Los programas de gestidn de riesgos
en las instituciones de salud
May Chomali + Francisco Miranda
No cabe duda que las atenciones en salud se realizan con el propésito de benef
lar a los pacientes. Pero en la actvalidad, producto de una combinacién comple-
jade procesos, tecnologia e interecciones humanas, dichas atenciones implican
asimismo la probabilidad de ocurrencia de eventos adversos que pueden o no
{dafiar al paciente, los que pueden ser atribuibles a diferentes factores.
La ocurrencia de dichos eventos es percibida no s6lo como una infraccién
a una omnipresente obligaciOn de cuidado y seguridad en la atencién de salud,
sino también como la negacién misma de la calidad (riesgo de calidad). Esto
ha gatillado en nuestros dias un auge de las reciamaciones y ha provocado una
judicializacién de la relacién pacientemédico-establecimiento, con el consi
{uiente y creciente aumento de reciarmos y acciones judiciales, pretensiones de
‘compensacién econémica, montos de las indemnizaciones fados por ios tribu:
rales de Justicia o establecidos en acuerdos extrajudiciales. E| costo econémico
directo de todo lo anterior, sumado al de las primas de seguros, mayores costos
de tratamiento, condonacién total o parcial dl valor de los servicios, préctica de
la medicina defensiva, entre otros, es creciente y, con certeza, se incrementara
sustancialmente en los préximos afios.
No obstante, por alto que sea el costo econdmico directo, mas oneroso resul-
ta.el costo imputable a la falta de seguridad en los procesos asistenciales. que
genera costos altisimos, algunos invaluables, tanto a nivel personal, social y de
Jmagen, para los profesionales y establecimientos involucrados, y que, a la larga.
‘pueden deteriorar seriamente su fatrimonio,
‘Son diversas las causas que han generade este efecto, unas propias det estado
‘actual de la medicina y su forma de ejercicio, y otras atribuibles al entorno legal
y judicial. Entre las primeras destacan el cambio en el enfoque de a relacl6n pro:confianza de los pacientes
{esional-paciente enfermedad, el deterioro de las relaciones interpersonales entre
«el profesional de salud y el paciente o sus parientes, el exitismo de la medicina,
{que genera expectativas muchas veces inalcanzables con los métodos actuales,
la excesiva especializacién y, obviamente, las expectativas de compensacién eco-
némica por parte de pacientes o familiares insatistechos con los resultados de la
atencién de salud, Pero el entorna legal y judicial, caracterizado por un ambiente
‘de mayor Itigiosidad de las personas, un atractivo campo de ejercicio profesional
para abogados especializados, un marco legal permisiva a toda clase de acciones
Judiciales, con bajos costos de ltigacion y pactos de honorarios (cuota itis), que
promueven aventuras judiciales, y la ausencia de una biisqueda de solucién legal
y judicial seria a esta problemstica, contribuye en gran medida a la situ:
actual. Los pacientes, por su parte, estan més conscientes de sus derechos y de
su posibilidad de reclamar, exigir y/o actuar judicialmente, con o sin fundamento,
favorecides per un entorno politico y comunicacional que promueve la difusion
de estos casos.
La medicina: Una actividad con y de riesgo
Diversos estudios ya se han encargado de demostrar que en las atenciones de
salud hay una exposicién permanente a la ocurrencia de eventos adversos, No
obstante, ha habido dificultades en asumir su ocurrencia y, por ende, en adoptar
yaplicar mecanismos de prevencién y gestién de tales riesgos.
Un estudio publicado en 1984 conclua que el 2096 de los pacientes admitidos.
