colegio que llaman de Oviedo de Salamanca donde fue
colegial el arzobispo’.49 En un primer momento estuvieron bajo la dirección del
bachiller limeño Fernando de Guzmán (Vargas Ugarte 1969, 129).50 Pero a decir
verdad, la fundación del seminario no prosperó porque nunca tuvo la aprobación de
sus capitulares. En 1592 los prebendados del Cabildo limeño escribieron a Felipe II
para protestar por la escasez de sus ingresos, que dependı́an mayormente de la gruesa
de los diezmos.51 Pocos años después, en 1597, los mismos prebendados volvieron
a escribir a Felipe II acerca de las escasas rentas con las que contaba el arzobispado.
No siempre se ingresaba la cuarta parte del diezmo que correspondı́a al Cabildo. En
1596, la Real Audiencia despachó provisiones para que los indios, obligados
desde 1522 a pagar los diezmos de las ‘tres cosas’ (trigo, ganado y seda), no los
pagasen, por lo que no pudieron arrendárselos a nadie, perdiéndose en su mayorı́a.
Esta situación impedı́a la celebración de los oficios divinos con el debido decoro, la
asistencia a los enfermos de los hospitales ası́, la finalización de las obras de la
nueva Iglesia Catedral, y por supuesto, cualquier contribución para el mantenimiento
del Seminario (Lissón Chaves 1944, 4:191!94).
Trasladado a Lima el Virrey Garcı́a Hurtado de Mendoza (1590!1596) acusó al
arzobispo Mogrovejo de no cumplir las provisiones reales de las Audiencias y de no
atender debidamente el gobierno eclesiástico de su diócesis. Para el Virrey las
catedrales en proceso de consolidación constituı́an un problema de control polı́tico,
especialmente por la gestión en sede vacante (Campos Harriet 1969, 138). Uno de sus
biógrafos modernos, Garcı́a Irigoyen, subrayó que efectivamente el arzobispo no
habı́a tenido tiempo de redactar las Constituciones por las cuales debı́a regirse la
catedral (Garcı́a Irigoyen 1906, 2:39!42; Vargas Ugarte 1969, 12). Ello no fue
óbice para que se exigiera a los prebendados el pago del 3% correspondiente de todas
las rentas decimales, de beneficios, capellanı́as, hospitales y cofradı́as (pensión del
Seminario). El deán don Pedro Muñiz fue el primero que hizo efectivo el pago, pero
el resto de los canónigos, como el arcediano Juan Velásquez de Ovando (1598), se
negó a hacerlo aduciendo la escasez de rentas de la iglesia ası́ como la notoria
ausencia de los seminaristas, lo que obligó al arzobispo a obtener otras fuentes de
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el provisor Salinas levantó la pena de prisión que le tenı́a impuesta en sus casas para
que pudiera acudir a sus deberes en la catedral, a lo que el racionero contestó que él
no se tenı́a ni se tuvo nunca por preso, porque el provisor, como hemos comentado,
no tenı́a potestad para actuar contra su persona sin acompañarse de los jueces
adjuntos que habı́an sido nombrados a tal efecto, don Mateo González de Paz,
maestrescuela, y don Bartolomé Menacho, canónigo (ACL, Proceso sobre Jueces
Adjuntos, 1603!1719, ff. 35v!36r).71 Sin negar las acusaciones, los jueces acusaron a
su vez al provisor Salinas de un defecto de forma por haber mandado apresar al
racionero sin estar ellos presentes. En pocas palabras, censuraban su proceder, de lo
cual resultaba que ‘los delitos y culpas del dicho don Pedro se han quedado
impunitos y sin castigo’ (ACL, Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719).72
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Mucho antes de salir a la visita (1602), de la cual no habı́a de volver, por haberle
sorprendido la muerte en Saña, pedı́a al Rey que los seminaristas ordenados in
sacris fuesen preferidos a otros en la provisión de las doctrinas vacantes y se les
pudiese dar en propiedad, cosa a que no accedió el Rey. También solicitaba que las
seis capellanı́as que por la erección debı́a haber en la Catedral se les diesen a los
egresados del Seminario a fin de que a tı́tulo de ellas pudiesen recibir las órdenes.
(Vargas Ugarte 1969, 17)75
Felipe III, por la que volvı́a a recomendar que las seis capellanı́as existentes en la
iglesia metropolitana fueran servidas por los colegiales ordenados, puesto que las
rentas que generaban permitı́an un mı́nimo de subsistencia. Ası́, sugerı́a que:
estableciendo que no fueran excluidos ‘sin primero ser oı́dos y vencidos y condenados
por juez competente’.81
escaseaban, estableció ‘que a falta de ellos acudiesen los colegiales del Seminario, de
modo que los gramáticos, en número de seis, debı́an ir todos los dı́as a ayudar las
misas de los prebendados y en la misa conventual, haciendo de acólitos, turiferarios,
ciriales, etc.’ (Vargas Ugarte 1969, 54).
En resumidas cuentas, queda claro que la muerte del arzobispo Mogrovejo supuso
una reestructuración de las relaciones entre los grupos de poder de la capital limeña.
