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Campra, Rosalba Isnerarios en la critien hispanoamericana. 1a ed ‘Villa Maria: Eduvim, 2014. 286 p; 198x139 em, -(Poiedros) ISBN 978-987-699.077-6 Critica Litera cpp 801.95 (© 2014 Baitoral Universitaria Ville Maria © 2004, Rosalba Campra Chile 258 — 6900) Vina Maris, Cérdoba, Argentina ‘To: 454 (08) 4500145, ‘wwwoduvim comar Editor: Alejo Carbonell Disefio de tape y maquetacién: Silvina Gribaude Laresponssbilidad por las opiniones expresadas en ls libros, artculos, est dios y otras coleboraciones publicades por EDUVIM incumbe exelusivamente ‘Tos autores irmantes ‘su publicucién no neccsariamentereflej los puntos de vista ni del Director Bditoral, ni del Consejo Bitar w otra eutoridad de In UNVM. No ve pormite la reproducsin total o parcial de este libro, ni su slmacenamiento en un sistema informiético, ni aa transmisién en cualquier forma 0 por cualquier medio clectrénico, meeénieo, fotacapia ui ofros méto- in el permiso previo y expreso del Editor. “mpreso en Argentina - Printed in Argentina Itinerarios en la critica hispanoamericana Rosalba Campra Serie Zona de Critica Directora: Roxana Patifio I. La mirada hacia América Latina: bajo la lente de Jas dualidades' 1. En busca de un objeto “Unidad y fragmentacién, ‘civilizacién y barbaric, identi- dad y diferencia, [..]_subdesarrollo e imaginario social, [.] tradicién y rupturas” En esta lista de dicotomias, propuesta para ejemplificar las posibilidades de “discusi6n, revisién 0 reformulacién de cuestiones claves conectadas a la representa- cién [..] de la América Latina” en la convocatoria del simposio Caliban, Por una redefinicién de Ia imagen de América Latina en visperas de 1992, emerge nitidamente el dualismo que pa- rece imponerse como dato preliminar toda ver.que la mirada critica se dirige hacia América Latina, ' _Presentado en el simposio Calibvin, Por tna redefinicion de la imagen cde América Latina en visperas de 1992 (Sassari Italia, 1990). Publicado ort ginariamente con el titulo “La mirada critica hacia América latina: du dades y otras cuestiones’, Casa de las Américas, La Habana, vol. XXXL, n* 185, octubre-diciembre 1991, y en Nuevo texto crtico (Actas del simposio CCalitin en Sassar) Stanford University, vol. Vin°9-10, 192. Completo los puntos 3, 4 y 5 de este cap. con detalles desarrollados posteriormente en *Hlacer historia de la literatura en Hispanoamérica: problemas y tenden- cias dela literatura argentina’, Moderna Sprik, Modern Language Teachers’ Association of Sweden, Gotemburgo, vol C, n° 2, 2006, y “Che storia si racconts attraverso urtantologia®”, prologo a ANTONUCCr, F, TeDEscHtt, S. (Coordinadores), Letteatura Ispanoamericana, Storia test dalla Scoperta al Modernismo, Roma, Aracne, 2008. 25 Estos esquemas opositivos, sin embargo, remiten a un pro- blema atin preliminar, que condiciona tanto ese como otros enfoques sobre 1a cultura latinoamericana, pero que obvia- mente no es exclusivo de esta area, ni siquiera de las disciplinas literarias, sino que subyace a toda investigacién: la interaccién del observador con su objeto. Es decir, a fin de cuentas, la pre- suposicién y la postulacidn del objeto en cuanto tal. Pueden reconocerse aqui los términos generales del proble- ma del conocimiento, que por cierto no pretendo encarar, sino alo sumo para apuntar el replanteo que se ha Ilevado a cabo en el debate cientifico especialmente en la segunda mitad del siglo xx- sobre el papel del observador en la creacidn de émbi- tos fenomenoldgicos. Este replanteo ha echado una nueva luz sobre la funcién de los presupuestos en los que se asienta, de manera a menudo inconsciente, el proceso de comunicacién, mostrando cémo, ya sea en la investigacién o bien en la ense- jianza, se actia dentro de un marco de referencia que da forma alo que se decide investigar -o transmitir-. Por ese motivo, este no es un trabajo en el que alguien expo- ne las condusiones a que lleg6, sino la puesta en comin de una serie de perplejidades, ofrecidas a la discusién, y en busca de esclarecimiento, Perplejidades mias, claro esté, pero que pue- den encuadrarse en ese sistema general de revisiones que han cuestionado la posibilidad de considerar un objeto de estudio como preexistente al momento en que se lo estudia? En el caso de América Latina, esto se ha hecho visible en los nuumerosos proyectos tendientes a redefinir las lineas de su his- + Para un panorama de las polémicas sobre estos problemas, con espe- Cdaatencign a las clenciasamadas exactas, remito 2 Eto, R. (Coor- ‘Ginador), La svoltarelativisticanellepistemologia contemporanea, Min, Franco Angeli, 1988. Una discusién en términos més generales se en- uentra en Fons, Fy Winograd, , Understanding Computers and Cognition (1986), Reading-Menlo Park-NewYork etc., Addison-Wesley Publishing Company, 1990. He profundizado este tema en un estudio posterior, “Sobre ia posiblidud de casficar a lus sirenas (y de poner coto FTo fantistico), Semiosis, Universidad Veracruzana, yo. Il, n °3, ene- to-junio 2006, al que remito para una visién més detallada. 26 toria literaria? De ahi la importancia, que otros ya han subraya- do, de poner en tela de juicio nnestra actitud en esto que solemos considerar como el andlisis de una realidad previa -la literatura, Ja cultura latinoamericana-, sin destacar suficientemente que tal realidad encuentra precisamente en ese andlisis su acta de fun- dacién. El punto de partida de la critica -o de la historia— no es elde un material existente objetivo c inmodificable (en este caso, la literatura) que el sujeto analiza, sino la relacién de ese sujeto con el material que ha elegido estudiar: es este movimiento ha- cia los textos Jo que los constituye como sistema de lectura y, por tanto, como literatura, Y la mirada, obviamente, es causa de distorsiones: si los tinicos esquemas de reconocimiento de que se dispone son esquemas ajenos, en los que esa clase de objeto no estaba previsto, cl resultado serd la imposibilidad de clasifica- cién, la subalternidad, la ausencia. 