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Historia de la vida privada en la Argentina Bajo la direccién de Fernando Devoto y Marta Madero Tomo I Pais antiguo. De la colonia a 1870 © De cata divin 1099, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A, eavley 3860 (1437) Buenos Aires + Saniiana S.A. ‘Torelaguna 60 28083, Madrid, Espa + Aguilar, Altea, Taurus, Alfoguara, S.A. de CY. ‘Avda, Universidad 767, Co. del Valle, 03100, México + aiciones Santillana S.A. Calle 8, 1023, Bogeud, Colombia + Aguila Chilena de Ediciones Lida De. Anibal Arata 444, Providencia, Santiago de Chile, Chie + Bdiciones Santilana S.A. Iavier de Viana 2350. 11200, Montevideo, Uruguay + Sanilana de Ediciones S.A, “Avenida Arce 2533, Bario de Salinas, La Paz, Bolivia + Santilana S.A. ricer Carlos Arto 288, Asunci6n, Paraguay + Sanillana S.A. ‘Avda, San Felipe 731 - Jess Mari, Lima, Pers ISBN obea complet: 950-511-539.3 ISBN tomo I: 950-511-5385 Hecho el depsito que indica la Ley 11.723 Iustracién de cubierta: Seioras por la maitana, ltogafia coloreada de Moulin, 1833, MonumentaIconographica Impreso en la Argentina. Printed in Argentina Primera edicign: septiembre de 1999 Primera ceimpresia: ectubre de 1999 “Tos los derechos reserves. ta publicacion no puede ser reprodveids, en todo a en pat ni regisada en | tun sistema de recuperacén de Jinformacg, en ninguna forma 1 porningtin medio, sea mecéico, Fotoquiico, electdnico, maznétic, electosptico, por fxocopia ‘cualguir oto, sin el permiso previo por eseito de eet Introduccién Fernando Devoto Marta Madero Los éxitoseditoriales, como los filmes de sueeso, generan continu- cones. Los editores en castellano de la edici6n francesa de la Historia de la vida privadla ~que no dej6 de impresionar por sus niveles de ven {wen Francia y, no sin cetta sorpresa para muchos de los colaboradores, también en la Argentina han promovido, tras una igualmente difundida versién uruguay, esta obra que el lector tiene en sus manos. Silas pro- ductos y fos medios erean su mercado o es éste el que orienta la selec- cidn de los bienes a oftecerse, es algo que puede largamente debatirse. En cualquier caso, aquellos Exitos de venta nos sugieren nuevas sensibi- Tidedes en los lectores hacia obras de estas caracterfstcas. ¢Existe, ade- mis de la necesidad de responder a una curiosidad cultural, sino una ne- cesidad, al menos una legitimidad historiogrfica? ;O se trata apenas de responder a una moda, una de las ltimas de un medio siglo prolifico en innovaciones ya olvidadas 0 en vias de olvidarse? En realidad, una historia de la vida privada no es, hablando con pro- piedad, una novedad de las dltimas décudas. Como muchos otros temas de fin de siglo, es volver a proponer bajo una luz nueva temas ya anti- guamente explorados. Desde luego no se trata de remontarse hasta el si- Una revolucién en las costumbres: las nuevas formas de sociabilidad de la elite portefia, 1800-1860 Jorge Myers Un hecho central plasmé el earéeter de fa vida social y cultural det Rio de la Plata en la primera mitad del siglo XIX: la Revoluci6n. La vi- da privada tanto como Ia paiblica se vieron conmovidas hasta sus ci- ‘ientos por el proceso de transformacin social y politica que ella im: puls6. Las esferas de lo piblco y de lo privado, que en las iimas eta pas del Antiguo Régimen habjan comenzado a cobrar mayor autonomia ange si, experimematen emonces una nterupeign en i tendencia que pa reeia conducir ineluctablemente hacia una mutua y mds ntida segrepa- «in. Mas ain, como consecuenca dela presién permanente que la Revo luc gers sobre sociedad y que se aducta en una ingestnte movii- ~rcién de sectores muy amplios tanto como en una progresiva poitizaciin ‘tos los mbitos de la vida comin, Io pli tends entonces a devo- rarse Io pivado, no so reduciéndolo aun espacio maim de la experien- cia individual y coletiva sino resignificéndolo en todas sus caracterstieas Propias. fin un movimiento progresivo que hallarfa dos instancias de plenitud altemativas -aquella propuesta por Ios seguidores del régimen rosista, y aque otra impulsida por los j6venes miembros de la Gene - facciosa-, los valores que susten wos pertenecientes al Ambito de lo privado tendie- ‘aban los comport Le tonsformecién social y poten