Eminentes criollos, como los doctores Feliciano de la Vega Padilla (doctoral),
Pedro de Ortega y Sotomayor (1586!1658)98 (magistral) y Carlos Marcelo Corne
(penitenciaria), apoyados por el arzobispo reformista Lobo Guerrero, obtuvieron tres
de las cuatro canonjı́as de oposición creadas por Felipe II en las cédulas del Real
Patronato.99 Con fuerzas renovadas los canónigos impusieron sus normas a los
colegiales, quienes en 1606 habı́an perdido a su principal valedor. El dı́a de su
admisión quedó establecido, bajo solemne juramento, su acatamiento a las
constituciones y al rector del colegio, recibiendo el manto pardo, la beca morada y
el bonete como sı́mbolos de su lealtad.100
Agradecimientos
Quisiera expresar mi agradecimiento a Lothar Busse Cárdenas y Fernando López
Sánchez, del Archivo Catedralicio de Lima, por su ayuda en la localización de los
documentos para este ensayo. Asimismo, agradecer a Henrique Urbano (Universidad
San Martı́n de Porres, Lima), a los editores del CLAR, ası́ como a los lectores
anónimos, por sus atinados comentarios.
Notes
1
Toribio de Mogrovejo fue beatificado el 28 de junio de 1679 por el papa Inocencio XI. Cuarenta
y siete años despues, el 10 de diciembre de 1726, fue canonizado por Gregorio XIII (1572!1585)
(Garcı́a Irigoyen, Santo Toribio, 1906). Sobre la vida ilustre del arzobispo limeño, véase León
Pinelo 1653, ff. 185!206; Lorea 1679; Echave y Assu 1688.
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2
Para el arzobispado de Lima, véase el estudio de Ganster 1974; Ganster 1991, 149!62. Para el
arzobispado del Cuzco, véase el trabajo de Guibovich Pérez 1991, 151!73. Para el arzobispado
de Charcas, véase la tesis doctoral de Draper 2000.
3
El cabildo catedralicio, como cuerpo colegiado, se mantenı́a a pesar de las ausencias de los
arzobispos (Mazı́n Gómez et al. 1991, 17). Como señala Pérez Puente: ‘ellos [los capitulares],
más que cualquier arzobispo, conocı́an la arquidiócesis, el funcionamiento de la catedral, su
gobierno, su liturgia, su administración [. . .] El tiempo de permanencia dentro del cabildo
resulta de suma importancia, pues habla de la continuidad de un estilo de gobierno y
administración, de transmisión de saberes, de conservación de tradiciones, y de igual forma, de
la posibilidad de dirigir y pertenecer a grupos solidarios’ (2005, 84!85). Véase también Kamen
1993, 115!16.
4
El grado de colegialidad (de colligere, reunir, juntar) que se establecı́a entre los capitulares
marcaba, según Oscar Mazı́n, la cohesión del cuerpo de la iglesia diocesana. Por el
contrario, la formación de bandos o facciones representaba el contrapunto de la colegialidad
de sus miembros, a menudo motivada por la ausencia del arzobispo (Mazı́n Gómez 1996,
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35!36).
5
Don Pedro Muñiz y Molina (Baeza, 1545!Lima, 1616) llegó a la Ciudad de los Reyes en
1568 acompañado de su familia. En 1575 participó en una Junta consultiva convocada por el
virrey Francisco de Toledo en la que se trataba de justificar la utilización del trabajo
de los indios para la industria minera en atención al bien común (Lohmann Villena 1949,
95!96). Fue arcediano de la catedral del Cuzco, ası́ como prior y vicario del arzobispado. En
1581 asistió al Tercer Concilio Limense como arcediano del Cuzco. Dos años más tarde fue
nombrado procurador de la iglesia de Quito, pero su intención no era otra que volver a la
capital. Y ası́ fue. En 1587 el Conde de Villar lo nombró visitador y protector de la Universidad
de San Marcos, en la cual se habı́a doctorado a principios de la década de 1570 y de la cual era
catedrático de prima, ası́ como calificador del Santo Oficio. En 1594 fue nombrado deán y
vicario general de la catedral de Lima. Su salud era precaria pero ello no le impidió hacer una
gran fortuna. Entre 1598!1599 ejerció como rector de la Universidad, cargo que volvió a
desempeñar entre 1614!1615. Tuvo otros cargos y menciones especiales, como las de provisor y
vicario general de la sede vacante de Lima en 1606, que justifican el calificativo que le dio el
arzobispo Toribio de Mogrovejo de hombre ‘muy docto’ (Mendiburu 1885, 5:387!88; Garcı́a
Irigoyen 1906, 1:228!29; Eguiguren 1940, 1:164; 264!67; Fox 1962, 73!74).
6
El doctor Bartolomé Martı́nez era natural de Badajoz. Licenciado en teologı́a, fue capellán
del colegio de Santa Marı́a de Sevilla. El 18 de enero de 1553 fue admitido como arcediano del
cabildo catedralicio de Lima (1553!1575), gobernando la diócesis don Jerónimo de Loayza,
primer arzobispo de Lima. En 1581 le correspondió recibir al segundo arzobispo de Lima,
Toribio Alfonso de Mogrovejo, a quien asesoró durante su visita a la provincia. Fue procurador
del Tercer Concilio Limense en representación del cabildo y en 1587 fue nombrado obispo de
Panamá. Siguiendo el ejemplo del prelado limeño, fue el primero que visitó la diócesis
panameña (1590). En 1593 fue designado como arzobispo del Nuevo Reino de Granada. Murió
en Cartagena de Indias en 1594 (Mendiburu 1885, 5:209!10; Garcı́a Irigoyen 1906, 1:50!51;
Olmedo Jiménez 1992, 21).
7
Según lo establecido por el Concilio de Trento (sesión 23, Cap. XII), ‘los arcedianos, que se
llaman los ojos del obispo [. . .] sean maestros en teologı́a o doctores o licenciados en derecho
canónigo; distı́ngase con tal integridad de costumbres que con razón pueda decirse que forman
el Senado de la iglesia’ (Richard 1793!1796, 9:219).