3Reconstruccién o invencién? Este tipo de enfoque puede ayudarnos a reconsiderar nues- tra actitud como interna al problema de la interpretacién, que en los iltimos afios, debido al desarrollo de la llamada “critica de la lectura’, ha pasado a ocupar un lugar de preeminencia ~a veces exasperante, es cierto-. Pero asi como se ha debatido el problema del sentido del texto ~y aun de la existencia del texto mismo- como un resultado de la lectura, podemos pre- > Para citar algunos ejemplos: el proyecto de investigacién “Historia dela Ieratura lainoamericun? patfocinado por la Aaoclaién Interaa- cional de Literatura Comparada y la Unesco, uno de cuyos encuentros de coordinacin se recnge en Przanno, A (Cootdineder), Lat eae ra latinoamericana como proceso, Buenos Aires, CEDAL, 1985; Filolo- gla simero. especial La(s)historia()-de a iterntura), Gniversidad de Buenos Aires, vol. XXII, n° 2, 4987, Yoordinado por BARKENECHIEA, A. ‘We Ydealeado Tandamenialmente al andlisis de material historigrélico de distintos periodos; el “Encuentro de Estudios Lterarios de Nuestra Amiri realizado on La Habana del 19 al 23 de septembre 1988 volumen de Guriéaeez Ginanbox, R, Temas y problemas de una histo- ria social dela ieratura Wispanoantericana, Bogots, Cave Canem, 1989, riquisimo en indicaciones sobre aspectos poco -0 mal— explorados. a7 guntarnos de qué modo nos colocamos frente a ese macrotexto que es el conjunto de las manifestaciones literarias que un mo- vimiento consensual nos hace llamar “hispanoamericanas’, 0 “Jatinoamericanas”, segiin el caso, y de qué manera actia la tra- dicién asumida, Ya que, como argumentan Flores y Winograd: El significado de un texto individual es contextual, y depen- de del momento dela interpretacién y del horizonte defini- do por el intérprete, Pero ese horizonte es, en si, producto de una historia de interacciones en el lenguaje, interaccio- nes que, en si, representan textos que deben ser compren- didos a la luz de una comprensién previa, Lo que compren- demos se basa en lo que ya sabemos, y lo que ya sabemos deriva de la capacidad de comprender:* Esta inevitabilidad del “circulo hermenéutico’, cuidadosa- mente delineada por David C. Hoy,’ resultaré, segiin la posi- cién que adoptemos, escandalosa, u obvia. Muy banalmente, se podria decir que uno encuentra (solo) lo que busca. Es re- velador el ejemplo que da Gumbrecht en “Sobre la (no) inter- pretacién (literaria)”: Durante las dos 0 tres décadas siguientes [se refiere « prin- cipios del s. xx], los insights (0 proyecciones) logrados a través de la Interpretacién generalmente fueron volcados, en monografias biogrificas, porque la “Geistesgeschichte” consideraba que la “vida interior” de los autores y artistas, notables era tuna condensacién ideal del “espiritu de las na- ciones” [..] y de periodos histéricos [..]. Sileemos algunas de las innumerables obras producidas por esa moda en las universidades alemanas de 1920 (jni hablar de la década de 1930!), resulta evidente que sus autores encontraron en for- ma absolutamente natural una delimitacién de sus proce- 4 ‘Traduzco de Fronts, R, WiNoGRAD, T, op. cit, pég. 30. ["The mea- nnidg ofan individual texts contextual, depending on the moment ofinte- pretation and the horizon brought tot bythe interpreter. Bu that horizon fs itself the product ofa history of interactions in language, interactions ‘hich themselves represent texts that had to be understood in the light of pre-understanding, What we understand is based in what we already know, and what we already know comes from being able to understand”) 5 Hox, D. C, Il circolo ermeneutico (The critical Circle: Literature, His- tory and Philosophical Hermeneutics, 1978), Bolonia, 1! Malino, 1990 28 50s interpretativos cada vez que creyeron haber descubierto esos matices especificos del espiritu colectivo que estaban presuponiendo* Haber citado este pérrafo no significa, de todos modos, preconizar una asepsia imposible (y seguramente indesea- ble). No comparto la consecuencia que Gumbrecht éxtrae de estos ejemplos: la necesidad de una renuncia del critico (y/o historiador) a la actividad interpretativa (que quedaria reser- vada al individuo en su lectura solitaria y tnica) en aras de una “reconstruccién de mundos del pasado como imagenes de posibilidades alternativas de vida humana”? Pero no es posible una reconstruccién que no sea al mismo tiempo una interpre- tacién: lo que se propone no es el mundo, sino un modelo del mundo. Esta imposibilidad es palmaria aun en cosas al parecer tan inocentes como la terminologia elegida para ubicar un texto en una serie cronolégica. Marta Gallo, por ejemplo, al analizar las historias de la literatura de Anderson Imbert, Leal, y Goié, trae a Ja luz la ideologia subyacente al uso de términos como “pri- mero’, “nuevo’, “transplantado’, “regeneracién’, “alteracién’, “precursor’, “aparece’, “se convierte’, “se desarrolla’, “invaden’, “triunfan* Ana Maria Zubieta, por su parte, se detiene en las obvias connotaciones de “violacién’, término frecuente en Da- vid Vitias, pero también destaca implicaciones menos obvi por ejemplo la idea de cambio literario como reflejo, insita en Ja metéfora actistica “repercusién’, usada por Ricardo Rojas? Si hasta cierto momento nos encontrabamos con historias de la literatura que se problematizaban solo en rhinima me- dida ~y eso en el caso de que se plantearan el problema, pues _Guapazcu, H, “Sobre la (no) interpretacién (literaria)’, Filologia (Niimero especial: La(s)historia(s) dela literatura), Universidad de Bue- ‘os Aires, vol. XXII, n® 2, 1987, pigs. 108-109, 7" Tbidem, pig, 114. * Gatto, M, “Historiografiae historias de la literatura hispanoameri- canas’ Flologia ct. ° Zusista, A,"'La historia de la literatura. Dos historias diferentes’ Filologia cit. tons irenes 29 por lo general partfan de una seguridad- ahora en cambio nos sumergen historias (o reflexiones metahistéricas) dominadas porel titubeo, la necesidad de justificacién. Asi, Graciela Mon- taldo advierte al lector sobre la duda que el-objeto mismo de su estudio le plantea: “Petiodizainos la ‘década del veinte’ porque cen este lapso, y con Ia arbitrariedad que supone todo recorte, encontramos la emergencia y consolidacién de nuevas formas estéticas™"” El acento cae hoy sobre la interrogacién: sobre mostrar que nos preocupamos por la legitimidad de lo que estamos hacien- do, Este es sin duda uno de los aportes positivos de la reflexién de fines del siglo xx sobre la literatura latinoamericana: a un primer momento de rastreo y clasificacién del material ha se- guido el del cuestionamiento de ese material, y por tanto el de su redefinicion (ampliacién, restriccién, etc,)". Esto entrafia, sin embargo, el riesgo inverso: el uso acritico de las viejas ca- tegorias de sistematizacién ha sido suplantado por la obsesién epistemologica. La bisqueda de nuevas categorias termina a ‘veces por sustituir el acopio ~y la lectura~ de lo existente. gEL recuento nos parece quiz obra demasiado modesta, o subal- terna? En la celeridad y constancia con que se suceden nuevas historias de la literatura hispanoamericana ~hecho que no se vverifica con la misma insistencia en la literatura francesa o ita- liana, por ejemplo se transparenta no solo la normal actitud de cada periodo de repensar el pasado, sino también un desaso- siego profundo. % Monratvo, G. “Los afios veinte: un problema de historia literaria’, Filologia ct, pg. 129, cursiva mfa, ; 8” Poner el acento en la metacritica y metahistoria actuales no quiere decir que preocupaciones de este tipo estuvieran ausentes de las primeras tentativas de relevamiento de la produccinliterariahispanoamericana: pienso por ejemplo en la labor de Juan Maria Gutiérrez com su América poética (1846-1847), para cuyo andlisisremito al cap. 1. 