‘en un hospital sutri lesiones iatrogénicas (Schimmel, 1964). Otro estudio poste
rior cancluyé que e! 36% de las pacientes aditidos en un centro médico de una
Universidad fue victima de un evento iatrogénico, una cuarta parte de los cuales
‘amenazé seriamente su vida. El mismo estudio demostré que més del 60% de los
‘casos tenia relacién con la medicacién (Steel y cols. 1981)
En 1991, el Harvard Medical Practice Study dio a conocer las conclusiones de
un estudio sobre lesiones iatrogénicas en pacientes hospitalizados en estable-
cimientos del Estado de Nueva York en 1984; en él se sehalaba que e! 416 de los
pacientes suftid algin evento adverso en el hospital y que en el 26% de jos casos
cl evento adverso se debié a negligencia, Asimismno, se determiné que el 14% de
los eventos adversos provocé la muerte de los pacientes. Cuando se indagé en
las causas, se establecié que la mayoria de los eventos adversos provenian de un
‘error y eran, en consecuencia, potencialmente prevenibles. El mismo estudio anv
tes indicado determiné la existencia de un error en el 6% de los casos (Brennan
‘ycols., 1991; Ver Bedell y cols, 1997; Dubois y Brook, 1988)
En relacién con el uso de medicamentos, un estudio que utiizé un modelo
camputacional para ia deteccién de eventos adversos en un Hospital de Salt Lake
City, Utah, determiné que ellos ocurian en el 1,7% de las admisiones (Classen y
co's, 1991), Usando un métoca de evaluacién diferente, otro estudio determin6
tuna fasa de eventos adversos en el 6,65 de los pacientes (Bates y cols, 199).
Un informe de! Instituto de Medicina de EE.UU. estimé que los errores mé-
eos causan entre 4.000 y 98.000 defunciones cada afio en los hospitales de
EE,UU,,mas que los accidentes de automévil, el cancer de mama o el SIDA (Kohn
Y cols, 1299). No obstante, estudios posteriores han cuestionado la validez de
dichas estimaciones (Rodney ycols., 20),
El Departamento de Salud del Reino Unido, en su informe de! afia 2000, An ar
ganization with a memory, estimé que se producen eventos adversos en cerca del
10% de las hospitalizaciones. lc que equlvale a aproximadamente 860.000 eventos,
adversos al afio (Department oj Health, Reino Unido, 2000). Un estudio realizado
en Australia concluyé que los eventos adversos tuvieron lugar en el 16,6% de la
admisiones, provocando una incapacidad permanente en el 13,7% de los casos y
la muerte en el 40% de los casos: se estima que el 51% de los eventos adversos
tera prevenible (Wilson y co's, 1995).
E! costo total (pérdida de ingresos, pérdida de produccién, ciscapacided y
costes directos de atencién) de estos eventos prevenibles fue estimado entre 17 y
29bbillones de délares; os costos cirectos representan casi el 50% de dicha cifra
(Kohn y cols, 1998).
ero no todos los costos son mesurables, ya que los eventos adversos son
también costosos en términos de pérdida de conflanza en los sistemas de salud
por los pacientes y una baja en la satisfaccién de los usuarios, tanto pacientes
‘como protesionales. Los pacientes que experimentan una prolongacién de su
stadia por causa de un evento adverso sufren de malestar fisico y psicolégico,
ladems de tener que asumir mayores costos de la atencién; los profesionales de
la salud, por su parte, experimentan sentimientos de frustracién al no haber sido
capaces de entregar el mejor cuidado posible,
La necesidad de cambiar la forma de entender
Jos eventos adversos en medicina
Resulta curioso que frente ala evidencia de tasas de eventos adversos como las
antes sefalades, en términos ce magnitud, gravedad y costos, ello no haya des:
perlado en las insttuciones de saludy los profesionales una mayor preocupacion
y esfuerz0s en su prevencisn. Se ha sostenido que la razon mas importante para
a falta de preocupacin radicaria en la dficltad de as médicos y de los prote-
sionaies de la salud para sobrellvaro eceptar los errores humanas cuando éstos
curren, situacién que hunde sus raices en la cultura de la préctica médica. Se
trataria de un medio en el que no se est dispuesto a aceptar los errores, Io que
‘rea una sensacién de que el profesional médico es infalible, y que asume los
terrores como un defecto, falta de cuidado o de acuciosidad (Lucian y Leape,
1994), Aunque aparentemente logica, la conclusién anterior no tiene sustento,
puesto que los médicos y, en general, Ios profesionales de la salud no tienen el
poder de controlar todos ios aspectos del cuidado del paciente. En tal sentido, se
ha sugerido que la creenciao necesidad errdnea de lainfalibilidad crea una fuerten
csconfianza de los spacieotes
presién que apunta a cubrir los errores en lugar de admitirlos (Mcintyre y Popper
+989), Asimismo, la realidad omnipresente de la mal praxis y del marco legal y
judicial actual genera un fuerte desincentivo para la reveiacién 0 investigacién
de eventos adversos, dado que una reclamacién o, peor aun, una accién judicial,
puede acabar con la carrera de un profesional y afectar gravemente su honor y
prestigo. Por ello, los médicos normalmente no estén dispuestos a revelar la ocu-
rrencia de un error y, menos ain, a hacerlo en perjuicio de otro colega, que puede
ser objeto de esa devastadora experiencia.