8
En 1593, Vosmediano participó en un interrogatorio de seis preguntas a favor de la candidatura
del doctor Cipriano de Medina y Vega, sobrino del doctor Feliciano de la Vega Padilla, canónigo
y futuro provisor del cabildo, para la cátedra de Vı́speras de Cánones de la Universidad de San
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Marcos (Eguiguren 1940, 1:385!87). Posteriormente, Medina fue promovido como oidor de la
Audiencia de Lima (León Pinelo 1653, f. 349).
9
Don Cristóbal Medel fue nombrado canónigo el 23 de diciembre de 1569 y tesorero en 1592.
Anteriormente el cargo lo habı́a ocupado durante 25 años el canónigo Alonso Gómez
(1552!1574) (Olmedo Jiménez 1992, 21). Véase también Garcı́a Irigoyen 1906, 1:51.
10
En una carta a Felipe II, con fecha en el Callao, 16 de abril de 1598, el virrey Luis de Velasco le
comunicaba que la renta de la catedral ascendı́a hasta 60.000 pesos ensayados (Levillier 1926,
14:95). El dato lo confirma el mismo Toribio de Mogrovejo, en cuyo Memorial de 1598 escrito al
papa Sixto V le notificaba que ‘la renta de los diezmos suele ser de sesenta a sesenta y cuatro mil
pesos ensayados, conforme los van creciendo o disminuyendo’ (Cobo 1956, 2:459). Véase
también Garcı́a Irigoyen 1906, 1:78!79; 2:243; Vargas Ugarte 1959, 2:180; Dussel 1983, 1/1:456.
11
Las dos primeras canonjı́as (magistral y doctoral) fueron establecidas por el papa Sixto IV
a finales del siglo XV, mientras que las dos últimas (lector y penitenciaria) fueron normalizadas
durante el Concilio de Trento (Nalle 1992, 76).
12
Según la carta que escribieron los miembros del Cabildo al Presidente del Consejo de Indias,
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dicho salario era salario e insuficiente para sustentarse de acuerdo a su dignidad, acusando al
arzobispo Mogrovejo de apropiarse de los derechos de los entierros y oficios funerales, ası́ como
de otras prebendas (‘Carta del Cabildo Eclesiástico al Presidente del Consejo de Indias sobre
canongias y prebendas’, con fecha en Lima, 25 de mayo de 1592. Archivo General
de Indias [en adelante, AGI], Lima, 310, citado en Lissón Chaves 1944, 3:674!75).
13
Era hijo legı́timo de don Alonso González de Ávila y de doña Ana Ruiz de Marchena (Garcı́a
Irigoyen 1906, 1:270).
14
Como apunta Mazı́n, los racioneros no solı́an celebrar misas, pues no siempre eran presbı́teros
(Mazı́n 1996, 134).
15
Como señala Aguirre Salvador, las canonjı́as de oficio no sólo eran designadas por los monarcas,
sino por un complejo proceso de selección en el que participaban, además de los obispos y
prebendados, las autoridades virreinales, el claustro doctoral de la universidad ası́ como el
Consejo de Indias (Aguirre Salvador 2008, 75!114). Para el caso del cabildo eclesiástico de
Chuquisaca y los conflictos con los prelados por el control del clero diocesano, véase Draper
2000, 19.
16
Véase también Pérez Puente 2005, 64. El profesor Mazı́n destaca la ruptura del sentido de
corresponsabilidad al analizar los conflictos de autoridades acaecidos en 1583 entre los
canónigos de la diócesis de Valladolid (actual Morelia) de Michoacán, en ausencia del obispo
agustino fray Juan de Medina Rincón (1996, 88!93).
17
En 1549, en ausencia del arzobispo Vasco de Quiroga, Zurnero era provisor del obispado de
Michoacán. En 1571, ya en el cabildo catedralicio de la capital mexicana, el arcediano
Zurnero consiguó que declarasen incompetente al arzobispo Montúfar debido a una larga
enfermedad. Mientras el cabildo catedralicio estuvo bajo su control, Moya lo definió como ‘tan
señoreado’ (Poole 1987, 46!47).
18
A partir de 1570 se inició el predominio de los criollos y de los clérigos avecindados en
la Nueva España. Como señala Óscar Mazı́n, fue la Corona quien promovió esa tendencia
‘al premiar los servicios de los conquistadores y de los primeros pobladores en sus
dominios novo hispanos’ (Mazı́n Gómez 1996, 20). A partir de 1585, cinco años después del
traslado de la sede del obispado de Pátzcuaro a Guayangareo-Valladolid, el cabildo eclesiástico
de Valladolid (actual Morelia) integraba una mayor proporción de criollos (Ibidem: 103).
19
Este era un problema antiguo. Como es sabido, el diezmo o impuesto eclesiástico sobre
la décima parte de la producción anual agrı́cola o ganadera de los feligreses, era la fuente básica
de riqueza de las finanzas eclesiásticas. En el Libro Primero de Actas del Cabildo de la Catedral de
Lima (Art. XXX, 15 de abril de 1572) aparecen diversos pleitos contra los capitulares sobre la
administración de los diezmos (Olmedo Jiménez 1992, 101!2).
350 A. Coello de la Rosa
20
Para un estudio exhaustivo sobre la labor del III Concilio Limense, véase también Durán, 1982.