30 3. Una cuestién de limites: originalidad y dependencia Una de las insistentes preguntas en esta perspectiva es la que se refiere al concepto de “comienzo” No es pregunta ocio- sa, pues se trata de decidir entre la emergencia de América , como objeto de escritura -las crénicas de los conquistadores- y su emergencia como sujeto: en este caso, el nacimiento de la literatura hispanoamericana se daria con el primer texto escri- to ‘del lado de aqui. ;Escrito por alguien nacido ‘aqui’? Una definicién puramente espacial puede sin embargo apa- recer insuficiente, y se prefiere entonces la existencia de un suijeto independiente, cosa que tampoco resuelve el problema pues, ;qué momento marca la aparicién de ese sujeto? EI dia de la declaracién de independencia? ;O cuando esa indepen- dencia politica se traduce en un rechazo de los modelos im- puestos? Y ese rechazo, ;basta que se exprese como voluntad, en un manifiesto, por ejemplo, o debemos identificarlo en al- guna forma de expresin literaria? Y en este caso, gcudles son Jos pardmetros que debemos tomar en cuenta? ‘Una pregunta ineludible es la que se refiere al valor que debe asignarse a la palabra de los antiguos americanos -los que no tenfan ese nombre para llamarse a s{ mismos-. La opcién més ‘nnestra' y global pareceria ser la que fija como punto de partida Jos textos precolombinos (aunque la palabra misma implique el descubrimiento’ como término de referencia). Esta es, por ejemplo, la posicién que adopta Giuseppe Bellini.” Pero ya la critica ha sefialado qué insidias pueden invalidar esta elecci Dario Puccini pone de relieve el “sentimentalismo estetizante y exético” que a menudo acecha en las aproximaciones al mundo indigena del pasado y del presente; * Adolfo Colombres mues- * Bauuint, G., La letteraturaispanoamericana dall’ eta precolombiana ai giorni nostri, Florencia-Milin, Sansoni/ Accademia, 1970, Existe una versién actualizada, en espaol: Historia de la literatura hispanoamerica- nna, Madrid, Castalia, 1985. » ” Pucci, D., "Geografiac historia de la literatura en América Latina (Una propuesta historiogréfice), ponencia leida en el "Encuentro de Es- 31 tra cémo, aunque se identifique en los textos precolombinos la primera expresién americana, si no se rastrea también su continuidad histérica el resultado que se obtiene es la fijacién de ésas culturas en el estado en que se encontraban en el mo- mento de la derrota, es decir, su reduccién a “objetos de una accién histérica ajena”!" De cualquier manera, es generalmente en las crénicas del descubrimiento y la conquista donde suele sefialarse el pun- to de partida de la expresién hispano/americana, como se ve, por ejemplo, en la Historia de la Literatura Hispanoamericana coordinada por Luis ffiigo Madrigal.'* Es innegable sin embar- go que, a pesar de que el objeto de esa palabra sea América, se trata de una palabra ajena, dirigida a un destinatario ajeno: ¢ Espaiia y para Espafia. Por otra parte, no motiva estos textos la voluntad expresiva auténoma del autor, sino la obligacién de informar ala corona sobre un espacio nuevo a poseer. _ Si se eligiera entonces el criterio de considerar como ‘lite- ratura’ solo los textos que, més allé de la voluntad documental, toman conciencia de s{ como produccién cultural orientada estéticamente, para marcar el comienzo habria que rastrear el cardcter ficcional de un texto, 0 diferenciaciones formales, como el uso del verso. Alli encontraria lugar La Araucana (publicada en 1569 la primera parte, y en 1578 y 1589 las si- guientes), el poema épico que el conquistador Ercilla escribe en medio de las batallas. Una caracterizacién, de todos modos, determinada por el canon vigente en la metropolis. sPor qué no reconocer ese sello inaugural a las coplas populares, anéni- mas, con que algin soldado de la conquista se lamenta de su tudios Literarios de Nuestra América’; La Habana, 19.23 de septiembre 1988, Texto mecanografiado. ¥Couonesnss, A., “Elementos para una teorfa de la cultura de Latt- noamérica’,en Coroncanes, A, (Coordinador), La cultura popular, Ma- drid, Premia Editora, 1983, pig, 126. © ffiGo MapnicAtsL. (Coordinador), Historia de a Literatura Hispa- noamericana, Madrid, Cétedra, 1982, vol.1y I 32 situacién? Giuseppe Bellini, en La letteratura ispanoamericana ya citada, anota precisamente esta posibilidad. Segiin otra perspectiva, se podria hablar de literatura his- panoamericana solo cuando el sujeto que la formula es “his- panoamericano. ;Seria entonces el primer sujeto de escritura hispanoamericana el primer aborigen que se expresa en espa- iol? ;O un mestizo? ;O un criollo? En esta linea, la historia de Raimundo Lazo se abre con el siglo xvi en México, retomando Iuego brevemente los cronistas."* ‘A menos que se deba esperar para ese momento inicial has- ta principios del siglo x1x, ya que sélo a partir de la Indepen- dencia puede hablarse de la entidad ‘Hispanoamérica... Este es el criterio subyacente a A Literary Story of Spain. Spanish American Literature since Independence de Jean Franco". Pero es obvio que no necesariamente la autonomia politica entrafia como efecto inmediato la independencia cultural. En tltima instancia, esto Ievarfa a postular como comienzo la primera ‘manifestacién ‘original: Y si esa originalidad no debiera iden- tificarse en un mero aporte individual, sino en el surgimiento de una corriente, zhabria que esperar hasta fines del siglo xix para hablar, gracias al Modernismo, de literatura hispanoame- Ticana? Referirse a corrientes, movimientos y problemas como el Iugar en el que estudiamos la produccién de los autores im- plica, de todos modos, junto con el dilema de su colocacién temporal, el de su definicién, ¥, naturalmente, el de su relacién con corrientes, movimientos y problemas afines, y en algunos casos originadores, ya que resulta inevitable, en los comien- zos de la literatura hispanoamericana, una modelacién segiin Jineas que no han sido definidas por sus textos (y su reflexién % Lazo, Ry, Historia de la literatura hispanoamericana (vol. 1 Tl 1965-1967), México, Pornia, 1989. °"Fxanc, Jy Historia de a literatura hispanoamericana a partir dela Independencia (A Literary Story of Spain. Spanish American Literature Since Independence, 1973), Barcelons, Ari 1983, 33 tedrico-critica), sino por los textos (y la reflexién tebrico-criti- ca) del espacio metropolitano. La pregunta que surge en este caso (a veces reiterada has- ta la obsesién en los distintos discursos sobre la historia de la literatura hispanoamericana) se refiere a la legitimidad de la utilizacién, para los productos americanos, de esquemas clasi- ficatorios ~barroco, neoclasico, roméntico, ete.