Jnpuveda pola Revolucion commons a ide priv tat come api. 1a piblico tends fogrctace fo privada rehciéndole own exrclo minino del espeienea aida yenletva ‘Mins, Pellegrin, 183). ¢Mowumenia eonographica, Bostic det Car, Bs. Ass Een, 1968) 112. Soctasiipapes rom a fundirseen una relaci6n de clara subordinacin— con los valores re- ppublicanos y partidistas que entonces comenzaban a cimentar el espacio. de Io pidblico en los nuevos estados del Rio de la Plata. El espacio de lo privado, fortalecido en los patses europeos més desarrollados como con. secueneia de las transformaciones inauguradas por la progresiva insta racién de la sociedad de mercado, y que hallarfa una expresin paradig- ‘mitica en,el nuevo culto al “yo” propuesto por los movimientos romin- ticos surgidos en las primeras décadas del siglo, experiment6 en el Rio de la Plata en aquella misma época una suerte de eclipse parcial. No re- ‘sultaria quizas del todo osado suponer que esa divergencia haya cons- tituido uno de los furning-poinis mas significativos en la historia cul. tural de la regién. tra de las consecuencias directas de la Revolucién habia sido el desmantelamiento del sistema comercial espatiol, que dio inicio a una progresiva integracién de la regién en la economia atléntica hegemo- nizada entonces por Gran Bretaa y a una eonsecuente profundizacin ‘del desarrollo local de Ta estructuracién social tipica de la sociedad co- mercial moderna, Las dinfmicas econdmicas y sociales tendientes reforzar Ia cristalizacién y autonomizacién de una esfera privada ~de Jos lazos domésticos, los afectos, del despliegue de las zonas “trans rentables” de Ia intimidad~no solo estuvieron presentes en el Rio de In Plata después de la Revoluci6n, sino que su profundizacién fue mo- torizada por las consecuencias que esa apertura del mercado trajo aparejadas. En este doble movimiento inaugurado por la Revolucién reside su paradoja. Por un lado, la movilizacién politica que pronto desemboca- sfa en una lucha facciosa de earacteristicas cada vez. mas holistas-, pro pendliendo a restringir y a socavar los espacios estrictamente “privados” de Ia existencia, conmovid, incluso, a aquellos santuatios sagrados del intimidad burguesa, los hogares privados presididos por sus respectivas ‘matronas -maclres, esposas, hijas y hermanas-, que en lugar de ofteces ‘un refugio ante la tormenta se convirtieron ellos mismos en voleanes pa- sionales de Ia politica local. Contempordneos como el indudablemente: algo “estirado” general Soler se quejarfan una y otra ver de la moviliza- Cin politica de las mujeres y de la transformacion de las “easas de fae milia" en vivaques militantes de Ia politica de fueciones, Todos los sim- bitos de Ia vida privada —desde perspectivas de las elites~ parecfan s cumbir ante la mavilizacién politica permanente que habia desencade- nado Ia Reyolucién, transformdndose asf en objetos de la aecién expli- cita de un Estado que se sentfa impelido a moldear costumbres y pricti- ‘cas que una sociedad civil imperfecta y parcialmente pulverizada no es: taba en condiciones de hacer, Por otro lado, en cambio, ta experiencia social y cultural de la elite estuvo progresivamente mareada por la expansidn de la sociedad de ereado, que tendié a consolidar émbitos de la vida social que se s Ponfan claramente demareados de aquellos que conformaban el espa ‘io de lo piblico: émbitos cuya legitimidad derivuba al menos tanto de J nueva concepeign més radical de “propiedad privadn”, como de la octén moderna de “individuo” que comenzaba a emerger del confuse entramado ideolégico vehiculizado por la Revolucién, En la etapa vaulaviana se registaria el comienzo de la articulacién de un denso en- tramado de asociaciones “privadas”, cuya aecién debia definir un es- pacio intermedio entre el Estado y la sociedad. Los publicists rivada- ¥ianos suponfan que en esas asociaciones deberia desenvolverse con Inés vigor la actividad auténoma de los individuos ~cuya pertenencia ala elite constitufa un supuesto implicito-, quienes, al hacerse cargo de Funciones hasta entonces reservadas al Estado, contribu a mentar la esfera privada. Aquellos émbitos -monopolizados por miem- bros de Ia elite~ofrecerfan en Ia década del 20 un conjunto de recin- ‘0s