21
Muchos cabildos catedralicios adolecı́an del mismo problema. Durante su visita al cabildo
eclesiástico de Charcas (1614), el arzobispo Alonso de Peralta (1612!1615) denunció
casos de concubinato, simonı́a y peculado entre sus canónigos (AGI, Charcas, 135, citado en
Draper 2000, 47!52). En España, el doctor don Francisco de Morcillo, canónigo lector, fue
acusado concubinato, de favorecer indebidamente a su hija ilegı́tima y de desatender sus deberes
en la catedral (Nalle 1992, 80). Para corregir estas faltas de ı́ndole moral, la pena de excomunión
significaba no sólo la expulsión de la iglesia, sino también la muerte social del excomulgado.
22
‘Testimonio de autos seguidos en dicha Audiencia a instancia del Deán y Cabildo de Lima sobre
las constituciones sinodales hechas y mandadas publicar y observar por el arzobispo don
Toribio Mogrovejo acerca de los diezmos de su arzobispado’ (A. de Lima. Leg. 310. 1586!1587,
en Lissón Chaves 1944, 3:469!80); ‘Carta del Cabildo Eclesiástico a S.M. querellándose contra el
arzobispo por pleitos y vejaciones’ (AGI, Audiencia de Lima, Leg. 310, 30/04/1590, en Lissón
Chaves 1944, 3:543!48).
23
‘Auto del Concilio III de Lima, estableciendo la obligación para los prebendados, dignidades y
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racioneros, de asistir al coro en todas las horas y misa mayor’, Lima, 12 de julio de 1583
(Levillier 1919, 216!17). Existe también copia en el ‘Auto del Concilio III de Lima, la asistencia
al coro de prebendados, dignidades y racioneros’, en Lima, 13 de julio de 1583 (Lissón Chaves
1944, 3:229!30).
24
Esta Consueta de Santo Toribio consta de 60 folios y estuvo vigente a lo largo de tres siglos (Busse
Cárdenas y López Sánchez 2000, 30).
25
El licenciado Miguel de Salinas actuó como provisor y vicario general del arzobispado de Lima
en sustitución del que fuera confesor del arzobispo Mogrovejo, el doctor limeño don Juan de la
Roca, quien fue promovido como juez ordinario de la Inquisición y obispo de Popayán (1599!
1605). A consecuencia de ello, Salinas se convirtió en el principal agente administrativo del
arzobispo y en uno de sus hombres de confianza, siendo enviado a varias provincias como
Visitador General en comisión y vicario en la ciudad de Trujillo. Intervino como testigo en la
publicación del Cuarto Concilio Limense (15/3/1591). Fue también Inquisidor y Rector de la
Universidad Mayor de San Marcos (1602; 1604) (Garcı́a Irigoyen 1906, 1:140; Mendiburu 1876,
2:173!74, 383; Milla Batres 1986, 8:173).
26
El 2 de junio de 1592 Toribio le escribió una carta de recomendación en la que ensalzaba sus
méritos para optar a una de las canongı́as o dignidades del Cabildo eclesiástico de Lima (Lissón
Chaves 1944, 3:675).
27
Cuando el arzobispo de Valencia, don Juan de Ribera, intentó regular las ausencias del coro,
reducidas de cuatro a tres meses por el Concilio de Trento, los capitulares apelaron a la Sagrada
Congregación de Ritos, en Roma, que falló a su favor en 1576 (Ehlers 2006, 60).
28
Es poco lo que se sabe de la vida de don Antonio de Molina. Fue teólogo consultor del
arzobispo Mogrovejo junto al jesuita José de Acosta en el Tercer Concilio Limense (Garcı́a
Irigoyen 1906, 1:71!72; Rodrı́guez Valencia 1957, 2:95). En agosto de 1583 Molina fue
nombrado canónigo de la catedral y rector de la Universidad Mayor de San Marcos, siendo
designado nuevamente en 1587 y 1590. Posteriormente, en 1606, Molina fue ascendido a la
dignidad de chantre (Eguiguren 1940, 1:248).
29
‘Carta del arzobispo de Los Reyes (Santo Toribio) a S.M. sobre que el maestrescuela enseñe
gramática y el chantre canto a los mozos del coro’ (Lima, 30 de abril de 1602) (Lissón Chaves
1946, 3:447!48).
30
Natural de Lima, el canónigo Bartolomé Menacho era hijo don Juan Garcı́a Menacho y doña
Catalina Gómez. Se graduó de licenciado en la Universidad de San Marcos. Fue secretario del
Tercer (1583) y Cuarto Concilio Limense (1591) y secretario de cámara del arzobispado.
Autorizó como testigo la publicación del Quinto Concilio Limense (1601). En una carta de
recomendación escrita a Felipe II, con fecha en Lima, 27 de mayo de 1591, el arzobispo
Colonial Latin American Review 351
Mogrovejo lo consideraba una ‘persona virtuosa y muy recogido que merece mucho’ (Lissón
Chaves 1944, 3:626; AGI, Lima 207, Exp. 17, f. 2r; AGI, Indiferente General, 741, Exp. 270, f. 3r!
v). En 1613 fue elegido juez sinodal. En 1631 solicitó que se abriesen informaciones sobre la
vida y virtudes del arzobispo Toribio de Mogrovejo. Falleció en 1640 (Mendiburu 1880, 5:235;
Garcı́a Irigoyen 1906, 1:70!71; Rodrı́guez Valencia 1957, 2:95; Milla Batres 1986, 6:85; Dammert
Bellido 1996, 309).