- generados por otros contextos politicos, sociales, culturales, lingiiisticos. Es innegable que el fendmeno designado por la etiqueta “roman- ticismo” en América se aparta en varios aspectos del fenémeno europeo designado con el mismo nombre... Surge ast el debate sobre la mayor o menor diferenciacién respecto al modelo, al que ya hemos aludido, y la cuestidn previa de sila originalidad es ono un pardmetro legitimo, o productivo. ‘Trabajar con la colocacién temporal supone decidir el peso que se da a estas distinciones. Ciertos estudios, efectivamen- te, se preocupan por establecer prioridades. Asi, por ejemplo, la antologia e historia de Antonio R. de la Campa y Raquel Chang-Rodriguez, Poesia Hispanoamericana colonial destaca en Francisco de Terrazas el caracter de “primer poeta delengua castellania nacido en Hispanoamérica de quien se conserva una obra escasa pero estéticamente lograda”* Cedomil Goié, en “La novela hispanoamericana colonial", concede a Claribailte, de Gonzalo Fernandez de Oviedo, “escrita en las Indias y pu- blicada en Valencia’, el galardén de “primera novela de Amé- rica” con la siguiente motivacién: “Como obra de Oviedo, la novela no necesita set justificada como hispanoamericana mas que su obra cronistica, a pesar de su total extrafieza al mundo americano”” ™ De La Campa, Ay CHANG-Ropaicuez, R, Poesia Hispanoamerica- nna colonial. Historia y Antologia, Madrid, Alhambra, 1985, pag. 22. "Gord, C, "Lanovela hispanoamericana colonial’, en fs1¢0 Mapai Gat, L, (Coordinador), op. cit, vol I pig. 371. 34 Fragmentacién o totalidad? La pregunta sobre la profundidad cronolégica es insepara- ble, en el caso de América Latina, de la necesidad de establecer la oxtensién geografica. Una frase de Marti, que Fernindez. Re- tamar cita a este propésito, ofrece la justificacién en el plano ideal: “esa América que es una ‘en el origen, en la esperanza y en el peligro” Pero, obviamente, no provee -nilo pretende- Ja piedra de toque para disponer inclusiones o exclusiones. Una respuesta que simplifica el debate es tomar como base la diferenciacién lingiiistica; los que se inclinan por la denomi- nacién “literatura hispanoamericana’, pueden dispensarse de mayores controversias. Es lo que hace Anderson Imbert en La historia dela literatura hispanoamericana (1954) al elegir como criterio discriminante la expresién en espaiiol (y con determi- nados requisitos): Por Ja misma raz6n no nos referiremos a Jos escritores que nacieron en Hispanoameérica pero escribieron [...] en fran- ..] 0 en inglés [..]. Tampoco a los que escribieron, si, en espaiol, pero sin experiencia americana [..]. En cambio incorporaremos a los extranjeros que vivieron entre noso- tros y emplearon nuestra lengua (como Paul Groussac)." Pero estamos convencidos de que no empobrezca el ané- lisis prescindir del Brasil? ¥ silo incluimos, jsobre qué base decidimos su inclusién? Para no hablar de los problemas plan- teados por el Caribe, sobre los que solo en tiempos més recien- tes la critica se ha detenido a reflexionar,” o el de las fronteras % FenwAwosz Reranean, R,, “Entrada en las Antillas de lengua ingle- sa’ (1975), Caliban y otros ensayos, La Habana, Editorial Arte y Literatu- 1, 1979, pig. 121, 28” Anpunson Innere, E, La historia de la literatura hispanoamericana (1954), México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémica, 1986, pig. 8. % Voces tan autorizadas como la de Stegagno Picchio rechazan la posibilidad de una homologacién del Brasil, fundamentindola detalla- damente. Véase Sr2GAGNo Piccito, L., “Oppositions binaires en litté= rature: lexemple brésilien’, Diog2ne, Paris, n° 99, julio-setiembre 197, pgs. 22-23. Luego en StEGaoNo'Piccino, L. (Coordinador), Leteratu- ra popolare brasiiana e tradizione europea, Roma, Bulzoni, 1979. Sobre 35 espaciales que configuran, después de las luchas independen- tistas, los distintos estados. ;Puede considerarse la geogtafia politica como un criterio valido de organizacién del material literario hispanoamericano? Antes de a conquista, el territorio se presentaba como un mosaico de comunidades con lenguas, costumbres y religiones diferentes y que en muchos casos ig- noraban la existencia las unas de las otras. Una primera unidad esla creada por el equivoco del nombre dado por los espaiioles a sus habitantes. Como ya ha hecho notar Miguel Rojas Mix,” los pobladores de América, ya fueran mayas o vilelas, sanavi- rones u otomies, matacos rangiieles, onas o tlaxcaltecas, se transforman, indistintamente, en “indios’. Una masa amorfa cuya identidad es irrelevante para el conquistador ~y para la mirada colonialista que, atin en nuestros dias, coloca a los pai- ses latinoamericanos bajo el rétulo, geogréficamente inexacto, pero expresivamente despectivo, de "Sudamérica’ Sobre la cancelacién de lo existente la conquista crea una unidad: la unidad de un sistema de gobierno y de explotacién de lag tierras que transformé el ‘Nuevo Mundo’ en una pro- longacién de Espafia. Las luchas por la independencia conlle- varon el suefio de una unidad de otro orden: “la gran nacién Jatinoamericana” que preconizé Bolivar en el siglo xrx (y que muestra su persistencia en el siglo 20x en la idea de una revolu- cién continental contra el imperialismo, encarnada en figuras como la de Che Guevara). Ese suefio impulsé y sostuvo las Iu- chas unitarias de emancipacién pero fue impotente contra la fragmentacién fomentada por tensiones internas o por inter- vyenciones extranjeras més o menos subrepticias. Por la presién de Gran Bretafia, hostil al surgimiento de grandes estados que hubieran podido oponerse a sus intereses, la cuestién de limi- la cuestién del Caribe, remito a Przanno, A., “La nocién de literatura la- tinoamericana y del Caribe como problema historiografico’ en Pr2anRo; A. (Coordinador), op. ct. 3°” Roras Mix, M., Los cien nombres de América. Eso que descubrié Co- én (1991), San José de Costa Rica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1997. 