idéneos en los que se pudiera ensayar a ereacidn de nuevas formas de sociabilidad que fueran simulténeamente compatibles con el ideal modetmo del individuo autdnomo o privado y eon el mievo espirit re- Publicano. El carder efimero de la mayoria de ellos trasluce, sin em- bargo, fa fuerza con que aquellas dindmicas contrapuestas que la Re- ‘olucidn habta iniciado seyufan obstaculizando tanto la elaboracién de Jo pablico como Ia construccién de una estera de lo privado. No obs- UNA REVOLUCION EN LAS CosTUMBRES Con ta Revol ait! urguesa tanbin fu socarada, pees a movil politica eens elas mujeres. La parteipacién de bas ‘matronas eta pots de faciomes proves ana teasonmacin en es ‘ues fat, ‘efor piaipal cums negra, Vien Alan, 1783. (Suan Ares, Histon (General de Arte, Maid, Espasa Cal- pe, 1985) 13 114 SociasLinabes De ta vieja a ta nueva elite tante ese fracaso inicial, sucesivas nuevas formas de sociabilidad re presentarfan el medio predilecto por el cual la elite rioplatense busca Ha, insistentemente, hallar alguna solucién a ese conundrum revolu- Cionario que, derivando en una combinatoria de dinémicas incompati- bles, habfa producido aquel Leviatén enigmético, aquella esfinge que {res lustros y medio més tarde estarfa aiin convocado a interrogar Sar- miento. permitan ocuparun espacio eneumbrado en la sociedad, por su compro- tiso-con la causa revoluconaray con ls valores promovides por ell: Spar Toshistoriadores de hoy el cambio socal ms evidente fue el que tuvo lugar ene los integrantes concretos de Ia elite roplatense durante ol psae del Vncinato ala Repibtca~reamiio de personas po am bin de grupos sociales aquel que se impona con mayor fuerza entre tes contemporineos de ia Revolucién era el de las transformaciones ideolgicas y culturaes que cuesionaban su propia lgitimidad en el vero orden repubhi Ascomo la carateritcapredominante en la dca revoluconaria bahia sio a inestabiida y as transormacionesrepentinas yeimers, quello que se perfilarfa cada vez con mayor nitidez en los lustros : tients ala “anarqua delat 20” sera la progresiva estabilizacion de csa elite, sa sedimentaign palatina dere del nuevo surco que el tor rrente evolcionario habia abiero en el suelo cultral argentino. sa recon consoidacin no te prvi, ain embates, 3 OoSpeta ina losyrexistncis entre la masa de Ia poblacion,y en especial entre aque- los scetores que se perebian asf mnismos como los mas perjdicados pot el ordenimient social vigente los pobladores menos pudientes de la campata, los rlleras de la ciudad de Buenos Aites, ls mils, 10s libertos, 10s antiguos “castas"-. Estos mostrar‘an en Tos tiempos sucesi- vos una predisposcién demasiado rpidaa responder alos discursos que lun lenguajerepublicanoy populist retataban a ileitimiad de esa elite y de sus pivlegos. En un campo poltco-cultural permeado de siatsibas conta “los aristéeratas", “los erelos”, “os privilegiadox” 9 simplemente “los reas" en cua interior resonaban an as demands populares desencadcnadas por la Revolucin, ta nueva site surgi de su vino se allan obliga aasunir una doble tare: la desu propia constucién,y lade legtimar esa constucign en un mb © que no le era necsariamentepropcio. Por ene, en ella se afitmarian los discur- sos las prétcas que enfatizaban Ia ustacion y el métito como“ lingos” legftimos en una sociedad republicana, mientras se recusaban si- multaneamente los mecanismos de recondciniento preferidos por las lites del Antiguo Régimen. plicit Rotos los lazos que vinculaban el Virreinato del Rio de la Plata con) Espafa, la reconfiguracién de las relaciones de poder que Ia ereacién d ‘un nuevo Estado imponia necesariamente modificé también el cardctet 1 Jas funciones de Ia elite local. En el Antiguo Régimen el orden se ha ‘fa asentado sobre Ia nocién de jerarquias estables que se relacionaba ‘mis con la sociedad en st conjunto que con los individuos, presentanda de esa manera cierto cariz corporativista y estamental, La pertenencia identidades socialmente constituidas, come la casa, el linge, o la corpora ciGn, definia los privilegios y las obligaciones, los prestigios y el poder fos individaos. La Revolucién, en cambio, habia instaurado un poliico apoyado en un conjunto de ideologemas radicalmente opuestos Tos de la sociedad