31
Como señala Antonio San Cristóbal, ‘la gran sacristı́a de los prebendados y su sala adjunta
habilitada posteriormente como sala capitular del Cabildo son las únicas construcciones que
[todavı́a hoy] perduran de la primera etapa de la Catedral anterior al terremoto de 1609’ (San
Cristóbal Sebastián 1997, 35).
32
Declaración de Amador de Mazuecos ante el licenciado Luis Álvarez, notario público (Archivo
Capitular de Lima [en adelante, ACL], Procesos de Jueces Adjuntos, 1603!1719. vol. 1, f. 7v);
Declaración de Juan de Riberos al licenciado Luis Álvarez, notario público (ACL, Procesos
Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 8v); Declaración de Diego Hernández de Medina al licenciado
Luis Álvarez, notario público (ACL, Procesos Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 9r). Según la
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erección del arzobispado de Lima, la iglesia catedral debı́a contar con seis muchachos para el
coro, y seis para el servicio de la iglesia (Garcı́a Irigoyen 1906, 1:243).
33
Amador de Mazuecos era probablemente hijo de Gonzalo de Mazuecos, quien se embarcó en
Sevilla el 11 de febrero de 1569 con destino a Chile en compañı́a de su hermano, Francisco Caro.
Eran hijos legı́timos de Amador de Mazuecos y Marı́a Dı́az (AGI, Catálogo de Pasajeros a
Indias, L.5, E.2021).
34
Juan de Riberos era natural de la villa de Garrovillas, en Extremadura. Era hijo legı́timo de
Diego Martı́n Rincón y Marı́a de Riberos. En su testamento dejó como herederos a sus hijos,
Juan, Diego y Marı́a de Riberos (‘Bienes de difuntos: Juan de Riberos’ AGI, Contratación, 429,
N 2, R.3, 1r!89v).
35
El doctor Aguilar nació en Lima en 1562, Se graduó en Teologı́a en la Universidad Mayor de San
Marcos, de la que fue rector en 1606. En 1611 obtuvo la dignidad de tesorero del cabildo
metropolitano de Lima (Eguiguren 1940, 1:393; Milla Batres 1986, 3:218).
36
Según Lohmann Villena, ‘[los colegiales] Durante el perı́odo lectivo, en invierno, se levantaban
a las 5:45 de la mañana; seguı́an oraciones y misa, ası́ como un frugal desayuno (que algunas
veces, dada la escasez de fondos, se reducı́a a medio panecillo). Luego acudı́an a la catedral a
asistir a los prebendados como monaguillos. A las 9 estaban de vuelta en el Seminario, en donde
durante dos horas recibı́an clases de gramática latina o estudiaban privadamente’ (Lohmann
Villena 1989, 18).
37
Juan de Solórzano Castillo y Diego Hernández de Medina, colegiales del Seminario, ante Lucas
de Morales, notario público (ACL, Procesos Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 17v). Igualmente, el
colegial Alonso Mejı́a de Aliaga afirmaba que el maestrescuela don Juan Dı́az amenazó al
seminarista Juan de Solórzano por haber vuelto al Seminario, sentenciándole que ‘habı́a de estar
colgado en tres palos porques sois revoltoso y facineroso’ (ACL, Procesos Jueces Adjuntos,
1603!1719, f. 20v).
38
Alonso Mejı́a de Aliaga, colegial, ante Lucas de Morales, notario público (ACL, Procesos Jueces
Adjuntos, 1603!1719, ff. 19v!20r).
39
Juan de Solórzano Castillo y Diego Hernández de Medina, colegiales del Seminario, ante Lucas
de Morales, notario público (ACL, Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 17v); Alonso
Mejı́a de Aliaga, colegial, ante Lucas de Morales, notario público (ACL, Proceso sobre Jueces
Adjuntos, 1603!1719, f. 21r). Véase también la declaración del colegial Francisco de Ayarza,
quien habı́a oı́do decir al maestrescuela que ‘Dios ha de mandar mal y caramente a su Señorı́a el
haber fundado el dicho Colegio [Seminario] porque es cueva de ladrones y otras cosas feas que
no se pueden decir’ (ACL, Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 25r).
352 A. Coello de la Rosa
40
Miguel de Salinas ante Luis Álvarez, notario público. Lima, 27 de diciembre de 1601 (ACL,
Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 9v).
41
Juan de Palomares era hijo del corregidor de Guı́alas, don Juan de Palomares (13/11/1579)
(Bromley Seminario y Lee 1942, 9:133!42).
42
Juan de Palomares, presbı́tero, ante Luis Álvarez, notario público. Lima, 29 de diciembre de
1601 (ACL, Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 10r!v); Francisco de Garibavana,
presbı́tero, ante Luis Álvarez, notario público. Lima, 29 de diciembre de 1601 (ACL, Proceso
sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, f. 10v).
43
Miguel de Salinas ante Luis Álvarez, notario público. Lima, 29 de diciembre de 1601 (ACL,
Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, ff. 10v!11r).
44
Juan Suárez de Toledo, presbı́tero, ante Luis Álvarez, notario público. Lima, 31 de diciembre de
1601 (ACL, Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, ff. 10v!11r); Francisco de Buendı́a,
presbı́tero, ante Luis Álvarez, notario público. Lima, 31 de diciembre de 1601 (ACL, Proceso
sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, ff. 15r!17r).
45
Miguel de Salinas ante Luis Álvarez, notario público. Lima, 29 de diciembre de 1601 (ACL,
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de armas del Arzobispo de su casa seminario. Pretende vuelvan a él los alumnos y profesores’,
con fecha en Lima, 27 de marzo de 1591 [AGI, Lima, 248 R.21, citado en Lissón Chaves 1944,
3:597!98]).