36 tes entre Brasil y Argentina se resuelve en 1828 con la creacién del Uruguay; en 1903 Panamé, oportunamente apoyado por los Estados Unidos que temen perder su influencia en la zona del canal, se separa de Colombia. La realidad hispanoamericana aparece asi constantemente tensionada entre una necesidad de diferenciacién y una voca- cién integradora. Por una parte choques sangrientos como la * Guerra de la Triple Alianza que entre 1865 y 1870 ve sucumbir el Paraguay frente a Brasil, Argentina y Uruguay, o Ja Guerra del Pacifico que entre 1879 y 1884 enfrenta a Chile con Bolivia y Pert, 0 asuntos de limites éntre Argentina y Chile que aun en pleno siglo xx1 no han encontrado solucién. Por otra, empre- sas que afirman una ininterrumpida voluntad de unificacién cultural: baste pensar en el gigantesco esfuerzo que significé la antologia de la poesia hispanoamericana América poética, compilada en 1846-1847 por Juan Marfa Gutiérrez; o bien, como uno de los efectos de la Revolucién cubana, la funda- cidn, en 1959, de Casa de las Américas: sede de encuentros, de discusién, de difusi6n de Ja cultura Jatinoamericana. Una iniegracién que, a través de soluciones como el Pacto Andino (1969, posteriormente con el nombre de Comunidad Andina) © el Mercosur (primera declaracién 1985), trata de encontrar ademas una base econémica. Uno de los problemas, entonces, es decidir si la imagen de la literatura hispanoamericana debe ser disefiada segtin los If- mites nacionales, destacando la individualidad de los distintos desarrollos sociopoliticos y de las distintas producciones cul- turales, o bien si, englobando grandes procesos, consideramos posible ~y deseable- una mirada unificadora. ‘A mi modo de ver, en las manifestaciones particulares de cada nacién puede percibirse, més alld de su heterogeneidad, una comunidad de problemas y de expresién que, rebasando los temas explicitos, revela constantes significativas: entre el indigenismo y la gauchesca, por ejemplo; entre el tango y las 37 ‘vanguardias poéticas; entre la obra de distintos autores mexi- canos, chilenos, argentinos.* Al respecto Antonio Cornejo Polar, en “El indigenismo y las literaturas heterogéneas. Su doble estatuto sociocultural’> y Néstor Garcia Canclini, en Culturas hibridas, Estrategias para entrar y salir de la modernidad, proponen una posibilidad de respuesta. Segxin Cornejo Polar, la heterogeneidad es, en las sociedades coloniales, un fenémeno profundo y sustancial, rélacionado no tanto con la discusién de las nacionalidades, sino més bien con la presencia de diferentes drdenes sociocul- turales, que crean un desfasaje en las instancias del proceso literario: el autor, el texto, su referente (el mundo representa- do) y el sistema de distribucién y consumo. Mas atin, se trata- rfa, en la propuesta de Garcia Canclini, de una heterogeneidad multitemporal: un tipo de cultura hibrida en el que coexisten, se superponen y se entremezclan distintas temporalidades his- téricas -las antenas parabdlicas y los ritos tradicionales-. Bl concepto de heterogeneidad y el de hibrider, a pesar de sus diferencias (y hasta discordancias) de enfoque, sugieren una concepcién més matizada de esa totalidad, admitiendo como constitutivo su cardcter conflictivo, mestizo, multicultural: una “totalidad contradictoria’, en la oximérica formulacién de Cornejo Polar en otro estudio ineludible, “Sistemas y sujetos en Ja historia literaria latinoamericana’.” > A argumentar esta posici6n he dedicado América latina. La identi- dad ya mascara (America latina. identita ela maschera, 1982), México, Siglo XXI, 1998, 2da. ed, al que remito para un desarrollo general % © Connzjo Pouak,-A. “El indigenismo y las literaturas heterogénes Sd doble estatuto sociocultural” (1978), Sobre literatura y cftica latin ‘mericanas, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1982. % " Gancia Cancun, N., Culturas hibridas, Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbo, 1989, especialmente pigs. 15 70-73. 2 Conwayo Pouan, A. “Sistemas y sujetos en Ie historia literaria lat- noamericana’, Casa de las Américas, La Habana, vol. XXIX, n® 171, no- viembre-diciembre 1988, pdg. 67. 38 5. Inclusiones y rechazos Se delinea asi un macrotexto por demés complejo, ya que iertos interrogantes siguen hostigéndonos, tanto si decidimos limitarnos a Hispanoamérica, escamoteando el problema lin- giiistico, como si englobamos el Brasil o el Caribe francéfono, 0 empezamos por Nezahnalcéyotl en vez de Crist6bal Colon. Para trazar la historia de la literatura, 3a qué registros concederemos cladjetivo ‘literario’? Asoma aquf un remanido problema, a cuya discusidn esta dedicado el cap. IX: los limites del canon. Silo “popular” se expresa en una lengua marginal, y ademés, oralmente, como sucede por lo general con las manifestaciones indigenas, gqué lugar darle? ‘Tampoco la inclusién de estas fo mas, por si misma (como en el caso de la literatura prehispéni a), significa necesariamente algo més que un reconocimiento formal, No basta una entrada en el catdlogo para mostrar su lugar y su funcién en el sistema, Enrique Ballén Aguirre, re- chazando los conceptos de “subliteratura’ o “literatura menor’, propone, en referencia a la produccién literaria pertiana, una cuidadosa taxonomia, que abarca desde los escritos institucio- nales a las transmisiones orales tradicionales y no tradicionales, pasando por las formas clandestinas de la pornografia." Pero aun registrando todas estas manifestaciones, sino se traza la red de relaciones (intertextuales u otras) que las constituyen como sistema, seguimos quedindonos a mitad del camino, por mas que hayamos tranquilizado nuestra conciencia. La lengua espafiola creé unidad imponiéndose sobre la plu- ralidad de las lenguas ind{genas ~probablemente mas de mil a Ja Ilegada de los conquistadores-. La politica metropolitana al respecto fue modificindose durante el periodo colonial: de la actitud pragmitica de Carlos v y Felipe 11, con la aceptacién de Jas lenguas indigenas y de su aprendizaje por parte de los doctri- neros para una mejor y mds répida evangelizacién, a la Cédula BALLON AGuinne, E, “Historiografia de la literatura en sociedades plurinacionales’ Filologéa ci 39 Real con que Carlos 1, en 1770, ordena “que se extingan los diferentes idiomas (...] y solo se hable el castellano”” En algunos casos, se extinguieron no solo los idiomas, sino también sus hablantes: ya a fines del siglo xv1 los tainos que habitaban el actual Puerto Rico habian desaparecido casi to- talmente, Su mayor recordatorio consiste en las palabras con que hoy nombramos la hamaca, la canoa, el tabaco, el hura- cin, que segiin recuerda Carpentier con indisimulado designio simbdlico (y como veremos aqui en el cap. V1), serfala primera palabra del Nuevo Mundo que pasé al espatiol Hoy, de esas mil lenguas anteriores a la llegada de los es- pafioles, unas quinientas han enmudecido. De las restantes, algunas estin en vias de extincién; las habladas por més de 100.000 individuos -independientemente de su importancia cultural, como en el caso del nahuatl— son apenas quince; solo tres cuentan con més de un millén de hablantes:'el quechua, el aymara, el guarani. En algunos casos -como el del guarani para el Paraguay~ se trata de Ja lengua oficial de un pais. Pero, qué valor tiene ese reconocimiento burocritico si los hechos no hacen sino subrayar la subalternidad? Se hace manifiesto aqui el problema del desclasamiento de las lenguas indigenas, relacionado con el de la alfabetizacién y, en el plano literario, con la aceptacién del valor de esas lenguas como vehiculo de una cultura con un valor anélogo al de la cultura blanca y oc- cidental.” ® — Gitado por RosewstAs, A. “La hispanizacién de América’, Presente _pfuturo dela lengua espaiola, Madrid, Cultura Hispénice, 1964, pig. 209. 