colonial, Entre los mds signficativos se hallaban la tmlaciGn de un conjunta de derechos bisicos que pertenecfan naturalmen ‘alos individuos; el reemplazo de las teorfas corporativistas que defini ‘el cuerpo social de la Monarquia por diversas interpretaciones contrac! Tistas o jusnaturalistas de la soberanfa, y ~en relacidn estrechia con est dos niicleos ideolégicos— la adopcién de una concepcién republicans ciudadanfa (aun por aquellos revolucionarios que deseaban preservar Forma monsrquica de gobierno). En este contexto intelectual y cultural transformado, la nociéa mis ‘ma de “elite” no podfa sino experimentar algin cambio. En Ia ereenci de 1a mayoria de la poblacién, la pertenencia a ella dependifa ahora fu damentalmente de la posesién de algin mérito individual reconoci por los dems miembros de la sociedad, como la acumulaei6n de rique ‘as, de capital social y/o de poder, Pero el mérito al que se aludia ‘mayor frecuencia ~al menos durante Ia primera mitad del siglo tend “ascr fundamentalmente politico, como aquel otorgaudo por los “servici prestados a la causa de la Revolucién” (servicios que en 1s afios de Iu ‘cha facciosa més intensa serfan asimilados demasiadas veces « aquell prestados a la causa unitaria, federal o rosista). La nueva elite que pat Tatinamente emergfa de la convulsién revolucionaria ~en Buenos Ai pero también en diversas provincias del interior~ se legitimarfa en condicién, sin importar cudles podfan ser los factores materiales que oad (is de eon yeptiniena, neliles tes iin pr fine pico oemipiblcody os inno sels seater an importance pr a mote pot nes aos 20) 30 (como tambo heron en as provi Ios de mayor coped sociocultural). Ds pens ecarenes UNA REVOLUCION EN Las COSTUMBRES 115 El covet y as fncones de a stite Focal se vievon madifcades por te Revoluiin La perteueneia a le ite ada depen de a poesion de ali mei individual recomoci por los demas imegraes de a sociedad wei alld y par acd, Florian Pouce, (Universidad Nacionat de Tucunin, 1942) Nueva socabitided 116 SociaBiLipavEs dominarfan esta situacién: uno de ellos relativo a Tas condiciones cons- tiutivas de la propia elite y de su lugar en la sociedad recién “emanci= pada el otro anclado mas bien en el imaginario social protoliberal de Ta época y que referfa a Ja sociedad en su conjunto, Uno y otro cores: ponden, respectivamente, ala “problemtica iasirada” ya la “robles ‘mitica contractualist”. ‘Por un lado, serfan sometidas a critica Jas précticas de sociabilidad juzgadas anacronieas 0 que se suponian de algtin modo reiidas eon =I ‘nuevo idearioilustrado y revolucionario, Por otro lado ~y este tépica ‘jorcerfa mayor fuerza en la constitucién de wn discurso refed @ la Seiabilidad”-, se exigirfa la promocién de formas de asoviaci6n por parte del propio Estado que srvicran para morigerar Ios efectos mit pemmiciosos de una Revolucién cuyo resultado més evidente en las tadas del 20 y del 30 era el de haber disuelto el antigno vinculo social sin generar nuevas formas de unign colectiva que moderaran el impel isolvente del nuevo individualismo dactrinario' Para publicistas co tno Ignacio Niiez, por ejemplo, Ia tarea que reclamaba Ja hora presen eno era simplemente In de reformat las costumbres y précticas de so ciabilidad, sino la de crear formas de sociabifidad en un mundo despro visto de ellas, En el caso de Niiie, esa ausencia remvitfa ante todo a Condiciones sociales propias del orbe hispano, dominado a su juicia iar y recogimiento individual, qu y cultural rioplatense: 1) la soeiabilidad doméstica y semiprivada, 210 esciclos year es al ech eee WS 5} evo muy ds las ascocioespalcav aeipolioa ardor ricncia cuya dindmica de desarrollo no debié variar demasiado en el : Sere neces 1M enie al pri aresjonsus o picts ae pei los ai fora Sia io Brest tins mea cmb, patente sie olin qu pan de deal gue pod den Ercan por or press de ransfonacin pasts en mah po por principios de exclusividad fami vontrastaban flagrantemente con aquellas que en los dos estados de of ten inglés habrian permitido un desenlce exitoso asus distintas exp oncias revolucionatias. Para otros publicistas, en cambio, e] incvis dualism exacerbado que habria afimentada Ia “carrera de 1a revolt sida’ no era tanto espafiol en su origen cuanto