57
El Seminario de Lima se inauguró con treinta colegiales, pero los conflictos habidos entre el
arzobispo y el Virrey disminuyeron su número (Rodrı́guez Valencia 1957, 2, 145). Para
informarse sobre la situación del Seminario, las rentas de que disfrutaba y las necesidades que
tenı́a para su sostenimiento, Felipe II escribió al arzobispo, con fecha en Toledo, 13 de junio de
1592 (Garcı́a Irigoyen 1906, 2:34!35; Vargas Ugarte 1969, 14).
58
Si bien consideraba que obedecer la voluntad de un prebendado era la obligación de cualquier
buen cristiano. Al respecto, véase la ‘Declaración de don Pedro Mauricio González de Mendoza’,
con fecha en Lima, 29 de diciembre de 1601 (ACL, Proceso sobre Jueces Adjuntos, 1603!1719, f.
27r!v).
59
Don Francisco de Quiñones y Villapadierna (Valladolid, 1540!Lima, 1605) era el primo y
cuñado del arzobispo Toribio Alfonso de Mogrovejo. Ejerció el cargo de mayordomo y
limosnero, lo que parecı́a confirmar la voluntad del arzobispo de someter las pretensiones de
autonomı́a del Cabildo, entregando la administración de las rentas episcopales a un familiar de
su entera confianza (Garcı́a Irigoyen 1906, 1:86). El 24 de febrero de 1599 fue nombrado
gobernador y capitán general interino del reino de Chile a causa de la muerte del general don
Martı́n Garcı́a Oñez de Loyola (Mendiburu 1887, 7:16!17; Lohmann Villena 1992, 66). Poco
después volvió a Lima y su cuñado el arzobispo escribió una carta a Felipe III, con fecha 30 de
abril de 1603, solicitándole mercedes por los servicios prestados en el reino de Chile (Lissón
Chaves 1946, 3:454). En 1603 el virrey Luis de Velasco lo nombró alcalde junto con don Juan
Dávalos de Ribera, hijo de Don Nicolás de Ribera ‘el Viejo’, el que fuera primer alcalde de Lima
y tesorero de la Hacienda Real en tiempos de Francisco Pizarro (Bromley Seminario y Lee 1943,
14:309!11).
60
José Antonio Benito (2006, xx) señala algunos nombres de los que acompañaron a Toribio en
sus visitas pastorales: a los ya citados Francisco de Quiñones y Alonso de Huerta se encontrarı́an
Bernardino de Almansa, Juan de Robles, Bartolomé Menacho, Diego Morales, Ginés de Alarcón,
Alfonso Ramı́rez Berrio, Sancho Dávila, Bernardo Dı́ez de Alcocer, fray Gaspar de la Torre, Juan
Gutiérrez de Villapadierna, Juan de Cepeda, el negro Domingo, Diego de Rojas, fray Juan de
Elı́as, Pedro Mesı́as Quintero, Juan de Cáceres Farfán, Alonso de Carrión, Juan de los Rı́os, Juan
Messı́a de Estela, Francisco de Saldaña, Gregorio de Barahona, Vicente Rodrı́guez, limosnero de
pobres vergonzantes, y Bernardino Ramı́rez. Muchos de ellos testificaron a favor de su
beatificación (León Pinelo 1653, ff. 340!60).
354 A. Coello de la Rosa
61
El padre Alonso de Huerta era maestro en la lengua de los indios y doctor en teologı́a por la
Universidad de San Marcos. Natural de Huanuco, predicaba a los indios en la iglesia catedral y
era cura de la parroquia del Cercado desde 1590. El 30 de abril de 1602 presentó una
información de méritos ‘para una prebenda de una de las iglesias catedrales de este Reino’ (AGI,
Lima, 213, n8 13, f. 28r). Para más información sobre los oficios y méritos del padre Alonso de
Huerta, véase AGI, Lima, 213, n8 13, ff. 1r!60v. Sobre los conflictos entre el padre Alonso de
Huerta y los capitulares de la catedral de Lima, véase Coello 2005, 299!325.
62
Muchos canónigos, como Feliciano de la Vega Padilla, fueron rectores o catedráticos de la
Universidad de San Marcos (1610!1611, 1616!1617, 1621!1623), lo que estableció importantes
lazos entre el cabildo eclesiástico, los claustros doctorales y sus alumnos.
63
Como los diezmos eran escasos (Antonio Acosta nos indica que la diócesis de Lima era pobre,
en comparación con la del Cuzco, ascendiendo a 3.000 pesos la suma total de diezmos para
1543), Loayza suspendió provisionalmente muchos de los oficios (Acosta 1996, 60). En la
década de 1550 los diezmos ascendı́an ya a 18.700 pesos (Acosta 1996, 63), lo que permitió que
el arzobispado pudiera contar desde muy temprano (1552) con las cinco dignidades mı́nimas
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metropolitanos. En su libro sobre las reformas del arzobispo Juan de Ribera, Ehlers comenta
el caso del clérigo Jerónimo Gombau (1536!1597), hijo ilegı́timo de un sacristán, quien obtuvo
una dispensa papal para asumir una canonjı́a el cabildo catedralicio de Valencia a la edad de 12
años (2006, 60).