3°"”'Si en el momento de la redaccién de este articulo hubiera podido leer el sugerente trabajo de E.S. Morales Sales “Acerca de la diversidad Lingiistics’, probablemente mi posicién habrfa sido mas matizada, Con estadisticas de principios del sigho xxr, Morales Sales hace notar la ca- pacidad de irradiacién y el acceso a la expresién artistica de las lenguas {ndigenas, particularmente en referencia al caso de México, donde se cuentan unos seis millones de hablantes de alguna de las ochenta len- {guas autéctonas, que van del caso del nahuatl, practicado por 1.400.000 Brrsonns al de lengua minortarie con poca decnas de hablantes Siendo los hablantes, por su mayor parte, jévenes y niios, esas lenguas, msl de entimiento de diserimanalon ausado por el menogpreco 40 ‘Todo esto, que es hoy objeto de mucha y apasionada dis- cusi6n, forma el sustrato de otro orden de problemas, creados por el trasplante y el arrancamiento: metaforas jardineriles con Jas que a menudo la critica se ha referido a la presencia de qui nes, desde la conquista hasta nuestros dias, se han integrado a la realidad latinoamericana, y de los latinoamericanos que, por distintas razones, dejaron de escribir en su espacio ‘natural. Pensemos por ejemplo en personajes como Gertrudis Gomez de Avellaneda, que Henriquez Urefia coloca “entre Europa y el Nuevo Mundo’, ya que nacié en Cuba pero vivid, escribié y triunfé fuera de su pafs, en Espafia; Grossman la considera con sospecha, pues la ve més cercana a Madame de Stiel “que a cualquier poetisa cubana’, mientras Arrom no tiene dudas sobre su colocacién en la historia, pues “miré el mundo con ojos de cubana’" ;Dénde colocar entonces la produccién de Jos uruguayos, chilenos y argentinos que, en los afios seten- ta del siglo xx, por razones de exilio.escribieron en Alemania, Francia, México, Espaiia, Italia? sDeberemos colocarlos en una categoria aparte? 6. Identidad y diferencia Aqui entran en juego motivaciones que remiten a un con- cepto tan elusivo como el de ‘americanidad’, vilido para deci- social, poseen una fortaleza significativa que, segiin Morales Sales, hace prever su resistencia. Ci. Monates Saves, ES, “Acerca de a diversidad lingiistica’ Gaudeamnus, n° 3, Universidad Auténoma del Estado de M&- xico, enero 2003. 31” "Respectivamente, Henx{ousy, UneNa, P, Las corrientes lterarias en a América Hispanica (Literary Currents in Spanish America 1945), M& co, FCE, 1949, pag. 238; Gnossatan, R., Historia y problemas de la iter tura latinoamericana (Geschichte und probleme der latindmerikanischen literatur, 1969), Revista de Occidente, Madrid, 1972, pig, 258; ARnon, J.J Esquema generacional de las letras hispanoamericanas, Ensayo de wi ‘método (1963), Instituto Caro y Cuervo, Bogots, 1977, pig. 156. Al res- pecto remito a'Ds Tuuns, E, La storiografia lettearia atinoamerieann di Jronte al XIX secolo. Universidad de Roma “La Sapienza’, 1990 [Tesis de Ticenciatara,inédita). 41 dir la pertenencia aun dentro de los limites nacionales: cuan- do en 1834 se compila en Montevideo la antologia El parnaso Oriental o guirnalda poética de la Repiiblica Uruguaya, en ella figuran, por ejemplo, no solo autores uruguayos, sino también argentinos, bolivianos y algin espafiol, induido precisamente ‘a causa de ser “constitucional y amigo de la libertad” (un tipo de inclusién que trato més detalladamente en el cap. TI). Algunas veces la anexién no resulta tan claramente moti- vada, Cuando, en una “Noticia” agregada en 1976 a “Caliban” (1971), Ferndndez Retamar cita a “la gran peruana Flora Tris- tan’® gsegiin qué criterios Flora Tristan puede considerarse peruana? Nacida en Francia de madre francesa y de un coronel peruano al servicio del rey de Espaiia, se expresa en francés, Y su tinico contacto con el Pert, registrado en Pérégrinations d'une paria (1838), es un viaje en busca de una herencia impro- bable. Esas memorias dan como imagen de la América Latina por ella recorrida (Chile y Pert) la summa de los prejuicios de herencia buffoniana. Es cierto que a ese viaje siguié cronolégi- camente (no sé si como consecuencia directa) la conversién a Ja causa de los explotados, y la creacién de la “Union ouvriere”. Pero Flora Tristan también preconizé el intervencionismo y subrayé la necesidad de poner el destino de los paises latinoa- mericanos, hasta que estuvieran en condicién de dirigirse por si mismos, en manos més capaces (obviamente europeas). Por otro lado, también es verdad que previé para la América Latina la posibilidad de un futuro de autodeterminacién. jLa hace eso “peruana’?* ® Bl parnaso Oriental o guirnalda poética de la Repitbliea Uruguaya (Montevideo 1834-1837), edicién de Gustavo Gallinal, Instituto Histor co } Geogrifico del Uruguay, Montevideo, 1927, pig. 92. CC egteginees keen oli’ 71), Ca yer omar, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1979, pig 8. 2” He tratado ms en detalle estos aspectos en"La imagen de América en Pérdgrinations dune paria de Flora Tristan. Experiencia autobiogr’- fica y tradicidn cultural, Palinure (mimero especial: Amérique Latine/ Europe. Contacts/ Echanges/ Lectures; Actes du Premier Colloque Inter- national du CRECIR Paris 1984), Paris, 1985-1986, 2 Qué valor tendré entonces reconocer en el argentino Cor- tézar ~que nacié en Bélgica, desde los afios 50 residié en Parts, yen 1981 solicité y obtuvo la ciudadanfa francesa las huellas de Boris Vian o de Breton? sY Borges, generalmente traido a cuento en estas ocasiones? ;Serd una historia (no solo literaria) de América Latina una seleccién de los elementos que en cier- ta medida remiten a ese huidizo concepto de americanidad, 0 para usar Ja metéfora de Fernandez Retamar, a Caliban? Pero no es que esta decisién evite perplejidades. Cuando el mismo Fernandez Retamar se pregunta “;qué es nuestra historia, qué es nuestra cultura, sino la historia, sino la cultura de Calibén?”, y da como ejemplo una linea que va de “Tiipac Amaru, Tira- denies, Toussaint Louverture, Simén Bolivar [...] a Ernesto Che Guevara [..], del Inca Garcilaso de la Vega, el Alejjadinho [...}, José Hernandez [...], Rubén Dario (si: a pesar de todo) ..], al muralismo mexicano [...}, César Vallejo, José Carlos Mariétegui, Ezequiel Martinez, Estrada, Carlos Gardel, Pablo Neruda, Ale- jo Carpentier..” sno haré falta ponerle también a Gardel ese “a pesar de todo” adjudicado a Dario? No canté acaso Gar- del -en un tango, claro~ jas loas del golpe de Uriburu en los 30? ;Permite la condicién de colonizado y la difusién popular identificar todo en una misma linea? 