revolucionario.En alt tow casos, se le pedia al Estado que interviniera sobre Ta socied treando por ley aquellos espacios que la sociedad ~que 1a elite, mi bien, ye que ema en ella en In que pensaban asi exclusivamente est publicists mostra ser ineapaz de crear por sf soa. La conclu res radical a que tenderfa ese tipo de diagndstico era que Ia vid a femtina babria sido retrotafda a una situaciOn enteramente a8oc ‘Tanto para ls publicists iustrados de a etapa rivadaviana como pat Jos eseitores roméntiens una cécada y media més tarde (y también Pi vermis de un publiistarosista, aunque procesaran esta vision deat tle una matri2 intespretativa muy distinia), Ia promoci6n de la social Tidad de fos sectores de elite se presentaba como una de las tareas tungentes que deberia resolver el Estado, y de euya resoluciGn dene deta la superviveneia misma de una sociedad independiente en el R de la Plata, "Aquellas manifestaciones de sociabilidad en Tas cuales Ios mie nit de soni porexcelesi I te platens fe a paca interior dl propo hogs, anes y dsp de a Reolucin rime gar, ls memos de agus cle -comeriants, hombres Fblicos, hacendados, 0 meros publicistas partcipaban de los place teslniie del ids men no ana qs pone Mas con ai eo Ss mies y majors den elias ces pire ear wc exper moira el Eno prog le Buenos Aires atin se conservaba la costumbre clientel{s ca de wencr parientes pobres y agregados bajo un mismo techo con los bros por Io general también muy numerosos~ de I Fail Bex Algunos hires porttosconthan con mas de enventa peso. UNA REVOLUCION EN LAS COSTUMBRES Sociabitidades domésicus y efreulos privados 7 118 Sociasu.tDaves nas ~ineluyendo eselavos, empleados y huéspedes permanentes- y si bien Ia tendencia secular impondria una progresiva disminucién de: aquellos rximeros abaltados, 1a primera experiencia social de los inte- igrantes de las “familias decentes” seguirfa siendo la de su inserci6n, ‘desde Ia cuna, en una amplia red de parientes, conocidos y subordina. dos, que rodearia y acompattarfa al individuo durante todo su peripla vital. Fl cambio de actitud acerca de esta institucion social, en los pri- eros afios del siglo XTX, aparece registrado con precisién en Ia co rrespondencia privada de Felipe Arana. Al escribirle a su suegro y 80 cio comercial Francisco Antonio de Belsustegui, Arana no podia evi ldescargarse con vehemencia: “Nada mis impropio y coercitivo del or iden doméstico que la franca hospitalidad a los extrafios, y comiinmen: te al paso, que distrae de las primeras ateneiones, produce excesos que no puede prevenir la més suil prudencia: ya se cuentan en auestra fa rmifia dieciocho huuéspedes entre amos y esclavos, y en ocasiones se at ‘menta este niimero con tal insolencia que llega a noticia de mi sei Da. Melchora cuando nos sentamos a la mesa porque mi primo Juan “Antonio en sus viajes de Montevideo se arvoga Ia licencia de hosp: ‘a cudntos quiere y entre ellos algunos may poco dignos de hombrea ‘con nosotros ya por su poca educacidn, ya por su demasiada liviand: sin distinguir Ins gentes con que tratan, ni Ia casa en que viven, tant ‘mas notable cuanto que la localidad de la casa hace pablico eualquies irregular manejo y proceder, y aunque yo con modos indirectos se the increpado a cllos mismos, su ningun pudor Tos ha hecho indifer tes a mis insinuaciones[...]. Yo le protesto a Ud. que estoy rubor de presenciar la iacomodidad en que viven las nfs, y atin exeté aI fpreciable Ignacia a que se pasase a mi cuarto por ser el de sta all rmiento de Don Juan Cea quien como un marieén, tuvo Ia ninguna del cadeza de admitirlo personando asf en lo interior muchas cosas de a tal vez Ud, que es el padre huir‘a, y en el fnterin su propia hija en aposento de mi sefiora Da. Metchora sujeta al registro de los eviada ‘que pasan al servicio de lo interior; ni tiene un eaarto en que vests no apela al de sus hermanas [...}. Mientras tanto los nis, incluso ‘cho, viviendo con la eriada Luisa en una pieza reducida hasta el mi ro de siete, estin expuestos a peligrosas enfermedades por el aire infes tado que precisamente respiran cuando estn en sus camas”.