74
El doctor don Carlos Marcelo Corne, natural de Trujillo, fue un fiel seguidor de la Compañı́a de
Jesús. Era hijo del francés don Juan Corne (o Corni). Hizo sus primeras letras en Trujillo, pero
luego se trasladó a Lima a estudiar en el Colegio de San Martı́n, regido por los jesuitas en
tiempos del padre rector Pablo José de Arriaga (futuro ideólogo de las campañas de extirpación
de idolatrı́as, 1609!1622). Se doctoró en 1590 y posteriormente fue profesor en el Colegio
jesuita de San Martı́n y en el Seminario fundado por Toribio de Mogrovejo, catedrático de artes
en la Universidad de San Marcos y canónigo magistral de la catedral de Lima. En 1603 entró a
formar parte del prestigioso cabildo metropolitano. En 1619 fue nombrado obispo de Trujillo,
tomando posesión de su iglesia en marzo de 1622 (Mendiburu 1876, 2:416!17; Garcı́a Irigoyen
1906, 1:67!68; Milla Batres 1986, 3:49). De acuerdo con su testamento, otorgado el 14 de
octubre de 1629, el obispo donó treinta y seis esclavos negros a la Compañı́a de Jesús y
promovió la fundación del colegio jesuita de San Salvador, en Trujillo. Para ello dispuso que de
sus bienes patrimoniales se comprase la hacienda de Gazñape, situada en el valle de Chicama
(Biblioteca Nacional de Lima, Ms. 743 (20/9/1620).
75
Posteriormente, el cabildo eclesiástico, que gobernaba en sede vacante tras la muerte del
arzobispo Mogrovejo, escribı́a una carta al rey, con fecha en Lima, 28 de mayo de 1607,
suplicando que mandase ‘se les afecten algunos beneficios y doctrinas en cuyas oposiciones
concurran solamente los colegiales [. . .] los beneficios que se les podrán afectar son los de la
provincia de Huarochirı́, que son seis, y los de Limaguana, que son dos con que se
animarán grandemente a seguir la virtud y a su imitación y ejemplo los demás hijos de esta
tierra’ (Lissón Chaves 1944, 4:572).
76
Para un estudio del cabildo eclesiástico limeño y sus familias en el siglo XVIII, véase Ganster
1991, 149!62.
77
Hacia 1620 localizamos al doctor Osorio de Contreras como un prominente vecino de la ciudad
de la Plata (Draper 2000, 75).
78
Este salario fue doblado a partir de las nuevas constituciones de 1609 (Vargas Ugarte 1969,
18, 51).
79
Su cuerpo se verificó en 1607, un año después de su fallecimiento (Mendiburu 1885, 6:256;
Garcı́a Irigoyen 1906, 2:296!308; Milla Batres 1986, 4:227).
80
‘Resumen del expediente VII sobre los seminaristas sı́nodos expulsados’, en (Lissón Chaves
1944, 4:575!76).
356 A. Coello de la Rosa
81
‘Resumen del expediente VII . . .’, en Lissón Chaves 1944, 4:576.
82
‘Expediente sobre expulsión que hizo el provisor de algunos muchachos seminari-
stas escandalosos. Primera carta del Cabildo a su Majestad’, en Lissón Chaves 1944, 4:
573!75.
83
Hijo de don Alonso de Valencia y de doña Constanza Dı́az de Santiago y Amaya, el doctor don
Pedro de Valencia estudió en la Universidad de San Marcos, ejerciendo como cura parroquiano
en los obispados del Cuzco y Arequipa. Mendiburu señala que era muy aficionado a la música y
a las ceremonias eclesiásticas. En 1614 fue promovido al obispado de Guatemala, pero no llegó a
tomar posesión. En 1617 el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero lo consagró como obispo de La
Paz, donde ejerció hasta su muerte en 1631 (Mendiburu 1890,
8!11, 236!37; Soto Rábanos 1987, xxxv).
84
Natural de Lima, el doctor Feliciano de la Vega Padilla era hijo de don Francisco de Vega,
natural de Sevilla, gobernador y capitán general de Panamá, y doña Marı́a Feliciana de
Padilla y Celis. Estudió en el Colegio Real de San Felipe y San Marcos, del que fue rector en
varias ocasiones (1610; 1616; 1621; 1652). Desde el 22 de abril de 1609 hasta el 12 de
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enero de 1622, Feliciano de la Vega ostentó el cargo de juez provisor y vicario general de la
diócesis de Lima. Posteriormente, entre 1626 y 1630, se encargó nuevamente de la gestión
capitular en sede vacante (Garcı́a Cabrera 1994, 39). En 1631 actuó como chantre de la catedral
jubilado de prima de cánones de la Universidad de San Marcos y calificador del Santo Oficio
(Mendiburu 1890, 8!11, 275!77). El 9 de abril participó en el proceso ordinario de
beatificación del padre Juan Sebastián de la Parra (Archivum Romanum Societatis Iesu
[ARSI], Archivio della Postulazione generale, Roma, Proceso informativo Juan Sebastián
de la Parra, 1631 [Testigo 62]. Feliciano de la Vega, Tomo I, E-10, n8 54, ff. 200v!6r).
En 1631 fue nombrado obispo de Popayán, y tres años después, en 1634, fue trasladado al
obispado de La Paz, donde permaneció hasta 1639 (Meiklejohn 1988, 83; Dammert Bellido
1995, 21!53).
85
Garcı́a Irigoyen 1906, 1:63!65. Véase también Bermúdez 1903, 23. Mientras que los españoles y
criollos podı́an optar a las doctrinas rurales de indios, el arzobispo Lobo Guerrero fue
partidario de la ordenación de mestizos ilegı́timos para asignarlos especı́ficamente a dichas
parroquias de indios, donde apenas habı́a posibilidades de promoción (Hyland 1998,
431!54).