‘odo lo anterior genera serias diffcultades a la hora de establecer o idear
sistemas de prevencién de eventos adversos. Se produce una aproximacién com
pletamente reactiva, los eventos adversos son usualmente descubiertos cuando
'5u8 negativos efectos comienzan a manifestarse y las medidas adoptadas gene.
ralmente estén destinadas a evitar que los responsables vuelvan a incurrir en el
‘mismo error, sin que se exploren, en la mayorfa de los casos, las causas subya-
ccentes, entre las cuales se cuentan muchas veces no sélo factores humanos sino
también organizacionales y técnicos. En efecto, se ha seftalado que la mayoria
de los errores médicos no scn resultado de una conducta personal, sino del mal
funcionamiento de un sistema: mala comunicacién, definiciones inadecvadas de
responsabilidades, condiciones de trabajo deficiente, entre otros, que concurren
fen un punto y ocasionan un evento adverso (Martinez y Ruiz Ortega, 2001),
arece claro y de toda logica entonces que si los médicos, enfermeras y admi-
nistradores en salud guieren lograr reducir la incidencia de los eventos adversos,
‘deben cambiar su forma de pensar y de aproximarse a dichos eventos y a sus
causa. Esto implica cambiar el foco desde el individuo que cometié el error ha:
Cia los factores que permitieron que ese error ocurriera (Vincent, 2003). Para que
esto pueda ser stil, hay que aprender las lecciones de otros sectores productivos
{de alto riesgo, en los cuales el mejoramiento de /a calidad se ha centrado en el
redisefio de procesos, normas y sistemas destinados a prevenir la ocurrencla de
‘eventos adversos mas que en la busqueda de culpables o responsables y en su
sancién (Lawrence-Gostin, 2003). &n ese sentido, se acostumbra a mencionar
como ejemplo la aviacién, la industria nuclear y a de vehiculos motorizados. Estas
han reducido drésticamente las tasas de errores y sus nefastas consecuencias,
basicemente, a través de mejoras en el disefio, adopcién de normas y protocolos,
entrenamiento del personal, camo asimismo en la identiticacién, evaluacion,
laprencizaje de los errores y adopcién de sistemas de informacién para incentivar
la prevencién (Bonnie, 1999; Bernick y lleape, 1998). Esta oractica det aprendizaje
‘e los accidents y “nearmisses” est4 ampliamente establecida en la mayoria de
los sectores productivos de alto riesgo. y constituye un pilar fundamental de sus
programas de mejora de la seguridad (Vincent. 2003).
En suma, la prevencién de eventos adversos no era hasta hace 0co tiem:
po una preocupecién primaria en la prestacién de servicios de salud, pese a lo
‘mucho que resta por hacer en esta materia, Mas recientemente, la adopcién de
sistemas de prevencién de eventas adversos se ha tornado un imperativo ético
yuna necesidad de la practica médica y de la atencién en salud y, aunque tales
tute 6
sistemas tienen un costo significativo, mas elevado es el costo que debe asumirse
por su ocurrencia, cuando éstos son prevenibles.
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