* ‘Ei el interior del hogar de elite se articulaban redes sociales ‘complejas que inciian tego sobre la vida comercial 0 politica 4 ciudad: sin embargo, como se desprende de la queja det futuro mit tro de Rosas, ese hogar era considerado wn Ambito eminentemente P ‘yado, un espacio “sagrado” que debfa estar al resguardo de los peli {qe presentaba e] mundo exterior, un mundo como también seis UNA REVOLUCIGN EN LAS COSTUMBRES sbundante comrespondencia comercial de Arans~ sundae onespndes omerl Arna lpn pra ue Si en las casas de cite se formaban los vinevlos sociales primarios aquellos eterminads por cl parents o pre masimonio, en elas también dscurisia una porcign importante del “vida socia” de in 6po- ca, Dese ima clap del Vina habia omenzado a ifn lena ances de os “salon ue on ea aiverso pre ia resumirse en In figura mis modesta de las “tertlias"* Estas -segin el testimonio de mis de un viajero- manifestaban un estilo Il no. sn mayor frmaldad, Mies que on pues como Inglira 9 Francia a progresiva compleizacién de los modaesy dels formas so- les habfa levado a reforzar el carécterexclusivo de Tos cireulos aris- tocrticos -noblez, alta barguesia, gentry de principios del siglo XIX, Incostumbre rioplatense cra més simple y menos cuidadosa en cuanto a los requisitos que se exigian para ser amitdo en el eitelo de ts con tetulios que amenizaban las noches en msde una ensa de elite. Ene los muchos testimonios que podian citase, puede destacarse el de Sa- sngel Haigh ~referido a los alos en que Pueyrredén era Director Supre- inode las Provineias Unidas~por el detalle y la precisign de su rer ‘La societal en general de Buenos Aires es agradable: después de ser presentado en forma a una familia, se considera completamente dentro de Jnetiqueta vista a la hora que uno erea mas conveniente, sind siempre bien eiido; Ia noche hora de tert, sin embargo, es la mis aeostum- bra, Estas tertulias son muy deliciosasy desprovisas de toda ceremo~ na, lo que constituye parte de su encanto. A la noche ta familia s con- Ene los casas de elite donde se deserrollaba una facta destacade de la vida social Desde latino pert del Virrena, la moda faces dl salons se impuso en el conte Flopltense con caracteriscas prypas ‘Aunque menos furmales que en Europe, as eruis cron inpovantes inbius de soci. Tertuli Portena Pellerin, 1831 (R Movinri, Buenos ites 4 sok, BS. As, 1983) 19 120. SociaBiLipaDEs grega en la sala lena dle visitantes, especialmente si la casa ex de tono, Las diversiones consisten en conversacién, valsar, contradanza espafiola, ‘miisica (piano y guitarra) y algunas veces canto. Al entrar, se saluda ak dduciia de casa y éiaes la nica ceremonia; puede uno retirarse sin forma lidad alguna; y de esta manera, si se desea, se asiste a media docena dk tertulias en la misma noche”. ‘Aquellas tertulias que se aproximaran al ideal del “salén" al esti francés fueron aparentemente escasas, hasta el punto de que, en Ia me. rmoria colectiva de la elite portefia, aquellas animadas por la muy desen: ‘vuelta Mariquita Sénchez de Mendeville aparecieran destacadas por e- cima de las demis.’ Hay, sin embargo, también testimonios acerca “salén brillante” animado por Bernardino Rivadavia y su esposa cuando cera ministro, y si bien el cardcterliterario e intelectual del original fran y ‘cés no fue demasiado comin en Buenos Aires, en una época tan tarda mo la déeada del 70, habrian existido, no obstante, algunas otras tert lias con estas caracteristicas ~por ejemplo, aquella del acaudalado guel Olaguer Felit (descendiente del Virrey) en cuya casa el alractiv principal era la figura volteriana de Juan Maria Gutirrez.* La estacién social portefia estuvo puntuada por una larga serie bailes, de fiestas, y de reuniones privadas en las casas de las principal familias, En esas reuniones los concurrentes revalidaban sus titulos pertenencia a In elite, y tejfan lazos de sociabilidad que por su mis ‘careter informal (endfan a ejercer un influjo poderoso en la vida pil ‘ca del nuevo Estaclo, Conviene subrayar que en una sociedad en la q los roles sociales estaban fuertemente escindidos por género, tales 1 nniones constitufan el émbito por excelencia de las mujeres, el tnico pacio en el que ellas podian participar abiertamente y de un modo qt pareciera acerearse a cierta “igualdad”. Las “duetas de casa” imponis €l “tono”, el estilo social que debia regir; y esa