4Es esta, ademés, la tinica posible? El concepto de ‘identi- dad’ es luctuante y, obviamente, peligroso. Suele derivar de un presupuesto que quien lo define ha elaborado, y que Inego re- conoce en las obras, incluyendo y excluyendo sobre la base de ese presupuesto, y edificando ulteriormente su canon a partir de las confirmaciones que encuentra, Seria por lo menos limitativo igualar el concepto de ‘auto- noma cultural’ con el de cierre: existe también una dimensién de uso, de apropiacién, que transforma el objeto ajeno en ob- jeto propio. Fernando Ortiz, hablaba de “transculturacién’;* % Bansknpez RevaMAn, R. “Caliban cit, pig. 33. % _Ontiz, F, Contrapunteo cubano del tabaco del azicar (1940), Ma- rid, Catedra, 2002, pig. 260, 43 Oswald de Andrade ~con una metéfora escandalosa pero es- dlarecedora- de “antropofagia’. Si su provocador: “Sélo me in- teresa lo que no es mio” puede resultar igualmente restrictivo, apunta, de todos modes, al otro polo de un movimiento de integracién. Me pregunto, pues, sila reduccién ala ‘americanidad’ no re- presenta acaso la iltima y mas artera trampa del colonialismo: la de levarnos a renunciar, considerandolo como una traba para expresarnos o vernos a nosotros mismos, a lo que la me- trépolis -no por quererlo, sino inevitablemente- ha debido ce- der de su patrimonio:* Evidentemente toda definicién de area dependeré de los criterios preliminares que, concientemente 0 no, adoptemos. Y que, por su parte, dependen de nuestra ima- gen de lo que América es. La cual, més insidiosamente, suele depender de una imagen de lo que América ‘debe ser’ 2 De Awpnavs, 0, “Manifisto antropéfago" (Manifesto entropot- ico’, 1928), Obra escgida, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1981, pig 67 Te end mismo “Caliban Fernindea Retamar pone en guard con- tra une letura simplifcadora del concepto de americanidad,ctando tuna metifora usada por Mart: “Injrteseen nuestrasrepablias el mun- do [J pero el tronco a de ser el de nuestra epblias” (pig 60). En “Gira sada de Calbin® espectica: "Es obvio que a ningin intelectual latinoamericano serio sel ocurira prescindir deo mejor dela cultura occidental: entre otras costs porque és es también su tradicién, nuestra tradicdt. Faunnbez Retawaty R, "Ota allda de Callbéa (1974), Caliban y otras ensayos, Ldtorial Arte y Literatura, La Habana, 1979, Pag TOT curva del autor, Otto especialitas han aplicado este concep” {o como discriminante =a veces con suma virulenca- no solo en ree- fencia aa literatura sino también al eficaltinoamericana, EI blanco nds evident, al que ya he aladido, ela transposiion a América Latina de esquemas deivados de lasliteraturas dominantes, como “casicisma, “¢qmantiismo”‘natralismo’, et. nla misma linea se puede verla cri tie al estructurallsmo, por sus presupuestos aistoriitas (Cf pore) BeneDerns, M, "Bl escrtor yla ertica en el context del subdesatall Casa de las Américas La Habana, vol. XVI, n° 107, marzo-abril 1978, especialmente pigs. 7 y 15-19), También Cornejo Polar, sobre todo en felerenca alos aspectosinmanentistas dela semidic, se coca en una sicion polemics, Coms}0 Pot an, A. "Probletnasyperspectivas dela \ Eitica literaria latinoamnericana” (1975); “Problemas de la critica, hoy” (G977);ambos en Sobre literatura y erica latinoamericanas ct 44 7. “Aqui / Allé”. Una disyuncién y sus consecuencias Todos estos problemas, que a fin de cuentas comparti- mos con quienquiera estudie una literatura, se manifiestan de modo especialmente dristico en el caso de Ja literatura lati- noamericana. Es a partir de la condicién de colonia que Ainé= rica Latina se define como unidad —impuesta, arbitraria, pero de todos modos un dato-de la realidad-. Como resultado de la independencia (0 al menos del intento de independencia) la condicién colonial, y la consiguiente bisqueda de libertad, delinean el trasfondo que da sentido a lo que sucede en las se- ries literarias. Es decir: mientras se es colonia la propia historia sufre una negacién; cuando se accede a la historia, esa historia es la de una ex-colonia. De ahi ha derivado la antinomia sobre la que parecen apoyarse todos nuestros enfoques: aqui / allé. En esta oposicidn, obviamente originada en un acto enun- ciativo del conquistador, el espacio americano resulta un ‘alld, desgoznando el eje fundamental de la enunciacién, que presu- pone para el hablante la fSrmula yo-aqui. Toca asi al conquista- se como un paraddjico yo-alld, de lo que deriva la atin més paradéjica condicién de verse a si mismo como ‘otro’: ese ‘otro’ definido como tal por el ‘yo’ dominante, el tinico que se atribuye la condicién de sujeto. Esta dicotomia implicita en Ja particién del espacio como metrépolis / colonia (con las ne- cesarias mutaciones impuestas por el curso del tiempo y las distintas formas de colonizacién econémica y cultural) genera a su ver la nocién de diferencia y su correlato, inevitable en este caso: dependencia. La lista -seguramente interminable de oposiciones binarias que podemos establecer remite a esa oposicién primordial, asi como a ella remiten las variaciones de signo que a lo largo de la historia se han adjudicado a cada uno de los términos.” Algunos ejemplos en desorden: » _Bl trabajo mas rico en sugerencias sobre este problema me parece el de SrzcacNo Piccato, L, “Oppositions binares en littérature’ cit, que destacalos problemas de jerarguia en os ej oposiivos de signilicaciin yen los fundamentos histérico-sociales. 4s unidad / diversidad civilizaci6n / barbarie ciudad / selva blanco / indio totalidad / fragmentaci6n originalidad / dependencia tradicién / ruptura semejanza / diferencia europeismo / americanidad raz6n / imaginacién Ariel / Caliban Esta especie de automatismo en el establecimiento de opo- siciones deberia precisamente hacernos reflexionar, con més atencién y mas desapasionamiento, en qué medida nuestra mi- rada esté conformando el objeto. Es obvio, y no se me ocurriria por cierto negarlo, que determinados datos condicionantes ~en la base, la lengua de nuestra expresién- son un derivado de la situacién colonial, Pero podriamos preguntarnos si focalizar el estudio de la literatura sobre estas pautas no condiciona a su ‘yer todo el resto: la oposicién dependencia / originalidad, por ejemplo, ;Originalidad respecto a qué? jNo termina esto por re- afirmar una paradéjica consecucién de dependencia, ya que nos miramos siempre en relacién con otra mirada? Esas dicotomias, de modo no siempre manifiesto, subya- cen a clasificaciones como “novela de la selva’, “indigenismo’, “novela urbana’, “vanguardias’, etc., que tampoco se me ocurre negar, en cuanto dan nombre a corrientes afirmadas histéri- camente, pero que pueden desencaminar si se usan como eti- queta previa ala lectura, reduciendo la actividad