86
Desde 1605, el arzobispo Lobo Guerrero asistı́a a las comedias y actos literarios que
representaban los jesuitas, acompañado del presidente de la Audiencia y Gobernador y Capıtán
General del Nuevo Reino de Granada, don Juan de Borja, hijo natural de don Fernando de Borja
y nieto del padre Francisco de Borja, tercer General de la Compañı́a de Jesús (Mantilla 1996,
98).
87
En opinión de Paulino Castañeda Delgado, Lobo Guerrero era ‘un arzobispo dispuesto a
reformar todo lo reformable’ (citado en Garcı́a Cabrera 2011, 183).
88
Al respecto, véase también la carta que escribió a Felipe III, con fecha Santa Fe, 20 de mayo de
1607, en recomendación y elogio de la Compañı́a de Jesús (Mantilla 1996, 217).
89
Lobo Guerrero, Constituciones Sinodales del Arzobispado de los Reyes (1613), en Lobo Guerrero y
Arias de Ugarte 1987, 38!42.
90
Aunque no existen pruebas concluyentes al respecto, algunos historiadores, como Sabine
Hyland (1998, 431!54), sostienen que el cura de San Damián de Huarochirı́ era de origen
mestizo y expósito. Su interés en extirpar idolatrı́as estarı́a motivado, según Hyland, por su
deseo de ascender en la carrera eclesiástica. Algo que, como vimos, ocurrió cuando en 1618 fue
designado como canónigo y deán del cabildo catedralicio de Charcas. Al respecto, véase Milla
Batres 1986, 1:317; Coello 2008, 67!68.
91
‘Informaciones promovidas por el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero sobre las doctrinas de
los religiosos’ (AGI, Lima, 301), citado en Acosta 1984, 84.
Colonial Latin American Review 357
92
Véase también Garcı́a Cabrera 1994, 24!27. Recientemente, Garcı́a Cabrera ha insistido en la
imposibilidad de entender el gobierno del arzobispo Lobo Guerrero en el Perú sin tener en
cuenta su actuación previa en el arzobispado de Nueva Granada (2011, 183!85).
93
La elección de examinadores para la provisión de los beneficios catedralicios y de examinadores
sobre el conocimiento de la lengua de los naturales no se produjo hasta el 10 de julio de 1613,
fecha en en que tuvo lugar la apertura del Sı́nodo Diocesano (Soto Rábanos 1987, xxxv).
94
Sobre el realce externo de las ceremonias otorgado por el arzobispo Lobo Guerrero en Santa Fe
de Bogotá (1599!1609), véase Mantilla 1996, 61!71.
95
Como señala Mendiburu, ‘les impuso por condición que no fuese el Adviento, Cuaresma, las
tres Pascuas, Octavario de Corpus, y las fiestas de la Trinidad, Asunción, Transfiguración y
Apóstoles de San Pedro y San Pablo, en los cuales dı́as debı́an estar presentes, y si faltaren ser
multados’ (Mendiburu 1885, 6, 60). Véase también Garcı́a Irigoyen 1906, 2:204!6; Bermúdez
1903, 25.
96
A la muerte del arzobispo Lobo Guerrero, los miembros del Cabildo eclesiástico solicitaron que
el candidato fuera ‘de los que se han criado y sido prebendados en las iglesias catedrales y que
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sepa sus ceremonias y modo de gobierno, porque de faltar esta noticia a los Prelados se han
seguido muchos inconvenientes . . .’ (Castañeda Delgado 1981, 55).
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El 14 de julio de 1600 el papa Clemente VIII promulgó la última versión del ‘antiquı́simo
ceremonial de los obispos’ mediante el breve Cum novissime (Mantilla 1996, 61!62).
98
Natural de Lima, hijo de don Pedro Ortega y de doña Juliana Arias, el doctor don Pedro Ortega
y Sotomayor estudió en el colegio jesuita de San Martı́n, donde ingresó en 1602 a los 16 años de
edad. Tres años después ganó por oposición la cátedra de artes y a continuación la de Vı́speras y
Prima de Teologı́a de la Universidad de San Marcos, de la que fue rector. En 1629 fue calificador
del Santo Oficio y en 1644 fue nombrado obispo electo de Trujillo. Posteriormente se retiró al
noviciado jesuita de San Antonio Abad, donde residió hasta su consagración el 30 de septiembre
de 1646, tomando posesión de su obispado el 24 de febrero de 1647. Ese mismo año, el 14 de
julio, fue designado como obispo de Arequipa, entrando en la ciudad el 2 de diciembre. En 1652
pasó al obispado del Cuzco, donde realizó muchas obras benéficas. Fallecı́o el 7 de agosto de
1658, siendo enterrado en el presbiterio de la iglesia de San Francisco del Cuzco, de la cual fue
benefactor (Mendiburu 1885, 6:186!87; Milla Batres 1986, 6:394!95).
99
El 1 de diciembre de 1618 el sevillano Andrés Garcı́a de Zurita obtuvo la canonjı́a teologal.
Estudió en el Colegio Real de San Felipe y San Marcos, convirtiéndose en su rector en años
venideros (Mendiburu 1885, 5:61; Garcı́a Irigoyen 1906, 1:66!67).
100
Durante el gobierno del arzobispo Lobo Guerrero (1609!1622), el colegio Seminario
SantoToribio mereció su protección. No sólo lo visitó en repetidas ocasiones, sino que reformó
sus constituciones, que permanecieron vigentes hasta el siglo XIX (Mendiburu 1885, 5:61;
Vargas Ugarte 1969, 52).
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