tendencia que habia nido insinvdndose desde comienzos de siglo levaria a que el hogar ri ‘damente patriarcal en sus Formas tanto cuanto en su fondo pareciera Jos escritores de Ia generacién roméntica de 1837 un incomprensibl anaeronismo. Més ain, allf también podian ejercer aquellas damas su ‘luencia no siempre demasiado sutl sobre los protagonistas de aquel pacio piblico del que estaban formalmente excluidas, el de la politi ara las mujeres de elite, las reuniones privadas ofiecfan una oportur dad y un medio por el cual hacerse off —respecto del destino de fos {jos y maridos en primera instancia, pero también respecto de lam de los asuntos generales de] Estado-. Ese émbito iria amplidndose gresivamente en el transcurso de Ia primera mitad del siglo hasta incl ‘como una suerte de natural prolongacién un recinto del eual también taban por regla general excluidas las mujeres, pero que se irfa convirt UNA REVOLUCIGN EN LAS COSTUMBRES {to -por razones materiales bastante evidentes~ en espacio para la cele bracién en mayor escala de las reuniones sociales de la elite. Fse recinto era el de los clubes, que, a partir de Ia fundacién del Club del Progreso en 1852, proliferarian en las décadas siguientes. El mbito de recogi- miento formado por la “casa de familia” comenzaria entonces a ceder su predominio, como ambito de sociabilidad, a otros de carécter mis “pti- blico”, en tanto que su nicleo correspondfa menos a Ta tnidad familiar “exclusiva” que a la “clase”, ‘Todo tipo de reunién y evento se desenvolveria en esos clubes, pero en la imaginaci6n social de la época ellos se distinguieron sobre todo por Ios bailes suntuosos que all se organizaban. La descripeién consig- sada por T. Woodbine Hinchliff en su Viaje ad Plata en 1861 es repre- seotativa, a pesar de las declaraciones en sentido contratio formmuladas por este autor “Yo estuve en el baile dado por el Club del Progreso en sus propios "Y hermosos salones, pero, aungue no se ahorraron trabajos para que el baile taviera el més completo de los éxitos, con todo parecié advertir- se la falta de la animacin y cl entusiasmo que suele darse en tales oca- siones [debido a la situacién de preguerra que se Viva en visperas de Pavén}.[... La moda en Buenos Aires exige que nadie vaya aun Diblico de esta naturaleza antes de Ia media noche: y como llegéramos tuna media hora después de la indicada, nos hallamos eon que éramos isi Ios tnieos en el sal6n. Esto es muy de notar porque la hora del 1é {las cinco) es Iu hora acostumbrada para cenar, y las seftoras que deben ira un baile se ven obligadas a dormir dos o tres horas antes de vestir- ‘8. Los salones estaban hermosamente decoratlos y adotnaclos con flo- Des inci del dda de 185). dinbte recite de las casas 1 ania do pas w te de carter ‘is pbc. A partir de entmces, -reunines,builesy eventos tern gare tos cles zr flansipico en el Club del Progreso, grabado (El Come de Uae Pas, 1866) 121 122 Sociasmapapes Sociabitdades privadas en los espacios de uso priblico res; la orquesta, perfecta y numerosa, y todo hermosamente presenta- do, Las mujeres son justamente celebradas por su belleza y clegancia: {1 El pasearse, sin embargo, en los salones parece mis preferible que bailar a ka manera encantadora de Europa, y aunque cl salGn de buile se: cencontruba casi leno, no era raro encontrar solamente dos 0 tres pare. |Jas bailando, mienwas la orquesta ejecutaba con toda su fuerza un vals ‘muy popular”.* Esa extensidin de las pricticas de sociabilidad “domésticas” hacia) pttos dimbitos mis piblicos representaba una prolongacién de compor- lamientos muy arraigados desde la Colonia, que si bien habian experimen. {ado cierta merma como consecuencia de la agitacién popular induci- da por la Revolucién, nunca habjan desaparecido del todo. La elite por tia, al igual que sus émulas provinciales, utilizaba todos aquellos es cios pablicos que offeefa el entorno urbano pans su esparcimiento. principal de ellos fue siempre el teatro - patriot. El eardter de lo estes Dpoplares contastaba co el dels ‘lebraciones del elite 25 de Mayo de ISU, Alico I, 184, Monument onographics, Ronifacio del Carl, BLAS. Emecé 1968) ello deubun de clerrruniones alerts en scales 5 Thetoe de else superior pulieranrenovase con mayor