interpretativa ala colocacién en un casillero. Andrea Blarzino, por ejemplo, considera la novela de Vargas Llosa EI hablador como una no- vvela de la selva, ¢ identificando el eje de oposicién ciudad / na- turaleza, la lee segin criterios antropolégicos de ‘verdad’ de los mitos que alli se cuentan, ‘autenticidad’ de la figura del narra- 46 dor, y relacién con la tradicién del género." Se pasa asi por alto gue esos mitos son, por lo menos a partir de cierto momento del relato, adaplaciones ~modificaciones, trasmutaciones- de novelas europeas, y que el sentido propuesto por El hablador depende de esta voluntaria contaminacién. sPuede considerar- se irrelevante que nna de esas textos metamorfoseados en mito sea justamenté La metamorfosis de Kafka? Pienso también en otro ejemplo, de un orden muy distinto. En Tientos y diferencias, a veces de modo manifesto, a veces no, Carpentier establece, como elemento tipico de lo ameri cano, una lista de dicotomias, entre las cuales nuevo / viejo desempeiia el papel fundamental, Esta oposicién conlleva la biisqueda, de parte de la literatura americana, de una “palabra. adénica’, que exalte la novedad y diversidad y.al mismo tiempo =o por eso mismo- las incluya en el vocabulario universal. Para Carpentier el paradigma icénico de esa palabra inaugural puede sefialarse en Ia famosa imagen del rinoceronte de Dure- ro: una especie de criatura mitolégica recubierta por una co- raza plagada de misteriosas excrecencias. Ahora bien, ese ser “forastero” al que una estampa da visibilidad en el imagina- tio de Occidente, ese preciso rinoceronte que Durero retrata, estaba aquejado por una enfermedad desarrollada durante el cautiverio: era esa condicién anémala el motivo de su ‘diferen- cial Prescindiendo de la veracidad de la anécdota (que trato més detenidamente en el cap. V1), lo que me importa aqui es destacar cémo Ja metafora clegida por Carpentier para sefia- Jr (a través de un ejemplo europeo) el camino a recorrer por Ja literatura latinoamericana sefiala, en realidad, los riesgos de degradacién a fendmeno circense que corre el autoexotismo. © Buanuino, A. “El hablador: un messaggio disturbato”, Letterature 4 America, Roma, vol VI, n° 32, 1986 fecha real de publicacién: 1989), 4°" Canpesrinn, A. Tients y diferencias (1964), UNEAC, La Habana, 1974 4 8. Desde el otro lado de la lente En general, aceptamos sin problemas la antinomia (civi- lizacién / barbarie, entre otras) como constitutiva de un texto particular, y encontramos en esa antinomia su dinamismo. Mas dificil nos resulta aceptar ese movimiento en el macrotexto de Ia literatura, y reconocernos en ambos: como subyugacién del modelo metropolitano, como tentacién de la pertenencia, pero también como busqueda de autenticidad y voluntad de autono- mia, Todo construyéndonos por igual. Es lo que en cierta me- dida sugiere Fernandez Retamar respecto alla escritura, cuando contrapone, para luego indicar una sintesis, el Martin Fierro y el Facundo: “ambas obras constituyen {...] momentos extraordina- rios de nuestra literatura. En el caso de Hernandez, este criterio es bien comprensible, Pero, por paradéjico que pueda parecer, el escritor Sarmiento es también una gran figura nuestra”? iNo sera posible entonces enfocar estos dualismos como fandantes pero no por lo que dan de oposicién, sino de osci- lacién? Bs decir, verlos no en exclusién sino en coexistencia: en eso, tal ver, reside su sentido, Siempre que tengamos presente, claro, que nuestra buisqueda de estos elementos es la razén de su presencia." Si los conside- © FerwAnpez Retaman, R, “Algunos usos de civilizacién y barbarie” (1977), Caliban y otras ensayos, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1979, pag. 246-247, cursiva del autor, 8” Me aparto aqui de la posicién que L. Stegagno Picchio sostiene en “Oppositions binaies en littérature” trabajo que en tantos otros aspec- tos me ha sido rico en sugerencias-: “Lo que desde el principio se impo- nea quien trata de identificar, a través del examen y a clasificacién delos ‘textos, las estructuras inmanentes al desarrollo histérico de la literatura braslena es toda una seriede oposiciones bien defnidasy disintivas al rededor de las cuales parecen haberse organizado las diferentes expresio- nes potticas, ls diferentes elecciones ideol6gicas yestéticas de cada es- critor. Traduzco de Sr£6AGNO Picciio, L, “Oppositions binares” cit, pig. 8 ("Ce qui simpose d’abord & celui qui cherche & déceler, & travers Tesamen et la classification des textes, les structures immanentes au dé- yeloppement historique de la littérature bréslienne, cest toute une série {oppositions bien defines et caractérisantes autour desquelles semblent sétre organisées les différentes expressions postiques, les différents choix idéologiques et esthétiques de chaque écrivain"] 48 ramos como un a priori, como una estructura consustancial al objeto, corremos el riesgo de caer en una de las muchas trampas «que nos acechan en nuestra tarea: la naturalizacién de las ideo- logias. Si econocemos este peligro en otros campos, deberfamos reconocerlo también en los esquemas que relevamos. Bs decir: saber que los relevamos en cuanto, en un determinado momen- to histérico, son nuestro modo de ver el mundo, y por lo tanto, de decirlo, Un mundo que nos interesa decir porque, por lo ge- neral, la imagen que tenemos de nosotros mismos, como criti- cos, 0 historiadores, o simplemente personas que se interesan en Ja literatura latinoamericana, suele ser la imagen de un compro- ‘miso no exclusivamente iterario, Nos vemos involucrados en un problema de definicién de proyectos, de voluntad de futuro que ataiie a un pafs (o a un conjunto de paises) que sentimos (y que sufrimos), generalmente, de manera distinta de como siente su objeto quien se ocupa de la literatura de los pafses ‘metropolita- nos. Por muchas razones, que tienen que ver tanto con la historia como con nuestra historia personal, el andlisis de los universos simbélicos que ese ‘alls ha generado nos aparece ~por lo menos en alguna medida- como una posibilidad de participacién en el proceso modificador de la realidad que los genera. Todo esto plantea muchas preguntas, y no da respuesta a ninguna, o poco menos, Pero no hay una respuesta que fije la materia, porque lo que constituye nuestra materia de estudio es precisamente interrogarnos sobre ella: avizorando, de cuestio- namiento en cuestionamients, la imagen mutable de América. Lo que buscamos es una nueva forma de las preguntas, una manera de liberarlas de los condicionamientos, de hacerlas mis exactas, mas adecuadas a lo que queremos saber de noso- tros mismos. O, quizés, lo que buscamos, simplemente ~aun- ‘que no se trate de una empresa simple- son preguntas nuevas. 49

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