eicacia Dent In dade dt 20s a geeraiad abn costume de ceca eines pds, geerimente cea otangvtes, en cssin de aes fomeides Dur a hgemoni i, pocn “arse Sc de Sociedad Poplar Revauradort ase eon pbc ments come lpr Res desl a costnbre de ceebre beng tno al on as fechas pats, sin tambign en ages qu eer aban los principales ites del scenso sl poder de Rss. Tes reario- nes safn constr de una cena squid de umerowos “rind, que Gram relent ciscusos formas, eyo prpositoea defender I ma ha el pbimo, Es pritca que demaraba in espacio de sob Sad exchatamente masculino~se generic ete tia as aciones sos pfs en que se epartiaentonces nei. nso aseio hes qe prtndanisarar agin pode rptra con as modalidade Ae soci poltcadesaolaas hasta entonce enc fo de a Pata sor ejemplo Ta Asaccign dela Joven Generacion Argentino aco combeaonclebrar aque Fiestas eves con bangles y bins. Ua Sens eunone,cekbrade eels miembros de xa Asoiein es ents cml rovinin de San Jn, mest as qh uo aun ere ‘mons sociales deliberadamente retrafdas del escenario nvis popular de Tos festejos generales debfan responder ante las demandas que unos sec tores populares movilizados por la ret6rica y por la politizacisn revoli= cionarias se sentian autorizados a dirigir contra la elite: “...Negé el dia UNA REVOLUCION EN LAS COSTUMBRES 25 de Mayo. Con tal motivo, quiso dar un banguete la juventud sanjuani- na, Todos o gran parte de los concurrentes, asistiron a él Hevando en ef jal del frac o levita Ia escarapela azul y blanca. Hubo brindis, exaltacién patridtica (.,.). Un hombre humilde que con otros servia la mesa, mez- claba su vor de vez en cuando a la muestra. [...] Algunos manifestaron deseontento por ello, otros refan de su candor intempestivo. A este pro- pésito Sarmiento toms la palabra y dijo mils © menos lo que sigue: “De- jindlo hacer y deci, seiiores, es menester no ver en In animacidn de este hombre sino una ingenua aspiracién al principio de igualdad consagrado por la revolucin de este dia, Dejadto hacer y aplandamos en él uno de nuestros dogmas, el mas santo de nuestros dogmas”. Ante Ia “marea plebeya”, la tendencia mis natural de las “familias de- ccentes” era Ia de retitarse de los escenarios pblicos mas expuestos a aque: IIa presi6n para refugiarse en la intimnidad de las reuniones privadas 0 det hhogar. Como lo demuestra esta angedota, semejante solucién debi haber sido menos efieaz de lo deseado; més atin, si una de las funciones socio- [égicas que cumplian aquellas précticas volcadas hacia el interior de los cfreulos y de las familias ~hacia “lo privado”- fue la de reforzar la pro- pia conciencia grupal, el desconocimiento deliberado dela distancia so- cial que habrfa autorizado la Revolucién tenderia, sisteméticamente, a en- torpecer aquella funcién, obstaculizando la cristalizacién plena de una conciencia de clase dominante. Efectivamente, la ideologia republicana {raicionaba las pretensiones sociales de los micmbros de Ia nueva elite criolla en Buenos Aires y en las provincia, aun en aquellos espacios en teoria mas resguardadios del contagio extemo. En esta anéedota la situa- cidn vivida por los j6venes patriotas mostré su costado benévolo; en los relatos que contempordneamente circularon a media vor respecto del es- pionaje rosista en Buenos Aires, protagonizado en las propias easas de las “familias de elevado tono” por sus criados y esclavos, aparecfa en cambio un aspecto de esta actitud de "desconocimiento” ~de deferen- cia negada— bastante mas prefiado de amenazas, Las diferencias que separaban a estas reuniones privadas 0 semipri« vyadas de “In sociabilidad de los cafés” eran pequefias hasta el punto de lommarse en algunos casos casi insensibles, pero no por ello dejuban de ser deeisivas. Todas las formas de sociabilidad discutidas hasta aquf han sido aquellas euyo elemento comin era su orientacién hacia el “interior” {del espacio social de elite, aun cuando hayan debidlo desarrollarse en es- cenarios que perdian répidamente su exclusividad social, Tanto las sai «as al teatro los pascos por la Alameda, como las reuniones en las ea sas 0 los esparcimientos semiabiertos que acompaiiaban las fiestas pi De to privat eto price: le sociabilided de los cafés 1

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